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sábado, 18 de abril de 2015

CADA PRIMER DÍA DE LA SEMANA, CADA UNO DEVOSOTROS PONGA APARTE ALGO,SEGÚN HAYA PROSPERADO

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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Se ha dicho que el que no lee ni presta atención a la historia está condenado a repetirla. En otras palabras, hay mucho material que podemos aprovechar y muchas lecciones qué aprender del estudio de los acontecimientos y personajes del pasado. Alguien dijo que es el estudio de la historia el que nos preserva de tratar de inventar la rueda. La rueda ya se ha hecho y sería inútil y una gran pérdida de tiempo tratar de reinventarla. Nuestros antepasados enfrentaron situaciones muy semejantes a las nuestras, algunos con éxito, pero otros fracasaron. Conviene estudiar lo que hicieron para ver si la lección nos ayuda; sería una lástima no consultar la historia y perdernos de la experiencia de los antepasados.
La Biblia reconoce el valor de esa clase de estudio cuando el apóstol Pablo, después de un breve repaso de lo que había pasado a Israel, dijo: “y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros” (1 Corintios 10:11).
Uno pensaría que el pueblo de Israel estaba bien sintonizado con los detalles de su historia y estaba consciente de sus fallas previas. Desde su redención de Egipto, sus años de peregrinación en el desierto, su entrada en la tierra prometida, la conquista de ella, el período de los jueces, los reinados de Saúl, David y Salomón, todo el tiempo del reino dividido, el cautiverio de ambos reinos, hasta el retorno, las páginas de su historia están llenas de lecciones. Habían aprendido algunas, pero lastimosamente, otras no.
Esta sección del mensaje del profeta empieza haciendo referencia a las manchadas páginas de la historia de desobediencia de Israel. Ese pueblo había robado a Dios mucho más que los diezmos, y el recordatorio de sus antepasados delincuentes fue una llamada de atención, con la esperanza de que el remanente aprendiera la lección.


JEHOVÁ CENSURA EL FRAUDE DEL PUEBLO 3:7–15


La exhortación 3:7
“¡Volveos a mí!” Es una exhortación sencilla y fácil de entender. El pueblo se había distanciado de Jehová. Esto se evidenciaba por su renuencia a cumplir sus leyes. Todos los males de la historia de Israel se pueden atribuir a esa misma falta, y eso a pesar del voto que hizo el pueblo en Sinaí: “Y todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho, haremos” (Éxodo 19:8).
La oferta de Dios manifestando su misericordia y gracia fue: “y yo me volveré a vosotros”. El pecado de desobediencia al no cumplir sus promesas de guardar las leyes de Jehová, había distanciado al pueblo de su Dios. Otra vez se tiene que recordar que él no había cambiado. El pueblo era el que se había apartado de él. Para poder volver a disfrutar de la bendición de su presencia, el pueblo tenía que arrepentirse. El resultado sería que podrían gozar de la presencia de Dios.

¡PENSEMOS!

 El Nuevo Testamento enseña que el hijo de Dios puede mantener la comunión con su Padre celestial. El pecado de un hijo de Dios quita el gozo de la relación que dicho creyente debe tener con él. El individuo que está en esas condiciones, no deja de ser creyente o hijo, pero no disfruta de esa relación tan especial que un hijo debe tener con el padre que le ama. La pena y la vergüenza de su pecado contra Dios lo cohíben, y aunque no deja de ser hijo, se siente distanciado. La restauración al gozo de la presencia de Dios le viene mediante la confesión de su pecado. “Y si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). El creyente tiene que obedecer a Dios, considerar el pecado tal y como lo define el Señor, y estar totalmente de acuerdo con él en cuanto a ese pecado. “Confesar” no sólo quiere decir “admitir”, sino sentirse en cuanto al pecado como Dios se siente. Así no habrá distanciamiento.


Como en otras ocasiones a través de este mismo libro, la reacción del pueblo no fue de arrepentimiento. Más bien, fingieron que eran inocentes o indiferentes, y preguntaron, “¿En qué hemos de volvernos?”


