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miércoles, 10 de agosto de 2016

Cuando alguno fuere recién casado, no saldrá a la guerra, ni en ninguna cosa se le ocupará; libre estará en su casa por un año, para alegrar a la mujer que tomó

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




MATRIMONIOS CON NECESIDADES ESPIRITUALES
EL MATRIMONIO “POBRE”
Un matrimonio malo es uno que se ha empobrecido “en espíritu”. Es un matrimonio que está luchando porque no tiene esperanza. Puede ser que te encuentres en un matrimonio que se caracteriza por la desesperanza espiritual. 
  • Antes estabas lleno de esperanza y de fe, pero tus recursos se agotaron y ahora no puedes ver el futuro con claridad. 
  • Hace mucho dejaste de ser consciente del poder de la fe y te encuentras atrapado en un hoyo en el piensas solamente en el problema. 
  • El temor ha desplazado tu fe. Antes tenías una fe grande en Dios, la cual dirigía tu futuro y guardaba tu unión matrimonial. Pero ahora sientes que tu fe se ha perdido y te parece que Dios te ha fallado. 
  • Antes, tu devoción era el lazo que los unía, pero ahora es solamente el sentido del deber lo que los une. 
Estos son indicadores de que tu esperanza se ha agotado. Realmente eres pobre en espíritu. La desesperanza es común al hombre y común a los matrimonios. Pero Cristo vino para “dar [te] las buenas nuevas”. ¡Hay esperanza!
A menudo se abre una semana de consejería para parejas con palabras de esperanza. Se  les dice: “Aunque tu fe sea débil y tu esperanza esté casi agotada, no hay problema. Puedes apoyarte en mi fe si es necesario. ¡Mi fe es fuerte y mi esperanza firme! ¡He visto a Dios hacer grandes cambios en muchos matrimonios heridos! Por tanto no dudo que Dios lo hará por ti, también. Puede llegar el momento en que yo tenga que apoyarme en tu fe, pero, por ahora, tú puedes apoyarte en la mía”.
Es bueno, ¿no es cierto?, que podamos “llevar los unos las cargas de los otros”. Pero es mucho mejor apoyarse en la fe de Cristo. Cuando Él oró por Pedro para que su “fe no falte” (Lucas 22:32), también oraba por ti. Es cierto. Antes de casarte, y aun antes de que nacieras, Él oraba por ti. 
En una ocasión, después de orar por Sus discípulos, Cristo siguió diciendo: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos” (Juan 17:20). Él estaba mirando el futuro, al momento cuando tú y tu cónyuge creerían en Él y oró específicamente para que sus corazones se unieran: “para que sean uno” (vs. 22). Así como el Hijo y el Padre son uno, Cristo oró para que tú y tu cónyuge fueran uno.
¿Cómo describe uno la unión espiritual y mística que existe entre el Padre y el Hijo? Son dos entidades distintas y sin embargo maravillosamente unidas e inseparables. Esta fusión de personas es, de veras, un misterio. Y aunque uno no lo pueda comprender del todo, puede alegrarse sabiendo que Cristo oró por el matrimonio cristiano para que pudiera gozar de la intimidad y unidad semejantes a la relación que existe entre el Padre y su Hijo.
Casi podemos escuchar al escéptico: “Si esto sea verdad, ¿por qué no ha habido un cambio en mi matrimonio?” Puede haber varias razones por las cuales se tarda en llegar. Primero, la respuesta de Dios puede demorarse por interferencia demoniaca. 
En Daniel capítulo 10, Daniel oró, y un mensajero celestial le trajo la respuesta. ¡Pero Satanás detuvo a ese mensajero por tres semanas! Mientras tanto, Daniel pasó una agonía espiritual fuerte. Sin embargo, perseveró, y finalmente recibió la respuesta.
La razón de no ver cambios en el matrimonio, también puede ser por el pecado de resistir la voluntad de Dios. En algunos casos, la respuesta es obvia; pero uno se niega a recibirla. Un ejemplo bíblico es cuando los hebreos rehusaron entrar en la Tierra Prometida. En cambio, prefirieron creer las mentiras de los espías incrédulos y perdieron la bendición que Dios había preparado para ellos (Números 13–14). 
Posiblemente las bendiciones que Dios quiere para tu matrimonio no las disfrutas porque no se las pides. La Tierra Prometida está allí, esperándote, pero primero debes creer que Dios es más grande que los gigantes y que comer las uvas de Escol es mejor que cocinar sobre la hoguera en el desierto.
La demora de tu liberación puede deberse a que tu vida está arraigada en “las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Colosenses 2:8). Los amigos y el mundo ofrecen muchos consejos y muchas opiniones que no son espirituales. Tales cosas perjudican o, literalmente, atan al creyente. Los consejos que dicen: “está bien enojarse”, o “es culpa de tu cónyuge”, o incluso, “simplemente tienes que alejarte de esto y comenzar de nuevo” no son de Dios sino del diablo y del mundo.
Si te has estado preguntando dónde está tu alivio y cuándo llegará la respuesta, y has comenzado a cuestionar a Dios, tu falta de alivio puede tener más que ver con tu entendimiento del tiempo que del Suyo. Hay dos elementos para la completa voluntad de Dios: dirección y tiempo. Equiparar las dos es necio, si no peligroso, y es ciertamente frustrante. 
Hasta que haya una unión entre la dirección de Dios y el tiempo, Su voluntad no está completa. Una pareja joven está enamorada y ha determinado que la voluntad de Dios es que se casen. Ellos asumen eso porque se van a casar de todas formas, ¡por qué no ahora! Tienen dieciséis años, todavía no se han graduado del bachillerato, no tienen trabajo ni habilidades comerciales, pero insisten que es la voluntad de Dios. Han cometido el error de equiparar la dirección de Dios con el tiempo de Dios.
La armonía matrimonial es obviamente la voluntad de Dios para cada pareja, pero eso no significa que automáticamente vendrá de la manera y a la hora que ellos quisieran. 
Sandra y su esposo han estado casados felizmente por veintisiete años. (La verdad es que han estado casados por más de treinta y cinco años.) Por supuesto que con esto se está bromeando para ilustrar un punto. Dentro de la voluntad y el tiempo de Dios, a este esposo (cabeza dura) le tomó tiempo rendirse al Señor. Era la voluntad de Dios que se casaran, pero el Señor sabía que le llevaría bastante tiempo prepararlos para recibir las bendiciones matrimoniales que disfrutan hoy.
Sí, Cristo oró por tu unión, a pesar de tu frustración por la demora, Él sigue orando. Aun ahora está intercediendo por ti en tu pobreza y necesidad. Tu fe no es tan importante como Su fe, y Su fe es abundante para ti. Hay esperanza.
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miércoles, 20 de julio de 2016

Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días... recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos...

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




LOS HECHOS DEL ESPÍRITU SANTO

HECHOS: EL EVANGELIO SE EXTIENDE

HECHOS: UN LIBRO MUY SINGULAR
El quinto libro del Nuevo Testamento es único en varios sentidos. En primer lugar, es la única «secuela» o «continuación» intencional que encontramos en el canon.

Lucas es el único evangelista que continúa su narración recogiendo la historia de la primera generación de cristianos. Y aunque la escritura de alguna de las epístolas provocó la escritura de una segunda carta, que sepamos, en ningún caso la segunda carta ya estaba en la mente del autor cuando escribió la primera.

Por tanto, no podemos entender de forma completa el libro de los Hechos si primero no tenemos en cuenta el Evangelio de Lucas. Aunque esta afirmación resulta lógica, la cuestión es que esa realidad muchas veces se pierde de vista porque al haberse agrupado los cuatro Evangelios, Juan se ha intercalado entre el primer y el segundo volumen de Lucas.

En segundo lugar, los contenidos de Hechos continúan siendo únicos. Es el único libro que recoge el periodo entre la crucifixión de Jesús (probablemente en el año 30 d.C.) y el final del ministerio de Pablo (o, al menos, cerca del final de su ministerio, en algún momento de los años sesenta).

En muchas ocasiones se ha dicho que el título tradicional de «Los Hechos de los Apóstoles» es engañoso, porque el único de los doce que tiene un papel prominente es Pedro. El personaje humano que más destaca es Pablo, que se veía a sí mismo como un apóstol, pero no uno de los doce.

Aparte de eso, Juan aparece en alguna ocasión y se menciona el nombre de los otros diez; pero el resto de personajes que aparecen en Hechos no son apóstoles. Quizá debería haberse titulado «Los Hechos de Pedro y Pablo», o mejor, «Los Hechos del Espíritu Santo», puesto que Lucas en todo momento deja claro que la obra de la iglesia primitiva está dirigida por el Espíritu Santo.

No obstante, independientemente de la idoneidad del título, se trata de la única obra dentro y fuera del canon de las Escrituras que describe la primera generación de la iglesia. Por tanto, si se habla de la «iglesia del Nuevo Testamento» como modelo para la vida cristiana de cualquier época y lugar, se tendrá que realizar un estudio concienzudo de Hechos.

En tercer lugar, esta obra es única en cuanto a los problemas de aplicación que plantea. A diferencia de las epístolas, ofrece muy pocas enseñanzas «formales». Incluso los cuatro Evangelios, con el énfasis que hacen en la instrucción ética de Jesús, contienen más material explícitamente didáctico que el libro de los Hechos.

La mayor parte del contenido consiste en diversas escenas en las que aparecen los personajes que Lucas ha querido destacar. Los lectores posteriores frecuentemente se hacen preguntas como las siguientes: «¿Cuál es la norma?». «¿Cuáles son los ejemplos que hemos de imitar, y cuáles los que hemos de evitar?». O, «¿Algunos sucesos tan solo están ahí porque ocurrieron y porque luego servirían para explicar el desarrollo de aquella iglesia naciente?».

Un axioma hermenéutico fundamental para responder estas preguntas es distinguir patrones de conducta que se repiten en diferentes contextos a lo largo de todo el libro (y en el resto del Nuevo Testamento también) y patrones que varían de un contexto a otro. Lucas, como narrador, también da pistas indirectas cuando menciona la bendición de Dios como resultado de una actividad concreta, un indicativo más de su naturaleza pedagógica.

Por último, el libro de los Hechos ocupa una posición única en el progreso de la revelación de Dios a la humanidad. La primera generación de cristianos constituyó claramente un periodo de transición entre la era de la ley y la era del evangelio. El día después de Pentecostés, nadie se levantó en Jerusalén anunciando el final del antiguo pacto y el inicio del nuevo.

Los seguidores de Jesús se dieron cuenta del significado y las implicaciones de su vida, muerte y resurrección de una forma muy gradual. De forma paralela al desarrollo en la comprensión, el primer grupo de discípulos de Jesús en una generación pasó de ser una secta exclusivamente judía de Jerusalén a un movimiento predominantemente gentil extendido por todo el Imperio Romano.

Así, mientras que muchos incidentes en Hechos reflejan a cristianos, especialmente judíos, que aún observaban la ley, el énfasis teológico de Lucas subraya cómo el cristianismo se liberó de la ley. Esta libertad (que no se puede usar como excusa para pecar) es lo que quedó como normativa una vez finalizado ese periodo de transición.

AUTORÍA
Al comparar los prefacios de Lucas y Hechos, junto con el estilo de las dos narraciones, casi todos los estudiosos, por no decir todos, están convencidos de que el autor de estos dos volúmenes tiene que ser la misma persona.

Pero, ¿quién? Estrictamente hablando, Hechos, como los cuatro Evangelios, es anónimo. Que sepamos, los títulos de los libros no salían en los documentos originales y, probablemente, se añadieron por primera vez en el siglo II, cuando empezaron a compilarse algunos de los libros del Nuevo Testamento.

Sin embargo, el testimonio de los padres de la iglesia afirma de forma unánime que Lucas, al que Pablo llama su «querido médico» (Col 4:14), era el autor, al parecer un hombre gentil, puesto que Pablo lo menciona solo después de haber mencionado a «los únicos judíos» que han seguido colaborando con él (v. 11).

La tradición de la iglesia también comenta esas secciones de Hechos en las que el autor pasa de escribir en tercera persona del singular, a escribir en primera persona del plural (describiendo lo que «hicimos»), y lo atribuye a que en esas ocasiones Lucas estaba con Pablo (16:10–17; 20:5–21:18; 27:1–28:16).

Sin embargo, en tiempos modernos, los estudiosos han propuesto al menos otras dos opciones.
  • La primera, este material escrito en primera persona del plural podría tratarse del diario, las memorias, o la historia oral de un testigo ocular y compañero de Pablo, a quien el autor del libro consultó. Otros, en cambio, piensan que se trata de un recurso literario completamente artificial, basado en prácticas similares, como por ejemplo el caso de las narraciones de viajes por mar de algunos personajes de historias grecorromanas, incluso cuando el autor no tenía ningún tipo de relación con las participantes de esas aventuras.

A finales del siglo XIX, William Hobart explicó que a lo largo de Lucas–Hechos aparece vocabulario claramente médico, corroborando así la tradición de que el autor de estos dos libros fue un médico.

