martes, 29 de septiembre de 2015

Así dice YHVH Sebaot: Yo te tomé del redil, de seguir tras el rebaño, para que fueras caudillo sobre mi pueblo...y te haré un nombre como el nombre de los grandes de la tierra

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6









NUESTRO AUTO ESTUDIO PARA ENSEÑAR EN LA CONGREGACIÓN
1Crónicas 17
Palabra Clave: FIDELIDAD 
1     Cuando David ya habitaba en su casa, sucedió que David dijo al profeta Natán: He aquí yo habito en casa de cedro, pero el Arca del Pacto de YHVH está entre cortinas.
2      Y Natán respondió a David: ¡Haz todo lo que está en tu corazón, porque Ha-’Elohim está contigo!
3      Pero esa misma noche vino palabra de Dios a Natán, diciendo:
4      Ve y di a David mi siervo: Así dice YHVH: Tú no me edificarás Casa en que habite.
5      Porque no he habitado en casa alguna desde el día en que hice subir a los hijos de Israel hasta hoy, sino que estuve de tienda en tienda, y en tabernáculo.
6      Por dondequiera que anduve con todo Israel, ¿acaso he hablado palabra con alguno de los jueces de Israel, a quien haya mandado apacentar a mi pueblo, para decirles: ¿Por qué no me edificáis una Casa de cedro?
7      Por tanto, ahora dirás a mi siervo David: Así dice YHVH Sebaot: Yo te tomé del redil, de seguir tras el rebaño, para que fueras caudillo sobre mi pueblo Israel,
8      y he estado contigo en todo cuanto has andado, y he cortado de tu presencia a todos tus enemigos, y te haré un nombre como el nombre de los grandes de la tierra.
9      Asimismo he dispuesto un lugar para mi pueblo Israel, y lo he plantado para que habite en él, y no sea más removido, ni los hijos de iniquidad continuen oprimiéndolo como al principio,
10      como desde los días en que puse jueces sobre mi pueblo Israel, y someteré a todos tus enemigos; además, te hago saber que YHVH te edificará casa.
11      Y cuando tus días sean cumplidos para ir con tus padres, levantaré descendencia después de ti a uno de entre tus hijos y afirmaré su reino.
12      Él me edificará Casa, y Yo confirmaré su trono eternamente.
13      Yo le seré por padre y él me será por hijo, y no apartaré de él mi misericordia, como la aparté de aquél que estaba antes de ti,
14      sino que lo confirmaré en mi Casa y en mi reino eternamente, y su trono permanecerá eternamente.
15      Conforme a todas estas palabras, y según toda esta visión, así habló Natán a David.
16      Entonces fue el rey David, y se sentó delante de YHVH, y dijo: ¡Oh YHVH ’Elohim! ¿Quién soy yo y qué es mi casa, para que me lleves tan lejos?
17      Y aun esto fue poco ante tus ojos, oh ’Elohim, pues también has hablado de la casa de tu siervo para un lejano porvenir, y me has considerado según la medida de un hombre excelso, oh YHVH ’Elohim.
18      ¿Y qué más puede decirte David en cuanto a la gloria con la que has honrado a tu siervo, si Tú conoces a tu siervo?
19      Que por amor a tu siervo, oh YHVH, y según tu corazón, has hecho toda esta gran obra, para dar a conocer todas tus grandezas.
20      ¡Oh YHVH!, no hay nadie como Tú, ni hay ’Elohim fuera de Ti, conforme a todo lo que hemos oído con nuestros oídos.
21      ¿Y quién como tu pueblo Israel, nación única en la tierra a la que Ha-’Elohim redimió como pueblo suyo, para manifestar tu Nombre mediante hazañas grandes y terribles, expulsando naciones de delante de tu pueblo, al que rescataste de Egipto?
22      Pues hiciste a tu pueblo Israel pueblo tuyo para siempre, y Tú, oh YHVH, has llegado a ser su Dios.
23      Ahora pues, oh YHVH, confirma para siempre la palabra que has hablado acerca de tu siervo y de su casa, y haz como has dicho.
