Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6
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HACIENDO CAMBIOS QUE PERDURAN
Cuando Dios confrontó a Adán con su pecado en el huerto de Edén, inmediato respondió echando la culpa, “¡Es aquella mujer que me diste!” Mucho ha cambiado desde este día en el jardín pero desafortunadamente, en cuanto a responder a la confrontación y tratar con el pecado, ¡no hemos cambiado mucho!
Miles de años después, muchos hombres y mujeres responden idénticos a Adán al estar confrontado con su pecado. Aunque lo dicen de muchas formas: “Así soy,” “Así nací,” “Soy igual a mis padres,” “Es mi personalidad, ¡aguántate!” “Es culpa de mi esposa,” “No puedes enseñar un perro viejo trucos nuevos.” Todos están tratando de llegar al mismo punto: No es mi culpa. No puedo cambiar. Soy víctima, y mi pecado es una enfermedad.
Buenas Noticias de Dios: Puedes Cambiar
Me encantaría poder sentar con cada uno de ustedes y decirles algo una y otra vez: “Si eres creyente, ¡puedes cambiar y llegar a ser una persona más allegado a Dios!” Padres, ¡pueden llegar a ser padres más allegados a Dios! Hombres, ¡pueden llegar a ser esposos más allegados a Dios! y mujeres, ¡pueden llegar a ser esposas más allegadas a Dios! Pueden llegar a ser más sensitivos, más considerados, más amorosos, más disciplinados, más organizados. Pueden controlar su ira, pueden controlar su apetito, pueden controlar su lascivia, pueden llegar a ser menos criticón, pueden ser más alegres, pueden llegar a decir más la verdad. El viejo refrán, “Viejos perros no pueden aprender nuevos trucos” puede describir (pero a lo mejor no) a los perros, pero no es verdad de los humanos, quienes están hechos al imagen de Dios y han sido redimidos por medio de Cristo. Estas personas no solo pueden, sino deben, cambiar.
Cuando declaro esto, me doy cuenta que los que han luchado para vencer al pecado tendrán algo de escepticismo. Estarán diciendo, “¿Cómo puedes decir con tanta confianza que puedo cambiar? ¡No conoces mis padres, ni conoces mi situación, y no me conoces!”
Por cierto, no estoy aquí para aumentar tu estima de ti mismo por sugerir que tu tienes el poder en tí de cambiar. Ni tengo la confianza que puedes cambiar por lo que conozco de ti. En cambio, ¡tengo la certeza de que puedes cambiar por lo que conozco de Dios! Cada persona que lee este libro es diferente y enfrenta muchas circunstancias diferentes y difíciles; aun así, ¡Dios es el mismo, y ponemos nuestra confianza en El!
¡Puedes cambiar debido al plan, poder y la gracia de Dios!
Estoy seguro que puedes cambiar, si eres creyente, por el plan de Dios. Pablo explica en Tito 2:14 que Jesús se dio “a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.” Jesús murió para salvarte de tu pecado y convertirte en una persona pura y celoso para buenas obras. John Owen explica, “Es el propósito eternal e inmutable de Dios que todos los que son Suyos en una manera peculiar, todos los que El planea traer a bendición en disfrutarle a El para la eternidad, van a ser, antes de esto, hechos santos.” (Octavius Winslow, The Work of the Holy Spirit, p.?) Dios no nos salvó porque éramos santos, pero si nos salvó para ser santos. ¡Al decir que no puedes cambiar es decir que el gran plan de Dios se frustrará POR Ti!
Estoy seguro que puedes cambiar, si eres creyente, por la gracia de Dios. Pablo escribe en Tito 1:11–12: “La gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente.” Es absurdo decir que un cristiano no puede cambiar, puesto que la gracia de Dios ha venido no sólo a salvarnos de la penalidad de pecado, sino para salvarnos del poder del pecado. Pablo está diciendo, “La gracia de Dios trae la salvación y la gracia de Dios; nos enseña a decir no al pecado y si a la santidad. Esto es lo que hace la gracia.” Por lo tanto, si no estás aprendiendo a decir NO al pecado y SI a la santidad, no has experimentado la gracia de Dios. J. Gresham Machen explica, “Una vida cristiana que permite a un hombre seguir adelante igual que antes, haciendo un pobre e inefectiva batalla contra un hábito pecaminoso, no es una vida cristiana verdadera de ningún modo.” (The New Testament: An Introduction to It’s Literature and History, p. 362) Al decir que no puedes cambiar es decir que la gracia de Dios es miserablemente inadecuado.
¡Puedes cambiar debido a las promesas de Dios!
Estoy seguro que puedes cambiar por causa de las promesas de Dios. Leemos en 1 Corintios 10:13, “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres; y fiel es Dios, que no permitirá que vosotros seáis tentados más allá de lo que podéis soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que podáis resistirla.” Dios te promete que no te va a dar más de lo que puedes soportar por Su gracia. Así que no tienes que pecar cuando estás en medio de tentación.! Puedes vencer! Al decir que no puedes cambiar es decir que las promesas de Dios son mentiras.
¡Puedes cambiar debido a los mandamientos de Dios!
Estoy seguro que puedes cambiar por causa de los mandamientos de Dios. Pablo nos manda en Efesios 4, “que no andéis así como andan también los gentiles” En otras palabras, estabas caminando como los gentiles (es decir, como los no creyentes, no cristianos) caminaban, pero ahora llegando a ser cristiano, has aprendido de Jesucristo, estás renovado por su Espíritu, y como consiguiente ¡ya no debes vivir como viven los gentiles! Necesitas dejar los hábitos, patrones, y estilos de vida profanos, y debes vestirte de los hábitos, patrones y estilos de vida piadosos. ¿De qué serviría un mandamiento de Cristo para sus redimidos que es imposible de obedecer? Pablo exige que cambien los cristianos. Cambiar no es algo opcional. Es un mandamiento. Al decir que no puedes cambiar, declaras que los mandamientos de Dios son fútiles y vanos.
EL PROCESO Y MÉTODO DE CAMBIO
La Biblia lo hace bastante claro que si eres cristiano puedes cambiar. La pregunta es ¿Cómo? Es bonito decir que es posible cambiar, pero tal vez has tratado, y nada parece servir. De cierto, haces cambios por periodos cortos de tiempo, pero parece que no puedes hacer cambios que permanecen.
¿Cómo cambias un estilo de vida profano a uno piadoso. ¿Cómo cambias de ser no comprensivo a comprensivo? ¿Cómo cambias de ser un mentiroso a una persona que dice la verdad? ¿Cómo cambias de perezoso a trabajador? ¿Cómo cambias de egoísta a generoso? ¿Cómo cambias de orgulloso a humilde, de rencoroso a perdonador, de pensamientos lascivias a pensamientos que agradan a Dios? ¿Cómo llegas a ser una persona piadosa?
Si vas a hacer cambios que permanecen, tienes que ser convertido. No apresuras esta verdad importante. Es absolutamente imposible cambiar en una manera que honra a Dios sin nacer de nuevo. Imagine una persona que maneja un carro por la carretera cuando de repente se para. Está vacío el tanque. Se baja la persona y ve bien a su carro, pensando en qué está mal. Se nota que hay insectos en la parabrisas, así que lo limpia. Ve que las llantas están sucios así que se pone de rodillas para lavarlos bien hasta que brillan. Al terminar de limpiar el carro de afuera parece nuevecita. Pero, ¿ha arreglado el problema? ¡Claro que no! Puede limpiar lo de afuera todo lo que quiere, pero si el carro no tiene gasolina, no va a ningún lado.
Lo mismo pasa en nuestras vidas. Un no creyente puede limpiar su vida por fuera, pero no va a poder tratar con sus problemas fundamentales, a menos que esté convertido. Siempre va a estar frustrado en sus esfuerzos de hacer cambios que perduran, porque sus problemas tienen raíces profundos van derechito al corazón.
Efesios 2 describe nuestra condición antes de la conversión: “Estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.”
No te dejes engañar. No solamente nuestras acciones eran malos, sino nuestra esclavitud a nuestras apetitos carnales demostraba una naturaleza completamente opuesta a Dios; éramos sus enemigos; éramos profanos. Éramos totalmente enajenados de Dios, totalmente inactivos en hacer las cosas que le plazcan a Dios, y constantemente perseguimos las cosas que Dios odiaba. No sólo estábamos enfermos, estábamos muertos. (Ef. 2:1–3; Rom. 8:5–8; Jer. 17:9; Mar. 7:21–23; Col. 1:21).
El tratar de cambiar aparte de una relación real y viva con Jesucristo es igual a mandar que un muerto camine y esperar que obedezca. Puedes gritar, “Levántate y camina” todo lo que quieras, pero no va a ir a ningún lado. Lo puedes vestir en un traje bonito, pero no importa qué tan gracioso lo haces ver, no va a caminar a ningún lado, porque es muerto. La única manera de hacer que un muerto camine, es resucitarlo de la muerte, ¡dándole una nueva vida! ¡La única manera que puedes empezar a caminar en la manera que honra a Dios es nacer de nuevo! La gracia de Dios se magnifica en nuestra salvación, porque no sólo está sanando a un enfermo, está levantando a un muerto. Cuando en verdad te arrepientas de tus pecados y pongas tu fe en Cristo, algo notable pasa. Un cambio obvio ocurre en tu vida. Tu vieja persona muere. (Rom. 6:2) Te es regalada una nueva naturaleza, una que ama a Dios y quiere obedecer a Dios. Esto quiere decir que cuando estés salvado, Dios te libra de la esclavitud al pecado y te da el amor por la justicia (Rom. 6:18). Estás muerto al pecado y vivo para Dios. ¡Has cambiado, para que puedas cambiar!