Pero a principios del siglo XX, Henry Cadbury demostró que ese vocabulario aparecía con la misma frecuencia en obras no especializadas, rechazando la tesis de Hobart. Sin embargo, en tiempos más recientes, Loveday Alexander dice que en los tratados científicos grecorromanos encontramos prefacios muy similares a los de Lucas y Hechos. Aunque eso no prueba que Lucas fuera un «científico», o más concretamente un médico, al menos encaja con la tradición de la iglesia primitiva.

Con la creciente popularidad de la crítica bíblica moderna, particularmente en el siglo XIX, muchos siguieron la influyente filosofía de Ferdinand Christian Baur, que se basó en la visión dialéctica de la historia de Georg W. F. Hegel, en la que un movimiento (tesis) siempre llevaba a su opuesto (antítesis) hasta que se llegaba a un acuerdo entre ambos (síntesis). Baur creía que «Lucas» fue una mediación entre el cristianismo extremadamente judío de Pedro y Jacobo, y el cristianismo extremadamente gentil de Pablo, creando una síntesis bastante tardía (mediados del siglo II).

Si ambas obras son tan tardías, está claro que el autor o autores no podrían haber sido compañeros de viaje de Pablo. Muchos son aún los que contemplan esta teoría.

El escepticismo contemporáneo en cuanto a la autoría de Lucas se ha centrado mucho más en las aparentes contradicciones teológicas entre Hechos y las epístolas de Pablo para afirmar que el autor de Hechos no pudo ser un seguidor cercano de Pablo. La exposición clásica de esta teoría aparece en un breve artículo de Philipp Vielhauer, quien destacó cuatro grandes diferencias:


  1. En Hechos encontramos una «teología natural» en la que los seres humanos encuentran a Dios a través de la revelación general (esp. Hechos 17:16–31), mientras que en Pablo tenemos una visión claramente negativa de la posibilidad de salvación aparte de la fe explícita en Cristo (p. ej., Ro 1:18–32). 
  2. La actitud de Pablo en cuanto a la obediencia a la ley es más positiva en Hechos, si la comparamos sobre todo con la descarga que hay en Gálatas contra los que imponían la ley a los cristianos. 
  3. La cristología de Pablo en Hechos, como la de otros predicadores cristianos tempranos, se centra en la resurrección, mientras que en 1a Corintios 2:2 Pablo se refiere a la crucifixión como el centro único del evangelio. 
  4. Por último, la escatología de Lucas parece un poco «retardada», es decir, el autor reconoce que puede pasar cierto tiempo hasta el Segunda Venida de Cristo, mientras que el Pablo de las epístolas se aferra a la esperanza de una parusía inminente.

Las observaciones de estos contrastes entre Hechos y las epístolas son válidas, pero también tienen fácil respuesta.

  1. Romanos 1:19–20 está de acuerdo con Pablo en Atenas (Hechos 17) en que, a partir de la naturaleza de la creación, toda la humanidad debería reconocer que hay un Creador
  2. Hechos 13:39 deja claro, incluso en Hechos, que Pablo no cree que la ley pueda salvar, mientras que 1a Corintios 9:19–23 enfatiza la disposición de Pablo de ponerse bajo la ley si eso le va a permitir alcanzar a sus contemporáneos judíos. 
  3. Ni la crucifixión ni la resurrección representan de forma completa la obra salvífica de Cristo, tal y como Pablo mismo dice en 1a Corintios 15 cuando hace hincapié en la necesidad de la resurrección. 
  4. Por último, un estudio más detallado tanto de Hechos como de las cartas de Pablo nos deja ver la expectativa de que Cristo vuelve pronto, pero siempre acompañada de la posibilidad de que probablemente no ocurra de forma inmediata (cf. p. ej., Lucas 17:20–27; Hechos 13:40–41, 47; 1Ts 4:13–5:10).

De ahí que David Wenham concluya que las diferencias entre Hechos y las epístolas prueban que Pablo no es el autor de Hechos (aunque, no sabemos por qué menciona esta conclusión, ¡pues nadie ha defendido que lo fuera!). Pero las diferencias no demuestran que sea imposible que un colaborador de Pablo, formado teológicamente en la fe cristiana temprana —con sus propios énfasis y con unos receptores concretos que tenían unas necesidades concretas—, fuera el autor de esta obra.

Además, nadie ha ofrecido otra razón convincente que explicara por qué la iglesia primitiva apuntó unánimemente a Lucas como el verdadero autor del Evangelio y Hechos. Se trata de un personaje en el que nadie habría pensado a la hora de buscar un posible autor, por lo que el hecho de que la iglesia primitiva lo mencione debería ser un argumento suficientemente convincente.

FECHA
Como hemos visto arriba, a mediados del siglo XIX muchos fechaban el libro de Hechos a principios o incluso a mediados del siglo II. Esta fecha tan tardía permitía a los estudiosos rechazar la autoría de Lucas, escondiendo así las serias diferencias que dividían a la primera generación de cristianos. Se creía que el pensamiento de Pedro y el pensamiento de Pablo eran en el siglo I dos trayectorias claramente diferenciadas, y que la posición intermedia de Lucas fue una creación más tardía.

Según ellos, Gálatas 2:11–15 refleja mejor las tensiones de aquellos primeros años que Hechos.
Sin embargo, hoy, la gran mayoría de los estudiosos fecha el libro de Hechos entre algún año después del 70 d.C. y mediados de los 90.

La fecha más popular entre los comentaristas más liberales es la década de los 80. En su opinión, no tiene sentido decir que es más tardía porque, si las cartas de Pablo ya estaban circulando, entonces, ¿cómo se explica que el libro de Hechos no las mencione? Dado que Hechos es una continuación del Evangelio de Lucas, y muchos fechan ese Evangelio justo después de la caída de Jerusalén (basándose sobre todo en que Lucas 21:20 es una «profecía posterior al suceso»), Hechos también tiene que ser posterior al año 70. Las supuestas contradicciones teológicas asociadas con Vielhauer (ver más arriba) también han llevado a los estudiosos a dar por sentado que tiene que haber un margen de tiempo entre la escritura de las epístolas (años 50 y 60) y la de Hechos, dado el desarrollo que se puede apreciar en el pensamiento.

Por otro lado, la mayoría de conservadores siguen fechando el libro de Hechos entre el año 62 y 64 d.C. El abrupto final del libro, momento en el que Pablo está en Roma esperando el resultado de su apelación al César, hace pensar que Lucas escribió inmediatamente después de esos sucesos.

Dado que Hechos 21–28 narra el arresto de Pablo y las diferentes comparecencias y encarcelamientos con bastante detalle, todo un proceso que culmina con la apelación al César, es difícil entender por qué Lucas no ha recogido el resultado de dicha apelación si ya lo conocía cuando escribió Hechos.

Ese periodo de dos años que se menciona al final del libro probablemente está haciendo referencia al periodo entre el 60 y el 62 d.C., puesto que Festo llegó al poder en el año 59 y a Pablo lo enviaron para Roma aquel mismo otoño. Si le concedemos a Lucas algo de tiempo para que también escribiera su Evangelio, entonces llegamos a la fecha sugerida arriba.

Es más, si la tradición de la iglesia primitiva está en lo cierto y la apelación al César sirvió y Pablo fue puesto en libertad (aunque en esa misma década sería apresado de nuevo, y asesinado), lo más lógico es pensar que todo eso ocurrió antes de que Nerón empezara a perseguir a los cristianos en el año 64.

Lucas 21:20 no tiene por qué ser la narración de un suceso que ya ha acontecido, disfrazado de profecía. Si Lucas 21:20 es una predicción, este texto no sirve para determinar la fecha del Evangelio de Lucas.

No obstante, es importante destacar que en este debate no solo están los conservadores que defienden una fecha anterior al año 70, y los liberales que defienden una fecha posterior al año 70.

Algunos estudiosos evangélicos de renombre optan por la fecha posterior diciendo que el objetivo de Lucas fue acabar su narración en el momento en el que el Evangelio llegó a Roma. Ese era el corazón del Imperio, desde donde ya se podía extender «hasta los confines de la tierra» (Hechos 1:8).

Aunque la mente del escritor moderno no logre entenderlo, puede ser que ese fuera para Lucas el clímax y el final adecuado. La posible estructura quiástica de la obra de Lucas (una obra en dos volúmenes) podría también respaldar esta teoría.

Vemos que Lucas empieza, al principio del Evangelio, planteando el plan divino de salvación en Jesús en el contexto de la historia romana; y que acaba, al final de Hechos, con el cumplimiento de ese plan en Roma. En una estructura quiástica, el clímax aparece en el centro del documento, que en este caso se correspondería con el relato de la resurrección de Jesús. Ese es el dato teológico más importante de Lucas, y da la impresión de que no hay necesidad de que el final de la obra tenga un nuevo clímax. Por el contrario, el conocido obispo liberal de la década de 1970, John Robinson, fecha el libro de Hechos antes del año 70 d.C. por una serie de razones, una de las cuales es su convicción de que Lucas 21:20 es demasiado impreciso como para ser una descripción posterior al hecho.

DESTINATARIOS
Tanto los Evangelios como la tradición temprana de la iglesia nos dan muy poca información sobre los destinatarios de los Evangelios y del libro de Hechos. En el principio de sus dos obras,

Lucas menciona a Teófilo, un nombre que significa «el que ama a Dios» y que algunos han tomado como un nombre genérico que se refiere a los cristianos en general. No obstante, la mayoría cree que se trata de un nombre propio común en el mundo antiguo de influencia helena, y que probablemente está haciendo referencia al mecenas que le está dando a Lucas los recursos para que pueda realizar el proyecto de escribir dos obras tan ambiciosas, dado el tiempo y el coste que supone el trabajo de investigación y de dictado a un escriba.

Por el prefacio al Evangelio (Lucas 1:1–4), tenemos dos opciones en cuanto a Teófilo: o bien hacía poco que era cristiano, o bien era lo que llamaríamos un «buscador» o alguien que está en el proceso de búsqueda. Lo que está claro es que Lucas le quiere instruir más en los asuntos de la fe para que pueda creer con una mayor certeza.

Pero la iglesia primitiva, por lo general, creía que todos los Evangelios se habían escrito en primer lugar para comunidades cristianas concretas, pero con el objetivo de que acto seguido se circularan para el beneficio de la iglesia en general. No hay forma de saber dónde estaba la congregación de Lucas. Se han propuesto diferentes alternativas: desde Antioquía hasta Éfeso, pasando por Filipos. Pero todo queda en especulación.

Debido a su interés por el tema de las posesiones materiales, y a que en Hechos podemos ver a un número de creyentes considerablemente ricos, también se ha sugerido que quizá se estaba dirigiendo a una comunidad cristiana acomodada de algún lugar predominantemente gentil y de habla griega en la mitad oriental del Imperio. Pero en cuanto a este tema no podemos pronunciarnos con firmeza por la falta de evidencias.

PROPÓSITOS
En Hechos encontramos al menos tres propósitos centrales, que quizá se tratan de una forma más extensa que en el Evangelio de Lucas.

  • El primero es, claramente, un propósito histórico. Como único evangelista que escribió una continuación, está claro que Lucas quiso inmortalizar la vida de la primera generación de cristianos, redactando un informe selectivo de sucesos importantes. A pesar de un pequeño número de aparentes contradicciones, muchos de los nombres, lugares, costumbres, fechas y otros detalles que aparecen en Hechos aparecen también en fuentes no cristianas. 
Además, muchos de los datos casan perfectamente con los datos de las epístolas, formando así una cronología detallada y posible de ese periodo de unos treinta años aproximadamente. Un ejemplo clásico es los términos que Lucas usa para referirse a los políticos en varias ciudades y provincias, términos que incluyen
- procónsul,
- magistrado,
- gobernador,
- principal,
- administrador municipal,
- tribuno,
- procurador y
- gobernador municipal (politarca).

Algunos de estos términos cambiaron, incluso durante el transcurso del primer siglo. Y sin embargo, en todos los casos, Lucas usa todos los términos de forma correcta, asociándolos con la comunidad y con el periodo de tiempo adecuados, algo que no hubiera logrado si realmente no se hubiera esmerado en elaborar un escrito histórico serio.

Y el respaldo arqueológico de los Evangelios palidece en comparación con la cantidad de información existente de todos los lugares descritos en el libro de Hechos. Hasta el día de hoy hay turistas que viajan por Italia, Grecia, Turquía y el este del Mediterráneo visitando tanto ciudades modernas como antiguas ruinas que encajan muy bien con un gran número de detalles del segundo volumen de Lucas.

Hace unos cien años, el arqueólogo británico Sir William Ramsay se propuso negar la historicidad de Hechos pero, después de un trabajo meticuloso, desarrollado sobre todo en Turquía, se convenció de la fiabilidad histórica del libro y se convirtió al cristianismo. Su obra aún sigue teniendo un gran valor, pero hay que complementarla con la obra magistral de Colin Hemer, The Book of Acts in the Setting of Hellenistic History [El libro de Hechos en el marco de la historia helenista], que contiene el compendio más extenso de información histórica acerca del libro de Hechos.

