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martes, 29 de marzo de 2016

El les dijo: —Echad la red al lado derecho de la barca, y hallaréis. La echaron, pues, y ya no podían sacarla por la gran cantidad de peces

RECUERDA
Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Nos preparamos para exponer en la congregación

El Señor Jesucristo nos prepara para ser PESCADORES DE HOMBRES
Juan 21:1-8

21: 1 Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos en el mar de Tiberias. Se manifestó de esta manera: 

2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado Dídimo,  Natanael que era de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. 

3 Simón Pedro les dijo: 
—Voy a pescar. 
Le dijeron: 
—Vamos nosotros también contigo. 
Salieron y entraron en la barca, pero aquella noche no consiguieron nada. 4 Al amanecer, Jesús se presentó en la playa, aunque los discípulos no se daban cuenta de que era Jesús.

 5 Entonces Jesús les dijo: 
—Hijitos, ¿no tenéis nada de comer? 
Le contestaron: 
—No. 

6 El les dijo: 
—Echad la red al lado derecho de la barca, y hallaréis. 
La echaron, pues, y ya no podían sacarla por la gran cantidad de peces. 

7 Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: 
—¡Es el Señor! 
Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó el manto, pues se lo había quitado, y se tiró al mar. 

8 Los otros discípulos llegaron con la barca, arrastrando la red con los peces; porque no estaban lejos de tierra, sino como a doscientos codos.  9 Cuando bajaron a tierra, vieron brasas puestas, con pescado encima, y pan. 

Pescadores... Pero de hombres


 Somos pescadores de hombres: 
Hay que obedecer a Cristo 
(Juan 21:1–8)

El Señor había instruido a sus discípulos a encontrarse con él en Galilea, lo que ayuda a explicar por qué ellos estaban en el mar de Galilea, también llamado el mar de Tiberias (Mateo 26:32; Mateo 28:7–10; Marcos 16:7). Pero Juan no explicó por qué Pedro decidió irse a pescar, y los comentaristas no concuerdan en sus ideas. Algunos afirman que él tenía perfecto derecho de hacerlo, que tenía cuentas que pagar, y la mejor manera de conseguir dinero era yendo a pescar. ¿Para qué estar sin hacer nada? ¡Haz algo!

Otros piensan que Pedro había sido llamado de esa vida (Lucas 5:1–11) y que no estaba bien que volviera a lo mismo. Además de eso, cuando Pedro se fue a pescar, ¡se llevó consigo a otros seis hombres! Si Pedro estaba equivocado, ellos también lo estaban; y es triste cuando un creyente hace que otros se descarríen.

De paso, es interesante que por lo menos siete de los doce discípulos probablemente fueron pescadores. ¿Por qué llamó Jesús a tantos pescadores para que le siguieran? Por un lado, los pescadores son valientes, y Jesús necesita seguidores valientes. También se dedican a una sola cosa, y no se distraen fácilmente. ¡Los pescadores no se desisten! (Estamos pensando, por supuesto, en pescadores profesionales, ¡no en la gente que pesca como deporte en las vacaciones!) Saben recibir órdenes, y saben trabajar unidos.

Si Pedro y sus amigos hicieron bien o mal, no hay manera de demostrarlo, aunque personalmente pienso que no estaba bien; pero lo que sí sabemos es esto: sus esfuerzos fueron en vano. ¿Se habían olvidado las palabras del Señor: “Porque separados de mí nada podéis hacer”? (Juan 15:5). Habían trabajado toda la noche, y no habían pescado nada. Con seguridad Pedro debe haber recordado lo que sucedió dos años antes, cuando Jesús lo llamó al discipulado a tiempo completo (Lucas 5:1–11). En esa ocasión Pedro había estado pescando toda la noche, y no había pescado nada, pero Jesús transformó su fracaso en éxito.

Tal vez la impulsividad de Pedro y su confianza en sí mismo estaban mostrándose de nuevo. Era sincero, y trabajó duro, pero no hubo ningún resultado. ¡Cómo se parece a algunos creyentes en el servicio del Señor! Piensan sinceramente que están haciendo la voluntad de Dios, pero sus esfuerzos son en vano. Sirven sin dirección del Señor, así que no pueden esperar bendiciones del Señor.

Después de su resurrección a veces la gente no reconocía a nuestro Señor (Lucas 24:16; Juan 20:14); y por eso los discípulos no lo reconocieron cuando, al amanecer, él se apareció en la playa. La pregunta que les hizo esperaba una respuesta negativa: “No han pescado nada para comer, ¿verdad?” La respuesta de ellos fue breve y tal vez con un poco de vergüenza: “No”.

