Hoy en día, para muchas cristianas y cristianos evangélicos, el tema
de la homosexualidad [1] es el más espinoso y angustioso de todos. Como
evangélicos, herederos de la Reforma protestante, respetamos con toda
seriedad el testimonio de las Sagradas Escrituras como nuestra norma de
fe y conducta. Por otro lado, nos encontramos muy desafiados por la
revolución sexual de nuestro tiempo y específicamente por los debates
actuales sobre la homosexualidad. Somos sensibles — o debemos serlo —
al valor humano y la situación delicada de este sector de nuestra
sociedad actual. Algunos tenemos parientes o cercanos amigos y amigas
que son homosexuales, y sufrimos con ellos su situación difícil.
Dada la importancia central del problema bíblico, comenzaré con ese
aspecto. Intentaré analizar las evidencias bíblicas primero desde una
perspectiva exegética y después desde la perspectiva hermenéutica, para
terminar con unas observaciones eclesiales. Por “exegética” voy a
entender, para efectos de este ensayo, el esfuerzo de aclarar el texto
lo mejor posible en su contexto original de hace muchos siglos. En
lenguaje evangélico, significa escuchar atentamente “lo que Dios dijo” a
su pueblo en aquel entonces. Para esto, es esencial la exégesis
histórico-gramatical. Por “hermenéutica” vamos a entender la relectura
fiel de ese mismo mensaje ahora para nuestro contexto actual. Significa
“escuchar lo que Dios está diciendo”, aquí y ahora en el mismo
texto.[2]
Consideraciones exegéticas
Los textos bíblicos que pueden relacionarse con la homosexualidad,
aunque no muy numerosos, parecen ser bastante explícitos. Como punto
inicial de referencia, podemos citar los textos principales según la
Nueva Versión Internacional:[3]
- Lev 18.22: No te acostarás con un hombre como quien se acuesta con una mujer. Eso es una abominación.
- Lev 20.13: Si alguien se acuesta con otro hombre como quien se
acuesta con una mujer, comete un acto abominable y los dos serán
condenados a muerte…
- Dt 22.5: La mujer no se pondrá ropa de hombre, ni el hombre se
pondrá ropa de mujer, porque Yahvéh tu Dios detesta a cualquiera que
hace tal cosa.
- Ro 1.26-27: Por tanto, Dios los entregó a pasiones vergonzosas. En
efecto las mujeres cambiaron las relaciones naturales por las que van
contra la naturaleza. Así mismo los hombres dejaron las relaciones
naturales con la mujer y se encendieron en pasiones lujuriosas los unos
con los otros.
Hombres con hombres cometieron actos indecentes, y en sí mismos recibieron el castigo que merecía su perversión.
- 1Cor 6.9: ¿No saben que los malvados no heredarán el reino de Dios?…
Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los
sodomitas,[4] ni los pervertidos sexuales… heredarán el reino de Dios.
- 1Tm 1.10: La ley es para… los adúlteros y los homosexuales…[5]
Algunos defensores de derechos homosexuales minimizan estos datos
bíblicos; “cuatro frasecitas”, dijo uno. “¿Qué dice la Biblia sobre la
homosexualidad?”, pregunta otro, y contesta, “Casi nada”. Otros
reinterpretan los textos de diferentes maneras. Irene Foulkes (1Cor
p.166) infiere del término malakoi (“suave”) en 1Cor 6:9 que se refiere a
los niños víctimas de pederastia y que arsenokoitai se limita a los
pederastas y no a los homosexuales en general.[6] Renato Lings,
filólogo y biblista danés, en Biblia y homosexualidad: ¿Se equivocaron
los traductores? (UBL 2011) propone una traducción alternativa de Lev
18:22 como “Con un familiar varón no te acostarás como tampoco lo harás
ilícitamente con una familiar hembra” (p. 96) para que sea prohibición
de incesto pero no de homosexualidad. El mismo Lings reconoce que su
propuesta es sólo una posibilidad, y es dudoso que haya demostrado que
sea la mejor posibilidad o el sentido más probable del texto.
