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miércoles, 2 de diciembre de 2015

Muy limpio eres de ojos, Oh YHVH, para ver el mal, y no puedes contemplar impasible el agravio. ¿Por qué miras a esos pérfidos y guardas silencio cuando el malvado destruye al que es más justo que él?

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6






Nos preparamos para enseñar en la congregación
El Segundo Lamento de Habacuc
Habacuc 1:12-2:1

11      Pero luego mudará su espíritu y se enfurecerá, y pecará, por cuanto ha hecho de su poder su dios.
12      ¡Oh YHVH, Dios mío y Santo mío! ¿Acaso no eres Tú desde el principio? ¡Oh YHVH, Tú no mueres! Tú has señalado este castigo para juicio, y Tú, oh Roca, los has establecido como reprensión.
13      Muy limpio eres de ojos para ver el mal, y no puedes contemplar impasible el agravio. ¿Por qué miras a esos pérfidos y guardas silencio cuando el malvado destruye al que es más justo que él?
14      ¿Por qué tratas a los hombres como a los peces del mar, como reptiles que no tienen amo?
15      A todos ellos los saca con anzuelo, los atrapa en su red y los junta con su barredera, por lo cual se alegra y se regocija.
16      Por eso sacrifican a su red y ofrendan a su barredera, porque por ellas su porción es abundante y suculenta su comida.
17      ¿Seguirá vaciando sin cesar su red? ¿Seguirá aniquilando sin piedad a las naciones?

Resolución de la sabiduría

2      Sobre mi atalaya me pondré, me plantaré en mi muro, y estaré oteando para ver lo que Él me dice, y qué responde a mi querella.

Los lamentos de un hombre de Dios


Segundo lamento de Habacuc
Habacuc 1:12–2:1

En su segunda intervención, el profeta declara que en principio acepta que Jehovah levantará a los caldeos para castigar a Judá (Habacuc 1:12). Sin embargo, el hecho de que Dios usara a un imperio pagano que era más violento que su pueblo no le parece una solución comprensible al problema de la injusticia nacional. ¿Es que Jehovah juzgará esa injusticia por gente más injusta (Habacuc 1:13–17)? 

Esta sección termina con la disponibilidad del profeta a escuchar la respuesta divina y con duda en relación a cómo responderá Jehovah al reproche (Habacuc 2:1).

Se puede estructurar este pasaje de la siguiente manera: 
(1) la fe del profeta en el carácter de Jehovah (Habacuc1:12), 
(2) la inquietud del profeta acerca del juicio de Jehovah (Habacuc 1:13–17), y 
(3) la confianza del profeta en la respuesta de Jehovah (Habacuc 2:1). Como se puede observar, (1) y (3) son expresiones de la fe de Habacuc y marcan los límites de esta sección.

(1) La fe del profeta en el carácter de JehovahHabacuc 1:12. Habacuc expresa de varias formas su fe en Jehovah. Por un lado, se dirige a Dios por medio de títulos de importancia teológica: 
- Él es Jehovah, el Dios del Pacto Abrahámico y del éxodo (Éxo. 3:4–15, 6:1–8); 
- Es el Santo, quien juzga y demanda la justicia (Lev. 11:44, 45; Jos. 24:19; Eze.       39:7); 
- es la Roca, el refugio de su pueblo y de los fieles (Deut. 32:18, 37; 1 Sam. 2:2;       Sal. 28:1, 94:22; Isa. 26:4, 44:8). 

Además, el profeta reconoce que estos títulos, que representan diferentes elementos de la persona de Dios, reflejan su carácter eterno (¿no eres tú desde el principio?). A través de toda la historia de Israel, Jehovah ha manifestado estos atributos a favor de su pueblo (Sal. 44:1; 75:5, 11).
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Tesoro  bíblico
En mi guardia estaré de pie y sobre la fortaleza estaré firme. Vigilaré para ver qué dirá y qué tiene que responder a mi queja (Habacuc 2:1).
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En base a estas verdades, Habacuc exclama: ¡No moriremos! Al decir esto, él no está hablando ni de la vida eterna ni de que no habría muertos cuando Babilonia invadiera. Más bien, Habacuc declara que tiene la plena seguridad de que la nación no desaparecerá a pesar de las grandes pérdidas. 

El Dios de Israel no abandonaría por completo a su pueblo. En sus oraciones había clamado por justicia (Habacuc 1:2–4); ahora entiende que Jehovah había levantado a ese imperio “para juicio” y “para castigar”.

(2) La inquietud del profeta acerca del juicio de JehovahHabacuc 1:13-17. Son precisamente todos los atributos divinos mencionados los que crean una contradicción teológica en la mente de Habacuc. Utilizar a los caldeos, cuya falta de ética e idolatría los calificaría como más pecaminosos que los judíos, no tenía sentido para el profeta.

En el v. 13 reaparecen los verbos acerca de “ver”. 
En Habacuc 1:2–4 el profeta se quejaba de que Jehovah lo forzaba a ver la perversión nacional; 
en Habacuc 1:5 Jehovah exige que la nación vea su obra de juicio. 

Ahora Habacuc no comprende cómo es que el Santo puede ver el mal que sería la horrible invasión. No entiende cómo la Roca, el refugio fiel, puede mirar la destrucción de Judá. 

En Habacuc 1:2–4 los justos son los piadosos en la nación; en este versículo el justo se refiere a toda Judá, mientras que el impío es Babilonia.

Una vez más, las circunstancias le dan al profeta una imagen inicial bastante negativa acerca de la persona de Jehovah. 

Si al principio Habacuc pensaba que Jehovah era indiferente (Habacuc 1:2), aquí tiene la impresión de que él es frío y sin misericordia. Aparentemente, a los ojos de Dios el ser humano no tiene más valor que los animales (Habacuc 1:14).

