Satanás y el Problema del Mal: ¡¡¡El Universo en Guerra!!!
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 42MBytes | 500 páginas | Idioma: Spanish | Categoría: Guerra Espiritual
Información
La Biblia enseña de manera uniforme que Dios es el Creador de rodas las cosas y que es el Señor soberano de la historia (p. ej., Gn 1:1; Dt 10:14; Sal 135:6-18; Jn 1:3; Hch 17:24-27; Ef 1: 11; Col 1: 16-17). En ocasiones, él ejerce un control unilateral sobre lo que resulta en la historia, interviniendo milagrosamente para alterar el curso de las naciones o de los individuos, incluso predestinando algunos sucesos antes de que estos llegaran a tener lugar (p. ej., Is 46:10-11; Hch 2:23; 4:28). Debido a que Dios es omnipotente, su meta para adquirir una «esposa» (la iglesia) y establecer un reino eterno libre de todo mal se alcanzará sin duda algún día (p. ej., 1 Co 15:25-28; Ef 1:16-23; Col 1:18-20; Ap 20:10). En resumen, la majestuosa presentación de Dios en las Escrituras es la de un Creador soberano y omnipotente que guía con confianza al mundo hacia el final deseado.
Al enfrentar tragedias tales como el cáncer, accidentes mutiladores o desastres naturales, los creyentes a veces intentan consolarse a sí mismos y a otros expresando clichés como «Dios tiene sus razones», «Hay un propósito para cada cosa», «La Providencia escribe derecho con líneas torcidas», y «Sus caminos no son nuestros caminos». Hasta cierto punto esas mismas suposiciones impregnan también nuestra cultura más amplia, como se evidencia, por ejemplo, en el hecho de que las pólizas de seguros acostumbran a referirse a los desastres naturales como «actos de Dios».
La suposición de que hay una razón divina detrás de todo ha sido a menudo también defendida por algunos de los teólogos principales de la iglesia. Por ejemplo, Agustín, que es quizá el teólogo de mayor influencia en la historia de la iglesia, expresó esa suposición en términos fuertes cuando escribió: «A Dios ... todas las voluntades ... están sujetas, puesto que ellos no tienen poder excepto el que le ha sido concedido. La causa de las cosas, por tanto, que crea pero no fue creado, es Dios». De nuevo: «La voluntad del Omnipotente es
siempre invicta». «Nada sucede a menos que el Omnipotente quiera que ocurra», según Agustín.
Aun las malas acciones deben ser permitidas por Dios para un propósito específico. Por consiguiente, Agustín anima a los cristianos que han sufrido por causa de otros a encontrar consolación en el conocimiento de que sus opresores no podían haberlos dañado como lo hicieron a menos que Dios lo permitiera por un bien superior.
En esencia, la meta de este libro es responder a esta pregunta. ¿Cómo podemos concebir a un Dios todopoderoso que crea seres que hasta Cierto grado poseen el poder de frustrar su voluntad; y contra los cuales ,tiene que guerrear genuinamente si es que quiere llevar a cabo su voluntad? El intento de responder a esta pregunta es el intento de hacer que sea filosóficamente coherente la cosmovisión de la guerra de las Escrituras así como tamblen la apariencia de desgarrado por la guerra que tiene nuestro mundo.
Mi convicción es que, al contrario de las preguntas que provoca la cosmovisión de diseño, esta pregunta tiene una respuesta convincente. La tesis de este libro es que la respuesta yace en la naturaleza del amor. Como Padre, HIJO y Espíritu Santo, la esencia de Dios es amor (1 Jn 4:8,16): DlOS creo el mundo con el propósito de mostrar su amor e invitar a otros a disfrutarlo (cp. esp. Jn 17:20-25). Argumentaré que no era lógicamente posible para DlOS tener este objetivo sin arriesgarse a la posibilidad de que la guerra estallara en su creación.
Por definición, sostendré, la posibilidad de amor entre Criaturas dependientes tales como los ángeles y los humanos conlleva la posibilidad de su antítesis, es decir, la guerra. Si Dios quería lo primero, tenía que arriesgarse a lo segundo.