martes, 26 de marzo de 2019

Nuestra inclinación natural es hacer pagar con la misma moneda y devolverle “mal por mal” al agresor

PARA RECORDAR ... El que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
El amor cristiano se pone en práctica

2 Tesalonicenses 5:14–15.
 El trabajo de un pastor tiene el propósito de fortalecer y amonestar. Sin embargo, los miembros de una congregación, también pueden hacer mucho para corregirse y ayudarse los unos a los otros.

Anteriormente en la carta, Pablo había exhortado a los tesalonicenses a no rechazar el trabajo manual como algunos de los griegos lo hacían, sino a trabajar “con vuestras manos” para no tener “necesidad de nada” (4:11, 12). Si alguno continuaba viviendo la vida “ociosa” de un haragán, los miembros de la congregación le debían advertir que estaba viviendo en pecado. La segunda carta de Pablo a los tesalonicenses indica que algunos no escuchaban aun después de haberlos amonestado. Lo que debía hacer la congregación en estos casos, se indica con detalle en 2 Tesalonicenses 3.

Algunos de los miembros eran “de poco ánimo”, es decir, los tímidos y deprimidos. Anteriormente en la carta se mencionan dos cosas que podrían haber sido la causa de esa acitud: la persecución y la aflicción. Sin embargo, no importa cuál sea la causa, Pablo insta a los miembros de la congregación a dirigir palabras de consuelo y de aliento a aquellos cuyo espíritu estaba casi quebrantado y que estaban listos a darse por vencidos.
Otra forma de practicar el amor cristiano era la de prestar ayuda a los que eran débiles por causa de alguna enfermedad corporal o de invalidez. Literalmente la palabra griega para “sostener” quiere decir “aferrarse a”. Las personas con enfermedades físicas de cualquier clase tienen una carga especial que sobrellevar, necesitan la ayuda de los hermanos en Cristo para sobrellevar esa carga, y toda la ayuda que podamos prestar no sólo es muy apreciada por el “débil”, sino que es observada por Cristo como si la hubiéramos hecho por él. En Mateo 25:40, él dice: “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis”.

La paciencia con otros es un fruto de la fe. La inmensa paciencia del Señor para con nosotros con todos nuestros pecados y flaquezas es una experiencia diaria. Nuestros hermanos en la fe tienen debilidades y características que algunas veces nos pueden irritar. El amor de Dios en Cristo nos da la paciencia que necesitamos para vivir y trabajar con ellos en una congregación.
Además, Pablo hace ver que la paciencia no ha de ser sólo con los hermanos en la fe, sino con “todos”. Dios en su paciencia no derriba al incrédulo inmediatamente, sino que le da un tiempo más largo para que se arrepienta. Debido a que nosotros, gracias a la misericordia de Dios, ya vivimos en el arrepentimiento, debemos ser motivados a practicar esta misma paciencia.

La venganza es una fuerza poderosa que empuja el corazón de toda persona a causa del orgullo y del egoísmo de la naturaleza pecaminosa con la que nacimos. Por lo tanto, cuando alguien nos hace mal, nuestra inclinación natural es hacerle pagar con la misma moneda y devolverle “mal por mal”. Pero lo que es natural para nuestra naturaleza pecaminosa es contrario al nuevo espíritu que ha creado en nosotros el Espíritu Santo. En lugar de la venganza, este nuevo espíritu nos encamina a seguir las instrucciones de nuestro Salvador, de amar a nuestros enemigos y de hacerles el bien a todos los que pecan contra nosotros.

Sin embargo, este nuevo espíritu es a menudo débil y la naturaleza pecaminosa se impone con facilidad en los momentos de debilidad. Por lo tanto, Pablo quiere que nos preocupemos los unos de los otros en este asunto.

Si vemos a un hermano o hermana que busca la venganza, debemos asegurarnos de ayudarle a reprimir el viejo Adán y a dejar de tratar de devolver “mal por mal”.

En cambio, Dios quiere que sigamos “siempre lo bueno unos para con otros”. Solamente el amor de Cristo por nosotros nos puede motivar a llevar esa vida de bondad. Efesios 4:32 lo dice bien: “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como también Dios os perdonó a vosotros en Cristo”.
3 ¡Que nadie los desoriente en modo alguno! Es preciso que primero se produzca la gran rebelión contra Dios y que se dé a conocer el hombre lleno de impiedad, el destinado a la perdición, 4 el enemigo que se alza orgulloso contra todo lo que es divino o digno de adoración, hasta el punto de llegar a suplantar a Dios y hacerse pasar a sí mismo por Dios. 2 Tesalonicenses 2.3–4

Ocho imperativos que se suceden uno a otro.. el camino de la verdadera libertad y de la felicidad.

