martes, 12 de enero de 2016

Aprender a ser administradores de lo que Dios no ha dado

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Renunciar para Crecer
El principio
de la renuncia
Uno de los primeros paradigmas que debemos cambiar en nuestra vida es la forma en la que nos vemos a nosotros mismos en relación a las cosas que nos rodean. Para eso, es importante contestar a la pregunta filosófica de: 
«¿Por qué existimos y cuál es nuestra tarea en el mundo?»

Obviamente, esa pregunta es demasiado grande para un libro tan pequeño como este. Sin embargo, en cuanto al área de manejo económico, es interesante que de las tres religiones más extensas del mundo (la del pueblo cristiano, judío y musulmán), todas tienen la misma respuesta para esta pregunta: existe un Creador y nosotros, Sus criaturas, hemos sido colocados en este mundo para administrarlo.

Sea uno religioso o no, lo interesante del estudio de religiones comparadas es descubrir que este principio de la renuncia se encuentra tejido en nuestra humanidad como una fibra que tenemos en común más allá de las culturas y trasfondos sociales. 

Este, realmente, es un principio con «P» mayúscula. El primer principio «P» para la economía universal: debemos renunciar a la actitud de ser dueños de lo que poseemos y comenzar a actuar como administradores (o, en el mundo de los negocios, nos llamaríamos gerentes).

A lo largo de los años se ha notado que la capacidad de una determinada persona para verse a sí misma como «Administrador», «Gerente» o «Mayordomo» de las cosas que posee es determinante en el proceso de tomar las decisiones adecuadas para alcanzar la prosperidad integral.

Cuando aplicamos este principio a nuestra vida diaria, nos damos cuenta que a cada uno de nosotros se nos ha encomendado una cierta cantidad de días para vivir, una cierta cantidad de amigos y familia que atender, y un determinado número de bienes materiales (sean pocos o muchos) que debemos administrar.

Comentemos la historia de Roberto. Él vive en la ciudad B y lo han elegido gerente general de una cadena de supermercados. Esta empresa tiene más de 50 negocios en todo el país. Al llegar el fin de año Roberto nota que uno de los supermercados situados en B no está andando bien. Viene trayendo pérdidas por los últimos tres años y a pesar de los esfuerzos hechos para reavivar el negocio en esa zona de la ciudad, este año ha cerrado con pérdidas nuevamente. 

Entonces, ¿Qué es lo que debe hacer Roberto como gerente de esa cadena de supermercados? Probablemente debe cerrar ese negocio con problemas y estudiar la posibilidad de abrir otro en alguna otra parte.

Por otro lado está Federico. Vive en la ciudad A. Tiene una tienda que fundó su abuelo. El abuelo se la dio en heredad a su padre y su padre se la pasó en herencia a él. El problema es que en los últimos tres años el negocio no ha andado muy bien. El año pasado dio serias pérdidas y este año no anda nada mejor.

La pregunta clave, ahora, es: ¿A quién le va a costar más, emocionalmente, cerrar el negocio? ¿A Roberto o a Federico?

Si bien Roberto debe manejar una suma millonaria de dinero para cerrar el supermercado que no va muy bien en la ciudad B, seguramente el que va a sufrir más en el proceso va a ser Federico.

¿Por qué?
Porque Roberto es simplemente un gerente, un administrador de una cadena de negocios; pero Federico es dueño.

Esa es la gran diferencia entre ser dueños y ser administradores. 

El principio «P» indica que nosotros tenemos que aprender a ser administradores. 

Sin embargo, lamentablemente, la mayoría de la gente del mundo se ven a sí mismas como dueñas.

El dueño está emocionalmente apegado a sus posesiones. El administrador está emocionalmente desprendido de las cosas materiales que maneja.

El dueño tiene dificultad en tomar las decisiones difíciles que se necesitan tomar y, muchas veces, las toma demasiado tarde. El administrador sabe que las posesiones que maneja no son suyas y, por lo tanto, despegado de las emociones, puede tomar las decisiones difíciles fríamente y a tiempo.

Esta, a veces, es la diferencia entre la vida y la muerte económica.

Daniela y Juan Carlos viven en la ciudad C. Ahora son excelentes administradores de sus posesiones, pero cuando los encontramos por primera vez, estaban con una deuda encima que llegaba a los 135 mil dólares. Ambos tenían excelentes trabajos y ganaban muy bien. Pero se encontraban simplemente inundados por la cantidad de pagos mensuales a los diferentes prestamistas con quienes habían hecho negocios.

Cuando ellos terminaron el primer análisis de su economía familiar, Juan Carlos se dio cuenta de que si vendían la excelente casa en la que vivían, podrían pagar una buena parte de sus deudas y, de esa manera, podrían «respirar» mejor a fin de mes. 

Con el tiempo, y después de alquilar en algún barrio más barato por algunos años, podrían tratar de volver a comprar otra casa.

Nos dimos cuenta de lo mismo, pero, por lo general, no le decimos a la gente lo que tiene que hacer. De todos modos, después de tantos años de consejería personal, ya nos hemos dado cuenta de que la gente siempre hace lo que quiere, ¡y no lo que uno le aconseja!

Sin embargo, y a pesar de no haber abierto la boca, Daniela miró hacia nosotros y nos apuntó con el dedo diciendo: «Andrés: ¡la casa no! Cualquier cosa, menos la casa.»

Nosotros, por supuesto, tratamos de calmarla y de decirle que decisiones como esas se debían pensar un poco y que quizás con el correr de los días encontrarían otra salida creativa a su situación.

