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viernes, 27 de mayo de 2016

Así como por la desobediencia de un hombre, los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno los muchos serán constituidos justos

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Dios lo creó todo por el poder de Su Palabra
GÉNESIS: EL REGISTRO REVELADO DE LOS TRATOS Y PROPÓSITOS DE DIOS CON EL HOMBRE
«Es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe y que es galardonador de los que le buscan.»

Por esto la Sagrada Escritura, que contiene el registro revelado de los tratos y propósitos de Dios con el hombre, empieza con un relato de la creación. «Porque las cosas invisibles de él su eterno poder y divinidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas.»

Cuatro grandes verdades, que inciden en toda la revelación, nos llegan del más temprano relato de la escritura, como los cuatro ríos que brotaban en el jardín de Edén. 
  • La primera verdad es: la creación de todas las cosas por el poder de la palabra de Dios; 
  • la segunda: la descendencia de todos los hombres de nuestros padres comunes, Adán y Eva; 
  • la tercera: nuestra relación con Adán como la cabeza de la raza humana, por medio de quien toda la humanidad fue implicada en su pecado y caída; y 
  • la cuarta: que un descendiente de Adán, pero sin su pecado, debería, por medio del sufrimiento, librarnos de las consecuencias de la caída, y como segundo Adán sería el autor de salvación eterna para todos los que confían en él. A estas cuatro verdades vitales podemos añadir una 
  • quinta, la institución de un día cada siete para ser un día de reposo santo para Dios.

Es prácticamente imposible imaginar un mayor contraste que entre los relatos paganos del origen de todas las cosas y la narrativa bíblica. 

Los primeros están tan colmados de absurdos evidentes que solo pueden ser tenidos como fábulas; mientras que la última es tan sencilla, y no obstante tan llena de majestad, como casi para forzarnos a «adorar e inclinarnos», y a «arrodillarnos ante el Señor nuestro hacedor». 

Y puesto que éste era precisamente el objetivo, y no la instrucción científica, y mucho menos la satisfacción de nuestra curiosidad, debemos esperar encontrar en el primer capítulo de Génesis solamente los rasgos principales de lo acontecido, y no detalles relacionados con la creación. 

En estos detalles hay mucho lugar para la información que la ciencia pueda proporcionar, una vez seleccionado y cribado todo lo que se pueda aprender por el estudio de la tierra y la naturaleza. 

Este momento, no obstante, todavía no ha llegado y, por lo tanto, deberíamos estar en guardia contra las afirmaciones atrevidas y sin garantías que algunas veces han sido defendidas en estos temas. 

La escritura pone ante nosotros la creación sucesiva de todas las cosas, por así decirlo, en una escala ascendente, hasta que llegamos a la del hombre, la cabeza de las obras de Dios, y a quien su hacedor designó como señor de todo. 

Algunos han imaginado que los seis días de la creación representan períodos, más bien que días literales, principalmente sobre la base de la supuesta gran antigüedad de nuestro globo, y los diversos grandes períodos o épocas; cada uno de los cuales terminaban con una gran revolución, por la que parece ser que pasó nuestra tierra, antes de llegar a su estado presente, cuando vino a ser un lugar apto para ser habitado por el hombre. 

No obstante, no es necesario recurrir a tal teoría. 
  • El primer versículo en el libro de Génesis simplemente afirma un hecho general, que «en el principio» (cuando fuera que fuese eso) «creó Dios los cielos y la tierra». Luego, en 
  • el segundo versículo, nos encontramos la tierra descrita en su estado al final de la última gran revolución, anterior al estado actual de las cosas: «y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la superficie del abismo». Un espacio de tiempo casi indefinido, y muchos cambios, podían pues haber tenido lugar entre la creación del cielo y la tierra, como se menciona en el versículo 1, y el estado caótico de nuestra tierra, como se describe en el versículo 2
En cuanto a la fecha exacta de la primera creación, se puede afirmar sin dudar que todavía no tenemos el suficiente conocimiento para llegar a ninguna conclusión realmente digna de confianza.

No obstante es mucho más importante para nosotros saber que Dios «creó todas las cosas por Jesucristo»; y todavía más, que «todo fue creado por medio de Él y para Él», y que «de Él, y por Él, y para Él son todas las cosas». Esto no solo confiere unidad a toda la creación, sino que la coloca en una conexión viviente con nuestro Señor Jesucristo. 

Al mismo tiempo, siempre deberíamos tener presente, que «por la fe entendemos que el universo fue enteramente organizado por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de cosas no visibles».

Todas las cosas al salir de la mano de Dios eran «bueno en gran manera», es decir, perfecto para cumplir el propósito que le había sido asignado. «Y acabó Dios la obra que hizo; y reposó el día séptimo. Y bendijo Dios al séptimo día, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación.» 

Es sobre esta institución original del sábado cual día de reposo santo en lo que se basa nuestra observancia del día del Señor (domingo). El cambio (del séptimo de la semana al primero) surgió por la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, mediante el cual no solo la primera creación fue finalmente completada, sino también la nueva.

De todas sus obras Dios solo «creó al hombre a su imagen: a imagen de Dios lo creó». 

Esta expresión se refiere no solo a la inteligencia con la que Dios dotó al hombre, y la inmortalidad que le concedió, sino también a la perfecta naturaleza moral y espiritual que poseía el hombre al principio. 

Y todos sus alrededores concordaban con su estado de felicidad. Dios «lo puso en el huerto de Edén para que lo labrara y lo guardase», y le dio una compañera idónea en Eva, a quien Adán reconoció como hueso de sus huesos y carne de su carne. Así, como Dios había indicado, al apartar el sábado, la adoración como la relación adecuada entre el hombre y su creador; también estableció en el paraíso el fundamento de la sociedad civil por medio de la institución del matrimonio y de la familia.

Ahora solo quedaba poner a prueba la obediencia del hombre a Dios, y prepararlo para privilegios más elevados y más grandes de los que ya estaba disfrutando. 

Pero el mal ya existía en este mundo nuestro, porque Satanás y sus ángeles se habían rebelado contra Dios. 

El relato de las Escrituras sobre la prueba del hombre es enormemente breve y sencillo. Se nos dice que «el árbol del conocimiento del bien y del mal» había sido colocado «en medio del huerto», y Dios prohibió a Adán comer del fruto de ese árbol, bajo pena de muerte. 

Por otro lado, en el huerto también estaba «el árbol de la vida», probablemente como símbolo y voto de una vida superior, la cual nosotros hubiéramos heredado si nuestros primeros padres hubiesen continuado en obediencia a Dios. La cuestión de esta prueba apareció rápidamente. 

El tentador, en forma de serpiente, se acercó a Eva, negó las amenazas de Dios, y la engañó en cuanto a las consecuencias reales de comer el fruto prohibido. Esto, seguido por la seducción de sus sentidos, condujo a Eva a comer en primer lugar, y después a inducir a su marido a hacer lo mismo. Su pecado tuvo su consecuencia inmediata. Habían apostado para ser «como dioses», y, en lugar de someterse a ultranza al mandamiento del Señor, actuaron independientemente con respecto a él. 

Y ahora sus ojos estaban ciertamente abiertos, como había prometido el tentador, «para conocer el bien y el mal»; pero solo en su conocimiento culpable del pecado, el cual inmediatamente les provocó el deseo de esconderse de la presencia de Dios. De este modo, su alienación y separación de Dios, la voz acusadora de su conciencia, y su dolor y vergüenza manifestaron que la amenaza divina ya se había cumplido: «el día que de él comieres, ciertamente morirás». 

La sentencia de muerte que Dios pronunció ante nuestros primeros padres se extendía tanto a su naturaleza corporal como espiritual (a su parte mortal e inmortal). 

En el día que pecó, el hombre murió en cuerpo, alma, y espíritu. 

Y ya que Adán, como cabeza de su raza, representaba su totalidad; y ya que por él todos nosotros hubiéramos entrado en un estado de vida muy elevado y feliz, si él hubiese permanecido obediente, así ahora las consecuencias de su desobediencia se han extendido a todos nosotros; y puesto que «el pecado entró en el mundo por medio de un hombre, y por medio del pecado la muerte», así «la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron». 

Incluso «la misma creación», que había sido colocada bajo su dominio, fue, por su caída, «sujetada a vanidad», y cayó bajo la maldición, como dijo Dios a Adán: «Maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá».

Dios, en su infinita misericordia, no abandonó al hombre para que pereciera en su pecado. Ciertamente fue expulsado del paraíso, para el que ya no era apto. 

Pero, antes de eso, Dios había pronunciado la maldición sobre su tentador, Satanás, y había dado al hombre la preciosa promesa que la simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente; es decir, que nuestro bendito Salvador, «nacido de mujer», debía redimirnos del poder del pecado y de la muerte, por medio de su propia obediencia, muerte y resurrección.

