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domingo, 12 de junio de 2016

De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




El AMOR más grande - HERRAMIENTA PARA SALVACIÓN

La obra y los obreros
La Propagación de la Palabra - una obra hermosa
Almas salvadas
Al emprender el estudio del evangelismo personal, antes de considerar CÓMO realizar dicho trabajo, consideremos primero

  1. POR QUÉ, 
  2. DÓNDE y 
  3. CUÁNDO debe realizarse el trabajo personal. 
EN ESTE ESTUDIO RESPONDEREMOS EL ¿POR QUÉ?
En otro post responderemos ¿DÓNDE?, y en otro estaremos tratando el ¿CUÁNDO?

Quizá parezca innecesario para un hijo de Dios considerar estos puntos aun por un momento, y sin embargo, algunos de nosotros quizá no comprendamos por completo la obra que se nos ha encomendado, mientras que para aquellos que quizá comprendan con más amplitud, seguramente no estará fuera de lugar escuchar las palabras de Pedro, en el sentido de despertar “con exhortación vuestro limpio entendimiento.”

¿POR QUÉ?

  1. Porque el Señor lo ordenó.                                                                                             “Id por todo el mundo; predicad el evangelio a toda criatura.” Marcos 16:15. ¿Podría hijo alguno que ha sido lavado en la sangre del Calvario hacer otra cosa que obedecer? ¿Querría cualquier hijo de Dios que sabe el precio que costó esa sangre hacer otra cosa que obedecer?                                                                                                           Estamos tan inclinados a buscar todo lo bueno que el Señor ha adquirido para nosotros, y que nos ofrece mas                                                                                                  ¿estamos solamente dispuestos a RECIBIR, pero no a DAR?                                      ¿Nos liemos regocijado ante las maravillas de Juan 3:16, para eludir luego las  responsabilidades de 1 Juan 3:16?                                                                                “Muy ocupados,” nos decimos. Y añadimos:                                                              “Muy cansados,”                                                                                                “demasiadas preocupaciones.”                                                                                       Mas ¿estaba el Señor demasiado ocupado en el. cielo para venir a redimir al hombre? ¿Estaba demasiado cansado en circunstancias que se sentaba junto al pozo, para hablar la palabra que hizo acudir a toda una villa a su Dios?                                                         ¿Le impedían las responsabilidades asumidas respecto de la multitud escuchar las palabras del ciego Bartimeo, o debido al apremio no podía satisfacer las necesidades de la mujer que le tocó entre la multitud, o estaba demasiado apresurado para escuchar el llamado de los diez leprosos que se encontraban junto al camino?                        ¿Seremos como los nueve que no retornaron para darle gloria?                       Recordemos que nosotros también somos sólo “samaritanos” y“extranjeros.” De manera que, sabiendo lo que ha hecho por nosotros, glorifiquemos a Dios y démosle gracias obedeciendo Su Palabra.
  2. Porque tenemos un mayordomía que se nos ha encomendado, una responsabilidad de la cual debemos responder ante el Señor.                                                          Hemos estado contemplando el pasado, miremos ahora el futuro, el día que anhelamos, ese día cuando le veremos a nuestro Salvador resucitado, ese día que seguramente no está distante. Hemos recibido a Cristo; estamos edificando sobre el fundamento, fuera del cual no hay otro alguno, pero ¿sobre qué estamos edificando? ¿Qué revelará el fuego? ‘¿Madera, heno, hojarasca?” ¿O será “oro, plata, piedras preciosas” que queremos que se revele? ¿Guardamos nosotros, como el siervo de la parábola, la mina en un pañuelo? Muy pronto veremos a ese “Hombre Noble,” que “partió a una provincia lejos, para tomar para sí un reino, y volver” ¿Le recibiremos con gozo, o con vergüenza? Pensemos por unos momentos LO QUE SIGNIFICARÍA PARA NOSOTROS, SUS HIJOS REDIMIDOS, SI NO ESCUCHÁRAMOS DE LABIOS DEL SEÑOR LAS PALABRAS DE “BIEN, BUEN SIERVO Y FIEL.”
  3. Porque es nuestro PRIVILEGIO.                                                                                Dios no necesitaba al hombre para predicar su mensaje de salvación; podría haber hablado directamente a los corazones individuales; podría haber empleado a los ángeles, el viento, las olas. Todo estaba a sus órdenes. ¿Por qué fué entonces que le pidió al hombre que anunciara su mensaje, al hombre, que había descuidado de tal manera la tarea que se le había encomendado, el hombre que es un ser tan lleno de fracasos, tan débil? Era el método de Dios de ayudar al hombre, dándole la manera mediante la cual podía alcanzar grandes recompensas, un privilegio que se le había conferido. Nada podíamos hacer para alcanzar nuestra salvación. Nos fué dada como un don o dádiva. Mas ahora el Señor ha dejado expedito un camino mediante el cual podemos recibir recompensas por la fidelidad, es decir, gobierno sobre diez ciudades o cinco; pero la mayor recompensa para nosotros todos, estoy seguro, serán las palabras aprobatorias del Señor que dice: “Bien, buen siervo y fiel.” No pensemos de la labor, sino comprendamos que es nuestro gran privilegio, una forma mediante la cual podremos alcanzar su aprobación y dar gloria a su nombre. 
  4. Porque el mundo está perdido.                                                                               Camina por la senda ancha que “lleva a la destrucción.” Algunos que se encuentran en dicha senda viajan por ella de voluntad. La senda angosta que lleva en dirección opuesta les parece muy angosta, muy limitada, restringida. Otros viajan por ella sin saberlo, con dolor, puesto que la otra senda no se les ha sido señalada. Mas ya sea por la ceguera de la ignorancia, o la ceguera de aquéllos que “tienen ojos, y no ven,” es lo mismo, y la destrucción espera a ambos al final del camino. Debemos entonces colocarnos en la encrucijada del camino, señalando la senda que corresponde, y advertir a todos los que están dispuestos a obedecer.
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martes, 12 de enero de 2016

Aprender a ser administradores de lo que Dios no ha dado

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Renunciar para Crecer
El principio
de la renuncia
Uno de los primeros paradigmas que debemos cambiar en nuestra vida es la forma en la que nos vemos a nosotros mismos en relación a las cosas que nos rodean. Para eso, es importante contestar a la pregunta filosófica de: 
«¿Por qué existimos y cuál es nuestra tarea en el mundo?»

Obviamente, esa pregunta es demasiado grande para un libro tan pequeño como este. Sin embargo, en cuanto al área de manejo económico, es interesante que de las tres religiones más extensas del mundo (la del pueblo cristiano, judío y musulmán), todas tienen la misma respuesta para esta pregunta: existe un Creador y nosotros, Sus criaturas, hemos sido colocados en este mundo para administrarlo.

Sea uno religioso o no, lo interesante del estudio de religiones comparadas es descubrir que este principio de la renuncia se encuentra tejido en nuestra humanidad como una fibra que tenemos en común más allá de las culturas y trasfondos sociales. 

Este, realmente, es un principio con «P» mayúscula. El primer principio «P» para la economía universal: debemos renunciar a la actitud de ser dueños de lo que poseemos y comenzar a actuar como administradores (o, en el mundo de los negocios, nos llamaríamos gerentes).

A lo largo de los años se ha notado que la capacidad de una determinada persona para verse a sí misma como «Administrador», «Gerente» o «Mayordomo» de las cosas que posee es determinante en el proceso de tomar las decisiones adecuadas para alcanzar la prosperidad integral.

Cuando aplicamos este principio a nuestra vida diaria, nos damos cuenta que a cada uno de nosotros se nos ha encomendado una cierta cantidad de días para vivir, una cierta cantidad de amigos y familia que atender, y un determinado número de bienes materiales (sean pocos o muchos) que debemos administrar.

Comentemos la historia de Roberto. Él vive en la ciudad B y lo han elegido gerente general de una cadena de supermercados. Esta empresa tiene más de 50 negocios en todo el país. Al llegar el fin de año Roberto nota que uno de los supermercados situados en B no está andando bien. Viene trayendo pérdidas por los últimos tres años y a pesar de los esfuerzos hechos para reavivar el negocio en esa zona de la ciudad, este año ha cerrado con pérdidas nuevamente. 

Entonces, ¿Qué es lo que debe hacer Roberto como gerente de esa cadena de supermercados? Probablemente debe cerrar ese negocio con problemas y estudiar la posibilidad de abrir otro en alguna otra parte.

Por otro lado está Federico. Vive en la ciudad A. Tiene una tienda que fundó su abuelo. El abuelo se la dio en heredad a su padre y su padre se la pasó en herencia a él. El problema es que en los últimos tres años el negocio no ha andado muy bien. El año pasado dio serias pérdidas y este año no anda nada mejor.

La pregunta clave, ahora, es: ¿A quién le va a costar más, emocionalmente, cerrar el negocio? ¿A Roberto o a Federico?

Si bien Roberto debe manejar una suma millonaria de dinero para cerrar el supermercado que no va muy bien en la ciudad B, seguramente el que va a sufrir más en el proceso va a ser Federico.

¿Por qué?
Porque Roberto es simplemente un gerente, un administrador de una cadena de negocios; pero Federico es dueño.

Esa es la gran diferencia entre ser dueños y ser administradores. 

El principio «P» indica que nosotros tenemos que aprender a ser administradores. 

Sin embargo, lamentablemente, la mayoría de la gente del mundo se ven a sí mismas como dueñas.

El dueño está emocionalmente apegado a sus posesiones. El administrador está emocionalmente desprendido de las cosas materiales que maneja.

El dueño tiene dificultad en tomar las decisiones difíciles que se necesitan tomar y, muchas veces, las toma demasiado tarde. El administrador sabe que las posesiones que maneja no son suyas y, por lo tanto, despegado de las emociones, puede tomar las decisiones difíciles fríamente y a tiempo.

Esta, a veces, es la diferencia entre la vida y la muerte económica.

Daniela y Juan Carlos viven en la ciudad C. Ahora son excelentes administradores de sus posesiones, pero cuando los encontramos por primera vez, estaban con una deuda encima que llegaba a los 135 mil dólares. Ambos tenían excelentes trabajos y ganaban muy bien. Pero se encontraban simplemente inundados por la cantidad de pagos mensuales a los diferentes prestamistas con quienes habían hecho negocios.

Cuando ellos terminaron el primer análisis de su economía familiar, Juan Carlos se dio cuenta de que si vendían la excelente casa en la que vivían, podrían pagar una buena parte de sus deudas y, de esa manera, podrían «respirar» mejor a fin de mes. 

Con el tiempo, y después de alquilar en algún barrio más barato por algunos años, podrían tratar de volver a comprar otra casa.

Nos dimos cuenta de lo mismo, pero, por lo general, no le decimos a la gente lo que tiene que hacer. De todos modos, después de tantos años de consejería personal, ya nos hemos dado cuenta de que la gente siempre hace lo que quiere, ¡y no lo que uno le aconseja!