El problema real que tenía Daniela no eran los 135 mil dólares que tenía que pagar. Esa era simplemente la manifestación de otros problemas más profundos en su carácter. Era el «efecto» de una «causa» que no se manifestaba a simple vista. Sin embargo, el problema más importante que Daniela tenía frente a ella era su actitud. ¡Y ni siquiera lo sabía!

Daniela estaba emocionalmente apegada a su propiedad. Se sentía dueña, no administradora. Eso, por un lado, no le permitía colocar todas y cada una de las cartas disponibles en la mesa para tomar una decisión acertada; y por el otro, confiaba en el «techo familiar» para que le proveyera de una falsa sensación de seguridad cuando, en realidad, la casa no era de ella: era del banco con el que la tenía hipotecada y hasta que no pagara el cien por ciento de su hipoteca, la casa, realmente, ¡ni siquiera le pertenecía!

Con el correr de los meses, nuestros amigos de C hicieron un cambio significativo en su actitud con respecto a las finanzas. Todavía guardo un mensaje electrónico de Daniela en nuestra computadora que dice: «Andrés: yo sé que no está bien que tengamos tantas deudas. Juan Carlos y yo hemos decidido que vamos a salir de ellas. Cueste lo que nos cueste … ¡aunque tengamos que vender la casa!»

Ese día supimos que ellos iban a salir de sus aprietos económicos.

Un año después del primer incidente nos encontramos nuevamente y ellos nos contaron cómo habían podido re-arreglar sus deudas y como habían recibido trabajos extras inesperados que les permitieron pagar, el primer año solamente, ¡65 mil dólares en deudas acumuladas!

Nosotros creemos que el desprendernos emocionalmente de las cosas materiales que tenemos es el primer paso en la dirección correcta para disfrutar de lo que hemos llamado  la «prosperidad integral».
Para poner en práctica
Ahora que hemos entendido este primer principio «P» debemos comenzar hoy mismo a desprendernos emocionalmente de las cosas que tenemos, para comenzar a vernos como administradores de estas posesiones.
Si eres un joven o señorita y no tienes una pareja, entonces, haz una lista de todas las cosas que tienes y en la parte superior de la hoja escribe: «Administrador/a general de la vida-Lista de cosas que me tocan administrar».

Por otro lado, si ya tienes pareja, pídele que lea este primer capítulo y hagan juntos este ejercicio:
1.   Escribe en la planilla que tienes a continuación el nombre de las habitaciones de tu casa. Coloca debajo, a grandes rasgos, las cosas que tienes dentro de cada habitación.
Por ejemplo:
Nombre de la habitación: Cuarto de los niños
Detalle:
     2 camas
     1 silla
     1 cómoda
     ropa
     juguetes
2.     Al terminar con cada habitación (o con toda la casa) haz lo siguiente:
Te recomendamos que, luego de llenar el formulario, lo tomes en tu mano y te prometas individualmente o le prometas a tu pareja que a partir del día de hoy cambiarán su paradigma económico. Ahora serán gerentes, administradores de estos bienes que no son suyos, sino que son bienes de la vida. A partir de hoy, prometen desengancharse emocionalmente de sus posesiones personales y van a comenzar a tomar decisiones financieras con la «cabeza fría» de un gerente.
Administrador/a general de la vida
Lista de cosas que me toca administrar:
Formulario de renuncia
Nombre de la habitación:___________________________________
Detalle:
Nombre de la habitación:___________________________________
Detalle:
Nombre de la habitación:___________________________________
Detalle:
Nombre de la habitación:___________________________________
Detalle:
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lunes, 11 de enero de 2016

GOZAOS POR CUANTO SOIS PARTICIPANTES DE LOS PADECIMIENTOS DE CRISTO, PARA QUE TAMBIEN EN LA REVELACION DE SU GLORIA OS GOCEIS CON GRAN ALEGRIA

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Nos preparamos para enseñar en la Congregación
No avergonzarse
2Timoteo 1:6-10




No te  Avergüences

¿Avergonzado?


2 Timoteo 1:6–10

Timoteo tenía un lugar único en el círculo de colegas del apóstol Pablo. En Filipenses 2:19–22 el apóstol escribió diciendo de él: “pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros. Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús. 

Pero ya conocéis los méritos de él, que como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio” (compare 1 Corintios 4:17, Romanos 16:21, 1 Tesalonicenses 3:2). Pablo le había confiado misiones importantes y delicadas en Tesalónica y Corinto (1 Tesalonicenses 3:1 ss, 1 Corintios 4:17). 

Cuando escribió esta carta, lo había dejado en la estratégica pero difícil ciudad de Efeso para continuar el ministerio (1 Timoteo 1:3–4).

Sus responsabilidades en Efeso eran grandes y especiales porque debía detener la enseñanza de falsas doctrinas, seleccionar ancianos y diáconos calificados y poner en orden los cultos de adoración. 

También tenía que normalizar la ayuda para las viudas y enseñar fielmente la sana doctrina. Necesitaba dar ejemplo de espiritualidad y ética moral. Además, era de esperarse que tuviera mayores responsabilidades en el futuro, porque Pablo presentía que su muerte estaba cerca. El apóstol confiaba a Timoteo (y a otros) la responsabilidad de mantener la doctrina que él había enseñado y defendido por tantos años.

