martes, 29 de marzo de 2016

El les dijo: —Echad la red al lado derecho de la barca, y hallaréis. La echaron, pues, y ya no podían sacarla por la gran cantidad de peces

RECUERDA
Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Nos preparamos para exponer en la congregación

El Señor Jesucristo nos prepara para ser PESCADORES DE HOMBRES
Juan 21:1-8

21: 1 Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos en el mar de Tiberias. Se manifestó de esta manera: 

2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado Dídimo,  Natanael que era de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. 

3 Simón Pedro les dijo: 
—Voy a pescar. 
Le dijeron: 
—Vamos nosotros también contigo. 
Salieron y entraron en la barca, pero aquella noche no consiguieron nada. 4 Al amanecer, Jesús se presentó en la playa, aunque los discípulos no se daban cuenta de que era Jesús.

 5 Entonces Jesús les dijo: 
—Hijitos, ¿no tenéis nada de comer? 
Le contestaron: 
—No. 

6 El les dijo: 
—Echad la red al lado derecho de la barca, y hallaréis. 
La echaron, pues, y ya no podían sacarla por la gran cantidad de peces. 

7 Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: 
—¡Es el Señor! 
Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó el manto, pues se lo había quitado, y se tiró al mar. 

8 Los otros discípulos llegaron con la barca, arrastrando la red con los peces; porque no estaban lejos de tierra, sino como a doscientos codos.  9 Cuando bajaron a tierra, vieron brasas puestas, con pescado encima, y pan. 

Pescadores... Pero de hombres


 Somos pescadores de hombres: 
Hay que obedecer a Cristo 
(Juan 21:1–8)

El Señor había instruido a sus discípulos a encontrarse con él en Galilea, lo que ayuda a explicar por qué ellos estaban en el mar de Galilea, también llamado el mar de Tiberias (Mateo 26:32; Mateo 28:7–10; Marcos 16:7). Pero Juan no explicó por qué Pedro decidió irse a pescar, y los comentaristas no concuerdan en sus ideas. Algunos afirman que él tenía perfecto derecho de hacerlo, que tenía cuentas que pagar, y la mejor manera de conseguir dinero era yendo a pescar. ¿Para qué estar sin hacer nada? ¡Haz algo!

Otros piensan que Pedro había sido llamado de esa vida (Lucas 5:1–11) y que no estaba bien que volviera a lo mismo. Además de eso, cuando Pedro se fue a pescar, ¡se llevó consigo a otros seis hombres! Si Pedro estaba equivocado, ellos también lo estaban; y es triste cuando un creyente hace que otros se descarríen.

De paso, es interesante que por lo menos siete de los doce discípulos probablemente fueron pescadores. ¿Por qué llamó Jesús a tantos pescadores para que le siguieran? Por un lado, los pescadores son valientes, y Jesús necesita seguidores valientes. También se dedican a una sola cosa, y no se distraen fácilmente. ¡Los pescadores no se desisten! (Estamos pensando, por supuesto, en pescadores profesionales, ¡no en la gente que pesca como deporte en las vacaciones!) Saben recibir órdenes, y saben trabajar unidos.

Si Pedro y sus amigos hicieron bien o mal, no hay manera de demostrarlo, aunque personalmente pienso que no estaba bien; pero lo que sí sabemos es esto: sus esfuerzos fueron en vano. ¿Se habían olvidado las palabras del Señor: “Porque separados de mí nada podéis hacer”? (Juan 15:5). Habían trabajado toda la noche, y no habían pescado nada. Con seguridad Pedro debe haber recordado lo que sucedió dos años antes, cuando Jesús lo llamó al discipulado a tiempo completo (Lucas 5:1–11). En esa ocasión Pedro había estado pescando toda la noche, y no había pescado nada, pero Jesús transformó su fracaso en éxito.

Tal vez la impulsividad de Pedro y su confianza en sí mismo estaban mostrándose de nuevo. Era sincero, y trabajó duro, pero no hubo ningún resultado. ¡Cómo se parece a algunos creyentes en el servicio del Señor! Piensan sinceramente que están haciendo la voluntad de Dios, pero sus esfuerzos son en vano. Sirven sin dirección del Señor, así que no pueden esperar bendiciones del Señor.

