sábado, 23 de abril de 2016

Aunque remontes vuelo como águila y entre las estrellas pongas tu nido, de allí te haré descender, dice Jehovah.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




El Siervo de JEHOVA

A B D Í A S 
EL SIERVO DE JEHOVÁ
Abdías es el libro más corto del Antiguo Testamento con sólo veintiún versículos, pero esa brevedad de ninguna manera disminuye la importancia del libro. 

Abdías fue el primer profeta que utilizó el término “El día de Jehová” (Abdías 15). Con excepción de Moisés que por sí mismo es una clase, Abdías también fue el primer profeta literario o escritor. Natán, Samuel, y los otros profetas que lo precedieron, no fueron dirigidos por Jehová para poner por escrito sus declaraciones.

Aunque se piensa que Abdías vivió y escribió antes que el profeta Amós, tanto en el ordenamiento tradicional como en el hebreo de los libros del Antiguo Testamento, se le ubica después de Amós. Algunos estudiosos creen que eso lo hicieron los hombres que agruparon los libros del canon del Antiguo Testamento porque pudieron haber considerado a Abdías como una extensión de la corta predicación contra Edom que aparece en Amós 9:12. 

En el Nuevo Testamento no se cita a Abdías, a no ser que Apocalipsis 11:15 sea una referencia indirecta a Abdías 21


QUIÉN LO ESCRIBIÓ: AUTOR

El nombre Abdías significa “siervo de Jehová o Yahveh”, y es un nombre algo común en el Antiguo Testamento. Se han hecho intentos para identificar el autor de nuestro libro con uno de los más de diez Abdías que se mencionan en el Antiguo Testamento, pero simplemente no sabemos quiénes fueron sus padres ni dónde vivió.

Si la fecha que le asignamos a su libro es correcta, probablemente es el mismo Abdías que se menciona en 2 Crónicas 17:7. Allí se nos dice que Josafat, rey de Judá (873–848 a.C.) y padre de Joram, envió a Abdías junto con otros funcionarios para revivir la verdadera adoración en la tierra, mediante la instrucción a la gente sobre el libro de la Ley de Jehová. 

Eso haría a Abdías un contemporáneo de Elías y de Eliseo, que en ese tiempo eran profetas de Israel que no escribían libros.

Respecto a Abdías las escrituras no dicen ni sugieren nada más que esto, un profeta de Judá. Si no hay más, el desconocimiento de sus antecedentes nos anima a concentrarnos en su mensaje.

CUÁNDO SE ESCRIBIÓ: FECHA

La fecha en que Abdías escribió su profecía debe estar ligada con el acontecimiento que se narra en Abdías 11–14 cuando Jerusalén fue atacada. En ese tiempo los edomitas, vecinos de Israel al sur, tuvieron que ver con el vergonzoso abuso de la capital judía y sus habitantes.

Un evento como ese ocurrió en el año 586 a.C. Es el año en que el rey Nabucodonosor y sus babilonios capturaron a Jerusalén (2 Reyes 25:1–21; 2 Crónicas 36:11–20; Jeremías 52:1–30). 

El Salmo 137 registra la manera como los edomitas animaron ansiosamente a los babilonios para que destruyeran la ciudad aún hasta sus cimientos.

Sin embargo, no parece probable que Abdías se refiriera a ese ataque a Jerusalén; si hubiera sido un testigo presencial, ¿por qué no informó sobre la manera que la ciudad y su templo magnífico fueron totalmente destruidos; sobre la manera que los utensilios del templo y la gente fueron llevados al exilio en Babilonia? No hace mención de esta horrible devastación de la Ciudad Santa.

2 Crónicas 21:16–17, registra un ataque a Jerusalén que es más probablemente la referencia que Abdías tenía en mente. 

Durante la época de Joram, rey de Judá, desde el año 848 hasta el año 841 a. C., los filisteos y los árabes atacaron a Jerusalén, tomando botín y cautivos. Esa invasión a la ciudad santa ocurrió muy pocos días después de que Joram no fue capaz de reprimir una rebelión de los edomitas (2 Crónicas 21:8–10). Como resultado los edomitas siguieron siendo hostiles hacia los israelitas.

Por lo tanto, aceptamos el año 845 a.C. como la fecha aproximada en que Abdías escribió su profecía, y vemos en ella un doble cumplimiento o referencia. La referencia inmediata es la invasión a Jerusalén por los filisteos y los árabes en la época del rey Joram. 

La profecía de Abdías se cumplió nuevamente en la época en que los babilonios destruyeron a Jerusalén unos 250 años más tarde, como parecen indicar las palabras proféticas de Abdías 12–14.


QUÉ QUIERE TRANSMITIR ABDÍAS: El propósito y el mensaje de Abdías

El pueblo de Edom fue un enemigo permanente de los israelitas; los edomitas fueron como un aguijón en la carne porque buscaban cualquier oportunidad para causarle problemas a Israel. 

Finalmente la copa de iniquidad de Edom se llenó hasta el borde y entonces Dios intervino con juicio. Abdías declaró correctamente el juicio de Dios que anunciaba que Edom iba a ser atacada y destruida. Pero habrá esperanza para el remanente de Israel y para cualquier edomita penitente en “El día de Jehová” (Abdías 15) cuando Dios dará liberación en el monte Sión (Abdías 17), que es una referencia directa a la obra redentora del Mesías.

Consecuentemente, el mensaje de Abdías, es básicamente de justo castigo y de la restauración divina, centrado alrededor del tema del juicio de Dios a un pueblo orgulloso y rebelde, los edomitas.

BOSQUEJO:

El juicio de Dios sobre Edom

      I.      Profecía de la destrucción de Edom (Abdías 1–9)
      II.      La causa del castigo de Edom (Abdías 10–14)
      III.      El día de Jehová: justo castigo y restauración (Abdías 15–21)

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Restitúyeme el gozo de tu salvación y un espíritu noble me sustente. Así enseñaré a los trasgresores tus caminos, Y los pecadores se convertirán a ti

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Llevemos a la congregación de la mano hacia La Biblia- La Palabra de Dios
Tener el Espíritu Santo y mantenerlo

Salmos 51:1-19

      51: 1      ¡Ten piedad de mí, oh ’Elohim, conforme a tu misericordia,
    Conforme a la multitud de tus piedades, borra mis trasgresiones!

    2      ¡Lávame más y más de mi maldad, y purifícame de mi pecado!

    3      Porque yo reconozco mis trasgresiones,
    Y mi pecado está siempre delante de mí.
    4      Contra ti, contra ti solo he pecado,
    Y he hecho lo malo delante de tus ojos,
    Para que seas reconocido justo en tu sentencia,
    Y tenido por puro en tu juicio.
    5      He aquí, en maldad fui formado,
    Y en pecado me concibió mi madre.
    6      He aquí, Tú deseas la verdad en lo íntimo,
    Por tanto en lo secreto hazme conocer sabiduría.
    7      ¡Purifícame con hisopo y seré limpio,
    Lávame, y quedaré más blanco que la nieve!
    8      ¡Hazme oír gozo y alegría, y regocíjense los huesos que abatiste!
    9      ¡Aparta tu rostro de mis pecados,
    y borra todas mis iniquidades!
    10      ¡Oh ’Elohim, crea en mí un corazón limpio,
    Y renueva un espíritu recto dentro de mí!
    11      ¡No me eches de tu presencia,
    Ni quites de mí tu Santo Espíritu!
    12      ¡Restitúyeme el gozo de tu salvación,
    Y un espíritu noble me sustente!
    13      Así enseñaré a los trasgresores tus caminos,
    Y los pecadores se convertirán a ti.
    14      ¡Líbrame del delito de sangre,
    Oh ’Elohim, Dios de mi salvación,
    Y mi lengua cantará con gozo tu justicia!
    15      Oh Adonay, abre mis labios, y mi boca proclamará tu alabanza.