 Incluso el trabajo de sus manos, al que estaba condenado el hombre, era en esas circunstancias una gran ventaja. Por lo tanto, cuando nuestros primeros padres salieron del huerto de Edén, no fue sin esperanza, ni a unas tinieblas exteriores. Se llevaron la promesa de un redentor, la seguridad de la derrota final del gran enemigo, junto con la institución divina del sábado para adorar, y del lazo del matrimonio con el cual ser unidos en familias. 

Así los fundamentos de la vida cristiana con todas sus implicaciones fueron establecidos en el paraíso.

Hay otros detalles de interés práctico que debemos obtener. 
La descendencia de toda la humanidad de nuestros primeros padres determina nuestra relación con Adán. En Adán todos han pecado y caído. 

Pero, por otro lado, también determina nuestra relación espiritual con el Señor Jesucristo, como segundo Adán, la cual reposa sobre la misma base. Porque «como hemos llevado la imagen del terrenal, llevaremos también la imagen del celestial», y «como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados». «Porque así como por la desobediencia de un hombre, los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno los muchos serán constituidos justos». 

La descendencia de toda la humanidad de un tronco común ha sido cuestionada en el pasado, a pesar de que las Escrituras enseñan expresamente: «De una misma sangre ha hecho toda nación de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra». 

Es notable que esta negación, que nunca fue compartida por los más competentes científicos, ha sido abandonada recientemente, podemos decir, casi universalmente, y la unidad original de la raza humana en su descendencia común es ahora un hecho aceptado generalmente.

Aquí, además, encontramos por vez primera ese extraño parecido a la religión revelada que hace al paganismo tan similar y no obstante tan dispar respecto a la religión del Antiguo Testamento. 

Del mismo modo que podemos ver en el alma del hombre las ruinas de lo que habíamos sido antes de la caída, también en las leyendas y tradiciones de las diversas religiones de la antigüedad reconocemos los ecos de lo que los hombres habían oído originalmente de la boca de Dios. No solo una raza, sino casi todas las naciones, han conservado en sus tradiciones algunos vagos recuerdos parecidos a los de un estado original feliz y santo (la así llamada edad de oro), en el cual la comunicación entre el cielo y la tierra no estaba rota, y de un subsiguiente pecado y caída de la humanidad. 

Todas las naciones también han atesorado una débil creencia en algún retorno futuro de este estado feliz, es decir, algún tipo de redención venidera, tal como en lo más íntimo de su corazón todos los hombres tienen, por lo menos, el débil deseo de un redentor.

Mientras tanto, esta gran promesa primitiva «la simiente de la mujer herirá la cabeza de la serpiente» iba a estar en alto como una luz señalizadora para toda la humanidad durante su camino, brillando siempre con un mayor resplandor, primero en la promesa a Sem, luego en la hecha a Abraham, después en la profecía a Jacob, y continuando por las figuras de la ley hasta las promesas de los profetas, y hasta que en la plenitud del tiempo «el sol de justicia» se alzó «con la salvación bajo sus alas!
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martes, 19 de abril de 2016

Los que han nacido de nuevo son hijos de la promesa tal como Isaac. Pero como en aquel tiempo, el que fue engendrado según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así es ahora también.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Contra la esclavitud de la ley
Gálatas 4:8-31
8 Sin embargo, en otro tiempo, cuando no habíais conocido a Dios, servisteis a los que por naturaleza no son dioses. 9 En cambio, ahora que habéis conocido a Dios, o mejor dicho, ya que habéis sido conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres principios elementales? ¿Queréis volver a servirlos otra vez? 10 ¡Vosotros guardáis los días, los meses, las estaciones y los años! 11 Me temo por vosotros, que yo haya trabajado en vano a vuestro favor. 

12 Os ruego, hermanos, que os hagáis como yo, ya que yo me hice como vosotros. No me habéis hecho ningún agravio. 13 Sabéis que fue a causa de una debilidad física que os anuncié el evangelio la primera vez; 14 y lo que en mi cuerpo era prueba para vosotros, no lo desechasteis ni lo menospreciasteis. Al contrario, me recibisteis como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús. 15 ¿Dónde está, pues, vuestra bienaventuranza? Porque os doy testimonio de que si hubiera sido posible, os habríais sacado vuestros ojos para dármelos.

16 ¿Resulta que ahora me he hecho vuestro enemigo por deciros la verdad? 17 Ellos tienen celo por vosotros, pero no para bien; al contrario, quieren aislaros para que vosotros tengáis celo por ellos. 18 Bueno es ser siempre celosos del bien, y no solamente cuando estoy presente con vosotros. 19 Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros, 20 yo quisiera estar ahora con vosotros y cambiar el tono de mi voz, porque estoy perplejo en cuanto a vosotros. 
Alegoría de Sara y Agar

21 Decidme, los que queréis estar bajo la ley: ¿No escucháis la ley? 22 Porque escrito está que Abraham tuvo dos hijos: uno de la esclava y otro de la libre.  23 Pero mientras que el de la esclava nació según la carne, el de la libre nació por medio de la promesa. 24 En estas cosas hay una alegoría, pues estas mujeres son dos pactos: Agar es el pacto del monte Sinaí que engendró hijos para esclavitud. 25 Porque Agar representa a Sinaí, montaña que está en Arabia y corresponde a la Jerusalén actual, la cual es esclava juntamente con sus hijos. 

26 Pero la Jerusalén de arriba, la cual es nuestra madre, es libre; 27 porque está escrito: 
  Alégrate, oh estéril, 
  que no das a luz; 
  prorrumpe en grito de júbilo 
  y levanta la voz, 
  tú que no estás de parto; 
  porque más son los hijos de la desolada 
  que los de la que tiene marido. 
28 Ahora bien, hermanos, vosotros sois hijos de la promesa tal como Isaac. 29 Pero como en aquel tiempo, el que fue engendrado según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así es ahora también. 30 Pero, ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo; porque jamás será heredero el hijo de la esclava con el hijo de la libre.  31 Así que, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre. 