Comparando a los caldeos con un gran pescador, Habacuc dice que Jehovah permite que el imperio tome cualquier pueblo que desee (Habacuc 1:15–17). No concibe cómo Dios deja que Babilonia ofrezca loor a sus armas de conquista por sus victorias (y así seguramente a sus dioses de guerra 1:16). 

La figura de la red es muy apropiada para el antiguo Medio Oriente; era un símbolo de poder militar y aparece en el arte babilónico donde los dioses recogían a sus enemigos en redes.

¿Era realmente la invasión extranjera una adecuada solución para castigar el pecado de Judá? 
¿Sería posible reconciliarla con el carácter de Dios? 
Habacuc ha levantado por segunda vez un lamento con profundas inquietudes teológicas. 
Busca resolver la tensión entre la necesidad de un juicio y la manera de realizarlo.

(3) La confianza del profeta en la respuesta de JehovahHabacuc 2:1. 
Habacuc tiene confianza de que el diálogo con Jehovah continuará. Al hablar de estar en su guardia, es posible que solo esté diciendo que se mantendría listo para recibir el mensaje divino. 

En varios pasajes los profetas son comparados figurativamente con centinelas (Isa. 21:8, 11; Jer. 6:17; Eze. 3:17, 33:2, 3). En este versículo se ve que Habacuc estaría esperando la respuesta de Jehovah. Si se tomara el concepto lit., el profeta está diciendo que subirá a la torre de los muros de la capital para ver (otra vez se nota la importancia del concepto de ver en el libro) cómo le respondería Dios. Seguramente en poco tiempo desde ese mismo lugar observaría la llegada de los ejércitos babilónicos.

La última frase del versículo ha sido traducida de varias maneras. 
Muchos comentaristas y algunas versiones como la RVA le hacen una enmienda al texto. El TM dice “y qué tengo (primera persona singular) que responder a mi queja”. Con el cambio sugerido, la frase se lee “y qué tiene (tercera persona masculina singular) que responder a mi queja”. 

La enmienda busca una uniformidad en toda la oración y toma a Jehovah como el único sujeto. Según esta traducción, la idea es que Habacuc espera ver cómo Jehovah va a reaccionar ante su último argumento teológico (comp. Job 13:6, 23:4).

El contexto sugiere que Habacuc quiere seguir el intercambio con Jehovah para aclarar sus dudas. Más adelante es Jehovah quien corta la conversación (Habacuc 2:20). La palabra queja (tocajat8433, 2:1) puede referirse a un reproche o corrección que sirve para impartir sabiduría (Prov. 6:23, 15:31, 29:1). 

Mi queja entonces puede entenderse como “la queja (o, el reproche) que recibo”. Es decir, el profeta está pensando en cómo ha de responder al reproche que podría recibir de Jehovah por cuestionarlo. Sin embargo, a través de este intercambio Habacuc sería instruido más en las verdades de Dios.

Después de la respuesta de Jehovah a su primer lamento, Habacuc expresa este segundo, en el que expone su falta de comprensión de los caminos de Dios. Lo que Jehovah le había comunicado en relación a la invasión caldea no encaja con su teología. En verdad, le parece como una negación de la santidad de Dios. De nuevo corresponde a Jehovah arrojar más luz sobre un cuadro complejo y chocante.
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Práctica homilética
Cualidades loables en un profeta
Habacuc 2:1
Introducción: 
Habacuc mostró su humildad por su disposición a recibir instrucción. No tomó la actitud de un “sabelotodo”. Él reconoce la sabiduría de Dios (1 Cor. 1:25). Por sus acciones y su palabra, el profeta da testimonio de su humildad y su deseo de saber más y más de Dios.

        I.      El profeta se puso en el lugar donde Dios le hablaría. “En mi guardia estaré” (Habacuc 2:1a).
      1.      Dios no regaña al profeta por hacer preguntas.
      2.      Uno puede preguntarle a Dios sobre cualquier asunto.

        II.      El profeta quiso mirar las cosas desde lo alto. “Sobre la fortaleza estaré firme” (Habacuc 2:1b).

        III.      El profeta estaba dispuesto a escuchar a Dios. “Vigilaré para ver que dirá y qué tiene que responder a mi queja” (Habacuc 2:1c).
      1.      Estuvo listo para escuchar.
      2.      Se acercó a Dios con una actitud dis-puesta y quieta.

        IV.      El profeta habló honestamente.
      1.      No negó que se acercó a Dios con una queja.
      2.      No buscó la solución en otra parte sino que vino directamente a Dios.

Conclusión: 
Confiamos en que Dios siempre está dispuesto a comunicarse con sus siervos.
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lunes, 30 de noviembre de 2015

contemplad y asombraos, porque Yo haré una obra en vuestros días, que aun cuando se os contara, no la creeríais.

RECUERDALa Ley ha perdido su poder y el derecho no sale vencedor, porque los impíos han cercado al justo, y la justicia resulta pervertida. Habacuc 1:4







Un Libro menos consultado

HABACUC EL LIBRO TAN DESCONOCIDO

Los lectores que usan computadoras para el procesamiento de textos saben que una de las funciones de esos programas es la de corregir la ortografía. Si se usa una palabra mal escrita o incorrecta, la computadora subraya esa palabra y da sugerencias de palabras y su ortografía. Si la computadora no reconoce la palabra, aparecerá en la pantalla el mensaje “¡No hay sugerencias!”. 

Eso sucede cuando se escribe el nombre Habacuc en una computadora: no recibirá sugerencias. Este nombre resulta igualmente extraño para los cristianos de estos tiempos, los padres no lo usan para nombrar a alguno de sus hijos como lo hacen con el nombre de otros profetas. 