    16      Porque no quieres sacrificio, que yo daría,
    Y si doy holocausto, no lo aceptas.
    17      El sacrificio grato a ’Elohim es el espíritu quebrantado.
    Al corazón contrito y humillado no despreciarás Tú, oh ’Elohim.
    18      Haz bien con tu benevolencia a Sión,
    Edifica los muros de Jerusalem.

    19      Entonces te agradarán los sacrificios de justicia,
    Holocaustos y ofrendas enteramente quemadas;
    Entonces se ofrecerán novillos sobre tu Altar.

Es Fundamental Tener el Espíritu Santo
¿Cómo saber si tenemos el Espíritu Santo?  
El Espíritu Santo es uno de los dones más maravillosos de Dios. ¿Cómo puede un cristiano estar seguro de tener el Espíritu Santo?
¿Cómo saber si tenemos el Espíritu Santo?En lugar de apagar el fuego del Espíritu, Pablo nos anima a que “avivemos el fuego del don de Dios que está en nosotros…”
Uno de los grandes dones de Dios es el Espíritu Santo, y por medio de Él Dios nos da muchos otros dones maravillosos. El Espíritu Santo le da al cristiano el poder y entendimiento espiritual que hacen posible que nos parezcamos más a Dios y eventualmente podamos heredar la vida eterna. 
Debido a esto, es muy importante saber cómo se puede recibir el Espíritu Santo, cómo podemos avivarlo y si realmente lo tenemos.
¿Cómo se recibe el Espíritu Santo, según la Biblia?Jesucristo dijo a sus discípulos que recibirían el Espíritu Santo después de su muerte. En el día de Pentecostés, la Iglesia de Dios comenzó con grandes milagros y Pedro, inspirado por Dios, describió las condiciones para recibir el Espíritu Santo:
“Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).
Otras Escrituras explican que, generalmente, una persona creyente recibe el Espíritu Santo a través de la imposición de manos de un ministro verdadero, después de haberse arrepentido y bautizado (Hechos 8:14-17).
Los requisitos que Dios nos pide para poder recibir Su Espíritu son: 
  • el arrepentimiento, 
  • la fe, 
  • el bautismo y 
  • la imposición de manos. 
Por lo tanto, si una persona no ha seguido estos pasos no puede tener el Espíritu Santo dentro de sí.
¿Cómo evitar que el Espíritu se apague, según la Biblia?En su apasionada súplica de arrepentimiento, David le ruega a Dios “no quites de mí tu santo Espíritu” (Salmos 51:11). 
Él sabía que si no se arrepentía continuamente de sus pecados y no buscaba a Dios constantemente, estaría en peligro de cometer el pecado imperdonable, pues Dios no perdona a quien no se arrepiente.
Pablo también advirtió al pueblo de Dios sobre el peligro de afligir, descuidar o apagar el Espíritu Santo (Efesios 4:30; 1 Timoteo 4:14; 1 Tesalonicenses 5:19).
Para evitar que suceda esto, un cristiano, debería hacer lo opuesto a estas cosas. En lugar de afligir al Espíritu, deberíamos pedírselo a Dios diariamente, dejarnos guiar por dicho Espíritu y “sembrar” para Éste (Efesios 1:17-18; Gálatas 5:16; 6:7-8).
En vez de apagar la llama del Espíritu Santo, deberíamos seguir el consejo del apóstol Pablo cuando dice “te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:6-7).
¿Cómo se manifiesta el Espíritu Santo en nosotros?En la Biblia se describen varias cosas que el Espíritu Santo nos permite hacer. 
Tal como lo expresa el apóstol Pablo, el Espíritu nos permite entender cosas espirituales que serían incomprensibles para un ser humano sin tenerlo dentro de sí (1 Corintios 2:10-14). 
A través de la oración y el estudio de la Biblia, el Espíritu Santo nos ayuda a crecer en el entendimiento del plan de Dios y de nuestro papel en dicho plan. Además, el Espíritu escribe la ley de Dios en nuestro corazón y en nuestra mente, ayudándonos a vivir según la voluntad de Dios y a pensar como Él piensa (Hebreos 8:10). Nos permite transformar o cambiar nuestra mente (Romanos 12:2).
Jesucristo dijo que el Espíritu Santo nos sería de gran ayuda y nos guiaría (Juan 14:16; 26; 16:13). Una de las evidencias más importantes es que “…el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” (Romanos 5:5). El amor divino está descrito con más detalle en 1 Corintios 13:4-8. Aunque a todos nos falta mucho, un cristiano debería notar el progreso de este fruto en su vida.
En Gálatas 5:22-23, el apóstol Pablo nombra otras importantes manifestaciones del fruto del Espíritu Santo: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”. 
Por consiguiente, los cristianos se deben examinar para ver si se está manifestando dicho fruto en ellos, y pedirle a Dios constantemente que les conceda misericordiosamente su Espíritu para crecer más y más.
Dios tiene un plan para nosotros. Nuestra parte en dicho plan consiste en arrepentirnos, bautizarnos y recibir el Espíritu Santo, el cual transformará nuestra mente para que seamos cada vez más semejantes a Dios. Al orar, someternos y avivar el Espíritu, veremos el crecimiento espiritual que demuestra que el Espíritu Santo sí está obrando en nosotros.
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viernes, 22 de abril de 2016

las obras de la carne son evidentes,...de las cuales les advierto,...que los que hacen tales cosas no heredarán el reino de Dios.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Llevemos a la congregación de la mano hacia La Biblia- La Palabra de Dios
INMORALIDAD SEXUAL
Gálatas 5:19-21 
19 Ahora bien, las obras de la carne son evidentes. Estas son: fornicación,  impureza, desenfreno, 20 idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, ira, contiendas, disensiones, partidismos, 21 envidia,  borracheras, orgías y cosas semejantes a éstas, de las cuales os advierto, como ya lo hice antes, que los que hacen tales cosas no heredarán el reino de Dios.
¿El Sexo es malo?

Inmoralidad sexual 
Gálatas 5:19
Las primeras tres obras se relacionan a la gratificación sexual, y sugieren un clima de depravación. 

Pablo principia así debido al clima moral de su mundo. Toda forma imaginable de inmoralidad era frecuente y visiblemente practicada por los gobernantes, los aristócratas, los filósofos, los poetas, los sacerdotes y los feligreses —sin sentido alguno de vergüenza o remordimiento. 

