Mostrando entradas con la etiqueta Espíritu Santo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Espíritu Santo. Mostrar todas las entradas

jueves, 9 de junio de 2016

Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se haga pan...Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre sino de toda palabra de Dios

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Pastos Frescos para La Congregación
JESÚS ES TENTADO
Lucas 4:1–13


Jesús lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto. Allí estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo. No comió nada durante esos días, pasados los cuales tuvo hambre.
-Si eres el Hijo de Dios –le propuso el diablo–, dile a esta piedra que se convierta en pan.
Jesús le respondió:
-Escrito está: “No sólo de pan vive el hombre.”
Entonces el diablo lo llevó a un lugar alto y le mostró en un instante todos los reinos del mundo.
-Sobre estos reinos y todo su esplendor –le dijo–, te daré la autoridad, porque a mí me ha sido entregada, y puedo dársela a quien yo quiera. Así que, si me adoras, todo será tuyo.
Jesús le contestó:
-Escrito está: “Adora al Señor tu Dios y sírvele solamente a él”.
El diablo lo llevó luego a Jerusalén e hizo que se pusiera de pie en la parte más alta del templo, y le dijo: –Si eres el Hijo de Dios, ¡tírate de aquí! Pues escrito está: “Ordenará que sus ángeles te cuiden. Te sostendrán en sus manos para que no tropieces con piedra alguna”.
-También está escrito: “No pongas a prueba al Señor tu Dios” le replicó Jesús.
Así que el diablo, habiendo agotado todo recurso de tentación, lo dejó hasta otra oportunidad.

¿Eres tentado? Llénate del Espíritu Santo
            Las tentaciones, el Creyente y El                                     Espíritu Santo
Jesús “lleno del Espíritu Santo”.
Jesús había nacido por acción del Espíritu Santo. El mismo decía que era el que bautizaba en el Espíritu Santo, también Él estaba lleno del Espíritu Santo. Ahora después de haber sido bautizado soportaría la tentación. La única manera de soportar la tentación es hacer como hizo Jesús, ser lleno del Espíritu Santo.

Así como Dios llevara a su pueblo al desierto, donde fueron probados durante cuarenta años antes de entrar en la tierra prometida, Jesús fue llevado al desierto para ser probado durante cuarenta días antes de iniciar su ministerio. Pero contrariamente a lo ocurrido con algunos israelitas, Jesús no cedió a ninguna tentación.

La tentación siguió inmediatamente al bautismo, cuando había sido proclamado por el mismo Dios, que El era su Hijo en quien estaba complacido. Seguramente fue una dura batalla espiritual en la programación de los tres años que culminarían con la muerte de Jesucristo por toda la humanidad.

Esa batalla ya estaría programada desde la eternidad, porque fue conducido al lugar de la pelea en el Espíritu.

Esta batalla fue, como siempre sucede, en el desierto, no había nadie acompañando a Jesús, Marcos dice que estaban las fieras.

La duración de la batalla fue de cuarenta días, pero seguramente la definición fue al final de éstos, cuando se nos representa la batalla con las tres propuestas de Satanás, a las cuales Jesucristo no hizo ningún intercambio de consideración ni negociación posible.

Satanás encabezaba sus tentaciones con las palabras que había proclamado el Padre en el bautismo “Si eres hijo de Dios”.

La palabra griega que expresa el acto de “tentar” también significa “probar”, poner a prueba. Jesús rechazó las tentaciones dándole importancia definitiva y nivel de excelencia inapelable a las Sagradas Escrituras.

A la tentación relacionada con el pan, Jesús contestó “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre”.

A la tentación relacionada con el dominio del mundo, Jesús respondió: “Escrito está: Adora al Señor tu Dios y sírvele solamente a Él.”

A la tentación relacionada con la demostración de poder, Jesús afirmó: “También está escrito: “No pongas a prueba al Señor tu Dios”

Todas las posibilidades de debilidades humanas estaban compendiadas en estas tres tentaciones, no había acceso posible por parte de Satanás al que había venido a despojarlo de su poder aquí en la tierra. Casi parece una expresión protocolar lo que leemos y que expresa en términos de nuestra mente, lo que podemos entender.

Lo que realmente sucedió fue una batalla espiritual espectacular, que si se utilizaran los elementos con que hoy en día contamos, para expresar gráficamente cosas espirituales, veríamos rayos, tormentas, enfrentamientos difíciles de abarcar para nuestro conocimiento.

Lo que está escrito en Lucas es la representación para nuestra comprensión, de la verdadera lucha espiritual que se desarrolló en ese desierto. Para reafirmar esto, basta recordar el último versículo donde Lucas dice que el diablo agotó todo recurso de tentación. Un chico diría “¡Se quedó sin municiones!”. Hablemos un poco de él:

  • Satanás entró rápidamente en la escena con Adán y Eva y ahora también llegó rápidamente cuando vino el “Segundo Adán”.
  • El Diablo es llamado en la Biblia “la serpiente antigua”, que engaña al mundo entero. Es una persona, porque tiene todas las características de una persona. Su nombre Diablo, en griego significa “calumniador”. La palabra Satanás viene del hebreo y significa “adversario”.
  • El diablo peca desde el principio, es mentiroso y padre de mentira. 1 Juan 3:8.
  • Su obra es engañar a todo el mundo. Tiene acceso a la mente del hombre y le proporciona deseos antinaturales, mentiras, orgullo, idolatría, odio, criminalidad, robo, etc.
  • Tiene mucho poder y es muy peligroso, llega a hacer milagros. En la Biblia dice que anda como león rugiente buscando a quien devorar.


  1. No es omnipotente.
  2. No es omnisciente.
  3. No es omnipresente

    ¿ POR QUE FUE TENTADO JESÚS?

  1. Fue tentado para compadecerse de nosotros. “Por haber sufrido él mismo la tentación, puede socorrer a los que son tentados” Hebreos 4:18. Ya que Satanás había vencido a Adán por la tentación, era necesario pasar por el mismo proceso y no ceder.
  2. Para vencer por las mismas armas que nos daría a nosotros para vencer a Satanás: la Palabra Escrita y el poder del Espíritu Santo en nosotros. Las contestaciones de Jesús afirmaron la autoridad expresa y documental de las Sagradas Escrituras. Esta autoridad, excede el mero hecho de manifestar una intención o ley escrita y se transforma en un arma, como está escrito, de doble filo, que aunque escrita, expresa leyes espirituales que no se pueden transgredir sin sufrir las duras consecuencias. 
  3. Pero el principal propósito de la tentación no era meramente el saber si Jesucristo podía ceder o no ante Satanás, sino que Jesús nunca haría ningún arreglo, ni componenda, ni trato con Satanás y estaba dispuesto a enfrentarlo con la palabra de Dios misma que el encarnaba. Como está escrito en Hebreos 1:1–2: “Dios, que muchas veces y de varias maneras habló a nuestros antepasados en otras épocas por medio de los profetas, en estos días nos ha hablado por medio de su Hijo. A éste lo designó heredero de todo, y por medio de él hizo el universo.”


  1.      JESÚS ES GUIADO POR EL ESPÍRITU AL DESIERTO (Lucas 4:1–2)

Lucas 4:1–2.
Aquí, Lucas reanuda el relato de la preparación del ministerio del Señor que quedó interrumpido en Lucas 3:23. Jesús estaba lleno del Espíritu Santo (cf. Lc 3:22; Lc 4:14, 18). Es interesante que el Espíritu lo llevó al desierto por cuarenta días, y era tentado por el diablo. El lugar tradicional de la tentación de Jesús es una zona árida que se encuentra al noroeste del mar Muerto. El tema de los “cuarenta días” es sobresaliente en el A.T. (cf. Gn. 7:4; Éx. 24:18; 1 R. 19:8; Jon. 3:4).

No es accidente que la tentación de Jesús durara ese mismo período, al igual que la peregrinación y prueba de Israel duraron cuarenta años en el desierto. Las respuestas de Jesús a las tentaciones de Satanás citando Deuteronomio, capítulos 6 y 8, indican con certeza que tenía en mente la experiencia de su nación en el desierto. Y sin embargo, aunque los israelitas fueron milagrosamente alimentados en el desierto, Jesús no comió nada.


  2.      TENTACIÓN EN EL ÁREA DE LAS NECESIDADES FÍSICAS (Lucas 4:3–4)

Lc 4:3–4.
Puesto que Jesús tenía muchísima hambre y necesitaba alimento (v. 2), no es sorprendente que el diablo tentara primero a Jesús para que convirtiera una piedra en pan. El Señor respondió a esta tentación citando Deuteronomio 8:3, donde Moisés recuerda al pueblo que Dios les había dado el maná. Aunque éste aparecía en el suelo, aún así constituía una prueba de fe para ellos porque tenían que creer que la palabra de Dios era de fiar para poder subsistir. Si no hubiera sido la voluntad de Dios que vivieran, ciertamente habrían muerto. Por tanto, no vivían sólo de pan. Asimismo Jesús, sabía la palabra de Dios y conocía el plan que estaba frente a él. Por eso, confiaba en el Padre y en su palabra para su sustento. Jesús sabía que no moriría en el desierto.