Por desgracia, muchas personas que no han escuchado el nombre tampoco conocen el mensaje del libro.


Autor

No se conoce mucho acerca de Habacuc, aparte de lo que se menciona en su libro, lo cual es muy poco. No existe ninguna referencia en cuanto a su lugar de origen o en que época vivió ni donde trabajó. Tanto para el lector hispano moderno como para el israelita antiguo, este nombre ha sido muy extraño. Lutero, así como algunos otros estudiosos, sugirieron que el nombre Habacuc proviene de un verbo hebreo que significa “abrazar”, así que interpretan su nombre con el significado de “el consolador” o “el que consuela”. 

Otros insisten en que Habacuc es un nombre extranjero, que es una palabra asiria que designaba una planta que se cultivaba en todo el Medio Oriente en tiempos antiguos. Cualquiera que sea el origen del nombre, lo único que conocemos de Habacuc es su libro.

Sin embargo, hay una leyenda que habla de Habacuc en la adición apócrifa al libro de Daniel llamada Bel y el Dragón. Este libro, como otros libros apócrifos, se escribió en el tiempo que transcurrió entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Según la leyenda, Habacuc estaba en Judea llevándoles alimentos a algunos trabajadores del campo. Un ángel se le apareció y le dijo que en lugar de ir al campo fuera a Babilonia y le llevara alimento a Daniel. Daniel ya había pasado seis días en la cueva de los leones y tenía hambre. 

Habacuc respondió que nunca había ido a Babilonia y que tampoco sabía nada de la cueva de los leones. Entonces el ángel lo levantó del cabello y lo llevó allí. Después de que Habacuc lo alimentó en la cueva de los leones, el ángel lo regresó a Judea. Aunque pueda parecer muy interesante esta historia apócrifa, no nos da información acerca de Habacuc.

Habacuc pudo haber sido un levita y miembro del coro del templo, porque su libro termina con un salmo (capítulo 3) hermoso y bien escrito, como los que se encuentran en el libro de los Salmos. El salmo de Habacuc comienza con indicaciones para cantar la melodía. Contiene la misteriosa palabra “Selah” tres veces, las únicas veces que aparece en el Antiguo Testamento aparte del libro de los Salmos. 

Aunque Habacuc puede que haya sido levita, no es necesario ser músico profesional para componer buena música. Habacuc, igual que el rey David, pudo haber tenido un talento musical aunque esa no haya sido su profesión. Así como muchas otras cosas que se han mencionado acerca de Habacuc, ésta también es una especulación. En realidad, no hay mucho que podamos decir con certeza.


Fecha

Habacuc no fechó sus escritos con el reinado de cierto rey de Israel o de Judá como otros profetas lo hicieron. Por eso los que desean calcular en el esquema de acontecimientos del Antiguo Testamento tienen que depender de algunas de las claves que el profeta nos da en su libro. En realidad sólo ayuda una afirmación con respecto a esto. En 1:5, 6 el Señor dice por medio de Habacuc: “Mirad entre las naciones, ved y asombraos; porque haré una obra en vuestros días, que aun cuando se os contara, no la creeríais. Porque yo levanto a los caldeos”.

El Señor predice la llegada de los babilonios bajo el rey Nabucodonosor. Por lo tanto, según las palabras del Señor, esto se profetizó en un tiempo en el que la profecía se consideraba muy improbable. El Señor le indica a Habacuc que aunque se le haya dicho, tanto a él como a la gente de sus días, sería difícil creerlo.

Al continuar la lectura, parece ser que Habacuc estaba familiarizado con los babilonios y su estilo de vida belicosa. Eso parece indicar que los babilonios ya existían, pero todavía no eran la nación más poderosa ni se esperaba que su influencia se extendiera hasta Canaán, a unos mil cuatrocientos cincuenta kilómetros de Babilonia, y que fueran una gran amenaza para Judá.

Hay un período que parece cumplir estos requisitos. En el año 626 a.C. Babilonia bajo el liderazgo de Nabopolasar, padre de Nabucodonosor, declaró su independencia de Asiria. Nabopolasar (626–605 a.C.) era caldeo, jefe de una de las tribus que se habían establecido en la tierra del sur de Babilonia por lo menos cuatro siglos antes. Allí esos caldeos trataban de combatir los intentos que hacía constantemente Asiria para dominarlos. 

Por fin, en el año 626 a.C., se cambiaron los papeles con los asirios. En una batalla que se llevó a cabo fuera de Babilonia, obtuvieron el control de lo que hasta entonces había sido la provincia asiria de Babilonia. Entonces Nabopolasar tomó el trono de Babilonia. Ese fue el principio del imperio caldeo o la Nueva Babilonia. Nunca más estuvo Babilonia bajo el control de los asirios, pero en el año 626 a.C. todavía no era obvio que el nuevo imperio de Babilonia al fin iba a controlar todo el imperio asirio.

Entonces, en el año 612 a.C., los babilonios y los medos marcharon hacia el interior de Asiria y sitiaron la ciudad de Nínive, la capital de Asiria. Tres meses después quemaron Nínive y la dejaron reducida a cenizas, tal y como el profeta Nahúm lo predijo. Las fuerzas asirias que quedaron se esparcieron y se dirigieron hacia el oeste. Intentaron reagruparse y poner resistencia en Harán, pero en el año 610 a.C. los babilonios y sus aliados tomaron también Harán. Ahora toda Asiria estaba en sus manos.

