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miércoles, 24 de junio de 2015

Confesaos pues los pecados unos a otros, y orad unos por otros para que seáis sanados. La petición eficaz del justo puede mucho.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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Ingredientes de una oración eficaz

Dios responde con poder a nuestras oraciones
Título: Ingredientes de una oración eficaz
 
Base Bíblica: Santiago 5:16; Salmo 34:9, 10
 
Introducción:
 
La vida del cristiano debe estar avivada. No se puede ser creyente y a la vez vivir desconectados de Dios, que es la fuente de nuestro poder. La única forma de ser eficaces es dependiendo de Él enteramente. Él puede obrar poderosamente en aquellos que disponen su corazón para estar en la Presencia divina. El Señor es quien nos asegura la victoria siempre. ¿Cuánto tiempo pasa usted en la Presencia del Señor? Hoy es el día para que evalúe su vida y se disponga a mantener una vida de intimidad con Él.
 
I. Dios está atento a nuestras oraciones
 
1. Dios espera que elevemos oraciones delante de Su Presencia (Jeremías 33:39
a. Es necesario clamar
b. Es necesario creer
c. Es necesario disponer el corazón para perseverar en Dios
2. Dios escucha nuestras oraciones y responde con poder (Salmo 34:4; 6)
a. Vamos a Dios en procura de que transforme nuestras circunstancias
b. Vamos a Dios creyendo que tiene cuidado de nosotros
 
II. Dios responde a nuestras oraciones
 
1. La oración delante de Dios debe estar revestida de fe (Santiago 5:16 a)
2. Cuando tenemos fe, estamos dando por sentado que Dios obrará con poder en respuesta a nuestras oraciones (Marcos 11:24 y siguientes)
3. Nuestro amado Dios no deja en vergüenza a quienes se atreven a creer (Salmo 34:5)
4. Dios nos provee en las dimensiones física y espiritual (Salmo 34:9, 10)
 
III. Dios valora nuestro compromiso y perseverancia en la oración
 
1. Si tan solo tenemos fe, lo imposible se hará posible con la oración (Mateo 17:20)
2. El Señor advirtió sobre la necesidad de estar alerta, dispuestos para orar y evitar que haya pecado en nuestra vida (Lucas 18:8)
3. Al orar dejamos de lado todo asomo de duda (Mateo 20:21, 22)
4. Si apartamos el pecado de nuestra vida, Dios responderá con poder (Juan 9:31)
5. Si perseveramos en la oración, Dios responderá de una manera sobrenatural (Lucas 18:1)
 
Conclusión:
 
Cuando vamos al Señor en Oración, es necesario que tengamos conciencia de que no sólo es la voluntad de Él, sino que nuestro amado Padre celestial responde con poder a nuestro clamor. No podemos perder el horizonte, desconociendo que lo posible se hace posible, cuando oramos, creemos y si es necesario, perseveramos hasta alcanzar el milagro. Hay que tener en cuenta que hay factores que pueden poner tropiezo a la oración, de ahí la necesidad de perseverar en el clamor.

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sábado, 9 de mayo de 2015

"Mi madre nos esnseñó una Promesa de Dios: Él es padre de huérfanos y defensor de viudas. Su mayor fortaleza fue enseñarnos con su ejemplo"

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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Si criar hijos es una tarea difícil,  tomar la decisión de  llevar a cabo la crianza sin contar con el apoyo de una pareja, es digno de admirar.
Hoy en día, es muy común encontrar mujeres valientes que han decidido criar a sus hijos sin apoyarse en una pareja. La vida les ha llevado forzosamente a ésta tarea, o se han armado de fuerza para tomar esta difícil decisión. Mujeres que han enviudado, o que le han puesto fin  relaciones disfuncionales  plagadas de agresiones y violencia; o mujeres que simple y sencillamente han decidido hacerle frente solas a la maternidad.
Para estas mujeres, es difícil luchar contra los estereotipos sociales que dicen que “debe” haber una figura masculina de sustento y protección. Si bien es cierto; existen hombres de Dios,  que aman y cuidan sus  hogares; nuestra realidad  nos muestra como hoy en día los índices de violencia intrafamiliar aumentan. La misma tendencia Patriarcalista de nuestras sociedades, ha inculcado roles masculinos en donde se valida la infidelidad y la agresión.
Estas mujeres tienen que lidiar con una serie de  mitos o ideas irracionales que me gustaría  compartir con ustedes:
IDEA # 1 ¡Me van a reprochar!
Uno de los mayores temores que se experimentan luego de una separación es tener  que lidiar con los reproches de los hijos/as. Es muy común que esto se de cuando alguno de los hijos es contaminado con los comentarios negativos que se hagan sobre el ejercicio de la maternidad. Sí es doloroso, sin embargo, tome en cuenta que sus hijos en algún momento desarrollarán criterio propio; serán adultos que a la larga podrán ponerse en sus zapatos y entender porqué mamá tomó esta  decisión.
Trate en la medida de lo posible de  contestar a las dudas  de sus hijos con extrema cautela; no les oculte la realidad pero tampoco los sobreexponga a detalles que pueden ser nocivos para ellos. De pronto muchos niños reaccionan defensivamente contra mamá pues esta en su afán de protección se ha encargado de cubrir,  cual detective, las huellas de dolor causadas  por una mala relación. No le digo que los sobreexponga, pero que no les tomé por sorpresa la decisión.
Contaba una buena amiga mía que ella de niña le guardaba un gran rencor a su mamá por ser la causante de  que su papá se fuera de su casa y que tuviera que buscarse a otra familia. De adulta comprendió que su padre se fue de la casa porque ya tenía otra familia, posteriormente  también los dejó para unirse a otra mujer con la que tuvo otra familia…. De adulta sintió la necesidad de agradecer a su mamá la valentía de asumirlos  a ella  y a sus hermanos; así como pedirle perdón por el rencor que durante años  guardó en su corazón. En sus recuerdos no tiene presente una relación con su papá; sin embargo tiene plasmados en su alma todos los buenos momentos de su vida en donde su mamá si estuvo presente.
IDEA  # 2 ¡Se me van a salir de las manos!
Viviendo en el mundo de hoy ¿quién no va a tener este temor? Aún las parejas que tienen hijos  comparten este miedo.  Tener el control en la crianza de sus hijos  no depende de tener pareja; es más, muchas parejas que conviven juntos han perdido el control sobre los hijos. Igual: ponga límites, establezca rutinas, horarios, fomente el buen diálogo, alimente la confianza, sea coherente con lo que les pide y con lo que usted practica, guíeles en los caminos de Dios, refuerce la conducta responsable, fortalezca su autoestima; fomente la autodependencia, trabaje en los  vínculos familiares, sea afectiva…. Esta fórmula no puede fallar.
IDEA  # 3  ¡Tengo  que ser mamá y papá!
No se imponga  roles imposibles…. Concéntrese en ser una muy buena mamá. Como mamá, usted nunca va a ser papá.
Puede ser una mamá que ante la ausencia de la figura paterna asuma todas las responsabilidades en la crianza de sus hijos; aún así usted es una mamá. Si bien es cierto, los niños pueden experimentar sentimientos de tristeza y nostalgia por la ausencia paterna;  la presencia y un buen ejercicio de la función materna harán que ellos puedan sobrellevar su situación. Yo perdí a mi padre a una temprana edad. Mi mamá decidió criarnos ella sola. No recuerdo que se esforzara en  cubrir la ausencia de mi papá; ella sólo se concentró en darnos lo mejor que podía y eso fue lo que hizo….
IDEA  # 4  ¡ No tengo derecho a tener una vida!
¡Claro que si puede! Y los más beneficiados van a ser sus hijos. Sé que la carga y las responsabilidades son más, la presión es mucha, por eso con mucha más razón procure buscar un espacio para usted. Saque tiempo para dar una caminata, para ir al salón de belleza, para participar en alguna reunión o grupo de mujeres de la iglesia, hable por teléfono con una amiga; “se vale hablar por hablar”, váyase una tarde sola a un centro comercial o al cine…. Esto es SALUD MENTAL. Usted necesita alimentar su alma, sus emociones. El dedicarse tiempo a usted le va a permitir sentirse más plena; bote a un lado los sentimientos de culpa y anímese a romper un poco la rutina….
IDEA  # 5  ¡Super mamá!
Esto es un encargo imposible de sobrellevar. Mamás que piensan que siempre deben tener el control de todo. Que siempre deben mostrarse fuertes, inquebrantables, que no sólo recorren una milla extra; sino veinte…  Permítame  decirle que esto es una forma de autoagresión. Usted no tiene que ser perfecta; trate de hacer lo mejor que pueda y lo que este a su alcance.
Acepte que hay momentos en que aunque usted no lo quiera las cosas pueden salirse de control… después de todo, sigue siendo humana!!!!! Se vale equivocarse…. los niños y las niñas aprenden más cuando nos ven conectadas con nuestro lado sensible y nos ven levantarnos cuando caemos.  No les va a pasar nada si usted  les dice que no puede hacer algo o que esta cansada…. Se trata de no desconectarse con su cuerpo y sus emociones por perseguir un ideal….
Muchas mujeres que tienden a desarrollar este tipo de “síndrome” se terminan enfermando física o emocionalmente. Hace algún tiempo tuve la oportunidad de trabajar con un grupo de  mujeres, todas ellas habían sido diagnosticadas con una enfermedad llamada  fibromialgia. Muchas de ellas compartían los síntomas. Parte del trabajo era revisar su historia de vida para determinar algún evento que les pudiera  haber detonado la enfermedad. Para nuestra sorpresa, todas compartían el “síndrome de super mamá”; habían llevado a su cuerpo a extremos con tal de cumplir con esta fantasía, muchas de ellas, eran mujeres solas que habían asumido  la crianza de los hijos; mujeres con parámetros de autoexigencia muy elevados, perfeccionistas, con rasgos obsesivos….  Muchas de ellas tuvieron que aprender a escuchar a su cuerpo y empezar a usar su palabra menos favorita: no
IDEA  # 6  ¡Es mi  culpa!
He atendido durante un tiempo a una señora que asiste a consulta pues después de soportar todo tipo de agresión y abuso por parte de su pareja; decide plantear una demanda de divorcio. Lastimosamente, sus hijitos  han estado expuestos a los ataques de los cuales ha sido víctima su mamá. Ella en su afán de protección y después de haber intentado salvar su matrimonio decide separarse. Su gran conflicto ha sido el tener que quitarse la culpa de que despoja a sus hijos de su padre.  Sus culpas aún y cuando no tienen fundamento lógico, no le han permitido ver que  sus hijos necesitan estar en un ambiente de paz y que lo que hace es lo mejor para ellos.
Deseo cerrar con una historia de vida muy  valiosa para mí. Cuando mi padre falleció, recuerdo que mi mamá se aferró a una promesa de Dios que dice que él es padre de huérfanos y defensor de viudas. Mi mamá nos recordaba esta promesa cada vez que la adversidad tocaba a nuestra puerta. Recuerdo escucharla orando, le reclamaba a Dios que por promesa él era nuestro padre.  Cuando  yo sentía que algo injusto nos sucedía, ella siempre respondía que Dios era su defensor y así siempre ha sido. Su fe ha sido tan firme siempre que hoy en día  me sorprende ver cómo logró sacarnos a mis hermanos y a mí adelante, si sus recursos económicos eran tan limitados. Enviudó en el momento en que mi hermana y yo nos  acercábamos a la temida adolescencia. Mi hermano tenía escasos siete años. Su mayor fortaleza fue enseñarnos con su ejemplo.
Mujeres así, definitivamente tienen el cielo ganado…. Mi mejor deseo para aquellas madres valientes que han tomado con amor y entereza la  crianza de sus hijos.

