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domingo, 15 de marzo de 2015

Si nos olvidamos de Dios, podemos alejarnos y a veces, aun llegar a despreciarle

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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Un Dios digno de Adoración

Ezequiel 1–3

¿Cómo pudo suceder? Dentro del pueblo escogido, que decía pertenecer al Dios vivo, los líderes religiosos introdujeron en el templo de Jehová a otros dioses paganos. ¿Como era posible que se pervirtieran tanto?
Es que se les había olvidado la grandeza y gloria del Señor a quien decían servir, Jehová, el que dijo que consumiría con su gloria al que le viera directamente. Sin embargo, a ellos se les había olvidado precisamente eso: darle gloria.
Aunque parezca mentira, es posible que al pueblo de Dios también hoy, se le olvide su grandeza. Si nos olvidamos de él, podemos alejarnos y a veces, aun llegar a despreciarle. Podríamos caer en la misma trampa.
Un creyente verdadero puede sentirse muy contento cuando llega al culto del domingo con otros que creen en el mismo Dios. Sin embargo, al salir del templo, su vida no manifiesta ningún cambio. Vive como si Dios no existiera. Tal cristiano no se da cuenta de que el conocimiento verdadero de Dios puede cambiar su vida.
El libro de Ezequiel fue escrito para advertirnos de este peligro. Nos llama a contemplar las implicaciones de la gloria de Dios para nuestra vida.

EL MINISTERIO DE LOS PROFETAS

Los profetas eran hombres que andaban con Dios. No les daba miedo definirse como sus siervos. Ellos señalaban el camino a seguir para tener la conducta adecuada del pueblo que a menudo se salía de los límites establecidos por Dios.
El Antiguo Testamento nos enseña el trabajo de estos grandes hombres y las variadas emociones que experimentaban. Además, nos indica las formas en que Dios los utilizó para restaurar a Israel a la comunión con él.
La función de los profetas ha sido mal entendida en nuestros días. Se considera frecuentemente que un “profeta” es alguien que anuncia sucesos futuros. No obstante, no es esa la única, ni la más importante, función del profeta.
Un profeta es un vocero de Dios, porque anuncia o proclama la palabra santa. Entonces, es alguien llamado para anunciar el mensaje que Dios quiere comunicar al hombre. Tal mensaje puede referirse al futuro, pero no tiene que ser forzosamente así.
Cuando un profeta anunciaba algo futuro, lo hacía para motivar al oyente a cambiar su vida en ese momento. Dios utilizó a estos voceros para animar al pueblo a confiar en él y obedecerle

¡PENSEMOS!

 Los profetas predicaron para el pueblo de Israel con el fin de corregir problemas contemporáneos. ¿Se dirigen estos mensajes a nuestras circunstancias hoy también? ¿En qué problemas actuales nos podría ayudar el mensaje de los profetas? Dé algún ejemplo que usted recuerde.

LOS TIEMPOS DE EZEQUIEL

Dios, en los pactos que hizo con Israel, prometió bendición a cambio de la obediencia, y maldición a cambio de la rebeldía (Deuteronomio 28). Dios mandó prosperidad cuando el pueblo fue fiel; mas cuando se apartó, envió maldición.
La maldición mayor, hasta esa fecha, había sido el exilio. El pueblo fue arrancado de su tierra y esparcido por otras naciones para ser esclavo de ellas. Dios mostró su amor aun en medio de las maldiciones enviando a sus mensajeros los profetas.
Ezequiel aparece en esa época del exilio. Tuvo que vivir, lo mismo que sus paisanos, lejos de Jerusalén, en Babilonia. Fue llevado cautivo en la segunda deportación, cuando corría el año 598 a.C.
En los primeros 32 capítulos, explica a sus paisanos por qué estaban allí y los llama al arrepentimiento. A la vez, predice la destrucción venidera de Jerusalén. La última parte del libro fue escrita después de oir de la caída de la ciudad. Quería consolar a su pueblo y asegurarle su futura restauración.

EL MENSAJE DEL LIBRO

El mensaje que Ezequiel anuncia al pueblo es que Dios va a glorificar su nombre. Israel lo había despreciado y difamado por generaciones. Ahora, a través del juicio y la restauración, su nombre volverá a ser magnificado y aprenderán a reverenciarlo.
El propósito de Ezequiel entonces, era enseñar la grandeza de Dios. Se repite una frase o lema en todo el libro: “Y sabrán que yo soy Jehová”. La repetición de esta frase sirve para llamarles la atención por no haber respondido adecuadamente a la grandeza de Dios.
El tema se repite tanto al referirse al juicio, como a la restauración. A través de todo el libro Dios está usando el juicio y la restauración como lecciones visuales para enseñarles quién es él. Los dos aspectos revelan que Dios es misericordioso pero también santo, y no tolera el pecado.

LA ESTRUCTURA DEL LIBRO

La estructura de Ezequiel se divide en dos partes principales. Las dos partes giran alrededor de un eje: la caída de Jerusalén (33:21):

  “Aconteció en el año duodécimo de nuestro cautiverio en el mes décimo, a los cinco días del mes, que vino a mí un fugitivo de Jerusalén, diciendo: La ciudad ha sido conquistada”.

Los primeros 32 capítulos contienen profecías que se anunciaron antes de la caída de Jerusalén. Los capítulos 33 al 48 las que se dieron después de su caída.

PROFECÍAS ANTES DE LA CAÍDA DE JERUSALÉN 1–32

EJE: LA CAÍDA DE JERUSALÉN 33:21

PROFECÍAS DESPUÉS DE LA CAÍDA DE JERUSALÉN 33–48

EL LLAMAMIENTO DEL PROFETA 1–3
El ambiente del profeta 1:1–3
Los únicos datos biográficos que conocemos de Ezequiel se encuentran en el libro. Pertenecía a una familia sacerdotal y su padre se llamaba Buzi.
Ezequiel era de una clase social alta. Fue llevado a Babilonia con el rey Joaquín en la segunda deportación. En cada batalla, se acostumbraba que el rey victorioso aprisionara a los nobles y ricos de la ciudad conquistada. Daniel fue llevado en la primera deportación.
Por ser sacerdote, Ezequiel conocía bien la ley. Había visto personalmente las faltas que los guías espirituales del pueblo cometían.

TODO ERROR DOCTRINAL
Y TODA CAÍDA PRÁCTICA
PUEDE ATRIBUIRSE A FIN DE CUENTAS
A UN CONCEPTO EQUIVOCADO DE DIOS.

La visión de Jehová 1:4–28
La visión de Dios que Ezequiel presenció introduce el libro a los lectores originales para llamarles la atención desde el principio acerca de la gravedad de sus faltas cometidas. El Dios glorioso que se revela en la visión es el mismo con quien ellos habían estado jugando.
Al contemplar el propósito de enseñar quien es Dios, el ambiente del cual vino el profeta, y las circunstancias de la vida del pueblo, podemos entender el significado de esta visión temible.
La visión ocurre juntamente con el llamamiento del profeta. Contiene muchos elementos: fuego (1:4), resplandor (1:4), seres vivientes con apariencia de animales (1:5, 10), ruedas (1:16), y un trono (1:26). Tantos elementos extraños nos hacen preguntarnos. ¿Qué significa tal visión? El mismo profeta nos responde: “Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová” (1:28).
¡Qué manera de presentar la gloria de Jehová! ¿Qué razón tendría Dios para manifestarse así? La lectura de estos versículos y el intento de contemplar el cuadro descrito producen asombro.
La visión describe la grandeza y el poder del Señor. Con este Dios majestuoso y temible estaba jugando Israel. Ese ser tan imponente, había sido ofendido y despreciado. Al mismo tiempo, Jehová está preparando a su siervo para anunciar la manera en que el pueblo conocerá su grandeza.
Entre los muchos detalles que contiene hay dos elementos principales: cuatro seres vivientes con ruedas (1:5–25), y uno semejante a hombre sentado en el trono (1:26–28). Los cuatro seres vivientes después son identificados como querubines, seres creados por Dios para su servicio (10:1–4).
Muchas personas se ponen a interpretar con tanto esmero los detalles de esta visión, que descuidan los elementos mas importantes. Lo mejor es poner la atención en lo que es central e importante para entender lo que el profeta quiere explicar.
Las expresiones “una gran nube con fuego” y “un resplandor”, sugieren la semejanza de la revelación de la gloria del Señor en Sinaí (Éxodo 20:18). El mismo Dios que hizo los pactos y prometió bendición y maldición, vuelve a presentarse para cumplir su promesa.
La reacción de Ezequiel ante esta visión es de temor y humillación. Se postra en adoración ante ese Dios tan imponente, y oye lo que le quiere decir. La respuesta del profeta demuestra lo que Israel debía de haber hecho frente a un Dios tan glorioso.
Ezequiel había visto la gloria de Dios. Israel había olvidado la grandeza de la gloria del Señor y, por lo tanto, hacia falta un recordatorio. El mensaje del profeta les asegura que tal recordatorio no tardaría en venir.

¡PENSEMOS!

 Este Dios glorioso que se presentó a Ezequiel es el nuestro también. Es un Dios de amor, pero también es santo y no puede tolerar el pecado. Además, siempre es fiel y cumple todo lo que promete.
 Entre más conozcamos de Dios, mejor sabremos cómo debe ser nuestra actitud ante él. La postura de Israel fue de rebeldía, desprecio y desobediencia. La de Ezequiel fue de respeto, humillación y disposición a escuchar.
 ¿Cuál es nuestra actitud frente a Dios? ¿Será como la de Israel, o como la del profeta? Tome un momento para evaluarla. ¿Tiene alguna actitud negativa que afecta su respecto y obediencia hacia el Señor? ¿Qué evidencia se ve en su vida de su actitud ante él? ¿Qué pasos debe dar para mejorarla?

Ezequiel escucha lo que Jehová quiere decirle y se motiva para obedecer la voz del gran Dios. La presencia del Señor no se limitaba al templo en Jerusalén. Él la vio en Babilonia, a casi 800 kilómetros de Jerusalén.
Dios se dirige a Ezequiel nombrándolo hijo de hombre. Esta frase resalta la debilidad humana del profeta. Solamente por el Espíritu puede el vidente recuperar las fuerzas perdidas al contemplar una visión tan majestuosa.
El profeta escucha la comisión de Dios. Le da un trabajo para que lo cumpla en aquel ambiente de destrucción en que se encontraba.

