sábado, 19 de marzo de 2011

Kerygma: Tomás... Tanto que has creído...Ahora con ver No quieres creer...





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Música Para Meditar: La Alforja - Kerygma!


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Salmo 8: Un Salmos cantado por un Grupo Cristiano Excelente

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Siete Requisitos que Cumplir Para Tener Éxito en el Ministerio Cristiano: Dar en El Blanco

Siete Requisitos que Cumplir Para Tener Éxito en el Ministerio Cristiano: Dar En El Blanco
Hay siete requisitos que cumplir para tener éxito en el ministerio cristiano. Estos son los elementos básicos para alcanzar un ministerio ungido y con éxito. Sin ellos, nuestro servicio será intrascendente y sin frutos. Observemos lo siguiente:
Consagración
Con esto me refiero a la entrega total de una persona a Dios. Ninguno de nosotros puede desarrollar un ministerio eficaz si no rendimos toda nuestra vida a Él.
En la empresa comercial y familiar que dirijo, cuando necesitamos emplear a una persona para trabajar con nosotros, publicamos un aviso en las páginas del periódico. Como respuesta a tal solicitud, se presentan muchos a los que se les hacen los exámenes pertinentes al puesto que se encuentra vacante. De acuerdo a la capacidad de cada aspirante, elegimos a uno de ellos que a nuestro parecer es el indicado. Sin embargo, esto no se hace sin antes evaluar algunas referencias, como por ejemplo: la capacidad para el desempeño de la correspondiente función y la experiencia. Así se suele proceder cuando se necesita contratar a alguien para que cubra un puesto específico.
La iglesia, por lo general, cuando necesita un ministro, un siervo, un colaborador, busca un teólogo que conozca perfectamente las Escrituras, que tenga sabiduría, capacidad, experiencia, etc. Pero, ¿qué busca Dios de un siervo? Él solo quiere una vida íntegramente rendida. Dios no busca un teólogo, ni un sabio, ni un dogmático, sino una persona del todo consagrada a Él. Dios no solo busca capacidad o sabiduría, sino  consagración y entrega a Él. Lograr esto no es fácil, requiere luchas y demanda de nosotros una total entrega y muchas otras cosas que nos cuestan ceder.
Recuerdo cuando Dios me llamó al ministerio. El primer año fue de verdadera lucha entre Él y yo. La razón de esta batalla era que solo le había rendido el noventa por ciento de mi vida. A pesar de que había recibido el bautismo del Espíritu Santo, de que iba a los hospitales, oraba por los enfermos y se sanaban, de que predicaba y se convertían, había algo en mí que no estaba íntegramente entregado al Señor.
Recuerdo que muchos habían profetizado sobre el ministerio que Dios me había dado. Me decían que Él me enviaría a otros países, que sería un evangelista internacional, que toda América oiría mi voz y muchas otras cosas más. Sin embargo, no sentía una libertad plena en mi vida para desarrollar este ministerio.
Un día, en sueños, el Señor me mostró una villa miseria y me pregunté: ¿Será que Dios quiere que vaya allí a predicar? A lo que respondí de inmediato: No … allí no voy. Otro día Dios me vuelve a mostrar otra villa miseria. Y volví a decir: A ese lugar no voy. ¿Cómo voy a ir yo a una villa miseria? Esa era la lucha. Creía que les predicaría a magnates o artistas, pero Dios quería que predicara a los pobres.
Me sentía tan mal al darme cuenta de lo que Dios me mostraba y de mi negativa, que un día le dije a María, mi esposa: «¿Si regalo todo lo que tengo y nos vamos al norte argentino a predicar el evangelio, sin nada, con lo que tenemos puesto, tú me seguirías?» Y ella respondió: «Si sientes que es de Dios, te seguiré. Donde tú vayas, iré». Pensaba que Dios quería esto. Hasta que finalmente comprendí que la voluntad de Él era que predicara de Cristo en esos lugares, a esa gente. Así entendí que ya no me interesaba lo que tenía, había perdido ese amor enfermizo por la empresa comercial que, hasta ese momento, había sido mi vida. Cuando quité mi «yo» y cambié las prioridades de mi corazón, Él me envió a evangelizar a los pobres.
 Predicamos en los lugares más marginados de la ciudad, bajo la lluvia, en medio del lodo. Así comenzó el ministerio. Allí realicé campañas entre ladrones, pervertidos, en medio del pecado. En ese lugar estábamos nosotros. En el auto, mi esposa y yo teníamos un par de botas para los días lluviosos en que debíamos caminar por esas calles llenas de barro. Pero, ¡con cuánta alegría predicábamos!
Dios necesitó de mí una entrega total. Ese es el primer paso. Si no hay una entrega total en nuestra vida, Él no nos puede usar. No hablo solamente de estar convertido ni de haber recibido el bautismo del Espíritu Santo, sino que Dios quiere una vida íntegramente consagrada a Él. Alguien que le diga: «Señor, donde me envíes iré».
Visión
El segundo punto es la visión. ¿Cuál es la visión ministerial que Dios le ha dado?
Dentro de la Iglesia de Cristo hay cinco ministerios importantes: apóstol, profeta, evangelista, pastor y maestro. Creo que no todas las personas llamadas al ministerio deben ser pastores, ni que todas deban ser evangelistas porque si no estaríamos construyendo un cuerpo deformado. Si Dios aún no le ha dado una visión ministerial para su vida, ¡pídasela! Usted necesita saber cuál es el llamado que Él le ha dado para luego poner sus ojos en ese objetivo. Debe tener una visión clara y exacta del ministerio que va a desarrollar. De no ser así, será difícil alcanzarlo. Hay un llamado específico para cada uno de nosotros que debemos cumplir. Cuando tenemos ese llamado, Dios nos da la visión, la forma y la capacitación del Espíritu Santo para poderlo llevar adelante.
¿Sabe cuál es el grave problema en la Iglesia de hoy? El triunfalismo. ¡Cuidado! Esa es una enfermedad que corroe los ministerios. ¿Por qué lo digo? Muy simple, resulta que si un pastor tiene tres mil almas en su iglesia, una cantidad menor de personas le resultaría un fracaso. Entonces para alcanzar ese número de asistentes no importará lo que se deba hacer, ya sea comprar un gran auditorio, dos horas de radio, pedir dinero prestado, etc., Todo esto con el simple propósito de tener una iglesia de tres mil personas. Eso es triunfalismo.
En realidad, no todos los llamados de Dios son iguales. Por lo tanto, si usted se equivoca en la visión, fracasa en el ministerio. Lo importante es que sepamos cuál es la voluntad de Dios para nuestras vidas. Dios llama al hombre y a la mujer para un ministerio, pero usted debe saber que hay pastores para mil, para diez mil y hay pastores para cincuenta o cien almas.
Hubo un ministerio en la tierra que creo fue el más hermoso que haya existido. En él todos los enfermos que llegaban se sanaban. El predicador que lo lideraba salía fuera de la ciudad a predicar y la ciudad entera iba tras Él. Y no eran solo los habitantes de una población, sino que llegaban de otros lugares a verlo. A miles les predicó y miles sanaron, a ciudades enteras conmovió, a endemoniados liberó, hasta muertos resucitó. Pero cuando terminó su ministerio público aquí en la tierra, ¿cuántas almas tenía? Apenas ciento veinte. ¿Y a usted le parece que este ministerio fracasó?
Si lo miramos con la óptica actual, tendríamos que decir que Jesús fracasó. Ciento veinte almas estaban en el aposento alto esperando la promesa de Dios. Más de quinientos lo vieron resucitado, pero solo ciento veinte fieles estaban allí. Sin embargo, ellos fueron los que llenaron el mundo de Cristo y hoy nosotros recibimos este evangelio de aquellos ciento veinte. Así que estemos conscientes de que quizás Dios nos llame a tener una iglesia de mil, de quinientos, de cincuenta o de veinte. ¿Qué importa la cantidad? Lo importante es cumplir el propósito y el plan de Dios para nuestras vidas.
Cuidémonos del triunfalismo, de tratar de obtener el éxito de cualquier modo. Debemos esperar de Dios lo máximo, pero por sobre todas las cosas, hacer su voluntad. Por eso hay muchos ministerios que fracasan. Por eso hay ministros, que teniendo iglesias de doscientos y de trescientos miembros, se encuentran tristes y amargados porque no se conforman. Pero  si esa es la voluntad de Dios, acéptela y no se preocupe por las cantidades.
Dios quiere salvos, pero en su medida y a su modo. No todos van a predicar en las principales ciudades del mundo. Quizás Dios lo envíe a un pueblecito, a esos lugares tan difíciles donde a veces cuesta que la gente entienda el evangelio, pero para Dios esas almas también tienen mucho valor. Por eso nosotros estamos en un ejército, y allí no es valiente solo el que se encuentra en un puesto de batalla, sino aquel que administra, el que prepara los alimentos, los que se preocupan por la atención de los que están en la lucha. Todos los ministerios son importantes. El suyo también lo es.
Conocimiento
Tener conocimiento es fundamental, pero debemos usarlo para servir al Señor y no para demostrarle al mundo nuestro nivel intelectual. La capacitación es esencial para responder adecuadamente a los que preguntan sobre un determinado tema. Los que ministramos somos hombres y mujeres que debemos saber responder puesto que conocemos bien la Biblia, la Palabra de Dios. Si no la conocemos, vamos a estar en desventaja frente al diablo porque él sí la conoce.
Dios también nos capacita para que ministremos el amor y la gracia de Cristo a través de nuestras vidas. Si nos llenamos solo de conocimiento y no tenemos amor por las almas perdidas, no alcanzaremos el objetivo. Por lo tanto, todo tiene que ir ordenado, balanceado, en el ministerio eficaz. Trazando, como todo obrero aprobado, la palabra de verdad y no modificando las Escrituras.
Fe
La fe sin obras es muerta. Podemos tener fe, pero si no la ponemos en práctica, de nada nos sirve. Si cumplimos todos los pasos hasta aquí citados pero no tenemos fe, la unción no resultará. Son necesarios cada uno de estos ingredientes para alcanzar la unción.
El Señor nos dice claramente: «Y estas señales seguirán a los que creen» y menciona diferentes manifestaciones de poder, como por ejemplo: sanar enfermos, echar fuera demonios y otras cosas más. ¿Usted cree que esas señales le seguirán? ¿Para quiénes son estas señales? Sin duda son para todos nosotros sin excepciones. El Señor nos dice hoy: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura» y avalará este envío con señales que se accionarán únicamente a través de la fe. (Véase Marcos 16:14–19.)
Cuando usted se para detrás de un púlpito, pone en obra la Palabra por la fe a fin de confirmarla. Todo lo demás corre por cuenta de Dios. Quizás me pregunte qué hago yo. Simplemente predico el evangelio como dice la Biblia en el Evangelio de Marcos: hablo la Palabra. Después que las personas aceptan a Jesús y se acercan a la plataforma como demostración de su paso de fe, echo fuera los demonios en el nombre de Cristo y estos salen. Oro por los enfermos y estos sanan. También en cada reunión oro por el bautismo del Espíritu Santo. Es fundamental cumplir con estas cuatro facetas. No deje de hacerlo, ya que cada una de ellas es necesaria: salvación, liberación, sanidad y bautismo del Espíritu Santo.
