martes, 12 de mayo de 2015

2No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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Daniel estaba afligido. Su patria se encontraba en ruinas y los ataques continuaban contra ella. El profeta estaba cautivo en Babilonia, en poder del rey Nabucodonosor. No había esperanza de alguna solución inmediata. En esa condición, Dios le reveló el futuro, anunciando que el pueblo escogido seguiría estando bajo el dominio de imperios paganos por un tiempo más. Entonces, ¿cómo podían confiar en Dios en medio de semejantes circunstancias tan difíciles e inseguras? ¿Qué se podría esperar ahora? ¿Cómo habríamos reaccionado nosotros si nos hubiera tocado vivir en días tan oscuros? ¿Qué haremos si algún día tenemos que confiar en Dios en situaciones parecidas?
Los profetas bíblicos no fueron llamados para predecir el futuro como si fuera una actividad más de una semana de conferencias proféticas, sino para predicar al pueblo de Dios en medio de tiempos críticos con el fin de llamarlo a arrepentirse de sus pecados e idolatría, o para consolarlo en su aflicción, y animarlo a seguir confiando en Dios aun cuando no pudiera comprender lo que él hacía.
Así fue el ministerio de Daniel. Inclusive, a pesar del concepto popular que existe de que era varón de Dios y profeta, Daniel no fue ni pastor ni profeta, desde la perspectiva de su trabajo, sino un político entregado a Dios quien, a pesar de los riesgos sabía aprovechar las oportunidades que se le presentaban para honrar a Dios en su vida y proclamar el mensaje divino ante, los reyes a quienes servía.


EL AUTOR Y LA FECHA


El ministerio de Daniel fue muy prolongado. Sirvió a Dios durante casi todo el imperio babilónico y el comienzo del imperio persa. Si suponemos correctamente que tenía unos veinte años cuando lo llevaron preso a Babilonia en 605 a.C. y tomamos en cuenta que su última profecía fue dada en el tercer año de Ciro (536 a.C), Daniel habría tenido 89 años de edad cuando terminó su ministerio público. Recuerde que ya habían pasado los días de Abraham y Moisés cuando la gente vivía más de cien años. Así que Daniel ya no era tan joven.
Este varón de Dios fue contemporáneo de Jeremías y Ezequiel, quienes vivieron y sirvieron a Dios en otras esferas. Jeremías se quedó en tierra de Israel para proclamar la palabra de Dios al remanente que permaneció allí después de las deportaciones. Por su parte, Ezequiel proclamó el mensaje divino entre el pueblo que fue llevado cautivo a Babilonia. Daniel permaneció en la corte real, representando a Dios y a su pueblo frente a los reyes paganos. Por medio de su testimonio, su fama de integridad, y su sabiduría reconocida, Daniel logró compartir el mensaje de Dios aún a los reyes incrédulos. Además, el Señor lo utilizó para preservar a su pueblo.


MARCO HISTORICO


El profeta vivió en un período de tristeza y esclavitud para Israel. A causa de la infidelidad a Dios y a sus pactos, sufrieron el juicio divino y él los envió a la cautividad en Babilonia, conforme a la predicción de Moisés que había sido dada en Deuteronomio 28–30.
Aunque Daniel recibió su preparación académica y profesional en Babilonia, siempre demostró un amor profundo hacia su Dios, sus leyes y su pueblo, y estaba preocupado por la tristeza y aflicción que estaba pasando. Lo que más deseaba era ver su salvación y restauración.
Por aquel tiempo, Dios reveló a su siervo un programa a través del cual el Altísimo restauraría a su pueblo y cumpliría lo que habían anunciado otros profetas acerca del establecimiento de su reino en la tierra, después de un período prolongado de dominio gentil sobre Israel. El cuadro futuro estaba muy lejos de dar ánimo al pueblo escogido de Dios.


EVENTOS HISTORICOS RELACIONADOS CON DANIEL


         a.C.           
         1050            Se establece el reino unido de Israel
         931            El reino se divide
         722            Destrucción de Israel (Norte). Cautividad en Asiria.
         612            Caída de Asiria. Nace el Imperio Babilónico.
         609            Batalla de Meguido. Muerte de Josías.
         605            Batalla de Carquemis. Primera deportación (Daniel y otros jóvenes son escogidos y Ilevados cautivos).
         598            Segunda deportación a Babilonia (Son Ilevados Joaquín, Ezequiel y otros líderes).
         586            Destrucción de Jerusalén. Tercera deportación (de la mayoría).
         539            Caída de Babilonia
         539–331            Imperio Persa
         536            Primer regreso con Zorobabel (época en que Daniel escribió su último mensaje).
         457            Segundo regreso con Esdras
         444            Tercer regreso con Nehemías
         331–143            Imperio griego y sus sucesores
         331–323            Alejandro el Magno
         323–198            Reino tolomeo de Egipto sobre Israel
         198–143            Reino seléucida de Siria sobre Israel
         167            16 de diciembre, profanación del templo
         164            14 de diciembre, dedicación del templo
         163            Se proclama la libertad religiosa
         143–142            Se proclama la libertad política
         142–63            Reinado de los macabeos
         63            Dominio romano


¡PENSEMOS!

 Si le hubiera tocado a usted vivir en aquella época, ¿qué habría pensado? ¿Cúales serían sus inquietudes? ¿Qué habría pedido a Dios? ¿Qué habría dicho a sus hermanos y amigos?


 


PROPOSITO Y TEMA


El propósito principal de la profecía de Daniel era revelar el programa futuro de Dios para su pueblo. Sin embargo, no lo hizo por medio de una conferencia profética ni para satisfacer la curiosidad de sus oyentes, sino con el fin de llamarlos al arrepentimiento y a la confianza en Dios. Otro propósito era motivar a Israel a confiar y ser fiel a su Hacedor.
Deseaba consolarlos y animarlos a que siguieran adelante, aun en medio de la aflicción. Esto lo hizo dirigiendo su atención al lugar indicado cuando pasamos por tiempos difíciles. Sabemos que nunca faltan distracciones para evitar que fijemos nuestros ojos en el Señor, porque Satanás quiere alejarnos de él y hacer que nos concentremos en los problemas que nos rodean. Daniel quería guiarlos a la única fuente de poder. Finalmente, el profeta escribió sus palabras para demostrar el control que Dios tiene sobre la historia de su pueblo, aun cuando estuviera dominado por las naciones paganas del mundo.
Comúnmente se ha identificado el mensaje central del libro con la interpretación de la visión de las cuatro bestias (7:16–18). Por él entendemos que aunque Israel pasaría por cuatro períodos de dominio gentil, el tiempo sería corto en comparación con el reino eterno de los santos. El programa provenía de Dios, el Soberano, el administrador que controla todos los eventos históricos. Así que, los fieles, al fin, triunfarían. Los que confiaran en Dios y obedecieran, celebrarían la victoria al final del camino.


ORGANIZACION DEL LIBRO


La evidencia para esta tesis se presenta de dos maneras. Primero da seis ejemplos que demuestran que Dios controla la historia, aun la de las naciones paganas. Explica que quienes permanecieron fieles a Dios en las circunstancias imposibles del pasado, experimentaron la victoria y fueron exaltados juntamente con Dios (Daniel 1–6).
Por eso, al mirar hacia el futuro, sus lectores podían seguir confiando en el Señor, aun cuando no comprendieran todo lo que él estaba haciendo. Nuestro Dios es digno de toda nuestra confianza. A pesar de las circunstancias difíciles que podamos enfrentar, él sigue al mando de todo. Quienes siguen fieles a él, al final triunfarán.


