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miércoles, 29 de junio de 2016

Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Dos pilares gemelos: el amor a Dios y el amor al prójimo
AGAPE  Y AGAPAN
(ἀγάπη y ἀγαπάω)
LA MAS GRANDE DE LAS VIRTUDES
La lengua griega es una de las más ricas, y tiene una facultad sin rival para expresar los diversos matices del significado de un concepto, pues, como sucede con cierta frecuencia, dispone de series completas de palabras para ello. 
Así, por ejemplo, mientras el inglés dispone solamente de un vocablo para expresar toda clase de amor, el griego tiene por lo menos cuatro. 
  • Agape significa amor, y 
  • agapan, que es el verbo, significa amar
El amor es la más grande de las virtudes; la virtud característica de la fe cristiana
Por tanto haremos bien en procurar descubrir todo el contenido de estas dos palabras griegas cuyas características distintivas podremos conocer si las comparamos con otras palabras griegas que también signifiquen amor.
  1. El sustantivo eros y el verbo eran se usan principalmente para denotar el amor entre los sexos. Aunque también pueden utilizarse para expresar la pasión de la ambición o la intensidad de un sentimiento patriótico, característicamente son palabras que se emplean con relación al amor físico. Gregorio Nazianceno definió eros como “el deseo ardiente e insufrible”. Jenofonte, en la Ciropedia (5.1.11), tiene un pasaje que muestra exactamente el significado de eros y eran. Araspas y Ciro están discutiendo las diferentes clases de amor, y el primero dice: “Un hermano no se enamora de su hermana, sino de otra; ni un padre se enamora de su hija, sino de cualquier otra mujer, porque el temor de Dios y las leyes de la tierra son suficientes para impedir tal clase de amor” (eros). Notemos que estas palabras están predominantemente relacionadas con el amor sexual. En castellano, el vocablo amante puede connotar cierta bajeza en la forma de amar; y, en griego, el significado de las palabras que estamos estudiando había degenerado a fin de representar hechos más vulgares. Es claro que el cristianismo difícilmente podía haberse anexado estas palabras, por lo que no aparecen en absoluto en el Nuevo Testamento.
  2. El sustantivo storge y el verbo stergein tienen que ver especialmente con los afectos familiares. Pueden utilizarse para expresar la clase de amor que siente un pueblo por su gobernante o una nación o familia por su dios tutelar, pero su uso regular describe fundamentalmente el amor de padres a hijos y viceversa. Platón escribe: “Un niño ama (stergein) a, y es amado por, aquellos que lo engendraron” (Leyes, 754b). Una palabra afin se encuentra a menudo en los testamentos. Se deja un legado a un miembro de la familia kata philostorgian, es decir, “por el amor que te tengo”. Estas palabras no se encuentran en el NT excepto el adjetivo afín philostorgos, que aparece una vez en Ro. 12:10 (el gran capítulo que Pablo dedica a la ética) y que la Versión Reina Valera de 1908 traduce amor fraternal. Esto es muy sugestivo porque denota que la comunidad cristiana no es una sociedad, sino una familia.