El pecado 3:8
Para introducir la respuesta a la pregunta con que terminó el versículo anterior, el profeta formuló todavía otra, con el propósito de presentar una verdad general. “¿Robará el hombre a Dios?” La interrogación retórica se formuló anticipando la respuesta “¡No!” Un hombre finito no puede arrebatar el botín (que es el sentido de la palabra “robar” en el hebreo de Malaquías 3:8) a Jehová de los ejércitos, que es infinito.
Enseguida, el profeta aplicó la verdad general a la actitud y acción del remanente: “Pues vosotros me habéis robado”. Entonces, lo que era totalmente incongruente (la idea de poder robar a Dios), esa gente lo había logrado. Y no sólo una vez, puesto que la gramática indica que era su costumbre hacerlo.
Como es de esperarse, la reacción del pueblo fue como si dijera: “¿Quiénes? ¿nosotros?” “¿Cómo puede ser esto?” “¿En qué te hemos robado?”
“En vuestros diezmos y ofrendas” contestaron Jehová y Malaquías en forma directa y lacónica, señalando que habían fallado al cumplir con las demandas de la ley en el área de las contribuciones. Esa ley no había sido sólo una sugerencia, sino que las contribuciones eran requisitos. Su incumplimiento constituía desobediencia y pecado.

¡PENSEMOS!

 La combinación de los términos “diezmos y ofrendas” resume todas aquellas áreas de la ley que trataban acerca de las contribuciones requeridas. No era que una de ellas, “los diezmos”, fuera exigidos por la ley mientras que “las ofrendas”, eran voluntarias; las dos formaban parte de las justas demandas de la ley. El concepto veterotesamentario de los diezmos abarcaba mucho más que el diez por ciento. Tradicionalmente, los judíos reconocían tres “diezmos”: (1) La décima parte del producto de la tierra era entregado a los Levitas para su sostenimiento. Los Levitas entonces tenían que dar una décima parte de lo que habían recibido para el uso del sumo sacerdote (Levítico 27:30, 33; Números 18:26–28). (2) Debían dar un segundo diezmo de lo que les sobraba después del primero, ofrendas que eran dedicadas a los festivales que se celebraban en Jerusalén. Aunque especificaba el producto de la tierra, a los que vivían lejos se permitía enviar dinero con tal que agregaran el cinco por ciento de su valor (Deuteronomio 12:18). (3) De acuerdo con el historiador Josefo, había todavía otro “diezmo” que debían traer cada tres años, denominado “el diezmo para los pobres” (Deuteronomio 14:28–29). Además de los diezmos, la ley estipulaba las distintas ofrendas de animales, aves o productos de la tierra que tenían que ofrendar. En resumen, la ley demandaba una contribución de mucho más que un diez por ciento. El creyente del Nuevo Testamento debe ser aun más dadivoso según el principio proporcional de la bendición del Señor. Además, somos mayordomos que tendremos que rendir cuentas por todo lo que nos ha sido encomendado. El principio en el Nuevo Testamento no es, “¿Cuánto debo dar?”. Como todo es del Señor y sólo somos sus mayordomos, nuestra pregunta debe ser: “¿Qué quiere Dios que yo use de lo suyo para sostener mi vida y la de mi familia?”

“CADA PRIMER DÍA DE LA SEMANA, CADA UNO DE
VOSOTROS PONGA APARTE ALGO,
SEGÚN HAYA PROSPERADO”
(1 Corintios 16:2).


El castigo 3:9
“Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado”. Estas son palabras fuertes y solemnes pero no son difíciles de entender. El pueblo había violado los requerimientos de su pacto con Jehová, y por eso estaba bajo las sanciones del mismo pacto. Deuteronomio 28:15–24 advierte al pueblo los resultados horrendos que trae descuidar su responsabilidad. Pero el remanente, indiferente a su Dios y a su voluntad revelada, no vio o no quiso ver que ellos mismos eran la causa de sus males. El paralelismo entre Deuteronomio 28 y lo que estaba pasando al remanente es notable, pero el pueblo no se daba cuenta de cómo se aplicaba esa verdad a ellos. No hay peor ciego que el que no quiere ver.