Por siglos los asirios habían sido la superpotencia del Medio Oriente. Ahora, con el desmoronamiento de su imperio había un vacío de poder en la región: un vacío que tanto los babilonios como los egipcios estaban ansiosos de llenar. Uno de los premios valiosos de esta lucha por el poder sería el “área provisional” de Siria-Palestina que estaba justo entre los dos (los medos estaban contentos de tener el control de las tierras que tenían en el este). Por eso, después de que cayó Nínive, los egipcios marcharon rápidamente al norte, con la intención de detener cualquier posible expansión babilonia en el Éufrates.

Por siete años los egipcios controlaron con éxito la expansión de Babilonia en el río Éufrates. Durante ese tiempo parecía muy improbable que los babilonios alguna vez pudieran vencer a los egipcios, cruzaran el Éufrates, avanzaran hacia la costa del Mediterráneo y lograran controlar a Siria y a Palestina (incluso Judá), que una vez formaron parte del jactancioso imperio asirio.

Sin embargo, todo esto terminó en el año 605 a.C. cuando Nabucodonosor, hijo de Nabopolasar, venció contundentemente a los egipcios en la batalla de Carquemis en la parte alta del río Éufrates. Esta victoria monumental solidificó el nuevo imperio babilonio y estableció a Babilonia como la potencia para tomar en cuenta en el Medio Oriente. Ya no existía el problema de quién controlaría el área que estaba al oeste del Éufrates.

Ese mismo año Nabucodonosor marchó hacia el sur, a las áreas que Egipto había controlado para demostrar que ahora él estaba al mando. Cuando llegó a Jerusalén, se llevó a Babilonia como rehenes a algunos hombres jóvenes, incluyendo a Daniel, que pertenecían a destacadas familias judías. También explicó que él era el gobernante de todo el antiguo imperio asirio.

Durante esos siete años antes de Carquemis (612–605 a.C.) el poder de los caldeos era bien conocido, sin embargo todavía les faltaba dominar a Judá. Por eso el Señor pudo haberle hablado a Habacuc en alguna oportunidad durante esos años. El piadoso rey judío Josías gobernó durante la mitad de esos años, y se supone que las condiciones de las que se queja Habacuc habrían ocurrido después de la muerte de Josías. Los años de Joaquín, el hijo de Josías, fueron años de perversidad: malvados, impenitentes, y violentos. Coinciden con las quejas de Habacuc.

Estos datos nos hacen suponer que Habacuc profetizó entre el año 609 y el 605 a.C., lo que lo pondría como joven contemporáneo de Nahúm y de Sofonías. Esta fecha también lo coloca en medio del ministerio de Jeremías. Es probable que hasta haya trabajado con Jeremías por algunos años.

Forma y contenido

La forma del libro de Habacuc es única entre los profetas. Los dos primeros capítulos son un diálogo entre Habacuc y Dios; Habacuc añade a la conversación las quejas que le presenta a Dios, tal vez en nombre de todos los creyentes que todavía quedan en Judá. El Señor, a su vez, responde a las preguntas del profeta. Después de haber recibido las respuestas de Dios, Habacuc contesta y termina su libro con un hermoso salmo. Este salmo nos muestra que él ha aceptado con fe las respuestas del Señor, a las conmovedoras preguntas que le había presentado. 

Al mismo tiempo es una hermosa confesión de fe porque expresa la confianza que Habacuc tiene en el Señor y en su gobierno sobre la tierra y todos sus habitantes.

Una de las razones que hace de Habacuc un libro interesante, valioso, y digno de estudiarse, son las preguntas fundamentales que presenta, que son las mismas que el pueblo de Dios de toda época todavía hace. Pregunta: “¿Por qué?” Si el Señor es Dios justo que odia el mal, entonces ¿por qué permite que el mal llene la tierra? ¿Por qué la gente perversa no recibe castigo? Si el Señor es Dios de amor que se preocupa por su pueblo, entonces ¿por qué permite que sufra? ¿Por qué permite que experimente el mal en el mundo? Éstas son preguntas muy importantes para el bienestar espiritual de los creyentes. La respuesta equivocada, o la falta de una respuesta, pueden alejar de la fe a los hijos de Dios y llevarlos: a la amargura, a la ira, y a la desesperación.

Sin embargo, Habacuc no sólo hace las preguntas; sino también les da a los creyentes un modelo excelente a seguir mientras esperan la respuesta de Dios. Habacuc dice: “Velaré para ver lo que me dirá, y qué he de responder tocante a mi queja” (2:1). Cuando Habacuc se presenta ante el Señor y expresa sus quejas, no lo hace para desafiar al Señor, ni para entablar ningún debate con Dios acerca de la manera en que el Señor gobierna la tierra. No, busca respuestas que pueda llevar al pueblo de Dios, respuestas que fortalecerán su fe, y aliviarán la ansiedad que han estado sufriendo.

Como Habacuc se acerca con este espíritu, Dios le responde misericordiosamente y comparte con él sus planes para el futuro. El Señor le asegura a Habacuc que el mal no ha pasado desapercibido, ni el de Judá, ni tampoco el de los babilonios. Se castigará la maldad y nadie escapará. Estas cosas sucederán, pero cuando el Señor lo disponga.

Estas respuestas le dan solidez al tema del libro: “Mas el justo por su fe vivirá” (2:4). El Señor le dijo a Habacuc lo que debía esperar en el futuro próximo, pero eso no responde directamente la pregunta, ¿por qué el Señor tolera el mal? La maldad de Babilonia castigará la de Judá. A su vez, otra nación de malhechores castigará la maldad de Babilonia. Además, el pueblo del Señor continuará sufriendo en este mundo.