Sin embargo, y a pesar de no haber abierto la boca, Daniela miró hacia nosotros y nos apuntó con el dedo diciendo: «Andrés: ¡la casa no! Cualquier cosa, menos la casa.»

Nosotros, por supuesto, tratamos de calmarla y de decirle que decisiones como esas se debían pensar un poco y que quizás con el correr de los días encontrarían otra salida creativa a su situación.

El problema real que tenía Daniela no eran los 135 mil dólares que tenía que pagar. Esa era simplemente la manifestación de otros problemas más profundos en su carácter. Era el «efecto» de una «causa» que no se manifestaba a simple vista. Sin embargo, el problema más importante que Daniela tenía frente a ella era su actitud. ¡Y ni siquiera lo sabía!

Daniela estaba emocionalmente apegada a su propiedad. Se sentía dueña, no administradora. Eso, por un lado, no le permitía colocar todas y cada una de las cartas disponibles en la mesa para tomar una decisión acertada; y por el otro, confiaba en el «techo familiar» para que le proveyera de una falsa sensación de seguridad cuando, en realidad, la casa no era de ella: era del banco con el que la tenía hipotecada y hasta que no pagara el cien por ciento de su hipoteca, la casa, realmente, ¡ni siquiera le pertenecía!

Con el correr de los meses, nuestros amigos de C hicieron un cambio significativo en su actitud con respecto a las finanzas. Todavía guardo un mensaje electrónico de Daniela en nuestra computadora que dice: «Andrés: yo sé que no está bien que tengamos tantas deudas. Juan Carlos y yo hemos decidido que vamos a salir de ellas. Cueste lo que nos cueste … ¡aunque tengamos que vender la casa!»

Ese día supimos que ellos iban a salir de sus aprietos económicos.

Un año después del primer incidente nos encontramos nuevamente y ellos nos contaron cómo habían podido re-arreglar sus deudas y como habían recibido trabajos extras inesperados que les permitieron pagar, el primer año solamente, ¡65 mil dólares en deudas acumuladas!

Nosotros creemos que el desprendernos emocionalmente de las cosas materiales que tenemos es el primer paso en la dirección correcta para disfrutar de lo que hemos llamado  la «prosperidad integral».
Para poner en práctica
Ahora que hemos entendido este primer principio «P» debemos comenzar hoy mismo a desprendernos emocionalmente de las cosas que tenemos, para comenzar a vernos como administradores de estas posesiones.
Si eres un joven o señorita y no tienes una pareja, entonces, haz una lista de todas las cosas que tienes y en la parte superior de la hoja escribe: «Administrador/a general de la vida-Lista de cosas que me tocan administrar».

Por otro lado, si ya tienes pareja, pídele que lea este primer capítulo y hagan juntos este ejercicio:
1.   Escribe en la planilla que tienes a continuación el nombre de las habitaciones de tu casa. Coloca debajo, a grandes rasgos, las cosas que tienes dentro de cada habitación.
Por ejemplo:
Nombre de la habitación: Cuarto de los niños
Detalle:
     2 camas
     1 silla
     1 cómoda
     ropa
     juguetes
2.     Al terminar con cada habitación (o con toda la casa) haz lo siguiente:
Te recomendamos que, luego de llenar el formulario, lo tomes en tu mano y te prometas individualmente o le prometas a tu pareja que a partir del día de hoy cambiarán su paradigma económico. Ahora serán gerentes, administradores de estos bienes que no son suyos, sino que son bienes de la vida. A partir de hoy, prometen desengancharse emocionalmente de sus posesiones personales y van a comenzar a tomar decisiones financieras con la «cabeza fría» de un gerente.
Administrador/a general de la vida
Lista de cosas que me toca administrar:
Formulario de renuncia
Nombre de la habitación:___________________________________
Detalle:
Nombre de la habitación:___________________________________
Detalle:
Nombre de la habitación:___________________________________
Detalle:
Nombre de la habitación:___________________________________
Detalle:
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sábado, 17 de octubre de 2015

Ester hacía todo lo que le ordenaba Mardoqueo, como cuando ella era criada por él. Ester no había revelado su estirpe ni su pueblo

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 







NOS PREPARAMOS PARA ENSEÑAR EN LA CONGREGACIÓN
Ester 1:10-22, 2:1-20 

10      Al séptimo día, cuando el rey estaba alegre a causa del vino, ordenó a Mehumán, Bizta, Harbona, Bigta, Abagta, Zetar y Carcas, los siete eunucos que servían al rey Asuero,
11      que condujeran a la reina Vasti ante el rey, ornada con la corona real, para mostrar su belleza a la gente y a los príncipes, porque era muy hermosa.
12      Pero la reina Vasti se negó a cumplir la orden que el rey envió a través de los eunucos, por lo que el rey se indignó en gran manera y se llenó de ira.
13      Entonces el rey, como era la costumbre del rey con los que conocían la ley y el derecho
14      (de quienes los más cercanos eran Carsena, Setar, Admata, Tarsis, Meres, Marsena y Memucán, los siete príncipes de Persia y Media, quienes veían el rostro del rey y se sentaban los primeros en el reino) consultó a los sabios que conocían los tiempos, diciendo:
15      Según la ley, ¿qué ha de hacerse con la reina Vasti por no haber cumplido la orden del rey Asuero enviada mediante los eunucos?
16      Entonces respondió Memucán ante el rey y los príncipes: La reina Vasti no ha faltado el respeto solamente el rey, sino también a todos los príncipes y a todos los pueblos que están en todas las provincias del rey Asuero.
17      Porque esta acción de la reina llegará a oídos de todas las mujeres, las cuales podrían menospreciar a sus maridos cuando se diga que el rey Asuero ordenó a la reina Vasti que se presentara ante él, y ella no quiso.
18      Y en este mismo día las princesas de Persia y de Media, enteradas del proceder de la reina, podrán decir lo mismo a todos los príncipes del rey, de modo que se levantará una gran indignación y desprecio.
19      Si parece bien al rey, expídase un edicto real de su parte, que sea escrito entre las leyes de Persia y de Media, con carácter irrevocable, que Vasti no comparezca más ante la presencia del rey Asuero, y otorgue el rey su título de reina a otra más digna que ella.
20      Y así, cuando el edicto del rey, el que va a hacer, sea oído en todo su reino ¡que siempre sea grande! todas las mujeres darán honra a sus maridos, desde el más importante hasta el más humilde.
21      Y el consejo agradó al rey y a los príncipes, y el rey hizo conforme a la palabra de Memucán,
22      y envió cartas a todas las provincias del rey, a cada provincia según su escritura, y a cada pueblo según su lengua, para que cada varón fuera cabeza en su casa y lo difundiera conforme a la lengua de su pueblo.

Ester, elegida reina

2      Después de estas cosas, cuando la ira del rey Asuero se hubo aplacado, se acordó de Vasti, y de lo que había hecho y de lo que había sido decretado contra ella.
2      Entonces los asistentes personales que servían al rey dijeron: Búsquense para el rey jóvenes vírgenes y de hermoso parecer,
3      y designe el rey funcionarios en todas las provincias de su reino para que reúnan a todas las jóvenes vírgenes y de hermosa apariencia en Susa, la ciudadela, en el harén, bajo la custodia de Hegai, eunuco del rey, guardián de las mujeres, y que se les den sus atavíos,
4      y la joven que sea agradable ante los ojos del rey, que reine en lugar de Vasti. Y el consejo agradó al rey, y lo hizo así.
5      Había un varón judío en Susa, la ciudadela, llamado Mardoqueo ben Jair, hijo de Simei, hijo de Cis, benjamita,
6      el cual había sido deportado de Jerusalem con los cautivos que fueron deportados con Jeconías, rey de Judá, a quien Nabucodonosor rey de Babilonia había llevado cautivo.
7      Éste había criado a Hadasa (que es Ester), hija de un tío suyo, porque ella no tenía padre ni madre, y la muchacha era de bella figura y hermosa apariencia. Cuando murieron su padre y su madre, Mardoqueo la tomó como hija suya.
8      Y cuando se divulgó la orden del rey y su edicto, aconteció que muchas doncellas fueron reunidas en la ciudadela de Susa bajo la custodia de Hegai, y Ester también fue llevada al palacio real, al cuidado de Hegai, guardián de las mujeres.
9      Y la joven halló gracia ante sus ojos y él fue bondadoso con ella, por lo que se apresuró a darle sus atavíos y ungüentos, y le asignó siete doncellas del palacio real para que la sirvieran, y la puso con sus doncellas en el mejor lugar del harén.
10      Ester no declaró cuál era su pueblo ni su linaje, porque Mardoqueo le había ordenado que no lo declarara.
11      Y cada día Mardoqueo se paseaba delante del patio del harén para saber cómo estaba Ester y cómo la trataban.
12      Y al llegar el turno de cada doncella para acudir al rey Asuero, al cabo de haber estado doce meses sometidas al reglamento vigente para las mujeres (porque el tiempo de su embellecimiento era este: seis meses con óleo de mirra y otros seis meses con perfumes y atavíos femeninos),
13      entonces la doncella acudía al rey; y todo lo que ella pedía le era dado, para llevar consigo del harén al palacio real.
14      Entraba por la tarde, y por la mañana regresaba a un segundo harén, al cuidado de Saasgaz, eunuco del rey y guardián de las concubinas. Y no acudía más al rey, a menos que el rey la deseara, y la mandara a llamar por su nombre.
15      Y cuando le tocó el turno de ir al rey a Ester, hija de Abihail, tío de Mardoqueo, quien la había tomado por hija suya, ella no solicitó cosa alguna, sino lo que había indicado Hegai, eunuco del rey y guardián de las mujeres, pues Ester hallaba gracia a los ojos de todos cuantos la veían.
16      Así pues, Ester fue llevada al rey Asuero, a su palacio real, en el mes décimo, que es el mes de Tebet, en el año séptimo de su reinado.
17      Y amó el rey a Ester más que a todas las mujeres, y logró ante él más gracia y favor que todas las doncellas, tanto que él le puso la corona real sobre la cabeza, y la proclamó reina en lugar de Vasti.
18      Y el rey celebró un gran banquete para todos sus príncipes y servidores: el banquete de Ester; y condonó tributos a las provincias, y dio presentes conforme a la generosidad del rey.
19      Y cuando las doncellas fueron reunidas por segunda vez, Mardoqueo estaba junto a la puerta real.
20      Ester no había revelado aún su estirpe ni su pueblo, como le había encargado Mardoqueo; pues Ester hacía todo lo que le ordenaba Mardoqueo, como cuando ella era criada por él.

 
De sierva a reina



Deposición de Vasti, Ester 1:10–22
Se cree que la reina Vasti, mencionada en la Biblia, es la reina conocida en otras fuentes como Amestris. Ella no acompañó a Asuero en la campaña contra Grecia, aunque las otras esposas de los gobernantes sí lo hicieron. Algunos creen, según la explicación bíblica, que había sido relegada hacía unos años; de allí el por qué no había acompañado a su esposo a Grecia. Se sabe que ella fue la responsable para que fuere mutilada la madre de una de las compañeras de Asuero no mucho después de la campaña a Grecia. 