  3.      TENTACIÓN DE JESÚS EN LAS ÁREAS DE LA FAMA Y EL PODER
           (Lucas 4:5–8)

Lc 4:5–8.
Lucas invirtió el orden en que Mateo describió la segunda y tercera tentaciones. Esto quizá indique que hubo tentaciones continuas en estas dos áreas. La segunda que Lucas relata es el ofrecimiento hecho a Jesús para que obtuviera control de todos los reinos de la tierra.

La condición era que adorara (proskynēsēs, lit., “doblar la rodilla ante”) al diablo. Esto significaría que aunque Jesús obtuviera el gobierno del mundo, dependería de Satanás y no de Dios el Padre y de su plan. Una vez más, Jesús utilizó las palabras de Moisés para combatir la tentación.

En el pasaje original (Dt. 6:13), Moisés advirtió al pueblo acerca de sus actitudes cuando finalmente entraran a la tierra prometida y alcanzaran cierta gloria y dominio. La tentación para ellos sería alabarse a sí mismos y olvidarse de adorar a Dios. Jesús, al citar este versículo, mostró que no cometería ese error. Él daría honor a Dios en vez de tomarlo para sí mismo y no fracasaría como Israel.


  4.      LA TENTACIÓN DE JESÚS EN EL ÁREA DEL TIEMPO DE SU MINISTERIO             ( Lucas 4:9–12)

Lc 4:9–12.
El diablo trató de hacer que Jesús cambiara el tiempo y la estructura de su ministerio. Jesús sabía que debía ir a la cruz y morir por los pecados del mundo y que era el siervo sufriente (Is. 52:13–53:12).

El diablo desafió a Jesús a lanzarse desde el pináculo del templo. Éste tal vez estaba en la esquina sureste del muro, desde donde se divisaba el profundo valle del Cedrón. Satanás esperaba que la nación lo aceptara inmediatamente al ver la protección milagrosa de Jesús al efectuar tal salto. El diablo incluso citó Salmos 91:11–12 para hacer ver que el Mesías sería librado del peligro.

Sin embargo, Jesús estaba consciente de lo que esto implicaba. Recibir la aceptación del pueblo sin ir a la cruz, pondría en duda que Dios realmente era parte del plan. Esa fue exactamente la situación de que Moisés escribió en Deuteronomio 6:16, el cual citó Jesús. Moisés se refirió a un momento en el que el pueblo se preguntaba si Dios estaba realmente con ellos (Éx. 17:7). Pero Jesús estaba seguro del hecho de que Dios estaba con él y que el plan y tiempo divinos eran perfectos. Por ello, el Señor no cedería ante la tentación de Satanás.


  5.      SATANÁS SE ALEJA DE JESÚS (Lucas 4:13)

Lc 4:13. El diablo se alejó, no permanentemente, sino sólo hasta hallar un tiempo más oportuno.
DESCARGAR

miércoles, 25 de mayo de 2016

Jesús de Nazaret fue hombre acreditado por Dios ante vosotros con hechos poderosos, maravillas y señales que Dios hizo por medio de él entre vosotros, como vosotros mismos sabéis

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




PASTOS FRESCOS PARA LA CONGREGACIÓN
LA VENIDA DEL ESPIRITU SANTO
1 En el primer relato  escribí, oh Teófilo,  acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, 2 hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido. 3 A éstos también se presentó vivo, después de haber padecido, con muchas pruebas convincentes. Durante cuarenta días se hacía visible a ellos y les hablaba acerca del reino de Dios. 4 Y estando juntos, les mandó que no se fuesen de Jerusalén, sino que esperasen el cumplimiento de la promesa  del Padre, "de la cual me oísteis hablar; 5 porque Juan, a la verdad, bautizó en  agua,  pero vosotros seréis bautizados en  el Espíritu Santo después de no muchos días."
Jesús asciende al cielo
6 Por tanto, los que estaban reunidos le preguntaban diciendo:
—Señor, ¿restituirás el reino a Israel en este tiempo?
7 El les respondió:
—A vosotros no os toca saber ni los tiempos ni las ocasiones que el Padre dispuso por su propia autoridad. 8 Pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo haya venido sobre vosotros, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra.
9 Después de decir esto, y mientras ellos le veían, él fue elevado; y una nube le recibió ocultándole de sus ojos. 10 Y como ellos estaban fijando la vista en el cielo mientras él se iba, he aquí dos hombres vestidos de blanco se presentaron junto a ellos, 11 y les dijeron:
—Hombres galileos, ¿por qué os quedáis de pie mirando al cielo? Este Jesús, quien fue tomado de vosotros arriba al cielo, vendrá de la misma manera como le habéis visto ir al cielo.
12 Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama de los Olivos, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un sábado.  13 Y cuando entraron, subieron al aposento alto  donde se alojaban Pedro, Juan, Jacobo y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Jacobo hijo de Alfeo y Simón el Zelote y Judas hijo de Jacobo.  14 Todos éstos perseveraban unánimes en oración  junto con las mujeres y con María la madre de Jesús y con los hermanos de él.
Matías es nombrado entre los doce
15 En aquellos días se levantó Pedro en medio de los hermanos, que reunidos eran como ciento veinte personas, y dijo: 16 "Hermanos,  era necesario que se cumpliesen las Escrituras,  en las cuales el Espíritu Santo habló de antemano por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús; 17 porque era contado con nosotros y tuvo parte en este ministerio." 18 (Este, pues, adquirió un campo con el pago de su iniquidad, y cayendo de cabeza, se reventó por en medio, y todas sus entrañas se derramaron. 19 Y esto llegó a ser conocido por todos los habitantes de Jerusalén, de tal manera que aquel campo fue llamado en su lengua Acéldama, que quiere decir Campo de Sangre.)  20 "Porque está escrito en el libro de los Salmos:
  Sea hecha desierta su morada,
  y no haya quien habite en ella.
  Y otro ocupe su cargo.
21 Por tanto, de estos hombres que han estado junto con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, 22 comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que fue tomado de nosotros y recibido arriba, es preciso que  uno sea con nosotros testigo de su resurrección."
23 Propusieron a dos: a José que era llamado Barsabás, el cual tenía por sobrenombre, Justo; y a Matías. 24 Entonces orando dijeron: "Tú, Señor, que conoces el corazón de todos, muestra de estos dos cuál has escogido 25 para tomar el lugar de este ministerio y apostolado del cual Judas se extravió para irse a su propio lugar."
26 Echaron suertes sobre ellos, y la suerte cayó sobre Matías, quien fue contado con los once apóstoles.