24      Y sea confirmado y engrandecido tu Nombre para siempre, a fin de que se diga: ¡YHVH Sebaot, Dios de Israel, es ’Elohim para Israel! Y sea la casa de tu siervo David establecida delante de tu presencia.
25      Porque tú, Dios mío, has revelado al oído de tu siervo que le edificarás una casa; por eso tu siervo ha hallado valor para orar ante Ti.
26      Ahora pues, YHVH, ¡Tú eres Ha-’Elohim!, y has prometido a tu siervo este bien.
27      Dígnate pues bendecir la casa de tu siervo, para que permanezca perpetuamente delante de Ti, porque Tú, oh YHVH, la has bendecido, y será bendita para siempre.

La fidelidad del creyente
La Fidelidad Recompensada
1 Crónicas 17–20

Dios había dicho al pueblo de Israel que si escuchaban Su voz y le obedecían, recibirían Su bendición. Crónicas demuestra que esta promesa divina, hecha a nivel nacional en Deuteronomio 28, se cumple tambien a nivel personal. En la vida de David como rey de Israel, se combinan estos dos aspectos de la promesa de Dios.
Crónicas intenta demostrar la importancia de la fidelidad a Jehová, tanto de parte del rey como del pueblo. De esta forma, David y todos ellos gozarían los beneficios de la fidelidad del rey elegido “conforme al corazón de Dios”.
EL PACTO DAVIDICO 17
Su Deseo de Construir el Templo 17:1–2
Después de llevar el arca a Jerusalén, la ciudad de David (15:29), el rey observó su propia mansión y la comparó con la tienda en que el arca residía. De allí, nació en él el deseo de construir una casa permanente para el arca de Jehová.
Antes de tomar acción alguna, David consultó con el profeta Natán, el vocero de Dios. Al conocer el deseo de David y la actitud que su corazón reflejaba, supuso que Dios había puesto esa intención de su corazón. Por lo tanto, dio su aprobación al plan. Al mismo tiempo, Natán pudo constatar lo que la nación había observado: que Dios estaba con David.
En la respuesta personal dada por Natán a David, se expresa un principio significativo para el que quiere andar con Dios. Cuando Dios está con alguien, puede hacer todo lo que está en su corazón. El que quiere agradar a Dios y busca que sea glorificado sobre todas las cosas, puede seguir los deseos de su corazón porque éstos persiguen los mismos fines de Dios. Por lo tanto, Dios se encarga de dirigir Ios anhelos de tales personas.
¡PENSEMOS!
Este principio es sumamente importante para la vida espiritual del hijo de Dios. Considere sus implicaciones. ¿Cuál es nuestra responsabilidad? ¿De qué tenemos que estar seguros? Al hacer lo que nos corresponde a la luz de esta verdad, ¿qué podemos esperar de parte de Dios? ¿Cómo puede afectar esta verdad su vida esta semana?
Su Pacto Establecido 17:3–15
Tal como el principio expresado indica, Dios se encarga de dirigir el camino del que busca hacer Su voluntad ante todo y glorificarle. A través de Su vocero Natán, el Señor demostró su complacencia con el deseo de David. Sin embargo, tenía otro plan. No sería David quien realizaría el proyecto, sino su hijo.
En lugar de permitir que David construyera la casa de Dios, El establecería la casa real de David. Dios promete mantenerle, a él y a su familia, sobre el trono de Israel para siempre.
No era el plan de Dios que David le edificara un templo de cedro. Es más, hasta ese momento, Dios nunca había pedido a ningún líder que le construyera una casa. El fue quien escogió habitar en medio de Su pueblo y revelarse a ellos desde una tienda. Dios no estaba dispuesto a cambiar ese plan todavía (17:3–6).
Aunque el plan de David no fue aceptado, su deseo produjo dos resultados positivos. En primer lugar, Dios le bendeciría a él y a su descendencia por su deseo de darle el honor que sólo El merece (17:7–15). En segundo lugar, y dentro de ese mismo plan de bendición a la descendencia de David, su hijo llevaría a cabo la edificación del templo que deseaba construir (17:12).