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jueves, 7 de mayo de 2015

El fin principal del hombre es “glorificar a Dios y gozar de Él por siempre”: Nuestro problema principal somos nosotros mismos

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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 El Pecador tieneun Verdadero Problema

Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.
Lucas 15:14–16


El reloj marcó las doce de la medianoche. La hermosura de sus vestidos desapareció; la gran carroza perdió su resplandor. El hijo de nuestra parábola volvió a convertirse en Cenicienta.
¿Dónde estaba la buena vida? ¿Qué pasó con el baile y los amigos? ¿Qué ocurrió con la independencia y el placer? El hechizo del pecado se había ido. La maldad se quitó la máscara y mostró su verdadero rostro. Detrás de la risa y de la algarabía se escondía la miseria de una vida sin Cristo. No había comprendido que el fin principal del hombre es “glorificar a Dios y gozar de Él por siempre” (Catecismo Menor de Westminster), que buscar la felicidad en cualquier otra fuente es como correr tras el viento.
En esta sección de nuestro texto hay una lección que no podemos pasar por alto. La causa de la insatisfacción y la infelicidad del hijo pródigo no se encontraba en el padre ni en la casa de su padre; el problema era él mismo. El hombre trata de explicar la causa de su mal de mil maneras. Atribuye sus problemas al ambiente, a los demás, al trabajo, a la situación económica… a todo, menos a él. Si tan sólo tuviera el poder y la oportunidad, las cosas serían diferentes. Lo que éste ignoraba era que la enfermedad no estaba en la sábana.
Mirarse en un espejo con ojos honestos habría sido suficiente. Le revelaría el verdadero estado de su corazón. Mientras las cosas marchan viento en popa hay esperanzas de hallar la felicidad a nuestro modo. El descenso espiritual del hijo de nuestra historia, le impedía evaluarse a sí mismo correctamente. El problema estaba ahí todo el tiempo, pero no tenía ojos para verlo. Sus dificultades no comenzaron cuando el dinero se acabó o cuando sus amigos le abandonaron.
En nuestro capítulo anterior decíamos que el hijo de la parábola representa a todo hombre. Las personas no tienen necesariamente que derrochar los bienes materiales de sus padres para poder identificarse con nuestro personaje. Hay muchas cosas más envueltas en esto. Cristo nos muestra el corazón. Lo que hizo al reclamar su “libertad”, las actividades a las que se dedicó mientras estaba lejos de su padre y la condición tan baja a la que descendió, nos conduce a identificar las verdaderas características del pecador desde el punto de vista de Cristo.


El pecador es insensible

“¿Cómo se sentirá mi padre cuando le pida la herencia? ¿Qué efecto tendrá mi partida en su corazón?” Éstas no fueron preguntas que el hijo consideró. Nadie quisiera tener un hijo que le trate de este modo. Fue un gran acto de desconsideración. Estaba decidido a hacer su voluntad sin importar cómo se habría de sentir su padre.
Así nacemos todos en el pecado. Fuimos creados para amar a Dios con todo el corazón y para tener comunión con Él. Nos hizo y nos ha cuidado; ha sido bueno y misericordioso. Pero también le dijimos: “Dame la parte de los bienes que me corresponde.” También le hemos menospreciado; hemos echado a un lado Su Palabra y Sus consejos. Conscientemente hemos hecho lo contrario a Su voluntad. Hemos utilizado la vida y los recursos que Él nos ha dado para fines personales, sin importar cómo se sienta en Su corazón. “No aprobaron tener en cuenta a Dios” (Rom. 1:28).
El hijo ni siquiera se molestó en considerar cómo su decisión afectaría a su padre. Eso tiene su nombre: insensibilidad. Cada hombre conoce muchas cosas que no son del agrado de su esposa, y viceversa. Muchas heridas han sido causadas cuando hemos tomado la decisión de llevar esas cosas a cabo sin tomar en cuenta el efecto en nuestro cónyuge. ¿Y Dios? Muchos han representado al Señor como alguien sin sentimientos. Nada está más lejos de la realidad. La Biblia abunda en referencias a las emociones divinas. Dios se contrista y se duele cuando Su pueblo se desvía de Sus mandamientos. Su gozo por un pecador que se arrepiente se encuentra en perfecto contraste con su tristeza por un pecador extraviado. Cada vez que un hombre ignora, pisotea y transgrede la verdad revelada en la Palabra de Dios, es culpable de la misma insensibilidad del hijo pródigo.