La venida del Espíritu en Pentecostés

2:1 Al llegar  el día de Pentecostés,  estaban todos reunidos en un mismo lugar.  2 Y de repente vino un estruendo del cielo, como si soplara un viento violento, y llenó toda la casa donde estaban sentados. 3 Entonces aparecieron, repartidas entre ellos, lenguas como de fuego, y se asentaron sobre cada uno de ellos. 4 Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en distintas lenguas, como el Espíritu les daba que hablasen.
5 En Jerusalén habitaban judíos, hombres piadosos de todas las naciones debajo del cielo. 6 Cuando se produjo este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confundidos, porque cada uno les oía hablar en su propio idioma. 7 Estaban atónitos y asombrados, y decían:
—Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? 8 ¿Cómo, pues, oímos nosotros cada uno en nuestro idioma en que nacimos? 9 Partos, medos, elamitas; habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Ponto y de Asia, 10 de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia más allá de Cirene; forasteros romanos, tanto judíos como prosélitos; 11 cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestros propios idiomas los grandes hechos de Dios.
12 Todos estaban atónitos y perplejos, y se decían unos a otros:
—¿Qué quiere decir esto?
13 Pero otros, burlándose, decían:
—Están llenos de vino nuevo.
Discurso de Pedro en Pentecostés
14 Entonces Pedro se puso de pie con los once, levantó la voz y les declaró:
—Hombres de Judea y todos los habitantes de Jerusalén, sea conocido esto a vosotros, y prestad atención a mis palabras. 15 Porque éstos no están embriagados, como pensáis, pues es solamente la tercera hora  del día. 16 Más bien, esto es lo que fue dicho por medio del profeta Joel:
  17 Sucederá en los últimos días,
  dice Dios,
  que derramaré de mi Espíritu
  sobre toda carne.
  Vuestros hijos y vuestras hijas
  profetizarán,
  vuestros jóvenes verán visiones,
  y vuestros ancianos soñarán sueños.
  18 De cierto, sobre mis siervos
  y mis siervas
  en aquellos días derramaré
  de mi Espíritu, y profetizarán.
  19 Daré prodigios en el cielo arriba,
  y señales en la tierra abajo:
  sangre, fuego y vapor de humo.
  20 El sol se convertirá en tinieblas,
  y la luna en sangre,
  antes que venga el día del Señor,
  grande y glorioso.
  21 Y sucederá que todo aquel
  que invoque el nombre del Señor
  será salvo.
22 »Hombres de Israel, oíd estas palabras: Jesús de Nazaret fue hombre acreditado por Dios ante vosotros con hechos poderosos, maravillas y señales que Dios hizo por medio de él entre vosotros, como vosotros mismos sabéis. 23 A éste, que fue entregado por el predeterminado consejo y el previo conocimiento de Dios, vosotros matasteis  clavándole en una cruz por manos de inicuos. 24 A él, Dios le resucitó, habiendo desatado los dolores de la muerte; puesto que era imposible que él quedara detenido bajo su dominio. 25 Porque David dice de él:
  Veía al Señor siempre delante de mí,
  porque está a mi derecha,
  para que yo no sea sacudido.
  26 Por tanto, se alegró mi corazón,
  y se gozó mi lengua;
  y aun mi cuerpo
  descansará en esperanza.
  27 Porque no dejarás mi alma
  en el Hades,
  ni permitirás que tu Santo
  vea corrupción.
  28 Me has hecho conocer
  los caminos de la vida
  y me llenarás de alegría
  con tu presencia.
29 »Hermanos,  os puedo decir confiadamente  que nuestro padre David murió y fue sepultado, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. 30 Siendo, pues, profeta y sabiendo que Dios le había jurado con juramento que se sentaría sobre su trono  uno de su descendencia,  31 y viéndolo de antemano, habló de la resurrección de Cristo:
  que no fue abandonado  en el Hades,
  ni su cuerpo  vio corrupción.  32 ¡A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos!
33 »Así que, exaltado por  la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. 34 Porque David no subió a los cielos, pero él mismo dice:
  El Señor dijo a mi Señor:
  "Siéntate a mi diestra,
  35 hasta que ponga a tus enemigos
  por estrado de tus pies."
36 Sepa, pues, con certidumbre toda la casa de Israel, que a este mismo Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.
37 Entonces, cuando oyeron esto, se afligieron de corazón y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles:
—Hermanos,  ¿qué haremos?
38 Pedro les dijo:
—Arrepentíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo  para  perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. 39 Porque la promesa es para vosotros, para vuestros hijos y para todos los que están lejos, para todos cuantos el Señor nuestro Dios llame.
40 Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba diciendo:
—¡Sed salvos de esta perversa generación!
41 Así que los que recibieron su palabra fueron bautizados, y fueron añadidas en aquel día como tres mil personas. 42 Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en las oraciones.

Lograr de la Diversidad, uniformidad: Tarea del Espíritu Santo


EL EFECTO MARIPOSA

    Hechos 1:1–2:41


           «Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.»


           «Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua».

    Hechos 1:8; 2:5–6


EDWARD LORENZ era un físico que en la década de los 60 trabajaba con ordenadores, en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, elaborando programas meteorológicos.

Ideó un programa con el que, una vez introducidas ciertas observaciones meteorológicas, se podía calcular, al menos en teoría, qué tiempo haría.

Un día cometió un error.
Queriendo introducir en el ordenador un dato numérico con 6 decimales, 0.506127, accidentalmente sólo introdujo los tres primeros, 0.506.

Era un investigador minucioso y decidió reiniciar el programa con el dato correcto en su sitio, aunque intuía que un pequeño error de esa índole, tan sólo una diezmilésima parte, posiblemente no haría variar los resultados de una manera significativa. Para su sorpresa, sin embargo, cuando el ordenador elaboró el nuevo patrón meteorológico, resultó ser completamente distinto del anterior. Lorenz no podía creer lo que veía. Como él mismo explicaría después, era como si una diminuta variación en Pekin, no mayor de lo que sería el resultado del movimiento del ala de una mariposa, originara aproximadamente una semana después un huracán de fuerza doce en Nueva York. De ahí el nombre de su descubrimiento: «El Efecto Mariposa».

Ha levantado un gran interés científico en los últimos años. Entre otras cosas, explica por qué nuestros meteorólogos se equivocan tan a menudo. No es culpa suya; se debe a las mariposas de Pekin que no han sido detectadas por el satélite. Tal es la complejidad de la atmósfera terrestre, que incluso pequeñas alteraciones difíciles de observar pueden generar consecuencias meteorológicas momentáneas que vuelvan no difícil, sino teóricamente imposible, el predecir de una manera precisa el tiempo que hará a largo plazo.

Afortunadamente, a la vida generalmente no le afectan tanto estas fluctuaciones producidas por el «Efecto Mariposa».

Si no fuera así, nunca podríamos planificar algo con un mínimo de fiabilidad. Pero en algunos aspectos es también bastante deprimente, porque eso significa que es difícil cambiar el mundo.

Es cierto que cada decisión que tomamos repercute de alguna manera y que cada uno de nosotros tiene la capacidad potencial de alterar el curso de los acontecimientos hasta cierto punto. Pero la mayor parte de acciones individuales en las que tomamos parte son algo así como piedras arrojadas a un lago de gran tamaño.

Salpican, pero normalmente las ondas que producen desaparecen rápidamente y ni siquiera se llegan a percibir más allá del lugar en el que cayó la piedra. No hay un «Efecto Mariposa» que magnifique nuestra pequeña contribución y la convierta en algo verdaderamente significativo.

Jonathan Swift dijo en cierta ocasión que aquel que pudiera cultivar dos espigas de maíz en el lugar donde antes sólo se había cultivado una, habría conseguido en su vida más que toda la clase política reunida.

Tristemente, incluso tan modesta contribución para un futuro de larga duración para la raza humana es de difícil consecución. La mayoría de nosotros tenemos que enfrentarnos al hecho de dejar caer el pequeño guijarro de nuestras vidas en el turbulento océano de los sucesos del mundo, y en un tiempo imperceptible la superficie ya no registrará ni huella de nuestro paso.

De hecho, para muchos ésta es la principal fuente de ansiedad del hombre y la mujer modernos. La futilidad de la existencia ha sido tema de incontables novelas y representaciones dramáticas contemporáneas.

Con todo, la situación no es tan poco prometedora. Ocasionalmente, parece que el «Efecto Mariposa» se produce también en otras situaciones. ¿Recuerdan, por ejemplo esta canción infantil?

      Si falta un clavo, se pierde la herradura.
      Si falta la herradura, se pierde el caballo.
      Si falta el caballo, se pierde el jinete.
      Si falta el jinete, se pierde la batalla.
      Si falta la batalla, se pierde el reino.

Puede parecer que en rara ocasión un simple clavo puede ocasionar una victoria o una derrota de una nación entera. Y lo que es cierto para un simple clavo, puede serlo también para una simple vida.

    Nació en un pueblo escondido, hijo de una pobre mujer.
    Creció en otro pueblo donde trabajó en una carpintería hasta los treinta años.
    Después se convirtió en un predicador itinerante durante tres años.
    Nunca escribió un libro.
    Nunca montó una oficina.
    Nunca tuvo una familia.
    Nunca fue propietario de una casa.
    Nunca fue a la universidad.
    Nunca viajó a más de 200 millas de su lugar de nacimiento.
    No hizo ninguna de las cosas que normalmente asociamos a la grandeza.
    Tenía sólo treinta y tres años cuando todo el peso de la opinión pública se le vino encima.
    Sus amigos huyeron.
    Le consideraron un enemigo.
    Soportó una parodia de juicio.
    Fue clavado en una cruz entre dos ladrones, mientras sus verdugos se sorteaban sus ropas, sus únicas posesiones en la tierra.
    Y, cuando hubo muerto, fue abandonado en un sepulcro prestado.
    Han transcurrido diecinueve siglos, pero el mundo continúa cautivado por él.
    Todos los ejércitos que a lo largo de los siglos han desfilado.
    Todas las fuerzas armadas que a lo largo de los siglos han navegado.
    Todos los parlamentos que a lo largo de los siglos han deliberado.
    Todos los reyes que a lo largo de los siglos han gobernado.
    Todos juntos no han causado un efecto en la vida del hombre sobre la tierra como el producido por aquella ÚNICA VIDA SOLITARIA.

Éste es el «Efecto Mariposa» que podemos ver operando en esta época, no en la meteorología sino en la historia.