Era tiempo de que Jesús se hiciera cargo de la situación, tal como lo hizo cuando llamó a Pedro al discipulado. Les dijo adónde echar la red; ellos obedecieron, ¡y pescaron 153 peces! La diferencia entre el éxito y el fracaso fue ¡el ancho del barco! Nunca estamos lejos del éxito cuando le permitimos a Jesús que nos dé las órdenes, y por lo general estamos más cerca del éxito de lo que pensamos.

Fue Juan quien primero se percató de que el extraño en la playa era su propio Señor y Maestro. Fue Juan quien se recostó en el pecho del Señor a la mesa (Juan 13:23), y quien estuvo al pie de la cruz cuando su Señor sufrió y murió (Juan 19:26). Es el amor lo que reconoce al Señor y comparte con otros las buenas noticias: “¡Es el Señor!”

Con su impulsividad característica, Pedro rápidamente se puso su túnica exterior, ¡y se echó al agua! ¡Quería ir a Jesús! Esto es en contraste con Lucas 5:8 en donde Pedro le dijo al Señor que se apartara de él. Los otros seis hombres le siguieron en el barco, arrastrando la red llena de peces. En la experiencia registrada en Lucas 5, las redes empezaron a romperse; pero en esta experiencia, la red no se rompió.

Tal vez podemos ver en estos dos milagros de pesca una ilustración de cómo el Señor ayuda a los suyos a pescar almas perdidas. Todos nuestros esfuerzos son inútiles sin su dirección y bendición. En esta edad presente no sabemos cuántos peces hemos pescado, y ¡a menudo parece que las redes van a romperse! Pero al fin del siglo, cuando veamos al Señor, ni un solo pez se perderá y descubriremos cuántos realmente hay.

Jesús llamó a sus discípulos y a nosotros a ser pescadores de hombres. Esta frase no la inventó Jesús; la habían usado por años los maestros griegos y romanos. Ser un pescador de hombres en esos días quería decir buscar y persuadir a los hombres y pescarlos con la verdad. Un pescador agarra peces vivos, pero cuando los atrapa, mueren. El testigo cristiano procura atrapar peces muertos (muertos en sus pecados) y cuando los pesca ¡Cristo les da vida!

Ahora podemos entender por qué Jesús tenía tantos pescadores en su grupo. Los pescadores saben trabajar. Tienen el valor y la fe para “bogar mar adentro”. Tienen mucha paciencia y persistencia, y no se dan por vencido. Saben cooperar unos con otros, y son hábiles para usar el equipo y el barco. ¡Qué ejemplo para nosotros mientras procuramos pescar para Jesucristo!

En verdad somos pescadores de hombres, y hay peces alrededor de nosotros. Si obedecemos las direcciones de Jesús, los pescaremos.

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Estas cosas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




El propósito del libro de Juan
Juan 20:30,31
30 Por cierto Jesús hizo muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. 31 Pero estas cosas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.

Por qué Juan escribe su Evangelio


EL PROPÓSITO DEL EVANGELIO 
Juan 20:30, 31

Este párrafo tiene toda la apariencia de una conclusión del Evangelio y también expresa el propósito que el autor tuvo en escribirlo. Por esta razón, muchos comentaristas opinan que el texto original termina aquí. Parece que el propósito del Evangelio se ha logrado. Jesús se había aparecido a todos los discípulos, les había comisionado y les había dado simbólicamente el Espíritu Santo, Tomás había pronunciado la confesión más elevada y Jesús había pronunciado una bendición especial sobre los que creerían en él, sin verlo. Por esto, se piensa que el cap. 21 fue agregado más adelante por el mismo autor. 

La expresión Por cierto o “ciertamente”, según Mateos-Barreto, traduce dos partículas griegas que tienen la idea de “por consiguiente”, “por lo tanto” o “entonces”, lo cual enfatiza la conclusión de lo que antecede, en vez de lo que sigue. Juan mira hacia atrás y afirma que Jesús hizo muchas otras señales, refiriéndose a todos los milagros que había realizado durante su ministerio terrenal, no sólo a las apariciones después de la resurrección. Luego afirma dos cosas acerca de todas esas señales: no fueron hechas en secreto, sino en presencia de sus discípulos, y muchas no fueron registradas en este Evangelio (ver Juan 21:25). Juan insinúa que había escogido de entre todas las señales de Jesús las que más claramente apuntaban a él como el Hijo de Dios. Entonces, es un Evangelio selectivo con un propósito definido.

El verbo traducido han sido escritas (v. 31) está en el tiempo perfecto, enfatizando el valor permanente del Evangelio (ver Juan 19:22). En este versículo el autor expresa en forma clara y concisa el propósito del Evangelio. La conjunción de propósito, para que (jina2443), usada tan frecuentemente en este Evangelio, introduce el propósito. 

