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viernes, 22 de julio de 2016

Para nosotros hay un solo Dios, el Padre, de quien proceden todas las cosas y nosotros somos para Él; y un Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por medio del cual existimos nosotros.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




LA GRACIA SOBREABUNDA

LA GRACIA PROPORCIONA EL PODER  DE SER LIBRE DEL PECADO


Justo cuando el apóstol Pablo se estaba preparando para pronunciar su fabuloso tratado sobre la justicia, dio esta declaración: «Cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia» (Romanos 5:20). 

Es muy importante para el hombre cuya vida se ha caracterizado por actos lujuriosos saber que por mucho que se haya entregado al pecado, Dios tiene una medida de gracia todavía mayor para vencer ese pecado. 

La razón por la que Jesús vino fue para romper el poder del pecado sobre la vida del creyente. Pablo lo dijo de esta manera: «Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente» (Tito 2:11-12). 

Sí, es cierto, la gracia es el medio por el cual la salvación está disponible para toda la humanidad. Sin embargo, es aun más que eso. La gracia también es una maestra, y su principal asignatura es enseñar cómo vivir una vida agradable a Dios. 

Cuando surge la tentación por algo profano, la gracia está ahí para enseñarnos a decir: «No». Cuando llega la ocasión para entregarse a alguna pasión mundana, la gracia nos enseña a rechazarla. No solo nos ayuda durante esos momentos de tentación, sino que la gracia diaria de Dios es una fuerza activa en la vida del creyente para que «vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente». 

Esto es justo lo que quería decir Pablo cuando dijo: «No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar» (1 Corintios 10:13).

Es la gracia de Dios lo que nos faculta para resistir el agobiante deseo del pecado. En otros términos, el ambiente que proporciona la aceptación y el perdón cuando nos arrepentimos es el mismo ambiente piadoso que proporciona una senda a través de cada tentación a pecar. Es mi testimonio que en los últimos quince años ha sido la gracia de Dios lo que me ha mantenido sin entregarme a la poderosa lujuria por las mujeres que antes dominaba mi vida. 

Solo para dar un ejemplo de los muchos que podría compartir les contaré un incidente que sucedió en 1988. En ese tiempo solo tenía tres años de haber salido de la adicción al pecado. Estuve viajando, dictando una conferencia sobre el tema de cómo vencer la adicción sexual. 

Allí se encontraba una atractiva doctora que parecía muy interesada en los Ministerios Vida Pura. Hacía una gran cantidad de preguntas y parecía reacia a marcharse después de la conferencia. El hombre con el que yo viajaba tenía otros compromisos, y le pedí a ella que me llevara a la casa donde nos hospedábamos. En ese momento no había pasado por mi mente ninguna tentación. 

Parecía que esta señora tenía cierto interés en involucrarse con los Ministerios Vida Pura, así que me alegraba de tener la oportunidad de hablar con ella. No obstante, durante el recorrido a través de la ciudad, comencé a percatarme de su físico. Cuando llegamos a la casa, sentí que una lujuria irresistible por ella se apoderaba de mi mente. Era la misma demoníaca nube negra que había experimentado en el carro cuando viajaba a otra ciudad  a principios de ese año. 

Mientras experimentaba este intoxicante deseo, ella me aclaró que estaba disponible. Justo entonces, en ese momento crítico, me entró un temor aun más abrumador que la lujuria de que me sorprendieran si cometía adulterio. Este temor que me invadía era todo lo que necesitaba para escaparme de la situación. ¡Qué ejemplo de la maravillosa gracia de Dios que me sostuvo en ese instante! 

Si Dios me hubiera dejado solo, hubiera arrojado todo lo que el Señor había logrado en mi vida durante esos tres años. Habría destrozado la confianza que con tanto esmero y trabajo había restablecido con mi esposa.Habría arruinado a Ministerios Vida Pura, aun antes de que comenzaran a funcionar. 

En efecto, hubiera caído verticalmente en las profundidades del pecado una vez más. ¡No obstante, no estuve solo! La gracia de Dios estaba ahí para proporcionarme una vía de escape.