El reto 3:10–12
“Traed los diezmos al alfolí”. El pueblo había sido negligente y sólo había entregado parte de su contribución. ¡Estaba robando a Dios! Por no cumplir con lo que la ley demandaba, la gente dejaba a los que servían en el templo sin comida. En cuando menos una ocasión, los sacerdotes tuvieron que abandonar el templo para trabajar en los campos, todo debido al remanente incumplido, o mejor dicho, “desobediente” (Nehemías 13:10).
Jehová invitó a su pueblo a probar la autenticidad de sus promesas. La obediencia trae consecuencias positivas mientras que la desobediencia las trae negativas. Es probable que la frase: “abriré las ventanas de los cielos” sea una figura de la lluvia que acompañaría el cumplimiento de los requisitos de la ley. Es imposible escapar al impacto de la frase “bendición hasta que sobreabunde”. Hay una frase semejante en el Salmo 72:7 en donde dijo el salmista: “Florecerá en sus días justicia, y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna”. En otras palabras, hasta que se acabe la provisión divina, o sea, ¡Nunca! La obediencia perpetua trae bendición perpetua.
Uno de los resultados del arrepentimiento y la gran bendición de Dios que lo acompañaría sería que todas las naciones le llamarían bienaventurados (v. 12). Las mismas naciones vecinas que se habían burlado y oprimido a los judíos que regresaron del cautiverio, tendrían que testificar de la bendición a la nación de Israel. Ésta recobraría su puesto como nación singularmente bendecida por Dios y reconocida entre las naciones.

¡PENSEMOS!

 El Nuevo Testamento pone todo esto en la perspectiva correcta cuando cita en Mateo las palabras de nuestro Señor Jesucristo: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).

La actitud de corazón 3:13–15
A esas alturas del libro de Malaquías se había acumulado suficiente evidencia como para hacer al individuo sensible a los asuntos de Dios y arrepentirse, con vestido de cilicio y de ceniza
Pero no, el profeta reportó: “Vuestras palabras contra mí han sido violentas, dice Jehová. Y dijisteis: ¿Qué hemos hablado contra ti?” Puesto que la palabra “violenta” da la idea de “duro, fuerte y arrogante”, se da a entender que el pueblo ofendía a Dios con su hablar, la cual es una acusación muy seria.
En concreto, los israelitas daban a entender que era por demás servir a Dios, que no había provecho en guardar la ley. ¡Quién sabe cómo llegaron a esa conclusión, porque no acostumbraban cumplir la ley, ni en público ni en privado! El verdadero servicio a Dios no consiste en asistir a los actos de culto público, sino en una vida totalmente dedicada a él, dentro y fuera del templo, en la casa y en la calle. Pero ese pueblo nunca había alcanzado semejante nivel. Sin embargo, con base en su experiencia limitada e incompleta por no decir con base en su actitud equivocada, llegaron a la conclusión de que los soberbios son bienaventurados.
Conviene regresar a la verdad expresada en el versículo 10: “Probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos”. Lo que debía haber hecho esa gente era tratar de ser obediente y ver qué haría Dios. Él, siempre fiel a sus promesas, abriría “las ventanas de los cielos” (v. 10) para derramar sus bendiciones.
El mundo entero quiere disfrutar de las bendiciones de Dios, pero no las buscan de la manera en que Dios especifica. La gente quiere entrar en el juego, pero inventa sus propios reglamentos, define sus límites y establece sus propias metas. Valdría la pena repetir al versículo anteriormente citado: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).
 
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viernes, 6 de marzo de 2015

La doctrina positiva de la total provisión que tenemos en Jesucristo : Por eso, la vida espiritual es vivir en Cristo y no en el legalismo.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
 