El verbo traducido creáis es un subjuntivo en el tiempo aoristo en la mayoría de los mss., pero en el tiempo presente en otros. Si se toma como aoristo, enfatizaría el comienzo de la fe, pero si se toma como presente, enfatizaría la continuación y afirmación de la fe ya existente. 

El Evangelio cumple ambos propósitos: anima la fe inicial de salvación, y fortalece y aumenta la fe de los que ya son creyentes. Por otro lado, Beasley-Murray advierte del peligro de interpretar con demasiado rigor el significado del tiempo de los verbos.

Nótese que el propósito no es de crear fe como el objeto final, sino de convencer a los hombres de la naturaleza verdadera de Jesús. No es un mero hombre, ni tampoco sólo un buen hombre, sino que es el Cristo, el Mesías de Dios, prometido largamente a través del AT, el enviado personal de Dios con una misión especial y encarnado en la persona de Jesús. Pero tampoco termina allí, sino que el Evangelio tiene el propósito de convencer a los hombres que ese Mesías es divino, es el Hijo de Dios, y es Dios mismo, tal cual confesó Tomás. Como en las palabras de Tomás, ese convencimiento debe llevar a una confianza y compromiso con Cristo como “su Señor y su Dios”.

El segundo propósito, o mejor dicho, la finalidad última del Evangelio y el resultado benéfico de creer se expresa en la cláusula para que creyendo tengáis vida en su nombre. 

Este libro frecuentemente se  llama “El Evangelio de vida”. El término vida se refiere a la plenitud de vida espiritual o “vida eterna” que sólo se logra en su nombre (ver Juan 1:4; Juan 3:15; Juan 10:10). El verbo traducido tengáis es un subjuntivo en el tiempo presente. Una vez que uno cree en Cristo como el Hijo de Dios (primera cláusula) recibirá la vida, y seguirá teniendo vida para siempre (segunda cláusula).

Entonces el Evangelio de Juan tiene un propósito decididamente evangelístico y misionero. Está en perfecto acuerdo con el propósito para el cual Jesús vino al mundo. En esta forma y en el último versículo, Juan une magistralmente los dos temas dominantes en el Evangelio: “creer” y “vida”.

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martes, 29 de septiembre de 2015

Así dice YHVH Sebaot: Yo te tomé del redil, de seguir tras el rebaño, para que fueras caudillo sobre mi pueblo...y te haré un nombre como el nombre de los grandes de la tierra

