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sábado, 18 de diciembre de 2010

GUERRA ESPIRITUAL INTENSA ¡AHORA!


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 Información 
Junto al cuerpo de Adrián, un perro enfermo, un millar de insectos, desechos—unos reciclables y otros descompuestos que despedían un olor nauseabundo—y los comentarios despectivos de los transeúntes que iban de regreso a casa, presurosos por encontrar un autobús con puesto en el centro de Lima, nostálgica y colonial como una postal de antaño.

--Ese hombre huele muy mal, ¿qué hacen las autoridades, por Dios?—replicó una mujer de mala gana, sintiendo el frío de la noche que caía sobre la ciudad.

Nadie se preocupaba del joven, adolorido después de una fuerte golpiza, quizá propinada por una pandilla de la zona; querrían—tal vez—robarle los pocos soles que consiguió durante la jordana.

--Este no ha sido terreno fácil—me explicó el pastor Ricardo--. Acá hay droga, prostitución, homosexualismo. Son almas que se pierden. ¿La gente? Solo se limita a criticar. Usted sabe, ellos se sienten ajenos a la realidad--.

Él junto con varios creyentes de la iglesia, se habían dado a la tarea—meses atrás—de orar por el territorio que habitan los farmacodependientes y mendigos. Iban en la madrugada hasta el lugar para ungir con aceite las calles, paredes y sitios donde usualmente se reúnen a consumir marihuana y cocaína.

--Al principio corríamos peligro, porque nos amenazaban. Creían que éramos de la policía—relató María Hortencia--. Hoy día es distinto. Nos esperan. Les compartimos la Palabra de Dios y están ansiosos, dispuestos a cambiar--.

--La oración marcó la diferencia. Hoy día Satanás ha tenido que soltar todas estas calles, ¿ve? Hasta allá—interrumpió José Simón para mostrarnos varias cuadras en las que ahora están desarrollando avanzadas de evangelización.

Sus palabras calaron profundamente en mi corazón y las recordaba una y otra vez, mientras el avión se remontaba por los Andes, de regreso a mi amada Santiago de Cali: “La oración marcó la diferencia”. No es con gritería ni zapateo—como suelo decir—que vamos a desterrar a Satanás, sino librando batallas en oración. Ese es el cimiento de la Guerra Espiritual…

Millones van al infierno sin Cristo
¿Sabía usted que cada hora mueren aproximadamente 6.000 personas? Eso significa que precisamente, en este instante, han fallecido dos seres humanos… Ahora, ¿cuántos de ellos, hombres y mujeres, partieron a la eternidad sin Cristo Jesús en su corazón? Pero sorpréndase más: cada hora nacen 15 mil niños y niñas, es decir, casi cinco por segundo; ¿a cuántos de ellos se les compartirán las Buenas Nuevas de Jesucristo?

El mayor reto que enfrenta la iglesia cristiana en todo el mundo radica en fortalecer sus acciones orientadas a proclamar las Buenas Nuevas por todos los medios. No obstante, la otra cara de la moneda estriba en que Satanás, nuestro adversario espiritual, se opone y gracias al pecado en sus diferentes manifestaciones, mantiene atados a hombres y mujeres.

Este es un aspecto que tenían muy claro los cristianos del primer siglo. El apóstol Pablo en su primera carta a los creyentes de Corinto, escribió: “Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios. Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús.”(2 Corintios 4:3-5, Reina-Valera 1960)
El objetivo central de la Intercesión y la Guerra Espiritual es la extensión del Reino de Dios a través de las Buenas Nuevas de Salvación.

A quienes me abordan con frecuencia, interesados en saber qué hay detrás del ministerio y si veo demonios hasta en la sopa, le explico como a usted hoy, que este no es asunto de “amarillismo” en el que utilicemos la ministración de liberación a los endemoniados para llamar la atención sobre la “unción que reposa en nosotros”. En absoluto. Hay un solo propósito: liberar a los cautivos y que, una vez libres de toda atadura demoníaca, reciban a Jesucristo en su corazón como único y suficiente Salvador.

¿Cómo libramos la batalla?

Esencialmente la Guerra Espiritual tiene como fundamento, la oración. No concibo a un guerrero espiritual que no interceda.

Comparto con usted una anécdota. En cierta ocasión, mientras viajaba en autobús de regreso a casa, un vendedor ambulante pidió a los pasajeros que le compraran una cruz en un material metálico de nombre extraño.

