sábado, 24 de marzo de 2012

Unidad Extraordinariamente Hermosa: Estudio para Obreros Itinerantes

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CONTENIDO
1.     El Fundamento de la Comunión
1 Juan 1:1–4
2.     Requisitos para Disfrutar la Comunión
1 Juan 1:5–2:2
3.     La Obediencia y la Comunión
1 Juan 2:3–17
4.     El Credo y la Comunión
1 Juan 2:18–27
5.     Incentivos para Estrechar la Comunión
1 Juan 2:28–3:3
6.     La Barrera de la Comunión
1 Juan 3:4–10
7.     Evidencias de la Comunión
1 Juan 3:11–23
8.     Cómo Reconocer a los Espíritus
1 Juan 3:24–4:6
9.     El Amor Demostrado
1 Juan 4:7–21
10.     El Triunfo de la Fe
1 Juan 5:1–5
11.     Un Testimonio Irrefutable
1 Juan 5:6–12
12.     Las Certezas de nuestra Fe
1 Juan 5:13–21
 
El Credo y la Comunión
1 Juan 2:18–27
Lo que creemos afecta todas las áreas de nuestra vida. Por ejemplo, en la actualidad prevalece el existencialismo, el cual niega todo valor absoluto. El resultado de tal concepto es una decadencia moral tremenda y muy triste.
Como consecuencia de las ideas erróneas acerca de la venida de Cristo, algunos dejan su empleo, venden sus efectos personales y se reúnen con otros feligreses para esperar la llegada del Señor. Generalmente todo esto se lleva a cabo después de que alguien se ha atrevido a fijar una fecha para el regreso de Cristo.
En esta sección de 1 Juan, el autor habla de los falsos maestros que habían salido de la iglesia y habían promulgado ideas falsas que habían inquietado a los hermanos. Juan escribe para afirmarlos y exhortarlos a permanecer en las enseñanzas ya recibidas.
EL ANTICRISTO 2:18–19
Los anticristos son muchos 2:18
En este versículo, Juan se dirige a sus lectores llamándoles hijitos y les informa que ya es el último tiempo (1 Juan 2:18a). Ellos asociaban el último tiempo con el regreso de Cristo y la manifestación del anticristo porque ya circulaban algunos libros del Nuevo Testamento. Entre ellos, las epístolas de Pablo a los tesalonicenses. En el capítulo dos de la segunda carta de Pablo, el apóstol habla claramente de la manifestación del hombre de pecado, quien es el anticristo (2 Tesalonicenses 2:3–12).
Cristo también dio enseñanzas acerca del anticristo y de los falsos Cristos (Mateo 24:15 y 24). De modo que Juan tenía razón cuando dijo: “vosotros oísteis que el anticristo viene” (1 Juan 2:18b). Después agrega que habían surgido muchos anticristos (2:18c) y cita eso como evidencia de que el último tiempo había llegado (2:18b). La referencia a muchos anticristos quiere decir que venían con el espíritu del anticristo (4:3).
“…SE LEVANTARÁN FALSOS CRISTOS,…
QUE ENGAÑARÁN, SI FUERE POSIBLE,
AUN A LOS ESCOGIDOS” (MATEO 24:24).
Salieron del seno de la iglesia 2:19
Estos anticristos habían salido de la comunidad de los hermanos. Su partida daba evidencia de que no eran verdaderos creyentes. Si hubiesen sido de los hermanos, habrían permanecido entre ellos. Hay que entender que lo que pasa aquí no es un mero disgusto en el seno de una iglesia local. Esas personas se habían entregado a enseñanzas erróneas acerca de la persona de Cristo y eran herejes (4:1–6).
¡PENSEMOS!
Según el versiculo 18, parece que los hermanos ya tenían conocimiento acerca del anticristo y los falsos maestros que divulgaban sus enseñanzas. ¿De qué fuente o fuentes provenía su conocimiento? ¿Qué señal dio Juan como evidencia de que ya era el último tiempo? ¿Qué dijo Juan acerca de los que salieron?
LA UNCIÓN DEL CREYENTE 2:20 Y 27
La unción del Espíritu Santo les enseña
Juan menciona en los versículos 20 y 27 la unción que los creyentes habían recibido del Espíritu Santo. Esta unción es algo interno, no externo, y es una experiencia común a todos los creyentes. Según el versículo 27b, la unción “permanece en” los creyentes. No hay ninguna necesidad de pedirla como una cosa extra. Siempre está presente en ellos. El Espíritu los capacita para discernir entre la verdad y el error.
La unción del Espíritu Santo los guarda del error
El apóstol dice que los hermanos conocían todas las cosas (v. 20) y no tenían necesidad de maestros (v. 27). Esto no debe malinterpretarse para indicar que los buenos maestros bíblicos no son importantes. Es una referencia sutil, pero clara, contra los falsos maestros.
“…CUANDO VENGA EL ESPÍRITU DE VERDAD,
ÉL OS GUIARÁ A TODA LA VERDAD”
(JUAN 16:13).
Aun los creyentes más humildes no tenían necesidad de sentarse a los pies de los más eruditos que divulgaban enseñanzas falsas. El Espíritu Santo los guiaría a toda la verdad (Juan 16:13), y traería a su memoria todas las enseñanzas de Cristo (Juan 14:26). El papel de los buenos maestros bíblicos se define en Efesios 4:11–16.
¡PENSEMOS!
¿Por quién habian sido ungidos los hermanos? ¿Qué ministerio llevaba a cabo en ellos el Espíritu Santo? ¿Cuál es el lugar de los buenos maestros bíblieos en la iglesia?
CARACTERÍSTICAS DE LOS ANTICRISTOS 2:22–23
Niegan la encarnación 2:22
Juan escribe en forma muy clara al decir: “el que niega que Jesús es el Cristo” es mentiroso y anticristo. Es interesante notar que los falsos maestros usaban los mismos términos que los verdaderos hermanos, pero les daban otro significado. Para ellos, Jesús era un personaje histórico, pero sabemos que Cristo también poseía deidad.
Lo que negaban era la unión de Cristo con Jesús en un cuerpo humano. Creían en un dualismo cuyo concepto básico es que el espíritu y el cuerpo son entidades separadas, incompatibles y hostiles entre sí. Algunos de ellos enseñaban que Cristo (la persona divina) vino sobre Jesús (persona humana) al momento de su bautismo y que partió de él antes de su crucifixión.
La verdad es que Jesús nació siendo Jesucristo. Es hermoso y correcto llamarle nuestro Señor Jesucristo. Él trajo al mundo la divinidad que siempre había tenido, y al nacer en un cuerpo humano, unió su deidad con su cuerpo. Además, existirá para siempre como Dios encarnado. En su ministerio de intercesión que lleva a cabo a favor de todos los creyentes, lo hace en su cuerpo glorificado. Cristo no partió del cuerpo antes de la crucifixión. Es parte íntegra y permanente de nuestro Señor Jesucristo.
“TODO AQUEL QUE NIEGA AL HIJO, TAMPOCO
TIENE AL PADRE…” (1 JUAN 2:23)
Niegan al Padre y al Hijo 2:22b–23
Es posible que los falsos maestros no admitieran que negaban al Padre, pero el Padre y el Hijo son tan unidos e inseparables que es imposible negar al Hijo sin negar al Padre, y es igualmente imposible confesar al Hijo sin confesar al Padre. Estudie cuidadosamente Juan 8:19–58 y 10:30 para un comentario más amplio sobre este tema de la igualdad entre el Padre y el Hijo.
EXHORTACIÓN PARA LOS “HIJITOS” 2:24–26
Juan expresa su deseo de que lo que los creyentes habían oído desde el principio, permaneciera en ellos. Les ofrece la esperanza de permanecer en el Padre y en el Hijo, si lo que han oído desde el principio permanece en ellos (2:24). Una vez más, es evidente la relación entre la obediencia a la palabra de Dios y la comunión con el Señor y los hermanos. En el versículo 25 hay una promesa de “vida eterna”.
En este contexto se ha hecho referencia a los anticristos que niegan que Jesús es el Cristo. Tal incredulidad lleva a la perdición y no a la vida eterna. En cambio, parte de lo que los creyentes habían oído desde el principio, incluía promesas acerca de la vida eterna por fe en Cristo (Juan 3:16). El permanecer en tales enseñanzas indica que su fe era genuina, y con razón Juan puede estimular su fe y confianza por medio de la promesa de “la vida eterna” (2:25).
“LO QUE HABÉIS OÍDO DESDE EL PRINCIPIO,
PERMANEZCA EN VOSOTROS…” (1 JUAN 2:24)
¡PENSEMOS!
¿Cuáles son algunas características de los anticristos? Exprese la encarnación de Cristo en sus propias palabras. Apoye sus ideas con textos bíblicos. ¿Cómo comprueba usted la igualdad entre el Padre y el Hijo? ¿Qué promesas hace Juan a los que permanecen en lo que han oído desde el principío?
COMUNIÓN SUBLIME
1 JUAN
Las bases de la comunión y requisitos para mantenerla      1:1–2:17
La relación entre el credo y la comunión      2:18–3:3
El impedimento de la comunión y la seguridad de ella      3:4–4:6
El amor y el triunfo de nuestra fe inconmovible      4:7–5:21
La comunión se basa en una relación viva con el Padre y su Hijo Jesucristo      1:1–4
Para mantenerla es menester:      1:5–2:17
Andar en luz      1:5–7
Reconocer y confesar nuestro pecado      1:8–10
Acudir a nuestro abogado      2:1–2
Guardar sus mandamientos      2:3–17
Abundan anticristos que quieren desviarnos de la comunión      2:18–19
La unción que hemos recibido nos guarda del error y nos enseña la verdad      2:20–27
La esperanza de la venida de Cristo nos llena de expectación exuberante y nos purifica      2:28–3:3
El pecado nos aleja de la comunión      3:4–10
Lo que produce el amor a Cristo y a los hermanos      3:11–4:6
El aborrecimiento del mundo      3:13
El amor hacia los hermanos      3:14–18
Un corazón limpio      3:19–21
Oraciones contestadas      3:22–23
El Espíritu Santo      3:24
Triunfo sobre los falsos maestros      4:1–6
Dios es la fuente del amor y el modelo por excelencia      4:7–17
El amor quita el temor e inculca en nosotros el amor a Dios      4:18–19
El amor que hay en nosotros fomenta amor a los hermanos      4:20–21
Nuestra fe en Jesucristo como Hijo de Dios vence al mundo      5:1–5
El Espíritu testifica aceron de Jesucristo y nos asegura la vida eterna      5:6–21
El Fundamento de la Comunión
1 Juan 1:1–4
INTRODUCCIÓN
El diccionario define comunión como el acto de compartir o tener algo en común; participación. Involucra diferentes aspectos de la vida, incluyendo a un grupo de personas que tienen en común la misma fe religiosa. Esta experiencia a nivel humano es algo extraordinario cuando se mezcla con la unidad y es una comunión sublime cuando existe entre el Dios altísimo y los seres humanos redimidos por la sangre preciosa de Cristo Jesús.