AL FINAL, LOS FIELES TRIUNFAN
EVIDENCIA HISTORICA 1–6 =>EVIDENCIA PROFETICA 7–12

EVIDENCIA HISTORICA DANIEL 1–6


Debido a la tristeza, aflicción e inseguridad que su mensaje iba a provocar, Daniel principia sus palabras proféticas haciendo memoria de algunos eventos históricos que demuestran que Dios controla aun a los gobiernos incrédulos de este mundo y los utiliza para llevar a cabo sus planes. Entre otros, con el propósito de recompensar a los fieles.
Cada uno de los ejemplos presenta algunas características claves:

  1. Conflicto para la persona fiel

    • Se confronta la grandeza, poder y orgullo de un líder humano.
    • La situación presenta algún conflicto para el siervo de Dios.
    • El siervo de Dios tiene que decidir o hacer algo.

  2. Fidelidad del siervo de Dios

    • Confrontado con el conflicto, el siervo de Dios toma la decisión correcta.

  3. Triunfo del siervo de Dios

    • Se manifiesta el control de Dios sobre los gobiernos paganos.
    • La persona fiel triunfa al final.

  4. Exaltación de Dios
  5. Exaltación del siervo fiel

    • No siempre se nos promete “éxito humano” (Según Hebreos 11, algunos mueren a espada, pero no resulta así en este caso).
    • Dios controla aún a los gobiernos paganos.
    • Los fieles triunfan al final. (Apocalipsis enseña que a veces “el fin” es después de la muerte como en el caso de los mártires.)


El argumento histórico de Daniel no indica que siempre habrá éxito de acuerdo a las normas humanas. Pero Dios sí es soberano y está en control de todo, y puede utilizar a los gobiernos paganos más crueles como instrumentos para lograr sus propósitos.


SEIS EJEMPLOS HISTORICOS QUE
ENSEÑAN QUE LOS FIELES TRIUNFAN
                    Daniel 1. La dieta del profeta
                    Daniel 2. El sueño de Nabucodonosor
                    Daniel 3. El horno ardiente
                    Daniel 4. Humillación de Nabucodonosor
                    Daniel 5. La fiesta de Belsasar
                    Daniel 6. El foso de los leones

HISTORIA PERSONAL DE DANIEL Daniel 1


Cautividad 1:1–2
Daniel principia el relato de su vida explicando algo de su trasfondo. Dice que sus prisiones empezaron en el tercer año de Joacim, rey de Judá (1:1), aproximadamente por el año 605 a.C., cuando Nabucodonosor conquistó Jerusalén y se llevó consigo a la primera deportación, incluyendo al rey Joacim, a Daniel así como a un grupo selecto de jóvenes.
El profeta aclara que fue el Señor quien los entregó en sus manos. Quería que todos comprendieran que él no había perdido la batalla (1:2). El concepto pagano era que los dioses inferiores perdían ante los más fuertes, demostrándose así su inferioridad. En este caso, Daniel quería que el mundo se diera cuenta de que el Dios de Israel no había sido derrotado, sino que había permitido que sus siervos cayeran en manos del enemigo como parte de sus planes, a causa de su rebelión e idolatría (Deuteronomio 28–30).


Preparación 1:3–7
Nabucodonosor decidió llevar a Babilonia a algunos de los jóvenes más inteligentes y capaces (en todo sentido) de Israel (1:3–4a). El rey quería que recibieran preparación académica de los mejores maestros caldeos y que fueran instruídos en todas las ramas de la cultura (1:4b). Además, comerían de la mejor comida disponible (1:5).
Deseaba que una vez pasados los tres años de preparación, sirvieran en su corte. El autor sólo da los nombres de los cuatro que se comprometieron a mantenerse fieles a su Dios. Los demás permanecen en el anonimato (1:6–7). A estos cuatro se les dieron nombres conforme a los dioses de Babilonia.


Abstinencia 1:8–16
Los cuatro mancebos reconocieron que la dieta especial del rey no estaba de acuerdo con sus normas bíblicas y pidieron una distina (1:8–10). El ejemplo fiel de Daniel motivó a los otros tres a mantenerse firmes juntamente con él.
El oficial encargado de alimentarlos estuvo dispuesto a cooperar con ellos, pero tenía miedo. Si sucediera que no satisfacían los requisitos del rey, él sería condenado a muerte (1:10). Su problema era que evaluaba todo desde la perspectiva humana; no sabía lo que Dios podía hacer a favor de ellos. Por eso, Daniel le sugirió que hiciera una prueba de diez días para ver cómo resultaba el experimento (1:11–14).
Al final de ese tiempo, se compararon los resultados. A pesar de su dieta de agua y verduras, los cuatro estaban en mejores condiciones que los demás y el encargado aprobó con confianza la dieta solicitada (1:15–16). Es pertinente comentar que el factor significativo de este ejemplo no era la dieta vegetariana, porque este capítulo no fue escrito para enseñarnos a comer sólo legumbres. Dios intervino a favor de ellos de manera especial porque ellos lo honraron con su fe y obediencia, tal como en los capítulos siguientes. El éxito fue el resultado de la obra de Dios en sus vidas.


Exaltación 1:17–21
Al final de la historia encontramos que Dios los recompensó y honró debido a su fe y acato a sus mandamientos. Les dio mayor sabiduría e inteligencia que a los demás jóvenes que no se comprometieron de la misma manera. A Daniel, el líder que animó a los otros para que se unieran a él, Dios le dio además la capacidad extraordinaria de entender visiones y sueños (1:17–19).
Estos cuatro jóvenes no solamente sobrepasaron a sus compañeros, sino también a sus maestros (1:20–21). El rey los encontró diez veces superiores a todos los magos y astrólogos del reino, aun sobre los que tenían muchos años más de experiencia.


¡PENSEMOS!

 ¿Qué nos enseña este incidente histórico de la vida de Daniel? ¿En qué sentido triunfaron los fieles en su caso? ¿Cómo podríamos enfrentar semejantes circunstancias hoy día? ¿Cómo debemos responder?


 
La lección que podemos aprender de este caso ejemplar es un principio que se repit a través de la Biblia. Romanos 12:2 nos indica que no debemos permitir que el mundo nos conforme a su patrón de comportamiento. Siempre existe la presión a que actuemos igual a quienes nos rodean. Creemos que el éxito en la vida requiere que nos comportemos según las normas de los demás.
Esta historia demuestra que no tenemos que ser iguales a nuestros compañeros para triunfar. Inclusive, se puede sobresalir aun más si seguimos fieles a nuestro Dios. El Señor bendice a quienes se preocupan por obedecerle a él primero, aún en medio de circunstancias adversas.


¡PENSEMOS!

 El caso histórico de Daniel demuestra que a veces, el recuerdo del pasado nos ayuda a permanecer fieles. Describa algún incidente en que usted se mantuvo fiel a las normas divinas en lugar de conformarse al patrón de sus vecinos o compañeros. ¿Cómo resultó? ¿Debía de haber hecho algo distinto? ¿Qué cambiaría si volviera a darse la misma situación? ¿Qué resultado podría esperar?
 ¿Cómo podemos imitar el ejemplo de Daniel y sus amigos esta semana? Considere su propia relación con el mundo que le rodea. ¿Qué clase de presión siente para seguir el estilo de vida de los demás? ¿Qué quiere Dios que usted haga? ¿En qué forma sería distinta su vida de la de los demás si se conforma a las normas divinas? ¿Qué hará para distinguirse y honrar a Dios? Haga con él un compromiso de fidelidad y un plan específico para hacer lo conducente.

