miércoles, 30 de septiembre de 2015

...Quebraré a este pueblo y a esta ciudad, como se quiebra una vasija de alfarero, que no puede recomponerse más...todas las casas sobre cuyos terrados queman incienso a todo el ejército de los cielos y vierten libaciones a otros dioses.

RECUERDA ESTO Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6







PREPARAMOS NUESTRO ESTUDIO PARA ENSEÑAR EN LA CONGREGACIÓN
JEREMÍAS 19:1-13

19:1 Así dijo YHVH: Ve y compra una vasija de barro de alfarero, y lleva contigo de los                 ancianos del pueblo y de los ancianos de los sacerdotes,
2      y sal al valle de Ben-Hinom, que está a la entrada de la puerta del alfarero, y proclama          allí las palabras que Yo te diré.
3      Di: ¡Oh reyes de Judá, y vosotros, habitantes de Jerusalem, oíd el oráculo de YHVH!          Así dice YHVH Sebaot, Dios de Israel: He aquí Yo traigo un mal sobre este lugar, tal             así, que a todo el que lo oiga le retiñirán los oídos.
4      Porque me han abandonado y han enajenado este lugar, quemando allí incienso a               otros dioses que ellos no conocieron, ni sus padres, ni los reyes de Judá, y han                     llenado este lugar de sangre de inocentes.
5      Y han edificado los lugares altos a Baal, para quemar con fuego a sus propios hijos              como holocaustos a Baal; cosa que Yo no ordené ni dije, ni me pasó por el                            pensamiento.
6      Por tanto he aquí vienen días, dice YHVH, en que no se le llamará más a este lugar             Tofet, ni Valle de Ben-Hinom, sino Valle de la Matanza.
7      Y haré nulo el consejo de Judá y de Jerusalem en este lugar, y los haré caer a espada          ante sus enemigos, y en mano de quienes buscan su vida, y daré sus cadáveres                  como pasto a las aves del cielo y a las bestias de la tierra.
8      Convertiré esta ciudad en objeto de asombro y de silbido: todo el que pase por ella se          asombrará y silvará a causa de todas sus plagas.
9      Haré que se coman la carne de sus propios hijos y la carne de sus propias hijas, y                cada uno comerá la carne de su compañero, en el asedio y la aflicción con que los                afligirán sus enemigos y los que buscan su vida.
10      Luego quebrarás la vasija ante los ojos de los hombres que vayan contigo,
11      y les dirás: Así dice YHVH Sebaot: De este modo quebraré a este pueblo y a esta                 ciudad, como se quiebra una vasija de alfarero, que no puede recomponerse más; y              enterrarán en Tofet hasta no haber lugar.
12      Así haré con este lugar, dice YHVH, y con sus habitantes, hasta que esta ciudad sea            como Tofet.
13      También las casas de Jerusalem y las casas de los reyes de Judá, que están                        contaminadas, serán como este lugar de Tofet: todas las casas sobre cuyos                          terrados queman incienso a todo el ejército de los cielos y vierten libaciones a otros              dioses.

La Búsqueda de interlocutores


  Los ancianos y el mensaje de Dios
  19:1
  Dios pide al profeta que busque específicamente a los ancianos del pueblo y ancianos de los sacerdotes. Dado que el pueblo no tenía una buena opinión de Jeremías, este busca testigos con autoridad. Los ancianos del pueblo desde los orígenes de la nación fueron reconocidos por su autoridad (ver Núm 11:16; Jos. 7:6; 1 Rey. 8:1). En momentos de crisis los ancianos de los sacerdotes ocuparon un lugar importante (2 Rey. 19:2). En este caso servirían de testigos y receptores de las palabras o mensaje pronunciado (19:3, 10, 11a).

  En los pueblos antiguos los ancianos ocupaban un lugar de liderazgo, por su experiencia (Job 12:12) eran quienes velaban por las tradiciones y el orden dentro de la sociedad (Deut. 19:12). Fueron los ancianos los que juzgaron a Jesús (Mat. 16:21; 26:59).

  Hoy como en aquellos días (de Jeremías) Dios necesita interlocutores, hombres y mujeres que tengan la capacidad de comprender y recibir la Palabra de Dios, y que al mismo tiempo tengan autoridad frente al pueblo de Dios para poder transmitirla con claridad.

Jehovah habla a los ancianos del pueblo, 
Jeremías 19:1–13. 

Nuevamente el Señor manda al profeta que entregue un mensaje por medio de sus acciones. Tiene que ir de nuevo a la casa del alfarero, esta vez para comprar una vasija. Debe pedir que le acompañen algunos de los ancianos del pueblo y de los sacerdotes, esto es, los líderes civiles y religiosos. Luego deben salir al valle de Ben-hinom y allá darles el mensaje del Señor. Puesto que lleva consigo a los líderes del pueblo, su mensaje cobra más legitimidad. Dios no está dando su mensaje en secreto, o a unas cuantas personas de la comunidad. Aquí tiene algunos de los líderes reconocidos.

En el v. 3 la palabra se dirige a todo el pueblo, los reyes y los habitantes de la ciudad. Se enfatiza que la palabra viene del Señor, repitiendo su nombre tres veces, y entonces da el preaviso de la calamidad que vendrá sobre el pueblo. Va a ser tan severo que todos los que lo escuchan van a quedarse atónitos, algo como tener un retiño constante en sus oídos.

Empezando con la palabra porque los vv. 4 y 5 dan las razones por este castigo tan fuerte. Sigue una lista de los pecados graves que ha cometido el pueblo, encabezada con el abandono de Jehovah. Este es el pecado principal, porque los demás pecados vienen como consecuencia de este abandono del Dios verdadero. Aquí en este valle han levantado altares a Baal, y han quemado incienso a los dioses ajenos, desconocidos anteriormente por el pueblo. La apostasía del pueblo es flagrante.

Han tomado la sangre de inocentes, o sea han oprimido en formas crueles e inhumanas a los pobres. Además han seguido las prácticas de los seguidores de Baal para ofrecer en holocausto a sus propios hijos, cosa totalmente opuesta a la enseñanza del Señor. Había mucho sincretismo religioso en aquellos tiempos, y tal vez hubo quienes seguían esta práctica tan horrible pensando que podrían agradar a Baal y a Jehovah a la vez. 

Dios dice tres cosas muy importantes en cuanto a estas prácticas: cosa que no les mande, ni hablé [de ello], ni me vino a la mente. El concepto de la toma de la vida de los inocentes en holocausto al Señor es totalmente rechazado por él. Él ha dado la vida, y quiere que las personas le sigan en obediencia y en amor, no en formas tan paganas y crueles.


  Bosquejo homilético
  Algo se ha quebrado y no se puede restaurar
  Jeremías 19:1–13
  Introducción: 
En el capítulo anterior el profeta había usado la figura del alfarero, en este capítulo siguiendo la misma línea usa la figura de la vasija, es decir el producto final del alfarero.
          I.      La presentación de la vasija, 19:1–9.
      1.      Una vasija “comprada”.
      2.      Una vasija que recuerda el pecado del pueblo (vv. 3–5).
        (1)      Abandonaron a Dios.
        (2)      Sacrificaron a los ídolos.
        (3)      Derramaron sangre inocente; realizaron injusticias.
      3.      Una vasija que presenta el castigo de Dios.
        (1)      Pagarán con sus vidas (matanza).
        (2)      Pagarán con su derrota, decepción (haré pedazo los planes—DHH).
        (3)      Pagarían con la burla y asombro ante la catástrofe.

          II.      La quiebra de la vasija, 19:10, 11.
      1.      La quiebra de la vasija representaba la catástrofe del pueblo de Dios.
       2.     La quiebra es realizada ante sus ojos, es decir de manera pública, como                       públicamente habían pecado, y en ese mismo lugar.
      3.      La quiebra representaba que ya no había regreso a la situación anterior (no                  se puede volver a restaurar).

          III.      El mensaje de la vasija, 19:12, 13.
      1.      Enfatiza la paternidad del castigo (así haré).
      2.      Enfatiza la intencionalidad.
      3.      Enfatiza la violencia del castigo
      4.     Enfatiza el alcance del castigo. Tanto el pueblo como los líderes (todas las                    casas).
      5.      Enfatiza las implicaciones del castigo (serán inmundas).


