martes, 12 de abril de 2016

No finjas amar; ama de veras. Aborrece lo malo. Ponte de parte del bien. Ámense con cariño y deléitense en el respeto mutuo … Nunca pagues mal con mal.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6





DIVORCIO: UN PLAN DEL DIABLO


La gracia y la conducta humana

Sin gracia, las diferencias nos mueven a divorciarnos. Cuando actuamos con gracia, las diferencias nos instan a apoyarnos. La gracia es el lubricante que suaviza las fricciones de quienes aunque somos diferentes, hemos decidido amarnos.

La gracia es una de las características esenciales de la conducta divina. No podemos hablar de Dios sin hablar de su gracia. Todos estaremos de acuerdo, creo, si declaro que la gracia es una de aquellas virtudes que los seres humanos no podemos tener sin que Dios sea parte de nuestra vida. Esta tercera declaración es tan verdadera como las demás: una de las razones de la existencia de tantos conflictos en las relaciones humanas es la ausencia de gracia.

¿Qué es la gracia? La gracia se define como un favor inmerecido. Es un favor que nunca podríamos haber alcanzado por nosotros mismos, que no podemos comprar y que no tenemos ninguna posibilidad de pagar una vez que se nos ha otorgado. El término hebreo es chen y significa doblarse o inclinarse. En la gracia, el superior se inclina a mostrar bondad a un inferior cuando no existe obligación por parte del superior.

Si la gracia está presente, es imposible que los matrimonios se destruyan, que las iglesias se dividan y que exista abuso en las familias. No existiría divorcio, ni existiría persona en angustia que sea despreciada o se quede sin recibir ayuda si la gracia nos moviera.

Tal vez usted es uno de los que piensan que su matrimonio debe terminar y ha comprado un libro con esta temática para ver si encuentra consejos que le apoyen en su determinación o directrices para saber cómo realizarlo. Si ha pensado que esa es la forma de curar sus males, no ha entendido lo doloroso de la realidad del divorcio. La mayoría de los seres humanos somos más propensos a tener una actitud curativa en vez de preventiva. Nos preocupamos de nuestra salud cuando nos enfermamos y no antes. Muchos quieren cambiar cuando su cónyuge ya no acepta dar una nueva oportunidad fuera de todas las que ha dado. Y otros quieren entender más sobre el divorcio cuando ya lo han decidido, en vez de entenderlo y estudiarlo antes de decidirlo.

Una gran cantidad de cristianos prefieren tomar decisiones sin tener en cuenta seriamente el consejo de Dios. Sin embargo, después los vemos pedir perdón por su pecado y buscar ayuda para soportar las terribles consecuencias. ¿No podría evitarlo obedeciendo a Dios, rechazando la desobediencia, aunque nos cueste entenderlo y su consejo esté en contra de la lógica humana?

Si después de dar muchos pasos, pero no el debido, cree que su matrimonio debe terminar, usted es el que más me preocupa. Pretendo que tome una buena decisión. Si no tiene en cuenta todos los factores y no cuenta con suficientes elementos de juicio como para tomar la decisión más saludable, espero que este libro cambie su decisión. Anhelo que se sienta motivado a luchar hasta las últimas consecuencias por su matrimonio y determine investigar seriamente lo que Dios piensa de su situación. Le ruego que haga un serio análisis de su caso, que busque la orientación profesional necesaria y realice una comparación de su comportamiento y actitudes con las enseñanzas de la Palabra de Dios.

Mi deseo es que usted y su cónyuge aprendan a ser personas con gracia. Mi anhelo es que cada lector, en su propia situación, aprenda a vivir con gracia. Gracia para vivir en su relación matrimonial y evitar un divorcio, si ese es su caso. Gracia para aceptar y ministrar a quienes, debido al sufrimiento que experimentan a causa del divorcio, necesitan de la gracia de Dios. La necesitan para salir del estilo de vida destructivo que ha elegido posteriormente a su divorcio y para encauzar sus relaciones interpersonales al estilo de Jesucristo.

Vida con gracia versus vida sin gracia

Quizás considere una tarea imposible enmendar su matrimonio. Sin embargo, lo que es imposible para los hombres es posible para Dios. He aconsejado a decenas de matrimonios que se han odiado hasta la muerte y que han perdido toda esperanza, pero que por la gracia de Dios, un saludable proceso de consejería y su determinación de aplicar los principios de amor y respeto, han logrado normalizar la relación conyugal. Si actúa con gracia, le garantizo que sanar su matrimonio será mucho más fácil y dejará menos consecuencias que romperlo, aunque en este momento y en el estado emocional en que se encuentra le parezca una tarea imposible.

Del ejemplo divino he aprendido que cuando relacionarse con otro ser humano es imposible, la gracia lo hace posible. Dios no puede relacionarse con el pecador si no fuera por su gracia. Cuando Él nos mira, lo único que ve es enemistad, desobediencia. Dios ha comprobado que tenemos pecado, que no queremos acercarnos a Él, que lo despreciamos y maltratamos. Sabe que a pesar de todo lo bueno que Él ha sido con nosotros, hemos hecho lo malo. Lo triste es que ni siquiera tenemos la capacidad ni el poder de cambiar esa actitud porque somos pecadores y porque no hay nada en nosotros que nos motive a buscar a Dios ni a amarlo.