 

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Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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Corazón gozoso
Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros… (v. 11).
Lectura: Juan 15:1-11
Mientras esperaba para embarcar en el Aeropuerto Changi de Singapur, observé a una joven familia: mamá, papá e hijo. Había mucha gente frente a la puerta de embarque, y buscaban un lugar para sentarse. De pronto, el niño empezó a cantar en voz alta ¡Al mundo paz, nació Jesús! Tenía unos seis años; por eso, me llamó la atención que supiera toda la letra.
Lo que más me impresionó fue la expresión en la cara del niño: su amplia sonrisa coincidía con las palabras que entonaba, mientras les proclamaba a todos los que estaban allí el gozo del Cristo que había venido. Este gozo no debe limitarse a un niño entusiasmado ni a la época de Navidad. Uno de los temas de la última enseñanza de Jesús a sus discípulos la noche antes de su crucifixión fue el gozo desbordante que produce saber que está presente en nuestra vida. Les habló de su amor sin igual: que los amaba como el Padre lo amaba a Él (Juan 15:9). Después de decirles cómo es esa relación eterna, declaró: «Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido» (v. 11).

¡Qué promesa maravillosa! Por medio de Jesucristo, nuestro corazón puede llenarse de gozo… ¡el gozo verdadero!
Oremos así: Señor me salvaste, me escogiste y redimiste, y me coronaste de amor y compasión. No puedo evitar rebosar de gozo ante tu gran amor. 

Reflexionemos: Podemos experimentar el gozo de Cristo en todas las etapas de la vida.


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Así que, hermanos míos amados y deseados, gozo y corona mía, estad así firmes en el Señor, amados.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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FILIPENSES: CRISTO NOS LIBERTÓ DE NUESTRAS CADENAS

BOSQUEJO GENERAL

INTRODUCCIÓN

      A.      El llamado macedónico (Hechos 16:6–10)
      B.      Trasfondo epistolar
         1.      Los primeros convertidos (Hechos 16:12–40)
         2.      La ciudad de Filipos
         3.      Lugar donde se escribió
         4.      Circunstancias
         5.      Autor y fecha
         6.      Propósito

SECCIÓN I
MAGNIFICANDO A CRISTO

Filipenses 1
    I.      SALUTACIÓN (1–2)
      A.      La firma del escritor
      B.      Identificación de amor
      C.      Posición de santidad
      D.      Liderazgo ejemplar
      E.      Deseo espiritual
    II.      ACCIÓN DE GRACIAS Y ORACIÓN (3–11)
      A.      La virtud de ser agradecidos (3–5)
         1.      Recordando con gratitud (3)
         2.      Recordando con gozo (4–5)
      B.      La obra fiel y constante de Dios (6)
         1.      El proceso de salvación
         2.      La responsabilidad en la salvación
      C.      Expresión de amor (7–8)
      D.      Una petición cuádruple (9–11)
         1.      Reflejando el amor de Cristo (9)
           a)      Un amor abundante
           b)      Un amor en ciencia y conocimiento
         2.      Aprobando lo mejor (10b)
           a)      Hay bendición asegurada
           b)      Hay pasos a seguir
         3.      Siendo sinceros e irreprensibles (10b)
         4.      Llenos de fruto de justicia (11)
    III.      CRISTO MAGNIFICADO A TRAVÉS DEL SUFRIMIENTO (12–19, 29–30)
      A.      Nuestro sufrimiento debe magnificar a Cristo (12–19, 29–30)
         1.      Debe redundar para el progreso del evangelio (12–13)
           a)      Nota de triunfo (12)
           b)      Resultados positivos (13)
         2.      Debe animar a otros a testificar (14)
         3.      Debe proveer otro medio para que el Señor obre (15–19)
      B.      Debe aceptarse como medio de fortaleza y madurez (29–30)
         1.      Parte de la experiencia cristiana
         2.      Parte de las promesas remuneradoras
    IV.      CRISTO MAGNIFICADO EN NUESTRO CUERPO, VIDA Y CONDUCTA (20–30)
      A.      En el cuerpo, o por vida o por muerte (20–24)
         1.      El vivir es Cristo (21)
         2.      El morir es ganancia (21)
         3.      Enfrentando un dilema (22)
         4.      Deseo de partir (23)
         5.      Necesidad de quedarse (24)
      B.      En la vida, para que sea de provecho (25–26)
         1.      Beneficio para otros (25)
         2.      Gozo de la fe (26)
      C.      En la conducta, que sea digna del evangelio (27–28)
         1.      Unidad en principio (29)
         2.      Unidad en acción (28)

SECCIÓN II
IMITANDO A CRISTO

Filipenses 2

    I.      SEMEJANZA A CRISTO (1–4)
      A.      Apelación a una verdadera unidad espiritual (1)
         1.      Consolación en Cristo
         2.      Consuelo de amor
         3.      Comunión del Espíritu
         4.      Corazón compasivo
         5.      Actitud de misericordia
      B.      Bases esenciales para imitar a Cristo (1–4)
         1.      Vivir en Cristo (1)
         2.      Tener un mismo sentir y amor (2)
         3.      No hacer nada por contienda o vanagloria (3)
         4.      Estimar a los demás como a superiores (3)
         5.      Mirar por el bien de los demás (4)
    II.      EJEMPLO DE CRISTO (5–11)
      A.      No se aferró a lo suyo (6)
      B.      Se despojó a sí mismo (7)
      C.      Tomó la forma de siervo (7b)
      D.      Se hizo semejante a los hombres (8)
         1.      Se humilló a sí mismo
         2.      Fue obediente hasta la muerte
      E.      Dios lo exaltó hasta lo sumo (9–11)
         1.      Toda rodilla se doblará ante él (10)
         2.      Toda lengua le confesará (11)
    III.      RAZONES PARA IMITAR A CRISTO (12–30)
      A.      Nuestra salvación es viva (12)
         1.      Responsabilidad del cristiano
         2.      Aplicación a la vida diaria
      B.      Nuestra salvación está de acuerdo con Dios (13)
         1.      Dios es el productor
         2.      La buena voluntad de Dios
      C.      Nuestra salvación rechaza toda murmuración y contienda (14–15)
         1.      Objeto de observación (14)
         2.      Luminares en el mundo (15)
      D.      Ejemplo de 3 imitadores (16–30)
         1.      Ejemplo de Pablo (17–19)
         2.      Ejemplo de Timoteo (19–24)
         3.      Ejemplo de Epafrodito (25–30)

SECCIÓN III
CONOCIENDO A CRISTO

Filipenses 3

    I.      UN ENTENDIMIENTO PROGRESIVO (1–7)
      A.      Una conclusión diferida (1)
      B.      El significado de conocer a Cristo (2–3)
         1.      Evitar los peligros que nos acechan (2)
           a)      Guardarse de los perros (2)
           b)      Guardarse de los malos obreros (2)
           c)      Guardarse de los mutiladores del Cuerpo (2)
         2.      Dar la gloria a Cristo (3)
           a)      Sirviendo a Dios en espíritu
           b)      No confiando en la carne
      C.      Conocer a Cristo es una renuncia total al pasado (4–6)
         1.      No confiar en los ritos (5)
         2.      No confiar en el linaje (5)
         3.      No confiar en la estatura religiosa (5)
         4.      No confiar en los logros (6)
      D.      Conocer a Cristo es estimar lo ganado como pérdida (7)
    II.      UN CONOCIMIENTO EXCELENTE (8–19)
      A.      Conocer a Cristo requiere renunciar al presente (8–16)
         1.      Este conocimiento es superior a todos los demás (8b–9)
         2.      Este conocimiento es una satisfacción no concluída (10–11)
         3.      Este conocimiento debe tener como meta la perfección (12–13)
         4.      Este conocimiento debe hacernos proseguir a la meta (14–16)
      B.      Conocer a Cristo implica seguir el ejemplo de creyentes maduros (17)
         1.      Aprendiendo de lo negativo
         2.      Aprendiendo de lo positivo
         3.      Aprendiendo de los fieles
      C.      Conocer a Cristo implica reconocer a los enemigos de la cruz (18–19)
         1.      Cuyo dios es el vientre (19)
         2.      Su gloria es su vergüenza (19)
         3.      Sólo piensa en lo terrenal (19)
         4.      Su fin será perdición (19)
    III.      LA ESPERANZA DE SU RETORNO (3:20–21)
      A.      Somos ciudadanos del cielo (20)
         1.      Somos peregrinos y extranjeros en la tierra (Hebreos 11:13)
           a)      Debe ser fuente de gozo
           b)      Debe estar basado en las promesas divinas
         2.      Somos embajadores en nombre de Cristo (II Cor. 5:20)
      B.      Seremos transformados conforme a su gloria (21)
         1.      Manifestación de su poder
         2.      Impulso a esperar su venida