Además, cuando venimos a Cristo en arrepentimiento y fe, Dios nos da su Espíritu Santo. El Espíritu Santo mora en nosotros, y actúa como un socorro divino que nos guía en la verdad. Por el poder del Espíritu Santo podemos desarrollar estilos de vida piadosas. Aparte de una nueva naturaleza y del Espíritu Santo, es absolutamente imposible cambiar en maneras que agradan a Dios. Pero tal vez estás diciendo, “Mira, ya soy cristiano y todavía encuentro difícil quitarme algunos hábitos y patrones profanos. Además, conozco a gente cristiana que tienen profanidad en sus vidas.”
¡Eso es porque llegar a ser cristiano no es el fin del proceso, sino el empiezo! Si vas a hacer cambios que perduran, tienes que dedicarte a hacer lo que Dios dice que es necesario para que ocurren cambios verdaderos. Y esto requiere una dedicación a la disciplina. Pablo exhorta a Timoteo en 1 Timoteo 4:7–8, “Desecha las fábulas profanas y de viejas. Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera.”
Timoteo era cristiano. Pablo no está cuestionando su cristiandad. Pero aun dice, “Timoteo, si alguna vez vas a llegar a ser piadoso, tendrás que disciplinarte.” La piedad no es algo que aparece automaticamente. No es algo que aparece milagrosamente. No es algo que aparece por magia. No es algo que aparece fácilmente.
Cuando nací, empecé a respirar automaticamente. No me tenía que decir, “Andale, respira. Ahora, respira, respira, respira.” No, automaticamente, empecé a respirar. Cuando nací no tenía que decir a mi corazón, “Corazón, late, late, late.” No, mi corazón latía automaticamente. Hay muchas cosas que ocurren a nosotros automaticamente. La piedad no es una de estas cosas. Pablo dice que si vas a llegar a ser piadoso, tu tienes que disciplinarte.
Cuando Pablo dice esto, está tomando una ilustración del mundo de los atletas. El término que usa para disciplina se usaba para describir como los atletas entrenaban para las competencias. Implica ejercicio vigoroso y esfuerzo enérgico. Pablo está diciendo, “Timoteo, tienes que ser tu propio entrenador personal en un programa diseñado para la piedad porque un cambio bíblico no toma lugar sin dedicación seria a la disciplina.”
Imagínate una persona que dice que quiere correr en el Maratón de Boston, pero nunca entrena. Todo el día se sienta en el sofá, viendo los deportes en la televisión, jugando videos, y hablando de correr el Maratón. Cuando llega el día del Maratón de Boston en actualidad, no va a ir muy lejos, porque faltó entrenar, disciplinarse. Si quieres ser un gran atleta, tienes que hacer sacrificios, tienes que hacer cosas difíciles, tienes que levantarte de este sofá, tienes que tener dedicación.
El problema es que la mayoría de nosotros no nos gusta esta palabra, ¡disciplina! Una de las razones principales que creyentes no crecen en la piedad es porque no tienen voluntad de trabajar duro en llegar a ser piadosos. Hay muchos cristianos perezosos, y los resultados son devastadoras. Profesan ser cristianos, pero por falta de disciplina espiritual viven vidas patéticas. Aun más trágico, tienen voluntad de disciplinarse para el propósito de tener éxito en sus trabajos, pero rehusan disciplinarse para el propósito de piedad. Son muy serios e intensos por las cosas del mundo, pero son absolutamente sin disposición para luchar para el bien de sus almas. Tristemente, esto es verdad. No solo de la gente fuera de la iglesia, sino también de muchos que profesan ser cristianos y miembros de las iglesias.
Donald Whitney comenta, “He visto cristianos fieles a la iglesia de Dios, quienes demuestran frecuentemente entusiasmo genuino para las cosas de Dios, quienes en verdad aman la Palabra de Dios, trivializar su efectividad en el Reino por falta de disciplina. Espiritualmente tienen un kilómetro de ancho y un centímetro de profundidad. No hay canales trillados de disciplina comunes entre ellos y Dios. Se han salpicado en todo pero se han disciplinado en nada.” (Spiritual Disciplines of the Christian Life, p. 19)
La piedad no llega instantáneamente. “Disciplina” está en el verbo presente, lo cual quiere decir que para llegar a piedad es algo con el cual tienes que estar constantemente trabajando. Hace años en preparatoria y la universidad, jugaba el football americano. Tenía que hacer ejercicios y disciplinarme como nunca antes para llegar a ser un buen jugador de football. Hora tras hora, año tras año, tenía que entrenar para estar en forma para el football. Como resultado, tenía la mejor forma de mi vida. Mi estómago estaba duro, mis músculos estaban duros, podía correr millas. Pero luego gradué de la universidad y fui al seminario. De repente, no podía hacer tanto ejercicio. ¿Sabes lo que pasó? Aunque estaba en buena forma, aunque me había costado mucho tiempo llegar a tener esta forma, ¡dejando de hacer ejercicio, muy pronto me puse flácido otra vez! Esto es porque requiere esfuerzo continuo y disciplina para mantenerse en forma física de primera.
Así es con la piedad. Si vas a llegar a ser piadosa, tienes que disciplinarte diariamente. “No hay avance sin dolor en las cosas espirituales igual que las temporales. Este león rugiente el diablo nunca dejará escapar una alma sin lucha… El mundo con todo su oposición y tentación nunca se va a vencer sin conflicto.” (J. C. Ryle, Practical Religion, p. 22).
Cada día tienes que estudiar la Palabra. Cada día tienes que negarte a tí mismo. Cada día tienes que evaluarte a tí mismo. Cada día tienes que buscar la ayuda del Señor. Hora a hora, momento a momento. No solo por un año o dos, sino cada día hasta que Cristo te lleve a casa. No puedes ser un “sentadote en sillón” espiritual y esperar correr efectivamente el maratón de la vida cristiana para la gloria de Dios.
Cualquier entrenador físico bueno te dirá que para llegar a tener condición física, tienes que dejar de hacer ciertas cosas y empezar a hacer otras. Lo mismo es verdad al tratar de la piedad. Para llegar a ser piadoso, debes disciplinarte y evitar enseñanza profano (1 Tim. 4:7; Salmo 1:1), actividades, prácticas y lugares que tientan (Rom. 13:14: Mat. 5:28; Prov. 4:14, 15, 27; 7:6–21), malos compañeros (1 Cor. 15:33; Prov. 1:10–19; 13:20), pensamientos pecaminosos (Sant. 1:13, 14; 2 Cor. 10:3–5) y acciones antibíblicos (1 Ped. 2:9; Col. 3:5–9). Un escritor explica, “El cristianismo no es la cosa gentil, suave, que a veces lo hacen equivocadamente… Involucra abnegación; quiere decir el abandono inflexible del pecado.” (J. Gresham Machen, ibid, p. 362).
Para hacer cambios que perduran, necesitas evaluar tu vida y pensar especificamente, ¿que necesita ser abandonado? ¿Estoy llenando mi mente con la perspectiva del mundo sobre el pecado? ¿Me acomodo en situaciones tentadoras? ¿Me distraen mis amigos de mi búsqueda de Cristo? ¿Qué estoy haciendo en desobediencia a los mandamientos de Dios?
Pero no es suficiente solo deshacerte de estas cosas, si quieres llegar a ser piadoso, tienes que disciplinarte a desarrollar un deseo de enseñanza sana (1 Ped. 2:2; Sant. 1:21, 22; Salmo 1:2), a consagración a la oración (Col. 4:2, 12), a un patrón de pensar bíblico (Rom. 12:2; Fil. 4:8; 2 Cor. 10:5; Sal. 1:2), a una práctica de vida en obediencia (Gál. 6:); Luc. 11:28; Sant. 1:21–25), a un equipo de sostén de amigos bíblicos (Heb. 3:12, 13; Prov. 13:20; Heb. 10:24, 25), y a un hábito de hablar lo que honra a Dios (Ef. 4:29; Col. 4:6). Tienes que dedicarte a integrar principios bíblicos en la tela de tu vida. Tienes que dejar de solo escuchar la Escritura, ¡tienes que empezar a aplicarlo!
