sábado, 27 de octubre de 2012

Jueces: El contraste de la fidelidad con la infidelidad


. Jueces: El antagonismo espiritual
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EL LIBRO DE LOS JUECES ES UNA NARRACIÓN HISTÓRICA QUE CONTRASTA la fidelidad de Dios con la apostasía de Israel. A pesar de las repetidas caídas de su pueblo, una y otra vez Dios les dio libertadores; los jueces. 
Esto no lo hizo sin pensar ni en forma mecánica, tampoco fue manipulado por los llamados de Israel al pedir ayuda (3.9, 15; 4.3; 6.6; 10.10). No libró a Israel de las consecuencias de sus acciones, como lo indican sus constantes problemas con los opresores extranjeros. Más bien, Dios liberó a Israel de la opresión debido a sus promesas a Abraham y sus descendientes. Él recordó su voto de entregar a Israel la tierra de Canaán. De este modo, la preservación del pueblo de Dios no se debió a su mérito o bondad, ni siquiera a su voluntad de arrepentirse. 
Más bien, Dios demostró su compasión y piedad a un pueblo díscolo que lo agraviaba continuamente (2.16, 18) proporcionándole líderes audaces que los rescataran. Ciertamente, el verdadero héroe de Jueces es el propio Dios, que se mantiene fiel solo, a pesar de las caídas de su pueblo, y hasta de los jueces.

El libro se escribió para mostrar las consecuencias de la desobediencia a Dios y la necesidad de convocar a un rey justo que condujera al pueblo a Dios. En contraste al modo sereno en que finaliza el libro de Josué, con Israel en armonía con los mandamientos de Dios, Jueces revela que Israel comenzó a desobedecer a Dios aún en la época de Josué, y que esta desobediencia se hizo más seria, y más degradante, con el tiempo. Jueces 2.16-23 establece el patrón cíclico de pecado, esclavitud y salvación que habría de dominar la época de los jueces. 
Sin embargo, el libro deja en claro que el ciclo tenía una espiral descendente. Cada nuevo estallido de desobediencia e idolatría alejaba más a Israel de Dios y lo hundía más en el pecado y el sufrimiento. Hacia el final del libro queda claro que Israel violó su pacto con Dios en casi todas las formas imaginables.

El objetivo de este mensaje está apoyado por la estructura del libro mismo. Un detenido examen de los capítulos 17-21 lleva a la conclusión de que están fuera de secuencia respecto a los acontecimientos de los capítulos anteriores. 
Algunas pistas dentro del texto apoyan la teoría de que los hechos descritos en estos últimos capítulos realmente ocurrieron a principios del período de los jueces. Por ejemplo, vemos la casi unánime acción de la convocatoria tribal de Israel, que los unifica con éxito para tomar medidas punitivas contra Benjamín, en el capítulo 20. 
Esta liga de tribus estaba claramente activa durante la época de Finees y de Josué (Jos 22.9-34). En estos capítulos, no se menciona a los filisteos como amenaza militar, por lo que no es probable que las campañas militares descritas en los capítulos 20 y 21 ocurrieran en una época posterior, cuando los filisteos dominaban gran parte del territorio de Israel. Además, se menciona a Bet-el y Mizpa como emplazamientos de grandes santuarios religiosos (20.1, 18, 31; 21.1) en vez de Silo, que era un centro religioso más prominente en el período filisteo (1 S 1.3, 9; 3.21; 4.4).

Esta disposición de la narración, al no ser estrictamente cronológica, refuerza el tema de que el período de los jueces fue de marcada declinación. Los sórdidos eventos de estos últimos capítulos, que pudieron ocurrir a principios del período, están ubicados a propósito al final del libro como el apropiado epitafio de una época degenerada.

Nunca se identificó al autor de esta colección de escritos históricos sobre los jueces, que gobernaron a Israel durante una etapa que abarcó varios siglos. Tampoco hay ninguna clave al respecto en otra parte de las Escrituras. La tradición judía tardía adjudicó su autoría a Samuel. Por cierto que esto es posible, pero no hay manera de estar seguros.

Con certeza, el libro fue escrito después de los últimos acontecimientos registrados en él (alrededor del 1050 a.C.). La referencia en 18.30 al «día de la captura de la tierra» se refiere probablemente al cautiverio babilonio (siglo sexto a.C.). 
Esto sugiere que una versión posterior del libro pudo ser compilada durante o después del cautiverio. Sin embargo, la referencia a los jebuseos que vivían en Jerusalén «hasta el día de hoy» (1.21) sugiere que una parte del libro puede haber sido escrita antes de la captura de Jerusalén por David, alrededor del año 1000 a.C. 
Podría ser que los jebuseos que sobrevivieron a la batalla se fueran por voluntad propia o que hayan sido expulsados. Pero algunas referencias de las Escrituras sugieren que algunos jebuseos permanecieron en Jerusalén después de la conquista de David (2 S 24.16), pero no es un argumento concluyente. 
Si uno piensa que Jueces fue escrito en algún momento a fines del siglo once a.C., se hace más plausible sugerir que Samuel escribió la mayor parte del libro. Pero, como la cuestión de la autoría, la fecha aproximada de la composición de Jueces permanece envuelta en la incertidumbre.

Josué: La obediencia trae prosperidad


. Josué: Un mandato que trae bendición
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EL LIBRO DE JOSUÉ DESCRIBE LA CONQUISTA DE CANAÁN POR LOS israelitas, desde la invasión inicial por el río Jordán hasta la división final de la tierra. Como la mayoría de las historias militares, el libro de Josué se centra en el comandante, aunque en esta singular guerra, el comandante es Dios mismo (5.15). 
 
El libro enfatiza varias veces que las victorias de los israelitas se debían a la intervención divina (caps. 10 y 11). La victoria extraordinaria sobre Jericó demostró esto de forma espectacular (cap. 6). Ahora Dios obraba decididamente de acuerdo con las promesas que le había hecho a Abraham: ¡Él le daba la tierra de Canaán a su pueblo! El libro de Josué lo describe como un Dios que cumple sus promesas fielmente.

Los sucesos del libro de Josué ocurrieron en menos de diez años, cuarenta años después del éxodo, probablemente alrededor de 1406 a.C. Caleb afirmó (14.7-10) que habían pasado 45 años desde que se le envió de Cades-barnea a espiar la tierra (Nm 13). Como los israelitas pasaron 38 años vagando por el desierto (Dt 2.14), entonces desde que cruzaron el río Jordán hasta la conversación de Caleb habían pasado siete años. La mayoría de los sucesos de este libro ocurrieron durante ese período.