SECCIÓN IV
GOZANDO A CRISTO

Filipenses 4

    I.      REQUISITOS PARA GOZAR A CRISTO (1–9)
      A.      Confiar en la entrega de galardones (1)
      B.      Ser de un mismo sentir (2–5)
         1.      Ayudando a otros (3)
         2.      Regocijándose en el Señor (4)
         3.      Siendo gentiles y pacientes (5)
      C.      Ser cristianos de oración (6)
         1.      No estar afanosos por nada
         2.      Dando a conocer nuestras peticiones
         3.      Siendo agradecidos
      D.      Gozar de la paz de Dios (7)
         1.      Supera todo entendimiento
         2.      Guardar nuestra mente y corazón en Cristo Jesús
      E.      Ser buen ejemplo (8–9)
         1.      Pensar en lo bueno (8)
         2.      Hacer lo bueno (9)
    II.      RESULTADOS DE GOZAR A CRISTO (10–23)
      A.      Contentamiento en cualquier situación (10–12)
         1.      Cuando otros ministran nuestras necesidades (10)
         2.      Cuando hay abundancia o escacez (11–12)
      B.      Fortaleza en la adversidad (13)
         1.      Victoria segura
         2.      Cristo es la respuesta
      C.      Gratitud que se expresa (14–16)
      D.      Desinterés por lo material (17–18)
         1.      No buscando provecho personal (17)
         2.      Buscando fruto espiritual (17)
         3.      Una ofrenda de olor fragante (18)
      E.      Seguridad de provisión (19)
         1.      Para toda necesidad
         2.      Conforme a sus riquezas en gloria
         3.      Por medio de Cristo Jesús
      F.      Conclusión (20–23)
         1.      Bendición (20)
         2.      Saludos (21–23)



  A. EL LLAMADO MACEDÓNICO (Hechos 16:6–10)

6Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, le fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; 7y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió. 8 Y pasando junto a Misia, descendieron a Troas. 9Y se le mostró a Pablo una visión de noche: un varón macedonio estaba en pie, rogádole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos. 10 Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio.

El nacimiento de la iglesia de Filipos fue parte del programa misionero divino que impidió a Pablo, Silas, Lucas y Timoteo, continuar la ruta que habían trazado previamente rumbo a Asia y Bitinia en el occidente. Hechos 16:6–10 narra cómo el Espíritu Santo, por medio de una visión, les prohibió seguir sus propios planes y ordenó cambiarlos por el plan perfecto y directo de Dios. “Les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia” (v. 6) “Pero el Espíritu no se los permitió” (v. 7). Estas dos expresiones nos indican cómo es que los pasos del siervo de Dios pueden ser guiados, sin lugar a duda, por caminos que el Espíritu ha preparado. Esa debe ser nuestra continua petición, repitiendo las palabras del salmista: “Sustenta mis pasos en tus caminos, para que mis pies no resbalen” (Sal. 17:5).
Pablo sabía que la visión del macedonio, suplicándole ayuda, era un mensaje directo de Dios. Por eso, de inmediato procuró partir con sus compañeros a Macedonia, cambiando la ruta que ellos habían trazado y enfilándose allá dispuestos a anunciar el evangelio en esos lugares. Cuán importante es reconocer la guía del Altísimo y estar dispuestos a obedecerla aunque esto signifique ir en contra de lo ya planeado, y a pesar de haber estado convencidos de que era lo correcto. Bendito el cristiano que está dispuesto a cambiar su ruta con la plena seguridad de que Dios ha cerrado la puerta. Un gran amigo mío salvadoreño decía: “Cuando Dios cierra la puerta, no te metas por la ventana”.
Pero también es necesario estar bien seguros de que es Dios quien ha impedido su realización y no el enemigo. En 1 Ts. 2:18, el apóstol Pablo testifica de otra experiencia donde reconoce que su viaje había sido estorbado no por Dios, sino por Satanás. Dios impide; Satanás estorba. ¿Puede usted recordar que cuando inició su vida nueva en Cristo tuvo que cambiar planes, encontrándose en un camino muy distinto al que había anticipado? Quizá de momento no lo comprendió, pero con el tiempo usted mismo comprobó que el plan divino era el mejor. ¿Le ha tocado luchar contra los estorbos de Satanás? Aún estando seguro de la voluntad directa de Dios, hay una fuerza espiritual que ataja, impide y se opone al plan aprobado. Es entonces cuando los recursos de la oración, apropiarse de las promesas de la Palabra de Dios y depender de la guía sobrenatural del Espíritu Santo deben entrar en acción.


  B. TRASFONDO EPISTOLAR (Hechos 16:12–15; 22–34; 40)

12Y de allí a Filipos, que es la primera ciudad de la provincia de macedonia, y una colonia; y estuvimos en aquella ciudad algunos días. 13Y un día de reposo salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y sentándonos hablamos a las mujeres que se habían reunido. 14Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. 15Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos … 22Y se agolpó el pueblo contra ellos; y los magistrados, rasgándoles las ropas, ordenaron azotarles con varas. 23Después de haberles azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con seguridad. 24El cual, recibido este mandato, los metió en el calabozo de más adentro y les aseguró los pies en el cepo. 25Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían. 26Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron. 27Despertando el carcelero, y viendo abiertas las puertas de la cárcel, sacó la espada y se iba a matar, pensando que los presos habían huido. 28Mas Pablo clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí. 29Él entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y Silas; 30y sacándolos les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? 31Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa. 32Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. 33Y él tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos. 34Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído en Dios … 40Entonces, saliendo de la cárcel, entraron en casa de Lidia, y habiendo visto a los hermanos, los consolaron, y se fueron.


    1.      Los primeros convertidos
Se considera al llamado macedónico como el acto que cambió el curso de la historia universal. Por medio de ese evento, el evangelio inició su viaje hacia el occidente para penetrar por primera vez en el continente europeo. Zarpando de Troas, Pablo y su equipo pasaron a Samotracia y Neápolis y de allí posiblemente caminaron los 15 kilómetros que los separaban de Filipos, la primera ciudad de la provincia de Macedonia (Ver mapa de la página anterior). Fue aquí donde se reunieron con un grupo de mujeres judías que acostumbraban salir de la ciudad, y junto al río tener su tiempo de oración en el día de reposo. Como era su costumbre, Pablo se dirigió primero a los judíos para compartir el mensaje de salvación (Ro. 1:16). De entre las mujeres reunidas, Dios preparó el corazón de Lidia. Ella no sólo estuvo atenta a la nueva enseñanza, sino que recibió la gloriosa salvación por medio de Cristo Jesús. Lidia fue la primera convertida europea. Más tarde su familia daría el mismo paso.
En este capítulo 16 de los Hechos encontramos dos dignos ejemplos del interés que Dios tiene en alcanzar a las familias completas. La experiencia de esta vendedora de púrpura es muy semejante a la del carcelero que testifica de su salvación y la de su casa (Hch. 16:22–34). Lucas, el autor, enfatiza la salvación de las familias. Es alentador pensar en la importancia que Dios da a los componentes del hogar de un creyente. Cuando una persona se convierte, puede estar segura de que sus familiares están bajo la promesa de salvación, aunque esta no es automática, ya que cada uno de ellos tendrá que tomar su decisión personal por Cristo Jesús. Un acto de fe sería hacer una lista de sus familiares más cercanos que aún no han recibido a Cristo como Salvador y registrar la fecha cuando comience a orar por ellos. Como respuesta a la oración fiel, el Espíritu Santo comenzará a mover sus corazones para venir a Cristo.
La narración del capítulo 16 de los Hechos concluye hablando de una reunión que se efectuó en casa de Lidia, donde ya se congregaba un grupo de hermanos. Esta fue la semilla que hizo nacer a una iglesia ejemplar. Los primeros convertidos fueron bautizados. Diez años después, el apóstol escribe esta epístola a ese grupo reconocido de santos ya organizados que contaba con obispos y diáconos. Casi todos habían sido gentiles y paganos anteriormente, pero ahora formaban una congregación escogida por el Señor.

