Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6
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Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
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Estamos ante una joya, no sólo por lo grandioso e inspirador que aquí encontramos, sino también por el desafío que representa un estudio serio de esta epístola paulina. Confiamos que al terminar, los lectores habrán recibido una renovada visión de lo que Dios espera de su iglesia y, siguiendo el ejemplo del gran apóstol, serán alentados en su tarea.
Al principio de la carta, Pablo agradece fervientemente a Dios por tanta riqueza que ha dado a los corintios. Y nosotros debemos agradecer por haberle inspirado esta epístola que tanto nos inspira. En 1 Corintios hay joyas insuperables. Uno de los grandes capítulos de la Biblia es el cántico al amor que abarca todo el cap. 13. Hay un gran valor en la insistencia paulina de que debemos predicar a “Cristo crucificado” (1:23; 2:2). El cap. 15, sobre la esperanza de la resurrección, no sólo es de un innegable valor doctrinal sino también de apoyo espiritual sublime en las situaciones más dolorosas. ¿No seremos capaces de pasar por alto los problemas teológicos como resultado del tema de los dones (caps. 12 y 14) para alabar al Señor porque nos los concede? Aprendemos a valorar nuestros cuerpos como templos del Espíritu (3:16; 6:19), y a los obreros del Señor como quienes deben ser apoyados y sostenidos (cap. 9). Encontramos la más antigua y completa reflexión sobre la cena del Señor (cap. 11) y versículos como: “Ninguno busque su propio bien sino el del otro” (10:24) o la promesa de que “fiel es Dios que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir” (10:13). Y al final, podemos unirnos con el gran hombre de Dios y exclamar: “Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (15:57).
Primera Corintios es un documento profundamente relacionado con la situación en que se produjo. Por eso es imprescindible recordar algunas de esas circunstancias, procurando apuntar los datos que nos ayuden a comprender los hechos concretos y las enseñanzas de este libro.
La mitología griega contaba que Corinto era un hijo de Júpiter, que tuvo que ver con la fundación de la ciudad. Estaba en un lugar sumamente estratégico. Al mirar un mapa de Grecia, lo primero que nos sorprende es la gran península al sur, llamada Peloponeso. Esta se encuentra unida al resto del país por un istmo sumamente estrecho, de unos diez kilómetros de ancho, que se transforma así en la única vinculación entre las dos partes mayores de la nación.
Hacia el oeste, se había edificado el puerto de Lejaión y hacia el este el de Cencreas. En medio de esa estrecha porción de tierra, la ciudad de Corinto capitalizaba todo el movimiento comercial que iba desde la península itálica hacia el oriente y que trataba de evitar la vuelta que significaba circunnavegar el Peloponeso porque era sumamente peligroso. Ya en tiempos de Nerón se había intentado hacer un canal, pero no pudo ser concretado hasta el siglo XIX. De ese modo, Corinto tenía todas las ventajas y los problemas de una ciudad portuaria, sin serlo, y por lo mismo de un centro de movimiento vial.
Además se destacaba en otros aspectos. Había decaído grandemente, hasta que en el año 44 A.C. los romanos la jerarquizaron haciéndola capital de la provincia de Acaya, que incluía a la misma Atenas, en el 27.
Desde el punto de vista religioso, Corinto contaba con un gran templo dedicado a la diosa romana Venus, que simbolizaba el amor—pero entendido éste con la visión de aquella época corrompida. Toda clase de lujuria y desbordes, especialmente de tipo sexual, eran promovidos por aquel centro de culto. Sin embargo, el movimiento cultural de la ciudad había adquirido importancia y era reconocido en el Imperio Romano donde Corinto era la cuarta ciudad en población, después de Roma, Alejandría y Antioquía. A ello se sumaba cierto prestigio deportivo, pues en las proximidades se realizaban los “juegos ístmicos” (que competían con los olímpicos, más al norte). Pablo hace referencia al atletismo, por ejemplo, al final del cap. 9.
Todo llevaba a una situación moral degradada resultado de numerosos factores: la condición de lugar de tránsito, la vida portuaria, el culto al erotismo de Venus, el deporte que promovía la desnudez, la relativa juventud de la ciudad, el crecimiento rápido de su población, la presencia conspicua de las cortesanas del templo, etc. No hay duda de que se trataba de un enorme desafío para el gran predicador y explica por qué llegó allí “con mucho temor y temblor” (2:3).
La iglesia de Corinto
La historia de sus orígenes aparece con bastante detalle en Hechos 18. Pablo llegó allí desde la cercana pero diferente urbe de Atenas. Estaba solo y la experiencia en esta famosa ciudad, que ha quedado como ejemplo de cultura y arte, había sido una de las más frustrantes para él. Pero Dios proveyó un aliciente con un matrimonio que se ha hecho célebre: Aquila y Priscila, que serían de los mejores colaboradores del apóstol.
No sólo se alojó en su casa, sino que comenzó a trabajar con ellos en su oficio de fabricante de tiendas, ya que no tenía otra forma de mantenerse. Al mismo tiempo, se dedicó a hablar del evangelio en la sinagoga. Cuando finalmente llegaron a Corinto Silas y Timoteo, sus ayudantes que habían quedado en el norte, “Pablo estaba entregado por entero a la predicación de la palabra, testificando a los judíos que Jesús era el Cristo” (Hch. 18:5).