¿Le ha pedido Dios a usted algo difícil? ¿Se siente débil, e incapaz de servir al Señor? ¿Es líder en su iglesia? ¿ Es pastor de una congregación como la de Efeso que tiene muchas necesidades? ¿Quiere Dios que usted testifique de Cristo en su trabajo o en la escuela? ¿Le parece imposible? También Timoteo sentía que era incapaz de realizar esa obra.

Pablo reconocía las debilidades de Timoteo y sabía que era relativamente joven, según se expresa en 1 Timoteo 4:12 y 2 Timoteo 2:22. Aunque no se sabe con seguridad su edad, posiblemente tendría unos 35 años. 

En la sociedad judía, se acostumbraba que los líderes fueran hombres de mayor edad. Timoteo era todavía joven para tener la gran responsabilidad de ser pastor en una congregación compuesta en parte por personas mayores que él.



TIMOTEO
                        SUS CUALIDADES: 
                                                        EXPERIMENTADO, CONFIABLE, NOBLE

                        SUS DEBILIDADES: 
                                                        JOVEN, ENFERMO, TIMIDO


Además, Pablo menciona las “frecuentes enfermedades” de Timoteo (1 Timoteo 5:23). Es posible que la sobrecarga de trabajo y el estrés de los problemas en la iglesia agudizaran su debilidad física natural. El malestar le hacía más difícil su ministerio. 

Pablo también experimentaba aflicciones físicas y había orado intensamente para que Dios le quitara el “aguijón en la carne”. Pero el Señor no lo había sanado, sino que le enseñó una grande lección que Timoteo necesitaba aprender así como nosotros:


  Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte (2 Corintios 12:9–10).


La Biblia enseña que no siempre es la voluntad de Dios que el cristiano sea sanado de sus enfermedades. El Señor usa esas experiencias para enseñarnos a depender de él y para que otros observen que él sostiene al creyente con su gracia y poder.
Además de la debilidad física de Timoteo, Pablo reconocía en su compañero una personalidad tímida. 

Cuando Pablo lo envió a Corinto, pidió a los Corintios que lo recibieran con tranquilidad y que nadie lo tuviera en poco (1 Corintios 16:10–11). En esta última carta a Timoteo, el apóstol lo exhorta algunas veces a que no tenga miedo y que enfrente las aflicciones. Al igual que Moisés, Timoteo no estaba muy dispuesto a aceptar todos los peligros y dificultades que podría enfrentar en su ministerio. El mensaje de 2 Timoteo debe fortalecer a todo cristiano que teme no poder cumplir con la voluntad de Dios.

Es saludable que el creyente se dé cuenta de las áreas de debilidad o desventaja que tiene. Así puede ser más consciente de su dependencia del Señor en estos aspectos y buscará en la Palabra de Dios la manera de fortalecerlas. ¿Ha experimentado usted lo que Pablo decía “cuando soy débil, entonces soy fuerte”? (2 Corintios 12:10). Esto sucedió porque necesitaba confiar más en el poder divino.

También, es bueno reconocer las capacidades y talentos más fuertes que tenemos, porque es muy posible que debamos usarlos especialmente para servir al Señor.

PARA REFLEXIONAR

 ¿Cuántas veces se encuentra la palabra “avergonzarse” en el primer capítulo de esta carta? 
¿A quién se refiere en cada caso? 
¿Puede recordar una experiencia personal en que usted se avergonzó de dar testimonio del evangelio? 
¿Por qué piensa que sintió vergüenza? 

Buscar en 2Timoteo 1:5–9 varios factores que ayudan a quitar cualquier sentimiento de pena. 

¿Cuáles son los valores que deben sustituir a la cobardía en la vida del creyente? ¿Por qué piensa usted que cada una de esas cualidades suprime el temor?

A menudo, el apóstol Pablo revelaba el énfasis de su enseñanza repitiendo una palabra o una idea varias veces porque sabía que la repetición llama la atención del lector. Tres veces en el capítulo 1 Pablo habla de no avergonzarse. En el versículo 8 es un mandato para Timoteo. En el 12, Pablo comparte su testimonio personal como ejemplo a su discípulo y a nosotros. En el versículo 16, Onesíforo es el segundo ejemplo de un creyente que no se avergonzaba.

Recordamos que antes de su primer viaje a Roma, el apóstol afirmó con emoción: “Así que, en cuanto a mi, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma. Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Romanos 1:15–16). Pablo no acusa a Timoteo de haberse avergonzado, pero observa en él cierta timidez que tal vez le dificultara el hacer todo lo necesario en su ministerio en Efeso.

En 2Timoteo1:8, se señalan dos posibles motivos de vergüenza por parte de Timoteo:
1) la vergüenza “de dar testimonio de nuestro Señor” y
2) La que surgía del encarcelamiento de Pablo.

El “testimonio de Cristo” puede referirse al que debía dar a los habitantes incrédulos de la gran ciudad pagana de Efeso, que estaba llena de idolatría de los seguidores de la diosa Diana (Afrodita). Pero también es posible que Pablo lo relacionara con el reto de defender la sana doctrina frente a los ataques de los falsos maestros. 

Estos criticaban a Pablo y se burlaban de que de nuevo estaba en prisión. El apóstol había sido encarcelado en Jerusalén, Cesarea y Roma por predicar la salvación por gracia y por proclamarla a los gentiles. Los judaizantes querían minar su autoridad y mostrar que Dios no lo bendecía porque había permitido que fuera encarcelado.
En los versículos 5–11, Pablo enseña a Timoteo varias razones por las que el joven no debía avergonzarse.