El pecador es egoísta

Para hacer que sus sueños y anhelos fueran una realidad, nuestro personaje se vio en la necesidad de reclamar sus “derechos”. En su mente sólo había espacio para una persona, y esa persona era él. Podía esperar que esa herencia viniera a ser suya en el curso normal de los acontecimientos. Sin embargo, eso implicaba refrenar la sed insaciable de su alma por obtener y disfrutar del placer inmediato. El pecador piensa que es su derecho hacer lo que quiera con su vida. ¿Y es acaso esto cierto?
“Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios” (Ecl. 11:9). No, el hombre no tiene derecho para hacer con su vida lo que quiera. Como creador, Dios es el dueño de la vida; le debemos nuestra existencia y somos responsables de lo que pensamos, decimos y hacemos ante Él.
Dios nos ha provisto abundantemente, mucho más allá de lo que merecemos. Pero en lugar de permitir que las muestras de Su bondad nos acerquen a Él, decidimos tomar un camino diferente en nuestra búsqueda de la felicidad. Cada cual piensa tomar su propio camino hacia lo que cree es la felicidad. Pero lo cierto es que la Biblia no contempla que el hombre sea feliz fuera de Dios. Cada vez que usted la busca haciendo su voluntad en contra de la de Dios, está cometiendo el mismo acto de egoísmo del hijo pródigo—está pensando solamente en sí mismo. ¿Dónde está Dios en sus pensamientos?
Espero que para este momento esté de acuerdo con el punto de que el hijo pródigo nos representa a todos. “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom. 3:23). Hay muchos que no quieren ver a nadie —ni a Dios— intervenir con sus planes. No desean saber lo que la Biblia dice acerca de ellos; no quieren que alguien más les diga lo que tienen que hacer. Algo similar fue lo que hizo el hijo pródigo. En su egoísmo, no quería que nadie estorbara sus deseos, ni siquiera la persona que más amor le había demostrado: su padre.
Si los pecadores supieran, si tan sólo pudieran conocer las buenas intenciones que Dios tiene para con ellos, otra sería la moneda con que le pagarían. Nadie puede hacerles mayor bien, que aquel que Dios les puede brindar. Y aun así, prefieren echarle a un lado. Sus intereses personales están primero.


El pecador está muerto

Las dos características anteriores son una realidad en la vida de todo pecador, porque los dos rasgos siguientes las generan indefectiblemente. El hombre es insensible y egoísta porque está muerto y perdido.
Observe las palabras del padre cuando expresa los motivos para celebrar el regreso de su hijo: “Porque este mi hijo muerto era, y ha revivido” (v. 24). Después de la introducción del pecado en el mundo, el hombre, estando vivo, se encuentra espiritualmente muerto.
La advertencia clara y precisa que Dios le dio al hombre en el huerto fue: “Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gén. 2:17). Adán no prestó la debida atención a la advertencia, y murió. Ahora estaba físicamente vivo, pero muerto e insensible a las realidades espirituales. Tal como la muerte significa el cese de nuestra participación en los eventos de la vida, para el pecador es imposible asimilar y participar de las realidades celestiales. En contraste con el hombre espiritual (aquel que tiene al Espíritu morando en él), “el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Cor. 2:14).
Con el fin de que entendamos esta realidad es que el Maestro pone tales palabras en la boca del padre de nuestra parábola. Es como si el padre dijera: “Mi hijo estaba muerto a las realidades espirituales, a la voluntad del Señor; pero he aquí que ahora vive. Dios le transformó.” Y eso es lo que ocurre con todo pecador al ser rescatado por la maravillosa gracia de Cristo. Es una especie de resurrección. Un alma imposibilitada de participar en el mundo de la comunión con Dios, ajena a Cristo y a sus promesas, por primera vez es despertada y llevada a tener una relación armoniosa con el Señor. La Biblia describe este fenómeno que se produce como una reconciliación. Ese estado de muerte espiritual es más que una mera inexistencia; es un estado de enemistad con Dios. El pecado había hecho separación entre Él y nosotros; y de ahí nos rescata por su bendita gracia.
“Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo… haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás” (Efesios 1:1–3). Piense en esto: hijos de ira, hijos de ira, hijos de ira. Todos hemos pecado y somos merecedores de la ira de Dios. Le hemos ignorado y ofendido; somos los culpables de habernos acarreado la ira de Dios, y sin embargo, Él toma la iniciativa para salvar al hombre. Observe cómo continúa el texto:
“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo” (vv. 4–5). ¡Gloria al Señor! Este texto puede decir lo mismo de usted, con tan sólo buscar a Dios mientras puede ser hallado. Llámele, en tanto está cercano. Busque a Cristo y vivirá, tal y como ocurrió con el hijo pródigo: “Mi hijo muerto era, y ha revivido.”


El pecador está perdido

El hombre en pecado no es descrito únicamente como muerto, sino también como perdido. “Mi hijo… se había perdido, y es hallado” (Lucas 15:24). Cuando el hombre buscó independencia de Dios, murió espiritualmente. Cuando el hombre decidió ir tras el placer olvidándose de Dios, se perdió.

“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:6).

¿Sabe usted lo que es estar perdido? ¿Alguna vez se ha extraviado en un lugar desconocido? ¡Es algo terrible! Pero estar perdido y no saberlo es todavía peor. Por lo menos en el primer caso la persona está consciente de que necesita resolver su situación. ¿Ha estado alguna vez perdido con una persona que no le gusta pedir ayuda? La persona se empecina en pensar que puede volver a encontrar la ruta de regreso, tornándose la situación cada vez peor.
Así es el hombre en el pecado. Está perdido. Está lejos de Dios y cree que por sí mismo puede tomar el camino al cielo. Lo interesante en la parábola es que el padre habla de su hijo como siendo hallado. Es Dios, y únicamente Él por medio de Su Palabra, quien nos ofrece la orientación y guía para encontrar la vía para llegar al cielo. Si todavía usted no ha encontrado el camino, déjese guiar por la Biblia y encontrará la senda de la vida eterna.
El hijo pródigo estaba vacío. Se encontraba en una situación de hambre y miseria, de locura y muerte; de perdición y esclavitud; pero él no lo sabía. Todo esto era una realidad mucho antes de salir de su casa. El problema no comenzó cuando se fue. Ya de antes la insensibilidad y el egoísmo habían atrapado su corazón, porque estaba perdido y muerto en sus delitos y pecados. Nuestro problema no es únicamente lo que hemos hecho, es lo que somos: pecadores.
Al relatar esta historia, es evidente que Cristo quería impresionar a sus oyentes con la realidad de la maldición y la miseria del pecado. ¿Qué piensa usted de él? No espere que el reloj de la oportunidad le marque las doce. Busque a Cristo antes que se deshaga el hechizo del pecado.
Dios envió al Mesías a buscar y a salvar lo que se había perdido. ¿Lo vino a buscar y a salvar a usted?

 
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Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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Los deseos del Pecador

También dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.
Lucas 15:11–13


Si recordamos que una parábola es la presentación de una verdad espiritual utilizando el recurso de una terrenal, ¿qué quiso el Señor comunicar con la petición de este hijo y su conducta posterior? Sin duda alguna quiso representar a los publicanos y pecadores que los fariseos menospreciaron tanto en sus días. En su apreciación personal, los fariseos eran justos en sí mismos, merecedores de toda bendición divina. La rigurosidad con que se conducían en todos los aspectos externos de la religión les elevaba muy por encima de los demás mortales. Y Cristo, ante la realidad de que nadie entrará al reino de Dios con el ego inflado, en muchas ocasiones razonó y usó de misericordia para llevarles a entender el verdadero estado de sus corazones.
Fue precisamente ante las murmuraciones de los escribas y fariseos que nuestro Señor ofreció las parábolas que se encuentran en Lucas 15. “Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Éste a los pecadores recibe, y con ellos come” (vv. 1–2), es “amigo de publicanos y pecadores” (Lucas 7:34). En su mentalidad, si Jesús era un profeta santo de Dios, no debía entrar en contacto con los pecadores. Así pensó Simón el fariseo: “Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora” (v. 39). Y al razonar así, estos religiosos estaban confundiendo la misión misma que el Mesías había venido a realizar.
En su contacto con ellos en otras ocasiones, Jesús aseveró este punto muy diáfanamente. En Lucas 5 nos encontramos con el llamamiento de Leví, publicano o cobrador de impuestos, gente odiada por el pueblo por tener la reputación de traicionar la nación quitando el dinero de sus conciudadanos para darlo al imperio romano. Como una muestra de gratitud al Señor, Leví le preparó un banquete, invitando también a muchos de sus compañeros publicanos. Esto fue otro motivo para la murmuración. Los fariseos no se podían explicar cómo Jesús, clamando ser el Mesías enviado de Dios, comía y bebía con publicanos y pecadores. Fue en esa ocasión cuando Cristo dijo aquellas palabras tan conocidas hoy: “Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Lucas 5:31–32).
La misión de Cristo es salvar pecadores, sanar las almas enfermas con el cáncer del pecado. Por ello, cuando un hombre o una mujer se considera una persona tan justa y buena a los ojos de Dios como para no tener que experimentar un sentido de la culpa y odiosidad del pecado, nos encontramos frente a alguien que se rehúsa a ser sanado por Jesús, aun y cuando con urgencia necesita de la medicina que sólo Dios puede brindarle. El hombre tiene un grave problema con el pecado, y sólo Dios puede ayudarle. Los fariseos no veían esta necesidad, y por tanto, habían despreciado el único remedio para la sanidad de sus corazones.
En el capítulo 19 de su Evangelio, Lucas vuelve a narrar el contacto de Jesús con un publicano. En este caso, con uno de los jefes de los publicanos: Zaqueo. El Señor entró en casa de Zaqueo, levantando inmediatamente la queja de sus opositores. “Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador” (v. 7). Ciertamente era un hombre pecador. Él mismo confesó el pecado de hurto, arrepintiéndose y haciendo restitución por ello. Pero así llegó la salvación a su casa. “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (v. 10).
De esto se trata la parábola del hijo pródigo. Es la historia de un pecador que se arrepiente de sus pecados y es perdonado por su padre. Sabiamente, el Señor presenta el caso de un gran pecador, para así exaltar todavía más el abundante perdón de Dios para los que reconocen su condición y recurren al Salvador por medio de la fe. Pero los que no se consideran perdidos, nunca serán hallados; los que no se ven a sí mismos como muertos delante de Dios, jamás serán vivificados en su presencia.
Cristo trata primero con la oveja perdida (Lucas 15:1–7). Luego con la moneda perdida (vv. 8–10). Y finalmente con el hijo perdido (vv. 11–32). ¿Cuál es el punto entonces? Que el hombre está perdido en sus pecados y necesita de la salvación de Dios; que cuando éste se arrepiente, es alcanzado por la misericordia perdonadora del Señor, lo cual es causa y motivo de gran gozo y celebración en el reino de los cielos.
Lo primero que observamos en el contenido de esta parábola es una manifestación de los anhelos y deseos del hijo menor. Casi podemos sentir las palpitaciones del corazón de este joven. Sus principales anhelos quedan al descubierto; abrió su corazón, y lo que brotó puso en evidencia las más bajas inclinaciones de su alma. “De la abundancia del corazón habla la boca” (Mt. 12:34).
Antes de proseguir, debemos decir algunas palabras con respecto a los personajes de nuestro relato. El padre de la parábola es Dios. Obviamente, con esto Jesús no tiene la intención de afirmar que Dios es el Padre espiritual de todos los hombres. En otros lugares da a entender claramente lo contrario (Juan 8:44). Lo que Cristo está más bien argumentando es que Dios es Señor y Soberano sobre todos en virtud de Su identidad como Creador, que tiene autoridad sobre todos por cuanto es el Dador y Sustentador de la vida de cada una de Sus criaturas. “Él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas” (Hch. 17:25), y por esta razón tiene autoridad para mandar a todos los hombres en todo lugar que se arrepientan (v. 30). Al final de la historia, aunque la opinión de los hombres aquí en la tierra haya sido diferente, cada uno dará cuenta a Aquel que es soberano sobre todos (v. 31).
El padre bueno de la parábola es Dios, porque cuida y protege su creación como ningún padre jamás lo ha hecho ni lo hará. Las normas de Su hogar son las mejores: perfectas. Ha provisto al mundo de todos los recursos necesarios para toda la humanidad en todas las épocas conforme a Su misericordia y bondad. “Hace salir su sol sobre malos y buenos… hace llover sobre justos e injustos” (Mt. 5:45). ¿Quién no quisiera tener a Dios como Padre?
Sí, hay alguien que prefiere no tenerle dirigiendo sus asuntos: el pecador. Y esto nos lleva a nuestro segundo personaje: el hijo menor. Por lo que hemos explicado anteriormente acerca del contexto de esta parábola, vemos a los publicanos y pecadores representados en él.
El hijo mayor no es mencionado sino hasta el final de la narración, segmento que consideraremos en los capítulos finales de nuestro estudio. Por ahora, podemos simplemente afirmar que el papel que representa este personaje es el de los escribas y fariseos, pecadores igual que los demás, pero con un alto sentido de justicia personal.
No se nos dice mucho acerca del hogar de esta familia. Pero no sería ir muy lejos pensar que las condiciones en las cuales creció el pródigo fueron las mejores. Hay fuertes elementos emotivos en la parábola. Todo padre se puede identificar muy fácilmente con el dolor que el padre del hijo pródigo debió experimentar. A medida que avancemos en nuestro estudio veremos surgir cada uno de estos elementos. He aquí el caso de un padre con un hogar modelo, ordenado bajo principios justos y poniendo a disposición de sus hijos aquellas cosas que más le convenían. Pero nada de esto impidió la trágica decisión tomada por su hijo.
Otra información ausente en el texto es una descripción del tipo de vida que el hijo había tenido hasta ese momento. No parece ser el caso que éste haya sido delincuente o borracho; ni siquiera podemos afirmar que haya sido desobediente. Esto es un punto más a favor de pensar que este personaje no sólo representa a pecadores criminales, sino a todo tipo de pecadores. Todos estamos representados en él. No importa si usted creció en un hogar cristiano o si vivió perdidamente por largos años, está representado por él. Todo pecador está representado aquí con sus anhelos e inclinaciones.
¿Por qué es importante esta última declaración? Porque a menos que usted se identifique como uno de los perdidos que Cristo vino a salvar, no irá en la actitud del pródigo a encontrar el remedio para su condición. Veamos cuáles eran los grandes anhelos del hijo menor, y así podremos observar nuestro propio retrato en él.
Al realizar una radiografía de su corazón, nuestro personaje revela dos objetos principales de deseo:


Independencia

Con las palabras: “Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde”, este joven estaba procurando experimentar una independencia plena de la influencia paterna. Era como si le estuviera diciendo: “Padre, yo sé que hasta ahora me has querido dar lo mejor. Sé que tienes una forma de ver las cosas, una manera de pensar. Pero ha llegado el momento para separarme de ti, para no encontrarme más bajo tu sombra. Puedes tener planes conmigo, pero otros son los que yo tengo para mí mismo. Hay cosas que quiero conocer y disfrutar, que me serían imposible de experimentar estando bajo tu techo. Dame mis bienes, porque de ahora en adelante voy a manejar mis cosas a mi manera y por mi propia cuenta.”
Sus palabras nos revelan una gran insatisfacción con su padre y con la casa de su padre. Empezó a observar que las cosas no siempre eran como él quería. Poco a poco fue surgiendo el deseo de una mal llamada libertad. No era libertad de un padre tirano; quería estar libre de la influencia del testimonio y del ejemplo paterno. Quería independencia espiritual para tomar su propio camino hacia el mundo. ¿No le parece haber leído algo similar en otro lugar de las Escrituras?
Eva fue tentada por el diablo precisamente en el terreno de la independencia moral. La serpiente cuestionó la moral de Dios y Su autoridad para legislar sobre la vida del hombre. Incitó a la mujer a actuar por iniciativa propia, independientemente de aquello en lo que había sido instruida previamente. Esa búsqueda de libertad de nuestros primeros padres ha sido la causa de todos los males y pecados de la humanidad. Nuestro Creador sabe lo que más conviene a Sus criaturas. Pero en su soberbia, el hombre siempre ha querido intentar una mejor opción, un camino más corto hacia la felicidad. ¿Resultado? La ruina y maldición del pecador; y con el pródigo no iba a ser diferente.
Pero no podemos olvidarnos de lo siguiente: la parábola está hablando de todo pecador. El hombre sin Cristo anhela la independencia de Dios. Es importante observar que no es necesario ser un ateo para ser incrédulo. Con tan sólo dejar de tomarle en cuenta es suficiente (Rom. 1:28).
Al igual que un padre de familia tiene reglas en su hogar que garanticen el buen orden y la paz doméstica, Dios también tiene sus reglas. Pero el hombre no quiere someterse al gobierno de su Creador; no quiere verse atado a tener que continuar siendo obediente a los principios y valores de su Hacedor. Él nos presenta un camino; el pecador prefiere tomar otra ruta hacia la felicidad. “Cada cual se apartó por su camino” (Isaías 53:6).


