jueves, 31 de marzo de 2016

Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Hay veneno de serpiente debajo de sus labios; su boca está llena de maldiciones y amargura

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Enseñamos en la congregación bien preparados
Ningún hombre es justo
Romanos 3:9-20
9 ¿Qué, pues? ¿Les llevamos alguna ventaja? Claro que no; porque ya hemos acusado tanto a judíos como a gentiles, diciendo que todos están bajo pecado, 10 como está escrito: 
  No hay justo ni aun uno; 
  11 no hay quien entienda, 
  no hay quien busque a Dios. 
  12 Todos se apartaron, 
  a una fueron hechos inútiles; 
  no hay quien haga lo bueno, 
  no hay ni siquiera uno. 
  13 Sepulcro abierto es su garganta; 
  con su lengua engañan. 
  Hay veneno de serpiente 
  debajo de sus labios; 
  14 su boca está llena 
  de maldiciones y amargura. 
  15 Sus pies son veloces 
  para derramar sangre; 
  16 hay ruina y miseria 
  en sus caminos. 
  17 No conocieron el camino de paz; 
  18 no hay temor de Dios 
  delante de sus ojos. 
19 Pero sabemos que todo lo que dice la ley, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre, y todo el mundo esté bajo juicio ante Dios. 20 Porque por las obras de la ley nadie  será justificado delante de él; pues por medio de la ley viene el reconocimiento del pecado. 

La maldad del hombre: Alejados de Dios


El pecado y la culpabilidad en todos Juan 3:9–20
Pablo termina la primera gran sección de la carta en la que ha demostrado que todos los hombres son pecadores, tanto judíos como gentiles. El mensaje de salvación tiene sentido solamente si el hombre está perdido. Mediante una serie de citas de las Escrituras Pablo demostrará que la declaración de la universalidad del pecado no es sólo una opinión personal; es el veredicto de la Palabra de Dios.

El capítulo 3 empieza con la pregunta si hay ventaja en ser judío. En respuesta Pablo dice que sí hay mucha ventaja (Romanos 3:2). Ahora, versículo 9, vuelve a hacer la pregunta y la respuesta es que no hay ventaja. Pueden parecer respuestas contradictorias, pero no lo son. Hay mucha ventaja en términos de los privilegios de los judíos. Pero la ventaja no fue aprovechada, de modo que al fin de cuentas los privilegios de los judíos no les servirán en el juicio para evitar el castigo de Dios. Más bien, significarán un juicio más severo. De modo que todos [sin excepción alguna] están bajo pecado, esto es, bajo su poder, su dominio. El pecado se personifica; es un amo que tiene al hombre bajo su autoridad.

En los Romanos 3:10–18 Pablo incluye una cadena de citas al estilo rabínico aunque sin la repetición de la expresión “como está escrito” entre cita y cita. Los rabinos daban a esta práctica un nombre que sugiere el acto de enhebrar perlas en un hilo. Hay tres estrofas: vv. 10–12, 13, 14, 15–18. La expresión no hay que aparece cinco veces en la primera estrofa y una vez al final (v. 18) expresa el tema central, la universalidad del pecado. Posiblemente esta cadena de citas ya estaba en uso en la liturgia cristiana y Pablo simplemente hace uso de ella. De cualquier manera, es muy apropiada aquí.

La primera cita está tomada, con una ligera adaptación, del pasaje que aparece en el Salmo 14:1–3 y en el Salmo 53:1–3, aunque dos de las frases parecen reflejar al pasaje de Eclesiastés 7:20. La primera estrofa empieza y termina con la categórica afirmación de la pecaminosidad sin excepción de los hombres. La insensatez de la elección del pecado se explica en términos de falta de comprensión y falta de búsqueda de Dios (v. 11). 

Los hombres se desviaron del camino correcto y moralmente fracasaron (v. 12). El sentido del término traducido fueron hechos inútiles es echarse a perder, así como la leche. La esterilidad de los intentos del hombre en sus esfuerzos ético-morales está subrayada en la declaración de que no hay ni siquiera una sola excepción del cuadro presentado (v. 12). La partícula negativa aparece dos veces en cada versículo de esta estrofa, un total de seis veces; el efecto es remarcar que el patrón de pecado no admite excepción alguna. Se ha dicho que todo el curso de la historia confirma esta conclusión sombría.

La ley
Romanos 3:9-24
  1.      Declaración de la ley: somos pecadores (vv. 9-19).
  2.      Propósito de la ley: darnos el conocimiento del pecado (v. 20).
  3.      Provisión más allá de la ley: justicia en Cristo (vv. 21-24).


La segunda estrofa de la cadena de citas (vv. 13, 14) enfoca la atención en el carácter corrupto del pecador y el énfasis está en pecados asociados con el habla. Se debe notar las referencias a la garganta, la lengua, los labios (v. 13) y la boca (v. 14), órganos asociados con el hablar. 

La primera cita es de la segunda parte del Salmo 5:9. La garganta como sepulcro abierto puede referirse al hablar del pecador como fuente de impureza y corrupción. Su boca es como un sepulcro que despide olores desagradables, figura muy apta en una cultura que depositaba los cadáveres en cuevas cerradas con una piedra. Una sepultura mal cerrada o violada podría despedir olores repugnantes. 

Pero sepulcro abierto también puede referirse a las intenciones destructivas del pecador en el uso de la lengua; quieren devorar a sus víctimas. Engañan expresa la idea de traición en el uso de la lengua. En el caso de esta gente la falsedad no es ocasional; es lo que caracteriza su hablar (engañan de continuo, BLA).

La segunda cita es del Salmo 140:3 y caracteriza el mortífero poder destructivo latente en las palabras del pecador. Es interesante notar que se señala la ubicación correcta de las glándulas productoras del veneno en la víbora. La cita que sigue es del Salmo 10:7. Al caracterizar su boca como llena de maldiciones y amarguras, el Apóstol indica la abundancia de estas expresiones. La experiencia humana confirma que la descripción del habla del hombre como caracterizada por imprecaciones y disgusto se ajusta a la realidad.

La tercera estrofa enfoca la atención en la violencia y la destrucción en la vida del pecador. Los versículos 15–17 constituyen una cita resumida de Isaías 59:7, 8. Los versículos anteriores se refieren a órganos que tienen que ver con el hablar (garganta, lengua, labios, boca). Ahora Pablo se refiere a los pies para indicar que su conducta está de acuerdo con su habla. Derramar sangre señala el homicidio. Al decir que los pies son veloces para derramar sangre, se indica el ánimo dispuesto para hacerlo, la ansiedad por hacerlo. 

