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sábado, 23 de abril de 2016

Anden en el Espíritu, y así jamás satisfarán los malos deseos de la carne. Porque la carne desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu lo que es contrario a la carne

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6





Llevemos de la mano a la congregación hacia La Palabra de Dios


PASOS PARA CONSEGUIR LA VICTORIA
Gálatas 5:16-18

16 Digo, pues: Andad en el Espíritu, y así jamás satisfaréis  los malos deseos de la carne. 17 Porque la carne desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu lo que es contrario a la carne. Ambos se oponen mutuamente, para que no hagáis lo que quisierais. 18 Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. 
Puestos los ojos en Jesús...Corramos con paciencia la carrera

LOS PASOS HACIA LA VICTORIA
“Andad por el Espíritu” (Gálatas 5:16) - PRIMER PASO
Ya le toca a Pablo dar los pasos hacia una vida bajo el control del Espíritu. 
Da una orden, modo imperativo en el tiempo presente siempre en vigor. “Digo, pues: Andad en (por, a través de) el Espíritu, y no (de ninguna manera jamás) satisfagáis (o el tiempo futuro fuerte: satisfaréis) los deseos de la carne” ’ (Gálatas 5:16). 

Hay varios matices de significado que podemos considerar. La orden de andar o vivir por el Espíritu está en pie y lo que sigue puede ser una garantía de que no habrá en el futuro. ¿Por qué ceder a los deseos egoístas de la carne?

Algunos interpretan “satisfacer” o “cumplir” (véase el verbo sinónimo en Romanos 8:4) en el tiempo futuro indicativo y otros dicen que es en el modo subjuntivo, un mandato indirecto. Por un lado, tenemos la seguridad de no ceder a la carne, y por el otro una orden de no cumplir o ceder a la carne. Prefiero la primera interpretación. Ya que es el Espíritu, el Santo, que no nos involucrará nunca en ser cómplice de la carne. El Espíritu Santo siempre produce la santidad.

Otra razón por la cual no pueden coexistir en paz el Espíritu y la carne en el andar del creyente es debido a la incompatibilidad del Espíritu Santo y la carne (Gálatas 5:17). 

Son polos opuestos y no hay manera de armonizar sus fines. Se oponen a sí mismos. Si la carne anda suelta en la vida del creyente, no puede haber control del Espíritu Santo por mucho que hablemos del bautismo del Espíritu o la facilidad de orar, el cantar o hablar en lenguas o aunque, a nuestra manera de ver las cosas, hayamos tenido una gloriosa experiencia en el pasado. La bendición del Espíritu sólo descansa en quien actualmente es santo en su manera de vivir.Ya que es el Espíritu de Cristo (Romanos 8:9), sólo habla de Cristo y lo glorifica a Él. 

“Pero cuando venga el Espíritu Santo de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío, y os lo hará saber” (Juan 16:13–15). 

Lo que nos anima es: 
“Hijitos, vosotros, sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).

El creyente sincero frente a las dos dinámicas (Gálatas 5:17)
“Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis”. ¿Qué quiere decir esta última frase? ¿Implica que la vida cristiana es una lucha interminable? De ninguna manera. Aunque estas dos dinámicas, el Espíritu y la carne, tienden en direcciones opuestas, hay que hacer frente a tal hecho, pero no nos obliga a vivir siempre en tal derrota espiritual.

Estas dos dinámicas son contradictorias entre sí; parecen competir; la evidencia de tal contradicción es patente en la vida de cualquier creyente sincero. Sin embargo, el hecho de que existan las dos en el creyente no nos obliga, repito, a vivir sumidos o encerrados en esa interminable lucha. A veces algunos intérpretes nos dejan con esa conclusión, ya sea dicha o inferida.

Esta sección de Gálatas introduce el posible conflicto entre el Espíritu y la carne. Pero en Romanos 7 y 8, Pablo mismo lo examina en mayor detalle describiendo su lucha interna y gemir ante la triste realidad de la carne. Fue lo que experimentó cuando vivía bajo la condena de la ley. 

Con toda honestidad, el apóstol señala tres pasos hacia abajo en su quebrantamiento durante su dura lucha. Pero, al final, ese proceso lo condujo a una victoria resonante.

Tres pasos en el descenso hacia el quebrantamiento como antesala de la victoria

  1. “¿Luego lo que es bueno (la ley en su debido ministerio), vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso. (Romanos 7:13).
  2. “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo” (Romanos 7:18);
  3. finalmente, Pablo no pudo más: “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24).
Puede existir tal conflicto, pero no es de ninguna manera la suerte o el final del creyente. El evangelio provee los medios por los cuales todo creyente puede vivir bajo el control del Espíritu y no bajo el de la carne, según Pablo asegura a los gálatas.Pablo relata en detalle la triste experiencia que le pasó cuando en dicha ocasión él aceptó la ley como el medio de la vida cristiana en Romanos 7:7–24. Pero no era la vida cristiana normal (como Watchman Nee afirma en el título de su valioso libro), porque afirma después de la iluminación del Espíritu en el siguiente verso: “Gracias doy a Dios, por Jesucristo nuestro Señor” (Romanos 7:25).

Después de una brevísima referencia al pasado en Gálatas 7:25 (b) se lanza en Romanos 8:1–4. “Ahora, pues, ninguna condenación (ningún tipo de condenación) hay para los que están en Cristo Jesús, Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me (nos) libró (tiempo aoristo/pasado en el original) de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó el pecado en la carne para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne sino conforme al Espíritu”.

Ésta es la victoria resonante que Pablo elabora en el resto de Romanos 8, el capítulo de la vida victoriosa bajo el control del Espíritu.

Otra Afirmación: bajo la gracia somos guiados por el Espíritu Santo (Gálatas 5:18)
“Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley”. Pablo reafirma que la ley sólo trae condenación porque nuestras mejores fuerzas son impotentes. Pero bajo la gracia de Dios nuestras fuerzas débiles se sustituyen por el poder del Espíritu que nos hizo ya nuevas criaturas en Cristo, soltando de una vez la misma dinámica del Espíritu. 

“Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14). Esto es lo que los gálatas, tentados a volver a la esclavitud de la ley, necesitaban oír.

Pablo vuelve a su tesis que el reinado de la ley sólo provoca la carne. Cuanto más el creyente quiere refrenar la carne y sus deseos, tanto más fracaso experimenta. Los esfuerzos inútiles nuestros nos conducen a la desesperación y la frustración.

Debemos recordar que el creyente ya murió a la ley y vive unido a Cristo resucitado. “Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis (casados) de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios… Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Romanos 7:5, 6).

La Epístola a los Romanos complementa y coincide con la carta a los Gálatas. Ambos trazan el proceder de la libertad en santidad. 