Si su gracia está ahí para el creyente, ¿por qué algunos hombres se hunden de continuo en sus tentaciones?. Aunque no lo comprendo del todo, el permanecer en Cristo hace posible que la gracia de Dios sustente al creyente. Como Juan dijo: «Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido» (1 Juan 3:5-6,24).
      
Permítame ilustrar esto.

He tenido que viajar mucho. En otra ocasión estuve en un aeropuerto  cerca de Londres. Hay una pasarela movible que conduce hasta el centro de la terminal, probablemente una distancia de casi un kilómetro. Existen diversos bares, restaurantes y tiendas alineadas a cada lado. Si la persona desea encontrarse con el
pecado, ahí está al alcance de la mano.

Utilizando ese aeropuerto como ilustración del peregrinaje cristiano por la vida, la pasarela mecánica sería el objeto que representaría la gracia de Dios. Al permanecer seguro en Cristo, de alguna manera esto me mantiene firme frente a todas las tentaciones y trampas de este mundo. 

Mi responsabilidad es permanecer adherido a la vid. La obra de Dios es facultarme para vencer las tentaciones de la vida que aparecen en el camino. Mantenerme en una relación dependiente del Señor todos los días, a través de la oración y el estudio de la Biblia, me mantiene atado de forma segura a la vid y espiritualmente alimentado. Estos son los medios que utiliza el Señor para infundir su poder en mi vida. 

La pasarela movible es una ilustración de la gracia de Dios que me transporta a través de algunos lugares bastante infernales. No es mi propio esfuerzo el que logra liberarme. Es solo el poder de Dios. Él recibirá toda la gloria cuando llegue al cielo porque estoy consciente por completo de que no tengo la fuerza dentro de mí mismo para soportar tales tentaciones. 

Sí, si estuviese inclinado a cometer pecado podría en cualquier momento durante mi tránsito tomar el pasamanos y salirme a la esfera mundana, e ir a una librería que ofrece pornografía. Sin embargo, hay una salida espiritual que se llama temor al Señor y que se ha establecido dentro de mí. Es un rasgo protector agregado que se ha erigido en mi interior, el cual forma una barrera defensora suficiente para evitar que me extravíe hacia las siempre presentes seducciones que suministra el espíritu de este mundo. 

Aquellos cuyo temor de Dios ha sido paralizado por las enseñanzas de la «gracia desmedida» no disfrutan de esta protección añadida. En peores problemas aun están los que van por ahí sin la disciplina y la fortaleza espiritual que proviene de mantener una vida devocional diaria. 

Ahora tengo una mejor comprensión de su gracia maravillosa porque ella me ha sostenido por mucho tiempo. A través de los años la he visto funcionar para mi beneficio. Al principio de mi recorrido con el Señor no entendía bien la gracia. En realidad, tan asombroso como pueda parecer teniendo en consideración la profundidad del pecado en el que había estado involucrado antes, me habría podido convertir por completo en fariseo cuando comencé por primera vez a andar en victoria sobre el pecado sexual. 

Me di a mí mismo mucho crédito inmerecido por mi libertad. Llegue a ser notablemente similar al fariseo de Lucas 18, que dijo: «Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano» (Lucas 18:11-12). 


Me comparaba de continuo con los demás. Al igual que este fariseo, hacía muchas cosas correctamente. Mi fervor por el Señor era intenso. Estaba dispuesto a vivir una vida «agotadora» por Dios, sacrificando todo lo demás para servirle a él. Mi vida piadosa era firme, pero había perdido de vista cuán desdichado había sido y todo lo que el Señor había hecho por mí. Había llegado a ser muy orgulloso y autosuficiente.

Dios continuaba encargándose de mí. Él estaba reacio a dejarme en ese terrible estado. Cierto día de 1991, el Señor me ayudó de una manera por completo inesperada. A la siguiente semana tenía que aparecer en el programa Enfoque en la Familia. Me estaba preparando para compartir mi testimonio en ese programa, sabiendo que quizás millones de personas lo escucharían. 

En el fondo de mí mismo estaba ansioso de compartir con el mundo cómo yo había vencido el pecado sexual. Sin embargo, Dios no compartiría su gloria con nadie, ni siquiera conmigo. Durante ese tiempo me encontraba predicando en diversas iglesias por todo el país. 