  3. Las palabras griegas más comunes para amor son el sustantivo philía y el verbo philein, y ambas tienen un halo de cálido atractivo. Estas palabras encierran la idea de mirar a uno con afectuoso reconocimiento. Pueden usarse respecto del amor entre amigos y entre esposos. La mejor traducción de philein es apreciar, la cual, incluyendo el amor físico, abarca mucho más. Algunas veces puede significar incluso besar. Estas palabras tienen en sí todo el calor del auténtico afecto y del auténtico amor. En el NT, philein se utiliza también para expresar el amor entre padres e hijos (Mt. 10:37); el amor de Jesús a Lázaro (Jn. 11:3, 36) y, una vez, el amor de Jesús al discípulo amado (Jn. 20:2). Philía y philein son palabras hermosas para describir una relación hermosa.
  4. Las palabras más comunes en el NT para amor son el nombre agape y el verbo agapan. Primero, estudiemos el sustantivo. 
Agape no es en absoluto una palabra clásica, por lo que es dudoso que se haya utilizado alguna vez en el griego clásico. 
  • En la Septuaginta, se usa catorce veces respecto del amor sexual (p. ej., Jer. 2:2) y dos veces (p. ej., Ec. 9:1) como la opuesta de misos, que significa odio. A estas alturas, agape no ha llegado a ser todavía una gran palabra, pero hay indicios de que lo será. 
  • En el Libro de Sabiduría, se usa para describir el amor de Dios (Sabiduría 3:9) y el amor a la sabiduría (Sabiduría 6:18). 
  • La Carta de Aristias dice que la piedad está íntimamente relacionada con la belleza, pues “es la forma preeminente de la belleza, y su poder radica en el amor (agape), el cual es un don de Dios”. 
  • Filón utiliza agape una vez en el más noble sentido. Dice que phobos (miedo) y agape (amor) son sentimientos afines y, a su vez, característica del sentimiento del hombre hacia Dios. 
Pero solamente podemos encontrar raras y dispersas apariciones de esta palabra, agape, que llegaría a ser la clave de la ética del NT. 
Ahora volvamos al verbo agapan. Este verbo se emplea en el griego clásico más que el sustantivo, pero tampoco es muy frecuente. 
  • Puede significar saludar afectuosamente
  • Puede describir el amor al dinero y a las piedras preciosas. 
  • También puede usarse como expresión de estar contento con alguna cosa o con alguna situación. 
  • Incluso se utiliza una vez (Plutarco, Pericles, 1) para describir a una dama de la alta sociedad acariciando a su perrito faldero. 
Pero la gran diferencia entre philein y agapan en el griego clásico es que agapan carece del calor que caracteriza a philein. Hay dos buenos ejemplos de esto. Dio Casio, refiriéndose al famoso discurso de Antonio respecto a César, dice (44.48): “Vosotros lo amabais (philein) como a un padre, y lo apreciabais (agapan) como a un benefactor.” Philein describe el cálido amor que se profesa a un padre; agapan, la afectuosa gratitud que se siente hacia un benefactor. En la Memorabilia, Jenofonte describe cómo Aristarco consulta a Sócrates sobre un problema que tenía consistente en que, debido a los condicionamientos de la guerra, se veía obligado a vivir con catorce mujeres, parientes, que vivían a costa de él, pues, dada su situación de desplazadas, no tenían nada que hacer, y, lógicamente, surgían conflictos. Sócrates le aconseja que las ponga a trabajar, sean o no de ilustre cuna. Aristarco lo hace así y el problema se soluciona. “Las caras sombrías se tornaron radiantes; ellas lo amaron (philein) como a su protector; él las miraba con afecto (agapan) porque eran útiles” (Jenofonte, Memorabilia, 2.7.12). De nuevo se manifiesta en philein una calidez que no está en agapan.