Entonces, ¿dónde está la justicia eterna de Dios? La respuesta del Señor es el llamado a la fe. “Confía en mí” son las palabras de ánimo que le da el Señor. Esa es la diferencia que existe entre el pueblo de Dios y los incrédulos. Los creyentes actúan con la confianza de que todo está en las manos del Señor, y al mismo tiempo él controla todas las cosas para el bien de los miembros de su familia eterna. Cuando esa seguridad penetra en el corazón de los creyentes, uno se pueden unir a Habacuc en medio de las dificultades y decir: “Tranquilo espero el día… me alegraré en Jehová, y me regocijaré en el Dios de mi salvación” (3:16, 18).

El último capítulo de Habacuc está escrito de una manera que indica la posibilidad de que se haya utilizado en un servicio de adoración durante tiempos de calamidad y desastre. Se puede tomar esto como evidencia de que el Espíritu de Dios no sólo obró en el corazón de Habacuc la confianza en el Señor, sino también en el corazón de los demás hijos de Dios. Desde entonces los creyentes adoptaron las palabras de Habacuc al usar su salmo en el servicio de adoración.


Bosquejo de Habacuc

Tema: El justo vivirá por la fe

          I.      Título ( Habacuc 1:1)
          II.      Diálogo sobre la maldad del mundo ( Habacuc 1:2–2:20 )
            A.      Habacuc pregunta sobre la maldad de Judá (1:2–4)
            B.      El Señor responde que los babilonios castigarán a Judá (1:5–11)
            C.      Habacuc pregunta acerca de la maldad entre los babilonios (1:12–2:1)
            D.      El Señor responde que también castigará la maldad de los babilonios                          (2:2–20)
          III.      Salmo de fe en la justicia y el poder salvador del Señor ( Habacuc                         3:1–19)
            A.      Llamado a que el Señor los libere como en el pasado (3:1–15)
            B.      Confesión del poder misericordioso del Señor para salvar (3:16–19)

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jueves, 26 de noviembre de 2015

Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura. En Edén, en el huerto de Dios estuviste[…] Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6





¿Existen ángeles en el infierno?
ÁNGELES DEL INFIERNO
He aquí el trono del caos y su oscuro pabellón ampliamente extendido en el abismo ruin.
Milton
El infierno no es un lugar agradable. Pero usted lo desconoce, porque Satanás y sus demonios han montado un gran espectáculo. «El mismo Satanás», Pablo nos advierte, «se disfraza como ángel de luz» (2 Corintios 11:14, cursivas añadidas). Quizás es muy bueno haciendo esto porque alguna vez fue ángel. Satanás, según creen la mayoría de los eruditos bíblicos, fue en un momento dado un gran ángel, tal vez el más elevado de la jerarquía celestial. Su verdadero origen y los hechos específicos que lo llevaron a su caída están ocultos en el misterio. Sabemos mucho más acerca de lo que hace, que de cómo llegó ahí.

Un ser maligno … sutil y lleno de odio.
Donald Grey Barnhouse
EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS DISFRAZADO DE LUZ

Como vimos en el capítulo 2, el pasaje más conocido acerca de la ruindad del diablo se encuentra en Isaías 14:12: «¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana!» La palabra Venus en latín es «Lucifer», que así aparece en algunas versiones de la Biblia. Al planeta Venus se le conoce como el lucero de la mañana debido a su brillante visibilidad en la temprana luz del amanecer. Irónicamente, a Jesús también se le llama «La estrella resplandeciente de la mañana» (Apocalipsis 22:16).

Isaías 14 continúa: «Cortado fuiste por tierra[…] Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo» (Isaías 14:12–15).

Como mencioné en el capítulo 2, la comprensión de este pasaje ha tenido un poco de dificultad. En su contexto histórico, Isaías 14 realmente se refiere a la caída del rey de Babilonia, quizás es una antigua historia cananea que Israel usaba para apoyar su argumento. Aunque hay eruditos de la Biblia que creen que Isaías 14 también describe la muerte celestial de Satanás, anterior al inicio de la historia humana. Sabemos que algo así debió haber sucedido, porque en Génesis 3 vemos a «la serpiente antigua, que se llama diablo» (Apocalipsis 12:9) interferir maliciosamente en los propósitos de Dios, después que la Biblia abre con la creación en Génesis 1 y Adán y Eva en Génesis 2.

Ezequiel 28 es otro pasaje clave acerca de un antiguo gobernante, el rey de Tiro, a quien se le identifica como «el querubín protector».
Tú eras el sello de la perfección,
lleno de sabiduría, y acabado de hermosura.
En Edén, en el huerto de Dios estuviste[…]
Tú, querubín grande, protector,
yo te puse en el santo monte de Dios; allí estuviste;
en medio de las piedras de fuego te paseabas.
Perfecto eras en todos tus caminos
desde el día que fuiste creado,
hasta que se halló en ti maldad[…]
Por lo que yo te eché del monte de Dios,
y te arrojé de entre las piedras del fuego,
oh querubín protector.
Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura,
corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor;
yo te arrojaré por tierra;
delante de los reyes te pondré para que miren en ti[…]
espanto serás,
y para siempre dejarás de ser.
Ezequiel 28:12–19
Tal vez este pasaje relate la caída del diablo. Si por cierto es acerca de Satanás, podemos ver que era un ángel de alto rango: «Querubín[…] protector, yo te puse en el santo monte de Dios». Y también era sin pecado, «perfecto» en todos los sentidos, pero nació la debilidad del orgullo (igual que en Isaías 14) cambió su corazón y se volvió en contra de Dios. Por lo tanto, Dios lo echó fuera del cielo.

Casi al finalizar la Biblia leemos un relato similar: «Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él» (Apocalipsis 12:7–9).