Después de su resurrección a veces la gente no reconocía a nuestro Señor (Lucas 24:16; Juan 20:14); y por eso los discípulos no lo reconocieron cuando, al amanecer, él se apareció en la playa. La pregunta que les hizo esperaba una respuesta negativa: “No han pescado nada para comer, ¿verdad?” La respuesta de ellos fue breve y tal vez con un poco de vergüenza: “No”.

Era tiempo de que Jesús se hiciera cargo de la situación, tal como lo hizo cuando llamó a Pedro al discipulado. Les dijo adónde echar la red; ellos obedecieron, ¡y pescaron 153 peces! La diferencia entre el éxito y el fracaso fue ¡el ancho del barco! Nunca estamos lejos del éxito cuando le permitimos a Jesús que nos dé las órdenes, y por lo general estamos más cerca del éxito de lo que pensamos.

Fue Juan quien primero se percató de que el extraño en la playa era su propio Señor y Maestro. Fue Juan quien se recostó en el pecho del Señor a la mesa (Juan 13:23), y quien estuvo al pie de la cruz cuando su Señor sufrió y murió (Juan 19:26). Es el amor lo que reconoce al Señor y comparte con otros las buenas noticias: “¡Es el Señor!”

Con su impulsividad característica, Pedro rápidamente se puso su túnica exterior, ¡y se echó al agua! ¡Quería ir a Jesús! Esto es en contraste con Lucas 5:8 en donde Pedro le dijo al Señor que se apartara de él. Los otros seis hombres le siguieron en el barco, arrastrando la red llena de peces. En la experiencia registrada en Lucas 5, las redes empezaron a romperse; pero en esta experiencia, la red no se rompió.

Tal vez podemos ver en estos dos milagros de pesca una ilustración de cómo el Señor ayuda a los suyos a pescar almas perdidas. Todos nuestros esfuerzos son inútiles sin su dirección y bendición. En esta edad presente no sabemos cuántos peces hemos pescado, y ¡a menudo parece que las redes van a romperse! Pero al fin del siglo, cuando veamos al Señor, ni un solo pez se perderá y descubriremos cuántos realmente hay.

Jesús llamó a sus discípulos y a nosotros a ser pescadores de hombres. Esta frase no la inventó Jesús; la habían usado por años los maestros griegos y romanos. Ser un pescador de hombres en esos días quería decir buscar y persuadir a los hombres y pescarlos con la verdad. Un pescador agarra peces vivos, pero cuando los atrapa, mueren. El testigo cristiano procura atrapar peces muertos (muertos en sus pecados) y cuando los pesca ¡Cristo les da vida!

Ahora podemos entender por qué Jesús tenía tantos pescadores en su grupo. Los pescadores saben trabajar. Tienen el valor y la fe para “bogar mar adentro”. Tienen mucha paciencia y persistencia, y no se dan por vencido. Saben cooperar unos con otros, y son hábiles para usar el equipo y el barco. ¡Qué ejemplo para nosotros mientras procuramos pescar para Jesucristo!

En verdad somos pescadores de hombres, y hay peces alrededor de nosotros. Si obedecemos las direcciones de Jesús, los pescaremos.

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Estas cosas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




El propósito del libro de Juan
Juan 20:30,31
30 Por cierto Jesús hizo muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. 31 Pero estas cosas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.

Por qué Juan escribe su Evangelio


EL PROPÓSITO DEL EVANGELIO 
Juan 20:30, 31

Este párrafo tiene toda la apariencia de una conclusión del Evangelio y también expresa el propósito que el autor tuvo en escribirlo. Por esta razón, muchos comentaristas opinan que el texto original termina aquí. Parece que el propósito del Evangelio se ha logrado. Jesús se había aparecido a todos los discípulos, les había comisionado y les había dado simbólicamente el Espíritu Santo, Tomás había pronunciado la confesión más elevada y Jesús había pronunciado una bendición especial sobre los que creerían en él, sin verlo. Por esto, se piensa que el cap. 21 fue agregado más adelante por el mismo autor. 