Esta disposición para la violencia trae consecuencias ruina y miseria, en la vida propia o en la vida de las víctimas. La violencia parece traer lujos y privilegios, pero su fin es una vida miserable. La ruina y la miseria inevitablemente forman parte de su existencia. No son consecuencias casuales o pasajeras, sino características constantes, la norma inevitable. El camino de paz, el otro camino, el otro estilo de vida, es totalmente extraño para ellos. Lo desconocen. Han cambiado el camino de paz por el camino de la miseria. ¡Qué mal negocio!

La última cita es del Salmo 36:1: En el contexto bíblico el temor de Dios es el principio de la sabiduría (Prov. 1:7). Se ha dicho que a esta gente le falta no solamente la sabiduría, sino el punto de partida para lograrla. Jamás tienen presente que hay que temer a Dios (DHH). Aquí está la raíz de sus malos dichos y sus malas acciones. La raíz misma de todo su pecado es la falta de temor a Dios.

En primera instancia, la referencia a no tener el temor de Dios delante de sus ojos (comp. garganta, lengua, labios, boca y pies en los versículos anteriores) parece extraña. Para explicar la expresión se ha observado que es por los ojos que el hombre dirige sus pasos. De modo que declarar que no hay temor de Dios ante sus ojos es una forma metafórica para decir que el temor de Dios no influye en la dirección de su vida. No toman en cuenta a Dios para nada. 

El hombre así descrito es un ateo en el sentido práctico, si no lo es en el sentido teórico. También se puede notar que lo que está delante de los ojos es lo que está en el centro de nuestra atención. La ausencia del temor de Dios significa que él está excluido de nuestra atención y reflexión, si no de todo el horizonte de nuestra vida. Decir que no hay temor de Dios delante de los ojos del pecador equivale a decir que Dios no está en sus pensamientos.

Pablo ha terminado (v. 19a) la serie de citas del AT destinadas a comprobar su acusación de la culpabilidad de todos sin excepción. En el proceso de hacerlo, ha vuelto a pintar el cuadro negro de la situación moral de la raza humana presentado en Romanos 1:18–32. Aunque la forma del argumento es otra y los términos son diferentes, el cuadro es el mismo. Ahora él está listo para concluir la primera gran sección de la carta.

Al referirse a lo que dice la ley, Pablo aparentemente tiene en mente la serie de citas en los versículos 10–18. Estas no están tomadas del Pentateuco, la primera división del AT llamada por los judíos “la ley”, sino de Isaías y los Salmos, libros de la segunda y tercera división de la Biblia hebrea, divisiones llamadas respectivamente por los judíos “los profetas” y “los escritos”. Por lo tanto, parece claro que por el término “ley” en este caso Pablo se refiere a todo el AT.

Dos términos diferentes con sentidos distintos están traducidos dice en el versículo. El segundo término traducido como dice significa propiamente “habla”. Desde la perspectiva bíblica las Escrituras no son letra muerta sino palabra “viva y eficaz” (Heb. 4:12) capaz de penetrar en lo más profundo del que la lee o la escucha y desnudar sus pensamientos más íntimos. La Palabra habla a los hombres.

Semillero homilético
Diagnóstico médico de una vieja enfermedad
Romanos 3:19-28
  I.      Un diagnóstico antiguo: la vida bajo la ley.
    1.      Los síntomas: acusación, excusas, usar la ley para la justificación, medir el                  comportamiento de los demás.
    2.      La infección: la herejía de los fariseos, los corazones entregados a la ley.
    3.      El resultado: la prognosis es eterna perdición.

  II.      Una nueva prognosis: la vida en Cristo.
    1.      Sanidad: Cristo nos alcanza en la enfermedad y la lleva sobre sí.
    2.      Sanando la infección: recibimos la justicia.
    3.      Nuevos síntomas: libres.


El AT, en lo que dice, habla a los que están bajo la ley. Más precisamente el texto se refiere a “los que están en la ley”. En Romanos 6:14, 15 Pablo usa una preposición diferente y la frase es bien traducida como bajo la ley, pero allí el pensamiento es otro. La preposición usada aquí es la misma de Romanos 2:12 donde la RVA entiende que se refiere a los que tienen la ley (comp. Romanos 2:14 donde la frase se aclara mediante su opuesto, “los gentiles que no tienen la ley”). El término ley en la primera frase del versículo se refería a las Escrituras, pero aquí parece claro que se refiere a los mandamientos. Los judíos que tienen los mandamientos viven en la esfera donde éstos son aplicables.

Se puede preguntar cómo Pablo puede declarar que en todo lo que dice, el AT se dirige a los judíos. De hecho, hay porciones de las Escrituras dirigidas a los gentiles. 

El pensamiento parece ser que, aun en las partes dirigidas a los paganos, el mensaje está destinado en primera instancia a los judíos. Es para su provecho. De modo que, lejos de imaginarse excluidos de la condenación del pecado humano en el AT, debía haberse dado cuenta de que era aplicable en primera instancia a ellos mismos.

La expresión todo el mundo (v. 19b) ha llevado a algunos comentaristas a pensar que Pablo no se había limitado a los judíos cuando hablaba de los que están en la ley. Pero aparentemente la idea de él es que al demostrar que los judíos están comprendidos en la condenación de la humanidad queda claro que no hay excepciones y que todos están bajo pecado (Romanos 3:9). Si los judíos que tenían la ley están condenados, no puede haber duda de la condenación de los paganos. El texto sugiere el cuadro de un acusado que al tener la oportunidad de hablar en su defensa se queda mudo por el peso de la evidencia en su contra. El hombre está ante el tribunal de Dios; su culpabilidad ha sido demostrada más allá de cualquier duda posible; él espera sin palabras la condenación del juez.

La primera frase del versículo 20 es un reflejo de las palabras del Salmo 143:2. Ningún ser humano será declarado libre de culpa por su obediencia a lo que Dios exige. La razón es que no existe en el ser humano esta perfecta obediencia que merecería la aprobación de Dios. La función efectiva de la ley no es ser medio de justificación sino de conciencia de pecado. La ley es la regla que comprueba lo torcido de la vida del ser humano.