¿Querer ser esclavo siendo libre en Cristo? 
La exhortación de no regresar a la ley
Gálatas 4:8-31
Semillero homilético
De millonario a mendigo
4:8–10
Introducción: Leemos de personas que han perdido todos sus bienes en el colapso de la bolsa o en un juego de azar. Sería un golpe duro pasar de millonario a mendigo en un solo paso. Pero esto es lo que está pasando en el sentido espiritual a los cristianos de Galacia, según Pablo. Traza los pasos que han dado los cristianos cuando abandonaron el evangelio para volver al judaísmo. Consideremos estos pasos:
I.     Eran pobres, siervos de dioses falsos antes de conocer a Cristo, v. 8.
1.     Estaban en esclavitud al pecado.
2.     Estaban en las tinieblas de las religiones paganas.
II.     Al aceptar a Cristo, abandonaron la idolatría y los dioses falsos; son millonarios en sentido espiritual.
III.     Ahora, algunos están inclinados a volver a la pobreza, porque están pensando en volver al judaismo con sus requisitos de la ley.
1.     Tendrían que observar ciertos días y reglas concernientes a las comidas, según la ley.
2.     Tendrían que someterse a la circuncisión.
Conclusión: Según Pablo, si deciden volver a las prácticas relacionadas con el judaísmo, su trabajo parecía haber sido en vano.
El Apóstol regresa de un argumento formal a una petición a los gálatas: no regresar a la ley que esclaviza de la misma manera que las religiones paganas, a las cuales ellos antes servían.
Pablo se refiere a los cristianos que habían sido paganos, para mostrarles lo erróneo que es el regresar a una religión de esclavitud (v. 8). Antes, los gálatas habían sido paganos que servían a otros dioses que en realidad no eran tales (1 Cor. 12:2). Los dioses de los gentiles eran ídolos que los llevaban a una adoración a demonios (Deut. 32:17; 1 Cor. 10:20, 21). Satanás y sus demonios buscan la adoración de los hombres en diferentes maneras. Los gentiles eran ignorantes a esta verdad y creían en sus dioses.
Luego que llegaron al conocimiento del Dios verdadero, sus vendas fueron removidas y vieron el error tan grande en que habían estado (v. 9). Pablo aclara que la iniciativa para la salvación no es de los hombres, sino de Dios. La fe en Cristo los ha traído a una posición sublime y sería locura dejar esta posición en Cristo para regresar a una religión pagana. En la religión judía, se aplica el mismo principio. La posición de libertad en Cristo es superior a los rudimentos impuestos por la ley. El Apóstol hace una pregunta para aquellos que querían regresar a una antigua religión (Pablo tenía en mente a los judaizantes que querían imponer la ley). Sería una locura también dejar la posición de libertad en Cristo para ser esclavizados en la religión de los judaizantes que en realidad está en bancarrota.
El Apóstol menciona algunas cosas que posiblemente los gálatas estaban practicando o a punto de practicar, como requisitos que envolvían el paquete del judaísmo (v. 10). ¿Cómo sería posible haber dejado las bendiciones celestiales por ritos externos que no tienen nada que ver con las riquezas espirituales? Los días se refiere a los días sagrados en el judaísmo, el sábado era uno de ellos (Rom. 14:5). Los meses eran aquellas celebraciones que caían en el ciclo de los meses, como la luna nueva mencionada en Números 28:11–15. Las estaciones eran aquellas celebraciones que duraban más de un día. Eran las fiestas como la de los tabernáculos, la pascua, etc. Los años tenía que ver con el año de jubileo (Lev. 25:11). Pablo no estaba contra la práctica de estos días festivos, pero sí en que se impusieran estas actividades como parte de la salvación y así parte del cristianismo.
Pablo refleja una preocupación por las iglesias de Galacia (v. 11). El Apóstol temía por los gálatas que él hubiese trabajado en vano. La palabra “trabajar” es kopáo y se traduce lit. “haber trabajado hasta el punto de agotamiento total.” Toda la labor que Pablo puso para llevarles el evangelio sería en vano. La palabra vano es eiké (ver 3:4). No podemos deducir en este versículo que Pablo estaba diciendo que ellos podían perder la salvación si regresaban al judaísmo. La teología paulina acerca de la salvación va en contra de perder la salvación. En Romanos 8:35–39, el Apóstol comenta que nadie nos puede separar del amor de Cristo. También confiamos en que el trabajo redentor de Cristo será perfeccionado hasta el día de Jesucristo (Fil. 1:6). Pablo se refería aquí a su labor entre ellos, la que sería en vano en el sentido de que su mensaje no fue aceptado en sus corazones genuinamente. Seguramente, no recibieron el mensaje de gracia que fue predicado por Pablo. No es posible que después de haber probado el Espíritu Santo de Dios quisieran regresar a cosas externas de una religión. Si este es el deseo de los gálatas entonces hay algo mal en sus vidas espirituales y la labor de Pablo fue en vano. Notemos que Pablo no está diciendo que su labor fue en vano en el sentido real, pero la posibilidad estaba allí.
Con un tono de súplica, Pablo ruega a los hermanos que sean como él. El testimonio de Pablo fue uno que no buscaba los ritos externos para la salvación, como él mismo lo dice: Sabiendo que ningún hombre es justificado por las obras de la ley, sino por medio de la fe en Jesucristo, hemos creído nosotros también en Cristo Jesús (2:16). Pablo había sido un hombre celoso en el judaísmo (1:14), pero cuando Cristo lo salvó, él reconoció que lo externo no tenía nada que ver con la salvación (Fil. 3:5–7). Pablo caminaba en el evangelio de libertad. Este fue el testimonio de Pablo cuando estuvo con los gálatas. El se hizo como ellos en el sentido que no los judaizó y después les expuso el evangelio. Fue a ellos y se puso en el mismo nivel de ellos para ganarlos para Cristo. Este era el método de Pablo para evangelizar (1 Cor. 9:19–22).
La última parte del v. 12 que dice: No me habéis hecho ningún agravio, es mejor incorporarla con el v. 13. Los gálatas no le habían hecho ningún mal a Pablo, al contrario, lo recibieron con amor y compasión por una enfermedad del cuerpo. Fue en esa circunstancia que el Apóstol fue a Galacia y les predicó el evangelio. Entre el Apóstol y los gálatas había existido una relación muy especial y sincera y Pablo apela a esta relación para mostarles que lo que ha compartido no es con motivos egoístas sino para su bien. No sabemos de seguro cuál fue la enfermedad en el cuerpo del Apóstol que lo hizo ir a Galacia. Hay varias interpretaciones. Algunos piensan que fue malaria. Otros que fue el producto del abuso físico que sufrió en Listra (Hech. 14:9; 2 Tim. 3:11). Otros comentaristas piensan que la enfermedad de Pablo tuvo que ver con el aguijón en la carne (2 Cor. 12:7). Sabemos por estos pasajes que Pablo sufrió en la carne, pero no podemos concluir si estas referencias están relacionadas con la enfermedad del cuerpo mencionada en Gálatas. Es mejor interpretar esta enfermedad en el contexto de Gálatas. En el v. 15 se nos dice que era un problema de sus ojos. Uno de los problemas del Apóstol parece haber sido que no podía ver muy bien (6:11). Posiblemente era una forma de oftalmía. Podemos decir que Pablo tuvo una enfermedad en los ojos que era muy molesta.
La apariencia del Apóstol no era muy agradable cuando fue a Galacia. Los gálatas pudieron haber despreciado y rechazado a Pablo por su apariencia pero no fue así. Ellos lo recibieron como un ángel de Dios, como a Cristo Jesús (v. 14). Ellos lo recibieron como se recibe a un ángel con gozo y respeto y aun más como a Cristo Jesús. Ellos recibieron a Pablo como mensajero del evangelio y creyeron su mensaje sin ninguna reserva. Es interesante ver como en una circunstancia difícil en la vida del Apóstol, Dios se manifestó en una manera muy especial.
Aprecio por los siervos de Dios
Los hermanos de Galacia fueron un ejemplo digno de imitar en su aprecio por el trabajo de Pablo. A veces se escucha que alguna madre dice, ante la enfermedad de su hijo:“Me sacaría los ojos y se los daría si lo pudiera curar.” ¿Estamos dispuestos a una actitud de sacrificio en favor de los que nos ministran la Palabra de Dios?
Pablo les pregunta dónde está ese gozo y el agradecimiento profundo que tenían por él cuando les predicó el evangelio (v. 15). Tanto era el agradecimiento y amor que los gálatas sentían por Pablo, que ellos darían sus propios ojos a Pablo para que él viera mejor. Ahora se habían hecho enemigos de Pablo por haberles dicho la verdad (v. 16). Era tanta su inconsistencia que el amor y aprecio que tenían por el Apóstol ahora se había convertido en enemistad. Ellos estaban dejando el mensaje genuino y al mensajero para seguir a unos engañadores con sus falsas doctrinas.
Los judaizantes tenían celo por los gálatas pero no era para el bien (v. 17). La palabra griega que se traduce celo es zélos y significa “estar celoso, ser envidioso; poner el corazón en, esforzarse por; tener o mostrar gran interés en”. La palabra celo en sí no es mala pero el contexto indica a qué clase de celo se está refiriendo el autor. El celo de los judaizantes era negativo. Ellos querían apartar a los gálatas de Pablo y en realidad del mismo Jesucristo. A los ojos de Pablo, el aceptar estos ritos externos era un desligamiento de Cristo (5:4). El pensamiento paulino de aquello que los judaizantes estaban haciendo en separar a los gálatas para ellos era el mismo que en 2 Corintios 11:2 donde él da la metáfora de un matrimonio. La acción de los judaizantes se podía comparar a una persona que seduce a la novia para separarla de su novio o de su prometido. Pablo aclara que es bueno mostrar celo, pero que sea bueno, la clase de celo que el Apóstol les mostró cuando estaba con ellos (v. 18). No como los judaizantes que tan pronto Pablo les dio la espalda vinieron, los cortejaron y los separaron del Apóstol. Las gálatas debían siempre mostrar esta clase de actitud que les fue enseñada en el evangelio y no solamente en la presencia del Apóstol.
El Apóstol ha argumentado su evangelio como un abogado, ha expuesto su mensaje contra un jurado algo escéptico. Pablo ahora les habla como una madre que ama a su hijo amado, quien quiere irse de sus brazos hacia un camino no correcto. Fue por medio de Pablo que los gálatas nacieron en un nacimiento espiritual. Con dolor en su corazón Pablo les llama hijitos míos (v. 19) y les explica que otra vez está sufriendo dolores como una mujer en parto. Pablo sufrió por primera vez cuando fue a ellos por las circunstancias personales (v. 19). Ahora, el Apóstol sufre por las circunstancias en que se encuentran los gálatas. Ellos estaban yendo en una dirección que era contraria al evangelio de Cristo. El Apóstol deseaba ver a Cristo visible en la vida de los gálatas. Es el mismo pensamiento que expresó en 2 Corintios 3:18: Por tanto, todos nosotros, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor. La palabra griega morfóo que se traduce sea formado tiene la idea de la formación de un embrión. La idea entonces es el crecimiento espiritual que es interno. A la luz de los frutos de los gálatas, había pocos frutos o mucho que crecer en la vida espiritual o posiblemente el Apóstol no estaba totalmente convencido de su salvación.
Joya bíblica
... por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros (4:19).
No sabemos de seguro por qué Pablo no podía visitar a los gálatas en este punto (v. 20) pero él comparte el deseo que tenía de verlos y de cambiar de tono. El cambiar de tono no quiere decir que él iba a cambiar de opinión acerca de su evangelio ni modificar sus argumentos. Pero es mejor interpretarlo como que si estuviese presente su estilo hubiese sido diferente. El hubiese hecho preguntas para saber más del problema. Aunque no puede estar con ellos Pablo expresa su sorpresa en cuanto a la decisión de regresar a la esclavitud de la ley.
Sin ninguna introducción, Pablo regresa al argumento de la gracia y la ley. Posiblemente Pablo se dirige a los judaizantes y a las personas que cayeron en la red de la exégesis judía. Pablo les hace una pregunta a aquellos que demandaban estar bajo la ley y a los que querían estar bajo la ley (v. 21). Aquellos que desean ser encarcelados por la ley, ¿no has oído lo que la ley dice? Si quieren caminar por la ley (la ley de Moisés) entonces escuchen lo que la ley enseña.
Pablo comienza con una parte de la vida de Abraham en la cual los judaizantes basaban la mayor parte de su argumento (v. 22). Abraham tuvo dos hijos. El primer hijo se llamó Ismael y nació de una esclava egipcia que se llamó Agar, la esclava de Sarai, esposa de Abraham (Gén. 16). Después de un tiempo, Sara tuvo un hijo que fue prometido por Dios a Abraham. Isaac nació de Sara que era libre (Gén. 21). El hijo de la esclava nació con un nacimiento normal según la carne en el v. 23. Pero el hijo de Sara nació según la promesa de Dios. Dios, a través de un milagro, permitió que Sara y Abraham en su vejez tuvieran un hijo (comp. Rom. 4:18–21).
Después de narrar este evento histórico, Pablo lo usa como una alegoría para mostrar un contraste entre la ley que esclaviza y la promesa que es libre (v. 24). La palabra alegoría es allegoréo , que es una interpretación de un documento en lo cual algo particular o escondido es introducido en el significado del texto. Notemos que Pablo no niega el contenido histórico de la Escritura pero da un significado adicional o escondido de la historia sagrada. Algunos maestros de la Biblia que creen en la interpretación alegórica de la Biblia usan este pasaje como apoyo para alegorizar. Estos maestros siguen los pasos de Orígenes en el segundo siglo después de Cristo. También Agustín fue influenciado por el concepto alegórico de Orígenes. El problema de interpretar la Biblia alegóricamente es que su historia es de un significado mínimo y el significado escondido es de más importancia. Pablo alegorizó las esposas de Abraham y sus hijos pero no eliminó el contexto histórico. Las dos mujeres son dos pactos. El primero proviene del monte Sinaí donde la ley fue dada al pueblo de Israel. Lo que Pablo quería decir es que Agar era una esclava y la ley que fue recibida por Israel también esclaviza. Como el hijo de Agar fue esclavo, los hijos de la ley serán también esclavos.
Pablo continúa su alegoría de un pacto que es Agar y el monte Sinaí donde la ley fue recibida por Moisés (v. 25). Del monte Sinaí, Pablo se refiere a la Jerusalén física donde la ley era observada y enseñada por los religiosos y posiblemente los judaizantes se referían a Jerusalén como el centro de la religión verdadera.
El segundo pacto es el de la promesa y es el pacto de gracia por medio de Jesucristo. Pablo no menciona a Sara ni su hijo Isaac, pero menciona la antítesis de la Jerusalén física que es la celestial, la madre de todos los que están en el pacto de la gracia. La palabra madre (v. 26) tiene que ver con los creyentes que son sus ciudadanos. El mismo pensamiento se encuentra en el Salmo 87:5 cuando el salmista menciona a Sion y dice: De Sion se dirá: “Este y aquél han nacido en ella.” La Jerusalén de arriba es la misma Jerusalén que Abraham esperaba que era la ciudad que tiene cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios (Heb. 11:10). Es interesante que en el AT Dios le dijo a Moisés cómo construir un tabernáculo terrenal. También Dios edificará una ciudad para la morada eterna de sus hijos como lo testifica el apóstol Juan en Apocalipsis 21. En general la alegoría de dos pactos se puede visualizar en el siguiente resumen:
Agar, la mujer     Sara, la mujer
en esclavitud     libre
Ismael, el     Isaac, el
nacimiento natural     nacimiento
     sobrenatural
Jerusalén terrenal     Jerusalén celestial
Judaísmo     Cristianismo
Pablo escribe una cita de Isaías 54:1 en el v. 27. Cuando Isaías escribió esta porción, Israel estaba en la cautividad en Babilonia. Estas palabras fueron parte de una profecía para confortar a Israel en su cautividad y tenía que ver con la restauración futura de Israel (Isa. 54–56). Pablo escribe este versículo de Isaías para mostrar que aunque Israel en la cautividad no tenía sus hijos, sin embargo Dios le da una promesa de regocijo la cual era su restauración futura. También a Sara, que no tenía hijos, Dios le dio una promesa de regocijo y era que daría a luz un hijo, Isaac (Gén. 21:6). Fue por la descendencia de Isaac que se originó el pueblo de Israel y Jesucristo se encarnó como judío y por medio de él hay muchos hijos (judíos y gentiles) que son parte de la promesa de Dios.
Pablo compara el nacimiento de Isaac con el del cristiano (v. 28). Isaac experimentó un nacimiento sobrenatural, así también los cristianos experimentan un nacimiento que es un milagro de Dios (Juan 3:3, 5). Como Isaac, los cristianos son hijos de la promesa y de la bendición de Dios.
En el v. 29 el Apóstol continúa aplicando su alegoría que comenzó en el v. 22. Ismael persiguió a Isaac cuando se le hizo un banquete en el día que fue destetado. Ismael se burlaba de Isaac. Posiblemente Ismael pensaba que él era el heredero de los bienes de su padre porque era el mayor y se burlaba de su hermano menor. La tensión entre Ismael (los árabes) e Isaac (los judíos) permanece hasta hoy. Pablo lo aplica a la persecución que había en su tiempo entre los judaizantes que exaltaban la ley que traía la esclavitud y los hijos de la promesa que eran nacidos según el poder del Espíritu. Pablo regresa a la ocasión cuando Ismael se burló de Isaac y pregunta qué dijo la Escritura acerca de este incidente (v. 30). Pablo cita lo que Sara le dijo a Abraham: Echa a la esclava y a su hijo, porque jamás será heredero el hijo de la esclava con el hijo de la libre (comp. Gén. 21:10). No había campo para que Ismael se conviertiera en un coheredero con Isaac. Dios permitió la petición de Sara (Gén. 21:10, 12). Esto les recuerda a los lectores en Galacia que el observar la ley no trae una herencia en la familia de Dios. Hay una separación en el sentido que no tienen la herencia en común entre la religión externa y el nacimiento interno que es por el Espíritu.
Pablo concluye su argumento entre Ismael e Isaac diciendo que los cristianos no son los hijos de la esclava y no tienen nada que ver con la esclavitud sino son hijos de la libre o de la promesa y herederos de Dios (Rom. 8:17).
Paralelos y contrastes
Hagar — esclava                                           Sara — libre
Ismael, hijo de Satanás                                  Isaac, hijo de la promesa
Acto de la carne                                             Acto de fe
Sinaí, hijos de esclavitud en la ley                 Jerusalén, pueblo libre
Perseguidor                                                    Perseguido
Arabia                                                            Ciudadanía celestial
Ira                                                                   Misericordia
Rechazo                                                         Herencia
Condenación                                                  Salvación
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martes, 6 de octubre de 2015

Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y Él es su Salvador...y vosotros estáis completos en él

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6








CRISTO LA PLENITUD DE LA DEIDAD
PREDICAR A CRISTO COMO LA PLENITUD DE LA DEIDAD CORPORALMENTE
Y LA IGLESIA COMO LA PLENITUD DE CRISTO
(PLENITUD = PLEROMA, AQUELLO DE LO QUE ALGO ESTÁ LLENO)

I. LA PLENITUD DE LA TIERRA PERTENECE A DIOS.
          A. Salmo 24:1, “De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo, y los que en él habitan”.
          B. 1 Corintios 10:26  “porque del Señor es la tierra y su plenitud”.
          C. Nunca olvidemos esto: Dios creó la tierra y la sostiene cada día y cada momento. Todo pertenece a Dios.

II. TODA LA PLENITUD DE LA DEIDAD HABITA CORPORALMENTE EN CRISTO.
          A. Colosenses 2:9, “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud (la totalidad) de la Deidad (poderes y atributos divinos)”. Los atributos de Dios no están repartidos entre varios seres sobrenaturales (intermediarios, “eones”) como enseñaban los gnósticos, sino que la totalidad de los atributos de Dios, el ser completo de Dios, se demuestran en Cristo, el único Mediador (1 Timoteo 2:5).
          B. Colosenses 1:19, “Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; 18 y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; 19 por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud”.
          C. Con razón leemos (Apocalipsis 5:13), “Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir:Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos”.