Entonces, ¿qué ocurre cuando oramos con fe? Lo sobrenatural comienza a suceder, el mover de Dios se activa con la única llave que puede darle movimiento y esa es la fe. Nosotros debemos creer que lo pedido se cumplirá porque Dios no falla.
Hace un tiempo me llamó un pastor para que fuera a predicar a su iglesia y le respondí: «Sí, iré. Dios me dio algo nuevo y quiero darlo a conocer». Ese día el culto fue una revolución. Pusimos en fila a todos los que querían el bautismo del Espíritu Santo y empecé a orar. A todo el que le imponía las manos comenzaba a hablar en lenguas. Creí que así sucedería y así ocurrió.
Eso es fe. Poner la Palabra en acción y con sencillez. Si creemos con candor en la Palabra, Dios revolucionará nuestra vida. En mi caso, predico el evangelio en la forma más sencilla posible para que todos lo entiendan sin importar el nivel cultural de los que escuchan.
Durante una reunión evangelística en Estados Unidos, Dios me dijo: «Predica una hora si es necesario. Las personas deben entender que son ellas las que necesitan de mí y no yo de ellas». Esto es una realidad, Dios le hace falta a los hombres, entonces nosotros tenemos que exponer sus necesidades diciéndoles: «Ustedes necesitan de Dios. ¿Piensan seguir con sus corazones destruidos, emborrachándose, adulterando, mintiendo o desean cambiar? Tengan en cuenta que vivir de espaldas a Dios solo trae dolor, tristeza y amargura».
Así de simple es el evangelio. Aprendamos las cosas sencillas y prediquemos a un Jesús sencillo para que todo el mundo pueda entender las verdades de Dios.
Acción
Para entender este paso deseo que tomemos el ejemplo de Nehemías. Él recibió Palabra de Dios diciendo que debía hacer algo. Y no se quedó sentado esperando que Dios lo hiciera, sino que se puso en acción y dijo: «Ayúdame cuando le presente al rey mi petición. Haz que su corazón sea propicio a mí» (1:11, La Biblia al día).
Muchos oran y oran, y cuando les decimos: «Hermano, ganemos aquel barrio para Cristo», responden: «Estamos orando». Al año siguiente le repetimos: «Hermano, hay que ganar el barrio para Cristo, hay muchos drogadictos». Y ellos vuelven a responder que siguen orando. En definitiva, se pasan la vida solamente orando. Debemos orar, pero una vez que Dios nos da la seguridad es momento de pararnos como Nehemías y decir: «¡Vamos! Reedifiquemos los muros de Jerusalén y quitemos de nosotros este oprobio» (Nehemías 2:17, La Biblia al día). Siempre estamos esperando que Dios lo haga todo, que Él sea el que venga a predicar. Oramos dos minutos y decimos:  «Señor, salva el barrio», y ya está. Y de esta manera pretendemos que una persona se convierta.
En cierta oportunidad Dios me dio una visión en la que vi un gran oasis, palmeras, plantas exóticas, árboles frutales de todo tipo, arroyos de agua cristalina, flores, césped de color verde oscuro, pájaros y una multitud bebiendo refrescos, comiendo frutas, cantando, riendo, jugando. Y pensé, este lugar es «el paraíso». Mas cuando comencé a acercarme al vallado que lo circundaba vi al otro lado un gran desierto. No había árboles, agua, flores, no había sombra, el sol partía las piedras y vi la multitud agonizante mirando. Muchos tenían la piel agrietada, la lengua hinchada y se sostenían el uno con el otro. Sus manos tendidas hacia los que estábamos en el paraíso imploraban ayuda.
Esta visión de Dios me ayudó a reflexionar como parte de la Iglesia de Cristo. Nuestros templos están cansados de oírnos. Cada ladrillo puede ser un doctor en teología. Saquemos el púlpito a la calle, a las plazas, a los parques. Vayamos de puerta en puerta hablando de Cristo. Los lamentos de los que sufren golpean nuestros tímpanos. Despertemos, los noticieros de radio y televisión, los periódicos y semanarios cantan loas al destructor. ¡Prediquemos de Cristo!
Dios quiere hombres y mujeres de acción. Seamos sensatos y sabios. En la vida, si no entramos en acción, no movemos. Si no nos esforzamos, fracasamos. Si no hay acción, aunque tengamos mucha sabiduría, no vamos a ganar las almas para Cristo. Aunque nos instalen una iglesia completa con todo lo necesario; ¡olvídese! A todo proyecto hay que agregarle acción y eso se demuestra saliendo a servir al Señor. Si es haragán, renuncie al ministerio o dígale al Señor que le saque la pereza. Ningún perezoso va a tener éxito en la obra del Señor porque Él necesita personas valientes y esforzadas. Eso fue lo que Dios le dijo a Josué: «Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes» (1:9).
¿Qué es esforzarse? Es sobrepasar los límites de nuestras fuerzas. Si por ejemplo nos gusta dormir mucho, el ministerio no resultará en nuestras vidas. En realidad, todo debe tener un límite y una medida. Tampoco es necesario llegar al extremo de tener tanta actividad que nos pasemos el día corriendo y dejemos de orar.
Oración y ayuno
Somos sacerdotes de Cristo. Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de tener el fuego encendido, mantener el fuego del altar en nuestra vida devocional a través de la oración constante. Así el fuego del Espíritu Santo no se apagará jamás.
Y el fuego encendido sobre el altar no se apagará, sino que el sacerdote pondrá en él leña cada mañana, y acomodará el holocausto sobre él, y quemará sobre él las grosuras de los sacrificios de paz.
Levítico 6:12
Es importante que sintamos amor por las almas perdidas; que doblemos nuestras rodillas para gemir, para clamar por el mundo que se pierde. Cuando aceptamos a Jesús, las llamas del altar llegan hasta el techo. Sin embargo, al pasar el tiempo el amor se va apagando y el altar también. Entonces, allí donde había fuego, solo quedan cenizas. Si dejamos apagar el fuego del altar, como le sucedía a los levitas, no servimos como sacerdotes, fracasamos en nuestra función. Si no mantenemos el altar a Dios encendido en nuestras vidas, nos enfriamos. De pronto comenzamos a perder el amor por las almas sin Cristo, por la obra y por los hermanos.
Pero aún estamos a tiempo de recuperar ese primer amor, como la iglesia de Éfeso. Perdió su primer amor y su altar se consumió. Había trabajado mucho, había andado mucho, había obrado mucho, pero algo andaba mal. Dios vio los esfuerzos de la iglesia de Efeso, su trabajo incansable, que resistía a los malos y a los que decían ser apóstoles y no lo eran. Sin embargo, le dijo: «Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete» (Apocalipsis 2:4, 5).
Podemos mantener el fuego del altar encendido con oración y con ayuno. Buscando a Dios con todo nuestro corazón e intercediendo. Así nos prepararemos para enfrentar los obstáculos, pues, como el Señor nos dice, no tenemos lucha contra carne ni sangre, sino contra principados, contra potestades y contra huestes espirituales de maldad. La Biblia es clara al mostrarnos que nuestra lucha no es contra los hombres, sino contra las potestades del aire. Es allí donde debemos tener victoria, orando permanentemente y diciendo: «Satanás suelta la ciudad. Diablo suelta las finanzas. Satanás, diablo inmundo, tú que traes el pecado sobre la Iglesia, suéltala en el Nombre de Jesucristo».
Satanás es real, pero muchas veces pareciera que lo pasamos por alto, creemos que de esta manera no nos va a hacer nada. El diablo anda como león rugiente, buscando a quien devorar y nosotros debemos librar esta batalla en oración, en el altar; y cada vez que lo reprendemos es como si le echáramos un balde de nafta al altar.
Es importante la consagración, la visión, el conocimiento, la fe, la acción, pero a la oración y al ayuno debemos cuidarlos celosamente. Este es un ingrediente que no puede faltar en su ministerio. Si fracasa en esto, lo demás no sirve. Cada tema debe cuidarse con celo. Cada cosa tiene su componente real para nuestra vida cristiana, pero es importante que le agreguemos una vida de oración e intercesión. Además, como líder de un ministerio, es importante que organice un grupo que esté orando constantemente a su alrededor e intercediendo por su vida.
Amor
A todo lo enunciado hasta aquí debemos abrazarlo con amor. Si no hay amor por las almas perdidas y por las ovejas propias, el ministerio cristiano es ineficaz y no va a tener en nuestra vida ningún resultado. Usted puede ser una persona de acción, de fe o de conocimiento, pero si no tiene amor, ¿de qué sirve? Todo lo que pueda construir lo termina destruyendo por falta de amor.
Diariamente elevo esta oración a Dios: «Señor, dame amor. Porque sé que si no tengo amor, nada soy». Si no amara en verdad al que sufre, me sería imposible continuar en el ministerio. Hay días en que tengo tres personas que me están hablando en un oído, tres en el otro y tres por detrás. Le puedo asegurar que a veces no es fácil, por eso necesitamos Una cuota de amor especial, pues muchas veces la paciencia se termina y si no tenemos amor no podemos continuar.
El amor, dice la Biblia, «no se envanece … no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1 Corintios 13:4–5, 7). Ese es el amor que debemos tener. Si usted tiene una vida de altar y el fuego está encendido, pídale a Dios que lo llene de su amor y Él lo hará. Pero no se olvide, ore a Dios, interceda ante Él, no se conforme con orar cinco o diez minutos, eso no alcanza. Ore a Dios cuanto quiera: una hora, dos horas … pero trate de dedicarle tiempo al altar. De manera que todos los pasos que debemos transitar para lograr un ministerio triunfante estén inundados con el amor precioso de nuestro Señor Jesús.
Hace un tiempo llegó un hermano, que ha escrito muchos libros, enviado por un pastor alemán. Estaba investigando todo acerca de los avivamientos y sus fallas. Habló de Finney, de Moody, de Wesley y de otros. Quería saber el porqué los avivamientos se detienen.
Entonces le respondí, de acuerdo a mi entendimiento, con una ilustración. Si dos boxeadores pelean en un ring, uno ataca y el otro se defiende. Cuando el que atacaba deja de hacerlo, el que se defendía comienza a atacar. Lo mismo sucede con la Iglesia y su lucha con Satanás. Cuando estamos librando la lucha por las almas perdidas, lo que sostiene el ataque es el  amor por esas vidas. Cuando la Iglesia deja la acción, el diablo la ataca y pasa a defenderse de él. ¡No pierda su lugar de victoria dentro de la lucha!
Quiero terminar este capítulo con lo que Dios me dijo al respecto:
El amor por los perdidos produce avivamiento. Cuando se termina el amor, se termina el avivamiento. Aquel que tiene pasión por las almas vive en un permanente avivamiento.