Era la manera aceptada de vivir. No debe entonces sorprendernos que este haya sido un problema con el que Pablo se atareó al tratar con sus convertidos del paganismo. 

El apóstol no toleraría claudicación alguna: la inmoralidad no podía tener lugar alguno en la vida cristiana.

Fornicación (porneia) tiene el mismo significado básico de prostitución, pero en realidad se relaciona a cualquier caso de coito, y por ende incluiría el adulterio. 

También incluye vicios contra la naturaleza o incesto, tales como la homosexualidad. 

Inmundicia (akatharsia) es impureza moral, de cuerpo o de mente, que sea repulsiva a seres humanos responsables y que separe a los que la cometan de un Dios santo.

El término lascivia (aselgeia) ofrece más dudas en cuanto a su etimología, pero la manera en la que Pablo la usa lo liga a la inmoralidad. Se trata de conducta disoluta, de un atropellamiento descarado de las normas de la decencia pública, y hasta del respeto de uno mismo, y sin consideración alguna de los derechos de los demás.

Barclay relaciona los tres términos muy significativamente. “Porneia indica el pecado dentro de un área específica de la vida, el área de relaciones sexuales; akatharsia indica una contaminación general de toda la personalidad, que mancha cada esfera de la vida; aselgeia apunta a un amor al pecado tan desenfrenado y tan audaz, que el que así se porta ha dejado de preocuparse por lo que Dios o el hombre piensan de sus acciones.”

La laxitud moral que está inundando nuestro mundo debe ser razón de alarma para todos los seres pensantes. La historia enseña claramente que tal cosa es la indicación segura de una civilización a punto de derrumbarse. La señal más seria que observamos es la defensa del “amor libre” y la eliminación que los educadores han hecho de las restricciones e inhibiciones morales. 

El paso final será que los líderes religiosos acepten tales prácticas —¡y hay indicios de que esto ya está principiando a suceder! La contestación cristiana para nuestro día no es diferente de la que se dio en tiempos de Pablo; y no es un legalismo estéril, sino una disciplina dinámica a través del Espíritu.

Doctrinas falsas 
Gálatas 5:20 ab 

El segundo grupo de “obras” malignas se relaciona a las prácticas de religiones paganas, lo que era también una fuente de problemas para los convertidos de Pablo que habían sido paganos. Idolatría (20; eidololatria) alude a la adoración tanto de la imagen como del dios que ésta representa. Aquí yace su peligro sutil. Originalmente no se intentó que ningún ídolo fuese adorado. 

La imagen se había provisto para que localizara y visualizara a la deidad, y en ese grado hiciera fácil la adoración de ese dios del cual era una representación. 

El problema básico de la idolatría es que la creación es adorada en vez del Creador (cf. Ro. 1:19–23). En este sentido la idolatría no es un problema menor en nuestros días, a pesar de que se disfrace en una forma más “moderna”. “Cuando quiera que cosa alguna en el mundo principie a ocupar el lugar principal en nuestro corazón, en nuestra mente y en nuestros objetivos, entonces ese algo se ha vuelto un ídolo, pues ha usurpado el lugar que le corresponde a Dios.”

No es una coincidencia que en el pensamiento de Pablo la ídolatría sea asociada con la inmoralidad. La prostitución era una parte básica de muchas religiones paganas. En el Antiguo Testamento hay un claro precedente para condenar ambas, en su asociación de la una con la otra.

La práctica de hechicerías (pharmakeia) es el uso de brujería, o de la magia para fines religiosos. La palabra originalmente significó el uso de drogas, que posteriormente se intentó con fines perversos (cf. veneno). Esta clase de hechicerías se volvió un medio para llegar a una práctica más amplia de la magia, que gracias a la superstición, estaba estrechamente asociada a la religión. 

Este problema ha sido una plaga crónica de la iglesia cristiana por largo tiempo, y en algunos lugares una increíble cantidad de prácticas supersticiosas fueron “cristianizadas” en vez de eliminadas.

Relaciones humanas anticristianas 
Gálatas 5:20 c–21 

Las siguientes ocho “obras de la carne” están en el corazón de la lista de vicios. 

Todas las ocho tienen que ver con relaciones interpersonales, lo que indica el hecho de que esto ocupaba un lugar prominente en el pensamiento de Pablo.

Enemistades (echthrai, trad. lit.), era una actitud aceptada y aprobada de vida en tiempo del apóstol. Puesto que existía enemistad declarada entre grupos raciales y culturales —por ejemplo los griegos contra los bárbaros, y los judíos contra los gentiles— no debe sorprendernos que tales actitudes frecuentemente caracterizaran las relaciones entre las personas. Todo esto es contrario a la ética cristiana, y Pablo lleva el asunto hasta su punto de origen: “La mente carnal es enemistad contra Dios” (Ro. 8:7, lit.), y naturalmente resulta en la enemistad entre los hombres o contra ellos. Tales odios producen pleitos o tensiones (eris). 

La enemistad (echthra) es una actitud mental hacia otras personas; y los pleitos (eris) son el resultado en la vida cotidiana de ese estado mental. La enemistad y los pleitos tienen una interrelación íntima que obra en ambas direcciones. La enemistad resulta en pleitos, y los pleitos causan enemistades. Pablo enseñó con claridad que los pleitos, tan característicos del mundo pagano (cf. Ro. 1:29), eran algo diametralmente opuesto a la unidad que Dios quería que existiera en el compañerismo cristiano. Por lo tanto, Pablo condenó severamente su manifestación en la iglesia. Este era un punto tan importante que el apóstol usa tres términos adicionales para manejar el mismo asunto fundamental de elementos divisivos en el cuerpo de Cristo.

Tanto en el Nuevo Testamento como en la Septuaginta la palabra celos (zelos) es usada con dos significados distintos. Pablo la usa para denotar celo, entusiasmo, o fervor en la realización de una causa o tarea. En el griego clásico zelos frecuentemente denotaba una virtud noble (cf. 2 Co. 11:2), que proveía el ímpetu para emular aquello que era admirado y que otros estaban demostrando o poseyendo. Sin embargo, tal concentración en la buena fortuna o suerte de otros puede degenerar en un resentimiento quejumbroso, haciendo que zelos se vuelva algo similar a la envidia (phthonos, 21). 

Por ende, emulación, (“celos”, R-V.; gr. zelos) no es intrínsicamente maligna. Cuando uno confronta el éxito y los logros de otras personas, puede recibir de ello la inspiración para ascender a nuevos logros uno mismo, o puede resentir la buena fortuna de esas personas con una envidia amarga. Este es el segundo significado de zelos en el Nuevo Testamento. Significa “celos” con una connotación mala. Obviamente este es el significado que tiene en este pasaje.

Una de las más complejas “obras de la carne” es iras (thymoi). 

En la Septuaginta tiene un “amplio rango de significado, incluyendo la ira humana y divina, ira diabólica y bestial, ira noble y destructiva”. Sin embargo Pablo y otros escritores nuevotestamentarios usan el término primordialmente con referencia al hombre.45 Reflejando una distinción encontrada en el griego secular, thymos da énfasis a los aspectos violentos y breves de la ira —“Temperamento explosivo, o ira relampagueante”; por ende es distinta de la ira crónica (orge). 