El plan de Dios de bendecir a David demuestra una vez más la grandeza de Su gracia y misericordia. Dios le llamó a ser príncipe sobre Su pueblo, cuando era un simple pastor de ovejas sin importancia, tan insignificante que ni a su propio padre se le había ocurrido que podría llegar a ser una persona de renombre (1 Samuel 16:10–11). Sin embargo, Dios le engrandeció. Había estado con él y había cortado de delante de él a todos sus enemigos.
Dios quería mostrar a David que Su gracia no terminaba con llevarlo al trono, sino que engrandecería más aún su nombre y le haría uno de los reyes más importantes de la historia. Bajo su liderazgo, Dios daría paz al pueblo para que las naciones que les habían maltratado ya no lo hicieran. Dios humillaría a todos los que se le oponían y establecería su casa (17:7–10).
La promesa de Dios de engrandecer a David y a su casa no terminaría con su muerte. También se extendía a su descendencia. Uno de sus hijos, que más adelante se conoce como Salomón, sería confirmado en el trono. Este rey realizaría el sueño de David de edificar el templo, y Dios establecería su trono para siempre.
Salomón gozaría de una relación íntima con Dios como de padre a hijo. Como un padre que quiere a su hijo, Dios nunca le abandonaría ni le quitaría Su misericordia. Más bien, Dios garantizó la permanencia de su trono para siempre. Se debe notar que en cuanto a la promesa hecha a Salomón, Dios tomó toda la iniciativa para asegurar su trono, pues él ni siquiera estaba presente. Dios asumió la responsabilidad de cumplirla, aun cuando Salomón o su linaje fallaran (17:11–15).
Su Respuesta en Adoración 17:16–27
David manifestó la actitud correcta de parte de una persona que quiere ante todo servir a Dios y glorificarle. No le importaba quién realizara la obra ni quién recibiera las felicitaciones por haberla hecho. Lo que le interesaba, era que se llevara a cabo y que Dios fuera glorificado. Así es que David respondió a las promesas del pacto y al plan de Dios para el templo, depositando su confianza en El y adorándole.
LAS OBRAS MAYORES SE REALIZAN
CUANDO NO NOS IMPORTA
QUIEN LAS LLEVA A CABO
SINO QUE DIOS SEA GLORIFICADO
Al escuchar esta promesa de Dios en cuanto al futuro del trono de Israel y la bendición sobre su casa, David responde con alabanza. Como punto de partida, reconoce su indignidad para recibir las bendiciones que Dios en Su gracia le ha prometido, quien se las ha concedido para revelar Su propia grandeza. El puede tomar una persona común como David y transformarla en un gran rey y hacer que permanezca el reinado de su familia a través de muchas generaciones. Por haber hecho una obra tan grande, sólo Dios merece la gloria (17:16–19).
En segundo lugar, David alaba a Dios porque lo mismo que ha hecho con él individualmente, lo ha hecho con Israel como nación. No hay ningún otro dios que haya redimido a Su pueblo de la esclavitud ni que le haya librado de sus enemigos milagrosamente como Jehová había hecho. Dios tomó este pueblo, y de una posición de poca importancia, lo transformó en una gran nación con la que ha querido identificarse como su Dios. Esta obra también se ha efectuado por causa de Su gracia (17:20–22).
David termina su alabanza con la petición de que Dios realice lo que ha prometido de tal modo que El sea glorificado. Al fin y al cabo, el propósito mayor en este plan es que el nombre de Jehová sea exaltado. David desea que la bendición de Dios sobre Israel y sobre su propia familia resulte en honor y gloria para El (17:23–27).
El éxito futuro de Israel como nación y, por consiguiente, de la dinastía davídica, depende de esta condición: que se identifiquen con Jehová de tal manera que El sea reconocido como el Dios de Israel y de David y que sea glorificado en sus vidas. Esta petición establece la base para evaluar históricamente el comportamiento de Israel a través del resto del libro. Sirve como la clave para entender lo que sucede en esta narración. Cuando Israel y su rey son fieles a Jehová y se realiza esta petición de David, el pueblo prospera; cuando no sucede así, Dios les juzga. El juicio divino viene en contra de Su pueblo porque no acepta ser identificado sólo con El.