Los Resultados de Buscar a Dios: Almas Liberadas

Los Resultados de Buscar a Dios: Almas Liberadas

Mi vida tenía muchas complicaciones. Había tomado la decisión de suicidarme. Por lo tanto, llevaba en mi cartera una carta en la que expresaba mi determinación. Desconocía todo acerca de la campaña evangelística que precisamente ese día daría comienzo en la ciudad de Mar del Plata.
En ese tiempo trabajaba como jefa de personal de un importante hotel de esa ciudad. Por años llevé una vida de enfermedad y depresión a pesar de tener una familia bien constituida. No me faltaba nada, pero algo no andaba bien en mí.
Una tarde, mientras estaba parada en mi puesto de trabajo esperando que los empleados a mi cargo cambiaran de turno, decidí terminar con mi vida. Ese era el día que había elegido para suicidarme. Como mi trabajo estaba ubicado frente al mar, caminaría penetrando en las aguas sin mirar atrás y de esta manera le pondría fin a mis sufrimientos.
La entrada del hotel es muy hermosa con unas grandes puertas de vidrio y bronce. Desde allí se sienten los ruidos comunes del vestíbulo. A pesar de lo acostumbrada que estoy a ellos, esa tarde me llamó poderosamente la atención el sonido de la puerta que penetró en mis oídos muy profundamente. En ese instante, siento una mano muy fuerte que me toma de la espalda y me levanta, entonces comienzo a caminar bien erguida y me dirijo hacia una persona que estaba entrando por esa gran puerta. Me acerco, lo agarro fuertemente de su camisa y le digo:
—Señor, señor, ¿habrá alguien que me hable de Dios? Necesito que alguien me hable de Él.
 Este hombre, con unos ojos muy limpios y una sonrisa muy tierna, me responde:
—Sí, yo te puedo hablar de Dios. Te puedo hablar de un Cristo que te ama y te salva, Él es Jesús de Nazaret.
Esas palabras jamás las voy a olvidar; en ese momento comencé a pedir perdón al Señor. Descubrí todos los pecados que había cometido en mi vida, incluso los que había hecho de niña. Al pedir perdón a Dios, entró una luz a mi interior y comencé a agradecerle. Luego miré al hombre que me había hablado y le dije:
—Dígame, ¿quién es usted?
—Yo soy un siervo de Dios—me respondió.
—No lo conozco—repliqué—, pero no me quite lo que me ha dado.
A los quince minutos llegó mi esposo a buscarme a mi trabajo y no me reconoció. A partir de esa tarde mi vida cambió, nunca volví a ser la misma. Esa noche fui a la campaña de la iglesia cercana y entregué mi vida a Dios frente a una gran multitud. Hoy puedo decir que fui la primera persona que entregó su vida al Señor a través del evangelista en esa primera e inolvidable campaña de Mar del Plata.
A los tres días de haber conocido a Dios, Él me habló con voz audible y me dijo que tendría una hija más. No fue fácil entenderlo y aceptarlo porque debido a una operación en la que me habían extraído algunos órganos reproductores, los médicos habían confirmado que nunca más podría tener hijos; en esos momentos tenía treinta y siete años y tres hijas. Hoy mi cuarta niña tiene once años y es el resultado de haberle creído a Dios.
No mucho tiempo después, Dios me llamó a su servicio. Hoy trabajo para la obra del Señor pastoreando junto a mi esposo un anexo de nuestra iglesia. Dios es nuestra fuerza y aliento.
María, ciudad de Mar del Plata, Argentina.