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6









NUESTRO AUTO ESTUDIO PARA ENSEÑAR EN LA CONGREGACIÓN
1Crónicas 17
Palabra Clave: FIDELIDAD 
1     Cuando David ya habitaba en su casa, sucedió que David dijo al profeta Natán: He aquí yo habito en casa de cedro, pero el Arca del Pacto de YHVH está entre cortinas.
2      Y Natán respondió a David: ¡Haz todo lo que está en tu corazón, porque Ha-’Elohim está contigo!
3      Pero esa misma noche vino palabra de Dios a Natán, diciendo:
4      Ve y di a David mi siervo: Así dice YHVH: Tú no me edificarás Casa en que habite.
5      Porque no he habitado en casa alguna desde el día en que hice subir a los hijos de Israel hasta hoy, sino que estuve de tienda en tienda, y en tabernáculo.
6      Por dondequiera que anduve con todo Israel, ¿acaso he hablado palabra con alguno de los jueces de Israel, a quien haya mandado apacentar a mi pueblo, para decirles: ¿Por qué no me edificáis una Casa de cedro?
7      Por tanto, ahora dirás a mi siervo David: Así dice YHVH Sebaot: Yo te tomé del redil, de seguir tras el rebaño, para que fueras caudillo sobre mi pueblo Israel,
8      y he estado contigo en todo cuanto has andado, y he cortado de tu presencia a todos tus enemigos, y te haré un nombre como el nombre de los grandes de la tierra.
9      Asimismo he dispuesto un lugar para mi pueblo Israel, y lo he plantado para que habite en él, y no sea más removido, ni los hijos de iniquidad continuen oprimiéndolo como al principio,
10      como desde los días en que puse jueces sobre mi pueblo Israel, y someteré a todos tus enemigos; además, te hago saber que YHVH te edificará casa.
11      Y cuando tus días sean cumplidos para ir con tus padres, levantaré descendencia después de ti a uno de entre tus hijos y afirmaré su reino.
12      Él me edificará Casa, y Yo confirmaré su trono eternamente.
13      Yo le seré por padre y él me será por hijo, y no apartaré de él mi misericordia, como la aparté de aquél que estaba antes de ti,
14      sino que lo confirmaré en mi Casa y en mi reino eternamente, y su trono permanecerá eternamente.
15      Conforme a todas estas palabras, y según toda esta visión, así habló Natán a David.
16      Entonces fue el rey David, y se sentó delante de YHVH, y dijo: ¡Oh YHVH ’Elohim! ¿Quién soy yo y qué es mi casa, para que me lleves tan lejos?
17      Y aun esto fue poco ante tus ojos, oh ’Elohim, pues también has hablado de la casa de tu siervo para un lejano porvenir, y me has considerado según la medida de un hombre excelso, oh YHVH ’Elohim.
18      ¿Y qué más puede decirte David en cuanto a la gloria con la que has honrado a tu siervo, si Tú conoces a tu siervo?
19      Que por amor a tu siervo, oh YHVH, y según tu corazón, has hecho toda esta gran obra, para dar a conocer todas tus grandezas.
20      ¡Oh YHVH!, no hay nadie como Tú, ni hay ’Elohim fuera de Ti, conforme a todo lo que hemos oído con nuestros oídos.
21      ¿Y quién como tu pueblo Israel, nación única en la tierra a la que Ha-’Elohim redimió como pueblo suyo, para manifestar tu Nombre mediante hazañas grandes y terribles, expulsando naciones de delante de tu pueblo, al que rescataste de Egipto?
22      Pues hiciste a tu pueblo Israel pueblo tuyo para siempre, y Tú, oh YHVH, has llegado a ser su Dios.
23      Ahora pues, oh YHVH, confirma para siempre la palabra que has hablado acerca de tu siervo y de su casa, y haz como has dicho.
24      Y sea confirmado y engrandecido tu Nombre para siempre, a fin de que se diga: ¡YHVH Sebaot, Dios de Israel, es ’Elohim para Israel! Y sea la casa de tu siervo David establecida delante de tu presencia.
25      Porque tú, Dios mío, has revelado al oído de tu siervo que le edificarás una casa; por eso tu siervo ha hallado valor para orar ante Ti.
26      Ahora pues, YHVH, ¡Tú eres Ha-’Elohim!, y has prometido a tu siervo este bien.
27      Dígnate pues bendecir la casa de tu siervo, para que permanezca perpetuamente delante de Ti, porque Tú, oh YHVH, la has bendecido, y será bendita para siempre.