¿POR QUE NO DEBIA AVERGONZARSE

TIMOTEO?
PORQUE:
               1. DIOS LO HABIA CAPACITADO V. 6
               2. DIOS VENCE TODO TEMOR V. 7–8
               3. DIOS LE HABIA ENCARGADO EL EVANGELIO DE PODER VV. 9–10

DIOS NOS DA LAS HABILIDADES PARA SERVIRLE: 2Timoteo1:6

Para animar y fortalecer a Timoteo, Pablo le recuerda el inicio de su ministerio cuando había recibido un don espiritual, posiblemente el de enseñanza ( 1 Timoteo 4:13–14). Los que tienen ese don se sienten motivados a estudiar la Palabra de Dios. 

Son capaces de explicar su significado y aplicar la enseñanza a la vida de los creyentes. Seguramente el ministerio que Dios le había dado a Timoteo había sido de bendición para muchas personas. 

Más que nunca se necesitaba la exposición de la Palabra de Dios en Efeso para la evangelización y edificación. Los miembros de cualquier congregación necesitan la enseñanza y aplicación de la Palabra para llenar sus necesidades espirituales y morales. Timoteo debía renovar y ejercer las capacidades que Dios le había provisto.

Cada creyente tiene por lo menos un don espiritual. Algunos tienen el de evangelismo y saben manifestar su preocupación por los que no conocen a Cristo y comunican claramente lo que el Señor ha hecho en sus vidas. 

Otros tienen el don de servir; se gozan cuando tienen la oportunidad de apoyar a la iglesia y ayudar a otros creyentes en distintas maneras: con la música, la construcción, el mantenimiento, el ornato, medicina, contabilidad, en la secretaría, en la biblioteca, en la cocina y en tantas otras formas, según los conocimientos que Dios les haya dado.

Algunos en la iglesia tienen el don de pastor aunque no ocupen ese puesto. Sin embargo, se preocupan por el bienestar espiritual de otros creyentes. Los aman,los discipulan, los aconsejan y los animan para que crezcan en la fe. Otros miembros de la iglesia tienen los dones de misericordia, de ofrendar, de fe, de administración y de exhortación. 

Es lamentable que muchos cristianos no estén sirviendo al Señor con las habilidades espirituales que Dios les ha dado para edificar el cuerpo de Cristo. En parte, a eso se debe que una iglesia sea débil, que tenga disensiones o que no crezca.

El apóstol dice que él mismo le impartió el don espiritual a través de la imposición de las manos. 1 Timoteo 4:14 sugiere que otros ancianos también participaron en ese acto, probablemente cuando Timoteo estaba iniciando su ministerio. La imposición de las manos era una práctica común en los días apostólicos, pero ningún creyente hoy tiene la autoridad que ellos tenían. 

Actualmente, la imposición de manos es un símbolo de identificación con la persona y se usa para pedir la bendición de Dios para el que entra en un ministerio.

El versículo 6 nos enseña dos verdades importantes.
En primer lugar, cuando Dios pide que le sirvamos en alguna cosa, él provee la habilidad para trabajar efectivamente. Esta confianza nos anima a tener valor y perseverar en nuestro servicio al Señor. Recordar estas bendiciones de Dios nos guarda de avergonzarnos frente a la oposición o aflicción.

En segundo lugar, el creyente es responsable de desarrollar y utilizar las capacidades que Dios le ha provisto. Si no las usa, las habilidades se tornan débiles o inútiles. Tenemos que ser obedientes y activos en el aspecto del ministerio que nos toca. “Que avives el fuego del don de Dios que está en ti” es el mandato de Pablo.


DIOS NOS DA LAS CUALIDADES QUE SUPRIMEN EL TEMOR

2Timoteo1:7–8

El versículo 7 habla directamente de la timidez, el temor o la cobardía y está relacionado con el 6. Pablo dice que si Timoteo no cumple activamente su ministerio en Efeso será por cobardía y que esto no viene del Señor. 

Cuando los discípulos estaban en la tempestad y despertaron a Jesús, éste les preguntó: “¿Por qué teméis, hombres de poca fe?” (Mateo 8:26). Aquella tempestad nos hace pensar en las tribulaciones que enfrentamos cuando servimos a Dios. Cristo se sorprendió cuando los discípulos se atemorizaron, porque él estaba con ellos y debían haber confiado en él.

Al final de su ministerio, Jesucristo dejó una promesa y un mandato con relación al temor y utilizó la misma palabra “miedo” que encontramos en Mateo 8 y en 2 Timoteo 1:7: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27).

Dios nos provee de tres cualidades que sustituyen a la cobardía: el poder, el amor y el dominio propio. ¿Cómo nos ayudan a nosotros? Si confiamos en el poder divino que nos capacita, que contesta las oraciones y que obra en las vidas de las personas a quienes ministramos, entonces no tendremos temor. Dios prometió que el Espíritu Santo nos daría el poder para el ministerio (Hechos 1:8). Es inútil tratar de servir al Señor sin contar con el poder del su Espíritu que vive en nosotros.

Esa divina persona también produce el amor en el creyente, la primera caracterí stica que aparece en la lista del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22). El amor para los que no pertenecen todavía a Cristo y el afecto para los creyentes, motiva al cristiano a servir y, si es necesario, a sufrir por ellos. Lo opuesto al amor es el egoísmo, que fomenta el miedo por temor a perder el prestigio, la seguridad o las cosas materiales.

