domingo, 27 de marzo de 2016

Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes remitieres los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6






SEMANA SANTA NO ES UNA SEMANA DE SIETE DÍAS: DIOS NOS HA CONCEDIDO VIVIR UNA SEMANA SANTA HASTA QUE ÉL LO DECIDA.
Nos preparamos para enseñar a la congregación
Jesús Resucitado se aparece a sus discípulos
Juan 20:19-23
19 Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las                  puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los            judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros. 
20 Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se            regocijaron viendo al Señor. 
21 Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también        yo os envío. 
22 Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. 
23 A quienes remitieres los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les          son retenidos.
Diez discípulos son testigos de vera un Cristo Resucitado


Jesucristo aparece a los discípulos
(Juan 20:19–29)


A. Jesús ante los diez discípulos (Juan 20:19–23)

A pesar de la incipiente fe del discípulo amado (20:8) y del mensaje de María Magdalena, los discípulos estaban escondidos.

1. Su aparición sobrenatural (Juan 20:19–20)

a. Eventos sobrenaturales (Juan 20:19a). 
Los discípulos estaban escondidos y atemorizados por miedo a la persecución. Notemos que dice que las puertas (en plural) estaban cerradas, o sea que había al menos dos, posiblemente la puerta de calle y luego la del aposento alto. Estando éstas bien cerradas por temor a los líderes judíos, aparece Jesús y se pone en medio de los discípulos.

¡Qué sorpresa se habrán llevado estos hombres, quienes estaban allí reunidos por temor de los judíos! Maria Magdalena había manifestado que el cuerpo del Señor había desaparecido. Dos de ellos, Pedro y Juan, se atrevieron a dejar el aposento alto, fueron corriendo al sepulcro y volvieron afirmando que verdaderamente el cuerpo del Señor no estaba en la tumba. María Magdalena luego declara que lo había visto y había hablado con él. Entonces el mismo Señor Jesús, de manera sobrenatural, se presenta ante sus amigos en el aposento alto.

Fue una aparición milagrosa del Cristo resucitado. (No “aparición” en el sentido de que no era real puesto que sí lo fue.) Cristo se plantó en medio de ellos con su propio cuerpo, evidenciando así que estaba vivo y resucitado. Les dejó ver que tenía un cuerpo en cierta manera igual porque reconocieron su rostro, su voz, su mirada, pero a la vez distinto pues se trataba de un cuerpo resucitado.

La Biblia enseña que cuando resucitemos nuestro cuerpo será similar al cuerpo resucitado del Señor Jesús (1 Co. 15). Así como Jesús pudo atravesar paredes y puertas, cuando resucitemos tendremos esa capacidad y sin embargo, será un cuerpo que podremos reconocer.

Lucas relata que Jesús comió pescado asado y un panal de miel (24:42–43). Da gusto ver cómo Dios nos permite un vistazo de lo que será el futuro.

b. Palabras especiales (Juan 19b). 
Jesús calma el temor de sus amigos presentándose ante ellos y diciéndoles: “Paz a vosotros”. En hebreo es una sola palabra repetida: SHALOM, SHALOM, y es un saludo típico que quiere decir: PAZ, PAZ. Fueron palabras muy apropiadas para los pobres discípulos atemorizados.

c. Evidencias incontrovertibles (Juan 20a)
Aunque ellos no pidieron evidencias, de inmediato Jesús les mostró las manos y el costado. El Señor seguramente sabía que, siendo humanos, quizás tendrían sus dudas. Allí estaban las evidencias palpables: las heridas de los clavos que habían traspasado sus manos, y la cicatriz del costado abierto por la lanza romana. Jesús no era una aparición sino que tenía un cuerpo resucitado.

d. Efecto innegable (Juan 20b). 
El efecto en los discípulos fue regocijo y una emoción que seguramente debió de haber sido explosiva. Este es el deseo de Dios para nosotros en el siglo XX. Quien cree que Jesucristo ha resucitado, tendrá paz con Dios y gozo en el corazón (ver Juan 16:20–22).

2. Su comisión a los discípulos (Juan 20:21–23).
Seguidamente Jesús comisiona a sus amigos y con energía y autoridad los envía en una gran misión.

a. El envío (Juan 20:21)
Jesús repite a los discípulos: “Paz a vosotros”, pues seguramente aún estaban alarmados. Ven al Señor resucitado, pero en su mente él todavía estaba muerto. “Paz a vosotros”, dice, y seguidamente les ofrece un enorme consuelo, comisionándolos con la misma tarea con que el Padre lo había enviado a él. Es asombroso que seamos enviados a nuestros vecinos, amigos, seres queridos y a todo el mundo con la misma autoridad y misión con que el Padre envió a Jesucristo.

b. La energía (Juan 20:22)
Cuando el Señor les habla de su tarea, es posible que los discípulos respondieran: “Pero Señor, somos cobardes. ¿No ves que estamos en este aposento con las puertas cerradas porque tenemos temor? Ahora nos envías al mundo, Señor, pero no tenemos fuerza ni energía”. Luego de decir: “Yo os envío …”, Jesús sopló y dijo: “Recibid el Espíritu Santo”.