Al comentar sobre este pasaje, escribe William Hendriksen, “Lo que Pablo tenía en mente, por consiguiente, debe haber incluido uno o más de las comparaciones siguientes:
a) Como un joven en el gimnasio se esfuerza al último, así tu, también por la gracia y poder de Dios, debes escatimar ningún esfuerzo para lograr la meta.
b) Como ese joven se deshace de toda carga u obstáculo para entrenarse con más libertad, así también debes despojarte de todo que puede impedir tu progreso espiritual.
c) Como ese joven tiene sus ojos en la meta tal vez la de enseñar destreza superior en tirar el discus, la de ganar un partido de lucha o una ronda de boxeo en la palestra, la de ser el primero en alcanzar la meta marcada en la pista de correr, o la de por lo menos mejorar su estructura corporal, así tu debes estar apuntando constantemente a su objetivo espiritual, especificamente la meta de auto-dedicación total a Dios en Cristo.” (William Hendriksen, New Testament Commentary, Exposition of the Pastoral Epistles, 151)
EL VALOR INESTIMABLE DE CAMBIAR
Como se nota por todo lo que se ha escrito hasta ahora en este capítulo, crecer en piedad (haciendo cambios que perduran) involucra mucho esfuerzo y mucha disciplina. Involucra sangre, sudor, y lágrimas. Todo esta plática de esfuerzo, compromiso y disciplina a lo mejor te deja preguntando, ¿por qué debo hacer eso? Déjeme contestar claramente: Tu prioridad más importante en la vida es llegar a ser una persona piadosa, porque la piedad tiene valor para absolutamente todo.
Pablo nos advierte en 1 Tim. 4:8, “porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera.” Entiende lo que está diciendo Pablo: está diciendo que ¡no hay nada, ninguna actividad, ninguna relación, ningún aspecto de la vida en lo que no ejerce influencia para lo bueno, la piedad! De otro modo, la piedad tiene valor en esta vida y tiene valor para la vida venidera. Si eres piadoso, ¡tienes lo mejor de los dos mundos!
El valor de la piedad en el futuro
La muerte ayuda a poner el valor de la piedad en perspectiva. Todos los hombres mueren, pero los únicos que van a ser felices cuando mueren son los piadosos. La profanidad no tiene valor para la vida venidera.
Jesús narra la historia de un hombre profano en Lucas 12. Este hombre no era tan malo. Jesús no dice que fue adúltero. Jesús no dice que este hombre era asesino o un blasfemador terrible. Muchas personas creen que el hacer estas cosas es la esencia de la profanidad. ¡Así no es! Hacer este tipo de cosas ciertamente es una manifestación de la profanidad, pero no es el total o la esencia de la impiedad. La profanidad puede involucrar estas cosas, pero la profanidad es mucho más que eso.
La profanidad es simplemente no vivir tu vida según la voluntad de Dios, y no vivir tu vida para la gloria de Dios. Profanidad involucra no tener la actitud correcta y no responder al verdadero y vivo Dios. Involucra enfocar en tus propios deseos, tus propios valores, tu propios prioridades en vez de los de Dios. Incluye buscar dar gusto a uno mismo en vez de dar gusto a Dios, ser manejado por interés en uno mismo en vez de los intereses de Dios. En esencia, es la auto-adoración, en vez de adoración de Dios. El hombre descrito en Lucas 12 era profano porque vivía para sí mismo. Tenía sus propios valores, sus propias normas, estaba buscando cosas que él quería buscar. Era un hombre rico, por hecho, tenía cosechas tan buenas que tenía que construir almacenes más grandes. Tenía un plan muy sencillo para su vida: Comer, Beber, y Ser Feliz. A lo mejor suena como mucha gente que conoces.
El mundo te va a decir que este hombre está muy bien, está viviendo la vida a lo máximo. Pero la Biblia dice que era un necio. Dios le llegó y le dijo, “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma.” Dios le llamó necio porque tenía la idea totalmente equivocada de lo que era valeroso. Estaba viviendo en lo temporal en vez de lo eterna., adorando a sí mismo en vez del verdadero y vivo Dios, enfocando en lo que le daba placer a él, en vez de lo que daba placer a Dios, buscando su propio reino en vez del reino de Dios (Mat. 6:18–33).
Si pudieras ir hoy al infierno a hacer una entrevista con aquel hombre, y pudieras preguntarle, “¿Valía las cosas por lo cual vivías, valía tu estilo de vida para la vida venidera?” Gritaría él, “¡No!” La profanidad no tiene valor, ninguno, en la vida venidera.
Pero, ¡qué diferencia hay para aquellos que han hecho la piedad su meta en la vida! Porque la muerte justa es la puerta a gozo sin fin. La muerte no es algo a temer, sino algo a contemplar con anticipación, porque “Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos.” (Sal. 116:15) Aunque ciertamente Dios no goza de las experiencias dolorosos que pueden acompañar la muerte del piadoso, está contento cuando mueren, ¡porque una de las razones de Dios de salvarnos es para vertirnos su amor por toda la eternidad!
Pablo escribe en Efesios 2:4–7 que Dios nos salvó por su gran misericordia y amor. Nos hizo vivir otra vez junto con Cristo, nos resucitó con El, “para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús…” Es como parar un creyente en frente de una presa grande, atrás de esa presa está el océano del amor de Dios, y cuando llegamos al cielo, la gracia y misericordia de Dios va a romper la presa, y vamos a estar nadando en el gran océano del amor de Dios por toda la eternidad. Hemos experimentado el gran amor de Dios aquí en la tierra, ¡pero nada como lo vamos a experimentar en el cielo!
Juan describe a un grupo de creyentes que han llegado al cielo en Apocalipsis 7. Que estas personas eran hombres y mujeres piadosos se deduce claramente del contexto. Sus vidas en la tierra tal vez eran muy difíciles, tuvieron que aguantar gran persecución, pero ahora están en paz. Sirven a Dios día y noche en Su templo. Tienen acceso inmediato con Dios. Ya no tienen hambre, ya no tienen sed, nunca se quemen por el sol, están guiados por el Cordero de Dios quien está en medio del trono. ¡Dios mismo enjugará cada lágrima de sus ojos! Y si por alguna manera pudieras visitar al cielo y entrevistar a la gente allí, descubrirías que todos te dirían que la piedad tiene valor para la vida venidera. Para los piadosos, “¡el vivir es Cristo, y el morir es ganancia!” Disciplínate para la piedad porque ¡para los piadosos lo mejor todavía está por llegar!
El valor de la piedad en el presente
Pablo nos dice que la piedad no solo tiene valor para la vida venidera, sino que también es valioso en esta vida presente. El cristianismo te da una cualidad de vida ahora mismo que no tiene paralela en el mundo. Verdaderos creyentes no cambiarían el gozo que experimentan como resultado de la piedad por todos los tesoros del mundo. Jesucristo no vino para hacernos miserables ahora y felices después. Vino para darnos una porción de la eternidad ahora mismo. “He venido para que tengan vida, y ahora mismo, que lo tengan en abundancia.”
La piedad tiene valor física. Prov. 14:30 dice que “El corazón apacible es vida de la carne; Mas la envidia es carcoma de los huesos.” Estar contento te hace bien físicamente, pero si tienes envidia, te destruirá físicamente. Salomón nos dice en Prov. 17:22, “El corazón alegre constituye buen remedio, Mas el espíritu triste seca los huesos.” El pecado no solo es malo para el espíritu, sino también ¡es malo para la carne.!
La piedad tiene valor para tu matrimonio y tu familia. Un hombre piadoso amará a su esposa como Cristo ama a la iglesia. La va a nutrir y la va a apreciar, se va a dedicarse a su bienestar, va a buscar su bien antes que el de él, la va a escuchar, y esta es un buen matrimonio. La esposa piadosa se va a dedicarse a ser ayudante de su esposo. Va a buscar cooperar con su esposo, lo va a sostener, va a hacer todo lo que pueda para animar a su esposo, y esta es un buen matrimonio.
La piedad quiere decir que los padres van a querer ser el tipo de padres que Dios dice que deben de ser. No van a provocar a sus hijos a ira. Van a buscar educar a sus hijos en disciplina y el consejo del Señor. Y esto es bueno para familias.
La piedad es bueno para tu vida de negocios. El hombre piadoso será mejor empleado. Pablo nos dice que el hombre piadoso trabaja para hacer brillar el evangelio (Tit. 2:10). Al mirar la manera en que un hombre piadoso trabaja en su empleo, ¡la gente se atrae a su Salvador! La manera en que trabaja les impresiona porque no trabaja sólo para dar gusto a su jefe aquí en la tierra, no sólo para que se ve bien por la gente, sino para agradar a Dios, a quien teme (Col. 3:22–24).
José es uno de los primeros ejemplos bíblicos de un empleado piadoso, y leemos en Génesis 39:5 que el Señor bendijo “la casa del egipcio a causa de José y la bendición de Jehová estaba sobre todo lo que tenía, así en casa como en el campo.” José, porque era persona piadosa, era concienzudo, era diligente, era trabajador, y era confiable y honesto. La diligencia de José como empleado trajo bendición no solo a él, sino también a la casa de Potifar.
Pero la piedad no solo hace de hombre un mejor empleado, sino también un mejor jefe. Pablo reta a los patrones en Colosenses 4 diciendo, “Amos, haced lo que es justo y recto con vuestros siervos, sabiendo que también vosotros tenéis un Amo en los cielos.” El patrón piadoso reconoce que el es siervo de Cristo, y que la manera en la cual trata a sus empleados debe reflejar el carácter de Dios. Tendrá alto respeto para sus empleados: no va a abusar ni aprovecharse de ellos. Va a tener cuidado de ellos, no amenazándolos, sino tratándolos en una manera consistente con la gracia que Dios le ha mostrado a él. ¡La gente piadosa son los mejores empleados, y los mejores patrones!