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miércoles, 30 de marzo de 2016

De cierto te digo que cuando eras más joven, tú te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, y te ceñirá otro y te llevará a donde no quieras.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar; no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Jesús aparece a los suyos en Galilea
21 : 1Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos en el mar de Tiberias. Se manifestó de esta manera: 

2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado Dídimo,  Natanael que era de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. 
3 Simón Pedro les dijo: 
—Voy a pescar. 
Le dijeron: 
—Vamos nosotros también contigo. 
Salieron y entraron en la barca, pero aquella noche no consiguieron nada. 
4 Al amanecer, Jesús se presentó en la playa, aunque los discípulos no se daban cuenta de que era Jesús. 
5 Entonces Jesús les dijo: 
—Hijitos, ¿no tenéis nada de comer? 
Le contestaron: 
—No. 
6 El les dijo: 
—Echad la red al lado derecho de la barca, y hallaréis. 
La echaron, pues, y ya no podían sacarla por la gran cantidad de peces. 
7 Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: 
—¡Es el Señor! 
Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó el manto, pues se lo había quitado, y se tiró al mar. 8 Los otros discípulos llegaron con la barca, arrastrando la red con los peces; porque no estaban lejos de tierra, sino como a doscientos codos.  
9 Cuando bajaron a tierra, vieron brasas puestas, con pescado encima, y pan. 
10 Jesús les dijo: 
—Traed de los pescados que ahora habéis pescado. 
11 Entonces Simón Pedro subió y sacó a tierra la red llena de grandes pescados, 153 de ellos; y aunque eran tantos, la red no se rompió. 
12 Jesús les dijo: 
—Venid, comed. 
Ninguno de los discípulos osaba preguntarle: "Tú, ¿quién eres?", pues sabían que era el Señor. 
13 Vino, entonces, Jesús y tomó el pan y les dio; y también hizo lo mismo con el pescado. 14 Esta era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos después de haber resucitado de entre los muertos. 
Jesús y Pedro
15 Cuando habían comido, Jesús dijo a Simón Pedro: 
—Simón hijo de Jonás, ¿me amas tú más que éstos? 
Le dijo: 
—Sí, Señor; tú sabes que te amo. 
Jesús le dijo: 
—Apacienta mis corderos. 
16 Le volvió a decir por segunda vez: 
—Simón hijo de Jonás, ¿me amas? 
Le contestó: 
—Sí, Señor; tú sabes que te amo. 
Jesús le dijo: 
—Pastorea mis ovejas. 
17 Le dijo por tercera vez: 
—Simón hijo de Jonás, ¿me amas? 
Pedro se entristeció de que le dijera por tercera vez: "¿Me amas?"  Y le dijo: 
—Señor, tú conoces todas las cosas. Tú sabes que te amo. 
Jesús le dijo: 
—Apacienta mis ovejas. 
18 De cierto, de cierto te digo que cuando eras más joven, tú te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, y te ceñirá otro y te llevará a donde no quieras. 
19 Esto dijo señalando con qué muerte Pedro había de glorificar a Dios. Después de haber dicho esto le dijo: 
—Sígueme. 

Jesús y el discípulo amado
20 Pedro dio vuelta y vio que les seguía el discípulo a quien Jesús amaba. Fue el mismo que se recostó sobre su pecho en la cena y le dijo: "Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?"  21 Así que al verlo, Pedro le dijo a Jesús: 
—Señor, ¿y qué de éste? 
22 Jesús le dijo: 
—Si yo quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué tiene esto que ver contigo? Tú, sígueme. 
23 Así que el dicho se difundió entre los hermanos de que aquel discípulo no habría de morir. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: "Si yo quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué tiene que ver eso contigo?" 

Apariciones personales de Jesús: Orillas del Mar de Tiberías


 APARICIÓN PERSONAL JUNTO AL MAR DE TIBERIAS 
Juan 21:1–23

La mayor parte de las autoridades concuerdan en que el último capítulo de Juan es un apéndice o epílogo. Algunos sostienen que no fue escrito por el mismo hombre que escribió los 20 primeros capítulos. Otros ven aquí evidencia clara tanto en lenguaje como en contenido, de que proceden del mismo autor.

Entre los contemporáneos, Hoskyns representa a una minoría que afirma que el capítulo es parte integral del Evangelio, y que ambos fueron escritos por el mismo autor. El comenta: “Por medio de dos breves escenas sus lectores reciben la plena confianza en la universalidad y poder de la iglesia. La pesca de 153 peces y el cuidado paciente apostólico de las ovejas y los corderos le dan un clímax al Evangelio, no a la fe de Tomás.” Westcott, que lo considera un epílogo, pero del mismo autor, dice: “La manifestación del Señor, dada en detalle en el libro, tiene como propósito ilustrar la acción del Señor en la sociedad.”41


    1.      Los discípulos van a pescar (21:1–14)

Antes de su crucifixión, Jesús les había dicho a sus discípulos que después que resucitara de los muertos El iría delante de ellos a Galilea (Mt. 26:32; Mr. 14:28). 

Las escenas sinópticas después de la Resurrección se refieren al encuentro del Señor en ese lugar (Mt. 28:7, 10, 16; Mr. 16:7). Pero Juan es el único que detalla la escena en el mar de Tiberias, donde Jesús se manifestó (ephanerosen, lit., “se hizo manifiesto, reveló”) otra vez a sus discípulos (1). 

Este lenguaje indica que “El no estaba continuamente visible entre la resurrección y la partida final”. El se revelaba a los suyos solamente cuando era necesario para sus seguidores.

La escena es introducida por la expresión y se manifestó de esta manera (1), que literalmente quiere decir que “se les reveló a sí mismo de esta manera”. Después de esto sería después de su resurrección, es decir, de las apariciones registradas después de la resurrección que encontramos en el 20.

Siete de los discípulos estaban juntos. El primero mencionado es Simón Pedro (cf. 1:40–41), indicando de esta manera su lugar de liderazgo entre los discípulos. Hay otros cuatro nombrados, Tomás, Natanael, los dos hijos de Zebedeo (Jacobo y Juan) (2). Hay dos discípulos más cuyos nombres no son mencionados.

A pesar del hecho de que estos hombres habían visto y hablado con su Señor resucitado en dos ocasiones distintas, excepto Tomás (una sola), todavía eran como ovejas sin pastor. Era natural que pensaran en su antigua ocupación. Pedro, Jacobo y Juan eran pescadores de oficio. 