PARA RECORDAR ... El que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
Modelar la vida conforme a la voluntad de Dios En un instante tenemos ocho imperativos que se suceden uno a otro. Con ocho mandatos Pablo nos hace repasar lo que es “la voluntad de Dios” para nosotros “en Cristo Jesús”. Estas no son pautas hechas por el hombre, sino que son de Dios mismo.

El mundo se puede burlar de muchas de estas normas como si no tuvieran sentido, o como si fueran imposibles, o como algo que restringe demasiado la libertad de la persona, pero para los que están “en Cristo Jesús”, son normas vitales y son el camino de la verdadera libertad y de la felicidad.

Podría parecer imposible llevar una vida en la que uno esté “siempre gozoso”. Es fácil estar gozoso en los buenos tiempos, pero ¿cómo podría estarlo en todas las pruebas y tribulaciones que nos causan aflicción?

Para la persona que le pertenece a Cristo por la fe, hay gozo aun en la tristeza. ¿Por qué? Porque los creyentes saben que Cristo gobierna los cielos y la tierra, y así la tristeza que entra en nuestra vida no es un asunto del destino que sea difícil de entender.

Cualquier cosa que nos cause tristeza es algo que nuestro Salvador permitió que llegara sólo para servir a nuestro bien. Las aflicciones nos acercan más a él (Romanos 5:3–5); las aflicciones purifican nuestra fe así como el oro se refina con el fuego (1 Pedro 1:7); nos dan oportunidades de confesar ante otros la esperanza que hay en nosotros (1 Pedro 3:13–15). Sin embargo, hay algo que la aflicción no puede hacer; nunca, jamás nos podrá separar del amor de Dios (Romanos 8:39). El Espíritu de Dios nos ayuda y ora por nosotros en nuestras debilidades. Además, sabemos que Dios cumplirá sus promesas de velar por nosotros y de cuidarnos en las tristezas.


Así que podemos gozarnos “profundamente” cuando nos hallamos “en diversas pruebas” (Santiago 1:2). Había muy poco en la antigua iglesia cristiana en que la mayoría de los cristianos modernos encontrarían mucho gozo. Los creyentes eran perseguidos y la mayoría de ellos eran pobres. Aun así aquellos antiguos cristianos tenían un gozo en Cristo que nada ni nadie les podía quitar.


También podría parecer imposible y hasta absurdo para la mayoría de la gente que uno deba orar “sin cesar”, es decir, continuamente. ¿Cómo puede una persona orar sin cesar, sin descansar, al menos para comer y dormir?


Cuando Pablo exhorta a la oración constante, no está sugiriendo que nos sentemos a toda hora con las manos juntas y con la cabeza inclinada en una oración consciente. Los cristianos ya sea consciente o inconscientemente encomiendan todas las cosas en todos los tiempos al Señor, que es quien cuida de nosotros. Cuando por la fe este es el espíritu interior de una persona, también lo expresará externamente en palabras de petición, alabanza y gratitud.


A menudo acudimos rápidamente a Dios para pedirle las cosas que necesitamos, pero después nos olvidamos de agradecerle cuando él responde a nuestra petición. Diez leprosos se acercaron a Jesús pidiéndole que los sanara. ¡Sólo uno regresó a darle gracias! Que la triste pregunta de Jesús: “Y los nueve, ¿dónde están?” (Lucas 17:17) nos recuerde cuánto le agrada a él recibir nuestra gratitrud. No nos olvidemos nunca de agradecerle por todas sus bendiciones.