Romanos nos da la verdad en forma teológica y Gálatas en forma práctica frente a la ley que provoca la carne en sus múltiples manifestaciones.

Poderoso puntos para tomar en cuenta

  1. La carne en pleno desarrollo resulta en celos amargos y contenciones y toda obra perversa (Santiago 3:16).
  2. El evangelio nos introduce a una nueva relación: nuestra unión con Cristo, muertos a la ley y unidos a Cristo resucitado quien opera en nosotros a través del Espíritu Santo: “Andad en el Espíritu y no satisfaréis los deseo de la carne” (Gálatas 5:16). 
  3. Aunque las dos dinámicas son incompatibles, es nuestra sumisión y obediencia al Espíritu lo que produce la verdadera libertad en santidad (Gálatas 5:18).
  4. No es por los valientes esfuerzos nuestros sino por el oír con fe, nuestra muerte y resurrección en Cristo quien nos llena de su Espíritu. No es tanto una experiencia sino un andar diario.
  5. Pablo tendrá más por decir sobre las obras de la carne contra el fruto del Espíritu en el resto del capítulo cinco. Cerrará con broche de oro el tema con: “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gálatas 5:24, 25).
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viernes, 22 de abril de 2016

las obras de la carne son evidentes,...de las cuales les advierto,...que los que hacen tales cosas no heredarán el reino de Dios.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Llevemos a la congregación de la mano hacia La Biblia- La Palabra de Dios
INMORALIDAD SEXUAL
Gálatas 5:19-21 
19 Ahora bien, las obras de la carne son evidentes. Estas son: fornicación,  impureza, desenfreno, 20 idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, ira, contiendas, disensiones, partidismos, 21 envidia,  borracheras, orgías y cosas semejantes a éstas, de las cuales os advierto, como ya lo hice antes, que los que hacen tales cosas no heredarán el reino de Dios.
¿El Sexo es malo?

Inmoralidad sexual 
Gálatas 5:19
Las primeras tres obras se relacionan a la gratificación sexual, y sugieren un clima de depravación. 

Pablo principia así debido al clima moral de su mundo. Toda forma imaginable de inmoralidad era frecuente y visiblemente practicada por los gobernantes, los aristócratas, los filósofos, los poetas, los sacerdotes y los feligreses —sin sentido alguno de vergüenza o remordimiento. 

Era la manera aceptada de vivir. No debe entonces sorprendernos que este haya sido un problema con el que Pablo se atareó al tratar con sus convertidos del paganismo. 

El apóstol no toleraría claudicación alguna: la inmoralidad no podía tener lugar alguno en la vida cristiana.

Fornicación (porneia) tiene el mismo significado básico de prostitución, pero en realidad se relaciona a cualquier caso de coito, y por ende incluiría el adulterio. 

También incluye vicios contra la naturaleza o incesto, tales como la homosexualidad. 

Inmundicia (akatharsia) es impureza moral, de cuerpo o de mente, que sea repulsiva a seres humanos responsables y que separe a los que la cometan de un Dios santo.

El término lascivia (aselgeia) ofrece más dudas en cuanto a su etimología, pero la manera en la que Pablo la usa lo liga a la inmoralidad. Se trata de conducta disoluta, de un atropellamiento descarado de las normas de la decencia pública, y hasta del respeto de uno mismo, y sin consideración alguna de los derechos de los demás.

Barclay relaciona los tres términos muy significativamente. “Porneia indica el pecado dentro de un área específica de la vida, el área de relaciones sexuales; akatharsia indica una contaminación general de toda la personalidad, que mancha cada esfera de la vida; aselgeia apunta a un amor al pecado tan desenfrenado y tan audaz, que el que así se porta ha dejado de preocuparse por lo que Dios o el hombre piensan de sus acciones.”

La laxitud moral que está inundando nuestro mundo debe ser razón de alarma para todos los seres pensantes. La historia enseña claramente que tal cosa es la indicación segura de una civilización a punto de derrumbarse. La señal más seria que observamos es la defensa del “amor libre” y la eliminación que los educadores han hecho de las restricciones e inhibiciones morales. 

El paso final será que los líderes religiosos acepten tales prácticas —¡y hay indicios de que esto ya está principiando a suceder! La contestación cristiana para nuestro día no es diferente de la que se dio en tiempos de Pablo; y no es un legalismo estéril, sino una disciplina dinámica a través del Espíritu.

Doctrinas falsas 
Gálatas 5:20 ab 

El segundo grupo de “obras” malignas se relaciona a las prácticas de religiones paganas, lo que era también una fuente de problemas para los convertidos de Pablo que habían sido paganos. Idolatría (20; eidololatria) alude a la adoración tanto de la imagen como del dios que ésta representa. Aquí yace su peligro sutil. Originalmente no se intentó que ningún ídolo fuese adorado. 

La imagen se había provisto para que localizara y visualizara a la deidad, y en ese grado hiciera fácil la adoración de ese dios del cual era una representación. 

El problema básico de la idolatría es que la creación es adorada en vez del Creador (cf. Ro. 1:19–23). En este sentido la idolatría no es un problema menor en nuestros días, a pesar de que se disfrace en una forma más “moderna”. “Cuando quiera que cosa alguna en el mundo principie a ocupar el lugar principal en nuestro corazón, en nuestra mente y en nuestros objetivos, entonces ese algo se ha vuelto un ídolo, pues ha usurpado el lugar que le corresponde a Dios.”

No es una coincidencia que en el pensamiento de Pablo la ídolatría sea asociada con la inmoralidad. La prostitución era una parte básica de muchas religiones paganas. En el Antiguo Testamento hay un claro precedente para condenar ambas, en su asociación de la una con la otra.

La práctica de hechicerías (pharmakeia) es el uso de brujería, o de la magia para fines religiosos. La palabra originalmente significó el uso de drogas, que posteriormente se intentó con fines perversos (cf. veneno). Esta clase de hechicerías se volvió un medio para llegar a una práctica más amplia de la magia, que gracias a la superstición, estaba estrechamente asociada a la religión. 

Este problema ha sido una plaga crónica de la iglesia cristiana por largo tiempo, y en algunos lugares una increíble cantidad de prácticas supersticiosas fueron “cristianizadas” en vez de eliminadas.

Relaciones humanas anticristianas 
Gálatas 5:20 c–21 

Las siguientes ocho “obras de la carne” están en el corazón de la lista de vicios. 

Todas las ocho tienen que ver con relaciones interpersonales, lo que indica el hecho de que esto ocupaba un lugar prominente en el pensamiento de Pablo.

