lunes, 4 de enero de 2016

Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál... has escogido, para que tome la parte de este ministerio

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Nos preparamos para enseñar
Empieza una comunión sólida en el Cuerpo de Cristo
Hechos 1:15-26
15En aquellos días Pedro se levantó en medio de los hermanos (y los reunidos eran como ciento veinte en número), y dijo: 
16Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús, 17y era contado con nosotros, y tenía parte en este ministerio. 

18Este, pues, con el salario de su iniquidad adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron. 19Y fue notorio a todos los habitantes de Jerusalén, de tal manera que aquel campo se llama en su propia lengua, Acéldama, que quiere decir, Campo de sangre. 

20Porque está escrito en el libro de los Salmos: Sea hecha desierta su habitación, y no haya quien more en ella; y: Tome otro su oficio. 21Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, 22comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección. 

23Y señalaron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías. 24Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido, 25para que tome la parte de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar. 26Y les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles.
La Historia continúa
LA PRIMERA EVIDENCIA DE LA COMUNIÓN 
(Hechos 1:15–26)

Aunque Pedro lidera el grupo no toma una actitud de dominio. Más vale, asume la posición de liderazgo pensando en el pastoreo de las ovejas frente a una decisión difícil. El texto dice que “se levantó en medio de sus hermanos” y no sobre ellos. Habían vivido tiempos de intensa oración, lo suficiente como para que Dios creara en él una inquietud particular por solucionar un problema grave. Todos sabían que Jesús tenía doce apóstoles, pero con lo sucedido a Judas quedaron solamente once.
A. Pedro utiliza la Escritura
Son muchos los que creen que el apóstol se adelantó cuando debió haber esperado. Pero nosotros no nos atrevemos a juzgar. Es más provechoso observar el modo en que propuso al grupo de hermanos la solución del problema.
Comienza explicando cómo se había cumplido la profecía. Notemos el modo en que explica la inspiración del texto, señalando: “La Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David”. Es el Espíritu quien anuncia la apostasía de Judas. Recordemos que después de su resurrección, el Señor Jesús abrió el entendimiento de los once para que comprendiesen las Escrituras (Lc. 24:25, 27, 32, 45, 49). Desde ese momento pudieron entender cómo había sido compuesto el AT y el valor que tenía para poder aplicarlo con precisión en la vida de la iglesia.

Pedro se basó en dos salmos que sorpresivamente combinó para obtener la conclusión. El primero es el 69, del cual no extrajo las varias referencias al Señor Jesús que cita el evangelio de Juan (2:17; 15:25), sino otras.

El apóstol aplica a Judas el trozo de una oración en la que David pide el juicio para los inicuos. “Sea su palacio asolado; en sus tiendas no haya morador” (v. 25). A esta frase le agrega parte del v. 8 del Salmo 109: “Tome otro su oficio”. Aunque parecería que el texto autoriza a que “otro” ocupe el lugar vacante, no hay aprobación para elegir al reemplazante. Como tampoco la hay para llenar posteriormente la vacante de Jacobo (12:1–2).
B. Pedro explica el caso Judas
Lucas inserta una explicación sobre la ética de Judas y los últimos momentos de su vida tal como la narró el apóstol Pedro. La aparente discrepancia entre Mateo 27:3–5 donde dice que “se ahorcó” y nuestro texto: “cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron” (1:18), armoniza si pensamos que Mateo únicamente dice lo que Judas hizo, pero en nuestro caso cuenta lo que sucedió después.

Como en otras ocasiones (comp. 2 Cr. 25:12) pensamos que el hecho pudo haber sucedido a mucha altura y la cuerda utilizada no resistir el peso y se romperse. Hay quienes creen que para terminar con el espectáculo alguien cortó la cuerda, y Pedro narró a los reunidos el final del ex apóstol.