Varios eruditos han sugerido que la conquista de Canaán se realizó entre 1250 y 1150 a.C. debido a que existe evidencia arqueológica de la destrucción de ciudades cananeas en ese tiempo. Sin embargo, estas opiniones presentan ciertos problemas, el más importante es que los israelitas destruyeron sólo tres ciudades durante su conquista (Jericó, Hai y Hazor). Dios les prometió que vivirían en ciudades que no construyeron, disfrutarían de campos que no sembraron y cosecharían fruta que no plantaron (Dt 6.10, 11). 
 
Por lo tanto, los israelitas pelearon la mayoría de las veces en los campos fuera de las ciudades. La extensa destrucción de ciudades cananeas que los arqueólogos encontraron puede datar del tiempo de los jueces. Durante ese período, Dios permitió que los invasores extranjeros devastaran los campos y las ciudades para disciplinar a su pueblo rebelde.

Pequeños resúmenes contenidos en Josué a menudo dan la impresión de que en las campañas de conquista, los israelitas vencían a los cananeos con una fuerza superior, lo que infringía una serie de derrotas totales. El capítulo 10 es un ejemplo de ello. Pero el libro de Josué en general no describe a Israel al ganar un ataque ofensivo frontal mediante una fuerza superior, al contrario, bajo la dirección de Dios, Israel usó varios medios de ataque como emboscadas y diversas tácticas para derrotar a sus enemigos. A pesar de ello, Josué 16.10 y Jueces 1 indican que los israelitas no conquistaron Canaán completamente.

Aún había cananeos morando en la tierra. Sin embargo, Dios sí dio gran parte de la tierra de Canaán a los israelitas mediante una serie de batallas espectaculares en un período relativamente corto. Dios fue fiel a sus promesas.

Los dos temas más importantes de Josué son la posesión de la tierra y el pacto. Dios le prometió la tierra de Canaán a Abraham repetidas veces (Gn 12.7; 13.14, 15, 16; 15.18-21; 17.8; 22.17), a Isaac (Gn 26.3, 4), a Jacob (Gn 28.4, 13; 35.12), y a las generaciones futuras (Gn 48.4-22; 50.24). El libro de Josué recalca que la conquista de Canaán fue un directo cumplimiento de esa promesa. Dios peleaba por los israelitas y les daba la tierra en el proceso. Debido a que demostró su fidelidad a Israel, Dios esperaba que este fuera fiel a su pacto. La posesión de la tierra se basaba en la obediencia de Israel a la Ley de Dios (23.9-13, 15, 16; Dt 4.1, 25-27, 40; 6.17, 18). Ciertamente el libro de Josué describe la posesión total de la tierra como resultado de la obediencia de este a los mandamientos de Dios (10.40; 11.20, 23; 23.9-13).

La conquista de la tierra permitió a Israel experimentar el descanso de Dios, el cual prometió a los israelitas desde el principio (1.13, 15; 11.23; 14.15; 21.44; 22.4; 23.1). «Y Jehová les dio reposo alrededor, conforme a todo lo que había jurado a sus padres» (21.44). El autor de Hebreos compara este concepto de reposo del AT con entrar en el reposo de Cristo, esto es, en su reino (He 3; 4).

Además de recalcar la importancia de la fidelidad al pacto (1.7, 8; 22.5; 23.6, 16; 24.15), Josué deja constancia de dos ceremonias dedicadas a la renovación del pacto. La primera se realizó en el monte Ebal. Allí Josué construyó un altar al Señor, ofreció sacrificios y copió y leyó la Ley de Moisés (8.30-35). La segunda, en Siquem (cap. 24), donde Josué escribió las palabras de la renovación del pacto de Israel en «el Libro de la Ley de Dios» y erigió una gran piedra como testigo de ese acuerdo (24.25-27). Ambas ceremonias grabaron en la mente y el corazón del pueblo su responsabilidad de seguir sólo a Dios y guardar sus instrucciones. Al final de la conquista los israelitas se enfrentaron a un nuevo reto. La batalla ya no era intensa y los israelitas tenían que demostrar su fidelidad a Dios en las actividades de su vida diaria.

Este libro lleva el nombre del personaje más importante en él, el sucesor de Moisés y líder de Israel durante la conquista de Canaán. Apropiadamente el nombre de Josué en hebreo significa «Jehová es Salvación».

El libro de Josué no dice quién lo escribió. Indudablemente Josué mismo escribió parte de él como lo muestra el versículo 24.26: «y escribió Josué estas palabras en el libro de la ley de Dios». Pero no es seguro cuánto más del resto del libro escribió. Para la fecha en que se escribió, el versículo 6.25 informa que Rahab vivía en Israel «hasta este día». Esto puede indicar que porciones del libro (si no todo él) se escribieron justo después de los eventos registrados. Pero también podría significar que los descendientes de Rahab aún vivían en Israel para el tiempo de la escritura.

Números: Para predicadores itinerantes


. Números: Un censo con propósito
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EL LIBRO DE NÚMEROS DESCRIBE LOS ACONTECIMIENTOS INMEDIATAMENTE anteriores a la entrada de los israelitas en la Tierra Prometida. En una situación de tensión similar a la que se vive en los días preliminares a una gran batalla o a una jornada de elecciones, estos acontecimientos dejan ver la intranquilidad e impaciencia de los israelitas, pero también la expectativa frente a lo que Dios haría. 
Los israelitas cometieron errores graves durante este crucial período, y Dios los disciplinó. Pero a través de esta disciplina e instrucción Dios los preparaba no sólo para adorarle sino para confiar en que Él les daría la victoria final.

Las enormes listas de cantidades y nombres en el libro de Números desaniman a muchos lectores. No obstante, estas deben observarse como lo hacían los antiguos israelitas. Estas listas eran la nómina final de reclutamiento antes de la batalla. Ellas invitaban a alabar a Dios por su fidelidad hacia los israelitas. Él los había protegido y multiplicado aun en medio de un desierto estéril.

Números tiene dos grandes secciones. Cada una de ellas comienza con un censo. El primer censo (caps. 1-4) enumera a los hombres de guerra de la primera generación de los salidos de Egipto. Este censo y la marcha triunfal hacia la Tierra Prometida terminó rápidamente en un desastre. La primera generación de israelitas no confió en Dios ni le agradeció su provisión. En lugar de eso, dudaron de Dios, lo acusaron y se rebelaron en contra de sus benignas instrucciones. Esto requería disciplina: la primera generación no heredó la tierra por haber sido infiel.