La piedad tiene valor para tu testimonio para Cristo. Jesús declara a los discípulos en Hechos 1:8, “recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos…” Fíjate bien en lo que no dijo Jesús: no dijo que van a testificar. Testificar es algo que haces principalmente con la boca. Debemos testificar, pero no es el punto de Jesús aquí. Jesús dijo me seréis testigos, y lo que quería decir era que sus vidas eran testigos de El y del Evangelio. Tú, como persona, si eres cristiano, eres testigo. Tu vida atraerá hombres hacia Cristo, o traerá vergüenza para tu Salvador.
Es el punto principal de Pablo en Tito 2. Urge a Tito que enseñe a los creyentes en Creto a vivir de tal forma que cuadra con la sana doctrina, y uno de las razones principales de su importancia es porque la forma en que actúan o puede hacer parecer hermoso el Evangelio, o puede hacer parecer feo a los no creyentes. Pueden deshonrar la Palabra de Dios por su comportamiento, (Tito 2:5) o pueden adornar la doctrina de Dios en todo tiempo (Tito 2:10).
Hace unos años mi hijo, Joaquín, empezó a trabajar para sostenerse mientras estudiaba en la universidad en la facultad de leyes. Poquito después de que empezó, su patrón le dijo, sabiendo que era cristiano, “Si tienes un hermano en casa como tú, quiero emplearlo.” Y sí tuvo un hermano menor en casa, así que él consiguió un trabajo por la manera en que trabajaba su hermano mayor. Un poco después, le dijo su patrón, “¿Tienes algunos amigos cristianos que buscan trabajo?, porque me gusta como trabajan los cristianos.” Como ves, mi hijo era buen testimonio para Jesucristo por su manera de trabajar. Así que, si quieres influir a gente para Cristo, no es simplemente lo que dices con tus labios, sino también es asunto de cómo vives tu vida.
Sí, las palabras de Pablo son absolutamente verdaderas, “la piedad para todo aprovecha”. Fíjate de las palabras “para todo”. Subraya estas palabras por lo menos en tu mente. Márcalos como oro puro. En realidad, solo he mencionado algunas maneras en que la piedad es provechosa. Hay varias otras:
1) Es provechosa para tí personalmente porque vas a ser contento, lleno de paz y gozo y paciencia y dominio propio y estabilidad (1 Tim. 6:8; Fil. 4:10–13; Gal. 5:22–23; Mat. 6:33).
2) Es provechosa para tu país en que te hace un buen ciudadano, un buen vecino, un buen amigo (Rom. 13:1–14; Gen. 39:1–14).
3) Es provechosa en términos de que llenas el propósito por lo cual Dios te hizo y te salvó en que los piadosos son la gente que traen honra y gloria a Dios y influyen a otros para Dios (1 Tim. 4:9–16; 1 Ped. 3:15; Hechos 4:13).
4) Es provechosa para tu relación con Dios porque Dios comparte sus secretos con, se acerca a, y se manifiesta a si mismo a la persona piadosa (Sal. 25; 1–15; Sal. 4:3; Juan 14:21 y 23; Prov. 14:26; Prov. 1:7; 10:9).
¿Qué tan provechosa es la piedad? Respuesta: “Para todo”. Créeme, o más bien cree a Dios quien inspiró a Pablo a escribir esas palabras: hay muchas otras maneras en que la piedad es provechosa. Solo he pellizcado la superficie de lo que significa estas dos palabras. Lo digo por dos razones: 1) este capítulo ya está demasiado largo; y 2) no conozco todas las maneras (y tampoco sabe nadie más sino Dios) en que la piedad es provechosa.
Te urjo a tomar a Dios en serio y comprometerte a hacer cualquier cosa necesaria para que llegues a ser una persona más piadosa. “Para todo” quiere decir que es absolutamente imposible que gastes demasiado energía en tu búsqueda de la piedad. Quiere decir que no debes dejar a nada distraerte de estudiar la Palabra de Dios, de apartar tiempo para orar, del compañerismo con otros creyentes, de escuchar doctrina sana, y de meditar en la verdad. Lucha contra las pasiones que hacen guerra contra tu alma (1 Ped. 2:11, 12).
Recuérdate, tú eres creyente y puedes llegar a ser una persona piadosa. Por la gracia de Dios y tu obediencia al mandato de 1 Timoteo 4:7 puedes hacer cambios que perduran. La piedad tiene valor tanto para esta vida presente como para la venidera. Así que te urjo a alcanzarlo. ¡Dirige tu vida y disciplínate hacia el propósito de la piedad! Si lo haces, lo que pasa en eternidad y aun en el cuadro total, lo que pasa en este mundo a tí te revelará que hiciste una buena decisión.
Preguntas de Discusión y Aplicación
Para Hacer Cambios que Perduran
Preguntas de repaso:
1. ¿Cuáles son algunas excusas comunes que la gente da por su comportamiento pecaminoso?
2. ¿Por qué piensas que la gente trata de disculpar su pecado?
3. De cuatro razones que confirman el hecho de que un creyente puede vencer al pecado. Respaldarlo con Escrituras.
4. Explica en tus propias palabras esta declaración de John Owen: “ “Es el propósito eternal e inmutable de Dios que todos los que son Suyos en una manera peculiar, todos los que El planea traer a bendición en disfrutarle a El para la eternidad, van a ser, antes de esto, hechos santos.”
5. ¿Por qué es lo mismo decir que no puedes cambiar como decir que la gracia de Dios es sumamente inadecuado?
6. Defiende con Escritura la declaración de J. Gresham Machen: “Una vida cristiana que permite a un hombre seguir adelante igual que antes, haciendo un pobre e inefectiva batalla contra un hábito pecaminoso, no es una vida cristiana verdadera de ningún modo.”
7. ¿Cuáles dos cosas deben ser verdaderas de ti si vas a llegar a ser una persona más piadosa?
8. ¿Qué tiene que ver la regeneración con cambio?
9. Describe lo que acontece cuando estás convertido.
10. ¿Puede un no creyente cambiar en maneras que honran a Dios? ¿Por qué? o ¿Por qué no?
11. Explica lo que dice la biblia sobre la naturaleza de un no creyente.
12. ¿Qué diferencia hace el hecho de que no solo nuestras acciones, sino nuestra naturaleza misma, estaban mal?
13. ¿Qué nos enseña la palabra “Disciplina” sobre lo que cuesta llegar a ser piadoso? ¿De dónde sacó Pablo este término? ¿Qué nos indica eso en cuanto a lo que cuesta llegar a ser piadoso?
14. ¿Qué diferencia hace que la palabra “Disciplina” está en tiempo presente?
15. ¿Especificamente, qué debe disciplinarse una persona a hacer si va a llegar a ser piadoso?
16. ¿Qué motivación nos da Pablo por llegar a ser piadoso?
17. ¿Cómo pone en perspectiva a la piedad el hecho de la muerte?
18. ¿Qué es la profanidad, o el opuesto de la piedad?
19. Comprueba con Escrituras que la piedad tiene valor para la vida venidera.
20. ¿Cuáles son varias maneras que la piedad tiene valor para la vida presente?
Preguntas para responder:
1. Si alguien te dice, “No más, ¡no puedo cambiar!” ¿Cómo responderías?
2. ¿Cuáles son algunas de las excusas que hayas hecho de por qué no cambias?
3. ¿Hay otras razones que las mencionadas aquí en este capítulo que afirman que un creyente sí puede cambiar?
4. ¿Por qué es que los creyentes todavía luchan con el pecado?
5. Dé varias razones por qué la gente que se dicen creyentes pueden ser vencidos por el pecado.
6. ¿Con cuáles áreas de tu vida has luchado constantemente? ¿Explican algunas de las razones que acabas de apuntar del por qué continuamente has luchado con este pecado particular?
7. ¿Qué tiene que ver la gracia de Dios y la conversión con cambio?
8. ¿Por qué es sólo por nacer de nuevo que “la única manera en que puedes empezar a caminar de una manera que honra a Dios”?
9. ¿En cuáles áreas de tu vida no has tenido compromiso de cambiar?
10. ¿Qué quiere decir J.C. Ryle cuando dice, “No hay avance sin dolor en las cosas espirituales igual que las temporales.”?
11. ¿En cuáles maneras especificamente te estás ejercitando para la piedad?
12. ¿Qué tienes de quitarte y ponerte para llegar a ser una persona más piadosa? Toma la lista de cosas que tienes que quitar y examínate a ti mismo. ¿Cuáles necesitas quitar? ¿Enseñanza no sana? ¿Actividades tentadoras? ¿Malos compañeros? ¿Pensamientos pecaminosos? ¿Acciones no bíblicas?
13. Toma la lista de cosas que necesitas poner y examínate a ti mismo. ¿Qué necesitas poner? ¿Un deseo de enseñanza sana? ¿Un compromiso de orar? ¿Un patrón de pensar en una manera bíblica? ¿Una práctica de vivir en obediencia? ¿Un equipo de amigos bíblicos? ¿Un hábito de habla que honra a Dios?
14. ¿Cuáles áreas de tu vida son profanos?
15. ¿Cuáles pasos vas a tomar para integrar en tu vida las verdades que has aprendido en este capítulo?