De modo que Pedro les dijo: Voy a pescar (3, lit., “Estoy yendo a pescar”). Su proposición fue aceptada rápidamente por los otros seis, que le dijeron: Vamos nosotros también. Westcott sugiere: “Los discípulos parecían haber regresado a sus labores comunes, esperando con calma una señal que les indicara lo que les depararía el futuro.” Fueron y entraron en una barca (3). 

La mejor pesca era durante las horas de la noche. Pero aun con el tiempo favorable aquella noche no pescaron nada (cf. Juan 9:4; Juan 11:10). Si la noche y las tinieblas fueran ocasión de fracaso, un tiempo cuando el verdadero trabajo de la vida no podía hacerse, el antídoto se les presentaría con la llegada de la luz. 

Cuando ya iba amaneciendo en inmediato contexto con la llegada de “la Luz Verdadera” (Juan 1:9)—se presentó Jesús en la playa (4). Jesús no fue inmediatamente reconocido. Mas los discípulos no sabían que era Jesús (cf. Juan 20:14; Lc. 24:16, 31). Algunos han dicho que la falta de reconocimiento por parte de los discípulos se debió a la distancia de la playa (como unos 95 metros, 8), la luz opaca del amanecer o una niebla en el lago. Pero nada de esto es necesario tener en cuenta ya que Jesús se reveló a Sí mismo como El quería y de acuerdo a la necesidad de sus seguidores. 

Bernard dice: “El Señor resucitado no era reconocible, si ‘El no se manifestaba’.” Westcott sugiere que ellos estarían “preocupados con su trabajo… de modo que la visión de lo divino estaba oscurecida”.

Jesús inicia la conversación con una pregunta. Una versión literal rezaría: “Muchachos, no han pescado nada, ¿verdad?” Y ellos le respondieron: No (5). Y enseguida Jesús les dio instrucciones a sus discípulos que poco esperaban lo que iba a suceder: Echad la red a la derecha de la barca (bote) y hallaréis (6). Siguiendo la sugestión, (realmente era un mandato) del desconocido Extraño desde la costa, ellos entonces la echaron, y ya no la podían sacar por la gran cantidad de peces. 

Algunos han sostenido que la gran cantidad de peces no era milagrosa. Bernard dice: “El mar de Galilea todavía tiene enjambres de peces.” Más adelante, dice: “Esta gran pesca no debe ser descrita como un semeion (señal, milagro) ni de sugerirse como algo milagroso.” Sin embargo, Trench lo discute bajo el título “La Segunda Pesca Milagrosa de Peces” (cf. Lc. 5:5–11). Teniendo en cuenta el hecho de que el autor de este evangelio, el Discípulo amado, recordara este momento de reconocimiento cuando él dijo: ¡Es el Señor! (7), debe haber visto en la pesca algo más que una gran cantidad de peces.

En este episodio Juan y Pedro se ven en su verdadero carácter. Juan era profundamente perceptivo, “un genio espiritual”, (cf. Juan 20:8) quien vio a Jesús en el milagro. Fue Pedro, “un líder impetuoso, vehemente y amante”, quien se encarreró hacia la costa (cf. Juan 18:10; Juan 20:6). “Se puso las ropas”, porque estaba desnudo para el trabajo y se echó al mar (7).

En un mensaje sobre Juan 21:1–7, Alexander Maclaren usa como texto y tema el descubrimiento y exclamación de Juan: ¡Es el Señor! (7); 

(1) Sólo ven correctamente los que ven a Cristo en todas las cosas, 3–4; 
(2) Solamente los que aman ven a Cristo, 7; 
(3) Aman aquellos que saben que Cristo les ama, 5–6.

Siguiendo a Pedro, los otros discípulos vinieron con la barca (bote, barco pequeño) arrastrando la red de peces (8). El barco más grande (ploion) no podía acercarse a la playa debido a las aguas poco profundas, por eso emplearon el bote con que llevaron la pesca a la playa.

En ese lugar, vieron brasas puestas, y un pez encima de ellas, y pan (9). Jesús los invitó: Traed de los peces que acabáis de pescar (10). Pedro tomó la delantera, se dirigió al bote y sacó la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres (11). 

Las interpretaciones de estos números (153) han sido distintas y numerosas. Algunos ejemplos son: 
  • Tres elementos simples 100 + 50 + 3 representando “la plenitud de los gentiles”, “el remanente de Israel” y la “Santa Trinidad”, respectivamente (Cirilo de Alejandría); diez es la Ley, siete la gracia, por lo tanto diecisiete es la plenitud de la revelación divina y los números desde el 1 al 17 agregan un total de 153, “que significan todos aquellos que han sido incluidos en la operación salvadora de la gracia divina (Agustín)”. 
  • Otra interpretación sugerida frecuentemente es que los griegos creían que había 153 clases de peces. En consecuencia, “los discípulos hicieron una perfecta pesca”,57 simbolizando así la universalidad del evangelio. 
Los comentadores más modernos lo toman simplemente como el total de lo pescado. Hoskyns comenta: “No hay significado simbólico en el número mismo: Es importante como cantidad y debe haber sido reconocido como tal por los griegos eruditos, en cuyo caso, puede ser usado, por transferencia, para simbolizar una perfecta y única pesca.”

Aun, con una pesca tan extraordinaria, la red no se rompió. Es evidente que todo el episodio es una manifestación de la iglesia en acción pescando a los hombres—hombres de todas clases. La red que no se rompió, un punto notado por Juan el expescador, dice algo de esa figura. “Las fuentes de la iglesia con Cristo en su medio, jamás pueden ser sobrepasadas.”

Por una parte, la escena es absolutamente casual; por ejemplo en la pregunta de Jesús del 5, y aquí (12) cuando El les dijo: “Venid, tomad el desayuno” (lit.). Por otra parte, no había la comunicación fácil que caracterizó las preguntas de los capítulos 13 y 14. Ninguno de los discípulos se atrevió (tuvo coraje) a preguntarle: ¿Tú, quién eres? sabiendo que era el Señor (12).

Como de costumbre, Jesús presidió la comida. Tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado (13). Aunque algunos han creído ver en esta la comida de la eucaristía no hay buena evidencia de que tal cosa fuera el propósito del autor (cf. Juan 6:11). Como si se propusiera llamar la atención sobre el propósito del evento, Juan notó que era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba (revelaba) a sus discípulos, después de haber resucitado de los muertos (14). 