EL MINISTERIO DEL PROFETA
ANTES DEL CAUTIVERIO.

TRASFONDO HISTÓRICO:
PECADO E IDOLATRÍA.

MENSAJE: EL JUICIO VENIDERO.
PROPÓSITO: MOTIVARLES A ARREPENTIRSE.

Dios manda a su profeta a los hijos de Israel. Ellos eran una casa rebelde (2:5). Les Ilama: “de duro rostro y empedernido corazón” (2:4), “zarzas y espinos” y “escorpiones” (2:6). ¡Qué público! La tarea de Ezequiel se tornaba dificil.
El Señor no le da ni siquiera una esperanza de que lo iban a escuchar, pero le asegura que “sabrán que hubo profeta entre ellos”. El ministerio del vocero de Dios siempre es así. Él nos manda a hablar, pero no nos da ninguna garantía del resultado. Este queda entre el oyente y Dios. A Ezequiel le asegura que NO le harán caso. Sin embargo, él tiene que ir a hablarles.
No obstante, Dios no deja indefenso a su mensajero; lo prepara bien para su tarea (2:8–3:11). Primero, hace que Ezequiel se apropie del mensaje, que lo haga parte de su propia vida (2:8–3:3).
Su identificación con el mensaje divino se ilustra al comerse el libro que lo contiene. Uno no puede hablar bien de algo que no conoce. Dios quería que el profeta hiciera suyo el mensaje que él iba a enseñar al pueblo rebelde.
Ezequiel describe su experiencia con el rollo que comió. El libro contenía ayes y lamentaciones en contra de su propio pueblo. Sin embargo, cuando lo comió, no sintió su sabor amargo, sino que fue “dulce como miel” (3:3).
¿Es así la palabra del Altísimo para nosotros? Para el profeta fue dulce. ¿Por qué? Porque no estaba viendo sólo los juicios. El podía ver mas allá de ellos, porque conocía a su Señor. Ve la gloria de Dios y sabe que él no comete errores. Aun aquellos ayes y lamentaciones tenían un propósito que era para bien.
La primera forma que Dios utiliza para preparar a su siervo se presenta al decirle que coma el rollo. La segunda forma en que lo prepara es haciéndolo fuerte, más resistente que la casa rebelde de Israel (3:7–9). Sólo entonces, el profeta estuvo listo para trabajar.
En ese momento, el vidente reacciona, como que de pronto se desanima y no quiere llevar a cabo una encomienda tan dura contra su propia gente (3:14). Jeremías experimentó algo similar (Jeremías 1:6–9). Se ve que en los dos casos, la mano de Dios es más fuerte que la debilidad de su siervo.
Además, Dios establece a Ezequiel como atalaya (3:17). Un atalaya era el guardia de la ciudad. Su trabajo era mantener la vista en el horizonte y en la misma ciudad para observar cualquier peligro, fuese de un invasor de afuera, o de fuego o desórdenes internos.
Si un atalaya no avisaba del peligro, sería responsable de la muerte de los habitantes y tendría que morir también. Si avisaba, quedaba libre de cualquier culpa, aunque no le hicieran caso.
Tal era el trabajo de Ezequiel. Ya conocía el peligro que se cernía sobre su pueblo. Le correspondía a él anunciarlo; ésa era su única obligación. No era responsable de convencer a nadie, sólo de anunciar el peligro. Si uno de sus oyentes atendía el mensaje, ése se salvaría; si otro no lo obedecía, moriría. Sin embargo, para el profeta resultaba lo mismo. Sería responsable solamente cuando no anunciara el mensaje.

¡PENSEMOS!

 ¿Tenemos los evangélicos un mensaje que debemos comunicar? Aunque nuestros oyentes sean indiferentes u hostiles muchas veces, nuestra responsabilidad es dar el mensaje. El éxito del anuncio no está en que las personas sean convencidas, sino en que el mensaje sea trasmitido.
 ¿He sido y equipado como lo fue el profeta? Según Hechos 1:8, ¿en qué manera nos ha capacitado Dios para comunicar el mensaje del evangelio?
 Piense en dos personas que usted conoce que aún no han hacho una decisión por Cristo. Empiece a orar por ellas diariamente y pedir que Dios le ayude a anunciarles su mensaje.

Algunos creen que el castigo o muerte del justo (3:20) indica que los ya salvos pueden perder la salvación, pero debe tomarse en cuenta que el profeta se dirige al pueblo de Dios. Como hijos, ellos tenían deberes que cumplir. El enfoque está en la manera en que el pueblo de Dios, ya justificado por fe, debe vivir.
Si el estilo de vida del pueblo del Señor mancha el nombre de Dios, el castigo es la muerte. La historia de Israel demuestra que esta muerte es fisica. Así se prueba, de una vez por todas, que con el Omnipotente no se puede jugar.
La lección para nosotros hoy, tal como lo fue para ellos, es que el justo no se salva por hacer buenas obras. La salvación se recibe al confiar en Cristo. Es en tal persona que Dios produce un cambio. Así que, este pasaje no enseña que la salvación puede perderse (Vea Juan 10:10, 28–29; 17:6, 10).
Al terminar de explicar sus responsabilidades, Dios encierra a Ezequiel y lo enmudece. Así, el profeta hablaría sólo cuando el Señor se lo mandara. En esta forma, el vidente iba a cumplir su ministerio (3:22–27).

CONCLUSIÓN

En medio de un pueblo que ha olvidado su gloria y grandeza, Dios se revela a un hombre que reconoce su dignidad y esta dispuesto a servirle. Ezequiel ve la gloria del Señor y adora su grandeza. En una manera muy distinta a Israel, él reconoce que la gloria de Jehová nos obliga a someternos a él y obedecerle. A gran precio personal, el profeta obedece la comisión del Dios Altísimo y se compromete a proclamar el mensaje que le ha encomendado.

¡PENSEMOS!

 Nosotros no debemos imitar el ejemplo de Israel. Si adoráramos a un dios de piedra y palo, hecho a nuestra imagen, no tendríamos que preocuparnos por él, o por nuestra actitud frente a esa clase de deidad.
 Sin embargo, si adoramos al Señor omnipotente, creador y soberano del universo, debemos tender cuidado de reconocer su grandeza y sus derechos. Dios merece nuestra adoración y sumisión. ¿A que clase de Dios seguimos?
 ¿Qué cambios ha producido el hecho de haber conocido al Padre celestial en su vida? ¿Lo conoce de verdad? ¿Qué diferencia ha hecho en su vida esa experiencia? ¿Qué espera él que usted haga como respuesta lógica a la revelación de su grandeza?

DETRÁS DE CADA VIDA ALEJADA DE DIOS
HAY UN CONCEPTO INADECUADO DEL
SEÑOR.

LA SOLUCIÓN PARA EL HOMBRE ALEJADO
DE DIOS ES VERLO TAL COMO ÉL ES.


 
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domingo, 23 de febrero de 2014

Unos Ojos Amorosos y Misericordiosos: El Punto de Vista de Dios

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 

 
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Todas las personas que llegan a este mundo han tenido que batallar de una forma u otra para descubrir su identidad. Actualmente, los estudios psiquiátricos han acuñado un nuevo término de diagnóstico: “la crisis de identidad”. Todos hemos tenido que luchar con nuestras imágenes contradictorias. Muchas personas se pasan la vida tratando de ganarse la aceptación y atención de los demás, pensando que están edificando una indestructible fortaleza de valor personal. Pero fallan al ir poniendo los ladrillos y sus expectativas fracasan. En el proceso, hacen a un lado la verdadera perspectiva que Dios tiene de ellas porque ignoran el inmenso valor que tienen para él. Los pasos para entender estas verdades están dispersos a lo largo de las Escrituras. Para descubrirlos, primero debemos saber lo que significa la palabra IDENTIDAD.

¿Alguna vez se ha preguntado “quién soy”? “¿A dónde voy?” ¿Cree que carece de propósito o que tiene poco valor? Es importante que tenga una respuesta verdadera a estas cuestiones para que pueda experimentar lo que es tener significado y propósito en la vida.

Es vital entender que nuestra IDENTIDAD determina nuestro valor y destino. En un sentido muy práctico, si yo entrase a un banco, me dirigiera al cajero y le dijera: “¿Me puede dar 100 dólares?”
El cajero me pediría mi nombre y el número de mi cuenta. Si no le doy esa información y sigo solicitando dinero, lo único que recibiré serán las instrucciones para salir del banco. Pero si tengo recursos económicos, sin importar de dónde provienen, cuando doy al cajero mi nombre y número de cuenta, prontamente recibo los fondos. Mi identidad definitivamente determina mi valor y mi capacidad de retirar de mis reservas monetarias.

“¿A dónde voy?” ¿Cómo responde usted a esta pregunta? Hace poco tuve que volar de Atlanta a Dallas. Llegué con suficiente tiempo antes de abordar. Llamé a mi madre utilizando ese tiempo extra, que según yo, todavía tenía. Cuando quise subir al avión, me dijeron que ya estaban asignando los lugares sobrantes a las personas que estaban en lista de espera y que debía dirigirme al agente principal para aclarar mi situación. ¡Existía la posibilidad de que hubieran dado mi asiento a otra persona! Mi corazón latía apresuradamente. Me acerqué al agente y le extendí mi boleto. ¿Me permitiría regresar a casa? Pasó lo que me pareció una eternidad silenciosa mientras el empleado revisaba su lista oficial de pasajeros. Llegó hasta mi nombre y dijo: “Sí, usted está en este vuelo; puede abordar el avión”. Es evidente que mi identidad estaba ligada directamente al destino de ese avión.

Por eso es muy importante conocer cuál es nuestra identidad en términos de nuestro valor real y nuestro destino eterno. Existen dos “identidades” o “familias” diferentes a las que pertenecen todos los seres humanos. Los que están en Adán y los que están en Cristo: “Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (1 Corintios 15:21–22). La pregunta es: ¿A cuál de esas dos familias pertenece usted?