Nuestra objeción al mandato del Señor quizás también sea que somos cobardes o no sabemos qué decir, pero debemos recordar que hay poder en el Espíritu Santo de Dios. El Señor nos ha enviado a evangelizar a todo el mundo y para ello nos ha dado la energía más poderosa: el Espíritu Santo de Dios. Es el Espíritu por cuyo poder Cristo resucitó de los muertos; el mismo Espíritu Santo que mora en nosotros. Esta energía divina es el sello y la promesa de Dios.

c. La autoridad (Juan 20:23). 
He aquí una frase que produce temor por sus implicaciones, pero es la poderosa autoridad que Jesucristo nos ha dado. En un tiempo fuimos pecadores rebeldes; ahora gozamos de una gran autoridad que no podemos tomar a la ligera. 

Seríamos necios si pretendiéramos usar esta autoridad en forma carnal, pero podemos ejercerla tal como el Señor la ha dado. Cuando, por ejemplo, un alma ha sido guiada a Cristo y con sinceridad ha entregado su corazón a él, uno tiene derecho de decirle: “Sus pecados han sido perdonados por Dios”. 

No es que uno tenga autoridad personal para perdonar pecados sino que por los méritos de Cristo en la cruz uno declara el perdón para el inconverso arrepentido. Por otra parte, también tenemos la autoridad de declarar juicio de Dios sobre aquellos que rechazan a Jesucristo (2 Co. 5:15–16).

Esta autoridad no puede tomarse livianamente ya que está repetida tres veces en el Nuevo Testamento (Mt. 16:19; 18:18). Que Dios nos dé gracia, autoridad y sabiduría para ejercerla en su nombre.

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sábado, 26 de marzo de 2016

Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella le dijo: —Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Jesús aparece a María Magdalena 
Juan 20:11-18
11 Pero María Magdalena estaba llorando fuera del sepulcro. Mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro 12 y vio a dos ángeles con vestiduras blancas que estaban sentados, el uno a la cabecera y el otro a los pies, donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. 13 Y ellos le dijeron: 
—Mujer, ¿por qué lloras? 
Les dijo: 
—Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto. 
14 Habiendo dicho esto, se volvió hacia atrás y vio a Jesús de pie; pero no se daba cuenta de que era Jesús. 
15 Jesús le dijo: 
—Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? 
Ella, pensando que él era el jardinero, le dijo: 
—Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré. 
16 Jesús le dijo: 
—María … 
Volviéndose ella, le dijo en hebreo: 
—¡Raboni! -que quiere decir Maestro-. 
17 Jesús le dijo: 
—Suéltame,  porque aún no he subido al Padre.  Pero vé a mis hermanos y diles: "Yo subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios." 
18 María Magdalena fue a dar las nuevas a los discípulos: 
—¡He visto al Señor! 
También les contó que él le había dicho estas cosas. 

LAS APARICIONES DE JESÚS A SUS DISCÍPULOS


APARICIÓN PERSONAL A MARÍA MAGDALENA
Juan 20:11–18

Parece que los dos discípulos salieron de la tumba (10) antes que María hubiese podido regresar al huerto después de haberles a visado en cuanto a la piedra (2). Así, abandonada sola con su pena y su dolor, ella estaba fuera llorando junto al sepulcro (“sollozando”, Moffatt): Y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro (11). No hay mención alguna de que ella haya visto los lienzos y el sudario “enrollados en un lugar aparte” (6–7). Antes bien, vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto (12). 

Los cuatro evangelios relatan las apariciones angélicas en la tumba: 
  • “los ángeles”, (Mt. 2:5); 
  • “un joven” (Mr. 16:5); 
  • “dos varones” (Lc. 24:4; cf. Ap. 3:4–5; 4:4). 
Estos mensajeros con vestiduras blancas estaban “señalando el lugar donde había sido colocado el cuerpo, testificando el misterio de la resurrección”.

Los ángeles se dirigieron a María preguntándole: Mujer, ¿por qué lloras? (13). Ella no se mostró ni sorprendida ni atónita por su apariencia o vestidura, porque sólo una cosa llenaba su mente—su Señor. Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto. Ella todavía no se daba cuenta de la incongruencia de su conclusión.

 Las ropas en la tumba vacía que para Juan debieron ser suficiente evidencia para una fe activa y triunfante (“él creyó”, 8), aún no habían captado la atención de María. Es bueno recordar que Dios viene a los hombres en diversas maneras de acuerdo a sus distintos temperamentos y sus diferentes capacidades de comprensión y de respuesta. En este sentido tenemos aquí transmitida la imagen de un evangelio universal. Cristo es el Señor resucitado para todos los hombres.

Como si se diera la vuelta para irse, vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús (14). Jesús hizo la misma pregunta que los ángeles habían hecho a María: Mujer, ¿por qué lloras? (15). Pero ella no reconoció a Jesús. Pensó que era el hortelano. ¿Por qué no lo reconoció? Barclay sugiere dos razones. “El simple y punzante hecho de que no podía verlo a través de sus lágrimas… No podía quitar sus ojos de la tumba y estaba de espaldas a Jesús. Ella insistía en hacer frente en la dirección equivocada.”

Gossip presenta tres razones por las que María no reconoció a Jesús. En forma de bosquejo nos presenta las bases para un sermón fundado en Juan 20:11–18: 
(1) María estaba buscando un Cristo muerto, Juan 20:11–13; 
(2) No era María Magdalena quien acudió a Cristo sino El quien la encontró a ella,            Juan 20:14–16; 
(3) Aunque ella estaba buscándole con todo su ser, María no reconoció a Cristo                cuando lo vio, Juan 20:14. Cristo viene en maneras insospechadas.