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HACIENDO CAMBIOS QUE PERDURAN
Cuando Dios confrontó a Adán con su pecado en el huerto de Edén, inmediato respondió echando la culpa, “¡Es aquella mujer que me diste!” Mucho ha cambiado desde este día en el jardín pero desafortunadamente, en cuanto a responder a la confrontación y tratar con el pecado, ¡no hemos cambiado mucho!
Miles de años después, muchos hombres y mujeres responden idénticos a Adán al estar confrontado con su pecado. Aunque lo dicen de muchas formas: “Así soy,” “Así nací,” “Soy igual a mis padres,” “Es mi personalidad, ¡aguántate!” “Es culpa de mi esposa,” “No puedes enseñar un perro viejo trucos nuevos.” Todos están tratando de llegar al mismo punto: No es mi culpa. No puedo cambiar. Soy víctima, y mi pecado es una enfermedad.
Buenas Noticias de Dios: Puedes Cambiar
Me encantaría poder sentar con cada uno de ustedes y decirles algo una y otra vez: “Si eres creyente, ¡puedes cambiar y llegar a ser una persona más allegado a Dios!” Padres, ¡pueden llegar a ser padres más allegados a Dios! Hombres, ¡pueden llegar a ser esposos más allegados a Dios! y mujeres, ¡pueden llegar a ser esposas más allegadas a Dios! Pueden llegar a ser más sensitivos, más considerados, más amorosos, más disciplinados, más organizados. Pueden controlar su ira, pueden controlar su apetito, pueden controlar su lascivia, pueden llegar a ser menos criticón, pueden ser más alegres, pueden llegar a decir más la verdad. El viejo refrán, “Viejos perros no pueden aprender nuevos trucos” puede describir (pero a lo mejor no) a los perros, pero no es verdad de los humanos, quienes están hechos al imagen de Dios y han sido redimidos por medio de Cristo. Estas personas no solo pueden, sino deben, cambiar.
Cuando declaro esto, me doy cuenta que los que han luchado para vencer al pecado tendrán algo de escepticismo. Estarán diciendo, “¿Cómo puedes decir con tanta confianza que puedo cambiar? ¡No conoces mis padres, ni conoces mi situación, y no me conoces!”
Por cierto, no estoy aquí para aumentar tu estima de ti mismo por sugerir que tu tienes el poder en tí de cambiar. Ni tengo la confianza que puedes cambiar por lo que conozco de ti. En cambio, ¡tengo la certeza de que puedes cambiar por lo que conozco de Dios! Cada persona que lee este libro es diferente y enfrenta muchas circunstancias diferentes y difíciles; aun así, ¡Dios es el mismo, y ponemos nuestra confianza en El!
¡Puedes cambiar debido al plan, poder y la gracia de Dios!
Estoy seguro que puedes cambiar, si eres creyente, por el plan de Dios. Pablo explica en Tito 2:14 que Jesús se dio “a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.” Jesús murió para salvarte de tu pecado y convertirte en una persona pura y celoso para buenas obras. John Owen explica, “Es el propósito eternal e inmutable de Dios que todos los que son Suyos en una manera peculiar, todos los que El planea traer a bendición en disfrutarle a El para la eternidad, van a ser, antes de esto, hechos santos.” (Octavius Winslow, The Work of the Holy Spirit, p.?) Dios no nos salvó porque éramos santos, pero si nos salvó para ser santos. ¡Al decir que no puedes cambiar es decir que el gran plan de Dios se frustrará POR Ti!
Estoy seguro que puedes cambiar, si eres creyente, por la gracia de Dios. Pablo escribe en Tito 1:11–12: “La gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente.” Es absurdo decir que un cristiano no puede cambiar, puesto que la gracia de Dios ha venido no sólo a salvarnos de la penalidad de pecado, sino para salvarnos del poder del pecado. Pablo está diciendo, “La gracia de Dios trae la salvación y la gracia de Dios; nos enseña a decir no al pecado y si a la santidad. Esto es lo que hace la gracia.” Por lo tanto, si no estás aprendiendo a decir NO al pecado y SI a la santidad, no has experimentado la gracia de Dios. J. Gresham Machen explica, “Una vida cristiana que permite a un hombre seguir adelante igual que antes, haciendo un pobre e inefectiva batalla contra un hábito pecaminoso, no es una vida cristiana verdadera de ningún modo.” (The New Testament: An Introduction to It’s Literature and History, p. 362) Al decir que no puedes cambiar es decir que la gracia de Dios es miserablemente inadecuado.
¡Puedes cambiar debido a las promesas de Dios!
Estoy seguro que puedes cambiar por causa de las promesas de Dios. Leemos en 1 Corintios 10:13, “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres; y fiel es Dios, que no permitirá que vosotros seáis tentados más allá de lo que podéis soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que podáis resistirla.” Dios te promete que no te va a dar más de lo que puedes soportar por Su gracia. Así que no tienes que pecar cuando estás en medio de tentación.! Puedes vencer! Al decir que no puedes cambiar es decir que las promesas de Dios son mentiras.
¡Puedes cambiar debido a los mandamientos de Dios!
Estoy seguro que puedes cambiar por causa de los mandamientos de Dios. Pablo nos manda en Efesios 4, “que no andéis así como andan también los gentiles” En otras palabras, estabas caminando como los gentiles (es decir, como los no creyentes, no cristianos) caminaban, pero ahora llegando a ser cristiano, has aprendido de Jesucristo, estás renovado por su Espíritu, y como consiguiente ¡ya no debes vivir como viven los gentiles! Necesitas dejar los hábitos, patrones, y estilos de vida profanos, y debes vestirte de los hábitos, patrones y estilos de vida piadosos. ¿De qué serviría un mandamiento de Cristo para sus redimidos que es imposible de obedecer? Pablo exige que cambien los cristianos. Cambiar no es algo opcional. Es un mandamiento. Al decir que no puedes cambiar, declaras que los mandamientos de Dios son fútiles y vanos.
EL PROCESO Y MÉTODO DE CAMBIO
La Biblia lo hace bastante claro que si eres cristiano puedes cambiar. La pregunta es ¿Cómo? Es bonito decir que es posible cambiar, pero tal vez has tratado, y nada parece servir. De cierto, haces cambios por periodos cortos de tiempo, pero parece que no puedes hacer cambios que permanecen.
¿Cómo cambias un estilo de vida profano a uno piadoso. ¿Cómo cambias de ser no comprensivo a comprensivo? ¿Cómo cambias de ser un mentiroso a una persona que dice la verdad? ¿Cómo cambias de perezoso a trabajador? ¿Cómo cambias de egoísta a generoso? ¿Cómo cambias de orgulloso a humilde, de rencoroso a perdonador, de pensamientos lascivias a pensamientos que agradan a Dios? ¿Cómo llegas a ser una persona piadosa?
Si vas a hacer cambios que permanecen, tienes que ser convertido. No apresuras esta verdad importante. Es absolutamente imposible cambiar en una manera que honra a Dios sin nacer de nuevo. Imagine una persona que maneja un carro por la carretera cuando de repente se para. Está vacío el tanque. Se baja la persona y ve bien a su carro, pensando en qué está mal. Se nota que hay insectos en la parabrisas, así que lo limpia. Ve que las llantas están sucios así que se pone de rodillas para lavarlos bien hasta que brillan. Al terminar de limpiar el carro de afuera parece nuevecita. Pero, ¿ha arreglado el problema? ¡Claro que no! Puede limpiar lo de afuera todo lo que quiere, pero si el carro no tiene gasolina, no va a ningún lado.
Lo mismo pasa en nuestras vidas. Un no creyente puede limpiar su vida por fuera, pero no va a poder tratar con sus problemas fundamentales, a menos que esté convertido. Siempre va a estar frustrado en sus esfuerzos de hacer cambios que perduran, porque sus problemas tienen raíces profundos van derechito al corazón.
Efesios 2 describe nuestra condición antes de la conversión: “Estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.”
No te dejes engañar. No solamente nuestras acciones eran malos, sino nuestra esclavitud a nuestras apetitos carnales demostraba una naturaleza completamente opuesta a Dios; éramos sus enemigos; éramos profanos. Éramos totalmente enajenados de Dios, totalmente inactivos en hacer las cosas que le plazcan a Dios, y constantemente perseguimos las cosas que Dios odiaba. No sólo estábamos enfermos, estábamos muertos. (Ef. 2:1–3; Rom. 8:5–8; Jer. 17:9; Mar. 7:21–23; Col. 1:21).
El tratar de cambiar aparte de una relación real y viva con Jesucristo es igual a mandar que un muerto camine y esperar que obedezca. Puedes gritar, “Levántate y camina” todo lo que quieras, pero no va a ir a ningún lado. Lo puedes vestir en un traje bonito, pero no importa qué tan gracioso lo haces ver, no va a caminar a ningún lado, porque es muerto. La única manera de hacer que un muerto camine, es resucitarlo de la muerte, ¡dándole una nueva vida! ¡La única manera que puedes empezar a caminar en la manera que honra a Dios es nacer de nuevo! La gracia de Dios se magnifica en nuestra salvación, porque no sólo está sanando a un enfermo, está levantando a un muerto. Cuando en verdad te arrepientas de tus pecados y pongas tu fe en Cristo, algo notable pasa. Un cambio obvio ocurre en tu vida. Tu vieja persona muere. (Rom. 6:2) Te es regalada una nueva naturaleza, una que ama a Dios y quiere obedecer a Dios. Esto quiere decir que cuando estés salvado, Dios te libra de la esclavitud al pecado y te da el amor por la justicia (Rom. 6:18). Estás muerto al pecado y vivo para Dios. ¡Has cambiado, para que puedas cambiar!