Su identidad personal con una de esas familias determinará sus características y herencia.
Nuestras características físicas están determinadas por nuestra familia. Cuando inicié mis estudios en la universidad, mi compañera de cuarto era Josephine Eng de Hong Kong. Ella tenía el pelo negro y liso, ojos cafés, facciones planas y baja estatura. Yo tenía cabello rubio rizado, ojos verdes, tez blanca, facciones angulares y estatura alta. Por mucho que yo apreciara a Josephine, nunca llegaría a poseer sus características. En otras palabras, no podía tener las características de los Eng a menos que hubiera nacido dentro de esa familia. De la misma manera, cuando nacemos en la familia “de Adán”, heredamos las características de su línea familiar.

En el huerto de Edén, Adán decidió desobedecer a Dios. Por eso, él y todos sus descendientes se identifican con el pecado. Esa inclinación a la independencia de Dios es la naturaleza básica que todos hemos heredado. Salmos 51:5 dice: “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre”. En consecuencia, nuestra inclinación natural es al pecado, porque nacimos de la familia de Adán.

No obstante, Dios nos da la posibilidad de cambiar de familia, y también nos capacita para tener una nueva identidad… es decir, ¡una nueva naturaleza! Podemos ser adoptados en la familia de Cristo y convertirnos en “hijos de Dios”. Al hacerlo, perdemos nuestra identidad en Adán y recibimos una nueva identidad en Cristo. Llegamos a tener características distintas: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). Nuestra antigua “naturaleza pecadora” se transforma en una nueva naturaleza divina.

Una consecuencia de esta nueva identidad es que obtenemos un nuevo valor, el cual se basa en los abundantes recursos que Dios ha depositado en nuestra cuenta personal. Una segunda consecuencia es que tenemos un nuevo destino en la eternidad en el cual viviremos para siempre seguros en la presencia de Dios.

Amado amigo, ¡el anhelo de Dios es que usted reciba todo lo que él le ofrece! La baja auto estima puede ser remplazada por el valor santo que posee cuando está en Cristo. Pero para que pueda tener las características de Cristo, primero debe cambiar de familia. ¿Ha realizado ese cambio en su vida? Si no es así, con la autoridad que le da la palabra de Dios puede convertirse en hijo de Dios. Juan 1:12 dice: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”.

Si desea tener esa nueva relación con Dios a través de Jesucristo, haga la siguiente oración:
Señor: Acepto que muchas veces he tomado malas decisiones. Sé que he pecado y te pido que me perdones todos mis pecados. Ahora quiero ser tu hijo. Te pido que Jesucristo venga a mi vida para salvarme y para que sea mi Señor. Rindo completamente mi voluntad a la tuya. Y te agradezco cualquier cosa que quieras hacer en mi vida. Lo pido en el nombre de Jesús. Amén.
En completa humildad, puede dar gracias a Dios porque él ha deseado en lo profundo de su corazón traerlo a una nueva familia, a la de él.

¡Qué extraordinario! Cada hijo de Dios ¡tiene un nuevo valor, un nuevo destino, y una nueva identidad!


viernes, 1 de noviembre de 2013

Los cambios en el hombre: ¿Perduran? - Ayuda ministerial

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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HACIENDO CAMBIOS QUE PERDURAN
Cuando Dios confrontó a Adán con su pecado en el huerto de Edén, inmediato respondió echando la culpa, “¡Es aquella mujer que me diste!” Mucho ha cambiado desde este día en el jardín pero desafortunadamente, en cuanto a responder a la confrontación y tratar con el pecado, ¡no hemos cambiado mucho!
Miles de años después, muchos hombres y mujeres responden idénticos a Adán al estar confrontado con su pecado. Aunque lo dicen de muchas formas: “Así soy,” “Así nací,” “Soy igual a mis padres,” “Es mi personalidad, ¡aguántate!” “Es culpa de mi esposa,” “No puedes enseñar un perro viejo trucos nuevos.” Todos están tratando de llegar al mismo punto: No es mi culpa. No puedo cambiar. Soy víctima, y mi pecado es una enfermedad.

  Buenas Noticias de Dios: Puedes Cambiar
Me encantaría poder sentar con cada uno de ustedes y decirles algo una y otra vez: “Si eres creyente, ¡puedes cambiar y llegar a ser una persona más allegado a Dios!” Padres, ¡pueden llegar a ser padres más allegados a Dios! Hombres, ¡pueden llegar a ser esposos más allegados a Dios! y mujeres, ¡pueden llegar a ser esposas más allegadas a Dios! Pueden llegar a ser más sensitivos, más considerados, más amorosos, más disciplinados, más organizados. Pueden controlar su ira, pueden controlar su apetito, pueden controlar su lascivia, pueden llegar a ser menos criticón, pueden ser más alegres, pueden llegar a decir más la verdad. El viejo refrán, “Viejos perros no pueden aprender nuevos trucos” puede describir (pero a lo mejor no) a los perros, pero no es verdad de los humanos, quienes están hechos al imagen de Dios y han sido redimidos por medio de Cristo. Estas personas no solo pueden, sino deben, cambiar.
Cuando declaro esto, me doy cuenta que los que han luchado para vencer al pecado tendrán algo de escepticismo. Estarán diciendo, “¿Cómo puedes decir con tanta confianza que puedo cambiar? ¡No conoces mis padres, ni conoces mi situación, y no me conoces!”
Por cierto, no estoy aquí para aumentar tu estima de ti mismo por sugerir que tu tienes el poder en tí de cambiar. Ni tengo la confianza que puedes cambiar por lo que conozco de ti. En cambio, ¡tengo la certeza de que puedes cambiar por lo que conozco de Dios! Cada persona que lee este libro es diferente y enfrenta muchas circunstancias diferentes y difíciles; aun así, ¡Dios es el mismo, y ponemos nuestra confianza en El!

  ¡Puedes cambiar debido al plan, poder y la gracia de Dios!
Estoy seguro que puedes cambiar, si eres creyente, por el plan de Dios. Pablo explica en Tito 2:14 que Jesús se dio “a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.” Jesús murió para salvarte de tu pecado y convertirte en una persona pura y celoso para buenas obras. John Owen explica, “Es el propósito eternal e inmutable de Dios que todos los que son Suyos en una manera peculiar, todos los que El planea traer a bendición en disfrutarle a El para la eternidad, van a ser, antes de esto, hechos santos.” (Octavius Winslow, The Work of the Holy Spirit, p.?) Dios no nos salvó porque éramos santos, pero si nos salvó para ser santos. ¡Al decir que no puedes cambiar es decir que el gran plan de Dios se frustrará POR Ti!
Estoy seguro que puedes cambiar, si eres creyente, por la gracia de Dios. Pablo escribe en Tito 1:11–12: “La gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente.” Es absurdo decir que un cristiano no puede cambiar, puesto que la gracia de Dios ha venido no sólo a salvarnos de la penalidad de pecado, sino para salvarnos del poder del pecado. Pablo está diciendo, “La gracia de Dios trae la salvación y la gracia de Dios; nos enseña a decir no al pecado y si a la santidad. Esto es lo que hace la gracia.” Por lo tanto, si no estás aprendiendo a decir NO al pecado y SI a la santidad, no has experimentado la gracia de Dios. J. Gresham Machen explica, “Una vida cristiana que permite a un hombre seguir adelante igual que antes, haciendo un pobre e inefectiva batalla contra un hábito pecaminoso, no es una vida cristiana verdadera de ningún modo.” (The New Testament: An Introduction to It’s Literature and History, p. 362) Al decir que no puedes cambiar es decir que la gracia de Dios es miserablemente inadecuado.

  ¡Puedes cambiar debido a las promesas de Dios!
Estoy seguro que puedes cambiar por causa de las promesas de Dios. Leemos en 1 Corintios 10:13, “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres; y fiel es Dios, que no permitirá que vosotros seáis tentados más allá de lo que podéis soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que podáis resistirla.” Dios te promete que no te va a dar más de lo que puedes soportar por Su gracia. Así que no tienes que pecar cuando estás en medio de tentación.! Puedes vencer! Al decir que no puedes cambiar es decir que las promesas de Dios son mentiras.

  ¡Puedes cambiar debido a los mandamientos de Dios!
Estoy seguro que puedes cambiar por causa de los mandamientos de Dios. Pablo nos manda en Efesios 4, “que no andéis así como andan también los gentiles” En otras palabras, estabas caminando como los gentiles (es decir, como los no creyentes, no cristianos) caminaban, pero ahora llegando a ser cristiano, has aprendido de Jesucristo, estás renovado por su Espíritu, y como consiguiente ¡ya no debes vivir como viven los gentiles! Necesitas dejar los hábitos, patrones, y estilos de vida profanos, y debes vestirte de los hábitos, patrones y estilos de vida piadosos. ¿De qué serviría un mandamiento de Cristo para sus redimidos que es imposible de obedecer? Pablo exige que cambien los cristianos. Cambiar no es algo opcional. Es un mandamiento. Al decir que no puedes cambiar, declaras que los mandamientos de Dios son fútiles y vanos.