Luego de esto, ella no aparece en la historia secular hasta que su hijo Artajerjes llega al trono. No es posible probar por la historia secular si Vasti fue o no la reina de Persia después del tercer año del reinado de Asuero. Su destronamiento sólo lo encontramos en la Biblia.

El rey había estado bebiendo durante siete días cuando ordenó que Vasti se presentara delante de los hombres en el banquete para mostrar su belleza (vv. 10–12). El hecho de su negación a presentarse ha intrigado a los lectores durante más de 2.000 años. ¿Por qué se negó? La razón más obvia sería que ella no quería mostrarse ante un grupo de personas “llenas de vino”, o sea, borrachas, ya que el autor describe la escena en estos términos.


Una especulación es que el rey le pidió aparecer sin ropa, o solamente con su corona y nada más (véase Tárgum II). Otros calculan el tiempo en que su hijo nació y opinan que estaba embarazada en esa época. Un comentarista especula que se negó para no colocarse al mismo nivel que las concubinas y mujeres del harén, quienes podían haber estado presentes en el banquete. Otro comentarista señala que el autor, al no darnos el motivo, insinúa algo muy significativo, esto es, que Vasti no tenía derechos reales. 


Todavía otros opinan que la negación de Vasti es meramente una excusa literaria para su deposición y la elevación de Ester. No podía negarse al mandato del rey, no importara cual fuera el motivo. Por otra parte, es posible que el escritor no supiera el porqué Vasti se negó a asistir al banquete.

Si el motivo de la negación de Vasti queda en duda, la explicación por la reacción de Asuero es bien obvia (v. 12b). Su honor estaba en juego. Recién, habiendo impresionado a todos en el banquete de su gloria, riqueza y poder, el hecho de la negación de la reina de su mandato lo dejaba en ridículo. Tendría que hacer algo inmediatamente y drástico para rescatar su honor.


Ha habido intentos de determinar el significado del nombre de cada uno de los siete eunucos, pero ¿qué ganaríamos si pudiéramos saberlo? Una de las funciones de estos eunucos era la de comunicación entre el rey y la reina. Sólo un eunuco, hombre castrado, podría acercarse a la reina. Los nombres de los siete eunucos, como también los de los sabios, son de origen persa.


En vez de tomar una decisión drástica en el calor de su humillación, Asuero sabiamente esperó para consultar con los sabios que podrían aconsejarle en cuanto a las posibles alternativas legales. Obviamente, estos siete hombres sabios (comp. Esd. 7:14; Isa. 44:25; 47:13; Dan. 2:27), mencionados en el v. 14, formaban parte del gobierno del imperio. La expresión “tenían acceso al rey” traduce el hebreo “los que veían el rostro del rey”. 


Si ellos eran de las siete familias que apoyaron a Darío en su opción o tentativa por el trono, entonces la reina tendría que haber sido elegida de una de estas siete familias. Algunos que argumentan contra la historicidad de Ester señalan que es imposible que una joven pobre, desconocida como Ester, que es obvio que no era de una de estas siete familias, pudiera haber sido elegida reina. Otros indican que Vasti misma no era de una de las siete familias y así que el precedente ya había sido establecido.

La sección que sigue (vv. 16–20) describe el consejo que estos sabios dieron al rey. Memucán, mencionado último en el v. 14, aparece como el vocero del grupo y declara solemnemente “ante el rey y los magistrados” el resultado de la consulta realizada a pedido del rey. Aunque el relato en el v. 15 parece destacar que no había ley establecida que se ocupara acerca de la desobediencia de la reina, la idea es más bien mostrar la necesidad de tener una. Memucán predijo que ocurriría un desastre nacional cuando se difundiera la noticia de que la reina había desobedecido al rey. Había hecho mal, no sólo hacia él y los magistrados, sino contra todo el reino.


Un comentarista señala que Vasti violó la ley no escrita y que su poder podía ser esgrimido sólo en privado. Parece que la reina perdió su posición en la corte, más bien que sufrir el destierro o la muerte. En efecto, el decreto significaba un divorcio irrevocable, rebajando la posición, poder y honor de Vasti a la de cualquier mujer. Nunca más el rey la invitaría, ni ella tendría acceso directo a él. Los magistrados sugieren que la posición de Vasti sea dada a otra, pero esto no fue realizado por algún tiempo. La mayoría de los comentaristas creen que la campaña de Grecia mantuvo a Asuero ocupado durante los años siguientes, razón por la cual se hubiera aplazado el edicto. 


Este decreto (v. 20) en sí no demandaba respeto de parte de las mujeres porque ¿cómo se puede exigir el respeto? La sentencia servía más bien para mostrar las consecuencias de la falta de respeto. Las mujeres debían ser intimidadas para fingir respeto hacia sus esposos, lo sintieran o no. 

Ester es un libro en el cual la voluntad del rey es suprema, sin importar el costo humano que se tuviera que hacer (v. 21).

Un comentarista señala que en ese tiempo cuando dos personas de antecedentes étnicos diferentes se casaban, el idioma de la madre era el que hablaban los niños, ya que la madre podía tener contacto diario y más íntimo con ellos. El peligro por supuesto era que ellos no aprenderían el idioma del padre.


Vemos este problema reflejado en Nehemías 13:23–25. El profeta está preocupado porque los niños habían perdido o estaban perdiendo la habilidad de hablar el idioma del pueblo israelita. Puede ser que este pasaje de Ester (v. 22) quiera dar la idea de que una manera en que los hombres pueden gobernar su casa es insistir en que el idioma del padre sea el idioma de la familia.


El rey tomó sumo cuidado de que el decreto se leyera y se aplicara en todo su reino, provincia por provincia, y en el idioma de cada una. Los reyes persas empleaban el arameo para los decretos reales, pero los enviaban también en dos o tres idiomas más. Con esta práctica nadie tendría un pretexto para no obedecer. Es de notar que la frase “Él expresó, en el idioma de cada pueblo…” es difícil; se omitió en la Septuaginta, probablemente por lo oscuro del texto hebreo original.


 ¿Búsqueda de una nueva reina, Ester 2:1–20
Siguiendo la recomendación de los jóvenes del palacio, el rey pone en marcha un proceso para descubrir, aprobar y coronar a la nueva reina quien tomaría el lugar de Vasti. Este proceso se realiza en tres etapas: el concurso de belleza (2:2-4), la presentación de Mardoqueo y Ester (2:5-7), y la coronación de Ester como la nueva reina (2:8-20).


El autor sugiere que el rey, habiendo pasado la reacción inicial por la negación de Vasti que causó su humillación pública, ahora estaría dispuesto a perdonar a Vasti e instalarla de nuevo como reina. Quizás pensaba que le había tratado con demasiada dureza. Sin embargo, se vio atado por el decreto irrevocable (v. 1). 


La Septuaginta, sin embargo, da una interpretación distinta, comentando que el rey “no la recordaba más”. Desde que Vasti fue presentada sólo para mostrar cómo Ester fue elegida para tomar su lugar, el autor del libro no sentía la necesidad de relatar el destino de ella. Esta es la primera vez, pero no la última, en que Asuero sería atrapado en su propio laberinto legal.

Consejos Ester 1:21
Los buenos consejos ocupan un lugar importante en la trama de este libro. En este versículo, los sabios aconsejan al rey. Luego se menciona a Mardoqueo aconsejando a su hija adoptiva, a la esposa; también los amigos aconsejan a Amán, y Amán aconseja al rey.

(1) Concurso de belleza, Ester 2:1–4

La idea de realizar un concurso nacional de belleza agradó al rey y se llevó a cabo. Esta práctica aparece en literatura folclórica de muchos países, sin embargo ignora la costumbre persa que requería que la nueva reina fuera de raza persa. Parece que la única consideración en la elección de la nueva reina sería su apariencia física (v. 2), lo que agradaría “a los ojos del rey” (v. 4). El “tratamiento cosmético” (vv. 3, 9, 12) incluía un largo proceso de purificación física, dieta especial y adorno con toda clase de joyas y ungüentos preciosos.

El costo humano no fue tenido en cuenta. No interesa que sólo una joven tuviera la oportunidad de llegar a ser reina. No importaba que las demás probablemente vivirían el resto de sus vidas como parte del harén del rey, y posiblemente nunca más serían llamadas a presentarse delante de él. No importaba que perdieran su oportunidad de casarse y formar su propia familia.


Algunos comentaristas creen que las jóvenes que no eran elegidas probablemente tendrían la libertad para regresar al hogar. Otros arguyen que esto es altamente improbable dada la filosofía de la época que consideraban que algo del poder del rey podía haberse depositado en ellas. Permitirle irse podría haber significado el riesgo de la pérdida del poder. 


Estas jóvenes probablemente vivirían como parte del harén del rey. No se dice nada acerca de los sentimientos personales de estas muchachas, pero el relato es presentado de tal manera que sospechamos que si ellas eran elegidas no tenían más opción que ir.

Mardoqueo ( Ester 2:5 )
Además de haberse encontrado el nombre “Mardoqueo” en las listas de los exiliados que regresaron a Judá (Esd. 2:2; Neh. 7:7), un nombre similar se ha hallado en unas tabletas persas en Persépolis. Sesenta y seis de estas tabletas han sido fechadas como pertenecientes a la época de Asuero. En más de treinta de ellas se lee el nombre Marduka o Marduku; y probablemente se refiere a distintas personas, lo que indica que se trataba de un nombre bastante común. 


Otro documento de esa misma época menciona a cierto Marduka que servía como contador en un viaje de inspección por la ciudad de Susa. Algunos estudiosos piensan que este Marduka pudo haber sido el Mardoqueo que aparece en el libro de Ester, ya que varias veces se lo menciona como “sentado a la puerta real” (ver 2:21; 3:2), costumbre que se asignaba a los oficiales persas.

(2) Presentación de Mardoqueo y Ester, Ester 2:5–7. 

Antes de describir cómo el “tratamiento cosmético” se llevaba a cabo, el autor introduce dos personas que juegan un papel preponderante en la narración que sigue. El nombre “Mardoqueo” aparece en Esdras 2:2 y Nehemías 7:7 entre los que regresaron a Jerusalén con Zorobabel, pero difícilmente sería la misma persona mencionada aquí. Lightfoot y otros, sin embargo, opinan que se trata de la misma persona y quien luego regresó a Persia. Parece que el nombre “Mardoqueo” tiene una relación directa con Marduc, uno de los dioses babilónicos. También se menciona en un texto contemporáneo de ese período el nombre de un tal Marduca, que servía como contador en una gira de inspección de Susa.

Parece haber dos caminos aceptables para entender el propósito de la genealogía de Mardoqueo (v. 5). Algunos estudiosos, que dan mucha importancia a la genealogía, creen que el propósito es presentar a Mardoqueo como una figura casi de la realeza. Según uno de ellos, el autor está muy interesado en los conceptos de realeza y monarquía. Se insinúa el linaje real de Mardoqueo, así como su genealogía, para más adelante presentarlo abiertamente como miembro de la realeza.