Quizás esto mismo sea lo que le ocurre a usted. A lo mejor esa es la forma en que ve a su cónyuge. Ha comprobado la enemistad, el pecado y el maltrato. Ha sentido el rechazo y está absolutamente convencido que no hay posibilidad de cambio. ¿Sabe qué hace posible que Dios se acerque a nosotros los pecadores? Solamente su gracia. ¿Sabe qué puede hacer posible que usted permita que su cónyuge se acerque? ¿Sabe qué puede permitirle que se decida a conceder otra oportunidad? Solamente la gracia.

Sin duda, tiene razón en muchas cosas. Su cónyuge lo ha herido, se siente traicionado o maltratado. Tal vez le han pasado por alto. Incluso, haciendo el bien ha recibido a cambio daños y desprecio. Esa es precisamente la forma en que el hombre ha tratado a Jesucristo. Sin embargo, Él por su gracia está listo a perdonarnos. Esto no significa que se deleite en nuestro comportamiento. Ni que condone nuestra maldad. Al contrario, con amor y autoridad nos aplica su disciplina, pero lo hace con gracia. ¿Qué serís de nosotros si no viviéramos bajo la gracia de Dios?

Frutos de la vida sin gracia

El problema que enfrentamos es la tendencia que tenemos a ser solo receptores de la gracia de Dios. Sin embargo, tenemos serios problemas para dispensarla. Nos cuesta ser instrumentos de gracia. El orgullo y el egoísmo batallan dentro de nosotros y nos impiden el flujo de la gracia. Si no vivimos con gracia, no podemos darle el golpe mortal al orgullo que es el principal instigador de la tendencia a compararnos y a controlar a los demás.

La mayoría de nosotros preferimos la rutina, lo previsible y los intereses comunes. No nos agradan mucho los que piensan differente ni los que tienen diferentes gustos. Cuando alguien hace cosas o actúa distinto a nosotros, tendemos a establecer comparaciones.

En la vida cristiana, la ausencia de gracia lleva al legalismo. De ahí que quien no tenga gracia querrá obligar a que la otra persona piense y actúe igual. Entonces, nuestra aceptacíon a otras personas dependerá de si tienen convicciones similares a las nuestras. Al legalismo le encanta la uniformidad, a la gracia le encanta la variedad.

En la vida conyugal la ausencia de gracia lleva a la tiranía o la rebelión. La tendencia a ponernos como modelo generalmente nos lleva a la crítica de las personas o a la competencia desleal con ellas.

La segunda consecuencia de la ausencia de gracia es la tendencia a controlar a los demás. Esto nos incita a manipular e intimidar a quienes se supone que debemos guiar, proteger y amar. Como resultado, las personas son inflexibles, impositivas, exigentes, pasan por alto los sentimientos y no satisfacen necesidades. Quieren hacer las cosas a su manera y quien se oponga sufrirá las consecuencias.

Las comparaciones para despreciar la variedad o las diferencias o las actitudes controladoras anulan la gracia. Si ambos cónyuges deciden vivir con gracia, sin importar la condición en que su relación conyugal se encuentre, arreglarla será más fácil y dejará menos consecuencias que destruirla. Si uno o ambos cónyuges miran su situación sin los lentes del arrepentimiento, del perdón y de la gracia, les parecerá que es una tarea imposible de lograr.

Creo que este es el momento preciso para hacer una pausa y hacer algunas preguntas que le motivarán a hacer un serio examen de la situación que vive.

Sí está sufriendo en su relación conyugal y no encuentra salida, ¿está dispuesto a comenzar a vivir con gracia? Si su cónyuge le está pidiendo una nueva oportunidad, ¿está listo a recibir asesoramiento profesional bíblico para aprender a dar una nueva oportunidad y aceptar el arrepentimiento? Si es cristiano o incluso un ministro del evangelio de la gracia, pero ha tenido una actitud legalista e inmisericorde coe los que viven la tragedia del divorcio, ¿está listo a ser un ministro de la gracia de Dios? ¿Está dispuesto a actuar con gracia y ayudar con amor en el proceso de quienes anhelan restauración?

Tal vez ya ha vivido gran parte del proceso de divorcio y su cónyuge lo ha abandonado. A lo mejor se encuentra en este momento sumido en la culpabilidad, la amargura o se niega a perdonar. Si ya terminó su matrimonio, ¿está listo a recibir liberación por la gracia de Dios? ¿Está preparado a aceptar la gracia de Dios y su perdón, a vivir con gracia, autoperdonarse y a perdonar?

Frutos de la vida con gracia

Si aprendemos a vivir y a manifestar la gracia de Dios, nuestras vidas nunca serán las mismas. No importa lo difícil de la situación matrimonial que la persona viva, si estamos dispuestos a vivir con gracia, todo puede cambiar. Nunca llegará el divorcio cuando dos cónyuges deciden abandonar su orgullo y egoísmo y tratarse con gracia y respeto mutuo.