  EL PROCESO Y MÉTODO DE CAMBIO

La Biblia lo hace bastante claro que si eres cristiano puedes cambiar. La pregunta es ¿Cómo? Es bonito decir que es posible cambiar, pero tal vez has tratado, y nada parece servir. De cierto, haces cambios por periodos cortos de tiempo, pero parece que no puedes hacer cambios que permanecen.
¿Cómo cambias un estilo de vida profano a uno piadoso. ¿Cómo cambias de ser no comprensivo a comprensivo? ¿Cómo cambias de ser un mentiroso a una persona que dice la verdad? ¿Cómo cambias de perezoso a trabajador? ¿Cómo cambias de egoísta a generoso? ¿Cómo cambias de orgulloso a humilde, de rencoroso a perdonador, de pensamientos lascivias a pensamientos que agradan a Dios? ¿Cómo llegas a ser una persona piadosa?
Si vas a hacer cambios que permanecen, tienes que ser convertido. No apresuras esta verdad importante. Es absolutamente imposible cambiar en una manera que honra a Dios sin nacer de nuevo. Imagine una persona que maneja un carro por la carretera cuando de repente se para. Está vacío el tanque. Se baja la persona y ve bien a su carro, pensando en qué está mal. Se nota que hay insectos en la parabrisas, así que lo limpia. Ve que las llantas están sucios así que se pone de rodillas para lavarlos bien hasta que brillan. Al terminar de limpiar el carro de afuera parece nuevecita. Pero, ¿ha arreglado el problema? ¡Claro que no! Puede limpiar lo de afuera todo lo que quiere, pero si el carro no tiene gasolina, no va a ningún lado.
Lo mismo pasa en nuestras vidas. Un no creyente puede limpiar su vida por fuera, pero no va a poder tratar con sus problemas fundamentales, a menos que esté convertido. Siempre va a estar frustrado en sus esfuerzos de hacer cambios que perduran, porque sus problemas tienen raíces profundos van derechito al corazón.
Efesios 2 describe nuestra condición antes de la conversión: “Estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.”
No te dejes engañar. No solamente nuestras acciones eran malos, sino nuestra esclavitud a nuestras apetitos carnales demostraba una naturaleza completamente opuesta a Dios; éramos sus enemigos; éramos profanos. Éramos totalmente enajenados de Dios, totalmente inactivos en hacer las cosas que le plazcan a Dios, y constantemente perseguimos las cosas que Dios odiaba. No sólo estábamos enfermos, estábamos muertos. (Ef. 2:1–3; Rom. 8:5–8; Jer. 17:9; Mar. 7:21–23; Col. 1:21).
El tratar de cambiar aparte de una relación real y viva con Jesucristo es igual a mandar que un muerto camine y esperar que obedezca. Puedes gritar, “Levántate y camina” todo lo que quieras, pero no va a ir a ningún lado. Lo puedes vestir en un traje bonito, pero no importa qué tan gracioso lo haces ver, no va a caminar a ningún lado, porque es muerto. La única manera de hacer que un muerto camine, es resucitarlo de la muerte, ¡dándole una nueva vida! ¡La única manera que puedes empezar a caminar en la manera que honra a Dios es nacer de nuevo! La gracia de Dios se magnifica en nuestra salvación, porque no sólo está sanando a un enfermo, está levantando a un muerto. Cuando en verdad te arrepientas de tus pecados y pongas tu fe en Cristo, algo notable pasa. Un cambio obvio ocurre en tu vida. Tu vieja persona muere. (Rom. 6:2) Te es regalada una nueva naturaleza, una que ama a Dios y quiere obedecer a Dios. Esto quiere decir que cuando estés salvado, Dios te libra de la esclavitud al pecado y te da el amor por la justicia (Rom. 6:18). Estás muerto al pecado y vivo para Dios. ¡Has cambiado, para que puedas cambiar!
Además, cuando venimos a Cristo en arrepentimiento y fe, Dios nos da su Espíritu Santo. El Espíritu Santo mora en nosotros, y actúa como un socorro divino que nos guía en la verdad. Por el poder del Espíritu Santo podemos desarrollar estilos de vida piadosas. Aparte de una nueva naturaleza y del Espíritu Santo, es absolutamente imposible cambiar en maneras que agradan a Dios. Pero tal vez estás diciendo, “Mira, ya soy cristiano y todavía encuentro difícil quitarme algunos hábitos y patrones profanos. Además, conozco a gente cristiana que tienen profanidad en sus vidas.”
¡Eso es porque llegar a ser cristiano no es el fin del proceso, sino el empiezo! Si vas a hacer cambios que perduran, tienes que dedicarte a hacer lo que Dios dice que es necesario para que ocurren cambios verdaderos. Y esto requiere una dedicación a la disciplina. Pablo exhorta a Timoteo en 1 Timoteo 4:7–8, “Desecha las fábulas profanas y de viejas. Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera.”
Timoteo era cristiano. Pablo no está cuestionando su cristiandad. Pero aun dice, “Timoteo, si alguna vez vas a llegar a ser piadoso, tendrás que disciplinarte.” La piedad no es algo que aparece automaticamente. No es algo que aparece milagrosamente. No es algo que aparece por magia. No es algo que aparece fácilmente.
Cuando nací, empecé a respirar automaticamente. No me tenía que decir, “Andale, respira. Ahora, respira, respira, respira.” No, automaticamente, empecé a respirar. Cuando nací no tenía que decir a mi corazón, “Corazón, late, late, late.” No, mi corazón latía automaticamente. Hay muchas cosas que ocurren a nosotros automaticamente. La piedad no es una de estas cosas. Pablo dice que si vas a llegar a ser piadoso, tu tienes que disciplinarte.
Cuando Pablo dice esto, está tomando una ilustración del mundo de los atletas. El término que usa para disciplina se usaba para describir como los atletas entrenaban para las competencias. Implica ejercicio vigoroso y esfuerzo enérgico. Pablo está diciendo, “Timoteo, tienes que ser tu propio entrenador personal en un programa diseñado para la piedad porque un cambio bíblico no toma lugar sin dedicación seria a la disciplina.”
Imagínate una persona que dice que quiere correr en el Maratón de Boston, pero nunca entrena. Todo el día se sienta en el sofá, viendo los deportes en la televisión, jugando videos, y hablando de correr el Maratón. Cuando llega el día del Maratón de Boston en actualidad, no va a ir muy lejos, porque faltó entrenar, disciplinarse. Si quieres ser un gran atleta, tienes que hacer sacrificios, tienes que hacer cosas difíciles, tienes que levantarte de este sofá, tienes que tener dedicación.
El problema es que la mayoría de nosotros no nos gusta esta palabra, ¡disciplina! Una de las razones principales que creyentes no crecen en la piedad es porque no tienen voluntad de trabajar duro en llegar a ser piadosos. Hay muchos cristianos perezosos, y los resultados son devastadoras. Profesan ser cristianos, pero por falta de disciplina espiritual viven vidas patéticas. Aun más trágico, tienen voluntad de disciplinarse para el propósito de tener éxito en sus trabajos, pero rehusan disciplinarse para el propósito de piedad. Son muy serios e intensos por las cosas del mundo, pero son absolutamente sin disposición para luchar para el bien de sus almas. Tristemente, esto es verdad. No solo de la gente fuera de la iglesia, sino también de muchos que profesan ser cristianos y miembros de las iglesias.
Donald Whitney comenta, “He visto cristianos fieles a la iglesia de Dios, quienes demuestran frecuentemente entusiasmo genuino para las cosas de Dios, quienes en verdad aman la Palabra de Dios, trivializar su efectividad en el Reino por falta de disciplina. Espiritualmente tienen un kilómetro de ancho y un centímetro de profundidad. No hay canales trillados de disciplina comunes entre ellos y Dios. Se han salpicado en todo pero se han disciplinado en nada.” (Spiritual Disciplines of the Christian Life, p. 19)
La piedad no llega instantáneamente. “Disciplina” está en el verbo presente, lo cual quiere decir que para llegar a piedad es algo con el cual tienes que estar constantemente trabajando. Hace años en preparatoria y la universidad, jugaba el football americano. Tenía que hacer ejercicios y disciplinarme como nunca antes para llegar a ser un buen jugador de football. Hora tras hora, año tras año, tenía que entrenar para estar en forma para el football. Como resultado, tenía la mejor forma de mi vida. Mi estómago estaba duro, mis músculos estaban duros, podía correr millas. Pero luego gradué de la universidad y fui al seminario. De repente, no podía hacer tanto ejercicio. ¿Sabes lo que pasó? Aunque estaba en buena forma, aunque me había costado mucho tiempo llegar a tener esta forma, ¡dejando de hacer ejercicio, muy pronto me puse flácido otra vez! Esto es porque requiere esfuerzo continuo y disciplina para mantenerse en forma física de primera.
Así es con la piedad. Si vas a llegar a ser piadosa, tienes que disciplinarte diariamente. “No hay avance sin dolor en las cosas espirituales igual que las temporales. Este león rugiente el diablo nunca dejará escapar una alma sin lucha… El mundo con todo su oposición y tentación nunca se va a vencer sin conflicto.” (J. C. Ryle, Practical Religion, p. 22).
Cada día tienes que estudiar la Palabra. Cada día tienes que negarte a tí mismo. Cada día tienes que evaluarte a tí mismo. Cada día tienes que buscar la ayuda del Señor. Hora a hora, momento a momento. No solo por un año o dos, sino cada día hasta que Cristo te lleve a casa. No puedes ser un “sentadote en sillón” espiritual y esperar correr efectivamente el maratón de la vida cristiana para la gloria de Dios.
Cualquier entrenador físico bueno te dirá que para llegar a tener condición física, tienes que dejar de hacer ciertas cosas y empezar a hacer otras. Lo mismo es verdad al tratar de la piedad. Para llegar a ser piadoso, debes disciplinarte y evitar enseñanza profano (1 Tim. 4:7; Salmo 1:1), actividades, prácticas y lugares que tientan (Rom. 13:14: Mat. 5:28; Prov. 4:14, 15, 27; 7:6–21), malos compañeros (1 Cor. 15:33; Prov. 1:10–19; 13:20), pensamientos pecaminosos (Sant. 1:13, 14; 2 Cor. 10:3–5) y acciones antibíblicos (1 Ped. 2:9; Col. 3:5–9). Un escritor explica, “El cristianismo no es la cosa gentil, suave, que a veces lo hacen equivocadamente… Involucra abnegación; quiere decir el abandono inflexible del pecado.” (J. Gresham Machen, ibid, p. 362).
Para hacer cambios que perduran, necesitas evaluar tu vida y pensar especificamente, ¿que necesita ser abandonado? ¿Estoy llenando mi mente con la perspectiva del mundo sobre el pecado? ¿Me acomodo en situaciones tentadoras? ¿Me distraen mis amigos de mi búsqueda de Cristo? ¿Qué estoy haciendo en desobediencia a los mandamientos de Dios?
Pero no es suficiente solo deshacerte de estas cosas, si quieres llegar a ser piadoso, tienes que disciplinarte a desarrollar un deseo de enseñanza sana (1 Ped. 2:2; Sant. 1:21, 22; Salmo 1:2), a consagración a la oración (Col. 4:2, 12), a un patrón de pensar bíblico (Rom. 12:2; Fil. 4:8; 2 Cor. 10:5; Sal. 1:2), a una práctica de vida en obediencia (Gál. 6:); Luc. 11:28; Sant. 1:21–25), a un equipo de sostén de amigos bíblicos (Heb. 3:12, 13; Prov. 13:20; Heb. 10:24, 25), y a un hábito de hablar lo que honra a Dios (Ef. 4:29; Col. 4:6). Tienes que dedicarte a integrar principios bíblicos en la tela de tu vida. Tienes que dejar de solo escuchar la Escritura, ¡tienes que empezar a aplicarlo!
Al comentar sobre este pasaje, escribe William Hendriksen, “Lo que Pablo tenía en mente, por consiguiente, debe haber incluido uno o más de las comparaciones siguientes:
    a)      Como un joven en el gimnasio se esfuerza al último, así tu, también por la gracia y poder de Dios, debes escatimar ningún esfuerzo para lograr la meta.
    b)      Como ese joven se deshace de toda carga u obstáculo para entrenarse con más libertad, así también debes despojarte de todo que puede impedir tu progreso espiritual.
    c)      Como ese joven tiene sus ojos en la meta tal vez la de enseñar destreza superior en tirar el discus, la de ganar un partido de lucha o una ronda de boxeo en la palestra, la de ser el primero en alcanzar la meta marcada en la pista de correr, o la de por lo menos mejorar su estructura corporal, así tu debes estar apuntando constantemente a su objetivo espiritual, especificamente la meta de auto-dedicación total a Dios en Cristo.” (William Hendriksen, New Testament Commentary, Exposition of the Pastoral Epistles, 151)