Enemistades (echthrai, trad. lit.), era una actitud aceptada y aprobada de vida en tiempo del apóstol. Puesto que existía enemistad declarada entre grupos raciales y culturales —por ejemplo los griegos contra los bárbaros, y los judíos contra los gentiles— no debe sorprendernos que tales actitudes frecuentemente caracterizaran las relaciones entre las personas. Todo esto es contrario a la ética cristiana, y Pablo lleva el asunto hasta su punto de origen: “La mente carnal es enemistad contra Dios” (Ro. 8:7, lit.), y naturalmente resulta en la enemistad entre los hombres o contra ellos. Tales odios producen pleitos o tensiones (eris). 

La enemistad (echthra) es una actitud mental hacia otras personas; y los pleitos (eris) son el resultado en la vida cotidiana de ese estado mental. La enemistad y los pleitos tienen una interrelación íntima que obra en ambas direcciones. La enemistad resulta en pleitos, y los pleitos causan enemistades. Pablo enseñó con claridad que los pleitos, tan característicos del mundo pagano (cf. Ro. 1:29), eran algo diametralmente opuesto a la unidad que Dios quería que existiera en el compañerismo cristiano. Por lo tanto, Pablo condenó severamente su manifestación en la iglesia. Este era un punto tan importante que el apóstol usa tres términos adicionales para manejar el mismo asunto fundamental de elementos divisivos en el cuerpo de Cristo.

Tanto en el Nuevo Testamento como en la Septuaginta la palabra celos (zelos) es usada con dos significados distintos. Pablo la usa para denotar celo, entusiasmo, o fervor en la realización de una causa o tarea. En el griego clásico zelos frecuentemente denotaba una virtud noble (cf. 2 Co. 11:2), que proveía el ímpetu para emular aquello que era admirado y que otros estaban demostrando o poseyendo. Sin embargo, tal concentración en la buena fortuna o suerte de otros puede degenerar en un resentimiento quejumbroso, haciendo que zelos se vuelva algo similar a la envidia (phthonos, 21). 

Por ende, emulación, (“celos”, R-V.; gr. zelos) no es intrínsicamente maligna. Cuando uno confronta el éxito y los logros de otras personas, puede recibir de ello la inspiración para ascender a nuevos logros uno mismo, o puede resentir la buena fortuna de esas personas con una envidia amarga. Este es el segundo significado de zelos en el Nuevo Testamento. Significa “celos” con una connotación mala. Obviamente este es el significado que tiene en este pasaje.

Una de las más complejas “obras de la carne” es iras (thymoi). 

En la Septuaginta tiene un “amplio rango de significado, incluyendo la ira humana y divina, ira diabólica y bestial, ira noble y destructiva”. Sin embargo Pablo y otros escritores nuevotestamentarios usan el término primordialmente con referencia al hombre.45 Reflejando una distinción encontrada en el griego secular, thymos da énfasis a los aspectos violentos y breves de la ira —“Temperamento explosivo, o ira relampagueante”; por ende es distinta de la ira crónica (orge). 

Lo que es más, thymos es una “ira” que es una verdadera “locura temporal”, y que refleja una hostilidad pecaminosa que claramente es un mecanismo de defensa de la carne. Frecuentemente se ha observado que el temperamento es necesario para que una persona tenga una personalidad bien equilibrada; por lo tanto, no hay duda de que la ira tenga connotaciones tanto buenas como malas. 

Pero en el Nuevo Testamento, el temperamento que cumple un buen propósito siempre es orge, y nunca thymos. “Thymos es algo que debe ser exiliado de la vida cristiana… el Nuevo Testamento enseña con claridad que tales demostraciones de temperamento son manifestaciones pecaminosas de que un hombre todavía está bajo el control férreo de su propia naturaleza inferior (la carne).”

Las tres siguientes “obras de la carne” describen más detalladamente los pleitos (eris, 20) considerados anteriormente, y son traducidos mejor cuando son considerados en la relación que existe entre las tres. 

Contiendas (eritheiai) es traducido en una diversidad de maneras, lo cual refleja una incertidumbre en cuanto a su significado. 

Barclay concluye: “En el uso que Pablo le da, la palabra claramente denota el espíritu de la ambición personal y de la rivalidad que resulta en esa formación de partidos o grupos que se consideran más importantes que la iglesia.” 

La ambición personal y egoísta es deplorable cuando sucede en posiciones de responsabilidad pública, pero no es menos trágica en la iglesia.

Estrechamente relacionadas son las disensiones (dichostasiai), cuya mejor traducción es: “divisiones.” 

La rivalidad que es motivada por los intereses egoístas puede resultar sólo en divisiones que destruyen la unidad de la iglesia. Pablo no está hablando aquí de esas diferencias que se basan en convicciones sinceras; lo que a él le preocupa son esas divisiones causadas por móviles equivocados que pueden atribuirse a la carne pecaminosa. 

Las diferencias válidas no son incompatibles con el compañerismo armonioso, gracias a que una parte vital de la libertad y del amor es el respeto para las opiniones de los demás, aun cuando éstas chocan con las nuestras. Sin embargo, le corresponde a cada creyente el examinar su corazón constantemente, no sea que califique como principio lo que sólo es prejuicio, y dedicación lo que no es sino testarudez.

Lo que es cierto de la persona es igualmente cierto de la iglesia
Hay que distinguir las diferencias teológicas y eclesiásticas, basadas en convicciones, de esas divisiones que son motivadas por la búsqueda egoísta de los propios intereses de una persona o de un grupo. 

Con demasiada frecuencia, cuando la iglesia debería ministrar a una sociedad despedazada por divisiones de clase, de raza y de partido político, está en tal condición que se le puede amonestar: “Médico, cúrate a ti mismo.”

Un paso más en el sendero destructivo de las divisiones es el de las herejías (haireseis). La transliteración en castellano (herejías) expresa más la idea del abandono de la ortodoxia que lo que el término griego hace. La palabra original básicamente denota un grupo que está unido por la misma creencia o conducta. Por ende, intrínsicamente no tiene una connotación mala. Sin embargo, Pablo la usa con referencia a los elementos divisivos en la iglesia, que se habían formado en grupos o sectas. Tales “grupitos” fragmentaban la iglesia, “¡y una iglesia fragmentada ha dejado de ser iglesia!” 

Muy naturalmente esos grupos exclusivos consideraban que ellos estaban bien y todos los demás mal. Pablo condenó tal sectarianismo como “las obras de la carne”.

Envidias (phthonos, 21) es un concepto totalmente malo. En contraste con celos (zelos, 20), no tiene posibilidad alguna para bien. La envidia produce un resentimiento amargo, así como también frecuentemente en un esfuerzo de privarles a los demás de su buena fortuna o éxito (cf. Ro. 1:29; Fil. 1:15).

Es obvio que muy claramente relacionado a lo que estas “obras de la carne” tienen que ver con las relaciones interpersonales está la preocupación de Pablo por la unidad y la armonía del compañerismo cristiano. 