Además, cuando venimos a Cristo en arrepentimiento y fe, Dios nos da su Espíritu Santo. El Espíritu Santo mora en nosotros, y actúa como un socorro divino que nos guía en la verdad. Por el poder del Espíritu Santo podemos desarrollar estilos de vida piadosas. Aparte de una nueva naturaleza y del Espíritu Santo, es absolutamente imposible cambiar en maneras que agradan a Dios. Pero tal vez estás diciendo, “Mira, ya soy cristiano y todavía encuentro difícil quitarme algunos hábitos y patrones profanos. Además, conozco a gente cristiana que tienen profanidad en sus vidas.”
¡Eso es porque llegar a ser cristiano no es el fin del proceso, sino el empiezo! Si vas a hacer cambios que perduran, tienes que dedicarte a hacer lo que Dios dice que es necesario para que ocurren cambios verdaderos. Y esto requiere una dedicación a la disciplina. Pablo exhorta a Timoteo en 1 Timoteo 4:7–8, “Desecha las fábulas profanas y de viejas. Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera.”
Timoteo era cristiano. Pablo no está cuestionando su cristiandad. Pero aun dice, “Timoteo, si alguna vez vas a llegar a ser piadoso, tendrás que disciplinarte.” La piedad no es algo que aparece automaticamente. No es algo que aparece milagrosamente. No es algo que aparece por magia. No es algo que aparece fácilmente.
Cuando nací, empecé a respirar automaticamente. No me tenía que decir, “Andale, respira. Ahora, respira, respira, respira.” No, automaticamente, empecé a respirar. Cuando nací no tenía que decir a mi corazón, “Corazón, late, late, late.” No, mi corazón latía automaticamente. Hay muchas cosas que ocurren a nosotros automaticamente. La piedad no es una de estas cosas. Pablo dice que si vas a llegar a ser piadoso, tu tienes que disciplinarte.
Cuando Pablo dice esto, está tomando una ilustración del mundo de los atletas. El término que usa para disciplina se usaba para describir como los atletas entrenaban para las competencias. Implica ejercicio vigoroso y esfuerzo enérgico. Pablo está diciendo, “Timoteo, tienes que ser tu propio entrenador personal en un programa diseñado para la piedad porque un cambio bíblico no toma lugar sin dedicación seria a la disciplina.”
Imagínate una persona que dice que quiere correr en el Maratón de Boston, pero nunca entrena. Todo el día se sienta en el sofá, viendo los deportes en la televisión, jugando videos, y hablando de correr el Maratón. Cuando llega el día del Maratón de Boston en actualidad, no va a ir muy lejos, porque faltó entrenar, disciplinarse. Si quieres ser un gran atleta, tienes que hacer sacrificios, tienes que hacer cosas difíciles, tienes que levantarte de este sofá, tienes que tener dedicación.
El problema es que la mayoría de nosotros no nos gusta esta palabra, ¡disciplina! Una de las razones principales que creyentes no crecen en la piedad es porque no tienen voluntad de trabajar duro en llegar a ser piadosos. Hay muchos cristianos perezosos, y los resultados son devastadoras. Profesan ser cristianos, pero por falta de disciplina espiritual viven vidas patéticas. Aun más trágico, tienen voluntad de disciplinarse para el propósito de tener éxito en sus trabajos, pero rehusan disciplinarse para el propósito de piedad. Son muy serios e intensos por las cosas del mundo, pero son absolutamente sin disposición para luchar para el bien de sus almas. Tristemente, esto es verdad. No solo de la gente fuera de la iglesia, sino también de muchos que profesan ser cristianos y miembros de las iglesias.
Donald Whitney comenta, “He visto cristianos fieles a la iglesia de Dios, quienes demuestran frecuentemente entusiasmo genuino para las cosas de Dios, quienes en verdad aman la Palabra de Dios, trivializar su efectividad en el Reino por falta de disciplina. Espiritualmente tienen un kilómetro de ancho y un centímetro de profundidad. No hay canales trillados de disciplina comunes entre ellos y Dios. Se han salpicado en todo pero se han disciplinado en nada.” (Spiritual Disciplines of the Christian Life, p. 19)
La piedad no llega instantáneamente. “Disciplina” está en el verbo presente, lo cual quiere decir que para llegar a piedad es algo con el cual tienes que estar constantemente trabajando. Hace años en preparatoria y la universidad, jugaba el football americano. Tenía que hacer ejercicios y disciplinarme como nunca antes para llegar a ser un buen jugador de football. Hora tras hora, año tras año, tenía que entrenar para estar en forma para el football. Como resultado, tenía la mejor forma de mi vida. Mi estómago estaba duro, mis músculos estaban duros, podía correr millas. Pero luego gradué de la universidad y fui al seminario. De repente, no podía hacer tanto ejercicio. ¿Sabes lo que pasó? Aunque estaba en buena forma, aunque me había costado mucho tiempo llegar a tener esta forma, ¡dejando de hacer ejercicio, muy pronto me puse flácido otra vez! Esto es porque requiere esfuerzo continuo y disciplina para mantenerse en forma física de primera.
Así es con la piedad. Si vas a llegar a ser piadosa, tienes que disciplinarte diariamente. “No hay avance sin dolor en las cosas espirituales igual que las temporales. Este león rugiente el diablo nunca dejará escapar una alma sin lucha… El mundo con todo su oposición y tentación nunca se va a vencer sin conflicto.” (J. C. Ryle, Practical Religion, p. 22).
Cada día tienes que estudiar la Palabra. Cada día tienes que negarte a tí mismo. Cada día tienes que evaluarte a tí mismo. Cada día tienes que buscar la ayuda del Señor. Hora a hora, momento a momento. No solo por un año o dos, sino cada día hasta que Cristo te lleve a casa. No puedes ser un “sentadote en sillón” espiritual y esperar correr efectivamente el maratón de la vida cristiana para la gloria de Dios.
Cualquier entrenador físico bueno te dirá que para llegar a tener condición física, tienes que dejar de hacer ciertas cosas y empezar a hacer otras. Lo mismo es verdad al tratar de la piedad. Para llegar a ser piadoso, debes disciplinarte y evitar enseñanza profano (1 Tim. 4:7; Salmo 1:1), actividades, prácticas y lugares que tientan (Rom. 13:14: Mat. 5:28; Prov. 4:14, 15, 27; 7:6–21), malos compañeros (1 Cor. 15:33; Prov. 1:10–19; 13:20), pensamientos pecaminosos (Sant. 1:13, 14; 2 Cor. 10:3–5) y acciones antibíblicos (1 Ped. 2:9; Col. 3:5–9). Un escritor explica, “El cristianismo no es la cosa gentil, suave, que a veces lo hacen equivocadamente… Involucra abnegación; quiere decir el abandono inflexible del pecado.” (J. Gresham Machen, ibid, p. 362).
Para hacer cambios que perduran, necesitas evaluar tu vida y pensar especificamente, ¿que necesita ser abandonado? ¿Estoy llenando mi mente con la perspectiva del mundo sobre el pecado? ¿Me acomodo en situaciones tentadoras? ¿Me distraen mis amigos de mi búsqueda de Cristo? ¿Qué estoy haciendo en desobediencia a los mandamientos de Dios?
Pero no es suficiente solo deshacerte de estas cosas, si quieres llegar a ser piadoso, tienes que disciplinarte a desarrollar un deseo de enseñanza sana (1 Ped. 2:2; Sant. 1:21, 22; Salmo 1:2), a consagración a la oración (Col. 4:2, 12), a un patrón de pensar bíblico (Rom. 12:2; Fil. 4:8; 2 Cor. 10:5; Sal. 1:2), a una práctica de vida en obediencia (Gál. 6:); Luc. 11:28; Sant. 1:21–25), a un equipo de sostén de amigos bíblicos (Heb. 3:12, 13; Prov. 13:20; Heb. 10:24, 25), y a un hábito de hablar lo que honra a Dios (Ef. 4:29; Col. 4:6). Tienes que dedicarte a integrar principios bíblicos en la tela de tu vida. Tienes que dejar de solo escuchar la Escritura, ¡tienes que empezar a aplicarlo!
