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jueves, 31 de marzo de 2022

¿Qué es lo que nos dice Dios a través de las Cartas de Juan?




Introducción a 1, 2 y 3 Juan

Los tres libros del NT conocidos como 1, 2 y 3 Juan que han llegado a nosotros son tan similares entre sí que mucho de lo que se dice de uno se puede aplicar a los otros. Por tanto, esta introducción tratará esas características que tienen en común los tres libros. El comentario sobre cada uno de ellos también viene precedido por una breve introducción que trata los temas específicos de cada carta.

Importancia de las cartas

Antes de centrarnos en los asuntos históricos, se debe tomar en consideración la cuestión de por qué molestarse en estudiar estos tres libros. Su presencia en el NT, por supuesto, exige la atención de aquellos que creen que la Biblia es la Palabra de Dios. Pero, ¿Cuál es la importancia de estas tres breves cartas que se encuentran hacia la parte final de nuestras Biblias?

¿Quieres conocer a Dios? ¿Te importa la verdad sobre Dios? Conocer de verdad a Dios es el tema general del evangelio de Juan y de sus cartas. En un mundo que ya estaba plagado de religiones y filosofías conflictivas, un mundo muy similar al nuestro en ese aspecto, Jesús dijo: “Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado” (Jn 17:3, cursiva añadida). Jesús define la vida eterna como el conocer a Dios, porque sólo respondiendo a la revelación que Dios hace de sí mismo a la humanidad, podemos llegar a conocerlo y a disfrutar la vida con él ahora y por toda la eternidad. Este es un tema bastante importante para toda persona en cualquier lugar a lo largo de la historia.

Es más, Jesús afirma que sólo hay un Dios verdadero, el Dios que envió a Jesucristo al mundo. Hay muchas maneras distintas, a veces conflictivas, de ver a Dios en las distintas culturas de hoy en día. Vivimos en unos tiempos espiritualmente confusos, especialmente desde que en las distintas culturas hay una mayor diversidad religiosa. Muchos creen que no importa lo que se crea sobre un poder más alto siempre y cuando creas en ello con sinceridad. Pero, ¿todas las religiones, desde las ideas orientales sobre la reencarnación a la espiritualidad de la “Nueva Era” pasando por las creencias que se enseñan en las sinagogas, las mezquitas y los templos sagrados  del mundo, pueden ser verdaderas? Juan escribió estas tres breves cartas en un tiempo espiritualmente confuso en el que había teologías en conflicto sobre Jesucristo, y lo hizo para confirmar a sus lectores que ellos tendrían vida eterna tras la muerte porque conocían de verdad a Dios en Cristo. ¿Qué puede ser más importante que eso?

Autoría y procedencia

La tradición eclesial de los primeros días del cristianismo le ha adscrito la autoría de estas cartas a Juan, del que habitualmente se cree que era el apóstol Juan — uno de los doce elegidos por Jesús, el hijo de Zebedeo, y “el discípulo al que Jesús amaba” del evangelio de Juan. Pero téngase en cuenta que ni el texto del evangelio ni las cartas llevan el nombre de Juan, o cualquier otro nombre. La segunda y tercera de Juan salieron de la pluma de “el anciano,” al que no se ha identificado en ningún momento. Las cartas y el evangelio son anónimos, pero los cristianos que los recibieron originalmente conocían sin duda alguna la identidad de su autor, y es probable que fuera debido al testimonio antiguo de esos creyentes por lo que las cartas se atribuyeron a Juan.

Pero Juan (gr. Ἰωάννης) era un nombre muy común en aquellos tiempos, y ya en los primeros momentos de la historia del cristianismo algunos pusieron en duda que “el anciano” fuera el mismo hombre que escribió 1 Juan y el evangelio de Juan. Los estudiosos modernos del NT han complicado aún más el tema al rechazar en su mayoría que el discípulo amado fuera realmente el apóstol Juan y conjeturando sobre cinco autores/redactores posibles para el evangelio y las cartas.

La adjudicación de la autoría a Juan más antigua procede de Policarpo, obispo de Esmirna (m. 156 d.C.), y de Papías, contemporáneo de Policarpo, cuyos escritos sobrevivieron únicamente como citas en escritos posteriores de Ireneo y Eusebio. 

Tanto Policarpo como Papías vivieron en los alrededores de Éfeso en Asia Menor occidental, el lugar al cual se dice que huyó el apóstol Juan cuando los romanos destruyeron el templo de Jerusalén (70 d.C.), llevándose a María, la madre de Jesús con él. Allí supuestamente vivió el resto de su larga vida, en los tiempos del reinado de Trajano, el emperador romano que dirigió el imperio desde 98 a 117 d.C. Ireneo (175–195 d.C.), obispo de Lyon, nació en Asia Menor y de niño conoció personalmente a Policarpo, del cual se dice que había sido elegido obispo de Esmirna por testigos oculares del Señor Jesús. Ireneo dice que Juan, el discípulo del Señor que estaba con Jesús en el aposento alto, escribió el evangelio mientras vivía en Éfeso (Haer. 3.1.2). Aún cuando estas fuentes están sujetas al mismo tipo de escrutinio histórico que otros documentos antiguos, suponen una impresionante cadena testimonial histórica que no tiene ningún otro libro del NT.

El testimonio de Papías es más complicado y ha estado sujeto a mayor debate, porque sus escritos sólo se han conservado dentro de los de Eusebio, cuya interpretación de las palabras de Papías plantearon la posibilidad de que hubiera dos hombres llamados Juan, uno autor del evangelio y otro, Juan el anciano, autor de las cartas y del libro del Apocalipsis (Hist. ecl. 3.39.3–17). Papías menciona a Juan dos veces, una como “discípulo del Señor” y otra como “anciano.” Pero Eusebio pasó por alto el hecho de que incluso cuando Papías se refiere a Pedro y Santiago, al principio no les llama “apóstoles” sino “ancianos,” sugiriendo que los dos títulos no eran mutuamente excluyentes en Papías. Pero incluso desde el siglo iv cuando escribió Eusebio, ha habido un debate en la iglesia sobre la autoría de las tres cartas atribuidas a “Juan” en el NT y sobre quién está enterrado en la “tumba de Juan” en Éfeso.

Aunque el tema de la autoría probablemente nunca se conozca con certeza, el autor de estas cartas claramente está reclamando ser el portador de la enseñanza apostólica de Jesús que se basaba en haber sido testigo presencial del ministerio público, muerte y resurrección de Jesús. La relación entre las tres cartas y de ellas con el evangelio (ver discusión más abajo) indica que el mismo autor escribió las tres cartas, y que fue también el autor del evangelio o un estrecho colaborador. Estas cartas insisten en que este testimonio apostólico impide cualquier reinterpretación de Jesús hecha por aquellos que no estaban comisionados por él y que estaban muy lejos de haberle conocido personalmente.

Situación histórica: ¿Lectura anti-gnóstica o lectura no polémica?