Pero aun cuando el Señor no les permitiría entrar a la tierra, no les había abandonado. Permitió que este pueblo rebelde pasara el resto de su vida en el desierto. Más aun, continuó misericordiosamente instruyéndoles en sus caminos y en las formas de preparar a sus hijos para entrar en la tierra. La infidelidad de la primera generación no cambió los planes de Dios ni lo hizo desistir de cumplir sus promesas. En algún momento los israelitas obedecerían a Dios y conquistarían la Tierra Prometida.

Después de vagar durante cuarenta años en el desierto, el segundo censo (cap. 26) enumera los hombres de guerra de la segunda generación. Finalmente, estaban preparados para hacer lo que sus padres no pudieron. Pero tras la narración de los capítulos 26 al 30 persiste una duda: «¿Tendrá éxito la segunda generación, o va a repetir los errores de sus padres?» El libro termina con una expectativa positiva. La segunda generación iba a tener éxito; por fin el pueblo de Dios heredaría la promesa de la tierra de Canaán. 
El libro de Números es el cuarto de los primeros cinco libros del AT, es decir, del Pentateuco. La palabra «números» viene del título que los traductores de la Septuaginta (una traducción griega del AT terminada alrededor del año 150 a.C.) le dieron al libro, un nombre en razón de los dos prominentes censos que contiene.

Hasta el siglo diecinueve los eruditos judíos y cristianos concordaban unánimemente en cuanto a que todo el Pentateuco fue escrito por Moisés. Alguien educado por los egipcios tenía, sin duda, los créditos para componer los cinco libros, además de ser un protagonista desde Éxodo hasta Deuteronomio.

Sin embargo, muchos eruditos de los siglos diecinueve y veinte dudaron que el Moisés histórico compusiera los primeros cinco libros del AT En lugar de eso, sugieren que estos libros, incluyendo Génesis, fueron compilados en una fecha posterior. De acuerdo con este análisis, hubo editores anónimos que usaron al menos cuatro documentos para armar el Pentateuco. 
A estos cuatro documentos se les identifica por el uso de los nombres divinos, tales como Elohim y Yahveh, a lo largo del Pentateuco. También se les identifica al observar ciertas variantes en el tratamiento de algunos temas, el uso de ciertas expresiones idiomáticas y la elección de vocablos. Los cuatro documentos son los llamados: documento J, que usa para Dios el nombre Yahveh; el documento E, que usa para Dios el nombre Elohim; el documento P, o sacerdotal; y el documento D, o Deuteronomista. Últimamente hay quienes desafían esta disección, sin que tras el consiguiente debate entre los eruditos surja un real consenso.

Por otra parte, la mayoría de los escritores evangélicos ha insistido en Moisés como el autor y compilador del Pentateuco. Si consideramos el largo viaje de los israelitas por el desierto, sin duda Moisés tuvo el tiempo para compilar los materiales y escribir la mayor parte de estos libros. 
Sin embargo, puede ser que supervisara algunas adiciones a estos libros, y también que existieran editores posteriores que bajo la dirección del Espíritu agregaran otros materiales. La extraordinaria historia de Balaam (caps. 22-24), por ejemplo, pudo haber sido escrita por otra persona, puesto que Moisés ni siquiera participó como observador en estos acontecimientos.

Al mismo tiempo, existen en Números muchas señales claras de que Moisés escribió la mayor parte de la narración. Por ejemplo, Números 33.2 dice específicamente que Moisés escribió el itinerario. También 3.40, sin duda sugiere que Moisés confeccionó el registro de los primogénitos de Israel. 
Más aun, la reiterada expresión «Y habló Jehová a Moisés diciendo», que encontramos al comenzar casi cada sección principal del libro, da cuenta no sólo de su origen divino sino también del significativo papel de Moisés en la comunicación de estas instrucciones divinas a los israelitas.

Levítico; Leyes, reglas para cumplirse o castigo justo


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LA PREOCUPACIÓN DE DIOS POR SU PUEBLO Y SU DESEO DE TENER comunión con ellos se hace más y más evidente para quien lee cuidadosamente el libro de Levítico. 
 
Cada regla con s us detalles que se registra en Levítico es una revelación de Dios por medio de Moisés para su pueblo. Con estas leyes, Dios instruyó personalmente a los israelitas sobre el modo de vivir delante de él. Los lectores cristianos a veces se pierden en todas las reglas que rigen los diversos tipos de sacrificios, lo que es limpio o inmundo, quién podía ser elegido para ser sacerdote, y así sucesivamente. Sin embargo, cuando estos detalles se ponen en el contexto del deseo de Dios de tener comunión con los israelitas y vivir con ellos, la Ley, aparentemente «muerta» adquiere una nueva vida. El nombre del libro proviene del nombre de la tribu de Leví, la tribu que dio los sacerdotes a Israel. Levítico dirige muchas de las actividades de los sacerdotes. 
 
Da extensas instrucciones para el sistema de sacrificios expiatorios de las impurezas ceremoniales y morales. Sin embargo, Levítico no es sólo un manual sacerdotal. Se dirige a toda la comunidad israelita, con dos propósitos por lo menos: (1) que el pueblo conozca y valorice sus privilegios y responsabilidades delante de Dios; y (2) que los sacerdotes no adquieran un poder opresivo sobre el pueblo con el monopolio del conocimiento sobre el modo de acercarse a Dios.

El propósito de Levítico era mostrar a los israelitas que podían vivir en pureza moral y ritual. Cuando conservaban su pureza, Dios podía vivir en medio de ellos y ellos podían acercársele en la adoración. Muchos de los sacrificios descritos en Levítico se requerían para la expiación de los pecados. Por otra parte, los sacrificios voluntarios llevaban al pueblo a tener comunión con Dios y a regocijarse en Él, con sus familias y otras personas.

Las instrucciones de Levítico no fueron dadas a los israelitas para ayudarles a lograr su salvación. La salvación no se puede ganar. Siempre es un don de la gracia de Dios que se recibe por la fe. Estas instrucciones fueron dadas a una nación redimida para que sus miembros supieran cómo mantener su comunión con Dios.

Las distinciones entre limpio e inmundo y las diversas leyes para una vida santa promovían el bienestar de los israelitas y los señalaban como un pueblo apartado para Dios. El testimonio de Israel sobre la santidad de Dios y su notable bienestar como resultado de una vida santa delante de Dios demostraba vívidamente a sus vecinos el poder de Dios y su preocupación por su pueblo. 
 