Apocalipsis 9, que comienza con el simbolismo bíblico clásico, es paralelo: «Una estrella [recuerden la asociación bíblica entre ángeles y estrellas] que cayó del cielo a la tierra». Sin duda, los primeros cristianos lo entendieron como un símbolo del ángel caído, Satanás. «Y se le dio la llave del pozo del abismo»: el elevador hacia el infierno. Una vez abierto el abismo, hubo tantas tinieblas que el sol y el aire se oscurecieron. Fue el ocaso de una de las más temibles plagas del mundo antiguo: una oscura y revoloteante nube de langostas. Sin embargo, estos insectos eran terriblemente diferentes: «Y se les mandó que no dañasen a la hierba de la tierra, ni a cosa verde alguna, ni a ningún árbol, sino solamente a los hombres que no tuviesen el sello de Dios en sus frentes» (Apocalipsis 9:4).

En lugar de eso, la tortura a los perversos fue como tormento de escorpión: un símbolo del poder del demonio. Jesús lo explicó anteriormente: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará» (Lucas 10:18–19, cursivas añadidas).

Para resumir, la Biblia no aclara de dónde viene exactamente Satanás, ni precisa cuándo cayó a la tierra, pero de que hay un diablo, un oponente sobrehumano de Dios y su pueblo, es indiscutible. Su nombre, Satanás, significa «adversario». Los judíos de la antigüedad también lo llamaban por el nombre menos conocido Mastema: palabra hebrea para «enemistad». En los antiguos rollos del Qumrán, el diablo es «el ángel de enemistad». «El judaísmo[…] consideraba a Satanás o Mastema como la encarnación del principio de hostilidad entre Dios y los seres humanos, y también como el gobernador de los malos espíritus». El Nuevo Testamento lo llama cuatro veces «el príncipe de los demonios».

El otro nombre bien conocido de Satanás es diablo, que significa «acusador» o «engañador». Es su título. Es a lo que se dedica. Al diablo también se le conoce como:
     mal o malvado (Mateo 6:13)
     enemigo (Mateo 13:25, 28, 39)
     homicida (Juan 8:44)
     engañador (Apocalipsis 20:10)
     beelzebú (Mateo 9:34; 12:24)
     Belial o Beliar, «el inútil» (2 Corintios 6:15)
     gobernador de este mundo (Juan 12:31)
     príncipe de este mundo (Juan 12:31)
     príncipe de los poderes del aire (Efesios 2:2; 6:12)
     gran dragón (Apocalipsis 12:9)
     serpiente antigua (Apocalipsis 12:9)
     Abadón, Apolión, destructor (Apocalipsis 9:11)
     tentador (Mateo 4:3)
Es el padre de mentira (Juan 8:44). Por eso es bueno en disfrazarse como ángel. Es el príncipe de las tinieblas disfrazado de luz.
UN DIABLO DE NEGOCIOS
El diablo está en un terrible negocio. Hace todo lo malo que podamos imaginar. Y otro tanto que parecen muy buenas. Está en el negocio de oponerse a Dios y resistir a los santos. C. Fred Dickason, en su excelente libro Angels: Elect and Evil [Ángeles: elegidos y perversos], ha bosquejado cuidadosamente el trabajo del diablo. Con relación a Dios, es el adversario de la persona y del programa de Dios. Con relación a las naciones, las engaña a través de la sutil influencia de sus gobernantes.

Con relación a los inconversos, Satanás obstruye o distorsiona el mensaje salvador de Jesús. Según la parábola del sembrador (Lucas 8:12), se lleva lejos el evangelio así como los pájaros lo hacen en los caminos donde el grano cae.

De algún modo, esto involucra juegos perniciosos de la mente, como el apóstol Pablo lo explica: «Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios» (2 Corintios 4:3–4).

Satanás lo logra promoviendo falsas religiones, algo que el apóstol Pablo llama «doctrinas de demonios» (1 Timoteo 4:1–3), y sustentando un estilo de vida de ateísmo, viviendo sin tomar en cuenta a Dios ni sus leyes. Los comentarios de Pablo al respecto son explícitos: «Y Él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia» (Efesios 2:1–2).

Finalmente, con relación a los cristianos, el diablo lucha contra nosotros con uñas y dientes: «Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra[…] los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en la regiones celestes» (Efesios 6:11–12). Los «métodos de ataque del diablo» consisten en murmuración y acusación: precisamente pone en acción el significado de su nombre (Apocalipsis 12:10). Y plantando la duda, tentándonos a pecar. Incitando a persecución. Obstruyendo el camino del ministerio: «Por lo cual», escribe Pablo, «quisimos ir a vosotros, yo Pablo ciertamente una y otra vez; pero Satanás nos estorbó» (1 Tesalonicenses 2:17–18).

Quizás las estratagemas más eficaces de Satanás son las más sutiles: el malentendido en las relaciones y la división profundamente dolorosa que viene como resultado: división de iglesias, demandas legales entre amistades y vecinos, hijos que huyen del hogar, divorcios. Pueden leer una letanía de los éxitos del diablo en la página principal de los periódicos del día.

A menudo se pasa por alto que Efesios 6, quizá un de los pasajes de la Biblia más familiares acerca de la batalla espiritual, es realmente acerca de los problemas de las personas y cómo el diablo las usa para lograr sus diabólicos propósitos. Justo antes del famoso pasaje sobre la armadura de Dios en Efesios 6, Pablo se refiere a toda clase de situaciones sobre las relaciones: esposos y esposas (Efesios 5:22–33), padres e hijos (Efesios 6:1–4), y amos y esclavos, o en términos de nuestra cultura, como lo traducen algunas versiones de la Biblia, empleados y empleadores (Efesios 6:5–9).