En 6:8 Mardoqueo usa las ropas reales; en 8:15 usa sus ropas y corona propias. Mardoqueo es presentado como el hijo de Jair, hijo de Simei, hijo de Quis, del linaje de Benjamín. 


En 2 Samuel 16:5–8 leemos de un Simei que se oponía al rey David. En 1 Crónicas 3:10–19 está en la lista un tal Simei como el bisnieto de Jeconías el rey, que fue llevado al exilio en el tiempo en que los parientes de Mardoqueo fueron deportados.

En 1 Crónicas 4:34–43 leemos de los hijos de Semaías, quienes destruyeron un grupo de amalequitas. Esto muestra que la enemistad entre los israelitas y los amalequitas iba en aumento.

Cómo llegaron a Persia los judíos
En el año 597 a. de J.C., Nabucodonosor, rey de Babilonia, llevó cautivo a Joaquín, rey de Jerusalén, y con él a más de 10.000 judíos. Uno de estos fue Quis, bisabuelo de Mardoqueo. Después de la muerte de Nabucodonosor en el 562 a. de JC., el imperio babilónico decayó rápidamente debido a los malos gobiernos de sus sucesores.
 

En el año 539 a. de J.C., el ejército de Ciro, rey de Persia, atacó y tomó Babilonia. Daniel describe cómo Belsasar fue repentinamente depuesto una noche, mientras celebraba un banquete (Dan. 5). El historiador Jenofonte menciona que los persas atacaron la ciudad durante una fiesta en la que todo Babilonia estaba bebiendo y divirtiéndose durante toda la noche.

Años más tarde, cuando los persas permitieron que algunos judíos regresaran a su tierra, muchos de ellos prefirieron quedarse en Persia. Hay muchos indicios de que la población judía en el exilio en Babilonia disfrutaba de un bienestar económico y podía mantener ciertos derechos y también cierto grado de autonomía.


Cuando suceden los eventos relatados en Ester, el judío Mardoqueo se encuentra en Susa, capital de Persia, junto con muchos otros de su raza.

El nombre Quis es mejor conocido como el nombre del padre de Saúl. Estudiosos creen que el autor del libro de Ester intenta hacernos entender que Mardoqueo es descendiente del linaje de Saúl, y por esa razón es una figura de la realeza. El propósito de la genealogía es traer a la mente del lector la persona de Saúl. El propósito para recordar a Saúl en el relato sería para aclarar el porqué los judíos no tomaron botín cuando se defendieron contra sus enemigos, durante el tiempo descrito en el libro de Ester.


En 1 Samuel 15, a pesar del edicto del día de no tomar despojo, Saúl había saqueado a los amalequitas. Este pecado fue una de las razones por las que el reinado le fue quitado y dado a David. El autor de Ester parece estar implicando que los judíos bajo el liderazgo de Mardoqueo honraron la prohibición ignorada por sus antepasados. Por lo tanto, la situación de 1 Samuel 15, en la cual Saúl pierde su reinado, es revertida por uno de sus descendientes, Mardoqueo, quien por decirlo así restaura la línea real de Saúl.
Eruditos creen que el autor de Ester fue capaz de capitalizar los conceptos de majestad y prerrogativas reales, ya que Mardoqueo era del linaje de Saúl más bien que del de David. 


La tradición davídica anhelaba un regreso a la tierra con la restauración de Israel como un estado político independiente en todo sentido. Los judíos que habían decidido no regresar a la tierra de Israel no promovieron ni desearon aparentemente la restauración del reino davídico. Tal restauración tendría entonces poco o ningún efecto sobre sus vidas. En realidad, el libro de Ester puede estar implicando que los judíos de la diáspora no necesitaban la restauración de Israel como una entidad política independiente. Como Ester y Mardoqueo lo prueban, los judíos podían elevarse a posiciones de poder y privilegio en tierras extranjeras sin la restauración del reino davídico.

Otros estudiosos ofrecen una interpretación diferente en cuanto al propósito de la incorporación de la genealogía de Mardoqueo en el libro de Ester. No creen que el propósito del autor fuera el de indicar que Mardoqueo descendía de Saúl. De ser este el propósito ¿por qué el autor no incluyó el nombre de Saúl en la genealogía? 


Otros estudiosos contestarían que la referencia está velada para evitar ser acusado de deslealtad o aun traición contra el rey extranjero bajo cuyo reinado ha decidido vivir. Sea correcto o equivocado, los estudiosos creen que el propósito de la genealogía fue señalar dos coincidencias. Una que el abuelo de Mardoqueo y el padre de Saúl tienen el mismo nombre. La otra, que Saúl y Mardoqueo son de la misma tribu y que Mardoqueo en su día confrontó a un agageo, así como lo había hecho Saúl en el suyo.

Aquellos que argumentan contra la historicidad de Ester señalan que si Mardoqueo hubiera sido llevado al exilio (v. 2:6) y hubiera vivido hasta el comienzo del reinado de Asuero tendría 140 años, y Ester, probablemente, entre 100 y 120 años. 


Estos cálculos se basan en el hecho de que desde la cautividad de Jeconías en el año 597 a. de J.C. hasta el comienzo del reinado de Asuero en 485 a. de J.C. existe un lapso de 112 años. 

Una forma de entender el pasaje es interpretar que quien fue llevado al exilio fue Quis, y no Mardoqueo. Entonces, siguiendo la práctica judía de omitir eslabones en la cadena genealógica, Mardoqueo sería un descendiente directo, pero no inmediato, de los que fueron llevados en cautiverio.

Mardoqueo había criado como a una hija a su prima huérfana Hadasa, nombre hebreo, o Ester, como él la llamaba en Persia (v. 7). Se han hecho muchos estudios sobre el significado de los dos nombres. Hadasa significa “mirto”. 


El uso de este término pudo haber sido significativo para los lectores judíos. Uno de los estudiosos observa que el profeta Isaías predijo que el mirto entre otras plantas podía ser usado por Dios para tornar el seco y árido desierto en un oasis (Isa. 41:19). Isaías 55:13 relata que el desierto en flor sería un recordatorio o una señal eterna a Jehovah “y de señal eterna que nunca será borrada”. 

El desierto en flor simbolizaba la verdad de que Dios había perdonado al pueblo de Israel, y continuaba cuidándolo. En el contexto del libro de Ester, Dios salvará al pueblo por medio de las acciones de una joven cuyo nombre significa mirto, que simbolizan paz y acción de gracias.

Otras posibilidades son que el nombre era derivado de la diosa babilónica Ishtar o de la palabra persa para “estrella”, o también de la palabra persa para “novia”. 


Probablemente, la idea que abarca todo el pasaje es que la joven usó dos nombres: el nombre hebreo en casa y con su pueblo, y el nombre persa en sus contactos con el pueblo persa. Parece seguro dar por sentado que la mayoría de los judíos de ese tiempo quienes habían tenido contacto con los persas usarían un nombre entendible y fácil de ser pronunciado por los persas.
 
 Coronación de Ester, Ester 2:8–20
Ester fue llevada al palacio con las otras jóvenes (vv. 8, 9). La expresión “fue llevada” implica voluntariamente. Sin embargo, el Tárgum I lo traduce “fue llevada a la fuerza” y el Tárgum II explica que Mardoqueo había escondido a Ester cuando los emisarios del rey buscaban las jóvenes más bellas. Por otro lado, la Septuaginta introduce en el texto (14:3–19) una oración de Ester en la que confiesa que se había casado con un incircunciso contra su voluntad.

La bendición de la adopción
Mardoqueo es un ejemplo del cuidado de un pariente hacia un familiar desamparado. Veamos algunos aspectos destacados de esta adopción: 


(1) En 2:7 se nos dice que él crió a su prima Ester pues ésta había perdido a sus padres. Pero no solo la crió —proveyendo alimento y vestido— sino que “la tomó como hija suya”. Esto implica un cuidado afectivo más allá de cubrir las necesidades materiales básicas; era una verdadera y profunda relación de padre e hija. 

(2) En 2:10 vemos a Mardoqueo aconsejando a Ester. Él sabía lo que era mejor para su hija adoptiva y se preocupó de indicárselo, aun cuando Ester ya era mayor de edad y no vivía con él. En la poesía “Martín Fierro” encontramos esta misma verdad cuando leemos:
“Un padre que da consejos
más que padre es un amigo”.


(3) En 2:11 vemos otra faceta de la relación de adopción. Mardoqueo continuaba interesado y vigilante de lo que le acontecía a su hija adoptiva. Es importante notar que esto lo hacía “cada día”. 


(4) En 2:20 vemos que Ester, por su parte, obedecía las instrucciones de Mardoqueo “como cuando estaba bajo su protección”, aun cuando ya había sido proclamada reina. 

(5) En 4:17 ahora es Mardoqueo quien obedece las órdenes de su hija adoptiva. Esta relación muestra la bendición, tanto para padres como para hijos, de lo que significa la adopción. Quienes han tenido el privilegio de vivir de cerca esta experiencia dan testimonio del cambio profundo que ocurre con la llegada de ese hijo o esa hija tan anhelado. Un matrimonio pastoral en Argentina pudo recibir esta bendición; y a raíz de la misma, el padre escribió un inspirador libro titulado: “Por esta niña oraba”. Damos gracias a Dios por familias dispuestas a ser y recibir bendición a través del recurso paterno de la adopción.

El comentarista Lichtenberger entiende que Mardoqueo tenía amigos en la corte de Asuero, y que fue por su influencia que Hegai se fijó en Ester y luego la presentó al rey. Si es así, fue Mardoqueo quien es el verdadero héroe de la historia, el responsable por la liberación del pueblo judío. Este comentarista nos recuerda que el último capítulo termina enfatizando la grandeza de Mardoqueo, no de Ester. Más, hubo un tiempo cuando la fiesta de Purim fue llamada “El día de Mardoqueo”. Parece convincente este argumento, pero en la fiesta de Purim ahora, Ester es la figura principal.


Hegai se fijó en Ester, de entre todas las vírgenes, y vio algo que le llamó la atención. Ella “le agradó a sus ojos y obtuvo gracia delante de él” (v. 9). La palabra “gracia” traduce el término hebreo hesed 2617 que bíblicamente se refiere a la fidelidad y amor de Dios, pero aquí en el contexto secular se refiere a algo agradable y placentero. 


Su naturaleza obviamente ganadora pronto obtuvo lo mejor de todo: el mejor lugar en el harén, las mejores criadas y doncellas, comidas especiales y tratamientos de belleza. El lector siente que Ester no puede perder. La Septuaginta y el Tárgum II indican que ella rehusó las comidas, las cuales no estaban de acuerdo con las restricciones de la ley judaica. Pero el relato hebreo no da indicio de tal rechazo, como fue en el caso de Daniel y sus amigos.

