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martes, 21 de junio de 2016

Éstas señales se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y para que, al creer, tengáis vida en su nombre

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




¿Qué propósitos tuvo Juan para escribir el Evangelio? Las Señales

Juan tuvo un propósito teológico al escribir "SU" Evangelio - comprender las señales

La intención que Juan tenía al escribir el Evangelio es muy clara. Nos dice explícitamente:

«Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y para que, al creer, tengáis vida en su nombre» (Juan 20:30, 31).

Esta declaración de principios dirige nuestra atención hacia las «señales» que Jesús hizo, al hecho de que Juan hace una selección de «todas ellas» y al propósito teológico y evangelístico que dirige todo el libro.

Juan escribe sobre muchos temas:

  • el ministerio de Juan el Bautista, 
  • los discursos de Jesús, 
  • la magnífica historia sobre lo que aconteció en el aposento alto, 
  • la última noche de la vida de Jesús, 
  • historias sobre acontecimientos tanto esperanzadoras como decepcionantes, 
  • llegando al clímax con la pasión y la resurrección. 
Pero al resumirlo todo en una frase, Juan destaca las «señales». Creo que este hecho no implica que Juan considere las señales como la parte más importante del Evangelio. Sin embargo, es evidente que, cuando él quiso aclarar el propósito global, las utilizó.

Las señales

Juan tiene su propia forma de utilizar la palabra «señal».
Es una palabra importante que indica algo que la trasciende. Cuando se usa para hablar de un milagro, se entiende que el hecho no es un fin en sí mismo. Tiene un significado que se completa con otros aspectos, además del milagro.

Por supuesto, Juan no es el único que utiliza este término. Los Sinópticos también lo usan a menudo.

  1. En Mateo lo encontramos trece veces, 
  2. en Marcos siete y 
  3. en Lucas once. 
Sin embargo, más bien lo utilizan para explicar la «señal» que el ángel dio a los pastores de que encontrarían a un niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre (Lucas 2:12), o la «señal» del cielo que los fariseos pedían a Jesús. (Marcos 8:11).

Jesús condenó a sus contemporáneos como «generación adúltera y perversa» por buscar una señal, y llegó a decir que la única señal que verían sería la del profeta Jonás. Dios había obrado en Jonás y, por lo tanto, él era una «señal». De igual manera que el reluctante profeta estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, Jesús dijo que el Hijo del Hombre estaría «en la tierra tres días y tres noches» (Mateo 12:38–40).

En otra ocasión, cuando los saduceos y los fariseos se unieron para pedirle a Jesús una señal, Él les reprochó que pudieran interpretar la climatología, sabiendo leer en el cielo las señales de buen o mal tiempo, y no pudieran interpretar «las señales de los tiempos». De nuevo, la misma «generación adúltera y perversa» busca una señal, pero no recibirán nada aparte de la «señal de Jonás» (Mateo 16:1–4).

Los discípulos de Jesús podían buscar señales. Le preguntaron: «¿Cuándo sucederá esto y qué señal habrá cuando todas estas cosas se hayan de cumplir?» (Marcos 13:4, cf. Lucas 21:7). Mateo lo expresa de la siguiente manera: «¿Cuándo sucederá esto y cuál será la señal de tu venida…?» (Mateo 24:3).

En el discurso que Jesús pronunció a continuación no solamente habló de «la señal«, sino de una multiplicidad de grandes señales y maravillas que aparecerían en el tiempo (Mateo 24:24, Marcos 13:22, Lucas 21:25–28), aunque Mateo habla específicamente de «la señal del Hijo del Hombre» que aparecerá en el cielo» (Mateo 24:30).

Puede ser importante notar que la demanda siempre es de una señal, no de señales. Nadie le pide a Jesús que realice una multitud de milagros. La razón que puede explicar este hecho es que «la señal» constituiría una prueba irrefutable de que Él venía de Dios. Nadie menciona qué tipo de señal era la que se esperaba, de modo que aparentemente, no esperaban nada específico que la constituyera.

Sin embargo, la gente pensaba que si ocurriera algo incuestionable que mostrara como un rayo de luz que Jesús era un ser celestial, las cosas estarían más claras. Ése era precisamente el tipo de señal que Jesús se negaba inmediatamente a dar.

Él debía ser reconocido por quién y qué era y por lo que habitualmente hacía. Existían señales para los que tenían ojos para ver, pero no había una actuación deslumbrante que implicara ningún tipo de creencia por parte de los espectadores. La demanda de una señal se fundamenta en la idea de que Dios tenía que actuar de acuerdo con las previsiones de los escribas y de los fariseos, y esto es hacer de él un dios en términos humanos. Por esto Jesús llama a los que demandaban una señal de este tipo una «generación perversa y adúltera».

Las señales en el Evangelio de Juan

Juan utiliza la palabra semeion 17 veces, de las cuales 11 se refieren a milagros de Jesús. Puede ser una referencia general, como la que tenía Nicodemo en la cabeza: «Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer las señales que tú haces si Dios no está con él» (Juan 3:2). Es importante observar que Nicodemo distingue que los milagros no son un fin en sí mismos (son «señales») y contempla este hecho como una prueba de que Jesús «venía de Dios» (Nicodemo entiende correctamente el significado de «señal»).

Encontramos una actitud parecida en algunos fariseos cuando Jesús sanó al ciego de nacimiento. La opinión de uno de ellos era: «Este hombre no viene de Dios porque no guarda el día de reposo». Pero otros compañeros decían: «¿Cómo puede un hombre pecador hacer tales señales?» (Juan 9:16). Esta opinión no se rebatió, pero aquellos que pensaban de otra manera tampoco cambiaron de idea. Los que exteriorizaron las palabras, entendieron que Dios estaba actuando en Jesús, y esto tenía más importancia de lo que los fariseos, en general, no podían entender sino como una violación del día de reposo.

Las señales podían llevar a la gente hacia Jesús, como los 5.000 a los que alimentó con los panes y los peces (Juan 6:2). Acercarse a Jesús por ese motivo no es el ideal, pero Él no rechaza a nadie, incluso a los que se le acercan por tales motivos.

Incluso más adelante se queja de los que vienen a Él con motivos más bajos: «Me buscáis no porque hayáis visto las señales, sino porque habéis comido de los panes y los peces y os habéis saciado» (Juan 6:26).

La fe que se apoya en las señales no es la clase de fe más elevada, pero es de lejos mucho mejor que acercarse a Jesús para obtener una buena comida. Las señales deben provocar la fe, y Jesús acoge a los que reaccionan a ellas creyendo en Él. Esto no significa que buscara hacer una señal que no diera posibilidad a la gente de no creer en Él.

Un poco más tarde en la misma situación le preguntaron: «¿Qué pues, haces tú como señal para que veamos y creamos?». Pero el Jesús del cuarto Evangelio se negaba a realizar tales señales, igual que el Jesús de los Sinópticos.

Las señales podían, y solían, traducirse en fe. Pero nunca fueron el arma que aplastase de manera definitiva a la oposición. Siempre cabía la posibilidad de que la gente se negara a ver la mano de Dios en las señales y que, por lo tanto, no creyeran. Solamente aquellos que estaban abiertos a lo que Dios decía, respondían con fe. Y esas personas querían y respondían de esta manera.

La palabra «señal» en sí misma no tiene necesariamente una connotación sobrenatural.