¡Satanás!¡Oye Bien Esto!


Muchos oran y oran, y cuando les decimos: «Hermano, ganemos aquel barrio para Cristo», responden: «Estamos orando».
Al año siguiente le repetimos: «Hermano, hay que ganar el barrio para Cristo, hay muchos drogadictos».
Y ellos vuelven a responder que siguen orando.
En definitiva, se pasan la vida solamente orando. Debemos orar, pero una vez que Dios nos da la seguridad es momento de pararnos como Nehemías y decir: «¡Vamos! Reedifiquemos los muros de Jerusalén y quitemos de nosotros este oprobio» (Nehemías 2:17, La Biblia al día). Siempre estamos esperando que Dios lo haga todo, que Él sea el que venga a predicar. Oramos dos minutos y decimos:  «Señor, salva el barrio», y ya está. Y de esta manera pretendemos que una persona se convierta.
En cierta oportunidad Dios me dio una visión en la que vi un gran oasis, palmeras, plantas exóticas, árboles frutales de todo tipo, arroyos de agua cristalina, flores, césped de color verde oscuro, pájaros y una multitud bebiendo refrescos, comiendo frutas, cantando, riendo, jugando. Y pensé, este lugar es «el paraíso». Mas cuando comencé a acercarme al vallado que lo circundaba vi al otro lado un gran desierto. No había árboles, agua, flores, no había sombra, el sol partía las piedras y vi la multitud agonizante mirando. Muchos tenían la piel agrietada, la lengua hinchada y se sostenían el uno con el otro. Sus manos tendidas hacia los que estábamos en el paraíso imploraban ayuda.
Esta visión de Dios me ayudó a reflexionar como parte de la Iglesia de Cristo. Nuestros templos están cansados de oírnos. Cada ladrillo puede ser un doctor en teología. Saquemos el púlpito a la calle, a las plazas, a los parques. Vayamos de puerta en puerta hablando de Cristo. Los lamentos de los que sufren golpean nuestros tímpanos. Despertemos, los noticieros de radio y televisión, los periódicos y semanarios cantan loas al destructor. ¡Prediquemos de Cristo!
Dios quiere hombres y mujeres de acción. Seamos sensatos y sabios. En la vida, si no entramos en acción, no movemos. Si no nos esforzamos, fracasamos. Si no hay acción, aunque tengamos mucha sabiduría, no vamos a ganar las almas para Cristo. Aunque nos instalen una iglesia completa con todo lo necesario; ¡olvídese! A todo proyecto hay que agregarle acción y eso se demuestra saliendo a servir al Señor. Si es haragán, renuncie al ministerio o dígale al Señor que le saque la pereza. Ningún perezoso va a tener éxito en la obra del Señor porque Él necesita personas valientes y esforzadas. Eso fue lo que Dios le dijo a Josué: «Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes» (1:9).
¿Qué es esforzarse? Es sobrepasar los límites de nuestras fuerzas. Si por ejemplo nos gusta dormir mucho, el ministerio no resultará en nuestras vidas. En realidad, todo debe tener un límite y una medida. Tampoco es necesario llegar al extremo de tener tanta actividad que nos pasemos el día corriendo y dejemos de orar.

viernes, 18 de marzo de 2011

Las Epístolas Paulinas: Damasco Rinde sus Frutos


Las Epístolas Paulinas: Damasco Rinde sus Frutos
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 1.3MBytes | Idioma:Spanish | Categoría: Eclesiología - Pastoral 
Información
CONTENIDO
Lección 1 Intoducción a las Epístolas del Nuevo Testamento .... 7
Lección 2 Introducción a La Epístola a los Gálatas ................. 19
Lección 3 Análisis de Gálatas ................................................ 23
Lección 4 Introducción a Las Epístolas a Tesalónica .............. 31
Lección 5 Análisis de I y IITesalonicenses ............................. 35
Lección 6 Análisis de I y II Tesalonicenses (continuación) ...... 41
Lección 7 Introducción a Las Epístolas a los Corintios ........... 47
Lección 8 Análisis de I Corintios ........................................... 51
Lección 9 Análisis de I Corintios (continuación) .................... 59
Lección 10 Análisis de I Corintios (continuación) .................. 67
Lección 11 Análisis de II Corintios ....................................... 75
Lección 12 Análisis de II Corintios (continuación) ................... 8

El propósito de este estudio es conocer más a Dios, para así amarlo más!
Durante una conferencia, un estudiante le preguntó al teólogo Suizo Karl Barth:
  • "Dr. Barth,¿Cuál ha sido lo más profundo que usted ha aprendido en sus estudios de la teología?
Barth pensó por un momento y luego contestó:
  • "Cristo me ama bien lo sé, la Biblia dice así."
Los estudiantes se rieron de su respuesta tan sencilla, pero su risa se tornó algo nerviosa cuando pronto advirtieron que Barth lo había dicho muy en serio.
Barth dio una respuesta sencilla a una pregunta muy profunda.
Al hacerlo estaba llamando la atención a por lo menos dos nociones fundamentalmente importantes acerca de Dios:
  1. En la más sencilla de las verdades cristianas reside una profundidad que puede ocupar las mentes de las personas más brillantes durante toda su vida.
  2. Que aun dentro de la sofisticación teológica más académica nunca nos podremos elevar más allá del entendimiento de un niño para comprender las profundidades misteriosas y las riquezas del carácter de Dios.
Deuteronomio 29:29 "Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios, mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre".Martín Lutero hizo referencia a los dos aspectos de Dios, el secreto y el revelado. Una porción del conocimiento Divino permanece aun oculta a nuestros ojos. ¡Trabajaremos y estudiaremos a la luz de lo que Dios ya nos ha revelado!
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PANORAMA HISTÓRICO PARA LA EDUCACIÓN MINISTERIAL: Los Comienzos para Capacitarse

PANORAMA HISTÓRICO PARA LA EDUCACIÓN MINISTERIAL CRISTIANA:
Los Comienzos para Capacitarse
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 1.3MBytes | Idioma: Spanish |Categoría: Educación Ministerial
Información
Observamos  seis  épocas  de  educación  ministerial: 
  1. el  discipulado  bíblico; 
  2. el  desarrollo patrístico,
  3. la tradición eclesiocéntrica,
  4. la protesta reformadora,
  5. el enfoque evangélico y
  6. los desafíos misioneros.
De estas seis épocas, hemos desarrollado siete tesis.
 
1.  La educación ministerial del pueblo de Dios de los tiempos bíblicos es dirigida por Dios por medio de los líderes y creyentes, basada en la revelación de la Palabra de Dios dada al pueblo de Dios en el contexto de la historia de salvación. El método del discipulado  asegura que  la  enseñanza pasa  de una  generación  a la  otra  y que Dios será glorificado en las transformaciones de vidas y relaciones humanas y en la extensión del reino de Dios.
 
2.  El contenido de la educación ministerial de la iglesia patrística fue expresado en la literatura  didáctica  de  los  apologistas,  por  los  credos  eclesiásticos  y  en  las prácticas  de  la  tradición  eclesiástica.  La  iglesia  fue  responsable  por  el entrenamiento de los líderes cristianos.
 
3.  La  educación  ministerial  medieval  fue  dominada  por  el  sistema  tradicional  del catolicismo.  Surge  la  acumulación  de  tradición  eclesiástica.  Sin  embargo,  la teología de teólogos como de Agustín y Aquino es más bíblica y dinámica. Hay una influencia  marcada  del  sistema  papal  y  jerárquico  sobre  la  educación  teológica.
Aparece la Inquisición. El sistema monástico comienza a desarrollar. Un remanente de fieles perseguidos por la ICR mantuvo el testimonio del evangelio.
 
4.  La  educación  ministerial  de  la  Reforma  en  Europa  es  definida  por  un  anti-catolicismo,  el  confesionalismo  provincial,  la  teología  bíblica,  persecución  y piedad, sistemas de evangelización, misión de grupos marginados y la centralidad de la predicación.  La educación académica y ministerial es desarrollada.
 
