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viernes, 22 de abril de 2016

las obras de la carne son evidentes,...de las cuales les advierto,...que los que hacen tales cosas no heredarán el reino de Dios.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Llevemos a la congregación de la mano hacia La Biblia- La Palabra de Dios
INMORALIDAD SEXUAL
Gálatas 5:19-21 
19 Ahora bien, las obras de la carne son evidentes. Estas son: fornicación,  impureza, desenfreno, 20 idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, ira, contiendas, disensiones, partidismos, 21 envidia,  borracheras, orgías y cosas semejantes a éstas, de las cuales os advierto, como ya lo hice antes, que los que hacen tales cosas no heredarán el reino de Dios.
¿El Sexo es malo?

Inmoralidad sexual 
Gálatas 5:19
Las primeras tres obras se relacionan a la gratificación sexual, y sugieren un clima de depravación. 

Pablo principia así debido al clima moral de su mundo. Toda forma imaginable de inmoralidad era frecuente y visiblemente practicada por los gobernantes, los aristócratas, los filósofos, los poetas, los sacerdotes y los feligreses —sin sentido alguno de vergüenza o remordimiento. 

Era la manera aceptada de vivir. No debe entonces sorprendernos que este haya sido un problema con el que Pablo se atareó al tratar con sus convertidos del paganismo. 

El apóstol no toleraría claudicación alguna: la inmoralidad no podía tener lugar alguno en la vida cristiana.

Fornicación (porneia) tiene el mismo significado básico de prostitución, pero en realidad se relaciona a cualquier caso de coito, y por ende incluiría el adulterio. 

También incluye vicios contra la naturaleza o incesto, tales como la homosexualidad. 

Inmundicia (akatharsia) es impureza moral, de cuerpo o de mente, que sea repulsiva a seres humanos responsables y que separe a los que la cometan de un Dios santo.

El término lascivia (aselgeia) ofrece más dudas en cuanto a su etimología, pero la manera en la que Pablo la usa lo liga a la inmoralidad. Se trata de conducta disoluta, de un atropellamiento descarado de las normas de la decencia pública, y hasta del respeto de uno mismo, y sin consideración alguna de los derechos de los demás.

Barclay relaciona los tres términos muy significativamente. “Porneia indica el pecado dentro de un área específica de la vida, el área de relaciones sexuales; akatharsia indica una contaminación general de toda la personalidad, que mancha cada esfera de la vida; aselgeia apunta a un amor al pecado tan desenfrenado y tan audaz, que el que así se porta ha dejado de preocuparse por lo que Dios o el hombre piensan de sus acciones.”

La laxitud moral que está inundando nuestro mundo debe ser razón de alarma para todos los seres pensantes. La historia enseña claramente que tal cosa es la indicación segura de una civilización a punto de derrumbarse. La señal más seria que observamos es la defensa del “amor libre” y la eliminación que los educadores han hecho de las restricciones e inhibiciones morales. 

El paso final será que los líderes religiosos acepten tales prácticas —¡y hay indicios de que esto ya está principiando a suceder! La contestación cristiana para nuestro día no es diferente de la que se dio en tiempos de Pablo; y no es un legalismo estéril, sino una disciplina dinámica a través del Espíritu.

Doctrinas falsas 
Gálatas 5:20 ab 

El segundo grupo de “obras” malignas se relaciona a las prácticas de religiones paganas, lo que era también una fuente de problemas para los convertidos de Pablo que habían sido paganos. Idolatría (20; eidololatria) alude a la adoración tanto de la imagen como del dios que ésta representa. Aquí yace su peligro sutil. Originalmente no se intentó que ningún ídolo fuese adorado. 

La imagen se había provisto para que localizara y visualizara a la deidad, y en ese grado hiciera fácil la adoración de ese dios del cual era una representación. 

El problema básico de la idolatría es que la creación es adorada en vez del Creador (cf. Ro. 1:19–23). En este sentido la idolatría no es un problema menor en nuestros días, a pesar de que se disfrace en una forma más “moderna”. “Cuando quiera que cosa alguna en el mundo principie a ocupar el lugar principal en nuestro corazón, en nuestra mente y en nuestros objetivos, entonces ese algo se ha vuelto un ídolo, pues ha usurpado el lugar que le corresponde a Dios.”