El verso 16 es la narración de lo que ha sido llamado “la más grandiosa escena de reconocimiento en la historia”. Cuando El le dijo: María, “ella lo reconoció de inmediato”. “Lo que no puede hacer una palabra de interés común (mujer) lo hace al momento la palabra de simpatía individual.” O como dice Hoskyns: “El verdadero Gobernador del paraíso de Dios, el Dador de la vida había llamado a su propia oveja y ella conoció su voz” (Juan 10:3–4). Ella conoció la voz de Jesús llamándola por su nombre. Ella lo contempló: Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro) (16). Hoskyns contiende sobre la autoridad de Strack-Billerbeck, que Rabboni en la antigua literatura hebrea no es realmente sinónimo de Rabbí. “Raramente ha sido empleada para los hombres, y jamás para dirigirse a ellos. La palabra está reservada para dirigirse a Dios.” Hoskyns entonces comenta: “Por lo tanto el empleo que aquí hace María, probablemente debe comprenderse como una declaración de fe, paralela a la de Tomás (28).”

Aunque no está específicamente declarado por Juan, parecería que María, en un acto de adoración, homenaje y profunda emoción, se abrazó a los pies de Jesús (cf. Mt. 28:10). 

Entonces El le dijo: No me toques (“Deja de unirte a mí”, Moffatt; “No te tomes de mí ahora”, Phillips, 17). A la luz del verso 27, que dice que Tomás fue invitado por el Señor resucitado a “poner” su mano sobre el costado herido, este verso deja perplejos tanto a los comentadores como a los lectores. 

Las palabras de Jesús a María fueron: aún no he subido a mi Padre (Juan 20:17; cf. Juan 16:10, también Juan 7:33; Juan 16:5; también Juan 14:12, 28; Juan 16:28). Indudablemente María no quería dejarle ir nuevamente. La palabra traducida toques (haptou) significa “apegarse a un objeto con el deseo de retenerlo para sí”. Pero esta comunión íntima y preciosa de la que habían disfrutado ella y los seguidores de Jesús, ahora tomaría una forma y significado nuevos. Sin embargo, aún no podía (cf. Juan 2:4; Juan 7:6, 8, 30, 39; Juan 8:20) consumarse, tal como El lo había dicho cuando prometió la venida del Paracleto (Juan 16:7–8). Hoskyns dice con aguda visión:

  Ahora declara a María y mediante ella a sus discípulos que había llegado el tiempo para que El ascendiera al Padre, y, por lo tanto el momento de la inauguración de un nuevo orden. El mandato para que María cesara de tocarle se refiere al período ínterin entre la resurrección y la ascensión—y solamente a este período. Tan íntima será la relación con Jesús que, aunque María por el momento debía dejar de tocarle porque El tenía que ascender y ella debía llevar el mensaje, después de la ascensión, tanto ella como sus discípulos estarán concretamente unidos a El en una manera que podría ser descrita como “conmovedora”, de lo cual la participación del cuerpo y de la sangre del Señor (Juan 6:51–58) sería la ilustración más dramática.

Sin poner el énfasis sobre la eucaristía como Hoskyns, Macgregor ve este pasaje como la enseñanza que “la verdadera prueba de la resurrección y la verdadera posesión del Cristo crucificado [es]… el verla realizada en la experiencia espiritual normal del creyente”.

Lo que Jesús después dijo a María fue: Vé a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro padre, a mi Dios y a vuestro Dios (17). 

Así como la relación de María con Jesús en adelante no “dependería de sensaciones perceptivas”, esto se extendería a los discípulos—mis hermanos (adelphous) con quienes El había estado unido e identificado en su encarnación. 

Su perfecta humanidad está expresada no sólo en la expresión mis hermanos sino también en mi Dios. Strachan comenta: “Jesús es ahora la escalera que une el cielo y la tierra (cf. Juan 1:51) habitando ambos mundos (luz y tinieblas o incredulidad), y capacitando a los hombres para entrar al mundo superior. La ascención es la partida final de Jesús de la vida ordinaria de los hombres para estar con el Padre. De aquí en adelante El mantiene comunión con su iglesia por medio de su alter ego, el Espíritu.”

A la orden de Jesús, fue entonces María Magdalena (“salió María de Magdala”, Moffatt) para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que El le había dicho esas cosas (18).

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viernes, 25 de marzo de 2016

Simón Pedro entró en el sepulcro. Y vio los lienzos que habían quedado, y el sudario que había estado sobre Su Cabeza, no puesto con los lienzos, sino doblado en un lugar aparte. Entró también el otro discípulo que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




La resurrección de Jesús
Juan 20:1-10 
20 : 1El primer día de la semana, muy de madrugada, siendo aún oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido quitada del sepulcro. 2 Entonces corrió y fue a Simón Pedro y al otro discípulo a quien amaba Jesús, y les dijo: 
—Han sacado al Señor del sepulcro, y no sabemos dónde le han puesto. 

3 Salieron, pues, Pedro y el otro discípulo e iban al sepulcro. 4 Y los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó primero al sepulcro. 5 Y cuando se inclinó, vio que los lienzos habían quedado allí; sin embargo, no entró. 

6 Entonces llegó Simón Pedro siguiéndole, y entró en el sepulcro. Y vio los lienzos que habían quedado, 7 y el sudario que había estado sobre su cabeza, no puesto con los lienzos, sino doblado en un lugar aparte. 8 Entonces entró también el otro discípulo que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó. 9 Pues aún no entendían la Escritura, que le era necesario resucitar de entre los muertos. 10 Entonces los discípulos volvieron a los suyos. 