La expresión Por cierto o “ciertamente”, según Mateos-Barreto, traduce dos partículas griegas que tienen la idea de “por consiguiente”, “por lo tanto” o “entonces”, lo cual enfatiza la conclusión de lo que antecede, en vez de lo que sigue. Juan mira hacia atrás y afirma que Jesús hizo muchas otras señales, refiriéndose a todos los milagros que había realizado durante su ministerio terrenal, no sólo a las apariciones después de la resurrección. Luego afirma dos cosas acerca de todas esas señales: no fueron hechas en secreto, sino en presencia de sus discípulos, y muchas no fueron registradas en este Evangelio (ver Juan 21:25). Juan insinúa que había escogido de entre todas las señales de Jesús las que más claramente apuntaban a él como el Hijo de Dios. Entonces, es un Evangelio selectivo con un propósito definido.

El verbo traducido han sido escritas (v. 31) está en el tiempo perfecto, enfatizando el valor permanente del Evangelio (ver Juan 19:22). En este versículo el autor expresa en forma clara y concisa el propósito del Evangelio. La conjunción de propósito, para que (jina2443), usada tan frecuentemente en este Evangelio, introduce el propósito. 

El verbo traducido creáis es un subjuntivo en el tiempo aoristo en la mayoría de los mss., pero en el tiempo presente en otros. Si se toma como aoristo, enfatizaría el comienzo de la fe, pero si se toma como presente, enfatizaría la continuación y afirmación de la fe ya existente. 

El Evangelio cumple ambos propósitos: anima la fe inicial de salvación, y fortalece y aumenta la fe de los que ya son creyentes. Por otro lado, Beasley-Murray advierte del peligro de interpretar con demasiado rigor el significado del tiempo de los verbos.

Nótese que el propósito no es de crear fe como el objeto final, sino de convencer a los hombres de la naturaleza verdadera de Jesús. No es un mero hombre, ni tampoco sólo un buen hombre, sino que es el Cristo, el Mesías de Dios, prometido largamente a través del AT, el enviado personal de Dios con una misión especial y encarnado en la persona de Jesús. Pero tampoco termina allí, sino que el Evangelio tiene el propósito de convencer a los hombres que ese Mesías es divino, es el Hijo de Dios, y es Dios mismo, tal cual confesó Tomás. Como en las palabras de Tomás, ese convencimiento debe llevar a una confianza y compromiso con Cristo como “su Señor y su Dios”.

El segundo propósito, o mejor dicho, la finalidad última del Evangelio y el resultado benéfico de creer se expresa en la cláusula para que creyendo tengáis vida en su nombre. 

Este libro frecuentemente se  llama “El Evangelio de vida”. El término vida se refiere a la plenitud de vida espiritual o “vida eterna” que sólo se logra en su nombre (ver Juan 1:4; Juan 3:15; Juan 10:10). El verbo traducido tengáis es un subjuntivo en el tiempo presente. Una vez que uno cree en Cristo como el Hijo de Dios (primera cláusula) recibirá la vida, y seguirá teniendo vida para siempre (segunda cláusula).

Entonces el Evangelio de Juan tiene un propósito decididamente evangelístico y misionero. Está en perfecto acuerdo con el propósito para el cual Jesús vino al mundo. En esta forma y en el último versículo, Juan une magistralmente los dos temas dominantes en el Evangelio: “creer” y “vida”.

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lunes, 28 de marzo de 2016

Paz a vosotros. Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6






Nos preparamos para enseñar en la Congregación
Un Intelectual que llega a creer
Juan 20:24-29 
20:24 Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús                vino. 
25 Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. El les dijo: Si no viere en            sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere        mi mano en su costado, no creeré. 
26 Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó            Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. 
27 Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en      mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. 
28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! 
29 Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y      creyeron.
Tomás: Igual que nosotros - incrédulos

Jesús ante el intelectual persuadido (Juan 20:24–29)

Consideremos el caso de Tomás, que no quiso creer. No era tanto incrédulo como intelectual. Quería pruebas fehacientes para persuadirse de que en verdad Jesucristo había resucitado de los muertos. 