Placer

El segundo elemento que encontramos en el corazón del pecador, tal como la narración de esta parábola evidencia, es el placer. Todo pecador es hedonista de corazón, aunque las manifestaciones sean tan variadas como los gustos de cada quién. El disfrute de la vida se ha convertido en la pasión de la humanidad. Billones de dólares son destinados al único fin de promover la diversión. El razonamiento del hombre es el siguiente: “La vida es breve, y hay que gozarla”; aunque para lograr sus propósitos pisotee la voluntad de Dios revelada en Su Palabra.
En esencia, la humanidad del siglo I no es diferente a la de nuestra generación. “Comamos y bebamos, porque mañana moriremos” parece ser una expresión extraída de los debates modernos. Pero no es otra cosa que una declaración del hedonismo que el Apóstol Pablo confrontó (1 Cor. 15:32). Un ‘buen’ momento, una buena risa, un buen descanso, parece ser el sentido de la vida.
Pero todo esto no es más que la posposición de un pensamiento serio sobre la eternidad y el propósito y significado de la vida. Salomón fue alguien que cayó en esta trampa. “No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno… Y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol” (Ecl. 2:10, 11). Su perspectiva de la vida cambió; el placer no suplió las grandes necesidades de su alma. “Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete; porque aquello es el fin de todos los hombres, y el que vive lo pondrá en su corazón. Mejor es el pesar que la risa; porque con la tristeza del rostro se enmendará el corazón” (7:2, 3).
Quizá para usted sea un sueño poder entregarse a todos los placeres que se le antoje a su corazón. ¡Pero Salomón lo hizo! Si veía algo que le gustaba, podía asumirse que ya era suyo. Ciertamente alguien pensaría que en eso radica la verdadera felicidad: en hacer lo que se quiere cuando se desee. El caso de Salomón nos demuestra lo contrario… ¡y la parábola del hijo pródigo lo confirma todavía más!
Este joven era el prototipo de un pecador que quiere ver sus sueños hechos realidad. El freno moral es la calamidad de la criatura que se rebela contra su Hacedor. Disfrutar de la vida ya no era el vivir en plena comunión con su padre, sino el poder dilapidar el dinero en lo que a su entender producía la máxima satisfacción. Por esto ha sido llamado “pródigo”; quiere quemar el dinero y las oportunidades de la vida en un instante. “No me hables de placer para el futuro; lo quiero ahora.”
Pasó lo mismo con Esaú, quien estuvo dispuesto a cambiar su primogenitura por un plato de lentejas (Gén. 25:29–34). El guiso, en el momento, significó mucho más que las bendiciones relacionadas a sus derechos como primer hijo. En el instante pensó que había hecho el trato de su vida. Pero pasado el tiempo lamentó su decisión. “Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas” (Heb. 12: 17).
El hijo de nuestra parábola estaba haciendo exactamente lo mismo. El placer pasajero y temporal vino a ser el todo en la vida, borrando de su vista lo verdaderamente importante. Se fue tras espejismos e ilusiones con una firme pero triste resolución. “Se fue lejos a una provincia apartada” (Luc. 15:13). Quería estar lejos, lejos, bien lejos de su padre; como el pecador, que prefiere alejarse de Dios para así poder entregarse a la vanidad de su corazón. ¡Ay de aquellos que le piden a Dios que se vaya de sus vidas! Porque en ocasiones el Señor hace exactamente lo que le piden. “Entonces toda la multitud de la región alrededor de los gadarenos le rogó que se marchase de ellos… Y Jesús, entrando en la barca, se volvió” (Luc. 8:37). ¿Puede haber una situación más triste para el pecador?
El padre de la parábola no le impidió a su hijo que realizara el acto más descabellado de toda su vida. Su corazón debía estar destrozado; pero le dejó ir. Y así, “desperdició sus bienes viviendo perdidamente” (v. 13b).

 
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sábado, 18 de abril de 2015

CADA PRIMER DÍA DE LA SEMANA, CADA UNO DEVOSOTROS PONGA APARTE ALGO,SEGÚN HAYA PROSPERADO

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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Información 

Se ha dicho que el que no lee ni presta atención a la historia está condenado a repetirla. En otras palabras, hay mucho material que podemos aprovechar y muchas lecciones qué aprender del estudio de los acontecimientos y personajes del pasado. Alguien dijo que es el estudio de la historia el que nos preserva de tratar de inventar la rueda. La rueda ya se ha hecho y sería inútil y una gran pérdida de tiempo tratar de reinventarla. Nuestros antepasados enfrentaron situaciones muy semejantes a las nuestras, algunos con éxito, pero otros fracasaron. Conviene estudiar lo que hicieron para ver si la lección nos ayuda; sería una lástima no consultar la historia y perdernos de la experiencia de los antepasados.
La Biblia reconoce el valor de esa clase de estudio cuando el apóstol Pablo, después de un breve repaso de lo que había pasado a Israel, dijo: “y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros” (1 Corintios 10:11).
Uno pensaría que el pueblo de Israel estaba bien sintonizado con los detalles de su historia y estaba consciente de sus fallas previas. Desde su redención de Egipto, sus años de peregrinación en el desierto, su entrada en la tierra prometida, la conquista de ella, el período de los jueces, los reinados de Saúl, David y Salomón, todo el tiempo del reino dividido, el cautiverio de ambos reinos, hasta el retorno, las páginas de su historia están llenas de lecciones. Habían aprendido algunas, pero lastimosamente, otras no.
Esta sección del mensaje del profeta empieza haciendo referencia a las manchadas páginas de la historia de desobediencia de Israel. Ese pueblo había robado a Dios mucho más que los diezmos, y el recordatorio de sus antepasados delincuentes fue una llamada de atención, con la esperanza de que el remanente aprendiera la lección.


JEHOVÁ CENSURA EL FRAUDE DEL PUEBLO 3:7–15


La exhortación 3:7
“¡Volveos a mí!” Es una exhortación sencilla y fácil de entender. El pueblo se había distanciado de Jehová. Esto se evidenciaba por su renuencia a cumplir sus leyes. Todos los males de la historia de Israel se pueden atribuir a esa misma falta, y eso a pesar del voto que hizo el pueblo en Sinaí: “Y todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho, haremos” (Éxodo 19:8).
La oferta de Dios manifestando su misericordia y gracia fue: “y yo me volveré a vosotros”. El pecado de desobediencia al no cumplir sus promesas de guardar las leyes de Jehová, había distanciado al pueblo de su Dios. Otra vez se tiene que recordar que él no había cambiado. El pueblo era el que se había apartado de él. Para poder volver a disfrutar de la bendición de su presencia, el pueblo tenía que arrepentirse. El resultado sería que podrían gozar de la presencia de Dios.

¡PENSEMOS!

 El Nuevo Testamento enseña que el hijo de Dios puede mantener la comunión con su Padre celestial. El pecado de un hijo de Dios quita el gozo de la relación que dicho creyente debe tener con él. El individuo que está en esas condiciones, no deja de ser creyente o hijo, pero no disfruta de esa relación tan especial que un hijo debe tener con el padre que le ama. La pena y la vergüenza de su pecado contra Dios lo cohíben, y aunque no deja de ser hijo, se siente distanciado. La restauración al gozo de la presencia de Dios le viene mediante la confesión de su pecado. “Y si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). El creyente tiene que obedecer a Dios, considerar el pecado tal y como lo define el Señor, y estar totalmente de acuerdo con él en cuanto a ese pecado. “Confesar” no sólo quiere decir “admitir”, sino sentirse en cuanto al pecado como Dios se siente. Así no habrá distanciamiento.


Como en otras ocasiones a través de este mismo libro, la reacción del pueblo no fue de arrepentimiento. Más bien, fingieron que eran inocentes o indiferentes, y preguntaron, “¿En qué hemos de volvernos?”