Ningún hombre vive, o muere para sí. El pecado es una espada de dos filos, que cortan agudamente tanto en la responsabilidad personal cuanto en las consecuencias sociales. El daño más grande de la ira, la enemistad, los celos, la envidia y hasta de las rivalidades es lo que le hacen a la iglesia. Tales actitudes carnales de parte de las personas producen cismas, divisiones y facciones.

Todo esto nos habla de la imposibilidad de una unidad superficial. 
Los males aludidos no pueden “barrerse” debajo del tapete de la claudicación o del fingimiento. Los hombres que “viven de acuerdo a la carne” no pueden “vivir juntos en armonía”. Hay un “camino más excelente” al cual Pablo dedicará su atención muy pronto.

Pablo termina su lista de “las obras de la carne” con dos términos de significado obvio: borracheras (methai) y orgías (komai). Las Escrituras, y para nuestra sorpresa, la sociedad de los días de Pablo, reconocía que la borrachera era vergonzosa y degradante. Definitivamente no tiene lugar alguno en la vida del cristiano. Aunque el término traducido orgías era usado en el griego secular para denotar sencillamente una celebración, en el Nuevo Testamento es usado para describir excesos que pueden mejor ser descritos como libertinaje. Acciones tales contradicen un testimonio cristiano.

Esta lista no intenta ser exhaustiva, ni Pablo quiso hacerla una base completa para edificar un código cristiano de conducta. 

La frase y cosas semejantes a estas muestra que el escritor intentó que la lista fuese representativa en principio de la clase de males que resultan de vivir de acuerdo a la carne. 

Es trágico, y nos asusta, pensar que, sin excepción, cada una de las “obras de la carne” es una perversión de actitudes que en sí mismas son potencialmente buenas.

Emanan de deseos legítimos que son satisfechos ilegítimamente. Por lo tanto, siempre permanecen como abismos posibles hasta para el hombre de fe. Satanás es un enemigo astuto, y el pecado es engañador. El cristiano necesita examinar frecuentemente su corazón y su vida a la luz de las enseñanzas de la Biblia y bajo la dirección del Espíritu.

Aparentemente Pablo les había advertido a los gálatas en ocasiones anteriores (cf. Gálatas 1:9; 4:13) de las consecuencias de tal clase de vida. Ahora les recuerda de tales advertencias y les declara que esta carta es una advertencia repetida —antes de que el mal sucediese.

Acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican  tales cosas no heredarán el reino de Dios. 

El reino de Dios, del cual será excluida cualquier persona que viva por la carne, es la esperanza cristiana de la vida eterna pasada con Cristo, tanto aquí como más allá de este mundo. Esa es la “herencia” del creyente; es la salvación en su sentido más completo.

Pablo había declarado esta solemne advertencia en repetidas ocasiones a otras iglesias también. 
El creyente no está exento de responsabilidad ética más que lo que lo está el judío (cf. Ro. 2). Obviamente había en este particular un punto de equivocación, que desgraciadamente continúa hasta nuestros días. En vez de “indiferencia ética” alguna, el hombre en Cristo tiene por primera vez en su vida los recursos para vivir como Dios espera que viva.

La razón de la vehemente objeción de Pablo a la acción de los gálatas de regresarse a la ley era, precisamente, que marcaría un retorno a la carne. 

El hacer tal cosa era el “cortarse” o separarse de Cristo. Dios no tiene una doble norma, ni tampoco ve al creyente a través de lentes de cierto color, lo que le permite pasar por alto su conducta y aceptar en vez de ésta la obra perfecta de Cristo.

Cualquier hombre que viva por la carne, y por ende que produce sus obras, es excluido del reino de Dios
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miércoles, 6 de abril de 2016

Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón; porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6





Prepárate bíblicamente para enseñar en la Congregación

La Institución del Matrimonio por El Señor
Génesis 5:1-2

5: 1Este es el libro de las generaciones de Adán. El día en que creó Dios al hombre, a semejanza de Dios lo hizo. 2Varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados.

Llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados.


Un paseo a través de la sección del matrimonio y la familia de la librería cristiana local demuestra fácilmente que los cristianos modernos tienen un interés tremendo en el tema del matrimonio y la familia. 

Pero este negocio en auge matrimonial (libros, conferencias, seminarios, asesoramiento) es en realidad una señal de enfermedad y no de salud. En un sentido muy verdadero, nuestro interés es morboso, casi patológico. Parecemos un enfermo de cáncer terminal, investigando fervientemente los tratamientos alternativos, con la esperanza vana que algo se pueda hacer. Desesperados por la felicidad de nuestras relaciones, y descontentos con lo que nos ha dado Dios, les estamos implorando a los expertos que nos enseñen la salida.

Dios es el Señor. 
El es céntrico a la integridad de todo, incluso el matrimonio. Tiene la primicia sobre el cielo y la tierra, y todas sus criaturas tienen la responsabilidad moral de reconocer a esa primicia en todo lo que hacen, incluso en como se casan. 

El hombre y la mujer que juntos tienen esta orientación, en un lazo de alianza, disfrutan de un matrimonio cristiano. Si niegan o no le hacen caso a esta verdad, lo harán por su propio riesgo. 

El cristiano maduro entiende que la obligación de todas las criaturas es glorificarle a Dios en todo. Por lo tanto es evidente que tal varón cristiano maduro será también un marido de madurez. Igualmente, la mujer cristiana de madurez será una esposa madura. 

La madurez en el Señor es una condición previa a la madurez en el matrimonio.

Al estudiar el tema del matrimonio, debemos empezar con la enseñanza bíblica sobre la naturaleza y el carácter de Dios. Cuando lleguemos a entender que El es realmente el Señor, nos volveremos hacia El naturalmente para aprender como se aplica su ley benigna al cimiento y al propósito del matrimonio.

El Pacto

La naturaleza del Dios Trino se presenta en las Escrituras bajo figura de vínculo entre padre y hijo. Dios es el Padre, y Jesucristo su único Hijo. Antes de establecer la fundación de la tierra, el Padre ya había escogido una novia para su Hijo. Esa novia es la iglesia cristiana, los escogidos de Dios. 

“Y vino a mí uno de los siete ángeles… y habló conmigo, diciendo, ‘Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero.’ Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo de Dios” (Apo. 21:9–10).

Pablo nos enseñó que debemos conscientemente considerar nuestros matrimonios como representaciones menores del matrimonio central, el de Cristo con su iglesia. Esto es un gran misterio, dice él, pero cuando deja el hombre a su padre y a su madre, y se casa con su esposa, hace una declaración con respecto a Cristo y la iglesia. Dependiendo del matrimonio particular, esa declaración se hace mal o se hace bien, pero siempre se hace.