Las ondas producidas por su «única vida solitaria» no dejaron de propagarse con su muerte. Todo lo contrario. Los efectos de la venida de Jesús se han incrementado en amplitud y se han expandido hasta llegar a ser grandes olas que rodean al mundo entero.

El libro de Los Hechos, una parte de la Biblia de especial interés nos da pautas para  elaborar un mapa cartográfico del progreso de esas ondas expansivas de la influencia de Jesús: Los Hechos de los Apóstoles.

De hecho, este libro es la segunda parte de un tratado en dos volúmenes. Conocemos la primera parte como el Evangelio de Lucas. Ambas partes están dedicadas al mismo hombre, Teófilo.

Bien podría haberse tratado de un aristócrata romano, puesto que Lucas, el autor, se dirige a él como «excelentísimo». Por tanto, el escritor quiere informar a un gentil culto del efecto extraordinario y creciente que el cristianismo produce sobre el mundo.

Y Hechos es una contribución más a la consecución de su objetivo: «En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar» (Hechos 1:1).

Fijémonos en la palabra «comenzó».
En su Evangelio, Lucas nos ha narrado cómo Jesús nació de una pobre mujer en un pueblo escondido. También cómo creció en el humilde hogar de José el carpintero. Se ha referido a su corto ministerio siendo ya adulto, el cual, aunque sobrenatural, se ciñó a los límites de Judea y sus provincias circundantes.

Por último, nos ha descrito su muerte ignominiosa y su gloriosa resurrección. Al final del Evangelio de Lucas, Jesús vuelve al cielo. Podríamos haber pensado que la historia había concluido. Al contrario—dice Lucas—, éste es sólo el final del comienzo. Queda aún mucho más por venir.

La historia de esta única vida solitaria no concluyó con su muerte. Jesús está todavía obrando en el mundo, produciendo un efecto cada vez más evidente en la historia humana cuanto más se propagan las ondas de su influencia. Sí, no estará satisfecho hasta que éstas hayan alcanzado al mundo entero.

  «Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra» (Hechos 1:6–8).

Estos versículos constituyen el programa de todo el libro de Hechos.

Observemos las dos reprensiones a los discípulos que contienen, así como la promesa claramente explícita.

La primera reprensión tiene que ver con su curiosidad.
Jesús les había explicado claramente cómo, con su venida, había amanecido la era mesiánica y se estaban cumpliendo las antiguas profecías. Esto, inevitablemente, disparó las ideas de los discípulos sobre la proximidad del fin del mundo. Inmediatamente, Jesús les advierte contra este tipo de especulaciones.

La información de esa clase, insiste, está a buen recaudo en la caja fuerte privada de Dios, con un letrero en el que se puede leer «Top Secret». Hay ciertas cosas que no tenéis por qué saber, y ésa es una de ellas. Hay todavía algunos cristianos, por supuesto, obsesionados con los tiempos y las sazones.

Cualquier incidente político en Oriente Medio, por pequeño que sea, es suficiente para lanzarlos a un análisis enfervorizado del libro de Daniel con sus calculadoras de bolsillo preparadas.

Hoy debemos prevenir hoy esta clase de histeria tanto como ellos entonces. No estáis aquí para hacer conjeturas acerca de los tiempos o las sazones—les dice Jesús en realidad—, estáis aquí para multiplicaros de manera que, cuando yo vuelva al final de los tiempos, tenga un reino al que regresar. La evangelización ha de ser vuestra primera prioridad.

En segundo lugar, les reprende por su parroquialismo. Ellos preguntan acerca de «Israel», pero Jesús les responde refiriéndose a «lo último de la tierra».

Tienen una clara fijación mental con el tema del destino de su propia nación. A pesar de todas las enseñanzas de Jesús, sus ideas sobre el reino de Dios son todavía fundamentalmente chauvinistas y territoriales. Todavía tienen que entender el «Efecto Mariposa».

Escuchad—les dice Jesús—, las ondas provocadas por mi muerte y resurrección deben propagarse primero aquí, en Jerusalén; pero después en Judea y en Samaria, y finalmente hasta lo último de la tierra. Y vosotros, mis discípulos, tendréis un papel importante en ese proceso de expansión. Me seréis testigos.

El libro de Hechos es, en cierta manera, un simple registro del cumplimiento de este programa. Narra cómo los apóstoles llevaron en verdad las nuevas de la resurrección de Jesús por el mundo, de manera que en vez de ir disminuyendo su influencia tras su marcha, fue creciendo más y más hasta que el «Efecto Mariposa» de su vida hizo que las ondas irrumpieran con fuerza en la misma capital del mundo antiguo.

Pero parece claro que aquí, en el capítulo 1, no estaban aún preparados para algo así. Su mentalidad era todavía demasiado parroquiana como para verse a sí mismos como misioneros transformadores del mundo. Era necesario algo más, algo verdaderamente dramático, y Jesús sabía lo que era, Por eso acompaña sus reprensiones con una promesa: «Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo» (Hechos 1:8).

Es el poder del sol el que dirige el «Efecto Mariposa» dentro de los mecanismos que rigen la meteorología. Es sólo porque el sol calienta la atmósfera terrestre, creando turbulencias enormes, por lo que las perturbaciones atmosféricas menores pueden dar lugar a verdaderos ciclones. Todos los físicos saben que no hay ondas sin energía.

Igualmente, Jesús nos da a conocer la fuente de energía que propagaría el «Efecto Mariposa» a lo largo de la historia de la Iglesia, transformando lo que inicialmente no era más que una minoritaria secta judía en una mayoritaria fe mundial. Lucas continúa en el capítulo 2 refiriéndonos el momento en que esa fuente de «poder» fue abierta y las ondas comenzaron a propagarse.

  «Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen» (Hechos 2:1–4).

En el Antiguo Testamento, Pentecostés era una fiesta que se celebraba por la cosecha. Pero, en tiempos de Jesús, tenía un significado adicional dentro del calendario judío. Era el momento en que se conmemoraba la entrega de los 10 mandamientos. El asociarlo con esto podía muy bien ser significativo, porque el viento recio y las lenguas de fuego de las que se nos habla recuerdan al estruendo y los relámpagos que rodearon a Moisés en el Monte Sinaí.

Allí, él recibió la ley del Antiguo Pacto esculpida en tablas de piedra, la ley que sería leída en público el día de Pentecostés en Jerusalén. Pero, como en numerosas ocasiones habían explicado los profetas del Antiguo Testamento, esa ley había sido incapaz de cambiar el mundo porque no había podido cambiar a las personas.

Ahora, una vez más, Dios descendía en Pentecostés en medio de fuego y viento. Pero en esta ocasión no para impartir la ley; más bien para otorgarnos su Espíritu y así iniciar el Nuevo Pacto, escrito no en tablas de piedra carentes de vida alguna, sino en corazones humanos renovados. El Espíritu triunfaría allí donde la ley había fracasado, trayendo, en vez de mandamientos de Dios, poder.

Ahí estaba la fuerza dinámica que amplificaría el batir de alas de mariposa producido por doce hombres Galileos poco impresionables, transformando su testimonio en una corriente revolucionaria que cambiaría de manera radical los valores morales y sociales de la raza humana.

Y dentro del milagro que acompañaría a la llegada del Espíritu, Dios deja entrever de una interesante manera cómo se propone llevar a cabo esa transformación. Deja claro que el Espíritu derrumbará las separaciones sociales que dividen al mundo. Se mostrará como un poder que destruye barreras. Las ondas expansivas no se pueden propagar si chocan contra muros de ladrillo, y el mundo antiguo estaba plagado de tales obstáculos que deberían ser superados para que el objetivo de Jesús de conquistar el mundo pudiese ser alcanzado. Y el Espíritu tenía la energía necesaria para derribarlos.

  «Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?» (Hechos 2:5–8).

Una de las cosas que ha demostrado muy claramente la reciente política de emancipación en la Unión Soviética es la tendencia nacionalista.

No importa la manera despiadada en que un imperio como el de Stalin pretendiera apaciguar a sus súbditos; la lealtad étnica sobrevive. Bastaba con que la intimidación militar remitiera un poco para que los movimientos independentistas comenzaran a brotar en todas direcciones, como si nunca hubiera tenido lugar medio siglo de represión. La razón de esto, por supuesto, es muy sencilla: el nacionalismo no está en función de la organización política. Es un fenómeno cultural.

Un pueblo puede perder su sentido de autodeterminación política durante muchos siglos y todavía mantener un vigoroso sentido de identidad nacional en virtud de sus diferencias culturales. Por medio de cuestiones como la ropa que vestimos, la música que tocamos, los cuentos populares que contamos a nuestros hijos al irse a la cama por la noche y—quizás la más distintiva de todas—el idioma que hablamos, se preserva la identidad nacional.

