domingo, 15 de mayo de 2016

Ellos, habiendo llegado a ser insensibles, se entregaron a la sensualidad para cometer con avidez toda clase de impurezas

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Nadie esta exento de la caída moral... Una realidad











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Se oye que hay entre vosotros inmoralidad sexual, y una inmoralidad tal como ni aun entre los gentiles se tolera...

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




CORINTO: A LA MIRA DE CRISTO


Corinto
La inexpugnable ciudad

1. Ubicación geográfica

La antigua ciudad de Corinto estaba ubicada en la amplia llanura que está debajo del elevado Acrocorinto, una inexpugnable cima de 630 metros de altura que se alza en la península del Peloponeso.

La escarpada pendiente del Acrocorinto convirtió el lugar en una fortaleza casi invencible, por lo que la ciudad misma gozaba de una relativa seguridad. Entre la antigua ciudad de Corinto y la ciudad puerto de Licaonia, en el golfo de Corinto, sólo había una distancia de más o menos 3.2 kilómetros hacia el norte.

A unos 11 kilómetros hacia el este, estaba el puerto de Cencrea, en el golfo Sarónico. Fue a través de estos dos puertos que Corinto se llenó de comercio y riqueza. Los barcos que venían del occidente (Italia, España y África del Norte) traían sus mercancías a Licaonia; y los barcos que llegaban del oriente (Asia Menor, Fenicia, Palestina, Egipto y Cirene) atracaban en Cencrea.

Capitanes y tripulación evitaban navegar las doscientas millas náuticas que había alrededor del cabo que estaba al sur de la península (cabo Malea), porque las impredecibles tormentas podían convertir la navegación en una aventura traicionera.

Tanto propietarios como marineros sabían que jamás podrían olvidar la pérdida de vidas, barcos y cargamento. Así que preferían anclar en Licaonia o en Cencrea. A partir de estos dos puertos, las mercancías se distribuían en pequeñas naves que recorrían las islas que conectaban la península con Grecia central.

A Periandro (625–583 a.C.) se le ocurrió construir un canal para facilitar el transporte de mercancía, pero en última instancia edificó un cruce de piedra con el nombre de diolkos, palabra que significa plataforma deslizable sobre ruedas.

El sistema consistía en colocar pequeños barcos en plataformas, para arrastrarlos desde el golfo Sarónico (al oriente) hasta el golfo de Corinto (al occidente), y viceversa. De esta forma, Corinto podía recaudar una considerable suma de impuestos, cobrando peaje por el tránsito de mercancías a través del istmo.

En aquellos tiempos, el rey griego Demetrio y los emperadores romanos Julio César y Cayo Calígula tuvieron la intención de cavar un canal que corriera a través del istmo en su parte más angosta (7.25 Km.).

Fue Nerón el que puso en marcha el proyecto, pero por varias razones tuvo pronto que abandonarlo. No logró financiarlo, corría la creencia de que cavar un canal era un sacrilegio y, además, surgió la teoría de que el nivel de las aguas de las dos orillas del istmo era distinto.

Por su parte, Vespasiano asumió el mando de las tropas romanas asignadas a Palestina y esclavizó a muchísimos judíos. Josefo afirma que en el año 67 este general envío cerca de seis mil judíos a Corinto, para que cavaran a lo largo del istmo. Finalmente, a fines del siglo diecinueve (1881–93), ingenieros franceses construyeron y terminaron el canal de Corinto.


2. Historia

En su obra La Iliada, Homero hace mención de Corinto. Esto significa que la ciudad se remonta por lo menos al segundo milenio antes de Cristo.

Su influencia se dejó sentir en toda la península, en el istmo y en partes de Grecia central. Por ser una ciudad atractiva desde el punto de vista económico, Corinto llegó a la cima de su poder en el siglo séptimo a.C. Fue Periandro quien fomentó la influencia económica de Corinto, equipando a los pequeños barcos para que pudieran transitar por el istmo. Pero durante los dos siglos que siguieron, Corinto tuvo que vérselas con Atenas, poderoso rival.

Después vino el conflicto bélico entre Atenas y Esparta, la llamada guerra del Peloponeso (431–404 a.C.). Corinto tomó partido en favor de Atenas. La guerra debilitó tanto a Atenas y a Corinto, Filipo II de Macedonia logró conquistar Corinto en el año 338 a.C. Su hijo, Alejandro el Grande, utilizó a Corinto como centro de comercio y de atracción turística. Después de la muerte de Alejandro (323 a.C.), Corinto se convirtió en la más importante de las ciudades estado griegas del Peloponeso y del sur de Grecia.

Cuando los romanos conquistaron Grecia (196 a.C.), pusieron a Corinto a la cabeza de la confederación de las ciudades de la provincia de Acaya. Cincuenta años después, Corinto se sublevó contra Roma, lo que forzó a Lucio Mumio a destruir la ciudad.

La ciudad permaneció en ruinas por todo un siglo, hasta que Julio César la restauró el año 44 a.C. El emperador también construyó el puerto de Licaonia y el de Cencrea. De esta forma, Corinto se convirtió en una colonia romana, conocida como la Colonia Laus Julia Corinthiensis (= la colonia de Corinto es una alabanza a Julio). Se trataba, pues, de una colonia que daba honor a Julio César. La ciudad volvió a prosperar, llegando a ser un centro de comercio que atrajo a gente de muchas partes del mundo.


3. Población

Como se trataba de una colonia romana, Corinto estaba sujeta al derecho romano. Así que, su gobierno era similar al de la ciudad imperial. La lengua oficial era el latín, aunque el pueblo en general hablaba griego.

Pablo registra los nombres latinos de algunos hermanos que vivían en Corinto: Tercio, Gayo, Cuarto (Ro. 16:22, 23); la pareja judía Aquila y Priscila, Tito Justo Crispo, principal de la sinagoga, y Fortunato (Hch. 18:2, 7; 1 Co. 1:14; 16:17).

Militares o civiles, los oficiales romanos residían en Corinto, como era el caso del procónsul Galión (Hch. 18:12). También vivía allí una multitud de colonos veteranos del ejército y libertos (que antes fueron esclavos) de Roma.

También había comerciantes, artesanos, artistas, filósofos, maestros y trabajadores provenientes de muchos de los países que rodean el Mar Mediterráneo. Dentro de la población también se contaba a judíos provenientes de Israel y de otras partes, a griegos nativos, a exiliados y a esclavos.

Toda esta gente vivía y trabajaba en Corinto o en sus dos puertos, incrementando así su población, su diversidad y su economía. Los campos de sembradío contribuían a la base agrícola de Corinto, la ciudad era un centro fabril, y los dos puertos la convertían en un eje del comercio mundial. En suma, Corinto gozaba de fama internacional.