Por lo tanto comprendemos cómo la fundación del matrimonio tiene que ver con pacto. La relación de Dios con nosotros a través de Cristo es una de pacto – es el Nuevo Pacto – y nuestros matrimonios son una pintura de esa verdad. El cimiento de la vida santa matrimonial es la misma para toda la vida santa – en todo debemos buscar la gloria de Dios. Nuestro Dios Trino es un Dios que hace pacto y que guarda pacto, y El ha escogido al matrimonio como uno de los mejores medios por el cual los hombres caídos le puedan glorificar.

Al atacar la naturaleza del matrimonio como pacto, el error del feminismo ha sido muy eficaz. A través de toda la historia de la iglesia, las herejías destructoras se han usado por el Dios soberano para obligar a la iglesia a definir todo lo que no estaba claro. El hereje Marción fue él que provocó a la iglesia para que identificara el canon de la Escritura, el hereje Arrio que obligó a la iglesia a que testificara claramente de la plena divinidad del Señor Jesús, y así sucesivamente. Hoy en día el feminismo está proveyendo ese mismo servicio a través de su reto al pacto del matrimonio.

Sin el desafío del error, podemos muy fácilmente dejarnos ir a la deriva, haciendo lo que nos parece “natural” o “tradicional.” Miles sin número hacen unas cuantas cosas porque “simplemente les parecen correctas.” Sin embargo, siempre y cuando que se desafíe esa costumbre, el tradicionalista se queda perplejo. “Bueno, realmente no estoy seguro porqué hago eso.” Considere, por ejemplo, nuestra costumbre de la mujer tomando el apellido de su marido. ¿Por qué lo hacemos? ¿ Por qué es que María Sánchez se vuelve en María Sánchez de López? ¿Lo requiere la Biblia? 

Algunos se quedarán sorprendidos, pero la Biblia sí enseña que Dios llama al marido y su esposa por el mismo nombre – el del marido. Esto respalda completamente tanto nuestra costumbre de tomar un nombre nuevo como la verdad del pacto que esa costumbre representa.

“Este es el libro de las generaciones de Adán. El día en que creó Dios al hombre, a la semejanza de Dios lo hizo; varón y hembra los creó; y los bendijo, y llamó el nombre de ellos Adán, el día en que fueron creados” (Gen. 5:1–2). En otras palabras, Dios creó a Adán y a su esposa varón y hembra; los bendijo y los llamó a ellos dos Adán. Desde el principio, ella era participante en el pacto con Dios en nombre de su marido. Dios no la llama Adán a ella sola; la llama Adán junto con él.

Adán se dio cuenta de su falta de una compañera idónea por primera vez después de ponerles nombres a los animales. “Y puso Adán nombres a toda bestia y ave de los cielos y a todo animal del campo: mas para Adán no se halló ayuda idónea para él. Entonces, Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar” (Gén. 2:20–21). 

Cuando Adán les ponía nombres a los animales, no iba pegando etiquetas al azar. En el mundo antiguo, los nombres eran muy significativos, y representaban la naturaleza y el carácter de todo a lo que se le ponía nombre. Esta significación es muy evidente en las narraciones de Génesis en las cuales se le pone nombre a la esposa de Adán. En ponerle nombres a los animales, Adán no encontró ninguno que pudiera ser ayuda idónea para él.

Después de la creación de su esposa, Adán la recibe, y le pone nombre. “Dijo entonces Adán: ‘Esto es ahora hueso de mis huesos, y carne de mi carne; ésta será llamada Varona [Ishshah, no Eva], porque del Varón [Ish] fue tomada.’ Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” (Gen. 2:23–24).

Como enseña el versículo 24, Adán e Ishshah fueron una pareja paradigmática o de patrón. No fueron simplemente dos individuos cualquiera. 

Cuando el Señor Jesús nos enseñó sobre el tema del divorcio, apeló a la ordenanza matrimonial desde la creación que se encuentra en los primeros capítulos de Génesis. Nos enseña que Dios es él que une al hombre y la mujer en matrimonio, y lo que Dios ha unido, el hombre no tiene autoridad para separar. 

Hay tentación de razonar que en Génesis Dios unió solamente a Adán y Eva – dos individuos como individuos. Pero este razonamiento resiste a la enseñanza de Cristo, quien insistió que Adán y Eva fueron una pareja paradigmática. Cuando Dios los unió a ellos, estaba uniendo a cada hombre y mujer que jamás se han unido sexualmente en un vínculo de pacto.

Hay otros hechos que también son obvios en esta ordenanza matrimonial desde la creación. Porque Dios creó a Adán y Eva, la homosexualidad queda excluida. Porque Adán no encontraba ayuda idónea para él entre los animales, la bestialidad se excluye. Y porque Dios creó solamente una mujer para Adán, el patrón de la monogamia está fijado claramente y demostrado a nosotros. 

La poligamia que se encuentra entre los santos de Dios en el Antiguo Testamento no cambia nada de esto. La poligamia fue instituida por el hombre, y no por Dios. La primera mención de una unión poligamia fue la de Lamec (Gen. 4:19), y eso sin indicación ninguna de aprobación divina. Pero más importante, la poligamia no está de acuerdo con la ordenanza matrimonial desde la creación, o con la pintura dada en el Nuevo Testamento de Cristo y la iglesia.

Así que, este pasaje de Génesis nos enseña que recibiendo Adán a la mujer, y poniéndole nombre a ella, Dios estableció en el patrón para todos los matrimonios desde entonces adelante. “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre…” Pues, en este momento Adán aún no le había dado a su esposa el nombre de Eva. Adán le dio a su esposa dos nombres individuales. El primero fue Ishshah, o Varona, porque del varón fue tomada. El segundo fue Chavvah – portadora de vida, o como se dice en español, Eva. “Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva [Chavvah], por cuanto ella era madre de todos los vivientes.” (Gen. 3:20).

En ambos pasajes donde se le da nombre a ella, se afirma claramente que sus dos nombres revelan verdad acerca de ella. El primero revela su dependencia del hombre – del varón fue tomada. El segundo revela la dependencia del hombre de ella – cada hombre desde entonces es su hijo. Siglos después, el apóstol Pablo nos enseña que hayamos de recordarnos continuamente de estas dos verdades en nuestros matrimonios. Cada esposa es un Ishshah, y cada esposa es una Chavvah. Cada una es Varona, y cada una es Eva.

“Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón; porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios” (1 Cor. 11:11–12). Fíjese de que la progresión de enseñanza de Pablo sigue el mismo patrón que se ve en Génesis. La mujer “procede del varón (Ishshah), así también el varón nace de la mujer (Chavvah): pero todo (Adán) procede de Dios”.

Dios fue el que llamó a nuestros primeros padres por el nombre colectivo de Adán. Pues, Adán también es un termino genérico por el hombre o la humanidad. Esto muestra claramente la costumbre bíblica de incluir a las mujeres bajo semejante descripción. 