Como con cualquier carta del NT, debemos deducir el contexto histórico de las cartas de Juan y la razón por la cual fueron escritas de las cartas mismas, una tarea interpretativa intrínsecamente subjetiva que asumimos con muy poca información de otro tipo. Es difícil leer cualquier tipo de texto sin hacer suposiciones sobre la situación en la que fue escrito y la época y lugar en que vivió el autor, y cómo relacionar estas referencias en el texto con el “mundo real.” Pero al igual que una muestra de color parece cambiar dependiendo del fondo contra el que se expone, las suposiciones que los lectores aportan a la lectura pueden suponer una gran diferencia a la hora de entender el significado de un texto. Por tanto, es importante comprobar continuamente nuestras suposiciones sobre el contexto histórico de los libros bíblicos. Está claro que algunos desacuerdos perturbaban a las iglesias que estaban bajo la supervisión y la autoridad espiritual del autor, y que él pretendía reafirmar en su congregación la idea de que se salvarían si se adherían a las enseñanzas y creencias sobre Jesús que el autor representaba.

Los temas principales de cuáles son las verdaderas creencias sobre Jesús, cuál es la actitud adecuada hacia el pecado y la relación interpersonal caracterizada por el amor quedan claros, pero el porqué el autor ha escogido tratar estos temas en particular no tanto. Él refuerza su autoridad como portador de la enseñanza apostólica sobre la revelación de Dios en Jesucristo, lo cual implica que la fuente de la verdad sobre Dios en Cristo estaba un tanto en discusión. Pero el autor escribe con la intención de un pastor que se preocupa por su gente y no como un apologista que argumenta directamente en contra de aquellos que se habían ido de la iglesia o iglesias juaninas. Como escribió Brook: “Probablemente sea cierto que el escritor nunca pierde de vista las teorías de sus oponentes en ninguna parte de la epístola. Pero es importante enfatizar el hecho de que, a pesar de eso, el objetivo principal de la epístola no es exclusivamente, o siquiera principalmente, polémico.”

No obstante, la erudición a lo largo de finales del siglo xix y del xx gastaron mucho tiempo y tinta reconstruyendo la naturaleza más específica de las falsas enseñanzas suponiendo que contenían un impulso antinomiano motivado por tendencias (proto-)gnósticas. La suposición gnóstica la desarrolló en el siglo xx Rudolf Bultmann, tras lo cual las tres cartas se leyeron rutinariamente en relación con el error cristológico del Docetismo, que derivó de la aplicación del pensamiento gnóstico al evangelio de Jesucristo, y en contra de la vida licenciosa, que era una conclusión del pensamiento gnóstico aplicado a la vida cristiana. Leyendo a través de esta lente, los verbos de los sentidos en el prólogo de 1 Juan sirvieron para explicar la dimensión física de Jesús como ser humano real, y su venida en carne (1 Jn 4:2; 2 Jn 7).

A finales del siglo xx y principios del xxi ha surgido otra perspectiva que ha venido ganando terreno, la de que estas cartas no deberían leerse como una polémica directa contra el docetismo o su expresión efesia específica: el cerintianismo. La tradición enseña que Cerinto era un contemporáneo de Juan en Éfeso y enseñaba que la naturaleza divina descendió sobre el hombre ordinario que era Jesús en el momento del bautismo y que partió de él en Getsemaní, una teoría que los modernos teólogos denominan adopcionismo. (Ver comentario 1 Jn 2:19.) Ofreciendo varios factores que argumentan contra un supuesto contexto gnóstico, Lieu escribe: “Concediendo que este marco de interpretación tiene la convincente ventaja de permitir, al menos superficialmente, una exégesis coherente de toda la carta, la cuestión que debe plantearse es hasta qué punto es válido y verdadero para el pensamiento y la función de 1 Juan.”

Esta reciente teoría no polémica es un correctivo necesario para los estudios juaninos que con tanta fuerza han dependido de identificar lo que creían los secesionistas y por qué se fueron (1 Jn 2:19), y reenfoca la discusión para que sea más acorde con las propias declaraciones del autor sobre por qué escribió. Su preocupación era intentar que aquellos que estaban bajo su cuidado espiritual permanecieran dentro de los límites de la ortodoxia y no el tratar directamente la herejía (o herejías) que perturbaban a las iglesias; eso hace difícil reconstruir con especificidad los problemas que están siendo tratados. Libera a los intérpretes para que centren su atención en cómo define Juan la ortodoxia, lo cual en realidad implícitamente argumenta en contra no sólo del cerintianismo, el docetismo y el gnosticismo más ampliamente, sino también de muchas herejías a través de los siglos y en nuestro tiempo.

No obstante, queda claro por las cartas de Juan que se estaba argumentando contra algunos serios malentendidos y distorsiones del evangelio. Dado que el contexto probablemente sea Éfeso y por la probable fecha de las cartas, la influencia de las suposiciones filosóficas griegas, quizá combinadas con los malos entendidos respecto a las promesas del evangelio de Juan, habían producido creencias que, quizá inconscientemente, se oponían al evangelio de Jesucristo (o sea, eran creencias “anti-Cristo”).

Relación de las cartas con el evangelio de Juan

Queda claro que aunque el principal propósito de 1 Juan no era polemizar, el cisma dentro de la comunidad fue la razón inmediata de la carta, y los orígenes del cisma tienen que verse en esos elementos del pensamiento de la comunidad de 1 Juan que necesitaban tanto el debate cristológico como moral. Es al trazar las raíces de estos elementos del cuarto evangelio cuando entendemos mejor el problema y el logro de 1 Juan.

A pesar de las diferencias que podemos encontrar debido a que se trata de géneros diferentes, las cartas de Juan y el evangelio de Juan están más próximos en lenguaje, estilo, cosmovisión dualista y teología que cualquier otro libro del NT. Painter observa que las similitudes entre el evangelio y las cartas es más estrecho que entre otros libros del NT que se sabe pertenecen al mismo autor como por ejemplo, Lucas y Hechos o 1 y 2 Tesalonicenses.

Las similitudes obvias plantean la cuestión metodológica de si deberíamos permitir, y usar deliberadamente, el cuarto evangelio para influir en la exégesis de estas cartas. Por ejemplo, ¿debería el referente o sentido de un término en particular de las cartas ser definido según la misma palabra en el evangelio? Aunque las similitudes en su conjunto nos llevan en esa dirección, los propósitos diferentes por los cuales se escribieron el evangelio y las cartas nos debería advertir en contra de hacer una equiparación rápida del sentido en ambas. De hecho, algunos intérpretes sugieren que fue una mala interpretación y un mal uso del evangelio de Juan lo que hizo surgir las falsas enseñanzas en las iglesias juaninas, y que las cartas utilizan los mismos términos del evangelio pero con la intención de corregir la herejía. Esto, por supuesto, supone asumir que el evangelio se escribió primero y ya estaba en circulación, que surgieron los problemas al ser interpretado y utilizado y que las cartas vinieron a continuación.

