domingo, 12 de junio de 2016

De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




El AMOR más grande - HERRAMIENTA PARA SALVACIÓN

La obra y los obreros
La Propagación de la Palabra - una obra hermosa
Almas salvadas
Al emprender el estudio del evangelismo personal, antes de considerar CÓMO realizar dicho trabajo, consideremos primero

  1. POR QUÉ, 
  2. DÓNDE y 
  3. CUÁNDO debe realizarse el trabajo personal. 
EN ESTE ESTUDIO RESPONDEREMOS EL ¿POR QUÉ?
En otro post responderemos ¿DÓNDE?, y en otro estaremos tratando el ¿CUÁNDO?

Quizá parezca innecesario para un hijo de Dios considerar estos puntos aun por un momento, y sin embargo, algunos de nosotros quizá no comprendamos por completo la obra que se nos ha encomendado, mientras que para aquellos que quizá comprendan con más amplitud, seguramente no estará fuera de lugar escuchar las palabras de Pedro, en el sentido de despertar “con exhortación vuestro limpio entendimiento.”

¿POR QUÉ?

  1. Porque el Señor lo ordenó.                                                                                             “Id por todo el mundo; predicad el evangelio a toda criatura.” Marcos 16:15. ¿Podría hijo alguno que ha sido lavado en la sangre del Calvario hacer otra cosa que obedecer? ¿Querría cualquier hijo de Dios que sabe el precio que costó esa sangre hacer otra cosa que obedecer?                                                                                                           Estamos tan inclinados a buscar todo lo bueno que el Señor ha adquirido para nosotros, y que nos ofrece mas                                                                                                  ¿estamos solamente dispuestos a RECIBIR, pero no a DAR?                                      ¿Nos liemos regocijado ante las maravillas de Juan 3:16, para eludir luego las  responsabilidades de 1 Juan 3:16?                                                                                “Muy ocupados,” nos decimos. Y añadimos:                                                              “Muy cansados,”                                                                                                “demasiadas preocupaciones.”                                                                                       Mas ¿estaba el Señor demasiado ocupado en el. cielo para venir a redimir al hombre? ¿Estaba demasiado cansado en circunstancias que se sentaba junto al pozo, para hablar la palabra que hizo acudir a toda una villa a su Dios?                                                         ¿Le impedían las responsabilidades asumidas respecto de la multitud escuchar las palabras del ciego Bartimeo, o debido al apremio no podía satisfacer las necesidades de la mujer que le tocó entre la multitud, o estaba demasiado apresurado para escuchar el llamado de los diez leprosos que se encontraban junto al camino?                        ¿Seremos como los nueve que no retornaron para darle gloria?                       Recordemos que nosotros también somos sólo “samaritanos” y“extranjeros.” De manera que, sabiendo lo que ha hecho por nosotros, glorifiquemos a Dios y démosle gracias obedeciendo Su Palabra.
  2. Porque tenemos un mayordomía que se nos ha encomendado, una responsabilidad de la cual debemos responder ante el Señor.                                                          Hemos estado contemplando el pasado, miremos ahora el futuro, el día que anhelamos, ese día cuando le veremos a nuestro Salvador resucitado, ese día que seguramente no está distante. Hemos recibido a Cristo; estamos edificando sobre el fundamento, fuera del cual no hay otro alguno, pero ¿sobre qué estamos edificando? ¿Qué revelará el fuego? ‘¿Madera, heno, hojarasca?” ¿O será “oro, plata, piedras preciosas” que queremos que se revele? ¿Guardamos nosotros, como el siervo de la parábola, la mina en un pañuelo? Muy pronto veremos a ese “Hombre Noble,” que “partió a una provincia lejos, para tomar para sí un reino, y volver” ¿Le recibiremos con gozo, o con vergüenza? Pensemos por unos momentos LO QUE SIGNIFICARÍA PARA NOSOTROS, SUS HIJOS REDIMIDOS, SI NO ESCUCHÁRAMOS DE LABIOS DEL SEÑOR LAS PALABRAS DE “BIEN, BUEN SIERVO Y FIEL.”
  3. Porque es nuestro PRIVILEGIO.                                                                                Dios no necesitaba al hombre para predicar su mensaje de salvación; podría haber hablado directamente a los corazones individuales; podría haber empleado a los ángeles, el viento, las olas. Todo estaba a sus órdenes. ¿Por qué fué entonces que le pidió al hombre que anunciara su mensaje, al hombre, que había descuidado de tal manera la tarea que se le había encomendado, el hombre que es un ser tan lleno de fracasos, tan débil? Era el método de Dios de ayudar al hombre, dándole la manera mediante la cual podía alcanzar grandes recompensas, un privilegio que se le había conferido. Nada podíamos hacer para alcanzar nuestra salvación. Nos fué dada como un don o dádiva. Mas ahora el Señor ha dejado expedito un camino mediante el cual podemos recibir recompensas por la fidelidad, es decir, gobierno sobre diez ciudades o cinco; pero la mayor recompensa para nosotros todos, estoy seguro, serán las palabras aprobatorias del Señor que dice: “Bien, buen siervo y fiel.” No pensemos de la labor, sino comprendamos que es nuestro gran privilegio, una forma mediante la cual podremos alcanzar su aprobación y dar gloria a su nombre. 
  4. Porque el mundo está perdido.                                                                               Camina por la senda ancha que “lleva a la destrucción.” Algunos que se encuentran en dicha senda viajan por ella de voluntad. La senda angosta que lleva en dirección opuesta les parece muy angosta, muy limitada, restringida. Otros viajan por ella sin saberlo, con dolor, puesto que la otra senda no se les ha sido señalada. Mas ya sea por la ceguera de la ignorancia, o la ceguera de aquéllos que “tienen ojos, y no ven,” es lo mismo, y la destrucción espera a ambos al final del camino. Debemos entonces colocarnos en la encrucijada del camino, señalando la senda que corresponde, y advertir a todos los que están dispuestos a obedecer.
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