Al comentar sobre este pasaje, escribe William Hendriksen, “Lo que Pablo tenía en mente, por consiguiente, debe haber incluido uno o más de las comparaciones siguientes:
a) Como un joven en el gimnasio se esfuerza al último, así tu, también por la gracia y poder de Dios, debes escatimar ningún esfuerzo para lograr la meta.
b) Como ese joven se deshace de toda carga u obstáculo para entrenarse con más libertad, así también debes despojarte de todo que puede impedir tu progreso espiritual.
c) Como ese joven tiene sus ojos en la meta tal vez la de enseñar destreza superior en tirar el discus, la de ganar un partido de lucha o una ronda de boxeo en la palestra, la de ser el primero en alcanzar la meta marcada en la pista de correr, o la de por lo menos mejorar su estructura corporal, así tu debes estar apuntando constantemente a su objetivo espiritual, especificamente la meta de auto-dedicación total a Dios en Cristo.” (William Hendriksen, New Testament Commentary, Exposition of the Pastoral Epistles, 151)
EL VALOR INESTIMABLE DE CAMBIAR
Como se nota por todo lo que se ha escrito hasta ahora en este capítulo, crecer en piedad (haciendo cambios que perduran) involucra mucho esfuerzo y mucha disciplina. Involucra sangre, sudor, y lágrimas. Todo esta plática de esfuerzo, compromiso y disciplina a lo mejor te deja preguntando, ¿por qué debo hacer eso? Déjeme contestar claramente: Tu prioridad más importante en la vida es llegar a ser una persona piadosa, porque la piedad tiene valor para absolutamente todo.
Pablo nos advierte en 1 Tim. 4:8, “porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera.” Entiende lo que está diciendo Pablo: está diciendo que ¡no hay nada, ninguna actividad, ninguna relación, ningún aspecto de la vida en lo que no ejerce influencia para lo bueno, la piedad! De otro modo, la piedad tiene valor en esta vida y tiene valor para la vida venidera. Si eres piadoso, ¡tienes lo mejor de los dos mundos!
El valor de la piedad en el futuro
La muerte ayuda a poner el valor de la piedad en perspectiva. Todos los hombres mueren, pero los únicos que van a ser felices cuando mueren son los piadosos. La profanidad no tiene valor para la vida venidera.
Jesús narra la historia de un hombre profano en Lucas 12. Este hombre no era tan malo. Jesús no dice que fue adúltero. Jesús no dice que este hombre era asesino o un blasfemador terrible. Muchas personas creen que el hacer estas cosas es la esencia de la profanidad. ¡Así no es! Hacer este tipo de cosas ciertamente es una manifestación de la profanidad, pero no es el total o la esencia de la impiedad. La profanidad puede involucrar estas cosas, pero la profanidad es mucho más que eso.
La profanidad es simplemente no vivir tu vida según la voluntad de Dios, y no vivir tu vida para la gloria de Dios. Profanidad involucra no tener la actitud correcta y no responder al verdadero y vivo Dios. Involucra enfocar en tus propios deseos, tus propios valores, tu propios prioridades en vez de los de Dios. Incluye buscar dar gusto a uno mismo en vez de dar gusto a Dios, ser manejado por interés en uno mismo en vez de los intereses de Dios. En esencia, es la auto-adoración, en vez de adoración de Dios. El hombre descrito en Lucas 12 era profano porque vivía para sí mismo. Tenía sus propios valores, sus propias normas, estaba buscando cosas que él quería buscar. Era un hombre rico, por hecho, tenía cosechas tan buenas que tenía que construir almacenes más grandes. Tenía un plan muy sencillo para su vida: Comer, Beber, y Ser Feliz. A lo mejor suena como mucha gente que conoces.
El mundo te va a decir que este hombre está muy bien, está viviendo la vida a lo máximo. Pero la Biblia dice que era un necio. Dios le llegó y le dijo, “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma.” Dios le llamó necio porque tenía la idea totalmente equivocada de lo que era valeroso. Estaba viviendo en lo temporal en vez de lo eterna., adorando a sí mismo en vez del verdadero y vivo Dios, enfocando en lo que le daba placer a él, en vez de lo que daba placer a Dios, buscando su propio reino en vez del reino de Dios (Mat. 6:18–33).
Si pudieras ir hoy al infierno a hacer una entrevista con aquel hombre, y pudieras preguntarle, “¿Valía las cosas por lo cual vivías, valía tu estilo de vida para la vida venidera?” Gritaría él, “¡No!” La profanidad no tiene valor, ninguno, en la vida venidera.
Pero, ¡qué diferencia hay para aquellos que han hecho la piedad su meta en la vida! Porque la muerte justa es la puerta a gozo sin fin. La muerte no es algo a temer, sino algo a contemplar con anticipación, porque “Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos.” (Sal. 116:15) Aunque ciertamente Dios no goza de las experiencias dolorosos que pueden acompañar la muerte del piadoso, está contento cuando mueren, ¡porque una de las razones de Dios de salvarnos es para vertirnos su amor por toda la eternidad!
Pablo escribe en Efesios 2:4–7 que Dios nos salvó por su gran misericordia y amor. Nos hizo vivir otra vez junto con Cristo, nos resucitó con El, “para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús…” Es como parar un creyente en frente de una presa grande, atrás de esa presa está el océano del amor de Dios, y cuando llegamos al cielo, la gracia y misericordia de Dios va a romper la presa, y vamos a estar nadando en el gran océano del amor de Dios por toda la eternidad. Hemos experimentado el gran amor de Dios aquí en la tierra, ¡pero nada como lo vamos a experimentar en el cielo!
Juan describe a un grupo de creyentes que han llegado al cielo en Apocalipsis 7. Que estas personas eran hombres y mujeres piadosos se deduce claramente del contexto. Sus vidas en la tierra tal vez eran muy difíciles, tuvieron que aguantar gran persecución, pero ahora están en paz. Sirven a Dios día y noche en Su templo. Tienen acceso inmediato con Dios. Ya no tienen hambre, ya no tienen sed, nunca se quemen por el sol, están guiados por el Cordero de Dios quien está en medio del trono. ¡Dios mismo enjugará cada lágrima de sus ojos! Y si por alguna manera pudieras visitar al cielo y entrevistar a la gente allí, descubrirías que todos te dirían que la piedad tiene valor para la vida venidera. Para los piadosos, “¡el vivir es Cristo, y el morir es ganancia!” Disciplínate para la piedad porque ¡para los piadosos lo mejor todavía está por llegar!
El valor de la piedad en el presente
Pablo nos dice que la piedad no solo tiene valor para la vida venidera, sino que también es valioso en esta vida presente. El cristianismo te da una cualidad de vida ahora mismo que no tiene paralela en el mundo. Verdaderos creyentes no cambiarían el gozo que experimentan como resultado de la piedad por todos los tesoros del mundo. Jesucristo no vino para hacernos miserables ahora y felices después. Vino para darnos una porción de la eternidad ahora mismo. “He venido para que tengan vida, y ahora mismo, que lo tengan en abundancia.”
La piedad tiene valor física. Prov. 14:30 dice que “El corazón apacible es vida de la carne; Mas la envidia es carcoma de los huesos.” Estar contento te hace bien físicamente, pero si tienes envidia, te destruirá físicamente. Salomón nos dice en Prov. 17:22, “El corazón alegre constituye buen remedio, Mas el espíritu triste seca los huesos.” El pecado no solo es malo para el espíritu, sino también ¡es malo para la carne.!
La piedad tiene valor para tu matrimonio y tu familia. Un hombre piadoso amará a su esposa como Cristo ama a la iglesia. La va a nutrir y la va a apreciar, se va a dedicarse a su bienestar, va a buscar su bien antes que el de él, la va a escuchar, y esta es un buen matrimonio. La esposa piadosa se va a dedicarse a ser ayudante de su esposo. Va a buscar cooperar con su esposo, lo va a sostener, va a hacer todo lo que pueda para animar a su esposo, y esta es un buen matrimonio.
La piedad quiere decir que los padres van a querer ser el tipo de padres que Dios dice que deben de ser. No van a provocar a sus hijos a ira. Van a buscar educar a sus hijos en disciplina y el consejo del Señor. Y esto es bueno para familias.
La piedad es bueno para tu vida de negocios. El hombre piadoso será mejor empleado. Pablo nos dice que el hombre piadoso trabaja para hacer brillar el evangelio (Tit. 2:10). Al mirar la manera en que un hombre piadoso trabaja en su empleo, ¡la gente se atrae a su Salvador! La manera en que trabaja les impresiona porque no trabaja sólo para dar gusto a su jefe aquí en la tierra, no sólo para que se ve bien por la gente, sino para agradar a Dios, a quien teme (Col. 3:22–24).
José es uno de los primeros ejemplos bíblicos de un empleado piadoso, y leemos en Génesis 39:5 que el Señor bendijo “la casa del egipcio a causa de José y la bendición de Jehová estaba sobre todo lo que tenía, así en casa como en el campo.” José, porque era persona piadosa, era concienzudo, era diligente, era trabajador, y era confiable y honesto. La diligencia de José como empleado trajo bendición no solo a él, sino también a la casa de Potifar.
Pero la piedad no solo hace de hombre un mejor empleado, sino también un mejor jefe. Pablo reta a los patrones en Colosenses 4 diciendo, “Amos, haced lo que es justo y recto con vuestros siervos, sabiendo que también vosotros tenéis un Amo en los cielos.” El patrón piadoso reconoce que el es siervo de Cristo, y que la manera en la cual trata a sus empleados debe reflejar el carácter de Dios. Tendrá alto respeto para sus empleados: no va a abusar ni aprovecharse de ellos. Va a tener cuidado de ellos, no amenazándolos, sino tratándolos en una manera consistente con la gracia que Dios le ha mostrado a él. ¡La gente piadosa son los mejores empleados, y los mejores patrones!