La orden que se encuentra primero en Levítico 11.44 y muchas veces después, expresa el propósito de las leyes: «Seréis santos, porque yo soy santo».Hay que conservar la santidad delante de Dios, y la santidad sólo puede lograrse por medio de una adecuada expiación. Vistos en forma correcta, estos conceptos, sacrificios y reglas describen en muchas formas la persona y obra de nuestro Salvador, el Señor Jesucristo.

Los cristianos modernos pueden aprender mucho de Levítico. Algunas de esas lecciones son: la santidad de Dios, la necesidad de una vida santa, el gran costo de la expiación y el perdón, el privilegio y la responsabilidad de ofrecer sólo lo mejor de nosotros a Dios, la generosidad de Dios que permite que su pueblo sea generoso. 
 
Levítico revela la santidad de Dios y su amor por su pueblo de un modo que no se encuentra en otro lugar en la Biblia. Finalmente, Levítico llama al pueblo de Dios de todas las épocas a la gran aventura de modelar la vida según los santos propósitos de Dios. La tradición judía y cristiana consideran a Moisés como el autor de Levítico. Después de liberar a Israel de Egipto, Dios reveló su pacto a Moisés en el Monte Sinaí. Cuando entró en la relación de pacto con los israelitas, Dios los transformó de ser una banda de esclavos refugiados en una nación. 
 
Levítico registra con gran extensión el contenido de ese pacto. Si Moisés, o un escriba que actuó como su secretario, escribió la revelación de Dios cuando la dio, Levítico fue compuesto hacia el año 1440 a.C. o poco después de 1290 a.C., dependiendo de la fecha fijada para el éxodo.

La crítica bíblica de fines del siglo diecinueve atacó la fecha y autoría tradicional de Levítico. Según esos estudiosos, que aún tienen influencia, Levítico fue escrito mucho después, durante el período posterior al éxodo. Esto sería en una fecha después del 530 a.C. Sin embargo, durante el último siglo nuestro entendimiento de la historia, los idiomas, culturas y religiones del antiguo Cercano Oriente, incluido Israel, han avanzado mucho. Muchas de las premisas sobre las que se basaba la fecha tardía de Levítico han sido desvirtuadas y se consideran no fidedignas.

Aunque Levítico mismo no dice haber sido escrito por Moisés, veinte de los veintisiete capítulos comienzan: «Habló Jehová a Moisés» o alguna variante de esa oración. Además, la frase aparece en otros catorce lugares en el libro. La intención es señalar que esta es la Palabra de Dios dada por medio de Moisés en el Monte Sinaí. 
 
Como en el resto del Pentateuco, después pudo haber algo de actividad editorial. El material pudo ser ordenado por alguien distinto de Moisés, aunque Moisés mismo tenía la capacidad de hacerlo en mejor forma que cualquiera otro. El punto importante es que Levítico es lo que dice ser, una serie de revelaciones de Dios acerca de cómo el pueblo de Dios puede acercarse a Él por medio de los sacrificios y honrarle con una vida santa.

Exodo: Una historia vigente


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EL LIBRO DE ÉXODO DESCRIBE EL HECHO HISTÓRICO MÁS IMPORTANTE para los israelitas: su salvación de la esclavitud de Egipto. Además de ser el Creador del universo entero y quien había hecho el pacto con la familia de Abraham, Dios emerge en Éxodo como el Salvador de los israelitas. Los salvó de la esclavitud de Egipto y en el proceso los moldeó como una nación, como le prometió a Abraham en Gn 12.1-3. Así como nace un niño, Israel «nació» como nación en el éxodo, creció y se desarrolló en el desierto para llegar a la edad adulta en la Tierra Prometida. El libro de Éxodo registra el origen de esta nación y se puede considerar el estatuto fundacional para Israel.

Moisés, el personaje principal de este libro, participó en un drama épico que representó confrontaciones inolvidables con un obstinado Faraón, una huida de último minuto y una dichosa celebración. A través de todo el drama, Dios demostró su poder y santidad mediante señales y maravillas milagrosas. Finalmente, a través de Moisés en el monte Sinaí, Dios enseñó a su pueblo como llegar a ser un reino de sacerdotes y una nación santa dedicada a servirle y adorarle (19.6).

Éxodo tiene dos secciones principales. La primera sección, escrita como una historia en prosa épica (caps. 1-18), representa a Dios como el Salvador y Sustentador de su pueblo. Dios primero salvó al bebé Moisés de morir ahogado y luego le proveyó la mejor educación del mundo antiguo: la corte de Faraón. En esta corte real y más tarde en el desierto de Madián, Dios preparó a Moisés como un instrumento para salvar a su pueblo, los israelitas, de la esclavitud. Luego, en el tiempo señalado, Dios envió a Moisés y Aarón a confrontar a Faraón, el opresor de los israelitas.

Las señales y plagas milagrosas en este encuentro dramático demostraron el poder de Dios por encima de los supuestos dioses de Egipto, y especialmente de Faraón, quien declaraba ser una deidad encarnada. Puesto que Faraón intentó destruir al primogénito de Dios (el pueblo de Israel; Éx 4.22, 23), Jehová, en la décima plaga destruyó a los primogénitos de los egipcios. Pero Jehová pasó por alto, o salvó, a los primogénitos de los israelitas porque ellos eran su pueblo y habían obedecido sus instrucciones respecto a la fiesta de la Pascua (cap. 12). Con esta décima plaga, Jehová salvó a su pueblo de la esclavitud. En el Mar Rojo, Dios los salvó nuevamente, esta vez del poder del ejército egipcio (12.31-42 y 13.17-15.21). ¡El pueblo esclavizado quedó libre, Dios fue su Salvador!

Dios no sólo salvó a esos esclavos sino también proveyó para ellos. Cuando los israelitas dejaron Egipto, Dios indicó a los egipcios que les dieran todo tipo de bienes (12.36). Luego, en el desierto, volvió dulces las aguas amargas (15.22-27), les dio maná (alimento) del cielo (cap. 16) y les sacó agua de una roca (17.1-7). Y aun con estas provisiones milagrosas, los israelitas murmuraron y reclamaron. Aún no terminaban de cantar las alabanzas al Señor (15.1-21) cuando comenzaron a murmurar contra su bondad (15.24). ¿Cuándo confiarían en Dios, su Sustentador?