Finalmente, el Señor nos da el dominio propio, o sea la autodisciplina. Esta expresión describe una mente sana, sobria y equilibrada, no controlada por el pánico, sino por la fe y la calma.



PODER + AMOR + DOMINIO PROPIO = NO TENER MIEDO



El creyente no necesita que Dios le dé algo nuevo, sino que debe aprovechar y avivar lo que ya le ha dado por medio del Espíritu Santo. Tal vez Timoteo había sido negligente en cuanto a su vida espiritual. ¿Está cultivando usted el poder, el amor y el dominio propio en su vida?

El versículo 8 continúa la cadena de pensamientos. Pablo ha dicho que Timoteo debía usar su don espiritual en el ministerio (v. 6) porque Dios nos da lo que necesitamos para vencer la timidez (v. 7). Puesto que la cobardía no es de Dios (v. 7), Timoteo no tenía por qué avergonzarse (v. 8).

El apóstol habla de cuatro conceptos en estos versículos: ser activo en el ministerio (v. 6), no tener miedo (v. 7), no avergonzarse (v. 8a) y participar de las aflicciones por el evangelio (v. 8b). Todos ellos están íntimamente relacionados. El miedo a sufrir la oposición de los enemigos del evangelio y de Pablo, podría hacer que Timoteo sintiera vergüenza y se abstuviera de realizar algún aspecto de su trabajo. Tal vez no quería entrar en pugna con los falsos maestros.

El creyente también siente miedo y vergüenza porque teme la burla, la crítica, el rechazo y el sufrimiento. Pablo insiste con su discípulo varias veces diciéndole que la aflicción es una experiencia normal del creyente. Por su parte, Pedro aclara que no debemos sufrir por haber hecho lo malo (1 Pedro 2:20, 3:17), pero no debe de sorpendernos cuando sufrimos por servir a Dios. Cuando sucede así, nos hacemos “participantes de los padecimientos de Cristo”.

El creyente ha de rechazar la enseñanza moderna que dice que Dios siempre dará al buen creyente una vida placentera, próspera y de buena salud. Recordemos que el autor de la carta era un hombre enfermo, estaba preso por su fe y pronto iba a ser ejecutado (1:12, 4:6). Dios usa el sufrimiento para dar testimonio de la constancia de nuestra fe y para instruirnos. El sufrimiento fortalece el carácter y la fe, y lleva al creyente hacia la madurez espiritual.



AMADOS, NO OS SORPRENDAIS DEL FUEGO DE PRUEBA QUE OS HA

SOBREVENIDO, COMO SI ALGUNA COSA EXTRAÑA OS ACONTECIESE,
SINO GOZAOS POR CUANTO SOIS PARTICIPANTES DE LOS PADECIMIENTOS DE CRISTO, PARA QUE TAMBIEN EN LA REVELACION DE SU GLORIA OS GOCEIS CON GRAN ALEGRIA
(1 PEDRO 4:12–13)


¿Puede usted notar cómo Dios usa la aflicción en su vida para forjar su carácter y fomentar su crecimiento espiritual?



DIOS NOS HA DADO EL EVANGELIO DE PODER

2Timoteo 1:9–10

Ninguna otra cosa anima y motiva al creyente más que recordar y entender la grandeza del evangelio de Cristo. Es imposible sentir miedo o vergüenza cuando nos damos cuenta de lo que Dios nos ha dado. Por eso, Timoteo y cada creyente debe servir con fidelidad y valor, aun cuando haya peligro y sufrimiento.

REFLEXIONEMOS

 Con base en los versículos 9–10, haga una lista de lo que Dios ha hecho y lo que hará por medio del evangelio. 
¿Por qué es tan importante la verdad de que Dios nos salvó “no conforme a nuestras obras”? 
¿Qué hizo el Señor antes de los tiempos? 
¿Qué hizo cuando Cristo vino al mundo? 
¿Qué le motivó a salvarnos? 
¿Cuál es la responsabilidad que Dios le ha dado a usted con respecto al evangelio?

Dios nos Llamó a ser salvos
2Timoteo 1:9

Lo maravilloso y potente del evangelio se nota en las varias afirmaciones que hace Pablo en el versículo 1:9.

El evangelio salva. 
El evangelio ofrece perdón a quienes lo aceptan y los rescata del castigo por el pecado que es la muerte eterna. Nos libra del poder de éste y un día, cuando estemos con Dios, seremos salvos de la presencia del pecado. Por el gran poder que tiene el evangelio, el creyente no debe avergonzarse de él.

Dios tomó la iniciativa. 
El hombre no buscó a Dios, sino que él lo Ilamó desde la eternidad. Entender la doctrina de la elección es difícil para la limitada mente humana. Sin embargo, es una enseñanza bíblica maravillosa. 

El saber que Dios nos escogió por su gracia, sin hacer nosotros nada, fomenta en nosotros la humildad y la gratitud
Esta doctrina excluye la jactancia humana y da toda la gloria a Dios. También, entender la iniciativa divina produce seguridad y paz, porque la salvación no depende del hombre, sino del poder y gracia de Dios. No se debe sentir vergüenza porque la salvación es una obra divina.

El llamamiento de Dios es santo. 
El evangelio no sólo tiene el propósito de perdonar los pecados, y asegurar nuestro destino eterno, sino que tiene la finalidad de producir la santidad en el creyente. El evangelio transforma vidas. Dios dice a su pueblo: “Sed santos, porque yo soy santo” (Levítico 11:44–45, 19:2, 1 Pedro 1:15–16). 