LAS VICTORIAS MILITARES 18–20:8
La bendición de Dios sobre el reinado de David se extendió al campo de batalla también, pues triunfó sobre muchos enemigos y su reino se engrandeció. Sus victorias fueron más que todo, contra los filisteos, sus principales enemigos, aunque también venció a los amonitas y sus aliados, los arameos. Todas estas hazañas resultaron en el engrandecimiento de su reino.
Dos veces el autor afirma que “Jehová daba el triunfo a David dondequiera que iba” (18:6, 13). Entre otros, se nota que David derrotó a los filisteos, a los moabitas y a los sirios. De todas estas batallas, se recogió mucho oro, plata y bronce. Además, se recibieron muchos regalos y ofrendas de naciones amigas que querían felicitarle y hacer paz con él. En todos los casos, David reconoció de dónde habían venido estas victorias y dedicó los frutos de la batalla a Dios. No se aprovechó de ellos para enriquecerse a sí mismo. Por lo tanto, Dios le bendijo (18:7–8, 10–11).
JEHOVA DABA
LA VICTORIA A DAVID
DONDEQUIERA QUE IBA
Al llegar a ser el rey de Israel, David tuvo que enfrentarse a un problema inesperado. Cuando Saúl le perseguía, David había hecho amistad con varios de los enemigos tradicionales de Israel (1 Samuel 27–30), quienes le ayudaron porque creían que algún día les serviría en su guerra contra Saúl.
David intentó mantener estas amistades y aprovecharse de ellas para alcanzar sus propios fines. Sin embargo, estos pueblos ya no le tenían la misma confianza de antes, porque ahora él representaba al enemigo. Un caso así se presentó cuando murió Nahas, rey de los amonitas. Los consejeros de su hijo le infundieron tanto miedo, que rechazó a los embajadores que David mandó para consolarle. Por el contrario, les tomaron por espías y les maltrataron. Por lo tanto, David tuvo que pelear contra ellos y vencerles. Aunque el autor no lo comenta, parece que Dios quiere enseñar a David a no confiar en alianzas políticas para su seguridad, sino sólo en El (19:1–19).
La actitud manifestada en esta batalla por Joab, el general del ejército de Israel, expresa una verdad importante en cuanto a la obra que Dios nos encomienda. Animó a su hermano diciendo: “Esfuérzate y esforcémonos”. Este ejemplo nos enseña que debemos poner todo nuestro empeño en obtener lo mejor que se pueda para la gloria de Dios. Sin embargo, las consecuencias de nuestro esfuerzo no están en nuestras manos. La victoria no depende de nosotros. Joab confió al resultado a Dios: “Haga Jehová lo que bien le parezca” (19:13).
CUANDO NOS ESFORZAMOS
PARA DAR A DIOS LO MEJOR
QUE PODEMOS PARA SU GLORIA,
EL SE ENCARGA DE LOS RESULTADOS
La consecuencia de esta combinación, el pueblo haciendo su mejor esfuerzo, y Dios dándoles la victoria, resultó en la caída de sus enemigos, aunque tuvieron que enfrentarse a los temibles gigantes de Gat (20:1–8). Cuando somos fieles en el uso de los recursos que Dios nos da y nos esforzamos con todo lo que podemos para Su gloria, El se hace responsable de los resultados y bendice nuestra fidelidad. Así fue como se extendieron las fronteras de Israel.
¡PENSEMOS!
Este equilibrio en la vida cristiana es de suma importancia; sin embargo, muchas veces se nos olvida. ¿Qué ministerio le ha encomendado Dios? ¿Qué es lo que Dios le ha indicado que quiere que haga? Al contemplar nuestro trabajo, necesitamos recordar esto. Muchas veces nos falta una exhortación para esforzarnos, para hacer todo lo que podemos para Su gloria. A la vez, tenemos que recordar a quién corresponde el resultado. Tenemos que confiar en Dios para asegurar que se cumpla lo que El quiere. ¿Cuál de estos dos recordatorios le hace falta en relación con el ministerio que se le ha señalado? ¿Se debe esforzar más para que Dios sea glorificado en este empeño? O, ¿tiene que dejar de luchar por su cuenta y encomendar su ministerio a Dios para que El haga Su voluntad?

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