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domingo, 3 de julio de 2016

Y dijo Dios: Ponle por nombre Lo-ammi, porque vosotros no sois mi pueblo, ni yo seré vuestro Dios

El propósito de este curso es que la Iglesia de Cristo aprenda y reflexione sobre el mensaje dado por este Profeta al reino del norte, y evite las consecuencias desastrosas que ellos sufrieron por abandonar a Dios. La expresión: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento”, nos lleva a pedira cada miembro de la iglesia que aprenda, enseñe y viva los mandamientos de Dios; por ello recomendamos la memorización del decálogo durante este tiempo de estudio. Oseas vivió la experiencia de lanzar el mensaje de Dios al reino del norte con la esperanza de que éste se arrepintiera y comprendiera cuánto le amaba el Señor.

El libro de Oseas se denomina así por el nombre del profeta que lo escribió. Óseas es el primero de los doce profetas menores. 

Se llaman "menores" no porque sean de menor importancia que los profetas mayores, sino porque sus libros son más cortos. 

Muchos escritores antiguos hebreos y cristianos consideraban los escritos de los profetas menores como un solo libro. En vista de que la época abarcada por estos profetas se parece a la nuestra en su espíritu materialista y comercial, y por sus males sociales, estos libros tienen un mensaje definido e importante para nosotros hoy. 

El nombre Óseas (Heb. Hoshea') es una forma abreviada del Heb. Hosha'eyah (Jer 42: 1; 43: 2), que significa "Yahweh ha salvado". 

2. Paternidad literaria.- 
No se sabe nada más de la historia de la familia de Óseas que lo que se dice en los versículos con que comienza su profecía. El nombre del padre del profeta, Beeri (Heb. Be'eri, "mi pozo"), no revela la tribu a la cual pertenecía Óseas. 

No sabemos nada de los acontecimientos de los últimos días de Óseas, ni del lugar ni el tiempo de su muerte. Sin embargo, la evidencia interna aclara que Óseas pertenecía al reino del norte, Israel, y que allí ejerció su ministerio. 

3. Marco histórico.- 
Los reinados durante los cuales Óseas profetizó están ubicados, según la cronología de este Comentario, como sigue (los años son a. C.):

  • Uzías (790- 739), 
  • Jotam (750-731), 
  • Acaz (735-715) y 
  • Ezequías (729-686), 
  • reyes de Judá; y 
  • Jeroboam II (793-753), rey de Israel. 
Óseas debe haber empezado su ministerio mucho antes de 753 a. C., y tuvo que haber continuado en actividad hasta algún tiempo después de 729 a. C. 

Vivió en el período más tenebroso de la historia del reino de Israel, precisamente antes de que la nación fuera llevada al cautiverio por Asiria. Como el libro de Óseas no hace mención ninguna de este acontecimiento, es probable que fuera escrito antes de la ruina final del reino del norte. 

En los días de Jeroboam II, Israel prosperó materialmente y progresó más que en cualquier otro tiempo desde los reinados de David y Salomón (ver com. Ose. 2: 8). Sus límites por el norte eran casi tan extensos como los que existieron en los días de aquellos reyes (2 Rey. 14: 25, 28). 

Sin embargo, esta gloria externa sólo hacía destacar más la decadencia moral interior y la declinación espiritual del pueblo. La anarquía política y la falta de gobierno caracterizaron esos tiempos. 

Hubo reyes que ascendieron al trono después de matar a sus predecesores, y a su vez ellos fueron asesinados. 

  • Salum asesinó a 910 
  • Zacarías, y Manahem asesinó a Salum, 
  • Peka asesinó a Pekaía, hijo de Manahem; y 
  • Óseas, el último rey de Israel, asesinó a Peka. 
Posiblemente por esta anarquía vergonzosa que se produjo después de Jeroboam II, éste solo es mencionado por Óseas, y sus sucesores son omitidos (Ose. 1: 1); o posiblemente el profeta se fue al sur, a Judá, después del reinado de Jeroboam. 

Oseas se refiere varias veces al culto idolátrico al becerro levantado por Jeroboam I (1 Rey. 12), como causa principal de la impiedad de Israel. Este culto al becerro quizá preparó el camino más tarde para un culto más cruento y más inhumano que se ofrecía en honor de Baal y Astoret: la espantosa abominación del sacrificio de niños y la inexplicable degradación de una desenfrenada sensualidad. 

Oseas vivió en el tiempo de la cosecha de esta mala siembra. La adoración a la criatura desplazó la adoración al Creador. Ningún mandamiento del verdadero Dios era obedecido. Prevalecían la falta de honradez, la desconfianza mutua y la falsedad frente a Dios y al hombre. 

En los prósperos días de Jeroboam II se derramaba sangre en abundancia, y se estimulaba el lujo en todas sus formas. Por regla general, se pervertía injusticia y se oprimía a los pobres. 

El adulterio era una práctica religiosa. Todos los niveles sociales se habían corrompido y la blasfemia y el escepticismo caracterizaban a la corte real. Los sacerdotes, entregados enteramente a la idolatría, se unían con el pueblo en su pecaminosidad, y aumentaban la corrupción que imperaba en el país. 

Oseas fue llamado por Dios para que se opusiera a esa inundación de maldad del reino del norte, y para que levantara diques de reprensión, condenación y súplica: de súplica basada en el eterno amor de Dios por sus hijos descarriados. Pero los ruegos de Óseas no fueron escuchados por un pueblo apóstata. 

La impía nación impenitente e inconversa, se aferró a su rebelde conducta, y fue llevada al cruel cautiverio del yugo asirio. 

Óseas dio el último mensaje de Dios al reino del norte antes de su caída en 723/722 a. C.

4. Tema.- 
El tema predominante del libro de Óseas es el amor de Dios para con su pueblo extraviado. Las experiencias por las cuales pasó el profeta en su vida familiar y los sentimientos de su propio corazón para con su esposa infiel, le dieron una idea de las profundidades insondables del amor del Padre para su pueblo. 

La terrible maldad del reino del norte aparece aún más tenebrosa a la luz de ese amor divino, y Óseas de ninguna manera disculpa al pueblo por su conducta. El profeta también describe con tonos lóbregos los terribles castigos que caerían sobre Jerusalén si persistía en su impiedad. Estas amonestaciones no son amenazas, sino declaraciones de hechos que muestran que el castigo sigue ineludiblemente al pecado. 

Sin embargo, en todo lo que escribe Óseas expresa el tierno amor de Dios para con su pueblo descarriado. El libro está lleno de exhortaciones al arrepentimiento y mensajes de esperanza para los que quisieran volver a su Padre amante. 

5. Bosquejo.- 
I. Sobrescrito, Oseas 1: 1. 
II. La relación de Dios con Israel simbolizada por la relación de Óseas con su propia                 familia, Oseas 1: 2 a Oseas 3: 5. 
   A. La infidelidad de Israel simbolizada por la familia del profeta, Oseas 1: 2-9. 
         1. Casamiento de Óseas, Oseas 1: 2-3. 
         2. Nacimiento de Jezreel, Oseas 1: 4-5. 
         3. Nacimiento de Lo-ruhama, Oseas 1: 6-7. 
      4. Nacimiento de Lo-ammi, Oseas 1: 8-9.  
   
   B. Promesa de que Dios aceptaría a Israel en el futuro, Oseas 1: 10 a Oseas 2: 1. 
   C. La idolatría de Israel comparada con la infidelidad de Gomer, 2: 2-13. 
   D. El amor de Óseas por Gomer, y el amor de Dios para con Israel, Oseas 2: 14-23. 
   E. El regreso de Gomer a Óseas, y el regreso de Israel a Dios, Oseas 3: 1-5. 