No sería cierto si dijéramos que en el NT se usan nada más que agape y agapan para expresar el amor cristiano. 

Algunas veces se utiliza también philein, como en los casos siguientes: 
  • para indicar la clase de amor que el Padre tiene al Hijo (Jn. 5:20); 
  • para denotar el amor de Dios a los hombres (Jn. 16:27) y 
  • para expresar la devoción que los hombres deben tener a Jesús (1 Cor. 16:22). 
Pero philein se encuentra en el NT relativamente poco en comparación con agape, que aparece casi ciento veinte veces, y con agapan, que se emplea más de ciento treinta. 

Antes de estudiar detenidamente el uso que se hace de estas palabras, hay algo en torno a ellas y a su significado que hemos de tener en cuenta. ¿Por qué la forma cristiana de expresión se desentendió de las otras palabras griegas que significan amor y se centró en éstas?

Evidentemente, las otras palabras habían adquirido ciertos matices que las hacían inadecuadas. 

Eros se asociaba definitivamente con el lado más vulgar del amor; tenía que ver mucho más con la pasión que con el amor, 

Storge estaba muy vinculada al afecto familiar, pero nunca tuvo en sí la amplitud que la concepción del amor cristiano exige.

Philia era una palabra agradable, pero fundamentalmente denotaba calidez, intimidad y afecto. Podía usarse adecuadamente tan sólo respecto de nuestros allegados más amados, y el cristianismo necesitaba una palabra que incluyera mucho más. 

El pensamiento cristiano se fijó en agape porque era la única palabra capaz de abarcar el contenido necesario; porque agape demanda el concurso del hombre como un todo.

El amor cristiano no alcanza únicamente a nuestros parientes, a nuestros amigos más íntimos y, en general, a todos los que nos aman; el amor cristiano se extiende hasta el prójimo, sea amigo o enemigo, y hasta el mundo entero.

Por otra parte, todas las palabras ordinarias que significan amor expresan una emoción. Son palabras que se refieren al corazón y que ponen de manifiesto una experiencia que nos coge de improviso, sin buscarla, casi inevitablemente. 
  • No podemos impedir amar a nuestros parientes (la sangre tira) y a nuestros amigos.
  • El enamorarse no es ninguna proeza; es algo que nos sucede y que no podemos evitar. No hay ninguna virtud particular en el hecho de enamorarse, pues, para ello, poco o nada consciente tenemos que hacer. Simplemente, sucede. 
  • Pero agape implica mucho más. Agape tiene que ver con la mente. No es una mera emoción que se desata espontáneamente en nuestros corazones, sino un principio por el cual vivimos deliberadamente. Agape se relaciona íntimamente con la voluntad. Es una conquista, una victoria, una proeza. Nadie amó jamás a sus enemigos; pero al llegar a hacerlo es una auténtica conquista de todas nuestras inclinaciones naturales y, emocionales.
Este agape, este amor cristiano, no es una simple experiencia emocional que nos venga espontáneamente; 
  • es un principio deliberado de la mente, 
  • una conquista deliberada, 
  • una proeza de la voluntad. 
  • Es la facultad de amar lo que no es amable, 
  • de amar a la gente que no nos gusta. 
El cristianismo no nos pide que amemos a nuestros enemigos, y a los hombres en general, de la misma forma que amarnos a nuestros familiares y amigos íntimos porque eso sería a la vez imposible y erróneo. Pero sí demanda que tengamos en todo tiempo una cierta actitud mental y una cierta inclinación benevolente hacia los demás sin importarnos su condición.

¿Cuál es, pues, el significado de agape? 
El supremo pasaje para interpretarlo es Mateo 5:43–48. Ahí se nos manda amar a nuestros enemigos. ¿Para qué? Para que seamos como Dios, que hace caer su lluvia sobre justos e injustos, sobre buenos y malos. Es decir, al margen de cómo un hombre sea, Dios no procura para él sino su mayor bien. 

