miércoles, 5 de agosto de 2015

¡Santificaos, que mañana YHVH hará maravillas en medio de vosotros!

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información 

CONSTRUCCIÓN DE SERMONES
Josué
3: 1-6

1      Josué se levantó muy de mañana, y él y todos los hijos de Israel partieron de Sitim y             llegaron hasta el Jordán, y allí pernoctaron antes de cruzarlo.
2      Al cabo de tres días, aconteció que los oficiales recorrieron el campamento,
3      y mandaron al pueblo, diciendo: Cuando veáis el Arca del Pacto de YHVH vuestro               Dios y a los levitas sacerdotes que la cargan, vosotros partiréis de vuestro lugar y                 marcharéis en pos de ella,
4      para que sepáis el camino por donde habéis de ir, por cuanto no habéis pasado antes         por este camino; pero no os acercaréis a ella, sino que habrá entre vosotros y ella una         distancia como de dos mil codos medidos.
5      Y Josué dijo al pueblo: ¡Santificaos, que mañana YHVH hará maravillas en medio de           vosotros!
6      Josué habló a los sacerdotes, diciendo: Cargad el Arca del Pacto y pasad delante del           pueblo. Y ellos cargaron el Arca del Pacto, y anduvieron delante del pueblo.

¡Santificaos, que mañana YHVH hará maravillas en medio de vosotros!
Josué
3: 1-6

En el versículo 1:2, el Señor le ordenó a Josué: “Levántate y pasa este Jordán”. 

Ahora, en el capítulo 3, Josué recoge ese mandato y anima al pueblo a seguir adelante. Los versículos 1 a 13, hablan de los preparativos para el cruce. El mensaje de los espías le permite a Josué y a Israel levantar con confianza el campamento en Sitim. Los enemigos de Israel temblaban de miedo y no representaban una amenaza inmediata.

El pueblo: dobla sus carpas, empaca sus pertenencias, y luego junta sus rebaños y ganados. Después, desarma el tabernáculo y prepara el arca del pacto. Entonces, temprano por la mañana, desciende de su campamento y recorre los pocos kilómetros que hay hasta la orilla del Jordán. Allí vuelve a acampar tres días más. ¿Por qué otro retraso en el río? Más adelante será evidente la razón. Pero antes, revisemos algunas notas acerca del Jordán, para poder apreciar mejor las maravillas que Jehová va a realizar en este famoso río.

El nombre “Jordán” viene de un verbo del idioma hebreo que significa “bajar” y traducido literalmente, significa algo así como “el que desciende”. Si se sigue una línea recta desde el punto donde este “que desciende”, sale del mar de Galilea hasta donde entra al mar Muerto, la distancia aproximada es de alrededor de 112 km. Pero el cauce del río mide unos 321 km en total, debido a lo serpenteado de su trayecto. 

EL RÍO JORDÁN: CARACTERÍSTICAS GENERALES
Josué 3:1

Su nombre
Viene de un término que quiere decir “descender” o “fluir”. Era y es el río más largo, importante, y en realidad el único cuerpo de agua de esa zona que merece llamarse “río”. Nace a unos 70 metros sobre el nivel del mar, en un lago que se encuentra al norte del lago de Genesaret (Galilea). Sin embargo, poco después de pasar ese lago, el Jordán desciende abruptamente cerca de 213 metros por debajo del nivel del mar. De allí, desciende todavía más hasta desembocar en el mar Muerto, cuya ribera está a unos 393 metros bajo el nivel de mar. ¡Con qué razón el nombre de ese río significa “el que desciende”!

Formación geológica
El valle del Jordán es parte de un interesante fenómeno geológico. Está en una depresión (grieta) que corre desde Asia Menor hasta el corazón del África. El Jordán desciende desde su nacimiento, que está a 70 metros sobre nivel del mar hasta su desembocadura a 393 metros debajo del nivel del mar. Casi en todo su camino fluye por un cauce relativamente angosto, profundo y sinuoso (llamado “el zor”). Dentro de éste se encuentra todavía otro cauce o lecho menos profundo y mucho más ancho (llamado, “el ghor”). En el sur, “el zor” tiene como 30 metros de ancho, mientras que el lecho más amplio, “el ghor”, mide un kilómetro de anchura.