Hemer, al final, llega a un veredicto totalmente favorable. La obra en cinco volúmenes editada por Bruce Winter bajo el título The Book of Acts in Its First–Century Setting [El libro de Hechos en su marco del siglo I] también es imprescindible para entender bien el trasfondo histórico más general de casi todos los lugares, costumbre y desarrollos que aparecen en Hechos.

Sin embargo, mucho más importante que el propósito histórico es el propósito teológico. Lucas no solo está narrando Historia tal y como se entiende en el mundo secular, sino que está narrando Historia de la Salvación (Heilsgeschichte), el plan divino de redención, en un momento a caballo entre el antiguo y el nuevo pacto.

Por eso Dios, a través de su Espíritu Santo, aparece como el agente principal, como la causa de los sucesos que se narran en este libro. Surgen nuevas iglesias, y en todo este proceso, el progreso geográfico del evangelio tiene una importancia prominente. Se enfatiza el esfuerzo evangelístico por encima de la obra necesaria del «seguimiento».

Aunque algunos han exagerado este punto, es justo mencionar que, al parecer, Lucas reconoce que probablemente el final no está tan cercano. Ciertamente, nuestro autor podría ser el primer cristiano (o al menos el primer escritor cristiano) en sospechar que puede que la iglesia dure lo suficiente como para necesitar la historia teológica que él nos ofrece.

El estudio más reciente y completo de los principales temas teológicos de Hechos ha sido editado por David Peterson y I. Howard Marshall. Un compendio evangélico completísimo del estudio de la teología de Hechos, que incluye contribuciones sobre temas como

  • el plan de Dios, 
  • las Escrituras y la realización de los propósitos de Dios, 
  • Historia de la Salvación y Escatología, 
  • Dios como Salvador, 
  • la necesidad de la salvación, 
  • salvación y salud, 
  • el rol de los apóstoles, 
  • misión y testimonio, 
  • el progreso de la Palabra, 
  • oposición y persecución, 
  • la predicación de Pedro, 
  • el discurso de Esteban, 
  • la predicación y la defensa de Pablo, 
  • el espíritu de profecía, 
  • el nuevo pueblo de Dios, 
  • la adoración de la nueva comunidad, 
  • Israel y la misión gentil, 
  • reciprocidad y ética, junto con otros ensayos más generales o metodológicos.

Aunque no sea exactamente un tema concreto, hemos de tener en cuenta que estrechamente relacionado al propósito teológico de Lucas está su aparente propósito apologético: defender la fe de las diversas críticas.

Si Lucas no solo tiene en mente a Teófilo, sino que quiere que la verdad sobre lo que ocurrió llegue a todos los creyentes de las comunidades a las que va a llegar su escrito, quizá sabía que habían empezado a circular tradiciones apócrifas sobre los personajes y los sucesos asociados con los primeros cristianos, si no en forma escrita, de forma oral.

Más probable aún es que hubiera acusaciones de parte de los judíos y de los romanos que exigían una respuesta cristiana. Ambos grupos creían que los cristianos estaban violando sus leyes. Lucas se esfuerza a lo largo de todo el libro para demostrar que eso no es así. Podría ser también que Lucas estuviera defendiendo la fe ante los gentiles, dentro y fuera de la iglesia, quienes habían empezado a preguntarse por qué esa secta originalmente judía se estaba convirtiendo en un grupo predominantemente gentil, y por qué la mayoría de judíos rechazaron el cristianismo tan solo treinta años después de sus inicios.

Así, Lucas demuestra que es la continuidad natural y necesaria del judaísmo, y que los que se han desviado de la voluntad de Dios no son los cristianos, sino los judíos incrédulos.


  • Un tercer propósito, aunque sin duda subordinado al interés histórico y teológico, es el literario. Lucas escribe muchas de sus historias de una forma aventurera y artística. ¿Quién puede leer el relato de la tormenta y el naufragio de Pablo en el capítulo 27 y no sentirse invadido por el suspenso? ¿Quién no se ve tentado a reírse de los que estaban orando en casa de Juan Marcos, en el capítulo 12, que se niegan a creer que Dios ha contestado a sus oraciones y que Pedro ha salido de prisión, incluso cuando Rode les dice que acaba de llegar?¿Quién no se maravilla ante la superstición de los paganos de Listra (capítulo 14) o de la isla de Malta (capítulo 27), donde primero creen que es divino, y  acto seguido lo condenan como a un criminal? 
Lucas repite las historias que le parecen más importantes, dedica más espacio a los discursos y sucesos que considera más trascendentales, usa el recurso literario de crear expectativa (p. ej., al mencionar la presencia de Saulo en el apedreamiento de Esteban), y, en general, parece deleitarse en describir las acción de Dios en este mundo de una forma estética.

Un aspecto particularmente controvertido del estilo del Lucas tiene que ver con los discursos o sermones atribuidos a otras personas. Tucídides, el antiguo historiador griego, explica que, aunque siempre intentaba reunir fuentes fiables cuando atribuía discursos a sus personajes, reconocía que no siempre las encontraba. Y en esas ocasiones, escribía libremente las palabras que él creía que aquellos personajes podían haber dicho (La Guerra del Peloponeso 1.22.1–2).

Los estudiosos del libro de Hechos con frecuencia citan estos comentarios de Tucídides como explicación de la composición de los discursos que aparecen en Hechos. Sin duda alguna, los mensajes, como las enseñanzas de Jesús en los Evangelios, en muchas ocasiones se tenían que resumir.

Manteniéndose fiel a la práctica literaria e histórica de sus tiempos, Lucas se habría sentido libre de poner con sus propias palabras el sentido y la esencia de lo que se había predicado. El hecho de que, para componer su Evangelio, Lucas se basara en el testimonio de testigos oculares, en la tradición oral fiable y en fuentes escritas breves nos hace pensar que lo más probable es que hiciera exactamente lo mismo para redactar el libro de Hechos.

El historiador romano Livio, por ejemplo, a diferencia de Tucídides, afirmaba que él siempre se basaba en fuentes que había heredado, mientras que Polibio censuraba a aquellos que se inventaban la historia. A la vez, en Hechos encontramos algún discurso escrito u oral que, con casi toda seguridad, ningún cristiano presenció o al que ningún cristiano habría tenido acceso. El clásico ejemplo es el de la carta de Claudio Lisias al gobernador Félix que aparece en 23:26–30, y Lucas podría haber dado pistas de que en ese tipo de ocasiones está incluyendo la información de una forma menos literal. Pero en general no tenemos razones para dudar de la fiabilidad de los discursos que aparecen en Hechos.

GÉNERO LITERARIO
«El antiguo título Praxeis era un término que designaba una forma literaria griega específica, una narración de los hechos heroicos de figuras mitológicas o históricas famosas».

Según Lucas, está claro que los personajes de sus relatos son históricos. Estudios recientes dedicados a analizar la cuestión del género literario de Hechos apuntan a que el segundo volumen de Lucas tiene características comunes con «la monografía histórica breve», «la biografía intelectual antigua», «la historiografía apologética», y «la historia bíblica», aunque también reconocen que, como los Evangelios, el producto final de Hechos es una mezcla única de diversos géneros.

Como segunda parte de la obra de Lucas, se podría suponer que Hechos sigue un género similar al de los Evangelios. Sin embargo, como el énfasis ya no está en un personaje central, Jesús, sino en varios líderes cristianos y en la iglesia que estos dirigían, no tenemos por qué usar la misma etiqueta.

Si una buena descripción de los Evangelios es decir que son como biografías teológicas, entonces puede que una buena descripción del libro de Hechos sea decir que es como una historia teológica.

Y, como vimos arriba, eso no excluye que Lucas escriba con un estilo artístico y que tiene también un interés estético. Como el antiguo historiador Éforo, Lucas organiza una serie de sujetos históricos no dejando a un lado la cuestión geográfica; mientras que en cuanto a la retórica, el autor de Hechos mezcla elementos del estilo de la Septuaginta con características de los oradores grecorromanos.

ESTRUCTURA
De los muchos bosquejos de Hechos que se han propuesto, cuatro son los que contemplan las características textuales que no debemos dejar de lado.

En primer lugar, Hechos 1:8 se ha entendido como la declaración programática del bosquejo. En este versículo, Jesús profetiza que los discípulos serán sus testigos, empezando en Jerusalén, saliendo a Judea y Samaria y, por último, llegando hasta los confines de la tierra. Las tres etapas que encontramos en los capítulos 1–7, 8–12, y 13–28 se corresponden, aproximadamente, a ese bosquejo de tres partes.

No hay duda de que la progresión temática del libro muestra cómo el movimiento cristiano perseguido se extiende más allá de Israel.

En segundo lugar, 1–12 y 13–28 se corresponden el uno con el otro: la misión cristiana aún opera de forma predominante en los círculos judíos con Pedro como personaje principal de la primera «mitad» del libro, mientras que con Pablo en la segunda «mitad», la misión da un giro y se centra sobre todo en el mundo gentil.

Curiosamente, encontramos muchos paralelismos entre los ministerios de Pedro y de Pablo. Los discursos de ambos están repletos de citas de las Escrituras cumplidas en Jesús. Ambos son liberados de prisión de forma milagrosa. Ambos sanan enfermos y resucitan a los muertos. Ambos superan el judaísmo, promoviendo un evangelio que no está supeditado a la ley. A ambos les preocupan los pobres, y organizan ofrendas para cubrir sus necesidades. También hay algunos paralelismos entre su ministerio y el de Jesús mismo, según la descripción del Evangelio de Lucas, algunos de ellos con detalles realmente similares (ver p. ej., el comentario de Hechos 9:32–43 o de 19:21).

En tercer lugar, y que nos permite dividir el libro en secciones más cortas, a modo de resumen, Lucas recoge seis declaraciones que describen de forma sucinta el crecimiento y la expansión de la Palabra de Dios, la multiplicación de la iglesia, y otras cuestiones similares.

Cada una de ellas aparece al final de una serie de textos razonablemente homogénea, geográficamente hablando: 6:7:9:31; 12:24; 16:5; 19:20; y 28:31.36 Combinando las sugerencias de estos tres acercamientos, tenemos el siguiente bosquejo:

I. La misión cristiana a los judíos (Hechos 1:1–12:24)
   A. La iglesia en Jerusalén (Hechos 1:1–6:7)
   B. La iglesia en Judea, Galilea y Samaria (Hechos 6:8–9:31)
   C. Avances en Palestina y Siria (Hechos 9:32–12:24)

II. La misión cristiana a los gentiles (Hechos 12:25–28:31)
    A. El primer viaje misionero de Pablo y el concilio apostólico (12:25–16:5)
    B. El segundo y el tercer viaje misionero (16:6–19:20)
    C. Los viajes finales de Pablo a Jerusalén y a Roma (19:21–28:31)

Además, puede parecer que Lucas y Hechos están organizados como un solo quiasmo. El Evangelio de Lucas empieza ubicando el nacimiento de Jesús en el contexto de la historia mundial, es decir, en el Imperio Romano. Luego habla del ministerio de Jesús en Galilea. A continuación presenta sus viajes por Samaria y Judea. Y por último tenemos a Jesús en Jerusalén.

El Evangelio de Lucas es el único que, a la hora de mencionar las apariciones de Jesús después de la resurrección, solo menciona las que tuvieron lugar en Jerusalén; y el único que menciona brevemente la ascensión. Entonces, Hechos resume las apariciones después de la resurrección, describe la ascensión antes de describir con sumo detalle la expansión de la iglesia desde Jerusalén, a Judea, a Samaria, y al mundo gentil, y acaba explicando que, con Pablo, la predicación del evangelio ha llegado hasta Roma.

Las únicas secciones que parecen no encajar son Jesús en Galilea y la iglesia en el mundo gentil, hasta que recordamos que desde los días de Isaías Galilea era conocida como «Galilea de los gentiles» (cf. Is. 9:1M Mt 4:15).

CRÍTICA TEXTUAL
La crítica textual del Nuevo Testamento ha identificado cuatro grupos de manuscritos, clasificación que responde a los patrones que los textos siguen, y a un diseño característico, condicionado por la parte del Imperio Romano en la que predominaban.

Estos cuatro tipos de texto son

  1. el Alejandrino, 
  2. el Cesariense, 
  3. el Bizantino y 
  4. el Occidental. 
Como su nombre sugiere, el texto Occidental refleja sobre todo manuscritos asociados con Italia, incluyendo las traducciones más antiguas del Nuevo Testamento al latín.

El principal manuscrito uncial griego (de los tiempos más antiguos, cuando se escribía todo en mayúsculas) es el Códice de Beza (que para abreviar se denomina simplemente D, y data del siglo V).

Aunque en el Código de Beza hay otras partes del Nuevo Testamento en las que no vemos apenas alteración, el texto Occidental del libro de Hechos es un 10 por ciento más extenso que los demás tipos de textos, en los que se han basado las traducciones modernas que hoy utilizamos.