El ser salvo por gracia no quiere decir que el creyente seguirá en el mismo camino de pecaminosidad. 
Si el hombre persiste en la misma desobediencia, entonces, no muestra los frutos del arrepentimiento y de la regeneración. El poder transformador del evangelio es maravilloso y quita la vergüenza.

La salvación no depende de los esfuerzos humanos. 
El énfasis del versículo 9 es que la salvación es por gracia, no por obras. La redención no se gana por méritos humanos (Efesios 2:8–10, Tito 3:4–5). 

Esta verdad es incomprensible para el corazón del hombre. Los creyentes tienden a pensar que han de esforzarse por merecer la salvación y que su buen comportamiento es necesario para mantenerse salvo.

Pablo enseña que, si la justificación se lograra por las obras humanas, no sería por las obras humanas, no sería por gracia (Romanos 4:2–5). La gracia de Dios es el favor divino que uno no merece. Uno de los propósitos de la Biblia es demostrar que los hombres no son obedientes a Dios (Isaías 64:6, Romanos 3:9–12). 

El creyente no debe tratar de conservar su salvación a través del buen comportamiento, sino que debe alabar a Dios por haberle dado una salvación perfecta y eterna. Debemos sentirnos motivados a obedecer a Dios por amor y gratitud y anhelar ser conformados a la imagen de Jesucristo. El cristiano debe manifestar al mundo el santo y glorioso carácter de Dios.

Cuando nos damos cuenta de la maravillosa gracia de Dios, como cristianos no debemos sentir pena de compartir el evangelio.


Dios nos salvó por la venida y muerte de Jesucristo 2Timoteo1:10a

El plan de redención comenzó en la eternidad, pero la provisión de la salvación sucedió cuando Jesucristo vino a la tierra para morir en la cruz. Sin Cristo, no existiría el evangelio, sin él, no hay salvación. 

Dios tuvo que intervenir en la historia humana a través de Cristo Jesús. En su muerte, Ilevó nuestro castigo. En su resurrección, Dios confirmó que Cristo es Dios, que su muerte fue eficaz y que el evangelio es la verdad. Timoteo no debía avergonzarse del evangelio porque sabía que Jesucristo había venido para redención de los hombres.


Dios nos salvó para darnos vida eterna 2Timoteo1:10b

Si el creyente ha de sufrir por su fe, lo peor que le puede suceder es perder su vida. Pero Jesucristo resolvió este problema. Pablo dice que Cristo abolió la muerte.
La Biblia habla de la muerte en varios sentidos: la física, o sea la separación del alma y el cuerpo; la espiritual, o sea la separación del alma y Dios; y la eterna, que es la separación de Dios del individuo para siempre. 

Todas son resultado del pecado.
Cuando Pablo escribió que Jesús “quitó la muerte”, no quería decir que la eliminó. Los que no han creído en Cristo siguen separados de Dios (Efesios 2:1–2). Los humanos siguen experimentando la muerte física y algunos sufrirán la “segunda muerte”, la muerte eterna (Apocalipsis 20:14).

El verbo que Pablo utiliza tiene varios sentidos, pero el primordial es “hacer inefectivo, impotente o inútil”. La muerte todavía existe, pero fue derrotada a través del sacrificio de Cristo: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Corintios 15:55) 

Para el creyente, la muerte espiritual y la muerte eterna ya no existen, porque ha recibido la vida eterna; la muerte física es simplemente “dormir” en Cristo. Pablo dice que “el morir es ganancia… lo cual es muchísimo mejor” (Filipenses 1:21, 23). Además, la muerte física no señala el fin del cuerpo. 

En la resurrección, Dios “transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya” (Filipenses 3:21). Jesucristo ha vencido la muerte.

Así el Señor Jesús sacó a luz la vida y la inmortalidad (“incorruptibilidad”) para los que lo reciben como su Salvador personal. Por eso, ni Pablo, ni Timoteo, ni ningún creyente debe temer el sufrimiento ni la muerte.

¿Cómo puede un cristiano sentir vergüenza cuando testifica de un mensaje tan potente y transformador?

VAMOS A REFLEXIONAR

 ¿Cuál es el don espiritual que Dios le ha dado? 
¿Necesita, como Timoteo, ocuparlo más activamente? 
¿Cuál es el reto, el problema o la experiencia que le da miedo en este momento? ¿Cuáles de las características del versículo 7 necesita usted ahora? 
En esta semana, ¿cuáles son algunos pasos específicos que puede dar para manifestar el poder, el amor y el dominio propio? 
¿Ha creído usted en el evangelio de Jesucristo de que Pablo habla en los versículos 9–10? Si la respuesta es “sí”, entonces, ¿cuál es la base de su seguridad? 
¿Está confiando totalmente en el sacrificio de Jesucristo para la salvación eterna? o ¿sigue tratando de lograr que Dios le acepte por medio de su buen comportamiento? Esta promesa del evangelio era de vital importancia para Pablo al enfrentarse a la muerte. 
¿Cuáles son sus reacciones al pensar en su propia muerte?
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martes, 5 de enero de 2016

Obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Nos preparamos para enseñar a la congregación
LAS PRIMERAS MALDICIONES
Génesis 3:1417–18
Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida[…] 

Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo                                                                                                 (Génesis 3:1417–18).
El pecado y sus consecuencias
LAS MALDICIONES DEL PECADO
El pecado trae maldición a la tierra y a los hombres. Al traer maldición, produce heridas. Estas son brechas abiertas por las que el enemigo entra y destruye y hace toda clase de daño. Es decir, permiten que la ira de Dios se manifieste contra toda injusticia e impiedad de los hombres (Romanos 1:18).
Todo Israel traspasó tu ley, apartándose para no obedecer tu voz; por lo cual ha caído sobre nosotros la maldición y el juramento que está escrito en la ley de Moisés, siervo de Dios; porque contra Él pecamos (Daniel 9:11).
Necesitamos estudiar a fondo la Biblia para entender bien las advertencias que Dios hace a las ciudades y a las naciones.