Semana Santa Bíblica: La Resurrección del Hijo del Hombre


LA RESURRECCIÓN
Juan 20:1-29

Según el arreglo de las evidencias por A. T. Robertson, hubo once apariciones de Jesús registradas después de la resurrección y antes de la ascensión, más el encuentro de Pablo con Jesús en el camino a Damasco. 

Diez de estas apariciones se encuentran en los Evangelios, o, según, Culpepper solo nueve. 

Cada Evangelio relata los eventos en una manera particular, ninguno pretendiendo abarcar todo lo que ocurrió (ver Juan 20:30), pero todos concuerdan en los hechos básicos: 
  • la tumba vacía, 
  • la resurrección corporal de Jesús, 
  • las apariciones sólo a los discípulos, los cuales las recibieron con dudas y reserva, pero finalmente todos fueron convencidos. 
Las diferencias en el contenido y la manera de presentar las apariciones hacen difícil un arreglo armónico. Algunos sugieren que estas diferencias restan valor a su autenticidad, pero otros creen que más bien la confirman, porque, como dicen, ¿qué autor falso o impostor habría dejado tantas diferencias?

Las diferencias reflejan el propósito de cada redactor y su conocimiento personal de los hechos, o las tradiciones a su disposición. 

Morris acota que las mencionadas diferencias indican que tenemos la evidencia espontánea de testigos, no la repetición estereotipada de una historia oficial. Juan es muy independiente en su presentación, no relatando ninguna de las historias que los otros presentan. 

Lindars, quien rechaza la paternidad juanina, sugiere que el autor tenía a mano solamente tradiciones de tres de las apariciones. Plummer observa que las características distintivas de Pedro, Juan, Tomás, Magdalena y otros están en completa armonía con lo que se sabe de ellos de otros pasajes.

Varios eruditos ofrecen un intento de armonizar las apariciones, adoptando distintos criterios. Nos limitamos aquí a presentar el esquema de A. T. Robertson: 
  • a María Magdalena (Mar. 16:9–11; Juan 20:11–18); 
  • a las otras mujeres (Mat. 28:8–10); 
  • a los dos discípulos en camino a Emaús (Mar. 16:12 s.; Luc. 24:13–32); 
  • a Simón Pedro (Luc. 24:33–35; 1 Cor. 15:5); 
  • a los diez discípulos, sin Tomás (Mar. 16:14; Luc. 24:36–43; Juan 20:19–25); 
  • el domingo siguiente a los once discípulos, con Tomás presente (Juan 20:26–31; 1 Cor. 15:5); 
  • a los siete discípulos y la pesca milagrosa (Juan 21:1–25); 
  • a 500 personas en un monte, y una comisión a los discípulos (Mar. 16:15–18; Mat. 28:16–20; 1 Cor. 15:6); a Jacobo (1 Cor. 15:7); 
  • a los once, dándoles una comisión (Luc. 24:44–49; Hech. 1:3–8); 
  • la última aparición y la ascensión (Mar. 16:19 s.; Luc. 24:50.53; Hech. 1:9–12).



1. La tumba vacía, Juan 20:1–10
Los cuatro Evangelios concuerdan en afirmar el hecho de la tumba vacía. Esta es la primera evidencia del cumplimiento de la promesa de Jesús de que resucitaría al tercer día (ver Mat. 16:21; 17:23; 20:19; 27:63; Mar. 8:31; 9:31; 10:34; Luc. 9:22; 18:33; 24:7). 

Habiendo prometido tantas veces que resucitaría al tercer día, es casi increíble que los discípulos hayan demorado tanto en creer que de veras había resucitado, aun cuando vieron la tumba vacía. 

Beasley-Murray piensa que los discípulos fueron a Jerusalén con la firme expectativa de la rápida venida del reino de Dios (ver Luc. 19:11) y que la crucifixión aplastó esa expectativa a tal punto que pensaban que todo estaba perdido.

La expresión primer día de la semana es literalmente: “Y en el día uno de los sábados”, que significa el domingo, pues el último día de la semana era el sábado. Nótese que Juan emplea un número cardinal (“uno”) en lugar de un ordinal (“primero”), quizás por la influencia semítica. 

El término semana puede referirse a los días de la fiesta, o al período entre dos sábados. La expresión muy de madrugada, siendo aún oscuro, parece contradecir el texto de Marcos 16:2 donde el autor dice que “apenas salido el sol”. La solución podría ser que salió de su casa siendo oscuro, pero ya salía el sol cuando llegó a la tumba. De todos modos este hecho explicaría por qué no vio lo que estaba dentro de la tumba, como luego vieron Pedro y Juan. 

Juan no había mencionado la piedra en relación con la sepultura, pero la expresión aquí indicaría que era conocida, o que normalmente se encontraría una piedra sobre la boca de una tumba. La expresión había sido quitada puede ser traducida “había sido levantada”. 

En todo caso, sería muy difícil remover la piedra, pero mucho más el levantarla. Lindars opina que el relato de Juan indicaría que la piedra era cuadrada, haciendo necesario el levantarla. 

La piedra quitada sería el primer milagro en relación con la resurrección de Jesús. Se ha observado que la piedra no fue quitada para permitir a Jesús salir sino para que los discípulos pudieron ver que había resucitado. 

Comparando el testimonio de los cuatro Evangelios, Marcos describe la colocación de la piedra (15:46), Mateo, el sello romano puesto sobre la piedra (27:66), pero los cuatro informan que la piedra fue quitada.