La segunda sección del Libro de Éxodo es una serie de leyes e instrucciones detalladas (caps. 19-40). Pero estas no son leyes ordinarias. Ellas revelan el verdadero carácter de Dios. Revelan a Dios como el Dador de la Ley y el Santo. Esta sección registra las leyes benevolentes de Dios dadas en el contexto de un trato con los israelitas. La palabra hebrea traducida ley siempre tiene un significado positivo: «Instrucción». La Ley es como un dedo extendido que apunta en la dirección que una persona debería tomar en la vida. En los Diez Mandamientos (20.1-17), Dios compasivamente le señaló su camino a su pueblo, el camino a la vida. Pero la instrucción benevolente era sólo una parte del plan de Dios para los israelitas. Su plan mayor era establecer una relación con ellos basada en un tratado formal (cap. 20).

Éxodo concluye con instrucciones sobre el tabernáculo: su construcción, amoblado y servicio. Muchas de estas instrucciones apuntan a la persona y obra del Señor Jesucristo. Dichas instrucciones y el encuentro con Dios en el Monte Sinaí enseñaron a los israelitas que Dios es perfecto y santo. Sólo es posible aproximarse a Él en la forma que Él prescribe.

Al final de Éxodo, leemos cómo los israelitas completaron la construcción del tabernáculo (39.33) y que la gloria de Jehová vino a llenarlo (40.34). Dios salvó a su pueblo, proveyó para ellos, hizo un tratado con ellos y les enseñó cómo vivir. Finalmente, Él vivió con ellos (Éx 25.8; 29.45). Todo estaba listo, así parecía, para el viaje a la Tierra de la Promesa.

Tradicionalmente, los eruditos judíos y cristianos concuerdan en que Moisés compiló y escribió Éxodo, junto con los demás libros del Pentateuco (Génesis a Deuteronomio). Con excepción del resumen histórico del primer capítulo y la sección genealógica del capítulo sexto, Moisés observó o participó en todos los eventos que se describen en el libro. Además, a diferencia de Génesis, Éxodo menciona a Moisés como escritor (17.14; 24.4; 34.27). 
 
La educación de Moisés en la corte de Faraón (2.10; Hechos 7.22) debió prepararle maravillosamente para la tarea de escribir. Sin embargo, Moisés puede no haber escrito cada palabra de Éxodo. Por ejemplo, la sección genealógica de 6.14-27 parece ser una adición de los escribas. Aún así, es razonable identificar a Moisés como el arquitecto y autor principal de Éxodo.

Algunos han hecho la observación de que sería desusado que un autor usara la tercera persona («él» o «Moisés») más que la primera persona («yo») en una narración en que el autor está tan íntimamente envuelto. Aun así, en culturas antiguas era habitual el empleo de la tercera persona por parte del narrador.

Moisés probablemente escribió sus memorias, las que se convirtieron en el Pentateuco, mientras vagaba por el desierto con los israelitas. Sospechamos que escribió las primeras partes de Éxodo con la total certeza de que él sería partícipe de la bendición de la Tierra Prometida para Israel. Sólo mucho más tarde (Nm 20.1-13) Moisés perdió su oportunidad de entrar a la tierra.

Introducción precisa a Génesis: Atención predicador itinerante


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LAS PALABRAS: «EN EL PRINCIPIO CREÓ DIOS LOS CIELOS Y LA TIERRA», han causado un gran debate, pero indiscutiblemente, este es el comienzo de Génesis. En las palabras de uno de los credos históricos: «Creo en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra». Estas palabras son únicamente el comienzo de este libro de los comienzos; un prólogo, para el prólogo. 
 
Génesis no sólo es una suma de creaciones, sino que también nos describe otros comienzos: como la caída de la humanidad en el pecado y la misión de Dios por rescatarnos. Nos cuenta también lo primero que ocurrió en aspectos importantes (creación, pecado, juicio, lenguajes, razas, matrimonios). Pero sobre todo, la base de Génesis está en el soberano llamado de Dios a Abram y a Sarai, una pareja de adoradores de ídolos del Medio Oriente.

Este libro cuenta con dos partes: la primera (caps. 1-11) es el prólogo de la segunda (caps. 12-50), en la que suceden la mayoría de los acontecimientos: la inmensa tarea que Dios realizó sobre Abram y su familia para lograr su buena voluntad para las naciones. El prólogo (caps. 1-11) nos entrega pistas que nos revelan el resto del libro, así como también el resto de la Biblia.

Génesis 1-11 nos presenta cuatro conceptos que son fundamentales para el buen entendimiento del resto de la Biblia: Primero, el Dios que irrumpe en la vida de Abram y de Sarai, es el mismo que crea el universo en su totalidad. Es el único y verdadero Dios: Jehová, el Creador y el Salvador del mundo. Segundo, toda la humanidad está en rebeldía contra Dios, su benévolo Creador, y contra su buena voluntad para ellos. La humanidad ha heredado el estado pecaminoso desde la rebelión de Adán y Eva en el jardín del Edén. Tercero, Dios juzga y juzgará todas las acciones del hombre. 
 
Con el diluvio, deja en claro a Noé y a todos nosotros, que la maldad humana es inaceptable y que no permitirá que el diablo gobierne libre en su creación. Cuarto, después del diluvio el pecado aún afecta a la humanidad. Pero aunque el diluvio no lavó los pecados de la humanidad, Dios tiene un plan para salvarla de sus propias obras malignas, como lo revela la segunda parte de Génesis.

La primera parte de Génesis, nos muestra el escenario para la historia de Abram y Sarai (caps. 12-50). El mundo de ellos estaba poblado por un amplio espectro de «grupos de pueblos», cada uno con su propio lenguaje, costumbres, valores y creencias, quienes adoptaron sus propios dioses imaginarios.

El principal objetivo de Génesis es mostrarnos el plan de Dios de bendecir a todas las naciones a través de los descendientes de Abraham, en el capítulo 12. Comienza con el llamado de Dios a Abram y a Sarai (Abraham y Sara) para que sean los padres de una nueva nación. Esta nueva nación sería la herramienta que Dios usaría para bendecir a toda la humanidad. A pesar de que Abram y Sarai eran simplemente una pareja de edad avanzada, Dios los eligió a ambos para comenzar su plan de redención para todo el mundo. En este libro, se nos describe cómo Dios irrumpe en su vida y les bendice.

La principal bendición de Dios era su pacto con Abraham (Gn 12.1-3; 15.1-21). Dios, el admirable y único Creador del universo, eligió libremente hacer sus infinitas promesas a Abraham y a sus descendientes, las cuales son la base para todas las demás promesas y pactos que siguieron y podemos leer en la Biblia. Génesis no es simplemente un comienzo; es el fundamento para el resto la narrativa bíblica.