4. Religión y cultura

En los siglos anteriores al cristianismo, autores griegos y romanos con frecuencia describían a Corinto como la ciudad de la fornicación y la prostitución.

Los griegos acuñaron el término corinthiazethai (literalmente: «vivir a lo corintio») para describir la inmoralidad de la ciudad.

Corinto tenía más de una docena de templos. El antiguo templo dedicado a Afrodita, la diosa del amor, era famoso por su inmoralidad.

Antes de que Corinto fuese destruida por los romanos (en 146 a.C.), Estrabón ya había escrito sobre el templo de Afrodita. Y aunque muchos eruditos han puesto en duda la exactitud de sus palabras, Estrabón afirmó que en dicho templo había miles de prostitutas.

Como Corinto tenía dos puertos, es posible suponer que alojaba una multitud de marineros, comerciantes y soldados. Esto hacía difícil que la ciudad fuese conocida por tener una moral respetable.

El que Pablo tenga que exhortar explícitamente a los corintios a que huyan de la inmoralidad sexual (1 Corintios 5:1; 6:9, 15–20; 10:18) es una indicación precisa de que la promiscuidad era algo bastante común en la ciudad.

Corinto daba libertad para que diferentes grupos religiosos practicaran su fe.

  • Estaba el culto a Afrodita, 
  • Se adoraba a Asclepio, 
  • Se adoraba a Apolos y 
  • Se rendía culto a Poseidón. 
También había altares y templos para las deidades griegas como:

  • Atena, 
  • Hera y 
  • Hermes. 
Otros altares estaban dedicados a los dioses de Egipto,

  • Isis y 
  • Serapis.


Los judíos constituían otro de los tantos grupos religiosos.

Los emperadores Julio César y Tiberio concedieron a los judíos libertad para practicar su religión, siempre y cuando se cuidaran de no participar en actos sediciosos contra el gobierno romano. El emperador Claudio confirmó este edicto imperial. Así que, los judíos tenían su propia sinagoga, a la que Pablo fue invitado a predicar, para luego ser expulsado de allí.

Lucas nos relata que los líderes judíos arrastraron a Pablo hasta el tribunal de justicia (bema) del procónsul Galión, para acusarlo de enseñar una religión contraria a la ley (Hch. 18:12, 13).

Sabiendo que la religión judía estaba autorizada, Galión no hizo caso de los alegatos de los judíos, porque nada tenían que ver con el derecho romano. Para él, sólo se traba de un asunto religioso de carácter privado. Como no era un asunto civil, desestimó los cargos.

A nadie le pareció mal que el cristianismo se instalara en Corinto.

Por un lado, la gente estaba acostumbrada a convivir con diferentes corrientes religiosas. Por el otro, se tenía la impresión de que era otra versión de la fe judía, aunque para los gentiles de Corinto era más fácil aceptar la fe cristiana que la religión judía.

Pablo enseñaba que los gentiles que se convertían al cristianismo no estaban obligados a guardar los ritos de la fe judía, tales como la circuncisión. Esta enseñanza terminó enfureciendo a los oficiales de la sinagoga local, quienes llevaron a Pablo ante Galión. Como los judíos no ganaron el juicio, Pablo y la iglesia pudieron continuar predicando el evangelio sin temor a ser agredidos (Hch. 18:10).

La iglesia continuó creciendo, porque el Señor tenía mucho pueblo en aquel lugar. En contraste con los judíos, en Corinto los creyentes se empezaron a reunir en las casas de los hermanos.
Usaron, por ejemplo, la casa de Ticio Justo, que quedaba al lado de la sinagoga. Se establecieron congregaciones en los hogares. Una casa grande albergaría a unas cincuenta personas, mientras que casas más pequeñas, a unas treinta.

Uno de los eventos más destacados de esta ciudad cosmopolita del siglo primero eran los juegos ístmicos, cuya importancia sólo era opacada por los juegos olímpicos. Los juegos ístmicos se realizaban cada dos años al llegar la primavera, e incluían pedestrismo, boxeo, lucha libre y carreras de carros (cf. 1 Corintios 9:24–27).

Durante su estadía de dieciocho meses en Corinto, Pablo debió asistir a los juegos ístmicos de la primavera del año 51 d.C. Suponemos que poniendo en práctica su principio de «a todos me he hecho de todo» (1 Corintios 9:22, 27), usó la ocasión para comerciar con las carpas que fabricaba y para proclamar el evangelio de salvación.


5. Importancia

Pablo optó por predicar el evangelio en las capitales de las provincias. Por ejemplo, predicó en Tesalónica, capital de Macedonia, y en Corintio, capital de Acaya.

El apóstol pensaba que las capitales eran centros estratégicos donde, en algunos casos, el tráfico terrestre se encontraba con el marítimo. Desde Corinto el evangelio se extendió a las aldeas rurales y a las ciudades que estaban a su alrededor, para luego saltar a muchas otras partes del mundo mediterráneo.

Ninguna otra congregación recibió tanta atención de parte de Pablo, quien ofrendó talentos, tiempo y lágrimas en favor de ellos.

La congregación no sólo fue visitada tres veces (2 Co. 13:1), sino que recibió sanos consejos, largas epístolas e incesante oración. Diversos problemas prácticos acosaban a esta inexperta congregación. Como padre de esta iglesia local (1 Corintios 4:15), Pablo aconsejó a los creyentes para que supieran cómo enfrentar todas sus dificultades.

No obstante, el alcance de sus palabras no se limita a un grupo o a un momento histórico, sino que transciende a toda la iglesia universal. La teología que Pablo registra en esta epístola se puede aplicar a las situaciones que se viven en innumerables congregaciones a lo largo de todo el mundo.

De hecho, lo que él enseña acerca del matrimonio, el divorcio, la separación, la virginidad y las viudas (capítulo 7) toca la vida de todos nosotros. Por tanto, esta epístola está dirigida a todos los creyentes de todo el mundo, no importa su edad o la época en la que vivan.

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sábado, 14 de mayo de 2016

Pablo, prisionero de Cristo Jesús, y el hermano Timoteo; a Filemón el amado y colaborador nuestro, a la hermana Apia, a Arquipo nuestro compañero de milicia, y a la iglesia que está en tu casa

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Onésimo, Pablo, Filemón y Timoteo: Hermanos en Cristo



EL HERMANO TIMOTEO y LA EPÍSTOLA A FILEMÓN

Pablo es el responsable de la Epístola, pero ha querido incluir en la autoría al hermano Timoteo.

El apóstol le concede lo que es quizás el título más sencillo y entrañable en la comunidad de la fe: le llama hermano. Luego, hablando de otros compañeros, empleará otros sustantivos: colaborador, compañero de milicias, hijo, compañero de prisiones. Pero ahora, al hablar de aquella persona que más supo comprender al apóstol y estar a su lado, le llama sencillamente hermano, lo cual demuestra toda la fuerza de especial afecto y ternura que puede haber en aquella palabra.