La segunda nota que necesita explicación es la compra del campo. Mateo dice que Judas cargado de culpa devolvió el dinero, y al no ser aceptado por los sacerdotes, el mismo Judas lo arrojó dentro del templo. Posteriormente los fariseos con ese importe compraron el campo. Pero nuestro texto dice: que “con el salario [dinero] de su iniquidad [Judas] adquirió un campo”. 
¿Quién fue finalmente el comprador? Lo más correcto es decir que con el dinero de Judas (que los sacerdotes nunca aceptaron para sí) los religiosos compraron el campo que naturalmente era de Judas. A ese campo del alfarero en aramaico se lo llamaba Acéldama porque fue comprado con dinero de sangre, incluyendo la misma de Judas (Mt. 27:6).
EL PECADO DE JUDAS
1.     Le gustó convivir con la avaricia
     (Jn. 12:6)
2.     Se ocupó de la murmuración
     (Jn. 12:4–5)
3.     Permitió que Satanás dirigiera su mente
     (Lc. 22:3)
4.     Reveló sus planes a los enemigos
     (Lc. 22:4–5)
5.     Rehusó oír la amonestación del Señor
     (Jn. 13:26–27)
6.     Pervirtió la manifestación de afecto en traición
     (Mt. 26:47)
7.     Cayó en la desesperación y se dirigió a la religión
     (Mt. 27:3–4)
8.     Se suicidó
     (Mt. 27:5)
C. Pedro propone una solución para la vacante
El escritor continúa dando espacio al discurso de Pedro, ahora para cubrir la vacante dejada.
a.     Tenía que ser una persona del grupo
La persona a elegir tenía que poseer una relación familiar con todos y con el Señor Jesús. Estar juntos “todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía” indica que se necesitaba alguien que hubiera gustado la vida de hogar junto con ellos. “Salir y entrar” (comp. Sal. 121:8) es una manera de expresar libertad, sujeción y comunión (Jn. 10:9). El ministro del Señor no es un improvisado solitario surgido de la noche a la mañana, sino que debe conocer y haber practicado la convivencia (comp. Dt. 31:2).
b.     Tenía que poseer una experiencia completa
El candidato para cubrir la vacante debía poseer un “desde” y un “hasta”. Es lo que denominamos un “hombre completo”. Tenía que haber palpado el comienzo del ministerio del Señor (10:37), bautizándose para sujetarse al propósito de Dios y “cumplir toda justicia” (Mt. 3:15). Tenía que ser alguien entrenado en estar bajo dependencia del Padre, en santidad y amor para los perdidos. El apóstol necesitaba encarnar la ética de Cristo y hablarle a otros con experiencia de su comunión. Haber sido testigo presencial de la resurrección era un ingrediente fundamental (Hechos 2:32; 3:15; 5:32; 10:39; 1 Co. 9:1; 15:8) pero no suficiente; además debía haber vivido la experiencia de la ascensión.

También tenía que conocer sus responsabilidades. Pedro las denominó diakonia (ministerio) y apostole̅ (apostolado), que unidos a martyr (testigo) componen lo que el Señor había determinado. Durante nuestro estudio observaremos el modo en que estas características se concretaron.
c.     Tenía que tener la aprobación de Dios
Con sumo cuidado en un ambiente de oración y unanimidad (Hechos 1:14) repasaron los nombres de los ciento veinte, y sólo hallaron a dos que reunían todos los requisitos. Se enfrentaron con la primera prueba de sus limitaciones a fin de reconocer a una persona para el ministerio. Pudieron avanzar hasta lo que sabían pero no quisieron avanzar dentro del terreno de Dios que es quien “conoce los corazones” (Hechos 15:8). Si también hubieran podido hacer este análisis, habrían actuado como Dios. La sabiduría espiritual está en saber hasta dónde llega la responsabilidad humana y allí parar.

Detenidos en su limitación se remitieron al Señor (Hechos 2:36; 7:59) pidiendo específicamente en una oración especial que mostrase su elección (comp. 1 S. 16:7). De inmediato “echaron suertes” basándose seguramente en el método legislado en el AT (comp. Lv. 16:8; Nm. 26:55; Jos. 7:14; Pr. 16:33, etc.), utilizado aquí por última vez. Notemos que fue antes de Pentecostés. El Señor mostró su voluntad y Matías fue “contado con los once apóstoles”. 

Hay muchos que discrepan con el método utilizado y aun con la persona elegida. El autor de este libro cree que habiéndose cumplido con tanta prolijidad la sujeción al Señor, es peligroso emitir juicios.