Fue escrito y recopilado por Moisés en el desierto de Sinaí y de esto existen pruebas bíblicas y no bíblicas. Claramente Jesús supone la autoría de Moisés al decir: «Moisés os dio la circuncisión» (Jn 7.22). Dado que la razón para la circuncisión sólo se menciona en Génesis, capítulo 17, Jesús tenía que estar refiriéndose a la compilación de la historia por Moisés.

Por otra parte, la tradición judía y la cristiana están unánimemente de acuerdo con este testimonio bíblico: Moisés, en el desierto de Sinaí, recopiló y escribió el Pentateuco en su totalidad, los primeros cinco libros de la Biblia y esto nos asegura su autoría alrededor del siglo 15 a.C.

A partir del siglo 19, algunos expertos niegan que Moisés sea el autor de Génesis. Algunos sugieren que el Pentateuco, incluido Génesis, fue recopilado más tarde, posiblemente en el siglo 6 a.C. Según este análisis, se dice que algunos editores anónimos utilizaron al menos cuatro documentos para reconstruir el Pentateuco. Los cuatro documentos fueron identificados al buscar los nombres divinos como Elohim y Yahvé a lo largo del Pentateuco y también al descubrir ciertas variaciones en el uso de frases y en la selección de palabras. Los documentos que utilizan Yahvé para Dios, son llamados documentos J; los que usan Elohim, documentos E; el documento P o sacerdotal (priestly) y el D o deuteronomista. Recientemente, esta disección del Pentateuco fue rechazada, pero aún así, no se ha llegado a ninguna solución al debate entre los expertos.

Al fijarnos en la estructura unificada de Génesis, se percibe muy bien la mano guía de Moisés en su recopilación y autoría,. Ciertamente, él utilizó diferentes recursos literarios para su narrativa. En algunas ocasiones estos recursos son identificados plenamente, como en Gn 5.1. Probablemente, Moisés editó estos documentos antiguos para hacerlos comprensibles para sus lectores, o sea, la segunda generación israelita después del éxodo. Y luego los profetas los adaptaron al lenguaje para las siguientes generaciones de lectores israelitas.

Pero luego de todo este análisis, nada queda más claro que fue Moisés quien escribió y recopiló el libro de Génesis para estimular a los antiguos israelitas mientras se preparaban para entrar a la tierra de Canaán, la Tierra Prometida. Su contenido fue sumamente importante para ellos, ya que les explicaba el por qué su nación estaba destinada a otra Tierra Prometida y por qué Dios se les había revelado de esa forma tan dramática en el desierto.

Temas Cruciales de la biblia: Predica con propiedad


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AL LEER LA BIBLIA NOTAMOS A TRAVÉS DE LA PALABRA DE DIOS ciertos temas de importancia que se mencionan reiteradamente o por lo menos se dan a entender. A continuación describimos varios de estos temas básicos de las Escrituras.
 
Fidelidad

Dios se revela en las Escrituras como aquel en quien se puede confiar plenamente. Muestra una integridad absoluta en todo cuanto dice y promete; en consecuencia, su pueblo debe tener completa confianza en sus promesas (Nm 23.19; Is 55.11). El estudio de la fidelidad de Dios dará estabilidad y confianza espiritual al creyente en su diario caminar.

Definición primaria
La fidelidad describe la confianza, lealtad y estabilidad de Dios, particularmente en relación con su pueblo. La fidelidad de Dios al cumplir su palabra es un tema coherente en la Biblia. La fidelidad es también algo que el pueblo de Dios debe demostrar en su relación con Dios.
Principales versículos del AT
La fidelidad es parte del carácter de Dios (Is 49.7); es grande (Lm 3.23); estable (Sal 89.2); incomparable (Sal 89.8); infalibel (Sal 89.33); infinita (Sal 36.5); eterna (Sal 119.90).

Principales versículos del NT
La fidelidad es parte del carácter de Dios (1 Co 1.9; 1 Ts 5.24); infalible (2 Ti 2.13); enel cumplimiento de sus promesas (He 10.23); en el perdón de pecados (1 Jn 1.9); hacia sus santos (2 Ts 3.3); se puede depender de Él (1 P 4.19); característica de los santos (Ef 1.1; Col 1.2; 1 Ti 1.12; Ap 17.14).
 
Amor
En el Antiguo Testamento el verbo «amar» (en hebreo ajaceb) y sus palabras relacionadas cubren toda la gama de significados de la palabra «amor», incluido el amor a Dios (Éx 20.6; Sal 40.16) y el amor que Dios tiene por su pueblo (Dt 7.13; Os 3.1). El Antiguo Testamento usa además la palabra hebrea chesed específicamente para el pacto de amor que Dios tiene con su pueblo, refiriéndose a su firmeza y lealtad.

En el Nuevo Testamento los verbos primarios que expresan el concepto de amor son agapao, amar como un acto de la voluntad, y fileo, amar como respuesta a una persona u objeto. En los Evangelios sinópticos, uno nota que el uso primario de la palabra «amor» es con respecto al gran mandamiento (Mt 22.34-40; Mr 12.28-34; Lc 10.26-28). El amor sólo es posible porque el creyente responde en fe al acto salvador de Dios en la muerte y resurrección de Cristo (Ro 5.8; Gá 2.20).

Definición primaria
El amor es un atributo de Dios y parte esencial de su natrualeza. Bondad es otra palabra que se usa en el Antiguo Testamento para referise a la leal estima y favor de Dios hacia su pueblo del pacto. En el Nuevo Testamento las dos palabras usadas para amor se refierena a la consideración positiva que Dios tiene por su Hijo y su pueblo, y al afecto de hermanos y amigos entre sí.

Principales versículos del AT
El amor de Dios se ve y se describe como; soberano (Dt 7.8; 10.15); alentador (Sof 3.17); infalible (Is 49.15, 16); eterno (Jer 31.3); independiente de los méritos (Dt 7.7; Job 7.17); por elección (Mal 1.2, 3); por el perdón de pecados (Is 43.3, 4; 63.9); por el perdón de pecados (Is 38.17); llevándonos a Él (Os 11.14); por las bendiciones temporales (Dt 7.13).