  • Puede ser utilizada como «una indicación en el paisaje que señala direcciones». Utilizando la palabra en estos términos, 
  • Pablo escribe a los Tesalonicenses que el saludo con su propia mano es «una señal distintiva en todas mis cartas» (2 Tesalonicenses 3:17). 
  • También habla de la circuncisión como una «señal» (Romanos 4:11) y, por supuesto, ésta es una señal divina institucionalizada: Desde antaño Dios instituyó la circuncisión como señal del pacto que hizo con Abraham y sus descendientes (Génesis 17:10–14). Esto nos lleva al uso más característico del término en la Biblia, su uso en conexión con la presencia de Dios. En este caso, puede referirse, como la circuncisión, a algo que Dios ha ordenado y que tiene importancia para la práctica de la religión, o a algo que Dios mismo hace. 
  • Un ejemplo importante y característico es la expresión «señales y milagros» para describir lo que Dios hizo para sacar a Israel de Egipto (Deuteronomio 26:8). Al mismo tiempo que el término no perdió su antigua connotación secular usado para todo aquello que se pueda discernir como importante, llegó a tener un significado especial para los religiosos, una «señal» podía mostrar la actividad de Dios.Es esta «presencia de Dios» la que se busca en los pasajes de Juan donde aparece este término. 
  • Nicodemo se dio cuenta porque cuando se acercó a Jesús le saludó con las palabras: «sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer las señales que tú haces si Dios no está con él» (3:2). Es este momento de la narración, no sabemos a qué señales se está refiriendo Nicodemo.

Dado que Juan solamente ha mencionado la transformación del agua en vino en las bodas de Caná, no es probable que el fariseo de Jerusalén se refiera a este incidente rural. Pero Juan nos enseña que Jesús hizo un gran número de señales visibles para los habitantes de Jerusalén (2:23), y, evidentemente, Nicodemo había oído hablar de ellas. No solamente había oído hablar de estas señales, sino que supo reconocer su significado. De esta manera estaba reconociendo el origen celestial de Jesús.

Me gustaría pasar a comentar otras cosas que Juan dice sobre Jesús y sobre lo que sus señales nos enseñan. Pero antes de esto, me gustaría recalcar que las señales nos dicen mucho sobre Dios.

Nadie en su sano juicio intentaría minimizar el papel de Jesús en el cuarto Evangelio, pero lo que debe quedar muy claro es que este Evangelio sitúa a Dios en el lugar más alto. A través de estas señales es Dios mismo el que se muestra y actúa. C. K. Barret resalta una importante diferencia entre escritores como Filón y los gnósticos por un lado y Juan por otro.

Tanto Filón como los gnósticos comenzaron entendiendo la naturaleza de Dios: Él debe entenderse como pura bondad o un ser puro, como Omnipotente y, consecuentemente, capaz de hacer cumplir su voluntad. Se preguntan cosas como: «¿Cómo puede un Dios así amar y redimir a criaturas que no merecen ser amadas y que, por lo general, no desean salvarse?». De esta forma desarrollan «elaborados sistemas de mediación» para explicar cómo el Dios por el que postulan puede llevar a cabo estas cosas.

Pero Juan comienza con el Mediador, el Mediador que acerca al pueblo «al Dios de la tradición bíblica quien, a pesar de estar en las alturas, es el Creador de todas las cosas, siempre activo en las cuestiones humanas y siempre listo para morar en aquel que tenga un espíritu apesadumbrado y contrito.

Debe quedar claro que el cuarto Evangelio no es una teoría espiritualizada sobre la naturaleza de Dios y de cómo ese Dios acorta distancias entre Él y su creación. Existe un Mediador, uno que en lo que es y en lo que hace nos revela al mismo Dios. Y el Dios que encontramos en este Evangelio es un Dios que se interesa por su creación, que ama a su pueblo, que nunca abandona a los que ha creado. Este Dios que actúa consigue su propósito a través de Jesús. En la tumba de Lázaro Jesús oró: «para que crean que Tú me has enviado» (Juan 11:42). No estaba buscando nada para Él de la señal que iba a acontecer, buscaba que las personas vieran que Dios le había enviado. Juan hace una vívida descripción de Jesús. Pero también tranquiliza a sus lectores con el Dios vivo.

Las señales nos hablan sobre cómo Dios trabaja y cómo la mano de Dios está presente en ellas. Pero también nos muestran algo sobre Jesús. Según la versión de Juan, las señales eran tan especiales que ni siquiera un hombre piadoso podría hacerlas, a no ser que tuviera una relación muy especial con Dios. Son una indicación de la superioridad de Jesús con respecto a los hombres piadosos, no una prueba de que el lugar de Jesús estuviera entre ellos.

R. Schnackenburg, tras estudiar el significado teológico de las señales, cree que «finalmente nos conduce a asumir una conexión intrínseca entre la encarnación y la revelación de Jesucristo en “señales”, algo que presenta y hace posible». Las señales nos indican lo que Dios hace, pero su objeto es mostrar lo que Dios hace en Jesús, no en toda la humanidad.

Y lo que Dios hace en Jesús es consumar el decisivo acto de la salvación de los pecadores.

  • Se está revelando: gracias a lo que hizo en Jesús sabemos que «Dios es amor» (1 Juan 4:8, 16). 
  • Pero también está expiando, porque su amor implicaba entregar a su propio Hijo «para que todo aquel que crea en Él no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16). Las señales apuntan hacia este acto decisivo. Por esto Alan Richardson puede decir de la primera señal que Juan recoge, la transformación del agua en vino, que «implica un simbolismo muy sugerente, y hay un sentimiento como si todo el Evangelio girara en torno a este hecho». Indica también que en el capítulo 3 Nicodemo «aprende lo inadecuado del Judaísmo y la necesidad de nacer de nuevo en Cristo. 

El significado del milagro de Caná es que el Judaísmo debe ser purificado (cf. Juan 2:6) y transformado para encontrar plenitud en Cristo, el que trae la nueva vida, la vida eterna de Dios que ahora se ofrece al hombre a través de Su Hijo». El significado de una señal individual sólo puede entenderse dentro del gran plan de salvación que Dios lleva a cabo a través de su Hijo. J. D. G. Dunn insiste en ello. Puede decir: «El significado real de los milagros de Jesús es que apuntan hacia su muerte, resurrección y transformación, hacia la transformación producida por un nuevo espíritu, y por lo tanto nos llevan a creer en Jesús el (crucificado) Cristo, el (resucitado) Hijo de Dios». Puede que muchos no estén dispuestos a admitir esta visión de las señales, pero no cabe duda de que el hecho de que ellas apunten hacia la obra salvadora de Jesús no ofrece lugar a dudas.

Es importante resaltar que, a veces, Juan dice que las personas creyeron simplemente por las señales. Éste fue el caso del milagro de las bodas de Caná. Después de esta señal vemos cómo los discípulos «creyeron en Él» (Juan 2:11). No hubo discurso ni enseñanza sobre lo sucedido.

Simplemente fue la señal y después, la fe. Exactamente igual que en la sanación del hijo del oficial del rey. Cuando el oficial del rey supo que su hijo había sanado en Capernaum en el mismo momento en el que Jesús pronunció sus palabras en Cana, «creyó él y toda su casa» (Juan 4:53). De nuevo, sin discursos, Jesús no explica que Dios está en todo el proceso, y tampoco demanda fe. Simplemente hace la señal, que viene seguida de fe.

Había también una diferencia entre algunos de los oponentes de Jesús: los que le preguntaban: «Ya que haces estas cosas, ¿qué señal nos muestras?» (Juan 2:18) y los que le decían «¿Qué, pues, haces tú como señal para que veamos y te creamos?» (Juan 6:30).

El primer ejemplo tiene lugar después de limpiar el templo y es una muestra de que, a través de lo que Jesús hizo ese día, estaba mostrando alguna prueba evidente de su carácter divino.

La petición era que Jesús diera pruebas de que Dios estaba en lo que hizo. Si no conseguía probarlo, la conclusión sería que su actividad era meramente humana y por lo tanto no debían prestarle atención. Pero si conseguía producir una «señal», entonces las cosas cambiarían. Sabrían que Dios obraba en Jesús y se darían cuenta de lo que hacía. Ésta era su reclamación.

Pero el segundo pasaje hace dudar de la sinceridad de los oponentes porque la demanda de una «señal» se hizo después de la alimentación de los 5.000, como si este milagro no fuese suficiente señal. Lógicamente, Jesús se queja de su actitud en el discurso que pronunció en aquella ocasión cuando dijo, entre otras cosas: «En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque hayáis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado» (Juan 6:26).