Es casi imposible que los que buscan soluciones exegéticas a este
tema logren explicar positivamente todos los textos relacionados con el
tema. Algunos de los textos tienen problemas exegéticos muy difíciles
(p.ej. la relación sintáctica de “yaceres de mujer” con la oración
principal de Lev 18:22 y 20:13, o el sentido de malakoi y arsenokoitês
en 1Cor 6:9). Para “deshomofobicar” la Biblia de una manera convincente
para los y las creyentes, tendrían que explicar todos los textos
pertinentes y demostrar que ninguno condena la homosexualidad y que
algún texto lo aprobara, por lo menos implícitamente.
Pareciera que la vía exegética nos deja con un dilema: ¿Biblia errada o Biblia homofóbica?
Consideraciones hermenéuticas
La lectura hermenéutica de un texto es por su naturaleza una
relectura del texto para serle fiel en un nuevo contexto. La
hermenéutica es un continuo diálogo entre la Biblia y la cultura, el
pasado y el presente, el texto y el contexto. Con los siglos algunos
textos cambian de sentido o pierden la vigencia que tenían, como los que
suponían una tierra plana y cuadrangular o que parecían defender la
esclavitud, la conquista y la monarquía y se empleaban en defensa de
esas causas. Cambios culturales pueden afectar el significado; el lavar
los pies hoy no significa lo que significaba en tiempos de Jesús y hasta
puede significar lo contrario (ostentación, falsa humildad). La Palabra
de Dios permanece para siempre, pero somos nosotros, en oración y en la
comunidad de fe movida por el Espíritu, que la interpretamos, decidimos
qué pasajes enfatizar y cómo aplicarlos.
Es importante observar que todos los pasajes del N.T. que mencionan
la homosexualidad condenan, en términos iguales, muchas otras conductas,
especialmente la avaricia, la calumnia y la envidia. Y si el amor a
Dios y al prójimo son los mandamientos mayores de Dios, entonces no amar
(aun al homosexual) es el mayor de todos los pecados. Hacia los que
sufren, el amor se manifiesta como compasión (“sentir-con”) y
misericordia. Otro principio central en la Biblia es la justicia. ¿Cómo
debemos expresar nuestra compasión, misericordia y sed de justicia hacia
los homosexuales y lesbianas?
Hermenéuticamente, el debate sobre la homosexualidad plantea una
pregunta fundamental para la iglesia hoy: ¿estas enseñanzas y otras
parecidas tuvieron la intención de establecer para siempre un código de
conducta para todos, en todas las culturas? ¿Estamos ante un peligro de
literalismo y legalismo más allá de la intención del texto? Creo que
aquí funciona la diferencia entre un fundamentalismo de la letra y la
ley, y una perspectiva evangélica (ni liberal ni fundamentalista) que
“examina todas las cosas” y busca una ética más razonada, de
convicciones más profundas y sólidas.
No pretendo decidir, para el tema de la homosexualidad, cuál de esas
dos perspectivas es preferible, pero sí podemos señalar las
consecuencias si el N.T. se toma como un código “por los siglos de los
siglos” para nuestra conducta:
- El divorcio podría aceptarse sólo por causa de adulterio, ni aun
por violencia doméstica y jamás por incompatibilidad; si no es por
adulterio, segundas nupcias son pecado y son prohibidas;
- Las mujeres no pueden hablar en el culto, mucho menos predicar;
- Las esposas deben someterse al esposo;
- Ninguna mujer debe gobernar sobre hombres, ni en la iglesia ni en la sociedad; países hoy con presidentas están en pecado;
- Los varones deben llevar el cabello corto y las mujeres cubrir la cabeza;
- No podemos comer morcilla (Hch 15:20,29).[7]
Algunos cristianos y cristianas, y algunas iglesias, entienden el
N.T. de esta manera e intentan aplicar todo este código de conducta.
Ellos son los fundamentalistas, y merecen también nuestro respeto. Pero
muchos, que creen igualmente en la normatividad de la Biblia, han
bregado más con los desafíos hermenéuticos y han ampliado criterios
sobre el divorcio y el papel de la mujer (y la morcilla).
Entonces estamos frente a dos preguntas hermenéuticas fundamentales:
- ¿Es la intención del N.T. imponer un código total de conducta para nosotros veinte siglos después?
- ¿Cómo debe este desafío hermenéutico afectar nuestra actitud hacia los homosexuales?