    2.      La ciudad de Filipos
Ubicada al este de Macedonia y al norte de lo que hoy conocemos como Grecia, estaba situada en la importante ruta comercial que existía entre Europa y Asia. Fue fundada alrededor del año 357 por Felipe II, padre de Alejandro Magno, a.C. Era rica en minas de oro y plata; su tierra era fértil y su comercio abundante. Esta era una situación geográfica estratégica para la iglesia cristiana, puesto que sus visitantes podían escuchar el evangelio ahí y llevarlo a sus lugares de origen.
En el año 31 a.C., Filipos fue establecida como colonia romana con privilegios especiales de ciudadanía. Este último hecho explica por qué Pablo hace énfasis en que “nuestra ciudadanía está en los cielos” (3:20). Quería recalcar la importancia para el cristiano de considerar su ciudadanía espiritual por encima de la terrenal, aun siendo tan distinguida como era la romana. La comunidad judía era pequeña y no tenía sinagoga propia. Por esta razón preferían reunirse a la orilla del río (Hch. 16:13).

    3.      Lugar donde se escribió
Se mencionan tres posibles lugares: Éfeso, Cesarea y Roma. Diversos argumentos respaldan estos sitios. Pero a la luz de las deducciones obtenidas por los conocidos comentaristas Lightfoot y Hendriksen2, el lugar más aceptado es Roma. La palabra que se traduce como “pretorio” en 1:13 ha inclinado a varios a considerar Éfeso como el lugar desde donde Pablo escribió. Por otro lado, Hch. 23:35 menciona el pretorio en Cesarea y, por eso, algunos respaldan este lugar como la cuna de esta epístola. Considerando la mención que Pablo hace de su encarcelamiento, y su referencia a la casa de César (4:22), el origen de esta carta nos refiere a Roma. Existen serias dudas con respecto a su encarcelamiento en Éfeso. J. B. Lightfoot señala que la palabra “pretorio” significa propiamente la guardia pretoriana, tal como se traduce en muchas versiones, más que un palacio o casa de gobierno. En Hch. 28:16 se indica que Pablo fue a Roma y en 28:30 leemos que vivió en su propia casa alquilada vigilado por guardias.

    4.      Circunstancias
Los eventos más sobresalientes o las experiencias más significativas de la vida no siempre se efectúan en circunstancias positivas o favorables. Basta recorrer las páginas de la Biblia para ver que los grandes héroes de la fe saborearon las victorias en medio de lo adverso y negativo. He. 11 es un resumen de aquéllos que podían testificar de su “gozo” después de haber pasado por persecución, pérdida material, enfermedad, maltrato, malos entendidos y pruebas. Por cierto, algunos no recibieron lo prometido. El mundo no era digno de ellos, pero dejaron un testimonio mediante su fe.
Pablo podría estar incluido en esta lista, pues no sólo sufrió en sus años de ministerio (2 Co. 11:23–28), sino también en los últimos dos, cuando estuvo privado de su libertad. Esta carta fue escrita desde la prisión (1:12–17); de modo que podemos reconocerla como parte del cuarteto epistolar que contiene melodías de victoria escritas bajo condiciones adversas. Las otras tres son: Efesios, Colosenses y Filemón. Comúnmente se les llama a estas cuatro epístolas “las cartas de la prisión”. Note que, en el nacimiento de la iglesia de Filipos, es la actitud de gozo la que se pone de manifiesto. En lugar de escuchar quejas, lamentos y sentir autocompasión por la injusticia de los azotes, el cepo y el encierro en una celda oscura y maloliente, Pablo y Silas entonaban alabanzas al Señor (Hch. 16:25).
En mis años de estudiante se hizo muy popular un himno cuyo tema central era: “Pero en el dolor, es mejor cantar”. Si el mundo sin Cristo encuentra en el canto un desahogo para sus sentimientos, cuanto más el creyente en Cristo debe recurrir a este método de alabanza, para hallar contentamiento y sumisión a la voluntad soberana de Dios.
Más de 16 veces encontramos la palabra “regocijo” en alguna de sus formas, en los 104 versículos de la epístola. Pablo amonestaba a la iglesia a gozarse en Cristo a pesar de las circunstancias adversas (cap. 1), de las personas (cap. 2), de las cosas (cap. 3) y de las preocupaciones (cap. 4). El creyente tiene que aprender a estar gozoso, pues tiene el gozo de Cristo. Aunque Pablo escribió desde una casa alquilada, es muy posible que estuviera custodiado por la guardia del palacio, y aun encadenado a un soldado que era relevado cada seis horas (Hch. 28:20; Fil. 1:7, 14, 16; Col. 4:18). Pablo aprovechaba todas las oportunidades para compartir el evangelio con los que le rodeaban. Es interesante notar las múltiples ocasiones en que el libro de los Hechos presenta a Pablo como fiel testigo de Cristo. Pablo cumplió su comisión con cabalidad y llevó el nombre de Jesucristo “en presencia de los gentiles y de los reyes, y de los hijos de Israel” (Hch. 9:15). Su ciudadanía romana le permitía algunos privilegios y cierta libertad para predicar (Hch. 28:30–31). Al parecer, sus amigos podían visitarlo. Aunque no se mencionan muchos nombres en esta epístola, es posible que conociera a muchos cristianos, a quienes cita en el capítulo 16 de su carta a los Romanos.

    5.      Autor y fecha
Pablo visitó Filipos por primera vez en su segundo viaje misionero, alrededor del año 51 o 52 d.C. Tres años más tarde visitaría a los hermanos de nuevo, durante el tercer viaje misionero, después del cual sería puesto en custodia, acusado falsamente de sacrílego por haber llevado un gentil al templo judío (Hch. 21:29–33). Permaneció dos años en una prisión militar en Cesarea esperando ser juzgado. Apeló a César y fue enviado a Roma, donde estuvo encarcelado otros dos años (Hch. 24:27; 25:11–12; 26:32; 28:30). En el comentario de J.B. Lightfoot, se presentan sólidos argumentos que proponen que la epístola fue escrita a fines del primer año de la llegada de Pablo a Roma y antes de las otras tres “cartas de la prisión”. Esto da una fecha probable de alrededor del año 62 d.C.
La opinión casi universalmente aceptada designa a Pablo como el autor de la carta. Él mismo asienta su firma al principio de ella y utiliza a Timoteo como un testigo silencioso (1:1). El estilo es el de una carta sencilla, afectuosa y no estudiada. Brota de un corazón amoroso y agradecido que expresa su sentir personal como un padre que escribe a sus hijos. Filipenses aparece en todos los cánones de la Escritura del segundo siglo porque tiene un alto grado de evidencia de inspiración divina. Su origen genuino es tan reconocido, que algunos comentaristas creen innecesaria cualquier acerca del asunto.