III. La condición de impiedad de Israel y la certeza del castigo, Oseas 4: 1 a Oseas 10: 15.      A. La acusación de perversidad, Oseas 4: 1 a Oseas 7: 16 
      1. Impiedad del pueblo en conjunto, Oseas 4: 1-19. 
      2. Impiedad de sacerdotes y gobernantes, Oseas 5:1-15. 
      3. Exhortación al arrepentimiento, Oseas 6: 1 - 11. 
      4. Perversidad de la casa real, Oseas 7: 1-16. 
  B. El castigo sobre la nación, Oseas 8: 1 a Oseas 10: 15. 
      1. La trágica cosecha de depender neciamente de Asiria, Oseas 8: 1-14. 
      2. Exilio a Asiria y disminución de la población, Oseas  9: 1-17. 
      3. El lugar de culto devastado y el reino destruido, Oseas 10: 1-15. 

IV. Resumen del trato de Dios con Israel, Oseas 11: 1 a Oseas 14: 9. 
   A. La misericordia de Dios y su amor para Israel, Oseas 11: 1-11 
   B. La ingratitud e impiedad de Efraín contrastadas con el caso de Jacob, Oseas 11: 12            a Oseas 12: 14. 
   C. El castigo divino sobre Efraín, Oseas 13: 1-16. 
   D. La súplica para regresar y la promesa de plena redención, Oseas 14: 1-9.

jueves, 16 de junio de 2016

Las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para destrucción de fortalezas; destruyendo razonamientos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Evangelismo - evangelizar - Evangelio

El Cristiano es responsable de evangelizar 


¿QUÉ ES LA EVANGELIZACIÓN?

La evangelización es:
La comunicación del evangelio de Dios a través de la vida y de las palabras de sus hijos, para su gloria y en el poder del Espíritu Santo, de tal manera que los hombres puedan recibir a Jesucristo como Salvador y servirle como Rey.

«La evangelización es la comunicación…»
Tiene que ver con la transmisión de ideas y con la utilización de palabras.
Pero, como ocurre en cualquier comunicación eficaz, las ideas han de ser asequibles al oyente y las palabras comprensibles.

El lenguaje las ilustraciones y los métodos evangelísticos que utilizamos deben ser apropiados, no sólo a la dignidad de nuestro mensaje, sino también a la clase de personas que nos escucha.

El evangelio siempre es el mismo, pero una buena comunicación requiere que su presentación varíe cada vez, según la condición:

  • cultural, 
  • social, 
  • psicológica, 
  • moral y 
  • espiritual de nuestros oyentes.

Por lo tanto nuestra comunicación sólo será adecuada en la medida en que conozcamos la sociedad en la que vivimos y entendamos a las personas que evangelizamos.

La comunicación incluye el escuchar, además del hablar. Habremos, pues, de desarrollar nuestra capacidad de ponernos al lado de cada persona, ver las cosas desde su punto de vista, anticipar sus dudas y preguntas, poner el dedo en la llaga de sus necesidades y pecados, y así comunicarle el evangelio.

En todo esto tenemos un Maestro ejemplar.

Se trata también de una comunicación seria y sincera, no de un lavado de cerebro. No cabe en la evangelización ninguna clase de engaño ni ninguna técnica indigna del mensaje que llevamos (1 Tesalonicenses 2:3–5; 2 Corintios 4:2).

No queremos que los que inicialmente acepten nuestro Evangelio, luego se arrepientan de ello por sentirse defraudados.

Tratamos a los que nos escuchan como

  • a seres responsables creados a la imagen de Dios. 
  • Consideramos su dignidad humana. 
  • Incluso respetamos su capacidad de rechazar el Evangelio y confirmarse en su pecado. Cristo llama a la puerta y respeta nuestro derecho de abrirla o no, él no la derriba, nosotros tampoco.

Por lo tanto:

  • presentamos la verdad del Evangelio con sencillez, sin encubrir nada ni exagerar nada. 
  • La comunicamos con urgencia e insistencia, porque es un asunto de vida o muerte, pero no nos interesan conversiones espúreas, fruto de la emoción y no del arrepentimiento y la fe. 
  • Utilizamos las artes de la persuasión, pero rehuímos técnicas sentimentales baratas.
  • Animamos, pero sin ofrecer promesas falsas ni presentar una visión utópica de la vida cristiana. 
  • Avisamos, pero no jugamos con el miedo de la gente. 
  • Presentamos argumentos y evidencias, pero sin exagerarlos ni distorsionarlos.

«… del Evangelio de Dios…»
El mensaje que comunicamos no es nuestro. Podemos ser todo lo creativos que queramos en su presentación, pero jamás en su contenido. Es un mensaje dado; no lo hemos de inventar. Es un depósito que Dios nos ha encomendado (2 Timoteo 1:13–14); no debemos ni quitarle ni añadirle nada.

Cada predicación del Nuevo Testamento, cada «conversación evangelística», es diferente, y sin embargo el mensaje fundamental siempre es el mismo.

Por lo tanto, si vamos a comunicar fielmente el Evangelio, nuestra primera responsabilidad es la de conocerlo bien, saber manejarlo y aplicarlo a toda la variedad de situaciones y personas que nos rodean. Para poder evangelizar a otros hemos de evangelizarnos constantemente a nosotros mismos.

Por provenir de Dios el Evangelio es sagrado. Debe ser en el temor de Dios que lo comuniquemos.

  • Debemos temer no comunicarlo, porque el Señor nos lo pide. 
  • Debemos temer cambiar su contenido, porque Dios nos lo ha encomendado. 
  • Y debemos temer comunicarlo de maneras indignas: la frivolidad y la mundanalidad son incompatibles con lo sagrado.

«… a través de la vida y de las palabras de sus hijos…»
Sólo los que han nacido de nuevo como hijos de Dios (Juan 1:12) están capacitados para evangelizar. Podemos contratar a un no-creyente para que venda Biblias o reparta folletos, pero la verdadera evangelización requiere una comunicación en la cual el mensaje verbal es reflejado, ilustrado y avalado por la vida de aquél que lo predica.

Muchos de los que llaman a nuestras puertas con el afán de vendernos el último detergente o enciclopedia, nos dan la impresión de no estar convencidos ellos mismos del valor del producto que nos ofrecen. ¿Acaso lo compran ellos? Su comunicación queda invalidada por su propio ejemplo. No debe ser así con la evangelización. Debe haber una coherencia entre el mensaje y la vida de aquél que lo lleva. Por eso sólo puede evangelizar con entusiasmo y sinceridad la persona que sabe de lo que habla porque lo vive.

Cristo no encomendó la evangelización a cualquiera, sino sólo a sus discípulos: «Vosotros me seréis testigos…». Y ni siquiera ellos iban a estar capacitados para evangelizar hasta que «haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo» (Hechos 1:8). Ni aun el discipulado en sí es suficiente; sólo puede evangelizar la persona que ha recibido el Espíritu Santo y conoce su poder y la eficacia de su obra santificadora en su vida diaria.

El Evangelio debe ser comunicado por medio de todo lo que somos: por nuestro testimonio hablado, ciertamente, pero también por nuestras actitudes y reacciones, por nuestra sensibilidad y amabilidad, nuestro comportamiento y conversación. No hay mayor motivo de escándalo para el no-creyente que la inconsecuencia entre lo que el pueblo de Dios predica y lo que practica. Las palabras, sin una vivencia que las respalde, no son suficientes.

En cambio, la vivencia sin las palabras es una pena. Por nuestro silencio implícitamente comunicamos la idea errónea de que lo que puede haber de hermoso en nuestras vidas es obra nuestra, no de la gracia de Dios; la gente siente la atracción de nuestras vidas pero desconoce la causa; piensa que es porque nosotros mismos somos buenos. De esta manera, en vez de glorificar a Dios, nos exaltamos a nosotros mismos. Pero más aún, impedimos por nuestros silencio que otros puedan conocer el camino de la salvación.

La vida y las palabras deben ir juntas. Algunos de los que se apresuran a hablar harían bien en callarse, porque sus vidas no honran el Evangelio que predican, muchos de los que se callan harían bien en empezar a hablar, porque su silencio es reprensible (ver Ezequiel 33:7–9).

«… para su gloria…»
Nuestra principal motivación en la evangelización no debe ser, por supuesto, la promoción de nuestra propia reputación ante nuestros hermanos, ni una obsesión por el número de convertidos, ni siquiera, en primer lugar, la compasión por los perdidos; sino la gloria de Dios.