Sin duda, cuando se llega a pensar en la posibilidad de un divorcio, existen suficientes razones como para buscar esta salida. A lo mejor está tratando de evitar la destrucción de su propia vida o la de su cónyuge. Tal vez por su mente estén pasando todas las razones que tiene para no seguir ni un día más en esa relación interpersonal. Ha comprobado que es una relación destructiva y lo único que siente es desprecio e incluso aversión hacia su cónyuge. Estando en ese estado lo único que ve acercarse es la destrucción mutua. ¿Cómo no pensarlo si se dan todos los elementos que facilitan la enemistad?

Recuerdo que en una de mis visitas a un circo quedé inmensamente impresionado con la actitud misericordiosa que demostraba un león cada vez que su domador se atrevía a meter la cabeza dentro de la boca de este impresionante animal. Eso es gracia. Cuando existen todos los motivos y se dan las condiciones ideales para actuar conforme a lo que sentimos, solo la gracia nos permite evitarlo. Cuando debemos perdonar más de lo que creemos tener capacidad, necesitamos gracia. Cuando creemos que debemos hacer lo que una persona no merece, a pesar de que nunca podrá pagarnos, necesitamos gracia.

Sin embargo, debido a que en un matrimonio se relacionan dos personas, no solo debemos reaccionar con gracia cuando la acción de la otra persona es tan mala que nos motiva a la venganza. También cada cónyuge tiene la responsabilidad de actuar con gracia. No solo esperar que respondan con gracia a nuestro mal comportamiento, sino que también debemos actuar con gracia para evitar que la persona se sienta motivada a reaccionar indebidadamente.

Cuando vivimos con gracia nuestras actitudes son diferentes. Solo así podemos comenzar a disfrutar una actitud positiva en vez de las actitudes negativas. Cuando vivimos con gracia dejamos de estar sumidos en la sospecha y la intolerancia. Aprendemos a vivir con confianza. Así nuestras relaciones interpersonales son saludables. La gracia elimina el virus del egoísmo y la enfermedad mortal llamada orgullo. Le aseguro que si se decide a vivir con gracia, toda su vida será diferente, incluyendo su relación matrimonial.

A medida que pasan los años y maduro en la vida cristiana, comprendo con más profundidad la gracia de Dios. A medida que me adentro en ella y la disfruto, más me doy cuenta de la inmensa necesidad que tenemos de la gracia. No solo para tener una relación adecuada con Dios, sino para que como consecuencia tengamos la opción de tener una debida relación con los seres humanos.

Es lamentable, pero a menudo rechazamos vivir con gracia porque es un golpe fatal al machismo y al feminismo. La gracia es un golpe destructor al orgullo y el egocentrismo. Nos obliga a poner los ojos, el corazón y los pensamientos en otros en vez de en nosotros. La gracia destruye el negativismo, aniquila la culpabilidad, barre con el desprecio y el abuso. La gracia abre las puertas del positivismo, del arrepentimiento, de la aceptación, el cariño y el aprecio que son indispensables para tener éxito en la relación matrimonial. Decidir vivir con gracia, determinar conservar el matrimonio aprendiendo ambos a vivir con gracia es el único antídoto de la resolución de separarse.

Por supuesto que esta no es una tarea fácil. Sin embargo, es imposible dispensar gracia si no hemos recibido la gracia de Dios. Necesitamos experimentar la gracia de Dios. Necesitemos acercarnos a Él, buscarle en oración, amarle de corazón, buscar en la Biblia su instrucción. Aprender a vivir con gracia es aprender a vivir como Dios nos manda.

Lo que Dios nos pide

En uno de los tratados doctrinales más completos, llamado la Epístola a los Romanos, se encuentran una serie de mandamientos que cuando se obedecen en la vida matrimonial, nos transformarían en los cónyuges más comprensivos de este mundo. ¿Cree que buscarían el divorcio si ambos vivieran bajo los siguiente principios?:

No finjas amar; ama de veras. Aborrece lo malo. Ponte de parte del bien. Ámense con cariño y deléitense en el respeto mutuo … Nunca pagues mal con mal. Actúa siempre honrada y limpiamente. No riñas con nadie. Procura en lo que te sea posible estar en paz con todo el mundo (Romanos 12:9–10, 17–18).

La gracia nos motiva a la aceptación. Nos permite aceptar las personas tal como son. Necesitamos la gracia de permitir que otros sean lo que Dios quiere que sean y no lo que nosotros queremos que sean. Necesitamos gracia para hacer lo que Dios quiere que hagamos y no lo que nosotros queremos hacer.

Los cónyuges viven en la gracia y actúan con gracia y aceptación cuando su cónyuge es importante y valioso. Cuando no imponen sus ideas y cuando permitimos que nuestro cónyuge se exprese con libertad y nos diga con franqueza sus sentimientos. A usted lo aceptan cuando puede decir lo que siente sin que lo ataquen.