Por tanto, viene el castigo tan grande sobre este pueblo tan pecador. Hasta el nombre del valle va a ser cambiado a valle de la Matanza. La gente va a caer frente a las espadas y no habrá sepultura para los cadáveres, sino serán comidos por las aves y las bestias. La ciudad va a ser totalmente destruida y un objeto de burla. Peor aún, en el asedio de la ciudad no habrá comida y la gente va a practicar el canibalismo.


Sin duda, este mensaje del Señor es presentado en forma impactante y contiene hipérbole, pero Jeremías tenía que hacerles ver el desastre pendiente. Se sabe que esta profecía fue cumplida y la destrucción vino a Jerusalén. El pueblo pagó en carne propia por su apostasía en los dos ataques a la ciudad hechos por los babilonios en 597 y más tarde en 587 a. de J.C. cuando por fin destruyeron la ciudad, incluyendo el templo, y llevaron al cautiverio lo mejor de la ciudad.




Después de este escenario tan pavoroso, el v. 10 viene casi como un choque, o más bien como un alivio. Dios manda a Jeremías que rompa la vasija frente de los líderes que le acompañaron. El mensaje con esta acción es tal como la vasija quedó en pedazos, así la ciudad y el pueblo van a ser quebrantados, sin la posibilidad de restauración.

Tófet era un pueblo que había sido sitio de culto a los ídolos y había sido profanado por Josías en su campaña contra la idolatría en el país (comp. 2 Rey. 23:10). Allí iban a ser sepultados los muertos de la destrucción de Jerusalén, en tierra profana. Pero no habrá otro lugar donde sepultar a sus muertos. Toda la ciudad quedará profanada como Tófet, desde el palacio hasta la casa más humilde, porque habían construido altares en las azoteas donde quemaron incienso a los astros, al sol, la luna y otros dioses. 

Los oyentes de este mensaje tan solemne y aterrador sabrían que si la ciudad era impura, entonces era inhabitable para Dios, su fundador. Sin su presencia, el Dador de vida, ¡la ciudad quedaría muerta!
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...Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido concedidas por Su divino poder, mediante el conocimiento pleno del que nos llamó por sus gloriosas proezas,

RECUERDA ESTO Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6








II Pedro: Aspectos Exegéticos y hermeneuticos

Aunque ha habido acerbas controversias acerca del autor de esta Epístola, no cabe duda alguna de que él mismo se identifica explícita y repetidamente como Pedro. La relativa falta de atestación histórica de la genuinidad de la Epístola está más que compensada por una abundancia de evidencias internas. 

El escritor se denomina a sí mismo Simón Pedro (1:1). 
Manifiesta que el Señor le había mostrado la inminencia y la forma de su propia muerte (1:14). 

Afirma haber sido testigo presencial de la transfiguración (1:16–17), y registra la voz celestial escuchada cuando estaba presente con Cristo “en el monte santo” (1:18). 

El escritor menciona haber escrito una epístola anterior a las mismas personas (3:1), y habla de su “amado hermano Pablo” como si estuviera íntimamente relacionado con él y sus escritos (3:15–16). 

Puesto que estas alusiones autobiográficas coinciden con otras fuentes bíblicas de información acerca de Pedro, todo contribuye a afirmar la creencia de que él fue el autor de la epístola.

Mucho se ha hablado de que el griego de la segunda epístola es más pobre que el de la primera. Pero esto puede explicarse por la sugestión de que en la primera Pedro tuvo como secretario a Silas (1 P. 5:12), mientras que la segunda la escribió él mismo en la prisión.

La única alternativa en el caso de que Pedro no sea el autor de esta epístola sería afirmar que es una deliberada falsificación. Sin embargo, como ha señalado H. C. Thiessen, “si 2 Pedro es una falsificación, tenemos aquí una falsificación sin objeto, sin ninguna de las señales comunes de falsificación, y sin parecido alguno con falsificaciones indudables.” 

Puesto que no hay una evidencia histórica concluyente contra la composición petrina, puesto que las alternativas plantean más dudas y cuestiones que las que resuelven, y puesto que el celo cristiano, el tono apostólico y las alusiones autobiográficas armonizan con otras fuentes de información acerca de Pedro, aquí se lo acepta sin reservas como autor de esta carta.



B. OCASIÓN PARA ESCRIBIRLA

La Segunda Epístola de Pedro pretende ser una carta compañera de la anterior enviada a los mismos lectores (3:1). Esto significa que fue dirigida a cristianos judíos y gentiles en el norte de Asia Menor; esto es, “a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia” (1 P. 1:1; véase el mapa 1). Estos son, pues, los que han alcanzado “una fe igualmente preciosa” con Pedro y los otros apóstoles.

Entre una carta y otra había tenido lugar un cambio de circunstancias para esas personas. 

Mientras la primera carta había sido escrita para prepararlos para el sufrimiento, tal vez a manos de un gobierno poco amistoso (1:7; 2:12–15; 3:14–17; 4:3–4, 12–16; 5:8–10), 

La segunda los pone en guardia contra las acechanzas de falsos profetas (2:1–3, 10–15, 19–22; 3:3–7, 15–17). 

Estos pseudo-líderes se asemejan a los falsos profetas que surgieron entre el pueblo en los tiempos del Antiguo Testamento, cuyas enseñanzas se caracterizaban por el engaño, la arrogancia, la caricatura, la burla y la mentalidad terrenal. Para los tales Pedro profetiza un castigo cierto y pronto, lo mismo que para aquellos que sucumban a su perniciosa influencia. 

Vale la pena notar que estos falsos maestros hacían sus mayores esfuerzos y apelaciones entre los recién convertidos a Cristo, quienes no habían alcanzado la suficiente madurez y estabilidad para guardarse de sus engaños (2:18–20). A estas personas les dirige Pedro una palabra de aliento para que perseveren en su fe (1:12; 3:1–4, 17–18) y una advertencia acerca del juicio y la condenación que les esperan si vuelven a sus concupiscencias anteriores (1:9; 2:20–22). 

Tales condiciones, junto con la anticipación de su propia muerte próxima (1:13–15) y el retorno de Cristo (3:3–13), daban un fuerte sentido de urgencia a la carta de Pedro.
Pedro no dice dónde estaba cuando escribió esta carta, pero al menos algunos de los datos importantes sugieren que estaba en Roma. Estaba aguardando su muerte para dentro de poco (1:14). 

La tradición sostiene a veces que Pedro y Pablo pueden haber trabajado juntos en Roma antes de sufrir el martirio durante el reinado de Nerón. También hay cierta evidencia interna para esta opinión (3:1, 15).


C. FECHA

La fecha en que fue escrita está relacionada con la cuestión de la composición de Pedro, que aquí se acepta como verdadera. Se sigue, pues, que si Pedro escribió esta epístola, lo hizo después de haber escrito 1 Pedro (2 P. 3:1), después que Pablo había llegado a ser bien conocido entre los cristianos de su día (3:15–16), en vísperas de una erupción de enseñanzas heréticas (2:1–3), y poco antes de su propia muerte (1:14–15). 

Como resultado de estas evidencias internas, generalmente se coloca la fecha de la escritura en el período del 65 al 67 D.C. La siguiente declaración de Merrill C. Tenney es el consenso de una cantidad de reputados estudiosos del Nuevo Testamento:

  Fue su (de Pedro) última obra existente enviada poco antes de su muerte a las iglesias con las cuales se había comunicado en su primera epístola. La amenaza de persecución parece haber pasado, pues no se enfatiza para nada el sufrimiento de los cristianos. 

Tal vez si la epístola fue despachada desde Roma alrededor del 65 al 67 D.C., Pedro comprendía que las perturbaciones que originalmente amenazaban afectar a las provincias habían sido de alcance local: habían surgido nuevos problemas que exigían su atención; el peligro de sus iglesias ahora era menos externo que interno.


D. CARACTERÍSTICAS DISTINTIVAS DE SEGUNDA DE PEDRO

Un rasgo característico de esta carta es la cantidad de palabras empleadas a menudo en el vocabulario de Pedro. 