Thatcher presenta otra opción: que aunque las cartas y el evangelio surgieron de la misma tradición y del mismo momento histórico, la controversia se desarrolló antes de que se escribiese el cuarto evangelio cuando las enseñanzas juaninas sobre Jesús todavía estaban en forma oral. Thatcher propone que las cartas fueron escritas para sofocar la controversia en ausencia de una narración autoritativa de la vida de Jesús en forma escrita. Según el punto de vista de Thatcher la controversia provocó que se escribiera el evangelio de Juan. Aunque esta teoría es interesante y creativa, parece que las cartas se relacionan tan bien con el evangelio en su forma escrita que la tradición oral tendría que haber sido esencialmente idéntica a la del evangelio de Juan.

Relación y fecha de las tres cartas

Se puede plantear una pregunta similar sobre la secuencia y relación de las cartas entre sí. Los temas, estilo y vocabulario son tan similares en 1 y 2 Juan que resulta difícil imaginar que no procedan de la misma mano. Y las similitudes entre 2 Juan y 3 Juan — ambas procedentes de “el anciano,” cuya principal preocupación era cuándo ofrecer la hospitalidad cristiana (3 Juan) y cuándo no (2 Juan) — se unen como las dos caras de la misma moneda. (Ver Introducción a 2 y 3 Juan.) Esta observación ha conducido a los comentaristas a proponer una serie de teorías sobre la secuencia en que fueron escritas estas cartas.

Strecker cree que 1 Juan se originó de forma independiente y posteriormente a 2 y 3 Juan, una teoría mantenida también por Marshall, que estructura su comentario tratando los libros en ese orden. Johnson propone que los tres fueron escritos por la misma persona a la vez y que se presentaron como un paquete.11 Según esa teoría, Demetrio llevó una carta de presentación a Gayo (3 Juan), junto con una carta para ser leída en la iglesia de Gayo (2 Juan) como introducción al sermón que debía impartirse (1 Juan). Painter cree que las tres cartas fueron escritas por el anciano, y probablemente en el orden en que aparecen en el NT, una idea compartida por esta autora. Propongo el escenario de que 1 Juan fue escrita y predicada en la iglesia casera del anciano poco después del cisma. Pero como los secesionistas se habían ido, llevándose con ellos sus falsas enseñanzas a otras iglesias de la zona, Juan envía 1 Juan a otras iglesias con una carta de presentación (2 Juan) “a la señora escogida y a sus hijos.” Por alguna razón, Diótrefes se niega a recibir a los portadores de 2 y 1 Juan, así que el anciano se vuelve hacia su amigo Gayo en busca de apoyo, enviando a Demetrio con una carta de presentación en mano (3 Juan). Aunque es casi imposible estudiar las cartas de Juan sin imaginarse un tipo de situación similar, cualquier escenario debe ser tratado con precaución y no permitir que dicte la exégesis, porque simplemente no sabemos los detalles de las circunstancias que relacionan a estos libros entre sí.

Si asumimos que el evangelio de Juan fue escrito en torno a 85–90 d.C. y que las cartas que surgieron tras el evangelio habían estado en circulación algún tiempo, las cartas probablemente daten de alrededor de 90–95 d.C., haciendo que sean posiblemente los últimos libros del NT en ser escritos. El evangelio de Juan y las tres cartas de Juan parecen haber sido escritas para gente dentro de la misma zona geográfica (probablemente la provincia romana de Asia, que conocemos como el extremo oeste de Turquía). Los cristianos nombrados en 3 Juan se conocían personalmente, lo cual sugiere una red de iglesias de la misma región que tenían un contacto frecuente y rutinario. La razón para que se conservara 3 Juan, como breve nota escrita a una persona, Gayo, es que era una parte importante de la misma historia por la cual se escribieron 1 Juan y 2 Juan. Por tanto, se nos pide que leamos las tres cartas teniendo en cuenta la relación existente entre ellas y con el evangelio de Juan.

El lugar de las cartas de Juan en la cronología histórica del Nuevo Testamento

La exégesis histórico-gramática es el enfoque metodológico utilizado por la mayoría de los estudiosos de la Biblia evangélicos. Eso significa interpretar el texto dentro de su contexto histórico original y prestar mucha atención a las palabras reales, a la sintaxis y estructura del texto en su idioma original. Téngase en cuenta que este no es el modo en que generalmente la iglesia lee la Biblia. La lectura devocional y litúrgica tiende a deshistorizar el texto pasando por alto su escenario histórico y leyendo la Biblia tal como se traduce en los idiomas modernos.

Es cierto que, aunque el lector general a menudo no lo tome en cuenta, los libros del NT no fueron escritos en el orden en que aparecen en el canon del NT. Y así al comienzo del estudio, es útil tener en mente la cronología de la historia del NT en la que fue escrito un libro, y lo que estaba sucediendo en aquel momento que puede ayudar la exégesis del libro. Después, también es útil considerar por qué los libros aparecen en una determinada secuencia en el NT. Seguramente había algún tipo de razón para que los libros fueran colocados en ese orden canónico particular en que los encontramos.

Todos los libros del NT se refieren a sucesos que ocurrieron en el siglo primero de esta era (esto es, 1–100 d.C., según el calendario moderno), como la vida de Jesús, la extensión del evangelio, y los problemas surgidos en las primeras iglesias. Los libros del NT se escribieron en la segunda mitad del ese mismo siglo. El NT en su conjunto se centra en una persona que vivió a principios del siglo primero, Jesús de Nazaret, y la importancia de su vida, muerte y resurrección. Los Evangelios que cuentan esta historia fueron escritos algunas décadas más tarde y se preocupan, primero, de los sucesos recogidos sobre la vida de Jesús pero, en segundo lugar, de lo que estaba sucediendo en las iglesias a las que iban dirigidos cada uno de los evangelios y que conformaron su contenido. Por tanto, es apropiado considerar lo que estaba sucediendo en las iglesias que eran las receptoras originales del evangelio de Juan, muy probablemente el último evangelio que se escribió.

Las cartas del NT son diferentes a aquellos relatos narrativos de la vida de Jesús porque cada una de ellas trata los temas apremiantes del momento y no intentan relatar los sucesos de un periodo de tiempo anterior. Los autores de las cartas están tratando cuestiones, temas y circunstancias reales apremiantes en aquel momento. En consecuencia, nos permiten distinguir tres periodos diferentes del siglo primero y colocar los sucesos y el origen de los libros dentro de cada periodo: (1) El tiempo en que vivió Jesús, durante el cual no se escribieron libros del NT; (2) un periodo de gran expansión del evangelio por todo el Imperio romano (33–60 d.C.); (3) un periodo de unificación doctrinal y eclesial (c. 60–100 d.C.). El evangelio y las cartas de Juan se escribieron en este último periodo, cuando la iglesia en general se enfrentaba a temas enormes, como la persecución de los cristianos por parte del gobierno romano, las herejías que se habían infiltrado en la iglesia (en especial las procedentes de las filosofías griegas) y la crisis de liderazgo en la iglesia, especialmente dado que los apóstoles habían muerto y el Señor no había regresado.