Ese fin de semana en particular estaba programado para realizar los oficios religiosos en una iglesia. Mi esposa por lo regular viaja conmigo, pero comenzó a sentir un dolor en la espalda y decidió quedarse en casa. Yo tendría que hacer ese viaje de seis horas de duración por mi propia cuenta, y me sentía muy confiado.

Ese día manejé el largo recorrido, luchando a veces con la tentación de entrar en alguna ciudad por el camino para buscar pornografía o algo incluso peor. Sin embargo, logré controlar esos incesantes pensamientos y pude llegar a una gasolinería. Me detuve para llenar el tanque de gasolina y entré en la tienda para usar el servicio sanitario. 

Al abrirme paso por la tienda (¡a fin de apreciar de forma adecuada lo que sucedió después podría ser de utilidad que se imaginen que yo caminaba por el lugar con todo mi garbo farisaico!), me fijé que un hombre estaba de pie ante un estante de periódicos, mirando una revista de «muchachitas». Pase por su lado, atisbando por encima de su hombro con la esperanza de ver algún cuerpo semidesnudo. En efecto, la revista estaba abierta en una página pornográfica.

El vistazo de ese cuerpo me obsesionó todo el fin de semana. Por alguna razón logré llegar al culto del domingo, y el lunes por la mañana me encaminé a mi casa. 

Tan pronto como salí de la casa pastoral mi mente regresó con rapidez a aquella parada de camiones.«¡No! ¡No me detendré a mirar esa revista!», exclamé para mí mismo. Pero sin que importara cuán fuerte era mi disposición, el retrato de la muchacha continuaba fastidiándome. Al fin llegué al letrero que indicaba que la rampa de salida estaba a una milla de distancia. «¡No me detendré! ¡Voy a continuar con Dios!», grité. «¡Gloria, aleluya!»

Cuando apareció la desviación, me salí de la autopista, manejé directo hacia esa gasolinera, entré, y me saturé la mente con los retratos de esa revista. El corazón me latía de modo frenético el hojear esas páginas. Justo entonces, una vocecita dentro de mí me grito: «¡Corre!»

Sabiendo que era el Espíritu Santo, salí de inmediato e hice el largo viaje de regreso lleno de culpabilidad. En los días subsiguientes, me reprendía de continuo con vehemencia. Cierta mañana, mi autocondena llegó a su punto culminante. «¡Cómo pudiste ser tan estúpido! ¡Aquí estása punto de hablar por la radio a escala nacional y te has puesto a mirar pornografía! ¡Estúpido!» 

La injuria autoimpuesta continuaba sin cesar.

Antes de terminar esta historia, debo referirme a un incidente que me ocurrió hace diez años. Yo era cadete de la Academia de Alguaciles. Estaba por concluir el entrenamiento de dieciocho meses, y era uno de los afortunados que habían resistido la estricta academia. Una tercera parte de la clase de ciento cincuenta cadetes se había retirado. Los que habíamos logrado llegar hasta ahí vivíamos con 
un cierto grado de temor de hacer algo que pudiera causarnos la descalificación. 

Ese día en particular, los cadetes fuimos transportados en autobús a los terrenos de una feria para participar en clases de manejo intensivo de dos días de duración. Se llevaría a cabo un curso de alta velocidad para el cual se habían colocado en la extensa zona asfaltada conos anaranjados, de los que se usan para hacer señalamientos. Finalmente llegó mi turno. Lo primero que noté de la patrulla que me tocó conducir es que estaba equipada con una rejilla de seguridad. En el asiento del conductor estaba un casco esperándome... 

—Entra, ponte el casco y despega —me dijo el intrépido instructor, sentándose en el asiento del pasajero. Hice exactamente lo que me dijo. Iba manejando a alta velocidad cuando, para sorpresa mía, el instructor me gritó: «¡Más rápido!» 

De inmediato respondí aumentando la velocidad todavía más. Iba volando por las curvas particularmente difíciles. Perdí el control por un segundo y me vi forzado a salirme del carril. De inmediato regresé al camino a gran velocidad y terminé el curso. Me senté en silencio mientras el instructor hacía el papeleo. 