Son características que nos permiten reconocer inmediatamente a un extranjero. Constituyen un enorme obstáculo para cualquier movimiento que pretenda unificar a los pueblos divididos del mundo. La mera integración política no es suficiente. El verdadero desafío es el de la integración cultural.

La vía por la que los gobiernos suelen intentar unir a las personas es el forzarlas a ser iguales. Se impone la cultura predominante sobre las culturas indígenas.

El Islam, por ejemplo, pretende generar un internacionalismo genuino, pero deja muy claro que esto sólo es posible mediante el dominio de la cultura árabe. El árabe es el idioma absolutamente central para el Islam, y todos los musulmanes deben aprenderlo. Pero los conflictos en el Golfo de los que hemos sido testigos en los últimos años han demostrado indudablemente—como si necesitáramos pruebas de ello—que la rivalidad nacionalista todavía persiste a pesar de todo.

De la misma manera, el sueño Leninista de crear en todo el mundo una sociedad sin clases se basaba en la represión de aquellos que rehusaran conformarse al prototipo socialista. La desintegración del bloque de Europa del Este no ha hecho más que enfatizar la supervivencia de la rivalidad nacional a pesar de aproximadamente un siglo de «Unión» Soviética.

Tampoco deberíamos olvidar la ambición del colonialismo del Siglo XIX por unir el mundo en un gran imperio (el Británico, por supuesto). Y esto tampoco ha sido capaz de resistir las declaraciones inexorables de los movimientos independentistas tribales y nacionalistas.

El problema que conllevan todos los métodos por medio de los cuales pretendemos crear un nuevo orden mundial es que implícitamente son imperialistas y traen consigo el que una cultura domine a otra. Y cualquier cultura se resiste a ser eliminada de esa forma. Siempre sobrevive, por muy represivo que sea el régimen. De hecho, se sobrepone incluso a la persecución.

Éste es el problema de Irlanda del Norte; no se trata fundamentalmente de un conflicto entre dos partidos políticos, ni siquiera entre dos religiones; es cuestión de dos culturas que entran en colisión.

Los que conocemos la Biblia no deberíamos sorprendernos de todo esto. Es la lección de Babel. El libro del Génesis nos narra cómo Dios mismo dividió a la humanidad en naciones rivales, precisamente porque, para nuestra sorpresa, así somos menos peligrosos. Intentar unificar el mundo por medio del imperialismo cultural, y así erradicar la diversidad nacional de la raza humana, está destinado al fracaso, puesto que representa una batalla contra el antiguo decreto de Babel.

¿Existe algún poder que pueda unificar a las fragmentadas naciones de la tierra sin subyugarlas en el proceso? ¿Existe alguna manera de unificar a las personas sin pretender al mismo tiempo que todas sean iguales? Claro que sí. Ésa es precisamente la clase de unidad que produce el Espíritu Santo. Y Él declaró su intención en cuanto al asunto que nos ocupa desde el principio, el Día de Pentecostés, por el milagro que llevó a cabo: «Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?» (Hechos 2:7–8).

Dios podría haber proporcionado a aquella multitud una lengua universal. Podría haberlos capacitado para entender un idioma; pero no necesitaba hacerlo, porque ellos ya comprendían aquel idioma, denominado griego. No habría supuesto una gran dificultad para Pedro el hacerse entender en griego; de hecho, la mayoría, si no todas, de las primeras predicaciones cristianas tuvieron lugar en este idioma. La señal de las lenguas, por lo tanto, no es que fuera necesaria debido a la ausencia de intérpretes bilingües.

La cuestión es, como Lucas nos narra cuidadosamente, que toda aquella multitud, que se había reunido procedente de lugares tan diferentes, oían el mensaje como si éste se estuviera emitiendo en su propio idioma vernáculo.

Así lo expresaban exactamente: «Cada uno en nuestra lengua (literalmente, dialecto) en la que hemos nacido» (v.8). Por un momento, el evidente acento galileo de los discípulos desapareció y cada miembro de la audiencia los escuchó alabar a Dios como si sus palabras procedieran de labios de uno cualquiera de su propio grupo, de su área local; como si hubieran vuelto a casa.

Esto es lo que les sobrecogió. Podían haber entendido a los discípulos en griego; pero en vez de eso, cada persona de entre la multitud les escuchaba no como extranjeros, sino como si fueran integrantes de su propio clan, tribu o nación.

Estas lenguas pentecostales fueron una muestra de la manera en que el Espíritu Santo derrumbaría las barreras sociales y la clase de internacionalismo sin precedentes que crearía. A diferencia del imperialismo humano, el Espíritu no ambicionaba homogeneizar a los pueblos del mundo con una cultura cristiana uniforme. Por el contrario, pretendía tender puentes inter-culturales y superar el distanciamiento que estas culturas crean sin dar al traste con la diversidad que representan.

El judío seguiría siendo judío y el griego continuaría siendo griego. Los muros de separación entre las culturas no serían destruidos, pero sí descenderían hasta el punto de ser inofensivos, siendo reemplazados por una clase de identidad social unificada. Sería algo tan diferente que acuñarían una nueva palabra para describirlo: «La comunión del Espíritu Santo». Ya no habría «judío ni griego, esclavo ni libre, varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gálatas 3:28).

En Pentecostés, los discípulos predicaron un mensaje que pudo ser escuchado en diversas lenguas. Cuando leemos el Libro de los Hechos, descubrimos que aquel mensaje dio origen a una Iglesia con diversas culturas. Si fuéramos más allá, al Libro de Apocalipsis, encontraríamos que finalmente produce una multitud reunida alrededor del trono de Dios, gente de cada tribu, nación y pueblo que, a la vez, serían reconocidos.

Sus orígenes no serán borrados en la gloria; habrá una comunidad representando al amplio rango de culturas humanas, alabando a un Dios multilingüe. Ésa es la visión bíblica de la eternidad. Eso es lo que Espíritu Santo pretende crear y ése es el tipo de ondas que produjo el Día de Pentecostés para que se propagaran por el mundo.

Esto tiene toda clase de implicaciones para nosotros. A un nivel bastante trivial, eso es lo que hace que las traducciones de la Biblia sean aceptables. Nosotros damos por supuesta la validez de la Biblia inglesa, pero son muchas las religiones en el mundo que sufren graves problemas de conciencia ocasionados por la traducción de sus Santas Escrituras: el Corán sólo se puede escuchar en árabe; las Escrituras de los Vedas de la India sólo se estudian en sánscrito; algunos judíos ortodoxos tienen un punto de vista bastante supersticioso acerca del texto hebreo del Antiguo Testamento; y el mismo cristianismo tampoco se ha mantenido inmune a este tipo de elitismo lingüístico a lo largo de los siglos.

Hubo un tiempo en que la Iglesia de Roma insistía en que tanto en las Escrituras como en la liturgia eclesiástica se debía utilizar el latín. E incluso podemos toparnos con algunos protestantes que ven un tipo de santidad especial en el idioma de la Inglaterra de los siglos dieciséis y diecisiete.

Pero cualquier intento de relacionar el evangelio de manera especial con algún lenguaje santo es una ofensa al Espíritu de Pentecostés. El Espíritu Santo, el primer día de la expansión misionera de la Iglesia, dejó claro que cualquier idioma es un vehículo apropiado para alabar a Jesucristo.

Ésta es la razón por la que Tyndale acertó al adaptar el Nuevo Testamento al lenguaje ordinario de los hombres y mujeres de aquellos días. Esto es lo que correctamente hacen hoy día los traductores bíblicos de Wycliffe al intentar traducir las Escrituras a los dialectos locales de cada tribu de la tierra. Esto es lo que desea el Espíritu Santo. Quiere que las personas sepan que este mensaje les pertenece de manera especial. No requiere que renuncien a su identidad. No, Jesús es para ellos, para su nación, para su pueblo.

La señal de Pentecostés es también, en términos más generales, una forma de llamar nuestra atención sobre el enorme peligro que supone el vincular la presentación del evangelio que ofrecemos al mundo con nuestra propia cultura.

A los primeros cristianos, por desgracia, les llevó algún tiempo entender esto. Tratándose de judíos con un patriotismo feroz, se comprende que sintieran que cualquiera que quisiera convertirse al cristianismo debiera llegar a ser al menos un poco más judío. Algunos argumentaban que los conversos gentiles debían circuncidarse, observar las leyes alimenticias que requería la ortodoxia judía y guardar el sábado, por ejemplo.

La iglesia primitiva tuvo que plantearse muy seriamente esta cuestión, puesto que estas características culturales estaban tan profundamente arraigadas en la conciencia judía, que era casi imposible para un judío recibir como iguales en el Pueblo de Dios a aquellos que no las tuvieran.