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Nada Nuevo bajo el Sol
Colosenses 1:1–8
“¡Yo puedo hacerlo solo!”
Desde que el mundo es mundo, el hombre ha querido demostrar que es capaz de salvarse a sí mismo. No quiere reconocer su dependencia de nadie, ni siquiera de Dios. Le gusta pensar que es autosuficiente.
Esta actitud es la trampa favorita de Satanás. Su deseo es ver que una persona alcance grandes triunfos materiales sin tomar en cuenta al Creador. Su intención es convencernos de que podemos esforzarnos y hacer buenas obras para lograr nuestra salvación, o para vivir una vida cristiana aprobada por Dios.
En la actualidad, comprobamos que las cosas siguen igual. Las grandes religiones del mundo apoyan esta mentira del demonio. Aunque haya muchas diferencias entre ellas, enseñan que podemos hacer algo por nosotros mismos para satisfacer las exigencias del Señor. Pero no pueden garantizar que sus seguidores tendrán paz, porque es imposible realizar todo el tiempo el cien por ciento de lo que se requiere.
Las sectas también presentan el mismo concepto, aunque en diferentes formas. Para ellos, la obra de Cristo por sí sola es insuficiente para asegurarnos la vida eterna. Por fuerza hay que añadirle otros requisitos, o cuando menos nuestras buenas acciones. Según ellos, nadie puede saber con certeza la cantidad de obras aceptables que se necesitan para lograr la salvación sino hasta después de la muerte (Hebreos 2:15; compare con 1 Juan 5:13).
Aun entre algunas iglesias que se consideran evangélicas, con frecuencia se hace énfasis en todo lo que tenemos que realizar para ser salvo, o para seguir en ese estado, pues consideran que lo mínimo que se puede hacer para mantenerse en comunión íntima con Dios, es obedeciendo sus leyes.
Así que hoy, como en la iglesia en Colosas, el problema del legalismo sigue siendo el mismo. La gente quiere vivir conforme a las reglas propuestas por el mundo:
• Debo vivir conforme a lo que yo puedo lograr.
• Debo seguir las reglas inventadas por hombres.
• Puedo confiar en mi capacidad de agradar a Dios.
La respuesta divina al legalismo humano es Jesucristo. Es imposible que cumplamos con todas las exigencias del Señor. Si aceptamos someternos a la autoridad de cualquier sistema legalista, seremos irremisiblemente condenados. La solución es reconocer que el Padre nos ha proporcionado un camino a través de su Hijo. El es Dios mismo y por lo tanto, el único capaz de darnos todo lo que nos hace falta. No podemos añadir nada a lo que él ha hecho.
El problema que Pablo enfrentó en Colosas era el mismo de siempre: los judaizantes, que él llamaba “perros feroces” y que iban tras él para devorar a los nuevos creyentes de las congregaciones que iniciaba. En varias épocas, surgieron tres diferentes tipos:
1)     Hechos 10–11
El tema: la salvación
La pregunta clave: ¿Para quiénes es la
salvación?
Estos judaizantes creían que la salvación
era sólo para los judíos.
2)     Hechos 15
El tema: la salvación
La pregunta clave: ¿Cómo se puede ser
salvo?
Estos pensaban que para ser salvo, había
que guardar la ley mosaica y que tenían que
añadirle
algo a la obra de Cristo
3)     Gálatas, Colosenses, Filipenses 3
El tema: la santificación
La pregunta clave: ¿Cómo podemos andar
con Dios y agradarle?
Estos postulaban que para ser “espiritual”,
había que guardar la ley mosaica. La vida
cristiana se vivía por obras.
El cuadro anterior, nos ayuda a comprender que el problema de la iglesia de Colosas era la misma trampa de Satanás. Estaban a oscuras, sin encontrar lo que era verdadero, aunque era una buena iglesia. Pablo describe a los hermanos como santos y fieles (1:2). Eran maduros, su fe era evidente, mostraban amor y esperanza (1:3–5) porque habían recibido la Palabra de verdad que había producido fruto y estaban creciendo (1:5–6). En todos sentidos, era una iglesia admirable.
Fue entonces que Satanás puso su trampa favorita: el sistema legalista que decía: “¡Tu puedes hacerlo!” A través del apóstol, se deja oir la voz de Dios diciendo que sólo él puede transformar las vidas y realizar en los creyentes lo que él espera ver. En verdad, ha hecho todo por medio de Cristo. No nos falta nada.
¡PENSEMOS!
¿En qué formas se presenta esta doctrina satánica en el lugar donde usted vive? ¿Qué cree la gente que apoya estas ideas? ¿Cómo debemos responder a sus enseñanzas?
EL AUTOR Y LA FECHA
Existen fuertes evidencias de que fue Pablo quien escribió esta misiva, como sucede con todas las que envió desde la cárcel: Efesios, Filipenses, Colosenses y Filemón. El testimonio que contiene y el paralelismo con las epístolas mencionadas, proveen las bases para considerar a ese apóstol como autor de Colosenses. Según las circunstancias que lo rodearon durante el tiempo que pasó en la cárcel, la fecha más probable para esta carta sería aproximadamente 60 d.C.