Es posible que al realizar la copia se añadieran en el texto las notas que los escribas anteriores habían escrito en los márgenes. Lo que es desconcertante sobre el texto Occidental de Hechos es que varias de estas inserciones al parecer aportan nueva información histórica, aunque no reflejen lo que Lucas escribió.

Quizá la más famosa es Hechos 19:9. Pero una doctrina evangélica de las Escrituras se basa exclusivamente en lo que aparece en las copias originales de cada libro.

FUENTES
Como ya hemos visto, es probable que Lucas usara una variedad de fuentes para escribir el libro de Hechos. Entre los autores recientes, Fitzmyer tiene la serie de propuestas más elaborada.

Se piensa que la mayor parte de la información se podría haber conseguido en Antioquía, dado su papel como «campamento base» de Pablo, y como lugar de encuentro de varios de los apóstoles. Cuando Lucas acompañó a Pablo a Jerusalén al final de su tercer viaje misionero, podría haber tenido la oportunidad de entrevistar a personas que habían visto al Jesús histórico y habían contemplado los inicios del movimiento cristiano, además de consultar cualquier documento que pudiera existir sobre los acontecimientos que él no había presenciado.

Con el Evangelio de Lucas podemos desarrollar otras hipótesis razonables porque tenemos otros Evangelios con los que compararlo. Así, la mayoría de estudiosos cree que Lucas se basó en parte en el Evangelio de Marcos, en una colección de dichos de Jesús (llamada Q, un material principalmente didáctico que encontramos en Mateo y Lucas, pero que no encontramos en Marcos), y posiblemente una fuente más breve de la que Lucas extrajo todo lo que no aparece en los otros Evangelios (L).

Pero como no tenemos textos paralelos de Hechos, la tarea de la crítica de las fuentes en este caso es mucho más subjetiva. Como no ha habido ningún descubrimiento nuevo y espectacular en Oriente Medio, probablemente nunca podamos llegar a establecer las fuentes de Hechos con un alto grado de certeza.

CRONOLOGÍA
La fecha menos cuestionable en el libro de Hechos aparece en Hechos 18:12, cuando Pablo se presenta ante Galión en Corinto. Por una inscripción en Delfi, parece que Galión fue procónsul ahí solo desde el mes de julio del año 51 al mes de julio del año. La hambruna de Hechos 11:27–30, según Josefo, fue parte de una serie de hambrunas locales que ocurrieron entre el 44 y el 46, aunque su efecto se notó al menos durante dos años más. Hechos 12:25–14:28 sugiere que el primer viaje misionero de Pablo empezó muy poco después de que Pablo y Bernabé volvieran de llevar a Jerusalén la ayuda para los pobres.

En Gálatas 1:18 y 2:1, Pablo habla de un intervalo de tres y otro de catorce, respectivamente, entre su conversión y sus dos primeros viajes a Jerusalén. Estos viajes parecen corresponderse con Hechos 9:28 y 11:30.

El siguiente paso es identificar las fechas específicas de estas dos visitas. Aunque la misión de llevar ayuda a los hambrientos que aparece en Hechos 11:30 hubiera sido en el año 47 (fecha bastante tardía), esto nos haría ubicar su conversión diecisiete años antes, es decir, en el año 30 d.C.(año en el que la mayoría cree que crucificaron a Jesús).

Pero eso no deja margen para que ocurrieran los sucesos de Hechos 1–8 entre la crucifixión y la conversión de Pablo, y mucho menos si Jesús murió en el año 33 d.C., la segunda fecha que más respaldo tiene. Por ello, algunos creen que los tres y los catorce años de Gálatas 1:18 y 2:1 son a partir de la conversión de Pablo, con lo cual el tiempo que pasó desde su conversión hasta su segundo viaje a Jerusalén solo es de catorce años. Así, la conversión de Pablo sí había podido ser en el año 33. El problema es que esta interpretación no encaja con lo que pone en el texto original en Gálatas.

Una mejor solución es tener en cuenta que la fechación antigua normalmente era inclusiva, es decir, el primer y el último año del periodo mencionado estaban incluidos. Así, los «diecisiete» años desde la conversión de Pablo hasta la visita para ayudar a los pobres podrían haber sido realmente quince años, quizá quince años y algún mes más. Esto situaría la conversión de Pablo muy poco después de la muerte de Esteban en torno al 32 d.C. y su segundo viaje a Jerusalén, en el 47. El primer viaje a Jerusalén habría sido en el 35 (32, más los tres años de Gálatas 1:18).

Robert Jewett defiende que esa cronología es imposible y que nunca sabremos a ciencia cierta sobre la historicidad y la cronología de Hechos. Jewett observa que Aretas IV no gobernó sobre Damasco hasta el año 37, pero él es el rey del que Pablo huye antes de realizar su primera visita a Jerusalén (2Co 12:32–33), visita que nosotros estamos fechando en el año 35.43 Por otro lado, ni siquiera sabemos si Aretas recibió todo el poder en el 37.

Tan solo es una hipótesis, dado que Calígula, que tomó el poder como emperador en el 37, con frecuencia dio a los reyes más poderes de los que dieron los demás emperadores. Por tanto, parece ser que lo mejor es seguir a F.F. Bruce, que sugiere que la influencia de Aretas fue algo más bien no oficial, siendo posible así la primera fecha. En las Escrituras no se le confiere ningún título oficial como gobernante en Damasco; Pablo simplemente dice que huyó de Aretas.

La muerte de Herodes Agripa I, descrita en Hechos 12:19b–25, el historiador Josefo la sitúa en el año 44. Eso hace que los sucesos del capítulo 12 ocurran antes de los que aparecen al final de Hechos 11, lo cual no es un problema porque Lucas no une los capítulos de forma cronológica.

El primer versículo del capítulo 12 en griego solo dice «por ese tiempo», y en su Evangelio, en muchas ocasiones Lucas ordena los sucesos de forma temática en lugar de hacerlo de forma cronológica. Aquí, el vínculo temático sería el tema común de sucesos relacionados con Antioquía que encontramos en 11:19–30.

Una tradición de la iglesia dice que Pedro se quedó doce años en Jerusalén después de la crucifixión (Hechos de Pedro 5:22), lo que significaría que su encarcelamiento, liberación milagrosa, y marcha de la ciudad, que también se recoge en el capítulo 12, ocurrió en el año 42.

El primer viaje misionero de Pablo, el concilio apostólico y su segundo viaje misionero hasta su llegada a Corinto debieron de ocurrir entre el 47 y el 52. Puesto que Pablo estuvo en Corinto al menos un año y medio (Hechos 18:11), aparentemente la mayor parte de ese tiempo transcurrió antes de su comparecencia ante Galión, probablemente llegó a Jerusalén no antes de finales del año 50.

La fecha más comúnmente establecida para el concilio apostólico es, por tanto, el año 49, pero podría haber sido incluso un año antes. El primer viaje misionero de Pablo, el más corto, pudo realizarse en el año 48 o 49 (o durante ambos). Parece ser que el tercer viaje misionero consistió en una serie de paradas breves en ciudades donde ya se había estado evangelizando, a excepción de la estancia en Éfeso, que duró casi tres años (Hechos 20:31). Así que esos años se corresponderían con el periodo entre el 52 y el 55, o quizá el 53 y el 56.

La siguiente fecha clara tiene que ver con Festo y su llegada al cargo de procurador de Judea. Basándonos en una comparación de varios pasajes de Eusebio y otros escritos cristianos tempranos, parece ser que Félix gobernó desde el 52 al 59, aunque algunos discrepan sobre una de las fechas, o sobre ambas.

Si son las fechas exactas, la cronología situaría el arresto de Pablo en Jerusalén en el año 57, puesto que pasó dos años en prisión durante el mandato de Félix (Hechos 24:27). Eso supone que el resto del tercer viaje misionero de Pablo pudo durar un año o más, tiempo en el que visitó ciudades que había visitado en su segundo viaje, y luego regresaría a Jerusalén. Al parecer, la comparecencia ante Festo y Agripa tuvo lugar poco después de que Festo subiera al poder, y la apelación al César habría sido inmediatamente después.

Así que el viaje a Roma probablemente comenzó en el otoño del año 59, y después de que los supervivientes del naufragio pasaran el invierno en la isla de Malta, finalizó en la primavera del año 60. El arresto de dos años en Roma (Hechos 28:30) corresponde, por tanto, al periodo entre el 60 y el 62.
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jueves, 7 de julio de 2016

Obedezcan a sus dirigentes y sométanse a ellos, pues cuidan de ustedes como quienes tienen que rendir cuentas

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




DESCARGANDO una TIRANÍA malvada

¿NO LO ENTIENDES? SOY TU PASTOR... ¡¡¡OBEDECE Y NO DISCUTAS...!!!

Hace varios meses, (habla David) me reuní con una pareja joven que estaba buscando un consejo concerniente a un asunto muy importante. Su problema no tenía una respuesta fácil, pero hice lo mejor que pude para darles cierta dirección. Su respuesta a todo lo que yo decía era instantánea y abrumadoramente positiva. En lugar de sentirme excepcionalmente listo o espiritual, me sentía incómodo. ¡Mi consejo no era tan bueno! Empecé a tener la sensación de que sin importar lo que yo dijera, ellos estarían de acuerdo, y además, probablemente harían cualquier cosa que yo dijera.

Por favor comprende mi vacilación: Esta pareja era brillante, inteligente y bastante exitosa en su profesión. Entonces ¿qué estaba mal con ese panorama? Me di cuenta de que cuando se trataba de asuntos espirituales, de alguna manera ellos ponían su mente en «pausa». Me di cuenta de que la responsabilidad total para discernir y decidir había sido entregada al pastor: en este caso, a mí.

Las cosas empezaron a aclararse cuando empecé a preguntar sobre la historia espiritual de la pareja. Era un evidente abuso espiritual bajo un pastor cuyas «palabras vienen de Dios».

  • Cuestionarlo y desobedecerlo significaba cuestionar y desobedecer a Dios. 
  • «No toquen a mis ungidos» era el lema que más se repetía si alguien no estaba de acuerdo con él. 
  • Cualquiera que sugiriera que algo estaba mal, rápidamente se convertía en «el problema».

Como para demostrar la magnitud del poder de tal sistema, los residuos de esta predisposición mental se aferraban a estas personas, aun cuando ya hacía tiempo que habían escapado de eso.

Estaban dispuestos a someterse ciegamente a una figura de autoridad (a mí), y a aceptar mis palabras solo basados en mi posición.

Personas con inteligencia en todas las demás facetas de su vida se volvían plastilina cuando se llegaba la hora de discernir cosas espirituales. Esa responsabilidad me la entregaron. ¿Por qué? Porque soy el pastor, y ya.

Autoridad ILEGÍTIMA
«Porque soy TU pastor, ¡y ya!». 

Las palabras salen inflexibles; su significado penetra: «¡Cómo te atreves a dudar de mí?». «¿Estás cuestionando mi autoridad?». «No seas un buscapleitos». «Mantén la paz». «Sométete a tus ancianos».

Los versículos de las Escrituras se vienen a la mente con rapidez en aparente apoyo a un cierto tipo de obediencia y sumisión ciegas.

Hebreos 13:17: «Obedezcan a sus dirigentes y sométanse a ellos, pues cuidan de ustedes como quienes tienen que rendir cuentas».
Romanos 13:1-2: «Todos deben someterse a las autoridades públicas, pues no hay autoridad que Dios no haya dispuesto, así que las que existen fueron establecidas por él. Por lo tanto, todo el que se opone a la autoridad se rebela contra lo que Dios ha instituido. Los que así proceden recibirán castigo».

Con estos pasajes resonando en nosotros, nos decimos:

  • Creo en la Biblia. 
  • Quiero ser obediente. 
  • Él es el pastor, el apacentador, el siervo de Dios, su portavoz. 
  • Él debe saber más que yo. 
  • En realidad yo debo estar fuera de lugar. 
  • Debo estar equivocado en esto. 
  • ¿Quién soy yo para cuestionar? 
  • Creo que más me vale seguir la corriente. ¿Por qué? Porque él es el pastor, y ya.

Esta manera de pensar es un síntoma de vivir bajo un liderazgo que legisla y demanda obediencia a la autoridad. Descansa sobre una base falsa de autoridad.

Jesús confrontó la autoridad falsa de su tiempo:
Entonces Jesús habló a la muchedumbre y a sus discípulos, diciendo: Los escribas y los fariseos se han sentado en la cátedra de Moisés (Mateo 23:1 LBLA).

La «cátedra de Moisés» a la que Jesús se refería desde luego que literalmente no es una silla, sino un «asiento de autoridad».

Por ejemplo:

  • La «cátedra» del departamento de filosofía en una universidad no es una silla, sino un lugar o posición de autoridad que se ganó en ese departamento. 
  • «Silla» en griego es cátedra. 
  • El latín tomó esa palabra y la hizo una frase, ex cátedra, que significa «hablar desde un lugar de autoridad». 
  • Si yo digo ex cátedra, usándola para colocarme en una posición por encima de la tuya, lo que yo te digo te ata. La razón por la que te ata es porque yo hablo ex cátedra. Hablo desde el asiento de autoridad.