Pero, al fin y al cabo, el Espíritu Santo tenía su método. Lo que nos encontramos en el Libro de los Hechos es la historia notable de cómo un grupo de judíos altamente chauvinistas reventaron la envoltura cultural del judaísmo de sus antepasados y empezaron a bautizar en la Iglesia de Jesucristo primero a samaritanos y finalmente a gentiles incircuncisos.

Desde el mismo inicio, la señal de Pentecostés les encaminó en esta dirección. Por medio de este desconocido don, el Espíritu Santo indicaba que Cristo no es posesión de cultura específica alguna. A lo largo de los años, no siempre hemos reconocido la importancia de esto.

Algunas veces, cuando los misioneros occidentales han salido de su país, han intentado establecer iglesias calcadas a aquellas que dejaron en casa—hasta el extremo de cantar los mismos himnos y usar el mismo tipo de arquitectura. A veces, incluso llevan los mismos trajes y sombreros dominicales. Ésta es exactamente una forma cristianizada de imperialismo cultural. Se trata de uno de los errores más importantes, porque va en contra del Espíritu de diversidad de Pentecostés.

Por último, la señal de Pentecostés también tiene implicaciones muy profundas relacionadas con el tipo de iglesia que deberíamos pretender hoy. Algunos teóricos del tema del crecimiento de la iglesia defienden con mucha fuerza que cada congregación local debería ir enfocada hacia un tipo particular de personas, ya que la evidencia sociológica muestra que esa clase de grupos culturalmente homogéneos son más efectivos a la hora de evangelizar a otras personas del mismo trasfondo.

Las iglesias chinas son mejores para alcanzar a los chinos, Las iglesias de indios llegan más a la comunidad caribeña. Las iglesias de clase media son ideales para los yuppies. Las iglesias de obreros son lo mejor para zonas de viviendas de protección especial, y así podríamos seguir. Es imposible contradecir la evidencia estadística a favor de tal política.

A pesar de que reconocemos que desde un punto de vista sociológico es sabio decir que los grupos homogéneos son los más efectivos para la evangelización, realmente es contrario al Espíritu de Pentecostés el construir la iglesia con semejante discriminación cultural.

La meta de la iglesia de Jesucristo debe ser la integración; nunca la segregación. Sean cuales fueren los beneficios en cuanto al crecimiento eclesial, el Espíritu Santo no puede santificar el apartheid eclesiástico.

Aunque pueda ser conveniente para fines evangelísticos el tener grupos caseros de estudio bíblico o similares, donde los componentes sean homogéneos o tengan como objetivo a sectores concretos de la sociedad, la meta de tales grupos debe ser introducir en una iglesia de Jesucristo a aquellos que son ganados al mundo.

Una de las características gloriosas de la iglesia es el ser una institución tecnicolor, que incluye a blancos y negros, cultos y analfabetos, jóvenes y ancianos. Ninguna otra institución de la tierra consigue tal integración cultural. Pero también es verdad que ninguna otra institución en la tierra es dirigida por el soplo del Espíritu Santo.

Esta unidad no se consigue sin dificultad. Requiere sensibilidad y comprensión. Pero éstas son las cualidades que produce el Espíritu Santo. Él pretende una unidad sin uniformidad. Ésta es su marca distintiva.

Cuando Dios congela el agua, crea una tormenta de nieve en la cual cada copo es diferente. Cuando los hombres congelamos el agua, ¡producimos cubitos de hielo!

El Espíritu Santo quiere transformarnos en personas que nos gocemos en medio de nuestras diferencias, así como los discípulos se gozaban proclamando a Cristo en diferentes lenguas el Día de Pentecostés. Era señal de que la Iglesia de Jesucristo no intentaba exhibir el unísono marcial de soldados de regimiento, sino la armonía polifónica de una sinfonía orquestal.

Dios quiere que las buenas nuevas de Jesucristo cautiven los corazones en cada nación. Las ondas empezaron a propagarse el Día de Pentecostés, y continúan haciéndolo allí donde hay discípulos cristianos que testifican las buenas nuevas de Jesús sin ataduras culturales imperialistas.

No debemos temer perder nuestras vidas si tienen el poder del Espíritu. No importa lo insignificantes que parezcan, pueden contribuir a la expansión de las ondas para cambiar el mundo.

El «Efecto Mariposa» puede multiplicar el impacto de nuestras vidas como multiplicó el testimonio de la iglesia primitiva. Según Jesús, ni siquiera las «puertas del infierno» pueden competir con el creciente poder de su iglesia.
DESCARGAR

sábado, 23 de abril de 2016

Restitúyeme el gozo de tu salvación y un espíritu noble me sustente. Así enseñaré a los trasgresores tus caminos, Y los pecadores se convertirán a ti

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Llevemos a la congregación de la mano hacia La Biblia- La Palabra de Dios
Tener el Espíritu Santo y mantenerlo

Salmos 51:1-19

      51: 1      ¡Ten piedad de mí, oh ’Elohim, conforme a tu misericordia,
    Conforme a la multitud de tus piedades, borra mis trasgresiones!

    2      ¡Lávame más y más de mi maldad, y purifícame de mi pecado!

    3      Porque yo reconozco mis trasgresiones,
    Y mi pecado está siempre delante de mí.
    4      Contra ti, contra ti solo he pecado,
    Y he hecho lo malo delante de tus ojos,
    Para que seas reconocido justo en tu sentencia,
    Y tenido por puro en tu juicio.
    5      He aquí, en maldad fui formado,
    Y en pecado me concibió mi madre.
    6      He aquí, Tú deseas la verdad en lo íntimo,
    Por tanto en lo secreto hazme conocer sabiduría.
    7      ¡Purifícame con hisopo y seré limpio,
    Lávame, y quedaré más blanco que la nieve!
    8      ¡Hazme oír gozo y alegría, y regocíjense los huesos que abatiste!
    9      ¡Aparta tu rostro de mis pecados,
    y borra todas mis iniquidades!
    10      ¡Oh ’Elohim, crea en mí un corazón limpio,
    Y renueva un espíritu recto dentro de mí!
    11      ¡No me eches de tu presencia,
    Ni quites de mí tu Santo Espíritu!
    12      ¡Restitúyeme el gozo de tu salvación,
    Y un espíritu noble me sustente!
    13      Así enseñaré a los trasgresores tus caminos,
    Y los pecadores se convertirán a ti.
    14      ¡Líbrame del delito de sangre,
    Oh ’Elohim, Dios de mi salvación,
    Y mi lengua cantará con gozo tu justicia!
    15      Oh Adonay, abre mis labios, y mi boca proclamará tu alabanza.

    16      Porque no quieres sacrificio, que yo daría,
    Y si doy holocausto, no lo aceptas.
    17      El sacrificio grato a ’Elohim es el espíritu quebrantado.
    Al corazón contrito y humillado no despreciarás Tú, oh ’Elohim.
    18      Haz bien con tu benevolencia a Sión,
    Edifica los muros de Jerusalem.

    19      Entonces te agradarán los sacrificios de justicia,
    Holocaustos y ofrendas enteramente quemadas;
    Entonces se ofrecerán novillos sobre tu Altar.