Nuestra gratitud no debe estar limitada a las palabras; también la podemos expresar “en todo”, es decir, en todas las circunstancias con nuestros actos. “Todo lo que hacéis”, escribió Pablo en Colosenses 3:17, “sea de palabra o de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él”. La madre cristiana que cuida de sus niños, limpia la casa, prepara la comida y remienda la ropa, está expresando su gratitud a Dios en todas estas acciones. Y como las hace en su condición de hija de Dios, que se regocija en su Salvador, su tarea más sencilla es un acto de fe que Dios mira como una expresión de verdadera gratitud. Así es como sucede con las acciones más sencillas de todo cristiano, ya sea de obrero, campesino, hombre de negocios, empleado, policía o secretario. Sea que comamos o bebamos, cualquier cosa que hagamos, Dios quiere que todo lo que hagamos sea para su gloria. Así es cómo le damos “gracias en todo”.
Pablo en seguida instruye: “No apaguéis el Espíritu”. El fuego que el Espíritu ha encendido en nosotros es el fuego de la fe. Nuestra llegada a la fe fue un milagro, en el que no tuvimos ninguna parte. Sin embargo, una vez que creemos, tenemos un hombre nuevo en nosotros que nos capacita para pelear “la buena batalla” de la fe (2 Timoteo 4:7) y para ocuparnos en nuestra “salvación con temor y temblor” (Filipenses 2:12) en cooperación con el Espíritu Santo de Dios.
Dios quiere que “crucifiquemos” nuestra naturaleza pecadora con sus pasiones y sus deseos y “andemos también por el Espíritu” (Gálatas 5:25). Con este fin Dios nos da los medios de gracia: la Biblia y los sacramentos del bautismo y la Santa Cena. A través de estos medios, el Espíritu Santo fortalece nuestra fe y renueva nuestro celo para que vivamos según el nuevo hombre. Entonces, no usar la Palabra y los sacramentos sería rebeldía y le daría al viejo Adán la delantera y de este modo se apagaría el fuego del Espíritu.
Esto lo subraya Pablo con la siguiente advertencia. El término “profecías” se refiere a la palabra revelada de Dios. Un profeta es simplemente uno que le transmite un mensaje de Dios al hombre. La Biblia está compuesta de numerosas “profecías” que Dios dio “muchas veces y de muchas maneras” (Hebreos 1:1).
La palabra que se traduce como “menospreciar” también quiere decir “quitarle toda autoridad”. Cuando se usa con la palabra “profecías” pone de manifiesto la negativa a reconocer las palabras de las Escrituras como la palabra inspirada de Dios. Hoy en día, muchos consideran que la doctrina de la inspiración verbal es imposible y absurda, tratando gran parte de la Biblia con desprecio al colocarla a la par con la palabra del hombre. Desconocen según su gusto versículos, capítulos y libros enteros. Pablo nos exhorta a no hacer nunca lo que ellos hacen, para que el castigo de Dios, del que se habla en Apocalipsis 22:18 y 19, no caiga sobre nosotros: “Yo advierto a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añade a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quita de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.”
El apóstol añade que la vida cristiana es una vida de continuo examen de todas las cosas. La palabra “examinadlo” es la palabra griega que se usa para probar la pureza de objetos como el oro y la plata. Si se encuentra alguna impureza en estos metales preciosos, no pasan la prueba. La norma que Dios quiere que usemos es su palabra pura. El cristiano debe examinarlo “todo” de esta manera. “Todo” incluye todo lo que se enseñe como la voluntad de Dios (la ley) y todo lo que se proclame acerca de la bondad y de la misericordia (el evangelio) de Dios. Hemos de estar pendientes buscando constantemente cualquier impureza humana que pueda ser introducida a las preciosas verdades que Dios ha revelado. Todo lo que nos ocurra en la vida diaria, lo debemos examinar a la luz de la palabra de Dios.
Una vez que hayamos probado la autenticidad, debemos actuar con la base en lo que hemos encontrado. Si encontramos que lo que estamos examinando es “bueno” según la norma de la palabra de Dios, entonces nos debemos “aferrar” a esto. La decisión final que tomemos no se debe basar en si algo funciona o si puede efectuar algunos buenos resultados, sino solamente en si está de total acuerdo con las Escrituras o no. Nos debemos aferrar bien a las cosas buenas para que nadie que interfiera consiga que las soltemos.
Por otra parte, si encontramos que algo es “malo” por naturaleza, nos debemos “abstener” de eso, es decir, lo debemos evitar. La palabra “abstenerse” literalmente quiere decir “mantenerse uno mismo muy lejos”. Dios quiere que consciente y constantemente pongamos una gran distancia entre nosotros mismos y cualquier cosa que esté en conflicto aun de una manera pequeña, con su Palabra pura. ¿Por qué? Porque “un poco de levadura fermenta toda la masa” (Gálatas 5:9). Un poquito de impureza mezclada con la verdad de Dios destruirá al fin y al cabo la verdad e inducirá de un error a otro.
Notemos que Pablo insiste en que debemos evitar “toda especie” de mal. Debemos huir no solamente de una clase de mal sino de toda forma de impureza que Satanás pueda inventar.
Es una lista formidable de mandatos la que Pablo escribió aquí por inspiración del Espíritu. Un escritor las ha llamado las joyas que coronan la vida del cristiano. Son la pauta que Dios nos da a nosotros para nuestro bien ahora y eternamente. Léalas una vez más lentamente, y deje que se graben en su mente para que las recuerde. Después, con la ayuda del Señor, ¡salga y vívalas!
Hermanos, rueguen también por nosotros. Saluden con un beso fraterno a todos los hermanos. Y les suplico encarecidamente por el Señor que esta carta sea leída a todos ellos. 1 Tesalonicenses 5.25–27

