... El que tiene este cargo, ha de ser irreprensible, debe ser apto para enseñar; no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6
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Enseñamos en la congregación bien preparados
Ningún hombre es justo
Romanos 3:9-20
9 ¿Qué, pues? ¿Les llevamos alguna ventaja? Claro que no; porque ya hemos acusado tanto a judíos como a gentiles, diciendo que todos están bajo pecado, 10 como está escrito: No hay justo ni aun uno; 11 no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. 12 Todos se apartaron, a una fueron hechos inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. 13 Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Hay veneno de serpiente debajo de sus labios; 14 su boca está llena de maldiciones y amargura. 15 Sus pies son veloces para derramar sangre; 16 hay ruina y miseria en sus caminos. 17 No conocieron el camino de paz; 18 no hay temor de Dios delante de sus ojos. 19 Pero sabemos que todo lo que dice la ley, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre, y todo el mundo esté bajo juicio ante Dios. 20 Porque por las obras de la ley nadie será justificado delante de él; pues por medio de la ley viene el reconocimiento del pecado.
21 : 1Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos en el mar de Tiberias. Se manifestó de esta manera: 2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado Dídimo, Natanael que era de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. 3 Simón Pedro les dijo: —Voy a pescar. Le dijeron: —Vamos nosotros también contigo. Salieron y entraron en la barca, pero aquella noche no consiguieron nada. 4 Al amanecer, Jesús se presentó en la playa, aunque los discípulos no se daban cuenta de que era Jesús. 5 Entonces Jesús les dijo: —Hijitos, ¿no tenéis nada de comer? Le contestaron: —No. 6 El les dijo: —Echad la red al lado derecho de la barca, y hallaréis. La echaron, pues, y ya no podían sacarla por la gran cantidad de peces. 7 Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: —¡Es el Señor! Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó el manto, pues se lo había quitado, y se tiró al mar. 8 Los otros discípulos llegaron con la barca, arrastrando la red con los peces; porque no estaban lejos de tierra, sino como a doscientos codos. 9 Cuando bajaron a tierra, vieron brasas puestas, con pescado encima, y pan. 10 Jesús les dijo: —Traed de los pescados que ahora habéis pescado. 11 Entonces Simón Pedro subió y sacó a tierra la red llena de grandes pescados, 153 de ellos; y aunque eran tantos, la red no se rompió. 12 Jesús les dijo: —Venid, comed. Ninguno de los discípulos osaba preguntarle: "Tú, ¿quién eres?", pues sabían que era el Señor. 13 Vino, entonces, Jesús y tomó el pan y les dio; y también hizo lo mismo con el pescado. 14 Esta era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos después de haber resucitado de entre los muertos. Jesús y Pedro 15 Cuando habían comido, Jesús dijo a Simón Pedro: —Simón hijo de Jonás, ¿me amas tú más que éstos? Le dijo: —Sí, Señor; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: —Apacienta mis corderos. 16 Le volvió a decir por segunda vez: —Simón hijo de Jonás, ¿me amas? Le contestó: —Sí, Señor; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: —Pastorea mis ovejas. 17 Le dijo por tercera vez: —Simón hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijera por tercera vez: "¿Me amas?" Y le dijo: —Señor, tú conoces todas las cosas. Tú sabes que te amo. Jesús le dijo: —Apacienta mis ovejas. 18 De cierto, de cierto te digo que cuando eras más joven, tú te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, y te ceñirá otro y te llevará a donde no quieras. 19 Esto dijo señalando con qué muerte Pedro había de glorificar a Dios. Después de haber dicho esto le dijo: —Sígueme. Jesús y el discípulo amado 20 Pedro dio vuelta y vio que les seguía el discípulo a quien Jesús amaba. Fue el mismo que se recostó sobre su pecho en la cena y le dijo: "Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?" 21 Así que al verlo, Pedro le dijo a Jesús: —Señor, ¿y qué de éste? 22 Jesús le dijo: —Si yo quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué tiene esto que ver contigo? Tú, sígueme. 23 Así que el dicho se difundió entre los hermanos de que aquel discípulo no habría de morir. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: "Si yo quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué tiene que ver eso contigo?"
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El Señor Jesucristo nos prepara para ser PESCADORES DE HOMBRES
Juan 21:1-8
21: 1 Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos en el mar de Tiberias. Se manifestó de esta manera: 2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado Dídimo, Natanael que era de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. 3 Simón Pedro les dijo: —Voy a pescar. Le dijeron: —Vamos nosotros también contigo. Salieron y entraron en la barca, pero aquella noche no consiguieron nada. 4 Al amanecer, Jesús se presentó en la playa, aunque los discípulos no se daban cuenta de que era Jesús. 5 Entonces Jesús les dijo: —Hijitos, ¿no tenéis nada de comer? Le contestaron: —No. 6 El les dijo: —Echad la red al lado derecho de la barca, y hallaréis. La echaron, pues, y ya no podían sacarla por la gran cantidad de peces. 7 Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: —¡Es el Señor! Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó el manto, pues se lo había quitado, y se tiró al mar. 8 Los otros discípulos llegaron con la barca, arrastrando la red con los peces; porque no estaban lejos de tierra, sino como a doscientos codos. 9 Cuando bajaron a tierra, vieron brasas puestas, con pescado encima, y pan.
30 Por cierto Jesús hizo muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. 31 Pero estas cosas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.
20:24 Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino.
25 Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. El les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré.
26 Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros.
27 Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!
29 Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.