Sabiendo que me había salido del carril, me lamenté: —Supongo que no pasé el curso. Me sentía enfermo por dentro, pensando que esto podría afectar mi graduación de la academia. —¿Qué no pasaste? ¿Por qué crees que no pasaste? — preguntó. —Fallé en esa vuelta y me salí del carril —me quejé. —¡Sí, pero regresaste de inmediato al camino! ¡Lo hiciste grandioso! —exclamó. Diez años más tarde, al encontrarme en mi caminata matutina de oración, culpándome por ver la pornografía en la gasolinera, Dios me habló. (Aun después de todos estos años me brotan lágrimas de los ojos al recordar ese incidente.) 

En uno de esos momentos brillantes y eternos, volví a vivir el incidente que ocurrió una década antes en la patrulla. Ahora era el Señor el que me hablaba: «Cometiste un pequeño error. ¡Pero a partir de ahí has hecho todo magníficamente! Has acudido a mí en oración todos los días. Te has mantenido cerca de mí. Has estudiado con fidelidad la Palabra. ¡Sí, te saliste del carril por un momento, pero regresaste de inmediato a la vía!»

En se momento alcancé una verdadera revelación acerca de la gracia de Dios. ¡Desde ese día en adelante comprendí que mi victoria sobre el pecado no era por mis fuerzas, sino por la maravillosa gracia de Dios!
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domingo, 26 de junio de 2016

Las Claves para Inmovilizar al Enemigo: El Escudo Protector de Dios

Las Claves para Inmovilizar al Enemigo: El Escudo Protector de Dios
 
 Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 2MBytes | 54 páginas | Idioma: Spanish |Categoría: Batalla Espiritual 
 Información 


El mensaje de este libro es vital para la protección y la preservación de nuestras familias, nuestras iglesias y nuestros negocios. ¡Es un libro que debe ser leído! Este libro contiene las llaves espirituales que Jesús le dio a Pedro para atar y desatar: atar al enemigo que quiere destruirnos y desatar el escudo protector de Dios . El Pastor Mike ha provisto en simples términos la respuesta a todos aquellos que desean saber cómo orar en tiempos de crisis. 

Un vallado es un límite formado por una densa fila de arbustos descomunalmente filosos. En la Biblia encontramos que los vallados se utilizaban para proteger las viñas del daño de los animales o los intrusos.
Levantar un vallado es establecer una obstrucción y protección en contra de los enemigos. En los tiempos bíblicos cuando se plantaba una viña parte de los preparativos incluía allanar las laderas de los montes y quitar las piedas en la tierra. Estas piedras cuando se apilaban en alto formaban un vallado protector. Estos muros o vallados protegían las uvas que luego se usarían para producir el vino nuevo. Uno de los peligros eran las zorras pequeñas que traspasaban los muros, arrasaban la viña, pisoteaban las uvas y destruían la viña. A veces el vallado de espinos se plantaba encima del muro de piedras.

Los principios establecidos en este libro son estrategias de oración que con el paso de los años he llegado a comprender por la revelación del Espíritu Santo. En la época en que "guerras y rumores de guerras" abundan alrededor del mundo, yo creo que estas cosas le ayudarán a orar efectivamente por la protección en muchas áreas de su vida.

Mi propósito no es darle una fórmula de la oración que nunca falla o intentar poner a Dios en una caja, porque hacer eso sería desafiar a Dios quien lo sabe todo, ve todo y está siempre al control de todo lo que pasa sobre la tierra.

Las estrategias, sin embargo, que compartiré en las siguientes páginas, son el resultado de años de buscar el consejo de Dios en cuanto a la oración efectiva.