Largo, profundidad y anchura
La distancia desde la parte más meridional del mar de Galilea hasta la parte más septentrional del mar Muerto consta de sólo 113 kilómetros. No obstante, debido a su curso serpenteante, el río recorre una distancia de 393 kilómetros. Naturalmente, en tan largo trayecto, las condiciones cambian bastante. Fluctúa entre 27 a 39 metros de ancho y de un metro a tres de profundidad. Es obvio que semejante profundidad y anchura hacen que se formen vados en diferentes lugares, cuando menos en algunas épocas del año. Durante la temporada de lluvias, el río se convierte en un torrente que abandona su relativa pereza y sale de su cauce serpenteante, desbordándose y hasta llenando partes del lecho más ancho, “el ghor”. El volumen de agua se hace más peligroso por la. velocidad que adquiere la corriente debido a su brusca caída cuesta abajo en dirección al mar Muerto.

El arqueólogo Nelson Glueck describe el cauce del río Jordán entre el mar de Galilea y el mar Muerto así: “Retorciéndose frenéticamente, cavando alocadamente, buscando con desesperación escapar su suerte, el curso del Jordán, desde su comienzo cristalino hasta su literalmente oscuro y amargo final, lleva una carrera inútil hacia una meta sin esperanza” (citado en el Zondervan Bible Dictionary).

El sistema del Jordán es más que sólo un río, ya que cuenta con tres características acentuadas. La primera es un extenso valle, el Ghor, que varía de 3 a 22 km de anchura. El Ghor es una parte de la gran hendedura, esa grieta colosal en la superficie de la tierra que penetra a gran distancia en África. El oasis de Jericó está asentado en el fondo del Ghor, y se encuentra a unos 8 km del propio río. 

En seguida, dentro de ese extenso valle, se encuentra un cauce más angosto y más profundo, una llanura inundada que varía en anchura desde 182 m hasta alrededor de 1.5 km. Cada año, por la estación de la cosecha del lino y de cebada, las lluvias y la nieve derretida del monte Hermón ocasionan el desborde del río y llenan su cauce con aguas turbias y agitadas. Finalmente, el mismo Jordán tiene como 30 m de ancho y de 1 a 3 m de profundidad. La corriente no sólo es rápida, sino que tiene un movimiento en zigzag que hace peligroso el cruce.

El Jordán tiene importancia en el Nuevo Testamento debido a que allí predicó Juan el bautista y porque en sus aguas bautizó a Jesús. En varios himnos cristianos también se menciona el tema del Jordán. Normalmente, se refieren al río en su sentido literal; algunos himnos presentan el cruce del Jordán como una imagen del creyente que pasa de la muerte al cielo. Una línea del himno “Peregrino en el desierto” dice: “Líbrame de todo miedo en el paso del Jordán”. El capítulo 3 de Josué inspira esta rica imagen de los poetas.

SITUACIÓN DEL PUEBLO FRENTE AL JORDÁN
Josué 3:2–5

La pequeña lección de geografía se debe por lo menos a tres importantes razones: La primera, que el río Jordán se menciona con frecuencia en gran parte de la historia bíblica y conviene que el estudiante sepa sus características. En segundo lugar, los hijos de Israel llegaron al Jordán precisamente en la temporada en que el Jordán se hallaba desbordado en “todas sus orillas” (Josué 3:15b). Finalmente, al salir de Sitim (Josué 3:1–2), el pueblo se quedó tres días en la ribera porque por el estado en que se encontraba, el río constituía un enorme obstáculo para la realización de sus sueños.

¿Puede imaginarse la frustración de esa gente? Josué los había llevado hasta el borde de un río que prácticamente se había convertido en una barrera infranqueable, un obstáculo insuperable. Históricamente, los habitantes de esa tierra habían confiado en él para su protección.