Al enfrentarnos al adversario, debemos ser unánimes en el proceso de cumplir la voluntad de Dios, en arrepentimiento y confesión de nuestros pecados y los de generaciones anteriores, e intercediendo por nuestras ciudades y naciones. De esta manera veremos un comienzo a la reconciliación total que sana las heridas del pasado.
Y Él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano (Génesis 4:10–11).
Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardien te de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. 
Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora (Romanos 8:18–22).
Como es de notar, la naturaleza responde a la condición espiritual de sus habitantes. Por lo tanto, Satanás encuentra un campo fértil para construir su «fortaleza espiritual». Este término se refiere al lugar enfermo en la vida de una ciudad o una nación que aún no ha resuelto su culpabilidad. Si queremos rescatar un área que está muriendo, los cristianos podemos salvarla llevándole vida.

Dios también usa la naturaleza para traer sus juicios. El antiguo Egipto sufrió diversas plagas: la contaminación del río Nilo al convertirse el agua en sangre, la de ranas, la de piojos, las moscas, las úlceras del ganado, el granizo, las langostas, las tinieblas y, finalmente, la plaga de la muerte de los primogénitos de las familias y las bestias (Éxodo 7:15–11:6). Creo que Dios trata de llamar nuestra atención mediante la avalancha de desastres «naturales» que han venido sobre nosotros: incendios, inundaciones, huracanes, terremotos.
Norteamérica está en vergüenza y segando en torbellino de juicio (Oseas 8:7). Bajo el juicio de Dios estamos segando lo que hemos sembrado.
Las obras de las tinieblas
Aunque han pasado miles de años desde los tiempos del profeta Oseas, los medios de comunicación masiva de hoy en día nos dan las mismas noticias que el profeta proclamaba en su tiempo como consecuencias del juicio de Dios sobre las naciones. El perjurio, la mentira, el engaño, la inmoralidad, la violencia, la guerra, el homicidio, el robo, todo esto y mucho más continúa siendo parte de la vida diaria de todo el mundo.

En la actualidad, la violencia es el tema que más inquieta a Estados Unidos y a Latinoamérica. En naciones como México, Colombia y Perú, las noticias de guerras, guerrillas, terrorismo y homicidios son el pan de cada día.

En los últimos años, los estados de Florida y California han soportado una aterrorizante ola de violencia que las autoridades no pueden controlar. En todo el continente hay ciudades heridas donde la violencia, el crimen, la guerrilla y el narcotráfico ponen de manifiesto la incapacidad de la autoridad y de la ley para controlar los acontecimientos que en ellas ocurren. Entre ellas están México, Guadalajara, Bogotá, Medellín, Lima, Río de Janeiro, Brasil, Washington D.C., Los Ángeles, San Francisco, Miami, Nueva York, etc. Toda esta culpabilidad no resuelta es la causa para que cada ciudad y nación cosechen lo que han sembrado: dolor, miseria, enfermedad, muerte.
Consecuencias del pecado
Los profetas Daniel, Oseas y Jeremías revelan las consecuencias del pecado sobre las ciudades y naciones de la tierra:
Oíd palabra de Jehová, hijos de Israel, porque Jehová contiende con los moradores de la tierra; porque no hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra. Perjurar, mentir, matar, hurtar y adulterar prevalecen, y homicidio tras homicidio se suceden. Por lo cual se enlutará la tierra, y se extenuará todo morador de ella, con las bestias del campo y las aves del cielo; y aun los peces del mar morirán. Ciertamente hombre no contienda ni reprenda a hombre, porque tu pueblo es como los que resisten al sacerdote (Oseas 4:1–4).
Alza tus ojos a las alturas y ve en qué lugar no te hayas prostituido. Junto a los caminos te sentabas para ellos como árabe en el desierto, y con tus fornicaciones y con tu maldad has contaminado la tierra. Por esta causa las aguas han sido detenidas, y faltó la lluvia tardía; y has tenido frente de ramera, y no quisiste tener vergüenza (Jeremías 3:2–3).
Muchas veces nos encontramos en algún lugar en el que sentimos la presencia de la muerte. El discernimiento espiritual nos permite esa sensación. Es entonces cuando el poder para enfrentarnos con ella dependerá de la obediencia que tengamos a nuestro llamamiento. Por ejemplo, frente a la situación de opresión espiritual que sufría su nación, Esdras extendió sus manos al Señor e intercedió por el pueblo identificándose con sus pecados:
Para que se busque en el libro de las memorias de tus padres. Hallarás en el libro de las memorias, y sabrás que esta ciudad es ciudad rebelde y perjudicial a los reyes y las provincias, y que de tiempo antiguo forman en medio de ella rebeliones, por lo que esta ciudad fue destruida (Esdras 4:15).
Dios el Padre envió a Jesús para deshacer las obras del diablo (1 Juan 3:8) y para salvar lo que se había perdido (Mateo 18:11). De la misma manera, Dios el Padre nos salvó, nos llamó, nos apartó y nos mandó a hacer las mismas obras de Jesús, en todo lo relacionado con el reino de las tinieblas (Juan 9:4).

