martes, 11 de agosto de 2015

¿Qué es más fácil? ¿Decir: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate y anda"? Pero para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados, -dijo al paralítico-: A ti te digo: ¡Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa!

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información 


Construcción de Sermones
Lucas 5 - 6:1-11
1Aconteció que, mientras las multitudes se agolpaban sobre él y escuchaban la palabra de Dios, Jesús estaba de pie junto al lago de Genesaret,  2 y vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían salido de ellas y estaban lavando sus redes. 3 Al entrar él en una de las barcas, la cual pertenecía a Simón, pidió a éste que la apartase de tierra un poco. Luego se sentó y enseñaba a las multitudes desde la barca. 4 Cuando acabó de hablarles, dijo a Simón: 
—Boga mar adentro,  y echad vuestras redes para pescar. 
5 Simón le respondió y dijo: 
—Maestro, toda la noche hemos trabajado duro y no hemos pescado nada. Pero por tu palabra echaré la red. 
6 Cuando lo hicieron, atraparon una gran cantidad de peces, y sus redes se rompían. 7 Hicieron señas a sus compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles. Ellos vinieron y llenaron ambas barcas, de manera que se hundían. 8 Y Simón Pedro, al verlo, cayó de rodillas ante Jesús exclamando: 
—¡Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador! 
9 Por la pesca que habían logrado, el temor se apoderó de Pedro y de todos los que estaban con él, 10 y de igual manera de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón. Entonces Jesús dijo a Simón: 
—No temas; de aquí en adelante estarás pescando hombres. 
11 Después de sacar las barcas a tierra, lo dejaron todo y le siguieron. 

Jesús sana a un leproso 
12 Aconteció que, estando Jesús en una de las ciudades, he aquí había un hombre lleno de lepra. El vio a Jesús, y postrándose sobre su rostro, le rogó diciendo: 
—Señor, si quieres, puedes limpiarme. 
13 Entonces extendió la mano y le tocó diciendo: 
—Quiero. ¡Sé limpio! 
Al instante la lepra desapareció de él. 14 Y Jesús le mandó que no se lo dijera a nadie; más bien, le dijo: 
—Vé y muéstrate al sacerdote y da por tu purificación la ofrenda que mandó Moisés, para testimonio a ellos. 
15 Sin embargo, su fama se extendía cada vez más, y se juntaban a él muchas multitudes para oírle y para ser sanadas de sus enfermedades. 16 Pero él se apartaba a los lugares desiertos y oraba. 

Jesús sana a un paralítico 
17 Y aconteció en uno de esos días que Jesús estaba enseñando, y estaban sentados allí unos fariseos y maestros de la ley que habían venido de todas las aldeas de Galilea, de Judea y Jerusalén. El poder del Señor estaba con él para sanar. 18 Y he aquí, unos hombres traían sobre una camilla a un hombre que era paralítico, y procuraban llevarlo adentro y ponerlo delante de Jesús. 19 Al no encontrar cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa y juntamente con la camilla, le bajaron por el tejado en medio, delante de Jesús. 20 Al ver la fe de ellos, Jesús le dijo: 
—Hombre, tus pecados te son perdonados. 
21 Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a razonar diciendo: 
—¿Quién es éste, que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios? 
22 Pero Jesús, dándose cuenta de los razonamientos de ellos, respondió y les dijo: 
—¿Qué razonáis en vuestros corazones? 23 ¿Qué es más fácil? ¿Decir: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate y anda"? 24 Pero para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados, -dijo al paralítico-: A ti te digo: ¡Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa! 
25 De inmediato se levantó en presencia de ellos, tomó la camilla en que estaba recostado y se fue a su casa glorificando a Dios. 26 El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Fueron llenos de temor y decían: 
—¡Hoy hemos visto maravillas! 
El llamamiento de Leví 
27 Después de esto, Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado en el lugar de los tributos públicos. Y le dijo: 
—¡Sígueme! 
28 El, dejándolo todo, se levantó y le siguió. 
29 Entonces Leví le hizo un gran banquete en su casa, y había un gran número de publicanos y otros que estaban a la mesa con ellos. 30 Los fariseos y sus escribas murmuraban contra los discípulos de él, diciendo: 
—¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores? 
31 Respondiendo Jesús les dijo: 
—Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. 32 No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento. 
Preguntas sobre el ayuno 
33 Entonces ellos le dijeron: 
—Los  discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, igual que los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben. 
34 Jesús les dijo: 
—¿Acaso podéis hacer que los que están de bodas ayunen mientras el novio está con ellos? 35 Pero vendrán días cuando el novio les será quitado. Entonces, en aquellos días ayunarán. 
36 Les decía también una parábola: 
—Nadie corta un parche de un vestido nuevo para remendar un vestido viejo. De otra manera, el vestido nuevo se rompe, y el parche tomado del nuevo no armoniza con lo viejo. 37 Ni nadie echa vino nuevo en odres viejos. De otra manera, el vino nuevo romperá los odres; el vino se derramará, y los odres se perderán. 38 Pero el vino nuevo debe ser echado en odres nuevos.  39 Y ninguno que bebe lo añejo quiere el nuevo, porque dice: "Lo añejo es lo mejor." 