La fidelidad del creyente
La Fidelidad Recompensada
1 Crónicas 17–20

Dios había dicho al pueblo de Israel que si escuchaban Su voz y le obedecían, recibirían Su bendición. Crónicas demuestra que esta promesa divina, hecha a nivel nacional en Deuteronomio 28, se cumple tambien a nivel personal. En la vida de David como rey de Israel, se combinan estos dos aspectos de la promesa de Dios.
Crónicas intenta demostrar la importancia de la fidelidad a Jehová, tanto de parte del rey como del pueblo. De esta forma, David y todos ellos gozarían los beneficios de la fidelidad del rey elegido “conforme al corazón de Dios”.
EL PACTO DAVIDICO 17
Su Deseo de Construir el Templo 17:1–2
Después de llevar el arca a Jerusalén, la ciudad de David (15:29), el rey observó su propia mansión y la comparó con la tienda en que el arca residía. De allí, nació en él el deseo de construir una casa permanente para el arca de Jehová.
Antes de tomar acción alguna, David consultó con el profeta Natán, el vocero de Dios. Al conocer el deseo de David y la actitud que su corazón reflejaba, supuso que Dios había puesto esa intención de su corazón. Por lo tanto, dio su aprobación al plan. Al mismo tiempo, Natán pudo constatar lo que la nación había observado: que Dios estaba con David.
En la respuesta personal dada por Natán a David, se expresa un principio significativo para el que quiere andar con Dios. Cuando Dios está con alguien, puede hacer todo lo que está en su corazón. El que quiere agradar a Dios y busca que sea glorificado sobre todas las cosas, puede seguir los deseos de su corazón porque éstos persiguen los mismos fines de Dios. Por lo tanto, Dios se encarga de dirigir Ios anhelos de tales personas.
¡PENSEMOS!
Este principio es sumamente importante para la vida espiritual del hijo de Dios. Considere sus implicaciones. ¿Cuál es nuestra responsabilidad? ¿De qué tenemos que estar seguros? Al hacer lo que nos corresponde a la luz de esta verdad, ¿qué podemos esperar de parte de Dios? ¿Cómo puede afectar esta verdad su vida esta semana?
Su Pacto Establecido 17:3–15
Tal como el principio expresado indica, Dios se encarga de dirigir el camino del que busca hacer Su voluntad ante todo y glorificarle. A través de Su vocero Natán, el Señor demostró su complacencia con el deseo de David. Sin embargo, tenía otro plan. No sería David quien realizaría el proyecto, sino su hijo.
En lugar de permitir que David construyera la casa de Dios, El establecería la casa real de David. Dios promete mantenerle, a él y a su familia, sobre el trono de Israel para siempre.
No era el plan de Dios que David le edificara un templo de cedro. Es más, hasta ese momento, Dios nunca había pedido a ningún líder que le construyera una casa. El fue quien escogió habitar en medio de Su pueblo y revelarse a ellos desde una tienda. Dios no estaba dispuesto a cambiar ese plan todavía (17:3–6).
Aunque el plan de David no fue aceptado, su deseo produjo dos resultados positivos. En primer lugar, Dios le bendeciría a él y a su descendencia por su deseo de darle el honor que sólo El merece (17:7–15). En segundo lugar, y dentro de ese mismo plan de bendición a la descendencia de David, su hijo llevaría a cabo la edificación del templo que deseaba construir (17:12).
El plan de Dios de bendecir a David demuestra una vez más la grandeza de Su gracia y misericordia. Dios le llamó a ser príncipe sobre Su pueblo, cuando era un simple pastor de ovejas sin importancia, tan insignificante que ni a su propio padre se le había ocurrido que podría llegar a ser una persona de renombre (1 Samuel 16:10–11). Sin embargo, Dios le engrandeció. Había estado con él y había cortado de delante de él a todos sus enemigos.
Dios quería mostrar a David que Su gracia no terminaba con llevarlo al trono, sino que engrandecería más aún su nombre y le haría uno de los reyes más importantes de la historia. Bajo su liderazgo, Dios daría paz al pueblo para que las naciones que les habían maltratado ya no lo hicieran. Dios humillaría a todos los que se le oponían y establecería su casa (17:7–10).
La promesa de Dios de engrandecer a David y a su casa no terminaría con su muerte. También se extendía a su descendencia. Uno de sus hijos, que más adelante se conoce como Salomón, sería confirmado en el trono. Este rey realizaría el sueño de David de edificar el templo, y Dios establecería su trono para siempre.
Salomón gozaría de una relación íntima con Dios como de padre a hijo. Como un padre que quiere a su hijo, Dios nunca le abandonaría ni le quitaría Su misericordia. Más bien, Dios garantizó la permanencia de su trono para siempre. Se debe notar que en cuanto a la promesa hecha a Salomón, Dios tomó toda la iniciativa para asegurar su trono, pues él ni siquiera estaba presente. Dios asumió la responsabilidad de cumplirla, aun cuando Salomón o su linaje fallaran (17:11–15).
Su Respuesta en Adoración 17:16–27
David manifestó la actitud correcta de parte de una persona que quiere ante todo servir a Dios y glorificarle. No le importaba quién realizara la obra ni quién recibiera las felicitaciones por haberla hecho. Lo que le interesaba, era que se llevara a cabo y que Dios fuera glorificado. Así es que David respondió a las promesas del pacto y al plan de Dios para el templo, depositando su confianza en El y adorándole.
LAS OBRAS MAYORES SE REALIZAN
CUANDO NO NOS IMPORTA
QUIEN LAS LLEVA A CABO
SINO QUE DIOS SEA GLORIFICADO