    2.      Jesús y Pedro (Juan 21:15–19)

Tan pronto como terminaron de comer Jesús llegó a su propósito mayor de esa mañana. Se dirigió a Pedro: Simón, hijo de Jonás (Juan) ¿me amas (agapas) más que éstos Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo (philo) (15). Las dos preguntas necesitan consideración. ¿Qué comparación estaba en la mente de Jesús cuando dijo más que éstos? El lenguaje y la sintaxis admitirían tres comparaciones posibles 

(1) ¿Me amas más de lo que amas a estos discípulos? 
(2) ¿Me amas más de lo que amas a los botes, las redes y la pesca? 
(3) ¿Me amas más de lo que estos discípulos me aman? (cf. Mr. 14:29; Lc. 22:33; Jn. 13:37). 

Bien puede ser que lo que parezca una ambigüedad tiene realmente el propósito de ser una implicación de plena consagración. 

El Maestro se proponía aclarar una exclusión general de todas las cosas que podían interferir con el amor de Pedro para su Señor. Es abundantemente cierto que el amor del cristiano a su Señor tiene que ser exclusivo, y es la única respuesta en la cual jamás se ha conocido un exceso. En el último análisis el “interrogatorio tiene referencia a una cosa solamente y ésta es el amor de Pedro por Jesús… Si él ama, es suficiente. Esa es la única condición esencial para el oficio apostólico y el ministerio”. La segunda pregunta aquí es discutida más tarde (17). Es: ¿Qué diferencia significativa existe, si la hay, en el uso de las distintas palabras (agapao y phileo) para denotar amor?

Es instructivo notar que Pedro, aun en la primera respuesta estaba dispuesto a someter la totalidad de su intención al escrutinio de su Señor—tú sabes. “Con el recuerdo de su fracaso Pedro no podía apelar a su propio récord, pero sí podía apelar a la comprensión de su Maestro.” Sin ninguna indicación directa de aceptación o rechazo de la respuesta de Pedro, Jesús le dijo: Apacienta (boske mis corderos (arnia) (15).

Una segunda vez Jesús hizo la misma pregunta
solamente omitiendo la comparación más que éstos, y usando un sinónimo en la asignación: Pastorea (poimaine, pastor) mis ovejas (probatia) (16). Jesús hizo la pregunta la tercera vez. La mayor parte de los comentadores concuerdan en que estas tres preguntas casi idénticas fueron hechas porque Pedro le negó en manera casi idéntica la misma cantidad de veces (Juan 18:17, 25–26). Las barreras levantadas por las negaciones personales del Señor no son rápidamente demolidas. Mientras se calentaba al fuego hecho por los enemigos de Jesús, Pedro negó tres veces al Señor. Ahora, alrededor de un fuego encendido por su Señor que lo ama, Pedro debe afirmar tres veces su amor.

La tercera pregunta y respuesta toman una forma ligeramente distinta. 
Simón, hijo de Jonás ¿me amas? (phileis). Ante esta tercera pregunta, Pedro se entristeció (“profundamente herido”, Phillips) y dijo: Señor, tú lo sabes (oidas) todo; tú sabes (ginoskeis) que te amo (philo) (17). No sólo era un asunto de intuición divina sino absoluto conocimiento (oidas) acerca de Pedro; el conocimiento de Jesús estaba basado en su relación experimental (ginoskeis) y personal con él. Nuevamente el Señor dijo: Apacienta (boske) mis ovejas (probatia).

La mayor parte de los exégetas modernos sostienen que los dos verbos griegos que significan “amar” (agapeo y fileo) son empleados como sinónimos por Juan, no sólo en este pasaje sino en todo su Evangelio. 

Sin embargo, Westcott sostiene que el cambio en el uso de las palabras tiene significado. El comenta: “Así que Pedro se sintió herido no solamente por la renovación de la pregunta pero porque esta tercera vez la frase fue cambiada… como para dar lugar a la duda de que tal vez él no pudiera proclamar correctamente ese amor modificado que él había profesado.”

En esta segunda parte del episodio sobre la costa del mar de Galilea, dos cosas surgen claramente. La primera es que el amor, el puro amor es la única base adecuada para el servicio apacienta mis corderos (cf. Juan 13:8–9, 34). Segundo, es que aquellos que son comisionados (Juan 20:21) tienen el mandato de Dios para ser pastores del rebaño que principalmente consiste en alimentar, y el cuidado vigilante de las ovejas.

Jesús tenía algo más que decirle a Pedro: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará adonde no quieras (18). 

Ha llegado para Pedro el fin de la irresponsabilidad moral. Hoskyns dice: “La libertad irresponsable y vocinglera de la juventud toca a su fin. Ya no podía actuar como lo había hecho y obrar como cuando se ceñía y abandonaba a medias la pesca y nadaba solo a la costa.” Las palabras extenderás tus manos fueron “una predicción inequívoca del martirio por la cruz”. Por cierto que Juan así lo entendió. Esto dijo Jesús, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios 19). 

Según Westcott “la crucifixión de Pedro en Roma está atestiguada por Tertuliano y otros escritores posteriores. Orígenes más adelante declaró que había sido crucificado cabeza abajo a su propia solicitud.” Antes de la crucifixión del Señor, Pedro había sostenido resueltamente su disposición a morir por su Señor. Pero Jesús había declarado la falta de capacidad de Pedro para seguirle y había pronosticado su negación (Juan 13:36–38). Ahora se había hecho la prueba de amor—una triple prueba (cf. Juan 13:34–35). Aparentemente la capacidad para seguir a Jesús “hasta el fin” está determinada no sólo por la propia disposición sino por la calidad del amor de la persona—el perfecto amor, porque ahora Jesús le dijo a Pedro: Sígueme (Juan 21:19). El hecho de que este mandato está en griego en tiempo presente indica que la acción debe ser continua, habitual, por costumbre. Ya no habría más negaciones.


    3.      Jesús y Juan (Juan 21:20–23)

Ordenado y comisionado para seguir a Jesús, Pedro volviéndose vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús (20). Les seguía puede ser tomado de dos maneras. Juan andaba con Jesús y con Pedro por la costa. Pero esto no parece posible, porque no hay indicación de que fueran a alguna parte. Más plausible es que, teniendo en cuenta lo que había sucedido antes (Juan 21:18–19) Pedro sabía que Juan era el que tenía más percepción espiritual (cf. Juan 21:8; 21:7) y quien en el sentido más elevado y sincero estaba siguiendo a Jesús.