Las cartas de Juan reflejan estos dos últimos temas: la herejía y la crisis de liderazgo. Los falsos maestros habían surgido de las iglesias mismas del anciano, y sus creencias estaban desafiando su liderazgo apostólico. Si el anciano era Juan hijo de Zebedeo, probablemente era anciano y el último apóstol vivo. Como la iglesia estaba al borde de un futuro incierto en medio de una transición hacia un liderazgo en el que ya no había apóstoles, no había tema más importante que dónde encontrar la verdad sobre Jesucristo. El anciano argumenta que el liderazgo cristiano es esencialmente conservador, que conserva y pasa a la siguiente generación la enseñanza de los apóstoles a los que había elegido el Señor mismo. La innovación en las creencias y prácticas cristianas tenía que ir unida a la ortodoxia apostólica. Esto es relevante en toda generación de la iglesia hasta el regreso del Señor.

Canonicidad

En principio, cada uno de los libros del NT quedó dotado de este valor normativo, autoritativo tan pronto como se secó la tinta, en virtud de haber sido escritos por un autor apostólico inspirado por Dios. Pero todavía tardaron algún tiempo en ser colocados en el canon del NT para ser reconocidos como tal, especialmente cuando el texto empezó a circular más allá de los lectores originales y de las iglesias para las que fueron escritos cada uno de ellos. Raymond Brown resume:

Para mediados del siglo ii, las ideas, temas e incluso eslóganes de las epístolas juaninas (o, al menos, de i Juan) se estaban citando en otras obras cristianas. Pero ninguna de las similitudes propuestas es un cita textual, así que sigue siendo muy difícil estar seguros de que alguno de los autores mencionados tuviera el texto de las epístolas juaninas delante.

No obstante, es probable que el texto de 1 Juan estuviera a disposición de Policarpo (69–155 d.C.), que vivió en Esmirna, una ciudad de la región de Éfeso. La Carta a los filipenses de Policarpo (escrita antes de 140 d.C.) en 7:1 contiene un paralelismo claro con 1 Jn 4:2–3 y 2 Jn 7, “Porque todo el que no confiesa que Jesucristo ha venido en la carne, es anticristo,” aunque no lo atribuye a Juan o a sus cartas. Puede que haya otras alusiones menos obvias a las cartas de Juan en textos escritos antes de 175 d.C., pero la constatación más antigua de las tres cartas que ha sobrevivido es de Orígenes (c. 250 d.C.), que escribió que Juan “dejó también una epístola de unas pocas líneas y puede que una segunda y una tercera, pero no todos dicen que estas [la segunda y la tercera] sean genuinas” (citado en Eusebio, Hist. ecl. 6.25.10). La autoría apostólica de 1 Juan aparentemente no se cuestionaba, y Eusebio la enumera dentro de la lista de libros reconocidos (ver Introducción a 2 y 3 Juan para una discusión de la evidencia de Ireneo, que cita 1 y 2 Juan como si fueran un libro, lo cual sugiere que pueden haber circulado juntas). Las tres cartas fueron reconocidas como canónicas por la iglesia del siglo iv y están incluidas en el canon de Atanasio (367 d.c)

Bibliografía selecta

Comentarios

Akin, Daniel L. 1, 2, 3 Juan. NAC 38. Nashville: Broadman & Holman, 2001.

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viernes, 18 de septiembre de 2015

Habiendo recibido de nosotros la Palabra del Mensaje de Dios, la aceptasteis, no como palabra de hombres, sino tal como es en verdad, Palabra de Dios

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6








                       Preparémonos para enseñar a nuestros discípulos
                                           1 Tesalonicenses 2: 13-20

13      Y por esto damos gracias sin cesar a Dios, de que habiendo recibido de nosotros la palabra del mensaje de Dios, la aceptasteis, no como palabra de hombres, sino tal como es en verdad, palabra de Dios, que obra también en vosotros que creéis.
14      Porque vosotros, hermanos, llegasteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea; pues también vosotros padecisteis las mismas cosas a manos de vuestros propios compatriotas, como también ellos de los judíos;
15      los cuales no sólo dieron muerte al Señor Jesús y a los profetas, sino que a nosotros nos expulsaron, y no agradan a Dios, y se oponen a todos los hombres,
16      prohibiéndonos hablar a los gentiles para que sean salvos, de manera que siempre colman la medida de sus pecados, hasta que les sobrevino la ira hasta el extremo.

Deseo de visitar a los tesalonicenses

17      Y nosotros, hermanos, que fuimos separados de vosotros por un poco de tiempo, de presencia, no de corazón, nos esforzamos con mayor diligencia para ver vuestro rostro, con mucho deseo.
18      Por lo cual, quisimos ir a vosotros, ciertamente yo, Pablo, y más de una vez; pero Satanás nos estorbó.
19      Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o regocijo, o corona en que nos gloriamos? ¿No lo sois vosotros mismos delante de nuestro Señor Jesús al tiempo de su advenimiento?
20      Vosotros ciertamente sois nuestra gloria y nuestro regocijo.