Hay algo cautivante en este Tomás, un intelectual sincero que quería pruebas genuinas de la resurrección. No tenía interés en ser crédulo ni en aceptar las palabras de una mujer nerviosa y acongojada o de un grupo de hombres que quizás habían visto una aparición casi fantástica.

Una historia actual: Un intelectual malvado - Un intelectual convertido 
Lewis Wallace, autor de la famosa novela Ben Hur, estaba convencido de que la resurrección de Jesús era un fraude histórico, y se propuso escribir ese libro para demostrarlo y poder “taparle la boca” a los cristianos. Este escritor se llevó la sorpresa de su vida pues al concluir sus investigaciones se había persuadido de que las pruebas legales y los documentos históricos en verdad indicaban que Cristo había resucitado. Fue entonces que su conocido libro fue escrito desde una perspectiva cristiana pues Wallace decidió aceptar a Jesucristo como su Salvador.

Muchos han declarado que hay más pruebas legales de que Jesucristo existió y resucitó, que de que Julio César existió y murió de la manera que dice la historia.
Pensemos en Tomás, este intelectual persuadido:

1. Tomás había estado ausente (Juan 20:24).
Cuando Jesús apareció a los discípulos reunidos aquel primer domingo por la noche, él estaba ausente. No se nos dice por qué. Sólo sabemos que no estaba con los demás.
Es también interesante notar que aunque Judas ya no estaba, aún se habla de los apóstoles como de “los doce”.

2. Tomás demanda pruebas tangibles (Juan 20:25).
Cuando se reunió con los demás, le dijeron que habían visto al Señor. Sin embargo, tal testimonio le resultaba insuficiente; él quería pruebas tangibles: “la señal de los clavos”, “mi mano en su costado”. No quería un mero testimonio de palabras sino que quería ver y tocar por sí mismo. 

Tomás nos cautiva en el sentido de que es fácil sentirnos identificados con él. Si hubiéramos estado en su lugar, muchos habríamos actuado como él y habríamos dicho exactamente lo mismo: “A mí no van a convencerme un grupo de personas asustadas”. Más que incrédulo, Tomás era pensante, y no se había convencido sólo con el testimonio de sus amigos.

3. Tomás recibe pruebas tangibles (Juan 20:26–27).
Habían pasado ocho días desde la resurrección. Los discípulos están reunidos y ocurre un nuevo milagro. Por amor a Tomás, Jesucristo volvió a aparecer de sorpresa. Este milagro fue para convencer a Tomás, para ayudarnos a todos nosotros (siglos más tarde) y asegurarnos que su resurrección fue real.

Jesús dio las pruebas que Tomás demandaba. En otras palabras, le dijo: “Querido Tomás, aquí tienes; no te quedes mirando sólo mis manos sino pon tu dedo en ellas; acerca tu mano y métela en mi costado.” El Señor no lo reprendió sino que lo animó. Le estaba diciendo: “Tomás me agrada tu manera de pensar. ¿Quieres pruebas? Aquí están. Pruébame que yo soy. Yo soy el que morí y he resucitado.”

4. Tomás se entrega de corazón (Juan 20:28).
No sabemos si Tomás puso su dedo en las manos y el costado de Jesús, pero sabemos que de rodillas respondió “Señor mío y Dios mío”. Tomás, entregado en un ciento por ciento al Cristo resucitado, lo adora de corazón. Todo el mundo lo llama el “incrédulo”, pero es preferible considerarlo como un intelectual sincero e inteligente. Se había persuadido y entonces adora con toda su alma.

Nadie antes se había dirigido a Jesús de esa forma: “¡Señor mío y Dios mío!” ¿Qué más podía decirle a Jesús? (No hay afirmación más importante, aunque no basta con decirlo sino que además hay que vivirlo.)

5. Jesús enseña una lección universal (Juan 20:29).
Jesús extrae una lección universal de esta experiencia. No fue una reprensión enfadada pues no era el ánimo de Jesucristo hacerlo. Era una penetrante instrucción a Tomás y a todos nosotros.