La primera epístola de Juan pone de relieve ese tipo de comunión y la extiende a la relación que existe entre todos los hijos de Dios. No deja de advertir que hay peligros que la amenazan y asienta los requisitos para mantenerla.
AUTOR Y FECHA
Los apóstoles Pablo y Pedro tenían la costumbre de dar su nombre en la salutación que se encuentra al principio de cada una de sus epístolas, pero no fue así con el apóstol Juan. El Apocalipsis sí da su nombre, pero ni el evangelio que escribió, ni las tres cartas que se le atribuyen, lo mencionan. Aunque fue un hombre “sin letras”, es muy probable que Juan el apóstol, hijo de Zebedeo, escribiera esta carta. A propósito, el hecho de no haber tenido instrucción no quiere decir que fuera un analfabeta. Este hecho sólo indica que no había cursado estudios en las escuelas rabínicas. Su identidad como autor de la carta goza de apoyo fidedigno.
Tres de sus discípulos, Policarpo, Ignacio y Papías, atestiguaron que su paternidad literaria pertenece a Juan. Papías murió en 155 d.C. Asimismo, Orígenes, quien vivió hasta 254 d.C., aceptaba los 27 libros del Nuevo Testamento como existen en la actualidad. Los mismos se incluyeron también en una compilación hecha por Eusebio por orden del Emperador Constantino. Eusebio murió en 340 d.C. y el Concilio de Cartago ratificó en 397 d.C. los 27 libros del Nuevo Testamento. De modo que Juan ha sido reconocido como autor de sus escritos desde que comenzaron a circular, y han sido aceptados como parte del canon de las Sagradas Escrituras desde su formación.
Esta epístola fue escrita en los últimos años de la década de los 80 o a principios de los 90 d.C. Aunque la carta no identifica al destinatario, se cree que fue escrita en Éfeso y enviada como carta circular a las iglesias del Asia Menor. Esa idea es muy posible, siendo que Apocalipsis, también escrito por Juan, fue dirigido a las siete iglesias de Asia (Apocalipsis 1:4).
¡PENSEMOS!
¿Cuáles son los cinco libros del Nuevo Testamento que escribió Juan? ¿Cuál es el único que lo menciona por nombre? Lea cuidadosamente el primer versículo de Romanos, Efesios, Filipenses, 1, 2 y 3 Juan. Contraste el estilo de Pablo y Juan en el saludo de cada una de esas cartas. ¿Qué diferencias observa? ¿Por qué es importante tomar en cuenta el testimonio de los discípulos de Juan acerca de la paternidad literaria de sus escritos? ¿Dónde se cree que circuló la Primera Epístola de Juan? ¿Por qué es creíble esa idea?
TRASFONDO HISTÓRICO
Está de moda poner en duda las grandes verdades bíblicas acerca de la persona y obra de nuestro Señor Jesucristo, pero no hay nada nuevo en eso. Antes de finalizar el primer siglo, los filósofos más destacados ya se tropezaban con la sencillez de las mismas enseñanzas provenientes de los apóstoles de Cristo.
Juan se vió obligado a enfrentar problemas de esa índole. Una de las herejías principales de aquel entonces era el docetismo. Sus adeptos creían que el cuerpo humano es intrínsecamente malo, y por consiguiente, era imposible que la deidad se encarnara en un hombre. Uno de sus impulsores más famosos, de nombre Cerinto, afirmaba que Jesús era hijo de José y María y que el divino Cristo había descendido sobre él en su bautismo, pero que lo había abandonado antes de la crucifixión.
PROPÓSITO DE LA CARTA
Encontramos que hay cuatro propósitos:
1. Para que los creyentes tuvieran comunión con Juan y los demás apóstoles (1:3).
2. Para que su gozo fuera cumplido (1:4).
3. Para que no pecaran (2:1).
4. Para que supieran que tenían vida eterna y para que creyeran en el nombre del Hijo de Dios (5:13).
ORGANIZACIÓN DE LA CARTA
La palabra clave de 1 Juan es comunión. El apóstol disfrutaba de comunión íntima con Cristo como resultado de haberlo conocido personalmente y deseaba que sus lectores también la compartieran, que su gozo fuera completo, y que cumplieran los requisitos para mantenerla. En seguida, demuestra que hay una relación estrecha entre lo que uno cree y la comunión.
En tercer lugar, menciona la barrera que la limitan o impiden, y explica la forma en que sus lectores podían superarla y disfrutar de una comunión sublime. Por último, desarrolla el tema del papel que tiene el amor. Afirma que éste puede triunfar sobre el mundo por medio de la fe en Jesús como Hijo de Dios, y asegura que tenemos vida eterna por creer en el nombre del Señor.
BOSQUEJO DEL LIBRO
I.     Las bases de la comunión y requisitos para mantenerla (1:1–2:17).
II.     La relación entre el credo y la comunión (2:18–3:3).
III.     El impedimento de la comunión y la seguridad de ella (3:4–4:6).
IV.     El amor y el triunfo de nuestra fe (4:7–5:21).
EL VALOR DE LAS EXPERIENCIAS INDIVIDUALES 1:1–4
La credibilidad de Juan puesta a prueba
Juan escribió esta primera epístola en un ambiente hostil a sus ideas. La fe transmitida consistentemente por él y sus colegas en sus predicaciones y escritos estaba siendo atacada por una élite que se creía muy superior a los demás creyentes. Según ellos, habían superado las ideas infantiles de los creyentes sencillos, y tenían muy poco en común con la gente ignorante que insistía en apegarse a las ideas anticuadas heredadas de hombres sin letras que en su mayoría ya estaban difuntos. Para ellos, la encarnación era imposible, porque creían que la deidad no puede unirse con algo material como es el cuerpo. Esa lógica les llevaba a la conclusión de que la humanidad de Jesús no era literal y que sólo parecía que tenía cuerpo humano. Estos dos conceptos, muy elevados en su propio criterio, los habían separado de la iglesia (2:19). ¿Qué podían hacer los hermanos que andaban en luz?
Evidentemente llegaron a los oídos de Juan las noticias de este conflicto y él les escribió para calmar su incertidumbre y asegurarles que su fe estaba basada en la persona de Jesucristo y en las enseñanzas recibidas directamente de él.
Juan establece sus credenciales v. 1.
Según la tradición, en ese entonces Juan era el único apóstol que vivía. Ese hecho daba mayor peso a sus palabras. En el primer versículo de su carta, expone sus credenciales en forma irrefutable.
1. Estuvo con Cristo desde el comienzo de su ministerio público. Fue uno de los primeros discípulos llamados por el Señor (Marcos 1:19).
2. Había escuchado a Cristo. Quienes querían desviar a los hermanos de la fe, habían recibido sus ideas de otra fuente, pero Juan oyó sus enseñanzas directamente de la boca del Señor.
3. Lo había visto con sus propios ojos.
4. Lo había contemplado.
5. Sus manos lo habían palpado. El cuerpo que los maestros falsos decían que era un fantasma, fue palpado por manos de Juan en varias ocasiones. Basta mencionar un solo incidente que ocurrió poco después de la resurrección de Cristo. Estando reunidos los once vino el Señor y se puso en medio de ellos. Ellos se espantaron creyendo que veían un espíritu, pero él les dijo: “…¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo” (Lucas 24:36–39). Al apelar a su propia experiencia, Juan incluye a los demás apóstoles. Siempre usa el plural. Tanto él como ellos habían andado con Cristo por cerca de tres años y medio.
¡PENSEMOS!
¿Cómo desmiente Juan 1:1–4 las ideas perversas de los que negaban la encarnación de Jesucristo? Si Cristo no se encarnó, ¿qué se puede decir de su resurrección? ¿Qué esperanza hay para nosotros? Juan dice que las manos de los apóstoles habían palpado a Cristo, ¿puede uno acaso palpar a un fantasma?
Tres cuadros de Cristo vv. 1–2
1. Lo que era desde el principio. En esa pequeña frase, Juan afirma la preexistencia, la eternidad y la autoexistencia de Cristo. No comenzó a existir en Belén; siempre ha existido por sí mismo.
2. El Verbo de vida. Verbo quiere decir que Cristo es la expresión de Dios mismo, y Juan 1:1 agrega que era con Dios y era Dios.
3. La vida. Tanto la vida fisica como la vida espiritual provienen de Cristo. Se menciona también en el v. 2 como la vida eterna. Es evidente en la frase que sigue que Cristo está en mente: “La cual estaba con el Padre, y se nos manifestó”. Es correcto deducir de esto que Cristo, la vida eterna, se manifestó en carne.
LOS APÓSTOLES NO SÓLO
EXPERIMENTARON LA VIDA ETERNA, SINO
QUE LA TESTIFICARON Y ANUNCLARON A
TODO EL MUNDO DE ACUERDO CON LAS
INSTRUCCIONES DEL QUE SE LLAMA “LA
VIDA ETERNA” (MATEO 28:19). LOS LECTORES
DE JUAN ERAN LOS BENEFICIARIOS DE ESA
ACTIVIDAD Y YA POSEÍAN LA VIDA ETERNA
(1 JUAN 1:2).
Deseos generosos vv. 3–4
Juan quería que sus lectores disfrutaran la misma comunión íntima que él tenía con el Padre y con su Hijo Jesucristo, y expresa eso como uno de los propósitos de su carta (1:3). Es importante observar que no vuelve a mencionar la vida eterna en este versículo. Sus discípulos ya la tenían y no corrían el riesgo de perderla (Juan 10:27–29), pero la comunión era otra cosa. Debían cuidarla para no perderla.
Deseaba también que sus lectores vieran su gozo cumplido (1:4). El gozo difiere de la felicidad en que es un sentimiento muy profundo y no superficial, mientras que la felicidad depende de las circunstancias. Uno puede estar feliz porque acaba de recibir una buena noticia, y ponerse muy triste al oir una mala. En cambio, el gozo no depende de las circunstancias, sino que es estable y no fluctúa. Los creyentes que recibieron la carta de Juan vivían tiempos conflictivos. Estaban tristes y afligidos porque se habían apartado varios de sus conocidos, pero podían tener su gozo cumplido porque éste se basa en Cristo y la comunión con él.
¡PENSEMOS!