Hay 10 referencias a justo (a), 
justicia (1:1, 13; 2:5, 8 dos veces, 9, 15 dos veces, 21; 3:13) y 17 
Referencias a conocimiento y entendimiento y sus derivados (1:2, 3, 5, 6, 8, 12, 14, 16, 20; 2:9, 20, 21 dos veces; 3:3, 16, 17, 18). 
A Jesucristo como Salvador, Señor y Maestro tiene 16 referencias (1:1, 2, 8, 11, 14, 16; 2:1, 9, 11, 20; 3:2, 8, 9, 10, 15, 18), y 
5 la piedad (1:3, 6, 7; 2:9; 3:11) en contraste con la impiedad (2:5–6; 3:7). 
Los 5 llamamientos a recordar (1:12, 13, 15; 3:1, 2) apuntan a la enseñanza de Pedro de que, agregados al conocimiento de Jesucristo como Salvador y Señor, necesita haber frecuentes recordatorios para avanzar en una vida de justicia y piedad, para que los cristianos no volvieran a caer en la impiedad. 

Esto está bien resumido en los dos últimos versículos de la carta: “Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos caigáis de vuestra firmeza. Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (3:17–18).

Otra característica de esta carta es la fuerte apelación a la transfiguración de Cristo como una convalidación del mensaje profético y apostólico (1:16–18). Pedro considera la encarnación como el epítome mismo del significado de la persona y la obra de Cristo. El es la Figura central de la profecía (1:19–21), el mismo Patrón y Programa de la verdad. No es sorprendente, pues, que antes de lanzarse a una exposición de los falsos maestros, Pedro recuerde a sus lectores su propio lugar en el monte de la transfiguración. Como resultado, no vacila en denunciar como perniciosa la herejía que estaba seguro destruiría la piedad y la pureza cristianas (2:1–2, 11, 13–14, 18–19).

También impresiona al lector cuidadoso el lugar importante que ocupa en esta carta la historia del Antiguo Testamento. 
  • La caída de los ángeles (2:4), 
  • el Diluvio (2:5; 3:5–7), 
  • la destrucción de Sodoma y Gomorra (2:6) y 
  • la liberación de Lot (2:7) se citan en rápida sucesión como prueba de que los actos de Dios en el pasado garantizan la certidumbre de la profecía para el futuro. 
Pedro está muy seguro de que la profecía es la historia del futuro, sea que esté hablando de falsos profetas que anticipan a los falsos maestros, o de juicios locales que anticipan el juicio final, o de escarnecedores del pasado que prefiguran los escarnecedores del presente y el futuro.

El tenor apocalíptico de Pedro, presente también en su primera carta, es una señal característica de la Segunda Epístola. En contraste con la teoría de que toda la historia se mueve en etapas firmes e ininterrumpidas, Pedro insiste en que el Diluvio, al suceder con súbita y catastrófica terribilidad, fue nada menos que una aterradora intervención del juicio divino. 

Escribe también que Dios intervendrá una vez más en juicio, sólo que esta vez en un ardiente holocausto. Para tan inminente juicio, Pedro insiste en que sus lectores deben prepararse de inmediato, no sea que los encuentre desprevenidos (3:11).

Finalmente, una característica única de esta carta es que reconoce los escritos de un colega apóstol como parte de las Escrituras. Aunque el “amado hermano Pablo” escribió “de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen… para su propia perdición”, no obstante él es un intérprete válido de “la paciencia de nuestro Señor” en razón de “la sabiduría que le ha sido dada”. De este modo, pues, Pedro coloca los escritos de Pablo junto a “las otras Escrituras” y les concede así un lugar en el canon, un reconocimiento merecido, por cierto.

E. ENFASIS TEOLÓGICOS

De acuerdo con la enseñanza general de la Escritura, Pedro asevera que la justicia de Dios es la base para la obtención de una “fe preciosa” común a todos “en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús” (1:1–2). 

Asimismo afirma Pedro la depravación de la humanidad caída, describiéndola como “la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (1:4). La liberación de los efectos de la Caída se opera por el conocimiento de Dios y llegando a ser partícipes de la naturaleza divina por medio de la fe (1:4–5). Esta liberación es preservada por una aplicación activa del principio de la fe a la promoción y ampliación de la vida cristiana (1:1–5).

En el segundo capítulo Pedro reitera una enseñanza que se halla a menudo en la Escritura, a saber, la segura condenación final de todos los que andan por camino de impiedad (2:4–9). Esto es así aun cuando algunos puedan haber gozado de una breve liberación de “las contaminaciones del mundo” antes de enredarse y ser vencidos de nuevo (2:18–22). Asimismo el énfasis sobre el retorno del Señor en juicio, como lo enseña Pedro en 3:10–13, es un asunto que sostiene en común con el resto de la Escritura.

Al mismo tiempo, sin embargo, Pedro contribuye con cierta enseñanza teológica que en ninguna parte se presenta en forma tan explícita. Su declaración de que “nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (1:21), es uno de los pasajes más definitivos sobre la inspiración que se hallan en el Nuevo Testamento. En términos inequívocos, Pedro declara que la profecía del Antiguo Testamento no es obra o palabra humana, sino la Palabra de Dios, y que debe ser aceptada como “una antorcha que alumbra en lugar oscuro” (1:19).

También la enseñanza escatológica de Pedro responde a la cuestión que tenía perplejos a tantos, de la aparente demora del retorno del Señor. A aquellos que pueden haber estado desilusionados porque el Señor no había retornado en sus días, y a los burladores que no podían concebir ninguna interrupción en el proceso del orden natural, Pedro les responde señalando que Dios había interrumpido los procesos ordenados del pasado por medio de un diluvio, y que volvería a hacerlo con fuego. 

La demora en el retorno de Cristo no se debía a que la profecía fuera falsa, sino que más bien era una señal del deseo de Dios de dar al hombre una oportunidad más prolongada para arrepentirse (3:8–9). No obstante, el control divino del final del tiempo es tan seguro como la iniciación divina del comienzo.

Aunque puede que haya algunas alusiones a la experiencia de la santidad cristiana (1:3–4), los énfasis principales se ponen en su expresión (3:11–14) y su expansión (1:5–11). Pedro también se expresa indignado contra los falsos maestros cuya estrategia era explotar las cosas santas para sus propios malos propósitos (2:10–18). 

Tal vez la falta de estabilidad espiritual de parte de los que eran engañados (2:14, 18–22) se debiera en parte a su falta de una medida plena de santidad interior, pero Pedro no lo dice explícitamente. Más bien atribuye su extremada susceptibilidad a las influencias engañosas de los falsos maestros, y a que eran relativamente nuevos en la vida cristiana (2:14, 18, 20–22). Esta es una razón más para el régimen espiritual que propugna (1:5–11), y que deben buscar (3:17–18).

Aunque las referencias explícitas a la entera santificación no son tan numerosas aquí como en algunas otras partes del Nuevo Testamento, Pedro escribe contra el trasfondo de la interpretación del cristianismo como una religión santa. El conocimiento de Dios tiene un efecto santo sobre el hombre (1:4). La firmeza en la disciplina cristiana intensifica el conocimiento de las cosas santas (1:8–11). La majestad y la gloria de Jesucristo hicieron del lugar de la Transfiguración un “monte santo” (1:18). 

El Espíritu Santo descendía sobre los hombres santos para declarar las profecías del Antiguo Testamento (1:20–21). Los falsos maestros han apartado de un camino santo a algunos conversos recientes al cristianismo (2:21), atrayendo así sobre sí mismos el juicio y la ira de Dios santo (2:9–10). La palabra de los santos profetas y apóstoles advierte contra los burladores (3:2–3), y nada menos que “una santa y piadosa manera de vivir” es adecuada para el futuro (3:11–12). Así, pues, Pedro nos amonesta para que seamos hallados por el Señor “sin mancha e irreprensibles, en paz” (3:14)—señales de una vida santa en cualquier época.