5.  La educación ministerial de los evangélicos tiene un enfoque en la piedad, el poder del  Espíritu  Santo,  el  sacrificio  y  sufrimiento  ministerial  y  la  predicación evangelística.    Aunque  la  educación  académica  es  apreciada,  el  entrenamiento ministerial es considerado como la responsabilidad de los líderes de la iglesia.
 
6.  El desafío  para la educación ministerial es ser fiel a  la base bíblica, aprender de la historia eclesiástica y responder a la gran necesidad misionológica
 
7.  La  estructura para  la educación ministerial del protestantismo  se divide en dos: el sistema  tradicional  de  las  iglesias  protestantes  histórica  y  el  sistema  no tradicional de  las sociedades misioneras, grupos de  renovación,  los evangélicos y los pentecostales.
 
8.  SÍNTESIS  FINAL.  La  educación  ministerial  es  la  preparación  espiritual  y vocacional de los siervos de Dios para presentar y practicar la voluntad de Dios en su contexto por medio de  la  iglesia. La educación ministerial es para  la gloria del Padre,  tiene  un  enfoque  Cristocéntrico,  una  base  bíblica  y  es  dirigida  por  la presencia  y  el  poder  del  Espíritu  Santo.  En  la  historia  de  las  iglesias  cristianas vemos tanto la obediencia como las distorsiones de la educación ministerial.
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¿Algo Aberrante? o ¿Avance Humano?: Clonación Humana - Discernimiento...

¿Algo Aberrante? o ¿Avance Humano?: Clonación Humana - Discernimiento...
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 8MBytes | Idioma: Spanish |Categoría: Ciencia y Religión
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Después del anuncio de la clonación de la oveja Dolly, en los primeros meses de 1997 (como se recordará, se trató precisamente de la clonación por fusión de un ovocito desnucleado con una célula somática extraída de la ubre de una oveja adulta de seis años y cultivado en un laboratorio), la alarma se concentró inmediatamente en la posibilidad de transladar ese procedimiento al hombre. Las condenas morales de esta posibilidad fueron numerosas: desde diversas partes, remitiendo a una valoración prudente y competente el juicio sobre el empleo de este procedimiento sobre los animales, se solicitaron normas de ley claras y definitivas en lo referente a la clonación humana.
Ya desde el primer momento, en los diversos comunicados de los organismos internacionales  (Unesco, Parlamento europeo, Consejo de Europa, Organización Mundial de la Salud.), se notaban expresiones y matices diversos, que en cualquier caso ponían el énfasis en una condena general de la clonación humana, condena que unas veces era fruto de un acuerdo entre diferentes concepciones antropológicas y éticas, y otras se basaba sólo en posibles consecuencias de dichos procedimientos.
A este respecto se difundían en la opinión pública hipótesis y expresiones que pretendían configurar procedimientos particulares encaminados a la producción de células y tejidos para sucesivos empleos de medicina experimental y clínica, sobre todo en la línea de los trasplantes terapeúticos. Se habló de la producción de líneas celulares multipotentes a partir de células estaminales de origen embrional (precisamente células de la masa celular interna del blastocito), procedentes de embriones humanos producidos mediante clonación.
La opinión pública, por motivos de comunicación y por el deseo de ganar fácilmente consenso, fue inducida a creer que se podían producir células y tejidos por clonación de otras células y tejidos, sin considerar por el contrario, que ese procedimiento implicaría necesariamente la generación de embriones humanos, aunque sólo sea en la fase de blastocitos, no destinados a ser trasladados al cuerpo de una madre para su sucesivo desarrollo, sino solamente con la finalidad de usar sus células y así destruirlos. Este "malentendido" indujo a muchos a considerar que esos procedimientos debían considerarse lícitos, dado que tenían una finalidad terapeútica de gran valor para la curación de determinadas enfermedades y no dañarían la integridad del individuo humano.
Entretanto, llegaba el anuncio de que el mismo centro de Escocia que había clonado a Dolly estaba dispuesto a colaborar con una industria estadounidense en la producción de células y tejidos humanos mediante procedimientos de clonación y la formación de bancos de este precioso material.
En el caso se pidió la opinión de la Licensing Authority del Reino Unido, que respondió de forma afirmativa: en los primeros días del mes de diciembre de 1998 dio el visto bueno para ese procedimiento, es decir, se mostró favorable a una clonación con finalidad terapéutica considerada una especie de fruto de la biotecnología "de rostro humano".
Así, como a menudo acontece en estas situaciones, se planteó un dilema: o dar el visto bueno a esa producción, "benéfica", o impedir el avance de la ciencia hacia la victoria sobre enfermedades degenerativas (como la de Parkinson), metabólicas (como la diabetes mellitus con dependencia de la insulina) u oncológicas (como la leucemia).
En esta situación resulta urgente aclarar los términos de la cuestión y examinar de cerca la pertinencia de ese dilema.
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Guía de Preparación para el Liderazgo Cristiano: Liderazgo - Para Crecer


Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 33MBytes | Idioma:Spanish | Categoría: Liderazgo Training
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CONTENIDO
Introducción v
PRIMERA PARTE: PABLO ENCADENADO:
LlDERAZGO EN ACCIÓN
1. Gánese la confianza 3
2. Tome la iniciativa 15
3. Reciba ánimo 31
4. Tome el control 45
SEGUNDA PARTE: PABLO EN CORINTO:
LlDERAZGO BAJO FUEGO
5. La devoción de un líder por su pueblo 61
6. Pablo defiende su sinceridad 75
7. «Para estas cosas, ¿quién es suficiente?» 87
8. Un líder hecho de barro 105
9. La batalla del líder 123
TERCERA PARTE: UN OBRERO APROBADO:
EL LlDERAZGO MEDIDO CON EL ESTANDARD BÍBLICO
10. Cómo no ser descalificado 145
11. ¿Quién puede dirigir? 161
CUARTA PARTE: EPÍLOGO12. La medida del éxito del líder 181
Acerca del autor 207
Apéndice: Veintiséis características de un verdadero líder 209
Notas 211

Una persona llena de orgullo y de autopromoción no es un buen líder de acuerdo a los parámetros de Cristo, sin importar cuánta influencia pueda tener. Aquellos dirigentes que miran a Cristo como su líder y su modelo supremo de liderazgo tendrán corazones de siervo. Ellos ejemplificarán en sacrificio.
Sé que esas no son las características que la mayoría de las personas asocian con el liderazgo, pero son cualidades esenciales de un enfoque bíblico del liderazgo, y esa es la clase de liderazgo que me interesa.

En el cristiano, el liderazgo siempre tiene una dimensión espiritual. La tarea de dirigir a las personas contiene ciertas aplicaciones espirituales.
Este principio es el mismo para un presidente cristiano de una compañía secular como para el ama de casa cuya esfera de liderazgo quizás no se extienda más allá de sus propios hijos.
Cada cristiano en cualquier tipo de liderazgo es llamado a ser un líder espiritual.
En este libro estaré hablando acerca de la dimensión espiritual del liderazgo pero, por favor, no piense que sólo les estoy escribiendo a los pastores, a los misioneros o a los líderes de la iglesia. Le escribo a cada líder que sea cristiano incluyendo al gerente de una fábrica, al entrenador de fútbol o a la maestra de escuela.

Todos necesitamos recordar que el papel de liderazgo es una responsabilidad espiritual y que a las personas que dirigimos las administramos para Dios, y es a Él a quien daremos cuenta un día (Mateo
25.14-30). Si comprende bien su responsabilidad ante Dios como líder, usted puede empezar a ver por qué Cristo representó al líder como un siervo.
El no estaba sugiriendo, como muchos lo suponen, que la modestia por sí sola es la esencia del liderazgo. Existen muchas personas humildes, mansas, tiernas, serviciales que no son líderes. El verdadero líder inspira
a sus seguidores.
Alguien que no tiene seguidores difícilmente puede ser llamado líder. Porque aunque ciertamente el liderazgo demanda un corazón de siervo, no significa que todos los que tienen corazón de siervo son líderes. El liderazgo es mucho más que eso.
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martes, 15 de marzo de 2011

Sermones Escogidos: Justificados Para Romper el Poder del Pecado


Romanos 6:5-10
Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; 6sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. 7Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. 8Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; 9sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. 10Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive. 11Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Hoy quisiera comenzar con una afirmación general acerca de la unión del creyente con Cristo:

Debido a nuestra unión con Cristo, hemos muerto con El seguramente también resucitaremos con El de entre los muertos.

