jueves, 11 de abril de 2019

Los humanos no se contentan con las enseñanzas fundamentales y eternas de la palabra de Dios.

PARA RECORDAR ... El que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




 La piedad y la verdadera riqueza
 1 Timoteo 6.3–10
3 Si alguien enseña algo diferente y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que es conforme a la piedad, 4 se ha llenado de orgullo y no sabe nada. Más bien, delira acerca de controversias y contiendas de palabras, de las cuales vienen envidia, discordia, calumnias, sospechas perversas, 5 y necias rencillas entre hombres de mente corrompida y privados de la verdad, que tienen la piedad como fuente de ganancia. 

6 Sin embargo, grande ganancia es la piedad con contentamiento. 7 Porque nada trajimos a este mundo, y es evidente que  nada podremos sacar. 8 Así que, teniendo el sustento y con qué cubrirnos, estaremos contentos con esto. 

9 Porque los que desean enriquecerse caen en tentación y trampa, y en muchas pasiones insensatas y dañinas que hunden a los hombres en ruina y perdición. 

10 Porque el amor al dinero es raíz de todos los males; el cual codiciando algunos, fueron descarriados de la fe y se traspasaron a sí mismos con muchos dolores.
 
MAESTROS DESCONTENTOS  
 1 Timoteo 6.3–10
Pablo hace alusión a otra persona en este pasaje: el que “no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad” (v. 3). Algunos maestros de Éfeso estaban descontentos en varios sentidos. El problema más serio era que no se contentaban con la enseñanza de Jesucristo, la doctrina que enseñaban los apóstoles como Pablo. Son los mismos que el apóstol señaló en el capítulo 1, los que enseñaban diferente doctrina y fábulas varias (1:3–4). En 4:1–5, el apóstol dice que enseñaban “doctrinas de demonios”, incluyendo normas legalistas que negaban la buena obra del Creador. Además, no estaban contentos con su estado económico y tomaban la religión “como fuente de ganancia” (v. 5).

Estos maestros no estaban contentos con la sana doctrina. Querían introducir enseñanzas falsas que causaron enfermedades espirituales. Debemos contrastar sanas palabras en el v. 3 y la palabra delira en el v. 4.

En 2 Timoteo 4:3, el apóstol habla de los que “no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oir, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias”. Los humanos no se contentan con las enseñanzas fundamentales y eternas de la palabra de Dios. 


Buscan creencias novedosas que dan la apariencia de intelectualismo o de espiritualidad (1:4; 4:7; 6:4, 20). Son atraídos por sistemas que exigen alguna regla o rito para agradar a Dios. Quieren sentirse merecedores de las bendiciones. Es humillante para el ser humano recibir gratuitamente la salvación y la bendición de Dios. Por ello:
  • Participa en algún rito o requerimiento religioso, o 
  • se priva de alguna satisfacción, pensando que estas actividades compensan sus pecados y le hacen ser acepto delante de Dios (4:3).
Tenemos que combatir la tendencia humana de hacer algo para obtener la salvación. 
  • Es muy posible que uno que se cree cristiano haya sólo sustituido diferentes normas, un nuevo estilo de vida y otros ritos por los que antes tenía. 
  • Tal vez no haya reconocido su orgulloso egocentrismo y sus pecados o que no haya sido regenerado a través de confiar totalmente en el suficiente sacrificio de Jesucristo por nosotros: “siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Romanos 3:24).
LOS MAESTROS DEL ERROR
  1. No se conforman a las enseñanzas de Cristo y los apóstoles.
  2. Su doctrina no produce genuina espiritualidad.
  3. Son orgullosos.
  4. Realmente no saben la verdad.
  5. Están enfermos de contiendas, envidia, blasfemias.
  6. Buscan ganancia personal.


Otra característica de estos maestros era su orgullo
Creían que tenían conocimientos superiores a los demás y que su conducta legalista era mejor que la conducta de otros. En realidad, Pablo dice que no sabían nada de la verdad y sus enseñanzas causaban disensiones, envidias y blasfemias (vv. 4–5).

La tercera característica era su avaricia: 

“toman la piedad como fuente de ganancia”. Su apariencia de espiritualidad y actividades religiosas estaban motivadas por el deseo de tener más ingresos económicos (v. 5). 

En 5:17–18, Pablo enseñaba que la iglesia tiene la responsabilidad de sostener a los que ministran bien. Sin embargo, la ganancia no es lo que debe motivar al verdadero siervo de Dios

De estos falsos maestros el apóstol le dijo a Timoteo: “apártate de los tales”.  
  • Sus falsas enseñanzas, 
  • su legalismo, 
  • su avaricia y 
  • su mala conducta eran contagiosos como una epidemia que amenazaba a la salud de la iglesia.
CRISTIANOS CONTENTOS 6–10
La avaricia de esos maestros motivó al autor a introducir una enseñanza muy interesante acerca del contentamiento que debe caracterizar la vida de cada creyente en Cristo. En estos versículo encontraremos tres razones para tener contentamiento y no entregarnos a la avaricia.