Todo el contenido de este libro lo he comprobado en mi propia vida orando por la protección de mi familia, mi trabajo, mis posesiones y por mí mismo. Creo que cada uno de estos principios son verdaderos y efectivos. Me gustaría contarle una historia de algo que nos sucedió en medio de un tiempo que oramos fiel y diligentemente. 

sábado, 21 de marzo de 2015

El enemigo de Dios no pierde tiempo: Intentar desviarnos y corrompernos porque somos parte de la Iglesia.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
Información 


¡Prepárense! Vienen los falsos maestros
2 Pedro 2:1–10a
El conocimiento pleno de quién es el verdadero enemigo, cuáles son sus artimañas, en dónde está, qué hace y, si es posible, qué pretende hacer, es de suma importancia para los soldados que defienden un fuerte. Así se preparan mejor para resistir el ataque, desplegando sus medios de manera ventajosa, reforzando aquellas áreas no tan bien fortificadas, y surtiéndose de los recursos necesarios para aguantar un sitio prolongado. El defensor que ignora esa información acerca del enemigo, ya sea por falta de comunicación o por terquedad, pone en peligro al lugar que protege y a su propia vida.
El apóstol Pedro quería preparar a sus lectores para lo que seguramente sucedería; es decir, la venida de los que enseñarían una doctrina falsa, que tratarían de hacer estragos en el mensaje apostólico para desviar por completo a la iglesia.
Por lo tanto, empleando su pluma como un pincel, pintó un cuadro de los herejes y sus herejías, que estaban próximos a azotar a la iglesia. Es de notarse que la amonestación se dirige a la iglesia del primer siglo, por decirlo así, a la iglesia naciente. El enemigo de nuestras almas no perdió mucho tiempo antes de intentar desviar y corromper a la prístina iglesia.
De acuerdo a su enfoque, Pedro comunicó que la base de la defensa contra la falsa enseñanza es el conocimiento de la verdad; y él mismo aceptó la responsabilidad de comunicarla.
Por eso, pintó el cuadro de cómo eran exactamente y qué hacían los falsos maestros. Además, incluye ilustraciones provenientes del Antiguo Testamento que indican cómo, ya en aquel entonces, Dios había juzgado a quienes se desviaron de la verdad.
Entonces, de acuerdo al bosquejo ya elaborado, llegamos a
EL CONOCIMIENTO:
Acusando a sus enemigos 2:1–22
Advertencias contra los maestros falsos 2:1–3
El capítulo anterior terminó con una referencia a la gran obra del Espíritu Santo efectuada en los santos autores humanos de las Escrituras, una obra que les guió a lo que Dios quiso que proclamaran y que, a la vez, les preservó de todo error. Sin embargo, durante esa misma época de la historia antigua, Israel había estado infestado de algunos que promulgaban un mensaje falso, mentiroso, engañoso, ajeno a la verdad revelada por el Espíritu.
A veces se notaba en esos maestros un móvil personal y egoísta. Nuestra perspectiva bíblica nos permite reconocer la obra del Maligno y darnos cuenta que su mensaje no estaba de ninguna manera de acuerdo con Jehová. Las consecuencias en todo caso fueron desastrosas para el pueblo de Israel.
¡PENSEMOS!
En el Antiguo Testamento se denominaron “falsos profetas” a quienes: a ) hablaban del “engaño de su corazón” (Jeremías 14:13–14); sin tener el puesto ni el don, presentaban su mensaje y asumían el papel de profetas (Jeremías 23:28, 31); c) tomaban para sí mismos el título de profeta para disfrutar de las ventajas materiales que el pueblo acostumbraba entregar al religioso honrado. Fue contra semejantes farsantes y su mensaje, que los profetas legítimos tuvieron que luchar. Cuando eran descubiertos los charlatanes eran castigados, a veces hasta con la muerte.
“GUARDAOS DE LOS FALSOS PROFETAS QUE
VIENEN A VOSOTROS CON VESTIDOS DE OVEJAS,
PERO POR DENTRO SON LOBOS RAPACES”
(MATEO 7:15).
El apóstol Pedro hizo ver a sus lectores que ellos también podían esperar semejante clase de estorbo, ya que vendrían falsos maestros. El uso del verbo en tiempo futuro (“habrá” 2:1) ayuda a establecer la prioridad temporal de 2 Pedro relacionada con la epístola de Judas, donde se mencionan los mismos eventos, pero en tiempo pasado.