Lo que es más, thymos es una “ira” que es una verdadera “locura temporal”, y que refleja una hostilidad pecaminosa que claramente es un mecanismo de defensa de la carne. Frecuentemente se ha observado que el temperamento es necesario para que una persona tenga una personalidad bien equilibrada; por lo tanto, no hay duda de que la ira tenga connotaciones tanto buenas como malas. 

Pero en el Nuevo Testamento, el temperamento que cumple un buen propósito siempre es orge, y nunca thymos. “Thymos es algo que debe ser exiliado de la vida cristiana… el Nuevo Testamento enseña con claridad que tales demostraciones de temperamento son manifestaciones pecaminosas de que un hombre todavía está bajo el control férreo de su propia naturaleza inferior (la carne).”

Las tres siguientes “obras de la carne” describen más detalladamente los pleitos (eris, 20) considerados anteriormente, y son traducidos mejor cuando son considerados en la relación que existe entre las tres. 

Contiendas (eritheiai) es traducido en una diversidad de maneras, lo cual refleja una incertidumbre en cuanto a su significado. 

Barclay concluye: “En el uso que Pablo le da, la palabra claramente denota el espíritu de la ambición personal y de la rivalidad que resulta en esa formación de partidos o grupos que se consideran más importantes que la iglesia.” 

La ambición personal y egoísta es deplorable cuando sucede en posiciones de responsabilidad pública, pero no es menos trágica en la iglesia.

Estrechamente relacionadas son las disensiones (dichostasiai), cuya mejor traducción es: “divisiones.” 

La rivalidad que es motivada por los intereses egoístas puede resultar sólo en divisiones que destruyen la unidad de la iglesia. Pablo no está hablando aquí de esas diferencias que se basan en convicciones sinceras; lo que a él le preocupa son esas divisiones causadas por móviles equivocados que pueden atribuirse a la carne pecaminosa. 

Las diferencias válidas no son incompatibles con el compañerismo armonioso, gracias a que una parte vital de la libertad y del amor es el respeto para las opiniones de los demás, aun cuando éstas chocan con las nuestras. Sin embargo, le corresponde a cada creyente el examinar su corazón constantemente, no sea que califique como principio lo que sólo es prejuicio, y dedicación lo que no es sino testarudez.

Lo que es cierto de la persona es igualmente cierto de la iglesia
Hay que distinguir las diferencias teológicas y eclesiásticas, basadas en convicciones, de esas divisiones que son motivadas por la búsqueda egoísta de los propios intereses de una persona o de un grupo. 

Con demasiada frecuencia, cuando la iglesia debería ministrar a una sociedad despedazada por divisiones de clase, de raza y de partido político, está en tal condición que se le puede amonestar: “Médico, cúrate a ti mismo.”

Un paso más en el sendero destructivo de las divisiones es el de las herejías (haireseis). La transliteración en castellano (herejías) expresa más la idea del abandono de la ortodoxia que lo que el término griego hace. La palabra original básicamente denota un grupo que está unido por la misma creencia o conducta. Por ende, intrínsicamente no tiene una connotación mala. Sin embargo, Pablo la usa con referencia a los elementos divisivos en la iglesia, que se habían formado en grupos o sectas. Tales “grupitos” fragmentaban la iglesia, “¡y una iglesia fragmentada ha dejado de ser iglesia!” 

Muy naturalmente esos grupos exclusivos consideraban que ellos estaban bien y todos los demás mal. Pablo condenó tal sectarianismo como “las obras de la carne”.

Envidias (phthonos, 21) es un concepto totalmente malo. En contraste con celos (zelos, 20), no tiene posibilidad alguna para bien. La envidia produce un resentimiento amargo, así como también frecuentemente en un esfuerzo de privarles a los demás de su buena fortuna o éxito (cf. Ro. 1:29; Fil. 1:15).

Es obvio que muy claramente relacionado a lo que estas “obras de la carne” tienen que ver con las relaciones interpersonales está la preocupación de Pablo por la unidad y la armonía del compañerismo cristiano. 

Ningún hombre vive, o muere para sí. El pecado es una espada de dos filos, que cortan agudamente tanto en la responsabilidad personal cuanto en las consecuencias sociales. El daño más grande de la ira, la enemistad, los celos, la envidia y hasta de las rivalidades es lo que le hacen a la iglesia. Tales actitudes carnales de parte de las personas producen cismas, divisiones y facciones.

Todo esto nos habla de la imposibilidad de una unidad superficial. 
Los males aludidos no pueden “barrerse” debajo del tapete de la claudicación o del fingimiento. Los hombres que “viven de acuerdo a la carne” no pueden “vivir juntos en armonía”. Hay un “camino más excelente” al cual Pablo dedicará su atención muy pronto.

Pablo termina su lista de “las obras de la carne” con dos términos de significado obvio: borracheras (methai) y orgías (komai). Las Escrituras, y para nuestra sorpresa, la sociedad de los días de Pablo, reconocía que la borrachera era vergonzosa y degradante. Definitivamente no tiene lugar alguno en la vida del cristiano. Aunque el término traducido orgías era usado en el griego secular para denotar sencillamente una celebración, en el Nuevo Testamento es usado para describir excesos que pueden mejor ser descritos como libertinaje. Acciones tales contradicen un testimonio cristiano.

Esta lista no intenta ser exhaustiva, ni Pablo quiso hacerla una base completa para edificar un código cristiano de conducta. 

La frase y cosas semejantes a estas muestra que el escritor intentó que la lista fuese representativa en principio de la clase de males que resultan de vivir de acuerdo a la carne. 

Es trágico, y nos asusta, pensar que, sin excepción, cada una de las “obras de la carne” es una perversión de actitudes que en sí mismas son potencialmente buenas.

Emanan de deseos legítimos que son satisfechos ilegítimamente. Por lo tanto, siempre permanecen como abismos posibles hasta para el hombre de fe. Satanás es un enemigo astuto, y el pecado es engañador. El cristiano necesita examinar frecuentemente su corazón y su vida a la luz de las enseñanzas de la Biblia y bajo la dirección del Espíritu.

Aparentemente Pablo les había advertido a los gálatas en ocasiones anteriores (cf. Gálatas 1:9; 4:13) de las consecuencias de tal clase de vida. Ahora les recuerda de tales advertencias y les declara que esta carta es una advertencia repetida —antes de que el mal sucediese.

Acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican  tales cosas no heredarán el reino de Dios. 

El reino de Dios, del cual será excluida cualquier persona que viva por la carne, es la esperanza cristiana de la vida eterna pasada con Cristo, tanto aquí como más allá de este mundo. Esa es la “herencia” del creyente; es la salvación en su sentido más completo.

Pablo había declarado esta solemne advertencia en repetidas ocasiones a otras iglesias también. 
El creyente no está exento de responsabilidad ética más que lo que lo está el judío (cf. Ro. 2). Obviamente había en este particular un punto de equivocación, que desgraciadamente continúa hasta nuestros días. En vez de “indiferencia ética” alguna, el hombre en Cristo tiene por primera vez en su vida los recursos para vivir como Dios espera que viva.