Quizás al momento de escuchar esta afirmación usted preguntará: ¿Está usted seguro de lo que está diciendo? ¿No querrá decir: Debido a nuestra unión con Cristo, hemos muerto con El y hemos resucitado con El; no: seguramente también resucitaremos con El? ¿No querrá usted decir: “Como estamos unidos a Cristo y El ha resucitado, nosotros estábamos en El y también resucitamos con El”? ¿No está esa experiencia presente de la resurrección implícita en el versículo 4b: como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva? ¿Y el versículo 11: Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro? ¿Y el 13b: presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia?
¿No dice acaso Ef.2:5: aun estando nosotros muertos en pecados, (Dios) nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó? ¿Y Col. 3:1: Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios (ver también Col.2:12? Pastor John, seguramente usted lo que quiere decir es que: “Debido a nuestra unión con Cristo, hemos muerto con El y hemos sido resucitados con El.”
Mi respuesta es SI. Yo quiero honrar la verdad bíblica que nuestra unión con Cristo implica que ahora “andamos en nueva vida” (Rom.6:4); y que estamos “vivos para Dios (6:11); y vivos de entre los muertos (6:13); y que “y juntamente con él nos resucitó” (Ef.2:6; Col.3:1). Pero también quiero prestar atención a la verdad bíblica  de Rom. 6:5 y 8. Versículo 5: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección”. Eso suena futurista. Lo mismo sucede con el versículo 8: “Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él”. Otra vez aquí nuestra resurrección es futura. Quisiera también enfatizar el significado de Rom. 8:11, “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros”. Una vez más vemos que nuestra unión con Cristo por su Espíritu garantiza nuestra resurrección futura. Y sucede lo mismo con 2Cor.4:14: “sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús”.
Y una de las razones por las que quiero decirlo como Pablo en Rom. 6 es porque él pudiera estar protegiéndose a sí mismo de la “herejía” al principio de este sermón. Escuchen su descripción de la herejía en 2Tim. 2:17-18. El advierte contra aquellos que hablan: Y su palabra carcomerá como gangrena; de los cuales son Himeneo y Fileto, 18que se desviaron de la verdad, diciendo que la resurrección ya se efectuó, y trastornan la fe de algunos”. La herejía era la siguiente: “La resurrección es un hecho pasado”. Así que es posible tomar la verdad bíblica de Efesios 2:6, Colosenses 3:1 y Romanos 6:4, 11, 13 y transformarla en una doctrina tan mortífera como la gangrena.
Por tanto, ¿Cómo podemos evitar esto? Respuesta: Diremos lo que dice el texto en Rom. 6:5 y 8 y luego veremos como esto se ajusta al resto de la verdad. Versículo 5: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección”. Vers. 8: “Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con El.” Asi que quisiera confirmar mi afirmación inicial de hoy: "Debido a nuestra unión con Cristo, hemos muerto con él, y seguramente vamos a resucitar con él de entre los muertos."
Ahora, he aquí lo que esto significa: Una manera en que nuestra muerte con cristo renueva nuestra vida ahora (libertad presente del pecado) es por el efecto que esta muerte tiene en nuestro futuro. Esta conclusión la saco de la lógica de los versículos 5 y . Asegúrese de verla. Ambos versículos son condicionales. Versículo 5: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección”. Versículo 8: “Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él”. Así que, un punto crucial para Pablo es que la muerte con Cristo garantiza la vida y la gloria de nuestro futuro.
Creer esto es sumamente importante para experimentar el poder presente de la resurrección de Cristo en nuestras vidas. Creer que nuestro futuro esta gloriosa y felizmente guardado en Cristo, es una manera de nosotros experimentar el poder de Cristo ahora, el poder que nos libera del pecado.

Pablo desarrolla esta idea en dos sentidos diferentes: uno en los versículo 5-7, y el otro del 8-10.