Insistía que la Biblia decía en “Mateo 5:7, ayúdate que yo te ayudaré”. Una y otra vez repetía lo mismo. Al término de su perorata, le invité a sentarse a mi lado. “¿Va a comprarme una cruz?”, interrogó. Le expliqué que le iba a traer claridad sobre algo que no dice la Biblia y es el “Ayúdate que yo te ayudaré”.
Pero, aparte del carácter anecdótico del incidente, es evidente que no podemos dar la batalla sin estar prendidos de la mano de Dios. Las dos cosas van de la mano. Sólo de esta manera podemos cumplir eficazmente el enorme compromiso que tiene la iglesia y que describe el apóstol Pablo:

“Aunque soy el más insignificante de todos los santos, recibí esta gracia de predicar a las naciones las incalculables riquezas de Cristo, y de hacer entender a todos la realización del plan de Dios, el misterio que desde los tiempos eternos se mantuvo oculto en Dios, creador de todas las cosas. El fin de todo esto es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor.”(Efesios 3:8-12, Nueva Versión Internacional)
Podemos tener los mejores templos, dictar las conferencias más motivadoras e incluso, ofrendar más allá de nuestras posibilidades, pero si no evangelizamos quien gana terreno es Satanás. No en vano Pablo alude a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, al referirse a la proclamación de las noticias de Salvación como una prioridad.

Atando fortalezas mediante la oración

Como cristianos libramos la batalla contra el mundo de las tinieblas en oración. Identificamos el área en que vamos a compartir o el segmento poblacional al que buscamos compartir las Buenas Noticias de Cristo, y clamamos por ellos. Es una labor que nos corresponde como intercesores, en nuestra condición de hombres y mujeres que están recobrando los territorios sobre los que dominan Satanás y sus huestes por medio del pecado.

A través del profeta Ezequiel nuestro amado Dios expresó lo que espera de su pueblo: “Yo he buscado entre ellos a alguien que se interponga entre mi pueblo y yo, y saque la cara por él[a] para que yo no lo destruya. ¡Y no lo he hallado!.”(Ezequiel 22:30. Cf. Isaías 52.16. Nueva Versión Internacional)
Pregúntese ahora, ¿Cuántas veces ha intercedido por ese familiar reacio a la Palabra de Dios, el amigo o quizá vecino que se opone a los cristianos? Recuerde que no se interponen por voluntad propia sino que opera en sus vidas una atadura al pecado que les lleva a levantar una enorme barrera con todo aquello que les suena a Salvación y Dios.

No podemos eludir la tarea que tenemos delante. Hay poder en nuestras vidas, como ministros de Jesús el Señor, para conquistar territorios hoy en poder de Satanás y su ejército de maldad: “Tu pueblo reconstruirá las ruinas antiguas y levantará los cimientos de antaño; serás llamado "reparador de muros derruidos", "restaurador de calles transitables".”(Isaías 58:12. Cf. Amós 9:11. Nueva Versión Internacional)

Cuando veo a un cristiano que ora, veo a un guerrero que se mueve en el poder de Jesucristo, a un vencedor.

Batallando en oración

La iglesia de la que el Señor Jesús me permitió ser co-pastor, ha entrado en la dinámica de pasar mucho tiempo en oración. Otrora los hermanos en la fe llegaban antes del servicio a conversar entre ellos. Pero se encontraban con una sorpresa: junto con mi esposa estábamos de rodilla junto a una silla, clamando a Dios.

Sin presionarlos, simplemente asumiendo una posición de liderazgo alrededor del tema de orar, dando ejemplo, muchos se fueron sumando progresivamente. Ya no llegaban a comentar sobre temas con los demás, sino a doblar rodilla en oración delante del Señor.

Es una forma de asegurar victoria en las jornadas de evangelización, y además, de sentar bases que fortalezcan nuestra autoridad como ministros de liberación.

El autor y directivo del Ministerio Internacional “Cristo para la Ciudad”, señala que: “Nosotros participamos en esta “espera” por medio de la oración. Se recomienda que nos humillemos y nos sometamos a Dios. No pretendemos saber mucho acerca de lo oculto, más bien nos especializamos en las cosas de la luz del Evangelio de nuestro Señor, en dependencia viva de Él por medio del Espíritu Santo. Pedimos al Señor que ponga en su corazón la carga de orar junto con nosotros y muchos otros, de manera que podamos “atar” o incapacitar al “dios de este mundo” el tiempo suficiente para que muchos oigan del evangelio, reciban el perdón y sean colocados entre aquellos santificados por la fe en Jesucristo.”(Huffman, Juan C. Manual de Oración Misionera Participativa. Cristo para la Ciudad, Costa Rica. Pg. 2)
Orar es un paso fundamental para atar los avances de Satanás y desatar a quienes se encuentran cautivos por la maldad. Por ese motivo Dios advirtió a Israel y también a nosotros, sobre la necesidad de asumir el lugar que nos corresponde como intercesores: “No han ocupado su lugar en las brechas, ni han reparado los muros del pueblo de Israel, para que en el día del Señor se mantenga firme en la batalla.”(Ezequiel 13.5, Nueva Versión Internacional) 