Puesto que la relación fraternal servirá de base para las peticiones de Pablo a Filemón —Pablo le llamará hermano en el versículo 20 y le pedirá con respecto a Onésimo que le reciba ya no como esclavo, sino como más que esclavo, como hermano amado (v. 16)—, es apropiado que desde el primer momento de la carta Pablo empiece hablando de consiervos suyos como hermanos.

Ésta es la vinculación básica que une a los creyentes entre sí. Es la que nos da derechos y privilegios en la familia de Dios, pero también responsabilidades ante los demás. Por esto podemos contar los unos con los otros, a veces sin apenas conocernos, y ayudarnos mutuamente: porque somos hermanos. Ésta es la base de la apelación a Filemón y es la base de la relación entre Timoteo y Pablo.

¿Y por qué es mencionado Timoteo y no los otros compañeros? Probablemente porque a estas alturas Timoteo no es el aprendiz que salió de Listra como compañero de Pablo hacía muchos años, sino el consiervo y consejero en cuyos criterios Pablo deposita mucha confianza.

Tanto en la situación que tiene que afrontar en la Epístola a los Colosenses como en la de Filemón, es posible que Pablo haya buscado en Timoteo a un compañero con el cual compartir sus pensamientos. Sin duda, los dos pasaron tiempo hablando de estas situaciones y ahora Pablo quiere reconocer el lugar que el consejo, discernimiento y sabiduría de Timoteo ocupan en la redacción de las cartas.

Si bien éstas llegan con la fuerza de su propia autoridad apostólica —y son escritas mayormente en primera persona del singular— llegan con el respaldo de Timoteo. Son fruto de la reflexión de dos destacados y reconocidos líderes espirituales. Por lo tanto, hay doble razón para prestar atención a lo que dicen.
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viernes, 13 de mayo de 2016

La voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación; Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




CURVAS QUE DESVÍAN HACIA EL ABISMO
LA ALARMA ESTÁ DADA - HUYE!!!

Al viajar por las carreteras encontramos señales que nos advierten de peligros potenciales que ponen en riesgo nuestra vida. Nos alertan y previenen para que disminuyamos la velocidad o, en algunos casos, nos detengamos. El propósito de las señales es evitar tragedias.

El conductor sabio hace caso, disminuye la velocidad, y aplica la precaución correspondiente. Una de esas señales es: “Curvas peligrosas”.

Al viajar por el camino de la vida, especialmente quienes estamos en liderazgo en el cuerpo de Cristo, nos damos cuenta de que Dios ha puesto “señales” para que evitemos desgracias. A menudo vemos sitios marcados con cruces en las vías públicas donde algunos murieron por falta de precaución.

El motivo de escribir sobre este tema es salvar a los siervos de Dios, pastores y otros líderes (y creyentes en general), de la desgracia de caer en una de las trampas más sutiles y efectivas que nuestro enemigo, Satanás, ha podido usar contra nosotros: la inmoralidad, el pecado sexual.

Las cifras que presentaremos son alarmantes (aunque algunas estadísticas son tomadas de los Estados Unidos), de muchas denominaciones, grupos y ministerios, nos dan un cuadro general de la problemática que vive el cuerpo de Cristo en todo el mundo. (Las estadísticas son más accesibles en ese país debido a estudios y encuestas realizados). Aunque las estadísticas pueden variar por factores culturales o sociales, sospecho que no son muy
diferentes de otros países del mundo.

La naturaleza humana, con sus debilidades y tendencias, sigue siendo igual en todos los ámbitos culturales del planeta. Algunos de los casos citados son de líderes de América Latina.

Las palabras de Cristo en Mateo 26:41 hacen eco en nuestros tiempos con resonante impacto: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”.

La mayoría de las personas que caen moralmente no tienen intenciones de hacerlo. Es más, afirman que ese tipo de situación no es problema para ellos, que tienen control de sus emociones, acciones y decisiones.

Sin embargo, al sentirse fuertes y en control bajan la guardia y luego, cuando menos lo esperan, una tentación los atrapa y caen. “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Cor. 10:12).

El pecado sexual sólo lleva hacia la tragedia, y el precio es demasiado elevado.
Aunque se habla de otros tipos de pecado sexual que pueden atrapar a los líderes, el enfoque es principalmente en la inmoralidad (fornicación) y el adulterio, la infidelidad matrimonial.

Quien encubre su pecado jamás prospera; quien lo confiesa y lo deja, halla perdón (Prov. 28:13 NVI).

Nadie está exento de caer en este tipo de tentación, absolutamente nadie. El pastor y escritor Bill Perkins dijo: “Si crees que no podrías caer en este pecado, entonces eres más santo que David, más fuerte que Sansón, y más sabio que Salomón”.

Otro líder de mucha experiencia declaró a un grupo de pastores: “Es probable que haya por lo menos una docena de mujeres en tu iglesia dispuestas  a acostarse contigo”. Las tentaciones son muchas, sutiles y fuertes. Son muchos los que han caído en ellas, pero hay esperanza.

Si los líderes cristianos reconocemos los peligros y hacemos caso a las señales de advertencia,
podremos salvarnos de la desgracia, el dolor, la angustia, y la vergüenza de una caída moral.

Salvar siquiera a un solo líder de esa desgracia valdrá la pena, y hará que todos nuestros esfuerzos sean recompensados.

Nos dirigimos a tres clases de personas:
1) A quienes en este tiempo están practicando algún tipo de pecado sexual y están pisando un        terreno peligroso, para que sepan escapar de la trampa y restauren la pureza moral en sus            vidas;

2) A quienes no han caído, para que les sirva de prevención y ánimo para evitar la trampa, y

3) A quienes ayudan a otros a ganar la batalla de la tentación sexual. Mi deseo es que todo líder     y todo creyente en Cristo esté consciente del peligro, y tome en cuenta las señales,                     especialmente las de “curvas peligrosas”.


“...la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os
apartéis de fornicación; Pues no nos ha llamado
Dios a inmundicia, sino a santificación”.
1 Tesalonicenses 4:3, 7

G. Lloyd Rediger, consejero de pastores, calcula que el 10% de ministros son culpables de pecado sexual, y que a otro 15% les falta poco para cruzar la raya.

Nadie está exento de la posibilidad de una caída moral—absolutamente nadie.