La confrontación de Jesús es doble.

  • Primero, señaló que «ellos se han sentado» en la posición de Moisés; una posición que solo Dios da. Esos hombres habían tomado la autoridad por sí mismos, no les había sido dada. 
  • Segundo, la única base que tuvieron para arrebatar esa autoridad fue su posición o rango de escribas y fariseos. 
En otras palabras, su autoridad no estaba fundada en el hecho de que fueran sabios, juiciosos y auténticos. Estaba basada exclusivamente en el hecho de que estaban en una posición de autoridad.

Piensa en esto por un momento. ¡Qué bien! Este es un sistema que te permitirá tener el control, incluso si eres un fariseo cuya santidad exterior esconde un corazón vacío, un escriba experto en nada menos que en el aburrido desempeño religioso, un pastor que no quiere ver en su interior o un anciano que no quiere que otros sepan que hay problemas graves en su propia familia.

Una actitud exasperante
El uso del rango, la posición, el estatus o el título como base de la autoridad espiritual nos recuerda la actitud exasperante hacia el papel de las mujeres en la iglesia, un residuo, creemos, del antiguo sistema de gobierno hebreo.

En Israel, el criterio para el liderazgo y la autoridad se basaba en tres cosas:

  1. El primer criterio era la edad: Tenías que ser de edad avanzada. 
  2. Segundo, el género: Tenías que ser varón. 
  3. Y tercero, la raza: Tenías que ser hebreo. 
Obviamente, era un gran sistema para los varones hebreos de edad avanzada. En ese sistema, no tenías que tener la razón, ser sabio, amable, juicioso, dirigido por el Espíritu ni piadoso. Si eras una mujer gentil joven, no importaba que fueras sabia, amable, juiciosa o dirigida por el Espíritu. No tenías autoridad porque no encajabas con el criterio externo.

Pero fíjate en Hechos 2. El Espíritu Santo vino e hizo pedazos ese sistema cuando la profecía de Joel se cumplió en Pentecostés.

«Derramaré mi Espíritu sobre todo el género humano. Los hijos y las hijas de ustedes profetizarán, tendrán visiones los jóvenes y sueños los ancianos. En esos días derramaré mi Espíritu aun sobre mis siervos y mis siervas, y profetizarán (vv. 17-18).

Después, en el nuevo pacto, vemos que Jesús estableció una nueva base de autoridad. Ya no es la edad, el género o la raza. Ahora está basada en la evidencia del Espíritu Santo dentro de ti.

Se requieren atributos como:

  1. madurez, 
  2. sabiduría, 
  3. santidad genuina y 
  4. conocimiento verdadero para evidenciar la marca de la autoridad de Jesús. 
«Porque lo digo yo» ya no da resultados. «Porque soy el pastor» no es suficiente.

Así que, si la base de autoridad es solo que mantengo un cargo, tengo una base de autoridad falsa.

Tomemos una perspectiva bíblica sobre la verdadera autoridad espiritual considerando algunos ejemplos de aquellos que la demostraron.

  • El primero es Moisés. Moisés demostró muy bien la autoridad de alguien que llegó a conocer a Dios a través de una relación personal. De hecho, fue precisamente su autoridad la que los escribas y fariseos estaban alardeando que tenían. Para ellos, Moisés era la autoridad. Pero su autoridad ni siquiera era de él. Solo porque Moisés hiciera un pronunciamiento no significaba que automáticamente estuviera fundado en la autoridad. Su autoridad venía del hecho de que verdadera y claramente le decía a la gente exactamente lo que Dios le decía. Si Dios le hubiera pedido a Moisés que dijera algo, y él lo hubiera cambiado, haciéndolo de cierto modo distinto, no habría tenido autoridad. La única autoridad legítima que Moisés tenía era cuando se limitaba a decir lo que Dios le pedía que dijera. ¿Qué significa esto? Significa que la autoridad estaba en la verdad, no en Moisés. No era porque Moisés era Moisés, alguien superior, mejor, más poderoso que otros, sino porque hablaba la verdad. Debido a que Moisés era un siervo que hacía lo que Dios le pedía que hiciera, sin importar el costo, caminó en lo que es la única base apropiada de la autoridad espiritual. De Moisés, debemos sacar esta conclusión: Aunque la gente pueda honrarnos con una posición de liderazgo, no tenemos autoridad a los ojos de Dios solo porque nos nombren pastor, anciano o presidente. 
Para tener autoridad:

  • vamos a tener que hablar la verdad. 
  • Para tener autoridad, vamos a tener que ser sensibles al Espíritu. 
  • Para tener autoridad, vamos a tener que ser sabios y buscar conocer y decir lo que Dios dice de manera clara y precisa.

¿Es posible que haya una persona que tenga un historial así de sólido de dirigir y gobernar con la autoridad de Dios? Sí, pero es poco frecuente. ¿Es posible que un grupo pequeño de ancianos pueda tener un historial así ante un grupo de personas? Sí, pero otra vez esto es poco frecuente.

La cuestión es que también es posible que Dios hable, de algún modo, mediante su Espíritu, a través de cada hombre y mujer de determinado cuerpo, contribuyendo con diversas facetas de la voluntad de Dios, de modo que los líderes puedan obtener un panorama aun más claro de lo que Dios quiere llevar a cabo. En realidad, esto es lo que Hechos 2 indica.

El siguiente ejemplo es Timoteo.

  • Timoteo era el pastor de la iglesia de Éfeso, una iglesia grande que Pablo antes dirigía. Timoteo estaba pasando por dificultades para establecer la autoridad en su ministerio. Seguir al apóstol Pablo en el pastoreo sería una tarea formidable para cualquiera, pero para Timoteo era algo particularmente problemático. Al no tener algunas de las cualidades de liderazgo instintivas y agresivas que Pablo tenía, Timoteo estaba siendo superado por fuertes influencias negativas en la iglesia. Las epístolas de Primera y Segunda de Timoteo son cartas de Pablo para Timoteo donde le instruye sobre cómo tratar con el problema. En ningún momento Pablo sugirió que Timoteo sacara el pecho y anunciara valientemente: «¡Yo soy el pastor!». No. Le dijo cosas como esta: «Esfuérzate por presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse y que interpreta rectamente la palabra de verdad» (2 Timoteo 2:15). Es como si Pablo se llevara a Timoteo aparte y le dijera: «Hijo, tendrás autoridad cuando interpretes correctamente la palabra de verdad. No la tendrás por hablar fuerte. No la tendrás por proyectar tu peso eclesiástico por todas partes. Si quieres autoridad, descifra lo que Dios ha estado diciendo a través de su Palabra, dile a la gente lo que dice la Palabra, y tu autoridad se fundamentará en esto».

En 2 Timoteo 3:14-17, Pablo dijo:
Pero tú, permanece firme en lo que has aprendido y de lo cual estás convencido, pues sabes de quiénes lo aprendiste. Desde tu niñez conoces las Sagradas Escrituras, que pueden darte la sabiduría necesaria para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra.

O en palabras más sencillas:
«Si quieres saber qué decir, acude a las Escrituras. Sonarás inspirado, como que sabes de qué estás hablando. Descifra lo que Dios dice. Timoteo, esa es la base de tu autoridad. A la gente dale la Palabra. Dile a la gente la verdad».

¿Es posible que una persona o un grupo de líderes, comprendan absolutamente todo lo que hay en la Palabra de Dios? No es probable.

La Palabra de Dios viva se demuestra a través de todos los que están buscando a Dios, no importa el «rango» que tengan.

En algunas cosas de la vida, muchas quizá, los que están en las bancas de la iglesia tendrán una autoridad más genuina por haber probado y vivido por completo la Palabra de Dios en situaciones por las que Dios nunca permita que el pastor atraviese.

Si Cristo es el apacentador del rebaño, yo como pastor debo escuchar lo que me está diciendo a través del rebaño, pues yo también soy uno de sus seguidores.


  • Pablo es un tercer ejemplo. Mientras hacemos bien en aceptar como legítimo todo lo que Pablo dijo en las epístolas, el mismo Pablo advirtió que no solo porque él dijera algo era cierto. En Gálatas 1:8 dijo: «Si alguno de nosotros o un ángel del cielo les predicara un evangelio distinto del que les hemos predicado, ¡que caiga bajo maldición!». Es como si Pablo estuviera diciendo: «Escuchen, gálatas. Si comienzo a torcer este evangelio, no me escuchen. Como saben, la autoridad no está en mí. Tendré autoridad mientras hable la verdad. La autoridad no es automáticamente parte de una persona. La autoridad está en la verdad».
  • El ejemplo final es Jesús. Una de las reacciones más comunes de las personas que escuchaban a Jesús cuando enseñaba era el asombro. Se maravillaban porque nunca habían escuchado una enseñanza con tanta autoridad. Era diferente a la enseñanza de los escribas y fariseos. Lo que notaban era la autoridad. 

Autenticidad
Estos son cuatro grandes retratos para relacionar con los textos que registramos anteriormente. Hombres como Moisés, Timoteo, Pablo y Jesús podrían autentificar con las fibras de su vida que su autoridad venía de Dios.

En este contexto deberíamos considerar pasajes como Romanos 13:1-2: Es decir, si alguien se rebela contra una autoridad viva, demostrada, auténtica, que a todas luces es el resultado de una vida sometida a Dios, está oponiéndose al gobierno de Dios. Esto no significa que un líder puede tomar la actitud: «Yo lo dije, y soy la autoridad, así que debe estar correcto. E incluso si estuviera equivocado, debes someterte, porque someterte a mí es lo mismo que someterte a Dios».

Nos sometemos a una autoridad cuando esta demuestra autenticidad.
Aun en la actualidad tenemos líderes que son como los escribas y fariseos que dicen: «Tengo autoridad porque estoy sentado en la silla de autoridad. Te hablo ex cátedra, lo que te obliga a que aceptes y obedezcas todas mis palabras».

Debido a que los escribas y fariseos no tenían autoridad real, tenían que hacer valer su posición. Olvidaban o ignoraban el modelo que Jesús proporcionó cuando él se presentó y habló la verdad. Olvidaban que la base de la autoridad de Jesús no era un cargo, rol o posición, porque Jesús no tenía ninguna de estas cosas.

Siempre y dondequiera que veamos un sistema o a una persona adoptando una postura o asumiendo una posición de autoridad basada exclusivamente en el rol, el cargo o la posición, estamos tratando con una base falsa de autoridad. Si la autoridad espiritual de una persona descansa en el simple hecho de «Yo soy el pastor», hay grandes posibilidades de que haya tomado esa postura porque no tiene una autoridad genuina.

Vamos a ver al mago
Muchos recordarán la historia del «Mago de Oz». Es curioso, pero podemos llegar a comprender bien la autoridad espiritual con este cuento popular.

Dorothy, el Espantapájaros, el Hombre de Hojalata y el León Cobarde van a ver al Mago porque tienen la convicción que este tiene el poder de darles lo que ellos necesitan.

  • Dorothy necesita regresar a su casa; 
  • el Espantapájaros necesita un cerebro; 
  • el Hombre de Hojalata necesita un corazón; y 
  • el león necesita valor. 
El mago los envía a buscar el palo de la escoba de la Bruja Malvada del Oeste. Si llevan el palo de escoba, les dará lo que necesitan. Ellos cumplen con su misión derritiendo a la bruja y consiguiendo el palo de escoba; después regresan a la casa del mago para pedirle que cumpla su promesa. Pero, de hecho, no está esperando su regreso, y se siente bastante incómodo cuando se le pide que cumpla su promesa.

Nuestros héroes entran a la enorme cámara donde el Mago de Oz conduce sus asuntos. El Mago de Oz en persona los enfrenta cara a cara. Tenía una cabeza grande y espeluznante, no la de una persona común, y un rostro con expresión grave, rodeado de ondeante humo y de fuego, y mucho ruido.

Con un rugido estruendoso, el Mago demanda saber cómo es que aquellos cuatro se atreven a retarlo. Aquí está el asunto: En este momento es cuando el perro de Dorothy salta a un cuarto pequeño y hala una cortina, y lo que se les revela es un simple hombre de carne y hueso que durante mucho tiempo había estado escondiéndose tras una máscara de poder.

Operaba detrás de una cortina, moviendo palancas, haciendo humo, fuego y ruido. El resultado parece impresionante pero solo es una fachada. Aun cuando quedó descubierto, ruge: «¡No le hagan caso al hombre que está detrás de la cortina!».

El «Mago» en realidad es una persona que abusa del poder. Controla a toda una ciudad con una fachada que adopta una postura de poder y castiga a la gente por notarlo. En un reino donde el problema era que el Mago no podía cumplir sus promesas, Dorothy y su equipo se convirtieron en el problema por haber notado que había un problema.