Sólo la ganancia espiritual es eterna (6:6–8)
Pablo ahora usa la palabra ganancia en un sentido diferente para enseñar una gran verdad. La verdadera ganancia no es la económica, la que buscaban los falsos maestros. La ganancia que es grande y valiosa es “la piedad acompañada de contentamiento”, o sea una vida de devoción y rectitud acompañada de tranquilidad en que la persona disfruta las circunstancias en las cuales Dios le ha puesto.
El vocablo contentamiento en el tiempo de Pablo era usado por los filósofos estoicos y significaba “la autosuficiencia”, el ser independiente de las circunstancias externas. La palabra describe a la persona cuyos recursos están dentro de sí misma. Pero sabemos que la idea de Pablo fue diferente del concepto que tenían los filósofos. Él nunca enseñó que el hombre es suficiente por sus propios recursos humanos. El cristiano puede sentir la autosuficiencia sólo porque Cristo está en su vida. El poder del Espíritu Santo provee la abundancia y satisfacción espiritual. El cristiano está completo sin tener las comodidades y lujos que el mundo materialista ofrece. El verdadero contentamiento brota de la devoción del corazón, no de las riquezas que-se tienen en mano. Un escritor dijo que un hombre es rico en proporción al número de cosas de que puede prescindir.
El apóstol vivía lo que enseñaba. Meses atrás, había estado encarcelado en Roma. Sin embargo, escribió: “Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:12–13).


Parte del argumento de Pablo se encuentra en el v. 7: las cosas materiales son terrenales y temporales (comp. Job 1:21–22; Eclesiastés 5:15). Su uso e importancia se limita a un breve espacio de nuestra existencia. La esencia del hombre no depende de ellas. Es más importante lo que es eterno: 

  • la devoción a Dios, 
  • las almas de los hombres, 
  • la salvación eterna, 
  • el espíritu obediente y tranquilo. Lo necesario para la vida material, según el v. 8, son el sustento y el abrigo. “Estemos contentos con esto”, dice Pablo.
Jesús enseñó: 
“No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?… Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:25, 33).

La avaricia lleva a otros pecados (6:9)
El v. 9 señala una de las actitudes incorrectas con relación al dinero: querer enriquecerse. Se nota que Pablo no critica a personas que tienen recursos materiales. En los vv. 17–19, él tiene una orientación especial para los creyentes que tienen recursos (comp. Mateo 27:3–5; Hechos 1:18–19; 5:1–11; Lucas 16:19–31). Lo que es crucial es la actitud del creyente con respecto al dinero, sea uno que es pobre o uno que tiene más. El pecado es la ambición de hacerse rico, porque el creyente que lo hace está equivocado en su escala de valores. El cristiano ha de entregarse a los valores que no terminan con esta vida, que son eternos: el amor a Dios y a los demás, la salvación de los hombres y la edificación del cuerpo de Cristo.

  ¿POR QUÉ DEBEMOS ESTAR CONTENTOS?
  v. 6 La verdadera ganancia es la espiritual.
  v. 7 Lo material es temporal.
  v. 8 Son mínimas las verdaderas necesidades.
  v. 9 Querer enriquecerse hace caer en tentación y lazo.
  v. 9 Trae también codicias necias y dañosas.
  v. 10 El amor al dinero es raíz de muchos males.
  v. 10 Otros han dejado la fe y han sufrido por ello.


El deseo de enriquecerse trae dos consecuencias serias. La primera es que las personas que se proponen enriquecerse “caen en tentación y lazo”. Constantemente tienen la tentación de descuidar lo importante, como la familia, su testimonio, la ayuda a los demás, su participación en las actividades del Señor. Son tentados a ceder sus principios éticos para facilitar la ganancia. Pablo dice que este pecado no sólo trae tentaciones. El deseo de enriquecerse es una trampa (lazo). Nos enreda de manera que se pierde la libertad de tomar buenas decisiones.
La segunda consecuencia es que esta clase de vida trae “muchas codicias necias y dañosas”. Buscar el dinero sobre todo lo demás lleva al hombre a codiciar lo que el dinero puede conseguir, aunque estas cosas no tengan sentido (necias). El daño se refiere a que muchas de estas cosas no le hacen bien, ni a él ni a quienes lo rodean.
Estas codicias “hunden a los hombres en destrucción y perdición”. El apóstol está alumbrando el camino para que el creyente vea hacia dónde lleva el deseo de enriquecerse. Él describe las olas que alcanzan y ahogan al individuo que se ha metido mar adentro. Destrucción señala la derrota moral, emocional y espiritual en esta vida. Perdición probablemente indica las consecuencias eternas. Es el camino que caracteriza a los que no son creyentes y estarán perdidos. Si un creyente escogiera este propósito para su vida, perderá las bendiciones y el galardón que recibirá el creyente que se dedica a los valores eternos.

El amor al dinero trae muchos dolores (6:10)
La segunda actitud, muy parecida a la primera y tal vez la causa de ella, es el amor al dinero. Esta es una de las principales causas de todos los males, dice el autor. 


Al hablar de males, Pablo no enfoca aquí otros pecados, como hizo en el v. 9, sino 
  • las penas, 
  • desilusión, 
  • infelicidad, 
  • sufrimientos y aún 
  • el fracaso espiritual y doctrinal. Una de las mentiras de Satanás es que la felicidad viene de tener cosas materiales, cuando, en realidad, la vida se complica y las decisiones llegan a ser difíciles. Cuando una persona sustituye el dinero y lo que el dinero puede conseguir por los valores y las actividades espirituales y eternas, él trae a su vida, a su familia y a sus amigos, infelicidad y confusión. No sólo sufre él, sino también todos los suyos que le acompañan en ese camino equivocado.
Pablo dice que algunos dejan sus convicciones cristianas y fracasan espiritualmente por haber tomado el camino incorrecto de la avaricia. Como una espada, el amor al dinero penetra en el individuo y le inflige muchos dolores en la vida.
Después, en los versículos vv. 17–19, encontraremos una orientación positiva acerca del buen uso del dinero.


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