Tanto la táctica que emplearían, como el contenido de su mensaje, serían reprensibles. La impresión es que llevarían a cabo su nefario propósito con cautela. La instrucción escandalosa que impartirían esos engañosos, es descrita por Pedro como “herejías destructoras”. Se entiende lo serio de esa acusación al notar el detalle que dice: “negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina”. El centro de su negación parece haber sido tanto la persona, como la obra del Señor Jesucristo, actitud y conducta que hizo que esos maestros falsos cayeran en un gravísimo error.
Hubiera sido grave si solamente propagaran ideas o filosofías conceptualizadas pero no externalizadas, pero el hecho de que promulgaran semejante enseñanza para influenciar a otros, complicaba aún más el cuadro. Se entiende que un maestro tiene muchísima responsabilidad. “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación” (Santiago 3:1).
¡PENSEMOS!
Negar al Cristo bíblico parece ser el pasatiempo favorito de muchísimas sectas falsas que nos rodean en la actualidad.
Los musulmanes consideran a Cristo como un profeta, pero no como Dios. Inclusive niegan su muerte en la cruz diciendo que fue Judas quien murió en esa cruz. Los de la llamada Ciencia Cristiana (y las demás sectas de ese índole) enseñan que Cristo no fue más que una idea espiritual de Dios y que ni sufrió ni murió por el pecado, puesto que el pecado no existe.
Los ubicuos Testigos de Jehová promulgan que Jesús, antes de nacer aquí en la tierra, era un ángel, precisamente Miguel. A la vez dicen que era un dios, pero no Dios; que no hubo resurrección física, sino que Dios resucitó nada más su “cuerpo espiritual” y que ahora Jesús es otra vez el ángel Miguel.
El Cristo de los igualmente omnipresentes mormones es totalmente diferente al de la Biblia. El fundador de esa secta, José Smith, inventó a un cristo, el hijo espiritual de Elohim, quien llegó a esta tierra como resultado de las relaciones sexuales entre María y Elohim (quien, a propósito, tiene un cuerpo físico material igual a nosotros). Su intención al venir a la tierra fue para poder llegar a ser un dios. El Jesús de los mormones es hermanastro de Satanás.
¿Qué diríamos del Jesús de los católicorromanos? Para muchos de ellos, es el bebé perpetuo que está en brazos de la Virgen, o el cadáver en un crucifijo. Para todos, es el sacrificio inmolado cada vez que se celebra la misa. Finalmente, está el Jesús de muchísimos protestantes y hasta algunos llamados “evangélicos” que merecen el nombre de herejes por haber quitado o agregado a lo que la Biblia enseña. Me refiero a los que enseñan que Cristo era rico y que él quiere que seamos ricos tam bién; a los que predican que Cristo descendió al infierno para ser torturado por Satanás completando así la obra salvadora, a los que dicen que Cristo murió para lograr que cada individuo mejorara su autoestima, y al fin a los que dicen que se tiene que perdonar a Jesús por aquellas situaciones de tiempos pasados en donde sentimos que Jesús los ha decepcionado o herido emocionalmente. ¡Herejía todo! Estas son sólo una parte de lo que significa negar a Cristo actualmente.
“Y A CUALQUIERA QUE ME NIEGUE DELANTE DE
LOS HOMBRES, YO TAMBIÉN LE NEGARÉ DELANTE
DE MI PADRE QUE ESTÁ EN LOS CIELOS”
(MATEO 10:33).
La frase “…al Señor que los rescató” reconoce la eficacia y disponibilidad de la salvación en Cristo. “Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Juan 2:2). Sin embargo, no quiere decir que esos maestros falsos eran redimidos, es decir, que eran legítimos hijos de Dios, que perdieron la salvación por “negar” a Cristo. El resto del Nuevo Testamento está en contra de esa idea.