Eso es agape, el espíritu que dice: “Sin importarme lo que un hombre, santo o pecador, me haga, nunca procuraré perjudicarlo ni vengarme. Jamás buscaré para él otra cosa que no sea lo mejor.” Es decir, amor cristiano, agape, es benevolencia insuperable, bondad invencible. Como ya hemos dicho, agape no es meramente una ola de emoción; 
  • es una deliberada convicción que resulta en una deliberada norma de vida. 
  • Es una proeza, 
  • una victoria, 
  • una conquista de la voluntad. 
  • Agape apela a todo el hombre para realizarse; no sólo toma su corazón, sino también su mente y su voluntad.
Si esto es así, debemos hacer constar que:
  1. El agape humano, nuestro amor al prójimo, está obligado a ser producto del Espíritu. El NT es muy claro en este punto (Gá. 5:22; Ro. 15:30; Col. 1:8). El agape cristiano es innatural en el sentido de que no es posible para el hombre natural. Un hombre podrá demostrar esta benevolencia universal, podrá ser purificado del odio, de la amargura y de la inclinación natural del ser humano a la enemistad, solamente cuando el Espíritu tome posesión de él y vierta en su corazón el amor de Dios. El agape cristiano es imposible para el no cristiano. Ningún hombre puede practicar la ética cristiana hasta que no sea cristiano. Puede ver con absoluta claridad lo deseable que es; puede reconocer que es la solución de los problemas del mundo; puede aceptarla racionalmente, pero no podrá vivirla prácticamente hasta que Cristo viva en él.
  2. Cuando entendemos lo que agape significa, tropezamos con la gran objeción de que una sociedad basada en este amor sería un paraíso para los criminales, pues les facilitaría su propio camino. Puede alegarse que si en realidad hemos de procurar lo mejor para el hombre, bien podemos resistirlo, bien podemos castigarlo, bien podemos tratarlo con suma dureza—¡por el bien de su alma!
Pero el hecho permanece de que por mucho que hagamos por el hombre, nunca será puramente vindicativo, ni siquiera meramente retributivo, si no se hace dentro de ese amor perdonador que no procura el castigo del hombre—y mucho menos su aniquilación—, sino lo mejor. En otras palabras, agape quiere decir tratar a los hombres como Dios los trata, lo cual no significa permitirles hacer todo cuanto les plazca.

Cuando estudiamos el NT encontramos que el amor es la base de toda relación perfecta en los cielos y en la tierra.
(I) El amor es la base de la relación entre el Padre y el Hijo, entre Dios y Jesús. Jesús puede hablar de “el amor con que me has amado” (Jn. 17:26). El es el “Hijo amado” (Col. 1:13; cf. Jn. 3:35; 10:17; 15:9; 17:23, 24).

(II) El amor es la base de la relación entre el Hijo y el Padre. El propósito de toda la vida de Jesús fue que “el mundo conozca que amo al Padre” (Jn. 14:31).

(III) Amor es la actitud de Dios hacia los hombres (Jn. 3:16; Ro. 8:37; 5:8; Ef. 2:4; 2 Co. 13:14; 1 Jn. 3:1, 16; 4:9, 10). A veces, el cristianismo es presentado de una forma tal, que parece ser la obra hecha por un apacible y amable Jesús para calmar y apaciguar a un Dios severo y colérico, algo así como que Jesús cambió la actitud de Dios hacia nosotros. El NT no conoce nada de eso. Todo el proceso de la salvación comenzó porque Dios amó al mundo en gran manera.

(IV) El deber del hombre es amar a Dios (Mt. 22:37; cf. Mr. 12:30 y Lc. 10:27; Ro. 8:28; 1 Co. 2:9; 2 Ti. 4:8; 1 Jn. 4:19). El cristianismo no concibe al hombre sometido al poder de Dios, sino rendido al poder de Dios. No es que la voluntad del hombre sea triturada, sino que el corazón del hombre es quebrantado.

(V) La fuerza motriz de la vida de Jesús fue su amor a los hombres (Gá. 2:20; Ef. 5:2; 2 Ts. 2:16; Ap. 1:5; Jn. 15:9).

(VI) La esencia de la fe cristiana es el amor a Jesús (Ef. 6:24; 1 P. 1:8; Jn. 21:15, 16). Así como Jesús es el amante de las almas de los hombres, el cristiano lo es de Cristo.

(VII) Lo distintivo de la vida cristiana es el amor de los cristianos entre sí (Jn. 13:34; 15:12, 17; 1 P. 1:22; 1 Jn. 3:11, 23; 4:7). Cristianos son aquellos que aman a Jesús y se aman entre sí.