Dos cónyuges dispuestos a obedecer a Dios por sobre sus sentimientos, un consejero dispuesto a seguir los principios de la Palabra de Dios para ayudar a quienes buscan restauración y un Dios capaz de hacer un milagro por sobre los conflictos, es la fórmula que se necesita para la restauración de un matrimonio a su plan original. Dios está dispuesto y los consejeros están al alcance. Mi pregunta es: ¿Tienen la firme determinación de hacer todos los esfuerzos que sean necesarios para sanar su relación conyugal y conservar sa matrimonio?

lunes, 11 de abril de 2016

Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallaba algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




CRISIS EN PERSONAS
Trabajando con la desesperación 
¿Qué es una crisis?
La Palabra de Dios describe a muchos seres humanos en estado de crisis. Pablo es uno de ellos.
Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallaba algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén. Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» El dijo: «¿Quién eres, Señor?» Y le dijo: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón.» Él, temblando y temeroso, dijo: «Señor, ¿qué quieres que yo haga?» Y el Señor le dijo: «Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer.» Y los hombres que iban de camino con él, se pararon atónitos, oyendo en verdad la voz, mas sin ver a nadie. Entonces Saulo se levantó del suelo, y aunque tenía abiertos los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole de la mano, le metieron en Damasco, y estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió … (Hch. 9:1–9).
Éste es uno de los relatos más famosos de conversión religiosa, y frecuentemente una conversión puede desembocar en una crisis. El caso de Pablo es un ejemplo excelente de algunas de las características de la crisis. Esta experiencia afectó a Pablo en muchas formas. 
Le afectó físicamente, porque no podía ver y tuvo que ser llevado de la mano a la ciudad. 
Le afectó espiritualmente, porque pasó a ser un creyente; e invirtió toda la pauta de su actitud frente a los cristianos. 
Le afectó mental y emocionalmente, porque no comió ni bebió en tres días. 
Su conversión causó una crisis, en cuyo punto culminante Pablo cambió el curso de su vida, en este caso para mejoría.

Hemos hablado mucho sobre la palabra crisis, pero para ministrar propiamente a otros, nosotros hemos de llegar a comprender bien lo que significa la palabra. 

El diccionario de Webster define crisis como un «momento crucial» y «un punto de cambio en el curso de algo». Este término es usado con frecuencia para indicar la reacción interna de una persona ante una amenaza o riesgo externo. 

Una crisis generalmente implica la pérdida temporal de la facultad de reaccionar o hacer frente a las cosas, con la suposición de que esta alteración de la función emocional es reversible. 

Si una persona hace frente de modo efectivo a la amenaza, supera la crisis y vuelve al nivel previo en que funcionaba.

El carácter o signo de escritura que usan los chinos para indicar una crisis está hecho de dos símbolos: el uno es la pérdida de la esperanza, y el otro el de la oportunidad. Cuando un médico habla de crisis, está hablando del momento en el curso de una enfermedad en que se produce un cambio, para bien o para mal.

Cuando algunos consejeros hablan de una crisis matrimonial, están hablando de puntos cruciales en que el matrimonio puede ir en una dirección u otra: puede avanzar hacia el fortalecimiento, enriquecimiento o mejora, o bien pasar a la insatisfacción, el dolor y, en algunos casos, a la disolución.

Cuando una persona pierde el equilibrio como resultado de un suceso, se dice que experimenta una crisis. El término es usado, con frecuencia, de modo erróneo. Se aplica de manera incorrecta a las molestias o inconvenientes cotidianos. Los términos stress y tensión se utilizan de modo indiscriminado, pero esto es incorrecto, como veremos más adelante.

Una crisis puede ser el resultado de uno o más factores. 

En ocasiones puede ser un problema que ha crecido de modo desproporcionado y abrumador, como la muerte de un hijo. 

En otros casos no es un problema serio, y serio sin importancia para la mayoría de las personas, pero que para una persona determinada adquiere un significado especial y se convierte en algo agobiante. 

Normalmente porque se produce en un momento de vulnerabilidad especial, o cuando la persona no está preparada. Para una persona normal el problema resultante de haberse atascado un fregadero se resuelve sin grandes apuros. Pero cuando la persona se halla en un estado de tensión, puede convertirse en un verdadero drama. Cuando los mecanismos de respuesta del individuo son anormales, no funcionan bien o no tiene el apoyo de otros a quienes necesita, un simple grano puede convertirse en una montaña.

Las crisis no son siempre malas o dañinas. Más bien actúan como punto de giro o gozne en la vida de una persona. Por tanto, pueden significar una oportunidad lo mismo que un peligro. Cuando la persona busca métodos para hacer frente a una situación, puede inclinarse hacia caminos de destrucción, pero puede también descubrir caminos y métodos nuevos y mejores que los que antes tenía a su disposición.
elementos comunes en una crisis
El primer elemento es el suceso o hecho que genera el problema
Es la razón que desencadena una reacción de sucesos que culminan en crisis.
  • Una esposa joven que se preparó para una carrera durante siete años, descubre de pronto que está embarazada. 
  • Un joven atleta que ha estado entrenando durante sus años de estudio a fin de ser seleccionado por los profesionales, se fractura un tobillo durante una excursión a una montaña. 
  • Un viudo que tiene cinco hijos pequeños pierde el empleo en una profesión muy especializada. 
Todas estas personas comparten algo en común: El motivo causante de la crisis. Algo que es importante que los que les ayudan sean capaces de identificar desde el primer momento.