Toda otra motivación se queda corta. Nuestro amor al Señor, nuestro deseo de que Él sea honrado y sus derechos reconocidos en la vida de nuestros prójimos, es la única motivación capaz de sostenernos en medio de los muchos momentos de desánimo que habremos de afrontar en nuestra evangelización.

En esto, como en todo, el Señor Jesucristo es nuestro modelo: «Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciera» (Juan 17:4).

Nuestro afán en la evangelización debe ser igual al suyo: «Santificado sea Tu nombre; venga Tu reino; hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra» (Mateo 6:9–10).

«… y en el poder del Espíritu Santo…»
Las armas de nuestra milicia no son carnales sino espirituales, poderosas en Dios (2 Corintios 10:4). Ninguna sabiduría humana, ningún sistema de «marketing» ninguna técnica psicológica, ninguna planificación de comité, puede hacer las veces de la dirección del Espíritu Santo en nuestra evangelización. Bajo el señorío de Cristo estas otras cosas pueden tener su lugar, pero se convierten en sucedáneos pobres del poder de Dios cuando evangelizamos sin descansar en la guía y recursos del Espíritu.

El Espíritu Santo es quien nos capacita interiormente para la evangelización (Hechos 1:8; Efesios 3:16). Es quien nos dirige en nuestros planes y nos pone en contacto con personas ya predispuestas por Él (Romanos 8:14; Hechos 8:26, 29). El nos da las palabras que hemos de decir (Mateo 10:19–20; Hechos 4:29–31). Él es el único que puede con vencer al no-creyente de su condición ante Dios (Juan 16:8) y que puede hacerle nacer a una vida nueva (Juan 3:5–8; 4:13–14; 7:37–39). Sin Él, pues, la evangelización no es más que la comunicación de unas ideas teóricas; sólo hay convicción, conversión y regeneración cuando el Espíritu Santo nos utiliza como canales de su poder transformador. En fin, Él es nuestro Señor y nosotros debemos estar a sus órdenes, no esperar que Él se someta y se adapte a nuestros planes.

«…de tal manera que los hombre puedan recibir a Jesucristo como Salvador…»
Nuestra tarea no es solamente la de ganar el asentimiento intelectual de la gente a una serie de proposiciones doctrinales, ni mucho menos la de aumentar el número de afiliados a nuestra denominación religiosa. Es la de conducir a la gente al Salvador, el único que les puede abrir el camino a Dios (Juan 14:6). Nosotros no les salvamos. La doctrina no les salva. La Iglesia no les salva. Sólo Cristo salva.

Nuestra función es la de:

  •  ser embajadores de Cristo (2 Corintios 5:20), 
  • hablar en su nombre, 
  • denunciar el pecado conforme a su ley, 
  • presentar sus derechos como Señor, y 
  • explicar lo que El ha hecho para salvarnos de nuestra condición perdida y restaurar nuestra relación con Dios. 

Nosotros como buenos gestores preparamos el camino, damos las explicaciones, hacemos la presentación del Salvador; por así decirlo, preparamos los papeles del caso. Pero el último trámite, la firma del contrato, lo ha de realizar nuestro oyente personalmente con el abogado, el Salvador mismo. Nosotros rogamos y exhortamos, pero es la persona interesada la que debe reconciliarse con Dios por medio de Jesucristo. Ella es la que debe invocar el nombre del Señor (Romanos 10:13), recibir a Jesucristo como Salvador y poner su fe en Él (Juan 1:12).

Si bien en cuanto a este «último paso» nosotros no podemos ni obligar a nadie ni darlo en su lugar, sí hemos de allanarle el camino para que pueda llegar a este punto. Lo hemos de hacer con esmero y diligencia (2 Timoteo 2:15).

No basta con echar en cara de nuestro oyente unas cuantas afirmaciones dogmáticas acerca del Evangelio.

Hemos de:

  • razonar con él, 
  • contestar sus preguntas, 
  • abrirle el Nuevo Testamento para que pueda ver a Jesucristo en acción, 
  • escuchar sus palabras y 
  • ver por sí mismo cómo Cristo salva a la gente, 
Debemos explicarle el significado de:

  • la encarnación, 
  • la crucifixión, 
  • la resurrección y 
  • glorificación de nuestro Señor, 
  • la esperanza de su retorno y el don de su Espíritu. 
En fin, nuestra tarea no ha acabado hasta no haberle conducido a aquella encrucijada en la que puede acudir a Cristo con conocimiento de causa (o rechazarle con igual conocimiento de las implicaciones), comprometerse con Él habiendo contado el precio, y creer en el Salvador sin que su fe represente un suicidio intelectual.

«… y servirle como Rey».
El Salvador es el Rey. No lo puedes dividir en dos y recibir sólo la mitad de su persona. O bien le recibes tal y como es en realidad, con todas sus consecuencias, o bien no le recibes. No es lícito intentar aceptar su salvación sin acatar su señorío (porque en parte la salvación consiste precisamente en una vida vivida bajo su señorío), ni tampoco es lícito predicar un Evangelio en el que la salvación queda separada del señorío de Cristo.

Según la Gran Comisión nuestra responsabilidad es la de hacer discípulos (Mateo 28:19), discípulos de Jesucristo naturalmente; es decir, personas que sigan a Cristo, que le obedezcan y vivan bajo su señorío.

La nota dominante de las primeras predicaciones evangelísticas de la Iglesia apostólica es ésta:
  • Jesucristo es el Señor; 
  • Dios le ha hecho Señor y Cristo (Hechos 2:36; 3:13). 
Los apóstoles exhortaban a la gente a que se sometiera a la autoridad de Jesucristo, no a que aceptara una salvación al margen de su señorío.

Ciertamente hemos de predicar la paz con Dios, el Evangelio de la reconciliación, pero quien nos puede reconciliar con Dios es Jesucristo, el Señor de todo (Hechos 10:36).

Si en nuestro afán de proselitismo «rebajamos el listón» del Evangelio y predicamos una salvación de eterna felicidad a expensas del arrepentimiento, repudio del pecado y acatamiento del señorío de Jesucristo, no sólo hacemos violencia a los derechos de nuestro Rey, sino que podemos acabar ofreciendo una salvación que no salva.

¿QUIÉN DEBE EVANGELIZAR?

En cierto sentido, todos los que invocan el nombre de Cristo ya le son testigos, elijan serlo o no, porque la reputación de Dios en el mundo está irrevocablemente unida a la reputación de Su pueblo.

Todo lo que decimos y hacemos lleva al honor o al deshonor de Su Nombre. Puede que seamos testigos malos o inconsecuentes pero si decimos que somos cristianos nuestros vecinos y compañeros inevitablemente recibirán cierta impresión acerca de Dios y del Evangelio por lo que ven en nosotros. En este sentido, pues, no podemos escapar de nuestra responsabilidad evangelística.

Sin embargo es evidente que cuando el Nuevo Testamento habla de «ser testigos» de Cristo no lo dice sólo en este sentido «pasivo», sino que espera de la iglesia una iniciativa activa en la comunicación del Evangelio. De hecho ésta era la intención de Dios para Su pueblo aún en el Antiguo Testamento (p. ej., leer Isaías 43:10), y la Gran Comisión se puede considerar como la ratificación de la misma intención para el pueblo de Dios bajo el nuevo pacto (Mateo 28:18–20; Marcos 16:15; Lucas 24:45–49; Juan 20:21; Hechos 1:8).

Los apóstoles entendieron que la Gran Comisión atañía obligatoriamente a todos los creyentes y en la iglesia primitiva se daba por supuesto que cada uno evangelizaría. Es evidente que esta responsabilidad se hace extensiva a los creyentes de todas las épocas por las mismas palabras de Jesús: He aquí yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo (Mateo 28:20).

De la misma manera que no podemos limitar la promesa del Espíritu Santo a una sola generación ni a un grupo especializado de creyentes, tampoco podemos limitar el mandamiento de testificar. Todos los que han recibido el Espíritu Santo tienen que hablar de Jesucristo, puesto que el Espíritu es dado, entre otros motivos, precisamente para este fin (Hechos 1:8; 2 Timoteo 1:6–8).