Se torna absolutamente importante en el desarrollo posterior del relato que Ester no revela su nacionalidad o antecedente familiar, como Mardoqueo le mandó (v. 10). Es importante notar el respeto que Ester tenía para su padre adoptivo y la obediencia a su mandato, en contraste con la falta de respeto y la desobediencia de Vasti al mandato del poderoso rey Asuero. Mardoqueo tenía orden en su casa a base de amor manifestado en su cuidado diario por Ester, aun estando ella en la casa del rey.


Se pregunta por qué Mardoqueo aconsejó a Ester a no revelar su identidad, lo que sería una desobediencia a las leyes del judaísmo, en un tiempo cuando aún los judíos no eran amenazados. El Midrash, un comentario judío, procura contestar esta pregunta: “Mardoqueo pensaba entre sí: ¿Cómo es posible que esta fiel doncella judía se case con un hombre gentil? Debe ser que es porque alguna gran calamidad sucederá a Israel y así ella podrá librarlo”. 


Otra respuesta podría ser que Mardoqueo dio por sentado que una judía no sería tan bienvenida como lo sería una joven natural de Persia. Sólo más adelante se puede conocer por qué el secreto de su identidad era tan importante.
Por los acontecimientos posteriores del libro entendemos que el antisemitismo estaba presente dentro del imperio, aunque el libro de Ester provee la única evidencia disponible para esta notable agresión contra el pueblo judío.


Podemos leer de la cruel hostilidad y del prejuicio que existía hacia los judíos que vivían en Elefantina, Egipto, en el siglo V, por el descubrimiento en el papiro Elefantino de aquel período. También tenemos el trabajo de Hecataeus, el primer escritor griego que describe al pueblo judío. Dijo que su manera de vivir era “inhumana”. Sabemos además que había un antagonismo violento entre griegos y judíos desde el comienzo de las relaciones.


El exclusivismo judío debido especialmente a su celo por mantener las leyes sobre su dieta alimenticia y el sabat siempre han confundido y ofendido al extraño. No tenemos motivo para pensar que fue diferente en Persia en el siglo IV, que en el siglo V en Egipto, o en Europa en el siglo XX.


En este punto (2:11), Mardoqueo no parece ser parte de la estructura de la corte. Simplemente está buscando mantener contacto con su hija adoptiva. Sólo los eunucos podían entrar en el harén (1:10; 4:5), pero Mardoqueo se enteraba de su bienestar por medio de ellos. Se pregunta cómo Mardoqueo, siendo conocido como judío, podría estar en un lugar tan sensible y preguntando diariamente por Ester, sin que los oficiales sospecharan de ella. El comentario de Keil y Delitzsch afirma que hubo expositores judíos quienes opinaban que Mardoqueo tenía una posición de autoridad en el gobierno y que, teniendo acceso libre al palacio real, fácilmente pudo encontrar los medios para comunicarse con Ester.


No faltan algunos escritores que opinan que los motivos de Mardoqueo no eran tan puros y nobles como parecen al principio. Sugieren que su astucia fue motivada por su ambición por avances políticos en la corte de Susa y que estaba dispuesto a emplear a Ester como “un naipe de triunfo” para lograrlo. Sin embargo, la vasta mayoría de los comentaristas enfatizan el espíritu noble y el cuidado sincero que él manifestaba hacia ella.

Más que belleza física
La orden dada a los oficiales del rey era que debían buscar doncellas que se destacaran por su belleza física (2:3), y evidentemente Ester cumplía ese requisito (2:7). Sin embargo, no fue su belleza física la que la hizo pasar a la historia. Hay otros atributos que se destacan mucho más que su apariencia física, y que las jóvenes de todos los tiempos debieran ocuparse en cultivar: (1) Obediencia a sus padres; de la misma manera como Ester obedeció a Mardoqueo. (2) Responsabilidad social; valor para denunciar las injusticias aun a riesgo de consecuencias adversas. (3) Amabilidad de carácter; estar dispuesta a ser enseñada por otros. Ester 2:15 dice: “Así Ester obtenía gracia ante los ojos de todos los que la veían”. (4) Conocimiento de y dependencia en un Dios grande y poderoso que está por encima de todas las circunstancias.

Según un reconocido arqueólogo, desde el comienzo de los descubrimientos arqueológicos se creyó que las vasijas y otros recipientes quemadores y hornillos se utilizaban exclusivamente para quemar incienso en rituales religiosos. Sin embargo, ahora los arqueólogos tienen la certeza de que esos recipientes y hornillos fueron usados con fines cosméticos (2:12). Posiblemente usaron este tipo de artefactos en la preparación física de las jóvenes, Ester entre ellas.
 

 La mujer comenzaba un fuego en el quemador o artefacto, y agregaba una variedad de perfumes. Luego se quitaba sus ropas, se agachaba sobre el quemador y usaba sus ropas para formar una especie de carpa o toldo sobre ella para evitar que los vapores se dispersaran. Cuando ella transpiraba los vapores del perfume entraban en sus poros y eran absorbidos por la piel. Este ritual podía haber sido repetido a intervalos regulares.
Aproximadamente había pasado un año (vv. 13, 14). Era el turno de Ester para presentarse delante del rey. Todo lo que ella deseaba de ropas y regalos le era provisto. 


En el atardecer entraría ante el rey como una virgen, y a la mañana siguiente entraría al harén como una concubina. Nunca más saldría a menos que el rey la pidiera por nombre. Muchas mujeres probablemente vivirían el resto de sus vidas dentro del harén en un tipo de viudez. El “segundo harén” (v. 14) se refería a este recinto, bajo el cuidado del eunuco Saasgaz, donde se quedaban las doncellas después de una visita con el rey.
Ester sabiamente permitió ser guiada en la elección de sus ropas y los regalos por Hegai, el eunuco del rey a cargo del harén (v. 15). 


Él sería más capaz que ella para elegir las cosas que agradarían al rey. Además, su belleza sobresaliente y natural hacía innecesarios los arreglos especiales. Aquí aprendemos por primera vez el nombre del padre natural de Ester, quien había fallecido en algún momento en el pasado, aparentemente cuando Ester era aún niña (v. 7). Ester había obtenido “gracia” en los ojos de Hegai (v. 9) y ahora se extiende su fama y se aumentan sus admiradores, pues “obtenía gracia ante los ojos de todos los que la veían”.

Ester fue a la presencia del rey (v. 16) en el séptimo año de su reinado. Habían pasado cuatro años desde el banquete en que Vasti había sido destituida. Se pregunta por qué el rey estuvo sin reina durante tanto tiempo. Algunos contestan que probablemente estuvo ocupado en la guerra contra los griegos donde fue derrotado en 479 a. de J.C. y que llegó de vuelta a Susa justo a tiempo para recibir y aprobar a Ester como reina. Buena parte de este tiempo fue necesario para reunir las vírgenes de todo el reino, darles el extenso “tratamiento cosmético” y presentar a varias de ellas al rey antes de llegar a Ester.


Con la primera visita de Ester, la búsqueda de reina llega a su fin. Ella, que “agradó a los ojos y obtuvo gracias” delante de Hegai (v. 9) y “ante los ojos de todos los que la veían” (v. 15), finalmente “halló gracia y favor delante de él”, es decir, delante del rey Asuero (v. 17). 


El rey está complacido y depositó sus afectos sobre Ester en preferencia a todas las demás mujeres de su harén. Esto no significa que luego tendría relaciones exclusivamente con Ester, sino que ella sería la predilecta entre las demás. Ester impresionó tanto a Asuero que le coronó “reina en lugar de Vasti” sin más demora.
Para celebrar la coronación de Ester, el rey le ofreció un gran banquete (v. 18; comp. 1:3–5), llamado luego “La fiesta de Ester”. 


Literalmente el texto dice “concedió exoneración a las provincias” y se traduce en la RVA como “hizo reducción de impuestos a las provincias…”. El término “exoneración” (hanaja 2010) ha sido traducido con varios sentidos que incluye, además de “reducción de impuestos”, “feriados” o descanso de trabajos. También “a todos sus oficiales y servidores… dio obsequios” con gran generosidad (comp. 1:7; Jer. 40:5). Es evidente que Asuero quería que la coronación de Ester fuera un evento inolvidable.

El v. 19 es difícil de interpretar. Se lee como que fueron reunidas más vírgenes, pero esto parece improbable, ya que Ester había sido coronada reina. La Septuaginta omite la frase “cuando las jóvenes vírgenes eran reunidas por segunda vez”, probablemente debido a la dificultad que presenta. 


Algunos relacionan el v. 19 con el v. 8. Otros opinan que en realidad hubo otra reunión de vírgenes de acuerdo a la costumbre de la poligamia, como en el caso de Salomón quien tuvo 700 esposas y 300 concubinas. A pesar de la dificultad, esta frase sí establece el tiempo cuando el complot de homicidio fue descubierto y revelado al rey. Algunos comentaristas entienden que estas vírgenes serían jóvenes que nunca tuvieron la oportunidad de ir a la presencia del rey. Otros sugieren que ellas fueron reunidas y exhibidas para mostrar qué difícil había sido la competencia para Ester.

La primera parte del versículo es más importante que la segunda. Mardoqueo, gracias a Ester, ahora parece tener cierta posición en la corte. Ester es, seguramente, responsable de esta situación mencionada en 2:20, aunque ella no había revelado aún su relación con él, ni su nacionalidad. Antes Mardoqueo “paseaba frente al patio del harén” (v. 11) cuando Ester estaba bajo el control de Hegai, pero ahora, estando ella en el palacio del rey, él “estaba sentado junto a la puerta real” (v. 19). Nadie que no fuera aprobado por el rey podría sentarse en ese lugar.


El v. 20 sirve como un entre paréntesis, recalcando que, aún siendo reina, Ester seguía guardando el secreto de su parentela judía. Establece también la posición subordinada que Mardoqueo ocupaba, quizás en categoría de guardia de la puerta. Se ha descubierto un documento cuneiforme en el cual figura un cierto Mardoqueo entre los dignatarios persas quien recibía el pago de dineros, o quizás impuestos, en la ciudad de Susa.