Al escuchar esta promesa de Dios en cuanto al futuro del trono de Israel y la bendición sobre su casa, David responde con alabanza. Como punto de partida, reconoce su indignidad para recibir las bendiciones que Dios en Su gracia le ha prometido, quien se las ha concedido para revelar Su propia grandeza. El puede tomar una persona común como David y transformarla en un gran rey y hacer que permanezca el reinado de su familia a través de muchas generaciones. Por haber hecho una obra tan grande, sólo Dios merece la gloria (17:16–19).
En segundo lugar, David alaba a Dios porque lo mismo que ha hecho con él individualmente, lo ha hecho con Israel como nación. No hay ningún otro dios que haya redimido a Su pueblo de la esclavitud ni que le haya librado de sus enemigos milagrosamente como Jehová había hecho. Dios tomó este pueblo, y de una posición de poca importancia, lo transformó en una gran nación con la que ha querido identificarse como su Dios. Esta obra también se ha efectuado por causa de Su gracia (17:20–22).
David termina su alabanza con la petición de que Dios realice lo que ha prometido de tal modo que El sea glorificado. Al fin y al cabo, el propósito mayor en este plan es que el nombre de Jehová sea exaltado. David desea que la bendición de Dios sobre Israel y sobre su propia familia resulte en honor y gloria para El (17:23–27).
El éxito futuro de Israel como nación y, por consiguiente, de la dinastía davídica, depende de esta condición: que se identifiquen con Jehová de tal manera que El sea reconocido como el Dios de Israel y de David y que sea glorificado en sus vidas. Esta petición establece la base para evaluar históricamente el comportamiento de Israel a través del resto del libro. Sirve como la clave para entender lo que sucede en esta narración. Cuando Israel y su rey son fieles a Jehová y se realiza esta petición de David, el pueblo prospera; cuando no sucede así, Dios les juzga. El juicio divino viene en contra de Su pueblo porque no acepta ser identificado sólo con El.
LAS VICTORIAS MILITARES 18–20:8
La bendición de Dios sobre el reinado de David se extendió al campo de batalla también, pues triunfó sobre muchos enemigos y su reino se engrandeció. Sus victorias fueron más que todo, contra los filisteos, sus principales enemigos, aunque también venció a los amonitas y sus aliados, los arameos. Todas estas hazañas resultaron en el engrandecimiento de su reino.
Dos veces el autor afirma que “Jehová daba el triunfo a David dondequiera que iba” (18:6, 13). Entre otros, se nota que David derrotó a los filisteos, a los moabitas y a los sirios. De todas estas batallas, se recogió mucho oro, plata y bronce. Además, se recibieron muchos regalos y ofrendas de naciones amigas que querían felicitarle y hacer paz con él. En todos los casos, David reconoció de dónde habían venido estas victorias y dedicó los frutos de la batalla a Dios. No se aprovechó de ellos para enriquecerse a sí mismo. Por lo tanto, Dios le bendijo (18:7–8, 10–11).
JEHOVA DABA
LA VICTORIA A DAVID
DONDEQUIERA QUE IBA
Al llegar a ser el rey de Israel, David tuvo que enfrentarse a un problema inesperado. Cuando Saúl le perseguía, David había hecho amistad con varios de los enemigos tradicionales de Israel (1 Samuel 27–30), quienes le ayudaron porque creían que algún día les serviría en su guerra contra Saúl.
David intentó mantener estas amistades y aprovecharse de ellas para alcanzar sus propios fines. Sin embargo, estos pueblos ya no le tenían la misma confianza de antes, porque ahora él representaba al enemigo. Un caso así se presentó cuando murió Nahas, rey de los amonitas. Los consejeros de su hijo le infundieron tanto miedo, que rechazó a los embajadores que David mandó para consolarle. Por el contrario, les tomaron por espías y les maltrataron. Por lo tanto, David tuvo que pelear contra ellos y vencerles. Aunque el autor no lo comenta, parece que Dios quiere enseñar a David a no confiar en alianzas políticas para su seguridad, sino sólo en El (19:1–19).
La actitud manifestada en esta batalla por Joab, el general del ejército de Israel, expresa una verdad importante en cuanto a la obra que Dios nos encomienda. Animó a su hermano diciendo: “Esfuérzate y esforcémonos”. Este ejemplo nos enseña que debemos poner todo nuestro empeño en obtener lo mejor que se pueda para la gloria de Dios. Sin embargo, las consecuencias de nuestro esfuerzo no están en nuestras manos. La victoria no depende de nosotros. Joab confió al resultado a Dios: “Haga Jehová lo que bien le parezca” (19:13).
CUANDO NOS ESFORZAMOS
PARA DAR A DIOS LO MEJOR
QUE PODEMOS PARA SU GLORIA,
EL SE ENCARGA DE LOS RESULTADOS
La consecuencia de esta combinación, el pueblo haciendo su mejor esfuerzo, y Dios dándoles la victoria, resultó en la caída de sus enemigos, aunque tuvieron que enfrentarse a los temibles gigantes de Gat (20:1–8). Cuando somos fieles en el uso de los recursos que Dios nos da y nos esforzamos con todo lo que podemos para Su gloria, El se hace responsable de los resultados y bendice nuestra fidelidad. Así fue como se extendieron las fronteras de Israel.
¡PENSEMOS!
Este equilibrio en la vida cristiana es de suma importancia; sin embargo, muchas veces se nos olvida. ¿Qué ministerio le ha encomendado Dios? ¿Qué es lo que Dios le ha indicado que quiere que haga? Al contemplar nuestro trabajo, necesitamos recordar esto. Muchas veces nos falta una exhortación para esforzarnos, para hacer todo lo que podemos para Su gloria. A la vez, tenemos que recordar a quién corresponde el resultado. Tenemos que confiar en Dios para asegurar que se cumpla lo que El quiere. ¿Cuál de estos dos recordatorios le hace falta en relación con el ministerio que se le ha señalado? ¿Se debe esforzar más para que Dios sea glorificado en este empeño? O, ¿tiene que dejar de luchar por su cuenta y encomendar su ministerio a Dios para que El haga Su voluntad?