    6.      Propósito
La epístola fue escrita a los creyentes de la ciudad de Filipos. El propósito encerrado en sus líneas es cuádruple:

    a)      Proveer información acerca de su condición en la cárcel en Roma (1:12).
    b)      Expresar su gratitud por la ayuda económica que había recibido de ellos por medio de Epafrodito (4:17–18).
    c)      Corregir un conflicto personal que existía entre dos creyentes en la iglesia a causa del egoísmo y la rivalidad (4:2).
    d)      Acentuar la importancia de la “kenosis” (su significado literal en griego es “vaciamiento”), que se traduce como que Cristo “se despojó”; es el acto por el cual Dios se hizo hombre, tomando forma de siervo y humillándose hasta morir en la cruz (2:5–8).

Este último punto es quizá la máxima afirmación teológica del libro, aunque el énfasis es más existencial y personal, dirigido a un grupo de hermanos unidos a él por lazos de amistad, cuidado y amor recíproco. Para facilitar y llevar una continuidad en el estudio y comentarios de esta epístola, he escogido el siguiente bosquejo:
Capítulo 1. Magnificando a Cristo (v. 20)
Capítulo 2. Imitando a Cristo (v. 5)
Capítulo 3. Conociendo a Cristo (v. 10)
Capítulo 4. Gozando a Cristo (v. 4)

 
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lunes, 11 de mayo de 2015

Este es el verdadero Dios y la vida eterna: Jesús se autoidentificó como la vida, tener la autoridad para dar vida eterna a otros, el único camino de acceso al Padre, tener autoridad para resucitar a los muertos en el día postrero

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
 
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LA BIBLIA CONFIERE A CRISTO EL NOMBRE DE DIOS

La Biblia presenta a Jesús como el Hijo de Dios lo cual constituye una declaración de Su absoluta deidad. También lo presenta como «el Hijo del Hombre», identificándolo, por un lado, con la autoridad soberana que como Mesías ha de ejercer cuando venga por segunda vez a la tierra con poder y gran gloria. La Palabra de Dios, además, confiere a Jesús el nombre de Dios. En el relato de la anunciación del nacimiento de Cristo, San Mateo cita al profeta Isaías:

  He aquí la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros (Mt. 1:23).

La persona en quien se cumple la profecía de Isaías es concebido virginalmente en el vientre de María, es llamado el Unigénito Hijo de Dios, el Hijo del Hombre, Emanuel, es decir, Dios con nosotros.
Uno de los pasajes más significativos referente al tema de la deidad de Cristo es, sin duda, Filipenses 2:5–11. En este pasaje, Pablo escribe acerca del origen celestial de Cristo, Su relación con la deidad en la eternidad, Su encarnación, Su humillación y muerte en la cruz, y Su subsecuente exaltación a la gloria. Pablo comienza diciendo:

  Haya pues en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual siendo en forma de Dios no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse (Fil. 2:5–6).

Cada palabra en este pasaje es de gran importancia. En esta breve consideración se dará atención a tres expresiones o frases: 1) «siendo» (huparchon), 2) «en forma de Dios» (en morfe tou theou) y 3) «el ser igual a Dios» (to einai isa theoi). La palabra «siendo» es un participio presente en la voz activa en el cual la noción del tiempo no interviene y puede traducirse por la palabra «existiendo». Este vocablo sugiere la existencia eterna de Cristo, y esto en sí es un aspecto de Su deidad.
La segunda expresión que debe notarse en este himno cristológico es «en forma de Dios». La palabra «forma» es la traducción del vocablo griego morfe. En el idioma castellano, «forma» denota la apariencia externa de una cosa. En el idioma griego, sin embargo, morfe subraya el hecho de que cualquiera que sea la apariencia externa de algo es el resultado de su esencia o de su naturaleza intrínseca. De modo que, si Cristo existe «en forma de Dios», es porque la naturaleza más íntima de Su ser es la naturaleza misma de Dios. Esto significa que Cristo tiene que ser Dios, ya que sólo Dios puede poseer las cualidades intrínsecas de la deidad.
Por último, la expresión «el ser igual a Dios» debe de ser considerada con mucha atención en este contexto. Jesús no consideró el ser igual a Dios como una usurpación. Su naturaleza, Su rango, Su gloria, Su majestad son los que a través de la eternidad han correspondido a la deidad, y, por lo tanto, pertenecen a Cristo. Jesús abandonó temporalmente Su posición en la gloria con el Padre Celestial (Jn. 17:5). Para Cristo, «el ser igual a Dios» no era un acto de usurpación. La expresión «ser igual a Dios» denota que posee la misma naturaleza divina que el Padre posee. Cristo puede, por lo tanto, ser llamado Dios al igual que el Padre sin que tal designación constituya una blasfemia.
En su epístola a los Romanos, capítulo 9, Pablo enumera los privilegios de la nación de Israel, diciendo:

  De quienes son los patriarcas y de los cuales, según la carne, vino el Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén (Ro. 9:5).

En el texto griego, el sustantivo «el Cristo» (ho Christos) es el antecedente del sustantivo «Dios» (ho theos). Es más, en el griego «Dios» va acompañado del artículo definido. De modo que Pablo, literalmente, dice: «… el Cristo, el cual es el Dios sobre todas las cosas …» Indudablemente, el apóstol identifica al Mesías como Dios manifestado en la carne. Por supuesto que este texto enfatiza tanto la humanidad como la deidad de Jesucristo, algo que ocurre con bastante regularidad en el Nuevo Testamento.
Un pasaje de indiscutible importancia relacionado con el tema de la deidad de Cristo aparece en el libro de los Salmos 4:6. En este texto, Dios el Padre se dirige al Hijo, llamándolo «Dios»: «Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre, cetro de justicia es el centre de tu reino.» Este mismo pasaje es citado por el escritor de la epístola a los Hebreos para demostrar la preeminencia de Cristo. Según el autor de la mencionada epístola, Jesús es preeminente por las siguientes razones: 1) Es el heredero de todo, 2) es el creador del universo, 3) es la revelación absoluta de Dios, 4) ha purificado a Su pueblo de pecado, 5) ha sido exaltado a la diestra del Padre, 6) como Hijo, tiene que ser de la misma naturaleza con el Padre celestial, y 7) es específicamente llamado Dios por el Padre Celestial: «Mas del Hijo dice: «Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; cetro de equidad es el cetro de tu reino»» (He. 1:8).
En realidad, son muchos los pasajes del Nuevo Testamento donde Jesús es específicamente designado como «Dios». Ciertamente hubiese sido una flagrante blasfemia si los escritores bíblicos, escribiendo bajo la dirección del Espíritu Santo, hubiesen atribuido a Cristo el título de Dios si en realidad no lo fuese. Sería absolutamente inexplicable que hombres con un concepto tan elevado de Dios como los apóstoles y con una reverencia tan profunda hacia el Antiguo Testamento hubiesen deificado a un mero hombre.


CRISTO POSEE LOS ATRIBUTOS DE DEIDAD

Los pasajes bíblicos citados en la sección anterior debían ser suficientes para concluir que la Biblia enseña con suma claridad la doctrina de la deidad de Cristo. Es importante añadir, sin embargo, que la Palabra de Dios explícitamente enseña que Cristo posee todos los atributos de la deidad. La Biblia enseña que Cristo es omnipotente, omnipresente, omnisciente, inmutable, sano y eterno. Además, la Biblia habla del amor, la gracia, la misericordia y otras características de Cristo en el mismo sentido en que atribuye a Dios dichas características.


Cristo es omnipotente

La palabra omnipotente significa «todo poder». Dios es omnipotente porque El todo lo puede. En el Nuevo Testamento la expresión «el Todopoderoso» (ho pantokrator) se usa únicamente con referencia a Dios. Es muy natural que así sea, pues solamente Dios puede poseer ese atributo. En Apocalipsis 1:7–8 dice:

  He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén. Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.