PREOCUPACIÓN DE PABLO
Preocupación de Pablo por las ovejas
1 Tesalonicenses 2:13–20
Ya hemos observado la forma en que Pablo amaba a los creyentes de Tesalónica; incluso estaba dispuesto a entregarse por ellos. En este capítulo se pone de relieve su gran preocupación por ellos. Pablo y sus colegas tuvieron que salir repentinamente de Tesalónica después de la persecución que iniciaron contra ellos los judíos. Puesto que su estancia en esa ciudad había sido muy breve, no tuvieron tiempo suficiente como para confirmar a los creyentes en su fe. Debido a ello, se fueron muy preocupados por ellos. Entre otras cosas, no sabían si habían podido resistir la oposición de los enemigos a la palabra de Dios.
El pasaje tiene dos puntos principales:
LA PREOCUPACIÓN DECLARADA 1 Tesalonicenses 2:13–16
EL DESEO DE VERLOS  1 Tesalonicenses 2:17–20
LA PREOCUPACIÓN DECLARADA  1 Tesalonicenses 2:13–16
Pablo vuelve a su tema de dar gracias a Dios por los hermanos tesalonicenses. Esa era su norma constante; lo hacía sin cesar (2:13a–b). La gratitud que expresa en este versículo tiene que ver con la manera en que los tesalonicenses recibieron la palabra de Dios que habían oído de los misioneros (2:13c). La recibieron no como palabra de hombres (2:13d), sino como la verdad, la palabra de Dios (2:13e). Es obvio que el Señor había abierto sus corazones, tal como hizo con Lidia en Filipos (Hechos 16:14).
Romanos 10:17 dice: “así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”. Los siervos de Dios habían declarado que el evangelio es la palabra de Dios, y así fue recibido. Ella tiene poder en sí para regenerar las almas (1 Pedro 1:23), y su poder se manifestó en los corazones de los tesalonicenses que creyeron. El deber de los enviados de Dios es compartir la palabra, no usando palabras persuasivas, ni trucos o engaños, sino en el poder del Espíritu Santo. Él hace la obra de Dios en los corazones de cuantos creen.
Esa palabra no sólo regeneró a los creyentes, sino que también actuaba en ellos. Pablo usó el tiempo presente: “la cual actúa en vosotros los creyentes” (2:13f). La palabra hace una obra continua en los corazones de los que hemos creído. El mismo verbo se usa en Efesios 3:20:
“Y A AQUEL QUE ES PODEROSO PARA HACER
TODAS LAS COSAS MUCHO MÁS ABUNDANTEMENTE
DE LO QUE PEDIMOS O ENTENDEMOS,
SEGÚN EL PODER QUE ACTÚA EN NOSOTROS”
(EFESIOS 3:20).
Con razón debemos empapar nuestra mente y corazón con la palabra de Dios, para dar al Espíritu algo sobre lo que pueda actuar. Pablo aconseja en Colosenses 3:16: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros”.
El papel de los judíos en iniciar la persecución  
1 Tesalonicenses 2:14
Pablo dijo que los hermanos tesalonicenses habían llegado a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que estaban en Judea (2:14a). Esas congregaciones habían sido víctimas de la persecución de parte de sus paisanos (2:14b). En el párrafo introductorio se hizo referencia a la persecución contra Pablo y sus colegas por parte de los judíos de Tesalónica, quienes alborotaron al pueblo y a las autoridades de la ciudad acusándolos falsamente diciendo que contravienen los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús (Hechos 17:7–8).
La meta inmediata de los judíos era acallar a Pablo y a sus compañeros, pero seguramente la persecución de los coterráneos de los tesalonicenses continuó aún después de la salida de los misioneros. Probablemente esas noticias habían llegado a oídos de Pablo, y aumentaron su preocupación. Seguramente su referencia a los padecimientos de los creyentes de Judea de parte de los judíos le hizo recordar su papel en la persecución de ellos antes de convertirse a Cristo. Saulo consintió en la muerte de Esteban, y “en aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria” (Hechos 8:1).
¡PENSEMOS!
¿Cómo fue recibida la palabra en Tesalónica? ¿Qué obra hace la palabra de Dios en nosotros los creyentes? ¿Qué cosa tenían en común los creyentes de Tesalónica con las iglesias de Judea? ¿Qué papel había jugado Pablo en la persecución de los creyentes de Judea?
Trayectoria de persecución de parte de los judíos 
 1 Tesalonicenses 2:15–16
Pablo menciona varias cosas que los judíos hicieron contra el Señor y su iglesia (2:15–16). Los acusa de matar al Señor Jesús. Él no fue el primero en levantar semejante acusación. Los detalles de la muerte del Señor que se dan en los evangelios confirman las palabras de Pablo. Los líderes religiosos buscaban la forma de matarlo (Juan 11:45–53). Pilato quiso soltarlo, pero los judíos pidieron su muerte (Juan 19:12–15). Pedro declaró en Hechos 2:22–23: “Varones, israelitas” a Jesús nazareno, “prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole”.
Pablo dijo además que también habían asesinado a sus propios profetas. Sus palabras concuerdan con lo que dijo Esteban en su mensaje a los judíos, antes de ser apedreado por ellos: “¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo…” (Hechos 7:52).
En resumen, los judíos expulsaron a Pablo, no agradaban a Dios, se oponían a todos los hombres, e impedían que Pablo y sus colegas hablaran a los gentiles para que éstos se salvaran.
Semejante maltrato a los profetas, a Cristo, a los predicadores del evangelio y a los creyentes en Cristo, traerá sus consecuencias. Primera Tesalonicenses 2:16 aclara eso muy bien: “Así colman siempre la medida de sus pecados, pues vino sobre ellos la ira hasta el extremo”. En su misericordia, Dios pasa por alto los pecados de los seres humanos por algún tiempo (Hechos 17:30).