III. LA IGLESIA DE CRISTO LA CUAL ES SU CUERPO ES LA PLENITUD DE AQUEL QUE TODO LO LLENA EN TODO.
          A. Juan 1:16, “Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia”.
          B. Efesios 1:23 y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, 23 la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”. En este texto Pablo habla de la iglesia como el complemento de Cristo. ¡Qué elogio para la iglesia!
                   1. Desde luego, Cristo existe aparte de la iglesia, pero este texto habla de la gran dignidad de la iglesia como complemento de Cristo. En un sentido muy importante la iglesia sirve para completar a CristoLa iglesia existe para exaltar a Cristo como Cabeza, Rey, Marido y Pastor.
                   2. Cristo es Cabeza, pero como Cabeza necesita cuerpo y el cuerpo (iglesia) de Cristo es “la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”. Cristo es Rey, pero como Rey necesita súbditos o ciudadanos. Cristo es el Marido, pero esto indica que tiene esposa. Cristo es Pastor, pero como Pastor necesita rebaño.
                   3. Es un gran honor ser miembro de la iglesia de Cristo. Muchos dicen que no es necesario ser miembro de la iglesia. Si hablan de iglesias establecidas por los hombres (y mujeres), tienen razón, pero Hechos 2:37-47 enseña claramente que los que fueron bautizados para el perdón de los pecados fueron añadidos a la iglesia (la iglesia que Cristo prometió establecer, Mateo 16:18, y que quedó establecida el día de Pentecostés). Por lo tanto, los que no son miembros de la iglesia no son salvosEfesios 5:23, “Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y Él es su Salvador”. Pablo no dice que Cristo es el Salvador de las iglesias establecidas por los hombres y mujeres. Es el Salvador de la iglesia que Él mismo estableció.
          C. Efesios 3:19,  “seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”. Colosenses 2:10 dice “y vosotros estáis completos en él”.
                   1. Estos textos enseñan que los que obedezcan al evangelio y perseveren como fieles miembros de su iglesia son llenos de todas las cualidades divinas.
                   2. Romanos 15:13 Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo.
                   3. Filipenses 1:11, “llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo”.
                   4. Filipenses 4:19, “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”.
                   5. Colosenses 1:9, “ Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual”.
                   6. Efesios 5:18, “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu”. Si estamos “completos” en Cristo, entonces de seguro seremos “llenos del Espíritu”.
          D. Efesios 4:11-13  “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, 12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, 13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.
          E. Colosenses 2:9, 10, “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, 10 y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad”. Los cristianos estamos completos en Cristo y no tenemos necesidad de los falsos mediadores inventados por los hombres, sean gnósticos o católicos. Tampoco necesitaban la circuncisión física porque “en Él también fuisteis circuncidados con una circuncisión no hecha por manos, al quitar el cuerpo de la carne mediante la circuncisión de Cristo”.
          F. Estos textos nos aseguran que en Cristo y su evangelio estamos completos y, por eso, no tenemos necesidad del judaísmo, ni de los muchos reglamentos humanos del clero católico, los adventistas, los testigos, los pentecostales, etc. Gracias a Dios, en Cristo estamos completos.
IV. LA PALABRA “PLENO” ES PALABRA CLAVE PARA EL CRISTIANO.
          A. Colosenses 2:2, “para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo”.
          B. Colosenses 3:10, “y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno”.
          C. 1 Tesalonicenses 1:5, “ pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre, como bien sabéis cuáles fuimos entre vosotros por amor de vosotros”.
          D. Hebreos 6:11, “Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza”.
          E. Romanos 15:29, “Y sé que cuando vaya a vosotros, iré en la plenitud de la bendición de Cristo” (LBLA). Aunque llegara como prisionero de Roma Pablo llegaría con la plenitud de las bendiciones del evangelio para ellos como para sí mismo. La palabra de Dios no está presa.
          CONCLUSIÓN.
          A. ¡Qué textos más sublimes que elogian a Cristo y su iglesia! Exaltan a Cristo y describen el honor y la dignidad que la iglesia recibe de Cristo como su cuerpo.
          B. Los que de cualquier manera menosprecien a la iglesia al mismo tiempo menosprecian a Cristo.
          C. Los testigos contra Jehová se unen a los gnósticos denigrando a Cristo. Los gnósticos enseñaban que Cristo es meramente uno de los intermediarios (ángeles) entre Dios y el hombre y los testigos enseñan que Cristo era en realidad un ángel creado por Dios. Toda “religión” que niegue la Deidad absoluto de Cristo lo niegan (Mateo 10:33) y en el Día Final darán cuenta de sus blasfemias.
          D. Muchísimos religiosos prefieren tener sus propia iglesias con sus propios nombres, su propio culto, su propia organización y obra, en lugar de simplemente obedecer al evangelio de la gracia de Dios, hablar de cosas bíblicas con palabras bíblicas y, en fin, seguir los caminos de Dios en lugar de sus propios caminos. (Isaías 58:8, 9).
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martes, 1 de octubre de 2013

¡Qué es la Unidad?: Reflexionemos

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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Pensemos acerca de  la unidad     
Yo, pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados… procurando mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Efesios 4.1, 3

Ningún tema relacionado a la vida en Cristo ha sido tan descuidado como la unidad del cuerpo. Es mayormente por nuestra falta en este aspecto que no hemos logrado presentar en forma convincente al mundo las Buenas Nuevas del evangelio. Es bueno, entonces, que meditemos en las razones por las cuales la unidad es tan difícil de practicar.
Hemos de notar que la exhortación de Pablo no nos motiva a trabajar para crear la unidad, sino a mantenerla. Es importante tomar nota de la diferencia porque frecuentemente escucho en la iglesia llamados a «trabajar» hacia la unidad. La verdad es que la unidad es un regalo de Dios. Llegamos a la unidad porque estamos vinculados con un Dios que vive en perfecta unidad. Lo único que podemos hacer nosotros es quebrar esa unidad. Por esta razón nuestro esfuerzo debe estar dirigido hacia la preservación de lo que el Señor ha establecido.
Gran parte de la dificultad en disfrutar de la unidad radica en una confusión acerca de lo que significa el concepto. En la mente de muchos de nosotros «unidad» se refiere a que seamos todos iguales. Es decir, que todos pensemos de la misma manera, tengamos las mismas metas y trabajemos en los mismos proyectos. Eso no es unidad, sino uniformidad. Hemos visto, en las congregaciones donde se impone la uniformidad, lo artificial que resulta la vida espiritual que se practica a diario. No se puede disentir, ni tener opinión diferente a la de los líderes porque esto es «quebrar» la unidad. Esta tendencia es la que vemos claramente reflejada en el primer concilio de la iglesia en Hechos 15. Algunos de los líderes querían imponer la uniformidad.
Es precisamente por este criterio que se nos hace tan difícil practicar la unidad. Al entender que unidad se refiere a una relación con aquellos que piensan de la misma manera que nosotros, nuestro círculo de relaciones es muy pequeño. Unidad, sin embargo, no es la descripción de una coincidencia de ideas y conceptos sino de un compromiso. Vivir en unidad es aceptar el llamado de amar y honrar a todos los que son de la casa de Dios, aun cuando sean enteramente diferentes a lo que nosotros somos. Se funda sobre la convicción de que las ideas y los métodos pasarán, pero el amor permanecerá para siempre. Quebramos la unidad cuando creemos que las diferencias con los demás nos dan licencia para criticar, despreciar y condenar.
En este tema nuestro rol como pastores es fundamental. Las personas observan nuestras actitudes. Escuchan los términos que usamos para referirnos a otros. Analizan la manera en que manejamos a aquellos que actúan y piensan diferente a nosotros. Muchas veces, nuestro ejemplo será el factor más importante para ayudarles a no quebrar la unidad del Espíritu. El Señor nos conceda, sobre todas las cosas, ser conocidos por la abundancia de amor en nuestras vidas.