El pecado 3:8
Para introducir la respuesta a la pregunta con que terminó el versículo anterior, el profeta formuló todavía otra, con el propósito de presentar una verdad general. “¿Robará el hombre a Dios?” La interrogación retórica se formuló anticipando la respuesta “¡No!” Un hombre finito no puede arrebatar el botín (que es el sentido de la palabra “robar” en el hebreo de Malaquías 3:8) a Jehová de los ejércitos, que es infinito.
Enseguida, el profeta aplicó la verdad general a la actitud y acción del remanente: “Pues vosotros me habéis robado”. Entonces, lo que era totalmente incongruente (la idea de poder robar a Dios), esa gente lo había logrado. Y no sólo una vez, puesto que la gramática indica que era su costumbre hacerlo.
Como es de esperarse, la reacción del pueblo fue como si dijera: “¿Quiénes? ¿nosotros?” “¿Cómo puede ser esto?” “¿En qué te hemos robado?”
“En vuestros diezmos y ofrendas” contestaron Jehová y Malaquías en forma directa y lacónica, señalando que habían fallado al cumplir con las demandas de la ley en el área de las contribuciones. Esa ley no había sido sólo una sugerencia, sino que las contribuciones eran requisitos. Su incumplimiento constituía desobediencia y pecado.

¡PENSEMOS!

 La combinación de los términos “diezmos y ofrendas” resume todas aquellas áreas de la ley que trataban acerca de las contribuciones requeridas. No era que una de ellas, “los diezmos”, fuera exigidos por la ley mientras que “las ofrendas”, eran voluntarias; las dos formaban parte de las justas demandas de la ley. El concepto veterotesamentario de los diezmos abarcaba mucho más que el diez por ciento. Tradicionalmente, los judíos reconocían tres “diezmos”: (1) La décima parte del producto de la tierra era entregado a los Levitas para su sostenimiento. Los Levitas entonces tenían que dar una décima parte de lo que habían recibido para el uso del sumo sacerdote (Levítico 27:30, 33; Números 18:26–28). (2) Debían dar un segundo diezmo de lo que les sobraba después del primero, ofrendas que eran dedicadas a los festivales que se celebraban en Jerusalén. Aunque especificaba el producto de la tierra, a los que vivían lejos se permitía enviar dinero con tal que agregaran el cinco por ciento de su valor (Deuteronomio 12:18). (3) De acuerdo con el historiador Josefo, había todavía otro “diezmo” que debían traer cada tres años, denominado “el diezmo para los pobres” (Deuteronomio 14:28–29). Además de los diezmos, la ley estipulaba las distintas ofrendas de animales, aves o productos de la tierra que tenían que ofrendar. En resumen, la ley demandaba una contribución de mucho más que un diez por ciento. El creyente del Nuevo Testamento debe ser aun más dadivoso según el principio proporcional de la bendición del Señor. Además, somos mayordomos que tendremos que rendir cuentas por todo lo que nos ha sido encomendado. El principio en el Nuevo Testamento no es, “¿Cuánto debo dar?”. Como todo es del Señor y sólo somos sus mayordomos, nuestra pregunta debe ser: “¿Qué quiere Dios que yo use de lo suyo para sostener mi vida y la de mi familia?”

“CADA PRIMER DÍA DE LA SEMANA, CADA UNO DE
VOSOTROS PONGA APARTE ALGO,
SEGÚN HAYA PROSPERADO”
(1 Corintios 16:2).


El castigo 3:9
“Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado”. Estas son palabras fuertes y solemnes pero no son difíciles de entender. El pueblo había violado los requerimientos de su pacto con Jehová, y por eso estaba bajo las sanciones del mismo pacto. Deuteronomio 28:15–24 advierte al pueblo los resultados horrendos que trae descuidar su responsabilidad. Pero el remanente, indiferente a su Dios y a su voluntad revelada, no vio o no quiso ver que ellos mismos eran la causa de sus males. El paralelismo entre Deuteronomio 28 y lo que estaba pasando al remanente es notable, pero el pueblo no se daba cuenta de cómo se aplicaba esa verdad a ellos. No hay peor ciego que el que no quiere ver.


El reto 3:10–12
“Traed los diezmos al alfolí”. El pueblo había sido negligente y sólo había entregado parte de su contribución. ¡Estaba robando a Dios! Por no cumplir con lo que la ley demandaba, la gente dejaba a los que servían en el templo sin comida. En cuando menos una ocasión, los sacerdotes tuvieron que abandonar el templo para trabajar en los campos, todo debido al remanente incumplido, o mejor dicho, “desobediente” (Nehemías 13:10).
Jehová invitó a su pueblo a probar la autenticidad de sus promesas. La obediencia trae consecuencias positivas mientras que la desobediencia las trae negativas. Es probable que la frase: “abriré las ventanas de los cielos” sea una figura de la lluvia que acompañaría el cumplimiento de los requisitos de la ley. Es imposible escapar al impacto de la frase “bendición hasta que sobreabunde”. Hay una frase semejante en el Salmo 72:7 en donde dijo el salmista: “Florecerá en sus días justicia, y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna”. En otras palabras, hasta que se acabe la provisión divina, o sea, ¡Nunca! La obediencia perpetua trae bendición perpetua.
Uno de los resultados del arrepentimiento y la gran bendición de Dios que lo acompañaría sería que todas las naciones le llamarían bienaventurados (v. 12). Las mismas naciones vecinas que se habían burlado y oprimido a los judíos que regresaron del cautiverio, tendrían que testificar de la bendición a la nación de Israel. Ésta recobraría su puesto como nación singularmente bendecida por Dios y reconocida entre las naciones.

¡PENSEMOS!

 El Nuevo Testamento pone todo esto en la perspectiva correcta cuando cita en Mateo las palabras de nuestro Señor Jesucristo: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).

La actitud de corazón 3:13–15
A esas alturas del libro de Malaquías se había acumulado suficiente evidencia como para hacer al individuo sensible a los asuntos de Dios y arrepentirse, con vestido de cilicio y de ceniza
Pero no, el profeta reportó: “Vuestras palabras contra mí han sido violentas, dice Jehová. Y dijisteis: ¿Qué hemos hablado contra ti?” Puesto que la palabra “violenta” da la idea de “duro, fuerte y arrogante”, se da a entender que el pueblo ofendía a Dios con su hablar, la cual es una acusación muy seria.
En concreto, los israelitas daban a entender que era por demás servir a Dios, que no había provecho en guardar la ley. ¡Quién sabe cómo llegaron a esa conclusión, porque no acostumbraban cumplir la ley, ni en público ni en privado! El verdadero servicio a Dios no consiste en asistir a los actos de culto público, sino en una vida totalmente dedicada a él, dentro y fuera del templo, en la casa y en la calle. Pero ese pueblo nunca había alcanzado semejante nivel. Sin embargo, con base en su experiencia limitada e incompleta por no decir con base en su actitud equivocada, llegaron a la conclusión de que los soberbios son bienaventurados.
Conviene regresar a la verdad expresada en el versículo 10: “Probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos”. Lo que debía haber hecho esa gente era tratar de ser obediente y ver qué haría Dios. Él, siempre fiel a sus promesas, abriría “las ventanas de los cielos” (v. 10) para derramar sus bendiciones.
El mundo entero quiere disfrutar de las bendiciones de Dios, pero no las buscan de la manera en que Dios especifica. La gente quiere entrar en el juego, pero inventa sus propios reglamentos, define sus límites y establece sus propias metas. Valdría la pena repetir al versículo anteriormente citado: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).
 