Bosquejo

          I.      Salutación, 1:1–2
      A.      El Que Saluda, 1:1a
      B.      A Quiénes Saluda, 1:1b
      C.      El Reconocimiento, 1:2

          II.      La Gracia y el Conocimiento de Dios, 1:3–21
      A.      Exhortación al Crecimiento Cristiano, 1:3–11
      B.      Un Llamado a Recordar, 1:12–15
      C.      La Verdad de la Palabra Profética, 1:16–21

          III.      La Gracia y el Conocimiento Amenazados por los Falsos Maestros, 2:1–22
      A.      Predicción de los Falsos Maestros, 2:1–3
      B.      Los Falsos Maestros Reservados para el Castigo, 2:4–10a
      C.      Caracterización de los Falsos Maestros, 2:10b–16
      D.      Los Falsos Maestros y Sus Víctimas, 2:17–22

          IV.      La Promesa de la Venida de Cristo, 3:1–18
      A.      Negación de la Venida del Señor, 3:1–7
      B.      Demora de la Venida del Señor, 3:8–10
      C.      Demandas de la Venida del Señor, 3:11–13
      D.      Diligencia Necesaria para la Venida del Señor, 3:14–16
      E.      Resumen y Exhortación Finales, 3:17–18

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martes, 29 de septiembre de 2015

Así dice YHVH Sebaot: Yo te tomé del redil, de seguir tras el rebaño, para que fueras caudillo sobre mi pueblo...y te haré un nombre como el nombre de los grandes de la tierra

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6









NUESTRO AUTO ESTUDIO PARA ENSEÑAR EN LA CONGREGACIÓN
1Crónicas 17
Palabra Clave: FIDELIDAD 
1     Cuando David ya habitaba en su casa, sucedió que David dijo al profeta Natán: He aquí yo habito en casa de cedro, pero el Arca del Pacto de YHVH está entre cortinas.
2      Y Natán respondió a David: ¡Haz todo lo que está en tu corazón, porque Ha-’Elohim está contigo!
3      Pero esa misma noche vino palabra de Dios a Natán, diciendo:
4      Ve y di a David mi siervo: Así dice YHVH: Tú no me edificarás Casa en que habite.
5      Porque no he habitado en casa alguna desde el día en que hice subir a los hijos de Israel hasta hoy, sino que estuve de tienda en tienda, y en tabernáculo.
6      Por dondequiera que anduve con todo Israel, ¿acaso he hablado palabra con alguno de los jueces de Israel, a quien haya mandado apacentar a mi pueblo, para decirles: ¿Por qué no me edificáis una Casa de cedro?
7      Por tanto, ahora dirás a mi siervo David: Así dice YHVH Sebaot: Yo te tomé del redil, de seguir tras el rebaño, para que fueras caudillo sobre mi pueblo Israel,
8      y he estado contigo en todo cuanto has andado, y he cortado de tu presencia a todos tus enemigos, y te haré un nombre como el nombre de los grandes de la tierra.
9      Asimismo he dispuesto un lugar para mi pueblo Israel, y lo he plantado para que habite en él, y no sea más removido, ni los hijos de iniquidad continuen oprimiéndolo como al principio,
10      como desde los días en que puse jueces sobre mi pueblo Israel, y someteré a todos tus enemigos; además, te hago saber que YHVH te edificará casa.
11      Y cuando tus días sean cumplidos para ir con tus padres, levantaré descendencia después de ti a uno de entre tus hijos y afirmaré su reino.
12      Él me edificará Casa, y Yo confirmaré su trono eternamente.
13      Yo le seré por padre y él me será por hijo, y no apartaré de él mi misericordia, como la aparté de aquél que estaba antes de ti,
14      sino que lo confirmaré en mi Casa y en mi reino eternamente, y su trono permanecerá eternamente.
15      Conforme a todas estas palabras, y según toda esta visión, así habló Natán a David.
16      Entonces fue el rey David, y se sentó delante de YHVH, y dijo: ¡Oh YHVH ’Elohim! ¿Quién soy yo y qué es mi casa, para que me lleves tan lejos?
17      Y aun esto fue poco ante tus ojos, oh ’Elohim, pues también has hablado de la casa de tu siervo para un lejano porvenir, y me has considerado según la medida de un hombre excelso, oh YHVH ’Elohim.
18      ¿Y qué más puede decirte David en cuanto a la gloria con la que has honrado a tu siervo, si Tú conoces a tu siervo?
19      Que por amor a tu siervo, oh YHVH, y según tu corazón, has hecho toda esta gran obra, para dar a conocer todas tus grandezas.
20      ¡Oh YHVH!, no hay nadie como Tú, ni hay ’Elohim fuera de Ti, conforme a todo lo que hemos oído con nuestros oídos.
21      ¿Y quién como tu pueblo Israel, nación única en la tierra a la que Ha-’Elohim redimió como pueblo suyo, para manifestar tu Nombre mediante hazañas grandes y terribles, expulsando naciones de delante de tu pueblo, al que rescataste de Egipto?
22      Pues hiciste a tu pueblo Israel pueblo tuyo para siempre, y Tú, oh YHVH, has llegado a ser su Dios.
23      Ahora pues, oh YHVH, confirma para siempre la palabra que has hablado acerca de tu siervo y de su casa, y haz como has dicho.
24      Y sea confirmado y engrandecido tu Nombre para siempre, a fin de que se diga: ¡YHVH Sebaot, Dios de Israel, es ’Elohim para Israel! Y sea la casa de tu siervo David establecida delante de tu presencia.
25      Porque tú, Dios mío, has revelado al oído de tu siervo que le edificarás una casa; por eso tu siervo ha hallado valor para orar ante Ti.
26      Ahora pues, YHVH, ¡Tú eres Ha-’Elohim!, y has prometido a tu siervo este bien.
27      Dígnate pues bendecir la casa de tu siervo, para que permanezca perpetuamente delante de Ti, porque Tú, oh YHVH, la has bendecido, y será bendita para siempre.