Consideraciones científicas
Preguntas desde la biología y la genética, la sicología, la
sociología, la jurisprudencia y otras disciplinas afectan el debate
sobre la homosexualidad. Si la ciencia comprobara que la homosexualidad
siempre (o a veces, o nunca) es congénita, ¿Cómo afectaría eso nuestro
criterio ético al respecto? Si la sicología comprobara que la práctica
homosexual siempre (o a veces, o nunca) hace bien (o hace daño) para la
salud mental de ellos, ¿afectaría el debate? Si la sociología llegara a
demostrar que la homosexualidad hace daño a la sociedad y al matrimonio
heterosexual (o no hace daño, o hace ciertos daños y otros beneficios),
¿podría eso afectar nuestro criterio sobre este tema?
¿Debemos los cristianos (o deben las iglesias) imponer nuestras
convicciones sobre la sociedad? Aunque las iglesias y la Biblia tengan
por pecado conductas como la borrachera, la fornicación y el adulterio,
la avaricia y hasta la glotonería, ante la ley no son delitos y no deben
ser penados por ningún gobierno. ¿Cuáles son los modelos bíblicos para
la relación entre el pueblo de Dios y el pueblo civil? ¿Debe el estado
defender los derechos humanos y civiles de los homosexuales?
Parece que hasta ahora estas ciencias no han llegado a muchas
conclusiones definitivas. Cada lado en este debate cita como verdades
firmes los argumentos que le convenga, y hacen caso omiso de las
evidencias al contrario. Parece que tanto la iglesia como la sociedad
necesitan tiempo para seguir estudiando estos temas con humildad y
honestidad.
Consideraciones pastorales
Parece evidente que las instrucciones de Pablo sobre la conducta
sexual, como también sobre el papel de la mujer, tenían una intención
pastoral, de cuidar celosamente el buen testimonio de la iglesia en el
mundo de su época. Aunque Pablo tuvo una teología bastante abierta para
las mujeres (Gál 3:28) y tuvo colaboradoras en su ministerio, en sus
instrucciones pastorales fue mucho más cauteloso y conservador,
adaptándose a la sociedad de su época. ¿Podría haber un factor pastoral
similar en las prohibiciones sobre la sexualidad?
De todos modos hoy, en medio del debate sobre la homosexualidad, los
homosexuales y las lesbianas nos plantean un desafío pastoral muy
urgente. ¿Pero cuál es el objetivo, “curar” al homosexual o ayudarle en
la vida que está llevando? ¿Se debe decirle, o hacerle sentir, que está
en pecado? ¿Qué hacer si no siente ninguna culpa por su vida, o en
cambio si siente culpa pero no logra cambiar? ¿Se le debe animar a
“salir del clóset”?
Otras preguntas pastorales son si se los puede bautizar, si pueden
tomar la comunión, celebrar sus bodas en la iglesia, enseñar, dirigir
cultos o participar en la música, y ocupar puestos clericales. Las
respuestas serán distintas, según la orientación fundamentalista,
evangélica o liberal.
Abundan las preguntas sobre la pastoral de los homosexuales, pero lo
importante es comenzar a realizarlo pronto. Para lograr eso, en vez de
ser hostiles y condenatorios, debemos crear una atmósfera que invite al
homosexual a buscar cualquier consejería que necesite.
Consideraciones eclesiales
La teología cristiana nació de la misión, y nunca debía de haberse
separado de la iglesia y su misión.[8] El N.T y los padres apostólicos
tuvieron una orientación evangelizadora, pastoral y contextual. Buscaban
básicamente orientar la misión de la iglesia, no el buscar la
coherencia teórica de algún “Sistema”. San Pablo, a pesar de ser muy
riguroso doctrinalmente (Gál 1:6-9), pudo exclamar, “Aunque soy libre
respeto a todos, de todos me he hecho esclavo para ganar a tantos como
sea posible… Me hice todo para todos a fin de salvar a algunos por todos
los medios posibles” (1Cor 9:19-22). Esa declaración paulina parece
estar de acuerdo con la undécima tesis de Marx contra Feuerbach, que
podríamos parafrasear así: “Hasta ahora los teólogos y las teólogas han
contemplado la Biblia y la fe para entenderlas, pero se trata más bien
de transformar a la iglesia y por medio de ella, al mundo”.
Este compromiso pastoral y eclesial se aplica también — y
especialmente — a los que viven más en la Acadêmia que en la Ecclêsia.