No hemos visto a Cristo con los ojos terrenales, pero un día le veremos cara a cara (Is. 33:17). Sin embargo, aunque no lo hemos visto, creemos en él de todo corazón. Le amamos aunque no le vemos (1 P. 1:8), y por eso somos bienaventurados.

  JESUCRISTO APARECE A LOS DISCIPULOS (Juan 20:19–29)


  A.      Jesús ante los diez discípulos (Juan 20:19–23)
    1.      Su aparición sobrenatural (Juan 20:19–20)
      a.      Eventos sobrenaturales (19a)
      b.      Palabras especiales (19b)
      c.      Evidencias incontrovertibles (20a)
      d.      Efecto innegable (20b)

    2.      Su comisión a los discípulos (Juan 20:21–23)
      a.      El envío (21)
      b.      La energía (22)
      c.      La autoridad (23)

  B.      Jesús ante el intelectual persuadido (Juan 20:24–29)
    1.      Tomás había estado ausente (24)
    2.      Tomás demanda pruebas tangibles (25)
    3.      Tomás recibe pruebas tangibles (26–27)
    4.      Tomás se entrega de corazón (28)
    5.      Jesús enseña lección universal (29)

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domingo, 27 de marzo de 2016

Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes remitieres los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6






SEMANA SANTA NO ES UNA SEMANA DE SIETE DÍAS: DIOS NOS HA CONCEDIDO VIVIR UNA SEMANA SANTA HASTA QUE ÉL LO DECIDA.
Nos preparamos para enseñar a la congregación
Jesús Resucitado se aparece a sus discípulos
Juan 20:19-23
19 Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las                  puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los            judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros. 
20 Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se            regocijaron viendo al Señor. 
21 Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también        yo os envío. 
22 Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. 
23 A quienes remitieres los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les          son retenidos.
Diez discípulos son testigos de vera un Cristo Resucitado


Jesucristo aparece a los discípulos
(Juan 20:19–29)


A. Jesús ante los diez discípulos (Juan 20:19–23)

A pesar de la incipiente fe del discípulo amado (20:8) y del mensaje de María Magdalena, los discípulos estaban escondidos.

1. Su aparición sobrenatural (Juan 20:19–20)

a. Eventos sobrenaturales (Juan 20:19a). 
Los discípulos estaban escondidos y atemorizados por miedo a la persecución. Notemos que dice que las puertas (en plural) estaban cerradas, o sea que había al menos dos, posiblemente la puerta de calle y luego la del aposento alto. Estando éstas bien cerradas por temor a los líderes judíos, aparece Jesús y se pone en medio de los discípulos.

¡Qué sorpresa se habrán llevado estos hombres, quienes estaban allí reunidos por temor de los judíos! Maria Magdalena había manifestado que el cuerpo del Señor había desaparecido. Dos de ellos, Pedro y Juan, se atrevieron a dejar el aposento alto, fueron corriendo al sepulcro y volvieron afirmando que verdaderamente el cuerpo del Señor no estaba en la tumba. María Magdalena luego declara que lo había visto y había hablado con él. Entonces el mismo Señor Jesús, de manera sobrenatural, se presenta ante sus amigos en el aposento alto.

Fue una aparición milagrosa del Cristo resucitado. (No “aparición” en el sentido de que no era real puesto que sí lo fue.) Cristo se plantó en medio de ellos con su propio cuerpo, evidenciando así que estaba vivo y resucitado. Les dejó ver que tenía un cuerpo en cierta manera igual porque reconocieron su rostro, su voz, su mirada, pero a la vez distinto pues se trataba de un cuerpo resucitado.

La Biblia enseña que cuando resucitemos nuestro cuerpo será similar al cuerpo resucitado del Señor Jesús (1 Co. 15). Así como Jesús pudo atravesar paredes y puertas, cuando resucitemos tendremos esa capacidad y sin embargo, será un cuerpo que podremos reconocer.