Están ya preparados para esperar la promesa del Señor. Tres experiencias básicas confirman esta presunción: 
(1) Estuvieron con Cristo y recibieron sus instrucciones; 
(2) recibieron la bendición y lo vieron ir; 
(3) completaron el número de los doce, necesario para el testimonio en Pentecostés (Hechos 2:14). 
Pudieron cubrir la vacante de Judas, pero no pueden hacer lo mismo con la del Señor Jesús. Tienen que esperar.
TIEMPO DE ESPERA
1.     Tiempo de transición
*     Entre la obra completada por Cristo en la tierra y la apertura de la labor del Espíritu.
*     Se había terminado el capítulo de la encarnación que concluyó en la cruz. Ahora estaba por iniciarse otro.
2.     Tiempo de necesidad
*     Los apóstoles convertidos en testigos, sin comprender lo que significaba.
*     Necesitaban aclarar sus pensamientos y recibir entendimiento.
3.     Tiempo de expectativa
*     Tenían que esperar la “promesa del Padre” aunque no entendían el significado.
4.     Tiempo de oración
*     Para incentivar la unidad
*     Para acrecentar la perseverancia
*     Para vivir la dependencia
5.     Tiempo de tomar decisiones
*     Observar al verdadero líder
     Pedro
*     Tener fundamento para decidir
     la Escritura
*     Emplear un sistema sano para persuadir
     sabiduría
*     Buscar un candidato a pastor
     oración y condiciones espirituales


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¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo... Todos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Nos preparamos para enseñar en la Congregación
LA PROMESA BENDITA DE ESTAR NUEVAMENTE CON LA IGLESIA
Hechos 1:9-14

9Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. 
10Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, 11los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo. 
12Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo. 
13Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo. 
14Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.
LA PROMESA DE VOLVER
LOS PRIMEROS SÍNTOMAS DE LA COMUNIÓN (Hechos 1:9–14)
PRIMEROS EFECTOS DE LA PARTIDA DEL SEÑOR
1.     El robustecimiento de la fe al ver cumplida su palabra: (a) había venido del cielo (Jn. 6:38, 51, 61, 62); (b) volvería al cielo (Jn. 14:1–3, 19; 16:5, 16) y cumplió.
2.     La confirmación de la esperanza al ver la manifestación de su señorío todopoderoso. Verlo ir, es también ver cómo puede volver. Su ida es la primera fase del retorno. Donde él está nosotros también iremos. El es “las primicias”, después nosotros los que somos de él en su venida.
3.     La inflamación del amor. Necesitaron una visión personal del Señor glorificado para que salieran juntos, y fuertemente unidos en el amor mutuo (Lc. 24:52–53). La lección no ha cambiado.
Esa visión fue la base para formar y consolidar la comunión. Hasta ese presente los que no sabían el significado de la unidad podían “estar juntos” pero no eran uno. Fue necesario que vieran a Cristo ascendido para que todos comenzaran a tener la misma visión, y en consecuencia la misma motivación. Para ser testigos tenían que hablar lo mismo, y vivir lo mismo.

Aunque el término koino̅nia no es frecuente en el libro, la actividad de la comunión es esencial para el desarrollo de la iglesia. Tal como lo estudiaremos más adelante, tiene la función de establecer una unidad vital entre Dios y nosotros (1 Jn. 1:1–3) que no comienza con actividades o labores por nobles que fueren sino con la presencia del Señor resucitado.

Entonces, aparte de haberle oído por cuarenta días, ahora tenían que comprobar algo más.
A. Una misma visión
El cielo es el granero de Dios. Allí está la meta de sus planes tal como se los había mostrado el Señor Jesús (Jn. 14:25). A ese lugar apuntan todos los propósitos de los siglos (Jn. 17:24). ¿Por qué tiene tanta importancia que lo hayan visto ir?

En primer lugar, por el cumplimiento de sus palabras. Durante el ministerio público Jesús lo había insinuado varias veces (Jn. 6:62; 20:17). Había hablado y trabajado en función de su regreso al cielo. Al principio, los doce no lo entendieron, pero ahora lo ven con claridad. Se dan cuenta de la importancia de las promesas cumplidas. Se dan cuenta de que así como Cristo prometió, debían hacerlo ellos. Lo que desde ese momento en adelante dijeran, representaba las palabras de Cristo. Como él había cumplido, ellos también tenían que hacerlo (2 Co. 1:20).