Nuestro uso en español del genérico hombre y humanidad sigue este ejemplo bíblico exactamente. Lejos de ser insultante a las mujeres, como lo quieren mantener las feministas, refleja el patrón de razón bíblica. La reacción feminista y su rehuso del tomar un apellido nuevo (¡para quedarse con su apellido paterno!), no es simplemente una tontería. Es la rebeldía fundamental contra Dios. Así cuando la Srta. María Sánchez se convierte en la Sra. Diego López, eso no es simplemente “algo que se hace.” Es el sello y la seguridad del pacto matrimonial.

Con esta estructura para entender el pacto de matrimonio, podemos empezar a considerar los propósitos básicos del matrimonio. 

La Biblia expone tres razones terrenas y básicas para el matrimonio. Ellas son, cada una a su vez: 

  • la necesidad para compañerismo idóneo, 
  • la necesidad para descendencia santa, y 
  • la necesidad de evitar la inmoralidad sexual.
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lunes, 4 de enero de 2016

¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo... Todos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Nos preparamos para enseñar en la Congregación
LA PROMESA BENDITA DE ESTAR NUEVAMENTE CON LA IGLESIA
Hechos 1:9-14

9Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. 
10Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, 11los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo. 
12Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo. 
13Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo. 
14Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.
LA PROMESA DE VOLVER
LOS PRIMEROS SÍNTOMAS DE LA COMUNIÓN (Hechos 1:9–14)
PRIMEROS EFECTOS DE LA PARTIDA DEL SEÑOR
1.     El robustecimiento de la fe al ver cumplida su palabra: (a) había venido del cielo (Jn. 6:38, 51, 61, 62); (b) volvería al cielo (Jn. 14:1–3, 19; 16:5, 16) y cumplió.
2.     La confirmación de la esperanza al ver la manifestación de su señorío todopoderoso. Verlo ir, es también ver cómo puede volver. Su ida es la primera fase del retorno. Donde él está nosotros también iremos. El es “las primicias”, después nosotros los que somos de él en su venida.
3.     La inflamación del amor. Necesitaron una visión personal del Señor glorificado para que salieran juntos, y fuertemente unidos en el amor mutuo (Lc. 24:52–53). La lección no ha cambiado.
Esa visión fue la base para formar y consolidar la comunión. Hasta ese presente los que no sabían el significado de la unidad podían “estar juntos” pero no eran uno. Fue necesario que vieran a Cristo ascendido para que todos comenzaran a tener la misma visión, y en consecuencia la misma motivación. Para ser testigos tenían que hablar lo mismo, y vivir lo mismo.

Aunque el término koino̅nia no es frecuente en el libro, la actividad de la comunión es esencial para el desarrollo de la iglesia. Tal como lo estudiaremos más adelante, tiene la función de establecer una unidad vital entre Dios y nosotros (1 Jn. 1:1–3) que no comienza con actividades o labores por nobles que fueren sino con la presencia del Señor resucitado.

Entonces, aparte de haberle oído por cuarenta días, ahora tenían que comprobar algo más.
A. Una misma visión
El cielo es el granero de Dios. Allí está la meta de sus planes tal como se los había mostrado el Señor Jesús (Jn. 14:25). A ese lugar apuntan todos los propósitos de los siglos (Jn. 17:24). ¿Por qué tiene tanta importancia que lo hayan visto ir?

En primer lugar, por el cumplimiento de sus palabras. Durante el ministerio público Jesús lo había insinuado varias veces (Jn. 6:62; 20:17). Había hablado y trabajado en función de su regreso al cielo. Al principio, los doce no lo entendieron, pero ahora lo ven con claridad. Se dan cuenta de la importancia de las promesas cumplidas. Se dan cuenta de que así como Cristo prometió, debían hacerlo ellos. Lo que desde ese momento en adelante dijeran, representaba las palabras de Cristo. Como él había cumplido, ellos también tenían que hacerlo (2 Co. 1:20).

En segundo lugar, porque una misma visión tenía que producirles un mismo sentir; ésta es la estructura de la comunión (1 Co. 1:10). La visión de la victoria de Cristo es fundamental para el servicio (Ef. 1:9–23). Sin visión no hay victoria y es imposible subsistir frente a las fuerzas del mal (7:55–57). La iglesia que estaba en gestación, tuvo este principio en su estructura: once hombres instruidos y comisionados mirando la ascensión del Señor Jesús.

En tercer lugar, porque tenían que saber que la vida que iniciaban era distinta a la anterior. Hasta ese momento, de una u otra manera habían trabajado en función de los dichos de los fariseos o del resto de la gente. Ahora no sólo tenían la versión correcta de lo que había sucedido con Jesús, sino que además poseían el método para hacerlo saber a los demás.

La ascensión es un milagro y la predicación de ese milagro genera otros milagros en transformación y consolación. Lo que hace no es momentáneo ni ficticio, es real (Col. 3:1) y duradero.
B. Una misma explicación
Después de haberles hablado con claridad, Jesucristo dio por concluida su misión en la tierra, indicando con esto que la vida cristiana también tiene sus etapas. El ministerio no finaliza, pero no siempre es el mismo. El había concluido su labor en la tierra; ahora iniciaba otra en el cielo (Jn. 17:4).

La bendición impartida (Lc. 24:50–51) es el sello de un trabajo bien terminado a su tiempo. No fue apurado ni incentivado por las circunstancias. Simplemente había sido planeado, prometido y ahora cumplido (comp. Lv. 9:22). Todos por igual entienden lo mismo, viven lo mismo y se disponen a hacer lo mismo. Habían visto y pasado por aflicciones, y ahora comprenden su valor. Se dan cuenta de que en las manos de Dios el dolor termina en gloria.
LA ASCENSIÓN DE CRISTO
1.     Las circunstancias: “viéndolo ellos”
a.     dirigido al cielo
     el poder de la resurrección (Mr. 16:19) (Fil. 2:9–10)
b.     recibido por una nube
     la aprobación de Dios (Lc. 9:34, 35) (Ex. 13:21; 16:10; 40:38)
2.     Los beneficios:
a.     formación de la comunión (Hch 2:1)
b.     seguridad de la venida del Espíritu (Jn. 16:7)
c.     confirmación de la intercesión (Jn. 14:16)
3.     La conclusión:
a.     estímulo para el futuro (v. 11)
b.     preparación para las tareas (v. 12)
“FUE ALZADO, Y LE RECIBIÓ UNA NUBE”
1.     Como la conclusión de la primera etapa de su ministerio (Hechos 3:21; Ef. 4:10)
a.     Entró al mundo en humildad (Gá. 4:4)
b.     Salió de él gloriosamente (1 Ti. 3:16)
2.     Como anticipo de la venida del Espíritu (Jn. 16:17)
a.     Tenían que quedar solos para aprender a confiar
b.     Tenían que vivir juntos para practicar la comunión
c.     Tenían que decidir responsablemente para saber actuar
3.     Como la manera de cambiar la visión de los apóstoles
a.     De mirar para atrás a ver el futuro
b.     De mirar para abajo a esperar en el Señor
c.     De mirar hacia lo terrenal a sentir el poder de Dios
C. Una misma expectativa
Una escena muy extraña se produjo sobre el monte de los Olivos adonde con seguridad Jesucristo los había llevado después de vivir en Betania (Lc. 24:50). Era el lugar indicado para la despedida. El texto dice que “estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba” dos personas con vestiduras blancas se pusieron junto a ellos.