Pero además, hay suficientes exhortaciones directas en las Escrituras para dejarnos sin excusa posible si no evangelizamos: 2 Corintios 5:18–21; Colosenses 4:2–6; 2 Timoteo 4:1–5; 1 Pedro 3:14–16 etc.

Tampoco podemos diluir nuestra responsabilidad pretendiendo testificar pasivamente mediante nuestras vidas y hablar sólo cuando se nos pregunta acerca de nuestra fe, aunque por supuesto nuestra manera de vivir es importantísima como punto de partida de nuestra evangelización. Juan 10:21 nos da el modelo a seguir, Jesús dice: «Como me envió el Padre así también yo os envío»

Aquí vemos por un lado nuestra obligación activa en la evangelización (por cuanto somos enviados a comunicar el Evangelio, no solamente llamados a reaccionar cristianamente ante las circunstancias que nos vienen encima), y por otro lado el modo de realizar esta obligación, en el sentido de que Cristo tiene que ser nuestro modelo. Nosotros nos dirigimos pues, a la gente como lo haría Cristo; vamos en su nombre. Esto implica una iniciativa que puede romper con nuestra pasividad e indiferencia.

Hay dos ministerios que deben manifestarse en todo aquel que ha nacido de nuevo: la adoración y el testimonio.

Tanto la evangelización como la alabanza son funciones «sacerdotales» (1 Pedro 2:9) y todo creyente es llamado a ser sacerdote (Apocalipsis 5:10). Incluso hay una relación íntima entre la adoración y la evangelización, porque las dos tienen que ver con una preocupación por la gloria de Dios (Deuteronomio 32:2; Salmos 22:22; 45:17; 96:2–3): tanto la proclamación del Evangelio como el acto de adoración en sí contribuyen al engrandecimiento del nombre de Dios.

Aunque es cierto que el Espíritu Santo ha dado a algunos cristianos una capacidad especial para ciertas formas de evangelización, debemos comprender que la evangelización es un privilegio que todos hemos heredado porque el vivir por el Evangelio y el testificar para Cristo son consecuencias inevitables de nuestra conversión e incluso la condicionan (Mateo 10:32–33).

Como ya hemos visto, es la misma presencia del Espíritu Santo en el creyente por el nuevo nacimiento, la que le capacita para la evangelización; no un don «adicional» que el Espíritu quizá le conceda, quizá no.

DONES Y VOCACIONES: TESTIGOS Y EVANGELISTAS

Sin embargo es cierto que algunos creyentes tienen un don especial en la comunicación del evangelio. Efesios 4:11 parece reconocer una categoría de personas que el Señor Jesucristo capacita de una manera excepcional para la evangelización. Igualmente según Hechos 4:33 vemos que la evangelización era especialmente una responsabilidad asumida por los apóstoles.

En Colosenses 4:2–6 Pablo reconoce la responsabilidad evangelística de todos sus lectores (versículos 5 y 6) y sin embargo es consciente de que Dios le ha llamado a un ministerio evangelístico especial que requiere la oración de los colosenses (versículos 3 y 4).

Debemos recordar que la comisión a la evangelización se da en primer lugar a la iglesia en conjunto más que al creyente individual. Posteriormente esta responsabilidad de la iglesia se realiza en dos niveles: mediante hombres designados y dotados por Dios que deben esforzarse en su llamamiento específico y especializado (Romanos 15:20); y mediante el testimonio fiel de todos los creyentes en su trato diario con «los de afuera». No se espera de éstos el ministerio especializado de aquellos, pero tampoco la tarea de aquellos quita la necesidad de la evangelización espontánea y constante de éstos.

Lo importante aquí es que no utilicemos como excusa para no evangelizar el hecho de que algunos tienen un don o llamamiento especial en este campo. Por sus palabras a Timoteo deducimos que Pablo consideraba que éste rehuía su responsabilidad evangelística, y aun cuando ésta no fuera su ministerio principal el apóstol le tiene que exhortar a que «haga obra de evangelista» (2 Timoteo 4:5).

Algo anda mal, pues, en nuestra vida cristiana si no aprovechamos las constantes oportunidades que el Señor nos da para hablar a otros del evangelio.

¿POR QUÉ MUCHOS CRISTIANOS NO EVANGELIZAN?

Sin embargo la triste realidad es que una gran mayoría de los que profesan el nombre de Cristo en nuestros días no evangelizan. ¿Cómo podemos explicar esto?
En respuesta a esta pregunta podemos aducir seis razones principales:

  1) Por la mediocridad de nuestro compromiso con el Evangelio
Tales personas no han comprendido que la llamada de Dios no es solamente a que integremos ciertos conceptos del evangelio dentro de nuestra propia cosmovisión, sino a que transformemos nuestra cosmovisión sometiéndola plenamente al Evangelio.

Como consecuencia no viven por y para el Evangelio, sino que lo tratan casi como un pasatiempo, algo que justifique ciertos aspectos de su vida y les dé ciertas garantías para el futuro, pero que no envuelve todo lo que son. No «respiran» el Evangelio. No lo tratan por lo tanto como un gran tesoro que Dios les ha encomendado un depósito que deben guardar y proclamar (2 Timoteo 1:14; 4:2).

Al entregarse al Evangelio sólo a medias, no llegan a conocer en toda su plenitud ni la experiencia de caminar con Cristo, ni la comprensión de los propósitos eternos de Dios que el Evangelio nos revela. El Evangelio no es la principal motivación de su vida y como consecuencia no evangelizan.

Vencerán el miedo, la timidez y la indiferencia sólo cuando Jesucristo llegue a ser para ellos una realidad auténtica y vital y el Evangelio el móvil que les inspire y estimule en todos los órdenes de la vida.

  2) Por desconocimiento de la responsabilidad evangelística
Deben saber que tener las buenas nuevas y no compartirlas con otros es un egoísmo imperdonable. Más aún, es un acto de desobediencia explícita al mandato de Jesucristo.

Representa una indiferencia ante sus intereses en nuestro mundo. Finalmente es una negación de lo que en Cristo somos: luz en medio de las tinieblas y sal en un mundo corrompido, que debemos brillar para la gloria de Dios (Mateo 5:13–16; Efesios 5:8–11) y, por nuestro testimonio, ejercer una influencia sanadora que evite la perdición de muchos.

  3) Por falta de conocimiento
Algunos que no evangelizan se callan por falta de un entendimiento claro del Evangelio y de las evidencias históricas en las que está basado. Quizá necesiten también una orientación en cuanto a cómo presentar el Evangelio a sus amigos.

  4) Por miedo a la gente
Muchos creyentes son tímidos y temen ser rechazados por la gente. Sin embargo ni la lógica cristiana (Mateo 10:26–33) ni los recursos que Dios nos ofrece (2 Timoteo 1:6–8) nos permiten justificar con la timidez nuestra inactividad evangelística.

  5) Por un espíritu derrotista
Tal espíritu procede de una comprensión meramente humana de lo que es la evangelización. Los que lo tienen piensan que todo depende de ellos y no reconocen que la evangelización es supremamente una obra de Dios. Como consecuencia piensan que la gente no les va a escuchar y que por lo tanto es inútil evangelizar.

Necesitan renovar su confianza en la soberanía de Dios, en la eficacia de su Palabra y en la realidad de la obra del Espíritu Santo. También necesitan comprender que la obligación de evangelizar no está determinada por la respuesta afirmativa de la gente sino por la necesidad imperativa de glorificar a Dios por la proclamación de su Palabra.

  6) Por una falta de plenitud espiritual
Ya hemos dicho que el Espíritu Santo es quien nos capacita para evangelizar. La ausencia de evangelización es, por lo tanto, necesariamente evidencia de una ausencia del poder del Espíritu Santo en la vida del creyente. Quien es lleno del Espíritu Santo evangeliza; quien no evangeliza no es lleno del Espíritu.

Con esto no estamos diciendo que la persona que no evangeliza no ha recibido el Espíritu, no ha sido regenerado por El. Porque una cosa es haber recibido una nueva vida en el Espíritu, y otra mantenerla a tope por la plenitud del mismo Espíritu.