La satisfacción física de disfrutar de una buena comida podía atraerles, pero eran incapaces de percibir la «señal» que Jesús estaba haciendo. Lo triste es que, además, esta señal nos enseña una gran verdad: que Jesús provee para nuestras necesidades espirituales más profundas y que esta provisión solo se encuentra en Él.

En otra ocasión, Jesús señaló que sus oyentes no creerían a no ser que vieran «señales y prodigios» (Juan 4:48). Buscaban actos espectaculares y milagrosos y, hasta que no los vieran, no verían al Mesías. Preferían elegir ese tipo de actos. Uno piensa que la serie de «señales» recogidas en este Evangelio son una prueba suficiente del poder milagroso, pero los enemigos de Jesús no estaban convencidos.

Con el tiempo llegaron a reconocer que Jesús hacía milagros, incluso aplicaron la palabra «señal» para describirlos: «Este hombre hace muchas señales» (Juan 11:47). Pero aún reconociendo esto, no descubrieron la mano de Dios y seguían dispuestos a enfrentarse a Jesús.

Por supuesto, desde la Antigüedad, personas ajenas al pueblo de Dios realizaron milagros (como los magos egipcios en la época de Moisés), e Israel fue advertida de no dejarse engañar por esta gente ni por sus hechos (Deuteronomio 13:1–5). Evidentemente, los líderes judíos tenían este punto de vista sobre las señales de Jesús: las reconocían como el tipo de cosas que la gente corriente no podía hacer, pero no aprendían nada sobre la persona de Jesús ni sobre su relación con Dios. No acertaron a ver la mano de Dios en todo ello.

En otras palabras, no entendieron nada. R. T. Fortna señala que: «presenciar un milagro, incluso beneficiarse de él y buscar a su autor… y seguir sin entender que se trata de una “señal” es no comprender nada. Una señal, para ser entendida o “vista”, debe ser entendida con todo su sentido teológico».

Algunas personas vieron cómo Jesús alimentaba a una multitud con cinco panes y dos peces, e incluso participaron de la comida, y aún así seguían insistiendo en pedir una señal (Juan 6:30). Habían visto el milagro.

Se habían beneficiado personalmente de él, pero habían fracasado a la hora de entender su significado; no habían sabido entender que Dios estaba actuando en lo que hacía Jesús. No habían sabido entender la señal.

Lo que Juan dice es que deberían haberlo entendido. Lo que Jesús hacía no era simplemente milagroso (Juan nunca utiliza teras, «milagro» para describirlo); era significativo. Los signos o señales no tenían como objetivo mostrar lo bellísima persona que era Jesús, su objetivo era enseñar sobre Dios, mostrar cómo Dios actuaba a través de Jesús, y retarles a responder a esta iniciativa divina con fe.

El problema con los líderes judíos es que no podían ver la mano Dios cuando actuaba delante de ellos. Vieron que había una conexión entre los milagros y la fe: «Este hombre hace muchas señales. Si le dejamos seguir así, todos van a creer en Él» (Juan 11:47, 48). Pero negaban tanto la realidad de los milagros como su poder para provocar la fe. Negaban la mano de Dios en ellos. Consideraban solo como obras de poder aquello que debía haberles llevado a la fe (aunque utilizaban la palabra «señal» no entendían su significado). Y dado que los milagros no eran más que obras de poder, el resultado era endurecimiento, no fe.

En un importante pasaje, Juan señala este fracaso como el cumplimiento de una profecía. Dice de Jesús: «Aunque había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en Él, para que se cumpliera la palabra del profeta Isaías, que dijo: Señor, ¿quién ha creído nuestro anuncio…?» (Juan 12:37, 38).

Juan cita Isaías 53:1, y añade Isaías 6:10. Estaba convencido de que las señales de Jesús apuntaban a Dios, y que la gente debía reconocer esto y actuar en consecuencia. Pero también estaba seguro de que la gente malvada nunca se había distinguido por su obediencia a Dios, como los profetas documentan exhaustivamente. Por esto Juan halla apoyo en Isaías para sus convicciones sobre la lentitud de muchos judíos en aceptar a Jesús. Simplemente estaban viviendo un ejemplo clásico de incredulidad.

A la cita de Isaías le siguen las siguientes palabras: «Esto dijo Isaías porque vio su gloria y habló con Él» (Juan 12:41). La idea de la gloria está específicamente entrelazada con algunas de las señales.

De este modo, en la primera señal Jesús «manifestó su gloria» (Juan 2:11), y cuando le informaron sobre la enfermedad de Lázaro, Él dijo: «Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por medio de ella» (Juan 11:4). Más tarde le dijo a Marta: «¿No te dije que si creías verías la gloria de Dios?» (Juan 11:40). En este Evangelio la gloria es compleja e incluye la idea de la gloria que vemos en la bajeza, para que la cruz sea el lugar donde Jesús es glorificado. Pero además de reconocer todo esto, Juan aclara que es en las señales donde el creyente puede discernir la gloria que de verdad pertenece a Cristo.

Dios no actúa sólo a través de las obras. El evangelista recoge las palabras «de muchos» que se acercaron a Jesús en la zona del país en la que había tenido su ministerio Juan el Bautista, «Juan no hizo ninguna señal» (Juan 10:41). No hay lugar a dudas de que la mano de Dios estaba presente en Juan el Bautista tal y como lo describe el cuarto Evangelio. Dios puede obrar y obra en personas sin necesidad de que tenga que aparecer lo milagroso. Pero Él obró en Jesús de una forma especial; así lo muestran las señales. Y lo que las señales muestran es lo que preocupa especialmente a Juan.

Por lo tanto, es muy importante la forma en la que Juan usa el término «señal». Para él, es un modo de resaltar la mano de Dios en el ministerio de Jesús. Juan no intenta ser comprensivo: simplemente recoge un grupo de señales que muestran lo que hizo Dios en Jesús. Es importante que estas cosas no se entiendan simplemente como milagros. Juan nunca describe lo que hizo Jesús como un teras (milagro).

Para él, el hecho de que el milagro sea inexplicable no es lo importante. Es cierto que un milagro no se puede explicar con premisas humanas, pero a Juan le preocupa más resaltar que lo de verdad importa en un milagro es que lleve el sello de Dios. No olvidemos que Juan el Bautista, que era sin lugar a dudas un hombre piadoso, no hizo ninguna señal. Las señales eran algo especial.

No pertenecían a los hombres piadosos en general, sino a Jesús. Lo que era importante era lo que Dios hacía en Jesús. Él estaba presente en Jesús de una manera en la que no estaba presente en ningún otro ser humano. Esto es lo importante para Juan, y las señales son la prueba de ello.

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miércoles, 1 de junio de 2016

En el principio era el Verbo,  y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios... En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6





Pastos frescos para el rebaño... agua fresca para la sed...
El Verbo se hizo carne
Juan 1:1-5
1 :1 En el principio era el Verbo,  y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. 2 El era en el principio con Dios. 3 Todas las cosas fueron hechas por medio de él, y sin él no fue hecho nada de lo que ha sido hecho.  4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. 5 La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.

Jesucristo... El Verbo de Vida
Jesucristo: el Verbo de Dios encarnado
Juan 1:1-2
A. Una persona eterna (1a)
1En el principio era el Verbo …
¿En qué principio? Está hablando a nuestra condición humana y a nuestra mente finita porque sólo alcanzamos a entender el tiempo pasado, presente y futuro, con principio y fin. 

Si hablara en otros términos, no alcanzaríamos a captar lo que significa Dios y eternidad. Aun el concepto de eternidad nos resulta nebuloso y confuso. 

Consideramos la eternidad como algo que nunca deja de ser, que no tuvo principio ni tendrá fin. Por eso dice la Biblia: “En el principio era el Verbo”, que es la expresión formal de que el Verbo no tuvo principio. 