Después, y solo entonces, Pablo demanda: «Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios[…] Porque no tenemos lucha contra sangre y carne (Efesios 6:10–12). O sea, sus luchas no son con todos los que en su vida cree que son sus grandes problemas. Las batallas de la vida se dan a un nivel mucho más profundo y sus problemas no sólo son contra otras personas, sino contra los principados y las potestades de las tinieblas que trabajan detrás de los telones para romper nuestras relaciones importantes: esposos y esposas, padres e hijos, empleados y empleadores.

Antes de pasar a considerar los demonios y qué hacen, quiero aclarar otro asunto importante. Satanás quizás sea el segundo ser más poderoso en el universo, pero no es omnipotente. Su poder y autoridad están muy por debajo del trono de Dios. Pablo nos recuerda que Cristo está sentado a la diestra del Padre, «sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero» (Efesios 1:21).

Satanás tampoco es omnipresente. Es un ángel caído, un ser finito. En su condición de ángel, es probable que tenga «alas», en el sentido de que puede moverse rápido de un lugar a otro en el tiempo y el espacio. Pero a diferencia de Dios, no está en todas partes al mismo tiempo. Sin embargo, tal vez piensen que sí lo está por la forma en que la gente habla de él. Pareciera que está en todos los lugares al mismo tiempo, pero esa es parte de la ilusión. Lo que a la mayoría de las personas le parece que es el diablo, tal vez no sea algo más que los demonios, intensamente sirviendo a su malvado maestro.

En resumen, las funciones del diablo como tipo de universo negativo: cualquier cosa en la que Dios esté, el diablo va en su contra. Satanás es la personificación del mal y tiene una infinidad de ángeles caídos a su servicio.
¿DE DÓNDE VIENEN LOS DEMONIOS?
No todos los ángeles son buenos. La palabra demonios en griego es daimones. Según la Biblia, los demonios, que colaboran con el diablo mismo, son un malvado tercio (Apocalipsis 12:3–4) de la población del ámbito espiritual. ¿Quiénes son los demonios? ¿Y de dónde vienen? La respuesta más rápida y sencilla es que son ángeles caídos («de las tinieblas»). Y eso es lo que yo creo, pero quizás les sorprenderá que no todos piensen igual. C. Fred Dickason admite que «hay una pregunta concerniente a origen e identificación de los demonios[…] porque la Biblia no lo establece de manera específica». Y el teólogo Henry Theissen la llama «una pregunta confusa».
Ángeles caídos. 
La primera teoría, y la que acepto junto con la gran mayoría de los profesores de Biblia, es que los demonios son legiones de ángeles caídos. Se trata de ángeles disfuncionales, que sirven al diablo y le hacen la vida miserable a los seres humanos. Hay varias razones para creer en esta perspectiva. En primer lugar, hay expresiones paralelas como «el diablo y sus ángeles» (Mateo 25:41) y «Beelzebú, príncipe de los demonios» (Mateo 12:24ss.). 
Es obvio que los términos usados aquí son intercambiables, de que el «diablo» y «Beelzebú» son el mismo. De igual manera lo son los ángeles y los demonios. Sin embargo, debo mencionar que Satanás, que es un ángel caído, jamás se le llama demonio. Segundo, los ángeles y los demonios parecieran tener la misma naturaleza. A ambos se les llama «espíritus». Tercero, los demonios y ángeles malos llevan a cabo el mismo oficio terrible, que junto a Satanás se oponen contra Dios y el ser humano.
Espíritus incorpóreos de una «civilización perdida». 
La segunda teoría es la que dice que los demonios son los espíritus incorpóreos de una raza preadámica. En otras palabras, algunos estudiosos de la Biblia opinan que existió una raza de seres humanos antes de la creación de Adán y Eva. Se basan en lo que parece ser una nueva creación de la tierra en Génesis 1: «En el principio[…] la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo».

¿Por qué estaba la tierra desordenada y en tinieblas?, se preguntaban. ¿Por qué hay la sugerencia de un caos? Sabemos que Dios creó todas las cosas de la nada, pero en Génesis 1 pareciera que Dios hubiera comenzado de nuevo con algo y lo estuviera reorganizando. Quizás había una raza de seres humanos viviendo en la tierra antes de Adán, una raza que destruyeron la «primera» tierra. Y a lo mejor el diablo estuvo involucrado en todo esto de algún modo.

Bueno, no lo sabemos. No tenemos la película de la creación. El primer capítulo de Génesis nos da el relato completo de la creación, pero no entra en detalles. Como por ejemplo, lo que significan esas amorfas tinieblas en el principio del Génesis 1. Además, no hay otro lugar en la Biblia en que ni siquiera remotamente sugiera la existencia de una raza preadámica. Estoy convencido, por lo tanto, de que este no es el lugar de donde proceden los demonios.
Los espíritus de bene haʾelohim
Una tercera teoría, algo que analizamos en el capítulo anterior, es que los demonios son la simiente de los «hijos de Dios» y las hijas de los hombres en Génesis 6. Al parecer, el antiguo escritor cristiano Justino lo creía. En el siglo segundo escribió: «Dios otorgó el cuidado de los seres humanos y todas las cosas debajo del cielo a los ángeles, a quienes puso por encima de ellos. Pero los ángeles transgredieron este oficio, se dejaron cautivar por el amor de las mujeres y engendraron hijos que son los llamados demonios». Los líderes cristianos no apoyan abiertamente esta opinión. A mi juicio, esto es pura conjetura. A la luz de la enorme cantidad de actividad demoníaca que parece evidente en nuestro mundo hoy en día, esos «hijos de Dios» debían haber tenido un número imposible de descendientes.
Los espíritus incorpóreos de los que han partido. 
La cuarta teoría es la que dice que los demonios son los espíritus incorpóreos de los muertos malvados. «Son los condenados que regresan a perseguir a los vivos», como expone un escritor. En otras palabras, cuando los malvados mueren, se liberan sus espíritus para vagar por la tierra hasta el día del juicio. Este era el concepto que tenían los antiguos escritores judíos Filón y Josefo, y sorprendentemente, muchos de los autores cristianos antiguos. Se cree que estos fantasmas vagabundos, o «ánimas», habitan en las casas viejas y bosques oscuros, y poseen las almas y cuerpos de quienes están vivos.