Según 1 Corintios 3:11 y Hechos 4:12, Jesucristo es el fundamento de nuestra salvación. ¿Qué dice 1 Juan 1:3 acerca de la identidad del fundamento de nuestra comunión? 2 Corintios 13:14 habla de la comunión del Espíritu Santo. Es algo sublime tener comunión con el trino Dios. ¿Qué diferencia hay entre la salvación y la comunión? ¿Cómo practica usted esa comunión? Apunte algunas medidas que usted puede tomar para mejorar su comunión con Dios.
Requisitos para Disfrutar de la Comunión
1 Juan 1:5–2:2
La comunión no se mantiene por sí sola. Hay ciertas condiciones que el creyente debe cumplir para disfrutarla y vivir gozoso. Ya se ha dicho que la comunión puede perderse, pero la salvación es permanente y nuestra conducta no la afecta. Esta es una regla indispensable para entender esta epístola.
PRIMER REQUISITO: ANDAR EN LUZ 1:5–7
UN PRINCIPIO ABSOLUTO:
DIOS ES LUZ, Y NO HAY NINGUNAS TINIEBLAS
EN ÉL (1 JUAN 1:5)
Esta gran verdad, que tiene que ver con la santidad de Dios, se menciona en repetidas ocasiones en la Biblia. En la eternidad pasada, Lucero fue derribado al Seol porque su conducta nefanda de rebeldía contra el Señor era una manifestación de las tinieblas (Isaías 14:9–15). En el primer día de la creación, Dios creó la luz para ahuyentar las tinieblas que cubrían la faz de la tierra (Génesis 1:1–5). En Juan 3:19 el apóstol Juan asevera que las tinieblas son sinónimo de las obras malas de los hombres que no quieren acercarse a la luz. Judas 13 dice que la oscuridad de las tinieblas está reservada eternamente para los falsos maestros (se puede decir lo mismo acerca de todos los que rechazan a Dios). En cambio, los redimidos por la sangre de Cristo estaremos para siempre en el cielo que estará iluminado por el resplandor de él, quien es la luz del mundo.
POSICIONALMENTE ESTAMOS EN LA LUZ POR
EL HECHO DE ESTAR EN CRISTO
(EFESIOS 1:1–6 Y COLOSENSES 1:12–13).
Pero, ¿cómo andamos? No podemos andar en luz si no estamos en luz. El estar en luz no garantiza que andamos en luz. 1 Juan 1:6 corrobora este principio. “Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad…”
Desafortunadamente, muchos cristianos legítimos fingen una espiritualidad que no practican. Mienten en cuanto a su comunión con Dios. Él es luz, y es imposible tener comunión con él y andar en tinieblas, aún cuando uno mismo está en luz.
Dos beneficios de andar en luz 1:7
Tenemos comunión unos con otros. Se sobreentiende que si uno deja de andar en tinieblas, se encuentra en el bendito estado de ser restaurado a la comunión con Dios. Aparentemente aquí se habla de la comunión horizontal, la que existe entre hermanos. Todas las relaciones se ven afectadas cuando un hermano anda mal, pero todas las relaciones se mejoran cuando vuelve a andar en luz.
La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Este versículo no habla de la limpieza del pecado para ser salvos. La salvación viene por creer en el Señor Jesucristo (Hechos 16:31), no por andar en luz. Si fuera por andar en luz, entonces la salvación sería por obras.
Efesios 2:8–9 rechaza esa idea categóricamente y aclara que la salvación es únicamente por la fe. Parece que hace referencia a un proceso continuo por el cual la sangre de Cristo sigue limpiándonos de nuestros pecados. Algunos opinan que es la limpieza de la conciencia de culpabilidad y de impureza moral.
¡PENSEMOS!
¿Cuál es la diferencia entre estar en luz y andar en luz? Según 1:6, ¿de qué pecado es culpable el que dice que tiene comunión y anda en tinieblas? ¿Qué requisito para disfrutar de la comunión se encuentra en 1:7? ¿Cuáles son los dos beneficios de andar en luz que se mencionan en 1:7?
SEGUNDO REQUISITO: CONFESAR NUESTRO PECADO 1:8–10
También es mentiroso el que dice que no tiene pecado (1:8). El sentido de esto tiene que ver con la presencia del pecado en el cristiano, o sea, el potencial que tiene de pecar. Es una triste realidad que a veces el diablo usa nuestras experiencias espirituales más sobresalientes para engañarnos.
Por ejemplo, un creyente que ha experimentado la comunión plena e íntima con nuestro Señor corre el riesgo de creer que es invencible. Es posible que en tales momentos diga: “No tengo pecado”. Juan dice que la verdad no está en él. Para alcanzar plena comunión con Dios, hay que ser realista en cuanto al potencial para pecar que hay en nosotros (1:8).
Cuando el creyente peca, Dios no lo rechaza. Tiene una solución muy eficaz, pero hay una condición:
“SI CONFESAMOS NUESTROS PECADOS,
ÉL ES FIEL Y JUSTO PARA PERDONAR
NUESTROS PECADOS, Y LIMPIARNOS DE
TODA MALDAD” (1:9).
Este contexto no indica cómo hemos de confesar nuestros pecados, pero en otras citas bíblicas se habla de lo triste y serio que es el pecado. El Espíritu Santo, quien mora en todos los creyentes, se contrista por nuestro pecado (Efesios 4:30). Es lógico creer entonces que debemos confesar nuestros pecados con dolor del alma y con el propósito firme de apartarnos de ellos. Pero el sentido de culpabilidad no debe cegar nuestros ojos a la promesa preciosa hecha por Dios de perdonarnos y limpiarnos de toda maldad.
El versículo hace referencia a dos atributos divinos. Su perdón y limpieza se basan en su fidelidad y en su justicia. Él no viola su carácter en este proceso, sino que es fiel a su promesa y no contradice su santidad porque Cristo pagó el precio de nuestros pecados en la cruz.
Ya se ha censurado el error de decir que no tenemos pecado. Ahora aparece otra idea similar, pero diferente. La equivocación de decir que no hemos pecado (1:10). El resultado es que lo hacemos a él mentiroso. La Biblia afirma que todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23). 1 Juan 1:9 recomienda la confesión de pecados cometidos por parte de los cristianos. Ambas declaraciones forman parte de la palabra de Dios. Es obvio que el que dice que no ha pecado hace a Dios mentiroso. Es mejor confesar el pecado y no negar su presencia. La negación de pecados pasados y presentes es una barrera impenetrable para disfrutar de la comunión.
¡PENSEMOS!
Lea cuidadosamente los versículos 8–10. ¿Cuál es el peligro de negar la presencia del pecado en uno? Al negar la presencia del pecado cometemos dos errores, ¿cuáles son? ¿Qué promete Dios al creyente que confiesa sus pecados? ¿Cuál es la consecuencia de decir que no hemos pecado?
TERCER REQUISITO: ACUDIR A NUESTRO ABOGADO 2:1–2
Juan comienza el segundo capítulo de su carta con lo que parece ser uno de los propósitos del libro. Dice que les ha escrito para que no pequen (2:1). Esta es una buena meta para el creyente. Es también la voluntad de Dios que no pequemos. Pero nuestro buen Padre celestial conoce nuestras flaquezas y ha hecho provisión para ellas.
“SI ALGUNO HUBIERE PECADO, ABOGADO
TENEMOS PARA CON EL PADRE, A
JESUCRISTO EL JUSTO” (2:1).
La palabra abogado es la misma que se usa en Juan 14:16 y que se traduce como “Consolador”. Ambas son traducciones correctas. Se entiende cada acepción por el contexto en que están usadas. En Juan 14, Cristo prometió a sus apóstoles que no los dejaría huérfanos, sino que les enviaría a un Consolador para acompañarlos. Aquí se habla de la necesidad que tenemos de que alguien nos represente delante del Padre cuando pecamos. Este es el trabajo de un abogado cuya intervención es ante el Padre. No tiene que pedir nuestra absolución o que no seamos condenados. Esto ya es una realidad (Romanos 8:1).
Él desea nuestra madurez espiritual y que seamos restaurados cuando pecamos. Seguramente, aspectos de esa índole forman parte de su trabajo como nuestro abogado delante de Dios.
Cristo es la propiciación por nuestros pecados 2:2
1 Juan 2:2 presenta otro cuadro de nuestro Señor Jesucristo. El es la propiciación por nuestros pecados. En el Antiguo Testamento se ofrecían sacrificios continuamente por el pecado, pero ninguno satisfizo la santidad perfecta del Padre. Aquellos eran apenas una figura de Cristo que había de venir. Cuando él vino con su justicia perfecta, la cual demostró delante de los hombres, y murió por nuestros pecados en la cruz, el Padre quedó satisfecho. De modo que propiciación quiere decir: satisfacción por el pecado. Esa propiciación no se limita al precio de nuestra salvación. En el ministerio de Cristo como nuestro abogado, el Padre queda satisfecho por su sacrificio, el cual también cubre nuestros pecados cometidos como creyentes. Gracias a esa satisfacción, él puede perdonarnos y restaurarnos a la comunión.
Cristo es también la propiciación por los pecados de todo el mundo. Esa frase no indica que todos se salvarán, pero sí afirma que Cristo murió por todos los pecados de todos los hombres. El que se acerca a él por fe, encontrará que el precio de sus pecados ha sido pagado por Cristo.
¡PENSEMOS!
El título de este capítulo es: “Requisitos para Disfrutar de la Comunión”. ¿Cuántos encuentra y cuáles son? ¿Cuál es el deseo que expresa Juan en 2:1? ¿Qué provisión ha hecho Dios por nuestros pecados? ¿Qué se puede decir del alcance universal de la propiciación de Cristo? ¿Qué papel juega el perdón de nuestros pecados en el mantenimiento de la comunión?
La Obediencia y la Comunión
1 Juan 2:3–17
En esta sección, Juan cambia su fraseología. Hasta este punto, su tema había sido la comunión. Ahora comienza a hablar de conocer a Dios. No por eso abandona el asunto de la comunión, porque hay una relación entre la comunión con y el conocimiento de una persona. Al estrechar los lazos de la comunión, se profundiza nuestro conocimiento de la persona.
CUARTO REQUISITO PARA DISFRUTAR DE LA COMUNIÓN: OBEDECER LOS MANDAMIENTOS DEL SEÑOR 2:3–6
Todos los creyentes conocen a Cristo como su Salvador personal y debido a eso, conocen a Dios también. Cristo mismo dijo en Juan 14:7 que el conocerle a él equivale a conocer al Padre. En 1 Juan 2:3 Juan hace referencia a otro aspecto del conocimiento, y establece una prueba para saber si uno conoce a Dios.