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Tengan por sumo gozo cuando se hallen en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia...el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Aspectos íntimos de la Epístola de Santiago
                                  SANTIAGO...UNA EPÍSTOLA GENERAL ¿MAS?
Santiago comienza su carta con un encabezamiento y un saludo (Santiago 1:1), emplea los pronombres vosotros y nosotros a lo largo de su epístola y con frecuencia apela a sus lectores llamándolos “hermanos míos amados” o “hermanos míos”. 
El no identifica por nombre a ninguno de los destinatarios, no aporta información personal acerca de ellos ni menciona ningún detalle personal acerca de sí mismo. Concluye la epístola sin una bendición y un saludo final.

Esta carta no es, entonces, un documento personal sino más bien una epístola general. 
Las epístolas generales del Nuevo Testamento (las de Pedro, Juan y Judas y la Epístola a los hebreos) y otras cartas, preservadas durante siglos en las arenas de Egipto pero recientemente descubiertas, tienen la misma forma literaria. 

Algunos eruditos desean establecer una distinción entre los términos epístola y carta. Estos sostienen que las cartas por lo general exhiben temporalidad, en tanto que las epístolas muestran permanencia y universalidad. Otros, empero, consideran que estos términos son sinónimos.
1. Un discurso
Si usamos el término carta o epístola tenemos que describir lo que dicha palabra significa. ¿Es una carta el equivalente de un discurso o de un sermón? Consideremos primeramente esta pregunta, ¿es la epístola de Santiago un discurso? Algunos eruditos han señalado que esta epístola se parece a una diatriba. 
La diatriba, un tipo de discurso caracterizado por la ironía, la sátira y el uso de motes, era común en los círculos helenísticos. 
Algunos estudiosos han detectado similitudes entre las diatribas griegas y la epístola de Santiago, como el uso de preguntas retóricas, ejemplos tomados de la naturaleza y de la historia, juegos de palabras, el uso de la aliteración y la asonancia, analogías, refranes y citas.

Aunque las similitudes son obvias (véase, por ejemplo, la serie de breves preguntas, preguntas retóricas y mandamientos que se encuentran en Santiago 4:1–10), lo cierto es que Santiago no es un helenista sino un judío. 

Santiago es un escritor inspirado que en su epístola presenta la revelación de Dios. 
A causa del contenido sagrado de su carta tanto el sarcasmo amargo como la ironía y el uso de motes—rasgos característicos de las diatribas helenísticas—están ausentes. 

Por consiguiente, llegamos a la conclusión de que la Epístola de Santiago no debe ser considerada un discurso con el estilo de una diatriba. Entonces, si no es un discurso, ¿podemos llamar a esta carta un sermón?
2. Un sermón
El apóstol Pablo da instrucciones a la iglesia de Colosas de que lean la carta que les envió y que luego hagan un trueque con la carta que él envió a la iglesia de Laodicea (Col. 4:16). Y en su primera epístola a la iglesia de Tesalónica le dice a los creyentes: “Os encargo ante el Señor que este carta sea leída a todos los hermanos” (1 Ts. 5:27). 
Las cartas dirigidas a iglesias o individuos eran escritas “para ser leídas en la iglesia en voz alta”. Presumiblemente, la carta que Santiago envió a “las doce tribus dispersas entre las naciones” (Santiago 1:1) era leída en los cultos como un sermón del Pastor Santiago.

La Epístola de Santiago puede dividirse en dos partes aproximadamente iguales; 
  • los primeros dos capítulos constan de cincuenta y tres versículos y 
  • los últimos tres de cincuenta y cinco versículos. 
Las dos partes son, en efecto, dos sermones sucesivos que tocan temas comunes. 

Después del saludo, el primer sermón se inicia y concluye con el tema de la fe (Santiago 1:3; Santiago 2:26). 

El segundo comienza haciendo notar que nosotros, los que enseñamos, seremos juzgados, puesto que todos nosotros tropezamos con lo que decimos (Santiago 3:1–2), y termina aconsejando que al pecador se le convenza del error de su camino (Santiago 5:20). En suma, la Epístola de Santiago está compuesta por dos sermones.

Además, los sermones judíos de los primeros siglos de la era revelan similitudes notables con la carta que Santiago escribió a su grey dispersa. Estos sermones utilizan el diálogo, el método de dirigirse a los oyentes de las sinagogas llamándolos hermanos y los numerosos temas que se mencionan en la carta de Santiago.

No puede pasarse por alto la posibilidad de que Santiago haya predicado ante el auditorio de una sinagoga (Santiago 2:2) este material sermónico, el cual eventualmente se transformó en epístola. 

Esta epístola encarna las características de un sermón, pero el encabezamiento y saludo al principio de la carta hacen que no sea un sermón sino una epístola.
B. ¿Cuáles son las características de la epístola?
Principalmente, las características de esta carta son estilísticas y culturales.
1. Características estilísticas
En primer lugar, aunque la epístola esté escrita en un griego que puede compararse favorablemente con el mejor del Nuevo Testamento (es decir, con el griego de la Epístola a los hebreos), su estilo literario muestra un colorido peculiarmente hebraico. He aquí un ejemplo de paralelismo hebraico:
Santiago 1:9
Santiago 1:10a
el hermano
pero el
de condición humilde
que es rico
debería enorgullecerse
debería enorgullecerse
de su alta posición
de su baja posición
Otros ejemplos aparecen en Santiago 1:15, 17, 19–20, 22–23; Santiago 2:22; Santiago 4:7, 10.

En segundo lugar, la carta está llena de imperativos
Alguien ha llegado a contar 54 de ellos. El uso frecuente del imperativo indica que el escritor es una persona que habla con autoridad, y que cuenta con el respeto de los miembros de su iglesia. Al mismo tiempo demuestra su amorosa preocupación pastoral por aquellos a quienes se dirige.

En tercer lugar, el escritor comunica su mensaje eficazmente por medio de numerosos ejemplos y comparaciones tomados de la naturaleza y de la vida humana
En el primer capítulo, por ejemplo, se refiere 
  • al viento y a las olas, 
  • al sol naciente y al calor quemante, 
  • a la planta y a su flor, 
  • a las luminarias celestiales y a las sombras cambiantes, 
  • a la imagen del espejo y al dominio de la lengua. 
El estilo de esta epístola es atrayente: captura y retiene la atención del lector porque las imágenes que utiliza son naturales.

Finalmente, Santiago vincula oraciones y cláusulas repitiendo un verbo o un sustantivo. Hasta en la traducción esta característica estilística es evidente. Nótese este ejemplo tomado de Santiago 1:13–15:
Al ser tentado, ninguno diga: “Soy tentado por Dios”. Pues Dios no puede ser tentado por el mal, ni tienta a nadie; cada uno es tentado cuando es arrastrado y seducido por su propio mal deseo. Entonces, cuando el deseo ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, cuando ha crecido totalmente, da a luz la muerte.
2. Características culturales
Santiago y sus lectores están totalmente familiarizados con los nombres que aparecen en la historia del Antiguo Testamento: Abraham, Isaac, Rahab, Job y Elías. 
La inclusión de estos nombres es una indicación preliminar de que Santiago dirige su carta a lectores cristianos de orígen judío.