viernes, 22 de marzo de 2019

Y HOY... QUÉ SE TE APETECE?...

PARA RECORDAR ... El que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



TODO CON ACCION DE GRACIAS
Entendiendo que todo lo que somos y tenemos es por la gracia de Dios, orar por los alimentos debe ser un acto solemne de agradecimiento.
La Palabra de Dios nos manda a dar gracias a Dios por todo (Ef. 5:20) y a hacer todo para la gloria de Dios, incluyendo el comer (1 Corintios 10:31). Además, como cristianos hemos sido llamados a orar sin cesar y a dar gracias en todo ya que esta es la voluntad de Dios (1 Te. 5:16-18).
Jesús nos dio ejemplo. En los evangelios podemos encontrar a Jesús bendiciendo los alimentos, o dando gracias al Padre por ellos, en varias ocasiones. Veamos los relatos de la alimentación de los 4 mil y de los 5 mil que encontramos en el libro de Mateo (énfasis añadido):
“Y ordenando a la muchedumbre que se recostara sobre la hierba, tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo los alimentos, y partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la multitud. Y comieron todos y se saciaron. Y recogieron lo que sobró de los pedazos: doce cestas llenas. Y los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños”, Mateo 14:19-21
“Jesús entonces les dijo*: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos respondieron: Siete, y unos pocos pececillos. Y Él mandó a la multitud que se recostara en el suelo; y tomó los siete panes y los peces; y después de dar gracias, los partió y empezó a darlos a los discípulos, y los discípulos a las multitudes”, Mateo 15:34-36
Otro ejemplo lo encontramos cuando, luego de Su resurrección, Jesús se encuentra con dos de los discípulos que iban de camino a una aldea llamada Emaús. Luego de una larga conversación donde Jesús les revela todo lo que las Escrituras decían acerca de Él, leemos que ”…al sentarse a la mesa con ellos, tomó pan, y lo bendijo; y partiéndolo, les dio” (Lc. 24:30).
¿Notas lo importante que es para Jesús el bendecir o dar gracias por los alimentos?
Pero no es solo a Jesús que encontramos dando gracias a Dios por los alimentos. En Hechos 27 vemos al apóstol Pablo dando gracias a Dios públicamente antes de comer: “Habiendo dicho esto, tomó pan y dio gracias a Dios en presencia de todos; y partiéndolo, comenzó a comer” (Hch. 27:35, énfasis añadido).

Tomando las cosas en serio

Como te dije anteriormente, si no entendemos bien el propósito por el cual oramos por los alimentos, y la importancia de este “simple” acto, pudiéramos estar ofendiendo a Dios al hacerlo.
Lamentablemente he notado que muchas veces tomamos el momento de la oración por los alimentos de manera trivial. Es como si fuese algo que debemos hacer para cumplir con un requisito religioso o porque es lo que se espera de nosotros. A veces hasta llegamos al punto de básicamente repetir la misma oración vez tras vez para salir del paso, para terminar rápido, para cumplir con “el requisito”.
Repetimos una simple oración que muchas veces reza de esta manera: “Padre celestial te damos gracias por estos alimentos que nos has dado. Dale a tantas personas que no tienen. En el nombre de Jesus… ¡amén!”. Jesús nos advierte en Mateo 6:7: “Y al orar, no usen ustedes repeticiones sin sentido, como los Gentiles, porque ellos se imaginan que serán oídos por su palabrería. Por tanto, no se hagan semejantes a ellos; porque su Padre sabe lo que ustedes necesitan antes que ustedes lo pidan”.
Cuando no le damos al orar por los alimentos la importancia que se merece, o cuando por vergüenza ni siquiera oramos antes de comer, no damos buen ejemplo a los que nos rodean –particularmente a nuestros hijos– y desperdiciamos una buena oportunidad para dar testimonio de nuestra fe a nuestros familiares y amigos que no conocen a Jesús, además de encontrarnos con el Señor en oración.
No hay nada que llame más la atención que ir a un restaurante o lugar donde haya comida y cerrar los ojos para orar por los alimentos. Es una manera bien efectiva de honrar a Dios en público y de demostrar que Él es importante para ti. Inténtalo y verás lo bien que se siente.
Si creemos que al orar en realidad Dios nos escucha y nos responde, entonces debemos tomar el momento de orar y agradecer por los alimentos con más seriedad, dándole la importancia que verdaderamente merece. Esta oración no tiene que ser extensa, pero sí debe reflejar la gratitud de un corazón agradecido. Demos gracias a Dios por la provisión, por Su misericordia, por las manos que prepararon los alimentos, por la salud, por la familia, por el evangelio. ¡Seamos agradecidos!