En su visión apocalíptica, el apóstol Juan contempla a Jesús regresando a la tierra por segunda vez. El apóstol identifica al Señor como: 1) el Alfa y la Omega, una figura que habla de Su grandeza (principio y fin), 2) el Señor, señalando hacia Su soberanía; 3) el que era y que ha de venir, y 4) el Todopoderoso (ho pantokrator), es decir, El tiene control sobre todas las cosas. Jesús tiene autoridad y soberanía sobre todo el universo (Ap. 4:8; He. 1:3; Col. 1:7).


Cristo es omnisciente

Otro atributo de deidad que Cristo posee es el de omnisciencia, es decir, nada escapa a Su conocimiento. Colosenses 2:3 dice:

  En él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.

La mujer samaritana confesó:

  Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo? (Jn. 4:29).

Jesús jamás había visto a la mujer samaritana hasta el día en que se encontró con ella junto al pozo de Jacob. Sin embargo, el Señor conocía la vida pecaminosa de aquella mujer. Este es un ejemplo singular de que Jesús poseía el atributo de la omnisciencia. Esta verdad se hace evidente también en las palabras de Juan 2:25: «… y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre». Jesús sabía las dudas de Tomás (Jn. 20:24–28); sabía que Lázaro había muerto (Jn. 11) y conocía perfectamente los pensamientos secretos de Sus adversarios (Mt. 9:4). ¿Cómo podría cosa semejante ser posible si el Señor no fuera omnisciente?


Cristo es omnipresente

Otro atributo que, según la Biblia, Cristo posee es el de omnipresencia. Cristo tiene el poder de estar en todas partes al mismo tiempo en la absoluta intensidad de Su Persona. En Juan 3:3, Jesús declara:

  Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre que está en el cielo.

El Señor confiesa que El está simultáneamente en la tierra y en el cielo. En Mateo 18:20, Cristo prometió a Sus discípulos:

  Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos.

Aunque algunos prefieren interpretar esas palabras de Jesús en sentido figurado, diciendo que Jesús está presente en un aspecto espiritual. Dicen que Cristo está presente en la mente y en las oraciones de los discípulos, pero no en un sentido personal. Sin embargo, una interpretación normal o natural del referido texto señala que la presencia del Señor con los suyos es algo personal y real. De igual modo, Jesús prometió estar con los suyos «todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt. 28:20).


Cristo es inmutable

La Biblia atribuye a Cristo la característica de inmutabilidad. Dios el Padre es inmutable (Stg. 1:17). El no cambia en Su esencia, es decir, lo intrínseco de Su ser permanece inalterable. Dios el Hijo también es inmutable. En Hebreos 1:10–12 dice:

  Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán mas Tú permaneces; y todos ellos se envejecerán como una vestidura, y como un vestido los envolverás, y serán mudados, pero tú eres el mismo, y tus años no acabarán.

El contexto de este pasaje gira alrededor de la Persona de Cristo. La superioridad del Hijo es presentada por el autor de la epístola. El Hijo es superior a los ángeles, porque El es Dios (He. 1:7, 8). También es superior a la creación, porque El es el Creador de todas las cosas (1:9, 10). La creación cambia y se envejece, pero el Hijo, siendo Dios, es inmutable. Su esencia jamás cambia.
La misma Epístola a los Hebreos 13:8, dice:

  Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.

Sólo Dios, quien es autosuficiente, tiene la capacidad de ser el mismo ayer, hoy y por los siglos. Si Jesús no fuese Dios, sería una detestable blasfemia atribuirle la característica de inmutabilidad.


Cristo es impecable

Uno de los aspectos de la vida de Jesús que más ha asombrado a los hombres ha sido Su absoluta santidad e impecabilidad. La Biblia afirma repetidas veces que Jesús es santo. En Hebreos 7:26–27, dice:

  Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo, porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.

El argumento del escritor sagrado es enfático. Los sacerdotes terrenales tenían que ofrecer sacrificios a favor de sí mismos antes de hacerlo por el pueblo. Jesús, siendo santo, inocente y sin mancha, pudo ofrecerse a sí mismo una vez por todas por los pecados de Su pueblo.
El mismo escritor subraya la impecabilidad de Cristo, diciendo:

  Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado (He. 4:15).

Del mismo modo el apóstol Juan escribió: «Y sabéis que El [Cristo] apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en El» (1.a Jn. 3:5).
Durante su ministerio terrenal, Jesús retó a los líderes religiosos de Israel, diciéndoles: «¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?» (Jn. 8:46). Aún los demonios reconocieron que Jesús era el «Santo de Dios» (Mr. 1:24).
El apóstol Pablo afirma que «al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él» (2.a Co. 5:21). Sólo un Cristo impecable podía ofrecerse a sí mismo como expiación por hombres pecadores. Así como el cordero pascual tenía que ser absolutamente santo y sin mancha (1.a P. 1:18–20;2:22).
El apóstol Juan, refiriéndose a la visión del profeta Isaías (6:1–3), afirma que Aquel de quien los serafines hablaron, diciendo: «Santo, Santo, Santo, Jehová de los ejércitos», era nada menos que el propio Señor Jesucristo. Juan dice: «Isaías dijo esto cuando vio su gloria y habló acerca de El» (Jn. 12:41). En resumen, el testimonio de las Escrituras es enfático. Cristo fue y sigue siendo impecable (He. 13:8). Su santidad es incuestionable. Tal característica es una demostración de que Jesús es una Persona divina.


Cristo es eterno

Cristo no comenzó Su existencia el día de Su nacimiento en Belén de Judea. Como la segunda persona de la Trinidad, Jesucristo ya era desde la eternidad. El profeta Miqueas, al hablar de la venida del Mesías al mundo, dice:

  Pero tú Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti saldrá el que será Señor en Israel, y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad (Mi. 5:2).

El profeta Miqueas enfatiza el hecho de que el Mesías que nacería de la tribu de Judá, no sólo sería el Señor de Israel sino alguien que existe desde el principio, es decir, desde la eternidad. Esa profecía de Miqueas fue citada por los escribas, cuando Herodes les preguntó dónde nacería el Cristo (Mt. 2:4–6).
Durante una discusión con los judíos, Jesús mismo hizo una de las declaraciones más enfáticas tocante a la deidad. La afirmación hecha por Jesús se relaciona con el carácter eterno de Su persona. La discusión entre Jesús y los judíos (Jn. 8:21–59) giraba alrededor de la pregunta: «¿Quién es Jesús?» (8:25). Los judíos rehusaban creer en el Señor, afirmando que por ser hijos de Abraham serían bendecidos de todas maneras (8:33). Jesús les responde que en realidad son hijos del diablo (8:44) y que morirán en sus pecados si no creen en El (8:45). Fue a raíz de esa discusión que Jesús dijo a los judíos: «De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy» (Jn. 8:58).
Los judíos reclamaban que Abraham era el padre espiritual así como el progenitor de la nación judía. Jesús les señala que «Abraham se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó» (Jn. 8:56). Al escuchar esas palabras, los judíos se asombraron de que Jesús pudiese haber visto a Abraham ya que, según ellos, Jesús aún no tenía 50 años (8:57). Fue ahí donde Jesús afirma Su carácter eterno, usando una frase que sólo corresponde a Dios. El Señor no indica meramente que Su existencia precedía a la de Abraham, sino que El tiene existencia eterna en el mismo sentido en que Dios la tiene.

  Cristo afirmó «Antes que Abraham naciese, Yo Soy» (v. 58). «Yo Soy» era el nombre del Dios auto-existente quien se había revelado a Moisés en la zarza ardiente (Ex. 3:14). Jesucristo afirmaba ser el «Yo Soy», el Dios auto-existente. Cristo estaba afirmando Su eternidad. Para los judíos tal cosa era una blasfemia.