Pablo expresó en una de sus cartas que anhelaba conocer a Cristo (Filipenses 3:10). No existe ninguna duda acerca de su conocimiento de Cristo como su Salvador porque había sido salvo unos treinta años antes y en esa ocasión estaba preso por él, posiblemente en Roma. Su meta al mencionar el deseo de conocerle era llegar “a ser semejante a él en sus padecimientos”.
“Y EN ESTO SABEMOS QUE NOSOTROS LE
CONOCEMOS, SI GUARDAMOS SUS
MANDAMIENTOS” (1 JUAN 2:3).
Si uno dice que conoce a Dios y no guarda sus mandamientos, es mentiroso, y la verdad no está en él (2:4). La conclusión es igual a la que aparece en 1:6, donde el apóstol afirma que quien dice que tiene comunión con Dios, pero anda en tinieblas, miente, y no practica la verdad. Así como una espiritualidad fingida no conduce a la comunión, una obediencia fingida tampoco puede proporcionarnos un conocimiento íntimo de Dios.
La obediencia a la palabra de Dios resulta en una experiencia plena del amor de Dios, y nos ayuda a saber con certidumbre que estamos en él (2:5). Se puede decir lo mismo en cuanto a nuestro amor hacia el Señor. Si guardamos su palabra, nuestro amor para con él también se perfecciona. Dicho de otra manera, el amor es producto de la obediencia a la palabra de Dios.
¡PENSEMOS!
¿Qué relación existe entre tener comunión con Dios y conocer a Dios? ¿En qué sentido conocen todos los creyentes a Dios? ¿Qué quería decir Pablo al expresar su deseo ardiente de conocer a Cristo? Según 2:3, ¿cómo podemos saber sin lugar a duda que conocemos a Dios? ¿Cuál es la clave para que el amor de Dios se perfeccione en nosotros?
“EL QUE DICE QUE PERMANECE EN ÉL,
DEBE ANDAR COMO ÉL ANDUVO” (2:6).
¡Qué meta para los discípulos de Cristo! ¡Andar como él anduvo! ¿Quién puede hacerlo? Sólo aquél que permanece en él (2:6). ¿Qué significa esto? La contestación se encuentra en 1 Juan 3:24 donde dice: “Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él”.
En Juan 15:10, Cristo dio la misma enseñanza. Asimismo, prometió mucho fruto al que permanece en él (Juan 15:5). El fruto del Espíritu Santo mencionado en Gálatas 5:22–23 es la reproducción de la vida de Cristo en el creyente. Únicamente la persona salva por su gracia y llena del Espíritu Santo puede andar como él anduvo.
¿QUÉ PASA AL QUE NO PERMANECE
EN CRISTO?
En Juan 15:6 Cristo también advirtió que el que no permaneciera en él sería echado fuera y quemado en el fuego. Muchas personas indoctas han tropezado con esta enseñanza. Concluyen diciendo que un creyente puede perder su salvación y ser echado para siempre en el infierno o el lago de fuego.
Es más probable que este pasaje sea semejante a lo que Pablo enseña en 1 Corintios 3:12–15, donde trata de ciertas obras del creyente, que al pasar por la prueba de fuego, no persevera en la fe y por lo tanto, sus obras serán quemadas. Aclara Pablo que: “él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego” (1 Corintios 3:15).
UN NUEVO MANDAMIENTO 2:7–11
En 1 Juan 2:7–8 tenemos una aparente contradicción. El versículo 7 comienza así: “No os escribo mandamiento nuevo”. En cambio, el versículo 8 dice: “Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo”. ¿Qué hemos de creer? Era nuevo, ¿o no? Y, ¿cuál era el mandamiento? En realidad el mandamiento es uno, y es el mismo mandamiento antiguo (2:7).
2 Juan 5 aclara que ese mandamiento antiguo es: “que nos amemos unos a otros”. Realmente no es nuevo. Se encuentra en Levítico 19:18 y fue repetido por nuestro Señor Jesucristo en Marcos 12:28–31 en respuesta a la pregunta que le hicieron: “¿Cuál es el primer mandamiento de todos?” Cristo agregó algo nuevo a ese mandamiento antiguo en Juan 13, después de lavar los pies de sus apóstoles y anunciar quién era el traidor.
“UN NUEVO MANDAMIENTO OS DOY: QUE OS
AMÉIS UNOS A OTROS; COMO YO OS HE
AMADO” (JUAN 13:34).
La parte nueva del mandamiento es como yo os he amado. Entre los cristianos se ha hecho muy común usar la palabra griega ágape. Es la que se usa para definir el amor de Cristo. El nos amó sin que nosotros le amáramos primero. Lo hizo sin esperar una respuesta recíproca. Amó sin que fuéramos amables o atractivos. Así hemos de amarnos los unos a los otros.
Otro aspecto nuevo del mandamiento se menciona en 1 Juan 2:8.
“LAS TINIEBLAS VAN PASANDO,
Y LA LUZ VERDADERA YA ALUMBRA”.
Cuando Cristo dio el nuevo mandamiento a sus discípulos la noche en que fue aprehendido, todavía no había sufrido en la cruz. Las tinieblas prevalecían por la obra del diablo. Satanás recibió un golpe fatal en la cabeza con la muerte de Cristo y las tinieblas desaparecieron. En aquel entonces, tampoco había venido al mundo el Consolador. Después de la muerte, resurrección y ascensión de Cristo, el Espíritu Santo vino a los discípulos y la luz verdadera empezó a alumbrar en todo el mundo por obra del Espíritu. Ahora los creyentes podemos amar como él nos amó.
Pero no es algo automático. El pecado está presente (1 Juan 1:8) y la lucha interna es real y verdadera (Romanos 7:18–19). Pero podemos triunfar, “porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).
El que aborrece a su hermano 2:9 y 11
Cada pasaje dificil tiene su clave. Esta sección no es la excepción. La clave es el uso que se da a la palabra hermano en cada uno de estos dos versículos. El pecado cometido se lleva a cabo por hermanos, y la acción es contra hermanos. El que aborrece a su hermano no se ha apropiado del poder del Espíritu Santo para vencer su propia carne. El resultado es que está todavía en tinieblas, anda en ellas, y no sabe a dónde va (9 y 11).
El odio no debe existir en el corazón de un creyente, pero la realidad de la historia cristiana es que cualquier hermano extraviado puede cometer cualquier pecado. Aunque tiene que sufrir las consecuencias de su pecado, sigue siendo creyente. Uno de los casos más tristes de la Biblia es el relato del pecado del gran rey David con Betsabé.
El monarca dio órdenes que provocaron la muerte de Urías, su rival. David era creyente en Dios, y la Biblia no indica que perdiera su salvación, pero tuvo que pagar un precio enorme por este pecado.
El amor a los hermanos 2:10
En este caso, el amor se manifiesta porque el hermano permanece en la luz. De acuerdo con lo que vimos en el v.6, el que permanece en Cristo es el que guarda sus mandamientos. Además de permanecer en la luz, no hay ningún tropiezo en él. Él esparce claridad sobre el camino de sus hermanos y su ejemplo es bueno.
LA LÓGICA ES EVIDENTE. EL QUE ABORRECE
A SU HERMANO ES UN TROPIEZO PARA LOS
OTROS. ¡QUÉ TRISTE!
¡PENSEMOS!
¿Cómo podemos andar como Cristo anduvo? ¿Cuál es el mandamiento antiguo que Cristo mencionó? Según Juan 13:34, ¿cuál era el aspecto nuevo del mandamiento? ¿Qué otro aspecto del mandamiento es nuevo después de la muerte de Cristo? Lea de nuevo 2:9–11. ¿Cuál es la clave para entender este pasaje? Describa el estado del que aborrece a su hermano. ¿Cuáles son las características del que ama a su hermano?
PALABRAS DE ESTÍMULO PARA TRES GRUPOS 2:12–14
Juan menciona tres grupos y explica la razón por la que escribe a cada uno.
A hijitos
A padres
A jóvenes
Porque vuestros pecados han sido perdonados por su nombre (2:12), y habéis conocido al Padre (2:13c)
Porque conocéis al que es desde el principio (2:13a y 14a)
Porque habéis vencido al maligno (2:13b), sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros (2:14b y c)
Sus palabras en 2:9 y 11 tienen la forma de regaño. Sus lectores podrían creer que estaba descontento con todos. Pero por el estímulo expresado en 2:12–14, es obvio que no era así, sino que les habla como a creyentes que van avanzando en su conocimiento de Dios y demostrando fuerza vencedora.
En la forma de referirse a sus lectores como hijitos, hay una evidente progresión de experiencias. Sus pecados habían sido perdonados por el Señor y habían llegado a conocerle en forma íntima.
Al dirigirse al otro grupo como padres, también hace hincapié en el hecho de que conocen al que es desde el principio. Vuelve a usar un término que indica madurez y una comunión íntima con el Señor.
Al llamar a los jóvenes, los alaba por la fuerza que han logrado y por la cual han vencido al maligno. Además, atribuye esa fuerza a la palabra de Dios que permanece en ellos.
INCOMPATIBILIDAD ENTRE EL MUNDO Y DIOS 2:15–17
La Biblia usa la palabra mundo de diferentes maneras. El mundo fue creado por Dios (Juan 1:10). El amó al mundo (Juan 3:16). En 1 Juan 2:15–17 se habla del mundo como un sistema totalmente opuesto a Dios. El mismo está encabezado por Satanás (1 Juan 5:19), quien lucha en forma sutil para frustrar los propósitos divinos.
La enseñanza bíblica es clara en cuanto a la actitud que los creyentes deben manifestar hacia ese sistema llamado mundo: No han de amar al mundo ni las cosas que están en el mundo (2:15).
Juan usa tres cosas bien conocidas para definir lo que está en el mundo: los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria (2:16a). El gran peligro de participar en estas cosas es que no provienen del Padre, sino del mundo (2:16b).
El resultado final es que el mundo con sus deseos pasa, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre (2:17).
¡PENSEMOS!
Lea cuidadosamente 2:12–14. ¿Qué dice Juan a cada uno de los tres grupos? Reflexione en Juan 3:16. ¿Le parece que nosotros debemos amar al mundo de la misma manera en que Dios lo amó? En 1 Juan 2:15–17, ¿cuál es el significado de la palabra mundo? ¿Por qué no debemos amar al mundo? ¿Cuáles son las tres cosas que Juan menciona para definir lo que está en el mundo?
Incentivos para Estrechar la Comunión
1 Juan 2:28–3:3
Con mucha frecuencia, las empresas comerciales usan incentivos con el fin de estimular a sus empleados. El incentivo es un buen método para lograr mayor producción del trabajador o mayor cantidad de ventas del agente vendedor. Dios también emplea incentivos en su Palabra.