LA SITUACION HISTORICA
Poco se sabe acerca del origen de la iglesia en Colosas. Parece que no fue fundada por este apóstol, porque encontramos en ella varios indicios de que nunca había estado allí. Sin embargo, la conocía bien (1:3–8). Pudiera ser que se tratara de un grupo producto de la iglesia de Efeso, con la que sí había colaborado mucho, pues conocía personalmente a algunos de sus miembros, tal vez desde el tiempo en que había estado en esa ciudad (4:7–17). Es posible que varias personas evangelizadas por él hubieran regresado a formar una iglesia allí.
Sea cual sea el origen de la congregación, Pablo sentía una relación especial con ella. Había recibido un informe de parte de Epafras, quien les ministraba fielmente. Se inquietó mucho al escuchar que los judaizantes estaban influyendo fuertemente en los fieles y escribió esta carta en respuesta a su amenaza.
PROPOSITO Y TEMA
Los legalistas proclamaban la doctrina de que la santificación se logra por medio de la ley, presentando en esencia el mismo problema que surgió en la iglesia de Galacia. Por medio de su misiva, el apóstol Pablo quería combatir esa doctrina y corregir a quienes se habían desviado.
En su epístola a los Gálatas, había dicho que era imposible ser salvo por la fe y santificado por la ley, pues ésta trae condenación y sólo sirve para que reconozcamos el pecado. Sin embargo, no tiene poder para vencerlo. Si nos sujetamos a la ley, estamos perdidos (Gálatas 3:10–12).
En esta carta, Pablo enfoca el tema desde una perspectiva diferente, haciendo énfasis en la doctrina positiva de la total provisión que tenemos en Jesucristo. Dios suple todo lo que nos hace falta para vivir la vida cristiana con éxito. Estamos completos cuando estamos en él. Por eso, la vida espiritual es vivir en Cristo y no en el legalismo.
LA TOTALIDAD DE DIOS SE ENCUENTRA EN CRISTO
ESTAMOS COMPLETOS AL ESTAR EN EL,
NO NOS FALTA NADA
ORGANIZACION DEL LIBRO
El problema doctrinal que enfrentaban los colosenses es el eje central donde gira la organización del libro. Los otros temas que trata se colocan alrededor de éste. Empieza con un saludo de parte de Pablo (1:1–2), y su oración a favor de ellos (1:3–23), y termina con algunas notas personales a los hermanos que conocía (4:7–18).
En el cuerpo de la carta, Pablo describe el ministerio que el Señor le dio, a saber: proclamar que sólo en Cristo se encuentra la provisión completa hecha por Dios para nuestra salvación (1:24–4:6). Se divide en dos partes relacionadas íntimamente entre sí. Primero, indica que en Cristo estamos completos (1:24–2:15). La idea principal de esta sección es que únicamente él tiene todo lo que necesitamos.
La segunda parte del libro (2:16–4:6) presenta las consecuencias lógicas de esa provisión: si Dios nos ha dado todo lo que nos hace falta, entonces la vida espiritual tiene que reflejar que estamos en él, y no basarse en alguna forma del legalismo por medio del cual pretendemos satisfacer a Dios.
SU SALUDO 1:1–2
SU ORACION 1:3–23
SU MINISTERIO 1:24–4:6
Revelación de la Provisión en Cristo 1:24–2:15
Implicaciones de la Provisión en Cristo 2:16–4:6
NOTAS PERSONALES 4:7–18
SU SALUDO 1:1–2
Pablo introduce su carta con un saludo a la iglesia donde se presenta a sí mismo y a su colega Timoteo en el ministerio. Afirma que recibió su apostolado en forma directa del Señor, sin discutir.
Al definir a los destinatarios, nos proporciona algunos indicios de la condición espiritual en que se encontraban. Dice que son santos y fieles. Es obvio que los acepta como hermanos en Cristo. Al llamarles santos, el apóstol se refiere a ellos como personas que han sido apartadas por Dios para gozar una relación especial con él, la cual debe producir un cambio práctico en su vida, aunque éste no es requisito previo para alcanzar la comunión con el Señor.
Además de dirigirse a ellos como santos, también considera que son hermanos fieles. Esta palabra se utiliza mucho en el Nuevo Testamento. Su raíz denota a alguien que cree o confía. Esta idea básica conlleva dos significados principales. A veces se usa para referirse a un creyente, o a alguien o algo que es digno de nuestra confianza y que no nos va a defraudar. El uso más común es cuando algo es confiable, como se presenta en esta traducción. El contexto nos sirve para entender el significado que estaba en la mente del autor en cada caso.
Normalmente, en los saludos a las iglesias, se define a los destinatarios en forma general, para identificarlos como creyentes auténticos, como hace el apóstol aquí. Pablo indica que los consideraba verdaderos hermanos en Cristo, en quien depositaron su confianza y que habían sido apartados por Dios para gozar con él de una relación de hijos.
SU ORACION 1:3–23