Lucas relata que Jesús comió pescado asado y un panal de miel (24:42–43). Da gusto ver cómo Dios nos permite un vistazo de lo que será el futuro.

b. Palabras especiales (Juan 19b). 
Jesús calma el temor de sus amigos presentándose ante ellos y diciéndoles: “Paz a vosotros”. En hebreo es una sola palabra repetida: SHALOM, SHALOM, y es un saludo típico que quiere decir: PAZ, PAZ. Fueron palabras muy apropiadas para los pobres discípulos atemorizados.

c. Evidencias incontrovertibles (Juan 20a)
Aunque ellos no pidieron evidencias, de inmediato Jesús les mostró las manos y el costado. El Señor seguramente sabía que, siendo humanos, quizás tendrían sus dudas. Allí estaban las evidencias palpables: las heridas de los clavos que habían traspasado sus manos, y la cicatriz del costado abierto por la lanza romana. Jesús no era una aparición sino que tenía un cuerpo resucitado.

d. Efecto innegable (Juan 20b). 
El efecto en los discípulos fue regocijo y una emoción que seguramente debió de haber sido explosiva. Este es el deseo de Dios para nosotros en el siglo XX. Quien cree que Jesucristo ha resucitado, tendrá paz con Dios y gozo en el corazón (ver Juan 16:20–22).

2. Su comisión a los discípulos (Juan 20:21–23).
Seguidamente Jesús comisiona a sus amigos y con energía y autoridad los envía en una gran misión.

a. El envío (Juan 20:21)
Jesús repite a los discípulos: “Paz a vosotros”, pues seguramente aún estaban alarmados. Ven al Señor resucitado, pero en su mente él todavía estaba muerto. “Paz a vosotros”, dice, y seguidamente les ofrece un enorme consuelo, comisionándolos con la misma tarea con que el Padre lo había enviado a él. Es asombroso que seamos enviados a nuestros vecinos, amigos, seres queridos y a todo el mundo con la misma autoridad y misión con que el Padre envió a Jesucristo.

b. La energía (Juan 20:22)
Cuando el Señor les habla de su tarea, es posible que los discípulos respondieran: “Pero Señor, somos cobardes. ¿No ves que estamos en este aposento con las puertas cerradas porque tenemos temor? Ahora nos envías al mundo, Señor, pero no tenemos fuerza ni energía”. Luego de decir: “Yo os envío …”, Jesús sopló y dijo: “Recibid el Espíritu Santo”.

Nuestra objeción al mandato del Señor quizás también sea que somos cobardes o no sabemos qué decir, pero debemos recordar que hay poder en el Espíritu Santo de Dios. El Señor nos ha enviado a evangelizar a todo el mundo y para ello nos ha dado la energía más poderosa: el Espíritu Santo de Dios. Es el Espíritu por cuyo poder Cristo resucitó de los muertos; el mismo Espíritu Santo que mora en nosotros. Esta energía divina es el sello y la promesa de Dios.

c. La autoridad (Juan 20:23). 
He aquí una frase que produce temor por sus implicaciones, pero es la poderosa autoridad que Jesucristo nos ha dado. En un tiempo fuimos pecadores rebeldes; ahora gozamos de una gran autoridad que no podemos tomar a la ligera. 

Seríamos necios si pretendiéramos usar esta autoridad en forma carnal, pero podemos ejercerla tal como el Señor la ha dado. Cuando, por ejemplo, un alma ha sido guiada a Cristo y con sinceridad ha entregado su corazón a él, uno tiene derecho de decirle: “Sus pecados han sido perdonados por Dios”. 

No es que uno tenga autoridad personal para perdonar pecados sino que por los méritos de Cristo en la cruz uno declara el perdón para el inconverso arrepentido. Por otra parte, también tenemos la autoridad de declarar juicio de Dios sobre aquellos que rechazan a Jesucristo (2 Co. 5:15–16).

Esta autoridad no puede tomarse livianamente ya que está repetida tres veces en el Nuevo Testamento (Mt. 16:19; 18:18). Que Dios nos dé gracia, autoridad y sabiduría para ejercerla en su nombre.