La razón de la vehemente objeción de Pablo a la acción de los gálatas de regresarse a la ley era, precisamente, que marcaría un retorno a la carne. 

El hacer tal cosa era el “cortarse” o separarse de Cristo. Dios no tiene una doble norma, ni tampoco ve al creyente a través de lentes de cierto color, lo que le permite pasar por alto su conducta y aceptar en vez de ésta la obra perfecta de Cristo.

Cualquier hombre que viva por la carne, y por ende que produce sus obras, es excluido del reino de Dios
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jueves, 21 de abril de 2016

La oración de fe dará salud al enfermo, y el Señor lo levantará. Y si ha cometido pecados, le serán perdonados. confesaos unos a otros vuestros pecados, y orad unos por otros de manera que seáis sanados.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Preparemos el estudio para la congregación
ANDAR EN EL ESPÍRITU
Gálatas 5:13-18
13 ¿Está afligido alguno entre vosotros? ¡Que ore! ¿Está alguno alegre? ¡Que cante salmos!
14 ¿Está enfermo alguno de vosotros? Que llame a los ancianos de la iglesia y que oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor.

15 Y la oración de fe dará salud al enfermo, y el Señor lo levantará. Y si ha cometido pecados, le serán perdonados.

16 Por tanto, confesaos unos a otros vuestros pecados, y orad unos por otros de manera que seáis sanados. La ferviente oración del justo, obrando eficazmente, puede mucho.

17 Elías era un hombre sujeto a pasiones, igual que nosotros, pero oró con insistencia para que no lloviera, y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses. 18 Y oró de nuevo, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.
¿Estás andando en el Espíritu Santo?

Cómo andar en el Espíritu Santo, la pregunta candente
Gálatas 5:13–18

El tono de Pablo en el estudio anterior (Gálatas 5:1–15) es bastante severo. Al hablar a sus hijos espirituales en Galacia, el apóstol no se anda con rodeos. Su exhortación es clara, puntual y Cristocéntrica. Pero en medio de todo, el apóstol revela su corazón pastoral. Su confianza está puesta en el hecho de que al final van a volver a Cristo, la única base de su justificación (5:10).

Mediante unas advertencias muy directas propone, en forma de una suposición, que si persisten en regresar a guardar la ley aceptando la circuncisión, habrán abandonado a Cristo y, ante ese supuesto, habrán caído entonces de la gracia (2–4).

Ante tal dilema espiritual, Pablo señala a los judaizantes acusándolos de crear confusión en medio de la iglesia. Los culpa también por querer tratar de bloquear la carrera espiritual de los gálatas (5:7–9, 12). No obstante, el apóstol mantiene todavía su confianza en Dios de que ellos volverán a su principio en la gracia por el oír con fe (3:2).

Hay tal convicción en Pablo que no duda en reafirmar la meta de su andar: “Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia; porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor” (5:5, 6). En breve resumen, él enfoca su fe en la obra del Espíritu Santo en sus vidas. Este enfoque lo va a ampliar en la próxima sección (5:16–18).

La herencia en Cristo es la libertad en santidad (Gálatas 5:13–15)
Pablo ahora abandona su énfasis en los judaizantes para trazar claramente la realidad del andar con Cristo en el poder de su muerte. Sólo volverá a tocar a los judaizantes al final de la epístola.

En esta sección, el apóstol tiene algo de mayor urgencia e importancia para desarrollar, su énfasis recae en explicar el CÓMO de andar en santidad bajo el control del Espíritu Santo. En el resto de la epístola Pablo nos presentará la respuesta al clamor nuestro: ¿CÓMO?

Pablo reconoce la tendencia peligrosa de convertir nuestra libertad en Cristo en ese otro extremo, el libertinaje. “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión (término militar-base) para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros” (v. 13).

Vale la pena recordar las palabras de la señora Jesse Penn-Lewis (a quien usó Dios grandemente en el avivamiento de Gales en 1905): “A veces el error no es más que la verdad desequilibrada, fuera del balance bíblico”. En aquellos días del avivamiento genuino la divisa fue: “Obedece al Espíritu”. Esto resultó en grandes triunfos, pero pronto el diablo mandó espíritus engañadores que los llevó a extremos dañinos de conducta.

Hubo obediencia, pero no al Espíritu Santo. Dios usó a la señora Penn-Lewis con el énfasis bíblico acompañante de Romanos 6, nuestra muerte a la carne y la fe en el Espíritu Santo para contra balancear lo extremo: en el Mensaje de la Cruz fue la preventiva que preservó tal avivamiento genuino y sigue siendo la dinámica de la santidad hoy.

El regulador divino sigue siendo siempre el servicio constante por amor los unos a los otros. Pablo cita Levítico 19:18: “… amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová”. Concuerda Jesús en Mateo 22:37–40 al unir el amor a Dios con el amor al prójimo. Tal transformación depende exclusivamente del Espíritu, pues el ser humano es egoísta en lo sumo.

Sin embargo, en este enfoque en servir a otros haciéndolo en el amor divino, Pablo hace frente a la terrible realidad de que la carne se interpone; tantas veces trastorna la libertad en libertinaje o el legalismo. Esta realidad se ve plasmada en las luchas despiadadas que resultan en nuestras iglesias.

¿Quién no ha vivido en carne propia las envidias, el rencor y las rupturas en nuestras iglesias y en nuestras relaciones? Casi no existe una iglesia que no haya sufrido esta tragedia, por grande o pequeña que haya sido. Pablo hace frente ahora a eso entre los mismos gálatas; lo saca a plena luz al ilustrarlo en términos de los animales que así se tratan: “pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros” (Gálatas 5:15).

Miremos otro texto que nos ayude a respaldar este punto: “De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros?¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. ¡Oh, almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios?” (Santiago 4:1–4).

Se pudieran multiplicar otros textos semejantes. Tenemos que ser francos: las luchas internas se hacen externas y toman formas escandalosas en las mismas relaciones entre aquellos que dicen llamarse hermanos. En realidad estamos rodeados de las evidencias de la carne en pleno reino. Y todo esto en el supuesto nombre de servir a Dios. ¡Qué barbaridad!

El Espíritu Santo versus la carne en la vida del creyente hoy día
Pablo ya llegó a lo práctico de su tesis. ¿Cuál es el remedio divino contra la carne todavía tan activa entre los hermanos? Para apreciar su énfasis en el ministerio del Espíritu Santo tenemos que volver a trazar los capítulos previos.

Recuerda que Gálatas es un solo mensaje que abarca verdades sobresalientes: lo genuino de la gracia de Dios (1:4, 5); la autoridad del evangelio en el apostolado de Pablo (1:11, 12); la obra fundamental de nuestra unión con Cristo en la Cruz (2:20); el papel clave del oír con fe (3:6, 7); el grave peligro de trastornar la ley en otra base de la justicia (5:2–4).

Por primera vez en Gálatas Pablo menciona el Espíritu Santo en 3:2–5. “Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?”. Esta pregunta clave debiera haber sido suficiente para apagar su interés en la ley. La oferta de los judaizante no les produjo nada, pero el simple oír con fe les trajo la justificación en Cristo y la llegada del Espíritu quien “hace maravillas entre vosotros” (v. 5).