El segundo elemento es el estado vulnerable

Ninguno de estos sucesos conduce por sí mismo a la crisis. Para que esto suceda, la persona ha de ser vulnerable. 
  • El simple hecho de pasarse dos noches sin dormir puede hacer a una persona vulnerable a una situación que de otro modo habría resuelto sin dificultad. 
  • El estar enfermo o deprimido rebaja los mecanismos de defensa. Recientemente hablé con una mujer que quería ceder a su hijo adoptado, cerrar su negocio y dejarlo todo. Había perdido al marido y estaba deprimida por la amenaza de otra pérdida en su vida. Le pedí que no tomara ninguna decisión durante el período de depresión, puesto que estas decisiones suelen ser lamentadas más tarde.
El tercer elemento es el factor precipitante

Dicho de otra forma: «la gota que hace rebosar la copa». Algunas personas se defienden bien durante un período de pérdida o de sufrimiento extremo, pero se desmoronan por haber roto un plato o dejar caer un vaso. Ésta es la gota final, pero en realidad la reacción y las lágrimas son respuesta a otra razón o pérdida más seria.

El cuarto y último elemento es ya el estado de crisis activa

Cuando la persona no puede sostener más la situación, estalla la crisis. 
Hay varias indicaciones de este estado:
1.     Síntomas de tensión o «stress» psicológicos, físicos —o los dos—. 
     Éstos pueden incluir depresión, dolores de cabeza, ansiedad, úlceras. Siempre hay algún tipo de malestar extremo.

2.     Una actitud de pánico o de derrota. 
      La persona puede considerar que ya ha intentado todo lo que se puede hacer y que no hay nada que dé resultado. Por tanto, se considera un fracasado: está derrotado, abrumado, impotente. 
      
     A esto tiene dos formas de responder: 
  •      una es el nerviosismo y agitación extrema que le llevan a actuar en formas que no producen ningún resultado positivo. Éstas incluyen el andar desasosegado de acá para allá, beber, tomar drogas, conducir a velocidades excesivas o entrar en reyertas y peleas. 
  •      La otra forma de responder es volverse apático. Un ejemplo es dormir en exceso.

3.      Una necesidad extrema de ayuda
     «¡Sacadme de esta situación!», es lo que pide y suplica. Quiere alivio al dolor de la tensión. No está en condiciones de resolver el problema de forma racional. Algunas personas en crisis puede parecer que se hallan en estado de estupor o responden de forma estrafalaria. Otras se muestran frenéticas en sus esfuerzos y van a otros en busca de ayuda, hasta el punto de hacerse dependientes de otros en exceso, tratando que les ayuden a resolver su dilema.

4.      Una disminución en la eficiencia. 
     La persona en una crisis activa puede seguir funcionando con aparente normalidad, pero en vez de responder con un 100 % de eficiencia responde sólo con un 60 %. Cuanto mayor es la amenaza según la evaluación de la situación por parte del individuo, menos efectivas serán sus respuestas y recursos. Pueden darse cuenta de esto, lo cual contribuye a desanimarles más aún.
La forma en que se evalúa la situación es una parte importante del curso de la crisis. La evaluación es lo que la gente «hace» del suceso. Toda persona tiene su forma propia de percibir o reaccionar ante un suceso. 
Las creencias, ideas, expectativas y percepciones de una persona contribuyen todas ellas a evaluar una situación como de crisis o no de crisis. Es importante que al ayudar a las personas procures que vean y juzguen el suceso con sus propios ojos y no con los tuyos. 
La muerte de un amigo íntimo, por ejemplo, es evaluada desde varios puntos de vista: 
  • lo íntima que era la relación, 
  • con qué frecuencia se hallaban en contacto, 
  • cómo ha respondido la persona a otras pérdidas, y 
  • cuántas pérdidas ha sufrido recientemente. 
Una viuda cuya vida era dependiente y estaba envuelta íntimamente en la de su marido, considera su pérdida de modo muy diferente que un amigo íntimo, un socio en los negocios o uno de los tíos a quien el marido había visto sólo una vez en los últimos cinco años.

El sentimiento de pérdida es una de las causas más frecuentes generadoras de crisis. Incluso un ascenso en el empleo puede causar una sensación de pérdida que precipita una crisis. 

Juan se llevaba bien y disfrutaba con la camaradería de los otros vendedores en su agencia de venta de coches. Fue ascendido a gerente de ventas. Esto le dio más categoría, más dinero, pero cambió sus relaciones. Ya no se encontraba en el mismo nivel que los vendedores. En realidad ahora tenía que presionarles para que aumentara su cuota de ventas. A Juan esto no le gustaba y acabó tan insatisfecho que entró en crisis, dejando de ir al trabajo por hallarse enfermo y, de este modo, evitar conflictos.
Evaluación y equilibrio de factores
Hay quien cree que un problema no desemboca en crisis a menos que haya deficiencias de uno o más factores en el equilibrio de la vida de una persona. 
El principal de estos factores es una percepción adecuada: la forma en que ve el problema y el significado que tiene para ella. 
Si su hija se divorcia, los padres pueden considerar que es la tragedia mayor en su vida y un fallo negativo como padres de su propia capacidad educativa demostrada en la crianza de la hija. Otros padres, sin embargo, en situación similar, no verán el mismo hecho, ni del mismo modo.