En la proclamación de las promesas de Dios tenemos el deber de tomar parte en el proceso del cumplimiento de los objetivos de Dios, es decir, la reconciliación con el Padre. Como atalayas, debemos anunciar y advertir a las naciones las consecuencias de su desobediencia.
Puse también sobre vosotros atalayas, que dijesen: escuchad al sonido de la trompeta. Y dijeron ellos: No escucharemos. Por tanto oíd, naciones, y entended, oh congregación, lo que sucederá (Jeremías 6:17–18).
Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra (2 Crónicas 7:14).
La falta de la presencia de Dios en las ciudades y naciones que están bajo maldición es lo que en hebreo se llama Icabod (la gloria se ha ido), situación que deja a las aves de rapiña en libertad para consumar la destrucción.

Los profetas del Antiguo Testamento proclamaron siempre que todo lo que le sobrevenía a la nación era debido a sus pecados. Esto se debía, especialmente, por la abominación de mezclar la idolatría de los pueblos venidos de otras tierras con los ritos religiosos del pueblo de Dios. Abominación mucho más grande aun cuando los que estaban en autoridad eran los primeros en cometer ese pecado (Esdras 9:1–2, 13).

Lo que sigue, ¿será solamente coincidencia?
En agosto de 1992 el sur de Florida sufrió uno de los desastres naturales más grandes de la historia de la nación. El huracán Andrew causó grandes estragos a su paso. Ahora, más de dos años después, todavía la ciudad no se ha recuperado del desastre. 

Meses antes de esta tragedia, líderes y autoridades del estado tuvieron varias reuniones con los líderes religiosos de la santería cubana y del vudú haitiano. Su propósito era pedir su intercesión para evitar una explosión de violencia étnica entre negros e hispanos de las comunidades que representaban. 

Pienso que el incremento de ritos y sacrificios de santería, vudú y macumba, por ese motivo, y el reconocimiento de su poder por parte de las autoridades de gobierno desencadenaron el juicio de Dios sobre el estado por medio de la naturaleza.

Luego, el 17 de enero de 1994, el sur de California sufrió los efectos devastadores de un terremoto que arrasó con el valle de San Fernando y particularmente la ciudad de North-ridge. El movimiento sísmico, de 6, 9 en la escala de Richter, destruyó cientos de edificios, residencias, autopistas y centros comerciales. Esta área de California ha sido azotada por la sequía, los incendios, la violencia, los temblores y la decadencia económica. ¿No será que el mensaje que sale de Hollywood sobre el aborto, el homosexualismo y la oposición y el ataque a los valores cristianos, a la iglesia y a sus líderes han traído como consecuencia una tragedia tras otra?

La prensa secular, irónicamente, dijo que el terremoto de Northridge sería con toda seguridad una oportunidad más para que los cristianos declararan, como siempre, que todo eso era el juicio de Dios. ¿Sería una coincidencia que una gran parte de la pornografía que consume la nación saliera de esta ciudad y que en el terremoto se destruyeran nada menos que centros pornográficos millonarios? ¿Qué piensa usted?

El pecado de una ciudad concede poder al enemigo sobre ella y abre sus puertas al mundo de las tinieblas para que entren la maldición y la destrucción.

El conflicto y el antagonismo entre ministerios, culturas, clases sociales, razas, regiones, religiones, etc., son puertas abiertas al infierno, y causas para que las maldiciones caigan sobre las ciudades y las naciones.

La violencia y el crimen son el resultado de heridas y ofensas del pasado y del presente. Todos los esfuerzos, leyes, alianzas y tratados para contrarrestarlos no tendrán ningún resultado.

Hace poco tiempo, en Los Ángeles, California, la televisión mostró a un mundo horrorizado la criminal paliza que la policía propinó a un ciudadano negro. La escena la filmó un camarógrafo aficionado. Este hecho lo llevó a cabo nada menos que varios policías de raza blanca y un hispano. Esto desencadenó una ola de violencia en la que los negros atacaron a los blancos, a los hispanos, a los orientales. Turbas enfurecidas destruyeron negocios, quemaron, robaron y saquearon todo cuanto pudieron. Tomaron forma humana las palabras de Jesús: «El ladrón no viene sino para matar, robar y destruir» (Juan 10:10).

Una vez más, se hizo patético el antagonismo de razas. Ese que causó una herida a la ciudad y abrió las puertas a los demonios. La violencia engendró violencia. El derramamiento de sangre demandó más derramamiento de sangre, y todo esto desencadenó violencia social. Cayó la maldición de Dios sobre la ciudad.

Las guerras entre pandillas, entre carteles del narcotráfico, entre naciones, entre religiosos, etc., abren las puertas al mundo de las tinieblas y traen maldiciones sobre las ciudades y sobre las naciones.

El destino de nuestras ciudades y naciones, la anulación de las maldiciones que pesan sobre ellas y su pacificación, no depende ni de alianzas, ni pactos, ni tratados. No depende de la sangre que se derrama en las calles y en las plazas todos los días inútilmente. Su fortuna depende de la sangre que fue derramada por Jesucristo hace dos mil años en la cruz del Calvario. De la sangre que se derramó una vez y por todas para la remisión de pecados (Hebreos 9:22), porque entonces y sólo entonces se cumplirá la Palabra: «Haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios[…] matando en ella las enemistades» (Efesios 2:15b–16).
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