La salvación que se ofrece al ser humano vuelve a ser eficaz en la experiencia de cada uno, mediante la obra del Espíritu Santo de Dios (que convence al individuo del mensaje bíblico, le da la capacidad de creer, y lo coloca en Cristo). Habiendo sucedido eso, ¡es imposible perder la salvación! “Porque de tal manera amó Dios al mundo” (“mundo” incluye a todo pecador, hasta los que llegarían a ser maestros falsos), “que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree” (aquí está el pero. Obviamente, ¡esos engañadores no le creyeron!) “no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Así que la “vida eterna” es para los creyentes, pero la “destrucción repentina” es para los incrédulos en general y los falsos maestros en especial.
No nos debe sorprender la popularidad que alcanzaron las aberraciones de la sana doctrina. El ser humano (después de Adán) nace rebelde, y su mente siempre está inclinada hacia el error. El enemigo de nuestras almas se aprovecha de esa propensión y provee mentiras en abundancia para que las crea el hombre. Pedro lo anticipó cuando dijo: “Y muchos seguirán sus disoluciones” (2:2).
Además, esos maestros aprovechados cumplían con su abominable tarea usando las tácticas y artimañas de un vendedor inescrupuloso: “…y por avaricia harán mercadería de vosotros” (2:3). Le conviene al creyente estar alerta y muy apegado a lo que la Biblia enseña. Su modelo debe ser el de los creyentes de Berea, quienes “recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” (Hechos 17:11).
Ejemplos de juicio y rescate 2:4–10a
A continuación, mediante ciertas ilustraciones tomadas del Antiguo Testamento, el apóstol Pedro presenta la evidencia de dos aspectos de la justicia de Dios; la retributiva y la premiadora. Naturalmente, la razón para incluir esa enseñanza aquí contempla el fin de los maestros falsos y la protección de los fieles. Es como si dijera: “Esos casos históricos no escaparon de la mano de Dios y tampoco lo hará los presentes. ¡Téngalo por seguro! ” Dicho sea de paso, otra vez se nota la importancia del Antiguo Testamento para el estudio del Nuevo.
Dios no perdonó a los ángeles que pecaron (2:4). Hay dos explicaciones que son las más usuales de este evento. La primera alude a que Satanás y sus ángeles cayeron del cielo en la época pre-Adánica. El problema principal con esa interpretación es que 2 Pedro 2:4 indica que dichos ángeles estaban encarcelados, lo que no se dice todavía de Satanás.
La segunda y tal vez la mejor explicación es que 2 Pedro 2:4 hace referencia a la intervención pecaminosa extraordinariamente atroz de parte algunos ángeles, que cometieron una rebeldía tan horrible contra el carácter de su Santo creador, que él no pudo evitar encarcelarlos. El texto indica que los tiene encerrados en un lugar de oscuridad y tristeza, pero probablemente no es el lugar de sufrimiento eterno.
Algunos dicen que el evento aludido es lo que ocurrió en Génesis 6, debido a que la frase “hijos de Dios” usada en el Antiguo Testamento podía referirse a los ángeles. Sin embargo, no hay evidencia de que un ángel (que es un espíritu) tenga la capacidad de asumir cuerpo humano por sí mismo, aunque sí podía hacerlo cuando Dios le otorgaba dicho cuerpo de acuerdo a su voluntad.
A la par de eso, está la referencia del Nuevo Testamento en el sentido de que los ángeles no se casan (Mateo 22:30). Bien es cierto que no hay otra referencia antiguotestamentaria que directamente cite la clase de falta angelical que se aplicara al contenido de la porción de 2 Pedro. Sin embargo, la fuerza de 2 Pedro 2:4 no se puede negar o disminuir; Dios castiga a los que se oponen a su voluntad.
Dios juzgó al mundo antediluviano (2:5). Este es un punto indiscutible; hubo un diluvio universal. Fue un evento que hasta la ciencia honesta reconoce sin prejuicios. Sin embargo, la ciencia con todas y sus investigaciones geológicas, meteorológicas y a saber qué más, no puede explicar la razón de tal catástrofe, a menos que los científicos lean la Biblia. El diluvio vino para castigar a un pueblo incrédulo y rebelde, a un mundo poblado de “impíos” (2 Pedro 2:5), y otra vez se tiene que admitir que Dios castiga a los que se oponen a su voluntad.