No deben (o no debemos) vivir fuera de la gran comunidad de fe, ni
tampoco llevar una vida doble, como esquizofrénicos teológicos. Creo que
los académicos en especial son los que necesitan tener un compromiso
profundo con la iglesia, su misión y su constante transformación
(ecclesia reformata semper reformanda secundum Verbo Dei; teología como
“cogitare cum ecclesia”).[9] Para transformar la iglesia, debemos
encontrarla donde está, en su marco de referencia, en el lenguaje que
ellos entienden y con sus criterios de credibilidad (luchando por
transformarlos cuando sea necesario y posible).[10] La academia no debe
creerse superior, como una élite teológica, sino debe tener una gran
dosis de respeto hacia las bases, que se sienten perplejos ante este
tema tan delicado como complicado.
Creo que en la actual situación de la iglesia, irrespetar los
sentimientos (y hasta los prejuicios) de la gran mayoría de los y las
miembros de las iglesias, o brincar etapas en la promoción de derechos
homosexuales, es contraproducente.
El buscar protagonismo personal o
institucional, con un vanguardismo que pretende avanzar sin que la
iglesia lo acompañe (o creyendo que sólo ellos son la verdadera iglesia,
como ecclesiola in ecclesia),[11] no sólo terminará fortaleciendo y
aumentando la homofobia en la iglesia sino también frenará otras
transformaciones que el pueblo de Dios necesita urgentemente.
Este efecto contraproducente es aún más negativo cuando se defiende
los derechos homosexuales con exégesis dudosa de las escrituras,
argumentos simplistas o aun posiblemente acertados pero que el pueblo
cristiano (incluso católico) simplemente no puede asimilar. Eso
garantiza el rechazo de dichos argumentos y probablemente de otros
argumentos más válidos.
Es mucho peor el caso si con los derechos homosexuales se combina la
defensa (y la práctica) de la libertad sexual. En iglesias donde “cayó
en pecado” es sinónimo de fornicación, con eso queda garantizado el
rechazo rotundo tanto de esa libertad sexual como de los derechos
homosexuales. Juntos son el beso de la muerte para la transformación de
la iglesia.
Al fin, la meta básica es la transformación de la iglesia, y la
pregunta básica, ¿Cuál debe ser nuestro rol profético para guiar al
pueblo de Dios y transformarlo bajo el mover del Espíritu de Dios hoy?
NOTAS:
[1] En este ensayo emplearemos el término “homosexual” para
referirnos a la actividad homosexual voluntaria, no a alguna tendencia o
preferencia (homoerotismo en cuanto tal). Además, para mayor facilidad,
en este escrito emplearemos el término “homosexual” para incluir a
lesbianas, bisexuales, transexuales y trasvestis.
[2]Explico esto con más detalle en “La Biblia, el lector y su
contexto histórico”, Haciendo teología en América Latina 49-79
(disponible en www.juanstam.com 23 setiembre 2009).
[3] Ninguna traducción puede ser más que una aproximación al
original. De los textos citados, no sólo el significado sino la misma
traducción son debatidos y discutibles.
[4] Esta traducción es errada; el texto griego no hace ninguna
alusión a Sodoma, y en toda la Biblia “sodomita” siempre significa
“habitante de Sodoma”, sin alusión sexual.
El siguiente término,
“pervertidos” tampoco tiene base en el original, en cuanto a la idea de
perversión.
[5] Hay muchos otros textos y relatos bíblicos que podrían
relacionarse con el tema directa o indirectamente y han sido
introducidos al debate de un lado u otro: la creación como varón y
hembra (Gn 1:22), la creación de Eva (Gn 2:21-24), la historia de Sodoma
y Gomorra (Gn 19), el rapto de Dina (Gn 34), el pecado de Judá contra
su nuera Tamar (Gn 38), la violación de la concubina de un levita (Jue
19) y los supuestos prostitutos sagrados de los cultos paganos (Dt
23:18). Se debate también si el término genérico de “inmoralidad”
(porneia), especialmente en boca de Jesús, incluía la práctica
homosexual, por ser extra-matrimonial. Por otra parte, algunos
defensores de derechos homosexuales citan las relaciones aparentemente
homoeróticas entre David y Jonatán, Ruth y Noemí, y Jesús y el discípulo
amado.