Principales versículos del NT

El amor de Dios, parte de su carácter (2 Co 13.11; 1 Jn 4.8); Cristo, el objecto especial del amor de Dios (Jn 15.9; 17.26); Cristo permanece en el amor (Jn 15.10); el amor de Dios se manifiesta a los pecadores condenados (Jn 3.16; Tit 3.4); a sus santos (Jn 16.27; 17.23; 2 Ts 2.16); se derranm en el corazón por el Espíritu Santo (Ro 5.5); los santos conocen y creen el amor de Diso (1 Jn 4.16); los santos deben permanecer en él (Jud 21).
 
Justicia

La justicia se funda en el ser de Dios y es una extensión de la santidad. Se presenta a Dios como el seguro defensor del pobre y el oprimido (Sal 10.17, 18; Jer 9.23, 24). Los Salmos basan la justicia en el rol de Dios como soberano creador del universo (Sal 99.1-4), de modo que la idea se extiende más allá de la nación de Israel (Sal 9.7-9; Dn 4.27). Dada la preocupación de Dios por el pobre y débil, se espera una cualidad correspondiente en el pueblo de Dios (Dt 10.18, 19). Cuando llevan a cabo la justicia en forma adecuada, son agentes de la voluntad divina (Is 59.15, 16; 2 Co 9.8-10). La demanda de Dios por justicia es tan fundamental que otra respuesta para Él es vana o es desestimada si existe sin ella (Am 5.21-24; Mi 6.6-8; Mt 23.23). Pablo (primariamente en Romanos) usa el lenguaje de la justicia para describir la obra de Dios de la salvación y exponer la rectitud de Dios.

Definición primaria
Cuando la Biblia se refiere a la justicia d Dios, quiere decir que Dios es honorable en el trato con las personas. Todas sus decisiones son justas y verdaderas. Dios pide a su pueblo ue trate en forma justa todas las situaciones de la vida (Mi 6.8). Las acciones de Dios en la Biblia nos dan el partón por el cual podemos hacer decisiones justas.

Principales versículos del AT
La justicia es parte del carácter de Dios (Dt 32.4; Is 45.21); la justicia de Dios es abundante (Job 37.23); incorruptible (Dt 10.17; 2 Cr 19.7); imparcial (Jer 32.19); infalible (Sof 3.5); no se tuerce (Job 8.3).
Principales versículos del NT
La justicia de Dios, sin acepción de personas (Ro 2.11; Col 3.25; 1 P 1.17); se muestra en: el perdón de pecados (1 Jn 1.9); la redención (Ro 3.26).
 
Juicio

En el Antiguo Testamento Dios aparece frecuentemente en el papel de «Juez de toda la tierra» (Gn 18.25), o más generalmente «Dios de justicia» (Mal 2.17). El juicio no sólo implica pesar el bien y el mal en forma imparcial, sino también una acción vigorosa contra el mal. Debido a este entendimiento, el pueblo de Dios es llamado a ejercer juicio por su parte (Is 1.17; Zac 8.16). Es una noción estrictamente personal, estrechamente vinculada a las características divinas de misericordia, bondad, justicia y verdad.
El Nuevo Testamento también enfatiza el juicio como parte de la naturaleza y actividad esencial de Dios (Ro 1.18; He 12.23; 1 P 1.17; 2.23; Ap 16.5). Sus juicios no están confinados al futuro; ya están en acción en la era presente (Jn 8.50; Ro 1.18, 22, 24, 26, 28; Ap 18.8). Aun ahora se asocia el juicio con Cristo, que ejecuta los juicios del Padre.
Definición primaria
Dios es Juez de todo el universo. Él juzga según su norma que es la Ley revelada en la Biblia. El juicio puede referirse al proceso de determinar la culpa o la inocencia, o al castigo contra los que caen ante la ira de Dios.
Principales versículos del AT
El juicio viene de Dios (Dt 32.39; Job 12.23; Am 3.6; Mi 6.9); Dios juzga de diversas maneras; borra el nombre de una persona (Dt 29.20); abandona (Os 4.17); maldice las bendiciones de los hombres (Mal 2.2); con pestilencia (Dt 28.21, 22; Am 4.10).
Principales versículos del NT
Todo juicio está en manos de Jesucristo (Jn 5.22); Él tiene esta autoridad por cuanto es el Hijo del Hombre (Jn 5.27). Los creyentes no deben tomar el lugar de Cristo como juez porque todos nos presentaremos ante el tribunal de Cristo (Ro 14.10).
 
Misericordia

Tan fuerte como el énfasis en el juicio es el reconocimiento que la Biblia hace de la misericordia de Dios. Por su gracia Dios extiende su ayuda y perdón a pecadores que sólo merecen condenación, y ayuda práctica a los que sufren bajo las cargas de la vida. Dios muestra compasión hacia quienes han quebrantado su ley (Dn 9.9; 1 Ti 1.13, 16), aunque tal misericordia se muestra en forma selectiva sobre los que no la merecen (Ro 9.14-18). La misericordia de Dios va más allá de refrenar el castigo (Ef 2.4-6) hasta incluir las bendiciones de la salvación.
Jesús mostró misericordia hacia los afligidos cuando los sanó, como en el caso de los ciegos (Mt 9.27-31; 20.29-34) y leprosos (Lc 17.11-19). Jesús modelaba la conducta que espera de sus seguidores: porque Dios es misericordioso, espera que nosotros también seamos misericordiosos (Mt 5.7; Stg 1.27).
Definición primaria
La misericordia se ve en la compasión de Dios hacia el que sufre y en su voluntad de restaurar a quienes se han alejado de Él por causa de sus propios pecados. Soberanamente Dios decide extender su misericordia deteniendo el castigo de los pecadores y restaurándolos a la comunión con Él. Además, muestra su misericordia por medio de actos de su providencia, como la sanidad o el rescate de un peligro. Dios espera que nosotros también mostremos misericordia hacia los demás.
Principales versículos del AT
La misericordia de Dios se describe como grande (Is 54.7); segura (Is 55.3); tierna (Sal 25.6); nueva cada mañana (Lm 3.22, 23); se ve especialmente en el perdón (Sal 51.1); los creyentes se acogen a la misericordia de Dios (2 S 24.14).
Principales versículos del NT
La misericordia de Dios se ve en la misión de Cristo (Lc 1.72, 78); en la salvación (1 Co 7.25; Tit 3.5); en la regeneración (1 P 1.3); se practica como un don (Ro 12.8); se muestra en las providencías de Dios (Fil 2.27); se obtiene en oración (He 4.16); los creyentes reciben la orden de «vestirse de misericordia» (Col 3.12).
 