El Espíritu Santo les llegó con base en la fe y produjo en ellos todo aquello en lo que ahora se gozan. El Espíritu Santo llegó gratis, acompañando el evangelio y transformando sus vidas. En agudo contraste la ley les fue estéril. Las manifestaciones del poder del Espíritu ¿lo hacen por las obras de la ley, o por el oír con fe? Mediante cinco preguntas imposibles de contestar, Pablo introduce al Espíritu de Cristo como la persona que ya vive en ellos y el único que puede traer la libertad en santidad.

El primer paso hacia la victoria: “Andad por el Espíritu” (Gálatas 5:16)
Ya le toca a Pablo dar los pasos hacia una vida bajo el control del Espíritu. Da una orden, modo imperativo en el tiempo presente siempre en vigor. “Digo, pues: Andad en (por, a través de) el Espíritu, y no (de ninguna manera jamás) satisfagáis (o el tiempo futuro fuerte: satisfaréis) los deseos de la carne” ’ (5:16). Hay varios matices de significado que podemos considerar. La orden de andar o vivir por el Espíritu está en pie y lo que sigue puede ser una garantía de que no habrá en el futuro. ¿Por qué ceder a los deseos egoístas de la carne?

Algunos interpretan “satisfacer” o “cumplir” (véase el verbo sinónimo en Romanos 8:4) en el tiempo futuro indicativo y otros dicen que es en el modo subjuntivo, un mandato indirecto. Por un lado, tenemos la seguridad de no ceder a la carne, y por el otro una orden de no cumplir o ceder a la carne. Prefiero la primera interpretación. Ya que es el Espíritu, el Santo, que no nos involucrará nunca en ser cómplice de la carne. El Espíritu Santo siempre produce la santidad.

Otra razón por la cual no pueden coexistir en paz el Espíritu y la carne en el andar del creyente es debido a la incompatibilidad del Espíritu Santo y la carne (5:17). Son polos opuestos y no hay manera de armonizar sus fines. Se oponen a sí mismos. Si la carne anda suelta en la vida del creyente, no puede haber control del Espíritu Santo por mucho que hablemos del bautismo del Espíritu o la facilidad de orar, el cantar o hablar en lenguas o aunque, a nuestra manera de ver las cosas, hayamos tenido una gloriosa experiencia en el pasado. La bendición del Espíritu sólo descansa en quien actualmente es santo en su manera de vivir.

Ya que es el Espíritu de Cristo (Romanos 8:9), sólo habla de Cristo y lo glorifica a él. “Pero cuando venga el Espíritu Santo de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío, y os lo hará saber” (Juan 16:13–15). Lo que nos anima es: “Hijitos, vosotros, sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).

El creyente sincero frente a las dos dinámicas (Gálatas 5:17)
“Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis”. ¿Qué quiere decir esta última frase? ¿Implica que la vida cristiana es una lucha interminable? De ninguna manera. 

Aunque estas dos dinámicas, el Espíritu y la carne, tienden en direcciones opuestas, hay que hacer frente a tal hecho, pero no nos obliga a vivir siempre en tal derrota espiritual.

Estas dos dinámicas son contradictorias entre sí; parecen competir; la evidencia de tal contradicción es patente en la vida de cualquier creyente sincero. Sin embargo, el hecho de que existan las dos en el creyente no nos obliga, repito, a vivir sumidos o encerrados en esa interminable lucha. A veces algunos intérpretes nos dejan con esa conclusión, ya sea dicha o inferida.

Esta sección de Gálatas introduce el posible conflicto entre el Espíritu y la carne. Pero en Romanos 7 y 8, Pablo mismo lo examina en mayor detalle describiendo su lucha interna y gemir ante la triste realidad de la carne. Fue lo que experimentó cuando vivía bajo la condena de la ley. Con toda honestidad, el apóstol señala tres pasos hacia abajo en su quebrantamiento durante su dura lucha. Pero, al final, ese proceso lo condujo a una victoria resonante.

Tres pasos en el descenso hacia el quebrantamiento como antesala de la victoria
1.) “¿Luego lo que es bueno (la ley en su debido ministerio), vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso. (Romanos 7:13).

2.) “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo” (Romanos 7:18);

3.) finalmente, Pablo no pudo más: “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24).

Puede existir tal conflicto, pero no es de ninguna manera la suerte o el final del creyente. El evangelio provee los medios por los cuales todo creyente puede vivir bajo el control del Espíritu y no bajo el de la carne, según Pablo asegura a los gálatas.
Pablo relata en detalle la triste experiencia que le pasó cuando en dicha ocasión él aceptó la ley como el medio de la vida cristiana en Romanos 7:7–24. Pero no era la vida cristiana normal (como Watchman Nee afirma en el título de su valioso libro), porque afirma después de la iluminación del Espíritu en el siguiente verso: “Gracias doy a Dios, por Jesucristo nuestro Señor” (Romanos 7:25).

Después de una brevísima referencia al pasado en 7:25(b) se lanza en Romanos 8:1–4. “Ahora, pues, ninguna condenación (ningún tipo de condenación) hay para los que están en Cristo Jesús, Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me (nos) libró (tiempo aoristo/pasado en el original) de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó el pecado en la carne para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne sino conforme al Espíritu”.

Ésta es la victoria resonante que Pablo elabora en el resto de Romanos 8, el capítulo de la vida victoriosa bajo el control del Espíritu.

Otra Afirmación: bajo la gracia somos guiados por el Espíritu Santo (Gálatas 5:18)
“Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley”. Pablo reafirma que la ley sólo trae condenación porque nuestras mejores fuerzas son impotentes. Pero bajo la gracia de Dios nuestras fuerzas débiles se sustituyen por el poder del Espíritu que nos hizo ya nuevas criaturas en Cristo, soltando de una vez la misma dinámica del Espíritu. “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14). Esto es lo que los gálatas, tentados a volver a la esclavitud de la ley, necesitaban oír.

Pablo vuelve a su tesis que el reinado de la ley sólo provoca la carne. Cuanto más el creyente quiere refrenar la carne y sus deseos, tanto más fracaso experimenta. Los esfuerzos inútiles nuestros nos conducen a la desesperación y la frustración.
Debemos recordar que el creyente ya murió a la ley y vive unido a Cristo resucitado. “Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis (casados) de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios… Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Romanos 7:5, 6).

La Epístola a los Romanos complementa y coincide con la carta a los Gálatas. Ambos trazan el proceder de la libertad en santidad. Romanos nos da la verdad en forma teológica y Gálatas en forma práctica frente a la ley que provoca la carne en sus múltiples manifestaciones; Pablo pronto hablará en el resto del capítulo, nuestro próximo estudio.