Pero los judíos se opusieron y Pablo alquiló la casa de un tal Justo, luego de to cual se produjo la conversión de Crispo, el principal de la sinagoga, y de “muchos corintios”. La persecución hizo que el Señor le diera un mensaje de ánimo, en el que le aseguraba que tenía “mucho pueblo” en esa ciudad. De ello podemos deducir que la iglesia llegaría a tener un tamaño de importancia relativa en relación a otras de la época.
De todos modos, el apóstol fue llevado ante el tribunal, un edificio en cuyas ruinas hay una placa que recuerda el hecho. El procónsul Galión, responsable de la justicia, no quiso comprometerse, ni aun cuando era golpeado Sóstenes—otro principal de la sinagoga (1:1).
Después de permanecer allí un año y medio—lo que no era frecuente en él—Pablo se embarcó rumbo a Efeso, ciudad que se encuentra frente a Corinto, en la otra margen del Mar Egeo.
En Hechos 20:2, 3 se relata escuetamente que el apóstol volvió a la región por tres meses, unos cinco o seis años después. Corinto no es mencionada, pero no hay dudas de que Pablo debió de estar allí, inclusive cumpliendo con la visita prometida en su carta. Desde Corinto escribió la epístola a los Romanos.
La carta
Proviene de la pluma de Pablo, y nadie lo ha puesto en duda. La correlación con el relato de los Hechos es clara.
Podemos reconstruir las circunstancias que llevaron a su redacción. Después de la salida de Pablo, llegó a Corinto un fogoso joven llamado Apolos (Hch. 18:27; 19:1), que había sido orientado por Aquila y Priscila.
Por las causas que fueren, se produjeron en la congregación una serie de problemas que llevaron al apóstol a escribir una carta, que es mencionada en 5:9 y que es en realidad la “primes a los Corintios” pero que no conocemos. También mandó a su discípulo Timoteo (4:17) para dar consejos en la conflictiva situación, pero ésta no se suavizó.
La familia de Cloé visitó a Pablo para llevarle informes (1:11) y quizá una carts (7:1), aunque tal vez ésta había llegado antes por manos de Estéfanas (1:16; 16:15–17). Allí se le planteaban una serie de preguntas cuyo texto exacto desconocemos, si bien es posible deducir el tema general de cada una.
Es notable la suma de elementos negativos en aquella joven iglesia. De to antedicho es posible deducir que esta carta fue redactada en el año 56 ó 57, o sea sólo cinco después de iniciada la iglesia. En una congregación de tan poco tiempo, los problemas adquirían una gran dimensión, en especial cuando eso se agravaba por la misma constitución de la iglesia, por un ambiente hostil y corrupto, y por la ausencia de una conducción fuerte. La carta consta de las respuestas de Pablo a las preguntas que le fueron planteadas, así como también a otras cuestiones que él creía debían aclararse. Esto nos da un esquema de la epístola, que comienza con una introduction (1:1–9) y sigue con los problemas que enumeramos:
– Bandos que destruían la unidad de la iglesia (1:10–4:21)
– Problemas morales: a) Un caso de incesto (cap. 5)
b) Pleitos judiciales (6:1–11)
c) Inmoralidad sexual (6:12–20)
– Cuestiones sobre el matrimonio (cap. 7)
– Cuestión del sacrificio a los ídolos (cap. 8)
– Lugar y autoridad del apóstol (cap. 9)
– Problemas internos de la iglesia:
a) Idolatría (cap. 10)
b) Actuación femenina (11:1–16)
c) Desorden en la cena del Señor (11:17–34)
d) Sentido y uso de los dones (12:1–14:40)
– Un tema doctrinal: la resurrección (cap. 15)
¡Ciertamente es como para estremecerse! Sin embargo, con las variaciones impuestas por la época, la cultura y nuestra propia idiosincrasia, todo eso es más o menos lo que va apareciendo tarde o temprano en nuestras iglesias.
Sería posible confundirse y abandonar el estudio de la epístola debido a que Pablo está dando respuestas a preguntas especificas que no conocemos. Más de una vez, podríamos sentirnos perdidos al ignorar qué era exactamente lo que estaba pasando en Corinto y en qué términos le había sido planteado al apóstol. Sin embargo, nuestro objetivo principal debe ser descubrir los principios fundamentales y básicos detrás de los hechos presentados.
En 1 Corintios hay numerosos elementos como para que ésta sea una carta especialmente valiosa. Ninguna otra patre del N. T. nos muestra cómo era una iglesia én funciones, sobre todo al extenderse el evangelio más allá del mundo israelita. Aunque no podemos negar la presencia de elementos negativos, hay gran cantidad de aspectos positivos en lo que se refiere a su forma de actuar y de cómo ésta debía adaptarse a la dirección del Espíritu.
En cuanto a los problemas que son tratados específicamente, algunos ya no existen. Por ejemplo, quizá sean pocos o nadie los que tengan el problema de si deben comer carne sacrificada a los ídolos. Pero hay dos observaciones al respecto. La primera es que algunas de esas cuestiones aún persisten, por ejemplo, el uso de los dones. En segundo lugar, en oportunidades como ésa los principios de fondo siguen en pie.
La comparación con situaciones actuales nos sorprende, ya que con frecuencia nos parece que Pablo estuviera hablándonos de lo que pasa en nuestra ciudad y en nuestra congregación. Corintios es, entonces, una epístola de gran actualidad.