En vista del hecho de que seguir a Jesús, le costaría a Pedro ser crucificado (18), la curiosidad natural de Pedro se apoderó de él. Preguntó: Señor, ¿y qué de éste? (21). Jesús respondió: “Si es mi deseo [thelo] que él quede [menein] hasta que yo venga, ese no es asunto tuyo, Pedro. Tú debes seguirme” (22, Phillips). Llegar al martirio como un seguidor de Jesús era el destino de Pedro. Pero no es el martirio lo que constituye la gloria de un hombre. Esta es hacer la voluntad de Dios. Si quiero que él quede (23). De modo que no es asunto cómo muere un seguidor. La cosa es cómo vive, cómo cumple con la voluntad de Dios.


JUAN FINALIZA SU EVANGELIO: FIN, Juan 21:24–25

La conclusión del Evangelio de Juan es un testimonio de su autoridad. Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas (24). Es una certificación de la veracidad de su registro—Y sabemos que su testimonio es verdadero (24). La primera declaración, según la erudición conservadora, se refiere a Juan. El sabemos de la segunda declaración se refiere al testimonio de la comunidad cristiana. 

Quimby dice: “Pero de la verdad de su libro ellos están tan seguros como del amanecer… Veinte centurias de experiencia cristiana, el único lugar donde la verdad del evangelio puede ser probada, lo ha confirmado.”

La declaración conclusiva es lo que Hoskyns llama “la expresión más apropiada de insuficiencia literaria”. ¡Qué gran verdad es que la Palabra Viva jamás podrá ser expresada en su plenitud en el lenguaje escrito! En este sentido ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir (25).

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martes, 29 de marzo de 2016

El les dijo: —Echad la red al lado derecho de la barca, y hallaréis. La echaron, pues, y ya no podían sacarla por la gran cantidad de peces

RECUERDA
Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Nos preparamos para exponer en la congregación

El Señor Jesucristo nos prepara para ser PESCADORES DE HOMBRES
Juan 21:1-8

21: 1 Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos en el mar de Tiberias. Se manifestó de esta manera: 

2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado Dídimo,  Natanael que era de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. 

3 Simón Pedro les dijo: 
—Voy a pescar. 
Le dijeron: 
—Vamos nosotros también contigo. 
Salieron y entraron en la barca, pero aquella noche no consiguieron nada. 4 Al amanecer, Jesús se presentó en la playa, aunque los discípulos no se daban cuenta de que era Jesús.

 5 Entonces Jesús les dijo: 
—Hijitos, ¿no tenéis nada de comer? 
Le contestaron: 
—No. 

6 El les dijo: 
—Echad la red al lado derecho de la barca, y hallaréis. 
La echaron, pues, y ya no podían sacarla por la gran cantidad de peces. 

7 Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: 
—¡Es el Señor! 
Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó el manto, pues se lo había quitado, y se tiró al mar. 

8 Los otros discípulos llegaron con la barca, arrastrando la red con los peces; porque no estaban lejos de tierra, sino como a doscientos codos.  9 Cuando bajaron a tierra, vieron brasas puestas, con pescado encima, y pan. 

Pescadores... Pero de hombres


 Somos pescadores de hombres: 
Hay que obedecer a Cristo 
(Juan 21:1–8)

El Señor había instruido a sus discípulos a encontrarse con él en Galilea, lo que ayuda a explicar por qué ellos estaban en el mar de Galilea, también llamado el mar de Tiberias (Mateo 26:32; Mateo 28:7–10; Marcos 16:7). Pero Juan no explicó por qué Pedro decidió irse a pescar, y los comentaristas no concuerdan en sus ideas. Algunos afirman que él tenía perfecto derecho de hacerlo, que tenía cuentas que pagar, y la mejor manera de conseguir dinero era yendo a pescar. ¿Para qué estar sin hacer nada? ¡Haz algo!

Otros piensan que Pedro había sido llamado de esa vida (Lucas 5:1–11) y que no estaba bien que volviera a lo mismo. Además de eso, cuando Pedro se fue a pescar, ¡se llevó consigo a otros seis hombres! Si Pedro estaba equivocado, ellos también lo estaban; y es triste cuando un creyente hace que otros se descarríen.

De paso, es interesante que por lo menos siete de los doce discípulos probablemente fueron pescadores. ¿Por qué llamó Jesús a tantos pescadores para que le siguieran? Por un lado, los pescadores son valientes, y Jesús necesita seguidores valientes. También se dedican a una sola cosa, y no se distraen fácilmente. ¡Los pescadores no se desisten! (Estamos pensando, por supuesto, en pescadores profesionales, ¡no en la gente que pesca como deporte en las vacaciones!) Saben recibir órdenes, y saben trabajar unidos.

Si Pedro y sus amigos hicieron bien o mal, no hay manera de demostrarlo, aunque personalmente pienso que no estaba bien; pero lo que sí sabemos es esto: sus esfuerzos fueron en vano. ¿Se habían olvidado las palabras del Señor: “Porque separados de mí nada podéis hacer”? (Juan 15:5). Habían trabajado toda la noche, y no habían pescado nada. Con seguridad Pedro debe haber recordado lo que sucedió dos años antes, cuando Jesús lo llamó al discipulado a tiempo completo (Lucas 5:1–11). En esa ocasión Pedro había estado pescando toda la noche, y no había pescado nada, pero Jesús transformó su fracaso en éxito.

Tal vez la impulsividad de Pedro y su confianza en sí mismo estaban mostrándose de nuevo. Era sincero, y trabajó duro, pero no hubo ningún resultado. ¡Cómo se parece a algunos creyentes en el servicio del Señor! Piensan sinceramente que están haciendo la voluntad de Dios, pero sus esfuerzos son en vano. Sirven sin dirección del Señor, así que no pueden esperar bendiciones del Señor.

Después de su resurrección a veces la gente no reconocía a nuestro Señor (Lucas 24:16; Juan 20:14); y por eso los discípulos no lo reconocieron cuando, al amanecer, él se apareció en la playa. La pregunta que les hizo esperaba una respuesta negativa: “No han pescado nada para comer, ¿verdad?” La respuesta de ellos fue breve y tal vez con un poco de vergüenza: “No”.