La fidelidad del creyente
La Fidelidad Recompensada
1 Crónicas 17–20

Dios había dicho al pueblo de Israel que si escuchaban Su voz y le obedecían, recibirían Su bendición. Crónicas demuestra que esta promesa divina, hecha a nivel nacional en Deuteronomio 28, se cumple tambien a nivel personal. En la vida de David como rey de Israel, se combinan estos dos aspectos de la promesa de Dios.
Crónicas intenta demostrar la importancia de la fidelidad a Jehová, tanto de parte del rey como del pueblo. De esta forma, David y todos ellos gozarían los beneficios de la fidelidad del rey elegido “conforme al corazón de Dios”.
EL PACTO DAVIDICO 17
Su Deseo de Construir el Templo 17:1–2
Después de llevar el arca a Jerusalén, la ciudad de David (15:29), el rey observó su propia mansión y la comparó con la tienda en que el arca residía. De allí, nació en él el deseo de construir una casa permanente para el arca de Jehová.
Antes de tomar acción alguna, David consultó con el profeta Natán, el vocero de Dios. Al conocer el deseo de David y la actitud que su corazón reflejaba, supuso que Dios había puesto esa intención de su corazón. Por lo tanto, dio su aprobación al plan. Al mismo tiempo, Natán pudo constatar lo que la nación había observado: que Dios estaba con David.
En la respuesta personal dada por Natán a David, se expresa un principio significativo para el que quiere andar con Dios. Cuando Dios está con alguien, puede hacer todo lo que está en su corazón. El que quiere agradar a Dios y busca que sea glorificado sobre todas las cosas, puede seguir los deseos de su corazón porque éstos persiguen los mismos fines de Dios. Por lo tanto, Dios se encarga de dirigir Ios anhelos de tales personas.
¡PENSEMOS!
Este principio es sumamente importante para la vida espiritual del hijo de Dios. Considere sus implicaciones. ¿Cuál es nuestra responsabilidad? ¿De qué tenemos que estar seguros? Al hacer lo que nos corresponde a la luz de esta verdad, ¿qué podemos esperar de parte de Dios? ¿Cómo puede afectar esta verdad su vida esta semana?
Su Pacto Establecido 17:3–15
Tal como el principio expresado indica, Dios se encarga de dirigir el camino del que busca hacer Su voluntad ante todo y glorificarle. A través de Su vocero Natán, el Señor demostró su complacencia con el deseo de David. Sin embargo, tenía otro plan. No sería David quien realizaría el proyecto, sino su hijo.
En lugar de permitir que David construyera la casa de Dios, El establecería la casa real de David. Dios promete mantenerle, a él y a su familia, sobre el trono de Israel para siempre.
No era el plan de Dios que David le edificara un templo de cedro. Es más, hasta ese momento, Dios nunca había pedido a ningún líder que le construyera una casa. El fue quien escogió habitar en medio de Su pueblo y revelarse a ellos desde una tienda. Dios no estaba dispuesto a cambiar ese plan todavía (17:3–6).
Aunque el plan de David no fue aceptado, su deseo produjo dos resultados positivos. En primer lugar, Dios le bendeciría a él y a su descendencia por su deseo de darle el honor que sólo El merece (17:7–15). En segundo lugar, y dentro de ese mismo plan de bendición a la descendencia de David, su hijo llevaría a cabo la edificación del templo que deseaba construir (17:12).
El plan de Dios de bendecir a David demuestra una vez más la grandeza de Su gracia y misericordia. Dios le llamó a ser príncipe sobre Su pueblo, cuando era un simple pastor de ovejas sin importancia, tan insignificante que ni a su propio padre se le había ocurrido que podría llegar a ser una persona de renombre (1 Samuel 16:10–11). Sin embargo, Dios le engrandeció. Había estado con él y había cortado de delante de él a todos sus enemigos.
Dios quería mostrar a David que Su gracia no terminaba con llevarlo al trono, sino que engrandecería más aún su nombre y le haría uno de los reyes más importantes de la historia. Bajo su liderazgo, Dios daría paz al pueblo para que las naciones que les habían maltratado ya no lo hicieran. Dios humillaría a todos los que se le oponían y establecería su casa (17:7–10).
La promesa de Dios de engrandecer a David y a su casa no terminaría con su muerte. También se extendía a su descendencia. Uno de sus hijos, que más adelante se conoce como Salomón, sería confirmado en el trono. Este rey realizaría el sueño de David de edificar el templo, y Dios establecería su trono para siempre.
Salomón gozaría de una relación íntima con Dios como de padre a hijo. Como un padre que quiere a su hijo, Dios nunca le abandonaría ni le quitaría Su misericordia. Más bien, Dios garantizó la permanencia de su trono para siempre. Se debe notar que en cuanto a la promesa hecha a Salomón, Dios tomó toda la iniciativa para asegurar su trono, pues él ni siquiera estaba presente. Dios asumió la responsabilidad de cumplirla, aun cuando Salomón o su linaje fallaran (17:11–15).
Su Respuesta en Adoración 17:16–27
David manifestó la actitud correcta de parte de una persona que quiere ante todo servir a Dios y glorificarle. No le importaba quién realizara la obra ni quién recibiera las felicitaciones por haberla hecho. Lo que le interesaba, era que se llevara a cabo y que Dios fuera glorificado. Así es que David respondió a las promesas del pacto y al plan de Dios para el templo, depositando su confianza en El y adorándole.
LAS OBRAS MAYORES SE REALIZAN
CUANDO NO NOS IMPORTA
QUIEN LAS LLEVA A CABO
SINO QUE DIOS SEA GLORIFICADO
Al escuchar esta promesa de Dios en cuanto al futuro del trono de Israel y la bendición sobre su casa, David responde con alabanza. Como punto de partida, reconoce su indignidad para recibir las bendiciones que Dios en Su gracia le ha prometido, quien se las ha concedido para revelar Su propia grandeza. El puede tomar una persona común como David y transformarla en un gran rey y hacer que permanezca el reinado de su familia a través de muchas generaciones. Por haber hecho una obra tan grande, sólo Dios merece la gloria (17:16–19).
En segundo lugar, David alaba a Dios porque lo mismo que ha hecho con él individualmente, lo ha hecho con Israel como nación. No hay ningún otro dios que haya redimido a Su pueblo de la esclavitud ni que le haya librado de sus enemigos milagrosamente como Jehová había hecho. Dios tomó este pueblo, y de una posición de poca importancia, lo transformó en una gran nación con la que ha querido identificarse como su Dios. Esta obra también se ha efectuado por causa de Su gracia (17:20–22).
David termina su alabanza con la petición de que Dios realice lo que ha prometido de tal modo que El sea glorificado. Al fin y al cabo, el propósito mayor en este plan es que el nombre de Jehová sea exaltado. David desea que la bendición de Dios sobre Israel y sobre su propia familia resulte en honor y gloria para El (17:23–27).
El éxito futuro de Israel como nación y, por consiguiente, de la dinastía davídica, depende de esta condición: que se identifiquen con Jehová de tal manera que El sea reconocido como el Dios de Israel y de David y que sea glorificado en sus vidas. Esta petición establece la base para evaluar históricamente el comportamiento de Israel a través del resto del libro. Sirve como la clave para entender lo que sucede en esta narración. Cuando Israel y su rey son fieles a Jehová y se realiza esta petición de David, el pueblo prospera; cuando no sucede así, Dios les juzga. El juicio divino viene en contra de Su pueblo porque no acepta ser identificado sólo con El.
LAS VICTORIAS MILITARES 18–20:8
La bendición de Dios sobre el reinado de David se extendió al campo de batalla también, pues triunfó sobre muchos enemigos y su reino se engrandeció. Sus victorias fueron más que todo, contra los filisteos, sus principales enemigos, aunque también venció a los amonitas y sus aliados, los arameos. Todas estas hazañas resultaron en el engrandecimiento de su reino.
Dos veces el autor afirma que “Jehová daba el triunfo a David dondequiera que iba” (18:6, 13). Entre otros, se nota que David derrotó a los filisteos, a los moabitas y a los sirios. De todas estas batallas, se recogió mucho oro, plata y bronce. Además, se recibieron muchos regalos y ofrendas de naciones amigas que querían felicitarle y hacer paz con él. En todos los casos, David reconoció de dónde habían venido estas victorias y dedicó los frutos de la batalla a Dios. No se aprovechó de ellos para enriquecerse a sí mismo. Por lo tanto, Dios le bendijo (18:7–8, 10–11).
JEHOVA DABA
LA VICTORIA A DAVID
DONDEQUIERA QUE IBA
Al llegar a ser el rey de Israel, David tuvo que enfrentarse a un problema inesperado. Cuando Saúl le perseguía, David había hecho amistad con varios de los enemigos tradicionales de Israel (1 Samuel 27–30), quienes le ayudaron porque creían que algún día les serviría en su guerra contra Saúl.
David intentó mantener estas amistades y aprovecharse de ellas para alcanzar sus propios fines. Sin embargo, estos pueblos ya no le tenían la misma confianza de antes, porque ahora él representaba al enemigo. Un caso así se presentó cuando murió Nahas, rey de los amonitas. Los consejeros de su hijo le infundieron tanto miedo, que rechazó a los embajadores que David mandó para consolarle. Por el contrario, les tomaron por espías y les maltrataron. Por lo tanto, David tuvo que pelear contra ellos y vencerles. Aunque el autor no lo comenta, parece que Dios quiere enseñar a David a no confiar en alianzas políticas para su seguridad, sino sólo en El (19:1–19).
La actitud manifestada en esta batalla por Joab, el general del ejército de Israel, expresa una verdad importante en cuanto a la obra que Dios nos encomienda. Animó a su hermano diciendo: “Esfuérzate y esforcémonos”. Este ejemplo nos enseña que debemos poner todo nuestro empeño en obtener lo mejor que se pueda para la gloria de Dios. Sin embargo, las consecuencias de nuestro esfuerzo no están en nuestras manos. La victoria no depende de nosotros. Joab confió al resultado a Dios: “Haga Jehová lo que bien le parezca” (19:13).
CUANDO NOS ESFORZAMOS
PARA DAR A DIOS LO MEJOR
QUE PODEMOS PARA SU GLORIA,
EL SE ENCARGA DE LOS RESULTADOS
La consecuencia de esta combinación, el pueblo haciendo su mejor esfuerzo, y Dios dándoles la victoria, resultó en la caída de sus enemigos, aunque tuvieron que enfrentarse a los temibles gigantes de Gat (20:1–8). Cuando somos fieles en el uso de los recursos que Dios nos da y nos esforzamos con todo lo que podemos para Su gloria, El se hace responsable de los resultados y bendice nuestra fidelidad. Así fue como se extendieron las fronteras de Israel.
¡PENSEMOS!
Este equilibrio en la vida cristiana es de suma importancia; sin embargo, muchas veces se nos olvida. ¿Qué ministerio le ha encomendado Dios? ¿Qué es lo que Dios le ha indicado que quiere que haga? Al contemplar nuestro trabajo, necesitamos recordar esto. Muchas veces nos falta una exhortación para esforzarnos, para hacer todo lo que podemos para Su gloria. A la vez, tenemos que recordar a quién corresponde el resultado. Tenemos que confiar en Dios para asegurar que se cumpla lo que El quiere. ¿Cuál de estos dos recordatorios le hace falta en relación con el ministerio que se le ha señalado? ¿Se debe esforzar más para que Dios sea glorificado en este empeño? O, ¿tiene que dejar de luchar por su cuenta y encomendar su ministerio a Dios para que El haga Su voluntad?