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martes, 7 de abril de 2015

Nuestro Dios es fiel y siempre brinda protección a los suyos cuando lo siguen fielmente: Sé fiel

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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Información 


David: poeta, protegido y presuntuoso
2 Samuel 22:1–24:25
Existe una relación estrecha entre el final del capítulo 21 y el contenido del 22. En aquella porción se registraron cuatro acontecimientos en los cuales David fue protegido de la muerte segura. En ésta, el rey agradece al Señor su fidelidad al cuidarle en todas las circunstancias. El capítulo 23 comienza recordando el pacto perpetuo hecho con él por Jehová; y finaliza con otra lista de los valientes de David. El último capítulo relata una segunda ocasión (la primera fue 21:1–14) en que el pueblo sufrió por causa de la mala conducta de su rey que quebrantaba el pacto.
DAVID EL POETA 22:1–23:7
Esta porción es la más importante del apéndice del libro. Es el meollo o el centro. La estructura de la sección hace que la atención del lector se concentre en ella. ¿Cuál es la verdad central? El Señor es fiel al pacto perpetuo que hizo con David y sus descendientes, y por eso cuidaba y protegía a su ungido.
Salmo de acción de gracias por la liberación 22:1–51
Este capítulo se repite en el Salmo 18. El versículo 1 contiene tiene similitud con el encabezado del salmo. Se compuso después que David fuere liberado de todos sus enemigos, especialmente de Saúl. El mensaje del salmo es que Jehová, el Rey verdadero, siempre cuidó a su virrey con quien pactó. A nosotros nos enseña que nuestro Dios es fiel y siempre brinda protección a los suyos cuando lo siguen fielmente.
En esencia, este cántico se relaciona con la confianza que la fidelidad divina infundía en su siervo David. Lo que Dios había hecho en el pasado y el presente generaba la confianza en lo que haría en el futuro.
La confesión de confianza vv. 2–4. David confiesa gozosamente que Jehová es su roca, fortaleza, libertador, escudo, fuerte, alto refugio y salvador, quien le había librado de toda violencia. Teniendo esta experiencia como base, asevera que en el futuro confiará en él, le invocará y será salvo. Estos últimos verbos se encuentran en un tiempo que en hebreo son acciones continuas. Su confianza no era fortuita sino constante, en todas las vicisitudes de la vida.
La experiencia que estimula la confianza vv. 5–35. Hasta el versículo 25, todos los verbos se encuentran en el tiempo pasado. David estaba reflexionando sobre realidades históricas. El salmista se había encontrado en una situación desesperada (vv. 5–6) cuando invocó y clamó al Señor, y éste le escuchó (v. 7). En los versículos 8–16 menciona ilustraciones tomadas de la naturaleza para enfocar los recursos inagotables que Jehová tenía a su disposición para guardar a su siervo. Por medio do todos estos medios, el Omnipotente le había librado de todos sus enemigos (vv. 17–20).
¿Por qué lo trató el Señor así? La contestación se halla en los versículos 21–26a. Hay dos partes en la respuesta: la humana y la divina. Por el lado humano, Dios lo había cuidado porque era justo (vv. 21a, 24a, 25a), puro (vv. 21b, 24b, 25b) y, lo que es más importante, obediente (vv. 22–23). Por el lado divino, vemos que Jehová es misericordioso (v. 26a). Siempre trata a los suyos de acuerdo con su “hesed”, amor leal. Recuerde que esta palabra tiene que ver con un pacto realizado entre dos partes. El Señor había pactado con David (capítulo 7) y siempre le trataría conforme a su “hesed”, fidelidad al pacto.
¡PENSEMOS!
Vale la pena notar que, hasta cierto punto, la fidelidad de Dios depende de la nuestra. David era justo, puro y obediente y por eso el Señor pudo tratarlo con misericordia. ¿Piensa que nuestro Padre busca las mismas cualidades en nuestra vida? ¿Nos bendecirá y protegerá si no las poseemos? Pídale que le ayude a poner su parte para que él pueda hacer su parte.
En los versículos 26–27 el salmista pasa al futuro. Su confianza es que Dios, que se ha manifestado fiel a su siervo justo, puro y obediente, siempre lo hará. También tratará al perverso (astuto) con severidad.
David siguió su cántico alabando al Señor por lo que era y hacía. Al escribir el salmo, se expresó en tiempo presente (vv. 28–35).
Expresiones de confianza vv. 36–46. El rey agradecido graba en su corazón la confianza inquebrantable en el Dios que lo había preservado: “Me libraste (pasado) y por esto confiaré en ti (futuro)”.
ME LIBRASTE Y POR ESTO,
CONFIARE EN TI.
VV. 36–37; VV. 38–39; VV. 40–44A, B; VV. 44B, C–46
Alabanza y voto vv. 47–50. Después de haber reflexionado sobre la gran fidelidad de Jehová, David no podía hacer otra cosa que prorrumpir en alabanza a él (vv. 47–49) y prometer serle fiel en proclamar su nombre entre las naciones (v. 50).
Confianza en el Dios del pacto v. 51. Terminó su cántico en tiempo presente, refiriéndose una vez más al pacto. David era “su rey”, “su ungido” y él y su descendencia disfrutarían de los beneficios del pacto para siempre. La base de este trato es la misericordia (“hesed”, fidelidad al pacto, compare el v. 26).
Este versículo sirve de puente entre los capítulos 22 y 23. Es a la vez el final del 22 y la introducción al 23. El tema del pacto se desarrollará en éste.
Las palabras postreras de David 23:1–7
Esta frase no se debe tomar en forma literal, sino que este es el último oráculo que pronunció bajo la inspiración divina. Este es su salmo final inspirado por Dios, el Espíritu Santo (v. 2).
Las primeras frases tienen que ver con el autor del salmo (vv. l–3a). Estos textos son muy importantes para la doctrina de la inspiración bíblica, porque enseñan que las Escrituras inspiradas tienen autor divino y humano. David es el humano y se describe con cuatro frases en el versículo 1. Las dos de en medio son las más importantes, porque introducen el tema del salmo. El fue levantado en alto cuando Jehová lo ungió rey sobre Israel. La iniciativa de constituirlo rey no vino de David, sino de Dios mismo. El autor divino es el Espíritu de Jehová, quien le dio al salmista las palabras que había de hablar y escribir. En el momento de la inspiración, las palabras de David se volvieron en palabra de Dios (v. 2). Lo dicho fue por Dios de Israel y lo hablado por la Roca de Israel (v. 3a).
El mensaje del salmo se encuentra en los versículos 3b–7. Esta porción es definitivamente mesiánica. Se refiere al reinado del Hijo de David en un tiempo futuro. La primera parte del mensaje se encuentra en tiempo futuro y es una promesa divina del establecimiento de un rey justo sobre los hombres (v. 3b). Este se describe en el versículo 4 con tres ilustraciones que se tomaron de la naturaleza.
En el versículo 5 el autor cambió al tiempo presente para describir la situación que él vivía. David confesó que al momento de escribir, ese rey y reino aun no se habían establecido: “No es así mi casa para con Dios…Aunque todavía no haga él florecer toda mi salvación y mi deseo”. Entre estas dos declaraciones encontramos una afirmación de fe: “Sin embargo, él ha hecho conmigo pacto perpetuo, ordenado en todas las cosas, y será guardado”. No existía ni una duda en la mente del salmista. Dios había concertado pacto con él y su casa y lo cumpliría cabalmente. El Señor es fiel y hace todo lo que promete. Todos estos textos son muy semejantes a Salmos 72:1–7 que también es porción mesiánica.
La condición de los impíos durante el reino mesiánico (el milenio) se trata en los versículos 6–7.
David el poeta terminó su carrera literaria con dos cánticos inspirados que encontramos en estos dos capítulos. Uno de los temas principales es que Jehová siempre será fiel al pacto que concertó con David (capítulo 7). El virrey de Israel, ungido por el Señor, siempre sería miembro de la casa de David. Según Lucas 1:32–33, el cumplimiento cabal del pacto sería por medio de Jesús, el Hijo de David: “Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”.
¡PENSEMOS!
¡Cuánto confía en las promesas de Dios? Medite por un rato en la confianza de David. Apunte cinco promesas divinas que tadavía no se han cumplido. Pídale al Señor que aumente su fe para confiar cabalmente en ellas. Medite en la fidelidad de nuestro Padre.
DAVID EL PROTEGIDO 23:8–39