El líder del pueblo de Dios les ordenó pasar tres días contemplando el problema; tres largos días para que pudieran observar la profundidad del agua, la corriente, el lodo y la basura que acarreaba. En fin, quería que reconocieran la envergadura de la tarea que enfrentaban. El agua era demasiado profunda como para vadear el río. No había puentes, ni balsas y mucho menos se podía cruzar a nado.

En una situación semejante 40 años antes, frente al Mar Rojo, sus antepasados habían llorado y se habían quejado contra Moisés y, por ende, contra Dios. Esa generación demostró la incredulidad que a su tiempo haría que muchos murieran en el camiono. Sin embargo, era de esperarse que la nueva generación hubiera aprendido su lección. No se dice nada acerca de que se quejaran al estar frente al Jordán.

No emitieron ni un gemido cuando Josué dio una solución “espiritual” al problema material. Para vencer lo que parecía una barrera infranqueable, Josué les ofreció el arca del pacto: “He aquí, el arca del pacto del Señor de toda la tierra pasará delante de vosotros en medio del Jordán” (3:11). Precisamente aquí, los incrédulos de la generación anterior se hubíeran reído. Casi podemos oírlos decir entre risas: “¿Qué? ¿Un mueble? ¿Un símbolo religioso? ¡Qué locura!” Sin embargo, no se escuchó semejante protesta de parte de aquella generación.

Obviamente, esos israelitas entendieron mejor la importancia del símbolo y estuvieron dispuestos a creer en el Dios que estaba detrás del símbolo. Nunca ha habido nada imposible para Dios. Ni el obstáculo más grande, ni el río más ancho son obstáculos para él. Más bien, son un reto para mostrar su misericordia.

Antes de dejar esta parte del capítulo 3 de Josué, hay dos observaciones acerca de 3:4–5. El pueblo tenía que mantenerse a cierta distancia del arca. El pasaje señala la razón: “A fin de que sepáis el camino por donde habéis de ir” (3:4a). Jehová quería que todo el pueblo viera el arca en todo momento y supiera que él mismo era quien abriría el camino.

La segunda observación se relaciona con la exhortación de Josué del v. 5: “Santificaos, porque Jehová hará mañana maravillas entre vosotros”. La santificación a la que hace referencia tiene que ver con la entrega completa de la gente a Dios, a su causa y a su voluntad. El Señor ya había dicho que iba a obrar a favor de su pueblo, venciendo lo aparentemente imposible con su presencia y poder. ¡Claro que sería un milagro! El otro lado de la moneda era que el pueblo tenía que consagrarse, abandonarse totalmente a él y a su voluntad. ¡El pueblo tenía que identificarse como su pueblo, y hacerlo de corazón!

¿Por qué el retraso de tres días a la orilla del Jordán? La respuesta no se encuentra simplemente en preocupaciones físicas. La gente ya tiene sus provisiones para cruzar el río (1:11) y no necesita tres días de descanso para una caminata de sólo unos pocos kilómetros. El motivo radica en que han de dedicar tiempo para prepararse espiritualmente. Jehová está a punto de realizar uno de sus milagros más gloriosos; el cruce milagroso del río Jordán es un acontecimiento paralelo en poder e importancia con el cruce del mar Rojo. 

Dios quiere que su pueblo del pacto esté preparado y comprenda lo que va a ocurrir.
Es primavera, y el río está crecido en sus riberas más amplias. Mirar por tres días las agitadas aguas y luego ver a más de dos millones de personas pasar al otro lado sin siquiera mojarse los pies, hará que Israel concluya: podemos cruzar con seguridad sólo por el poder de Dios. La formación espiritual es excelente.

Así como el Señor hizo que Israel mantuviera durante tres días la mirada fija en el río crecido, también a nosotros Dios a veces nos obliga a contemplar nuestros problemas por largo tiempo y sin alivio. Su propósito es inculcarnos disciplina paternal (Deuteronomio 8:5); él quiere que lleguemos a esta conclusión: dependo por completo de mi Dios. Él es “mi fortaleza y mi cántico. Ha sido mi salvación” (Éxodo 15:2).