Cuando en Pentecostés el Espíritu fue derramado sobre los discípulos, la reacción inmediata fue la evangelización. Los mismos que antes estaban escondidos en el aposento alto, ahora proclamaban el Evangelio con denuedo. Pero aquella primera plenitud (Hechos 1:4) debía ser renovada constantemente si iban a mantener el mismo denuedo (Hechos 4:31).

Así ocurre con nosotros. Si no obedecemos constante mente la orden bíblica de «ser llenos del Espíritu» (Efesios 5:18), poco a poco nos invadirá una actitud de comodidad, de pusilanimidad, de cobardía. Se nos desvanecerá la urgencia de nuestro cometido; perderemos de vista la gloria de Dios y los derechos del Señor Jesucristo. Acabaremos encerrados en nuestros ghettos evangélicos, impotentes pero autosatisfechos, como la iglesia de Laodicea.


COMPRUEBA LO QUE HAS ENTENDIDO Y/O APRENDIDO

1) Considerar nuestra definición de la evangelización
     ¿Cuál es el significado o la importancia de cada frase? Si tú tuvieras que hacer una definición de la evangelización ¿de qué maneras diferiría de ésta? ¿Qué conceptos añadirías o quitarías?



2) Leer Mateo 28:18–20; Marcos 16:15–16; Hechos 1:7 8; Colosenses 4:2–6; 1 Pedro 3:14–16; 2 Timoteo 4:5. ¿Qué nos enseñan estos textos acerca de la responsabilidad evangelística de todos los creyentes?



3) Las exhortaciones específicas a la evangelización en el Nuevo Testamento no son muchas y menos aún cuando se trata de exhortaciones al uso de algún método evangelístico concreto. ¿Por qué piensas que es así?



4) ¿Es válido hacer una distinción entre el «testigo» (todo creyente) y el «evangelista» (el que tiene un don evangelístico especial)? Da razones bíblicas para tu respuesta.



5) Considerar la opinión siguiente: En cuanto a nuestra responsabilidad evangelística, el Señor nos pide cuentas conforme a los dones que nos da y las oportunidades que nos rodean. Por lo tanto nos atañe considerar seriamente nuestras oportunidades y desarrollar nuestros dones evangelísticos.


  – ¿ Estás conforme con esta opinión?


  – ¿Qué dones te ha dado el Señor?


  – ¿Qué oportunidades se te presentan en las circunstancias actuales en las que vives?


  – ¿Cómo contestarías a la persona que dice: Yo no tengo don; o el Señor nunca me da oportunidades?



6) Evaluar esta opinión: La responsabilidad evangelística es común a todo creyente; el método evangelístico no es común sino que varía según el don, la personalidad y las circunstancias de cada cual.


  – Si es así ¿cómo podemos ayudarnos mutuamente en el desarrollo y estímulo de nuestros dones evangelísticos? (Colosenses 3:16).


  – Considera los creyentes de tu iglesia: ¿Cómo puedes estimularlos en la evangelización?¿Qué talentos o dones evangelísticos ves en ellos que quizás ellos mismos desconocen?



7) ¿Cómo puede una persona saber si tiene don de evangelización? ¿Cómo debe la iglesia ayudarle a ver si tiene este don?



8) ¿Qué factores espirituales o prácticos hacen que queramos evitar la responsabilidad evangelística? Hacer una lista de estos factores juntamente con argumentos que tú emplearías para contestarlos.



9) Repasar las diferentes citas bíblicas mencionadas entre paréntesis en este capítulo y expresar en tus propias palabras lo que nos enseñan acerca de la evangelización.


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martes, 14 de junio de 2016

Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




INTERPRETACIÓN EFICAZ DE LA PALABRA

PASOS PARA INVESTIGAR EL SIGNIFICADO DEL TEXTO BÍBLICO
"exégesis” referencia a la investigación histórica del significado del texto bíblico.
La exégesis responde a la pregunta:

  • ¿Qué quiso decir el autor bíblico? Tiene que ver con lo que dijo (el contenido mismo) y por qué lo dijo en cualquier punto dado (el contexto literario). 
  • La exégesis tiene que ver con la intención: ¿Qué se propuso el autor que entendieran sus lectores originales?

  Paso 1. Examine el contexto histórico en general
Antes de la investigación de cualquier oración, párrafo, o cualquier otra subdivisión de un documento, es necesario tener siempre una buena visión general de todo el documento. Preguntarse:

  •  ¿Quién es el autor? 
  • ¿Quiénes son los destinatarios? 
  • ¿Cuál es la relación entre ellos? 
  • ¿Dónde viven los destinatarios? 
  • ¿Cuáles son sus presentes circunstancias? 
  • ¿Qué situación histórica ocasionó este escrito? 
  • ¿Cuál es el propósito del autor? 
  • ¿Cuál es el tema o interés principal? 
  • ¿Tiene el argumento o la narración un bosquejo fácil de hallar?

Es mejor realizar este trabajo por sí mismo. En el estudio de un libro esto se hará durante el curso, pero para la exégesis de un “pasaje problemático”, en muchos casos usted deseará aplicarse directamente al pasaje.

Por tanto, es importante consultar una obra de:

  •  contenido general y 
  • una introducción crítica.

NOTA: Si usted aborda el texto por la razón 1, es decir, para abrirse paso metódicamente a través de un libro, no hay nada mejor que hacer el trabajo por sí mismo. En este caso debe hacer lo siguiente:

  1.1. Lea el documento completo en castellano de un                      sólo tirón
No hay sustituto alguno para este paso. Nunca se comienza la exégesis de un libro en el capítulo 1, versículo 1.

El primer paso es siempre leer todo el documento. Es necesario tener un concepto provisional del todo antes de analizar alguna de sus partes, y se obtiene ese concepto mediante su lectura completa.

Después de la primera lectura, repáselo una segunda vez de modo superficial y tome notas de lo siguiente (con referencias):
  1.1.1. Descubra todo lo que pueda sobre los destinatarios.

  • ¿Son judíos o no judíos, o una combinación de los dos? 
  • ¿Qué relación tienen ellos con el autor? 
  • ¿Hay alguna indicación de su situación socioeconómica?

  1.1.2. Descubra todo lo que pueda acerca del propósito.
  • ¿Dice el autor explícitamente algo acerca de su propósito? 
  • ¿Qué está implícito?

  1.1.3. Anote los énfasis o intereses especiales que se presenten.

  • ¿Cuáles palabras o ideas se repiten con frecuencia? 
  • ¿Qué vocabulario poco frecuente se repite? 
  • ¿Qué puede decir esto acerca del motivo o propósito?

  1.1.4. Elabore un bosquejo anotado de todo el libro (para que se revise en estudio posterior).
Después de familiarizarse con todo el documento, proceda a los siguientes pasos.

  1.2. Compare sus observaciones con la literatura                           secundaria
Ahora consulte otras fuentes y vea si hay alguna información que usted pasó por alto. Si hay diferencias significativas entre sus observaciones y las del estudio general o introducción del NT, repase otra vez el documento con el libro correspondiente y vea cuáles son las razones de las diferencias.

  Paso 2. Confirme los límites del pasaje
Esté seguro de que el pasaje escogido para la exégesis sea una unidad genuina y completa en sí misma. Aunque haga la exégesis sólo de una oración, esa oración debe ubicarse en su propio párrafo o fragmento. Para hacer esto, debe comparar las divisiones en párrafos en la Nestle Aland  y el Griego del Nuevo testamento (notará que a veces difieren) con dos o más traducciones modernas (e.g., la NVI y la Biblia de las Américas). Donde haya diferencias, debe decidir tentativamente por sí mismo cuál es la unidad básica.

La decisión final sobre este asunto llega a ser parte del proceso exegético completo.

  Paso 3. Establezca el texto
El principal interés del intérprete de cualquier texto antiguo es el textual.
¿Cuáles palabras usó el autor, y en qué orden?
La ciencia que busca recobrar la forma original de documentos escritos a mano se llama crítica textual, que se ha convertido en un campo de estudio muy técnico y complejo.