Para pensar:
¿Cómo reacciona frente a las diferencias con otros? ¿Cuán tolerante lo considera la gente que le conoce? ¿Qué cambios debe hacer en su vida para seguir avanzando hacia la unidad?

martes, 22 de enero de 2013

Un estudio Bíblico Teológico sobre Cristo y su Iglesia en el Libro de Rut: Estudios grupales


. legend alineado al centro Un estudio Bíblico Teológico sobre Cristo y su Iglesia en el Libro de Rut 
. biblias y miles de comentarios
 
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 TABLA DE CONTENIDO


INTRODUCCIÓN

LECCIÓN 1: EL ES JEHOVÁ TU DIOS
1.1.  SOBERANO EN SU CREACIÓN
1.2.  INCOMPRENSIBLE EN SU CARÁCTER
1.3.  TODOPODEROSO EN SU ACCIÓN

LECCIÓN 2: MISERICORDIA Y DESCANSO
2.1.  TU TIERRA SERÁ MI TIERRA
2.2.  TU PUEBLO SERÁ MI PUEBLO
2.3.  TU DIOS SERÁ MI DIOS

LECCIÓN 3: EL ES JEHOVÁ TU PROTECTOR
3.1.  HAY GRACIA EN SUS OJOS
3.2.  HAY REFUGIO EN SUS ALAS
3.3.  HAY PROVISIÓN EN SU ERA

LECCIÓN 4: BENDICIÓN Y REFUGIO
4.1.  UN CAMPO DONDE ESPIGAR
4.2.  UNAS CRIADAS CON QUIENES TRABAJAR
4.3.  UNA CASA DONDE VIVIR

LECCIÓN 5: EL ES JEHOVÁ TU REDENTOR
5.1.  YO TE REDIMIRÉ, DESCANSA…
5.2.  BENDITA SEAS TÚ, HIJA MÍA…
5.3.  NO DESCANSARÉ Y CONCLUIRÉ…  
LECCIÓN 6: SALVACIÓN Y SEGURIDAD
6.1.  LE EXTIENDE SU MANTO
6.2.  LE DA SEGURIDAD Y DESCANSO
6.3.  LE LLENA SUS MANOS VACÍAS

LECCIÓN 7: EL ES JEHOVÁ TU SEÑOR
7.1.  DA RENOMBRE ETERNO
7.2.  DA HERENCIA ETERNA
7.3.  DA PROSPERIDAD ETERNA

LECCIÓN 8: HERENCIA Y POSTERIDAD
8.1.  SU NOMBRE RESTAURADO
8.2.  SU POSESIÓN REDIMIDA
8.3.  SU POSICIÓN PROMOVIDA

CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
GUÍA DEL ESTUDIANTE Y FACILITADOR
ANEXOS

Al comenzar a estudiar este sensacional libro, es pertinente, reconocer su valor histórico,
bíblico y teológico. En consecuencia, en estas dos primeras lecciones consideraremos
aspectos relacionados con el carácter soberano y trascendental de Dios. En este sentido,
reconoceremos que el Señor tiene el control de todo cuanto existe; nada sucede sin su
designio. También, confesaremos que las cosas que vemos, vivimos y conocemos son
magistralmente, controladas, ejecutadas o permitidas por el Dios del universo. Lo cual
indica, que el hilo conductor de los acontecimientos y circunstancias, esta sostenido y
manejado por sus manos misericordiosas, justas y sabias.

La aceptación de su soberanía en todo cuanto existe, nos permitirá descansar en sus sabios
y cariñosos planes. También, nos invitará  en todo momento de nuestra vida a rendir
adoración, reconocimiento y servicio a su majestad. Solo un Dios soberano, controla todas
las cosas, porque Él mismo las ha decretado. Nadie puede conocer los acontecimientos de
la historia, si no es su autor. No obstante, el único y soberano Dios, conoce todas las cosas
y se complace en ejecutarlas para su propia  gloria. O usa los medios que Él mismo ha
establecido, para que esas cosas se realicen, de igual forma, para su única y gran gloria.

Al acercarnos al libro de Rut, descubriremos en sus líneas, no solo las maravillas de esta
historia, si no también aspectos de la vida de Israel, vida familiar, principios de relaciones y
fidelidad. Lo más fascinante y alentador es ver la mano de Dios guiando, dirigiendo y
haciendo que las cosas que  han sido decretadas y preestablecidas sean realidad en el
tiempo, circunstancias y condiciones como se han planeado. Además, nos permite conocer
a Dios, revelado en las cosas creadas y manifestado en forma providencial para guiar y
sustentar a los suyos. En este sentido, el capítulo primero de este libro, nos adentrará en
aspectos relacionados con su carácter, designios y su plan redentor para sus hijos. 

Para la realización de este estudio, es imprescindible leer el capítulo uno del libro de Rut
una y otra vez. Al leerlo debemos hacerlo en clave teológica. Es decir, se debe identificar,
resaltar y meditar en aquellos aspectos, decisiones y acciones directas o indirectas que lo
revelan como el Dios en la Biblia. De esta  forma, será posible reconocer su soberanía,
carácter y providencia diaria en todas las cosas y acontecimientos. Por consiguiente, nos
será posible, valorar su control absoluto y descansar en sus sabios planes. 

1.1.  SOBERANO EN SU CREACIÓN

El capítulo comienza hablando de un acontecimiento histórico y real. Aconteció en un lugar
y tiempo específico. Además, nos muestra las consecuencias reales y circunstanciales
vividas por quienes afrontaron  esta situación de hambre.  “Aconteció en los días que
gobernaban los jueces, que hubo hambre en la tierra…” (Vs. 1). Pese a que el hambre es
consecuencia del pecado, no obstante, el Dios soberano la permite para manifestar su poder,
demostrar su juicio y expresar su gran poder y provisión. Podemos decir, que la situación
de hambre por la que pasó, por lo menos esta parte del pueblo de Israel, fue una expresión
de la soberanía divina para revelarnos su poder. Es interesente, anotar, que el alimento, por
ser una necesidad básica, moviliza a toda persona. En este caso a quienes están afrontando
la escasez y se ven abocados a ir a lugares donde haya alimentos suficientes.

Debemos resaltar que en varias partes en la  Biblia se registran situaciones de hambre por
las cuales pasó la tierra, no solo los del pueblo escogido. Esto nos permite reafirmar, que
las condiciones naturales, por las que el Señor permite que pasemos revelan la grandeza de
Dios sobre las cosas creadas. Él tiene el control sobre su creación de tal forma, que la hace
producir fruto en abundancia en algunas épocas, o la hace improductiva y estéril. 

En tiempos de Abram hubo hambre en su tierra y tuvo que ir a Egipto en busca de
alimentos; “Hubo entonces hambre en la tierra, y descendió Abram a Egipto para morar
allá; porque era grande el hambre en la tierra” (Gén. 12:10). Hubo hambre en Egipto, en
los días de José hijo de Jacob; “Y comenzaron a venir los siete años del hambre, como Joséhabía dicho; y hubo hambre en todos los países…” (Gén. 41:54). Durante el reinado de
David, hubo hambre en Israel;  “Hubo hambre en los días de David por tres años
consecutivos” (2 Sm. 21:1). Los profetas Elías y Eliseo también sufrieron las penurias de
periodos de hambre; “…Y el hambre era grave en Samaria” (1 Ry. 18:2), “Eliseo volvió a
Gilgal cuando había una grande hambre en la tierra” (2 Ry. 4:38). “Y hubo gran hambre
en Samaria, a consecuencia de aquel sitio” (2 Ry. 6:25).

También el profeta Jeremías sufrió los rigores del hambre;  “…porque allí morirá de
hambre, pues no hay más pan en la ciudad” y  “…prevaleció el hambre en la ciudad, hasta
no haber pan para el pueblo” (Jer. 28:9; 52:6). En el Nuevo Testamento, la Biblia registra
un periodo de hambre, el cual afectó a los cristianos; “Y levantándose uno de ellos, llamado
Agabo, daba a entender por el Espíritu, que vendría una gran hambre en toda la tierra
habitada; la cual sucedió en tiempo de Claudio” (Hc. 11:28).

Respecto a situaciones de hambre en la tierra, de la cual Noemí y su familia son afectadas,
hemos de notar que manifiestan la soberanía de Dios sobre su creación. Es el Señor mismo,
quien permite periodos de hambre y escasez para llamar a su pueblo al arrepentimiento;
juzgar a los reprobados; disciplinar a sus hijos y manifestar su maravillosa providencia para
con ellos. Eso nos muestran los siguientes textos: “…porque Jehová ha llamado el hambre,
la cual vendrá sobre la tierra por siete años” (2 Ry. 8:1). “Trajo hambre sobre la tierra, y
quebrantó todo sustento de pan” (Sal. 105:16).  “Así, pues, ha dicho Jehová de los
ejércitos: He aquí que yo los castigaré; los jóvenes morirán a espada, sus hijos y sus hijas
morirán de hambre” y “Y enviaré sobre ellos espada, hambre y pestilencia, hasta que sean
exterminados de la tierra que les di a ellos y a sus padres” (Jer. 11:22; 24:10).

Otra de las manifestaciones de la soberanía y  control del Señor aun en el hambre, es la
provisión de la cual Él nos colma, para su gloria y nuestra bendición. Por lo menos, eso es
lo que nos indica la Escritura.  “Los leoncillos necesitan, y tienen hambre; Pero los que
buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien” (Sal. 34:10). “Jehová no dejará padecer
hambre al justo; Mas la iniquidad lanzará a los impíos” (Pv. 10:3).