Es triste pensar con cuánta frecuencia los religiosos influyentes controlan sus reinos espirituales con fachadas de poder. Vierten sobre las personas versículos bíblicos sobre autoridad, sumisión, juicios, prosperidad o el fin de los tiempos. Penalizan a las personas por notar que «el hombre detrás de la cortina» es solo humano, sin ninguna autenticidad ni autoridad.

Como una última lección exasperante de la historia, después de que todo se ha dicho y hecho, el Mago les dice: «Ustedes tienen lo que han estado buscando». Lo habían arriesgado todo por lo que ya tenían.

En demasiadas familias e iglesias cristianas, a los cristianos se les dice que salten a través de los aros del desempeño espiritual para ganarse la aprobación de Dios; algo que ellos ya tienen gratuitamente gracias a la muerte de Jesús en la cruz.

Conclusión
Si el poder y la autoridad falsos fueran los únicos elementos de la fachada de un líder abusivo, sería fácil ubicarlos.

De hecho, en algunos se nota. Pero hay otro elemento de la fachada que ocasiona que muchísimas personas suspendan el buen juicio y el discernimiento espiritual, para pasar de una espiritualidad segura, auténtica, dadora de vida a una simple conformidad externa.

Ahora desviamos nuestra atención a este elemento: el uso indebido de la confianza.

Hipocresía:
Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan.

Otra característica de los líderes espirituales falsos es que intentan proyectar virtudes o cualidades que no tienen. Y para ellos mismos tienen un conjunto de reglas diferentes a las de todos los demás. Son hipócritas.
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miércoles, 6 de julio de 2016

vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, de modo que si algunos de ellos son desobedientes a la palabra, puedan ser ganados sin palabra alguna por la conducta de sus mujeres


 La Batalla de Cada Mujer: ¿Cuándo Empieza la Aventura?
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¿Cuándo empieza una aventura? 

No empieza con el primer toque prohibido... sino con el primer pensamiento prohibido. 

Sin previo aviso, te encuentras disfrutando de una poderosa conexión emocional con otro hombre. Sientes que le importas a alguien y la puerta que pensabas que estaba tan bien cerrada -la puerta de la infidelidad sexual - se encuentra de repente entreabierta.

La única manera en que una mujer puede sobrevivir a esta intensa lucha por la integridad sexual es si guarda no solo su cuerpo, sino también su mente y su corazón. La batalla de cada mujer puede ayudarte a aprender a hacerlo.

Mediante el uso de historias de la vida real y ejemplos de su propia lucha, Shannon Ethridge ayuda a mujeres como tú - ya sea que estés casada , comprometida o con planes de casarte algún día -a:
  • entender los cuatro componentes únicos de la sexualidad femenina
  • discernir los mitos comunes que mantienen a las mujeres en la linea de fuego
  • diseñar una nueva defensa para proteger cada aspecto de tu vida
  • cultivar un nivel de intimidad inimaginable con tu esposo o futuro esposo
  • desarrollar una aventura con el único Amante que podrá satisfacer verdaderamente tus deseos más profundos: Jesucristo.
El primer paso para ganar la lucha de la integridad sexual consiste en despertarte y darte cuenta de la batalla que ruge en tu corazón y tu mente. La batalla de cada mujer te ayudará a avanzar paso a paso, y a conducirte de por vida en un camino hacia el verdadero gozo y realización sexual, emocional y espiritual.

Hubo una época en la que tenía aventuras extramatrimoniales con cinco hombres diferentes.

Primero, fue Scott. Lo conocí cuando trabajaba de voluntaria en un campamento de verano. Scott era muy sociable, extrovertido y conversador. Lo primero que me atrajo fue su capacidad para conversar con cualquiera; no solo me refiero a una conversación superficial, sino a una discusión profunda y significativa. Si entraba en un cuarto donde él estaba, me daba toda su atención y me preguntaba cómo iba todo y cómo me sentía. En comparación, sin embargo, mi esposo era un hombre de pocas palabras, del tipo fuerte, silencioso.


Después fue mi entrenador de buceo, Mark. Parecía Lloyd Bridges con su distinguido cabello entrecano. La madurez de Mark y su amor por el buceo me intrigaban. Me alentó a superar mis temores y me ayudó a descubrir mi lado de aventurera submarina. Me sentía segura con él, corno se siente una hija con su papá, Mi esposo, por otro lado, era solo unos años mayor que yo. No evocaba en mí esa sensación de cuidado y seguridad que me daba Mark.


Tom era mi profesor de contabilidad en la universidad. Lo que me llamó la atención de Tom fue su ingenio e inteligencia.

Tenía la idea de que la clase de contabilidad iba a ser la más aburrida de todas, pero él siempre tenía esa manera de hacer que se transformara en la parte más divertida e interesante del día. Mi esposo también era un contador inteligente, pero no podía hacerme reír como Tom. Su ingenio palidecía en comparación con el de Tom.


Después vino Ray. Fue mi novio antes de casarme con Greg. Ray era un romántico irremediable, siempre me colmaba de cumplidos y me hacía perder la cabeza en medio de una refulgente pasión. Al parecer, la relación con mi esposo nunca tenía esa chispa mágica que sentía cuando estaba con Ray. Él había establecido el estándar romántico al cual Greg nunca podía llegar.

Por último, también estaba Clark. Era un galán elegante y desenvuelto, de una belleza un tanto tosca. Siempre estaba a la espera de encontrarme con él los viernes por lanoche. Cuando me aproximaba al mostrador de la tienda de vídeos, el dueño iba automáticamenrc a la sección de clásicos y sacaba cualquier película de Clark Gable. No importaba cuál, me encantaban todas. Incluso con sus dos metros de altura, Greg no podía alcanzar a Clark.

Aun cuando no tenía relaciones sexuales con ninguno de estos hombres, sí tenía una aventura con cada uno de ellos: una aventura mental o emocional. Mis fantasías de ser la protagonista en una película con Clark Gable, los recuerdos de mi relación romántica con Ray, mi fascinación ante el ingenio de Tom, la madurez de Mark y el talento verbal de Scott afectaron mi matrimonio dañándolo de la misma manera que si hubiera tenido una aventura sexual.


Pasaba por alto muchas de las cosas maravillosas de mi esposo porque me concentraba tanto en los aspectos positivos de cada uno de estos otros hombres como en los atributos negativos de mi esposo. 

Debido a la convivencia con Greg, no solo veía las cosas buenas, sino también las malas y desagradables. No bajaba el asiento del inodoro a medianoche, roncaba y tenía mal aliento al despertarse. Luego se lavaba los dientes y dejaba pasta dental en el lavabo. A veces pensaba que Greg no podía hacer nada que me viniera bien, y con todas mis críticas, es probable que él tampoco sintiera que podía hacer nada para complacerme.

Las imperfecciones de orros hombres, sin embargo, iban más allá de lo que yo podía alcanzar a ver. Podía mirarlos y ver solo sus brillantes cualidades, parecidas a las que había visto en Greg al principio, pero que había ido perdiendo de vista con los años debido a todas mis comparaciones.
Me senda distanciada y desilusionada. ¿Algún día sería capaz de excitarme como lo hacían los otros hombres? ¿Todavía estaba enamorada de él? ¿Algún día llegaría a estar a la altura de las circunstancias? ¿Aprendería a vivir con mi «menos que perfecto»?

Por suerte, las respuestas positivas a estas preguntas han salido a la superficie desde que puse fin a estas aventuras y cambié la vara con la que medía. Me fascina poder informarles que nuestro matrimonio de trece años sigue adelante a toda vela y mejor que nunca (aunque, por supuesto y como toda pareja, a veces tenemos nuestros momentos). Estoy agradecida por no haber cambiado nunca a Greg por otro modelo y más agradecida aun ya que él tampoco se dio por vencido ni dejó de confiar en mí.

Juntos, hemos descubierto un nuevo nivel de intimidad que no sabíamos que existía, todo porque dejé de compararlo y criticarlo y comencé a abrazar la singularidad de mi esposo.
A lo largo de la última década en la que busqué una cura para este y otros problemas, así como enseñé acerca de la pureza y restauración sexual, me he dado cuenta que de una manera u otra todas las mujeres pelean la batalla por la integridad sexual y emocional. Sin embargo, muchas pelean con los ojos cerrados porque ni siquiera creen que estén en medio de una batalla.
Muchas consideran que por no participar en una aventura física o sexual no tienen problema con la integridad sexual y emocional. Como resultado, caen en conductas y pensamientos que ponen en peligro su integridad y les impiden satisfacerse en el ámbito sexual y emocional.

martes, 5 de julio de 2016

bien es al hombre no tocar mujer. Mas a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su mujer, y cada una tenga su marido.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Mas a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su mujer

Libertad del abuso sexual masculino
Los sentimientos de repugnancia surgen rápidamente en la mente de la mayoría de las personas cuando se consideran imágenes de perversión sexual. Supongamos que esa fuera la percepción de usted mismo y que además fuera ministro del evangelio a tiempo completo. Para agravar el asunto añada el autoconcepto de ser un bastardo criado en un hogar de raza mixta, con todo el rechazo social que desgraciadamente le acompaña.

  • ¿Cómo se sentiría con respecto a su persona? 
  • ¿Aceptaría fácilmente el hecho de ser un santo que peca, o se vería como un pecador desgraciado? 
  • ¿Andaría en la luz, tendría comunión con otros creyentes y hablaría la verdad con amor? 
  • ¿O viviría una vida solitaria, muerto del susto pensando que alguien se va a dar cuenta de lo que realmente le sucedería por dentro? 
Tal es el caso de la siguiente historia.
*     *     *
La historia de Doug
Papá nunca me llamó «hijo».
Mi madre no estaba casada cuando nací, pero a los dos años se casó con un negro. Era una persona decente, pero nunca me llamó «hijo» ni jamás me dijo que me amaba. Cada vez que íba a algún lado con ambos padres era obvio que yo no era producto de su matrimonio y a veces me llamaban «el chiquillo de Sambo».
  • Cuando tenía edad preescolar, una mujer que me Cuidaba me llevó a su apartamento e hizo juegos sexuales conmigo. 
  • En los años siguientes realicé experimentación sexual con otros niños, 
  • fui explotado sexualmente por muchachas y muchachos mayores y finalmente 
  • fui violado por jóvenes.
Comprendía que mi identidad era «bastardo»: alguien que no había sido planeado ni deseado, un accidente. Muy pronto percibí que mis ansias de amor y de aceptación posiblemente se podrían satisfacer a través del sexo, y que al ofrecerle satisfacción a otros por medio del sexo, podría mostrarles que mi amor no era egoísta. Por tanto, el sexo llegó a ser una obsesión y con el tiempo me llevó a la perversión.

Traté muchísimo de lograr los aplausos y la aprobación también de parte del mundo «correcto», y gané muchos premios y honores en la escuela. Pero mi autoimagen estaba en cero y nadie ni nada parecía ayudarme. A los dieciséis años de edad me volví suicida.

Entonces un verano fui a un campamento y conocí personas que parecían quererme genuinamente. Allí me enteré del amor de Jesús por mí. La promesa de obtener ese amor, combinado con el enorme disgusto por mi persona, me condujo a recibirlo a Él como mi Salvador. En esa época ya sabía que mi estilo de vida era malo y que debía abandonarlo, pero lo había fijado durante años y me parecía que no tenía el poder para cambiar.

Sin embargo, me propuse seguir a Cristo, orando que de alguna manera milagrosa me transformara un día en la persona que ansiaba ser. Me preparé para el ministerio, me gradué y luego me puse a trabajar con ahínco. Creo que parte de lo que me motivaba a trabajar en el ministerio fue darme a otros con el fin de que a cambio, me amaran a mí.
Desde el principio, nuestra relación matrimonial estaba perdida.
Al cabo de unos cuantos años me casé con una mujer maravillosa. Desde el principio nuestra relación matrimonial estaba perdida por la invasión de imágenes masculinas; mi propia perversión en el pasado destruyó toda posibilidad de tener una vida sexual saludable. 

Constantemente luchaba por no retroceder a las formas anteriores de sexo ilícito. Recurrí a la masturbación, cosa que consideraba sexo «protegido» dado que así podía controlar mi ambiente.

Mi esposa siempre me fue leal, pero definitivamente sentía que algo andaba mal. No fue sino hasta que cumplimos diez años de casados que finalmente le conté un poco respecto a mi problema. Esa noticia fue muy dolorosa para ella, pero a la vez sintió alivio de conocer al fin la verdad.

Escuchaba conferenciante tras conferenciante hablar de la victoria en Jesús y yo pensaba: Eso es bueno para el que no tiene un pasado como el mío. A otros les dará resultados, pero no a mí. Simplemente voy a tener que vivir con mi pecado. Más adelante tendré el cielo, pero por ahora debo lidiar con las realidades de mi pasado. Sentía que estaba encadenado en una horrible identidad; era una esclavitud muy pesada.
Si me suicidara, esperaba que pareciera un accidente.
Desarrollé un plan de contingencias en caso de que alguien se enterara de que había sido «homosexual» o bisexual. Conduciría mi auto contra un camión de transporte. Por años estuve preparando el camino contándole a la gente que me daba muchísimo sueño tras el volante y tenía que comer algo para mantenerme despierto. Si tuviera que suicidarme, esperaba que pareciera un accidente para que a mi familia le dieran dinero del seguro.