Juan informa que María Magdalena fue a la tumba, pero los Sinópticos indican que varias mujeres la acompañaron, llevando especias aromáticas para aplicar al cuerpo de Jesús (Mat. 28:5–8; Mar. 16:2–8; Luc. 24:1–8). 

Algunos piensan que la mejor explicación de esta aparente contradicción es que Juan, sabiendo que fue María Magdalena quien lo vio primero (ver Mar. 16:9), se limita a mencionarla a ella sola aquí. Sin embargo, todo el grupo de mujeres lo vieron en el camino de vuelta a la ciudad (ver Mat. 28:9).

Por alguna razón Juan menciona sólo a María Magdalena quien corrió a avisar de la tumba vacía, pero Mateo (28:8) y Lucas (24:9) indican que todas las mujeres fueron a avisar a los once discípulos. 

Probablemente fue María Magdalena la que compartió la noticia primero a Simón Pedro y al otro discípulo, y luego a los demás. A pesar de la triple negación de su relación con Jesús, parece que Pedro todavía era considerado como el principal en los once. 

El hecho de mencionar al otro discípulo a quien amaba Jesús (ver Juan 13:23; Juan 19:26) dentro del grupo de los once discípulos (ver Luc. 24:9) indicaría que él era uno de ellos. Además, el hecho de darle un lugar de prominencia al lado de Simón Pedro parece indicar que era uno de los principales discípulos. Todas estas evidencias apuntarían al apóstol Juan.

La conclusión de María Magdalena de que algunos han sacado al Señor del sepulcro, sin indicar si eran amigos o enemigos, es una clara evidencia de que tanto ella como las demás no estaban esperando la resurrección corporal de Jesús. Beasley-Murray comenta que el robo de cuerpos y artículos de valor era muy común, a tal punto que el emperador Claudio (41–54 d. de J.C.) decretó que uno culpable de violar las tumbas sería sentenciado a la muerte. 

Los judíos comenzaron el rumor de que fueron los discípulos los que habían robado el cuerpo de Jesús (ver Mat. 28:13–15), lo cual nos parece ridículo, pero servía el propósito de los enemigos de Jesús.

El verbo Han sacado, traducido como si estuviera en el tiempo perfecto, está realmente en el tiempo aoristo y se traduce “sacaron”. Seguramente ellas no vieron los lienzos de Jesús dentro de la tumba, quizás por la oscuridad que todavía cubría la tumba, o por su sorpresa de encontrar algo inesperado. 

El cambio de repente de tercera persona singular, corrió… fue… dijo, a primera persona plural, no sabemos, es la evidencia, según varios autores, de que el redactor estaba uniendo la tradición de Juan con la de los Sinópticos. En cambio, Bultmann y Dalman opinan que este sería un caso del arameo usado en Galilea en que se usaba frecuentemente la primera persona del plural por la primera del singular.

El testimonio de la mujer no se consideraba válido; tendría que ser verificado por uno o más varones (ver Deut. 19:15). Estos dos, quizás dudando la realidad de lo que las mujeres dijeron, no perdieron tiempo en ir para ver lo que había pasado (v. 3). El verbo Salieron está realmente en la tercera persona singular, “salió”, indicando que Pedro se levantó para salir (ver Luc. 24:12) y luego el otro lo siguió. Nótese el cambio en el tiempo de los verbos, Salieron está en el tiempo aoristo, indicando una acción puntual, mientras que iban está en el imperfecto, indicando acción continuada, es decir, la corrida al sepulcro que llevó un tiempo. Brown sugiere que María Magdalena acompañó a los dos discípulos a la tumba porque luego aparece otra vez allí (v. 11). 

La expresión al sepulcro emplea una preposición que significa literalmente “dentro del sepulcro”.

El verbo corrían, como iban (v. 3), está en el tiempo imperfecto y es gráfico en su descripción. El discípulo amado pudo correr más rápidamente que Pedro porque, como se piensa, era más joven, o estaba en mejores condiciones físicas. En todo caso, el otro discípulo… llegó primero al sepulcro. Esta descripción de la carrera, uno más rápidamente que el otro, es otra evidencia de un testigo ocular, apuntando al apóstol Juan. 

Plummer comenta cuán natural es el proceso de convicción que pasa por la mente de Juan: la pesada incredulidad antes, la expectativa emocionante en la corrida, la timidez y reverencia al llegar, luego el nacimiento de la fe ante la tumba vacía.

Parece que la entrada de la tumba era muy baja, haciendo necesario que uno se inclinara para ver hacia adentro. Los verbos vio y habían quedado están en el tiempo presente descriptivo y se traducen literalmente: “mira los lienzos que están puestos”. 

No fue una mirada pasajera que Juan dio, sino una prolongada contemplación mientras esperaba la llegada de Pedro. Con todo, y de acuerdo con su carácter reticente, Juan no entró.

Contrario a la acción de Juan, y de acuerdo con su carácter audaz e impulsivo, cuando Pedro llegó no demoró ni un instante para entrar en la tumba. Como Juan, Pedro vio los lienzos que habían quedado, pero el verbo vio, también en el tiempo presente, traduce otro vocablo gr. que significa más bien contemplar. Pedro quedó contemplando por un tiempo las evidencias, tratando de entender el significado de la tumba vacía y los lienzos puestos, y vio cosas que Juan no pudo ver desde su posición fuera del sepulcro. Sin embargo, su mente estaba todavía aturdida y no llegó a la conclusión más natural, es decir, que Jesús había resucitado tal cual había prometido.