No es una coincidencia que en el pensamiento de Pablo la ídolatría sea asociada con la inmoralidad. La prostitución era una parte básica de muchas religiones paganas. En el Antiguo Testamento hay un claro precedente para condenar ambas, en su asociación de la una con la otra.

La práctica de hechicerías (pharmakeia) es el uso de brujería, o de la magia para fines religiosos. La palabra originalmente significó el uso de drogas, que posteriormente se intentó con fines perversos (cf. veneno). Esta clase de hechicerías se volvió un medio para llegar a una práctica más amplia de la magia, que gracias a la superstición, estaba estrechamente asociada a la religión. 

Este problema ha sido una plaga crónica de la iglesia cristiana por largo tiempo, y en algunos lugares una increíble cantidad de prácticas supersticiosas fueron “cristianizadas” en vez de eliminadas.

Relaciones humanas anticristianas 
Gálatas 5:20 c–21 

Las siguientes ocho “obras de la carne” están en el corazón de la lista de vicios. 

Todas las ocho tienen que ver con relaciones interpersonales, lo que indica el hecho de que esto ocupaba un lugar prominente en el pensamiento de Pablo.

Enemistades (echthrai, trad. lit.), era una actitud aceptada y aprobada de vida en tiempo del apóstol. Puesto que existía enemistad declarada entre grupos raciales y culturales —por ejemplo los griegos contra los bárbaros, y los judíos contra los gentiles— no debe sorprendernos que tales actitudes frecuentemente caracterizaran las relaciones entre las personas. Todo esto es contrario a la ética cristiana, y Pablo lleva el asunto hasta su punto de origen: “La mente carnal es enemistad contra Dios” (Ro. 8:7, lit.), y naturalmente resulta en la enemistad entre los hombres o contra ellos. Tales odios producen pleitos o tensiones (eris). 

La enemistad (echthra) es una actitud mental hacia otras personas; y los pleitos (eris) son el resultado en la vida cotidiana de ese estado mental. La enemistad y los pleitos tienen una interrelación íntima que obra en ambas direcciones. La enemistad resulta en pleitos, y los pleitos causan enemistades. Pablo enseñó con claridad que los pleitos, tan característicos del mundo pagano (cf. Ro. 1:29), eran algo diametralmente opuesto a la unidad que Dios quería que existiera en el compañerismo cristiano. Por lo tanto, Pablo condenó severamente su manifestación en la iglesia. Este era un punto tan importante que el apóstol usa tres términos adicionales para manejar el mismo asunto fundamental de elementos divisivos en el cuerpo de Cristo.

Tanto en el Nuevo Testamento como en la Septuaginta la palabra celos (zelos) es usada con dos significados distintos. Pablo la usa para denotar celo, entusiasmo, o fervor en la realización de una causa o tarea. En el griego clásico zelos frecuentemente denotaba una virtud noble (cf. 2 Co. 11:2), que proveía el ímpetu para emular aquello que era admirado y que otros estaban demostrando o poseyendo. Sin embargo, tal concentración en la buena fortuna o suerte de otros puede degenerar en un resentimiento quejumbroso, haciendo que zelos se vuelva algo similar a la envidia (phthonos, 21). 

Por ende, emulación, (“celos”, R-V.; gr. zelos) no es intrínsicamente maligna. Cuando uno confronta el éxito y los logros de otras personas, puede recibir de ello la inspiración para ascender a nuevos logros uno mismo, o puede resentir la buena fortuna de esas personas con una envidia amarga. Este es el segundo significado de zelos en el Nuevo Testamento. Significa “celos” con una connotación mala. Obviamente este es el significado que tiene en este pasaje.

Una de las más complejas “obras de la carne” es iras (thymoi). 