A lo largo de su epístola, Santiago hace referencia a las tres partes del canon del Antiguo Testamento—
  • la Ley, 
  • los Profetas y 
  • la Literatura Sapiencial. 
Al dirigir la atención de sus lectores a la totalidad de la ley, los exhorta a guardarla (Santiago 2:10). Además, en cuanto a tener paciencia frente al sufrimiento, el escritor les dice que tomen como ejemplo a los profetas (Santiago 5:10). Y cuando les recuerda la perseverancia de Job, está haciendo alusión a la literatura sapiencial (Santiago 5:11).

Estas referencias indican que el Antiguo Testamento era un libro que tanto el escritor como los lectores conocían bien. 

Santiago y los destinatarios de esta carta pertenecían a las doce tribus (Santiago 1:1). Ellos eran el pueblo que Dios había escogido “para heredar el reino” (Santiago 2:5). Ellos eran el pueblo que llamaba a Abraham “padre” (Santiago 2:21).

Santiago también habla de “las lluvias del otoño y de la primavera” (Santiago 5:7). Esta es una descripción que cuadra bien con el clima de Israel, no así con el de otros países que rodeaban el Mar Mediterráneo. Por consiguiente, el escritor revela que vive en Israel y que los lectores también tienen allí su orígen.
C. ¿Quiénes fueron los primeros lectores?
Los lectores eran judíos, tal como lo indica claramente la carta: “A las doce tribus dispersas entre las naciones” (Santiago 1:1). La designación doce tribus es una referencia bíblica a Israel (Ex. 24:4; Mt. 19:28; Lc. 22:30; Hch. 26:7; Ap. 21:12) que debería ser interpretada de un modo figurativo y no literal. Santiago se dirige a representantes de estas doce tribus que, a causa de la obra de Cristo, son ahora el nuevo Israel.

De hecho, Santiago llama hermanos a los lectores que son “creyentes en nuestro glorioso Señor Jesucristo” (Santiago 2:1). Se trata de judíos cristianos que viven “dispersos entre las naciones” (Santiago 1:1), pero que no obstante saben que son el pueblo de Dios. Santiago no aporta en su epístola ninguna evidencia de estar dirigiéndose a cristianos gentiles. Los lectores de esta epístola son exclusivamente judíos, a excepción de los ricos opresores a quienes Santiago reprocha (Santiago 5:1–6).

Los destinatarios de esta epístola son judíos; ellos se congregan para el culto en una “reunión”—una traducción de la palabra sinagogue (Santiago 2:2). 

Se los llama “pueblo adúltero” (Santiago 4:4); el original griego tiene la palabra adultera (santiago 4:4), que es obviamente una figura tomado del Antiguo Testamento que tiene que ver con el contrato de casamiento entre Dios (como esposo) e Israel (como esposa). 

Entienden también el término hebreo Sabaoth, que en la versión que utilizamos en esta obra se traduce “Todopoderoso” (Santiago 5:4). Además, ellos llaman a los ancianos de la iglesia para que los visiten y para que oren por los enfermos (Santiago 5:14). 

Pero esta iglesia no tiene supervisores. 
La expresión supervisor (véase Hch. 20:28; Fil. 1:1; 1 Ti. 3:2; Tit. 1:7; 1 P. 2:25) encuentra su orígen en aquella parte de la iglesia cristiana que tenía membresía de origen gentil. El término anciano, por otra parte, nos recuerda al de los líderes de Israel que se llamaban ancianos; este término refleja, por lo tanto, una influencia judía.

Estos judíos, entonces, son cristianos. 
El escritor se presenta como “siervo de Dios y del Señor Jesucristo” (Santiago 1:1). Aparte de dirigirse a los lectores como a hermanos que creen en Jesucristo (Santiago 2:1), escribe que Dios ha escogido “hacernos (al escritor y a sus lectores) nacer por la palabra de verdad” (Santiago 1:18, bastardillas añadidas). Los lectores pertenecen a Jesús, cuyo buen nombre es calumniado (Santiago 2:7).

Estos cristianos judíos habían sido dispersados entre las naciones. Aunque la expresión dispersos aparece solamente en Juan 7:35, Santiago 1:1, 1 Pedro 1:1, la misma tiene un paralelo verbal en el relato escrito sobre la persecución de la iglesia en Jerusalén. 

Después de la muerte de Esteban, la iglesia de Jerusalén fue dispersa por toda Judea, Samaria (Hch. 8:1), hasta llegar a Fenicia, Chipre y Antioquía (Hch. 11:19). Es entonces por medio de Hechos que sabemos que los cristianos dispersos eran judíos que habían sido expulsados de Jerusalén.

Si damos por sentado que Santiago escribió su epístola a judíos cristianos que fueron perseguidos después de la muerte de Esteban, entonces la conclusión lógica es que esta epístola proviene de la primera parte del primer siglo. 

Además, los lectores eran judíos cristianos cuya lengua nativa era el griego y que encontraron refugio en países de habla griega al norte de Israel: Fenicia, Chipre y Siria.

Santiago escribió una carta pastoral a estos creyentes dispersos que antes de la persecución pertenecían a la iglesia de Jerusalén. El sabía que ellos vivían en la pobreza, trabajando para ricos hacendados que los explotaban. Algunos de ellos eran mercaderes, pero todos experimentaban dificultades. Santiago respondió a sus necesidades escribiendo una carta pastoral.
D. ¿Quién escribió esta epístola?
El saludo de introducción informa al lector que Santiago es “un siervo de Dios y del Señor jesucristo” (Santiago 1:1). Este saludo en sí mismo da poca información acerca de la identidad del escritor. ¿Quién es él? ¿Qué dice el Nuevo Testamento acerca de Santiago?
1. Evidencia del Nuevo Testamento
Nombre
El Nuevo Testamento menciona a varias personas que se llaman Santiago. Estas son 
  • el hijo de Zebedeo (Mt. 10:2 y paralelos; Hch. 1:13; 12:2); 
  • el hijo de Alfeo (Mt. 10:3 y paralelos; Hch. 1:13); 
  • Santiago el joven (Mr. 15:40); 
  • el padre de Judas (no el Iscariote [Lc. 6:16; Hch. 1:13]); 
  • el hermano de Judas (Judas 1); y 
  • el medio hermano de Jesús que llegó a ser líder en la iglesia de Jerusalén (Mt. 13:55;       Mr. 6:3: Hch. 12:17; 15:13; 21:18; 1 Co. 15:7; Gá. 1:19; 2:9, 12). 
Si el hermano de Judas (Judas 1) y Santiago, el medio hermano de Jesús, son la misma persona, el número queda reducido a cinco hombres que llevan ese nombre.

a. “Santiago el hijo de Zebedeo”. 
Santiago y su hermano Juan recibieron el nombre de Boanerges, que significa “Hijos del trueno” (Mr. 3:17). 