Jesús: Señor del sábado 
6 Aconteció que Jesús pasaba por los sembrados en sábado,  y sus discípulos arrancaban espigas y las comían, restregándolas con las manos. 2 Y algunos de los fariseos dijeron: 
—¿Por qué hacéis lo que no es lícito hacer en los sábados? 
3 Respondiéndoles, Jesús dijo: 
—¿No habéis leído qué hizo David cuando tuvo hambre él y también los que estaban con él?  4 Entró en la casa de Dios, tomó los panes de la Presencia,  que no es lícito comer, sino sólo a los sacerdotes, y comió y dio también a los que estaban con él. 5 -También les decía-: El Hijo del Hombre es Señor del sábado. 

El hombre de la mano paralizada 
6 Aconteció en otro sábado que él entró en la sinagoga y enseñaba. Y estaba allí un hombre cuya mano derecha estaba paralizada. 7 Los escribas y los fariseos le acechaban para ver si le sanaría en sábado, para hallar de qué acusarle. 8 Pero él, conociendo los razonamientos de ellos, dijo al hombre que tenía la mano paralizada: 
—Levántate y ponte en medio. 
El se levantó y se puso en medio. 9 Entonces Jesús les dijo: 
—Yo os pregunto: ¿Es lícito en el sábado hacer bien o hacer mal? ¿Salvar la vida o quitarla? 
10 Y mirándolos a todos en derredor, dijo al hombre: 
—Extiende tu mano. 
El lo hizo, y su mano le fue restaurada. 11 Entonces ellos se llenaron de enojo y discutían los unos con los otros qué podrían hacer con Jesús. 
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Por el lago Genesaret (5:1–11)
La descripción de ese lugar proviene del nombre del gran llano donde está situado el lago. También se conoce por Mar de Galilea. Sin embargo, Lucas nunca lo describe con el término “mar” porque conocía el Mediterráneo, que de veras merecía el nombre de mar. El autor no asignaría dicho apelativo a una porción de agua de apenas 480 kilómetros cuadrados. A través de la Biblia, el mismo lugar ha tenido otros nombres como: “Mar de Cinaret” (Josué 12:3) y “Mar de Tiberias” (Juan 6:1).
Es interesante notar que el lago está a unos 225 metros bajo el nivel del mar. En los tiempos de Jesucristo había 9 ciudades en las orillas, cada una con unos 15,000 habitantes. Pero es más importante mencionar que 18 de los 33 milagros de Cristo se hicieron en las cercanías de ese lago, y 10 de ellos en la ciudad de Capernaum.
En esa ocasión, depués de predicar a la muchedumbre, se dirigió específicamente a Simón pedro ordenándole echar las redes para pescar. ¡Imagínese, el pescador profesional recibiendo órdenes de un carpintero! Es evidente que Simón sabía que Cristo era mucho más que un carpintero. Aunque había trabajado con sus colegas toda la noche, la hora más adecuada para la pesca, no habían pescado nada. Posiblemente se dijo a sí mismo: “¡Tampoco a esta hora hallaremos pescado! ¿Qué dirá la gente si me ve salir a pescar de día, considerado inadecuado para la pesca?”
“VENID EN POS DE MI, Y OS HARE
PESCADORES DE HOMBRES”
Mateo 4:19
Lo que salió de su labios refleja su verdadera y creciente convicción: “mas en tu palabra echaré la red” (5:5). ¡Cómo ha de haberse alegrado el corazón de Jesús al oir semejantes palabras! Es una lindísima combinación de fe sencilla y obediencia completa, precisamente lo que Cristo busca en sus seguidores.
La primera reacción de parte de Simón Pedro (5:7–8) demuestra lo que requiere el Señor de los suyos: que reconozcan el carácter santo de su Dios y su propia pecaminosidad. Simón cayó de rodillas, y el Señor Jesús, por decirlo así, puso su sello de aprobación en él y le indicó la que sería su vocación de allí en adelante: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres” (5:10). La frase “pescador de hombres” es la traducción de un verbo que solamente se usa dos veces en todo el Nuevo Testamento, y quiere decir “tomar vivos a los hombres”.