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sábado, 26 de marzo de 2016

Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella le dijo: —Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Jesús aparece a María Magdalena 
Juan 20:11-18
11 Pero María Magdalena estaba llorando fuera del sepulcro. Mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro 12 y vio a dos ángeles con vestiduras blancas que estaban sentados, el uno a la cabecera y el otro a los pies, donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. 13 Y ellos le dijeron: 
—Mujer, ¿por qué lloras? 
Les dijo: 
—Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto. 
14 Habiendo dicho esto, se volvió hacia atrás y vio a Jesús de pie; pero no se daba cuenta de que era Jesús. 
15 Jesús le dijo: 
—Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? 
Ella, pensando que él era el jardinero, le dijo: 
—Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré. 
16 Jesús le dijo: 
—María … 
Volviéndose ella, le dijo en hebreo: 
—¡Raboni! -que quiere decir Maestro-. 
17 Jesús le dijo: 
—Suéltame,  porque aún no he subido al Padre.  Pero vé a mis hermanos y diles: "Yo subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios." 
18 María Magdalena fue a dar las nuevas a los discípulos: 
—¡He visto al Señor! 
También les contó que él le había dicho estas cosas. 

LAS APARICIONES DE JESÚS A SUS DISCÍPULOS


APARICIÓN PERSONAL A MARÍA MAGDALENA
Juan 20:11–18

Parece que los dos discípulos salieron de la tumba (10) antes que María hubiese podido regresar al huerto después de haberles a visado en cuanto a la piedra (2). Así, abandonada sola con su pena y su dolor, ella estaba fuera llorando junto al sepulcro (“sollozando”, Moffatt): Y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro (11). No hay mención alguna de que ella haya visto los lienzos y el sudario “enrollados en un lugar aparte” (6–7). Antes bien, vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto (12). 

Los cuatro evangelios relatan las apariciones angélicas en la tumba: 
  • “los ángeles”, (Mt. 2:5); 
  • “un joven” (Mr. 16:5); 
  • “dos varones” (Lc. 24:4; cf. Ap. 3:4–5; 4:4). 
Estos mensajeros con vestiduras blancas estaban “señalando el lugar donde había sido colocado el cuerpo, testificando el misterio de la resurrección”.

Los ángeles se dirigieron a María preguntándole: Mujer, ¿por qué lloras? (13). Ella no se mostró ni sorprendida ni atónita por su apariencia o vestidura, porque sólo una cosa llenaba su mente—su Señor. Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto. Ella todavía no se daba cuenta de la incongruencia de su conclusión.

 Las ropas en la tumba vacía que para Juan debieron ser suficiente evidencia para una fe activa y triunfante (“él creyó”, 8), aún no habían captado la atención de María. Es bueno recordar que Dios viene a los hombres en diversas maneras de acuerdo a sus distintos temperamentos y sus diferentes capacidades de comprensión y de respuesta. En este sentido tenemos aquí transmitida la imagen de un evangelio universal. Cristo es el Señor resucitado para todos los hombres.

Como si se diera la vuelta para irse, vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús (14). Jesús hizo la misma pregunta que los ángeles habían hecho a María: Mujer, ¿por qué lloras? (15). Pero ella no reconoció a Jesús. Pensó que era el hortelano. ¿Por qué no lo reconoció? Barclay sugiere dos razones. “El simple y punzante hecho de que no podía verlo a través de sus lágrimas… No podía quitar sus ojos de la tumba y estaba de espaldas a Jesús. Ella insistía en hacer frente en la dirección equivocada.”

Gossip presenta tres razones por las que María no reconoció a Jesús. En forma de bosquejo nos presenta las bases para un sermón fundado en Juan 20:11–18: 
(1) María estaba buscando un Cristo muerto, Juan 20:11–13; 
(2) No era María Magdalena quien acudió a Cristo sino El quien la encontró a ella,            Juan 20:14–16; 
(3) Aunque ella estaba buscándole con todo su ser, María no reconoció a Cristo                cuando lo vio, Juan 20:14. Cristo viene en maneras insospechadas.