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viernes, 21 de agosto de 2015

Jesús le halló en el templo y le dijo: —He aquí, has sido sanado; no peques más, para que no te ocurra algo peor.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
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PREPAREMOS NUESTROS SERMONES
JUAN 5:1-15
Jesús sana al paralítico en Betesda
1Después de esto había una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. 2 En Jerusalén, junto a la puerta de las Ovejas, hay un estanque con cinco pórticos que en hebreo se llama Betesda.  3, 4  En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos. 
5 Se encontraba allí cierto hombre que había estado enfermo durante treinta y ocho años. 6 Cuando Jesús lo vio tendido y supo que ya había pasado tanto tiempo así, le preguntó: 
—¿Quieres ser sano? 
7 Le respondió el enfermo: 
—Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando el agua es agitada; y mientras me muevo yo, otro desciende antes que yo. 
8 Jesús le dijo: 
—Levántate, toma tu cama y anda. 
9 Y en seguida el hombre fue sanado, tomó su cama y anduvo. Y aquel día era sábado. 
10 Entonces los judíos le decían a aquel que había sido sanado: 
—Es sábado, y no te es lícito llevar tu cama. 
11 Pero él les respondió: 
—El que me sanó, él mismo me dijo: "Toma tu cama y anda." 
12 Entonces le preguntaron: 
—¿Quién es el hombre que te dijo: "Toma tu cama y anda"? 
13 Pero el que había sido sanado no sabía quién había sido, porque Jesús se había apartado, pues había mucha gente en el lugar. 14 Después Jesús le halló en el templo y le dijo: 
—He aquí, has sido sanado; no peques más, para que no te ocurra algo peor. 
15 El hombre se fue y declaró a los judíos que Jesús era el que le había sanado. 
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Construyamos el sermón
Juan 5:1–15

En este pasaje tenemos alguno de los milagros de que S. Juan deja constancia. Como todos los milagros de este Evangelio, se describe con minuciosidad y precisión. Y, como más de un milagro, lleva a un sermón profundamente instructivo.
Por un lado, en este pasaje se nos enseña cuánta desdicha ha introducido el pecado en el mundo. ¡Leemos acerca de un hombre que llevaba nada menos que treinta y ocho años enfermo! Había soportado el dolor y la debilidad durante treinta y ocho agotadores veranos e inviernos. Había visto a otros curarse en las aguas de Betesda y volver a sus casas con júbilo. Pero no había habido una curación para él. Sin amigos, impotente y desesperado, se encontraba junto a las aguas milagrosas pero no obtenía beneficio alguno de ellas. Iban pasando un año tras otro y él seguía enfermo. No parecía probable que pudiera llegar algún alivio o cambio para bien a excepción de la muerte.
¡Cuando leemos de casos de enfermedad como este debiéramos recordar cuánto hay que odiar al pecado! El pecado fue la raíz original, la causa y la fuente de toda enfermedad del mundo. Dios no creó al hombre para que estuviera lleno de achaques, dolores y enfermedades. Estas cosas son fruto de la Caída. Si no hubiera habido pecado, no habría habido enfermedad.
No puede haber prueba más grande de la incredulidad innata del hombre que su indiferencia respecto al pecado. “Los necios —dice el sabio— se mofan del pecado” (Proverbios 14:9). Hay miles que se deleitan en cosas claramente malas y corren tras lo que es puro veneno. Aman lo que Dios abomina y les disgusta lo que Dios ama. Son como el loco que ama a sus enemigos y odia a sus amigos. Sus ojos están cegados. Sin duda, si tan solamente los hombres miraran a los hospitales y enfermerías y pensaran en la destrucción que ha sembrado el pecado en la Tierra, jamás se complacerían en el pecado como lo hacen.
¡Bien se nos dice que oremos por la venida del Reino de Dios! ¡Bien se nos dice que anhelemos la Segunda Venida de Jesucristo! Entonces, y solo entonces, no habrá ya una maldición sobre la Tierra, ni más sufrimiento, dolor y pecado. Se enjugarán las lágrimas de los rostros de todos aquellos que desean la Venida de Cristo, el regreso de su Señor. La debilidad y la enfermedad desaparecerán. El retraso de lo que esperamos ya no entristecerá los corazones. Cuando Cristo haya renovado esta Tierra no habrá inválidos crónicos ni casos incurables.
Por otro lado, en este pasaje se nos enseña cuán grandes son la misericordia y la compasión de Cristo. “Vio” al pobre enfermo entre la multitud. Abandonado, desechado y olvidado entre la muchedumbre, fue observado por el ojo omnisciente de Cristo. “Supo” de sobra, gracias a su conocimiento divino, cuánto tiempo “llevaba […] así” y se compadeció de él. Le habló inesperadamente con palabras de bondadosa simpatía. Le curó con un poder milagroso, de forma inmediata y sin tediosa dilación, y le mandó a su casa lleno de júbilo.
Este es solo uno de los muchos ejemplos de la bondad y compasión de nuestro Señor Jesucristo. Está lleno de un amor inmerecido, inesperado y abundante hacia el hombre: “Se deleita en misericordia” (Miqueas 7:18). Está mucho más dispuesto a salvar al hombre de lo que este lo está a salvarse, mucho más dispuesto a hacer el bien que el hombre a recibirlo.
Nadie debe temer comenzar a vivir como un cristiano verdadero si se siente dispuesto a comenzar. Que no se demore y retrase por causa de la vana impresión de que Cristo no desea recibirle. Que acuda con valor y confianza. Aquel que curó al paralítico de Betesda sigue siendo el mismo.
Por último, se nos enseña la lección que debiera mostrarnos la recuperación de la enfermedad. Esa lección se encuentra en las solemnes palabras que dirigió nuestro Señor al hombre que había curado: “No peques más, para que no te venga alguna cosa peor”.
Toda enfermedad y dolor es la voz de Dios hablándonos. Cada una tiene su propio mensaje. Afortunados los que tienen ojos para ver la mano de Dios y oídos para oír su voz en todo aquello que les sucede. No hay nada en este mundo que ocurra por azar.
E igual que sucede con la enfermedad, así sucede con la recuperación. La salud renovada debiera enviarnos de vuelta a nuestro lugar en el mundo con un odio más profundo hacia el pecado, una vigilancia más escrupulosa de nuestra conducta y una intención más constante de vivir para Dios. Demasiado a menudo, la emoción y la novedad de la salud recuperada nos tientan a olvidar las promesas y los buenos propósitos del lecho de enfermedad. ¡La recuperación encierra peligros espirituales! Bien nos iría si, después de cada enfermedad, grabáramos estas palabras en nuestros corazones: “No peque más, no sea que me venga alguna cosa peor”.
Concluyamos este pasaje con corazones agradecidos y bendigamos a Dios por tener un Evangelio y un Salvador como los que la Biblia nos revela. ¿Estamos enfermos? Recordemos que Cristo ve, conoce y puede curar si lo considera adecuado. ¿Tenemos problemas? Escuchemos en nuestros problemas la voz de Dios y aprendamos a odiar más al pecado.

Notas: Juan 5:1–15

V. 1: [Después de estas cosas]. Algunos piensan que, cuando S. Juan relata algún acontecimiento inmediatamente posterior a lo último que narró, utiliza la expresión: “Después de esto” (como en Juan 2:12); pero que, cuando existe un intervalo de tiempo, utiliza la expresión: “Después de estas cosas”. Si esto es correcto, debemos suponer que hubo un período entre la curación del hijo del noble y la visita a Jerusalén que se documenta en este capítulo.

[Una fiesta de los judíos]. No hay nada que nos indique de qué fiesta se trataba. La mayoría de los comentaristas opina que era la Pascua. No obstante, otros muchos piensan que era la fiesta de Pentecostés. Algunos dicen que era la fiesta de los Tabernáculos; otros, la fiesta del Purim; y otros, la fiesta de la Dedicación. Cada interpretación cuenta con sus defensores y probablemente esta cuestión no se dirima jamás. Un argumento a favor de la Pascua es el hecho de que ninguna de las cinco fiestas judías parece gozar de una concurrencia tan regular de los judíos devotos como la Pascua. Un argumento en contra es el hecho de que en otras tres ocasiones en que se menciona la Pascua en S. Juan, este se cuida de llamarla por su nombre, y uno esperaría que también lo hiciera en este caso.
La cuestión no tiene gran importancia en realidad. Solo es interesante desde un punto de vista. Si la “fiesta” era la Pascua, demuestra que hubo cuatro Pascuas durante el ministerio de nuestro Señor en la Tierra. S. Juan menciona tres por su nombre aparte de esta “fiesta” (cf. Juan 2:23; 6:4; 12:1). Esto certificaría que el ministerio de nuestro Señor duró tres años completos o que, en todo caso, debió de comenzar en una Pascua y terminar en otra. Si la “fiesta” no era la Pascua, no tenemos prueba alguna de que su ministerio durara más que entre dos y tres años (cf. notas sobre Juan 2:13).
La expresión “una fiesta de los judíos” es una de las muchas pruebas incidentales de que S. Juan escribió específicamente para los conversos gentiles y consideró necesario para su beneficio explicarles las costumbres judías.

[Subió Jesús]. Debería advertirse siempre la constante asistencia de nuestro Señor a las fiestas judías y el respeto que mostró por los mandatos mosaicos. Fueron instituidos por Dios y los honró mientras estuvieron vigentes. Es una prueba importante para nosotros de que la indignidad de los ministros no es motivo para desestimar sacramentos de Dios como el Bautismo y la Cena del Señor. El beneficio que recibimos de los medios de la gracia y los sacramentos no dependen de la naturaleza de aquellos que los administran, sino del estado de nuestras propias almas. Los sacerdotes y gobernantes del Templo en tiempos de nuestro Señor probablemente eran personas muy indignas. Pero eso no impidió que nuestro Señor honrara las fiestas y ritos del Templo. En cualquier caso, de esto no se deriva que esté justificado escuchar la predicación habitual de falsa doctrina. Nuestro Señor jamás lo hizo.
Observemos que ninguno de los autores de los Evangelios hablan tanto de las obras de nuestro Señor en Judea como S. Juan.

V. 2: [Hay en Jerusalén]. Se piensa que estas palabras muestran que Jerusalén seguía en pie y no había sido destruida aún por los romanos cuando S. Juan escribió su Evangelio. De otro modo, se argumenta que habría dicho: “Había en Jerusalén”.

[Cerca de la puerta de las ovejas, un estanque]. No hay nada seguro acerca de este estanque o de su ubicación. Los viajeros modernos han querido situarlo. Pero existe poca base para determinar esta cuestión como no sean las conjeturas y la tradición. Después de todos los cambios de dieciocho siglos, puntos como este escapan a una solución satisfactoria. Quizá no haya lugar en el mundo donde sea tan difícil determinar con exactitud cualquier cosa relacionada con lugares y edificios antiguos.

[Llamado en hebreo Betesda]. Según Cruden, la palabra “Betesda” significa “casa de efusión” o “casa de piedad o misericordia”. No se menciona en ninguna otra parte de la Biblia. La mención del “hebreo” muestra una vez más que Juan no escribió tanto para los judíos como para los gentiles.

[El cual tiene cinco pórticos]. Estos pórticos eran probablemente galerías cubiertas, balaustradas, abiertas por un lado pero con una techumbre que protegía del Sol y de la lluvia. En un país cálido como Palestina, es muy necesario ese tipo de edificios.

V. 3: [En éstos yacía una multitud]. El contexto parece indicar que la multitud se congregaba en este lugar, en esta fiesta en concreto, esperando que se produjera cierto milagro que solo ocurría en este momento del año en particular.

[Movimiento del agua]. Este “movimiento” debía de ser algo observable por las personas que estuvieran en el lugar. El agua no tenía virtud o elemento curativo alguno hasta que se producía el movimiento.