SER AUTENTICO, ES UNA BENDICIÓN?

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PARA RECORDAR ... El que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6





La bendición de ser auténtico  ...

La bendición de ser auténtico
     
Saúl vistió a David con sus ropas, puso sobre su cabeza un casco de bronce y lo cubrió con una coraza. Ciñó David la espada sobre sus vestidos y probó a andar, porque nunca había hecho la prueba. Y dijo David a Saúl: No puedo andar con esto, pues nunca lo practiqué. Entonces David se quitó aquellas cosas. 1 Samuel 17.38–39

Un mal que frecuentemente vemos en nuestras iglesias es la tendencia a la imitación. Un evangelista conocido golpea su Biblia y camina por la plataforma durante sus predicaciones, y seguramente veremos la aparición de otros evangelistas que golpean sus Biblias y caminan de la misma forma.

Un músico de renombre usa ciertas frases para motivar al pueblo, y al poco tiempo encontramos que las mismas frases se repiten donde quiera que vayamos. Un famoso pastor viste un traje blanco con zapatos negros, y pronto nos vemos rodeados de predicadores con trajes blancos y zapatos negros.

Lo que revela este fenómeno es nuestra tendencia a creer que la bendición de Dios está en las formas, y no en la persona que está detrás del ministerio. Creemos que atrapar las manifestaciones externas asegura la bendición que ha acompañado el ministerio del otro.

Cuando David se ofreció para enfrentar a Goliat, Saúl se mostró escéptico: «tú eres un muchacho, mientras que él es un hombre de guerra desde su juventud». El hijo de Isaí, sin embargo, estaba decidido a proseguir con su cometido. Frente a su insistencia, el rey decidió prestarle su equipo de guerra. Quizás por respeto, el joven pastor de ovejas se colocó la pesada armadura y empuñó la espada, pero encontró que eran demasiado incómodas como para serle útiles. Optó entonces por las herramientas que utilizaba todos los días, el callado y la honda.

Existe un principio importante detrás de este incidente. 
Si el Señor va a usar a una persona, será con las habilidades que Dios le ha dado y no con las habilidades que le ha dado a otros. La iglesia no necesita de réplicas. Necesita de hombres y mujeres que sean fieles con lo que han recibido. Si usted se esfuerza por ser lo que no es, nadie podrá reemplazar el lugar que usted deja vacío. Dios lo capacitó a usted para ocupar ese lugar.

No se avergüence de ser lo que es, ni de las herramientas que tiene a mano. Quizás no sean tan impresionantes como las que otros tienen, pero son las herramientas que le han sido útiles en el pasado.

No pida disculpas por ser de la manera que es. La bendición del Señor descansa sobre su vida cuando usted es genuinamente lo que Dios le ha mandado a ser. Ninguna imitación podrá ser tan buena como el original. Levante la frente y avance confiado. ¡Dios está con usted!