Por ejemplo, en 2 Corintios 9:6b, el apóstol Pablo dice: “…y el que siembra generosamente, generosamente también segará”. Este es un concepto agrícola que el apóstol utiliza para estimular a los creyentes a que dieran mayores ofrendas para la obra de Dios. Si el principio es válido para la agricultura, también debe serlo para la obra de Dios.
En esta sección de 1 Juan, el autor usa incentivos para estimular a los creyentes a que dieran una mejor obediencia al Señor con el propósito de lograr un acercamiento a Dios más íntimo, el que resultará en una comunión plena con él y los hermanos.
PRIMER INCENTIVO: LA VENIDA DE CRISTO 2:28
Necesidad de permanecer en él 2:28a
Juan se dirige de nuevo a sus lectores como “hijitos”, y les exhorta a que permanezcan en “él”. El antecedente de “él” en el contexto, probablemente se refiere al Hijo. Llegamos a esta conclusión al comparar 2:23–25 con 2:28. En el pasaje anterior, Juan afirma que el Padre y el Hijo son uno. De modo que el Padre también podría ser el antecedente. Pero el v. 28 lo aclara al hacer referencia a “su venida”. El Hijo es el que ha de venir.
El que permanece en él, vive confiado 2:28b
Aquí se ofrece otro incentivo. El que permanece en él, tendrá confianza cuando Cristo se manifieste. Hay un contraste obvio mencionado en el texto. El que no lo hace, corre el riesgo de alejarse de él avergonzado.
¡Qué incentivo para obedecerle! De esta manera, tendremos plena comunión con él durante nuestra estancia aquí en la tierra y esperaremos su manifestación con confianza, sin temor a recibirle con la cabeza agachada, avergonzados.
“…TENGAMOS CONFIANZA, PARA QUE EN SU
VENIDA, NO NOS ALEJEMOS DE ÉL
AVERGONZADOS” (2:28).
SEGUNDO INCENTIVO: DISCERNIR QUIÉN ES JUSTO 2:29
Cualquier padre cristiano se siente orgulloso cuando le dicen que un hijo se parece mucho con él y que tiene un comportamiento cristiano muy parecido al de su padre. Uno de los atributos de nuestro Dios es que él es justo.
Las Escrituras declaran su justicia en muchos pasajes. Basta mencionar sólo dos aquí: “Porque Jehová es justo” (Salmo 11:7). En 1 Juan 1:9 ya hemos visto que Dios es fiel y justo para perdonar nuestros pecados cuando los confesamos. Siendo que él es justo, todo lo que hace es justo, aun cuando no nos parezca así a nosotros. El creyente que permanece en él, generalmente puede reconocer a los verdaderos creyentes. Se parecen a su Padre. Hacen justicia porque son nacidos de Dios (2:29).
Lo que está en la mente del autor aquí no es la justicia perfecta de Cristo que nos fue imputada cuando recibimos a Cristo por fe para ser salvos. La frase “el que hace justicia” se refiere a las obras justas del que es nacido de Dios. Son obras de justicia hechas a través de él por el Espíritu Santo. Por lo tanto, son verdaderas obras de justicia parecidas a la justicia de Dios, porque provienen de él. Con razón los que permanecen en él pueden reconocer a tales hacedores de justicia como hijos de Dios.
“…EL QUE HACE JUSTICIA,
ES NACIDO DE ÉL” (2:29).
¡PENSEMOS!
En los versículos 2:28–29 se encuentran dos incentivos para estrechar la comunión. ¿Cuáles son? En cuanto a la venida de Cristo, ¿por qué debemos permanecer en el? ¿Cómo pueden los creyentes reconocer a otros creyentes como personas nacidas de Dios?
TERCER INCENTIVO: SER LLAMADOS HIJOS DE DIOS 3:1
¡Qué privilegio más sublime! ¡Ser llamados hijos de Dios! Participamos de la naturaleza divina (2 Pedro 1:4); tenemos su vida (Juan 3:36); y somos llamados hijos de Dios (1 Juan 3:1). Todas estas bendiciones vienen por amor de Dios.
“MIRAD CUÁL AMOR NOS HA DADO EL PADRE,
PARA QUE SEAMOS LLAMADOS HIJOS DE
DIOS…” (1 JUAN 3:1A).
Su amor comenzó a manifestarse desde la eternidad pasada, cuando el Dios trino llegó al acuerdo de enviar al Dios Hijo para morir por nuestros pecados. Fuimos escogidos por él antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4). El nos amó siendo aún pecadores (Romanos 5:8). Esto quiere decir que no había nada en nuestra naturaleza humana parecida a la naturaleza de Dios. Tal fue su amor, que estando nosotros muertos en nuestros pecados y delitos, nos dio vida juntamente con Cristo y nos llamó “hijos de Dios”. El creyente debe responder a ese amor con una entrega total y debe vivir como es digno del título: “hijo de Dios”.
El ser identificados con Dios como hijos es una gran bendición, pero también trae sus consecuencias. Ya hemos visto en el comentario sobre 1 Juan 2:15–17 que el mundo es un sistema totalmente opuesto a Dios. Siendo así, es lógico que quienes se identifiquen con el Señor como hijos, van a encontrar la misma oposición que él. Nuestro Señor Jesucristo dio la misma enseñanza a sus apóstoles en Juan 15:18–21.
¡PENSEMOS!
¿Cuál es el titulo dado a los creyentes en 3:1? ¿En qué se basa? ¿ De qué manera hemos de responder a tal amor? ¿Qué consecuencias hay por estar asociados con Dios como hijos?
CUARTO INCENTIVO: LA ESPERANZA DE VER A CRISTO 3:2–3
Hay una transición lógica entre 3:1 y 3:2. Los dos versículos anteriores han tocado el tema de ser nacidos de él (2:29) y llamados hijos de Dios (3:1). Algunas diferencias ya son evidentes. Por ejemplo, ya hacemos obras de justicia, y así podemos ser identificados por otros creyentes como personas nacidas del Señor (2:29). Pero la plenitud de “lo que hemos de ser” no se hace evidente todavía (3:2).
Cuando Cristo ascendió a la diestra de su Padre, dos ángeles dijeron a sus discípulos: “así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:11). Desde aquel momento, todos los creyentes hemos aguardado la esperanza de ver a Jesús descender del cielo. No ha sucedido todavía, pero sigue siendo “la esperanza bienaventurada” (Tito 2:13) de su iglesia.
Al acontecer este evento cumbre en la experiencia del creyente, “seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (3:2). Entre otras cosas, la naturaleza vieja pasará en ese instante y tendremos un cuerpo glorificado como el de Cristo. Estas cosas en sí son muy especiales, pero sin duda hay miles más que no son evidentes ahora.
“…SEREMOS SEMEJANTES A ÉL, PORQUE LE
VEREMOS TAL COMO ÉL ES” 3:2.
Esta esperanza bienaventurada ejerce una influencia purificadora en la vida del creyente que la aguarda. “Se purifica a sí mismo, así como él es puro” (3:3). ¡Qué sublime! Tenemos su justicia por fe. Podemos apropiarnos de su pureza por aguardar la esperanza de su venida. Vimos en el capítulo tres de este comentario que San Pablo tenía la meta de conocer a Cristo para llegar a ser semejante a él. También nosotros debemos tener la misma meta. Todos los temas de este capítulo son incentivos para que luchemos por alcanzarla.
¡PENSEMOS!
En la primera parte de 3:2, ¿qué dice Juan que no ha acontecido todavía? ¿Cuándo seremos hechos semejantes a él? ¿Qué es lo que va a producir ese cambio glorioso? Según el versículo 3, ¿qué otro beneficio hay en esperar la manifestación de nuestro Señor Jesucristo? Reflexione sobre su propia vida. ¿Está aguardando la esperanza bienaventurada de la iglesia? Apunte las medidas que piensa tomar para mejorar ese aspecto de su vida.
La Barrera de la Comunión
1 Juan 3:4–10
Al contemplar la puesta del sol desde la cima de una montaña, ¡uno no quiere bajar de allí! ¡Es algo bello, glorioso, sublime! La sensación de ser transportado a la presencia de Dios al reflexionar en la venida de Cristo, produce un éxtasis similar en el corazón del creyente. El deseo resultante es semejante al que expresó Pedro al ver a Cristo en toda su gloria en la transfiguración: “Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí” (Mateo 17:4). Desafortunadamente, tales experiencias cumbres tienen sus interrupciones, y las exigencias de la vida impiden que se repitan con frecuencia.
EL PECADO 3:4–9
La comunión íntima con Dios también tiene un obstáculo. En términos generales, lo que principalmente impide nuestra comunión con Dios, es el pecado. En la porción señalada para este capítulo, Juan toca ese tema desde varios puntos de vista.
El pecado es la transgresión de la ley divina 3:4
El quebrantamiento de cualquiera de los mandamientos de Dios es una infracción de la ley, y por lo tanto, es pecado. Santiago expresó el mismo concepto en Santiago 2:10: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos”. La conclusión es lógica. Todos hemos fallado en guardar cada detalle de la ley, y por lo tanto, todos hemos cometido pecado (1 Juan 3:4a). Así como la esperanza de la venida de Cristo nos purifica, la comisión de pecado nos contamina y aleja de Dios.
“TODO AQUEL QUE COMETE PECADO,
INFRINGE TAMBIÉN LA LEY…” (1 JUAN 3:4).
Por la infinita misericordia de nuestro Señor, su bendito Hijo vino a este mundo para quitar nuestros pecados (3:5a). En Juan 1:29 Juan el Bautista presentó a Cristo como “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.
Allí se trata del pecado en singular, o sea, la raíz del pecado. En cambio, aquí el énfasis es sobre los pecados en forma plural, o sean, los pecados individuales de cada quien. Vale la pena mencionar aquí de nuevo que la provisión de salvación en Cristo cubre los pecados de todo el mundo (2:1–2). En el caso del creyente, incluye los pecados que haya cometido antes y después de creer en el Señor Jesucristo (1:9).
“No hay pecado en él” 3:5b
Solamente alguien que no hubiera pecado podría quitar los pecados de todos los seres humanos. Los sacrificios y los sacerdotes del Antiguo Testamento eran imperfectos, y no podían quitar los pecados. Cristo es perfecto como sacrificio y sacerdote, y así se califica para ofrecerse a sí mismo para quitar nuestros pecados (2 Corintios 5:21 y Hebreos 7:23–28).
“…TAL SUMO SACERDOTE NOS CONVENÍA:
SANTO, INOCENTE, SIN MANCHA…
HECHO MÁS SUBLIME QUE LOS CIELOS…”
(HEBREOS 7:26).
¡PENSEMOS!