El verso 16 es la narración de lo que ha sido llamado “la más grandiosa escena de reconocimiento en la historia”. Cuando El le dijo: María, “ella lo reconoció de inmediato”. “Lo que no puede hacer una palabra de interés común (mujer) lo hace al momento la palabra de simpatía individual.” O como dice Hoskyns: “El verdadero Gobernador del paraíso de Dios, el Dador de la vida había llamado a su propia oveja y ella conoció su voz” (Juan 10:3–4). Ella conoció la voz de Jesús llamándola por su nombre. Ella lo contempló: Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro) (16). Hoskyns contiende sobre la autoridad de Strack-Billerbeck, que Rabboni en la antigua literatura hebrea no es realmente sinónimo de Rabbí. “Raramente ha sido empleada para los hombres, y jamás para dirigirse a ellos. La palabra está reservada para dirigirse a Dios.” Hoskyns entonces comenta: “Por lo tanto el empleo que aquí hace María, probablemente debe comprenderse como una declaración de fe, paralela a la de Tomás (28).”

Aunque no está específicamente declarado por Juan, parecería que María, en un acto de adoración, homenaje y profunda emoción, se abrazó a los pies de Jesús (cf. Mt. 28:10). 

Entonces El le dijo: No me toques (“Deja de unirte a mí”, Moffatt; “No te tomes de mí ahora”, Phillips, 17). A la luz del verso 27, que dice que Tomás fue invitado por el Señor resucitado a “poner” su mano sobre el costado herido, este verso deja perplejos tanto a los comentadores como a los lectores. 

Las palabras de Jesús a María fueron: aún no he subido a mi Padre (Juan 20:17; cf. Juan 16:10, también Juan 7:33; Juan 16:5; también Juan 14:12, 28; Juan 16:28). Indudablemente María no quería dejarle ir nuevamente. La palabra traducida toques (haptou) significa “apegarse a un objeto con el deseo de retenerlo para sí”. Pero esta comunión íntima y preciosa de la que habían disfrutado ella y los seguidores de Jesús, ahora tomaría una forma y significado nuevos. Sin embargo, aún no podía (cf. Juan 2:4; Juan 7:6, 8, 30, 39; Juan 8:20) consumarse, tal como El lo había dicho cuando prometió la venida del Paracleto (Juan 16:7–8). Hoskyns dice con aguda visión:

  Ahora declara a María y mediante ella a sus discípulos que había llegado el tiempo para que El ascendiera al Padre, y, por lo tanto el momento de la inauguración de un nuevo orden. El mandato para que María cesara de tocarle se refiere al período ínterin entre la resurrección y la ascensión—y solamente a este período. Tan íntima será la relación con Jesús que, aunque María por el momento debía dejar de tocarle porque El tenía que ascender y ella debía llevar el mensaje, después de la ascensión, tanto ella como sus discípulos estarán concretamente unidos a El en una manera que podría ser descrita como “conmovedora”, de lo cual la participación del cuerpo y de la sangre del Señor (Juan 6:51–58) sería la ilustración más dramática.

Sin poner el énfasis sobre la eucaristía como Hoskyns, Macgregor ve este pasaje como la enseñanza que “la verdadera prueba de la resurrección y la verdadera posesión del Cristo crucificado [es]… el verla realizada en la experiencia espiritual normal del creyente”.

Lo que Jesús después dijo a María fue: Vé a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro padre, a mi Dios y a vuestro Dios (17). 

Así como la relación de María con Jesús en adelante no “dependería de sensaciones perceptivas”, esto se extendería a los discípulos—mis hermanos (adelphous) con quienes El había estado unido e identificado en su encarnación. 

Su perfecta humanidad está expresada no sólo en la expresión mis hermanos sino también en mi Dios. Strachan comenta: “Jesús es ahora la escalera que une el cielo y la tierra (cf. Juan 1:51) habitando ambos mundos (luz y tinieblas o incredulidad), y capacitando a los hombres para entrar al mundo superior. La ascención es la partida final de Jesús de la vida ordinaria de los hombres para estar con el Padre. De aquí en adelante El mantiene comunión con su iglesia por medio de su alter ego, el Espíritu.”

A la orden de Jesús, fue entonces María Magdalena (“salió María de Magdala”, Moffatt) para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que El le había dicho esas cosas (18).

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