La gracia soberana de Dios para con sus hijos, se manifiesta no solo en ordenar a la
naturaleza que actúe de acuerdo a sus designios, sino en sustentar a sus seguidores en
medio de las situaciones que parecen hostiles y adversas. En este sentido, podemos percibir
la soberanía del Señor, en el desplazamiento de esta familia a Moab y posteriormente, en la
muerte de los tres hombres de la familia judía. “…Y un varón de Belén de Judá fue a morar
en los campos de Moab, él y su mujer, y dos hijos suyos” (Vs. 1).

Muchos de nosotros, tenemos dificultad en ver la soberanía de Dios en la muerte de
nuestros seres queridos y en condiciones de pobreza, dolor y angustia. “Y murió Elimelec,
marido de Noemí, y quedó ella con sus dos hijos… Y murieron también los dos, Mahlón y
Quelión, quedando así la mujer desamparada de sus dos hijos y de su marido” (Vs. 3-5).
Al ser desterrados por razones naturales o antinaturales, y afrontar  la condición de otras
condiciones de vida, nos preguntamos ¿dónde está el Señor en todo esto?

Sin embargo, para quienes son guiados por el Señor, todas las cosas conducen a la vida y la
esperanza. “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto
es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Rm. 8:28). En este sentido, el
hambre, muerte, dolor y sufrimiento son elementos llenos de soberanía, usados por Dios
para el trato con sus hijos. Afirmar esto, desde la periferia es fácil. Sin embargo, cuando
estamos en el fragor de la prueba, la situación se torna distinta e incomprensible.

Un Dios soberano, dirige con cuerdas invisibles de amor y providencia a sus hijos. Eso es
lo que vemos con la dirección que da paso a paso a las decisiones, acciones y adversidades
en la vida de Noemí, Rut y su familia. Cada detalle, por sencillo que parezca, esta
enmarcado dentro del cuidado  amoroso, tierno, extraordinario y revelador de Dios. El
hambre en Belén y la posterior abundancia. Soledad y posterior compañía. Amargura y
posterior dulzura. Dolor y posterior esperanza. Pérdida y posterior ganancia. Todas las
situaciones y momentos específicos por los que pasamos a diario, son dirigidos y
encaminados por la cuerda irrompible de su soberanía, control y providencia sobrenatural. 

La casualidad, destino o suerte labrado por uno mismo, pierden sentido, al entender por la
gracia divina, que todo esta determinado  desde antes de la fundación del mundo. En
absoluto, nada sucede por decisión humana. Más bien, todo cuanto acontece a la naturaleza,
vida personal y a toda la creación, es la realidad de la soberanía de Dios. Por lo tanto, no
debemos desanimarnos ante las situaciones inesperadas y complejas de la vida. Debemos
descansar en la gracia soberana del Señor para sus hijos. Noemí y Rut vieron en su propia
vida su dirección. Comprendieron como Él, usa las circunstancias aparentemente adversas,
para ejecutar sus planes preestablecidos y llevar a cabo su perfecta obra.

De igual forma, todo fiel hijo, esta llamado a ver en todas las cosas la voluntad soberana de
Dios, siendo ejecutada para su propia gloria. Un Dios soberano, no es sorprendido por
ninguna cosa, sea natural o no. Por el contrario, Él mismo es quien da la palabra y todas las
cosas suceden. De manera especial, en el capítulo uno, vemos la soberanía maravillosa del
Señor a favor de sus hijos. Usa situaciones de  la vida, para revelarles los inalcanzables
propósitos de sus insondables planes. No debemos descansar hasta que comprendamos los
principios de su majestuosa acción en la vida de sus criaturas y creación.

1.2.  INCOMPRENSIBLE EN SU CARÁCTER

La soberanía de Dios es la expresión de su carácter. En este sentido, al desplegarse su
control poderoso, se pone de manifiesto el carácter del Señor. Cada acción, decisión o
realidad, de la que somos objeto, es la  presentación de acciones características y
perfecciones de Dios. Por lo cual, los eventos  en perspectiva bíblica y teocéntrica, nos
llaman a reconocer, adorar y exaltar una bondad específica del carácter Creador.

Por consiguiente, estudiar el cuidado de Él para sus hijos, es adentrarnos en aspectos de su
ser y obrar. Consideremos algunos de los aspectos de la esencia de Dios, manifiestos en el
capítulo uno. En esta lección se exalta la soberanía en los eventos históricos. También, su
providencia. Esta tiene que ver con su provisión para el sustento de la creación y las cosas
creadas. Consideremos las implicaciones y alcances de la providencia divina. 

Dios, el Gran Creador de todo, sostiene (Hb.  1:3) dirige, dispone, y  gobierna a todas las
criaturas, acciones y cosas (Dn. 4:34,35; Sal. 135:6; Hc. 17:25-28; Job 38-41) desde la más
grande hasta la más pequeña (Mt. 10:29-31),  por su sabia y santa providencia (Pv. 15:3;
Sal. 145:17; 104:24), conforme a su presciencia infalible (Hc. 15:18; Sal. 94:8-11) y al libre
e inmutable consejo de su propia voluntad (Ef. 1:11; Sal. 33:10,11), para la alabanza de la
gloria de su sabiduría, poder, justicia, bondad y misericordia (Ef. 3:10; Rm. 9:17; Sal.
145:7; Is. 63:14; Gén. 45:7) (Westminster, Cap. 5).

En este sentido, podemos argumentar que la descripción característica de Dios presentada
en este libro, indica ampliamente, el cuidado y seguridad que Dios tiene de las cosas
creadas, incluido el hombre y la mujer. Por lo cual, vemos en el capítulo uno, el accionar
del Señor a favor de los suyos. Al proveer un sitio donde  vivir temporalmente, al dar
compañía y consuelo a la viuda y al facilitar el regreso de Noemí y Rut a tierra de Belén.

Pese al despliegue grandioso de Dios para sus hijas, es interesante ver la incomprensión que
tienen de su extraordinario y providencial accionar. Noemí no entiende el sufrimiento, las
pérdidas, los desplazamientos. Por tanto, entra en un estado de profunda depresión y
confusión. Recordemos que en su providencia, Él mismo establece los fines y los medios,
por los cuales se han de realizar sus planes (Hc. 27:31,44; Os. 2:21,22) a pesar de esto, Él
es libre para obrar sin los medios (Os. 1:7; Mt. 4:4; Job 34:10), sobre ellos (Rm. 4:19-21) y
contra ellos, según le plazca (2 Ry. 6:6; Dn. 3:27) (Westminster, Cap. 5).

En consecuencia, solemos hacer muchas preguntas ante las situaciones que soberanamente
han sido planeadas, cuando las sufrimos en carne propia. Lo que se pone de manifiesto es la
incomprensión, insatisfacción y desacuerdo ante sus sabias y justas decisiones. Noemí no es
la excepción. “¿para qué habéis de ir conmigo? ¿Tengo yo más hijos en el vientre, que
puedan ser vuestros maridos? …porque yo  ya soy vieja para tener marido. Y aunque
dijese: Esperanza tengo, y esta noche estuviese con marido, y aun diese a luz hijos,
¿habíais vosotras de esperarlos hasta que fuesen grandes? ¿Habíais de quedaros sin casar
por amor a ellos?...” (Vs. 11-13). Aunque su razonamiento es veraz dentro de la lógica humana, no lo es así, desde la óptica divina. Podemos afirmar que Noemí, estaba muy
preocupada por resolver su soledad, viudez y falta de hijos por su propia cuenta; para sí
misma y para sus abnegadas nueras.

Se hace interesante, reconocer que los creyentes, ante la incomprensión de la gracia de Dios
en las circunstancias adversas, son tentados a confundirse y  a buscar remediar esas cosas
por sus propios medios ineficaces y pecaminosos. También, a culpar al Señor por su trato
hacía ellos. Al igual que Noemí, nos desahogamos, no reconociendo nuestras faltas, sino
expresando la amargura y aflicción ante Dios. Tendemos a quejarnos, y descargar  nuestra
amarga situación, ante el justo y bondadoso Señor. “No, hijas mías; que mayor amargura
tengo yo que vosotras, pues la mano de Jehová ha salido contra mí” (Vs. 13).

Al llegar a la tierra natal, Noemí es recibida en Belén con sorpresa y admiración.
“Anduvieron, pues, ellas dos hasta que llegaron a Belén; y aconteció que habiendo entrado
en Belén, toda la ciudad se conmovió por causa de ellas, y decían: ¿No es ésta Noemí?”
(Vs. 19). Lo interesante, es notar que esa sorpresa es por la  apariencia que reflejaba esta
abatida mujer. Es allí, cuando ella, saca a la luz toda la amargura, dolor y pesadumbre que
le agobian. “Y ella les respondía: No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara; porque en
grande amargura me ha puesto el Todopoderoso” (Vs. 20). 