Es Fundamental Tener el Espíritu Santo
¿Cómo saber si tenemos el Espíritu Santo?  
El Espíritu Santo es uno de los dones más maravillosos de Dios. ¿Cómo puede un cristiano estar seguro de tener el Espíritu Santo?
¿Cómo saber si tenemos el Espíritu Santo?En lugar de apagar el fuego del Espíritu, Pablo nos anima a que “avivemos el fuego del don de Dios que está en nosotros…”
Uno de los grandes dones de Dios es el Espíritu Santo, y por medio de Él Dios nos da muchos otros dones maravillosos. El Espíritu Santo le da al cristiano el poder y entendimiento espiritual que hacen posible que nos parezcamos más a Dios y eventualmente podamos heredar la vida eterna. 
Debido a esto, es muy importante saber cómo se puede recibir el Espíritu Santo, cómo podemos avivarlo y si realmente lo tenemos.
¿Cómo se recibe el Espíritu Santo, según la Biblia?Jesucristo dijo a sus discípulos que recibirían el Espíritu Santo después de su muerte. En el día de Pentecostés, la Iglesia de Dios comenzó con grandes milagros y Pedro, inspirado por Dios, describió las condiciones para recibir el Espíritu Santo:
“Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).
Otras Escrituras explican que, generalmente, una persona creyente recibe el Espíritu Santo a través de la imposición de manos de un ministro verdadero, después de haberse arrepentido y bautizado (Hechos 8:14-17).
Los requisitos que Dios nos pide para poder recibir Su Espíritu son: 
  • el arrepentimiento, 
  • la fe, 
  • el bautismo y 
  • la imposición de manos. 
Por lo tanto, si una persona no ha seguido estos pasos no puede tener el Espíritu Santo dentro de sí.
¿Cómo evitar que el Espíritu se apague, según la Biblia?En su apasionada súplica de arrepentimiento, David le ruega a Dios “no quites de mí tu santo Espíritu” (Salmos 51:11). 
Él sabía que si no se arrepentía continuamente de sus pecados y no buscaba a Dios constantemente, estaría en peligro de cometer el pecado imperdonable, pues Dios no perdona a quien no se arrepiente.
Pablo también advirtió al pueblo de Dios sobre el peligro de afligir, descuidar o apagar el Espíritu Santo (Efesios 4:30; 1 Timoteo 4:14; 1 Tesalonicenses 5:19).
Para evitar que suceda esto, un cristiano, debería hacer lo opuesto a estas cosas. En lugar de afligir al Espíritu, deberíamos pedírselo a Dios diariamente, dejarnos guiar por dicho Espíritu y “sembrar” para Éste (Efesios 1:17-18; Gálatas 5:16; 6:7-8).
En vez de apagar la llama del Espíritu Santo, deberíamos seguir el consejo del apóstol Pablo cuando dice “te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:6-7).
¿Cómo se manifiesta el Espíritu Santo en nosotros?En la Biblia se describen varias cosas que el Espíritu Santo nos permite hacer. 
Tal como lo expresa el apóstol Pablo, el Espíritu nos permite entender cosas espirituales que serían incomprensibles para un ser humano sin tenerlo dentro de sí (1 Corintios 2:10-14). 
A través de la oración y el estudio de la Biblia, el Espíritu Santo nos ayuda a crecer en el entendimiento del plan de Dios y de nuestro papel en dicho plan. Además, el Espíritu escribe la ley de Dios en nuestro corazón y en nuestra mente, ayudándonos a vivir según la voluntad de Dios y a pensar como Él piensa (Hebreos 8:10). Nos permite transformar o cambiar nuestra mente (Romanos 12:2).
Jesucristo dijo que el Espíritu Santo nos sería de gran ayuda y nos guiaría (Juan 14:16; 26; 16:13). Una de las evidencias más importantes es que “…el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” (Romanos 5:5). El amor divino está descrito con más detalle en 1 Corintios 13:4-8. Aunque a todos nos falta mucho, un cristiano debería notar el progreso de este fruto en su vida.
En Gálatas 5:22-23, el apóstol Pablo nombra otras importantes manifestaciones del fruto del Espíritu Santo: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”. 
Por consiguiente, los cristianos se deben examinar para ver si se está manifestando dicho fruto en ellos, y pedirle a Dios constantemente que les conceda misericordiosamente su Espíritu para crecer más y más.
Dios tiene un plan para nosotros. Nuestra parte en dicho plan consiste en arrepentirnos, bautizarnos y recibir el Espíritu Santo, el cual transformará nuestra mente para que seamos cada vez más semejantes a Dios. Al orar, someternos y avivar el Espíritu, veremos el crecimiento espiritual que demuestra que el Espíritu Santo sí está obrando en nosotros.
DESCARGAR

jueves, 21 de abril de 2016

La oración de fe dará salud al enfermo, y el Señor lo levantará. Y si ha cometido pecados, le serán perdonados. confesaos unos a otros vuestros pecados, y orad unos por otros de manera que seáis sanados.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Preparemos el estudio para la congregación
ANDAR EN EL ESPÍRITU
Gálatas 5:13-18
13 ¿Está afligido alguno entre vosotros? ¡Que ore! ¿Está alguno alegre? ¡Que cante salmos!
14 ¿Está enfermo alguno de vosotros? Que llame a los ancianos de la iglesia y que oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor.

15 Y la oración de fe dará salud al enfermo, y el Señor lo levantará. Y si ha cometido pecados, le serán perdonados.

16 Por tanto, confesaos unos a otros vuestros pecados, y orad unos por otros de manera que seáis sanados. La ferviente oración del justo, obrando eficazmente, puede mucho.

17 Elías era un hombre sujeto a pasiones, igual que nosotros, pero oró con insistencia para que no lloviera, y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses. 18 Y oró de nuevo, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.
¿Estás andando en el Espíritu Santo?

Cómo andar en el Espíritu Santo, la pregunta candente
Gálatas 5:13–18

El tono de Pablo en el estudio anterior (Gálatas 5:1–15) es bastante severo. Al hablar a sus hijos espirituales en Galacia, el apóstol no se anda con rodeos. Su exhortación es clara, puntual y Cristocéntrica. Pero en medio de todo, el apóstol revela su corazón pastoral. Su confianza está puesta en el hecho de que al final van a volver a Cristo, la única base de su justificación (5:10).

Mediante unas advertencias muy directas propone, en forma de una suposición, que si persisten en regresar a guardar la ley aceptando la circuncisión, habrán abandonado a Cristo y, ante ese supuesto, habrán caído entonces de la gracia (2–4).

Ante tal dilema espiritual, Pablo señala a los judaizantes acusándolos de crear confusión en medio de la iglesia. Los culpa también por querer tratar de bloquear la carrera espiritual de los gálatas (5:7–9, 12). No obstante, el apóstol mantiene todavía su confianza en Dios de que ellos volverán a su principio en la gracia por el oír con fe (3:2).

Hay tal convicción en Pablo que no duda en reafirmar la meta de su andar: “Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia; porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor” (5:5, 6). En breve resumen, él enfoca su fe en la obra del Espíritu Santo en sus vidas. Este enfoque lo va a ampliar en la próxima sección (5:16–18).

La herencia en Cristo es la libertad en santidad (Gálatas 5:13–15)
Pablo ahora abandona su énfasis en los judaizantes para trazar claramente la realidad del andar con Cristo en el poder de su muerte. Sólo volverá a tocar a los judaizantes al final de la epístola.

En esta sección, el apóstol tiene algo de mayor urgencia e importancia para desarrollar, su énfasis recae en explicar el CÓMO de andar en santidad bajo el control del Espíritu Santo. En el resto de la epístola Pablo nos presentará la respuesta al clamor nuestro: ¿CÓMO?

Pablo reconoce la tendencia peligrosa de convertir nuestra libertad en Cristo en ese otro extremo, el libertinaje. “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión (término militar-base) para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros” (v. 13).

Vale la pena recordar las palabras de la señora Jesse Penn-Lewis (a quien usó Dios grandemente en el avivamiento de Gales en 1905): “A veces el error no es más que la verdad desequilibrada, fuera del balance bíblico”. En aquellos días del avivamiento genuino la divisa fue: “Obedece al Espíritu”. Esto resultó en grandes triunfos, pero pronto el diablo mandó espíritus engañadores que los llevó a extremos dañinos de conducta.

Hubo obediencia, pero no al Espíritu Santo. Dios usó a la señora Penn-Lewis con el énfasis bíblico acompañante de Romanos 6, nuestra muerte a la carne y la fe en el Espíritu Santo para contra balancear lo extremo: en el Mensaje de la Cruz fue la preventiva que preservó tal avivamiento genuino y sigue siendo la dinámica de la santidad hoy.

El regulador divino sigue siendo siempre el servicio constante por amor los unos a los otros. Pablo cita Levítico 19:18: “… amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová”. Concuerda Jesús en Mateo 22:37–40 al unir el amor a Dios con el amor al prójimo. Tal transformación depende exclusivamente del Espíritu, pues el ser humano es egoísta en lo sumo.

Sin embargo, en este enfoque en servir a otros haciéndolo en el amor divino, Pablo hace frente a la terrible realidad de que la carne se interpone; tantas veces trastorna la libertad en libertinaje o el legalismo. Esta realidad se ve plasmada en las luchas despiadadas que resultan en nuestras iglesias.

¿Quién no ha vivido en carne propia las envidias, el rencor y las rupturas en nuestras iglesias y en nuestras relaciones? Casi no existe una iglesia que no haya sufrido esta tragedia, por grande o pequeña que haya sido. Pablo hace frente ahora a eso entre los mismos gálatas; lo saca a plena luz al ilustrarlo en términos de los animales que así se tratan: “pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros” (Gálatas 5:15).

Miremos otro texto que nos ayude a respaldar este punto: “De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros?¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. ¡Oh, almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios?” (Santiago 4:1–4).

Se pudieran multiplicar otros textos semejantes. Tenemos que ser francos: las luchas internas se hacen externas y toman formas escandalosas en las mismas relaciones entre aquellos que dicen llamarse hermanos. En realidad estamos rodeados de las evidencias de la carne en pleno reino. Y todo esto en el supuesto nombre de servir a Dios. ¡Qué barbaridad!