Una noche, en un grupo de terapia, me hipnotizaron y conté algo de mi problema; más de lo que debí. Salí con el estímulo del grupo, pero no me sentí bien por lo que les había contado. De regreso a casa busqué uno de esos camiones por la carretera solitaria, decidido a terminar con mi vida, pero no apareció ninguno. Apenas metí el auto en la entrada de la casa, mis hijos salieron corriendo a recibirme y su aceptación y amor fue tan maravilloso que rápidamente volví a la realidad.
Di el paso para alejarme de mi prisión de autocompasión.
Luego de algunos fracasos en el ministerio, pedí consejos a unos hermanos cristianos mayores. Uno de ellos me dijo: «Te oigo decir que te esfuerzas tratando de comprobar que eres digno». Esa fue una verdad muy dura e inmediatamente me metí en mi patrón «autocompasivo» diciendo: «Señor, nunca ha habido una persona más rechazada que yo». Entonces fue como si Dios hubiera hablado en voz alta a mi mente diciendo: «Al único a quien le di la espalda fue a mi propio Hijo, quien llevó tus pecados en la cruz». Ese fue un paso hacia la recuperación, de alejarme de mi prisión de autocompasión.

Poco a poco hubo crecimiento. Dios me estaba ayudando a ver las cosas desde una perspectiva distinta y ya mis pasiones no me controlaban tanto. Pero me seguía molestando la realidad de que nuestra relación matrimonial no era todo lo que debía ser.
En una escala de diez, las tentaciones en mi vida mental bajaron a dos.
Tuve la oportunidad de sentarme bajo la enseñanza de Neil y de oírlo hablar del conflicto espiritual. Aprendí algunas dimensiones nuevas sobre la resistencia a Satanás y, en una escala de diez, las tentaciones en mi vida mental bajaron a dos. Mi vida de oración llegó a ser más vibrante e intensa. Mi necesidad de sentir autogratificación sexual que había tenido durante veinticinco años disminuyó hasta tal punto que se eliminó totalmente.

Al fin encontré que podía tener una relación normal con mi esposa sin que pasara por mi mente un video de otros imponiéndose sexualmente sobre mí. Fue algo sano y bello. Todos esos cambios sucedieron sin que yo los persiguiera. Me senté a aprender de Neil y el Señor hizo lo demás.
Pensaba que como único se acaba con el pecado es destruyendo al pecador.
Entonces surgieron algunas dificultades y me di cuenta de que estaba sufriendo un ataque y que debía reforzar lo aprendido. La verdad que me había ayudado de maneras distintas fue quién era yo en Cristo, definido por mi Salvador y no por mi pecado. 

En Romanos pude ver la diferencia entre quién soy y mi actividad: «Y si hago lo que yo no quiero, ya no lo llevo a cabo yo, sino el pecado que mora en mí» (Romanos 7:20). Al fin pude separar el verdadero yo de mis acciones. 

La razón por la que en todos esos años había sentido tendencias al suicidio fue porque creía que como único acabaría con el pecado era destruyendo al pecador. Todavía sufría una lucha constante entre la autoridad de mis experiencias contra la autoridad de las Escrituras, pero al escoger la verdad y hacerle frente a las mentiras de Satanás empecé a experimentar mi verdadera identidad.

Pude aprovecharme de la ayuda que me dio Neil cuando hablé en un congreso eclesiástico de fin de semana. Después de la última sesión hubo un rato de testimonios en que la gente empezó a confesar sus faltas unos a otros, como un miniavivamiento. Nunca había visto algo así; fue una experiencia bellísima.

Pero mientras hablaba en ese congreso sobre el conflicto espiritual, a cientos de millas de distancia, mi esposa pasó un susto por manifestaciones demoníacas en nuestra casa. Tuvo que llamar a nuestros amigos para que la apoyaran y oraran por ella. Esto llegó a ser una pauta que continuó por un período.

En el lado positivo, por medio de nuestro ministerio las personas se liberaban de ataduras que las habían esclavizado por años. Las víctimas de abuso que habían tenido relaciones desequilibradas recibían restauración en sus matrimonios y los pastores se liberaban de problemas que paralizaban a sus ministerios. A la vez nos vimos hostigados por Satanás y agotados por un horario abarrotado.
Durante esa opresión hubo una oleada de pensamientos perversos.
Ahora que reflexiono sobre la vez en que había planeado quitarme la vida pero que al llegar a casa encontré a mis hijos en la entrada, me doy cuenta de que muchos de mis recuerdos del pasado se habían bloqueados, misericordiosamente. Sin embargo, durante la opresión demoníaca que vino después, hubo escenas retrospectivas de conducta depravada y oleadas de pensamientos perversos. Luego habría un torrente de pensamientos autodestructivos en los que el suicidio era de nuevo la salida más fácil para toda la presión que experimentábamos.

Entraba y salía de la realidad sin poder controlarlo. Me dio miedo volverme loco. Me despertaba a medianoche sudando por haber soñado con horrores increíbles como matar a mis seres queridos y colocar sus cadáveres en bolsas transparentes.

Hablé de este ataque con mis hermanos en Cristo y hubo un apoyo masivo en oración. Estaba muy débil y vulnerable, y necesitaba el apoyo de la oración por parte del pueblo de Dios para quitarme de encima esa arremetida de depresión demoníaca. Finalmente se fue, y de nuevo pude pensar con objetividad y espiritualidad sobre los asuntos.
La fortaleza que tengo hoy se debe a que no estoy solo.
Por la experiencia me he convencido de que nadie es tan fuerte que pueda mantenerse solo. Tengo una esposa que ora por mí, un grupo de apoyo de hombres con quienes me reúno una vez por semana, un estudio bíblico en la iglesia, y amigos dedicados y seres queridos. Todos necesitamos un cuerpo de creyentes para animarnos, gente que con nosotros enfrente los ataques del enemigo.

Anticipo con gozo los retos futuros. Nuestro ministerio continúa. Mi esposa y yo todavía estamos resolviendo algunos asuntos en nuestro matrimonio que no se habían solucionado totalmente, pero no hay nada allí que Dios no pueda sanar. Mi aceptación de Él es mi mayor fortaleza. Gracias a su amor incondicional no tengo que probar que soy digno. No hay nada que pueda hacer para aumentar su indiscutible amor por mí.

Donde antes llevaba la etiqueta de «bastardo», Colosenses me indica que en Cristo somos elegidos, amados y santos. Estas son las nuevas etiquetas que luzco, y que establecen mi identidad.
Dios dice que Él me escogió y no precisamente como el último del grupo.
Cuando era niño y otros escogían a los miembros de los equipos de béisbol, me parecía que escogían a todo el mundo antes que a mí. Era como si yo fuera una desventaja para el equipo que me escogiera. Pero Dios dice que Él me escogió y no fue precisamente como el último del grupo.

Recientemente pude tomar la mano de papá y decirle que no ha habido momento en que lo amara más que ahora, ni que estuviera más orgulloso de él que ahora. Se le llenaron los ojos de lágrimas y me dijo: «No creí jamás que te importaba. Nunca supe que yo era tan importante para ti». Me acercó a él, me estrechó en sus brazos y me dijo por primera vez: «Hijo, te amo».
¡Cómo penetró eso en las profundidades de mi corazón!

Dios tiene el ministerio de reparar nuestras vidas. Nos está cambiando a su semejanza. Está uniendo todas las piezas separadas, tocando todas las relaciones entre padre e hijo, esposo y esposa. Ha empezado la buena obra y la continuará hasta que estemos delante de él, completos en Cristo.
*     *     *
¿Dónde está su identidad?
Hay muchas maneras enfermizas de identificarnos, y el hacerlo de acuerdo al color de nuestra piel o al estigma conectado con nuestro nacimiento es la más enfermiza. Si tuviéramos sólo una herencia física, tendría sentido tomar nuestra identidad del mundo natural. Pero tenemos también una herencia espiritual.

Repetidas veces Pablo amonesta a la iglesia para que se despoje del viejo hombre y se vista del hombre nuevo: «El cual se renueva para un pleno conocimiento, conforme a la imagen de aquel que lo creó. Aquí no hay griego ni judío, circuncisión ni incircunsición, bárbaro ni escita, esclavo ni libre; sino que Cristo es todo y en todos» (Colosenses 3:10, 11). En otras palabras, deje de identificarse por la raza, religión, cultura y sociedad. ¡Encuentre su identidad común en Cristo!
La esclavitud del pecado
Todo aquel que amontone más condenación sobre este pastor o sobre cualquiera que lucha así, ayuda al diablo y no a Dios. El diablo es el adversario, Jesús nuestro abogado. No hay nada que quiera más la gente atrapada por el pecado sexual que ser libres.
Ningún pastor en sus cinco sentidos botaría su ministerio por una noche de placer, sin embargo, muchos lo hacen. ¿Por qué? ¿Podremos ser siervos de Cristo y a la vez cautivos del pecado? Tristemente, hay muchos que viven como siervos en ambos reinos, habiendo recibido libertad del reino de las tinieblas y trasladados al reino del Hijo amado de Dios. Aun cuando ya no estemos en la carne por estar en Cristo, todavía podemos andar (vivir) de acuerdo a la carne, si así lo decidimos. Y la primera obra de la carne enumerada en Gálatas 5:19 es la inmoralidad (fornicación).

Hice una encuesta del cuerpo estudiantil de un seminario y me di cuenta que 60% se sentía culpable por su moralidad sexual. El otro 40% estaba probablemente en varias etapas de negación. Todo cristiano legítimo anhelaría ser sexualmente libre. El problema es que los pecados sexuales son únicos en su resistencia al tratamiento convencional. En todo caso, sí se puede lograr la libertad. Permítame establecer una base teológica para la libertad y luego sugerir algunos pasos prácticos que debemos tomar.
Dos elementos fundamentales
Si tuviera que resumir las dos funciones imprescindibles que deben ocurrir para que un creyente sea liberado y mantenga esa libertad, diría: «Primero, actúe. Haga algo respecto a la disposición neutra de su cuerpo físico, entregándolo a Dios. Segundo, sea vencedor en la batalla por su mente, programándola de nuevo con la verdad de la Palabra de Dios». Pablo resumió ambas funciones en Romanos 12:1, 2:
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este mundo; más bien, transformaos por la renovación de vuestro entendimiento, de modo que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.
En este capítulo quiero discutir el asunto del pecado sexual habitual en su relación con el cuerpo físico. En el siguiente capítulo trataré el tema de la batalla por nuestra mente en relación a las ataduras sexuales.

En Romanos 6:12 se nos amonesta que no dejemos que el pecado reine en nuestros cuerpos mortales para obedecer sus malos deseos. Esa es nuestra responsabilidad: no dejar que el pecado reine en nuestros miembros. Lo difícil es que la fuente de los conflictos son «vuestras mismas pasiones que combaten en vuestros miembros» (Santiago 4:1).
Muertos al pecado
En Romanos 6:6, 7 encontrará el concepto básico que debemos entender para no dejar que el pecado reine en nuestros cuerpos: «Y sabemos que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado; porque el que ha muerto ha sido justificado del pecado». A menudo pregunto en una conferencia: «¿Cuántos han muerto con Cristo?» Todo el mundo levanta sus manos y luego pregunto: «¿Cuántos son libres del pecado?» Debería haber el mismo número de manos, o si no, esta gente tiene un problema con las Escrituras.

Cuando fracasamos en nuestro andar cristiano es común razonar: «¿Qué experiencia debo tener para vivir como si llevara la muerte de Cristo?» La única experiencia necesaria fue la que Cristo tuvo en la cruz. Muchos tratan una y otra vez de hacer morir al viejo ser (hombre) y no pueden. ¿Por qué no? ¡Porque el viejo ser ya murió! No se puede volver a hacer lo que ya Cristo hizo por usted. La mayoría de los cristianos tratan desesperadamente de convertirse en lo que ya son. Recibimos a Cristo por la fe … andamos por la fe … somos justificados por la fe … y también somos santificados por la fe.

Sin embargo, en mi propia experiencia muchas veces no me siento muerto al pecado. Muy a menudo me siento vivo al pecado y muerto a Cristo, aun cuando se nos amonesta «vosotros, considerad que estáis muertos para el pecado, pero que estáis vivos para Dios en Cristo Jesús» (Romanos 6:11). Es importante reconocer que tomar esto como cierto lo hace cierto. Lo tomamos como cierto porque es cierto. 

Creer algo no lo convierte en la verdad. Es verdad; por tanto, lo creo. Y cuando decidimos caminar por fe de acuerdo a lo que afirman las Escrituras, termina siendo la verdad en nuestra experiencia. Así que, para resumir: Usted no puede morir al pecado porque ya murió al pecado. Decida creer esa verdad y andar en ella por la fe, entonces el resultado de estar muerto al pecado se va desarrollando en su experiencia.

