martes, 4 de agosto de 2015

Que prediques la Palabra; que apresures a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende duramente; exhorta con toda paciencia y doctrina.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
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Cómo preparar un sermón expositivo

El sermón expositivo es “el rey de los sermones”.
            Un sermón expositivo bien hecho es lo máximo a lo que puede aspirar un preparador de sermones. La generalidad de los predicadores tienen más bien pocos sermones expositivos en comparación a los textuales y tópicos que han hecho. La razón es sencilla. No es tan fácil elaborar un sermón expositivo.

            Pero aquellos que nos quieren hacer creer que solamente los que tienen un conocimiento muy profundo de la Biblia y de los idiomas originales están capacitados para hacer esta clase de sermones, exageran. Si hay alguien que está obligado a decir que exageran, ése soy yo,porque sin ser nada en este mundo, me deleito en hacer y predicar sermones expositivos.

1. Para preparar un sermón expositivo, (SE de aquí en adelante) lo primero que se necesita es saber de qué se trata.
            Posiblemente lo que distingue más a un SE es que todo él (o casi todo él), tema, puntos, subpuntos, etc. se desprende del texto. (Lea en esta misma sección el artículo "El texto")

            Entonces, aunque se le distingue del sermón textual, yo diría que no hay sermón más textual que el SE. Es por eso que los sermones expositivos tienen como texto un pasaje más bien largo, tal vez de unos tres, cuatro, cinco o más versículos. Si usted ha hecho un sermón sobre una parábola del Señor, en que le ha sacado todo el jugo al pasaje-texto, es casi seguro que usted hizo un sermón expositivo.

            Cualquier pasaje más o menos largo con un tema central importante puede ser el texto para un SE. Por ejemplo un salmo como el 1 o el 23.

2. Llegue a “dominar” el texto de su SE
            Es decir, uno debe entenderlo; debe conocer cada frase, cada palabra. Debe poder hacer un análisis de él, incluida cada cosa, (aunque en el producto final no se incluya absolutamente todo). Creo que es por esto que algunos dicen que solamente ciertos mortales muy conocedores tienen la preparación necesaria para elaborar un SE.

            Ya dije que exageran. Pero es claro que si uno ha de entender y analizar el texto, debe tener a la mano las herramientas necesarias para lograrlo: Léxicos, diccionarios, comentarios escritos por estudiosos serios, etc. Me parece que muchos de los cristianos a quienes va principalmente dirigido este sitio, son hermanos de recursos limitados a quienes comprendo a la perfección por ser yo uno de ellos. Pero cuando se tiene pasión por la predicación no es imposible hacerse de libros-herramienta básicos con la ayuda de Dios (Vea en esta misma sección el artículo “Los libros del expositor”).

            Bien. Escriba con cuidado un análisis del texto, como si lo hiciera para explicárselo a alguien. En ese análisis incluya notas de lo que se le ocurra sobre cualquier cosa interesante, por ejemplo, usos que le daban a cierta palabra griega los que hablaban ese idioma, otros usos de ella en otros pasajes; y así siga al mismo tiempo que hace una lista aparte de cosas que a pesar de los léxicos y diccionarios no entiende bien.Pero por lo que más quiera, en esta etapa no consulte ningún comentario ni nada que contenga las conclusiones de otro. Aquí se trata de hacer únicamente su propio trabajo intelectual. ¿Por qué? Porque las conclusiones ajenas obstaculizarán en mayor o menor grado su propio razonamiento.

            Mientras trabaja en su análisis del texto, en otra hoja vaya haciendo los primeros esbozos de su bosquejo, sin seguir ningún orden, Por ejemplo aplicaciones que se le vayan ocurriendo de lo que está aprendiendo durante su análisis.
            Trate de encontrar la frase o una palabra en el texto que contenga la idea central del mismo. Como sea, muchas veces usted ya la tiene en mente desde que comenzó a ahondar en el pasaje, pues eso fue precisamente lo que le llamó la atención y le hizo interesarse en el pasaje como un posible texto para su SE.
            Perfecto. Cuando usted sienta que ya no hay más por analizar, o si usted lo prefiere déjeme decirlo en otra forma, que ya no hay más por examinar con una lupa, dése por satisfecho. Ya hizo una gran parte del trabajo. Un SE es la explicación y aplicación de un pasaje más o menos largo, tratado homiléticamente. Ahora usted conoce su texto y está capacitado para explicarlo. Es posible que hasta sienta la tentación de detenerse aquí y decidir llevar sus notas al púlpito. No sucumba a ella. Todavía le falta buen trecho por recorrer.