En segundo lugar, porque una misma visión tenía que producirles un mismo sentir; ésta es la estructura de la comunión (1 Co. 1:10). La visión de la victoria de Cristo es fundamental para el servicio (Ef. 1:9–23). Sin visión no hay victoria y es imposible subsistir frente a las fuerzas del mal (7:55–57). La iglesia que estaba en gestación, tuvo este principio en su estructura: once hombres instruidos y comisionados mirando la ascensión del Señor Jesús.

En tercer lugar, porque tenían que saber que la vida que iniciaban era distinta a la anterior. Hasta ese momento, de una u otra manera habían trabajado en función de los dichos de los fariseos o del resto de la gente. Ahora no sólo tenían la versión correcta de lo que había sucedido con Jesús, sino que además poseían el método para hacerlo saber a los demás.

La ascensión es un milagro y la predicación de ese milagro genera otros milagros en transformación y consolación. Lo que hace no es momentáneo ni ficticio, es real (Col. 3:1) y duradero.
B. Una misma explicación
Después de haberles hablado con claridad, Jesucristo dio por concluida su misión en la tierra, indicando con esto que la vida cristiana también tiene sus etapas. El ministerio no finaliza, pero no siempre es el mismo. El había concluido su labor en la tierra; ahora iniciaba otra en el cielo (Jn. 17:4).

La bendición impartida (Lc. 24:50–51) es el sello de un trabajo bien terminado a su tiempo. No fue apurado ni incentivado por las circunstancias. Simplemente había sido planeado, prometido y ahora cumplido (comp. Lv. 9:22). Todos por igual entienden lo mismo, viven lo mismo y se disponen a hacer lo mismo. Habían visto y pasado por aflicciones, y ahora comprenden su valor. Se dan cuenta de que en las manos de Dios el dolor termina en gloria.
LA ASCENSIÓN DE CRISTO
1.     Las circunstancias: “viéndolo ellos”
a.     dirigido al cielo
     el poder de la resurrección (Mr. 16:19) (Fil. 2:9–10)
b.     recibido por una nube
     la aprobación de Dios (Lc. 9:34, 35) (Ex. 13:21; 16:10; 40:38)
2.     Los beneficios:
a.     formación de la comunión (Hch 2:1)
b.     seguridad de la venida del Espíritu (Jn. 16:7)
c.     confirmación de la intercesión (Jn. 14:16)
3.     La conclusión:
a.     estímulo para el futuro (v. 11)
b.     preparación para las tareas (v. 12)
“FUE ALZADO, Y LE RECIBIÓ UNA NUBE”
1.     Como la conclusión de la primera etapa de su ministerio (Hechos 3:21; Ef. 4:10)
a.     Entró al mundo en humildad (Gá. 4:4)
b.     Salió de él gloriosamente (1 Ti. 3:16)
2.     Como anticipo de la venida del Espíritu (Jn. 16:17)
a.     Tenían que quedar solos para aprender a confiar
b.     Tenían que vivir juntos para practicar la comunión
c.     Tenían que decidir responsablemente para saber actuar
3.     Como la manera de cambiar la visión de los apóstoles
a.     De mirar para atrás a ver el futuro
b.     De mirar para abajo a esperar en el Señor
c.     De mirar hacia lo terrenal a sentir el poder de Dios
C. Una misma expectativa
Una escena muy extraña se produjo sobre el monte de los Olivos adonde con seguridad Jesucristo los había llevado después de vivir en Betania (Lc. 24:50). Era el lugar indicado para la despedida. El texto dice que “estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba” dos personas con vestiduras blancas se pusieron junto a ellos.

Había miles que esperaban en aquellos días la “redención de Israel”, pero solamente unos pocos (v. 10)pudieron contemplar o confirmar al Redentor.