V. 4: [Porque un ángel descendía, etc.]. Lo que se dice aquí es algo muy curioso. No hay nada semejante en la Biblia. Josefo, el autor judío, no lo menciona. La interpretación más sencilla es que era un milagro regular que se producía una vez al año —como dice Cirilo— o, en cualquier caso, únicamente en una época especial, por decisión de Dios, para recordar a los judíos las maravillosas obras que había hecho por ellos en tiempos pasados y hacerles ver que el Dios de los milagros no había cambiado. Pero cuándo se produjo este milagro por primera vez, en qué ocasión, por qué no se nos dice nada más al respecto y de qué manera descendía el ángel, son preguntas que no podemos responder. Es claro que los ángeles intervenían de forma milagrosa en los tiempos del Nuevo Testamento por los numerosos casos que se documentan en los Evangelios y en Hechos. Es claro que los judíos tenían una gran fe en la intervención de los ángeles en ciertas ocasiones por el relato de la visión de Zacarías, cuando simplemente se nos dice que las gentes “comprendieron que había visto visión en el santuario” (Lucas 1:22). Es muy probable que desde los tiempos de Malaquías, cuando cesó la inspiración, Dios considerase oportuno mantener entre los judíos una fe en las cosas invisibles por medio de un milagro regular. Lo más sabio es interpretar el pasaje tal como se nos presenta y creer lo que no podemos explicar.
Todos los demás intentos de superar las dificultades del pasaje son por completo insatisfactorios. Condenar el pasaje como no genuino es una forma cómoda de salir del paso y sin una base clara en los manuscritos. Decir que S. Juan solo utilizó el lenguaje popular de los judíos al describir el milagro y que en realidad no creía en él es, cuando menos, irreverente y blasfemo. Suponer, como han hecho Hammond y otros, que el “ángel” solo representa un “mensajero” humano común enviado por los sacerdotes y que la eficacia curativa del agua procedía de la sangre de muchos sacrificios que llegaba hasta el estanque de Betesda en la fiesta de la Pascua; o suponer, como otros, que Betesda era un estanque donde se lavaban los sacrificios antes de ser ofrecidos, son todas suposiciones completamente gratuitas que no superan la principal dificultad. No hay prueba alguna de que la sangre de los sacrificios se filtrara hasta el estanque. No hay prueba alguna de que la sangre confiriese virtudes curativas al agua. No hay prueba alguna (como dice Lightfoot) siquiera de que se lavaran los sacrificios (cf. Exercitations on John [Ejercicios sobre Juan], de Lightfoot, con respecto a este pasaje). Más aún, estas hipótesis no explicarían por qué solo se curaba una persona cada vez que se “agitaban” las aguas o la mención que hace S. Juan del “ángel” que agitaba las aguas. Aquí, como en muchos otros casos, la interpretación más sencilla y la que menos dificultades plantea es tomarlo tal como se nos presenta e interpretarlo como la narración de un hecho, esto es, de un milagro regular que se obraba literalmente en cierto momento y quizá cada año.
Después de todo, no hay más dificultad en el relato que tenemos delante que en la historia de la tentación de nuestro Señor en el desierto, los diversos casos de posesión demoníaca o la liberación de Pedro de la cárcel por un ángel. Una vez admitida la existencia de los ángeles, su ministerio en la Tierra y la posibilidad de que intervengan para ejecutar los planes de Dios, nada en este pasaje debiera suponer un escollo. El verdadero secreto de las objeciones que se le plantean es la tendencia moderna a considerar todos los milagros como un lastre inútil que debe arrojarse por la borda siempre que se pueda y eliminarse de la narración bíblica en cada ocasión que se presente. Debemos mantenernos en guardia y en alerta ante esa tendencia.
Comenta Rollock: “El pueblo judío de esa época se encontraba en un estado de gran confusión y se había retirado de él la presencia de Dios en gran medida. Los judíos ya no recibían a los profetas que Dios había acostumbrado a levantar con fines extraordinarios. Dios, pues, para no parecer completamente ausente de su pueblo, estaba dispuesto a curar a algunos milagrosamente y de forma extraordinaria a fin de dar testimonio al mundo de que la nación no había sido rechazada por completo”. Calvino y Brentano dicen algo muy parecido.
Poole piensa que este milagro solo comenzó poco antes del nacimiento de Cristo “como una imagen de Aquel que estaba a punto de venir que sería un manantial abierto para la casa de David”. Lightfoot es de la misma opinión.

[Agitaba el agua]. No hay razón para suponer que el ángel apareciera visiblemente al hacerlo. Basta suponer que a cierta hora se producía un movimiento y una agitación de las aguas, que inmediatamente después poseían la milagrosa virtud curativa, igual que las aguas de Mara se endulzaron inmediatamente después de que Moisés echara un árbol en ellas (cf. Éxodo 15:25).

[El que primero]. Esto muestra que era una cuestión milagrosa. No se puede explicar de ninguna otra forma por qué solo se curaba una persona tras la agitación del agua. Creo que es claro, a partir de las palabras del pasaje, que solo se curaba uno.

[De cualquier enfermedad que tuviese]. Estas palabras se podrían traducir de manera más literal como “cualquier enfermedad que le esclavizara”.
Piensa Bengel que la utilización del tiempo verbal pasado muestra que el milagro había cesado para cuando Juan lo escribió: “Descendía de tiempo en tiempo”; “agitaba”, etc. Tertuliano afirma expresamente que el milagro había cesado para cuando los judíos rechazaron a Cristo.

V. 5: [Hacía treinta y ocho años que estaba enfermo]. Este es el tiempo durante el cual el hombre había estado enfermo. No sabemos cuál era su edad.
Comenta Baxter: “¡Qué gran favor es vivir treinta y ocho años bajo la sana disciplina de Dios! Oh, Dios mío, te doy gracias por la similar disciplina de ochenta y cinco años. ¡Qué segura es una vida como esta en comparación con otra de plena prosperidad y placer!”.
Aquellos que ven significados tipológicos y abstrusos en los detalles más minúsculos del relato bíblico observan que treinta y ocho años fue exactamente lo que duró el vagar de Israel por el desierto. En el enfermo, impotente y sin esperanza hasta la llegada de Cristo, ven un tipo de la Iglesia judía. El estanque de Betesda es la religión del Antiguo Testamento. El pequeño beneficio que confería —esto es, curar a un solo hombre cada vez— representa el beneficio estrecho y limitado que confería el judaísmo al género humano. La misericordiosa intervención de Cristo a favor del hombre enfermo representa la introducción del Evangelio para todo el mundo. Estos son pensamientos píos, pero es dudoso que tengan alguna base.
Las ideas de que el estanque de Betesda era un tipo del bautismo y los cinco pórticos tipos de los cinco libros de la Ley o de las cinco heridas de Cristo me parecen meras invenciones ingeniosas del hombre sin fundamento sólido. Sin embargo, Crisóstomo, S. Agustín, Teofilacto, Eutimio, Burgon, Wordsworth y muchos otros las sostienen. Los que deseen ver una respuesta completa a la teoría de que el milagro del estanque de Betesda es una prueba típica de la doctrina de la regeneración bautismal, la hallarán en Gomarus, el teólogo holandés. Toma el argumento de Belarmino con respecto a esta cuestión y le da una respuesta completa.

V. 6: [Cuando Jesús lo vio […] supo que […] mucho tiempo así]. No debemos poner en duda que nuestro Señor conocía la historia de este hombre debido a su conocimiento divino que, como Dios, tiene de todas las cosas en el Cielo y en la Tierra. Suponer que descubrió la situación en que estaba por medio de indagaciones es una interpretación débil, exigua y fría. Como verdad práctica, es una doctrina sumamente reconfortante que Jesús conozca cada enfermedad y dolencia y toda su fatigosa historia. Nada se le oculta.

[Le dijo]. Este es un ejemplo de nuestro Señor siendo el primero en hablar e iniciar la conversación, igual que lo hizo con la mujer de Samaria (Juan 4:7). Sin que se le pidiera, y de forma inesperada, se dirigió misericordiosamente al hombre enfermo. No cabe duda que siempre comienza en el corazón del hombre antes de que el hombre comience con Él. Pero hace todas las cosas como Soberano, según su propia voluntad; y no siempre le vemos dando el primer paso de forma tan rotunda como aquí.

[¿Quieres ser sano?]. La pregunta quizá tenía la intención de despertar el deseo y la expectación del hombre y prepararle en un sentido para la bendición que poco después se le iba a conceder. ¿No es este, por verlo de forma espiritual, el mismísimo lenguaje que dirige Cristo continuamente a todo hombre y a toda mujer que oye su Evangelio? Nos ve en un estado desgraciado, desdichado y enfermo. Lo único que nos pregunta es: “¿Quieres ser salvo?”.

V. 7: [No tengo quien me meta en el estanque]. Sin duda esto se menciona intencionadamente como una demostración de la crueldad de la naturaleza humana. ¡Piensa en un pobre inválido esperando durante años junto al agua sin un solo amigo que le ayude! Cuanto más tiempo vivamos en la Tierra, más constataremos que es un mundo egoísta y que los enfermos y afligidos tienen pocos amigos en los momentos de necesidad: “El pobre es odioso aun a su amigo” (Proverbios 14:20). Cristo es el único amigo fiel de los que no tienen amigos y ayudador de los que no reciben ayuda.

V. 8: [Levántate, toma tu lecho, y anda]. Aquí, como en otros casos, es evidente que el poder milagroso se manifestó por medio de las palabras de nuestro Señor. De igual forma: “Extiende tu mano” (Marcos 3:5); “Id, mostraos a los sacerdotes” (Lucas 17:14). Mandatos como estos ponían a prueba la fe y la obediencia de aquel a los que iban destinados. ¿Cómo podían hacer estas cosas si estaban impedidos como el hombre que tenemos delante? ¿De qué servía hacerlas si estaban cubiertos de lepra como los diez leprosos? Pero era precisamente con el acto de obediencia como llegaba la bendición. Todo el poder es de Cristo. Pero Él ama que nos esforcemos y mostremos nuestra obediencia y fe.
S. Agustín ve en el mandato de “toma tu lecho” una exhortación al amor al prójimo, puesto que debemos llevar nuestras respectivas cargas; ¡y en el mandato de “camina” una exhortación a amar a Dios! Semejante alegorización me parece muy infundada y carente de resultado salvo ocasionar el desprecio de la Biblia, como un libro al que se puede hacer decir cualquier cosa.

V. 9: [Al instante […] fue sanado, […], y anduvo]. Aquí vemos la realidad del milagro que se obró. Nada sino un poder divino podía capacitar a alguien que había sido paralítico durante tantos años para que moviera sus miembros y acarreara una carga inmediatamente. Pero fue tan fácil para nuestro Señor proporcionar fuerza instantáneamente como crear músculos, nervios y tendones el día que se creó a Adán.
Cuando se nos dice que el hombre “tomó su lecho”, debemos recordar que probablemente no era más que un ligero colchón, una alfombra o un paño grueso como el que se acostumbra a utilizar en los países cálidos para dormir.