Había miles que esperaban en aquellos días la “redención de Israel”, pero solamente unos pocos (v. 10)pudieron contemplar o confirmar al Redentor.

Unos años atrás, mientras los judíos miraban los movimientos de Herodes, y otros contemplaban las campañas conquistadoras de César, los ángeles contemplaban, anunciaban y alababan el nacimiento de Jesús; le ministraron en el desierto; lo asistieron en Getsemaní; montaron discreta guardia sobre la tumba en el huerto. Pero ahora todo había cambiado. La labor de los “seres celestiales” era confirmar la fe de los fieles y ayudarles a mirar el futuro que se avecinaba. Pero sigamos lo que dice el texto:
a.     Los mensajeros: “se pusieron junto a ellos dos varones”.
¿Serían los mismos que habían quitado la piedra del sepulcro? (Lc. 24:4). No lo sabemos. Quienesquiera que fueran, vinieron para dar testimonio de lo que estaba a punto de ocurrir. Lo hicieron para honrar la despedida y animar a los apóstoles. Se pusieron “junto a ellos” como verdaderos paracletos a fin de realizar una doble actividad. Primero, de cariños o reproche, “¿por qué estáis mirando al cielo?” Que es como decir: “No es necesario que lamenten lo que ya es una bendición. Todo lo necesario para el bienestar de ustedes está cumplido y ahora se va para que ustedes sean de bendición a muchos”.

Si tuviéramos que aplicar estas palabras a nuestra vida diríamos que en toda partida de seres queridos hay desconsuelo y desasosiego. Hay preguntas sin responder y miradas que muestran incomprensión o asombro. El vacío es, al parecer, imposible de llenar. Pero aunque esa situación sea difícil, hallamos sentido después que podemos oír la voz del Paracleto (comp. Sal. 126:5–6).

Segundo, un anuncio reconfortante. Ni ellos (los dos varones) se quedarían en ese lugar, ni los once. La comisión que tenían y las promesas recibidas necesitaban otras condiciones para desarrollarse. Comenzarían a pensar en todas estas cosas a partir de la ascensión del Señor Jesucristo. Ahora el retorno es una realidad. Más que seguirle con los ojos mientras se iba, tendrían que comenzar a esperarle cumpliendo sus palabras.
b.     El mensaje: “Este mismo Jesús …”
Fue poco lo que les dijeron, o posiblemente Lucas haga un resumen del mensaje. Lo que sacamos en esencia es lo siguiente: En primer lugar, la persona que volverá es la misma que se fue. Ningún acontecimiento de la historia ni otro incidente podría ser el complemento de esa promesa. Vuelve él mismo. Vuelve el Amigo, el Consejero, el Señor poderoso. En segundo lugar, “así vendrá”. 
Así como vino a Belén irrumpiendo en un mundo confuso y totalmente desorientado, así regresaría, pero a diferencia de aquella primera venida, vendrá inesperadamente para muchos, pero con gloria para los que lo esperan (He. 9:28). Era necesario que se comprometieran con la segunda venida del Señor para que sus ministerios fueran humildes, santos y desinteresados en ellos mismos. Tenían que saber que en cualquier momento habría de volver. Esa vuelta por muchas razones es el incentivo para ellos y para nosotros.
PROPÓSITOS DE LA SEGUNDA VENIDA
1.     Ser glorificado en los santos (2 Ts. 1:10)
2.     Aclarar lo oculto de los corazones (1 Co. 4:5)
3.     Reunir a su iglesia (1 Ts. 4:15–17)
4.     Juzgar a los santos y también al mundo (2 Co. 5:10; Mt. 25:31)
5.     Recompensar a cada uno por su labor y fidelidad (Ap. 22:12)
6.     Establecer su reino de justicia y paz (Is. 24:23)
7.     Mostrar su identidad, “Este mismo Jesús” (Ef. 4:9–10)
NUESTRA REACCIÓN HACIA LA SEGUNDA VENIDA
1.     Vivir su inminencia (Ro. 13:12; Fil. 4:5)
2.     Santificar nuestro estilo de vida (Mt. 24:44, 46)
a.     Más santidad (1 Ts. 3:12, 13)
b.     Más sinceridad (Fil. 1:10)
c.     Más vitalidad (1 Co. 1:8)
d.     Más hermandad (1 Co. 4:5)
e.     Más paciencia (Stg. 5:7–8)
3.     Amar ese acontecimiento como único (2 Ti. 4:8)
4.     Esperar que ocurra mientras servimos a otros (Fil. 3:20; 1 Ts. 1:10)
5.     Tener valor para que no nos distraiga el enemigo (Mt. 24:42; Lc. 21:36)
6.     Tener paciencia hasta verla (2. Ts. 3:5)
Además, las palabras “como le habéis visto ir al cielo” no pueden referirse a la venida del Espíritu Santo ni a la comunión espiritual entre Cristo y los suyos (Mt. 28:20), sino a un acontecimiento futuro y singular mucho más significativo que los dos anteriores, sin quitarle a ninguno su gloria. 