1. Veamos primeramente los segundos, Rom. 6:8-10.
Observen cuán importante es creer que nuestro futuro está seguro en Cristo. Note el uso de la palabra “creemos” en el v.8: “Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él”. Esto es lo que creemos. Esta es nuestra confianza. Que nuestro futuro se encuentra firme, inconmovible y felizmente seguro en Cristo. Esta es la manera en que experimentamos de forma consciente los beneficios de nuestra unión con Cristo, y los creemos. Confiamos y descansamos en ellos. Y ellos nos satisfacen.
Veamos pues cómo Pablo fundamenta esta fe futura. Su argumento en los versículos del 9 al 10 tiene cinco pasos.
1) Cristo murió al pecado de una vez y para siempre. V.10a: “Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas”. Esto significa que Cristo realmente murió y cuando murió destruyó el pecado de tal manera que su muerte no tiene que repetirse. Ocurrió una vez y para siempre. El resolvió el problema del pecado en lugar de todos los que ahora estamos en El.
2) Luego resucitó de entre los muertos. V. 9ª: “sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos…” La obra ya fue hecha. El pecado fue destruido. Para eso es que el murió. Para que no hubiera razón para estar muertos. El resucitó.
3) Ahora la vida que El vive, la vive para Dios. V. 10b: “mas en cuanto vive, para Dios vive”. Al morir, Cristo satisfizo las exigencias del pecado; al resucitar, las de Dios. La vida en su resurrección está definitivamente orientada hacia y para la gloria de Dios, habiendo acabado con el pecado.
4) Por tanto, Cristo es victorioso sobre la muerte. V. 9b: “la muerte no se enseñorea más de él.” La muerte es un enemigo vencido. Cristo es Señor de la muerte y no al revés. El tiene las llaves de la muerte y del infierno. La muerte sirve a sus propósitos y ya no tiene ninguna autoridad final sobre El.
5) Por tanto, Jesús nunca morirá. El es indestructible, para siempre. V. 9ª: “sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere”. Jesús nunca morirá.
Pablo nos da todo este gran argumento para respaldar el punto del versículo 8b: “creemos que también viviremos con él”. El quiere que nosotros también sintamos la firmeza de estos cinco pasos en nuestra alma por la fe. Debemos creer, confiar y estar seguros de que “viviremos con El para siempre”. Si estamos unidos a Cristo por esta fe, hemos muerto con El; el problema del pecado ha sido resuelto; resucitaremos; viviremos para Dios; la muerte ya no se enseñoreará de nosotros; nunca moriremos; compartiremos la indestructibilidad de Cristo.
Esto es precisamente lo que Pablo quiere que creamos y vivamos. Esa confianza. Esa esperanza. Esa seguridad. Esa satisfacción. Para eso es que está Dios en nosotros en Cristo Jesús. Y creerlo es lo que hace de nuestra unión con Cristo una experiencia poderosa y efectiva ahora, y no solo en el futuro.
Es por esto que Pablo enfatiza el efecto que la muerte con Cristo tiene en nuestro futuro. Porque al creerlo, al vivir llenos de esperanza, satisfechos y confiados de que nuestro futro está seguro en Cristo, el poder del pecado se rompe en el presente. El pecado no puede esclavizar a alguien que está totalmente confiado y seguro en la felicidad infinita de la vida futura con Cristo. Es por eso que Pablo resalta en el v. 8 que nuestra muerte con cristo nos asegura una resurrección triunfante con El en el futuro. Ese es el punto de los versículos 9-10. Creer esto es la manera en que nuestra muerte con Cristo se hace poderosa en el presente. 
Ahora bien, esa es una manera en que Pablo desarrolla la relación entre la muerte con Cristo y nuestro futuro (vv. 8-10). También lo hace, pero de otra manera en los versículos 5-7. Así que observemos finalmente la manera en que Pablo defiende la conexión que existe entre nuestra muerte con Cristo y nuestra futura resurrección con El.
2. Romanos 6:5-7
Ahora quiero que noten cómo la unidad comienza de la misma manera que los versos 8-10, o sea, con la conexión entre nuestra muerte con Cristo y nuestra futura resurrección con El.
V. 5: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección.” Esto es presentado como la base de nuestro andar en vida nueva del versículo 4. Por tanto, es poderosamente crucial para Pablo que nosotros sepamos que seremos unidos a Cristo en una resurrección como esta. Creer eso y esperarlo es esencial, como veíamos en el versículo 8.
Pero ahora Pablo defiende el nexo entre nuestra muerte y resurrección con Cristo en una manera totalmente diferente a como lo hace en los versículos 9-10. Allí se enfocaba en la vida indestructible de Cristo; aquí, en nuestra vida transformada.
Pablo dice: ustedes van a estar unidos en una resurrección como la de Cristo (v. 6) “sabiendo esto (o lo que es igual, porque ustedes saben esto), que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado”. En otras palabras, Pablo plantea que nuestra muerte con Cristo certifica y garantiza nuestra futura resurrección porque esta asegura nuestra libertad de la esclavitud del pecado. Nuestro viejo hombre fue crucificado. Esto significa que nuestro cuerpo ya no es cómplice irremediable del pecado. Por el contrario, somos libertados de la esclavitud del pecado y el cuerpo ahora puede convertirse en un instrumento de justicia.
El versículo 6 apoya la certeza de nuestra resurrección con Cristo al mostrar que la muerte con Cristo nos santifica, nos cambia y rompe el poder del pecado en nuestras vidas. Esto no significa que el pago de la santificación (santidad) sea la resurrección, pero queda claro que no habrá resurrección sin ella. (v. 22: “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin [de esta santificación], la vida eterna.”)
Lo cual trae a colación la siguiente pregunta: ¿Y qué  de la justificación? No somos ya absueltos, aceptados y declarados justos solo por la fe? ¿No es esto lo que asegura nuestra resurrección final con Cristo? ¿Cómo y dónde entra la justificación en todo esto?
Pablo nos da la respuesta en el versículo 7, pero en las versiones de la Escritura al inglés nos es difícil apreciar esto porque traducen el término “justificado” como “libertado”. El versículo 7 dice: “Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.” En todo el resto de los escritos de Pablo (26 usos del verbo dikaiow) el significado de esta palabra es “justificar”, “absolver” o “vindicar.” En ninguna parte Pablo la usa con el significado de “libre” de algo, desde el sentido moral de la libertad del pecado.
Así  que, ¿Cómo pudiera el versículo 7 sustentar el 6?. El v. 6 dice: “nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.”; mientras que el 7 afirma: “Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.” ¡Cuán fácil es llegar apresuradamente a la conclusión que ya puesto que la justificación del pecado exige el no ser más esclavos del pecado, esta no debe tener el significado que usualmente tiene (el de la declaracion de inocencia), sino más bien el la transformación real del comportamiento de un individuo!
Sin embargo, esto me parece algo superficial. Por la siguiente razón: ¿Cómo puede alguien ser esclavizado por el pecado? Una manera es por la poderosa influencia de este. Porque es atractivo. Y si esa es la única manera en que el pecado nos esclaviza, entonces el versículo 7 debería tener el siguiente significado: “El que ha muerto ha sido liberado de la poderosa atracción del pecado.” Y de esa manera, “justificado” no tendría su significado ordinario.
Porque existe una manera más profunda en que el pecado esclaviza al hombre y lo mantiene cautivo. Y yo lo he visto obrar de esta manera tan terrible en anos recientes. El pecado crea una culpa que enceguece, haciendo que la persona se sienta sin la esperanza de alguna vez ser incluida entre los justos. Esto mucho más profundo y terrible que ser esclavizado por lo atractivo del pecado. Esto es ser esclavos de la desesperación cegadora del pecado.
Por ejemplo, usted le pregunta a este tipo de personas: ¿No te das usted cuenta que la promesa del pecado es una mentira, y que te está llevando a un callejón sin salida? Es sorprendente como incluso pudiera estar de acuerdo con usted y quizás hasta decir algo como: “Yo lo sé, pero eso no hace ninguna diferencia. De todos modos estoy perdido y no tengo esperanzas.” Aquí tenemos a alguien que no solo es cautivo de la atracción del pecado, sino que, y esto es aun más terrible, es esclavo de la cegadora desesperación de la culpa por el pecado. No pueden progresar en su lucha contra lo atractivo del pecado porque no pueden escapar a la culpa que este produce.
Ahora bien, si tal modo de esclavitud existe, entonces el versículo 7 está perfectamente diseñado para describir su remedio. Veámoslo de esta manera. V. 6: “nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado”. ¿Cómo es esto? ¿De qué manera nuestra muerte con Cristo nos libera de la esclavitud del pecado? La respuesta en el versículo 7 nos muestra que este va primeramente a las raíces profundas de la esclavitud del pecado, no a lo atractivo de este, sino a la fuerza destructora de la culpa que produce, al decir: “Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.” La culpa es borrada antes de romperse el poder de la atracción.
Lo cual, resumiendo, significa que: Al vencer el poder del pecado en nuestras vidas, en principio no se nos da la habilidad moral para romper la atracción del pecado; en su lugar, se nos da el derecho legal y personal de destruir la desesperación que me dice que no puedo ser ni perdonado ni declarado justo. Lamamos a esto justificación. En otras palabras, la justificación es el fundamento para la santificación, la cual, en pago, es la certificación de que estamos en camino hacia una resurrección con Cristo en unión con El. 
Por tanto, podemos decir que el punto principal de los versículos 5-10 es que la unión con Cristo el resucitar a una vida eterna de gozo con Cristo. Y lo hace de dos maneras: 1) nos une a Cristo, quien está vivo con una vida indestructible y no puede morir; y 2) nos une a Cristo, quien nos justifica nos libera de la cegadora desesperación de que estamos sin esperanza en nuestro pecado. Y desde este lugar de esperanza inquebrantable, crecemos en nuestra habilidad para vencer los tentadores lazos del pecado, entregando nuestras vidas en amor.

Sermones Escogidos: ¿Cómo Puede Ser Correcto Para Dios Justificar al Impío?


Romanos 3:20-4:5
En el corazón de nuestro evangelio hay una verdad que a primera vista ofende el sentido judicial de las personas perspicaces. Ese sentido judicial está expresado por el sabio del Antiguo Testamento en Proverbios  17:15 el cual dice, “El que justifica al impío, y el que condena al justo, Ambos son igualmente abominación a Jehová”. (cf. Proverbios 24:24). Nosotros derribamos llenos de indignación a los jueces que absuelven al culpable. Nuestra sensibilidad moral es ultrajada cuando al mal y la culpa no se le dan sanciones legales. Sin embargo en el corazón de nuestro evangelio permanece la oración: Dios justifica al impío que cree en Él. Dios absuelve al culpable. ¡Esto es el evangelio! ¿Pero cómo puede ser correcto para Dios hacer esto?

¿Por qué Se Debe Reflexionar Sobre Esta Cuestión?

Alguien podría decir, ‘No te preocupes con el por qué Dios es justo cuando hace lo que hace. Si dice que lo hace, sólo confía en que es lo correcto. No dudes de tu Creador’. Ahora bien, yo admiro una confianza tan fuerte en la justicia de Dios. Y es cierto que Dios es bastamente más sabio, más elevado, y más profundo que nosotros, tanto que lo que a primera vista para nosotros puede parecer incorrecto, es correcto cuando todo lo que Dios conoce es tomado en cuenta. Pero el deseo de conocer cómo puede ser correcto para Dios absolver al culpable, no fluye necesariamente de la duda. Existen al menos otras dos razones que nos mueven a hacer esta pregunta:
Una es las ansias de admirar la profundidad de la sabiduría de Dios. Cuando usted admira la perspicacia fisiológica dentro de los misterios del cuerpo humano, sus preguntas “¿cómo puede ser esto?, ¿cómo puede ser aquello?” no necesariamente vienen de la duda. Pueden venir del puro deleite que nos proporciona ver la asombrosa complejidad de la forma en nuestros cuerpos funcionan. Considero una señal muy importante de que una persona ama a Dios, si desea conocer mejor a Dios, ver aun más profundo dentro del corazón divino, para admirar y adorar y disfrutar de Dios más intensamente.
La otra razón para querer saber cómo es correcto para Dios justificar al impío, es el deseo de eliminar tantas piedras de tropiezo innecesarias como sea posible, que nos impidan aprobar razonablemente la manera de actuar de Dios. El deseo de exonerar a Dios no es malo mientras no distorsionamos su verdad para hacerlo aceptable ante las personas de mente mundana. Si Dios ha revelado el ‘cómo’ y ‘por qué’ de su acción, entonces no deberíamos vacilar en explicarlos claramente, para ayudar a las personas a ver, y así, sincera y razonablemente aprobar la sabiduría y justicia de Dios.
Es obvio por Romanos 3:21-26 que Dios ha dado una respuesta a nuestra pregunta y por tanto debe querer que la consideremos. Eso es lo que quiero que hagamos ahora en la preparación de nuestro servicio de Santa Cena. Sigamos el pensamiento de Pablo aquí en estos versículos.