A muchos pecadores les parece que Dios ignora sus pecados y que siempre los pasará por alto. Infortunadamente, la copa de su ira sigue llenándose hasta el colmo, y la oportunidad de arrepentirse pronto terminará (Proverbios 29:1). La expresión: “vino sobre ellos la ira hasta el extremo” no es específica, pero ha habido varios juicios. Jerusalén fue destruida en el año 70 d. C. Las tinieblas espirituales prevalecen sobre los judíos hasta el día de hoy, y para quienes no crean en Cristo, les espera el colmo de la ira de Dios en diversos juicios futuros.
Dios no ha desechado a los judíos Romanos 11:1
Antes de pasar a otro tema, para evitar el peligro de fomentar sentimientos antisemíticos, conviene aclarar algunas cosas. Los judíos son el pueblo de Dios. Él ha hecho pactos permanentes con ellos (Génesis 12:1–3 y 13:15; 2 Samuel 7:8–16; Jeremías 31:31–34 y Romanos 11:25–32). Nuestro Señor Jesucristo mismo hizo la siguiente petición desde la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).
Dios mismo se encargará de castigarlos por el maltrato que infligieron a su Hijo, pero a nosotros los gentiles creyentes nos conviene bendecirlos (Génesis 12:3) y unirnos a Pablo en pedir a nuestro Padre celestial por su salvación (Romanos 10:1).
“BENDECIRÉ A LOS QUE TE BENDIJEREN”
(GÉNESIS 12:3).
“HERMANOS, CIERTAMENTE EL ANHELO
DE MI CORAZÓN, Y MI ORACIÓN A DIOS
POR ISRAEL ES PARA SALVACIÓN”
(ROMANOS 10:1).
¡REFLEXIONEMOS!
Especifique varias cosas que los judíos hicieron en contra de Cristo y su iglesia. ¿Cuál ha sido la consecuencia de la actitud de los judíos hacia Dios, su Cristo y su pueblo? ¿Cuál será su juicio si no se arrepienten? ¿Cuál es el programa de Dios para los judíos? ¿Cómo los hemos de tratar nosotros los creyentes gentiles?
EL DESEO DE VERLOS 
 1 Tesalonicenses 2:17–20
Pablo deseaba ver a los creyentes 
 1 Tesalonicenses 2:17
El apóstol dijo que su corazón estaba con los creyentes, aunque estaba separado de ellos por un poco de tiempo (2:17a), anhelaba verlos (2:17b). A la vez que Pablo expresa un deseo grande y sincero de ver a los hermanos tesalonicenses, es muy posible que algún adversario hubiese insinuado que no volvería a visitarles. Él les escribió para confirmarles su deseo ardiente y para silenciar a sus opositores.
Satanás estorbó los esfuerzos de Pablo de visitarles 
 1 Tesalonicenses 2:18
Pablo procuró ir a los tesalonicenses una y otra vez, pero Satanás le estorbó. Es bien sabido que Satanás es el adversario de Dios y de los hijos de Dios. El apóstol Pedro dijo: “porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8). Satanás sabía que al regresar Pablo para animar a los creyentes, habría nuevos triunfos en la predicación del evangelio y nuevas derrotas para él. Con razón el enemigo ponía obstáculos para impedir el regreso del apóstol. Cada avance de parte de la iglesia despierta la resistencia del enemigo. Nosotros los cristianos debemos de resistir sus ataques con el poder del Espíritu Santo (1 Pedro 5:9), confiando en el triunfo por intervención divina (1 Pedro 5:10–11 y Efesios 6:10–18).
Tales luchas con Satanás no son nuevas. En el capítulo 10 del libro de Daniel tenemos un caso muy interesante que demuestra la forma en que Satanás se opone a la obra de Dios. Daniel había recibido una visión del Señor (Daniel 10: 1). La visión le impactó tanto, que pasó tres semanas afligido (10:2). Después se le apareció un ángel con el siguiente informe:
“Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido. Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales prícipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia” (Daniel 10:12–13).
“El príncipe de Persia” probablemente era un demonio enviado de parte de Satanás. Es menester tomar en cuenta que el demonio prevaleció sólo por un tiempo limitado. El tiempo que él se opuso coincide con el tiempo que Daniel pasó postrado delante de Dios (10:2). La intercesión de Daniel fue motivada por Dios, tal como la intervención de parte del ángel. Al fin y al cabo triunfó el Altísimo, y siempre triunfará, pero en su misericordia permite que sus siervos participen con él como colaboradores en llevar a cabo sus propósitos eternos (2 Corintios 6:1). A él sea toda la gloria por los triunfos en que nos permite participar.
LA LUCHA CONTRA SATANÁS ES VERDADERA Y
COSTOSA PARA EL INTERCESOR, PERO ES DIOS
QUIEN TOMA LA INICIATIVA Y MOTIVA LA INTER
CESIÓN EN NOSOTROS. SÓLO ÉL MERECE TODO EL
CRÉDITO POR LOS TRIUNFOS.
Los tesalonicenses creyentes son el gozo y la gloria de Pablo 
 1 Tesalonicenses 2:19–20
Pablo ya había puesto a los tesalonicenses como testigos de la efectividad de su ministerio (2:1). En este contexto, usando palabras muy tiernas, expresa sus sentimientos profundos en cuanto a su relación continua y creciente con ellos. Además, echa una mirada hacia la venida de nuestro Señor Jesucristo y pregunta: “¿Cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida?”
Nuestro Señor Jesucristo dijo: “Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente” (Lucas 15:10). También hay gran gozo aquí en la tierra en el corazón del que gana almas para Cristo. Él siente que hay una relación estrecha con sus discípulos y encuentra gran satisfacción en el hecho de que la semilla que siembra germina y da fruto. Le encanta contar a otros los testimonios de sus adeptos. Pero mucho mayor será nuestro gozo cuando en el tribunal de Cristo recibamos la corona por nuestras labores que han traído almas a sus pies.
“VOSOTROS SOIS NUESTRA GLORIA Y GOZO” 
( 1 Tesalonicenses 2:20).
¡PENSEMOS!
¿Qué deseo expresó Pablo en 2:17? ¿Por qué no había ido antes a Tesalónica? Cuando hay lucha entre Dios y Satanás, ¿quién gana? ¿Qué papel tenemos nosotros los creyentes en tales conflictos? ¿De quién proviene el deseo de interceder? Explique la frase: “Vosotros sois nuestra gloria y gozo”. ¿Cuándo se realizará ese gran gozo?