La segunda reacción de parte de Simón Pedro es que dejó todo por seguir a Cristo Jesús. Es la respuesta lógica, y precisamente la que se espera de alguien que ha visto y entendido la revelación de la persona de Cristo, el Hijo de Dios y Dios mismo. Ese milagro y su enseñanza fueron la prueba que necesitaba Simón, y desde entonces, el barco de ese pescador tuvo otro capitán.
LA BENDICIÓN VIENE POR LA OBEDIENCIA.
En una de las ciudades (5:12–26)
Hemos visto una demostración de la autoridad que el Hijo del Hombre tenía sobre la naturaleza. ¡Hasta los peces lo obedecieron! A continuación sigue autenticando su personalidad y mensaje al curar a un leproso y a un paralítico.
Los leprosos se consideraban muertos y de acuerdo a la ley, eran inmundos e intocables. Lucas, otra vez mostrando su profesión médica, describe el caso como muy avanzado: “un hombre lleno de lepra” (5:12). Estando en esas condiciones físicas y sociales, nos asombra que se presentara en público y ante una persona célebre como Jesús. Por sus palabras, se ve que el valor del enfermo provenía de la confianza que tenía en Jesús: “Señor, si quieres, puedes limpiarme” (5:12). Cristo dijo: “Quiero; sé limpio”, y así fue.
Jesús le mandó cumplir con los requisitos que la ley estipulaba, lo cual causó sorpresa entre las autoridades religiosas. Las Escrituras no indican que tuvieran experiencia en cumplir con esa parte de la ley. Además, advirtió al hombre que no dijera nada. Pero no le hizo caso, y con gran gozo hizo todo lo contrario.
¡REFLEXIONEMOS!
Cabe indicar aquí que ni la alegría desbordante es motivo para desobedecer las órdenes de Dios. En este caso, la fama presionó mucho a Cristo, porque la gente empezó a llegar de todas partes buscando ser sanados. Por supuesto que no existe ninguna circunstancia que justifique la desobediencia. Analice su vida para ver si existe en ella algo en lo cual esté desobedeciendo al Señor y corrija lo que sea necesario.
El siguiente caso tembién demuestra su autoridad, no solamente sobre lo físico, sino también en lo espiritual, así como la fe y perseverancia de los amigos del paralítico, cuya sanidad también fue un milagro en todo sentido.
No obstante, el encuentro causó una reacción adversa por parte de los religiosos. Cuando el Señor dijo: “Hombre, tus pecados te son perdonados” (5:20), ellos dijeron: “¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?” ¡Bien dicho! Sus propias palabras los condenaron. El mismo Dios que pretendían obedecer estaba presente y actuando. Los milagros que Cristo Jesús hacía autenticaban su mensaje e identidad, pero los líderes religiosos no querían aceptarlo.
¡Qué asombroso! Ni la presencia, ni la predicación ni el poder de Jesucristo fueron suficientes para convencer a los religiosos. Esto nos recuerda lo que Jesús mismo dijo en Juan 6:44: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere”. Conocer a Cristo, el Hijo de Dios, el que perdona nuestros pecados, como nuestro Salvador personal, no viene por oir argumentos ni por ver milagros, sino por la obra de Dios.
En la casa de Leví (5:27–39)
Lucas identifica a Leví (llamado “Mateo” en Mateo 9:9) como un publicano, lo cual lo hacía empleado del odiado gobierno de Herodes y estaba encargado de cobrar los impuestos aduanales en la carretera principal que pasaba por Capernaum. Un publicano, por métodos legítimos o ilegítimos, podía llegar a ser muy rico, pero tenía que sacrificar su buena reputación; la gente lo consideraba pecador empedernido.
Tal vez Leví ya había oído de Cristo, o lo había escuchado en persona porque respondió a su invitación de todo corazón. Dejó no solamente su trabajo, sino también su carrera. Para celebrar el evento, dio un gran banquete porque quería que sus colegas tuvieran oportunidad de oir a Cristo.
LA EVIDENCIA MAS FUERTE DE HABER
CREIDO EN CRISTO ES
¡UNA VIDA TOTALMENTE CAMBIADA!
Aparentemente, otros asistieron a la fiesta. No como invitados, por cierto. Unos escribas y fariseos llegaron como “observadores” o mejor dicho “acusadores”, y de inmediato se quejaron diciendo: “¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores?” Ese último término tenía la connotación del pecado grosero, cometido por una persona non grata a la sociedad.