En la Septuaginta tiene un “amplio rango de significado, incluyendo la ira humana y divina, ira diabólica y bestial, ira noble y destructiva”. Sin embargo Pablo y otros escritores nuevotestamentarios usan el término primordialmente con referencia al hombre.45 Reflejando una distinción encontrada en el griego secular, thymos da énfasis a los aspectos violentos y breves de la ira —“Temperamento explosivo, o ira relampagueante”; por ende es distinta de la ira crónica (orge). 

Lo que es más, thymos es una “ira” que es una verdadera “locura temporal”, y que refleja una hostilidad pecaminosa que claramente es un mecanismo de defensa de la carne. Frecuentemente se ha observado que el temperamento es necesario para que una persona tenga una personalidad bien equilibrada; por lo tanto, no hay duda de que la ira tenga connotaciones tanto buenas como malas. 

Pero en el Nuevo Testamento, el temperamento que cumple un buen propósito siempre es orge, y nunca thymos. “Thymos es algo que debe ser exiliado de la vida cristiana… el Nuevo Testamento enseña con claridad que tales demostraciones de temperamento son manifestaciones pecaminosas de que un hombre todavía está bajo el control férreo de su propia naturaleza inferior (la carne).”

Las tres siguientes “obras de la carne” describen más detalladamente los pleitos (eris, 20) considerados anteriormente, y son traducidos mejor cuando son considerados en la relación que existe entre las tres. 

Contiendas (eritheiai) es traducido en una diversidad de maneras, lo cual refleja una incertidumbre en cuanto a su significado. 

Barclay concluye: “En el uso que Pablo le da, la palabra claramente denota el espíritu de la ambición personal y de la rivalidad que resulta en esa formación de partidos o grupos que se consideran más importantes que la iglesia.” 

La ambición personal y egoísta es deplorable cuando sucede en posiciones de responsabilidad pública, pero no es menos trágica en la iglesia.

Estrechamente relacionadas son las disensiones (dichostasiai), cuya mejor traducción es: “divisiones.” 

La rivalidad que es motivada por los intereses egoístas puede resultar sólo en divisiones que destruyen la unidad de la iglesia. Pablo no está hablando aquí de esas diferencias que se basan en convicciones sinceras; lo que a él le preocupa son esas divisiones causadas por móviles equivocados que pueden atribuirse a la carne pecaminosa. 

Las diferencias válidas no son incompatibles con el compañerismo armonioso, gracias a que una parte vital de la libertad y del amor es el respeto para las opiniones de los demás, aun cuando éstas chocan con las nuestras. Sin embargo, le corresponde a cada creyente el examinar su corazón constantemente, no sea que califique como principio lo que sólo es prejuicio, y dedicación lo que no es sino testarudez.

Lo que es cierto de la persona es igualmente cierto de la iglesia
Hay que distinguir las diferencias teológicas y eclesiásticas, basadas en convicciones, de esas divisiones que son motivadas por la búsqueda egoísta de los propios intereses de una persona o de un grupo. 

Con demasiada frecuencia, cuando la iglesia debería ministrar a una sociedad despedazada por divisiones de clase, de raza y de partido político, está en tal condición que se le puede amonestar: “Médico, cúrate a ti mismo.”

Un paso más en el sendero destructivo de las divisiones es el de las herejías (haireseis). La transliteración en castellano (herejías) expresa más la idea del abandono de la ortodoxia que lo que el término griego hace. La palabra original básicamente denota un grupo que está unido por la misma creencia o conducta. Por ende, intrínsicamente no tiene una connotación mala. Sin embargo, Pablo la usa con referencia a los elementos divisivos en la iglesia, que se habían formado en grupos o sectas. Tales “grupitos” fragmentaban la iglesia, “¡y una iglesia fragmentada ha dejado de ser iglesia!” 

Muy naturalmente esos grupos exclusivos consideraban que ellos estaban bien y todos los demás mal. Pablo condenó tal sectarianismo como “las obras de la carne”.