[6] Si Pablo hubiera querido, contra toda la tradición judía,
condenar sólo un abuso de la homosexualidad (la pederastia) e
implícitamente aprobar la práctica homosexual en sí, tenía en el léxico
griego de la época términos muy específicos (pederastia, paidofilia y
otros), o hubiera podido emplear alguna frase como “acostarse con niños”
para hacer tal distinción. Tampoco sería lógico ni justo culpar a las
víctimas de la pederastia. Hay un consenso muy amplio en la comunidad
exegética en que estos dos términos se refieren respectivamente al
agente pasivo y el agente activo en una relación homosexual (Danker,
Barrett, Conzelmann, Fee y N.T. Wright).
Walter Danker, en su clásico
Léxico del griego del NT, confirma el uso de malakos, en correlación
precisamente con arsenokoites, para referirse al participante pasivo en
esa relación que él clasifica como “submissive homoeroticism” en
contraposición con arsenokoites (p.613). El problema para los
traductores hoy es que en nuestros idiomas modernos no existen términos
que correspondan a esta distinción.
[7] Para los judíos, comer sangre era lo más abominable, como una
especie de canibalismo (Lev 17:10-16). En el concilio de Jerusalén, que
decretó que los gentiles no tenían que circuncidarse ni someterse a toda
la ley judía para ser cristianos, insistió sin embargo en dos
prohibiciones morales (idolatría, fornicación) y dos prohibiciones
sociales (beber sangre, comer carne de animales ahogados o
estrangulados). Es obvio que se aplica a cristianos y cristianas.
[8] Ver “Teología, contexto y praxis: una visión de la tarea
teológica” en Stam, Haciendo teología en América Latina Tomo II (2005)
pp. 17-31 (también www,juanstam.com 28 noviembre 3009).
[9] En situaciones extremas, como el régimen nazi o las tiranías
asesinas de Somoza o el gobierno golpista de Honduras, el Espíritu de
Dios nos puede llamar a acciones más drásticas, de ruptura con la
iglesia establecida, pero siempre con la esperanza de transformarla.
[10] Para concientizar a la iglesia, la FTL escogió sabiamente “el
evangelio del reino” y logró transformaciones impresionantes, a pesar de
la influencia negativa de los medios de comunicación.
[11] Veo un paralelismo aquí con el foquismo sudamericano que luchó
heroicamente pero solos, y por otro lado la revolución Sandinista que
además de un ejército guerrillero fue acompañada por una insurrección
urbana masiva
La Biblia, consistentemente nos dice que la actividad homosexual es pecado (Génesis 19:1-13; Levítico 18:22; Romanos 1:26-27; 1ª Corintios 6:9). Romanos 1:26-27
enseña específicamente, que la homosexualidad es el resultado de negar y
desobedecer a Dios. La Biblia dice que cuando una persona continúa en
pecado e incredulidad, Dios “lo entrega” aún al pecado más malvado y
depravado, a fin de mostrarle lo inútil y desesperado de la vida, al
hallarse separado de Dios. 1ª Corintios 6:9 proclama que los “transgresores” homosexuales no heredarán el reino de Dios.
Dios no crea una persona con deseos homosexuales. Dice la Biblia, que una persona se vuelve un homosexual a causa del pecado (Romanos 1:24-27),
y definitivamente a causa de su propia elección. Una persona puede
haber nacido con una gran susceptibilidad hacia la homosexualidad, al
igual que hay gente que ha nacido con una tendencia a la violencia y
otros pecados. Eso no la disculpa de escoger pecar al ceder a sus deseos
pecaminosos. ¿Si una persona nació con una gran susceptibilidad hacia
el enojo/cólera, le da derecho a sucumbir a aquellos deseos? ¡Por
supuesto que no! Es igual con la homosexualidad.
Sin embargo, la Biblia no describe la homosexualidad como un “pecado”
mayor que cualquier otro. Todo pecado es ofensivo hacia Dios. La
homosexualidad es justamente uno de los muchos temas listados en 1ª Corintios 6:9-10
que van a dejar a la persona fuera del reino de Dios. De acuerdo con la
Biblia, el perdón de Dios está disponible tanto para un homosexual,
como para un adúltero, un adorador de ídolos, un asesino, un ladrón,
etc. Dios también promete dar a todos aquellos que crean en Jesucristo
para su salvación, la fuerza para la victoria sobre el pecado,
incluyendo la homosexualidad. (1ª Corintios 6:11; 2ª Corintios 5:17).