Sin dar más detalles, Cristo respondió en palabras que han llegado a ser clásicas: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (5:32). De seguro, los religiosos no sentían la necesidad de que hubiera un cambio así en sus vidas.
Como para disimular, le hicieron una pregunta acerca de los ayunos, a la que Jesús contestó con tres ilustraciones, las dos últimas en forma de parábola.
1.     Los amigos e invitados a la boda no ayunan mientras el “marido” está presente porque es una ocasión de gozo. Lo harán después que se haya ido (5:34–35).
2.     No se hace un remiendo de tela nueva en un vestido viejo porque se encoge y el daño resulta peor (5:36).
3.     No se debe poner vino nuevo en odres viejos, porque ya han perdido su elasticidad. La fermentación hará que se pierda tanto el vino como el odre (5:37–39).
Cristo no vino como un maestro o profeta más en la larga lista del sistema antiguo. Tampoco a colocar un remiendo en el vestido religioso de los judíos, sino a presentar algo nuevo, aunque no tan completamente nuevo. Los estudiantes verdaderos del Antiguo Testamento deberían haber sabido que el Mesías traería un mensaje de grandes responsabilidades espirituales, pero los dirigentes de ese tiempo no lo entendieron así.
En el día de reposo (6:1–11)
Esta sección se podría titular “un conflicto más con los líderes hipócritas”. En los primeros cinco versículos, los fariseos critican a los discípulos por recoger y comer trigo en sábado. La ley permitía que el hambriento tomara del grano ajeno para satisfacer su necesidad, pero lo que disputaban era que lo hicieran en sábado. Conviene recordar que no aplicaban a otras partes de la ley el mismo celo exagerado.
Así son los hipócritas, muy devotos en ciertos aspectos de su religión y muy descuidados en otros. No cabe duda que Cristo dio precisamente en el blanco con la pequeña frase: “¿Ni aun esto habéis leído?” Eso sí les molestó, porque se jactaban de conocer el Antiguo Testamento de punta a punta. “¿Quién es este advenedizo que nos quiere hablar de las Escrituras?” se han de haber preguntado.
Jesús cita el caso de David en 1 Samuel 21:1–6 como una interpretación del cuarto mandamiento (Exodo 20:10) y a continuación se declara “Señor del día de reposo” (6:5). El había hecho el día de reposo: “Todo fue creado por medio de él y para él” (Colosenses 1:16). El Creador debía saber a fondo y mucho mejor que ellos, cuál era su propósito. Asimismo, conoce a fondo el corazón del hombre.
¡REFLEXIONEMOS!
Aun el verdadero creyente puede caer en el error de los fariseos. ¡Qué fácil es leer y hasta dominar el contenido de la Palabra de Dios sin prestar la debida atención a lo que dice! En tal caso, dominamos la Biblia, pero ella no nos domina a nosotros. ¡Esto es fariseísmo puro! Deténgase y medite por unos momentos en alguna ocasión en que usted haya actuado así y propóngase no hacerlo más.
La misma reclamación surgió otro sábado cuando el Señor sanó al hombre que tenía la mano tullida. En esa ocasión los escribas y fariseos vigilaban a Jesús, sabiendo que el enfermo estaba presente. También conocían el poder de Cristo y su compasión. Sin embargo, sus duros corazones, en vez de reconocerlo como Mesías, buscaban atraparlo: “Mas él conocía los pensamientos de ellso” (6:8). Esa pobre gente autoengañada no sabía con quién se enfrentaba. ¡Hasta sus pensamientos los conocía Jesús!
Su pregunta breve y sencilla los dejó callados:
“¿ES LÍCITO EN DÍA DE REPOSO HACER BIEN, O
HACER MAL? ¿SALVAR LA VIDA, O QUITARLA?”
Parece que les quería comunicar que cuando uno tiene la oportunidad de hacer el bien, debe hacerlo sin importar qué día de la semana sea. Más bien, es malo refrenarse de hacerlo. Dicha lección también los dejó callados y muy enojados (6:11)
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