V. 10: [Los judíos]. Aquí, como en muchos lugares del Evangelio según S. Juan, la expresión “los judíos”, cuando se utiliza en referencia a los judíos de Jerusalén, hace referencia a los dirigentes del pueblo: ancianos, gobernantes y escribas. No se refiere vagamente a “la multitud judía” que rodeaba a nuestro Señor, sino a los representantes de toda la nación, los que encabezaban a Israel en aquella época.

[No te es lícito llevar tu lecho]. Para apoyar esta acusación de ilegalidad, los judíos no solo podían alegar la ley general del cuarto mandamiento, sino pasajes específicos de Nehemías y Jeremías acerca de no “llevar carga” en el día de reposo (cf. Nehemías 13:9; Jeremías 17:21). Pero no podían demostrar que esos pasajes se aplicaran al hombre que tenían ante sí. Que un hombre cargara con mercancía en el día de reposo era una cosa. Que un hombre enfermo, curado repentina y milagrosamente, volviera a su casa llevando su colchón era otra muy distinta. Prohibir que el primero llevara su carga era escriturario y legítimo. Prohibírselo al segundo era cruel y contrario al espíritu de la Ley de Moisés. El acto del primero era innecesario. El acto del otro era un acto de necesidad y misericordia. Quizá se pueda aducir a favor de los judíos que únicamente vieron a un hombre acarreando una carga sin saber nada acerca de su anterior enfermedad o de su curación. Pero cuando recordamos los numerosos casos que se documentan en los Evangelios de su interpretación radical y extrema del cuarto mandamiento, es dudoso que esta disculpa se sostenga en pie.

V. 11: [El que me sanó, él mismo me dijo, etc.]. La respuesta del hombre parece sencilla. Pero contiene un principio profundo. “Ciertamente debía obedecer al que ha hecho una cosa tan grande por mí cuando me dijo que tomara mi lecho. Si tenía autoridad y poder para curar, no era probable que me impusiera un mandato ilegítimo. Solo obedecí al que me curó”. Si Cristo ha curado verdaderamente nuestras almas, ¿no debiera ser este nuestro sentimiento hacia Él? “Tú me has curado. Lo que me mandes, eso haré”.

V. 12: [¿Quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda?]. Ecolampadio, Grocio y muchos otros señalan qué ejemplo constituye esto del espíritu malévolo y malicioso de los judíos. En lugar de preguntarle: “¿Quién te curó?”, preguntaron: “¿Quién te dijo que llevaras tu lecho?”. No les preocupaba saber lo que podían admirar como una obra misericordiosa, sino lo que podía servirles de base para una acusación. ¡Cuántos hay como ellos! Siempre están buscando algo que considerar una falta.

V. 13: [No sabía quién fuese]. Es más que probable que el paralítico no supiera quién le había curado y solo hubiera visto al Señor aquel día por primera vez. Desconocía su nombre y solo sabía que era una persona bondadosa que había aparecido y preguntado repentinamente: “¿Quieres ser sano?”; y que después de curarle milagrosamente desapareció de pronto entre la multitud.

[Se había apartado]. La palabra griega así traducida es singular, y solo se halla aquí. Parkhurst piensa que simplemente significa “se marchó o se fue”. Schleusner dice que la idea que hay detrás es “escabullirse o escaparse escabulléndose” y que el significado aquí es “se apartó discretamente de la gente que estaba en aquel lugar”. Si esto es así, no es improbable que nuestro Señor, igual que en Lucas 4:30 (en Nazaret) y en Juan 10:39 (en el Templo), hiciera una demostración de poder milagroso al pasar o deslizarse silenciosamente entre la multitud sin ser observado o detenido.

V. 14: [Después […] templo]. No está claro cuánto tiempo medió hasta que nuestro Señor se encontró en el Templo con el hombre que había curado. Si es cierta la teoría que señalé en la nota del versículo 1, debió de haber un intervalo. La palabra “después” es literalmente “después de estas cosas”.
Crisóstomo piensa que la circunstancia de que se hallara al hombre “en el templo” es indicativa de su piedad.

[Mira, has sido sanado; no peques más, etc.]. Estas palabras parecen indicar algo más de lo que se nos presenta. Son una solemne advertencia. Uno podría imaginar que nuestro Señor sabía que había un pecado detrás del comienzo de la enfermedad del hombre y que su intención era recordárselo. Ciertamente, parece muy improbable que nuestro Señor dijera general y vagamente “no peques más” a menos que se refiriera a un pecado específico que hubiera sido la causa principal de la enfermedad de este hombre (cf. 1 Corintios 11:30). Hay pecados que acarrean su propio castigo en los cuerpos de los hombres: y me inclino a creer que ese pudo haber sido el caso de este hombre. La expresión “algo peor” tendría entonces más fuerza. Sería un “castigo más grave”, un juicio peor que el de los treinta y ocho años de enfermedad. Un lecho de enfermedad es un lugar doloroso, pero el Infierno es un sitio mucho peor.
Comenta Besser: “Es algo terrible cuando la corrección y la misericordia del amor divino se aplican vanamente a un hombre. El que esté enfermo, que escriba sobre su lecho cuando se levante con salud renovada: ‘Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor’ ”. Brentano dice algo muy parecido.
Si el pecado había sido la causa de la enfermedad de este hombre y de que hubiera sufrido sus efectos durante treinta y ocho años, ¡es claro que debió de ser cometido antes del nacimiento de nuestro Señor! Este caso es un ejemplo del conocimiento perfecto y divino de nuestro Señor de todas las cosas, tanto pasadas como futuras.

V. 15: [Se fue, y dio aviso a los judíos]. No hay evidencias de que el hombre lo hiciera de manera malintencionada. Nacido como judío, y educado para reverenciar a sus gobernantes y ancianos, deseaba naturalmente darles la información que deseaban y, que sepamos, no tenía motivos para suponer que dañaría a su benefactor.


1. La impotencia del hombre (1–5).
Este hombre que durante años había permanecido inmóvil, es una figura de la situación del hombre moderno que no ha experimentado la vida nueva que llena el vacío del corazón.
El pecado inmoviliza el alma. Por más que el hombre sea culto o muy preparado profesionalmente, es impotente a nivel espiritual. En lo profundo de su ser está vacío, arruinado, fracasado y es incapaz de mover un solo dedo con acciones que lo lleven a Dios. Por sí solo es el mayor de los incapaces. Este paralítico junto al pórtico de Betesda es un símbolo de la impotencia espiritual del hombre de hoy.

Junto a este paralítico había una multitud de enfermos esperando que apareciera un ángel a mover las aguas, pues el primero que se echaba al agua del estanque, sanaba en forma milagrosa. Pero este pobre hombre estaba enfermo desde hacía 38 años, ni siquiera podía moverse, y por lo tanto nunca tenía la oportunidad de tirarse al agua y experimentar sanidad. El estanque se parecía a lo que tendríamos que hacer según la ley, pero somos incapaces de cumplir, no podemos llegar.

Aparece entonces en escena Jesucristo. 

2. La pregunta de Jesús (6).
Jesús preguntó: “¿Quieres ser sano?” Dada la situación del hombre, la pregunta pareciera un tanto ridícula. ¿Qué enfermo no desea ser sano? Sin embargo, la pregunta no es tan pueril puesto que este individuo necesitaba confrontar la realidad. Hay millones que con desesperación buscan su sanidad, buscan escapar de su dilema personal, de los problemas y vacío de su alma, y sin embargo se niegan a ser sanados moral y espiritualmente. Por ello Jesús le preguntó al paralítico si deseaba ser sano.
Es la misma pregunta que le hace hoy al hombre: ¿Quieres ser sano? ¿Quieres que tu alma y tu mente sean sanadas? ¿Quieres que tu mente y todo tu ser sea regenerado de una vez por todas?

3. El palabrerío por ignorancia (7).
La respuesta del enfermo no contestó directa ni específicamente la pregunta de Jesús. El paralítico sólo se limitó a relatar por qué le era imposible sanar cada vez que aparecía el ángel. Este enfermo ignoraba quién era Jesús, y con palabrería empieza a filosofar, dando explicaciones y argumentos humanos.
La actitud de este hombre enfermo es similar a la de muchos hoy día, que comienzan con argumentos y excusas en lugar de reconocer con honestidad su enfermedad física, moral y espiritual.

4. El poder de Jesucristo (8–9).
A pesar de todo, Jesús le dice: “Levántate, toma tu lecho y anda.” Hay cierto paralelismo entre estas palabras de Jesús y lo que dice a todo pecador arrepentido, al pecador con parálisis mental, moral y espiritual. Ningún pecador que en verdad se arrepiente tiene por qué quedar tirado, postrado en el camino de la vida. Al recibir a Cristo en su ser, el paralítico espiritual puede levantarse.
La obra de Jesús fue instantánea: en ese mismo instante el hombre sanó y volvió a caminar.

LOS HECHOS EN EL PASAJE
1. Los espectadores ofendidos (10).
Estos versículos muestran la dureza del corazón de los hombres, la conciencia cauterizada. Cuando ocurre un milagro o un hecho maravilloso, hay quienes en vez de gozarse en su corazón, se ofenden y hasta se enojan. Precisamente eso sucedió con los enemigos de Jesús cuando sanó al paralítico. En lugar de alegrarse por el milagro que beneficiaba a otro, sacan a relucir su legalismo y se convierten en religiosos hipócritas. ¡Cuán poco comprendían!

2. El sanado no comprende (11–13).
Por otra parte, el inválido curado ni siquiera reparó en dar gracias o averiguar quién había sido el autor de su sanidad. Después de 38 años de penurias por invalidez, llega el acto sobrenatural de Jesús, y hallamos que el sanado no podía explicar cómo había ocurrido ni sabía acerca de la persona que había realizado el milagro.
En nuestros días, hay quienes habiendo experimentado el milagro de la regeneración, quienes habiendo sido sanados aun físicamente, permanecen ignorantes de Cristo, de Dios y de la Biblia. Si alguien les preguntara cómo aconteció el milagro del nuevo nacimiento, lo único que sabrían responder es que creen en Cristo, que son cristianos. La maravilla de la nueva vida en el Señor es que si uno ha puesto toda su confianza en él, la obra es de Dios—aunque la persona sea ignorante y desconozca las enseñanzas de la Biblia.
El cristiano no debe conformarse con experimentar la nueva vida que Dios le ofrece, sino que debe estar dispuesto a conocer a su Salvador en calidad de Señor (ver 9:35–38 y 2 P. 3:18). Es triste ser un ignorante espiritual. Hay pocas cosas más tristes que ser cristianos ignorantes. Si pedimos a Dios sabiduría (Stg. 1:5), obtendremos crecimiento y madurez en la vida espiritual a fin de poder compartirla con otros.

3. El sanado al fin comprende (14–15).
Más tarde en el templo se produce el encuentro entre el ex-paralítico y Jesús. Con su advertencia el Señor le enseña que la sanidad también implica santidad (Ef. 4:17–32; 1 Jn. 3:6, 9). Al fin este hombre comprende el milagro que había acontecido en su vida por la misericordia divina, y lo anuncia a los demás.

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