El Verbo existe desde siempre; ya existía cuando comenzó la historia. El “principio” es mucho antes de lo que podamos imaginar.
B. Una persona junto a Dios (1b)
1… y el Verbo era con Dios …
Aquí comienzan las aclaraciones acerca del Verbo. Este siempre estuvo con el Padre en la eternidad pasada, pero además se hace una distinción entre el Verbo y Dios. El Verbo tiene personalidad propia; es un ser distinto a Dios Padre.
C. Una persona divina (1c)
1… y el Verbo era Dios.
Juan no dice que el Verbo sólo tenía algo de divino sino que declara que en verdad y en sí mismo el Verbo era Dios. Es una afirmación absoluta y terminante para refutar la especulación de los que niegan la deidad del Verbo.

Al describir la naturaleza del Verbo, Juan no sugiere inferioridad sino que señala su absoluta deidad. El Verbo era, en esencia, Dios, y participaba de la esencia de Dios.
D. Una persona sin igual (2)
2Este era en el principio con Dios.
Entre el Verbo y Dios Padre hay una innegable unidad que no tiene igual.
¿Quién es este Verbo? Es la Palabra de Dios encarnada, la revelación visual de Dios: JESUCRISTO. (Ver recuadro EL VERBO DE DIOS.) Más adelante se indica: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (1:14).
JESUCRISTO: EL VERBO DE DIOS ENCARNADO (1:1–2)
A.     Una persona eterna (1a)
B.     Una persona junto a Dios (1b)
C.     Una persona divina (1c)
D.     Una persona sin igual (2)
EL VERBO DE DIOS
La revelación de 1:1 es el fundamento de este Evangelio, y lo que leemos acerca del VERBO en el prólogo (1:1–18) apunta a la perspectiva desde la cual debe entenderse e interpretarse todo el libro.
No es difícil suponer que los escritores bíblicos se valieran (ya sea directa o indirectamente) de formas idiomáticas corrientes que adaptaban entonces al anuncio del Hijo de Dios encarnado. Tomando en cuenta que Juan hablaba del Verbo (LOGOS en el original) sin ninguna explicación a los lectores, puede afirmarse que el evangelista emplea un modo de expresión comprensible y hasta familiar en esa época—al menos en ciertos círculos intelectuales. Juan habla de un LOGOS a quien en cierta manera se conocía por título. El problema para nosotros radica en que ese concepto—LOGOS: Verbo (RV, BLA) / Palabra (VP, NVI)—proviene de una forma de pensar que nos resulta difícil de comprender.
Para intentar un comentario que eche luz sobre el uso de la palabra y la idea que presenta Juan, habremos de remitirnos al vocablo griego original, LOGOS. Este término expresa tanto la palabra hablada o escrita, como así también aquella que no se pronuncia sino que permanece en la mente—y puede equipararse a la idea de razón. LOGOS entonces es asimismo mensaje, comunicación, un tipo de revelación.
Tanto el evangelista como sus antecesores y contemporáneos no cristianos utilizaron el término LOGOS, pero con un significado que difería para unos y otros.
En la cultura griega clásica, especialmente bajo la influencia de los estoicos, LOGOS hacía referencia al principio de racionalidad en el universo, a la inteligencia detrás del orden y la uniformidad que se observaba en el cosmos, aunque para ellos este LOGOS carecía de personalidad.
El concepto Verbo/Palabra también está imbuido en la tradición hebrea del Antiguo Testamento. Su poder y dinamismo en la actividad divina—especialmente en la creación—se hacen evidentes en pasajes como Gn. 1 y Sal. 33:6. La sabiduría, según Pr. 8, se encontraba en el mismo terreno y poseía características similares. Por otro lado, y siguiendo con la idea de un Verbo en acción, la palabra del Señor “vino” a los profetas (Jer. 1:2–3; 34:1), e Isaías “vio” la palabra (2:1), que provenía de Dios con el propósito de cumplir su voluntad (Is. 55:11).
Tanto judíos como griegos coincidían en que LOGOS es el punto de partida de todas las cosas. Pero fue el filósofo Filón de Alejandría quien hizo un puente entre el pensamiento griego y el hebreo, uniendo el clásico concepto de LOGOS al de sabiduría (Antiguo Testamento). Según Filón, en cierto sentido LOGOS estaba relacionado con la Deidad.
Sin embargo, a pesar de que la descripción histórica facilita la comprensión de la idea Verbo/Palabra, Juan escribía como cristiano y su pensamiento era cristiano. Aunque utilizó terminología reconocida, no estaba simbolizando ni reproduciendo el uso observado hasta entonces, sino que fue más allá de eso—sobre todo en la manera en que ligó los antiguos conceptos griego y hebraico con la persona de Jesucristo. (Es interesante observar que en el Nuevo Testamento el concepto de LOGOS se limita a los escritos de Juan en Jn. 1:1, 14; 1 Jn. 1:1; Ap. 19:13).
Los lectores de este Evangelio probablemente percibirían que este LOGOS era un principio o un ser de importancia crucial. Juan, por su parte, eligió la idea de LOGOS como la más adecuada para transmitir qué es y quién es Jesucristo, que en su encarnación reveló el propósito de Dios hacia los hombres. Jesucristo como Verbo/Palabra era la perfecta expresión activa de Dios.
Las principales ideas asociadas con el LOGOS de Juan 1 son preexistencia, personalidad, deidad (v. 1), creación (v. 3) y el revolucionario concepto de encarnación (v. 14).
Jesucristo: vida y luz
Juan 
1:3-5
Isaac Newton era un reconocido y famoso científico, y al mismo tiempo un gran creyente en Dios. Por otra parte, tenia un amigo íntimo que era incrédulo y materialista. Un día, trabajando en la soledad de su estudio, Newton preparó un modelo en escala de todo el sistema solar. Cuando su amigo lo vio, asombrado ante esta creación, comentó: “¡Qué magnífico! ¿Quién creó este modelo del sistema solar?” Newton contestó con sarcasmo: “¿Crearlo? Nadie lo creó. Un día vine a mi estudio y ya estaba aquí; se hizo de la nada.” El amigo, captando la risa burlona del científico, replicó: “Vamos, Isaac, ¿cuánto tiempo te llevó crear este modelo del sistema solar?” Newton respondió: “Te digo que no es creación mía. Se hizo solo.” Este amigo comprendió la lección que Isaac Newton deseaba transmitirle.

Sería ridículo pensar que un reloj, por ejemplo, se hubiera creado por sí mismo. Si compráramos un reloj y lo enviáramos de regalo con una nota: “Este reloj se hizo solo; nadie lo creó ni lo inventó. De repente y por casualidad apareció en la experiencia humana”, seguramente la persona que lo reciba pensará que nos estamos volviendo locos. Por supuesto, alguien tuvo que inventar el reloj y luego otro tuvo que producirlo. Sin embargo, gran cantidad de incrédulos y millares de seudo científicos, quieren convencernos de que el mundo con toda su compleja maquinaria y meticulosa precisión, se creó por sí solo.

El mundo no pudo haber aparecido en la escena histórica sin un Creador. La Biblia confirma lo que la inteligencia humana atestigua al corazón: todas las cosas fueron creadas por Dios.

Cuando los astronautas de la Apolo XI viajaron a la luna, en el momento de alunizar oprimieron ciertos dispositivos para detener la marcha de la cápsula espacial. Si los cosmonautas hubieran encendido dichos dispositivos dos segundos más tarde, se habrían estrellado y despedazado en la superficie lunar. 

Sin embargo, todos los cálculos habían sido realizados con absoluta precisión, y ello resultó en un alunizaje perfecto. ¿Cómo pudieron estar seguros de que esos cálculos funcionarían? Sencillo. Los científicos sabían que todo el sistema solar, toda la creación de Dios, marcha a la perfección.

Tenemos que aceptar este hecho irrefutable. La Biblia entera enseña que el mundo y todos sus detalles fueron creados por Dios, quien en la persona de su Hijo Jesucristo, ha hecho todo lo que existe; cada molécula, cada átomo, cada célula. Los hombres simplemente descubren las leyes que Dios creó y luego hacen uso de ellas—ya sea para bien o para mal.