Con una pequeña cantidad de esfuerzo concentrado, no obstante, el estudiante de la exégesis puede aprender lo suficiente como para sentirse cómodo

  1. con la lectura de debates textuales (v.g., en artículos y comentarios) y 
  2. al tomar sus propias decisiones textuales.

Para hacer la propia crítica textual, es necesario familiarizarse con los materiales (información textual en las notas) de la Nestle-Aland y el Griego del Nuevo testamento. Una explicación completa del uso de estos materiales y la presentación de los criterios para tomar decisiones textuales se darán en un post posterior próximo.

No todas las decisiones textuales tienen importancia exegética. Pero es necesario familiarizarse lo suficientemente con esta ciencia para poder distinguir lo que es importante de lo que no lo es y evaluar las decisiones textuales de otros por sí mismo. En el propio ensayo exegético, sólo necesitan presentarse las decisiones textuales que de veras afectan el significado del pasaje.

  Paso 4. Haga una traducción provisional

  • Lea el párrafo en griego y haga una traducción provisional. 
  • Lea el texto griego completo varias veces, hasta estar bastante familiarizado con el contenido del pasaje para poder traducirlo sin la ayuda de léxicos o gramáticas. 
  • Entonces escriba su traducción, usando los textos auxiliares si es necesario. 
Recuerde que ésta no es una traducción definitiva. El propósito de este paso es familiarizarse con el contenido del párrafo. Al mismo tiempo debe empezar a reconocer las palabras que puedan necesitar un estudio especial. Por ejemplo,

  • ¿hay palabras con contenido teológico? 
  • ¿Algunas palabras se repiten en este pasaje? 
  • ¿Hay palabras en este pasaje que no ocurren con frecuencia en los escritos de este autor?

NOTA:
Como paso final de su exégesis, antes de escribir el ensayo, quizá se requiera que vuelva a este paso y haga una traducción definitiva que refleje las conclusiones de su exégesis. Aun si no fuera requerida, es buena práctica hacerla.

  Paso 5. Analice la estructura de las oraciones gramatícales y             las relaciones sintácticas
Es importante que al iniciar la exégesis del pasaje se tenga una buena idea del flujo del argumento (o narración) y que se reconozcan las estructuras básicas y la sintaxis de cada oración. Para hacer eso debidamente no hay nada mejor que escribir el pasaje en su totalidad en forma estructurada.

Hay tres ventajas:

  • primera, obliga a tomar decisiones gramaticales tentativas, en especial acerca de las relaciones sintácticas. 
  • Segunda, capacita para tener una idea de la estructura del pasaje y reconocer configuraciones (v.g., continuaciones, contrastes, paralelos). 
  • Tercera, proporciona un bosquejo tentativo del argumento.

  5.1 Haga un diagrama de flujo de oración
El mejor modo de escribir el texto es en la forma de un diagrama de flujo de oración, con anotaciones marginales que tracen el flujo del argumento. Aunque tal trabajo es un asunto muy personal, las sugerencias dadas en el Capítulo II pueden servir de guías útiles.

  5.2 Haga un diagrama gramatical de oración
A veces la gramática de una oración es tan compleja que es útil hacer un diagrama de las partes que la constituyen. Muchos preferirán hacer el diagrama gramatical de todas las oraciones del pasaje, antes que aprender un nuevo sistema, tal como escribir un diagrama de flujo de oración.

La ventaja del diagrama gramatical es que obliga a uno a identificar la función gramatical de cada palabra del pasaje. La desventaja es que uno hace el diagrama de sólo una oración a la vez y, por ende, puede dejar de tener una vista general del pasaje completo o reconocer las varias configuraciones estructurales del argumento.

Cuando se completen estos primeros cinco pasos, dos cosas deben haber sucedido:

  1. Usted debe tener ahora una buena idea tanto del contenido como del contexto más amplio del párrafo.
  2. Usted debe haber aislado algunos problemas que necesitan un examen más detenido.

Ahora usted está listo para hacer un análisis más detenido del pasaje. Los tres pasos siguientes aíslan tres preguntas de contenido (las preguntas textuales ya se han tratado en el paso 3). Si ya ha aprendido los procedimientos bosquejados en ese capítulo, entonces sólo necesita aplicarlos a su ensayo. Si no, será necesario dedicar tiempo al aprendizaje de cada uno de esos procedimientos y ver cómo se aplican al pasaje.

  Paso 6. Analice la gramática 
Para sus propios propósitos usted debe decidir la gramática de todo lo que está en el pasaje. Pero debe presentar en el ensayo sólo las cosas en las que es importante una decisión exegética o en las que ésta tiene trascendencia en el significado de un pasaje.

  • ¿Están en duda algunos puntos gramaticales? 
  • ¿Podrían leerse de modo diferente algunas oraciones, cláusulas o frases si la gramática se interpretara de otra manera? 
  • ¿Hay verdaderas ambigüedades que imposibilitan la interpretación definida de alguna parte del pasaje? Si es así, 
  • ¿cuáles son al menos las opciones posibles? 
  • ¿Hay alguna anomalía gramatical (no lo que se esperaría) en algún punto? Si es así,
  • ¿podría usted dar alguna explicación de la anomalía?

  Paso 7. Analice las palabras importantes
Debe tener cuidado aquí. Evite que el ensayo se convierta en una colección de pequeños estudios de palabras. Presente el significado de cualquier palabra. En el ensayo, el estudio de las palabras se hará a base de dos criterios:

  1. explique lo que no es obvio; 
  2. concéntrese en las palabras y redacciones claves.

  Paso 8. Investigue el trasfondo histórico-cultural
Incluida en este paso está una variedad de asuntos que incluyen:

  1. la trascendencia de personas, lugares, acontecimientos, etc., mencionados en el pasaje; 
  2. el medio ambiente cultural y social del autor y sus lectores; 
  3. las costumbres y hábitos del autor o locutor y sus lectores u oyentes; y 
  4. el modo de pensar del autor y sus lectores.

En el ensayo, como antes, es necesario decidir cuáles de estos asuntos necesitan desarrollarse, a base de:

  1. lo que no es obvio para los lectores, y 
  2. lo que tiene verdadera trascendencia en el significado del pasaje.

  B. CONSIDERACIONES ESPECIALES PARA DIFERENTES GÉNEROS

En este punto usted está listo para lidiar con las cuestiones del contexto histórico en particular y el contexto literario. Sin embargo, el procedimiento aquí para la exégesis de los varios géneros difiere considerablemente. Por lo tanto, se presentan los siguientes pasos de acuerdo al género. Puede ser útil en este punto referirse con frecuencia al diagrama esquemático de este capítulo.

Exégesis de las epístolas (E)

  Paso 9 (E). Determine el carácter formal de la epístola

  9.1 (E). Diferencias de carácter
Aunque todos los documentos del NT desde Romanos hasta Judas (21 en total) son epístolas, tienen ciertas diferencias considerables de carácter. Algunas son para un propósito determinado, y tienen sus propios motivos (e.g., Filemón, 1 Corintios, Judas, Gálatas), mientras que otras parecen ser más bien folletos generales. 

Es importante en este punto considerar que algunas son más como “cartas” y otras son más públicas, y por tanto, verdaderas “epístolas”. Eso influirá en su modo de pensar en el paso 10.

  9.2 (E). Aspectos formales
También es importante notar los varios aspectos formales de las cartas de la antigüedad y determinar a cuál parte de la carta pertenece el pasaje. 

Por ejemplo, 
  • ¿es parte de una acción de gracias o una oración? 
  • ¿Forma parte del saludo formal o es la parte principal? 
  • Si pertenece a las partes más formales de la carta, ¿cuánto ha determinado la forma misma el contenido?
  Paso 10 (E). Examine el contexto histórico en particular
Ya que las epístolas del NT son todas documentos ocasionales (i.e., fueron ocasionadas por algunas circunstancias especiales o bien de parte del lector o bien de parte del autor), es importante tratar de reconstruir la naturaleza de la situación a la cual responde la subdivisión principal de la carta de que se trata. Para hacer eso bien debe hacerse lo siguiente:

  10.1 (E). Lectura en busca de detalles
Lea la subdivisión varias veces. Mientras lee, preste especial atención a los detalles del texto. Trate de imaginar lo mejor que pueda lo que habría sido estar en una comunidad cristiana del primer siglo oyendo la lectura de la carta por primera vez.