Envidias (phthonos, 21) es un concepto totalmente malo. En contraste con celos (zelos, 20), no tiene posibilidad alguna para bien. La envidia produce un resentimiento amargo, así como también frecuentemente en un esfuerzo de privarles a los demás de su buena fortuna o éxito (cf. Ro. 1:29; Fil. 1:15).

Es obvio que muy claramente relacionado a lo que estas “obras de la carne” tienen que ver con las relaciones interpersonales está la preocupación de Pablo por la unidad y la armonía del compañerismo cristiano. 

Ningún hombre vive, o muere para sí. El pecado es una espada de dos filos, que cortan agudamente tanto en la responsabilidad personal cuanto en las consecuencias sociales. El daño más grande de la ira, la enemistad, los celos, la envidia y hasta de las rivalidades es lo que le hacen a la iglesia. Tales actitudes carnales de parte de las personas producen cismas, divisiones y facciones.

Todo esto nos habla de la imposibilidad de una unidad superficial. 
Los males aludidos no pueden “barrerse” debajo del tapete de la claudicación o del fingimiento. Los hombres que “viven de acuerdo a la carne” no pueden “vivir juntos en armonía”. Hay un “camino más excelente” al cual Pablo dedicará su atención muy pronto.

Pablo termina su lista de “las obras de la carne” con dos términos de significado obvio: borracheras (methai) y orgías (komai). Las Escrituras, y para nuestra sorpresa, la sociedad de los días de Pablo, reconocía que la borrachera era vergonzosa y degradante. Definitivamente no tiene lugar alguno en la vida del cristiano. Aunque el término traducido orgías era usado en el griego secular para denotar sencillamente una celebración, en el Nuevo Testamento es usado para describir excesos que pueden mejor ser descritos como libertinaje. Acciones tales contradicen un testimonio cristiano.

Esta lista no intenta ser exhaustiva, ni Pablo quiso hacerla una base completa para edificar un código cristiano de conducta. 

La frase y cosas semejantes a estas muestra que el escritor intentó que la lista fuese representativa en principio de la clase de males que resultan de vivir de acuerdo a la carne. 

Es trágico, y nos asusta, pensar que, sin excepción, cada una de las “obras de la carne” es una perversión de actitudes que en sí mismas son potencialmente buenas.

Emanan de deseos legítimos que son satisfechos ilegítimamente. Por lo tanto, siempre permanecen como abismos posibles hasta para el hombre de fe. Satanás es un enemigo astuto, y el pecado es engañador. El cristiano necesita examinar frecuentemente su corazón y su vida a la luz de las enseñanzas de la Biblia y bajo la dirección del Espíritu.

Aparentemente Pablo les había advertido a los gálatas en ocasiones anteriores (cf. Gálatas 1:9; 4:13) de las consecuencias de tal clase de vida. Ahora les recuerda de tales advertencias y les declara que esta carta es una advertencia repetida —antes de que el mal sucediese.

Acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican  tales cosas no heredarán el reino de Dios. 

El reino de Dios, del cual será excluida cualquier persona que viva por la carne, es la esperanza cristiana de la vida eterna pasada con Cristo, tanto aquí como más allá de este mundo. Esa es la “herencia” del creyente; es la salvación en su sentido más completo.

Pablo había declarado esta solemne advertencia en repetidas ocasiones a otras iglesias también. 
El creyente no está exento de responsabilidad ética más que lo que lo está el judío (cf. Ro. 2). Obviamente había en este particular un punto de equivocación, que desgraciadamente continúa hasta nuestros días. En vez de “indiferencia ética” alguna, el hombre en Cristo tiene por primera vez en su vida los recursos para vivir como Dios espera que viva.

La razón de la vehemente objeción de Pablo a la acción de los gálatas de regresarse a la ley era, precisamente, que marcaría un retorno a la carne. 

El hacer tal cosa era el “cortarse” o separarse de Cristo. Dios no tiene una doble norma, ni tampoco ve al creyente a través de lentes de cierto color, lo que le permite pasar por alto su conducta y aceptar en vez de ésta la obra perfecta de Cristo.

Cualquier hombre que viva por la carne, y por ende que produce sus obras, es excluido del reino de Dios
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