Después de su breve saludo, Pablo les informa que está intercediendo a su favor y hace una lista de lo que está pidiendo. Al estudiar esta oración, podemos aprender un patrón digno de imitar cuando nosotros lo hacemos por otros hijos de Dios. La primera parte es una acción de gracias por ellos (1:3–8), por la evidencia de la obra que estaba haciendo el Señor en sus vidas.
Alejandro Whyte, famoso predicador escocés, era conocido como una persona muy agradecida con sus semejantes. Le gustaba enviar tarjetas postales en gratitud por algún acto bondadoso o favor recibido. A menudo, sus mensajes animaban a los destinatarios en momentos en que necesitaban una palabra de estímulo para seguir adelante. Pablo también lo hacía con los hermanos de las iglesias donde ministraba; acostumbraba expresar su agradecimiento por el fruto del evangelio que se manifestaba entre ellos.
DAMOS GRACIAS A DIOS SIEMPRE POR VOSOTROS
Una iglesia madura 1:3–5
Pablo sentía gratitud a Dios por las evidencias de madurez que habían alcanzado y les felicita por mostrar las características de: fe, amor y esperanza (1 Corintios 13:13; Romanos 5:2–5; 1 Tesalonicenses 1:2–3, 5:8; 2 Tesalonicenses 1:3–4; Efesios 1:15–18; y Colosenses 1:3–6)
En cuanto a la primera, había oído acerca de su fe en Cristo y agradece a Dios por ella, pues ésta incluye la confianza en la obra salvífica de nuestro Redentor, el reconocimiento de que él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia y que se manifiesta en el diario andar, estando ciertos de que él es capaz de suplir nuestras necesidades y realizar sus propósitos en el mundo y en nuestras vidas.
El amor de la iglesia madura se basa en la relación personal con Dios, e incluye el que se expresa a otros también. Pablo se refiere específicamente en este caso al afecto que ellos manifestaban por todos los santos.
Finalmente, la esperanza que una iglesia madura muestra, se fundamenta en la comprensión y estabilidad doctrinal, especialmente con respecto a la comunión presente y futura con Dios por medio de la obra de Cristo. Esta es la que nos da seguridad para acercarnos al Señor, enfrentar los problemas difíciles que encontramos en la vida diaria, y esperar el cumplimiento del plan divino para el futuro del mundo y de nuestra propia vida. Nuestra esperanza está guardada en los cielos; no se va a perder. No tenemos que preocuparnos por ella.
Una iglesia como la de Colosas es producto de la enseñanza correcta de las Escrituras, de su aplicación, de la comunión íntima unos con otros y con Dios, del testimonio de vidas transformadas por el Señor y de su compartir la fe. Se necesita que esos tres elementos se den en forma equilibrada para que una iglesia sea verdaderamente madura.
¡PENSEMOS!
Considere la condición espiritual de la iglesia a la cual asiste a la luz de estas tres características de madurez. ¿Es madura? ¿Qué le hace falta? ¿Qué podría hacerse para lograrlo?
Una iglesia fructífera 1:6–8
Cuando los miembros de la congregación en Colosas escucharon la Palabra de Dios, conocieron la verdad de las “buenas nuevas” de salvación por medio de la fe en Jesucristo (1:5). Al recibirlas, al igual que muchos otros alrededor del mundo, respondieron con fe. Confiaron en Jesucristo y ésta empezó a crecer y a producir fruto en sus vidas (1:6).
La recepción de la Palabra no fue meramente un conocimiento intelectual estéril. Había producido fe, amor y esperanza en ellos. El evangelio es en esencia un organismo vivo que produce frutos, no como el maíz, sino como un árbol. El maíz muere hasta su raíz después de que ha producido. Por el contrario, un árbol da fruto y sigue creciendo.
Así había sido la obra del evangelio entre ellos. Los fieles ministros de Cristo habían llegado para enseñarles (1:7), y tenían buenos fundamentos porque amaban a Dios y a los hermanos en Cristo. Por eso, Pablo daba gracias a Dios (1:8).
Sin embargo, a pesar del buen fruto que daban, había surgido el problema de una doctrina falsa. Preocupado, Epafras viajó para conseguir la ayuda de Pablo.
¡PENSEMOS!
La llegada del verdadero evangelio de Jesucristo debe producir fruto y crecimiento continuos en el pueblo de Dios, que se manifieste en las tres evidencias de madurez cristiana. ¿Qué debe mostrar una iglesia fructífera y en crecimiento?
Conforme a esta norma, ¿cómo está su iglesia? Pablo siempre acostumbraba dar gracias a Dios por las características saludables que encontraba en las congregaciones que visitaba. ¿Por cuáles daría gracias al visitar la iglesia a la que usted asiste? Tome un momento para escribir los motivos de acción de gracias que tiene que dar por ella. Exprésela en oración al Señor ahora mismo.
¿Qué más hace falta para que su iglesia manifieste el fruto del evangelio de verdad en su área de influencia? Pida al Señor que realice esta obra en medio de ella.