  10.2 (E). La audiencia
Haga una lista de todo lo que pueda proporcionar alguna información acerca de los destinatarios y su situación. 
  • ¿Qué se dice explícitamente? 
  • ¿Qué está implícito? 
  • ¿Tienen una conducta que es necesario corregir? 
  • ¿Es el problema algún mal entendido teológico o falta de comprensión? 
  • ¿Necesitan ellos consuelo, exhortación o corrección? 
  • Si hay algún problema específico, ¿vino de afuera o surgió de adentro? 
  • ¿Hay alguna indicación de cómo se enteró el autor de la situación?
  10.3 (E). Palabras claves
Haga otra lista de las palabras claves y las frases repetidas que indiquen el asunto de la sección
  • ¿Cuáles palabras aparecen con más frecuencia en toda la sección? Revise la concordancia para ver si en este pasaje aparecen con una frecuencia insólita. 
  • ¿El vocabulario del autor sugiere algo acerca de la naturaleza del problema?
  10.4 (E). Descripción breve
En este punto, de manera tentativa, intente escribir un párrafo que ponga todos estos datos en una expresión coherente del problema o la situación de los lectores.

Por lo general, este paso será una consideración importante en la presentación final de la exégesis. No debe dejar de volver a él después de trabajar en el paso 11, porque el análisis de la respuesta debe corresponder bien al análisis de la situación histórica.

  Paso 11 (E). Determine el contexto literario
Para hacer esto, se debe aprender a PENSAR EN PARRAFOS. 
Aun cuando el ensayo exegético se base en uno solo de los párrafos o subpárrafos de una sección más grande, debe procurar seguir el argumento de toda la sección, párrafo por párrafo.

Para el texto específico que se está analizando, ya ha llegado a la pregunta exegética absolutamente esencial: 
  • ¿Cuál es el propósito de este párrafo o exhortación? 
  • ¿Cuál es el propósito de esta oración? Por lo que el autor ha dicho hasta aquí, ¿por qué dice ahora esto? Aquí reside la importancia de seguir el argumento con cuidado hasta el propósito de la oración o párrafo que usted estudia (aunque no es necesario entrar en todos los pormenores del argumento entero en el ensayo). Para la exégesis no es suficiente resolver todos los detalles en los pasos 6–8. Uno también debe poder presentar una explicación convincente de la forma como encaja todo esto en el argumento en progreso del autor.
Para hacer eso bien se debe proceder con los dos siguientes ejercicios.

  11.1 (E). Lógica y contenido
Escriba con brevedad la lógica y el contenido del párrafo que estudia.
Lo que interesa aquí es lo que se dice. ¿A quién se dirige el autor ahora? ¿De qué asunto se habla ahora? ¿Cuál es el interés fundamental? ¿La declaración de usted incluye todo lo del párrafo? ¿Se ha ponderado adecuadamente cada asunto?

  11.2 (E). Contenido y argumento
En una o dos oraciones más explique cómo este contenido contribuye al argumento.
  • ¿Por qué cree que eso se dijo en este punto? 
  • ¿Cuál es la relación de este párrafo con lo que se acaba de decir? 
  • ¿Cómo prepara para lo que sigue?
No se puede enfatizar demasiado la necesidad de disciplinarse para hacer este ejercicio. No importa que tan bien se traten los detalles en los pasos previos, nunca hará buena exégesis hasta que haga este paso bien. La falla de la mayoría de los comentarios reside aquí. Con frecuencia manejan las preguntas de contenido bien, pero muy a menudo dejan de ayudar al lector a entender el propósito de las palabras del autor bíblico en un contexto determinado.

Antes de avanzar al paso 12, debe volver y pensar en lo realizado en los pasos 10 y 11. 
  • ¿Es su comprensión de la respuesta una reacción adecuada a la situación histórica como usted la ha descrito? 
  • ¿Necesita ahora una revisión? 
  • ¿Puede elaborar ahora un argumento convincente para su exégesis como una adecuada comprensión de la situación a la cual el autor se dirige? La excelencia de su exégesis se sostiene o cae aquí.
Exégesis de los evangelios (E)

Antes de tratar las preguntas contextuales para la exégesis de los evangelios, es necesario hacer algunas notas preliminares acerca de la naturaleza de este género, el cual a su vez requiere la exposición de algunas hipótesis de trabajo acerca de los materiales de los evangelios y sus interrelaciones.

  La naturaleza de los evangelios
Las epístolas tienen un contexto histórico y literario unidimensional. Es decir, el autor presenta su propio argumento (o exhortación), incluso cuando recurre a material tradicional, que se dirige directamente a la situación de sus destintarios. Así:

Pablo (54 d.C.) → Corinto (54 d.C.)

Los escritores de los evangelios, al contrario, tienen un contexto histórico de dos o tres dimensiones, que a su vez afecta a su contexto literario. 

Es decir, que transmiten, en la forma permanente de la escritura, las palabras de Jesucristo y los relatos acerca de El (nivel 1) que tienen a su disposición en la forma en que se han conservado en la tradición de la iglesia (nivel 2). 

Por ejemplo, compárese 1 Co 11:23: 

“Yo recibí del Señor lo que también os he enseñado” (escrito en 54 d.C.) con Lucas 22:17–20 (escrito alrededor de 75? d.C.). 

La propia contribución del escritor del evangelio (nivel 3) es la selección, disposición y adaptación (aunque tal actividad ya estaba en acción en el período de la trasmisión oral). Así:


Así que es con Jesús con quien Teófilo se enfrenta cara a cara, pero Jesús medió a través de la memoria de la Iglesia Primitiva y de Lucas.

El proceso exegético se complica más (o quizá se ayuda) con el hecho de que hay cuatro evangelios, los primeros tres de los cuales, al menos, tienen cierta interrelación literaria.

Estos dos factores, que los evangelios son de dos o tres dimensiones y que hay cuatro, requieren algunas hipótesis previas de trabajo acerca del material de los evangelios y de los evangelios mismos. 

Las siguientes hipótesis son las convicciones del autor sobre las cuales los varios pasos de la exégesis son basados. Debe notarse que son las convicciones compartidas por la vasta mayoría de los eruditos del NT. Debe notarse también que no es posible carecer de hipótesis de trabajo en estos asuntos, aunque uno nunca las haya expresado. 

Si no está de acuerdo con estas hipótesis, tendrá que poner las suyas y adaptar los pasos en conformidad.

  Algunas hipótesis de trabajo
  1. Es razonable suponer que durante el período de trasmisión oral las unidades de materiales (fragmentos), compuestas de relatos y dichos, se trasmitieron de modo independiente una de otra. Asimismo, se puede suponer que muchos dichos se conservaron como enseñanzas y, por eso, se trasmitían con frecuencia sin su contexto histórico original (cf. el uso paulino del material de los dichos en 1 Co 7:10 y 9:14). Así que es una hipótesis de trabajo razonable que la presente organización de los fragmentos es en su mayor parte el trabajo de los evangelistas. Esto parece confirmarse, para usar sólo un ejemplo, por el hecho de que los dichos presentados por Mateo en Mt 10:5–42, como instrucciones para los ministros del reino, aparecen en Lucas en ambientes muy diferentes, en la siguiente secuencia: Lc 9:2–5; 10:3; 12:11, 12; 6:40; 12:2–9; 12:51–53; 14:25–27; 17:33; 10:16.
  2. Aunque ninguno de los evangelios fue escrito para leerse junto con los otros (con la posible excepción de Juan, según Clemente de Alejandría), es casi seguro que por lo menos los evangelios sinópticos no se escribieron independientes unos de otros. Aunque tres o cuatro soluciones al problema sinóptico compiten actualmente por aceptación, el punto de vista de la gran mayoría de eruditos, y el que se da por sentado en este libro es que (a) Marcos fue escrito primero (b) Mateo y Lucas independientemente usaron el evangelio de Marcos al escribir cada uno su evangelio, y (c) Mateo y Lucas también tenían acceso a una gran cantidad de otros materiales tradicionales, algunos de los cuales tenían en común (conocidos como Q, aunque probablemente no era una sola fuente unificada).
  3. Los evangelistas seleccionaron, organizaron y adaptaron los materiales no sólo para registrar o conservar la vida y las enseñanzas de Jesucristo sino también para presentar a Jesús a sus lectores con sus propios intereses distintivos y desde su peculiar punto de vista.