Era tiempo de que Jesús se hiciera cargo de la situación, tal como lo hizo cuando llamó a Pedro al discipulado. Les dijo adónde echar la red; ellos obedecieron, ¡y pescaron 153 peces! La diferencia entre el éxito y el fracaso fue ¡el ancho del barco! Nunca estamos lejos del éxito cuando le permitimos a Jesús que nos dé las órdenes, y por lo general estamos más cerca del éxito de lo que pensamos.

Fue Juan quien primero se percató de que el extraño en la playa era su propio Señor y Maestro. Fue Juan quien se recostó en el pecho del Señor a la mesa (Juan 13:23), y quien estuvo al pie de la cruz cuando su Señor sufrió y murió (Juan 19:26). Es el amor lo que reconoce al Señor y comparte con otros las buenas noticias: “¡Es el Señor!”

Con su impulsividad característica, Pedro rápidamente se puso su túnica exterior, ¡y se echó al agua! ¡Quería ir a Jesús! Esto es en contraste con Lucas 5:8 en donde Pedro le dijo al Señor que se apartara de él. Los otros seis hombres le siguieron en el barco, arrastrando la red llena de peces. En la experiencia registrada en Lucas 5, las redes empezaron a romperse; pero en esta experiencia, la red no se rompió.

Tal vez podemos ver en estos dos milagros de pesca una ilustración de cómo el Señor ayuda a los suyos a pescar almas perdidas. Todos nuestros esfuerzos son inútiles sin su dirección y bendición. En esta edad presente no sabemos cuántos peces hemos pescado, y ¡a menudo parece que las redes van a romperse! Pero al fin del siglo, cuando veamos al Señor, ni un solo pez se perderá y descubriremos cuántos realmente hay.

Jesús llamó a sus discípulos y a nosotros a ser pescadores de hombres. Esta frase no la inventó Jesús; la habían usado por años los maestros griegos y romanos. Ser un pescador de hombres en esos días quería decir buscar y persuadir a los hombres y pescarlos con la verdad. Un pescador agarra peces vivos, pero cuando los atrapa, mueren. El testigo cristiano procura atrapar peces muertos (muertos en sus pecados) y cuando los pesca ¡Cristo les da vida!

Ahora podemos entender por qué Jesús tenía tantos pescadores en su grupo. Los pescadores saben trabajar. Tienen el valor y la fe para “bogar mar adentro”. Tienen mucha paciencia y persistencia, y no se dan por vencido. Saben cooperar unos con otros, y son hábiles para usar el equipo y el barco. ¡Qué ejemplo para nosotros mientras procuramos pescar para Jesucristo!

En verdad somos pescadores de hombres, y hay peces alrededor de nosotros. Si obedecemos las direcciones de Jesús, los pescaremos.

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Estas cosas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




El propósito del libro de Juan
Juan 20:30,31
30 Por cierto Jesús hizo muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. 31 Pero estas cosas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.

Por qué Juan escribe su Evangelio


EL PROPÓSITO DEL EVANGELIO 
Juan 20:30, 31

Este párrafo tiene toda la apariencia de una conclusión del Evangelio y también expresa el propósito que el autor tuvo en escribirlo. Por esta razón, muchos comentaristas opinan que el texto original termina aquí. Parece que el propósito del Evangelio se ha logrado. Jesús se había aparecido a todos los discípulos, les había comisionado y les había dado simbólicamente el Espíritu Santo, Tomás había pronunciado la confesión más elevada y Jesús había pronunciado una bendición especial sobre los que creerían en él, sin verlo. Por esto, se piensa que el cap. 21 fue agregado más adelante por el mismo autor. 

La expresión Por cierto o “ciertamente”, según Mateos-Barreto, traduce dos partículas griegas que tienen la idea de “por consiguiente”, “por lo tanto” o “entonces”, lo cual enfatiza la conclusión de lo que antecede, en vez de lo que sigue. Juan mira hacia atrás y afirma que Jesús hizo muchas otras señales, refiriéndose a todos los milagros que había realizado durante su ministerio terrenal, no sólo a las apariciones después de la resurrección. Luego afirma dos cosas acerca de todas esas señales: no fueron hechas en secreto, sino en presencia de sus discípulos, y muchas no fueron registradas en este Evangelio (ver Juan 21:25). Juan insinúa que había escogido de entre todas las señales de Jesús las que más claramente apuntaban a él como el Hijo de Dios. Entonces, es un Evangelio selectivo con un propósito definido.

El verbo traducido han sido escritas (v. 31) está en el tiempo perfecto, enfatizando el valor permanente del Evangelio (ver Juan 19:22). En este versículo el autor expresa en forma clara y concisa el propósito del Evangelio. La conjunción de propósito, para que (jina2443), usada tan frecuentemente en este Evangelio, introduce el propósito. 

El verbo traducido creáis es un subjuntivo en el tiempo aoristo en la mayoría de los mss., pero en el tiempo presente en otros. Si se toma como aoristo, enfatizaría el comienzo de la fe, pero si se toma como presente, enfatizaría la continuación y afirmación de la fe ya existente. 

El Evangelio cumple ambos propósitos: anima la fe inicial de salvación, y fortalece y aumenta la fe de los que ya son creyentes. Por otro lado, Beasley-Murray advierte del peligro de interpretar con demasiado rigor el significado del tiempo de los verbos.

Nótese que el propósito no es de crear fe como el objeto final, sino de convencer a los hombres de la naturaleza verdadera de Jesús. No es un mero hombre, ni tampoco sólo un buen hombre, sino que es el Cristo, el Mesías de Dios, prometido largamente a través del AT, el enviado personal de Dios con una misión especial y encarnado en la persona de Jesús. Pero tampoco termina allí, sino que el Evangelio tiene el propósito de convencer a los hombres que ese Mesías es divino, es el Hijo de Dios, y es Dios mismo, tal cual confesó Tomás. Como en las palabras de Tomás, ese convencimiento debe llevar a una confianza y compromiso con Cristo como “su Señor y su Dios”.

El segundo propósito, o mejor dicho, la finalidad última del Evangelio y el resultado benéfico de creer se expresa en la cláusula para que creyendo tengáis vida en su nombre. 

Este libro frecuentemente se  llama “El Evangelio de vida”. El término vida se refiere a la plenitud de vida espiritual o “vida eterna” que sólo se logra en su nombre (ver Juan 1:4; Juan 3:15; Juan 10:10). El verbo traducido tengáis es un subjuntivo en el tiempo presente. Una vez que uno cree en Cristo como el Hijo de Dios (primera cláusula) recibirá la vida, y seguirá teniendo vida para siempre (segunda cláusula).