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Nos enfrentamos todos los días a la posesión de poderes demoníacos en las personas. Muchos cristianos experimentan dos clases diferentes de sensaciones frente a Satanás: lo subestiman o lo sobrestiman

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6







Demonología: Material de Estudio
Testimonio: «Satanás ataba mi vida»
Durante cuarenta y dos años de mi vida sufrí una profunda depresión. Ese estado me acompañaba desde pequeña, me apartaba de los otros niños, me aislaba, no quería jugar. Recuerdo que siempre subía a un árbol que había en el fondo de mi casa. Allí me escondía del resto del mundo.

Tengo cinco hermanas y ninguna era como yo. Ellas siempre reían. Muchas veces la gente le decía a mi mamá: «¡Qué bien se comporta esta niña!» Pero lo que en realidad no sabían era que no me movía a causa del terror que sentía en mi interior. No sabía jugar ni sabía reír.

Toda mi vida estuvo marcada por lo que viví en mi infancia y se relacionaba con lo vivido junto a mi padre, quien era un hombre alcohólico. Golpeaba a mi madre y a mis hermanas, siempre llevaba armas y constantemente nos amenazaba diciendo que cuando todos estuviéramos durmiendo, nos mataría. A causa de esto, cada noche me esforzaba por mantenerme despierta hasta que el sueño me vencía y al final me dormía. Tal era el terror que sentía que durante las noches tenía unas pesadillas tremendas y al despertarme veía la sombra de un hombre que abría la puerta del armario y se cubría con el gabán de mi padre y su sombrero.

Cada vez que sentía temor, corría al fondo de mi casa y me sentaba por horas junto al peral que había allí. Como mi familia no se daba cuenta de lo que me sucedía, no me podían ayudar.

La mala relación que mi padre tenía con mi mamá y con nosotras, sus hijas, marcó el resto de mi vida. Ese temor a que se repitiera la historia me invadió de tal manera que nunca quise casarme. Quizás yo misma me até porque no quería vivir lo que mi madre pasó.

Mi depresión continuó durante mi juventud y madurez. Constantemente vivía encerrada en mi habitación a oscuras por completo. Fumaba todo el día, bebía y jugaba al conocido juego de la copa. También tenía una fuerte inclinación por todo lo que involucraba el ocultismo. Eso me gustaba. Siempre intentaba mover objetos con la mente y leía las manos. También tiraba las cartas adivinando el futuro de quienes me lo pedían. Todas estas ataduras diabólicas me llevaron a un pozo más profundo.

Cierto día mi madre me comentó sobre unas reuniones que se estaban llevando a cabo en la ciudad de Moreno. Esta era la campaña del hermano Annacondia. En ese instante sentí que debía ir a ese lugar. Durante esos días una voz muy fuerte comenzó a hablarme y susurraba a mi oído diciendo que debía beber veneno para suicidarme y así terminar con mi vida. Pero, en tal mal estado me encontraba, que ni siquiera podía salir sola a comprar esa botella de tóxico.

La campaña en ese lugar duró cincuenta y dos días, pero solo pude acercarme cuatro días antes de que finalizara. El diablo no dejaba de instarme al suicidio durante esos días previos. Hasta que una tarde mi madre quiso que saliéramos juntas a pasear, tomamos un ómnibus y este pasó frente a la carpa donde se realizaba la campaña. Comencé a gritar y decir que quería bajarme. Debido al grito que di, los pasajeros me miraron y el conductor se detuvo en el lugar.

El 12 de febrero de 1987 acepté al Señor en mi corazón. Esa primera noche no quería irme de allí, estaba muy feliz, mi vida cambió y la depresión desapareció. Durante las reuniones siguientes continué asistiendo, pero algo había dentro de mí que no me dejaba pasar al frente para que el hermano Annacondia orase, pero la última noche de la campaña, lo hice. En el momento que oraba por mí, mi cuerpo comenzó a temblar casi sin control. Los consejeros me acompañaron a la carpa de liberación de la campaña y allí continuaron orando. Tuve que renunciar a muchas cosas que tenía en mi corazón. Entre otras, al odio y a la amargura. El diablo había atado mi vida de tal manera que estaba totalmente atormentada. Sin embargo, cuando en mi corazón decidí ser libre, el Señor operó un cambio en el momento.

En varias oportunidades necesité renunciar ante Dios por situaciones pendientes en mi corazón. Durante una de estas oraciones, quienes oraban allí por mí sintieron de parte de Dios que yo tenía un espíritu de adivinación y que también tiraba las cartas. Entonces comenzaron a reprender este espíritu diabólico y a orar por la liberación de mi vida. De pronto, un fuerte ruido como el estallido de una copa se sintió en el aire y entonces quedé completamente liberada.

Al poco tiempo, mi familia también se acercó al Señor. Vieron el cambio que Dios produjo en mí. Los vecinos comenzaron a verme caminar por la calle durante el día y se preguntaban qué me había sucedido. Yo siempre estaba durmiendo a oscuras en mi cuarto. Vivía en penumbras, y cuando me despertaba, ya era de noche. Pasaba el tiempo y después comenzaba a lamentarme por todo lo que no había hecho durante el día. Por eso, todos los que conocían mi problema pudieron ver el cambio en mi vida. Ahora me levanto temprano, sonrío, también me congrego en una iglesia. Dios cambió mi vida.
María Luisa (52) Ciudad de San Miguel,
Buenos Aires, Argentina.
Una realidad a la que nos enfrentamos todos los días es la posesión de poderes demoníacos en las personas. Esto no es ninguna novedad para todos los que leen la Biblia. En diferentes oportunidades encontramos relatos sobre personas que, estando endemoniadas, recibían liberación.

Muchos cristianos experimentan dos clases diferentes de sensaciones frente a Satanás: lo subestiman o lo sobrestiman. Dios nos declara un punto exacto en el que debemos pararnos frente a los poderes de maldad. Bien sabemos que Satanás anda como león rugiente, rodeando la tierra y buscando a quien devorar. Estas son las pistas claras con las que contamos para empezar. También sabemos que «estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios» (Marcos 16:17). Por lo tanto, no se asuste. Si usted cree en el Señor Jesucristo y cumple con el mandato divino de «Id y predicad», estas son las señales que encontrará en su camino.

Los demonios son seres malvados, sin cuerpo y andan buscando un lugar para alojarse. Hablan, razonan, ven y oyen. Muchos ejemplos podemos exponer al respecto, el libro de Marcos nos relata algunos. Cuando Jesús enseñaba en la sinagoga, los que estaban allí se admiraban de su doctrina y les llamó poderosamente la atención con cuánta autoridad espiritual el joven hablaba. Sin embargo, no reconocían esa autoridad ni aun en los escribas. Pero algo sucedió, uno de los que estaba dentro de la sinagoga comenzó a gritar. Al instante, Jesús reconoció que un espíritu inmundo hablaba por la boca de aquel hombre que decía: «¿Qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios». Pero Jesús le reprendió diciendo: «¡Cállate, y sal de él!» (Marcos 1:24, 25).

Imaginemos esta situación poco común en un ambiente como el de una sinagoga. Este hecho no sucedió antes, sino mientras Jesús enseñaba. El hombre poseído se encontraba dentro de ese lugar. Pero cabe destacar, entre otras cosas, que a pesar de que los religiosos se admiraban de Jesús y sus enseñanzas, no lo reconocieron como el Mesías, pero sí lo reconocieron los demonios. ¡Qué curioso!

El mundo espiritual solamente se comprende con el espíritu. De la misma manera pasó con Jesús al oír a este hombre gritar. De inmediato le ordenó callar y salir de ese cuerpo. Entonces los demonios lucharon para no abandonarlo. Lo sacudían con violencia y gritaban, pero finalmente salieron. Una vez que esto pasó, la gente comenzó a ver en Jesús una autoridad espiritual y en seguida se preguntaron: «¿Qué tendrán las palabras de este hombre que aun los demonios lo obedecen?» (Lucas 4:36, La Biblia al día).
Las manifestaciones diabólicas

Las manifestaciones diabólicas en las personas son muchas y diversas. De ahí que las veamos en cada individuo de forma diferente:
El oprimido
Es muy común ver personas oprimidas espiritualmente. Estas opresiones actúan en forma externa aunque de manera constante y con el único fin de vencer nuestra resistencia.