Aparte de la lista de apóstoles que encontramos en los Evangelios y en Hechos, su nombre aparece en Hechos 12:2, dónde Lucas informa al lector que el rey Herodes Agripa I “hizo matar a espada a Santiago, el hermano de Juan”. Esto sucedió en el año 44 d.C. durante la Fiesta de los Panes Acimos. 

Si Santiago el hijo de Zebedeo hubiese escrito la epístola de Santiago, hubiésemos esperado más información interna y externa. En vez de llamarse a sí mismo “un siervo de … Jesucristo”, él hubiera usado el título de apóstol de Jesucristo. La iglesia primitiva hubiese recibido y atesorado esta epístola como un escrito apostólico.

b. “Santiago el hijo de Alfeo”. 
Sólo conocemos a este apóstol a partir de las listas de los apóstoles que encontramos en los Evangelios y Hechos. 

El Nuevo Testamento guarda silencio acerca de la vida y obra de esta persona. Si este apóstol hubiese escrito la epístola, hubiese aportado una mayor identificación. Además, si esta epístola hubiese sido escrita por un apóstol, la iglesia habría recordado este hecho.

c. “Santiago el menor”. 
Según el Evangelio de Marcos 15:40, Santiago, José y su hermana Salomé eran hijos de María. Santiago es identificado como “el menor”—una referencia a su edad o a su estatura. Nada sabemos acerca de la vida de Santiago el menor. Su madre era presumiblemente la mujer de Cleofas (Jn. 19:25).

d. “Santiago el padre de Judas”. 
Nada se sabe acerca de esta persona en particular, a excepción de que él era padre del apóstol Judas (no el Iscariote).

e. “Santiago el [medio] hermano del Señor. 
Los escritores de los Evangelios lo mencionan como uno de los hijos de María, la madre de Jesús (Mt. 13:15; Mr. 6:3). 

Durante el tiempo del ministerio terrenal de Jesús, él y sus hermanos no creyeron en Jesús (Jn. 7:5). Santiago llegó a ser creyente cuando Jesús se le apareció después de la resurrección (1 Co. 15:7). 

Después de la ascención de Jesús, él estuvo presente con sus hermanos y los apóstoles en el Aposento Alto (Hch. 1:14). 

El asumió el liderazgo de la iglesia de Jerusalén después que Pedro fuera liberado de la prisión (Hch. 12:17), habló con autoridad durante la asamblea llevada a cabo en Jerusalén (Hch. 15:13), fue reconocido como cabeza de la iglesia (Gá. 1:19; 2:9, 12) y se encontró con Pablo para escuchar su informe acerca de las misiones al mundo gentil (Hch. 21:18). La tradición enseña que este dirigente influyente y estimado fue quien escribió la epístola.

Las objeciones en contra del punto de vista tradicional de que fue Santiago, el hermano de Jesús, quien escribió esta epístola, se han presentado con los siguientes argumentos:
a. Un galileo cuya lengua natal fuese el arameo no podría haber escrito una carta en un griego tan culto
Esta objeción, sin embargo, no es tan crucial como parece si tenemos en cuenta la profunda influencia griega que había en Galilea. 

La habilidad lingüística de Santiago no es conocida, pero no es remota la posibilidad de que fuese bilingüe. “El verdadero punto en cuestión debe ser el de la educación. Si tenemos en cuenta que Galilea era una región que tenía muchas ciudades griegas y no judías, y que hay amplia evidencia del uso del griego por parte de los judíos a lo largo de Palestina, entonces no hay razón para suponer que Santiago no pudiese hablar fluidamente el griego”. 

Ni siquiera el asunto de la educación es convincente; téngase en cuenta, por ejemplo, que un zapatero remendón e inculto llamado John Bunyan escribió El Progreso del Peregrino, que es considerado un clásico del idioma inglés. El argumento de que Santiago no pudo haber escrito una carta parece carecer de fundamento.

b. Santiago se identifica como siervo de Jesús, no como hermano. 
Si él hubiese sido dirigente de la iglesia de Jerusalén, pudo haber indicado tal cosa en el saludo de introducción. Sin embargo, otros escritores de epístolas del Nuevo Testamento omiten en sus encabezamientos referencias acerca de sí mismos y a sus cargos. 

Además Santiago consideraba su relación con Jesús no desde el punto de vista físico como hermano, sino desde el punto de vista espiritual como siervo. A todo lo largo de la epístola, la autoridad inherente a la posición del escritor en la iglesia es inequívoca e innegable. Ya conocido por los lectores de este documento, Santiago no se ve obligado a identificarse como líder de la iglesia de Jerusalén.
Lenguaje
Si suponemos que Santiago, el dirigente de la iglesia de Jerusalén, es el escritor de esta epístola, nos conviene examinar el discurso que él hizo durante la asamblea llevada a cabo en Jerusalén, y la carta que compuso en dicha ocasión (Hch. 15:13–29). 
Por ejemplo, a Pedro él lo llama Simón (en el griego, Hch. 15:14), nombre que sólo vuelve a aparecer en 2 Pedro 1:1. “Si tenemos esto en cuenta, llegamos a la conclusión de que las palabras mismas del orador están registradas, ya sea en forma original o en una traducción; y entonces se transforma en un asunto de interés saber si hay algún parecido entre el lenguaje de nuestra epístola, el del discurso que se dice que Santiago pronunció, y el de la [carta] circular que contiene el decreto, la que probablemente haya sido redactada por él”.

Además, encontramos semejanzas cuando comparamos la selección de términos y la estructura de las oraciones (tal como las registra Lucas en Hechos) con los de la epístola de Santiago. Santiago comienza su discurso con el apelativo familiar hermanos, una expresión que emplea con frecuencia en su epístola. Considérense las siguientes palabras y frases que, aun en una traducción al español, muestran parecido:
  • “Saludos” (Hch. 15:23; Stg. 1:1)
  • “Hermanos escuchadme (Hch. 15:13) y “Escuchadme, hermanos míos amados (Stg.          2:5)
  • “El resto de los hombres pueden buscar al Señor, y todos los gentiles que llevan mi nombre” (Hch. 15:17) y 
  • “¿No son ellos los que calumnian el noble nombre de aquél a quién pertenecéis?” (Stg. 2:7)
Si bien no podemos estar absolutamente seguros acerca de la paternidad literaria de la epístola, la evidencia interna parece señalar en la dirección de Santiago, el medio hermano de Jesús.
2. Evidencia externa
Eusebio, el historiador eclesiástico del siglo cuatro, cita a Hegesipo, quien narra que Santiago “acostumbraba a entrar solo en el templo y que se lo podía encontrar arrodillado y orando por el perdón del pueblo, a tal punto que sus rodillas se pusieron duras como las de un camello a causa de su constante adoración a Dios”. 
Como líder de la iglesia de Jerusalén, Santiago se había granjeado el respeto tanto de los cristianos como de los judíos.