Unos años atrás, mientras los judíos miraban los movimientos de Herodes, y otros contemplaban las campañas conquistadoras de César, los ángeles contemplaban, anunciaban y alababan el nacimiento de Jesús; le ministraron en el desierto; lo asistieron en Getsemaní; montaron discreta guardia sobre la tumba en el huerto. Pero ahora todo había cambiado. La labor de los “seres celestiales” era confirmar la fe de los fieles y ayudarles a mirar el futuro que se avecinaba. Pero sigamos lo que dice el texto:
a.     Los mensajeros: “se pusieron junto a ellos dos varones”.
¿Serían los mismos que habían quitado la piedra del sepulcro? (Lc. 24:4). No lo sabemos. Quienesquiera que fueran, vinieron para dar testimonio de lo que estaba a punto de ocurrir. Lo hicieron para honrar la despedida y animar a los apóstoles. Se pusieron “junto a ellos” como verdaderos paracletos a fin de realizar una doble actividad. Primero, de cariños o reproche, “¿por qué estáis mirando al cielo?” Que es como decir: “No es necesario que lamenten lo que ya es una bendición. Todo lo necesario para el bienestar de ustedes está cumplido y ahora se va para que ustedes sean de bendición a muchos”.

Si tuviéramos que aplicar estas palabras a nuestra vida diríamos que en toda partida de seres queridos hay desconsuelo y desasosiego. Hay preguntas sin responder y miradas que muestran incomprensión o asombro. El vacío es, al parecer, imposible de llenar. Pero aunque esa situación sea difícil, hallamos sentido después que podemos oír la voz del Paracleto (comp. Sal. 126:5–6).

Segundo, un anuncio reconfortante. Ni ellos (los dos varones) se quedarían en ese lugar, ni los once. La comisión que tenían y las promesas recibidas necesitaban otras condiciones para desarrollarse. Comenzarían a pensar en todas estas cosas a partir de la ascensión del Señor Jesucristo. Ahora el retorno es una realidad. Más que seguirle con los ojos mientras se iba, tendrían que comenzar a esperarle cumpliendo sus palabras.
b.     El mensaje: “Este mismo Jesús …”
Fue poco lo que les dijeron, o posiblemente Lucas haga un resumen del mensaje. Lo que sacamos en esencia es lo siguiente: En primer lugar, la persona que volverá es la misma que se fue. Ningún acontecimiento de la historia ni otro incidente podría ser el complemento de esa promesa. Vuelve él mismo. Vuelve el Amigo, el Consejero, el Señor poderoso. En segundo lugar, “así vendrá”. 
Así como vino a Belén irrumpiendo en un mundo confuso y totalmente desorientado, así regresaría, pero a diferencia de aquella primera venida, vendrá inesperadamente para muchos, pero con gloria para los que lo esperan (He. 9:28). Era necesario que se comprometieran con la segunda venida del Señor para que sus ministerios fueran humildes, santos y desinteresados en ellos mismos. Tenían que saber que en cualquier momento habría de volver. Esa vuelta por muchas razones es el incentivo para ellos y para nosotros.
PROPÓSITOS DE LA SEGUNDA VENIDA
1.     Ser glorificado en los santos (2 Ts. 1:10)
2.     Aclarar lo oculto de los corazones (1 Co. 4:5)
3.     Reunir a su iglesia (1 Ts. 4:15–17)
4.     Juzgar a los santos y también al mundo (2 Co. 5:10; Mt. 25:31)
5.     Recompensar a cada uno por su labor y fidelidad (Ap. 22:12)
6.     Establecer su reino de justicia y paz (Is. 24:23)
7.     Mostrar su identidad, “Este mismo Jesús” (Ef. 4:9–10)
NUESTRA REACCIÓN HACIA LA SEGUNDA VENIDA
1.     Vivir su inminencia (Ro. 13:12; Fil. 4:5)
2.     Santificar nuestro estilo de vida (Mt. 24:44, 46)
a.     Más santidad (1 Ts. 3:12, 13)
b.     Más sinceridad (Fil. 1:10)
c.     Más vitalidad (1 Co. 1:8)
d.     Más hermandad (1 Co. 4:5)
e.     Más paciencia (Stg. 5:7–8)
3.     Amar ese acontecimiento como único (2 Ti. 4:8)
4.     Esperar que ocurra mientras servimos a otros (Fil. 3:20; 1 Ts. 1:10)
5.     Tener valor para que no nos distraiga el enemigo (Mt. 24:42; Lc. 21:36)
6.     Tener paciencia hasta verla (2. Ts. 3:5)
Además, las palabras “como le habéis visto ir al cielo” no pueden referirse a la venida del Espíritu Santo ni a la comunión espiritual entre Cristo y los suyos (Mt. 28:20), sino a un acontecimiento futuro y singular mucho más significativo que los dos anteriores, sin quitarle a ninguno su gloria. 