La iglesia del siglo I esperaba ardientemente que el retorno se produjera en esos días (1 Ts. 4:17). Al pasar el tiempo y observar que las cosas no se daban como lo habían diagramado, la expectativa se enfrió. Sin embargo, Dios no posterga su venida; más vale quiere que todos conozcan sus propósitos (2 P. 3:9). Volver a reiterar la necesidad de recrear en nosotros el estilo de vida que tiene la “presencia” (gr. parousia) como expectativa: “Así vendrá como le habéis visto ir al cielo”.
D. Una misma reacción
Para aquellos apóstoles la partida del Señor en la manera en que había sucedido y la explicación que los dos varones habían dado tenían valor permanente. No necesitaban quedarse por más tiempo en ese lugar. Todo estaba claro. En su interior ya tenían presente cuáles eran las primeras etapas en el propósito de Dios.
FUNCIONAMIENTO DEL PLAN
1.     Unidad en el retorno de Cristo
     Visión de la ascensión
2.     Unidad en el mensaje de los ángeles
     Confirmación de la fe
3.     Unidad en el testimonio de victoria
     Retorno juntos a la ciudad
4.     Unidad en la espera del Espíritu Santo
     Todos esperan Pentecostés
5.     Unidad en el testimonio que tenían que dar
     Todos reunidos para alabar al Señor
Ni el Señor Jesús les dijo ni los dos varones les explicaron cuánto tiempo habría entre su partida y el retorno anunciado. Pero lo que vivieron fue suficiente para volver gozosos. Caminaron el kilómetro que los separaba desde Jerusalén, no tan ansiosos de que el Señor volviera en ese momento, como sí de poder cumplir con las normas trazadas. Intencionalmente el Señor los había dejado cerca de la ciudad para que pudieran volver a los suyos sin quebrantar las disposiciones de los fariseos. La norma de andar “camino de un sábado” (1, 2 km.) era para evitar que la gente abandonara los contornos de la ciudad en un día de reposo.
a.     Separados del mundo: “se volvieron a Jerusalén”
Lo hicieron no para iniciar las luchas de los últimos tiempos, sino para comenzar en el reino de Dios la nueva etapa a la que habían sido llamados. Iniciaron una nueva manera de pensar porque habían cambiado de mente, habían dejado de pensar en el reino de Israel (cosa temporal) para volcarse al reino de Dios (vida espiritual en un territorio nacional). ¿Qué hicieron?
(1)     Se fueron al aposento alto (comp. Jn. 20:19) La separación solamente y por sí misma no tiene sentido. Necesita también orientación. Es dejar algo para ir a un lugar, a un destino. Así lo hicieron ellos. Estaban unidos a Cristo pero necesitaban mostrar esa unión entre sí. Salieron apresuradamente del monte de los Olivos y se dirigieron al lugar de la comunión. La visión del Señor resucitado era fundamental para concretar la comunión práctica o efectiva entre ellos. Y anduvieron gozosos el kilómetro de distancia tratando de reunirse en un lugar tranquilo para meditar (comp. Hechos 10:9; 20:7–9).
(2)     Se reunieron todos. Todos están presentes porque reconocen que una misma cabeza solamente puede formar un solo cuerpo (comp. 1 Co. 12:12). En forma deliberada Lucas menciona a los once y a las mujeres, pero con seguridad había muchos más. 
La lista recuerda, además, cómo el evangelio es capaz de congregar a personas de distintos trasfondos. Si la unión fuera humana, alcanzaría sólo a los que “piensan como nosotros”. Pero aquí hay un objetivo superior. Es la labor de Dios que crea en los corazones el triunfo de la gracia y que los hace crecer en la fe. Tomás no es más incrédulo, ni Pedro el avasallador del conjunto. Todos han alcanzado una evidente maduración al comprobar la importancia del Cristo resucitado.
b.     Unidos en oración
A este espíritu de paz y unidad se agregó el sentimiento de limitación personal. La suficiencia es contraria a la dependencia. No hay maestros judíos, ni filósofos griegos; hay únicamente hermanos esperanzados en que Dios les dé la salida a los temas pendientes y ponga a cada uno en su lugar para poder cumplimentar el propósito de ser testigos.

La inauguración de la iglesia precedida por una reunión de oración durante diez días (aunque quizás no todo el tiempo), nos demuestra el modo agradable a Dios para esperar el cumplimiento de su palabra. Los grandes momentos de avivamiento están precedidos de celosos espacios vividos en gozosa oración (Hechos 4:23–31; 12:12; 16:13) (comp. Is. 6:8; Mt. 18:19; Jn. 16:23, 24).

Es el modo de preparar el corazón para lo inesperado que vendría de Dios. Estaban seguros de que no sería igual a lo que ya conocían sino de acuerdo a lo prometido.

Lucas vuelve a repetir la lista de los que “moraban” en el lugar donde probablemente se había celebrado la última pascua. Aparte de confirmar a los “doce” (que son once) con Pedro en primer lugar, dos detalles encantan al leerla.
(1)     La mención de Simón el Zelote, que había pertenecido a una secta fanática guerrillera que luchaba por la independencia política del pueblo hebreo. Josefo asegura que fue un partido fundado por Judas que se levantó contra los romanos en el año 6 DC, pero no sabemos más. Tampoco es de interés hablar de los zelotes, sino de la conquista que el Señor había logrado. 
     Es a este discípulo a quien Mateo y Marcos denominan el cananita (es decir, alguien que sigue un cierto canon o patrón de vida) (Mt. 10:4; Mr. 3:19). El celo de Simón convertido al evangelio, es necesario para la verdadera transformación de la nación.
(2)     La presencia de las mujeres incluyendo las que acompañaron a Jesús desde Galilea (Lc. 8:2) y las que presenciaron la crucifixión y sepultura (Mt. 27:55–56; Lc. 24:10; Jn. 19:25). Estaban también María la madre de Jesús, mencionada por última vez, y asimismo los hermanos del Señor Jesús (1 Co. 9:5). La presencia femenina en un encuentro tan selecto demuestra la honra que el Señor había conquistado para la mujer en general y para la oriental en particular. 
     La igualdad ante Dios que más tarde observábamos en las enseñanzas apostólicas es vital para el desarrollo del cuerpo de Cristo. Cabe agregar que los hermanos de Jesús (hijos de José y María) (Mt. 13:55; Mr. 6:3) no creían en el Señor Jesús antes de su muerte (Jn. 7:5), pero ahora están todos juntos. Jacobo tuvo una entrevista personal con el Señor después de la resurrección (1 Co. 15:7) y Judas probablemente es el escritor de una epístola. Ambos con una actuación destacada (12:17; 15:13; 21:18; Jud. 1).

Esta diversidad de personas se habían unido para perseverar en la oración unánime (Hechos 2:42; 2:46; 6:4; etc.). La prioridad de esperar la respuesta del Señor los desvinculó de los posibles desencuentros entre los distintos pareceres que pudieran tener. Habían aprendido a ordenar las prioridades.
LOS APÓSTOLES EN JERUSALÉN
1.     Es un período de transición—de seguidores a testigos.
     Entre la obra completada de Cristo y la no iniciada del Espíritu.
2.     Es un período de expectativa—de discípulos a predicadores.
     No tenían claro cómo iniciar sus labores
     No sabían cuál era el mensaje que debían dar
     No conocían cuándo ni cómo llegaría “la promesa”
3.     Es una oportunidad para orar—de soluciones diarias a dependencia constante.
     Muchas incógnitas por develar
     Muchas respuestas por confirmar
4.     Es una oportunidad para confraternizar
     Aprender a respetar el liderazgo de Pedro
     Saber decidir sobre los temas más necesarios
     Comprender que para predicar a otros tenían que ser “doce”

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