La piedad tiene valor para tu testimonio para Cristo. Jesús declara a los discípulos en Hechos 1:8, “recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos…” Fíjate bien en lo que no dijo Jesús: no dijo que van a testificar. Testificar es algo que haces principalmente con la boca. Debemos testificar, pero no es el punto de Jesús aquí. Jesús dijo me seréis testigos, y lo que quería decir era que sus vidas eran testigos de El y del Evangelio. Tú, como persona, si eres cristiano, eres testigo. Tu vida atraerá hombres hacia Cristo, o traerá vergüenza para tu Salvador.
Es el punto principal de Pablo en Tito 2. Urge a Tito que enseñe a los creyentes en Creto a vivir de tal forma que cuadra con la sana doctrina, y uno de las razones principales de su importancia es porque la forma en que actúan o puede hacer parecer hermoso el Evangelio, o puede hacer parecer feo a los no creyentes. Pueden deshonrar la Palabra de Dios por su comportamiento, (Tito 2:5) o pueden adornar la doctrina de Dios en todo tiempo (Tito 2:10).
Hace unos años mi hijo, Joaquín, empezó a trabajar para sostenerse mientras estudiaba en la universidad en la facultad de leyes. Poquito después de que empezó, su patrón le dijo, sabiendo que era cristiano, “Si tienes un hermano en casa como tú, quiero emplearlo.” Y sí tuvo un hermano menor en casa, así que él consiguió un trabajo por la manera en que trabajaba su hermano mayor. Un poco después, le dijo su patrón, “¿Tienes algunos amigos cristianos que buscan trabajo?, porque me gusta como trabajan los cristianos.” Como ves, mi hijo era buen testimonio para Jesucristo por su manera de trabajar. Así que, si quieres influir a gente para Cristo, no es simplemente lo que dices con tus labios, sino también es asunto de cómo vives tu vida.
Sí, las palabras de Pablo son absolutamente verdaderas, “la piedad para todo aprovecha”. Fíjate de las palabras “para todo”. Subraya estas palabras por lo menos en tu mente. Márcalos como oro puro. En realidad, solo he mencionado algunas maneras en que la piedad es provechosa. Hay varias otras:
1) Es provechosa para tí personalmente porque vas a ser contento, lleno de paz y gozo y paciencia y dominio propio y estabilidad (1 Tim. 6:8; Fil. 4:10–13; Gal. 5:22–23; Mat. 6:33).
2) Es provechosa para tu país en que te hace un buen ciudadano, un buen vecino, un buen amigo (Rom. 13:1–14; Gen. 39:1–14).
3) Es provechosa en términos de que llenas el propósito por lo cual Dios te hizo y te salvó en que los piadosos son la gente que traen honra y gloria a Dios y influyen a otros para Dios (1 Tim. 4:9–16; 1 Ped. 3:15; Hechos 4:13).
4) Es provechosa para tu relación con Dios porque Dios comparte sus secretos con, se acerca a, y se manifiesta a si mismo a la persona piadosa (Sal. 25; 1–15; Sal. 4:3; Juan 14:21 y 23; Prov. 14:26; Prov. 1:7; 10:9).
¿Qué tan provechosa es la piedad? Respuesta: “Para todo”. Créeme, o más bien cree a Dios quien inspiró a Pablo a escribir esas palabras: hay muchas otras maneras en que la piedad es provechosa. Solo he pellizcado la superficie de lo que significa estas dos palabras. Lo digo por dos razones: 1) este capítulo ya está demasiado largo; y 2) no conozco todas las maneras (y tampoco sabe nadie más sino Dios) en que la piedad es provechosa.
Te urjo a tomar a Dios en serio y comprometerte a hacer cualquier cosa necesaria para que llegues a ser una persona más piadosa. “Para todo” quiere decir que es absolutamente imposible que gastes demasiado energía en tu búsqueda de la piedad. Quiere decir que no debes dejar a nada distraerte de estudiar la Palabra de Dios, de apartar tiempo para orar, del compañerismo con otros creyentes, de escuchar doctrina sana, y de meditar en la verdad. Lucha contra las pasiones que hacen guerra contra tu alma (1 Ped. 2:11, 12).
Recuérdate, tú eres creyente y puedes llegar a ser una persona piadosa. Por la gracia de Dios y tu obediencia al mandato de 1 Timoteo 4:7 puedes hacer cambios que perduran. La piedad tiene valor tanto para esta vida presente como para la venidera. Así que te urjo a alcanzarlo. ¡Dirige tu vida y disciplínate hacia el propósito de la piedad! Si lo haces, lo que pasa en eternidad y aun en el cuadro total, lo que pasa en este mundo a tí te revelará que hiciste una buena decisión.
Preguntas de Discusión y Aplicación
Para Hacer Cambios que Perduran
Preguntas de repaso:
1. ¿Cuáles son algunas excusas comunes que la gente da por su comportamiento pecaminoso?
2. ¿Por qué piensas que la gente trata de disculpar su pecado?
3. De cuatro razones que confirman el hecho de que un creyente puede vencer al pecado. Respaldarlo con Escrituras.
4. Explica en tus propias palabras esta declaración de John Owen: “ “Es el propósito eternal e inmutable de Dios que todos los que son Suyos en una manera peculiar, todos los que El planea traer a bendición en disfrutarle a El para la eternidad, van a ser, antes de esto, hechos santos.”
5. ¿Por qué es lo mismo decir que no puedes cambiar como decir que la gracia de Dios es sumamente inadecuado?
6. Defiende con Escritura la declaración de J. Gresham Machen: “Una vida cristiana que permite a un hombre seguir adelante igual que antes, haciendo un pobre e inefectiva batalla contra un hábito pecaminoso, no es una vida cristiana verdadera de ningún modo.”
7. ¿Cuáles dos cosas deben ser verdaderas de ti si vas a llegar a ser una persona más piadosa?
8. ¿Qué tiene que ver la regeneración con cambio?
9. Describe lo que acontece cuando estás convertido.
10. ¿Puede un no creyente cambiar en maneras que honran a Dios? ¿Por qué? o ¿Por qué no?
11. Explica lo que dice la biblia sobre la naturaleza de un no creyente.
12. ¿Qué diferencia hace el hecho de que no solo nuestras acciones, sino nuestra naturaleza misma, estaban mal?
13. ¿Qué nos enseña la palabra “Disciplina” sobre lo que cuesta llegar a ser piadoso? ¿De dónde sacó Pablo este término? ¿Qué nos indica eso en cuanto a lo que cuesta llegar a ser piadoso?
14. ¿Qué diferencia hace que la palabra “Disciplina” está en tiempo presente?
15. ¿Especificamente, qué debe disciplinarse una persona a hacer si va a llegar a ser piadoso?
16. ¿Qué motivación nos da Pablo por llegar a ser piadoso?
17. ¿Cómo pone en perspectiva a la piedad el hecho de la muerte?
18. ¿Qué es la profanidad, o el opuesto de la piedad?
19. Comprueba con Escrituras que la piedad tiene valor para la vida venidera.
20. ¿Cuáles son varias maneras que la piedad tiene valor para la vida presente?
Preguntas para responder:
1. Si alguien te dice, “No más, ¡no puedo cambiar!” ¿Cómo responderías?
2. ¿Cuáles son algunas de las excusas que hayas hecho de por qué no cambias?
3. ¿Hay otras razones que las mencionadas aquí en este capítulo que afirman que un creyente sí puede cambiar?
4. ¿Por qué es que los creyentes todavía luchan con el pecado?
5. Dé varias razones por qué la gente que se dicen creyentes pueden ser vencidos por el pecado.
6. ¿Con cuáles áreas de tu vida has luchado constantemente? ¿Explican algunas de las razones que acabas de apuntar del por qué continuamente has luchado con este pecado particular?
7. ¿Qué tiene que ver la gracia de Dios y la conversión con cambio?
8. ¿Por qué es sólo por nacer de nuevo que “la única manera en que puedes empezar a caminar de una manera que honra a Dios”?
9. ¿En cuáles áreas de tu vida no has tenido compromiso de cambiar?
10. ¿Qué quiere decir J.C. Ryle cuando dice, “No hay avance sin dolor en las cosas espirituales igual que las temporales.”?
11. ¿En cuáles maneras especificamente te estás ejercitando para la piedad?
12. ¿Qué tienes de quitarte y ponerte para llegar a ser una persona más piadosa? Toma la lista de cosas que tienes que quitar y examínate a ti mismo. ¿Cuáles necesitas quitar? ¿Enseñanza no sana? ¿Actividades tentadoras? ¿Malos compañeros? ¿Pensamientos pecaminosos? ¿Acciones no bíblicas?
13. Toma la lista de cosas que necesitas poner y examínate a ti mismo. ¿Qué necesitas poner? ¿Un deseo de enseñanza sana? ¿Un compromiso de orar? ¿Un patrón de pensar en una manera bíblica? ¿Una práctica de vivir en obediencia? ¿Un equipo de amigos bíblicos? ¿Un hábito de habla que honra a Dios?
14. ¿Cuáles áreas de tu vida son profanos?
15. ¿Cuáles pasos vas a tomar para integrar en tu vida las verdades que has aprendido en este capítulo?