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Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos.

SER APTO

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6








Preparémonos para enseñar a nuestros discípulos
Ministerio de Pablo en Tesalónica
1 Tesalonicenses 2:1-12
1Porque vosotros mismos sabéis, hermanos, que nuestra visita a vosotros no resultó vana; 2pues habiendo antes padecido y sido ultrajados en Filipos,a como sabéis, tuvimos denuedo en nuestro Dios para anunciaros el evangelio de Dios en medio de gran oposición.b 3Porque nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño, 4sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones. 

5Porque nunca usamos de palabras lisonjeras, como sabéis, ni encubrimos avaricia; Dios es testigo; 6ni buscamos gloria de los hombres; ni de vosotros, ni de otros, aunque podíamos seros carga como apóstoles de Cristo. 7Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos. 8Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos.

9Porque os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; cómo trabajando de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios. 10Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes; 11así como también sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros, 12y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria.

13Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes. 

14Porque vosotros, hermanos, vinisteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea; pues habéis padecido de los de vuestra propia naciónc las mismas cosas que ellas padecieron de los judíos, 15los cuales mataron al Señor Jesús y a sus propios profetas, y a nosotros nos expulsaron;d y no agradan a Dios, y se oponen a todos los hombres, 16impidiéndonos hablar a los gentiles para que éstos se salven; así colman ellos siempre la medida de sus pecados, pues vino sobre ellos la ira hasta el extremo.
a a 2.2: Hch. 16.19–24.
b b 2.2: Hch. 17.1–9.
c c 2.14: Hch. 17.5.
d d 2.15: Hch. 9.23, 29; 18.12.
Reina Valera Revisada (1960). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.
MODELO DE CONDUCTA
Defensa de Pablo
1 Tesalonicenses 2:1–12
Es un tanto difícil para un ministro del evangelio saber cuándo debe defenderse. Casi siempre hay críticas injustas, pero cuando éstas ponen en peligro su mensaje y ministerio, es menester presentar una defensa. Este es el caso en el segundo capítulo de 1 Tesalonicenses. No sabemos exactamente qué habían dicho los enemigos del apóstol, pero por lo que él dice en su defensa podemos deducir varias acusaciones.
En términos generales, acusaban a Pablo de querer enriquecerse por medio del engaño y engrandecerse en los ojos de gente ingenua. Parece que sus adversarios eran judíos, cuyo verdadero propósito era impedir la predicación del evangelio a los gentiles (2:14–16).
El pasaje se divide en tres puntos principales:
No por riquezas ni por fama 2:1–6
Un cuidado basado en amor 2:7–9
Un modelo de conducta 2:10–12
NO POR RIQUEZAS NI POR FAMA 2:1–6
Su visita no resultó vana 2:1
El “porque” del primer versículo hace referencia a algún antecedente. Probablemente se refiere a 1:5, donde Pablo pone a los hermanos tesalonicenses como testigos de la conducta que había observado mientras estuvo en medio de ellos. Dice literalmente: “como bien sabéis cuáles fuimos entre vosotros por amor de vosotros”. En el 2.1 repite la frase” …vosotros mismos sabéis, hermanos…” ¡Qué bendición cuando un siervo de Dios se ha comportado de tal forma en una iglesia que los mismos hermanos son su mejor defensa!
El vocablo en griego que se traduce aquí como visita, podría ser entrada, y así la tienen algunas versiones. La palabra vana también podría ser vacía. En Marcos 12:3, hablando de un siervo del hombre que plantó una viña, se dice: “Mas ellos, tomándole, le golpearon, y le enviaron con las manos vacías”. Si aceptamos estas variaciones, podríamos parafrasear el texto como sigue: “Cuando llegamos a vosotros, nuestras manos no estaban vacías”. En otras palabras, habían llegado a ellos con las manos llenas, para impartir la verdad del evangelio y para entregar su propia vida en servicio a ellos. No habían venido vacíos, con el fin de enriquecerse a costa de ellos.
Si aceptamos lo que dice la versión Reina-Valera 1960, llegamos a la conclusión de que la visita o la estancia de los misioneros en Tesalónica no fue infructuosa. En el capítulo 1 abunda la evidencia de que tuvieron un ministerio muy fructífero. Muchos se convirtieron y dieron muchas muestras de su fe verdadera, incluyendo la propagación del mensaje por todo aquel mundo.
LOS TESALONICENSES ERAN TESTIGOS
DEL MINISTERIO FRUCTÍFERO DE PABLO.
Pablo mostró denuedo en Tesalónica 2:2
Pablo recordó a los tesalonicenses como él y sus colegas habían sufrido por el evangelio en Filipos (2:2a). Los detalles se encuentran en Hechos 16:11–40. En vez de desmayar por semejante maltrato, siguieron fieles a la visión macedonia y llegaron a Tesalónica, donde predicaron con denuedo el evangelio de Dios en medio de gran oposición (2:2b). La frase “como sabéis” indica que los hermanos tesalonicenses eran testigos del denuedo de Pablo y sus compañeros. Si los misioneros hubiesen ido motivados por el amor al dinero o por el deseo de engrandecerse, habrían abandonado la obra para volver a un trabajo que no exigiera semejante sacrificio.
PABLO SABÍA QUE SU DENUEDO PROVENÍA DEL
ESPÍRITU Y NO DE SU PROPIA CARNE.
¡PENSEMOS!
¿A quiénes puso Pablo como testigos de la efectividad de su ministerio? Explique la frase: “nuestra visita a vosotros no resultó vana”. ¿Qué había pasado a Pablo y Silas en Filipos? ¿Cuál fue su reacción?
Pablo no predicó por engaño 2:3
El mensaje de Pablo no provenía del error (2:3a). Él predicaba el evangelio, o sea, las buenas de la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. El suyo, era un mensaje basado en muchas pruebas de su veracidad y había sido corroborado por todos los apóstoles, incluyendo a Pablo, quien vio a Cristo en el camino a Damasco (Hechos 9). No es sorprendente que los judíos dijeran que la fuente de su mensaje era el error. Ellos no creían en la resurrección de Cristo, e inventaron una fábula para decir que no resucitó de los muertos (Mateo 28:11–15).
Su exhortación tampoco procedió de la impureza (2:3b). La fornicación era una práctica común en los cultos paganos de aquel entonces, y parece que sus opositores habían acusado a Pablo de practicarla en sus cultos. Por ello, se vio obligado a defenderse de esa acusación también y aclarar que tales prácticas no formaban parte del culto evangélico.
Pablo no usó de ningún engaño para atraer a la gente ni para persuadirla a aceptar a Cristo. Él dependía del poder de Dios para llevar a cabo su obra. El uso de trucos no era correcto, ni eran necesarios para el éxito en un ministerio honrado. ¡Qué lección para nosotros, los que predicamos el evangelio! Pablo dijo en Romanos 1:16: “No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree…” No debemos depender de trucos, elocuencia ni persuasión humana para hacer la obra. La palabra misma, predicada con sencillez en el poder del Espíritu Santo hace su obra.
Pablo fue aprobado por Dios para predicar el evangelio 2:4
La frase “fuimos aprobados por Dios” lleva la idea de ser sometidos a prueba, ser examinados y ser hallados fieles (2:4a). El verbo está en tiempo perfecto, de modo que podría traducirse de la manera siguiente: “Hemos sido aprobados por Dios”. En otras palabras, el proceso de ser examinados seguía en pie hasta el momento en que Pablo escribió estas líneas. Desde su conversión a Cristo, había sido sometido a prueba. Esto incluye el tiempo que pasó en Arabia, su visita a Jerusalén, sus años en Tarso, su ministerio en Antioquía, su primer viaje misionero, el recorrido por los lugares visitados en ese viaje, y la experiencia en Filipos. En cada caso, Dios estaba sometiendo a su siervo a prueba, y siempre lo había hallado digno o genuino.
Como resultado de salir aprobado de cada uno de estos exámenes, Dios le había confiado el privilegio de predicar el evangelio continuamente, incluyendo el ministerio en Tesalónica. Pablo estaba siempre consciente de haber sido puesto en el ministerio por Dios. En 1 Timoteo 1:11–12 dijo: “según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado. Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio”.