La opresión se manifiesta a través de la tentación y la persecución. Por lo general, los cristianos padecen este tipo de opresión. Es una forma que el diablo prepara para que el hombre regrese a la antigua vida de pecado. Por eso nos dice la Palabra que no demos lugar al diablo, que resistamos.
El atormentado
Los demonios atormentan a muchas personas. En este tipo, el espíritu inmundo está dentro de la persona y actúa desde allí. Es el caso del temor, la depresión, la aflicción. Pero no debemos confundirnos, la persona atormentada que manifiesta un problema espiritual no está necesariamente endemoniada. No hay tantos endemoniados en el mundo, pero sí hay atormentados por el diablo. La persona no se resiste, pero los demonios están allí y simplemente debemos echarlos y expulsarlos como manda Marcos 16:17: En el nombre de Jesús.

Veamos como ejemplo el caso de la mujer sirofenicia cuando le dijo a Jesús: «Mi hija es gravemente atormentada por un demonio» (Mateo 15:22). Después de una breve conversación, Jesús le dice: «Vé; el demonio ha salido de tu hija» (Marcos 7:29). Si le dijo: «Ha salido», es porque estaba adentro. Si no, le hubiera dicho: «Se fue de al lado de tu hija».

La persona atormentada no está endemoniada. Hay un campo de su vida que está bajo la influencia del diablo porque no se ha entregado al Señor o porque hay un pacto o una atadura, hay odio o resentimiento. Usted sabe bien que cuando estos sentimientos están guardados en el corazón, hay una puerta abierta para que el diablo entre en nuestra vida y haga un desastre. Esto es claro y real, no es un invento.
El poseído
La persona poseída pierde momentáneamente el control de su cuerpo y voluntad. Luego de recibir ministración a través de la liberación y la consejería, no recuerda lo que atravesó en los instantes previos a su liberación. El endemoniado pierde el control de sus actos. Es aquel que hace algo y luego no lo recuerda. De pronto se enfurece, rompe y quema objetos. Al reaccionar, y cuando le preguntan por lo sucedido, no lo recuerda.

Analicemos el caso de la madre que lleva a su hijo para que Jesús lo libere de un espíritu mudo. Ella le comenta al Señor que por momentos el espíritu lo tomaba, el joven se sacudía, se le llenaba de espuma la boca y crujían sus dientes. Agrega también que muchas veces el espíritu inmundo lo había echado en el agua y el fuego para matarlo, pero no lo había conseguido. Realmente creo que la fe de esta madre era grande; con qué claridad describe el padecimiento de su hijo y con qué madurez espiritual interpreta que un espíritu inmundo lo había poseído. No sabemos por el tiempo exacto, pero ella expresa que su hijo desde niño padecía este tormento. Pensemos en qué razón tenía la mujer para declarar que este era un espíritu mudo. Su hijo no hablaba, no gritaba. Ella describe muchas otras manifestaciones externas que el demonio producía en el muchacho, pero no gritaba.

Ahora veamos cómo Jesús liberó a este joven. Dijo: «Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él» (Marcos 9:25). Lo primero que Jesús hizo fue llamarlo, le dijo algo así: Oime bien, espíritu mudo y sordo. Pero si era sordo, cómo iba a escuchar. Hermano, nunca olvide que Satanás es padre de mentiras y engañador. Observe lo que sucedió después que Jesús lo reprendiera: «Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con violencia, salió; y él quedó como muerto» (Marcos 9:26). Ahora sí hablaba y clamaba, ¿le cree todavía? Jesús sabe a quién estaba enfrentando. Él no se deja engañar.
El enajenado
Por último, este tipo de manifestación indica una posesión completa, en forma permanente. En este caso el diablo tiene tomado el cuerpo, el alma y el espíritu. Es el polo opuesto a la persona llena del Espíritu Santo. Tal es el caso del gadareno. Era un ser totalmente antisocial con actitudes violentas, maltratos físicos, deseos suicidas, etc. He visto en los manicomios a los enajenados. Miran pero no ven. Usted les habla y no sabe si lo escuchan. No entienden nada porque a todo su ser lo dominan espíritus del diablo. Quizás se pregunte: «¿Es posible que alcancen liberación?» Dios tiene compasión también de ellos, así como lo hizo con el endemoniado gadareno que era un enajenado, lo puede hacer con cualquiera.
«El gadareno cordobés»
Ya finalizaba la última noche de los sesenta días de campaña evangelística realizada en la ciudad de Córdoba, Argentina. Mientras descendía de la plataforma para regresar al hotel, unos hermanos traen a un loco para que orara por él. El hombre era un verdadero gadareno, un enajenado. Vivía en los montes, hablaba solo, caminaba siempre casi desnudo y descalzo, su cabello estaba sucísimo (haría unos tres años que no se bañaba), sus uñas impresionaban, era como un verdadero animal. La última noche, después de tantos días de campaña, me sentía realmente muy cansado y en el momento que me iba a descansar me traen a este hombre para orar, cuatro camilleros cargaban con él.

Mientras me acercaba, el Espíritu Santo me dijo: «Son dos legiones». A lo que respondo: «Señor, ya no tengo más fuerzas y estoy casi sin voz». Pero igualmente le impuse mi mano y reprendí todo demonio diciendo: «En el nombre de Jesús, deja libre este cuerpo». El hombre salió como una bala corriendo hasta que lo perdimos de vista y entonces lo declaré libre por fe.

A los seis meses, volví a Córdoba para una reunión especial del Día de Pentecostés. Muchas personas dieron testimonio de las sanidades y liberaciones que experimentaron en la última campaña. Entre toda esa gente subió un hombre bien vestido a testificar que Dios había librado su vida. En ese momento los líderes de esa ciudad me dijeron: «Hermano Carlos, ¿recuerda a este hombre?» Realmente no sabía quién era, pero al comentar de nuevo el caso, grande fue mi asombro al ver el cambio en él.

Después de aquella oración, el «gadareno cordobés» salió corriendo al medio del campo y estuvo allí gritando durante cinco días. Con cada grito salían demonios. El último día, el hombre comenzó a caminar a la que alguna vez había sido la casa de su familia. Cuando lo vieron en la puerta de la casa, los familiares no entendían pues estaba totalmente en sus cabales, su vida había cambiado. La noche que oré por ese hombre estaba muy cansado, pero Dios no necesita ni de mi esfuerzo, ni del suyo; ni de mi capacidad ni de la suya, Él es soberano sobre todas las cosas.

La obra de Satanás en la vida de los hombres se expresa de diferentes maneras aunque toda su actividad apunta a hurtar, matar y destruir (Juan 10:10). Jesús declara que el diablo es homicida desde el principio, que no hay verdad en él. También dice que cuando habla mentira, de él mismo lo hace porque no solo es mentiroso sino que es padre de toda mentira. ¿Qué podemos esperar de semejante ser que es ladrón, homicida, destructor y mentiroso?
Maldición familiar
Con respecto a este tema hay mucho que decir. Cada vez que maldecimos estamos invocando un espíritu. Muchas de las personas que deben ministrarse en liberación son el resultado de las maldiciones vertidas por otras personas, en especial por los padres.

Una de las maldiciones familiares más comunes es cuando abuelos, tíos o padres entregan su descendencia a pedido del mismo Satanás. Lo que ellos no saben es las tremendas consecuencias que esto les traerá. Toda clase de maldiciones generacionales engendran frustraciones y fracasos hereditarios que deben cortarse.

La Biblia dice que existen ataduras en la tierra que deben desatarse en el cielo.
 Así es como debemos actuar. Es muy común, en especial en las culturas latinas, las ataduras realizadas a través de los mandatos y sentencias familiares. Las maldiciones heredadas las hemos recibido incluso desde niños: «Eres igual a tu padre»; «Siempre serás un burro»; «No sirves para nada»; etc. La palabra expresa autoridad. Dios hizo al mundo con la palabra. La palabra construye y también destruye. Es común escuchar a padres o hermanos decirle a los niños «locos» o «tontos». A través de estas palabras invocamos espíritus demoníacos y atamos al niño. Las palabras atan.

Hace algún tiempo atrás le llamé la atención severamente a uno de mis hijos por haberle dicho a su hermano una palabra que no correspondía, al oírlo me asusté. ¡Nunca permita que esas palabras se digan entre los miembros de su familia! Nuestra responsabilidad como cristianos es «bendecir», llevar bendición incluso a través de las palabras. Siempre cuando hablo con mis hijos les digo: «¿Qué tal «genio?» ¿Qué hiciste «campeón»?