Es nuevamente en casa, cuando puede procesar las pérdidas y ser consolada. Allí da rienda
suelta a su sufrimiento. Puede hablar libremente, aunque sea de los amargos días que esta
pasando. “Yo me fui llena, pero Jehová me ha vuelto con las manos vacías. ¿Por qué me
llamaréis Noemí, ya que Jehová ha dado testimonio contra mí, y el  Todopoderoso me ha
afligido?” (Vs. 21). Después de largos días de caminar en silencio, meditando su
sufrimiento, con la compañía silenciosa de su nuera Rut, ahora en Belén, exterioriza el
dolor y la motivación que la traen de regreso. Llora su dolor y sus muertos. Es en Belén,
donde comprende la totalidad de sus pérdidas y completa la elaboración del duelo.

Cuan interesente es que al manifestar su dolor y sufrimiento, Noemí reconoce la soberanía
del Señor en cumplir su voluntad en ella, pese a ser dolorosa. Reconoce que todo ha venido
de Dios. No atribuye ninguna mala decisión  de su parte o de su esposo, aunque fuera
posible. Por el contrario, exclama que el mismo Señor quien la sacó de Belén con las manos
llenas, la regresa con las manos vacías. Este reconocimiento indica el grado de madurez al
que ha sido llevada Noemí. No protesta contra Dios, si no que reconoce amargamente su
soberanía. No se silencia ante sus coterráneos, si no que expresa su incomprensión ante las
decisiones del Señor que le han sido dolorosas, con sabia y pública confesión.

Noemí no entiende como ahora todo ha cambiado. Se expresan muchos contrastes valiosos
para la comprensión de este cuadro de sufrimiento. La familia sale de Belén, casa del pan,
porque hay hambre. Llegan a Moab y se establecen con el infortunio para Noemí, de perder
a su esposo y sus dos hijos. Su nombre que significa placentera, se ha convertido en
amargura. Salió llena de esperanza, regresa vacía y en aflicción (Vílchez, 1998, pp. 84-85).

En realidad ¿Dios aflige a sus hijos? Aunque muchas personas consideran que un Dios
justo y bueno no puede afligir a sus hijos, no  obstante, vemos en este cuadro, la verdad
sobre el asunto. La aflicción es uno de los medios que Él emplea para manifestar su poder,
disciplinar a sus hijos y para glorificarse en medio de nuestras amarguras. Como en el caso
de Job, hay una incomprensión por parte de  Noemí de la realidad del sufrimiento. No
obstante, en el cuadro dramático de Job, se nos revela el origen celestial  y los propósitos
divinos del infortunio. En el caso de Noemí no hay esa información, que daría respuesta a
los lectores de las razones soberanas y celestiales que promovieron el dolor.

Noemí, está considerando la realidad presente con sus ojos de mujer. Sus ojos ven dolor,
pérdida, aflicción, amargura. Parece que ella, cree lo que muchos creen, respecto a la vida,
y es que todo tiempo pasado fue mejor. Al mirar atrás, quisiera regresar el tiempo y
continuar disfrutando de lo que a su juicio era más placentero. Sin embargo, desde la óptica
celestial, no ha acontecido nada que no contribuya para la  gloria de Dios y para la
bendición de Noemí y el pueblo escogido. Al respecto la Confesión de fe dice: “Aunque on respecto a la presciencia y decreto de  Dios, quien es la primera, todas las cosas
sucederán inmutable e infaliblemente (Hc. 2:23); sin embargo, por la misma providencia las
ha ordenado de tal manera, que sucederán  conforme a la naturaleza de las causas
secundarias, sea necesaria, libre o contingentemente (Gén. 8:22; Jer. 31:35; Ex. 21:13; Dt.
19:5; 1 Ry. 22:28,34; Is. 10:6,7) (Westminster, Cap. 5).

Ante el egoísmo de Noemí, y el de todos nosotros ante el sufrimiento, Dios responde. Sin
embargo, por nuestra dureza de corazón, vemos su respuesta después de mucho dolor y
amargura. En este sentido, para los hijos de Dios, todo tiempo por venir será mejor, porque
es la oportunidad para conocer más al Señor y disfrutar de sus hermosas decisiones
providentes, justas y soberanas. Además, lo que podemos aprender de Noemí y de todo hijo
de Dios, que es pasado por el sufrimiento y la aparente soledad, es como mientras nosotros
pensamos en sí mismos, Dios está tejiendo su proyecto redentor para todos los elegidos. En
consecuencia, no debemos preocuparnos y dolernos por lo que nos pasa, si no llenarnos de
gozo y alegría, por las cosas que el Señor está ejecutando para su gloria y la bendición de
muchos, en medio de nuestra incomprensión y confusión.

Lo altamente significativo y admirable es la  forma como el Dios soberano y fiel, usa la
incomprensión y el dolor nuestro para tejer sus maravillosos planes. También, podemos
gozarnos, porque en medio de nuestra dureza  para comprender el accionar divino, Él
permanece fiel a su palabra y a sus planes preestablecidos. Lo que no sabía Noemí, es que
su dolor y sufrimiento amargo, eran parte del precio que debía pagar por ir a tierra
extranjera y anunciar el plan redentor a los moabitas; de los cuales algunos, como es el caso
de Rut sería incluida en los hijos de Dios  y traída al pueblo del  pacto a vivir bajo la
promesa de salvación y vida abundante. 

Nos podemos preguntar ¿era consciente Noemí, que estaba siendo  dirigida por Dios?
¿Comprendía que su dolor era necesario para que Rut fuera traída a reconocer el señorí o del
Dios de Israel en su vida? ¿Si no hubieran muerto su esposo y sus dos hijos, Noemí hubiera
intentado regresar a Belén? ¿Se había establecido tanto Noemí, en Moab, que el Señor le quitó su familia, para que se viera obligada  a regresar? ¿No percibes en todo esto, la
dirección soberana de Dios para esta humilde y valiente mujer?

Podemos concluir esta sección diciendo, que pese a la amargura que nos causen las
decisiones de Dios en nuestra vida, aun así, todos sus hijos estamos siendo guiados por el
Señor. Además, estamos llamados a reconocer su carácter y aprender de su provisión en
medio de la más amarga incomprensión. Esa es una de las conclusiones a las cuales llega
Job al final del sufrimiento. Éste, le ha servido para conocer más del Señor a quien amaba y
para comprender sus inmensos designios y depender de sus maravillosos propósitos.

No es necesario entender los planes de Dios  para deleitarnos en ellos. No es necesario
definir la dirección que Él esta dando a nuestra vida, para depender de Él. No debemos
esperar a tener placer en todas las cosas, para aceptar que somos sustentados por Él.
Muchas veces Dios usa el dolor y sufrimiento nuestro para dar alegría y placer a muchos.
Ese es el caso de José, esclavo en Egipto, también el de Job, los discípulos y centenares de
creyentes en todo el mundo. Al igual que Noemí, la amargura temporal y la aparente
pérdida, son ampliamente recompensadas por el generoso y buen Dios.

En este sentido, podemos reiterar que Dios  siempre tiene cuidado de los suyos, aunque
éstos no lo vean y comprendan. En medio de la aflicción, amargura y vergüenza nuestra, el
Señor está haciendo sonar la melodía de su incomparable propósito redentor. Las notas de
sus bondadosos planes, suenan en medio de nuestros desafinados gritos de incomprensión
ante su dulce sinfonía. Por lo cual, debemos descansar en sus brazos y refugiarnos plácida y
confiadamente en su carácter inmutable. Noemí, es un claro ejemplo de la forma como Dios
nos revela su carácter, en medio de la admiración de los demás y la incomprensión
personal, por la forma como somos tocados y afectados por las situaciones de la vida.  

Recuerda, Dios siempre tiene un campo con cosecha y una mesa servida, luego de pasarnos 
por el desierto triste y doloroso. Por lo cual, debemos estar expectantes por el desarrollo de
los siguientes capítulos en la vida de Noemí  y Rut. El cuidado providencial de Dios, ha vuelto a traer a Noemí a la casa del pan: Belén, para ser alimentada y nutrida con los
suculentos manjares de la casa, bajo el cuidado paternal y providencial de Dios. Podemos
afirmar, en consecuencia, según lo dice la Confesión de fe; que “así como la providencia de
Dios alcanza, en general a todas las criaturas, así también de un modo especial cuida a su
Iglesia y dispone todas las cosas para el bien de ella (1 Tm. 4:10; Amos 9:8,9; Rm. 8:28; Is.
43:3-5,14)” (Westminster, Cap. 5).
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