Un segundo factor de equilibrio es disfrutar de un número suficiente de amistades. 

Esto implica tener un grupo de amigos, parientes o conocidos que pueden dar apoyo durante el problema. Es aquí que el Cuerpo de Cristo tiene el potencial de ser uno de los mayores grupos de apoyo a disposición, si se le hace actuar de modo adecuado respecto a la persona en necesidad.

Un tercer factor de equilibrio son los mecanismos de defensa sobre los que todos nos apoyamos. 

Si éstos no funcionan bien o si dejan de responder, puede generarse una crisis.

 Estos mecanismos implican: 
  • racionalización, 
  • negación, 
  • hallar nueva información en un libro, 
  • orar, 
  • leer las Escrituras y así sucesivamente. 
Cuanto mayor es el número y la diversidad de los mecanismos de defensa, menos probable es que una persona experimente una crisis.

El factor final es la duración limitada
Las personas no pueden permanecer en un estado de crisis durante un período muy extendido. Hay que hacer algo y es necesaria alguna decisión al respecto. 

La experiencia y la investigación indican el hecho de que una crisis termina y el equilibrio se restaura dentro de un máximo de seis semanas. 

Es posible que el equilibrio sea diferente de antes, pero por lo menos se alcanza de nuevo algún tipo de equilibrio.

Algunas veces el momento más apropiado para ayudar a una persona en estado de crisis activa es durante la misma, puesto que al sentirse más dañada, con frecuencia está mejor dispuesta a hacer cambios significativos en su vida.
Las transiciones como causa de crisis
No todas las crisis son inesperadas. Hay un tipo de crisis y éstas ocurren por sucesos predecibles. Un hecho que es parte de un proceso planeado, esperado o normal de la vida, puede conducir también a una crisis. La vida está llena de transiciones. Una transición es «un período en que se pasa de un estado de certeza a otro, con un intervalo de incertidumbre y cambio entre los dos».

Durante el curso de la vida tiene lugar un cierto número de transiciones que conllevan el potencial de generar crisis. 
  • Hay la transición de soltero a casado; 
  • la transición de los años veinte a los treinta, y 
  • la de los cuarenta a los cincuenta; 
  • la transición de un matrimonio sin hijos al ser padres; 
  • de ser padres a verse con el nido vacío; 
  • del nido vacío a ser abuelos; 
  • de estar empleados a estar jubilados.
La mayor parte de estos sucesos se ven venir en el horizonte. Y la persona puede prepararse para ellos imaginando mentalmente lo que serán, antes de que lleguen. 

Se puede recabar información al respecto para ayudar en el proceso de transición. 

Un maestro que se dio cuenta que al cabo de diez años tendría que retirarse, empezó a expansionar sus áreas de interés. 
  • Comenzó tomando cursos en un colegio local sobre temas que le gustaban.
  • Se dedicó a la fotografía y empezó a leer en áreas que no había considerado antes. 
  • Hizo una larga lista de proyectos que creyó le gustaría emprender, caso de tener salud y recursos, cuando se retirara. 
Como previo una pérdida significativa en los recursos económicos y de calidad del estilo de su vida, hizo planes por adelantado, previniendo una serie de sustituciones inevitables, trabajándolas mentalmente, para adaptar sus sentimientos a estas posibles pérdidas. Desarrolló hobbies e intereses que pudieran serle agradables, caso de que su salud fuera deficiente. Por medio de este proceso anticipativo eliminó la posibilidad de que esta transición desembocara en una crisis.

Si el movernos a lo largo de los diversos estadios de la vida fuera algo suave y todo fuera predecible, la vida sería relativamente fácil para individuos sensatos y maduros. 

Pero hay dos factores que deben considerarse: 
  • Primero, que una gran parte de la gente no es sensata o que no son capaces de tomar o aceptar responsabilidades, porque padecen un estado de inmadurez.
  • Y segundo, que hay numerosos cambios que no son predecibles y que no ocurren en el momento y modo que se habían planeado.
Consideremos por un momento algunas de las cosas que pueden generar cambios productores de tensión a lo largo de la vida. Empezar nuevas actividades o estudiar durante horas, en tanto que seguimos con las responsabilidades de ama de casa o bien empleados trabajando todo el día. Adoptar otros niños mientras seguimos criando a los propios. A veces puede tratarse de un cambio radical de situación. Divorciarnos y, de este modo, renunciar a nuestro cónyuge. Graduarnos de la universidad y tener que aceptar la responsabilidad de un empleo o profesión.

Hay también otras cosas a las que nos podemos ver obligados a renunciar sin que sean reemplazadas por otras. Éstas incluyen el jubilarse sin hallar una actividad sustitutiva en el retiro; el perder un cónyuge sin volvernos a casar; o el que la casa se quede vacía por marcharse los hijos, sin tener otra ocupación fuera del hogar que la de pasar a ser abuelo.