Entonces el Evangelio de Juan tiene un propósito decididamente evangelístico y misionero. Está en perfecto acuerdo con el propósito para el cual Jesús vino al mundo. En esta forma y en el último versículo, Juan une magistralmente los dos temas dominantes en el Evangelio: “creer” y “vida”.

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lunes, 28 de marzo de 2016

Paz a vosotros. Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6






Nos preparamos para enseñar en la Congregación
Un Intelectual que llega a creer
Juan 20:24-29 
20:24 Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús                vino. 
25 Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. El les dijo: Si no viere en            sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere        mi mano en su costado, no creeré. 
26 Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó            Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. 
27 Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en      mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. 
28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! 
29 Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y      creyeron.
Tomás: Igual que nosotros - incrédulos

Jesús ante el intelectual persuadido (Juan 20:24–29)

Consideremos el caso de Tomás, que no quiso creer. No era tanto incrédulo como intelectual. Quería pruebas fehacientes para persuadirse de que en verdad Jesucristo había resucitado de los muertos. 

Hay algo cautivante en este Tomás, un intelectual sincero que quería pruebas genuinas de la resurrección. No tenía interés en ser crédulo ni en aceptar las palabras de una mujer nerviosa y acongojada o de un grupo de hombres que quizás habían visto una aparición casi fantástica.

Una historia actual: Un intelectual malvado - Un intelectual convertido 
Lewis Wallace, autor de la famosa novela Ben Hur, estaba convencido de que la resurrección de Jesús era un fraude histórico, y se propuso escribir ese libro para demostrarlo y poder “taparle la boca” a los cristianos. Este escritor se llevó la sorpresa de su vida pues al concluir sus investigaciones se había persuadido de que las pruebas legales y los documentos históricos en verdad indicaban que Cristo había resucitado. Fue entonces que su conocido libro fue escrito desde una perspectiva cristiana pues Wallace decidió aceptar a Jesucristo como su Salvador.

Muchos han declarado que hay más pruebas legales de que Jesucristo existió y resucitó, que de que Julio César existió y murió de la manera que dice la historia.
Pensemos en Tomás, este intelectual persuadido:

1. Tomás había estado ausente (Juan 20:24).
Cuando Jesús apareció a los discípulos reunidos aquel primer domingo por la noche, él estaba ausente. No se nos dice por qué. Sólo sabemos que no estaba con los demás.
Es también interesante notar que aunque Judas ya no estaba, aún se habla de los apóstoles como de “los doce”.

2. Tomás demanda pruebas tangibles (Juan 20:25).
Cuando se reunió con los demás, le dijeron que habían visto al Señor. Sin embargo, tal testimonio le resultaba insuficiente; él quería pruebas tangibles: “la señal de los clavos”, “mi mano en su costado”. No quería un mero testimonio de palabras sino que quería ver y tocar por sí mismo. 

Tomás nos cautiva en el sentido de que es fácil sentirnos identificados con él. Si hubiéramos estado en su lugar, muchos habríamos actuado como él y habríamos dicho exactamente lo mismo: “A mí no van a convencerme un grupo de personas asustadas”. Más que incrédulo, Tomás era pensante, y no se había convencido sólo con el testimonio de sus amigos.

3. Tomás recibe pruebas tangibles (Juan 20:26–27).
Habían pasado ocho días desde la resurrección. Los discípulos están reunidos y ocurre un nuevo milagro. Por amor a Tomás, Jesucristo volvió a aparecer de sorpresa. Este milagro fue para convencer a Tomás, para ayudarnos a todos nosotros (siglos más tarde) y asegurarnos que su resurrección fue real.

Jesús dio las pruebas que Tomás demandaba. En otras palabras, le dijo: “Querido Tomás, aquí tienes; no te quedes mirando sólo mis manos sino pon tu dedo en ellas; acerca tu mano y métela en mi costado.” El Señor no lo reprendió sino que lo animó. Le estaba diciendo: “Tomás me agrada tu manera de pensar. ¿Quieres pruebas? Aquí están. Pruébame que yo soy. Yo soy el que morí y he resucitado.”

4. Tomás se entrega de corazón (Juan 20:28).
No sabemos si Tomás puso su dedo en las manos y el costado de Jesús, pero sabemos que de rodillas respondió “Señor mío y Dios mío”. Tomás, entregado en un ciento por ciento al Cristo resucitado, lo adora de corazón. Todo el mundo lo llama el “incrédulo”, pero es preferible considerarlo como un intelectual sincero e inteligente. Se había persuadido y entonces adora con toda su alma.

Nadie antes se había dirigido a Jesús de esa forma: “¡Señor mío y Dios mío!” ¿Qué más podía decirle a Jesús? (No hay afirmación más importante, aunque no basta con decirlo sino que además hay que vivirlo.)

5. Jesús enseña una lección universal (Juan 20:29).
Jesús extrae una lección universal de esta experiencia. No fue una reprensión enfadada pues no era el ánimo de Jesucristo hacerlo. Era una penetrante instrucción a Tomás y a todos nosotros.

No hemos visto a Cristo con los ojos terrenales, pero un día le veremos cara a cara (Is. 33:17). Sin embargo, aunque no lo hemos visto, creemos en él de todo corazón. Le amamos aunque no le vemos (1 P. 1:8), y por eso somos bienaventurados.

  JESUCRISTO APARECE A LOS DISCIPULOS (Juan 20:19–29)


  A.      Jesús ante los diez discípulos (Juan 20:19–23)
    1.      Su aparición sobrenatural (Juan 20:19–20)
      a.      Eventos sobrenaturales (19a)
      b.      Palabras especiales (19b)
      c.      Evidencias incontrovertibles (20a)
      d.      Efecto innegable (20b)

    2.      Su comisión a los discípulos (Juan 20:21–23)
      a.      El envío (21)
      b.      La energía (22)
      c.      La autoridad (23)

  B.      Jesús ante el intelectual persuadido (Juan 20:24–29)
    1.      Tomás había estado ausente (24)
    2.      Tomás demanda pruebas tangibles (25)
    3.      Tomás recibe pruebas tangibles (26–27)
    4.      Tomás se entrega de corazón (28)
    5.      Jesús enseña lección universal (29)

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