  EL VALOR INESTIMABLE DE CAMBIAR

Como se nota por todo lo que se ha escrito hasta ahora en este capítulo, crecer en piedad (haciendo cambios que perduran) involucra mucho esfuerzo y mucha disciplina. Involucra sangre, sudor, y lágrimas. Todo esta plática de esfuerzo, compromiso y disciplina a lo mejor te deja preguntando, ¿por qué debo hacer eso? Déjeme contestar claramente: Tu prioridad más importante en la vida es llegar a ser una persona piadosa, porque la piedad tiene valor para absolutamente todo.
Pablo nos advierte en 1 Tim. 4:8, “porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera.” Entiende lo que está diciendo Pablo: está diciendo que ¡no hay nada, ninguna actividad, ninguna relación, ningún aspecto de la vida en lo que no ejerce influencia para lo bueno, la piedad! De otro modo, la piedad tiene valor en esta vida y tiene valor para la vida venidera. Si eres piadoso, ¡tienes lo mejor de los dos mundos!

  El valor de la piedad en el futuro
La muerte ayuda a poner el valor de la piedad en perspectiva. Todos los hombres mueren, pero los únicos que van a ser felices cuando mueren son los piadosos. La profanidad no tiene valor para la vida venidera.
Jesús narra la historia de un hombre profano en Lucas 12. Este hombre no era tan malo. Jesús no dice que fue adúltero. Jesús no dice que este hombre era asesino o un blasfemador terrible. Muchas personas creen que el hacer estas cosas es la esencia de la profanidad. ¡Así no es! Hacer este tipo de cosas ciertamente es una manifestación de la profanidad, pero no es el total o la esencia de la impiedad. La profanidad puede involucrar estas cosas, pero la profanidad es mucho más que eso.
La profanidad es simplemente no vivir tu vida según la voluntad de Dios, y no vivir tu vida para la gloria de Dios. Profanidad involucra no tener la actitud correcta y no responder al verdadero y vivo Dios. Involucra enfocar en tus propios deseos, tus propios valores, tu propios prioridades en vez de los de Dios. Incluye buscar dar gusto a uno mismo en vez de dar gusto a Dios, ser manejado por interés en uno mismo en vez de los intereses de Dios. En esencia, es la auto-adoración, en vez de adoración de Dios. El hombre descrito en Lucas 12 era profano porque vivía para sí mismo. Tenía sus propios valores, sus propias normas, estaba buscando cosas que él quería buscar. Era un hombre rico, por hecho, tenía cosechas tan buenas que tenía que construir almacenes más grandes. Tenía un plan muy sencillo para su vida: Comer, Beber, y Ser Feliz. A lo mejor suena como mucha gente que conoces.
El mundo te va a decir que este hombre está muy bien, está viviendo la vida a lo máximo. Pero la Biblia dice que era un necio. Dios le llegó y le dijo, “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma.” Dios le llamó necio porque tenía la idea totalmente equivocada de lo que era valeroso. Estaba viviendo en lo temporal en vez de lo eterna., adorando a sí mismo en vez del verdadero y vivo Dios, enfocando en lo que le daba placer a él, en vez de lo que daba placer a Dios, buscando su propio reino en vez del reino de Dios (Mat. 6:18–33).
Si pudieras ir hoy al infierno a hacer una entrevista con aquel hombre, y pudieras preguntarle, “¿Valía las cosas por lo cual vivías, valía tu estilo de vida para la vida venidera?” Gritaría él, “¡No!” La profanidad no tiene valor, ninguno, en la vida venidera.
Pero, ¡qué diferencia hay para aquellos que han hecho la piedad su meta en la vida! Porque la muerte justa es la puerta a gozo sin fin. La muerte no es algo a temer, sino algo a contemplar con anticipación, porque “Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos.” (Sal. 116:15) Aunque ciertamente Dios no goza de las experiencias dolorosos que pueden acompañar la muerte del piadoso, está contento cuando mueren, ¡porque una de las razones de Dios de salvarnos es para vertirnos su amor por toda la eternidad!
Pablo escribe en Efesios 2:4–7 que Dios nos salvó por su gran misericordia y amor. Nos hizo vivir otra vez junto con Cristo, nos resucitó con El, “para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús…” Es como parar un creyente en frente de una presa grande, atrás de esa presa está el océano del amor de Dios, y cuando llegamos al cielo, la gracia y misericordia de Dios va a romper la presa, y vamos a estar nadando en el gran océano del amor de Dios por toda la eternidad. Hemos experimentado el gran amor de Dios aquí en la tierra, ¡pero nada como lo vamos a experimentar en el cielo!
Juan describe a un grupo de creyentes que han llegado al cielo en Apocalipsis 7. Que estas personas eran hombres y mujeres piadosos se deduce claramente del contexto. Sus vidas en la tierra tal vez eran muy difíciles, tuvieron que aguantar gran persecución, pero ahora están en paz. Sirven a Dios día y noche en Su templo. Tienen acceso inmediato con Dios. Ya no tienen hambre, ya no tienen sed, nunca se quemen por el sol, están guiados por el Cordero de Dios quien está en medio del trono. ¡Dios mismo enjugará cada lágrima de sus ojos! Y si por alguna manera pudieras visitar al cielo y entrevistar a la gente allí, descubrirías que todos te dirían que la piedad tiene valor para la vida venidera. Para los piadosos, “¡el vivir es Cristo, y el morir es ganancia!” Disciplínate para la piedad porque ¡para los piadosos lo mejor todavía está por llegar!

  El valor de la piedad en el presente
Pablo nos dice que la piedad no solo tiene valor para la vida venidera, sino que también es valioso en esta vida presente. El cristianismo te da una cualidad de vida ahora mismo que no tiene paralela en el mundo. Verdaderos creyentes no cambiarían el gozo que experimentan como resultado de la piedad por todos los tesoros del mundo. Jesucristo no vino para hacernos miserables ahora y felices después. Vino para darnos una porción de la eternidad ahora mismo. “He venido para que tengan vida, y ahora mismo, que lo tengan en abundancia.”
La piedad tiene valor física. Prov. 14:30 dice que “El corazón apacible es vida de la carne; Mas la envidia es carcoma de los huesos.” Estar contento te hace bien físicamente, pero si tienes envidia, te destruirá físicamente. Salomón nos dice en Prov. 17:22, “El corazón alegre constituye buen remedio, Mas el espíritu triste seca los huesos.” El pecado no solo es malo para el espíritu, sino también ¡es malo para la carne.!
La piedad tiene valor para tu matrimonio y tu familia. Un hombre piadoso amará a su esposa como Cristo ama a la iglesia. La va a nutrir y la va a apreciar, se va a dedicarse a su bienestar, va a buscar su bien antes que el de él, la va a escuchar, y esta es un buen matrimonio. La esposa piadosa se va a dedicarse a ser ayudante de su esposo. Va a buscar cooperar con su esposo, lo va a sostener, va a hacer todo lo que pueda para animar a su esposo, y esta es un buen matrimonio.
La piedad quiere decir que los padres van a querer ser el tipo de padres que Dios dice que deben de ser. No van a provocar a sus hijos a ira. Van a buscar educar a sus hijos en disciplina y el consejo del Señor. Y esto es bueno para familias.
La piedad es bueno para tu vida de negocios. El hombre piadoso será mejor empleado. Pablo nos dice que el hombre piadoso trabaja para hacer brillar el evangelio (Tit. 2:10). Al mirar la manera en que un hombre piadoso trabaja en su empleo, ¡la gente se atrae a su Salvador! La manera en que trabaja les impresiona porque no trabaja sólo para dar gusto a su jefe aquí en la tierra, no sólo para que se ve bien por la gente, sino para agradar a Dios, a quien teme (Col. 3:22–24).
José es uno de los primeros ejemplos bíblicos de un empleado piadoso, y leemos en Génesis 39:5 que el Señor bendijo “la casa del egipcio a causa de José y la bendición de Jehová estaba sobre todo lo que tenía, así en casa como en el campo.” José, porque era persona piadosa, era concienzudo, era diligente, era trabajador, y era confiable y honesto. La diligencia de José como empleado trajo bendición no solo a él, sino también a la casa de Potifar.
Pero la piedad no solo hace de hombre un mejor empleado, sino también un mejor jefe. Pablo reta a los patrones en Colosenses 4 diciendo, “Amos, haced lo que es justo y recto con vuestros siervos, sabiendo que también vosotros tenéis un Amo en los cielos.” El patrón piadoso reconoce que el es siervo de Cristo, y que la manera en la cual trata a sus empleados debe reflejar el carácter de Dios. Tendrá alto respeto para sus empleados: no va a abusar ni aprovecharse de ellos. Va a tener cuidado de ellos, no amenazándolos, sino tratándolos en una manera consistente con la gracia que Dios le ha mostrado a él. ¡La gente piadosa son los mejores empleados, y los mejores patrones!
La piedad tiene valor para tu testimonio para Cristo. Jesús declara a los discípulos en Hechos 1:8, “recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos…” Fíjate bien en lo que no dijo Jesús: no dijo que van a testificar. Testificar es algo que haces principalmente con la boca. Debemos testificar, pero no es el punto de Jesús aquí. Jesús dijo me seréis testigos, y lo que quería decir era que sus vidas eran testigos de El y del Evangelio. Tú, como persona, si eres cristiano, eres testigo. Tu vida atraerá hombres hacia Cristo, o traerá vergüenza para tu Salvador.
Es el punto principal de Pablo en Tito 2. Urge a Tito que enseñe a los creyentes en Creto a vivir de tal forma que cuadra con la sana doctrina, y uno de las razones principales de su importancia es porque la forma en que actúan o puede hacer parecer hermoso el Evangelio, o puede hacer parecer feo a los no creyentes. Pueden deshonrar la Palabra de Dios por su comportamiento, (Tito 2:5) o pueden adornar la doctrina de Dios en todo tiempo (Tito 2:10).
Hace unos años mi hijo, Joaquín, empezó a trabajar para sostenerse mientras estudiaba en la universidad en la facultad de leyes. Poquito después de que empezó, su patrón le dijo, sabiendo que era cristiano, “Si tienes un hermano en casa como tú, quiero emplearlo.” Y sí tuvo un hermano menor en casa, así que él consiguió un trabajo por la manera en que trabajaba su hermano mayor. Un poco después, le dijo su patrón, “¿Tienes algunos amigos cristianos que buscan trabajo?, porque me gusta como trabajan los cristianos.” Como ves, mi hijo era buen testimonio para Jesucristo por su manera de trabajar. Así que, si quieres influir a gente para Cristo, no es simplemente lo que dices con tus labios, sino también es asunto de cómo vives tu vida.
Sí, las palabras de Pablo son absolutamente verdaderas, “la piedad para todo aprovecha”. Fíjate de las palabras “para todo”. Subraya estas palabras por lo menos en tu mente. Márcalos como oro puro. En realidad, solo he mencionado algunas maneras en que la piedad es provechosa. Hay varias otras:
    1)      Es provechosa para tí personalmente porque vas a ser contento, lleno de paz y gozo y paciencia y dominio propio y estabilidad (1 Tim. 6:8; Fil. 4:10–13; Gal. 5:22–23; Mat. 6:33).
    2)      Es provechosa para tu país en que te hace un buen ciudadano, un buen vecino, un buen amigo (Rom. 13:1–14; Gen. 39:1–14).
    3)      Es provechosa en términos de que llenas el propósito por lo cual Dios te hizo y te salvó en que los piadosos son la gente que traen honra y gloria a Dios y influyen a otros para Dios (1 Tim. 4:9–16; 1 Ped. 3:15; Hechos 4:13).
    4)      Es provechosa para tu relación con Dios porque Dios comparte sus secretos con, se acerca a, y se manifiesta a si mismo a la persona piadosa (Sal. 25; 1–15; Sal. 4:3; Juan 14:21 y 23; Prov. 14:26; Prov. 1:7; 10:9).