Habiendo sido puesto en el ministerio por Dios, Pablo sentía la responsabilidad de agradar al Señor, y no a los hombres (1:4b). La tentación de agradar a los hombres está siempre presente para el que predica la palabra divina. Si uno no se cuida, comienza a eliminar ciertas cosas de su prédica para no ofender a sus oyentes. El siervo de Dios no debe predicar para ofender, pero no debe cambiar su mensaje sólo porque determinado personaje llega repentinamente al culto.
NO TEMAMOS A LOS HOMBRES, RENDIREMOS
CUENTA A DIOS POR EL MINISTERIO.
¡PENSEMOS!
¿De qué acusaron a Pablo en 2:3? ¿Cuáles son algunos trucos usados por algunos predicadores en la actualidad? ¿Quién confió a Pablo el evangelio de Cristo? Mencione algunas pruebas a que el apóstol fue sometido antes de ser aprobado por Dios para el ministerio. ¿Cuáles son algunos peligros de procurar agradar a los hombres en la predicación de la palabra? ¿A quién ha de dar cuenta el ministro de Dios por su ministerio?
Pablo no predicó por avaricia 2:5
Pablo decía que no usaba “de palabras lisonjeras” (2:5a), porque éstas sólo pueden tener un propósito. Uno de ellos es para congraciarse con otros. En este contexto la razón es evidente, porque en aquel entonces abundaban charlatanes que comerciaban con su capacidad de pronunciar discursos acerca de diferentes temas. Probablemente algunos habían acusado a Pablo de predicar para sacar provecho material de sus oyentes. Una vez más, él puso a los tesalonicenses como testigos de la falsedad de tal cargo (2:5b). Desmintió la acusación categóricamente con las palabras: “ni encubrimos avaricia” (2:5c) y puso a Dios como testigo (2:5d). Pocas personas pueden hacer eso, pero Pablo conocía su corazón, y sabía que era inocente.
Hay muchas cosas que tientan al ministro del evangelio. Una de ellas es el amor o mal uso del dinero. Es menester cuidarse mucho para ser guiado por el Espíritu Santo y no por ofertas monetarias. ¡Dichoso el joven ministro que conoce a un siervo de Dios de experiencia que le puede servir de mentor en tales cosas!
Pablo no predicó por alcanzar gloria personal 2:6
Existía la insinuación de que Pablo predicaba para obtener la gloria de los hombres (2:6a). Abundaban quienes sí lo hacían, pero no este siervo de Dios. ¿Qué gloria había en una cárcel de Filipos? ¿Qué gloria traía la experiencia de haber sido perseguido en Tesalónica y Berea? Él no buscaba la gloria ni de adversarios ni de amigos (2:6b). Su única meta era que Dios recibiera la gloria por la salvación de las almas y la edificación de cuantos creyeran. El apóstol aun se privaba de sus privilegios o derechos legítimos. Él podía ser una carga por ser apóstol de Cristo. En otras palabras, tenía derecho a vivir del evangelio o esperar que los tesalonicenses lo sostuvieran mientras predicaba en medio de ellos. Pero los misioneros decidieron no hacerlo, y al contrario, servían a los hermanos de Tesalónica con gran amor, como hacen constar los versículos 7–9.
UN CUIDADO BASADO EN EL AMOR 2:7–9
Pablo mostró ternura para los tesalonicenses 2:7
En vez de usar su autoridad apostólica para exigir la atención de los tesalonicenses, Pablo los trató con mucha ternura (2:7). El cuadro que presenta es el de una madre que abriga tiernamente a su bebé en el regazo mientras lo acaricia. No es común pensar de Pablo como un hombre de gran sensibilidad o ternura, pero así se presenta en este contexto. Es loable cuando un pastor puede derramar lágrimas por las almas perdidas y con los hermanos cuando pasan por diversas pruebas. Tendemos a creer que al hombre tierno de corazón le falta carácter varonil. Al contrario, las lágrimas genuinas vinculan al pastor con su pueblo.
Pablo estaba dispuesto a sacrificarse por los tesalonicenses 2:8
El amor que Pablo y sus compañeros sentían por los tesalonicenses era muy grande (2:8a). Los hermanos habían llegado a serles muy queridos (2:8d). Ese amor se manifestaba de dos maneras:
1.     Los motivó a entregarles el evangelio, (2:8c) y
2.     Los motivó incluso a estar dispuestos a entregarles su propia vida (2:8b).
Un amor así se compara con el amor de Cristo, y desmiente toda acusación falsa acerca de los motivos de los misioneros.
PABLO NO FUE MOTIVADO NI POR AVARICIA
NI POR GLORIA DE LOS HOMBRES, SINO POR
AMOR (2:5–8).
Los misioneros se sostenían a sí mismos 2:9
En el versículo 6, Pablo ya había dicho que él y sus colegas evitaban ser una carga para los tesalonicenses
Aquí da más detalles acerca de esa afirmación. Habían trabajado con sus propias manos para no ser gravosos a ninguno de ellos (2:9c). Hechos 18:1–3 habla de la relación que existía entre Pablo, Aquila y Priscila. Todos practicaban el mismo oficio, y Pablo se quedó con ellos; “…el oficio de ellos era hacer tiendas” (Hechos 18:3c).
Los tesalonicenses eran testigos del trabajo que Pablo y sus compañeros desplegaban de noche y de día para no ser gravosos (2:9a y b). Trabajaban con sus manos para sostenerse y poder predicar el evangelio de Dios (2:9d). No tenían la meta de enriquecerse, sino de proclamar el mensaje de la muerte y resurrección de Jesucristo. Tal trabajo era otra evidencia de su gran amor para los tesalonicenses.
Había quienes cooperaban económicamente con Pablo en su ministerio (Filipenses 4:15–16), pero parece que él tenía la costumbre de no ser carga para nadie durante la predicación inicial en cada lugar (2 Corintios 11:8–9).
Pablo enseñaba que el obrero es digno de su salario (1 Timoteo 5:17–18) y los miembros de la iglesia hacen bien en cumplir con este principio bíblico. Asimismo, es muy loable ver a un hombre de Dios trabajar con sus propias manos para obtener su sostén cuando la carencia de recursos económicos no permite a los hermanos sostenerlo completamente.
UN MODELO DE CONDUCTA 2:10–12
La conducta de Pablo fue ejemplar 2:10
El apóstol usa tres adverbios para describir su comportamiento entre los tesalonicenses. Dijo que él y sus colegas se comportaron: santa, justa e irreprensiblemente con los creyentes (2:10). Una vez más pone a los tesalonicenses como testigos con la frase: “Vosotros sois testigos” (2:10a). Santamente se refiere a la conducta pura, separada del mal y apartada para Dios, cosa que debe caracterizar a todos los creyentes.
Justamente tiene que ver con la justicia práctica. No hace referencia a la justicia perfecta de Cristo, que es nuestra por haberlo aceptado como nuestro Salvador. Procedemos justamente cuando damos a Dios y a los seres humanos lo que les pertenece. Irreprensiblemente quiere decir en forma irreprochable.
Así era la conducta de Pablo, Silas y Timoteo. Pablo enseñaba que “es necesario que el obispo sea irreprensible” (1 Timoteo 3:2) y practicaba lo que predicaba.
Pablo fue como un padre para los creyentes 2:11–12
Anteriormente habló de mostrar ternura hacia los hermanos tesalonicenses (2:7). Tal cuidado generalmente es característico de una madre. En estos dos versículos describe su papel como padre espiritual que se preocupaba por el desarrollo completo de sus hijos, así como su autoridad. Para llevarlos hacia la madurez espiritual, les exhortaba, les consolaba y les encargaba que anduvieran como es digno de Dios.
Una de las definiciones de exhortar es “amonestar con urgencia”. Ese papel le pertenece al padre. Consolar tiene un significado más obvio. Los tesalonicenses estaban pasando por muchas pruebas, y necesitaban del ministerio de consolación. “Encargar” tiene la idea de pedir a alguien que asuma una seria responsabilidad. El encargo tenía que ver con andar como es digno de Dios.
Pablo agregó que Dios les había llamado “a su reino y gloria”. El reino de Dios tiene cuando menos dos significados. Hay un aspecto actual, que es espiritual (Colosenses 1:12–13). Tiene también un aspecto futuro que se llevará a cabo cuando Cristo vuelva a esta tierra para reinar. Los cristianos somos partícipes de ambos. Cristo debe reinar ahora mismo en nuestros corazones, y reinaremos con él sobre la tierra cuando regrese (Apocalipsis 2:10 y 5:6). Debemos hacer todo para la gloria de Dios.
¡PENSEMOS!
Pablo negó dos acusaciones en el versículo 5, ¿cuáles son? ¿Qué quiere decir la frase, “aunque podíamos seros carga como apóstoles de Cristo”? ¿Qué figura usó Pablo para describir su ternura para con los tesalonicenses? ¿Qué hicieron Pablo y sus colegas para no ser gravosos a los creyentes? Describa cuál era la conducta de los misioneros. ¿Qué diferencia hay entre el cuidado “maternal” y el paternal de Pablo?

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