El descubrimiento del átomo no fue un acto de creación sino, precisamente, un descubrimiento. El viaje a la luna no fue producto de un invento sino resultado de las leyes de Dios, que luego de ser descubiertas por el hombre fueron puestas en práctica. Por cierto que nos asombramos ante los adelantos tecnológicos del hombre, maravillados por la ciencia, pero esto no nos hace doblar las rodillas ante el científico sino ante el Dios Creador.
A. La potencia creadora del Hijo de Dios (3)
3Todas las cosas por él fueron hechas y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
Sólo recientemente los científicos están descubriendo parte de los secretos y misterios creados por Dios hace mucho tiempo. A la luz de la ciencia moderna, hay aún mucho que aclarar pero un hecho jamás ha de cambiar: Jesucristo es el Creador (Col. 1:16; He. 1:2).
B. El era la fuente de la vida (4a)
4En el estaba la vida …
El Verbo no sólo es el Creador del universo material, sino también la fuente de vida—con toda la profundidad y misterio que encierra esa declaración. La vida que disfrutamos la debemos a Jesucristo. (Ver Col. 1:17.)

A través de los siglos el hombre ha estado en busca de la fuente de la juventud. Cristo es esa fuente pues aquí en la tierra la persona puede volver a vivir, puede cambiar, “rejuvenecer” y encontrarle significado a la vida.
C. El era luz (4b)
4… y la vida era la luz de los hombres.
Esta luz tiene que ver con la vida que Cristo ofrece (Lc. 1:79; 1 Jn. 1:5–7). ¿Cómo busca la luz el hombre de hoy? En la filosofía, en los debates. El hombre escribe, discute, niega, se mofa, se burla, pero sigue buscando la luz, el conocimiento de Dios, de lo Supremo.
D. La victoria de la luz (5)
5La luz en las tinieblas resplandece y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
El hombre no quiere admitir que él forma parte de la oscuridad en que se halla el mundo (2 Co. 4:4). La humanidad moderna se encuentra en tinieblas morales y espirituales pues vive fuera de contacto con la luz.

La luz del mundo siempre vence a la oscuridad y las tinieblas. Aquí se perfilan los contrincantes: Jesucristo y Satanás. Se establece cuál es la batalla: la luz contra las tinieblas.

Juan declara que esa luz brilla en las tinieblas. ¿Cómo brilla la luz de Dios en nuestros días? ¿Cómo puede el hombre moderno ver la luz de Dios? A través de los hijos de Dios, que dejan que Jesucristo brille en su corazón y que todos a su alrededor vean la luz divina (Mt. 5:14–16).

En la batalla de los siglos la luz del mundo siempre vence. Primero, porque la luz brilla en las tinieblas; en segundo lugar, porque brilla a través de los hijos de Dios y tercero, porque las tinieblas no prevalecerán contra ella.

Es maravilloso enfrentar cada nuevo día como hijos de Dios, sabiendo que aunque las tinieblas del mundo nos rodeen y quieran apabullarnos, la luz de Dios siempre brillará en nuestros corazones porque las fuerzas de la oscuridad no podrán apagarla.
JESUCRISTO: VIDA Y LUZ (Juan 1:3–5)
A.     La potencia creadora del Hijo de Dios (3)
B.     El era la fuente de la vida (4a)
C.     El era luz (4b)
D.     La victoria de la luz (5)
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En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




El Evangelio satelital del Verbo
El Evangelio de Juan
“Tengo el hábito de declarar que este evangelio constituye la llave que abre la entrada a la comprensión de los otros tres.”
Juan Calvino
Como un satélite surcando el espacio, el Evangelio de San Juan nos lleva de eternidad a eternidad en veloz órbita. Podría compararse a un satélite espiritual que nos conduce desde aquel comienzo indefinible de “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (1:1), hasta las moradas celestiales en la casa del Padre (14:1–3).

Este Evangelio muestra una marcada diferencia con los sinópticos (llamados así por tener el mismo punto de vista y un bosquejo en común del ministerio de Jesucristo). Esta diferencia nos recuerda las distintas facetas de la personalidad de un gran hombre según son percibidas por distintas personas, quienes luego las interpretan de modo distinto y seleccionan lo que creen más apropiado o útil.

  • Mateo escribió con el propósito de convencer a los judíos de que en Jesús se cumplen las profecías mesiánicas.
  • El objetivo de Marcos fue hacer un breve relato del ministerio de Jesús, especialmente dirigido a los romanos.
  • El propósito inmediato de Lucas fue presentar a Teófilo la cronología de la vida de Jesús a fin de asegurarle que la instrucción cristiana era verdadera.
El testimonio central del Evangelio de Juan es 3:16, mientras que todo el libro enfatiza que Jesús es el eterno Hijo de Dios enviado al mundo para salvación del hombre.

Los sinópticos presentan la enseñanza pública de Jesús. Juan muestra la enseñanza informal de Jesús con sus amigos, y narra los encuentros informales con sus enemigos.

Marcos comienza la historia de Jesús en el Jordán; Mateo y Lucas en Belén; Juan va al comienzo de la historia y aun antes, a la eternidad.

Los sinópticos describen un ministerio casi en su totalidad galileo. Juan sitúa la mayor parte del ministerio de Jesús en Judea y Galilea.

La intención de Juan no es ser didáctico. Combinando narrativa y discurso, hace una interpretación del evangelio presentando hechos históricos. Para Juan no tendría valor la mera presentación de los hechos sin el significado revelado por el Espíritu Santo.

El Evangelio de San Juan es como una irrupción divina al mundo. Apenas abrimos sus páginas hallamos una invasión personal, física, temporal y redentora de parte de Dios en la persona de su Hijo Jesucristo: 

“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14)
.
El mensaje principal del Evangelio es la deidad de Cristo, pero no por ello deja de presentar su aspecto humano 
  • Jesús se cansa en el viaje por Samaria en Juan 4:6
  • llora ante la tumba de Lázaro en Juan 11:35
  • tiene sed en la cruz en Juan 19:28). 
El Verbo encarnado era Dios, pero también era un ser real de carne y hueso.

Juan realizó su elección de incidentes con un propósito práctico y específico brillantemente resumido en Juan 20:31. El deseaba:
  1. Crear en sus lectores la convicción de que Jesús es el Cristo, el Mesías prometido por Dios durante siglos.
  2. En virtud de esa convicción, llevarlos a la vida eterna por medio de la fe en Jesucristo.
La fe de los lectores es el motivo principal de Juan. Fe en dos aspectos, ya sea para ser transmitida por vez primera o bien para ser confirmada.

El teólogo australiano León Morris declara: “El Evangelio de Juan es como una piscina donde una criatura puede chapotear y un elefante puede nadar.” Es tan sencillo como profundo, tanto para el nuevo en la fe como para el cristiano maduro.

Por la manera en que explica costumbres y términos judíos (Juan 2:6; Juan 4:9; Juan 19:17; Juan 20:16), se desprende que Juan no tenía en mente un público judío.

El evangelista escribe con simplicidad tanto en el vocabulario como también en la construcción, pero es una sencillez majestuosa en su manera directa y solemne. Martín Lutero señaló: “Nunca en mi vida he leído un libro con palabras más simples, y sin embargo las palabras son inenarrables.”

El Evangelio muy probablemente haya sido escrito en Efeso, en ese momento lugar de residencia de Juan, y publicado poco más de medio siglo después que los eventos tuvieron lugar, es decir entre los años 90 y 100 de la era cristiana.

No mucho tiempo después de su publicación, el Evangelio de Juan fue unido a los sinópticos para formar un solo volumen con ellos. Por lo general los evangelios circulaban en forma conjunta, no separada.

Cabe destacar que el texto del Evangelio no incluye la mención del nombre del autor, pero la evidencia apunta a que fue Juan, el discípulo amado de Jesús. En la narración descubrimos que el autor tuvo que haber sido testigo ocular de los acontecimientos (ver Juan 1:39 y sig.; Juan 4:6; Juan 13:21 y sig.; caps. 18–21), algo que se reafirma en Jn 19:35 y Jn 21:24.