El término sudario (v. 7) es la transliteración de sudarion4676 y se refiere a una tela que se usaba para limpiar el sudor del rostro (ver Hech. 19:12). En Lucas 19:20 se refiere a un lienzo, o “pañuelo”, en que el siervo malo había envuelto el dinero de su señor. Se describe a Lázaro cuando salió de la tumba “y su cara envuelta en un sudario” (Juan 11:44). 

Así, José y Nicodemo, preparando el cuerpo de Jesús para el entierro, habían envuelto su cabeza en un pañuelo grande. Nótese la descripción detallada y precisa: el sudario… no puesto con los lienzos, sino doblado en un lugar aparte. No sólo es la marca de un testigo ocular, sino que este detalle, que no fue observado por Juan cuando miró hacia adentro desde afuera, evidentemente tenía un significado importante. 

La tumba vacía era, sin lugar a dudas, evidencia convincente de la resurrección de Jesús. Mucho más, la misma presencia del sudario y su ubicación aparte, además de los lienzos con que fue envuelto el cuerpo de Jesús, todo apuntaba a la resurrección. 

Como muchos han comentado, si alguien hubiera robado el cuerpo, seguramente no le habría quitado los lienzos y el sudario, los cuales, juntamente con los compuestos aromáticos, tendrían gran valor. Tampoco hubiera envuelto el sudario y los lienzos, dejándolos puestos como Pedro los encontró. 

Algunos han procurado comprobar que los lienzos y el sudario estaban arreglados para sugerir que Jesús los traspasó y los dejó en el lugar donde cayeron. El texto griego no dice tal cosa, ni lo niega. Debemos resistir la tentación, por más interesante y plausible que sea, de afirmar categóricamente algo que no está expresado explícitamente.

Animado por la acción impulsiva de Pedro, el otro discípulo (v. 8) se atreve a entrar en la tumba. De acuerdo con el carácter sensible y el discernimiento espiritual del otro discípulo, características propias del apóstol Juan, él fue el primero en discernir en las evidencias objetivas delante de sus ojos que la única conclusión razonable era la realidad de la resurrección corporal de Jesús. 

Los verbos vio y creyó, traducidos correctamente en el tiempo aoristo, hablan de una acción puntual e instantánea. No demoró en llegar a una conclusión positiva. El término vio traduce otro verbo griego, orao3708 que tiene una gran variedad de significados: ver, contemplar, marcar, observar, percibir. Los dos verbos, vio y creyó no tienen un cumplimiento directo, es decir, el autor no nos dice qué es lo que vio y qué es lo que creyó. Sin embargo, el contexto implica que vio las mismas evidencias que Pedro había visto. Quizá Pedro todavía estaba allí apuntando a las evidencias y preguntando por una explicación. 

El verbo creyó, a la luz del significado a través del Evangelio (ver Juan 20:25, 27, 29, 30), es que creyó que Jesús había resucitado, confirmando que era el Hijo de Dios. 

Es el primero de todos sus discípulos que llegó a esta convicción y es el único que sepamos que creyó en la resurrección solamente basado en la evidencia de la tumba vacía y los lienzos puestos. 

Probablemente, en su mente llegó a relacionar las evidencias en la tumba con las promesas de Jesús de que resucitaría al tercer día. Sin embargo, todavía no había relacionado este evento con las Escrituras, es decir, con el AT. Para evitar esta dificultad, algunos entienden que lo que el otro discípulo creyó fue meramente el anuncio de María Magdalena. Tal conclusión no concuerda con el relato de Juan, porque el hecho de la tumba vacía y la ausencia del cuerpo de Jesús era evidente al llegar a la tumba, pero la mención de su fe vino más tarde.

La frase adverbial aún no entendían (v. 9) parece indicar que en ese momento no habían entendido, pero luego sí. La expresión la Escritura parece referirse a un texto particular, no al AT en general, pero no indica a cuál se refiere. Aunque ningún texto del AT describe explícitamente que le era necesario resucitar de entre los muertos, Morris menciona varios que podrían implicar el hecho (ver Isa. 53:10–12; Ose. 6:2; Jon. 1:17). 

Parece que Pablo se refiere a las mismas citas bíblicas en su Carta a los corintios cuando hablaba de la resurrección de Jesús (1 Cor. 15:4). La creencia de los discípulos en la resurrección no se basaba en el AT, sino en las promesas de Jesús, en las evidencias objetivas en la tumba y en sus apariciones. Luego de llegar a esa convicción, buscaron en el AT pasajes que podrían respaldar esa convicción, y los encontraron. Vincent opina que el verbo impersonal, traducido era necesario, se refiere al consejo divino que incluía el sufrimiento, la muerte y la resurrección de Jesús (ver Juan 3:14; Juan 12:34). 

Literalmente el texto del v. 10 se traduce así: “Se fueron entonces otra vez a los suyos los discípulos”. Algunas versiones lo traducen “volvieron a sus hogares”. Quizás la expresión en griego podría indicar “a sus hogares”, pero no es concebible que hayan ido a sus hogares como si nada extraordinario hubiera sucedido. 

Es más natural pensar que una vez que habían comprobado la veracidad del anuncio de María Magdalena y se habían convencido de que Jesús había resucitado, no podían esperar para contar las buenas nuevas a los demás, tal como fue el caso de los dos que iban en el camino a Emaús (ver Luc. 24:13). 