La base de toda relación justa concebible en los cielos y en la tierra es el amor. El NT tiene mucho que decir sobre el amor que Dios profesa a los hombres.
(I) Amor es la misma naturaleza de Dios. Dios es amor (1 Jn. 4:7, 8; 2 Co. 13:11).
(II) El amor de Dios es universal. No fue sólo al pueblo escogido al que Dios amó, sino al mundo entero—y en gran manera (Jn. 3:16).
(III) El amor de Dios es sacrificial. La prueba de su amor es la dación de su Hijo por los hombres (1 Jn. 4:9, 10; Jn. 3:16). La garantía del amor de Jesús es que se dio por nosotros (Gá. 2:20; Ef. 5:2; Ap. 1:5).
(IV) El amor de Dios es inmerecido. Dios nos amó, y Jesús murió por nosotros, cuando éramos enemigos de Dios (Ro. 5:8; 1 Jn. 3:1; 4:9, 10).
(V) El amor de Dios es misericordioso (Ef. 2:4). No es dictador ni tiránicamente posesivo; es el amor anhelante del corazón misericordioso.
(VI) El amor de Dios es salvador y santificador (2 Ts. 2:13). Rescata del pasado y capacita a los hombres para hacer frente al futuro.
(VII) El amor de Dios es confortador. En él, y a través de él, todo hombre llega a ser más que vencedor (Ro. 8:37). No es el amor blando e hiperproteccionista que hace a los hombres débiles e inmaduros; es el amor que fabrica héroes.
(VIII) El amor de Dios es inseparable (Ro. 8:39). Por la naturaleza de las cosas, el amor humano está llamado a terminarse, al menos por un tiempo, pero el amor de Dios perdura sobre todos los azares, cambios y amenazas de la vida.
(IX) El amor de Dios es recompensador (Stg. 1:12; 2:5). En esta vida, es algo precioso, y sus promesas para la vida venidera son todavía más grandes.
(X) El amor de Dios es disciplinario (He. 12:6). El amor de Dios sabe que la disciplina es una parte esencial del amor.

El NT también tiene mucho que decir sobre cómo debe ser el amor del hombre a Dios.

(I) Debe ser amor exclusivo (Mt. 6:24; Lc. 16:13). Solamente hay lugar para una lealtad en la vida cristiana.
(II) Es un amor cimentado en la gratitud (Lc. 7:42, 47). Las dádivas del amor de Dios piden a cambio todo el amor de nuestros corazones.
(III) Es un amor obediente. Repetidamente, el NT determina que la única forma de probar que amamos a Dios es obedeciéndole incondicionalmente (Jn. 14:15, 21, 23, 24; 13:35; 15:10; 1 Jn. 2:5; 5:2, 3; 2 Jn. 6). La obediencia es la demostración definitiva del amor.
(IV) Es un amor extrovertido. Demostramos que amamos a Dios por el hecho de que amamos y ayudamos a nuestro prójimo (1 Jn. 4:12, 20; 3:14; 2:10). Negar nuestra ayuda a los hombres es tanto como probar que es falso el que haya amor de Dios en nosotros (1 Jn. 3:17).

Obediencia a Dios y amable ayuda a los hombres son las dos evidencias que patentizan nuestro amor.