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http://www.mediafire.com/view/2ygm7jtg62xaqpp/Colosenses_ClaudioxpGroup.pdf

jueves, 23 de febrero de 2012

Devocionales Familiares: Una Lucha sin Cuartel


biblias y miles de comentarios
 
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 Lecturas Devocionales: MARZO 2012
MARZO
1.     El señor Mazo
2.     Aquí viene el juez
3.     Jesús y yo
4.     ¿A quién le corresponde el mérito?
5.     ¿Quién decide qué es bueno o malo?
6.     ¿Las reglas de quién valen?
7.     ¿Cómo puedes medir la verdad?
8.     Cómo comprender las reglas a fondo
9.     ¿Cuáles reglas gobernarán tu vida?
10.     Hazte un favor
11.     En busca de un caballito
12.     Adivina lo que oí decir de ti
13.     El que se merece el mérito
14.     Una señal gigantesca de Dios
15.     ¿Puedes sentir el amor?
16.     Dios escribió el libro del amor
17.     Dios escribió el nuevo libro del amor
18.     Tres realidades del amor
19.     Algo que siempre es correcto hacer
20.     Un amor que es más que humano
21.     Esteban y Copión
22.     Hay un precio sobre tu cabeza
23.     ¡Eh, tú, la del cabello anaranjado!
24.     Libreta de calificaciones
25.     Un día en la vida de cualquiera
26.     Un amigo para cada momento
27.     Una cena en una máquina del tiempo
28.     Cuando nos presionan
29.     ¿Eres o no eres?
30.     Ciento por ciento fiel
31.     Una reservación para llegar a tu destino
MARZO
1
El señor Mazo
Lectura bíblica: Romanos 3:10–20
Porque por las obras de la ley nadie será justificado delante de él. Romanos 3:20
Es la última semana de clases antes de las vacaciones de primavera, y Mónica está ansiosa por ver el resultado de sus pruebas de aptitud física en su clase de gimnasia. Mónica superó por mucho a todas las demás compañeras en cada una de las pruebas. Pero cuando su profesor le entregó los resultados, lanza un grito horrorizado. Falló en cada una de las competencias.
Mónica se arrastra hasta donde está su profesor de gimnasia, preparada para pedir misericordia:
—Señor Mazo, ¿en qué fallé? Estaba segura de que ganaría uno de los premios de aptitud física.
—¿Premio? —el señor Mazo le menea su dedo megamuscular—. No ganaste ningún premio. Ni siquiera vas a aprobar este curso. ¿No leíste los requisitos en el tablero? Para pasar tienes que correr 1.500 m en tres minutos, colgarte del trapecio durante seis horas, correr la carrera de 50 m en dos segundos, y beberte un litro de refresco en seis segundos mientras cantas el himno de la escuela. Tienes que hacer 1.000 abdominales, 500 flexiones de pecho y embocar 100 tiros libres seguidos en baloncesto.
¡Qué bien le queda el nombre “Señor Mazo”!
¿No es cierto que te retirarías de la clase del señor Mazo sintiéndote un poquito descorazonado? Oh, más bien, ¡completamente descorazonado! Las normas de este profesor están totalmente fuera de tu alcance, excepto quizá la parte de tomarte el litro de refresco. Y quizá en 100 años podrías hacer 1.000 abdominales. Pero los demás requisitos son absolutamente imposibles.
Esperamos que no tengas profesores tan exigentes e irrazonables como el señor Mazo. Pero eso es lo que nos espera si intentamos agradar a Dios por medio de obedecer sus reglas. Es imposible. El problema no es que las reglas de Dios sean irrazonables sino que cumplirlas a la perfección es algo inalcanzable. Nadie puede vivir toda su vida sin cometer algún pequeño pecado, y la Biblia dice: “Porque cualquiera que guarda toda la ley pero ofende en un solo punto se ha hecho culpable de todo” (Santiago 2:10).
¿Es Dios tan duro como el señor Mazo? ¡De ninguna manera! Dios no nos dio sus mandamientos para hacernos caer. Sus mandamientos muestran en qué consiste la perfección. Pero sus normas también destacan que no somos perfectos, y que necesitamos otro camino para acercarnos a él.
Jesús es el camino. Él abre la puerta y te da la bienvenida al cielo, y a una relación cercana ahora mismo con tu Dios que te ama. ¿Lo aceptas?
PARA DIALOGAR: Uno de los primeros pasos para confiar en Dios es admitir que no puedes cumplir perfectamente todas su reglas. ¿Crees tú eso? ¿Por qué sí o por qué no?
PARA ORAR: Señor, te damos gracias por proporcionarnos un camino para llegar a ti, a través de la muerte de Jesús.
PARA HACER: Recuérdale hoy a un amigo que Dios nos acepta gracias a Jesús, ¡no porque seamos perfectos!
McDowell, J. J., Kevin. (2005). Devocionales para la familia : McDowell, Josh. (1 de marzo). El Paso, Texas, EE. UU. de A.: Editorial Mundo Hispano.