La iglesia del siglo I esperaba ardientemente que el retorno se produjera en esos días (1 Ts. 4:17). Al pasar el tiempo y observar que las cosas no se daban como lo habían diagramado, la expectativa se enfrió. Sin embargo, Dios no posterga su venida; más vale quiere que todos conozcan sus propósitos (2 P. 3:9). Volver a reiterar la necesidad de recrear en nosotros el estilo de vida que tiene la “presencia” (gr. parousia) como expectativa: “Así vendrá como le habéis visto ir al cielo”.
D. Una misma reacción
Para aquellos apóstoles la partida del Señor en la manera en que había sucedido y la explicación que los dos varones habían dado tenían valor permanente. No necesitaban quedarse por más tiempo en ese lugar. Todo estaba claro. En su interior ya tenían presente cuáles eran las primeras etapas en el propósito de Dios.
FUNCIONAMIENTO DEL PLAN
1.     Unidad en el retorno de Cristo
     Visión de la ascensión
2.     Unidad en el mensaje de los ángeles
     Confirmación de la fe
3.     Unidad en el testimonio de victoria
     Retorno juntos a la ciudad
4.     Unidad en la espera del Espíritu Santo
     Todos esperan Pentecostés
5.     Unidad en el testimonio que tenían que dar
     Todos reunidos para alabar al Señor
Ni el Señor Jesús les dijo ni los dos varones les explicaron cuánto tiempo habría entre su partida y el retorno anunciado. Pero lo que vivieron fue suficiente para volver gozosos. Caminaron el kilómetro que los separaba desde Jerusalén, no tan ansiosos de que el Señor volviera en ese momento, como sí de poder cumplir con las normas trazadas. Intencionalmente el Señor los había dejado cerca de la ciudad para que pudieran volver a los suyos sin quebrantar las disposiciones de los fariseos. La norma de andar “camino de un sábado” (1, 2 km.) era para evitar que la gente abandonara los contornos de la ciudad en un día de reposo.
a.     Separados del mundo: “se volvieron a Jerusalén”
Lo hicieron no para iniciar las luchas de los últimos tiempos, sino para comenzar en el reino de Dios la nueva etapa a la que habían sido llamados. Iniciaron una nueva manera de pensar porque habían cambiado de mente, habían dejado de pensar en el reino de Israel (cosa temporal) para volcarse al reino de Dios (vida espiritual en un territorio nacional). ¿Qué hicieron?
(1)     Se fueron al aposento alto (comp. Jn. 20:19) La separación solamente y por sí misma no tiene sentido. Necesita también orientación. Es dejar algo para ir a un lugar, a un destino. Así lo hicieron ellos. Estaban unidos a Cristo pero necesitaban mostrar esa unión entre sí. Salieron apresuradamente del monte de los Olivos y se dirigieron al lugar de la comunión. La visión del Señor resucitado era fundamental para concretar la comunión práctica o efectiva entre ellos. Y anduvieron gozosos el kilómetro de distancia tratando de reunirse en un lugar tranquilo para meditar (comp. Hechos 10:9; 20:7–9).
(2)     Se reunieron todos. Todos están presentes porque reconocen que una misma cabeza solamente puede formar un solo cuerpo (comp. 1 Co. 12:12). En forma deliberada Lucas menciona a los once y a las mujeres, pero con seguridad había muchos más. 
La lista recuerda, además, cómo el evangelio es capaz de congregar a personas de distintos trasfondos. Si la unión fuera humana, alcanzaría sólo a los que “piensan como nosotros”. Pero aquí hay un objetivo superior. Es la labor de Dios que crea en los corazones el triunfo de la gracia y que los hace crecer en la fe. Tomás no es más incrédulo, ni Pedro el avasallador del conjunto. Todos han alcanzado una evidente maduración al comprobar la importancia del Cristo resucitado.
b.     Unidos en oración
A este espíritu de paz y unidad se agregó el sentimiento de limitación personal. La suficiencia es contraria a la dependencia. No hay maestros judíos, ni filósofos griegos; hay únicamente hermanos esperanzados en que Dios les dé la salida a los temas pendientes y ponga a cada uno en su lugar para poder cumplimentar el propósito de ser testigos.