El apóstol Pablo escribió en Colosenses 1:17 que «El es antes de todas las cosas, y todas las cosas en El subsisten». El apóstol Juan, en el prólogo de su evangelio, afirma que el Verbo (Cristo) era en el principio con Dios (Jn. 1:2). Cristo hizo referencia a la gloria que tuvo con el Padre antes de que el mundo fuese (Jn. 17:5). El profeta Isaías, escribiendo tocante a la venida del Mesías, dice que «un niño nos es nacido, Hijo nos es dado» (Is. 9:6). El niño nace, pero el Hijo es dado. El Hijo existía con el Padre antes de Su venida al mundo. Es por eso que Pablo dice que, «cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo …» (Gá. 4:4). El Hijo existía desde la eternidad.
Resumiendo, la Palabra de Dios enseña que Cristo es el legítimo poseedor de todos los atributos de la deidad. Todas las características propias de Dios se encuentran presentes en Jesucristo. Tal cosa es posible debido a que Jesucristo es una Persona divina. El es Dios manifestado en la carne, quien llevó sobre sí la culpa del pecado humano.


CRISTO POSEE PRERROGATIVAS QUE SOLO PERTENECEN A DIOS

La Biblia no sólo otorga a Cristo los atributos de la deidad, sino que también le concede prerrogativas que son exclusivas de Dios. Se mencionarán únicamente las más sobresalientes por falta de espacio.


Cristo tiene autoridad para perdonar pecados

La Biblia enseña que Jesús tiene autoridad para perdonar pecados. En el capítulo 2 del Evangelio según San Marcos, se relata que Jesús sanó a un paralítico. Antes de efectuar la sanidad, Cristo dijo al enfermo:

  Hijo, tus pecados te son perdonados (Mr. 2:5).

Los judíos presentes se asombraron al oír aquella declaración, y dijeron:

  ¿Por qué habla este hombre así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios? (Mr. 2:7).

Los judíos reconocieron que Jesús estaba ejerciendo una prerrogativa que sólo corresponde a Dios. En Marcos 2:10, Jesús declara que El posee esa autoridad:

  Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados …

Si sólo Dios tiene autoridad para perdonar pecados y Jesús afirma poseer esa autoridad, puede decirse o que El es Dios, o como creían los judíos, estaba blasfemando. Lo cierto es que Jesús estaba haciendo algo propio de Su persona divina.


Cristo es adorado como Dios

Todo estudioso de las Escrituras sabe que Dios exige que se le adore sólo a El. Adorar a cualquier otro ser o cosa constituye una idolatría (Ex. 20:3–6; Dt. 6:13–15). Jesús reconoció esa verdad durante Su vida terrenal. Recuérdese que, cuando fue tentado por Satanás, Cristo respondió: «… Escrito está: «Al Señor tu Dios adorarás y a El sólo servirás»» (Mt. 4:10). De modo que habría sido deshonesto que Jesús hubiese aceptado la adoración de los hombres a menos que El fuese Dios y, por lo tanto, merecedor de esa adoración.
Lo cierto es que Jesús aceptó el ser adorado como solamente Dios debe ser adorado. Los sabios del Oriente, cuando vinieron a ver al rey que había nacido «postrándose lo adoraron» (Mt. 2:11). Los discípulos que estaban a punto de perecer en el mar de Galilea y fueron rescatados por el Señor «… vinieron y le adoraron, diciendo: «Verdaderamente eres Hijo de Dios»» (Mt. 14:33). El ciego de nacimiento a quien Jesús sanó, también se postró y adoró al Señor (Jn. 9:38). Las mujeres a las que Jesús se manifestó después de Su resurrección, «… abrazaron sus pies y le adoraron» (Mt. 28:9). Antes de Su ascensión a la gloria, Jesús se reunió con Sus discípulos en el monte de los Olivos y ellos le adoraron (Lc. 24:52).
Es importante notar que en ninguna de las ocasiones mencionadas hubo protesta alguna por parte de Jesús. Aquel que había venido a cumplir la ley hubiese violado el primer mandamiento del decálogo de haber sido un simple hombre. La realidad es que Cristo aceptó el ser adorado porque, como Dios, El es digno de tal honor.
La escena que aparece en el libro del Apocalipsis no puede ser más elocuente:

  El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos (Ap. 5:12–13).

El cuadro que se presenta en el Apocalipsis es muy singular. El Dios Padre (sentado en el trono) y Dios el Hijo (el Cordero) reciben la misma adoración y alabanza (véase Jn. 5:23).


Cristo es el Creador y Sustentador de todas las cosas

La Biblia dice que: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra» (Gn. 1:1). De modo que, para el estudiante de las Escrituras, el universo es el resultado del poder creador de Dios. En Juan 1:3, esa obra es atribuida al Verbo, es decir, a Jesucristo: «Todas las cosas por él fueron hechas, y sin El nada de lo que ha sido hecho fue hecho.» El Verbo es el Creador, de otro modo se caería en el absurdo de pensar que el Verbo se creó a sí mismo.
También, en Colosenses 1:17, dice: «Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten.» Cristo no es tan sólo el Creador, sino también el sustentador de todas las cosas. «El sustenta todas las cosas con la palabra de su poder» (He. 1:3). Cristo es el sustentador por cuanto as el preservador de todo lo que El mismo creó.


Resumen

La evidencia bíblica no deja lugar a duda tocante a la naturaleza de la Persona de Jesucristo. Los títulos usados referentes a Su Persona, los atributos que demostró tener, las prerrogativas de las que hizo uso durante Su ministerio terrenal dejan de manifiesto que Cristo fue más que un simple hombre. Si se acepta el testimonio de los evangelios, debe aceptarse también que Jesús, por las cosas que hizo y por las que dijo, demostró que era Dios manifestado en la carne. Tómese como ejemplo el testimonio que aparece en el Evangelio según San Mateo referente a los poderes divinos ejercidos por Cristo:

    1.      Poder sobre las fuerzas de la naturaleza (Mt. 14:26–29; 15:34–36; 21:19).
    2.      Poder sobre las fuerzas del mal (Mt. 8:32; 12:28).
    3.      Poder sobre las fuerzas del cielo (Mt. 13:41).
    4.      Poder para sanar a los enfermos (Mt. 4:23; 8:3, 7).
    5.      Poder para resucitar a los muertos (Mt. 9:25; 20:19; 26:61).
    6.      Poder para juzgar a la humanidad (Mt. 7:21; 12:31–32; 13:30; 23:2–8).
    7.      Poder para perdonar pecados (Mt. 9:2).
    8.      Poder para condenar y dictar sentencia sobre los pecadores no arrepentidos (Mt. 23:13–16, 27).
    9.      Poder para dar galardones cuando venga otra vez a la tierra (Mt. 5:11–12; 10:42; 13:43; 19:29; 25:34–36).
    10.      Poder para dar poder (Mt. 10:1, 8; 28:20).
    11.      Poder para proveer completo y perfecto acceso al Padre (Mt. 11:27).
    12.      Poseedor de todo poder (Mt. 28:18).

Al leer estos pasajes, es inevitable reconocer con el apóstol Juan que: «Este es el verdadero Dios y la vida eterna» (1.a Jn 5:20). Jesús se autoidentificó como la vida (Jn. 11:25; 14:6). Afirmó, además, tener la autoridad para dar vida eterna a otros (Jn. 10:28) y ser el único camino de acceso al Padre (Jn. 14:6). También, Jesús afirmó tener autoridad para resucitar a los muertos en el día postrero (Jn. 6:40). Todas estas prerrogativas y poderes sólo pueden ser ejercidos por alguien que sea Dios.

 

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