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Solicite el libro completo gratuitamente a: estudiosministeriales@hotmail.com

jueves, 22 de enero de 2009

¿CUAN BUENO DEBO SER? - La Gracia de Dios


Una pregunta crucial para determinar nuestra salvación, al leer este libro de Richard Ramsay irá descubriendo cuán buenos debemos ser para llegar a la gracia. ¿La salvación se alcanza por obras?...
¿Cuál de las siguientes ilustraciones demuestra lo que es la gracia?
____a. Un padre le dice a su hijo que le comprará una bicicleta si saca buenas notas en la escuela. El joven se esfuerza y recibe el premio.

____ b. Poco antes de Navidad un padre encuentra que su hijo ha sacado malas notas en la escuela, pero le compra una bicicleta para Navidad de todas maneras, para mostrarle que le ama.

lunes, 12 de enero de 2009

ACERCA DEL NO DIEZMO


El diezmo era parte de la ley de Moisés. Lev. 27:30. Cantidades específicas confirmaban la naturaleza legal de ese antiguo pacto. El diezmar era sombra de la perfecta ley de Cristo de contribuir a la obra del Señor con parte de nuestra prosperidad. El diezmar no es parte del nuevo pacto, como tampoco lo es el guardar el sábado, o el quemar incienso, cosas que también eran sombra de la perfecta ley de Cristo.
La iglesia apóstata de Roma, revivió la práctica de diezmar, y en el tiempo de la Gran Reforma Protestante casi todas la iglesias la aceptaron. Por lo tanto, hay algunas iglesias de éstas que siguen la práctica. Su única autoridad se halla en la ley enclavada en la cruz por Cristo.
Según Gál. 3:9,10, los que dependen de alguna cosa que fue obra de la ley de Moisés, están bajo maldición. Sí quieren guardar un mandamiento de la ley de Moisés, deben guardar toda la ley (Gál. 5:3).
El Señor ha especificado respecto a la colecta, y el que va más allá de lo que está escrito (1 Cor. 4:6; 2 Jn. 9), ignora la ley de Cristo.
Lo que dicen las Escrituras:
1. El primer día de cada semana, 1 Cor. 16:1, 2.
2. Con propósito de corazón, 2 Cor. 9:7.
3. No con tristeza o por necesidad, 2 Cor. 9:7.
4. Con alegría, 2 Cor. 9:7.
5. Con abundancia, liberalidad, 2 Cor. 9:6.
6. Con sacrificio, Luc. 21:3, 4; 2 Sam. 24:24.
7. El dar es una bendición, Hech. 20:35.
8. No robemos a Dios, Mal. 3:8-10.

domingo, 11 de enero de 2009

- ¿DIEZMO U OFRENDA?


Una disyuntiva que se está aclarando a la luz de la Biblia. Para hacer un estudio de estas dos posiciones:
1. Debo diezmar
2. No debo diezmar
Las opiniones son divergentes ante estas dos posiciones.

El diezmo es el dar el 10% de las entradas que tiene una persona, el diezmo está claro en el Antiguo Testamento, en el Nuevo Testamento el diezmo no se menciona.

En necesario preguntarse:
- ¿Actualmente hay sacerdotes como lo había en el Antiguo Testamento?
- ¿para quién va destinado el diezmo?
- ¿El diezmo es exclusivamente en dinero?
-¿Cuál es el asidero actual para obligar a diezmar?
-¿Quiénes estaban obligados a diezmar?
-Para la iglesia actual ¿El diezmo es un engaño?
-¿Hay denominaciones cristianas,que no diezman?

Estas interrogantes deben de responderse a la luz de lo que La Biblia dice.


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