REFLEXIONE:
  • ¿Conoce las herramientas que Dios le ha dado para que ejerza el ministerio encomendado? 
  • ¿Cómo puede desarrollar mejor los dones que ha recibido? 
  • ¿Cuáles cree que serían las consecuencias de desarrollar el ministerio con herramientas prestadas?
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jueves, 21 de marzo de 2019

¡VETE A TU CASA!, A LOS TUYOS

PARA RECORDAR ... El que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6






¡VETE A TU CASA!, A LOS TUYOS

Este siempre fue el principio enseñado por Jesús para dar testimonio de todo aquello que ha sido en y para nosotros una experiencia de bendición espiritual, intelectual, material, visual, o física.   Por ejemplo, cuando Jesús regresó al cielo, le dijo a sus discípulos “y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8).  Jerusalén, era la ciudad donde fue crucificado y resucitado Jesucristo, y donde se reunieron los discípulos después de la resurrección de Jesucristo, y donde nació la primera iglesia local de nuestro Señor Jesucristo.   Por eso, la instrucción fue que comenzaran testificando en “Jerusalén”, luego que siguieran testificando sobre Jesús resucitado en todo el estado que se llamaba “Judea”, y luego que extendieran su testimonio al siguiente estado vecino que se llamaba “Samaria”, y ya entonces que continúen el proyecto de testificar “hasta lo último de la tierra”.  Es evidente que Jesús quiso que comenzaran de adentro hacia afuera.
    En el caso de la historia que nos ocupa en esta ocasión, encontramos que un hombre transformado por el poder de Jesucristo “le rogaba (a Jesús) que le dejase estar con él” (v. 18), es decir, por gratitud quería andar con Jesús como discípulo a donde quiera que él fuese entre los pueblos y ciudades de las provincias de Palestina, San Marcos nos cuenta que “Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos” (v. 19ab).   Esta instrucción es una clara expresión de que no se debe comenzar primero desde afuera para regresar hacia adentro con la familia, sino que se debe comenzar desde la familia, desde adentro hacia afuera.

    Así que, en esta hermosa historia aprendemos que cuando una persona recibe una misericordia de Dios en su vida, debe dar testimonio de ello comenzando en su casa con la familia, es decir, desde adentro hacia afuera.  /  ¿Cuáles son las razones para comenzar a testificar primero “adentro” en casa con “los tuyos”, antes de estar listo para ir a otros lugares y personas “hacia afuera”?  /  En el desarrollo de este mensaje les voy a indicar algunas de las razones por las que se debe comenzar a testificar primeramente en casa, según lo sugiere la narración de San Marcos cuando describe lo acontecido al hombre gadareno, y según la instrucción que recibe de Jesús.
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    La primera razón por la que el testimonio de la misericordia de Jesús en nuestras vidas, debe comenzar primero en casa, es:
I.- PORQUE LA FAMILIA DEBE SER LA PRIMERA QUE OBSERVE QUE HAY UN CAMBIO EN NOSOTROS.
   La sanidad total de este hombre gadareno fue un evento que serviría para la gloria de Jesús, y que merece ser testificado y conocido por todo el mundo, pero Jesús no podía ni quiso alejarlo de todos aquellos que conocían a aquel hombre y que primeramente deberían conocer que algo providencial había y estaba ocurriendo en su vida.   Por eso, no hay nada mejor que: “Vete a tu casa, a los tuyos,…” (v. 19), indicando de esta manera que el testimonio de una persona que ha sido recipiente de la misericordia divina, debe comenzar primero en casa.   Aquel hombre que había sido víctima del control del maligno y que había tenido que vivir en los sepulcros, sin control de sus fuerzas, sin cuidado de su apariencia, sin buen uso de su razón, y de otras muchas cosas más, ahora ya lo pueden ver “sentado, vestido, y en su juicio cabal” (v. 15).   ¡Qué hermoso final feliz!, pero antes que sea conocido por todo el mundo, su familia debía conocer que este hombre ha sido cambiado totalmente.