La inauguración de la iglesia precedida por una reunión de oración durante diez días (aunque quizás no todo el tiempo), nos demuestra el modo agradable a Dios para esperar el cumplimiento de su palabra. Los grandes momentos de avivamiento están precedidos de celosos espacios vividos en gozosa oración (Hechos 4:23–31; 12:12; 16:13) (comp. Is. 6:8; Mt. 18:19; Jn. 16:23, 24).

Es el modo de preparar el corazón para lo inesperado que vendría de Dios. Estaban seguros de que no sería igual a lo que ya conocían sino de acuerdo a lo prometido.

Lucas vuelve a repetir la lista de los que “moraban” en el lugar donde probablemente se había celebrado la última pascua. Aparte de confirmar a los “doce” (que son once) con Pedro en primer lugar, dos detalles encantan al leerla.
(1)     La mención de Simón el Zelote, que había pertenecido a una secta fanática guerrillera que luchaba por la independencia política del pueblo hebreo. Josefo asegura que fue un partido fundado por Judas que se levantó contra los romanos en el año 6 DC, pero no sabemos más. Tampoco es de interés hablar de los zelotes, sino de la conquista que el Señor había logrado. 
     Es a este discípulo a quien Mateo y Marcos denominan el cananita (es decir, alguien que sigue un cierto canon o patrón de vida) (Mt. 10:4; Mr. 3:19). El celo de Simón convertido al evangelio, es necesario para la verdadera transformación de la nación.
(2)     La presencia de las mujeres incluyendo las que acompañaron a Jesús desde Galilea (Lc. 8:2) y las que presenciaron la crucifixión y sepultura (Mt. 27:55–56; Lc. 24:10; Jn. 19:25). Estaban también María la madre de Jesús, mencionada por última vez, y asimismo los hermanos del Señor Jesús (1 Co. 9:5). La presencia femenina en un encuentro tan selecto demuestra la honra que el Señor había conquistado para la mujer en general y para la oriental en particular. 
     La igualdad ante Dios que más tarde observábamos en las enseñanzas apostólicas es vital para el desarrollo del cuerpo de Cristo. Cabe agregar que los hermanos de Jesús (hijos de José y María) (Mt. 13:55; Mr. 6:3) no creían en el Señor Jesús antes de su muerte (Jn. 7:5), pero ahora están todos juntos. Jacobo tuvo una entrevista personal con el Señor después de la resurrección (1 Co. 15:7) y Judas probablemente es el escritor de una epístola. Ambos con una actuación destacada (12:17; 15:13; 21:18; Jud. 1).

Esta diversidad de personas se habían unido para perseverar en la oración unánime (Hechos 2:42; 2:46; 6:4; etc.). La prioridad de esperar la respuesta del Señor los desvinculó de los posibles desencuentros entre los distintos pareceres que pudieran tener. Habían aprendido a ordenar las prioridades.
LOS APÓSTOLES EN JERUSALÉN
1.     Es un período de transición—de seguidores a testigos.
     Entre la obra completada de Cristo y la no iniciada del Espíritu.
2.     Es un período de expectativa—de discípulos a predicadores.
     No tenían claro cómo iniciar sus labores
     No sabían cuál era el mensaje que debían dar
     No conocían cuándo ni cómo llegaría “la promesa”
3.     Es una oportunidad para orar—de soluciones diarias a dependencia constante.
     Muchas incógnitas por develar
     Muchas respuestas por confirmar
4.     Es una oportunidad para confraternizar
     Aprender a respetar el liderazgo de Pedro
     Saber decidir sobre los temas más necesarios
     Comprender que para predicar a otros tenían que ser “doce”

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