Veamos ahora la otra cara de la moneda: el amor del hombre por el hombre.
(I) El amor debe ser la mismísima atmósfera de la vida cristiana (1 Co. 16:14; Col. 1:4; 1 Ts. 1:3; 3:6; 2 Ts. 1:3; Ef. 5:2; Ap. 2:19). El amor es el emblema de la comunidad cristiana. Una iglesia en la que haya amargura y contienda puede llamarse iglesia de los hombres, pero no de Cristo. Las luchas intestinas han enrarecido la atmósfera de su vida espiritual y la han asfixiado. Ha perdido el emblema de la vida cristiana y ya no es reconocible como la tal iglesia.
(II) La iglesia se edifica en amor (Ef. 4:16). El amor es el fundamento que la sostiene; el clima en el que puede crecer; el alimento que la nutre.
(III) La fuerza motriz del líder cristiano debe ser el amor (2 Co. 11:11; 12:15; 2:4; 1 Ti. 4:12; 2 Ti. 3:10; 2 Jn. 1; 3 Jn. 1). No debe haber lugar en la iglesia para el hombre que sirve por razones de prestigio, de preeminencia y de poder. El móvil del líder cristiano debe ser únicamente amar y servir a su prójimo.
(IV) Al mismo tiempo, la actitud del cristiano hacia sus líderes debe estar promovida por el amor (1 Ts. 5:13). Demasiado a menudo, esa actitud es de criticismo, descontento e incluso de resentimiento. El vínculo que una a los que militan en el ejército cristiano ha de ser el amor.

El amor cristiano se va ensanchando en círculos cada vez más amplios.
(I) El amor cristiano empieza en el hogar (Ef. 5:25, 28, 33). No debemos olvidar que la familia cristiana es uno de los mejores testigos de Cristo en el mundo. El amor cristiano empieza en el hogar. El hombre que ha fracasado en hacer de su propia familia el centro del amor cristiano, tiene poco derecho a ejercer autoridad en la otra familia más numerosa que es la iglesia.
(II) El amor cristiano debe ser percibido por los ajenos a la congregación (1 P. 2:17). La atónita expresión de los paganos en los primeros días del cristianismo era: “¡Mirad cómo se aman los cristianos!” Uno de los obstáculos más grandes con que tropieza la iglesia moderna—bajo el punto de vista del testimonio—es que al espectador debe aparecérsele como un conjunto de personas enzarzadas en disputas por verdaderas fruslerías. Una iglesia totalmente sumida en la paz del mutuo amor es un fenómeno raro. Ahora bien, para lograr esa paz no es preciso que sus miembros piensen de idéntica forma ni que estén de acuerdo en todo; basta con que, aun difiriendo, puedan todavía seguir amándose.
(III) El amor cristiano alcanza a nuestro prójimo (Mt. 19:19; 22:39 cf. Mr. 12:31 y Lc. 10:27; Ro. 13:9; Gá. 5:14; Stg. 2:8). Nuestro prójimo es, simplemente, todo aquel que esté necesitado. Como el poeta romano dijo: “No considero extraño a ningún ser humano.” Como es sabido, muchas más personas han sido traídas a la iglesia por la bondad del amor cristiano que por todos los argumentos teológicos habidos y por haber. Asimismo, muchas más personas han abandonado las iglesias—o han sido echadas—por la dureza y deformidad del mal llamado cristianismo que por todas las dudas del mundo.
(IV) El amor cristiano alcanza a nuestros enemigos (Lc. 6:27; cf. Mt. 5:44). Hemos visto que amor cristiano significa benevolencia insuperable y bondad invencible. El cristiano, olvidando lo que un hombre le haga, nunca cesará de procurar lo mejor para ese hombre. Aunque sea insultado, injuriado, injustamente agraviado y calumniado, el cristiano nunca odiará ni permitirá que el rencor invada su corazón. Cuando Lincoln fue acusado de tratar a sus enemigos con demasiada cortesía y bondad, y cuando se le dijo que su deber era destruirlos, él dijo: “¿Acaso no destruyo a mis enemigos haciéndolos mis amigos?” El único método del cristiano para destruir a sus enemigos es amarlos como amigos.