Juan era hijo de Zebedeo y Salomé (Mt. 27:56; Mr. 15:40; 16:1) y hermano menor de Jacobo (quien siempre precede a Juan cuando se los nombra a ambos). Los dos hermanos son llamados Bonaerges (Mr. 3:17), que significa hijos del trueno, quizás por su naturaleza impetuosa (Lc. 9:54) o por su autoridad y poder espirituales. Es interesante notar que en hebreo “trueno” equivale también a “voz de Dios”.

Juan era un pescador de Galilea y junto con su hermano Jacobo y el apóstol Pedro formaba parte del círculo de amigos íntimos del Señor Jesús. Podemos identificar a Juan con el discípulo amado (Jn 13:23; Jn 19:26; Jn 21:20), quien recibió del Señor el encargo de velar por su madre María como si fuera su propia madre. El fue el discípulo que siguió a Cristo a su juicio y a la cruz (Jn 18:15; Jn 19:26).

Tal vez precisamente por ser el discípulo amado de Jesús haya querido escribir el evangelio. Tuvo una posición privilegiada en su proximidad espiritual al Maestro, pero a propósito evita usar su propio nombre en la narración.
Las cinco grandes divisiones del libro son:
I.
Prólogo (Jn 1:1–18)
II.
Ministerio público de Jesús hacia los judíos (Jn 1:19–12:50)
III.
Ministerio privado hacia los discípulos (Jn 13:1–17:26)
IV.
Clímax pascual (Jn 18:1–20:31)
V.
Epílogo (Jn 21:1–25)
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martes, 31 de mayo de 2016

Estén siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que les demande razón de la esperanza que hay en ustedes

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




¿Con qué criterio puedo juzgar a la Palabra de Dios?

APOLOGÉTICA: LA BATALLA POR LA FE
Me atreví a tomar “Introducción a la filosofía” en mi primer año en la universidad. En su primer día de clases el profesor comenzó con la siguiente pregunta: “¿Cuántos de ustedes creen en Dios?” De los casi 200, solamente la mitad de los alumnos levantamos la mano. 
Entonces declaró el propósito de su curso: “Espero que para el término del semestre, ¡hayan visto que no existe ninguna razón para creer en Dios!” 
Mientras estudiaba los argumentos tradicionales para la existencia de Dios, comencé a darme cuenta de que todos se podían cuestionar, y mi fe empezó a tambalear. Cuando conversaba con mi hermano mayor, quien estaba en la misma clase, ninguno de los dos decía lo que realmente estaba pensando, y nos despedíamos siempre con un débil intento por encubrir nuestras dudas, diciendo cosas como, “Bueno, supongo que tienes que aceptar a Dios por fe.” 
Salía a caminar para pensar en todo esto: ¿Existe Dios realmente, o llegó todo a existir por un proceso de evolución? Lo probé también al revés: Supongamos que Dios no existe. ¿Puedes probar que no existe? Y si no existe, ¿por qué debo ser bueno en vez de malo? ¿Por qué estoy aquí en realidad? Empecé a sentir que mi vida era como un cuaderno de apuntes desordenados y sin título.

Una noche me acosté en el césped de un cerro de la universidad y miré las estrellas. Había millones de ellas, todas resplandecientes como diamantes, y sentí tanto la grandeza del universo como mi propia pequeñez. De pronto supe que Dios estaba allí. Empecé a orar diciendo, “Señor, no lo puedo probar con argumentos, pero sé que estás allí. Haz lo que sea necesario para ponerme en el camino correcto.” Sentía que era como un tren descarrilado que necesitaba un empujón fuerte para volver a enrielarse. Esa noche me fui caminando a mi habitación con una sensación de gozo y paz que nunca antes había experimentado en toda mi vida. No solamente sabía que Dios existía; ¡conocía a Dios!

Estuve bastante bien durante los dos años siguientes, creciendo en mi fe. Mi pastor me enseñó a estudiar la Biblia, a orar, y a compartir mi fe. Luego, durante el tercer año fui a Alemania en un programa de intercambios, período en el que tuve poco compañerismo y en el que tuve conversaciones inquietantes con algunos Testigos de Jehová. Me hicieron dudar de la Trinidad y de la divinidad de Jesús. 

Lo peor era que mi hermano, quien todavía no se recuperaba de las dudas generadas por las clases de filosofía, me escribía cartas desafiando mi fe. Cuando volví a los Estados Unidos para mi último año de universidad, le dije a mi pastor que todavía era un cristiano, pero que no estaba seguro de la Biblia, ni de la divinidad de Jesús. Él me leía pasajes de la Biblia para mostrarme que era inspirada. Yo respondía que este era un argumento circular. ¿Cómo podía usar la Biblia para mostrar que la Biblia era verdad?

Sabía que estaba en un oscuro callejón sin salida, y me asustaba. Usaba el método de Descartes, aceptando solamente aquello de lo que no pudiera dudar. Todavía creía en Dios y me decía, “Bueno, Dios existe. Ahora, ¿qué otra verdad puedo construir sobre este fundamento?” ¡Pero aquello no me llevaba a nada! No podía agregar ladrillo alguno sobre el primero. En mi peregrinaje espiritual, empecé a leer los libros de C. S. Lewis y Francis Schaeffer. 

Me ayudaba el hecho de que al menos hubiera cristianos muy inteligentes tratando de contestar las mismas preguntas que yo tenía. Me gustaba lo que presentaba Schaeffer: un sistema completo de verdad en el que cada parte encajaba con la otra y en la que todo se basaba en la Biblia. Decidí que la verdad no era algo que se construyera por piezas, sino un paquete en que todo se sostiene o cae por completo. No estaba totalmente convencido, pero al menos quería creer en la Biblia.

Decidí ir al seminario. No podía seguir sin obtener algunas importantes respuestas. Había visto algunos libros escritos por Cornelius Van Til, y quería estudiar donde él enseñaba. Cuando visité el Seminario Westminster en Philadelphia, uno de los estudiantes me aseguró que sus estudios con Van Til le habían dado tanta seguridad en su fe que estaba dispuesto a conversar con cualquier persona acerca del evangelio, aun con la persona más inteligente del mundo. Dentro de mí pensé, “¡Hombre!, ¡Yo quisiera sentir eso!”

Tengo que confesar que mis primeras clases con Van Til me decepcionaron un poco. Se veía un poco viejo y repetía mucho las cosas. Todos los días dibujaba dos círculos en la pizarra, uno que representaba a Dios y otro que representaba a la creación. Finalmente supe por qué repetía tanto; no era que no se acordara de lo que ya había escrito, sino que ¡teníamos que escucharlo diez veces para entenderlo! 

Su explicación de Adán y Eva en el huerto de Edén penetró definitivamente en mi corazón. Dijo, “Allí estaban, estas dos pequeñas criaturas del Dios Todopoderoso, cavilando, ‘me pregunto…, me pregunto.…, me pregunto… ¿tendrá Dios razón?, ¿o la tiene la serpiente?” Ellos no tenían derecho a cuestionar a Dios, decía Van Til. ¿Con qué derecho? Esto fue el comienzo de la Caída. Fue su pretensión arrogante de que podían erigirse como jueces de la verdad, aun sobre Dios mismo, lo que destruyó todo. “Pero esto es exactamente lo que yo estoy haciendo”, pensé dentro de mí. “¿Quién soy yo para preguntarme si la Palabra de Dios es verdad? ¿Con qué criterio puedo juzgarlo?” 

Una vez más, en lugar de recibir un argumento profundo, ¡necesitaba un profundo avivamiento espiritual. ¡Necesitaba arrepentirme! Pedí perdón al Señor y le dije que aceptaría lo que Él me dijera. Recuerdo que pensé, “Si Dios me dice que la luna está hecha de queso verde, ¡entonces está hecha de queso verde! ¡Tendría que cambiar mi idea de lo que era la luna, el color verde y el queso!” Por supuesto, Dios no dirá algo que tan claramente contradice el uso normal de lenguaje, razón, y observación, pero esta idea expresaba mi nueva actitud de sumisión a Él.