Esta porción corresponde al 21:15–22. Ambas registran los nombres de los valientes de David. Estos eran los hombres que el Señor usó para proteger al virrey y hacer grandes proezas en el nombre de él. Esta lista habla de los tres (vv. 8–12) y los treinta (vv. 13–39).
Los tres principales 23:8–12
Joseb-basebet liquidó a ochocientos enemigos en una sola batalla. Eleazar era tan persistente en pelear, que su mano se entumeció por haber tenido en ella su espada por largo tiempo. Sama defendió solo un terreno que los filisteos querían tomar. La frase más importante del relato se repite dos veces: “Jehová dio una gran victoria” (vv. 10b, 12b). Los hombres eran valientes, pero al fin y al cabo la victoria dependía de la intervención divina. El Rey verdadero usó hombres valientes para proteger a su ungido y su pueblo.
Los treinta valientes 23:13–39
Es obvio que “los treinta” era un título genérico que se aplicaba a todos los héroes de David, porque en el versículo 39 dice que el total de esta lista es treinta y siete. El número exacto variaba, pero se les conocía como “los treinta”.
Los versos 13–17 relatan la hazaña de tres de los treinta que no se identifican. Aprendemos que eran fieles a David, al punto de arriesgar sus vidas para satisfacer un antojo de su jefe. Es probable que el rey no pidiera agua del pozo de Belén (v. 15), sino que estuviera expresando su frustración al ver a los filisteos ocupar su pueblo natal que quedaba tan cerca de Jerusalén. Los tres lograron llegar hasta dicho pozo y llevaron el agua a su monarca. Este reconoció el peligro por el cual habían pasado, y en vez de beber el líquido refrescante, lo derramó en tierra en sacrificio a Jehová. Este rey ponía la gloria de Dios y el bienestar de los suyos antes que sus propios deseos.
DIOS Y LOS DEMAS DEBEN SER NUESTRA
PREOCUPACION PRINCIPAL
Dos de los más renombrados se mencionan en los versículos 18–23. Abisai (vv. 18–19) era el principal de los treinta y Benaía (vv. 20–23) llegó a ser jefe de la guardia personal de David (8:18; 20:23b).
Treinta y uno enlistados vv. 24–39. De algunos se mencionan sus parientes, de otros, su procedencia, pero sólo de Naharai (v. 37b) se nos revela su ocupación: escudero de Joab.
Según el versículo 39, el total de la lista es de 37 valientes. Saquemos la cuenta. Se nombran específicamente tres en los versículos 8–12, dos en 18–23 y treinta y uno en 24–39. La suma es de treinta y seis. ¿Quién faltó? La gran mayoría de los intérpretes cree que era Joab. El era único. Pertenecía a una categoría especial. Era muy conocido como jefe de todas las tropas, incluyendo a los treinta y no era necesario incluir su nombre en la lista.
Es interesante notar que el último enlistado fue Urías heteo. David había mandado asesinar a uno de sus valientes sólo porque creía que así le convenía.
DAVID EL PRESUNTUOSO
24:1–25
Esta porción corresponde a la de 21:1–14 en la estructura del apéndice. Hay varias similitudes entre las dos: Jehová es el protagonista principal, quien castiga a su pueblo por una transgresión cometida por el rey. Cuando el rey cumplía con la voluntad divina, Jehová volvía a bendecir al pueblo. Los finales de las narraciones son muy semejantes: “Y Dios fue propicio a la tierra después de esto” (21:14b), “Y Jehová oyó las súplicas de la tierra” (24:25b). Así que cuando el autor escribió: “Volvió a encenderse la ira de Jehová contra Israel” (v. 1). Esto se debe relacionar con el capítulo 21:1–14. Aquí, el pecado de David fue levantar un censo sin tener la dirección divina para hacerlo. Todo el capítulo está relacionado con el censo no autorizado.
El censo 24:1–9
La incitación v. 1. Nuestro texto dice que Jehová incitó a David, pero la porción paralela (1 Crónicas 21:1) afirma que fue Satanás. ¿Quién fue el responsable de impulsar a David a pecar? Obviamente no fue el Señor porque él es tres veces santo (Isaías 6:3). Parece que el Omnipotente permitió que el diablo tentara al rey. Fue la voluntad permisiva de Dios.
La orden vv. 2–3. Joab recibió la orden de levantar el censo e inmediatamente quedó perplejo. No entendía por qué David quería hacerlo. Sentía que algo andaba mal.
Levantar un censo no es pecado (Exodo 30:12); entonces parece que el problema era el móvil. Joab no comprendía qué motivaba a David a levantarlo. El versículo 9 indica que era un censo militar para que el rey supiera con cuántos podía contar para sus conquistas. Es probable que en esta época de su vida el monarca se ufanara de su poderío militar y en forma presuntuosa comenzara a confiar en él en vez de en Jehová. Depositaba su confianza en el hombre y esta fue una equivocación fatal.
El cumplimiento vv. 4–9. A pesar de sus inquietudes, Joab obedeció al rey, y el censo se levantó durante el lapso de nueve meses y veinte días. Fíjese en el hecho de que el informe marcó la distinción entre los de Israel y los de Judá.
El censo condenado y castigado 24:10–15
No pasó mucho tiempo antes que David se diera cuenta de que había pecado. El Espíritu Santo también realizaba el ministerio de redargüir en la antigua dispensación. Lo importante es ver la reacción del rey. Hizo sa confesión de inmediato (v. 10). El versículo 11 indica que pasó toda una noche lamentando y confesando su falta. Esta es una de las grandes diferencias con Saúl, quien quería encubrir sus pecados, y David que los confesaba.
LA CONFESION DEBE SER INMEDIATA
Las opciones ofrecidas vv. 11–15. El pecado fue perdonado, pero sus consecuencias no se pudieron evitar. El Señor mandó a su profeta Gad para proponer al rey tres opciones: siete años de hambre, tres meses de derrotas o tres días de plaga. David optó por la última apelando a la misericordia de Dios. El resultado de la peste fue la muerte de setenta mil hombres en toda la tierra.
El pecado perdonado 24:16–25
El daño no fue tan extenso como pudiera haber sido porque Jehová se arrepintió y detuvo al ángel destructor. El verbo “arrepentirse” bien puede traducirse “entristecerse”. Su tristeza fue tanta, que decidió acortar el tiempo de castigo (v. 16). Esta manifestación de la misericordia divina pudo verse porque David intercedió por el pueblo y se ofreció a sí mismo como sacrificio, si fuere necesario (v. 17). Note bien que en este versículo todos los pronombres personales son enfáticos.
David obedeció edificando un altar vv. 18–25. La instrucción vino por medio de Gad: David debía levantar un altar a Jehová en el mismo lugar donde el ángel destructor se había detenido, la era de Arauna jebuseo. Este ofreció regalar el terreno al rey, pero David rechazó la oferta e insistió en pagarle el precio justo. La razón que dio fue: “porque no ofreceré a Jehová mi Dios holocaustos que no me cuesten nada” (v. 24a). La propiedad llegó a ser el sitio donde se construyó el templo. En ese lugar, David “edificó… un altar a Jehová, y sacrificó holocaustos y ofrendas de paz” (v. 25a). Los versículos 21b y 25b dan a entender que la intercessión y obediencia de David ocurrieron antes de que cesara la mortandad. El Señor detuvo la plaga por la intercesión y obediencia de David.
¡PENSEMOS!
David cambió el rumbo de la historia cuando intercedió por su pueblo y obedeció la palabra del Señor. El Señor respondió misericordiosamente al comportamiento del rey y detuvo la plaga. El no ha cambiado y puede hacer lo mismo en nuestros días cuando reconocemos que es nuestro “rey soberano”, intercedemos por los suyos y vivimos en obediencia. No hay límite a lo que Dios puede hacer cuando nosotros estamos bien relacionados con él.
La historia relatada en este capítulo es muy apropiada para el cierre del libro. En ella vemos a Jehová como el Rey verdadero. Su virrey no era perfecto, pero cuando pecaba, lo confesaba, aceptaba las consecuencias de su pecado y el perdón del Señor. Cuando la relación era correcta entre ambos reyes, el terrenal adoraba y obedecía al Rey verdadero, y él bendice a su pueblo.
El autor logró sus propósitos. Todo el que leyera su libro sabría que Jehová es el Rey verdadero de todo Israel, que escogió a David y su casa para que fueran reyes sobre su pueblo y que el único rey legítimo sobre la nación tenía que ser descendiente de David y someterse totalmente a la voluntad divina. Cuando el rey y el pueblo cumplían el pacto, el Señor los colmaba de bendiciones. La mortandad siempre era consecuencia de la desobediencia y rebelión.

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