Algunas personas hasta creen que las almas de los que han partido las observan y protegen como si fueran ángeles. Sophy Burnham informa en su libro: «Escuché de una mujer alemana que sufrió un terrible accidente automovilístico diez días después de la muerte de su marido[…] Explica que sobrevivió debido a la protección de su marido[…] porque sintió su presencia de manera muy poderosa a la hora del impacto».

Pero el enorme problema que hay con esta teoría es que sencillamente no está en la Biblia. En ninguna parte. Sin embargo, la Palabra de Dios enseña que las almas de las personas que han partido sin Dios, van a una prisión temporal de los muertos llamada «seol» o «hades», mientras que los espíritus de los justos van a la presencia de Dios. Seol es una palabra hebrea, hades es griega. Ambos términos significan esencialmente la misma cosa: una morada intermedia de los muertos.

El infierno es diferente. Es final y para siempre, y contrario a la opinión popular, los impíos no van directo al infierno. Según Apocalipsis, el infierno no abrirá sus puertas hasta después del juicio final:
Y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda.
Apocalipsis 20:12–14 (cursivas añadidas)
Así que por ahora, de acuerdo a las Escrituras, los impíos van directo al seol o hades. No es que tengan una segunda oportunidad ahí. El hades es sólo una celda de detención antes de la sentencia final cuando Dios aparezca en su gran trono blanco de juicio.

Aun hasta algunos de los ángeles caídos están encarcelados ahí, como lo revela Judas: «Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día» (Judas 6).

El porqué algunos de los ángeles caídos están presos y otros están bajo fianza no está claro, pero Pedro, también, declara: «Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno [griego: tartarus] los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio» (2 Pedro 2:4, cursivas añadidas). Tartarus era lo peor de lo peor, lo profundo de lo más profundo, la caverna más tenebrosa y temible en el hades.

Por todas estas razones, los demonios no pueden ser espíritus incorpóreos de los impíos que mueren. No hay absolutamente ninguna enseñanza al respecto en el Nuevo Testamento sobre los espíritus errantes de los muertos o fantasmas.
EL PELIGRO DE HABLAR CON LOS MUERTOS
Como estudiante de la Biblia, me inclino a creer que las anécdotas sobre las almas reales de los que han partido que vienen a visitar a los vivos quizás tienen sus bases en alguna actividad demoníaca, tal vez un demonio con disfraz de alguna persona amada. Sin embargo, creo que es posible que el Señor puede usar una visión—no el espíritu real de la persona—para decirnos que una persona amada fallecida está en paz en la presencia de Dios en el cielo.

Mi esposa, Marilyn, tuvo una extraña experiencia como esta pocos días después del fallecimiento de su madre. En un momento inesperado de éxtasis, a miles de millas lejos de la tumba de su madre, Marilyn «vio» la indescriptible cara gozosa de su madre. Fue tan real que, años más tarde, mi esposa no puede hablar de eso sin llorar.

Pareciera que, en un instante fugaz, Dios abrió los cielos y le permitió a mi esposa ver cuán feliz y bien cuidada estaba su madre allá con Dios. No obstante, ninguno de nosotros tuvo la más remota sensación de que la mamá de Marilyn hubiera de algún modo regresado de los muertos para visitarnos, ni de que ella tuviera algún mensaje para nosotros del más allá. Su madre no habló. Ni siquiera se volvió a mirarla. Marilyn sólo vio su cara.

La Biblia, creo yo, deja una brecha muy pequeña entre la puerta de los vivos y la de los muertos. En los relatos de los Evangelios, Santiago, Pedro y Juan vieron a Moisés y a Elías, santos del Antiguo Testamento que hacía mucho habían partido, hablando con Jesús en el monte de la transfiguración. Los muertos, aprendemos de aquí, no están realmente muertos. Pero también tenemos que tomar en cuenta que Moisés y Elías jamás dicen una palabra a los apóstoles. Es más, ni siquiera parecieran percatarse de su presencia. Jesús, no los espíritus incorpóreos de Moisés y Elías, es el centro del relato y el foco de atención de todo el mundo. Jesús es el único lazo entre el cielo y la tierra, la escalera por la cual ascienden y descienden los ángeles (Juan 1:51). Jesús es nuestro mediador, no un medio.

La Biblia expresamente prohíbe el uso de médiums o de cualquier contacto directo con los muertos: «Cuando entres a la tierra que Jehová tu Dios te da, no aprenderás a hacer según las abominaciones de aquellas naciones. No sea hallado en ti quien[…] practique adivinación[…] ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos» (Deuteronomio 18:9–11). En una nota, aún más estricta, Moisés advierte al pueblo de Israel: «Y el hombre o la mujer que evocare espíritus de muertos o se entregare a la adivinación, ha de morir; serán apedreados; su sangre será sobre ellos» (Levítico 20:27).

A pesar de las muchas dudas que pueblan nuestro entendimiento sobre Satanás y sus fuerzas malignas, parece ser indiscutible que existe. Y que él mismo contribuye a la confusión que rodea el dominio de las tinieblas.
«Demonio» es sinónimo de «ángel de las tinieblas».
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