En 1 Juan 3:4, Juan define el pecado. ¿Cuál es su definición? Según Santiago 2:10, ¿cuántos han infringido la ley y qué grado de culpabilidad tienen? ¿Por qué se encarnó Cristo? ¿Qué significado tiene el hecho de que no hay pecado en él?
El que permanece en él, no peca 3:6a
¿Es posible que exista alguien que no tiene pecado o que no haya pecado? Según 1:8, el que dice que no tiene pecado, se engaña a sí mismo, y en 1:10 agrega que el que dice que no ha pecado, hace a Dios mentiroso. Juan afirma en 2:1 que escribe para que no pequemos, pero en el mismo versículo habla de la provisión que Dios ha hecho para el que “hubiere pecado”. ¿Qué pasa en el 3:6a? ¿Será posible que tan pronto haya olvidado lo que dijo antes? ¿Es posible que haya contradicciones en las Escrituras?
¿ES POSIBLE NO PECAR?
SI LO ES, ¿QUIÉN NO PECA?
La clave está en el versículo anterior. El que no peca (3:6a) es en quien no hay pecado (3:5b). Parece que San Pablo tenía estos mismos conceptos en mente cuando escribió en Gálatas 2:20: “…y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios”.
Pareciera que Pablo estuviera exento de toda clase de tentación. Sin embargo, él escribe en Romanos 7:15–25 acerca de su lucha interior, que a veces le impedía hacer lo que quería hacer el Espíritu. Su conclusión en el versículo 25 derrama mucha luz sobre este contexto: “Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado”. El cristiano tiene dos naturalezas. Cristo vive en él y también su carne. El Cristo puro (3:3) y sin pecado (3:5) no peca, y mientras el creyente permanezca en Cristo, tampoco peca (3:6a). Su carne sí puede ser tentada por Satanás, y cuando cede a la tentación, peca. En tal caso, no pierde la salvación, pero sí hay una ruptura de su conocimiento íntimo de Dios.
El que hace justicia es justo 3:7
En el versículo 3 hemos visto que la pureza de Cristo se refleja a través del creyente que aguarda la esperanza bienaventurada de la iglesia. En 3:7 notamos que la justicia de Dios se manifiesta por medio del que es justo. El injusto no puede manifestar la justicia de Dios porque no la posee, y aun sus mejores obras buenas no son reflejo de la justicia de Dios (Isaías 64:6). En cambio, el creyente que es justo, y sólo puede hacer obras justas. Cuando el creyente anda en la luz, el Padre hace la misma justicia a través de él.
“…AQUEL QUE ES NACIDO DE DIOS,
NO PRACTICA EL PECADO…” (3:9).
El que practica el pecado es del diablo 3:8–9
Los versículos 8 y 9 introducen otra dimensión al tema bajo consideración. Se trata de “el que practica el pecado” o “no practica el pecado”. El que practica el pecado está demostrando su verdadera naturaleza. Juan dice en el versículo 8 que pertenece al diablo, quien ha estado pecando desde el principio. Parece que en realidad no ha habido un cambio en dicha persona. No ha tenido la experiencia de 2 Corintios 5:17. Siempre ha practicado el pecado, y aunque haya hecho una profesión de fe, sigue practicándolo. Esta es su costumbre, y tiene que manifestarse de todos modos.
En cambio, el creyente no practica el pecado como costumbre, porque no es su naturaleza pecar. Él practica las cosas que reflejan el carácter de Dios, porque es nacido de Dios (3:9).
CNTRASTE ENTRE LOS HIJOS DE DIOS Y LOS DEL DIABLO 3:10
Los hijos de Dios
Los hijos del diablo
Hacen justicia
Aman a su hermano
No hacen justicia
No aman a su hermano
Probablemente, estas características contrastantes han de entenderse a la luz de lo dicho en los versículos 8 y 9. Quienes practican la justicia y el amor hacia los hermanos, están demostrando que han nacido de Dios. Los que no practican la justicia y el amor hacia los hermanos, están demostrando que no han nacido de Dios. Son de otra familia, y su padre se llama diablo.
¡PENSEMOS!
Analice el significado de la frase de 6a que dice: “Todo aquel que permanece en él, no peca”. ¿Por qué dice 1 Juan 3:7 que el que hace justicia es justo? Explique las frases: “el que practica el pecado” y el que “no practica el pecado” (3:8–9). Según el versículo 10, ¿cuáles son las dos pruebas de que uno no es de Dios? En contraste, ¿cómo se puede saber que uno es hijo de Dios?
Evidencias de la Comunión
1 Juan 3:11–23
La última parte del versículo 3:10 nos proporciona la transición para introducir este capítulo: “…todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios”. Aquí Juan comienza a tratar el tema del amor y el pasaje de 1 Juan 3:11–18 lo continúa.
PRIMERA EVIDENCIA: AMARNOS UNOS A OTROS 3:11–12
El amor a los hermanos era un mandamiento antiguo que había sido dado desde el principio (3:11a). El principio en este contexto probablemente tiene que ver con las experiencias que los apóstoles tuvieron con el Señor Jesucristo durante su estancia aquí en este mundo. Sin embargo, vimos anteriormente que es un mandamiento más antiguo todavía (Levítico 19:18). De todos modos, es una orden que se había oído desde el comienzo.
EL AMOR HACIA LOS HERMANOS ES PRUEBA
DE QUE SOMOS HIJOS DE DIOS (3:14A).
Un ejemplo de falta de amor v. 12
El apóstol dice que nuestro amor no debe ser como el de Caín, quien mató a su hermano. Por el contrario, mostró odio y no amor hacia Abel. Aunque ambos nacieron de los mismos padres físicos, parece que eran de diferentes familias espirituales. El primero era del maligno, una referencia al diablo. La razón dada es que sus obras eran malas, y las de su hermano justas. He aquí un ejemplo de lo que vimos en 1 Juan 3:10, donde se dice que el que no ama a su hermano, no es de Dios, sino que manifiesta odio porque está arraigado en su corazón. Por lo tanto, hace las obras de su padre el diablo (Juan 8:41–44).
SEGUNDA EVIDENCIA: EL MUNDO NOS ABORRECE 3:13–14A
Si fuéramos del mundo, el mundo nos amaría (Juan 15:19a). El Señor Jesucristo nos ha escogido de entre el mundo, y por eso, éste nos aborrece (Juan 15:19b). Si el mundo nos amara, tendríamos que preocuparnos. Pero el odio del mundo es motivo de gozo. Como odia a Cristo, su odio hacia nosotros muestra que somos de Dios.
Hemos pasado de muerte a vida 3:14a
Juan habla con seguridad acerca de la nueva vida. “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos” (3:14a). Pasar de muerte es una referencia a lo que pasó cuando creímos en Cristo. Juan usa la misma fraseología en el evangelio que lleva su nombre (Juan 5:24). Antes, estábamos muertos en nuestros pecados y delitos (Efesios 2:1). Pero Dios nos dio vida por creer en el nombre de su bendito Hijo Jesucristo (Efesios 2:5). Ya pasamos a vida (3:14a). Es nuestro estado actual y permanente. ¿Cómo lo sabemos? Porque amamos a los hermanos. Aquí el término “hermanos” se refiere claramente a todos los demás seres humanos que han pasado de muerte a vida.
Sólo Dios puede producir esta clase de amor. Para el creyente, el amor hacia los hermanos es algo muy especial. ¡Es un milagro! Antes de nacer de nuevo, uno tiende a mirar a “los hermanos” con desprecio y considerarlos hipócritas. Posiblemente aún observe using fallas en ellos. La nueva vida no ciega los ojos a las debilidades ajenas, pero llena el corazón de un amor semejante al amor de nuestro Señor Jesucristo.
¡PENSEMOS!
¿Qué evidencias de nuestra comunión con Dios se aprecian en 3:11–14? ¿Por qué no hemos de extrañarnos si el mundo nos aborrece? ¿Qué ejemplo pone Juan de alguien que no amó a su hermano? ¿Qué es lo que prueba el odio de Caí n? Reflexione sobre su propio cambio de actitud hacia los hermanos cuando pasó de muerte a vida. Comparta su testimonio al respecto con otros.
EVIDENCIAS DE NO VIVIR EN COMUNIÓN 3:14B–15
No amar a los hermanos 3:14b
Después de confirmar a los verdaderos creyentes su relación con su Padre Dios (3:14a), Juan pone de relieve la actitud contraria: “El que no ama a su hermano, permanece en muerte” (3:14b). La conclusión lógica es que no ha pasado de muerte a vida. Por lo tanto, su corazón está lleno de odio. Es como Caín, que era del maligno. No ama porque no ha tenido la experiencia de nacer de nuevo.
Tener tendencias malignas 3:15
El apóstol compara a este tipo de gente con un homicida que no tiene vida eterna permanente en el Señor. La ausencia de vida eterna indica una condición perdida. La vida eterna no se pierde (Juan 10:27–28), pero no puede permanecer donde nunca ha estado.
Hay una diferencia crucial entre 2:7–11 y 3:14b–15. En el primer pasaje, el autor habla de tinieblas y luz para referirse a la comunión con Dios (2:11). Aquí usa la muerte y la vida, diciendo que el que no ama a su hermano, permanece en muerte (3:14b). Por lo tanto, el que odia a su hermano no posee vida espiritual (3:14b).
OTRAS EVIDENCIAS DEL VERDADERO AMOR 3:16–18
El modelo, Cristo v. 16a
Porque él puso su vida por nosotros.
La respuesta correcta v. 16b
Debemos demostrar el amor, estando dispuestos a poner nuestra vida por los hermanos.
“NO AMEMOS DE PALABRA NI DE LENGUA…”
(1 JUAN 3:18)
Otra muestra v. 17
Debemos compartir con nuestros hermanos en sus necesidades. Nuestra tendencia es hablar mucho acerca del amor sin poner por obra lo que profesamos. Juan exhorta a amar en hecho y en verdad, y no sólo de palabra (3:18). Santiago tiene instrucciones parecidas en 2:15–16. El que tiene bienes de este mundo debe compartirlos con sus hermanos necesitados.
¡PENSEMOS!
Lea cuidadosamente 3:14b–15. ¿Cómo sabemos que el que aborrece a su hermano probablemente es inconverso? ¿De qué manera es Cristo el modelo del amor? Juan menciona dos pruebas de nuestro amor para con los hermanos. ¿Cuáles son? Según el v. 18, ¿cómo debemos amar?
MÁS EVIDENCIAS DE LA COMUNIÓN CON DIOS 3:19–23
Nuestro corazón nos reprende vv. 19–21
En este pasaje Juan da otra prueba de la manera en que podemos saber si somos de la verdad y así asegurar nuestros corazones delante de Dios (3:19). Menciona un problema difícil para el creyente.