Veamos ahora las características del amor cristiano.
(I) El amor es sincero (Ro. 12:9; 2 Co. 6:6; 8:8; 1 P. 1:22). No tiene un doble fondo; no es egoísta. No es el agrado superficial que oculta un gran rencor. Es un amor que se da a su objeto con los ojos y el corazón bien abiertos.
(II) El amor es inocente (Ro. 13:10). El amor cristiano no hace mal a nadie. El mal llamado amor puede dañar de dos formas: conduciendo al pecado y siendo hiperposesivo e hiperprotector. Respecto a la primera forma, Burns dijo de un hombre que conoció cuando él aprendía el rastrilleo del lino en Irvine: “Su amistad me hizo mal.” Respecto a la segunda forma, es el caso típico del amor sofocante, como el de algunas madres.
(III) El amor es generoso (2 Co. 8:24). Hay dos clases de amor: el que exige y el que da. El amor cristiano es dadivoso porque se inspira en el amor de Jesús (Jn. 13:34) y tiene su móvil principal en el amor de Dios (1 Jn. 4:11).
(IV) El amor es práctico (He. 6:10; 1 Jn. 3:18). No es un mero sentimiento bondadoso que se limite a piadosos y buenos deseos; es un amor que se manifiesta en la acción.
(V) El amor es paciente (Ef. 4:2). El amor cristiano es testimonio en contra de todo aquello que tan fácilmente transforma el amor en odio.
(VI) El amor se manifiesta en el perdón y en la restauración (2 Co. 2:8). El amor cristiano es capaz de perdonar y, al hacerlo, capacita al malhechor para que vuelva al buen camino.
(VII) El amor es realista (2 Co. 2:4). El amor cristiano no cierra los ojos ante las faltas de los demás. El amor no es ciego, y usará de la reprimenda y la disciplina cuando sea necesario. El amor que no quiere ver las faltas, que evita la parte desagradable de toda disciplina, no es en absoluto amor auténtico y, al final, dañará a su objeto amado.
(VIII) El amor cuida la libertad (Gá. 5:13; Ro. 14:15). Es completamente cierto que un cristiano tiene derecho a hacer todo aquello que no sea pecaminoso. Pero hay ciertas acciones en las que un cristiano no ve mal alguno y, sin embargo, pueden ofender a otro cristiano e incluso causar la ruina de otro hombre. El seguidor de Cristo nunca olvida su libertad cristiana, pero tampoco olvida que esa libertad está controlada por el amor cristiano y por la responsabilidad cristiana ante los demás.
(IX) El amor cuida la sinceridad (Ef. 4:15). El cristiano ama la verdad (2 Ts. 2:10), pero al expresarla procura no hacerlo cruel ni antipáticamente para no herir. Se decía de Florence Allshorn, el gran maestro, que cuando tenía que reprender a alguno de sus alumnos lo hacía echándole el brazo sobre los hombros. El cristiano no oculta la verdad, pero siempre recuerda que amor y verdad van de la mano.
(X) El amor cristiano es el vínculo que hace posible el compañerismo cristiano (Fil. 2:2; Col. 2:2). Pablo habla de los cristianos como unidos en amor. Nuestros puntos de vista teológicos pueden discrepar; asimismo, nuestras opiniones sobre métodos pueden diferir; pero, a través de las diferencias, vendrá la memoria constante de que amamos a Cristo y que, por consecuencia, nos amamos unos a otros.
(XI) El amor es lo que da derecho al cristiano a pedir ayuda y favor a otro cristiano (Flm. 9). Si realmente estamos tan unidos en amor como debemos estar, encontraremos fácil pedir y natural dar cuando surja la necesidad.
(XII) El amor es la fuerza motriz de la fe (Gá. 5:6). Más personas son ganadas para Cristo cuando se apela al corazón que cuando se apela al cerebro. La fe nace no tanto de una búsqueda intelectual como del levantamiento de la cruz de Cristo. Es cierto que, más tarde o más temprano, pensaremos en ciertas cuestiones que a veces nos desbordarán, pero, en el cristianismo, el corazón debe antes sentir que la mente pensar.
(XIII) El amor es el perfeccionador de la vida cristiana (Ro. 13:10; Col. 3:14; 1 Ti. 1:5; 6:11; 1 Jn. 4:12). No hay en este mundo nada más grande que el amor. La tarea primaria de la iglesia no es perfeccionar su edificio, su liturgia, su música o sus vestiduras, sino perfeccionar su amor.