La escena en el río recuerda a Jacob en el Jaboc, un afluente del Jordán situado a unos 24 km al norte. Allí Jacob luchó con Dios buscando una bendición ante la incertidumbre de la reunión con su hermano Esaú, a quien había enfurecido (Génesis 32:22s). En el Jaboc, el Señor le dio a Jacob el nombre de “Israel”, “el que lucha con Dios”. Ahora, unos quinientos años más tarde, los descendientes de “Israel” también necesitan una bendición especial de Dios cuando están al lado de un río.

Transcurridos tres días, los oficiales le informan a la gente que el Arca del pacto, cargada por los sacerdotes, va a dirigir la marcha. El Arca es de madera de acacia cubierta de oro puro por dentro y por fuera. Sobre su cubierta dorada descansan dos querubines, también de oro, cuyas alas se extienden por encima de la cubierta. Dentro del Arca están las tablas de piedra del pacto de Sinaí, una urna de oro que contiene el maná, y la vara de Aarón que retoñó. Los sacerdotes llevan el Arca con varas que se insertan en cuatro anillos dorados a los lados. (Para obtener más detalles acerca del “Arca del pacto” o el “Arca del testimonio” vea: Éxodo 25:10–22; Deuteronomio 10:1–5; Números 10:33–36; Hebreos 9:4.)

El Arca es el símbolo del pacto de Dios y de su presencia con Israel. No es una caja mágica que tenga mentalidad propia; tampoco es un objeto sacro que Israel hubiera inventado y al que le rinde culto. Jehová ordenó su construcción y dirigió su uso como una muestra visible de su presencia invisible. En el desierto la había usado para dirigir el movimiento de Israel (Números 10:35, 36). Ahora, otra vez en el Jordán, el Arca que llevan los sacerdotes es la señal para que marchen. Seguir el Arca significa seguir la guía de Dios. Con el fin de brindarles seguridad, él va adelante de su pueblo y despeja el camino (vea Deuteronomio 9:3).

El objetivo del retraso en las riberas del Jordán es para que el pueblo se fije sólo en Dios. Cuando la mirada de Israel se pose sobre el Arca del pacto, sus corazones se inclinarán hacia aquel quien hizo un pacto solemne con ellos y les prometió la tierra que estaba al otro lado del río.

La explicación que dan los oficiales del porqué el pueblo debería seguir el Arca de Dios nos invita a aplicarla a nosotros. Ordenaron: “Marcharéis detrás de ella, a fin de que sepáis el camino por donde habéis de ir; por cuanto vosotros no habéis pasado nunca antes por este camino”. Esas palabras nos animan a seguir de cerca a Jehová todo el tiempo y especialmente cuando entramos en territorio nuevo. 

Pasar a una etapa desconocida: graduarse, entrar en una nueva relación, empezar una vida de casados, comenzar la jubilación, encontrarse en vísperas de un año nuevo. Cualquiera que sea el territorio nuevo, seguimos a Dios cuando: buscamos fuerza y guía en su palabra, pedimos su ayuda constante al orar, y echamos sobre él todas nuestras ansiedades.

¿Por qué el mandato de los oficiales de guardar “una distancia como de dos mil codos [alrededor de 913 m]” entre el pueblo y el arca del pacto? La orden es similar a las palabras que Dios le dijo a Moisés en la zarza ardiente: “No te acerques”, y otra vez en su mandato en el monte Sinaí: “Guardaos, no subáis al monte, ni toquéis sus límites” (Éxodo 3:5; 19:12). El motivo para mantener esa distancia es un respeto discreto por el Dios Santo de todo el universo. Los 913 m están lo suficientemente cerca para que el pueblo vea el Arca como la señal para emprender la marcha; sin embargo, bastante lejos para mostrar respeto por Dios.