Sin embargo, este hombre pío, conocido como Santiago el Justo, encontró una muerte violenta descrita por el historiador judío Josefo. 

Después de que el gobernador Festo (Hch. 24:27–26:32) muriera en el año 62 d.C., el emperador Nerón envió a Albino a Judea como sucesor de Festo. Pero antes que Albino llegase a Jerusalén, un sumo sacerdote llamado Anano, que era joven e inexperto, juntó a los jueces del Sanedrín. 

Acusó entonces a Santiago y a otros de quebrantar la ley, Santiago fue condenado a muerte por apedreamiento. Sin embargo, Santiago encontró la muerte a manos de los sacerdotes que lo arrojaron desde el techo del templo. 

Sobrevivió la caída, pero ellos comenzaron a apedrearlo hasta que un lavandero lo golpeó con un garrote hasta matarlo.
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jueves, 12 de mayo de 2016

Pablo, anciano, y ahora, además, prisionero de Jesucristo... Te ruego por mi hijo que engendré en mis prisiones

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6






¿Eres prisionero de Jesucristo?


PABLO, PRISIONERO DE JESUCRISTO

Como era costumbre en aquel entonces, el autor de la carta se identifica desde la primera palabra de la misma: Pablo.

Casi nadie duda de la autoría paulina de esta pequeña epístola. Los pocos que la han cuestionado lo han hecho por querer desestimar la autoría paulina de Colosenses, epístola con la cual, como veremos, la de Filemón está estrechamente vinculada. Pero todas las evidencias, tanto externas como internas, indican que Pablo fue el autor.

En cuanto a las externas, podemos mencionar el testimonio de Eusebio, quien dice que todos sus contemporáneos aceptaban la autoría paulina de Filemón como verdadera, genuina y reconocida. Igual testimonio dan Tertuliano, Orígenes, Marción, el fragmento de Muratori y otros.

En cuanto a las evidencias internas, podemos señalar que el estilo, el lenguaje y la doctrina son eminentemente paulinos, mientras el nombre de Pablo figura no solamente al comienzo de la Epístola, sino también dos veces más en medio de ella, y esto de tal manera que sería inconcebible que fuesen palabras de un imitador de Pablo que haya «tomado prestado» su nombre, a no ser que hubiese tenido intenciones absolutamente fraudulentas.

Por otra parte es enormemente difícil imaginar por qué retorcidos motivos un falsificador inventaría una carta de este tipo, en la cual no hay ninguna doctrina controvertida, ningún énfasis especial, sencillamente la elaboración de una situación personal.

Al menos en una primera lectura, el contenido de Filemón parece intrascendente porque, como hemos dicho, las lecciones espirituales no tienen que ver tanto con la circunstancia particular de la carta, sino con la manera en la que el apóstol la aborda.

    Aquí se trata de circunstancias absolutamente individuales y que parecen no contener mucha instrucción para un lector superficial.

    La carta es algo único entre todos los escritos del Nuevo Testamento en cuanto que se ocupa sólo de un asunto puramente privado.

Por lo tanto, a estas alturas sólo una mente malintencionada querría impugnar la autoría de Pablo. Podemos, entonces, aplaudir el hecho de que …

    … los autores más recientes tienen el buen gusto de no discutir ya la autenticidad de este pequeño escrito inimitable.

Pablo indica que su situación en el momento de escribir era la de un prisionero. Seguramente en aquel entonces se encontraba en la casa alquilada en la que —según nos cuenta Lucas— Pablo pasó su primer «encarcelamiento» romano.

Al acabar su tercer viaje misionero, Pablo se dirigió a Jerusalén y visitó el templo (Hechos 21). Allí fue reconocido por algunos judíos de Asia, quienes le acusaron de predicar contra la ley y de introducir a gentiles en el templo.

A causa del disturbio que provocaron, las autoridades imperiales tuvieron que intervenir y llevaron a Pablo primero a la fortaleza romana y posteriormente a Cesarea Marítima. Después de muchas demoras en la vista de su causa, y ante la amenaza de ser trasladado nuevamente a Jerusalén, donde los judíos planeaban asesinarlo, el apóstol utilizó sus derechos de ciudadano romano y exigió ser juzgado por el tribunal imperial de Roma. Por lo tanto, emprendió el largo y difícil viaje a Roma (Hechos 27). Una vez allí, estuvo bajo custodia durante un mínimo de dos años a la espera de su juicio:

    Cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los presos al prefecto militar, pero a Pablo se le permitió vivir aparte, con un soldado que le custodiase …

Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento (Hechos 28:16, 30, 31).

En total, entre las estancias en Jerusalén, Cesárea y Roma y los meses de viaje, podemos sumar un período de unos cinco años en los cuales Pablo estuvo preso. En algún momento de estos cinco años recibió la visita de un tal Epafras. Él procedía de la iglesia de los colosenses y comunicó al apóstol las noticias —algunas de ellas preocupantes— acerca de la situación en Colosas.

Pablo redactó la Epístola a los Colosenses en respuesta a esas noticias y decidió enviarla por medio de su compañero Tíquico, juntamente con Onésimo.

A través de Colosenses 4:7–8 aprendemos que Onésimo procedía de Colosas y que, por lo tanto, era en aquella ciudad donde Filemón residía. Todo hace suponer que las dos epístolas —a los Colosenses y a Filemón— fueron escritas por Pablo en el mismo momento y al mismo destino.

Pero ¿desde qué lugar las escribió: estando Pablo en Cesárea o en Roma? Aunque en realidad la ubicación geográfica importa poco, porque no afecta el contenido de las cartas, hemos dicho que seguramente fue en Roma desde donde el apóstol las escribió, y esto por las razones siguientes:

    —En primer lugar, es más probable que Onésimo huyera a la capital del imperio que a una provincia como Palestina.

    —En segundo lugar, porque hay referencias en Colosenses (Colosenses 4:3–4) que indican que Pablo disfrutaba de cierta libertad para predicar el evangelio, lo cual sabemos que era cierto en Roma, pero sospechamos que no era el caso de Cesarea.

    —En tercer lugar, porque sabemos que algunos de los compañeros mencionados tanto en Colosenses como en Filemón estuvieron presentes con Pablo en Roma. Es más probable que tuviesen acceso a Pablo estando él en una casa alquilada que cuando estaba en la prisión de Cesarea. Por otra parte, algunas personas que sabemos que estuvieron en Cesarea (como Felipe; ver Hechos 21:8,–9) no son mencionadas en Colosenses y Filemón.