Algunas madres no se dan cuenta de esta verdad y sus hijos, al crecer, viven las consecuencias de lo que sus madres les sentenciaron. He conocido a muchachos que han oído de boca de sus madres decir: «¡Por qué habrás nacido! ¡Para qué te habré traído al mundo!» Estos jóvenes han quedado marcados hasta que encontraron a Jesús y pudieron hallar sanidad a estas heridas.

Cuando decimos «bobo», «animal», expresamos nuestro enojo momentáneo. No nos damos cuenta de que luego pagamos las consecuencias en el mundo espiritual.

Un testimonio, que es realmente esclarecedor y refleja la verdadera cultura latina a través de frases que constantemente se usan, es el que a continuación expondremos:
Nací siendo hijo, nieto y biznieto de hombres y mujeres que vivían como querían, pero siempre en contra de la voluntad de Dios. Por lo tanto, recibí herencia de corrupción, enfermedad y muerte. Pero un ministro del diablo como fui, no solamente nace, sino también se hace.

Cuando era niño me castigaban con violencia verbal y física, ellos me decían: «Los chicos son hijos del rigor»; «La letra con sangre entra». Después se justificaban diciendo: «Porque te quiero, te aporreo».

También en la escuela me imponían cosas tales como: «Lo vas a hacer así, porque yo lo digo»; «Vas a entender por las buenas o por las malas»; «Yo te voy a sacar bueno».

Cuando decía algo indebido o hacía alguna travesura, en seguida me condenaban con una profecía fatal: «Eres igual a tu padre». A continuación sellaban esta profecía con algunos refranes de sabiduría popular: «Cría cuervos y te sacarán los ojos»; «De tal palo, tal astilla»; «Al que nace barrigón, es al ñudo [inútil] que lo fajen»; «Difícil que el cerdo vuele». Con esto último querían decir que nunca cambiaría. Así que me trataban de cuervo, cerdo, burro, inútil, atorrante, infeliz y otras denominaciones peores. Claro, que por supuesto, con fines estrictamente correctivos y pedagógicos.

Todo esto lo he perdonado en el nombre de Jesús para no vivir más atado al odio, al temor y a las falsas doctrinas de mi familia.

Mis mayores, a quienes veneraba, también me enseñaron algunas otras cosas. Me decían: «Querer es poder»; «La fe mueve montañas» (como es lógico, no se referían a la fe en Dios, sino a la confianza y voluntad humana); «Persevera y triunfarás»; «Eres joven, tienes el mundo en tus manos». Constantemente me reiteraban: «La mayor riqueza que un padre puede dejar a su hijo es el estudio y una carrera para que pueda defenderse en la vida». Con esto me decían: «Debes estudiar si quieres ser alguien». Si llegaba a ser «doctor», sería una condecoración para toda la familia. Afirmaban: «Si no estudias, vas a ser un pobre desgraciado»; «Serás lo que debas ser o no serás nada». También aseveraban que: «Tener es poder»; «La plata no hace la felicidad, pero sin ella no se puede ser feliz»; «Barriga llena, corazón contento»; «Lo más importante en la vida es tener salud»; y algunas otras frases más.

Cuando leía algo espiritual o iba a menudo a la iglesia católica, me decían riéndose: «¡Lo único que nos faltaba, que se haga cura!» De los religiosos, las frases que más recuerdo eran: «Conócete a ti mismo»; «Cuídate, ayúdate y perfecciónate a ti mismo».

La carga de los «debes», «deberías», «tienes» y «tendrías» me aplastaban … todo era esfuerzo y voluntad personal, sacrificio humano, sufrimiento, remordimiento, resignación, ser inteligente y demostrar buena educación.
También aprendí en mi casa que: «El que pega primero, pega dos veces», que hay que imponerse en todo: «A Dios rogando y con el mazo dando». Inclusive, muchos cristianos creen que esta frase es bíblica.

En la escuela secundaria me enseñaron: «El hombre es un animal racional»; «Pienso, luego existo». A mis veinte años me habían convencido de que: «Cada uno labra su propio destino».

El mundo era, según mi dolorosa experiencia, egoísta, hostil, mentiroso e hipócrita. Sin embargo, ellos me decían que el mundo no era así, que yo lo veía de esta manera porque: «El ladrón se cree que todos son de su condición».

No solo me involucraron en falsas doctrinas, sino que también me instruyeron para que enseñase como ellos, creyendo que transmitía la verdad. Al fin me decidí a estudiar sicología clínica y social, parasicología, budismo zen, astrología y curanderismo. De esta manera llegué a ser un falso maestro y ciego guía de ciegos.

En octubre de 1984 asistí, junto a un grupo de amigos sicólogos y estudiantes avanzados, a una campaña de Carlos Annacondia que se estaba realizando en Lomas de Zamora, Argentina, con el objetivo de investigar. En verdad, no quería ir, estaba cansado de ver sanidades engañosas, pero igualmente mis amigos me llevaron.

En un momento de la reunión pidieron que los enfermos pasaran al frente para poder orar por ellos. Como padecía una alergia hereditaria e incurable, pasé adelante para poder comprobar la verdad de estas señales que se comentaban. De pronto, me encontré clamando a Dios por mi salvación y por el amor que nunca había conocido. Comprendí entonces que hasta ese momento había sido un instrumento idóneo en las manos de Satanás. ¡Bendito sea Jesús que no miró mi maldad y la enorme cantidad de vidas que empujé al abismo, sino que me rescató para mostrar en mí su amor!
Basilio, Argentina.
Este relato nos hace reflexionar y pensar cuántas veces hemos dicho estas frases tan conocidas. Imagino que cada cultura tendrá las propias. Pero es frecuente oír estas palabras, en especial entre los que más se quieren: esposos, padres, hijos, hermanos, etc. No permita que esto continúe sucediendo en sus vidas. Quite estas frases de su vocabulario. Reconozca que parte de los fracasos que enfrentamos en la vida son consecuencias de esto. No permita marcar la vida de su ser querido hablando de esta manera.

Espiritualmente estas palabras tienen mucho valor. El diablo las aprovecha para hacer que la persona sentenciada o maldecida lo crea. Tarde o temprano, causan heridas en el individuo que requerirán la ministración del Espíritu Santo para sanar y llegar a perdonar a los ofensores.

Dios nos enseña que la muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos (Proverbios 18:21). La maldición ata las vidas e impide la bendición. Aprenda a bendecir a sus hijos, a su cónyuge, a sus padres y notará un gran cambio.

En cuanto a esto, el apóstol Pedro nos enseña lo siguiente: «Porque: El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño» (1 Pedro 3:10). Nuestra lengua causa muchos males que solo Cristo los puede remediar en la medida que reconocemos nuestra falta.

Si queremos que nuestro futuro sea bueno, debemos cuidar nuestra lengua de hablar el mal. Esta es la clase de maldición en la que participan poderes espirituales de maldad. Por lo tanto, debemos aclarar que Satanás no es omnisciente, así que no tiene la capacidad de leer los pensamientos. Aunque no sabe lo que pienso, comprende lo que declaro con mi boca. De ahí lo importante que es confesar bendición y no maldición. ¿Quién no recuerda el pasaje de la higuera que se secó al maldecirla?

La confesión es muy importante. A todas las personas que dan el paso de fe y aceptan a Jesús como Salvador de sus vidas, siempre les hago repetir sus oraciones en voz alta. El diablo tiene que escucharlas declarar su confesión de fe para salvación. Muchas veces veo a personas que están paradas frente a la plataforma en el momento del llamado a salvación y no repiten en voz alta lo que les digo. Entonces pido que lo digan a voz en cuello. El diablo los debe oír. Cuando muchos me dicen: «Ya hice la oración con mi mente», les respondo que el diablo no los escuchó. La Biblia es clara, en Romanos 10:10 dice: «Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación».

Suelo ver a personas que en medio de esta oración les cuesta decir: «Señor, te entrego mi vida» o «Te recibo en mi corazón», porque en ese instante se está librando una lucha de poderes espirituales. Dos reinos no pueden permanecer en un mismo corazón. Alguno debe salir y esto depende de la voluntad y el libre albedrío de quien está tomando esta decisión tan importante.
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