    Amados hermanos, cada uno de nosotros como creyentes en Jesucristo, hemos sido transformados en algunas cosas, y seguimos siendo transformados en otras cosas que tienen que ver con nuestra espiritualidad, con nuestra conducta, con nuestra ética, etc…, y antes de decirle a otros que ya somos cambiados, y antes de decirle a otros que Dios está transformando nuestra vida, nuestra familia es la que primeramente debe dar fe de la obra de Dios en nosotros.   Es por eso que la gente adecuada para confirmar el bien divino que está sucediendo en nosotros, no son primeramente los que no nos conocen, ni los que solamente nos ven de vez en cuando, sino aquellos con quienes pasamos más tiempo de nuestra vida, que son los de casa, la familia.
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    La segunda razón por la que el testimonio de la misericordia de Jesús en nuestras vidas, debe comenzar primero en casa, es:
II.- PORQUE LA FAMILIA DEBE SER RESTAURADA EN TODO LO QUE HA SIDO DAÑADA.
   Es de esperarse que tras la condición espiritual de aquel gadareno, debió él haber sido causa de diversos problemas en su propia familia, al grado de ya no ser aceptado por su propia familia, o puede ser que de manera involuntaria, dominado por las fuerzas del mal, tuvo que abandonar su propia casa y familia para ir a vivir en los sepulcros de Gadara; pero de cualquier manera, el resultado fue que se generó una ruptura del vínculo familiar, desencadenando al mismo tiempo, sin duda, graves problemas socioeconómicos y espirituales para su propia familia.   Pero ahora que el hombre ha sido sanado por el poder de Jesucristo, lo mejor que primero tenía que hacer, no era ir con Jesús para acompañarlo a otras ciudades y aldeas como discípulo, sino mostrarse en casa, como una persona transformada, y nuevamente apta para dedicarse a restaurar la ruptura familiar que se había generado por la influencia de los demonios que alcanzaron controlar su conducta.  

 Por ejemplo, ahora en vez de hacerse discípulo para seguir a Jesús en su viaje misionero por todo el país, era mejor que este hombre se dedicara a trabajar para sacar a su familia de las crisis y adeudos en la que probable o seguramente habían caído.

    Amados hermanos, el bienestar espiritual de la familia de cada persona es la primera prioridad irrenunciable antes que ocuparnos de otras personas.  Si nuestra conducta ha sido causa de daños a la estabilidad familiar, ahora que estamos en la fe en Jesucristo, es nuestro deber ocupar nuestro tiempo, nuestro trabajo, nuestro salario, nuestro afecto, nuestra fe, todo lo que ha sido transformado en nosotros.  Al estar en Cristo, tenemos que usar la gracia de Dios que opera en nosotros, para restaurar la relación familiar que alguna vez quizá fuimos responsables de deteriorar, y así entonces, estaremos ya capacitados para ir hacia los demás; es decir, testificar de la obra de Dios en nuestra vida, es un deber que va primeramente DE ADENTRO y entonces HACIA AFUERA.
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    La tercera razón por la que el testimonio de la misericordia de Jesús en nuestras vidas, debe comenzar primero en casa, es:
III.- PORQUE LA FAMILIA DEBE EXPERIMENTAR URGENTEMENTE LA MISERICORDIA DE DIOS.
   El mandato que Jesús dio al gadareno acerca de ir a su casa y a los suyos, incluyó lo siguiente: “y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti” (v. 19cd).   El tema de las conversaciones que este hombre transformado tenía que compartir con los de su casa, no serían temas de otra índole que no sean las grandes cosas que el Señor había hecho con él, y cómo el Señor Jesús había tenido misericordia de él.   Era una total misericordia de Jesucristo hacia este hombre, pues no solamente quería bendecir su voluntad, su cuerpo, su apariencia, y su espiritualidad, sino que quería Jesús extender su misericordia a todos los miembros de su familia que aceptaran su poder transformador.   Pero no se necesita estar endemoniado para que una persona necesite de la misericordia de Jesucristo, pues basta con ser pecador y entonces se necesita de esa misericordia especial.  Es esa misericordia para el pecador que Jesús envió por medio de aquel hombre transformado para el bien de su propia familia.
    Amados hermanos, debemos hacer todo nuestro esfuerzo, con dependencia en el poder del Espíritu Santo de Dios, para testificar a los miembros de nuestra familia, diciéndoles que Jesucristo es la fuente de misericordia, especialmente para la salvación eterna de sus almas, pero también que él es la fuente de misericordia para la transformación de la vida familiar, de los problemas conyugales, de los problemas sociales, de las adicciones, de los pecados, de los pleitos, y de todas las perversiones y depravaciones que pudieran estar alcanzando a nuestros propios seres queridos que están en casa.
 .
   CONCLUSIÓN: Cada una de nuestras familias debe estar experimentando la misericordia transformadora de Jesucristo, todos los esposos y esposas, hijos e hijas, toda la familia debemos ser la auténtica muestra de la misericordia de Dios para nuestra familia y para las personas a quienes les estaremos compartiendo el evangelio.   Es así como se propaga el mensaje del evangelio: Con las palabras de Dios, y con el testimonio de sus hijos.
3Porque nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño, 4sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones. 1 Tesalonicenses 2.3–4
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