Pocos imaginan las tremendas batallas que debo librar contra Satanás y su mundo de tiniebla. Atacan de diversa forma, pero si usted y yo nos mantenemos firmes en Jesucristo, en oración, tenemos asegurada la victoria. El propio adversario espiritual tendrá que salir huyendo (Cf. Santiago 4.7)

El intercesor es clave en la extensión del Reino de Dios

Usted y yo como Guerreros Espirituales, debemos asumir nuestra posición de intercesores. Moisés, el patriarca hebreo, es el mejor ejemplo de un intercesor. Cuando se encontraba con Dios en la montaña, el pueblo decidió construir un becerrero de oro: “Al ver los israelitas que Moisés tardaba en bajar del monte, fueron a reunirse con Aarón y le dijeron:—Tienes que hacernos dioses que marchen[a] al frente de nosotros, porque a ese Moisés que nos sacó de Egipto, ¡no sabemos qué pudo haberle pasado! Aarón les respondió: —Quítenles a sus mujeres los aretes de oro, y también a sus hijos e hijas, y tráiganmelos.”(Éxodo 32:1, 2. Nueva Versión Internacional).
Un pecado grave. Fruto de la superstición y de no haber tenido una experiencia personal con el Creador, fabricaron una imagen. Querían una imagen que los acompañara en la travesía por el desierto, hecho que despertó la ira de Dios:“Entonces el Señor le dijo a Moisés:—Baja, porque ya se ha corrompido el pueblo que sacaste de Egipto. Demasiado pronto se han apartado del camino que les ordené seguir, pues no sólo han fundido oro y se han hecho un ídolo en forma de becerro, sino que se han inclinado ante él, le han ofrecido sacrificios, y han declarado: "Israel, ¡aquí tienes a tu dios que te sacó de Egipto!".”(Éxodo 32:7, 8.Nueva Versión Internacional)

¿Qué hacer?¿Usted—en la situación de Moisés—qué habría hecho? Piense por unos segundos. ¿Lo hizo? Moisés actuó como todo creyente hoy día debe hacerlo: intercediendo. “Moisés intentó apaciguar al Señor su Dios, y le suplicó:—Señor, ¿por qué ha de encenderse tu ira contra este pueblo tuyo, que sacaste de Egipto con gran poder y con mano poderosa?¿Por qué dar pie a que los egipcios digan que nos sacaste de su país con la intención de matarnos en las montañas y borrarnos de la faz de la tierra? ¡Calma ya tu enojo! ¡Aplácate y no traigas sobre tu pueblo esa desgracia!.”(Éxodo 32:11, 12. Nueva Versión Internacional)
Moisés no era el que había pecado, sin embargo, intercedió por Israel. Satanás está muy contento de ver que dejamos a las almas que se pierdan. Las ata y, cuando hay lugar, se posesiona de sus mentes y de sus vidas. ¡Desde hoy no vamos a permitirlo! Recuerde que cuando intercedemos, tocamos el corazón de Dios: “Entonces el Señor se calmó y desistió de hacerle a su pueblo el daño que le había sentenciado.”(Éxodo 32:14. Nueva Versión Internacional)

Uno comentarista señala que “El verdadero carácter de Moisés se reveló en la respuesta que dio en oración cuando supo de la ingratitud y el rechazo del pueblo de Israel. Preocupándose por el honor de Dios y no el suyo, Moisés rogó a Dios que no destruyera a Israel. Luego de recordar el compromiso de Dios con Israel, Moisés expuso su vida por la de ellos --Salmo 106:23.”(Comentario “Dinámica del Reino”. Biblia de Estudio Plenitud. Jayford, Jack E., Editor General. Editorial Caribe, 1994. Pg. 114.)

¡La intercesión tocó el corazón de Dios! Satanás se llenó de mal humor aquél día. No quiso beber el café tinto que le ofrecieron, gritó a varios demonios que le fueron con chismes y tuvo que ver, desde el inmenso ventanal de su oficina, como un hombre—de rodillas—impidió la muerte de millares de personas en el desierto.

Usted y yo estamos llamados a hacer lo mismo. Clamar por las almas que se pierden. Batallar en oración contra Satanás y sus huestes, en la autoridad de Cristo, recobrando esos territorios que nos ha robado. ¡Tenemos asegurada la victoria!
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