La noticia era demasiado buena para retenerla; era necesario compartirla. Beasley-Murray cita a Bernard quien asume que el discípulo amado llevó las noticias de la tumba vacía a María, madre de Jesús. Seguramente María figuraría entre los suyos, pero la expresión, siendo plural, no se limita a ella.
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Tomaron el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas. Y en el lugar donde había sido crucificado, había un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno. Allí pusieron a Jesús.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6





Nos preparamos para exponer en la congregación: Semana  Santa
 Jesús es sepultado
Juan 19:38-42
(Mt. 27.57–61; Mr. 15.42–47; Lc. 23.50–56)
38Después de todo esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo concedió. Entonces vino, y se llevó el cuerpo de Jesús. 39También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras. 40Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es costumbre sepultar entre los judíos. 41Y en el lugar donde había sido crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno. 42Allí, pues, por causa de la preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.

Jesús es sepultado
LOS JUDÍOS SEPULTAN A JESÚS
Juan 19:38–42
Juan 19:38, 39, 40
Después de estas cosas, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo concedió. Así que vino, y se llevó el cuerpo de Jesús. También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras. Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con las especias aromáticas, según es costumbre sepultar entre los judíos.

Unimos estos tres versículos porque José y Nicodemo actuaron de acuerdo. Deben haberse puesto de acuerdo de antemano en cuanto a qué haría cada uno. En consecuencia, llegaron totalmente preparados. Por otros Evangelios resulta claro que estuvieron presentes algunas mujeres. Véase, por ejemplo, Lc. 23:55.

Después de haberse cumplido todo y de haber determinado que Jesús estaba muerto de verdad, José de Arimatea se presentó en la escena. Era hombre rico (Mt. 27:57), devoto (Mr. 15:43) y miembro del Sanedrín (Lc. 23:51), y que no había consentido (¿quizá por su ausencia durante la votación?) en la trama para condenar y crucificar a Jesús (Lc. 23:51). La Arimatea de la que procedía era probablemente la antigua Ramataim-zofim, situada a un poco más de treinta y cuatro kilómetros al noroeste de Jerusalén, o a veintidós kilómetros directamente desde Joppa.

Había sido discípulo de Jesús sólo en forma secreta. Se había llenado de un temor pecaminoso; pensando, quizá, que si hacía algo por Jesús, los otros miembros del Sanedrín lo separarían del consejo, y no sólo de su consejo sino incluso de la sinagoga. Véase sobre Juan 7:13; 9:22; y Juan 20:19

Pero ahora, como fruto de la muerte expiatoria de Cristo y de su amor por él, este hombre de repente se ha vuelto muy valiente. Acude a Pilato para pedir el cuerpo de Jesús. Mr. 15:43 pone de relieve la valentía de este acto. La valentía se manifiesta sobre todo en que actuó a pesar del hecho de que sabía que sus colegas del Sanedrín se enterarían de ello.

Pilato, habiéndose asegurado de que Jesús había muerto de verdad (Mr. 15:44), le concedió la petición. Así, pues, José regresó al Calvario y, con la ayuda de otros, bajó el cuerpo de la cruz. No se ha revelado cómo lo hicieron. Dejaremos que los artistas llenen este vacío.

Lo que sí sabemos es que José contó con la cooperación voluntaria de Nicodemo. En cuanto a Nicodemo véase también sobre Juan 3:1–21 y en Juan 7:50–52. En tanto que José proveyó los lienzos y su propio sepulcro nuevo (Mt. 27:60), Nicodemo proveyó las especias aromáticas. 

Trajo una mezcla de mirra y áloes. La mirra probablemente se extraía de un pequeño árbol de madera olorosa, a saber, el balsamodendron de Arabia; los áloes de un árbol grande, el agalocha, cuya madera contiene resina y proporciona perfume en polvo. Nicodemo había traído una mezcla de los dos, en cantidad no menor a las cien libras. En cuanto a esta medida de peso, véase sobre Juan 12:3. Cien libras de aquellas equivalían a unos treinta y dos kilogramos nuestros, contribución en nada insignificante.

A medida que se envolvía el cuerpo, miembro por miembro, en los lienzos, se iban untándolos con la mezcla de mirra y áloes. Así preparaban los judíos a sus muertos para sepultarlos. No los embalsamaban como los egipcios, quienes les extraían el cerebro y las entrañas.

Juan 41, 42. Ahora bien, en el lugar donde fue crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno. Allí, pues, por causa del día judío de la Preparación, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.

El cuerpo de Jesús fue llevado a un sepulcro. Como este sepulcro ocupa un lugar destacado en el relato de la resurreccíon, debe prestársele atención más que pasajera. Enumerados los puntos informativos que la Escritura (y en cierta medida la arqueología) suministra respecto a este sepulcro. Hemos seleccionado unos pocos libros de entre una lista de escritos arqueológicos recientes; véase la nota.

(1) Su ubicación. 
El sepulcro estaba ubicado en la cercanía inmediata del Calvario: “En el lugar donde fue crucificado había un huerto”. Como no sabemos dónde estaba el Calvario, tampoco sabemos dónde estaba este sepulcro. Véase sobre Juan 19:17

Algunos viajeros que han visto el “Sepulcro del Huerto”, en un lugar recluido bajo una colina con forma de cráneo humano, están convencidos de que este sepulcro, con su antecámara y la espaciosa cámara sepulcral, con sólo un lugar acabado para que descansara un cuerpo, es el que menciona el Evangelio. Debe admitirse que en muchos aspectos la descripción de este sepulcro concuerda con la información que se saca de los relatos de los Evangelios. 