Podemos también experimentar cambios geográficos, como el trasladarnos de un país a otro, de un área rural a una zona urbana, o del centro de la ciudad a los alrededores o suburbios.

Hay también cambios socioeconómicos que incluyen el pasar de una clase social inferior a una clase media, o de una clase económica superior a otra inferior.

Sin olvidar los cambios físicos, como son el perder el oído, el quedar confinados en una silla de ruedas durante años y luego recobrar la capacidad de andar, el dejar de ser obeso y adelgazar, o viceversa.

Las transiciones pueden ser rápidas o graduales, y pueden tener un impacto positivo o devastador en la vida de la persona. Todas las transiciones, sin embargo, tienen el potencial de llegar a convertirse en crisis y depende de la persona afectada que lo llegue a ser. Incluso la experiencia de que un cónyuge pase a ser cristiano ha sido el catalizador de una crisis en algunas familias. El Dr. Lloyd Ahlem discute esta experiencia a fondo en su libro Living with Stress.

El papel de la iglesia, si hemos de contribuir a disminuir o aminorar algunas de las crisis de la vida, ha de ser preparar la congregación por adelantado para los cambios que van a experimentar. 

Esto implica educarlos para estos estadios de la vida y para las transiciones reales por las que van a pasar, y ayudarlos a aplicar la Palabra de Dios de manera que puedan resolver mejor tanto los cambios súbitos como los predecibles.
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Ahora que han sido conocidos por Dios, ¿cómo es que se vuelven de nuevo a los débiles y pobres principios elementales? ¿Quieren volver a servirlos otra vez? Me temo que yo haya trabajado en vano a su favor

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6





Nos preparamos para enseñar en la congregación
VOLVER A LA ESCLAVITUD DEL LEGALISMO
Gálatas 4:8-11
8 Sin embargo, en otro tiempo, cuando no habíais conocido a Dios, servisteis a los que por naturaleza no son dioses. 9 En cambio, ahora que habéis conocido a Dios, o mejor dicho, ya que habéis sido conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres principios elementales? ¿Queréis volver a servirlos otra vez? 10 ¡Vosotros guardáis los días, los meses, las estaciones y los años! 11 Me temo por vosotros, que yo haya trabajado en vano a vuestro favor. 
La necedad del hombre al rechazar la libertad genuina
Regreso Voluntario a la Esclavitud
“El ritualismo es el paganismo bautizado”. Estas palabras del comentarista Carlos Erdman describen perfectamente la idea de este pasaje. Es más, se puede decir que el legalismo es una versión de la religión pagana a la que se da el nombre de cristiana. Si queremos vivir conforme a la ley, estamos siguiendo los principios de otras religiones del mundo.

Ya hemos observado que el propósito de la ley fue cuidar a los israelitas que estaban bajo su protección hasta que llegaran a la madurez. Así que la ley era para niños; estar bajo ella equivalía a ser como un infante. Aun el pequeño más privilegiado no difería en nada del esclavo; sólo la madurez los libraba de esa esclavitud. Pero los que están en Cristo ya no son esclavos; ahora son hijos maduros y gozan de todos los derechos de adultos.
CONTRADICCION EN EL DESEO DE VOLVER A LA ESCLAVITUD 
Gálatas 4:8–11
En Gálatas 4:8–11, Pablo observa que después de ser librados de la esclavitud, los hermanos querían regresar a ella. Para demostrar la necedad de esa decisión, señala 5 contrastes entre su estado original y el actual de estar en Cristo. Como originalmente venían de un pueblo pagano, compara ese estado con el que tienen ahora.
El cambio de estado Gálatas 4:7–9a
El primer contraste que Pablo señala entre su estado anterior y el nuevo en Cristo es el mismo que hizo notar en el pasaje anterior. Antes eran esclavos, pero ahora son hijos, herederos y adultos libres (Gálatas 4:7, 9b). ¿Por qué querían regresar a la esclavitud?

El segundo contraste tiene que ver con el objeto de adoración, o sea, los dioses a quienes adoraban. Antes de encontrar al Señor Jesucristo, los gálatas creían en dioses que en realidad no lo eran porque no existían. Eran objetos que ellos mismos habían fabricado. Pero ahora adoraban al único Dios verdadero, el que hizo el universo (Gálatas 4:8–9). ¿Por qué deseaban regresar a aquellos dioses falsos, inventados por la mente humana?

El tercer contraste se refiere a su conocimiento de Dios. Antes, a causa de la desobediencia humana y su naturaleza pecaminosa, no podían entender al Señor. Su intelecto estaba caído, al igual que toda la imagen divina que había en ellos. Pero, al estar en Cristo, ya lo conocían (Gálatas 4:8–9). ¿Por qué insistían en regresar al estado de ignorancia, separados de Dios e incapacitados para conocerlo?

El cuarto contraste lo encontramos al estudiar el uso que hace en el idioma original de los verbos traducidos como “conocimiento” (v. 9), los cuales tienen acepciones distintas. Estos vocablos indican que anteriormente no conocían al Señor intelectualmente; ni tenían un concepto mental de quién es el Dios verdadero. Pero ahora que estaban en Cristo, lo conocían no sólo con el intelecto, sino en forma personal. Ya era alguien bien conocido, un amigo (Gálatas 4:8–9). ¿Por qué deseaban regresar a su vida antigua y vivir lejos de Dios considerándolo su adversario?