Fue como una segunda conversión para mí. Ahora no solamente mi corazón pertenecía a Dios, sino también mi mente. No puedo explicar en palabras lo importante que fue este cambio en mi vida. Sentí que había sido rescatado de un pantano de arenas movedizas, y puesto sobre una roca.
Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Salmo 40:2
¿Qué es la apologética?
Cuento mi testimonio, en parte para hacer de la apologética algo más práctico, y en parte para mostrar que nuestra tarea no consiste sólo en presentar un buen argumento lógico. Las dudas tienen que ver con asuntos tanto espirituales como intelectuales. Entonces, ¿para qué escribir otro libro acerca de la apologética? Precisamente porque quiero aclarar la relación entre la lucha intelectual y la lucha espiritual. Quisiera proponer una apologética que integre las distintas formas de abordar el problema, en lugar de enfatizar una sola forma.

Lo primero que debemos entender respecto de la apologética es que no podemos convencer a nadie de ser cristiano de verdad. Si logramos que alguien acepte sólo intelectualmente los postulados de la fe cristiana, sigue sin ser salvo. Para ser salvo la persona tiene que creer personalmente en Jesucristo como su Señor y Salvador. Esto significa confiar personalmente en Él para la obtención de la vida eterna. Aunque, por cierto, esto incluye una aceptación intelectual de la verdad del evangelio, es más que aquello; es un compromiso personal.

 Después de todo, ¿no “sabe” Satanás, en un sentido estrictamente intelectual, que las doctrinas básicas del evangelio son la verdad? (Vea, por ejemplo, Santiago 2:19.) Pero no es salvo, porque le falta un compromiso personal con Cristo. Incluso, ¡él es enemigo de Jesús! Pablo les dice a los corintios que no fue a persuadirlos con palabras de sabiduría humana, sino que fue a predicar a Cristo crucificado. ¿Por qué? Para que la fe de ellos no descansara en sabiduría humana, sino en el poder de Dios.
Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios. 1 Corintios 2:1–5
El mayor impedimento del hombre para ser cristiano es su ceguera espiritual, y no su falta de comprensión intelectual. Sin embargo, esto no significa que el razonamiento intelectual no tenga lugar en la apologética. El no creyente ha construido además una muralla de defensa que contiene una mezcla de argumentos y razonamientos. Parte de nuestra labor consiste en romper estas barreras. 
Mientras mantengamos nuestros pies firmemente plantados en las Escrituras, podemos y debemos estar dispuestos a dialogar con el no creyente acerca de cualquier cosa a fin de ayudarle a ver la verdad. Sin ceder en nuestra posición, podemos tratar de entender su manera de pensar, mostrarle sus errores, y demostrar la belleza y la solidez del cristianismo. Pablo usó las Escrituras para “discutir” con los judíos acerca de la resurrección.
Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo discutió con ellos, declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que Jesús, a quien yo os anuncio, decía él, es el Cristo. Hechos 17:2–3
Pedro nos exhorta a estar preparados para ofrecer una “defensa” de la fe y “responder” (NVI) a los que preguntan. La palabra griega es apología (defensa), de donde proviene el término apologética.
… Estad siempre preparados para presentar defensa [apología] con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros. 1 Pedro 3:15
Algunas personas necesitan una dosis fuerte de argumentos apologéticos para llegar a Cristo. Por ejemplo, la autora Nancy Pearcey cuenta que su conversión llegó solamente después de que “todas sus propias ideas hubieran sido desmentidas”. Dice que lo único que faltaba era “reconocer que había sido persuadida” y “entregar su vida al Señor de la Verdad”.

Podemos definir la apologética como “la defensa de la fe”, siempre que tomemos en cuenta el hecho de que una buena defensa incluye también una buena ofensiva. Es decir, no solamente debemos responder a las dudas, sino que debemos también descubrir los errores y las contradicciones del pensamiento del no creyente. La meta es “llevar cautivo todo pensamiento a Cristo”.
…Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, … 2 Co. 10:5
La conversión a Cristo es primordialmente un asunto de renovación espiritual- entregando nuestro corazón a Cristo, pero incluye también la sumisión de la mente al Señor. Es el Espíritu Santo que produce este cambio en las dos áreas. El cambio espiritual involucra cambio intelectual, y el cambio intelectural requiere un cambio espiritual. Los dos son inseparables.
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Romanos 12:2
No podemos separar la apologética de la evangelización. Más aun, la apologética constituye realmente un aspecto de la obra evangelística.

La tarea es gigantesca. Tenemos que entender la manera de pensar del no creyente, tenemos que descubrir los principios bíblicos de la apologética, tenemos que buscar las mejores maneras de defender el evangelio, y tenemos que discernir la forma especial de presentar el mensaje a cada individuo. En esto consiste la apologética.
La oportunidad actual
La época postmoderna en que vivimos nos plantea grandes desafíos, pero también nos presenta grandes oportunidades. Aunque muchas personas no quieren tomar ningún compromiso, sabemos que están profundamente agobiadas por la inseguridad. 
Tienen que enfrentar una vida angustiante, sin significado, sin verdad, sin normas éticas y sin Dios. Lo más probable es que estén ansiosos por escuchar un mensaje de esperanza, de amor, y de certeza. El cantante español, Manolo García, del grupo “El último de la fila”, canta:
No hay deberes que nos llamen
ni doctrinas que seguir.
Las canciones de un grupo popular llamado “System of a Down”, y los comentarios de sus admiradores, nos pueden ayudar a entender cómo piensan muchos jóvenes hoy. Algunas de sus canciones son gritos rabiosos en contra de problemas sociales, tales como la guerra y el genocidio. Tienen especial interés en recordar al mundo del genocidio armenio que ocurrió entre 1915 y 1923, ya que sus abuelos tuvieron que ser testigos de la muerte de muchos familiares.

Detectamos una desilusión con la ciencia que es típica del posmodernismo en canciones como “Science”.
La ciencia no reconoce
El elemento humano más potente
Soltando la riendas al desarrollo
Es la fe, fe, fe, fe
La ciencia ha fallado al mundo
La ciencia ha fallado nuestra madre tierra
El espíritu mueve en todas las cosas
El espíritu mueve en todas las cosas.
Según un observador, el título de la canción “Chop Suey” describe el estilo del grupo, porque tiene “muchas cosas mezcladas”. Es difícil decifrar el sentido de algunas canciones. Trate de darle algún sentido a las palabras de una de sus canciones más populares llamada “Toxicity” [Toxicidad].
Conversión, versión de software 7.0
mirando la vida a través de los ojos del centro de una rueda
comiendo semillas como pasatiempo
la toxicidad de nuestra ciudad, de nuestra ciudad
Tú, ¿qué eres dueño del mundo?
¿cómo eres dueño del desorden, desorden?
Ahora, en algún lugar entre el silencio sagrado
Silencio sagrado y el sueño
en algún lugar, entre el silencio sagrado y el sueño
desorden, desorden, desorden…
¿Qué significa esto? Aparentemente están protestando algún tipo de corrupción, pero en general la estructura de la canción parece fragmentada. Las frases individuales parecen tener sentido, pero al tratar de unirlas, resulta incomprensible. Según un admirador, uno de los miembros del grupo, Daron Malakian, dijo que esta canción se trataba del trastorno por déficit atencional. Es un riesgo tratar de interpretar una canción como esta, pero me pregunto si no están expresando su sentido de desorden (en el mundo cruel de las atrocidades que vivieron sus familares, en la corrupción del mundo de drogas, en la vida en general, o en la perspectiva de una persona con el trastorno por déficit atencional), a través de la estructura desordenada.