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martes, 4 de agosto de 2015

Que prediques la Palabra; que apresures a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende duramente; exhorta con toda paciencia y doctrina.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
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Información 


Cómo preparar un sermón expositivo

El sermón expositivo es “el rey de los sermones”.
            Un sermón expositivo bien hecho es lo máximo a lo que puede aspirar un preparador de sermones. La generalidad de los predicadores tienen más bien pocos sermones expositivos en comparación a los textuales y tópicos que han hecho. La razón es sencilla. No es tan fácil elaborar un sermón expositivo.

            Pero aquellos que nos quieren hacer creer que solamente los que tienen un conocimiento muy profundo de la Biblia y de los idiomas originales están capacitados para hacer esta clase de sermones, exageran. Si hay alguien que está obligado a decir que exageran, ése soy yo,porque sin ser nada en este mundo, me deleito en hacer y predicar sermones expositivos.

1. Para preparar un sermón expositivo, (SE de aquí en adelante) lo primero que se necesita es saber de qué se trata.
            Posiblemente lo que distingue más a un SE es que todo él (o casi todo él), tema, puntos, subpuntos, etc. se desprende del texto. (Lea en esta misma sección el artículo "El texto")

            Entonces, aunque se le distingue del sermón textual, yo diría que no hay sermón más textual que el SE. Es por eso que los sermones expositivos tienen como texto un pasaje más bien largo, tal vez de unos tres, cuatro, cinco o más versículos. Si usted ha hecho un sermón sobre una parábola del Señor, en que le ha sacado todo el jugo al pasaje-texto, es casi seguro que usted hizo un sermón expositivo.

            Cualquier pasaje más o menos largo con un tema central importante puede ser el texto para un SE. Por ejemplo un salmo como el 1 o el 23.

2. Llegue a “dominar” el texto de su SE
            Es decir, uno debe entenderlo; debe conocer cada frase, cada palabra. Debe poder hacer un análisis de él, incluida cada cosa, (aunque en el producto final no se incluya absolutamente todo). Creo que es por esto que algunos dicen que solamente ciertos mortales muy conocedores tienen la preparación necesaria para elaborar un SE.

            Ya dije que exageran. Pero es claro que si uno ha de entender y analizar el texto, debe tener a la mano las herramientas necesarias para lograrlo: Léxicos, diccionarios, comentarios escritos por estudiosos serios, etc. Me parece que muchos de los cristianos a quienes va principalmente dirigido este sitio, son hermanos de recursos limitados a quienes comprendo a la perfección por ser yo uno de ellos. Pero cuando se tiene pasión por la predicación no es imposible hacerse de libros-herramienta básicos con la ayuda de Dios (Vea en esta misma sección el artículo “Los libros del expositor”).

            Bien. Escriba con cuidado un análisis del texto, como si lo hiciera para explicárselo a alguien. En ese análisis incluya notas de lo que se le ocurra sobre cualquier cosa interesante, por ejemplo, usos que le daban a cierta palabra griega los que hablaban ese idioma, otros usos de ella en otros pasajes; y así siga al mismo tiempo que hace una lista aparte de cosas que a pesar de los léxicos y diccionarios no entiende bien.Pero por lo que más quiera, en esta etapa no consulte ningún comentario ni nada que contenga las conclusiones de otro. Aquí se trata de hacer únicamente su propio trabajo intelectual. ¿Por qué? Porque las conclusiones ajenas obstaculizarán en mayor o menor grado su propio razonamiento.

            Mientras trabaja en su análisis del texto, en otra hoja vaya haciendo los primeros esbozos de su bosquejo, sin seguir ningún orden, Por ejemplo aplicaciones que se le vayan ocurriendo de lo que está aprendiendo durante su análisis.
            Trate de encontrar la frase o una palabra en el texto que contenga la idea central del mismo. Como sea, muchas veces usted ya la tiene en mente desde que comenzó a ahondar en el pasaje, pues eso fue precisamente lo que le llamó la atención y le hizo interesarse en el pasaje como un posible texto para su SE.
            Perfecto. Cuando usted sienta que ya no hay más por analizar, o si usted lo prefiere déjeme decirlo en otra forma, que ya no hay más por examinar con una lupa, dése por satisfecho. Ya hizo una gran parte del trabajo. Un SE es la explicación y aplicación de un pasaje más o menos largo, tratado homiléticamente. Ahora usted conoce su texto y está capacitado para explicarlo. Es posible que hasta sienta la tentación de detenerse aquí y decidir llevar sus notas al púlpito. No sucumba a ella. Todavía le falta buen trecho por recorrer.