Poderoso puntos para tomar en cuenta

  1. La carne en pleno desarrollo resulta en celos amargos y contenciones y toda obra perversa (Santiago 3:16).
  2. El evangelio nos introduce a una nueva relación: nuestra unión con Cristo, muertos a la ley y unidos a Cristo resucitado quien opera en nosotros a través del Espíritu Santo: “Andad en el Espíritu y no satisfaréis los deseo de la carne” (Gálatas 5:16).
  3. Aunque las dos dinámicas son incompatibles, es nuestra sumisión y obediencia al Espíritu lo que produce la verdadera libertad en santidad (Gálatas 5:18).
  4. No es por los valientes esfuerzos nuestros sino por el oír con fe, nuestra muerte y resurrección en Cristo quien nos llena de su Espíritu. No es tanto una experiencia sino un andar diario.
  5. Pablo tendrá más por decir sobre las obras de la carne contra el fruto del Espíritu en el resto del capítulo cinco. Cerrará con broche de oro el tema con: “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gálatas 5:24, 25).


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No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuere la justicia, entonces por demás murió Cristo

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Consecuencias de una mala decisión
La consecuencia fatal de volver a las obras de la ley
Gálatas 5:2–15

En Gálatas 1 y 2 Pablo presentó las credenciales de su apostolado para apoyar su mensaje de la Cruz. En Gálatas 3 y 4 defendió la exclusividad de la fe y la gracia de Dios en contra de las restricciones y condenas de la ley. Ahora, en Gálatas 5 y 6, establecerá cómo andar en la libertad del Espíritu Santo. De esta manera, pone la vida victoriosa en agudo contraste con las obras de la carne provocadas por la ley.

Pablo ha comprobado su tesis principal: agregar algo, sea lo que sea, a la obra de Cristo en la Cruz es anular dicha obra de gracia. Volver a la esclavitud de la ley y las obras humanas es relegar la obra de Cristo a la basura. Tal rumbo tornaría la gracia de Dios en un error monumental divino. “No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuere la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gálatas 2:21). Tan colosal error no puede ser posible nunca.

Pablo define el resultado definitivo de tal vuelta atrás (Gálatas 5:2–6)
El Apóstol a los gentiles habla ex cátedra (desde el tribunal del juez final) al pronunciar la sentencia para aquellos que vuelven a la ley. “He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo” (5:2). Es como una bomba por destallar. No hay grados ni medidas de provecho en Cristo.

Al decir “si” tenemos en griego una condición futura vívida de la tercera clase que implica una perspectiva de la responsabilidad humana de lo que se teme que pueda ser posible, sin que necesariamente haya ocurrido. Esto explica el afán de Pablo y su profunda urgencia al decir algo tan extremo. Su tono se vuelve severo, sin embargo espera en Dios que no llegue a ocurrir ese fin tan desastroso.

El argumento es: “Circuncisión es el sello de la ley. El que de buena voluntad y deliberadamente se deja circuncidar entra en un pacto con la ley. Al entrar en ese pacto para cumplir con toda la ley, uno sigue obligado a someterse a ella y no puede pedir más la gracia de Cristo porque ya entró en otro modo de justificación”.

Tan claro es el argumento que lo repite casi al pie de la letra en el verso tres. Hace hincapié en el hecho de que si los gálatas llegaran a tomar ese rumbo hacia la ley, anularían y harían impotente la obra de Cristo. Esto es más que serio; es desastroso. Es el mismo verbo “katargeo” usado en Romanos 6:6 “destruir, anular”. “De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído” (v. 4).

Pablo habla en términos sólo de la doctrina de la justificación y no de la condición espiritual actual de los gálatas. Más adelante va a esperar su perseverancia en la gracia en Gálatas 5:10: “Yo confío respecto a vosotros en el Señor, que no pensaréis de otro modo…” Esto no tiene nada que ver con lo que algunos interpretan como la pérdida de la salvación. El apóstol les advierte de las posibles consecuencias si toman tal rumbo peligrosísimo.

Pablo pone en contraste la posición segura de los verdaderos creyentes al tiempo que se prepara para definir la esencia de nuestra unión con Cristo. “Pues nosotros (esta afirmación incluye a él y a sus amados gálatas 4:19) por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia” (v. 5). Volver a la ley resulta en la pérdida, el abandono de lo que es nuestro mayor tesoro.

En estos dos versos Pablo vuelve a la tríada bendita de la fe, la esperanza y el amor. En unión con Cristo mantenida por fe, no por las obras de la ley, Dios nos garantiza el ministerio del Espíritu Santo, haciéndonos capaces de esperar con toda certidumbre la plena herencia nuestra en Cristo. 

Estas tres virtudes --disponibles en unión con Cristo-- deben mantenerse en su debido balance. “Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor” (v. 6).

Su oposición fuerte frente a la circuncisión en Gálatas 5:2–4 es evidente; tal acto del rito judaico tomado con base en la ley resultaría en las obras como si fuesen la manera de alcanzar la justicia ante Dios. Pero ya en unión con Cristo basta él solo en todo sentido; luego tal rito presente o ausente ni agrega nada ni quita nada.

En lugar de las obras humanas, ahora tenemos a nuestro favor la suficiencia de la obra de Cristo. La fe viene siendo la base de su operación y produce el amor y la justicia que resultan en nuestras muchas ganas esperando nuestra esperanza segurísima.

Aquí Pablo y Santiago coinciden. Pablo pone el énfasis en la fe redentora concedida por el Espíritu que resulta en el amor hacia Dios y su prójimo, es decir, en obras que dan evidencia de la verdadera fe. Santiago niega la fe falsa, es decir, quien meramente dice que tiene fe y no la pone en acción hacia los demás (Santiago 2:19–26). Santiago habla de la fe ficticia y la verdadera; Pablo sólo habla de la fe verdadera que produce el fruto del amor y la justicia que nos conduce a nuestra bienaventuranza, la venida inminente de Cristo.

Otra advertencia del corazón de Pablo y otra condena del judaizante (Gálatas 5:7–12)
Pablo vez tras vez apela a sus amados hijos en la fe. Así empezó la carta. “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente” (1:6). “¡O gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad?” (3:1). “Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros” (4:11). “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros” (4:19).

Vuelve a su ansiedad espiritual. “Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad? (5:7). La figura literaria es de un corredor bloqueado por otro corredor que hace que se pierda su ritmo y posición. También el verbo es del ambiente militar, algo que impide atravesar el camino.

Pablo afirma que tal persuasión no viene de Dios sino de unos pocos a los que describe como levadura, símbolo que es interpretado siempre como malo, pues adultera o echa a perder toda la masa (1 Corintios 5:7). Pablo confía en Dios, tiene su esperanza en él, no en los méritos de los hermanos. Pero, sea quien sea quien los perturbe, sea juzgado por Dios. Como en los salmos imprecatorios no es malo desear que el malo sea juzgado severamente por Dios quien es siempre el juez justo y santo a la vez.

Pablo niega las alegaciones falsas que los judaizantes lanzan contra él (Gálatas 5:11–12)

De repente parece que hay cambio de rumbo. Nos falta el trasfondo para desenredar las alegaciones. Se supone que sus enemigos usaban lo de Timoteo y su circuncisión para acusar a Pablo de hipocresía. Decían que predicaba en contra de la circuncisión, pero lo practicaba él mismo.