Según algunos comentarios que ellos supuestamente han hecho, el grupo System of a Down es bastante tolerante acerca de cómo se interpretan sus canciones. Se cita a uno de sus miembros Serj Tankian, “He escuchado las interpretaciones más extrañas del significado de nuestras canciones, y yo digo, ‘¿Por qué no? ¡Nunca había pensado en eso, pero eso sirve…!’ Creo que el arte verdadero es una reflexión universal, y los artistas son solamente mensajeros de esa reflexión - o en el mejor de los casos, son presentadores competentes.”

A veces no es fácil comunicar nuestro mensaje a la generación actual, porque muchas personas no están muy preocupadas por la coherencia, y realmente no creen en la verdad absoluta. Sin embargo, en lo más profundo de su corazón, deben sentir que debe haber algo de orden y significado en la vida. Además, a muchos de ellos realmente les inquieta lo que sucede en el mundo, y tienen un interés profundo en las cosas espirituales. Necesitamos escucharlos con respeto, desarrollar amistades con ellos, ayudarles a luchar en contra de los problemas sociales, y compartir nuestra esperanza con ellos.
Una de las pinturas más horrendas que he visto se llama “Cabeza VI”, de Francis Bacon (1949). Me refiero frecuentemente a ella porque creo que representa gráficamente la desesperación postmoderna. Muestra a un hombre vestido con atuendo religioso sentado dentro de un cubo. Su nariz está desapareciendo, y desde ahí hacia arriba ya no queda casi nada, excepto dos cavidades donde estaban los ojos y unas manchas negras. La única parte de su cabeza que se ve claramente es la boca, la cual abierta, grita de una manera escalofriante. Bacon mismo escribió, “El hombre ahora es consciente de que es un accidente, un ser completamente fútil que tiene que seguir adelante sin razón.” ¿No cree usted que alguien como Francis Bacon estaría dispuesto a escuchar nuestro mensaje, el cual explica que somos mucho más que un “accidente”?

¿PUEDES CONTESTAR SATISFACTORIAMENTE ESTAS PREGUNTAS?
He anotado algunas de las preguntas más comunes que hacen lo no creyentes. Cuando hago clases de apologética, pido a los alumnos que me cuenten cuáles son las inquietudes más complicadas que la gente les presenta. Normalmente mencionan las mismas. Recuerde las siguientes preguntas; al final del libro volveremos a ellas sugiriendo algunas formas de respuesta.
#1 ¿Cómo puedes probar que Dios existe?
#2 ¿Cómo puedes estar seguro de que la Biblia es la verdad?, ¿No tiene contradicciones y
 errores?
#3 ¿Qué pasa con las demás religiones? ¿Cómo puedes estar seguro de que no son también
 legítimas?
#4: ¿Qué pensar respecto de la teoría de la evolución? ¿No demuestra que la Biblia está equivocada?
#5: ¿Cómo puede un Dios bueno condenar a las personas?
#6: Si Dios es bondadoso y todopoderoso, ¿por qué permite el mal?

Personalmente creo que el desafío más grande para el apologista es el problema del mal. Aquí la batalla se pone sangrienta. Tenemos que estar preparados.

Hace poco vi un programa de televisión llamado “La interrogante acerca de Dios”. Un profesor de Harvard, el Dr. Armond Nicoli, reunió a un grupo de eruditos de distintas creencias religiosas para hablar de las vidas de Sigmund Freud y C. S. Lewis. El primero de estos dos no creía en Dios, pero el segundo sí creía. El grupo analizaba la forma en que la fe, o la falta de ella, afectaba a estas dos personas. 

Al mirar el programa, yo sentía que el panelista que representaba la posición cristiana había hecho un buen trabajo, hasta que empezaron a hablar del problema del sufrimiento. En ese momento, el cristiano se rindió totalmente, confesó que no tenía ninguna respuesta, y dijo que el dilema le inquietaba profundamente. El representante de la revista Skeptic Magazine [Revista de los escépticos] aprovechó el momento y lo dejó en ridículo diciéndole sarcásticamente que debería ser un ateo, puesto que éstos no tienen que luchar con este problema.

Hay un sitio de Internet llamado “Losing my religion” [Perdiendo mi religión] que es administrado por personas que dicen haber sido cristianos anteriormente (aunque yo creo que la fe verdadera no se pierde). Ahora se dedican a desafiar a los cristianos a discutir acerca de su fe. He sentido mucha desilusión al ver actitudes rígidas, insultos vergonzosos y argumentos débiles por parte de los cristianos. 

Por otra parte, desearía ver un mejor trabajo apologético. 

Si tiene estómago para soportar blasfemias, lea las siguientes líneas, las cuales contienen el diálogo entre Darcy West de “Losing my religion” y un cristiano llamado Roger. 

Darcy está luchando con el tema del infierno, comparando a Dios con un padre odioso y con un tirano como Hitler.
Darcy WestRoger, ¿qué opinión tendrías de un padre que le dice a su hijo, “ámame antes de que cumplas seis años, o voy a meterte en el horno para cocinarte”?
Roger: Darcy, Dios no dice eso…dice “Este es el camino para evitar el infierno.
¡POR FAVOR SIGUE ESTE CAMINO!”
Darcy West: ¿Sugieres que el infierno escapa al control de Dios?
Roger: ¿Qué crees tú?
Darcy West: Si el infierno es un peligro sobre el que Dios tiene control, entonces la analogía que utilizas no es válida. En tu ilustración, muestras a un Dios que está tratando de proteger a su hijo de un peligro sobre el cual no tiene control. Sin embargo, en el caso del Dios de la Biblia, el infierno es un peligro que él mismo creó. Sería como si un padre dijera, “No vayas a la calle o serás atropellado por un vehículo”. Luego, cuando el niño va a la calle, el padre mismo se sube a un bus y lo atropella. Si el padre dijera, “Bueno, el niño tomó su propia decisión”, ¿dirías tú que el padre ha hecho lo correcto?
Roger: Darcy, el infierno fue creado para Satanás y sus demonios, no para seres humanos.
Darcy West: Roger, el padre abusivo compró el horno para hacer galletas, pero si lo usa para hornear a sus hijos, ¿estará libre de culpa?
Al final del diálogo, Roger cae en la trampa de Darcy, admitiendo que sería mejor no adorar a tal tirano. Así Darcy cree que ha ganado el argumento.
Darcy West: ¿Quién merece más respeto?, un hombre que adora a Hitler para evitar que lo envíen a los hornos, o el hombre que se rehúsa a postrarse delante de él sin importar el precio.
Roger: Darcy, el hombre que se rehúsa a postrarse.
Darcy West: Roger, ¡muchas gracias!
¿Le gustaría desarrollar una apologética que le ayude a dialogar con los no creyentes en situaciones como esta? Si es así, espero que se prepare bien, le será de mucho beneficio.
¿PUEDES RESPONDER ... ENTENDISTE LO QUE LEÍSTE?
1. ¿Cuál es la ilustración que se usa en el prefacio para representar al no creyente?
2. ¿En qué sentido la apologética debe ser “integral”?
3. ¿Qué tipo de revelación debe tener la prioridad en la apologética?
4. ¿Cuál fue la “segunda conversión” del autor?
5. ¿Por qué una persona no es salva, si logramos que acepte sólo intelectualmente los
     postulados de la fe cristiana?
6. ¿Cuál es el mayor impedimento del hombre para ser cristiano?
7. ¿Por qué en la apologética el razonamiento intelectual tiene importancia?
8. ¿De dónde viene el término apologética?
9. Escriba 1 Pedro 3:15.
10. ¿Cómo podemos definir la “apologética”?
11. ¿Qué podemos aprender de la pintura “Cabeza VI” de Francis Bacon?
REFLEXIONANDO
1. ¿Por qué cree usted que es importante estudiar la apologética?
2. ¿Cuáles fueron los factores más importantes en su propia conversión?
3. ¿Cuál de las seis preguntas frecuentemente mencionadas por los no creyentes en este
    capítulo le parece a usted la más difícil de responder? ¿Por qué?
4. ¿Qué opina del diálogo entre Darcy West y Roger? ¿Tiene alguna sugerencia para
    Roger?

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