El Problema de la Justicia de Dios

Hasta el versículo 21 de Romanos 3, Pablo ha mostrado que todos los hombres están bajo pecado y quedan bajo el juicio de Dios (ese también ha sido el punto de nuestros dos últimos mensajes de los domingos por la mañana). Ahora Pablo dirige su atención hacia el remedio de la enfermedad universal, que es el pecado, y al juicio. “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; 22la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él”. Esta es la mejor noticia del mundo para quienes sentimos nuestra culpa ante Dios y conocemos que nuestra justicia es completamente inadecuada para ganar el favor de Dios. La buena noticia es que Dios, en su gran amor, ha provisto una justicia disponible para todo aquel que encuentre su confianza para la vida, en Jesucristo. No podemos trabajar para ganarnos este regalo, ameritarlo, o merecerlo; pero está allí para todo aquel que ponga su esperanza en Cristo. Romanos 4:4-5 deja esto claro: “Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; 5mas al que no obra [i.e. no trata de ganar, ameritar, o merecerse el regalo de Dios], sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia”. La buena noticia es que existe un indulto gratuito para el culpable que deja de tratar de impresionar a Dios y a los hombres, y en lugar de eso, descansa en Jesús. No existe medicamento humano o recreo que pueda tranquilizar a la conciencia culpable como puede hacerlo esta verdad. Anhelo que usted la tome para sí y salga hoy de este lugar con la verdad de Cristo.
Pero ahora esta inmensamente buena noticia creaba un problema para el apóstol Pablo, con el cual, con la ayuda de Dios, lidia en los versículos 24-26. El versículo 24 dice “…siendo justificados gratuitamente por su gracia”. Pero no se detiene ahí. Va más profundo y da las bases o los cimientos de la justificación. La absolución del culpable tiene lugar sobre las bases de una transacción divina que ocurre en la experiencia de Cristo. Esta transacción es llamada “redención” en el versículo 24, es decir, compra o rescate. Algo ocurrió en la muerte de Jesús que es tan estupendo que sirve como base para perdonar a millones y millones de pecadores que confían en Cristo. ¿Qué fue lo que ocurrió?
Pablo da la respuesta en los versículos 25 y 26:   “… a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados”.
 Aquí vemos el problema que la justificación del impío causaba para Pablo. La justicia de Dios está llamada a ser cuestionada por haber pasado por alto los pecados. Dios está ahora pasando por alto los pecados de aquellos que confían en Jesús. Y el capítulo 4 en los versículos 6 al 8 muestra que Dios ha estado haciendo lo mismo durante generaciones, a los que confían en él. “Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, 7diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado”. Dios ha pasado por alto los pecados de ancianos cuando justificó a Abraham y a David por fe, y ahora está pasando por alto los pecados de todos los que confíen en Jesús. Y Pablo dice en el versículo 25 que a causa de esto la justicia de Dios está siendo cuestionada, tanto que tiene que demostrar su justicia poniendo a Cristo como propiciación mediante la fe en su sangre.
Pero ¿por qué está siendo cuestionada la justicia de Dios cuando pasa por alto los pecados y justifica al impío? La razón no es que esto confirmará a los pecadores en su perversidad y perpetuará su pecado, fue evidente por el mensaje del domingo pasado que la fe salvadora siempre transforma al pecador. Dios siempre santifica a aquellos que justifica. Por tanto, el perdón del culpable no regresa a los violadores a las calles, produce transformación mediante el Espíritu Santo (lo que es el tema de que quiero hablar el próximo domingo). Así que la justificación del impío no llama a la justicia del Dios a ser cuestionada porque podría perpetuar el pecado. La verdadera razón, pienso yo, es que el pecado siempre es un desprecio hacia la gloria de Dios, y por tanto al Dios pasarlo por alto, parece como si estuviera de acuerdo en que su gloria carece de valor. Ello hace que Dios parezca como si no fuera honesto consigo mismo. Ello hace ver a Dios como si ya no tuviera el propósito de demostrar su gloria o preservar su honra. Pero si  Dios niega su propio infinito valor, entonces no solo está dejando de ser verdadero consigo mismo, sino que también la gloria por la que su pueblo ha esperado es devaluada de su valor supremo. Esto sería el ultraje supremo y colmo de la injusticia.
La razón por la que pienso que es esta horrible posibilidad la que llama a la justicia de Dios a ser cuestionada es que en Romanos 3:23 y 1:21, la esencia del pecado parece ser rehusarnos a glorificar y honrar a Dios. El versículo 23 dice: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos [o privados] de la gloria de Dios” Romanos 1:21-23 explica lo que esto quiere decir, “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias […] profesando ser sabios, se hicieron necios, 23y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles”. El hombre natural siempre se deleita más en la gloria de las cosas creadas que en la gloria de Dios. Y al hacer eso cambia la gloria de Dios y por lo tanto queda destituido o privado de ella. 
Por tanto, cuando Dios pasa por alto un pecado que tanto menosprecia su gloria parece como si considerara que su gloria carece de valor. Pero sería incorrecto que Dios no preservara su honra, ni la mostrara. Él estaría siendo injusto si actuara de esta manera. Ese es el meollo del problema de Pablo con la justificación del impío. Esto hace ver a Dios (al absolver a personas que han pisoteado su gloria en el lodo) como si ya no valorara su gloria.

La Reivindicación de la Justicia de Dios

Su solución, en una palabra, es la muerte de Cristo. Según el versículo 25, Dios pone a Cristo como propiciación “por medio de […] su sangre”, i.e. por medio de su muerte. ¿Cómo podría Dios mantener el valor de su propia gloria y todavía ser justo; y, sin embargo, justificar al impío cuyo pecado ha mancillado y despreciado esa gloria? La respuesta dada en los versículos 25 y 26 es: Enviando a Cristo a morir y demostrando así la justicia de Dios. Pero ¿cómo la muerte del Hijo de Dios demostraba la justicia de Dios, su lealtad al valor de su propia gloria?
Pablo no nos explica esto claramente, en detalles, pero pienso que podemos unir brevemente las piezas. Conocemos de otras Escrituras que todo lo que Jesús hizo en su vida y muerte, lo hizo para la gloria de su Padre. Por ejemplo, cuando Jesús se aproxima a la hora  de Su muerte, dice, “Hora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez” (Juan 12:27-28). Luego, cuando Judas había partido de la Última Cena, y su muerte era inminente. Dijo, “Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él” (Juan 13:31). Finalmente en la gran oración de Jesús en Juan 17, ve su muerte como casi completa y dice “o te he glorificado en la tierra [Padre]; he acabado la obra que me diste que hiciese” (17:4).
Lo que vemos en este texto es que todo lo que Jesús sufrió, lo sufrió para el bien de la gloria de Dios. Por tanto, todo su dolor, vergüenza, deshonra, y humillación sirvió para magnificar la gloria del Padre, porque mostró cuan infinitamente valiosa es la gloria de Dios, de manera que una perdida como esa debía ser sufrida por su bien. Cuando miramos a la terrible muerte que sufrió el perfectamente inocente e infinitamente valioso Hijo de Dios en la cruz, y escuchamos que sufrió todo eso para que la gloria de su Padre pudiera ser restaurada, entonces sabemos que Dios no ha negado el valor de su propia gloria. Dios no ha dejado de ser verdadero consigo mismo, no ha dejado de defender su honra y mostrar su gloria, él es justo. La horrible muerte del Hijo es el medio por el cual el Padre puede ser ambas cosas, justo, y el único que justifica al impío que tiene fe en Jesús.
Este es un pensamiento glorioso. Nuestra justificación no está basada en una sentimentalidad débil. Está basada en la inconmovible Roca de la inaccesible justicia de Dios, demostrada en la muerte y certificada en la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Oro para que la Palabra sea una raíz profunda y una gran fortaleza a nuestra fe cuando conmemoremos la muerte de nuestro Señor juntos.
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