3. Ahora comience a convertir su análisis en el bosquejo de su sermón. Imagínese que el texto y el análisis de él es todo lo que tiene en este mundo para hacer su sermón.
            1. Redacte una proposición que contenga una palabra clave como he mostrado en el artículo “La proposición” que se encuentra en esta misma sección. Ahora extiéndase en la elaboración de sus notas. Repito que la diferencia radica en que todas las partes del sermón serán elaboradas empleando el texto y su análisis. Si usted sabe cómo elaborar un sermón, sabrá cómo elaborar un SE. La diferencia radicará en que —repitiendo otra vez— ninguno de los puntos principales de su sermón se estará basando en ninguna otra porción de la Escritura.

            2. Revisando cuidadosamente su análisis, vea todo lo que puede incorporar bajo cada punto principal, que sería lo que algunos llaman los subpuntos. Si resulta que no sólo los puntos sino los subpuntos han sido extraídos del texto, y usted ya ha puesto las aplicaciones pertinentes, usted habrá elaborado ¡Un sermón expositivo perfecto! (al cual solamente le faltan la introducción y la conclusión)

            3. La realidad es que lograr un SE perfecto (todo basado en el texto) es sumamente difícil, principalmente porque el texto casi nunca da para tanto. Por eso es que todavía hay algo más qué hacer: Aunque ya dije que cada punto principal, sin excepción, está sacado del texto, usted puede verse precisado a añadir un subpunto o un sub-subpunto basado en otra porción de la Palabra. Esto es necesario cuando siente que algo debe ampliarse o clarificarse. Pero generalmente mucho está en el texto y usted así lo ve cuando ha hecho un buen análisis de él, análisis que usted ya puede notar es de la más grande importancia en la elaboración del SE.

4. Pero un sermón sin aplicación no es sermón. Entonces, se requiere que observando lo que ya ha hecho, se fije con cuidado dónde puede usted incluir una aplicación a la vida de sus oyentes.

            Se podría decir que el sermón estará “salpicado” de aplicaciones. El aforismo que reza “predicación es explicación y aplicación de la Palabra” es ineludible en un SE: Aplique en su debido lugar todo lo que el texto tiene para las vidas de los que ocupan las bancas.

            Una de las virtudes del SE es que usted puede decir cosas que atañen a la conducta de sus oyentes en la forma más natural y aceptable.

5. Ahora sí, —jamás antes de esta última etapa de su elaboración— vaya a los comentarios y a los sermones o bosquejos de sermones escritos por otros.
            Le sorprenderá que algunas cosas que usted puso, otros también las pusieron. También será muy satisfactorio ver que cosas que usted incluyó, al parecer otros no las vieron. Si encuentra en esos trabajos ajenos algo que puede mejorar este o aquel punto, incorpórelo a su sermón. A veces uno aprende un detalle interesante sobre una palabra o frase del texto. Otras veces, uno ve una muy buena aplicación que un autor hizo. Incorpore cualquier cosa que ayude al sermón.
            Podría suceder que comparando lo suyo con lo ajeno, descubra que  por allí usted cometió un errorcillo o equivocación de cualquier índole. Haga la corrección debida o de plano use el borrador. ¿Recuerda que más arriba, dije que si algo del texto no entendía bien lo apuntara? Pues el momento de consultar obras, comentarios, sermones basados en el mismo texto, etc. ha llegado. Casi siempre encontramos la respuesta a nuestra interrogante.

            Si usted nota que ciertos detalles de su análisis no encajan en una forma natural y fluida en su sermón no trate de forzar nada. Déjelos de lado. Déjeme decirle que el trabajo intelectual que la preparación de un SE exige es muy benéfico. Uno se obliga a aprender cosas de gran interés e importancia.
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La introducción y la conclusión del SE básicamente se rigen por los mismos principios que todas las demás, de manera que no es necesario ahondar aquí en ellas. No obstante podría ser de mucha utilidad ir a un artículo en esta misma sección titulado “La introducción” (cuando me sea posible escribiré algo sobre la conclusión del sermón).
            Cuando haya terminado de hacer sus notas (su bosquejo), una cosa le llamará la atención: El bosquejo de ninguna manera será mucho más corto que los de otros sermones.
            Y cuando lo predique, otra cosa lo sorprenderá. A su audiencia, aunque no sepa nada de sermones expositivos y cosas semejantes, le gustará mucho el sermón. Pero sobre todo, le beneficiará grandemente.
            No por nada al principio le llamé al SE “el rey de los sermones”.


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