¿Qué tan provechosa es la piedad? Respuesta: “Para todo”. Créeme, o más bien cree a Dios quien inspiró a Pablo a escribir esas palabras: hay muchas otras maneras en que la piedad es provechosa. Solo he pellizcado la superficie de lo que significa estas dos palabras. Lo digo por dos razones: 1) este capítulo ya está demasiado largo; y 2) no conozco todas las maneras (y tampoco sabe nadie más sino Dios) en que la piedad es provechosa.
Te urjo a tomar a Dios en serio y comprometerte a hacer cualquier cosa necesaria para que llegues a ser una persona más piadosa. “Para todo” quiere decir que es absolutamente imposible que gastes demasiado energía en tu búsqueda de la piedad. Quiere decir que no debes dejar a nada distraerte de estudiar la Palabra de Dios, de apartar tiempo para orar, del compañerismo con otros creyentes, de escuchar doctrina sana, y de meditar en la verdad. Lucha contra las pasiones que hacen guerra contra tu alma (1 Ped. 2:11, 12).
Recuérdate, tú eres creyente y puedes llegar a ser una persona piadosa. Por la gracia de Dios y tu obediencia al mandato de 1 Timoteo 4:7 puedes hacer cambios que perduran. La piedad tiene valor tanto para esta vida presente como para la venidera. Así que te urjo a alcanzarlo. ¡Dirige tu vida y disciplínate hacia el propósito de la piedad! Si lo haces, lo que pasa en eternidad y aun en el cuadro total, lo que pasa en este mundo a tí te revelará que hiciste una buena decisión.

Preguntas de Discusión y Aplicación
Para Hacer Cambios que Perduran

    Preguntas de repaso:

          1.      ¿Cuáles son algunas excusas comunes que la gente da por su comportamiento pecaminoso?
   
          2.      ¿Por qué piensas que la gente trata de disculpar su pecado?
   
          3.      De cuatro razones que confirman el hecho de que un creyente puede vencer al pecado. Respaldarlo con Escrituras.
   
          4.      Explica en tus propias palabras esta declaración de John Owen: “ “Es el propósito eternal e inmutable de Dios que todos los que son Suyos en una manera peculiar, todos los que El planea traer a bendición en disfrutarle a El para la eternidad, van a ser, antes de esto, hechos santos.”
   
          5.      ¿Por qué es lo mismo decir que no puedes cambiar como decir que la gracia de Dios es sumamente inadecuado?
   
          6.      Defiende con Escritura la declaración de J. Gresham Machen: “Una vida cristiana que permite a un hombre seguir adelante igual que antes, haciendo un pobre e inefectiva batalla contra un hábito pecaminoso, no es una vida cristiana verdadera de ningún modo.”
   
          7.      ¿Cuáles dos cosas deben ser verdaderas de ti si vas a llegar a ser una persona más piadosa?
   
          8.      ¿Qué tiene que ver la regeneración con cambio?
   
          9.      Describe lo que acontece cuando estás convertido.
   
          10.      ¿Puede un no creyente cambiar en maneras que honran a Dios? ¿Por qué? o ¿Por qué no?
   
          11.      Explica lo que dice la biblia sobre la naturaleza de un no creyente.
   
          12.      ¿Qué diferencia hace el hecho de que no solo nuestras acciones, sino nuestra naturaleza misma, estaban mal?
   
          13.      ¿Qué nos enseña la palabra “Disciplina” sobre lo que cuesta llegar a ser piadoso? ¿De dónde sacó Pablo este término? ¿Qué nos indica eso en cuanto a lo que cuesta llegar a ser piadoso?
   
          14.      ¿Qué diferencia hace que la palabra “Disciplina” está en tiempo presente?
   
          15.      ¿Especificamente, qué debe disciplinarse una persona a hacer si va a llegar a ser piadoso?
   
          16.      ¿Qué motivación nos da Pablo por llegar a ser piadoso?
   
          17.      ¿Cómo pone en perspectiva a la piedad el hecho de la muerte?
   
          18.      ¿Qué es la profanidad, o el opuesto de la piedad?
   
          19.      Comprueba con Escrituras que la piedad tiene valor para la vida venidera.
   
          20.      ¿Cuáles son varias maneras que la piedad tiene valor para la vida presente?
   


    Preguntas para responder:

          1.      Si alguien te dice, “No más, ¡no puedo cambiar!” ¿Cómo responderías?
   
          2.      ¿Cuáles son algunas de las excusas que hayas hecho de por qué no cambias?
   
          3.      ¿Hay otras razones que las mencionadas aquí en este capítulo que afirman que un creyente sí puede cambiar?
   
          4.      ¿Por qué es que los creyentes todavía luchan con el pecado?
   
          5.      Dé varias razones por qué la gente que se dicen creyentes pueden ser vencidos por el pecado.
   
          6.      ¿Con cuáles áreas de tu vida has luchado constantemente? ¿Explican algunas de las razones que acabas de apuntar del por qué continuamente has luchado con este pecado particular?
   
          7.      ¿Qué tiene que ver la gracia de Dios y la conversión con cambio?
   
          8.      ¿Por qué es sólo por nacer de nuevo que “la única manera en que puedes empezar a caminar de una manera que honra a Dios”?
   
          9.      ¿En cuáles áreas de tu vida no has tenido compromiso de cambiar?
   
          10.      ¿Qué quiere decir J.C. Ryle cuando dice, “No hay avance sin dolor en las cosas espirituales igual que las temporales.”?
   
          11.      ¿En cuáles maneras especificamente te estás ejercitando para la piedad?
   
          12.      ¿Qué tienes de quitarte y ponerte para llegar a ser una persona más piadosa? Toma la lista de cosas que tienes que quitar y examínate a ti mismo. ¿Cuáles necesitas quitar? ¿Enseñanza no sana? ¿Actividades tentadoras? ¿Malos compañeros? ¿Pensamientos pecaminosos? ¿Acciones no bíblicas?
   
          13.      Toma la lista de cosas que necesitas poner y examínate a ti mismo. ¿Qué necesitas poner? ¿Un deseo de enseñanza sana? ¿Un compromiso de orar? ¿Un patrón de pensar en una manera bíblica? ¿Una práctica de vivir en obediencia? ¿Un equipo de amigos bíblicos? ¿Un hábito de habla que honra a Dios?
   
          14.      ¿Cuáles áreas de tu vida son profanos?
   
       15.    ¿Cuáles pasos vas a tomar para integrar en tu vida las verdades que has aprendido en este capítulo?


domingo, 13 de octubre de 2013

Preparando Sermones: Tema / Seamos Imitadores de Dios

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
Tipo de Archivo: PDF | Tamaño: 29MBytes | Idioma: Spanish | Categoría: Capacitación Ministerial
 
Tema: SEAMOS IMITADORES DE DIOS, Efe 5.1
Texto: 
Efesios 5:1 Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados; 2 y andad en amor así como también Cristo os amó y se dio a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios como fragante aroma. Mt 5.48) Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto. Dt. 18.13; Lc. 6.36 Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso. Ef. 4.32 Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros,como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. Col. 3.13.