  La tarea de la exégesis
Dada la naturaleza de los evangelios y estas tres hipótesis de trabajo, se supone además que la tarea de la exégesis es primero entender un pasaje en su contexto presente en un evangelio determinado. 

Pero esto tiene dos aspectos: 
  • primero, el evangelista registra la vida y las enseñanzas de Jesús. Así que parte de la tarea es tratar de ver lo que el evangelista entendió como dicho o sucedido. 
  • En segundo lugar, ya que él seleccionó, adaptó y organizó las cosas de este modo en particular, queremos también tratar de ver el significado del pasaje en el presente contexto del evangelio.
La alternativa de esta opinión de la tarea es concentrarse en un fragmento o dicho en un intento por entender lo que significaba en la situación original de Jesús. Como se verá en lo que sigue, ésta es una parte importante de la tarea exegética, pero es solamente la mitad del camino si no se estudian de veras los evangelios mismos, ya que éste es el único contexto verdaderamente seguro que se tiene.

Teniendo en cuenta estos asuntos preliminares, ahora se puede pasar a los pasos del proceso exegético.

  Paso 9 (Ev). Determine el carácter formal del fragmento o el dicho

  9.1 (Ev). Identifique el tipo literario general
¿Es el fragmento u oración una narración o un dicho? O ¿es una combinación de los dos, una historia con pronunciamiento? Cada uno de esos tipos funciona de manera diferente.

  9.2 (Ev). Identifique la forma literaria particular
Si el fragmento es una narración, ¿es la historia de algún milagro? ¿Tiene todas las características formales de tales historias? ¿Es una historia acerca de Jesús, o de Juan el Bautista? De tal narración podría preguntarse, ¿por qué se conservó en la tradición? ¿Qué dice de importancia acerca de Jesús por el hecho mismo de su conservación? Más importante, ¿cómo sirve ahora el relato en la narración del evangelista? ¿Para reforzar una enseñanza? ¿Como parte de una serie que ilustra algún aspecto de la misión o el mensaje de Jesús?
Si el pasaje es un dicho, ¿qué clase de dicho es? ¿Es parábola, símil, dicho apocalíptico o de sabiduría, declaración profética, un texto de materia legal? ¿Tiene elementos poéticos? ¿Emplea hipérbole, ironía, metáfora, paradoja? ¿Cuánto ayuda el análisis de la forma a identificar el público? ¿Qué parte juega en la comprensión? Por ejemplo, no se pretende que se alegorice un proverbio con metáforas como el de Mt 24:28 (“Porque dondequiera que estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán las águilas” RVR ’60). El proverbio entero tiene un propósito único, y la metáfora del cadáver y los buitres trata de enfatizar una realidad de la consumación del reino. La pregunta exegética es: ¿Qué dice acerca de la consumación? ¿Su premura, inevitabilidad o visibilidad?

  Paso 10 (Ev). Analice el fragmento en una sinopsis del                                  evangelio 
Ya que cada escritor de los evangelios seleccionó, organizó y adaptó el material tradiciónal disponible, es importante para la exégesis de cualquiera de los evangelios ver cómo está relacionado el fragmento del evangelio en consideración con los otros evangelios. 

Para hacer esto uno debe aprender a usar una sinopsis de los evangelios.
Este análisis consta de tres preguntas. (NOTA: “Tradición triple” significa que el fragmento se encuentra en Marcos, Mateo y Lucas; “tradición doble” significa Mateo y Lucas; “tradición única” significa que aparece sólo en uno de los evangelios: Mateo o Lucas).

  10.1 (Ev). Selectividad
Este asunto tiene que ver con el hecho de que el fragmento se halla en el evangelio que se analiza. 
  • ¿Se encuentra también en uno o más de los otros?
  •  ¿Está su inclusión relacionada con los intereses especiales conocidos del evangelista?
  10.2 (Ev). Organización
La pregunta aquí tiene que ver con el presente contexto literario del fragmento. Estos pasos son importantes porque son la revelación del prisma a través del cual el evangelista ve a Jesús y su enseñanza.

La cuestión de la organización es: 
  • ¿por qué se incluye el dicho (fragmento) en este lugar específico? 
  • ¿Está en el mismo contexto en los otros evangelios? 
  • Si es diferente, ¿está en una clase de contexto similar o diferente (i.e., escatológica, enseñanza sobre el discipulado, etc.)? 
  • ¿El presente contexto, en comparación con el otro o los otros, dice algo acerca de los intereses especiales del escritor del evangelio?
Debe tenerse cuidado aquí. Es del todo posible que un evangelista incluyera un fragmento en un punto determinado simplemente porque ya estaba en ese contexto en la tradición (véase, por ejemplo, ¡cuánto del material de Marcos los otros evangelistas no reorganizaron!); y por tanto puede que él no pretende decir nada con su organización presente. 

En este respecto es necesario tener cuidado especial acerca de Marcos y Juan. Es decir, ellos también pueden haber seguido secuencias ya disponibles en sus fuentes y no siempre tener un significado especial para su organización. Por otra parte, ya que la vasta mayoría de los materiales (principalmente dichos) en la tradición doble no están en secuencia, puede suponerse que lo mismo es cierto en cuanto a Marcos y Juan (i.e., que la secuencia es de ellos).

  10.3 (Ev). Adaptación
Aquí la cuestión tiene que ver con la separación de la adaptación del autor del fragmento a su evangelio del material de la tradición que tenía a su disposición. 
  • ¿El autor ha añadido u omitido algo? 
  • ¿Cuáles cambios verbales ha hecho? 
  • ¿Son solamente de estilo o más sustanciales? 
  • ¿Revelan los cambios los intereses del autor o su énfasis peculiar? 
  • ¿La adaptación de su fragmento se acomoda a una serie de tales cambios, bien en el contexto amplio del fragmento o en todo el evangelio?
Mientras usted completa esta parte de la exégesis, se percatará de que ha estado tratando con el contexto literario y el histórico del evangelista. 
Es decir, 
  • ¿por qué incluyó ese fragmento en ese lugar con esos énfasis especiales? 
  • Pero hay otro factor que necesita consideración y es el contexto histórico de Jesucristo.
  Paso 11 (Ev). Considere el medio ambiente posible en el                                ministerio de Jesús

El interés aquí tiene que ver especialmente con los dichos (enseñanzas) de Jesucristo, ya que muchos se trasmitieron en la tradición oral separada de su contexto histórico original; los evangelistas les dieron el contexto literario actual. 

Es por tanto de alguna importancia exegética analizar los dichos en cuanto a su posible medio ambiente en el ministerio de Jesucristo.

Este análisis se puede hacer mejor en términos del público. Dada la naturaleza del contenido de la enseñanza, 
  • ¿se dio originalmente a los discípulos, las multitudes o los fariseos? 
  • ¿La enseñanza se entiende mejor en el contexto de conflicto o de discipulado?
Muchas veces, por supuesto, no será posible determinar esto y simplemente deberá aceptarse el presente contexto del evangelio. Pero en algunos casos, por ejemplo, donde Mateo o Lucas han insertado algo en el esquema de Marcos, o donde Mateo y Lucas tienen materiales idénticos en dos ambientes diferentes, se puede con frecuencia aislar el material y, a base del contenido, presentar un ambiente original muy verosímil de lo dicho. 

Nótese con cuidado:
  1. Esta es la parte más especulativa de la tarea exegética, así que aprenda usted a “equivocarse por precaución”.
  2. Recuperar el significado en el ambiente de Jesús no es la meta principal de la exégesis. Más bien es la determinación del significado del texto en su presente contexto literario, pero el medio ambiente de Jesús debe ser una parte del estudio global.
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