Finalmente, contrasta su estado anterior con el nuevo diciendo que mientras que antes no conocían a Dios, ahora eran conocidos por él directamente (Gálatas 4:8–9). Esta afirmación paulina nos recuerda lo que sucede cuando conocemos a personajes importantes.

El doctor Emilio Antonio Núñez, famoso teólogo evangélico, es un buen amigo mio desde hace muchos años, desde que fuimos colegas. El conoce a mi familia. Si usted lo saluda de parte mia, probablemente él le preguntará por mi esposa Elena y por mis hijos, tal vez por nombre.

Pero el caso es distinto con el doctor Carlos Henry, gran orador cristiano, o Chuck Swindoll, gran expositor bíblico famoso por sus programas de radio en todo el mundo. El doctor Henry inclusive ha almorzado en mi casa y al doctor Swindoll lo conocí hace años junto con sus padres y hermana, y tenemos muchos amigos en común. 

Aunque he conversado personalmente con ellos, no creo que me recuerden. Si usted les dice, “yo conozco a un amigo suyo”, ¿qué harán? Nada, porque tal vez no se acuerden de que nos hemos conocido. Existen muchas otras personas famosas que yo no conozco, ni ellos a mí. Pero hay personas famosas que sí, conocemos aunque ellas no nos conozcan. Lo increíble de lo que dice Pablo es que el creyente tiene una relación personal íntima, como de buenos amigos, con el verdadero Dios del universo. ¿Por qué regresar al estado anterior?

¿POR QUE REGRESAR A LA
ESCLAVITUD SI AHORA CONOCEMOS
AL UNICO DIOS VERDADERO?

La respuesta al cambio Gálatas 4:9b–11
Al terminar su disertación acerca de la transformación operada en ellos, el apóstol hace la pregunta lógica: “¿Por qué regresar?” Su actitud no tenía sentido. ¿Por qué volver atrás? ¿Por qué querían ser tratados como niños, como esclavos? En medio de su pregunta presenta cuatro características de la ley (Gálatas 4:9), todas ellas negativas. 

Primero, afirma que la ley era débil, sin poder alguno. Aunque era capaz de definir el pecado, no podía librarlos de él. Podía diagnosticar, pero no curar.

La segunda descripción indica que la ley es pobre porque no tiene los recursos necesarios para conseguir nada. Tiene tanta capacidad para proveernos beneficios espirituales como una compañía en bancarrota.

En tercer lugar, la ley se describe como “rudimentos” o principios elementales, porque contiene los principios más básicos, como el abecedario, de la vida espiritual. Representa lo que el niñito aprende en primer grado de la escuela. No hay nada de malo en lo que se aprende en ese nivel, pero la vida requiere mucho más para alcanzar las metas de la madurez.

En Gálatas 4:3 y en otros pasajes donde aparece, esta palabra se utiliza para describir los principios que el mundo sigue. Se refiere a la filosofía mundana que dice: “Yo puedo hacer todo sin ayuda de nadie”. Tal vez lo que el apóstol trataba de decir era que los gálatas anhelaban que se les dijera lo que debían hacer. Al igual que niños, querían seguir cualquier regla que les dieran. Sin embargo, los adultos maduros deben seguir normas más elevadas que las leyes, un sistema de ética basado en el amor a Dios y al prójimo.

Finalmente, Pablo describe la ley como esclavizante, que anula los privilegios del adulto y le somete a reglas infantiles porque había sido diseñada con ese propósito. Ahora ellos querían volver a su vida antigua. La ley hace esclavos, y eso es precisamente lo que ellos deseaban.

A veces encontramos un adolescente de doce o trece años, que dice: “No quiero crecer”, porque prefiere vivir protegido por la seguridad de las reglas que tener la responsabilidad de hacer decisiones. No quiere independizarse por temor. Otro caso semejante es el de algunos prisioneros que son puestos en libertad. A veces cometen otro crimen de inmediato para no tener que asumir la responsabilidad de vivir su propia vida.

ES MEJOR TOMAR DECISIONES
MADURAS RESPONSABLES
QUE DECISIONES INMADURAS
BASADAS EN LEYES
En lo que se refiere al desarrollo de un individuo, mientras vive bajo las reglas, se encuentra en estado infantil, porque éstas son para los ignorantes (1 Timoteo 1:8–10). La madurez no se alcanza por cumplir ciertas normas, sino cuando se tiene la capacidad de evaluar las circunstancias y tomar decisiones responsables.

Los gálatas habían estado sometidos por sus dioses falsos, y ahora querían volver a otra forma de esclavitud, la de las leyes. Pero esto ya no era necesario para quienes habían recibido la libertad de los hijos maduros.
¡PENSEMOS!
Considere la transformación que Dios realizó en nosotros por medio de la obra de Cristo. Haga una lista de los beneficios que hemos recibido en él conforme a Gálatas 4:8–11. ¿Cómo debe afectar nuestra actitud y vida diaria.
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