Introducción: Ro 14.15 Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió. Jn. 13.34-35 Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. 35En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.
Concepto: Imitación—intento de duplicar o copiar lo bueno 3 Jn 11 Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios 

A- Ser imitadores es ser la forma en que los hombres de Dios se conducieron agradando al Señor en todo veamos algunos ejemplo de hombres que imitaron lo bueno. 

1- No andar desordenadamente. Pablo 2 Tes 3.7 Porque vosotros mismos sabéis de qué manera debéis
     imitarnos; pues nosotros no anduvimos desordenadamente entre vosotros
    A. Nombre akatastasia (ἀκαταστασία, 181), inestabilidad, (a, negativo; kata, abajo; stasis, estar), denota un estado de desorden, perturbación, confusión, desorden. 
  B. Verbo atakteo (ἀτακτέω, 812), lit.: ser desordenado (a, negativo, y taxis, orden), llevar una vida desordenada. En sentido militar, romper la formación. 
  C. Adverbio ataktos (ἀτακτῶς, 814), significa desordenadamente, con descuido; como soldados que no guardan la formación. 

2- No siendo indiferente a la obra del Señor. He 6.12 a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas Jue. 18:19; Prov. 26:15
 
3- Padecer por causa de Cristo. 1 Tes 2.14 Porque vosotros, hermanos, vinisteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea; pues habéis padecido de los de vuestra propia nación las mismas cosas que ellas padecieron de los judíos, Hch. 17.5. 

B- En que debemos de ser imitadores nosotros.
1- En amor v. Afecto,Compasion, Desear, consolar. Es la espresion de los sentimientos del alma y espiritu manifestado en acciones. Gl 2.20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. 

2- Ofrendamos a nosotros mismo a Dios. He 10.10En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre
12 pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, 

3- Muriendo a nuestro propios deseos. Col 3.5-6 Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; 6cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, Ef 4.29 Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.
Sigamos el ejemplo del Señor en nuestra vida

A. Virtudes ilustradas por:
Mansedumbre Mt 11.29
Negación Mt 16.24
Amor Jn 13.34
Obediencia Jn 15.10
Benevolencia 2 Co 8.7,9
Humildad Fil 2.5,7; 
Perdón Col 3.13
Sufrir equivocadamente 1 P 2.21–23; 
Pureza 1 Jn 3.3
 
B. El acercamiento cristiano 
     a:  Progresista 2 Co 3.18
     b. Instructivo Ef 4.20–24; 
     c. Imitado 1 P 2.21–23; 
     d. Perfeccionador Ro 8.29
 
Conclusión: Imitemos a Dios como hijos amados. como iglesia del Señor cada uno dice a Dios darás cuenta en aquel dia. Mt 12.36-37 Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. 37Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado. Ro 14.12-14 De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí. 13Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano


domingo, 29 de septiembre de 2013

La Revelación de Dios: La Biblia y su estudio con provecho

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
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La Biblia como revelación

Uno de los más importantes beneficios que nos da la Biblia es el de proporcionarnos información que no se encuentra en ninguna otra parte. Nuestras universidades nos ofrecen riqueza de conocimientos adquiridos por investigación humana del mundo natural. Aprendemos por observación, análisis, y especulación abstracta. Comparamos y contrastamos variedad de opiniones de doctos notables. Pero con todas las habilidades del conocimiento que tenemos a nuestra disposición en este mundo, no hay quien nos pueda hablar por medio de una perspectiva trascendental, nadie que pueda razonar con nosotros, como dicen los filósofos, sub specie aeternitatis.

Sólo Dios puede proporcionarnos una perspectiva eterna y hablar con nosotros con autoridad absoluta y terminante. Las ventajas que ofrece la Escritura consisten en proveernos de conocimientos no accesibles por ninguna otra fuente. Claro que la Escritura nos habla de asuntos que pueden aprenderse por otros medios. No dependemos enteramente del Nuevo Testamento para saber quién fue Augusto César o la distancia que hay entre Jerusalén y Betania. Pero el mejor geógrafo del mundo no nos puede enseñar el camino a Dios ni el mejor psiquiatra del mundo nos podrá dar una respuesta concluyente al problema de nuestra culpabilidad. Hay asuntos en la Sagrada Escritura que descubren lo que no está expuesto al curso natural de la investigación humana.

Aunque se puede aprender mucho de Dios por medio de un estudio de la naturaleza, es la revelación de él mismo en la Escritura la más completa y valiosa para nosotros. Existe una analogía entre cómo llegamos a conocer a las personas en este mundo y cómo nos relacionamos con Dios. Si queremos saber algo acerca de una persona hay muchas maneras de conseguirlo. Podríamos escribir a agencias oficiales indagando si tienen alguna ficha suya. Podríamos solicitar una copia de sus calificaciones en la escuela o la Universidad. Con estos documentos podríamos descubrir su biografía básica, registro médico, logros académicos y atléticos. Luego podríamos entrevistar a sus amigos para obtener una evaluación más personal. Pero todos estos métodos son indirectos y muchas de las cualidades intangibles de la persona quedarán fuera de nuestro escrutinio. Todos estos métodos no son más que fuentes secundarias de información.

Si deseamos obtener un conocimiento más exacto del individuo necesitamos conocerlo personalmente, observar su aspecto exterior, ver cómo se desenvuelve, qué modos emplea. Hasta quizás podríamos colegir cómo siente, cómo piensa, lo que valora y lo que le disgusta. Pero si deseamos llegar a conocerlo íntimamente tendremos que entrar en algún tipo de comunicación verbal con él. Nadie puede expresar con mayor claridad o exactitud lo que cree, siente, o piensa que la persona misma. A menos que el sujeto en cuestión escoja revelar esas cosas verbalmente, nuestro conocimiento estará limitado a la adivinación y la especulación. Sólo las palabras nos iluminarán.

Asimismo, cuando hablamos acerca del concepto de la revelación nos estamos refiriendo al principio básico de la autorrevelación. Las Escrituras nos llegan como autorrevelación divina. Aquí la mente de Dios se muestra descubierta en muchas cuestiones. Con un conocimiento de la Escritura no necesitamos depender de información de segunda mano o mera especulación para aprender quién es Dios y lo que Él valora. En la Biblia Dios se revela a sí mismo.

Teoría y práctica


Como el cristiano que rehúye la teología, hay aquellos que desdeñan cualquier tipo de búsqueda de conocimiento teórico de Dios, insistiendo más bien en ser “prácticos”. El espíritu de los EE.UU. ha sido definido como el espíritu del pragmatismo. Este espíritu en ningún lugar se manifiesta tan claramente como en el campo de la política o en el sistema de escuelas públicas. Este último ha sido informado por los principios y métodos de educación establecidos por John Dewey.
El pragmatismo puede ser definido simplemente como la aproximación a la realidad que toma la verdad como “lo que da resultado”. El pragmatismo se preocupa por los resultados, y los resultados determinan la verdad. El problema con este tipo de pensamiento, si se priva de ser informado acerca de la perspectiva eterna, es que los resultados tienden a ser juzgados en términos de metas a corto plazo.

Este dilema lo experimenté al matricular a mi hija en el sistema de escuela pública en el kindergarten. La niña asistió a una escuela muy progresiva fuera de Boston. Después de unas semanas recibimos una notificación de la escuela anunciando que el director sostendría una reunión abierta con los padres con el fin de explicar el programa y los procedimientos empleados. En la reunión el director explicó cuidadosamente el programa diario. Dijo: “No se alarmen si su hijo llega a casa y les dice que estuvo armando rompecabezas o jugando con arcilla plástica. Puedo asegurarles que todo en la rutina diaria se hace con un propósito. De 9:00 a 9:17 A.M. los niños juegan con rompecabezas que han sido cuidadosamente diseñados por expertos ortopedistas para desarrollar los músculos motores de los últimos tres dedos de la mano izquierda”. Siguió explicando cómo cada minuto del niño estaba planeado con hábil precisión para asegurar que cada cosa fuese hecha con un propósito. Quedé muy impresionado.

Al final de su presentación, el director nos invitó a hacer preguntas. Yo alcé mi mano y dije: “Estoy profundamente impresionado por la cuidadosa planificación que se ha llevado a cabo en este programa. Puedo ver que cada cosa se efectúa con un propósito en mente. Mi pregunta es: ¿Cómo decide usted qué “propósito” emplear? ¿Qué tipo de propósito final se usa para decidir los propósitos individuales? ¿Cuál es el propósito general de sus propósitos? En otras palabras, ¿qué clase de niño está usted tratando de producir?”

El hombre se puso blanco y después rojo y en términos vacilantes contestó: “No lo sé; nadie me había hecho esa pregunta”. Le agradecí el candor de su respuesta y la humildad genuina que demostró, pero al mismo tiempo, su respuesta me aterró. ¿Cómo podemos tener propósitos sin un propósito? ¿Dónde podemos acudir para descubrir la prueba máxima de nuestro pragmatismo? Aquí es donde la revelación trascendental es más crítica a nuestras vidas. Aquí es donde el contenido de la Escritura es más relevante para nuestra práctica. Sólo Dios nos puede dar la evaluación final de la sabiduría y valorar nuestras prácticas.

La persona que desdeña la teoría y se llama práctica no es sabia. Quien se preocupe por sí mismo solamente con metas a corto plazo puede tener serios problemas cuando se trate de metas a largo plazo o la eternidad. Debo añadir también que no puede haber práctica sin alguna teoría en el fondo. Hacemos lo que hacemos porque tenemos una teoría en cuanto al mérito de hacerlo. Nada revela más elocuentemente nuestras más profundas teorías que nuestra práctica. Puede que nunca pensemos seriamente acerca de nuestras teorías ni las pongamos en tela de juicio, pero todos las tenemos. Como en el caso del cristiano que quiere a Cristo sin la teología, la persona que quiere la práctica sin la teoría generalmente termina con malas teorías que llevan a una mala práctica.

Como que las teorías que se hallan en la Escritura proceden de Dios, la Biblia es eminentemente práctica. Nada podría ser más práctico que la Palabra de Dios pues procede de una teoría que se establece de la perspectiva eterna. La debilidad fatal del pragmatismo sucumbe ante la revelación.