Se trata de la cuestión de las ocasiones en que nuestro corazón nos reprende (3:20a). Generalmente es saludable que esto suceda, en especial cuando hemos pecado. Es el método que usa el Espíritu Santo para llamarnos la atención y encaminarnos de nuevo hacia Dios.
Juan trata la reprensión de nuestro corazón como un problema, y nos asegura que Dios es mayor que nuestro corazón (3:20b). Su conclusión es que Dios, que es omnisciente, interviene para que el corazón no nos reprenda en forma innecesaria (3:20c y 21a).
Supongamos el caso de que un creyente cometa pecado. Es muy probable que el Espíritu le reprenda y esto es una bendición. Es otra prueba de su salvación. Dios no reprende a los que no han nacido de él (Hebreos 12:5–8). Cuando el creyente confiesa su pecado, Dios, en su fidelidad y justicia, lo perdona y limpia (1:9). Si el pecador cree en la palabra de Dios en tales momentos, debe salir de esa experiencia con el corazón limpio de reprensión. En el caso de quien tiene poca fe, Dios, que sabe todas las cosas, ayuda al corazón a no sentirse reprendido y da confianza a sus hijos para que se acerquen a él (3:21).
Nuestras oraciones son contestadas 3:22
Saber que Dios nos restaura al borrar de nuestra mente un sentido de culpabilidad, nos da confianza y nos anima a acercarnos a él con nuestras plegarias. El autor de la Epístola a los Hebreos habla de esto en 4:16: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. Además de invitarnos a acercarnos con confianza, Dios promete que recibiremos cualquier cosa que pidamos (3:22a).
“…CUALQUIERA COSA QUE PIDIÉREMOS
LA RECIBIREMOS DE ÉL, PORQUE
GUARDAMOS SUS MANDAMIENTOS…”
(3:22)
Sin embargo, existen algunas condiciones. Debemos guardar sus mandamientos y hacer las cosas que le agradan (3:22b y c). En 2:3–6 vimos que hay una relación estrecha entre la obediencia y el conocimiento íntimo de Dios. Una comaparación de 2:3–6 con 3:22 nos ayuda a ver que la comunión con nuestro Señor y el conocimiento de él tienen mucho que ver con las oraciones contestadas.
Dicho de manera positiva, podemos tener plena confianza en que cuando guardamos sus mandamientos, él contesta nuestras oraciones, y las respuestas en sí son una prueba enorme de que le pertenecemos. Como se dice en otra parte de esta epístola, sus mandamientos no son gravosos (5:3). En 3:23, Juan informa que los mandamientos del Señor tienen dos aspectos: a) creer en el nombre de su Hijo, y b) amarnos unos a otros.
En este solo mandamiento se combinan la teología y la práctica. Es algo profundamente teológico depositar nuestra fe en el Hijo de Dios y algo maravillosamente práctico amarnos unos a otros. Ambas cosas se incluyen en un solo mandamiento y demuestran la importancia de que exista equilibrio en la vida cristiana. Debemos tener una buena doctrina, pero la buena enseñanza se ha de llevar al terreno de la práctica. Lo contrario de esto también es correcto. El que quiere amar a los hermanos sin creer en Jesucristo el Hijo de Dios, carece del fundamento y la dinámica del verdadero amor.
¡PENSEMOS!
¿De qué manera podemos evitar que nuestro corazón nos reprenda? Cuando nuestro corazón no nos reprende, ¿qué experiencia disfrutamos? Según el versículo 22 hay condiciones para que nuestras oraciones sean contestadas. ¿Cuáles son? Reflexione acerca de las oraciones que ha visto contestadas en su vida. ¿Qué dice eso en cuanto a su relación con Dios? ¿Cuál es el mandamiento dado en el versículo 23?
Cómo Distinguir entre los Espíritus
1 Juan 3:24–4:6
Hay espíritus malos en el mundo y también está el Espíritu Santo que es totalmente bueno. Los espíritus malos procuran pervertir el plan de Dios para sus hijos. Su forma de actuar es muy sutil, y por eso es muy necesario advertir a los hijos de Dios que no les hagan caso. Siguiendo el patrón de su jefe Satanás, tienen la capacidad de disfrazarse como ángeles de luz (2 Corintios 11:14).
EL ESPÍRITU DE DISCERNIMIENTO MORA EN LOS CREYENTES 3:24
Terminamos el capítulo anterior hablando de la bendición que es ver que nuestras oraciones son contestadas cuando guardamos los mandamientos del Señor. Hay dos beneficios adicionales por guardarlos (3:24): Permanecemos en Dios, y él permanece en nosotros (3:24a y b). Juan nos da la clave para estar seguros de que él permanece en nosotros. Dice que nos ha dado su Espíritu (3:24c).
Hay muchos textos bíblicos que afirman la presencia del Espíritu Santo en todos los creyentes. Basta mencionar unos pocos aquí (1 Corintios 3:16 y 6:19).
“Y SI ALGUNO NO TIENE EL ESPÍRITU DE
CRISTO, NO ES DE ÉL” (ROMANOS 8:9).
Lo contrario es también correcto. El que tiene el Espíritu de Cristo, seguramente es de él.
La presencia del Espíritu Santo en el creyente tiene muchos beneficios, pero en este contexto nos vamos a limitar al tema presente que trata del conflicto entre el espíritu de verdad y el espíritu de error, en especial tocante a la encarnación de nuestro Señor Jesucristo. El capítulo 4 comienza con una seria advertencia.
CÓMO PROBAR A LOS ESPÍRITUS 4:1–3
“Probad los espíritus, si son de Dios” 4:1
Muchas veces los falsos profetas cargan Biblias y externan los mismos términos que usan los cristianos. Entran en los templos, cantan y oran. Usan estas cosas como carnada para pescar al creyente ingenuo. Dentro de la carnada se encuentra el anzuelo. Una vez enganchado el hermano, comienzan a ofrecerle su veneno.
Estos engañadores son controlados por los espíritus malos. Con razón Juan advierte a sus lectores: “Probad los espíritus si son de Dios” (4:1b) y nos dice cómo.
El “que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios” 4:2
Aquí el apóstol establece la única regla fija que nos puede ayudar a reconocer a quienes no proceden de Dios. El que pretende ser enviado por el Altísimo, debe aceptar que Jesucristo, el Hijo de Dios, se encarnó para salvación de muchos.
El que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios 4:3
Juan dice que el que no acepta este fundamento, no sólo no es de Dios, sino que tiene el espíritu del anticristo. Al hacer esta prueba y confirmar que son del anticristo, no debemos asociarnos con ellos. Si llegan a nuestra casa con su doctrina falsa, no debemos ni siquiera abrirles la puerta (2 Juan 10 y 11).
“CUALQUIERA QUE SE EXTRAVÍA,
Y NO PERSEVERA EN LA DOCTRINA DE
CRISTO, NO TIENE A DIOS…”
(2 JUAN 9)
¡PENSEMOS!
Según 3:24, ¿qué beneficios recibe el que guarda los mandamientos del Señor? ¿Cómo sabemos que él permanece en nosotros? ¿Qué versículo usaría usted para probar que el Espíritu Santo mora en el creyente? ¿Por qué no hemos de creer a todo espíritu? ¿Qué regla pone Juan para reconocer si el espíritu de las personas es de Dios o no? ¿Cuáles son algunas de las sectas falsas que hay en la actualidad que pervierten la doctrina de Cristo? ¿Cuál ha de ser nuestra actitud hacia sus adeptos?
TRIUNFO SOBRE LOS FALSOS MAESTROS 4:4–6
Los hijos de Dios vencen a los falsos Cristos 4:4
Siendo que los falsos profetas se presentan en este contexto como protagonistas de enseñanzas falsas acerca de la persona de Cristo, es razonable concluir que el triunfo de los “hijitos” creyentes indica que no han cedido a la doctrina errónea. Es importante observar que el agente de la victoria no es el creyente, porque no vence al enemigo por su propia inteligencia, astucia o fuerzas.
“…MAYOR ES EL QUE ESTÁ EN VOSOTROS,
QUE EL QUE ESTÁ EN EL MUNDO”
(1 JUAN 4:4).
El que está en nosotros es el mismo Espíritu de Dios. Nuestro triunfo es posible gracias a su intervención y por la victoria de Cristo sobre Satanás en la cruz. Luchamos contra un enemigo derrotado. El Espíritu Santo, que permanece en nosotros, nos ayuda a apropiarnos del triunfo de Cristo. Es muy lógico que el Espíritu Santo sea el que nos ayude a vencer en la lucha contra las doctrinas falsas, porque fue enviado a morar en nosotros y guiarnos a toda la verdad (Juan 16:13). Siempre venceremos cuando vivimos en obediencia a él.
¡PENSEMOS!
¿ A quiénes han vencido los “hijitos” de Juan? ¿Quién es el que mora en nosotros y que es mayor que el que está en el mundo? ¿Cuáles son algunos peligros de luchar contra los espíritus malos con nuestra propia fuerza? ¿Qué promesa pertinente a la verdad nos hace nuestro Señor Jesucristo en Juan 16:13?
Los espíritus malos son del mundo 4:5
En 1 Juan 4:5a se hace la observación de que los espíritus malos son del mundo. En 5:19 notamos que el mundo entero está bajo el maligno. De modo que esos espíritus malos pertenecen al reino de las tinieblas, y luchan con todas sus fuerzas contra Dios y su reino de luz.
“…DE LA ABUNDANCIA DEL CORAZÓN
HABLA LA BOCA” (MATEO 12:34).
Los espíritus malos hablan del mundo 4:5b
Además, por estar asociados con el mundo, hablan de él (4:5b). En Mateo 12:34 Cristo reprendió a los fariseos con las siguientes palabras que encajan bien aquí: “¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos?”
El mundo escucha a los espíritus malos 4:5c
Asimismo, el mundo los oye. A nosotros nos parece raro que alguien quiera escuchar a los falsos profetas, pero la Biblia profetiza tales cosas: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oir, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias” (2 Timoteo 4:3).
Nosotres somos de Dios y el mundo no nos escucha 4:6
Como resultado de la relación que tenemos en común, los que conocen a Dios nos oyen (4:6b). Pero quienes no son de Dios, no nos hacen caso. No podemos servir a dos maestros. Siendo que ellos son del sistema que se opone totalmente a Dios, no es extraño que no nos oigan. Juan termina esta sección haciendo un resumen: “En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error” (4:6d).
CONTRASTE ENTRE EL ESPÍRITU DE VERDAD Y EL ESPÍRITU DE ERROR
El Espíritu de verdad
El espíritu de error
Mora en los creyentes (3:24)
Confiesa que Jesucristo ha venido en carne (4:2)
Es de Dios (4:2).