Pablo responde: “Y yo, hermanos, si aún predico la circuncisión, ¿Por qué padezco persecución todavía? En tal caso se ha quitado el tropiezo de la cruz” (5:11). El uso de “si” es una condición de primera clase sólo por el argumento. Lo de circuncidar a Timoteo fue al empezar el segundo viaje misionero. “Quiso Pablo que éste (Timoteo) fuese con él; y tomándole, le circuncidó por causa de los judíos que había en aquellos lugares; porque todos sabían que su padre era griego” (Hechos 16:3).

Pero Lucas, el autor de los Hechos, clarifica que Pablo lo hizo como una preventiva de futuros problemas cuando aún predicaba primero a los judíos en las sinagogas. Lucas aclara que la madre de Timoteo era judía, pero su padre gentil y posiblemente no creyente; Timoteo, al nacer de un matrimonio mixto, no habría sido circuncidado. Pablo lo ordenó sólo en aquel aislado caso para prevenir complicaciones en su ministerio que apenas comenzaba.

Luego ante el Concilio de Jerusalén cuando Bernabé y Pablo subieron a Jerusalén para tratar el problema acalorado de la ley y la circuncisión (Hechos 15:1–35), llevaron a Tito, un gentil. “Mas aun Tito, que estaba conmigo, y con todo y ser griego, no fue obligado a circundarse; y esto a pesar de los falsos hermanos… a los cuales ni por un momento, accedimos a someternos, para que la verdad del evangelio permaneciese con vosotros (Gálatas 2:3, 5). Pablo tenía razón en diferenciar los dos casos.

El primer caso involucró un medio gentil, Timoteo, uniéndose a un equipo de judíos para empezar el ministerio en la sinagoga de los judíos. Fue un acto aislado motivado por la discreción y prudencia. El segundo caso fue que el Concilio iba a resolver el mismo problema de la ley; aquí triunfó la gracia de Dios sin ningún compromiso para con los judaizantes.

El escándalo de la Cruz, una verdad reinante (Gálatas 5:11)
Al referirse a esto, Pablo hace a los gálatas la pregunta lógica: “Y yo, hermanos, si aún predico la circuncisión, ¿por qué padezco persecución todavía? Y luego introduce una verdad fundamental: en tal caso si fuera así, se ha quitado el tropiezo de la cruz. La palabra original nos da la idea del escándalo de la Cruz. Originalmente la palabra “tropiezo” se refería a una trampa para hacer caer un animal. El evangelio de la gracia de Cristo siempre ha sido tropezadero al mundo, a la carne y al diablo. La Cruz siempre ha generado y generará reacciones negativas. Pablo nunca ha evitado la vergüenza, el escándalo de la Cruz,

Lejos de evitarlo, lo afirma como su corona y jactancia. “Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura” (1 Corintios 1:23). Dios nos libre que jamás seamos ofendidos por el estigma santo de la Cruz de Cristo. “Pero lejos esté de mi gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí y yo al mundo” (Gálatas 6:14). ¡Al terminar la carta, ésta fue la despedida de Pablo a los gálatas!

Para los que perturban a los hermanos y no toleran el escándalo de la Cruz, Pablo les tiene una palabra más. Es bien severa y cortante: “¡Ojalá se mutilasen los que os perturban! ¡Qué sean eunucos! Si su gloria es cortar, que sean cortados. Con tal odio santo Pablo los despacha.

Una palabra de cautela espiritual frente a la libertad Gálatas 5:13–15
Gálatas 5:1 se destaca con el llamado a la libertad. “Estad, pues, firmes, en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud”. Pero ahora Pablo la pone en buena perspectiva bíblica. Gócense de la libertad en Cristo, pero recuerden bien que tal libertad nos hace esclavos de Cristo y al servicio de los demás (Romanos 6:17, 18, 22). “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros” (5:13).
Es verdadera la libertad, pero no es el libertinaje carnal. El péndulo puede mecerse al otro extremo, pero la vida victoriosa en Cristo es una vida balanceada, gobernada por el amor, la santidad y la humildad.

Hay una nota interesante en la palabra “ocasión”. 
Significa una base militar desde la cual se lanza la guerra. También Pedro más adelante les escribe a los de Galacia (1 Pedro 1:1) y dice: “Como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios” (1 Pedro 2:16).

El rol triunfante del Espíritu Santo en el creyente que vive bajo la gracia
En el resto de la epístola Pablo va a hablar muchísimo de la carne (Gálatas 5:16), la vida vieja (Romanos 6:6), la pasada manera de vivir (Efesios 4:22). El tema será el Espíritu Santo y la carne. En estos dos capítulos tendremos un desarrollo práctico de cómo se lleva la vida cristiana.

La ley puede ser a primera vista un vehículo bueno para restringir los deseos de la carne, debido a sus fuertes prohibiciones. Pero Pablo nos recuerda en Colosenses 2:23: “Tales cosas (guardar días y reglas) tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne”. Sólo el Espíritu Santo provee la dinámica para sobresalir en la lucha contra la carne, aun en la vida del más santo.

Estos dos capítulos, 5 y 6, nos enseñarán otro factor tantas veces omitido; me refiero a la obra de la Cruz. Tantos hablan del control del Espíritu como si todo dependiese de él. ¡Como si fuera la culpa del Espíritu por no hacer su trabajo al ver tanta carnalidad entre nosotros! Si que él es fiel; el problema es que no le dejamos a él el lugar para que haga su obra santificadora. Gálatas nos recuerda la parte nuestra al dejar que la Cruz, nuestra muerte y resurrección con él, sea el factor acompañante y suplementario a la obra bendita del Espíritu Santo.

Romanos 8:12, 13 ponen en perfecto equilibrio estos dos factores: “Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas (1) si por el Espíritu (2) hacéis morir las obras de la carne, viviréis”.

La iniciativa es de él, pero la reacción es nuestra por la fe obediente. Es ese perfecto equilibrio y cooperación entre primero lo divino y luego lo humano, dejando siempre que lo divino sea la potencia y lo nuestro la cooperación de nuestra voluntad renovada en Cristo. Todo es de su gracia.

Principios profundos para tomar en cuenta

  1. La ley y la gracia, las buenas obras nuestras y la fe son totalmente incompatibles. No existe la manera de unirlas como la base de nuestra justificación ante Dios (5:2).
  2. Los judaizantes querían confundir a los gálatas al proponerles que agregaran algo más a la obra de Jesús. Pablo les advierte solemnemente que tal camino abandonaría la obra de Cristo. No opera así la justificación ante un Dios santo (5:4).
  3. Pablo se acerca a tal abandono peligrosísimo al sugerir que si procediesen por ese camino, ya habrían caído de la gracia. No lo afirma, pero les advierte y les da la alerta (5:4).
  4. Pero con su corazón pastoral Pablo cree aún que no han dado ese paso, ni que lo darán, porque Dios ha hecho una obra genuina en sus vidas.
  5. Las implicaciones para nosotros son fuertes: la respuesta a la ley y las buenas obras con base en nuestra energía es NO; sin embargo, la fe en la obra suficiente de la Cruz y el Espíritu Santo ameritan un rotundo SÍ. Tal es la vida victoriosa en Cristo que Pablo ampliará en el resto de los capítulos 5 y 6.


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