Verdad

La idea hebrea de verdad generalmente se asocia con la constancia, permanencia, fidelidad y confiabilidad. Por sobre todo Dios es verdadero, esto es, real y digno de confianza (Is 65.16; Jer 10.10); su pueblo debe buscar la verdad de Dios (Sal 25.5; 51.6; 86.11) y juzgar en forma veraz. La falta de verdad es lamentable (Is 59.14, 15; Zac 8.16).
Para los hebreos, la verdad era básicamente moral y relacional, no puramente intelectual. Para los griegos el énfasis de la verdad era intelectual más que una cuestión de confianza o dependencia. El Nuevo Testamento se apoya en ambos conceptos. La palabra se encuentra principalmente en los escritos de Pablo y en el Evangelio y las Epístolas de Juan. Juan basa su uso en el entendimiento de que Dios es verdadero o real (Jn 3.33; 7.28). Cristo revela a Dios y de esa manera revela la verdad (Jn 8.26, 40; 18.37). Cristo está lleno de gracia y de verdad (Jn 1.14, 17), Él es «la verdad» (Jn 14.6; véase Jn 1.9; 15.1), y Él envía al Espíritu de verdad (Jn 15.26). Pablo enseña que la verdad es para obedecerla (Ro 2.8; Gá 5.7), es digna de confianza (2 Co 7.14; 11.10), y que lo opuesto es malicia y maldad (1 Co 5.8). La idea griega de la verdad como conocimiento correcto aparece más claramente en las epístolas pastorales de Pablo. Uno debe conocer la verdad (1 Ti 4.3; 2 Ti 2.25) y evitar las falsas creencias (2 Ti 2.18; 4.4).
Definición primaria
El concepto bíblico de verdad no es la conformidad con una norma externa, sino fidelidad o confiabilidad. Respecto a Dios, por supuesto, la fidelidad o confiabilidad no se mide por una norma externa; la norma es Dios mismo.
Principales versículos del AT
Dios es un Dios de verdad (Dt 32.4; Sal 31.5); su Palabra es verdad (Sal 119.160 Dn 10.21); a las personas veraces las mira con favor (Jer 5.3); los juicios de Dios son conforme a su verdad (Sal 96.13).
Principales versículos del NT
Jesucristo es la verdad (Jn 7.18; 14.6); Él era la verdad en su plentiud (Jn 1.14); habló la verdad (Jn 8.45); el Espíritu Santo es el Espíritu de verdad (Jn 14.17) que nos guía a toda verdad (Jn 16.13).
 
Santidad

En hebreo, ser santo significa primariamente estar apartado de lo común o profano. Dios es santo, y el pueblo, las cosas y las acciones pueden ser santas al asociarse con Dios. Los Salmos e Isaías se refieren frecuentemente a Dios como el Santo (Sal 78.41; 89.18; Is 1.4; 5.19; 30.15). Los lugares donde Dios se aparecía y donde se le adoraba con cierta regularidad también eran santos (Gn 28.11-22; Éx 3.5). El templo en Jerusalén era el lugar más santo de Israel porque allí estaba la presencia de Dios (1 R 8.10, 11); en consecuencia, las personas y las cosas relacionadas con el Templo eran santas (Lv 22; 27). Israel mismo era una nación santa (Éx 19.4; Lv 19.2; Dt 7.6) porque el Señor lo apartó para sus propósitos.
El Nuevo Testamento reafirma las ideas de santidad del judaísmo. Dios, el Templo y la Ley son santos. Se restó énfasis al Templo físico porque los cristianos gentiles se apartaron de las prácticas del judaísmo y porque el Templo fue destruido en el año 70 d.C., pero el Templo se usa como metáfora para la santidad cristiana (1 Co 3.17; 6.19). Jesús se dirige a Dios como «Padre Santo» (Jn 17.11); en el cielo se alaba a Dios con el triple «santo» de Isaías (Is 6.3; Ap 4.6-10), y en el Padrenuestro se ruega «santificado sea tu nombre» (Mt 6.9; Lc 11.2).
Definición primaria
Dios es santo, apartado de su creación por su naturaleza misma. Ser santo literalmente significa ser apartado o separado, y denota la lejanía, la separación de una ersona o cosa de lo común o profano para un uso divino.
Principales versículos del AT
El carácter de Dios es la norma (Lv 19.2); es incomparable (Éx 15.11; 1 S 2.2); esuna orden (Lv 11.45; 19.2; 20.7); necesaria para adorar a Dios (Sal 24.3, 4); debemos evitar todo lo que es incoherente con ella (Lv 21.6).
Principales versículos del NT
Debemos llevar fruto para santidad (Ro 6.22); somos disciplinados por Dios para ser participantes de su santidad (He 12.10); llamados por Dios a una vida santa (1 Ts 4.7).
 
Misiones

Dios siempre usa a su pueblo para proclamar sus hechos poderosos y su gracia salvadora. La nación de Israel debía declarar la bondad de Dios a los gentiles para que ellos pudieran entrar en el pacto con Dios. El libro de Isaías está lleno de declaraciones acerca de la salvación de los gentiles (Is 11.10; 42.6; 49.6; 60.11).
Sólo fue con el advenimiento de la Iglesia que se proclamaron ampliamente en el mundo las buenas nuevas de la salvación de Dios en Cristo. Jesús manda a sus discípulos que vayan a todo el mundo y prediquen el evangelio (Mr 16.15). Es por medio de la «locura de la predicación» (1 Co 1.21) que la gente es llevada a la fe en Jesucristo. La salvación es de Dios, pero usa a su pueblo como el medio por el cual salva pecadores.
Definición primaria
Dios usa a su pueblo para proclamar su Palabra a los que están fuera de su pacto. Por medio de esta proclamación aquellos que ha elegido para salvación vienen a la fe en Él. Israel debía proclamar su bondad y hoy la Iglesia tiene el mandamiento de ir por todo el mundo y proclamar las buenas nuevas de salvación en Cristo.
Principales versículos del AT
El rey de Asiria permitió que los sacerdotes judíos enseñaran el camino de Dios (2 R 17.27, 28); Israel recibió el mandato de proclamar el día de su salvación a toda la tierra (1 Cr 16.23, 24); El profeta Jonás recibió la orden de proclamar el mensaje de Dios a Nínive (Jon 3.1, 2).
Principales versículos del NT
El Evangelio del Reino será predicado en todo el mundo y luego vendrá el fin (Mt 24.14); a la Iglesia se le ordena que enseñe la verdad de Cristo a todo el mundo (Mt 28.19); la gente llega a la fe al oír la Palabra predicada (Ro 10.14).
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