    —También, y en cuarto lugar, Tíquico, además de llevar las Epístolas a los Colosenses y a Filemón, llevó la carta de Pablo a los Efesios (véase Efesios 6:21). Éfeso cae en la ruta desde Roma a Colosas, pero no desde Cesarea.

Ninguna de estas razones es de suficiente peso en sí como para establecer sin lugar a dudas que la Epístola a Filemón fue escrita desde Roma, pero a la luz del conjunto de todos estos pequeños detalles, la mayoría de los comentaristas suponen que la fecha de la carta cae aproximadamente entre los años 61 y 63, en algún momento del primer encarcelamiento romano.

Sin embargo, Pablo trata como asunto de poca importancia el que sea prisionero de los romanos. Lo que le importa mucho más es que él sea prisionero de Jesucristo (literalmente, «encadenado» de Jesucristo).

Si sacáramos esta frase de su contexto, podría significar sencillamente que el Señor Jesucristo ha «cautivado» a Pablo, casi como si fuese una frase sinónima de siervo de Jesucristo. Él se siente atado a Cristo por la fe y la dedicación, con vínculos tan fuertes que está sin libertad de actuar fuera del ámbito del señorío de Jesucristo.

Pero si la frase hubiese significado esto, Pablo podría haberla empleado desde el momento de su conversión. Sin embargo, Pablo mismo indica que es una frase de aplicación reciente, porque en Filemón 9 dice: Pablo, ya anciano, y ahora, además, prisionero de Jesucristo. Se refiere, entonces, a sus prisiones en Roma, pero entiende que éstas son el resultado directo de la providencia de Cristo.

Su encarcelamiento es el resultado directo de su amor y fidelidad a Jesucristo. Por lo tanto, esta frase significa,

  • en primer lugar, que Pablo es prisionero por causa de Jesucristo (cf. Filemón 13: mis prisiones por el evangelio). Pero, en 
  • segundo lugar, Pablo era muy consciente de la providencia y soberanía de Dios en todas sus circunstancias y sabe que si está en la cárcel es por la voluntad de Jesucristo. Sólo en segundo lugar Pablo se considera prisionero de las autoridades civiles. 
En primer lugar está en la cárcel por designio divino. Su vida está en manos del Señor y Él está gobernando sus circunstancias:

    Cierra los ojos a todas las causas secundarias y ve en su prisión, como José lo había visto antes, a la sabia Providencia.

¿Por qué esta insistencia de Pablo en sus prisiones? En la epístola «gemela» a los Colosenses, Pablo se describe a sí mismo como apóstol de Jesucristo y sólo hace menciones pequeñas e indirectas de su encarcelamiento (Colosenses 1:24; Colosenses 4:7, 10, 18). En cambio, en la breve Epístola a Filemón insiste en el tema (Filemón 1, 9, 10, 13, 23).

El cambio de títulos es significativo. En Colosenses Pablo asume la autoridad que le ha sido otorgada por el Señor en la definición de doctrina y espera de sus lectores que acaten su autoridad, se alejen de los falsos maestros y presten toda atención a la buena doctrina autorizada.

Pablo podría haber empleado aquella misma autoridad en el caso de Filemón. Escribe pidiéndole ciertos favores. Sin embargo, tratándose de una cuestión de orden doméstico y de una situación íntima, Pablo deliberadamente renuncia a emplear imposiciones apostólicas y apela a Filemón como su hermano.

    Te ruego por amor, siendo como soy, Pablo ya anciano, y ahora, además, prisionero de Jesucristo; te ruego por mi hijo Onésimo … Nada quise hacer sin tu consentimiento, para que tu favor no fuese como de necesidad, sino voluntario … Yo, Pablo, lo escribo de mi mano, yo lo pagaré; por no decirte que aun tú mismo te me debes también. Sí, hermano, tenga yo algún provecho de ti en el Señor; conforta mi corazón en el Señor (Filemón 9, 14, 19, 20).

Podría haber exigido a Filemón, en el nombre de Cristo, lo que le pide por amor y como favor. Pero renuncia a la autoridad apostólica en este caso. Prefiere escribir como prisionero de Jesucristo:

    Al escribir a las iglesias, lo que pone en prominencia es su autoridad. Pero esto no sería útil aquí. No le parece apropiado mandar a Filemón lo que tiene que hacer con Onésimo. Prefiere rogarle … Apela a la compasión de Filemón más bien que a su conciencia.

    Pablo no se presenta como apóstol con derecho a exigir obediencia a sus peticiones de un miembro de la iglesia, sino como prisionero de Jesucristo … El que pide que Filemón tome medidas que exigen sacrificio no es alguien que no conozca el sacrificio. Ha perdido su libertad por la causa de Cristo y éste es el fundamento de su petición.

    Pablo omite deliberadamente el título de apóstol, siendo su intención hablar sólo de amigo a amigo.

Sin embargo, si bien el título prisionero de Jesucristo es evidencia de condescendencia y humildad de parte del apóstol, su uso tiene que haber comunicado a Filemón, con gran diplomacia y tacto, la idea de que el sacrificio que Pablo pedía a Filemón era poca cosa en comparación con lo que él mismo estaba dispuesto a pagar a causa de su compromiso con Cristo.

    En comparación con el sacrificio que yo estoy haciendo, ¿no es el favor que te pido algo más bien fácil?

    Las circunstancias deplorables de Pablo hacen ínfimas las de Filemón.

    Con gran tacto escoge Pablo este término, para dar más fuerza a la petición que seguirá inmediatamente y ahora prepara en favor de Onésimo. Ciertamente, el conceder el perdón será para Filemón un sacrificio menor que el que está padeciendo Pablo. Es razón que haga lo que cueste menos quien ve a su padre, maestro y superior padecer lo que cuesta más.

Éste es un ejemplo de lo que ya hemos dicho acerca del tacto y la discreción del apóstol, y de cómo rehuye abusar de las relaciones fraternales o de sus propios derechos apostólicos. Tiene sumo cuidado en no ejercer presiones psicológicas o espirituales indebidas sobre su amigo. Podría haber dicho: Yo soy apóstol y te digo que debes recibir a Onésimo. Sin embargo, hace la misma petición evitando toda prepotencia y ofensa, pero esto sí, aduciendo sus «derechos» de prisionero por la causa de Cristo.

    Cualquier petición que [Pablo] haga, y cualquier favor que se le conceda, estará en relación con la causa del Amo al que tanto Pablo como Filemón pertenecían. El llamamiento que sigue se verá, pues, reforzado con la compasión y reverencia debidas a quien sufre en el nombre de Cristo.

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