Otros que también han visto e investigado el lugar, no están del todo convencidos, y afirman que el sepulcro del huerto es probablemente de fecha mucho más reciente que el siglo primero d.C. Es probablemente imposible llegar a ninguna conclusión concreta respecto a la identidad del sepulcro en el que fue colocado el cuerpo de Jesús. ¿Y por qué habría que considerar que esto es lamentable?

La amable providencia proveyó un sepulcro próximo. Era el día judío de la Preparación. Véase sobre Juan 19:14, 31. En otras palabras, era viernes. Se acercaba la puesta del sol. En consecuencia, a fin de que todo pudiera concluirse antes del sábado, no se podía perder tiempo. No se podía enterrar el cuerpo de Jesús en un sepulcro alejado. El tiempo no lo permitiría.

(2) Su novedad.
Este sepulcro era nuevo. Véase también sobre Juan 13:34. Era nuevo en el sentido de que no se había usado antes. Nunca habían entrado en él el deterioro y la descomposición. Era un lugar adecuado para que descansara en él el cuerpo del Señor. Cf. Sal 16:10.

(3) Su propietario. Según Mt. 27:60 era el sepulcro del propio José. Y José era rico. En consecuencia, Is. 53:9 viene enseguida a la mente “Con los ricos fue en su muerte”.

(4) Su aspecto general. 
Este sepulcro no era una cueva natural. Había sido labrado de piedra sólida (Mr. 15:46). Después de depositar el cuerpo de Jesús, José (con la ayuda de otros, naturalmente) colocó una gran piedra frente a la entrada del sepulcro (Mt. 27:60). 

Esta piedra era muy pesada (o muy grande) (Mr. 16:4). La entrada al sepulcro era baja, como se deduce del hecho de que María tuvo que inclinarse para mirar en su interior (20:11). Lo mismo tuvo que hacer Pedro (20:5; Lc. 24:12). En ambos extremos del lugar en el que se colocaba el cuerpo se había dejado la roca lo suficientemente gruesa como para formar una especie de asiento (20:12).

Es evidente que la sala de sepultura del sepulcro de José no contenía un nicho (kôk) en el cual se introdujo el cuerpo de Jesús por uno de los dos extremos. En Palestina hay muchos sepulcros de esta clase, pero éste no era uno de esos, porque en ese caso los ángeles no hubieran podido estar sentados a la cabecera y a los pies.

Parecería que la cámara sepulcral del sepulcro de José tenía no un escaño o repisa, sino un declive—un lugar en el que se había excavado el piso un poco más hondo—en el cual pudo reposar el cuerpo de Jesús.

Imaginémonos, por tanto, el sepulcro de José. Tiene: 
a. una entrada baja a la cámara sepulcral; 
b. una piedra muy pesada (probablemente redonda, que se desliza sobre un surco) frente a esta entrada; 
c. un sello pegado a la piedra (a petición de los sanedritas, Mt. 27:66), es decir, una cuerda recubierta de yeso o cera, sobre el cual se había impreso un sello; véase artículo “Sello” en I. S. B. E.
d. una cámara sepulcral con relieves en los que personas se podían sentar, y entre ellos: f. un declive en el que descansó el cuerpo de Jesús.

Algunos suponen que había un patio al descubierto o antecámara, constituido por un muro semicircular, frente a la cámara sepulcral. Otros lo niegan. Esto crea diferencias esenciales en la interpretación.

Vemos la piedra tan pesada, el sello, el guarda. “Pongan un guarda; vayan a asegurarse lo más que puedan”, dijo Pilato a los sanedritas que fueron a molestarlo el sábado por la mañana. “El que mora en los cielos se reirá; el Señor se burlará de ellos” (Sal. 2:4). Véase el capítulo siguiente (resurrección), Juan 20.
Síntesis de Juan 19:38–42
El Hijo de Dios muere como sustituto por su pueblo. 
La sepultura.
El entierro de Jesús fue un elemento necesario en su humillación. Por medio de ello santificó la tumba para todos sus seguidores. En la sepultura se cumplió la profecía. (Véase la exégesis). 

Los principales protagonistas fueron José de Arimatea y Nicodemo, cuya valentía debe admirarse. El sepulcro estaba situado en el huerto de José, muy próximo a la cruz. No se puede indicar hoy día el lugar exacto. 

Por esto podemos dar gracias a Dios. De haberse conocido este lugar, probablemente habría recibido más honra que Cristo mismo. (Algo de esta mentalidad de hecho, prevalece incluso hoy día, en relación con los lugares que se dicen ser auténticos). 

El sepulcro disponía probablemente de una entrada baja, frente a la cual se había deslizado una pesada piedra, a la que se le había puesto un sello por orden de Pilato a petición del Sanedrín; finalmente, había la espaciosa cámara sepulcral, probablemente con un declive para el cuerpo de Jesús. En este sepulcro, debido a su proximidad, y debido a que se acercaba el sábado, fue colocado el cuerpo de Jesús.

Si bien la sepultura es un elemento en la humillación de Cristo, sin embargo proporciona un destello anticipado de su exaltación: es un sepulcro nuevo. Nunca había habido en el mismo ningún deterioro. El cuerpo de Jesús no sufrió corrupción. Dios se ocupó de ello. El sepulcro pertenecía a un hombre rico. Era un sepulcro digno de un rey. Todo apunta hacia la exaltación.

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