De manera similar, no sirvo al Señor para lograr su aprobación. Soy aprobado por Dios; por tanto, le sirvo. No trato de vivir en rectitud con la esperanza de que algún día Él me ame. Vivo con rectitud porque ya Él me ama. No trabajo en su viña tratando de ganarme su aceptación. Soy aceptado en el Amado; por tanto, le sirvo con muchísimo gusto.
Vivamos libres
Cuando el pecado hace su llamado, yo digo: «No tengo que pecar porque ya he sido librado de las tinieblas y ahora estoy vivo en Cristo. Satanás, tú no tienes ninguna relación conmigo y ya no estoy bajo autoridad». El pecado no ha muerto. Sigue siendo fuerte y atractivo, pero ya no estoy bajo su autoridad y no tengo ninguna relación con el reino de las tinieblas. Romanos 8:1, 2 ayuda a aclarar el asunto: «Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, porque la ley del espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte».

¿Estará funcionando todavía la ley del pecado y de la muerte? Sí, y se aplica a todo el que no esté en Cristo, a los que no lo han recibido en sus vidas como su Salvador. También está en efecto para cristianos que han decidido vivir de acuerdo a la carne. En el mundo natural podemos volar si vencemos la ley de la gravedad con una ley superior. Pero en el momento que desconectamos esa potencia superior, perdemos nuestra altura.

Así es con nuestra vida cristiana. La ley del pecado y de la muerte se reemplazó por una potencia superior: la resurrección de Cristo. Pero caeremos el momento en que dejemos de andar en el Espíritu y de vivir por la fe. Así que: «Vestíos del Señor Jesucristo, y no hagáis provisión para satisfacer los malos deseos de la carne» (Romanos 13:14). Satanás no puede hacer nada respecto a nuestra posición en Cristo, pero si logra que creamos lo que no es cierto, viviremos como si no fuera cierto, aun cuando lo sea.
Nuestros cuerpos mortales
En Romanos 6:12 se nos advierte que no dejemos que el pecado reine en nuestros cuerpos mortales, luego el versículo 13 nos da la percepción de cómo lograrlo: «Ni tampoco (sigáis presentando) vuestros miembros al pecado, como instrumentos de injusticia; sino más bien presentaos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia». Nuestros cuerpos son como un instrumento que se puede usar para el bien o para el mal. No son malos sino mortales, y todo lo mortal es corruptible.

Pero para el cristiano existe la maravillosa anticipación de la resurrección cuando recibiremos un cuerpo imperecedero como el de nuestro Señor (1 Corintios 15:35ss). Pero hasta entonces tenemos un cuerpo mortal, que puede estar al servicio del pecado como instrumento de iniquidad o al servicio de Dios como instrumento de justicia.

Obviamente, es imposible cometer un pecado sexual sin usar nuestro cuerpo como instrumento de iniquidad. Cuando lo hacemos, permitimos que el pecado reine en nuestro cuerpo mortal y obedecemos las pasiones de la carne en vez de ser obedientes a Dios.


Personalmente, creo que la palabra pecado en Romanos 6:12 se personifica en referencia a la persona de Satanás: «No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que obedezcáis a sus malos deseos». Satanás es pecado: el compendio del mal, el príncipe de las tinieblas, el padre de las mentiras. Me sería demasiado difícil entender cómo un simple principio, y no una influencia malévola personal, pudiera reinar en mi cuerpo mortal de tal forma que yo no tuviera ningún control sobre el mismo.

Aun más difícil de entender es cómo echar un principio de mi cuerpo. Pablo dice: «Parece que la vida es así, que cuando quiero hacer lo recto, inevitablemente hago lo malo» (Romanos 7:21, La Biblia al día). Lo que está presente en mí es el mal (la persona, no el principio) y es así porque en algún momento usé mi cuerpo como instrumento de iniquidad.

Pablo concluye con la promesa victoriosa de que no tenemos que permanecer en este estado de iniquidad: «¿Quién me libertará de la esclavitud de esta mortal naturaleza pecadora? ¡Gracias a Dios que Cristo lo ha logrado!» (Romanos 7:24, 25, La Biblia al día). ¡Jesús nos dará libertad!
Pecamos con nuestros cuerpos
1 Corintios 6:15–20 define la relación vital entre el pecado sexual y el uso de nuestros cuerpos:
¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo para hacerlos miembros de una prostituta? ¡De ninguna manera! ¿O no sabéis que el que se une con una prostituta es hecho con ella un solo cuerpo? Porque dice: Los dos serán una sola carne. Pero el que se une con el Señor, un solo espíritu es. 
Huid de la inmoralidad sexual. Cualquier otro pecado que el hombre cometa está fuera del cuerpo, pero el fornicario peca contra su propio cuerpo. ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que mora en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Pues habéis sido comprados por precio. Por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo.
Todo creyente está en Cristo y es miembro de su cuerpo. Unir mi cuerpo con una prostituta sería usar mi cuerpo para pecar, en vez de usarlo como un miembro del cuerpo de Cristo: la iglesia. «El cuerpo no es para la inmoralidad sexual, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo» (1 Corintios 6:13). Si está unido al Señor en Cristo, ¿se imagina el torbellino interno que resultaría si a la vez está unido físicamente con una prostituta? Esa unión crea una atadura impía que se opone a la unión espiritual que tenemos en Cristo. La esclavitud que viene como resultado de esa unión es tan tremenda que Pablo nos advierte: «Huid de la inmoralidad sexual». ¡Salga corriendo!

Los pecados sexuales forman una categoría aparte, ya que todos los demás pecados están fuera del cuerpo. Podemos ser creativos en la manera de arreglar, organizar o usar de otra manera lo que Dios ha creado, pero no podemos crear algo espontáneamente de la nada como sólo Dios puede hacer. La procreación es el único acto creativo en que el Creador permite que el hombre participe, y Dios ofrece instrucción muy detallada de cómo debemos vigilar el proceso de traer a este mundo otras vidas. Limita el sexo a un acto íntimo del matrimonio, exige que el lazo matrimonial dure hasta que la muerte los separe y encarga a los padres proporcionar un ambiente que fomente la crianza de los niños en el conocimiento del Señor.
La perversión satánica
Cualquiera que haya ayudado a las víctimas a salir del abuso ritual satánico sabe cuan profundamente Satanás viola las normas de Dios. Esos rituales son las orgías sexuales más repugnantes que jamás su mente se atrevería a imaginar. 
No es el sexo como lo entendería un humano normal. Por el contrario, es la explotación más desgarradora, obscena y violenta de otro ser humano que usted pueda imaginar. Violan y torturan a los niñitos. El clímax para un satanista es sacrificar a alguna víctima inocente en el momento del orgasmo. 
La palabra «enfermizo» no puede describir con justicia el abuso. La «maldad absoluta» y la «iniquidad total» describen mejor el increíble envilecimiento de Satanás y de sus legiones de demonios. Si Satanás apareciera como es en nuestra presencia ¡creo que sería un noventa por ciento de órgano sexual!

Los satanistas tienen ciertos reproductores escogidos para desarrollar una «super» raza satánica que según ellos gobernará este mundo. A otros reproductores se les exige que traigan sus crías o fetos abortados para sacrificarlos. 

Satanás hará todo lo que pueda para establecer su reino, mientras que a la vez intenta pervertir la descendencia del pueblo de Dios. Con razón los pecados sexuales son tan repugnantes para Dios. Usar nuestros cuerpos como instrumento de iniquidad permite que Satanás reine en nuestros cuerpos mortales. Hemos sido comprados con un precio, hemos de glorificar a Dios en nuestros cuerpos. En otras palabras, debemos manifestar la presencia de Dios en nuestras vidas conforme producimos fruto para su gloria.
El comportamiento homosexual
Si bien la homosexualidad es una fortaleza que va en aumento en nuestra cultura, no existe tal cosa como un homosexual. Considerarse homosexual es creer una mentira, porque Dios nos creó varón y hembra. Sólo existe el comportamiento homosexual, y normalmente esa conducta fue desarrollada en la primera infancia y fue reforzada por el padre de las mentiras. Cada persona a quien he aconsejado y que lucha contra las tendencias homosexuales ha tenido una fortaleza o atadura espiritual importante, algún aspecto de su vida donde Satanás tiene pleno control.

Pero no creo en un demonio específico de homosexualidad. Esa mentalidad nos tendría echando fuera ese demonio y entonces la persona estaría totalmente liberada de futuros pensamientos y problemas. No conozco ningún caso así, aunque no podría presumir de limitar a Dios de realizar semejante milagro. Sin embargo, he ayudado a muchísima gente atada por la homosexualidad, a encontrar su libertad en Cristo y la he dirigido hacia una nueva identidad en Él y a la comprensión de cómo resistir a Satanás en esta área.

Los que se ven cautivos por el comportamiento homosexual luchan contra toda una vida de malas relaciones, de hogares desajustados y de confusión de papeles. Sus emociones han sido atadas al pasado y se lleva tiempo establecer una nueva identidad en Cristo. Típicamente pasan por un arduo proceso de renovación de mentes, pensamientos y experiencias. En la medida en que lo hacen, sus emociones finalmente se conforman a la verdad que ahora han llegado a creer.

Los gritos proferidos desde el púlpito diciendo que los homosexuales tienen el infierno como su destino, sólo desespera más a los que luchan con ese problema. Los padres autoritarios que no saben amar contribuyen a una mala orientación de su hijo y los mensajes de condena refuerzan una autoimagen ya dañada.

No me malentienda. Las Escrituras condenan claramente la práctica de la homosexualidad, así como de todas las demás formas de fornicación. Pero imagínese lo que debe ser padecer sentimientos homosexuales que uno ni siquiera pidió, para luego saber que Dios le condena por ello. 

Como resultado, muchos quieren creer que Dios los creó así, mientras que los homosexuales militantes tratan de comprobar que su estilo de vida es una alternativa legítima a la heterosexualidad, y se oponen violentamente a los cristianos conservadores que dicen otra cosa.

A los que batallan contra las tendencias homosexuales, debemos ayudarlos a establecer una nueva identidad en Cristo. Hasta los consejeros seculares saben que la identidad es un asunto clave en la recuperación. ¡Cuánto mayor no será el potencial de los cristianos para ayudar a esta gente, ya que tenemos un evangelio que nos libera de nuestro pasado y nos establece en Cristo! 

Así que, como consejero pido a las personas atrapadas por la homosexualidad que profesen su identidad en Cristo. También les pido que renuncien a la mentira de que son homosexuales y que declaren la verdad de que son hombres y mujeres. Algunos quizás no tengan una transformación inmediata, pero su declaración pública los coloca en el camino de la verdad, de ahí en adelante pueden decidirse a continuar o no en él.
La salida de la atadura sexual
¿Qué puede hacer uno cuando está esclavizado sexualmente? 
  • Primero, sepa que no hay condenación para los que están en Cristo Jesús. Despreciarse a uno mismo o a los demás no resuelve esta atadura. La acusación es una de las tretas de Satanás. Además, el suicidio definitivamente no es el medio que Dios tiene para liberarlo.
  • Segundo, siéntese solo, o con una amistad de mucha confianza, y pídale al Señor que le revele a su mente todas las veces que usó su cuerpo como instrumento de iniquidad, incluyendo cada pecado sexual.
  • Tercero, responda verbalmente a cada ofensa conforme la recuerde, diciendo: «Confieso (el pecado que sea) y renuncio ese uso de mi cuerpo». Un pastor me dijo que una tarde pasó tres horas solo y fue totalmente purificado después. Las tentaciones todavía se presentan, pero se ha destruido su poder. Ahora tiene la posibilidad de decirle «no» al pecado. Si usted cree que este proceso podría durar demasiado tiempo, ¡trate de no hacerlo y verá lo larga que le parecerá el resto de una vida arrastrándose en medio de la derrota! Tómese un día, dos días o una semana si es necesario.
  • Cuarto, cuando haya terminado de confesar y de renunciar, diga lo siguiente: «Me comprometo ahora con el Señor y mi cuerpo como instrumento de rectitud. Te presento mi cuerpo como sacrificio vivo y santo a Dios. Te ordeno, Satanás, que te vayas de mi presencia y a ti, Padre celestial, te pido que me llenes de tu Espíritu Santo». Si es casado, diga también: «Reservo el uso sexual de mi cuerpo sólo para mi cónyuge, de acuerdo a 1 Corintios 7:1–5».
  • Por último, decida creer la verdad de que está vivo en Cristo y muerto al pecado. Habrá muchas ocasiones en que la tentación podrá ser arrolladura, pero tiene que declarar su posición en Cristo en el primer momento en que esté consciente del peligro. Diga con autoridad que ya no tiene que pecar, porque está en Cristo. Luego viva por la fe de acuerdo a lo que Dios dice que es verdad.
Echar de mi cuerpo el pecado es la mitad de la batalla. Renovar mi mente es la otra mitad. Los pecados sexuales y las prácticas de ver pornografía tienen la mala costumbre de quedarse dentro del banco de su memoria por mucho más tiempo que otras imágenes. Ser liberado es una cosa; mantenerse libre es otra. 
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