Está en los creyentes (4:4)
Ha vencido (4:4)
Es mayor (4:4).
Es de Dios (4:6).
Habla de Dios (sobreentendido)
Los creyentes lo escuchan (4:6).
Ha salido por el mundo (4:1).
No confiesa que Jesucristo ha venido en carne (4:3).
Es del anticristo (4:3).
Está en el mundo (4:4).
Ha aido vencido (4:4).
Es inferior (4:4).
Es del mundo (4:5)
Habla del mundo (4:5)
El mundo lo oye (4:5).
¡PENSEMOS!
¿Por qué hablan los falsos profetas acerca del mundo? ¿Cómo responde el mundo a ellos? ¿Por qué nos escuchan los creyentes a nosotros? ¿Cómo responde a nosotros el que no conoce a Dios? ¿Cómo piensa aplicar a su vida lo que ha aprendido de este estudio?
El Amor Demostrado
1 Juan 4:7–21
Hay amor genuino y hay amor fingido. Aun gran parte del amor que aparentemente es genuino, proviene de fuentes incapaces de producir amor verdadero. Tal vez sea un amor bien intencionado, pero procede de esfuerzos humanos que nunca pueden agradar a Dios. En estos versículos, Juan presenta la fuente verdadera del amor y da las pruebas que debemos emplear para saber si el amor que uno profesa viene de Dios o no.
LA ÚNICA FUENTE DE AMOR VERDADERO 4:7–8
El amor es de Dios 4:7
El v. 7 comienza con un imperativo: “Amados, amémonos unos a otros”. A primera vista, pareciera fácil cumplir este mandamiento, pero no lo es. Entre nosotros, los seres humanos, hay la tendencia a creer que podemos imitar los atributos de Dios o hacer sus obras. Nada está más lejos de la verdad. En nosotros mismos no existe el verdadero amor ni la capacidad de imitarlo.
El amor es de Dios, no del diablo
El hombre natural sólo puede producir odio o amor artificial, porque él es de su padre el diablo, quien es homicida desde el principio (Juan 8:44). Aun cuando el hombre natural no haya llevado al terreno de la práctica el homicidio, en su corazón existe la propensión a él, porque no ha nacido de Dios.
El amor es de Dios, no de la carne
El creyente carnal, que no tiene comunión con Dios, no puede producir el verdadero amor tampoco. La primera virtud mencionada en Gálatas 5:22 como fruto del Espíritu, es el amor. El fruto del Espíritu se produce en el creyente cuando permanece en Cristo (Juan 15:1–8).
Esta clase de amor sí puede cumplir con el mandamiento de Dios de amarnos unos a otros, porque proviene de él. Se da al que ha nacido de Dios, y le conoce (4:7). La referencia al nuevo nacimiento establece que es un amor sobrenatural hecho posible por la regeneración del Espíritu Santo (Tito 3:3–6). Al decir: “Todo aquel que ama… conoce a Dios”, Juan confirma la enseñanza de 2:3, donde dice que guardar los mandamientos del Señor es prueba de que uno lo conoce. La expresión habla de conocerlo íntimamente, no conocerlo como Salvador. La frase “es nacido de Dios” indica esto.
DIOS ES AMOR (4:8B)
Intrínsecamente, Dios es amor 4:8
El amor es parte fundamental de su carácter. No es algo que él dispensa, sino que forma su ser. Hay un contraste interesante entre la última parte de 4:7 y la primera parte de 4:8.
El que ama (4:7)
El que no ama (4:8)
Es nacido de Dios
Conoce a Dios
No conoce a Dios
Juan dice con toda claridad que el que ama, es nacido de Dios, pero no dice de dónde nace el que no ama. Sin embargo, afirma categóricamente que el que ama conoce a Dios, y el que no ama, no lo conoce. Es evidente en toda la Biblia que nacer de nuevo es el paso inicial de la salvación, pero hay pasajes que indican que alguien puede ser nacido de Dios y no obstante, no obedecerle. En tal caso, tiene nueva vida, pero su estado descarriado no la manifiesta de lleno.
Se puede decir que tal persona tiene fe y la vida eterna, pero no demuestra amor, porque no conoce a Dios íntimamente. Dicha persona no puede atribuir su falta de amor a Dios porque Dios es amor. Esa frase expresa un concepto filosófico muy acertado. En cambio, no se puede decir que el amor es Dios. Él es mayor que cada uno de sus atributos y que el conjunto de ellos.
¡PENSEMOS!
¿De quién proviene el verdadero amor? ¿Por qué no puede amar de verdad el inconverso? ¿Cuáles son las dos cosas que Juan señala en el versiculo 7 acerca de aquél que ama? En el versículo 8, Juan menciona una de las cualidades intrínsecas de Dios. ¿Cuál es la frase que usa? Explique cómo es posible ser nacido de Dios y no conocerlo íntimamente.
EL AMOR DEMOSTRADO 4:9–10
El ejemplo por excelencia
La demostración cumbre del amor es que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo para morir por nuestros pecados. Juan 3:16 expresa lo mismo en forma sin igual. No hay duda de que éste es el texto favorito de millones de cristianos en todo el mundo. En este pasaje, Juan expone dos beneficios de contar con ese amor tan grande.
Dios envió a su Hijo para que vivamos por él 4:9
Esta expresión nos recuerda que estábamos muertos en nuestros pecados y delitos antes de creer en Jesucristo como nuestro único y suficiente Salvador. No había nada atractivo en nosotros cuando él murió en nuestro lugar. Al creer en él, nos dio vida, vida eterna.
Dios envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados 4:10
El otro beneficio mencionado es que Dios envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Esto habla de presentar un pago satisfactorio por nuestras transgresiones. Dios quedó satisfecho con el sacrificio de su bendito Hijo al morir en la cruz. Vea el comentario sobre 1 Juan 2:2 (capítulo 2 de este tomo).
Dios tomó la iniciativa al manifestar el amor 4:10
El amor no consiste “en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros”. No teníamos la capacidad de amar y si hiciéramos algún esfuerzo propio, no tendría ningún valor. Era necesario que él tomara la iniciativa para producir algo satisfactorio, para darnos vida con la cual amar y para poner delante de nosotros un ejemplo perfecto de amor.
LA RESPUESTA DEL CREYENTE A SU AMOR 4:11–13
Ama a sus hermanos 4:11
Ya hemos tomado nota de la manifestación del amor de Dios hacia nosotros por medio de la muerte de su Hijo Jesucristo. ¿Cómo vamos a responder a semejante expresión de amor? Siendo que Dios nos amó tanto, es lógico que debemos amarnos unos a otros (4:11). Vale la pena recalcar que éste no es un mandamiento vacío ni imposible de cumplir. El que es amor mora en nosotros para capacitarnos a amar y nos motiva a hacerlo, habiéndonos dado un ejemplo tan grande de su amor incomparable.
Se siente seguro por la manifestación del amor 4:12
Si practicamos el amor hacia otros, esta es una evidencia de que Dios permanece en nosotros y su amor se ha perfeccionado (o ha llegado a su plenitud) en nosotros (4:12). Todo esto se relaciona con el mandamiento de amarnos unos a otros. El amor de Dios se perfecciona en nosotros sólo cuando hay obediencia a sus mandamientos. Vea el comentario sobre 2:3–5.
Se siente seguro por la presencia del Espíritu 4:13
Si uno no conociera la palabra de Dios, correría el riesgo de creer que él pudiera alejarse del creyente. La triste verdad es que muchos cristianos tienen esa duda. Cuando nuestro Señor Jesucristo prometió a sus discípulos que enviaría al Consolador, aclaró: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre” (Juan 14:16). Después agregó en el mismo contexto, que el Espíritu moraría y estaría en ellos. La expresión: “para siempre” indica que su estancia en nosotros es permanente. Es una bendición saber también que nosotros permanecemos en él. El Espíritu mismo atestigua todo eso (4:13). Vea también Romanos 8:16.
¡PENSEMOS!
¿Cuál es la demostración máxima del amor de Dios? ¿Cuáles son los beneficios de su amor mencionados en 4:9–10? ¿Cómo debemos responder? Según el versículo 12, ¿cuál es el resultado de amarnos unos a otros? ¿Cómo podemos estar seguros de que él permanece en nosotros y nosotros en él?
EL TESTIMONIO DEL QUE AMA 4:14–16
Testifica que el Padre ha enviado al Salvador del mundo 4:14
El que permanece en él, testifica que el Padre ha enviado a su Hijo, el Salvador del mundo (4:14). Parece que el propósito de esto no es confirmar la encarnación de Cristo, aunque Juan ya lo había testificado también. La idea es proclamar su obra como Salvador del mundo.
Testifica que Jesús es el Hijo de Dios 4:15
El creyente también testifica que Jesús es el Hijo de Dios (4:15). No hay separación entre Jesús y Cristo. Jesús es su nombre humano, pero no es sólo un ser humano; es el Hijo de Dios. Juan da testimonio con estas palabras de su deidad y su humanidad, y así confirma su encarnación.
“EL QUE PERMANECE EN AMOR, PERMANECE
EN DIOS, Y DIOS EN ÉL” (4:16).
BENEFICIOS DE PERMANECER EN ÉL 4:17–21
Tenemos confianza para el día del juicio 4:17
No habrá un solo gran juicio final para todos los seres humanos. Nuestros pecados ya fueron juzgados en Cristo en la cruz y no debemos tener miedo de comparecer ante el trono blanco (Apocalipsis 20:11–15): “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). Sin embargo, todos los creyentes deben comparecer ante el tribunal de Cristo (2 Corintios 5:10). El perfeccionamiento de su amor nos inculca seguridad para esperarlo con gozo y para acercarnos a él confiadamente mientras sigamos viviendo en este mundo (4:17).
Echa fuera el temor 4:18
El perfeccionamiento de su amor en nosotros también echa fuera el temor (4:18). El que sigue temiendo, no disfruta del amor de Dios en su plenitud.
Una prueba final 4:20
Hay quienes hablan mucho acerca de su amor para con Dios, y con razón. Al meditar en su gran amor hacia nosotros, ¿cómo no vamos a amarle? Juan pone a prueba esa profesión de amor (4:20) diciendo: “El que no ama a su hermano, a quien ha visto, ¿Cómo va a amar a Dios, a quien no ha visto?” Termina esta sección repitiendo un imperativo ya dado varias veces: “El que ama a Dios, ame también a su hermano” (4:21).
¡PENSEMOS!
Juan testifica de dos cosas en 4:14 y 15, ¿cuáles son? ¿Qué beneficios de permanecer en el Señor se encuentran en 4:17 y 18? ¿Cuál es la prueba final que se menciona en 4:20? ¿Cuál es el mandamiento dado en 4:21?

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