Todos fueron destruidos menos Noé y su familia. Es interesante notar que Noé se describe como “pregonero de justicia”. En la actualidad, algunos consideran a Noé nada más el nombre de quien lleva el papel principal de una leyenda, un constructor de barcos o administrador de un zoológico. Pero la Biblia lo reconoce como personaje histórico y además, como un predicador de justicia. La porción de Génesis 6 y 7 no especifica cuál fue su predicación al menos siguiendo el estilo de lo que hoy se considera como tal, pero su testimonio frente a un mundo de incrédulos rebeldes e indiferentes, durante todos aquellos años cuando obedecía la voluntad de Dios, resultó en una “predicación”. Además, Génesis 6:9 especifica que Noé, “varón justo, era perfecto en sus generaciones”. Podríamos decir entonces que la vida obediente a Dios, que al fin y al cabo es una vida diferente de las demás porque obedece una norma mucho más alta, es una vida que da testimonio de la justicia. Naturalmente viene la pregunta, “¿Es así mi vida?”
Dios juzgó a las ciudades de la llanura, a Sodoma y Gomorra (2:6–8). Lo concerniente a esas dos ciudades llegó a tener un enorme impacto entre los judíos y a través de su historia les sirvió como amonestación, “poniéndolas de ejemplo” (v. 6). Pedro dice que su castigo redujo a cenizas esas ciudades, término empleado solamente aquí en el Nuevo Testamento pero usado por un autor pagano para describir la ciudad de Pompeya en Italia, que fue destruida por la erupción del volcán Vesubio.
Tal y como Pedro nos iluminó en cuanto a Noé llamándolo pregonero de justicia, aquí nos informa del carácter de Lot, algo que de otra manera no hubiéramos sabido: “el justo Lot”. Para los que tengan dudas, deben recordar que Abraham pensaba lo mismo e intercedió por Lot (Génesis 18:23–33).
Obviamente, Dios estuvo de acuerdo, porque lo libró de su juicio destructor (Génesis 19). Bien es cierto que muchos rabíes lo juzgaron con base en la ley de Moisés, proclamándolo así como muy deficiente y que era un pecador notable. También tenemos que admitir que el nombre de Lot no aparece en la lista de los héroes de la fe (Hebreos 11).
Aun un lector casual de las porciones aludidas (Génesis 13 y 19) tendría que confesar que la impresión que deja Lot es muy deficiente, tal vez era de carácter débil, y su interés espiritual era mínimo. Sin embargo, la conclusión final (“el justo Lot”) la tenemos que sostener, porque eso es lo que Espíritu Santo comunicó a Pedro para que lo escribiera.
Conclusión. Dios distingue entre los justos y los impíos (2:9–10a). Este no es un pensamiento nuevo para el lector y estudiante bíblico.
“PORQUE JEHOVÁ CONOCE EL CAMINO DE LOS
JUSTOS; MAS LA SENDA DE LOS
MALOS PERECERÁ”
(SALMOS 1:6).
En las ilustraciones veterotestamentarias ya presentadas, los impíos y rebeldes sufrieron el castigo de Dios. Las mismas referencias mencionan a quienes fueron librados de esa condenación, siempre por la misericordia y gracia de Dios. La sección termina anotando que los maestros falsos pertenecen a la clase anterior y gozarán del mismo porvenir: ¡el castigo!
Pedro concluye su crítica de esos engañadores dando una descripción de su carácter y conducta: “aquellos que siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío” (2:10a). Su comentario parece indicar que los factores enumerados representan su actuación de costumbre, o sea, lo que les es habitual (“andan”, indica que es su manera de vivir continuamente).
Además, la combinación de los términos “carne”, “concupiscencia” e “inmundicia”, sugieren la contaminación moral, no como si fuera un accidente en la vida, sino su pasión, pasión que buscaba saciarse por medio de la experimentación. Existe la posibilidad (por lo que esas mismas palabras señalan en otras porciones de la Biblia y por el género del término “maestros”), de que el autor estuviera haciendo referencia al horrendo pecado de la homosexualidad.
¡LOS QUE SE SUJETAN A LA CARNE NO PUEDEN
SUJETARSE AL SEÑOR!
Así es como termina esta sección. Con la declaración de que Dios reservará para ser castigado cualquier intento de desviar a los verdaderos creyentes. Pero, gracias a Dios, él preservará a los verdaderos creyentes de la tentación.

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