3. Ahora comience a convertir su análisis en el bosquejo de su sermón. Imagínese que el texto y el análisis de él es todo lo que tiene en este mundo para hacer su sermón.
            1. Redacte una proposición que contenga una palabra clave como he mostrado en el artículo “La proposición” que se encuentra en esta misma sección. Ahora extiéndase en la elaboración de sus notas. Repito que la diferencia radica en que todas las partes del sermón serán elaboradas empleando el texto y su análisis. Si usted sabe cómo elaborar un sermón, sabrá cómo elaborar un SE. La diferencia radicará en que —repitiendo otra vez— ninguno de los puntos principales de su sermón se estará basando en ninguna otra porción de la Escritura.

            2. Revisando cuidadosamente su análisis, vea todo lo que puede incorporar bajo cada punto principal, que sería lo que algunos llaman los subpuntos. Si resulta que no sólo los puntos sino los subpuntos han sido extraídos del texto, y usted ya ha puesto las aplicaciones pertinentes, usted habrá elaborado ¡Un sermón expositivo perfecto! (al cual solamente le faltan la introducción y la conclusión)

            3. La realidad es que lograr un SE perfecto (todo basado en el texto) es sumamente difícil, principalmente porque el texto casi nunca da para tanto. Por eso es que todavía hay algo más qué hacer: Aunque ya dije que cada punto principal, sin excepción, está sacado del texto, usted puede verse precisado a añadir un subpunto o un sub-subpunto basado en otra porción de la Palabra. Esto es necesario cuando siente que algo debe ampliarse o clarificarse. Pero generalmente mucho está en el texto y usted así lo ve cuando ha hecho un buen análisis de él, análisis que usted ya puede notar es de la más grande importancia en la elaboración del SE.

4. Pero un sermón sin aplicación no es sermón. Entonces, se requiere que observando lo que ya ha hecho, se fije con cuidado dónde puede usted incluir una aplicación a la vida de sus oyentes.

            Se podría decir que el sermón estará “salpicado” de aplicaciones. El aforismo que reza “predicación es explicación y aplicación de la Palabra” es ineludible en un SE: Aplique en su debido lugar todo lo que el texto tiene para las vidas de los que ocupan las bancas.

            Una de las virtudes del SE es que usted puede decir cosas que atañen a la conducta de sus oyentes en la forma más natural y aceptable.

5. Ahora sí, —jamás antes de esta última etapa de su elaboración— vaya a los comentarios y a los sermones o bosquejos de sermones escritos por otros.
            Le sorprenderá que algunas cosas que usted puso, otros también las pusieron. También será muy satisfactorio ver que cosas que usted incluyó, al parecer otros no las vieron. Si encuentra en esos trabajos ajenos algo que puede mejorar este o aquel punto, incorpórelo a su sermón. A veces uno aprende un detalle interesante sobre una palabra o frase del texto. Otras veces, uno ve una muy buena aplicación que un autor hizo. Incorpore cualquier cosa que ayude al sermón.
            Podría suceder que comparando lo suyo con lo ajeno, descubra que  por allí usted cometió un errorcillo o equivocación de cualquier índole. Haga la corrección debida o de plano use el borrador. ¿Recuerda que más arriba, dije que si algo del texto no entendía bien lo apuntara? Pues el momento de consultar obras, comentarios, sermones basados en el mismo texto, etc. ha llegado. Casi siempre encontramos la respuesta a nuestra interrogante.

            Si usted nota que ciertos detalles de su análisis no encajan en una forma natural y fluida en su sermón no trate de forzar nada. Déjelos de lado. Déjeme decirle que el trabajo intelectual que la preparación de un SE exige es muy benéfico. Uno se obliga a aprender cosas de gran interés e importancia.
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La introducción y la conclusión del SE básicamente se rigen por los mismos principios que todas las demás, de manera que no es necesario ahondar aquí en ellas. No obstante podría ser de mucha utilidad ir a un artículo en esta misma sección titulado “La introducción” (cuando me sea posible escribiré algo sobre la conclusión del sermón).
            Cuando haya terminado de hacer sus notas (su bosquejo), una cosa le llamará la atención: El bosquejo de ninguna manera será mucho más corto que los de otros sermones.
            Y cuando lo predique, otra cosa lo sorprenderá. A su audiencia, aunque no sepa nada de sermones expositivos y cosas semejantes, le gustará mucho el sermón. Pero sobre todo, le beneficiará grandemente.
            No por nada al principio le llamé al SE “el rey de los sermones”.


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