El cristiano sensual

Frecuentemente me he visto tentado a escribir un libro titulado El cristiano sensual. La mujer sensual, El hombre sensual, La pareja sensual. La divorciada sensual … al punto de saturación, todos han sido éxitos de librería. ¿Por qué no El cristiano sensuall?

¿Qué es un cristiano sensual? Un diccionario define sensual como “perteneciente a los sentidos u objetos sensibles: altamente susceptible por los sentidos”. El cristiano sensual es el que vive por los sentimientos más que por su entendimiento de la Palabra de Dios. El cristiano sensual no puede ser movido al servicio, la oración, o el estudio a no ser que él “tenga ganas”. Su vida cristiana es solamente tan efectiva como la intensidad de los sentimientos en ese momento. Cuando experimenta la euforia espiritual, es un remolino de actividad divina; cuando está deprimido, es un incompetente espiritual. Constantemente busca experiencias nuevas y frescas y las utiliza para determinar la Palabra de Dios. Sus “sentimientos internos” se convierten en la máxima prueba de la verdad.

El cristiano sensual no necesita estudiar la Palabra de Dios porque él ya conoce la voluntad de Dios a través de sus sentimientos. Él no quiere conocer a Dios: quiere experimentarlo. El cristiano sensual iguala “la fe de un niño” con la ignorancia. Él piensa que cuando la Biblia nos llama a tener la fe de un niño se refiere a una fe sin contenido, una fe sin entendimiento. Él no sabe que la Biblia dice: “Sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar” (1 Co. 14:20). No se da cuenta de que Pablo nos dice una y otra vez: “No quiero, hermanos, que ignoréis este misterio” (véase, por ejemplo, Ro. 11:25).

El cristiano sensual va alegre por su camino hasta que se encuentra con el dolor de la vida, que no es tan alegre, y se desploma. Por lo general termina por abrazarse a un tipo de “teología relacional” (la más terrible maldición de la cristiandad moderna) donde las relaciones personales y la experiencia toman precedencia sobre la Palabra de Dios. Si la Escritura nos demanda una acción que pueda poner en peligro una relación personal, entonces la Escritura debe ponerse en tela de juicio. La ley más elevada del cristiano sensual es la de que los sentimientos malos deben ser evitados a toda costa.

La Biblia está dirigida primordialmente, aunque no exclusivamente, a nuestro entendimiento. Eso, en cuanto a la mente. Esto resulta difícil de comunicar a los cristianos modernos que están viviendo en lo que podría ser el período más antiintelectual de la civilización occidental. Nótese, no dije antiacadémico ni antitecnológico ni antidocto. Dije antiintelectual. Hay una fuerte corriente de antipatía hacia la función de la mente en la vida cristiana.

En punto de hecho, existen razones históricas para esta clase de reacción. Muchos laicos han sufrido el resultado de lo que un teólogo ha definido como “la traición del intelectual”. Tanto escepticismo, cinismo, y crítica negativa han salido del mundo intelectual de los teólogos que los laicos han perdido su confianza en los proyectos intelectuales. En muchos casos se teme que la fe no pueda sostenerse bajo el escrutinio intelectual, por lo que la defensa se convierte en la denigración de la mente humana. Nos volvemos a los sentimientos en lugar de volvernos a nuestras mentes para establecer y preservar nuestra fe. Este es un problema muy serio al que nos enfrentamos en la iglesia del siglo xx.
El cristianismo es supremamente intelectual, aunque no intelectualista. O sea, la Escritura está dirigida al intelecto sin al mismo tiempo abrazar un espíritu de intelectualismo. La vida cristiana no debe ser una vida de meras conjeturas o racionalismo frío; debe ser una vida de pasión vibrante. Fuertes sentimientos de gozo, amor, y exaltación se manifiestan una y otra vez. Pero esos sentimientos pasionales son una respuesta a lo que con nuestras mentes entendemos que es verdad. Cuando leemos en la Escritura: “Confiad, yo he vencido al mundo” (Jn. 16:33), el bostezo no es una respuesta apropiada. Podemos sentirnos animados porque entendemos que Cristo ciertamente ha vencido al mundo. Eso estremece nuestras almas y nos hace bailar de contento. ¿Qué es más maravilloso que experimentar la dulzura de la presencia de Cristo o la cercanía del Espíritu Santo?
Dios no permitió que perdiésemos nuestra pasión o que pasáramos por el peregrinaje cristiano sin una experiencia de Cristo. ¿Qué sucede cuando hay un conflicto entre lo que Dios dice y lo que yo pienso? Debemos hacer lo que Dios dice, nos guste o no. Eso es de lo que trata el cristianismo.

Reflexione un momento. ¿Qué sucede en su propia vida cuando usted actúa según lo que tiene ganas de hacer y no según lo que sabe y comprende que se le está pidiendo que haga? Aquí nos enfrentamos a la cruel realidad de la diferencia entre la felicidad y el placer. ¡Cuan fácil es confundir las dos cosas! La búsqueda de la felicidad se considera nuestro “derecho inalienable”. Pero la felicidad y el placer no son la misma cosa. Los dos son agradables, pero sólo uno es duradero. El pecado puede traer placer, pero no la felicidad. Si el pecado no fuese tan placentero, apenas representaría una tentación. Pero, mientras que el pecado frecuentemente “es agradable”, no produce felicidad. Si no conocemos la diferencia o, peor aun, no nos importa la diferencia, habremos avanzado a grandes pasos para convertirnos en el máximo cristiano sensual.

Es precisamente en el punto de discernir la diferencia entre el placer y la felicidad en el que el conocimiento de la Escritura es tan vital. Existe una relación maravillosa entre la voluntad de Dios y la felicidad humana. El engaño fatal de Satanás es la mentira de que la obediencia jamás nos podrá proporcionar felicidad. Desde la tentación primordial de Adán y Eva a la seducción satánica de anoche, la mentira ha sido la misma. “Si haces lo que Dios ordena, no serás feliz. Si haces lo que yo digo, serás ‘liberado’ y conocerás la felicidad”.

¿Qué tendría que ser verdad para que el argumento de Satanás fuese cierto? Parecería que para que el argumento de Satanás fuese cierto, Dios tendría que ser una de estas tres cosas: ignorante, malévolo, o engañoso. Podría ser que la Palabra de Dios no funcione para nosotros porque procede de sus divinas equivocaciones.

Simplemente, Dios no sabe lo suficiente para decirnos lo que necesitamos hacer para obtener la felicidad. Probablemente desea nuestro bienestar, pero simplemente no sabe lo suficiente como para instruirnos adecuadamente. A Él le gustaría ayudarnos a salir adelante, pero las complejidades de la vida y las situaciones humanas sobrecogen su mente.

Tal vez Dios es infinitamente sabio y sabe lo que es bueno para nosotros mejor que nosotros mismos. Tal vez Él entiende las complejidades del hombre mejor que los filósofos, moralistas, políticos, maestros de escuela, pastores, y la Sociedad Psiquiátrica. Pero nos odia. Él conoce la verdad pero nos lleva por mal camino para Él seguir siendo el único ser feliz en el cosmos. Probablemente su ley es una expresión de su deseo de deleitarse alegremente en nuestra miseria. Por tanto, su malevolencia hacia nosotros lo lleva a adoptar el papel del Gran Impostor. ¡Disparates! Si eso fuese cierto, entonces la única conclusión a la que podríamos llegares que Dios es el diablo y el diablo es Dios, y las Sagradas Escrituras son en realidad el manual de Satanás.

¿Absurdo? ¿Inconcebible? Yo desearía que lo fuese. Literalmente en miles de estudios de pastores, la gente está siendo aconsejada a actuar en contra de la Escritura porque el pastor quiere que sean felices. “Sí, Sra. Pérez, vaya y divorcíese de su esposo a pesar de que no tiene usted la orden bíblica, ya que estoy seguro de que usted nunca encontrará la felicidad casada con un hombre como ese”.
Si hubiera algún secreto -un secreto cuidadosamente velado- para alcanzar la felicidad humana, sería aquel expresado en un catecismo del siglo que dice: El fin primordial del hombre es el de glorificar a Dios y disfrutar de Él para siempre”. El secreto de la felicidad se encuentra en la obediencia a Dios. ¿Cómo podemos ser felices si no somos obedientes? ¿Cómo podemos ser obedientes si no sabemos a qué obedecer? En resumen, la felicidad no puede ser completamente descubierta mientras permanezcamos ignorantes de la Palabra de Dios.

Dicho sea de paso, el conocimiento de la Palabra de Dios no garantiza que haremos lo que dice, pero cuando menos sabremos lo que deberíamos estar haciendo en nuestra búsqueda de realización como humanos. La cuestión de la fe no es tanto si debemos creer en Dios, como si realmente creemos al Dios en quien creemos.

Una cuestión de deber

¿Por qué debemos estudiar la Biblia? Hemos mencionado brevemente el valor práctico, la importancia ética, y el camino de la felicidad. Hemos visto algunos de los mitos que proponen las personas que no estudian la Biblia. Hemos discurrido algo acerca del espíritu de pragmatismo y el clima antiintelectual de nuestros días. Hay muchas facetas en la pregunta e innumerables razones por las que debemos estudiar la Biblia.

Yo podría tratar de convencerlos de estudiar la Biblia para su edificación personal. Podría tratar, mediante el arte de la persuasión, de estimular su búsqueda de la felicidad. Podría decir que el estudio de la Biblia probablemente sería la experiencia educacional más satisfactoria y ventajosa de toda su vida. Podría citar numerosas razones por las que saldría beneficiado de un estudio serio de la Escritura. Pero, en última instancia, la razón principal por la que debemos estudiar la Biblia es porque es nuestro deber.

Si la Biblia fuese el libro más aburrido, insípido, y menos interesante del mundo, y aparentemente irrelevante, aun así sería nuestro deber estudiarla. Si su estilo literario fuese torpe y confuso, el deber seguiría existiendo. Vivimos como seres humanos bajo una obligación por mandato divino de estudiar diligentemente la Palabra de Dios. Él es nuestro Soberano; es su Palabra y Él nos ordena que la estudiemos. Un deber no es una opción. Si aún no ha empezado a responder a esa orden, entonces necesita usted pedirle a Dios que lo perdone y tomar la resolución de llevar a cabo su deber desde este día en adelante.

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