Un sobrecogimiento lleno de respeto hacia Jehová y un amor profundo por él, no son de ninguna manera actitudes contradictorias. Están una al lado de la otra, como dos facetas de nuestra relación con nuestro Dios santo y a la vez misericordioso. Por esa razón, Lutero comienza la explicación de cada uno de los mandamientos con las palabras “Debemos temer [respetar] y amar a Dios”.

El versículo 5 muestra directamente que la demora en el río se debe a los preparativos espirituales. Josué le dice al pueblo: “Santificaos”. En el monte Sinaí, antes de que se diera la ley, la santificación implicaba lavar la ropa y abstenerse de relaciones sexuales (Éxodo 19:10, 14, 15). Aquí en el Jordán no se explica con exactitud lo que implica la santificación. Tal vez no haya tiempo para actos externos, porque tienen sólo hasta el día siguiente para cumplir. Ya sea que haya o no actos simbólicos presentes, la santificación significa separarse del pecado y consagrarse con todo el corazón a Dios.

El propósito de santificarse es estar preparado para las “maravillas” que Jehová va a realizar al día siguiente. Imagínese la curiosidad que habrá despertado entre la gente. ¿Cuáles podrían ser esas “maravillas” que Josué promete? Tal vez haya más entusiasmo que ganas de dormir en el campamento de Israel, esa última noche en la ribera este del Jordán.

Los tres días pasados a la orilla del río se han empleado bien. Dios, a través de Josué y de los oficiales, designó para Israel un tiempo de preparación que lo iba a llevar a aumentar su: confianza, respeto, santificación, y expectativa de una bendición especial. ¿Cuánto tiempo le dedican los cristianos a prepararse espiritualmente antes de un oficio divino? Los momentos tranquilos de meditación que pasamos pueden motivarnos a apreciar en una medida mayor las maravillas que Jehová derrama sobre nosotros con su palabra. 

Si experimentar uno de los milagros de Dios en el Antiguo Testamento, exigía prepararse durante tres días, desde luego demanda preparación especial encontrarse con el maravilloso mensaje de la cruz y de la tumba vacía de Jesús. Hay una gran recompensa cuando dedicamos tiempo para santificarnos y esperamos lo que Jehová está a punto de impartir a través de su palabra refrescante.

Necesitamos leer entre líneas los versículos 5 y 6, para ver que el tercer día de la demora ha pasado, y que los emocionantes eventos del nuevo día empiezan en el versículo 6. La expectativa aumenta cuando los sacerdotes levantan el Arca.

Antes de que continuemos, es útil notar que habrá algunas sorpresas si esperamos que el cruce sea un relato estrictamente cronológico. Tal vez nos parezca que vamos a dar un paseo literario en los raudales. El autor a veces se apresura a completar un tema, luego retrocede y nos pone al corriente de algunos detalles. El estilo del autor lleva a algunos comentaristas a acusar a los relatos, de los capítulos tres y cuatro, de que contienen un juego de contradicciones imposible de reconciliar. Esa declaración no encaja con la realidad de la inspiración por el Espíritu Santo. Podemos contestar muchas de las acusaciones en términos del rico estilo del autor. 

Recuerde las siguientes características literarias mientras seguimos a Israel a través del Jordán.

    1.      El modelo del autor establece estructura y unifica los capítulos 3 y 4. Sigue este                    modelo tres veces: primero Dios le da a Josué una orden; luego Josué la pasa a la              gente; finalmente el pueblo lleva a cabo el mandato (vea 3:7, 9, 14; 4:1, 4, 8, 15,                  17, 18). Él no permite que la rígida cronología interfiera con este modelo.
    2.      El autor ha organizado el relato por el tema y no por la secuencia precisa del                        tiempo. Le da al asunto un tratamiento lógico en lugar de cronológico.
    3.      El autor usa la técnica de “ensambladura” o la de “cubrir” en su narración. Después              de terminar una sección, retrocede y amplía algunos detalles, luego continúa con la              historia.
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