El Espíritu Santo versus la carne en la vida del creyente hoy día
Pablo ya llegó a lo práctico de su tesis. ¿Cuál es el remedio divino contra la carne todavía tan activa entre los hermanos? Para apreciar su énfasis en el ministerio del Espíritu Santo tenemos que volver a trazar los capítulos previos.

Recuerda que Gálatas es un solo mensaje que abarca verdades sobresalientes: lo genuino de la gracia de Dios (1:4, 5); la autoridad del evangelio en el apostolado de Pablo (1:11, 12); la obra fundamental de nuestra unión con Cristo en la Cruz (2:20); el papel clave del oír con fe (3:6, 7); el grave peligro de trastornar la ley en otra base de la justicia (5:2–4).

Por primera vez en Gálatas Pablo menciona el Espíritu Santo en 3:2–5. “Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?”. Esta pregunta clave debiera haber sido suficiente para apagar su interés en la ley. La oferta de los judaizante no les produjo nada, pero el simple oír con fe les trajo la justificación en Cristo y la llegada del Espíritu quien “hace maravillas entre vosotros” (v. 5).

El Espíritu Santo les llegó con base en la fe y produjo en ellos todo aquello en lo que ahora se gozan. El Espíritu Santo llegó gratis, acompañando el evangelio y transformando sus vidas. En agudo contraste la ley les fue estéril. Las manifestaciones del poder del Espíritu ¿lo hacen por las obras de la ley, o por el oír con fe? Mediante cinco preguntas imposibles de contestar, Pablo introduce al Espíritu de Cristo como la persona que ya vive en ellos y el único que puede traer la libertad en santidad.

El primer paso hacia la victoria: “Andad por el Espíritu” (Gálatas 5:16)
Ya le toca a Pablo dar los pasos hacia una vida bajo el control del Espíritu. Da una orden, modo imperativo en el tiempo presente siempre en vigor. “Digo, pues: Andad en (por, a través de) el Espíritu, y no (de ninguna manera jamás) satisfagáis (o el tiempo futuro fuerte: satisfaréis) los deseos de la carne” ’ (5:16). Hay varios matices de significado que podemos considerar. La orden de andar o vivir por el Espíritu está en pie y lo que sigue puede ser una garantía de que no habrá en el futuro. ¿Por qué ceder a los deseos egoístas de la carne?

Algunos interpretan “satisfacer” o “cumplir” (véase el verbo sinónimo en Romanos 8:4) en el tiempo futuro indicativo y otros dicen que es en el modo subjuntivo, un mandato indirecto. Por un lado, tenemos la seguridad de no ceder a la carne, y por el otro una orden de no cumplir o ceder a la carne. Prefiero la primera interpretación. Ya que es el Espíritu, el Santo, que no nos involucrará nunca en ser cómplice de la carne. El Espíritu Santo siempre produce la santidad.

Otra razón por la cual no pueden coexistir en paz el Espíritu y la carne en el andar del creyente es debido a la incompatibilidad del Espíritu Santo y la carne (5:17). Son polos opuestos y no hay manera de armonizar sus fines. Se oponen a sí mismos. Si la carne anda suelta en la vida del creyente, no puede haber control del Espíritu Santo por mucho que hablemos del bautismo del Espíritu o la facilidad de orar, el cantar o hablar en lenguas o aunque, a nuestra manera de ver las cosas, hayamos tenido una gloriosa experiencia en el pasado. La bendición del Espíritu sólo descansa en quien actualmente es santo en su manera de vivir.

Ya que es el Espíritu de Cristo (Romanos 8:9), sólo habla de Cristo y lo glorifica a él. “Pero cuando venga el Espíritu Santo de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío, y os lo hará saber” (Juan 16:13–15). Lo que nos anima es: “Hijitos, vosotros, sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).

El creyente sincero frente a las dos dinámicas (Gálatas 5:17)
“Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis”. ¿Qué quiere decir esta última frase? ¿Implica que la vida cristiana es una lucha interminable? De ninguna manera. 

Aunque estas dos dinámicas, el Espíritu y la carne, tienden en direcciones opuestas, hay que hacer frente a tal hecho, pero no nos obliga a vivir siempre en tal derrota espiritual.

Estas dos dinámicas son contradictorias entre sí; parecen competir; la evidencia de tal contradicción es patente en la vida de cualquier creyente sincero. Sin embargo, el hecho de que existan las dos en el creyente no nos obliga, repito, a vivir sumidos o encerrados en esa interminable lucha. A veces algunos intérpretes nos dejan con esa conclusión, ya sea dicha o inferida.

Esta sección de Gálatas introduce el posible conflicto entre el Espíritu y la carne. Pero en Romanos 7 y 8, Pablo mismo lo examina en mayor detalle describiendo su lucha interna y gemir ante la triste realidad de la carne. Fue lo que experimentó cuando vivía bajo la condena de la ley. Con toda honestidad, el apóstol señala tres pasos hacia abajo en su quebrantamiento durante su dura lucha. Pero, al final, ese proceso lo condujo a una victoria resonante.

Tres pasos en el descenso hacia el quebrantamiento como antesala de la victoria
1.) “¿Luego lo que es bueno (la ley en su debido ministerio), vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso. (Romanos 7:13).

2.) “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo” (Romanos 7:18);

3.) finalmente, Pablo no pudo más: “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24).

Puede existir tal conflicto, pero no es de ninguna manera la suerte o el final del creyente. El evangelio provee los medios por los cuales todo creyente puede vivir bajo el control del Espíritu y no bajo el de la carne, según Pablo asegura a los gálatas.
Pablo relata en detalle la triste experiencia que le pasó cuando en dicha ocasión él aceptó la ley como el medio de la vida cristiana en Romanos 7:7–24. Pero no era la vida cristiana normal (como Watchman Nee afirma en el título de su valioso libro), porque afirma después de la iluminación del Espíritu en el siguiente verso: “Gracias doy a Dios, por Jesucristo nuestro Señor” (Romanos 7:25).

Después de una brevísima referencia al pasado en 7:25(b) se lanza en Romanos 8:1–4. “Ahora, pues, ninguna condenación (ningún tipo de condenación) hay para los que están en Cristo Jesús, Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me (nos) libró (tiempo aoristo/pasado en el original) de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó el pecado en la carne para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne sino conforme al Espíritu”.

Ésta es la victoria resonante que Pablo elabora en el resto de Romanos 8, el capítulo de la vida victoriosa bajo el control del Espíritu.

Otra Afirmación: bajo la gracia somos guiados por el Espíritu Santo (Gálatas 5:18)
“Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley”. Pablo reafirma que la ley sólo trae condenación porque nuestras mejores fuerzas son impotentes. Pero bajo la gracia de Dios nuestras fuerzas débiles se sustituyen por el poder del Espíritu que nos hizo ya nuevas criaturas en Cristo, soltando de una vez la misma dinámica del Espíritu. “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6:14). Esto es lo que los gálatas, tentados a volver a la esclavitud de la ley, necesitaban oír.

Pablo vuelve a su tesis que el reinado de la ley sólo provoca la carne. Cuanto más el creyente quiere refrenar la carne y sus deseos, tanto más fracaso experimenta. Los esfuerzos inútiles nuestros nos conducen a la desesperación y la frustración.
Debemos recordar que el creyente ya murió a la ley y vive unido a Cristo resucitado. “Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis (casados) de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios… Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Romanos 7:5, 6).

La Epístola a los Romanos complementa y coincide con la carta a los Gálatas. Ambos trazan el proceder de la libertad en santidad. Romanos nos da la verdad en forma teológica y Gálatas en forma práctica frente a la ley que provoca la carne en sus múltiples manifestaciones; Pablo pronto hablará en el resto del capítulo, nuestro próximo estudio.

Poderoso puntos para tomar en cuenta

  1. La carne en pleno desarrollo resulta en celos amargos y contenciones y toda obra perversa (Santiago 3:16).
  2. El evangelio nos introduce a una nueva relación: nuestra unión con Cristo, muertos a la ley y unidos a Cristo resucitado quien opera en nosotros a través del Espíritu Santo: “Andad en el Espíritu y no satisfaréis los deseo de la carne” (Gálatas 5:16).
  3. Aunque las dos dinámicas son incompatibles, es nuestra sumisión y obediencia al Espíritu lo que produce la verdadera libertad en santidad (Gálatas 5:18).
  4. No es por los valientes esfuerzos nuestros sino por el oír con fe, nuestra muerte y resurrección en Cristo quien nos llena de su Espíritu. No es tanto una experiencia sino un andar diario.
  5. Pablo tendrá más por decir sobre las obras de la carne contra el fruto del Espíritu en el resto del capítulo cinco. Cerrará con broche de oro el tema con: “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gálatas 5:24, 25).


DESCARGAR

https://story.ad/site/file_download/smartpublicity1467919561neTNIrOs.html