Finalmente, el NT manifiesta que hay ciertas formas a través de las cuales el amor puede ser mal dirigido.
(I) El amor del mundo es un amor mal dirigido (1 Jn. 2:15). Demas desamparó a Pablo por amar al mundo (2 Ti. 4:10). Un hombre puede amar tanto lo temporal, que olvida lo eterno; puede amar tanto los premios del mundo, que olvida los premios últimos y esenciales que tienen que ver con la eternidad. Un hombre puede amar al mundo de tal manera, que acepta sus normas y abandona las de Cristo.
(II) El amor al prestigio personal es un amor mal dirigido. Los escribas y fariseos amaban los principales asientos en las sinagogas y las alabanzas de los demás (Lc. 11:43; Jn. 12:43). La pregunta de un hombre debe siempre ser: “¿Qué piensa Dios de mi conducta?” Y, no: “¿Qué piensan los hombres de mi conducta?”
(III) El amor a las tinieblas y el miedo a la luz es la inevitable consecuencia del pecado (Jn. 3:19). Tan pronto un hombre peca, tiene algo que ocultar; y, entonces, ama las tinieblas. Ahora bien, las tinieblas pueden ocultarlo de los hombres, pero no de Dios.

Así, después de todo, vemos, sin la menor sombra de duda, que la vida cristiana es edificada sobre dos pilares gemelos: el amor a Dios y el amor al prójimo.
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martes, 28 de junio de 2016

¡Te ruego, Adonay! No soy hombre elocuente ni ayer ni anteayer, ni desde que hablaste a tu siervo, pues soy torpe de boca y torpe de lengua.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6





NOS PREPARAMOS PARA CAPACITAR A LA CONGREGACIÓN


MOISÉS EL CAUDILLO QUE NO QUERÍA SERLO
Exodo 4:1-17
4 :    1 Pero Moisés respondió, y dijo: ¿Y qué si no me creen, ni atienden mi voz, sino                       que dicen: YHVH no se te ha aparecido?
2      Entonces YHVH le dijo: ¿Qué es eso que tienes en tu mano? Y él respondió: Una                 vara.
3      Él le dijo: Arrójala al suelo. Y él la arrojó a la tierra, y se convirtió en una serpiente, y a         su vista Moisés huía.
4      Pero YHVH dijo a Moisés: Extiende tu mano y atrápala por su cola. Él alargando su             mano, la sujetó, y se tornó vara en su palma.
5      Esto es para que crean que YHVH, el Dios de tus padres, Dios de Abraham, Dios de            Isaac y Dios de Jacob se te ha aparecido.
6      Y otra vez le dijo YHVH: Mete ahora tu mano en tu seno. Y él metió su mano en su                seno, y cuando la sacó, he aquí su mano estaba leprosa como la nieve.
7      Y dijo: Vuelve a meter tu mano en tu seno. Y él volvió su mano a su seno, y cuando la          sacó de su seno, he aquí volvió a ser como su carne.
8      Y sucederá que si no te creen, ni obedecen la voz de la primera señal, creerán la voz           de la última señal.
9      Y si tampoco creen a estas dos señales, ni obedecen tu voz, tomarás entonces de las          aguas del Nilo y las derramarás sobre lo seco, y las aguas que saques del Nilo se                convertirán en sangre sobre el suelo seco.
10      Dijo entonces Moisés a YHVH: ¡Te ruego, Adonay! No soy hombre elocuente ni ayer             ni anteayer, ni desde que hablaste a tu siervo, pues soy torpe de boca y torpe de                  lengua.
11      Pero YHVH le respondió: ¿Y quién ha dado boca al hombre? ¿O quién hizo al mudo             y al sordo, al vidente y al ciego? ¿No soy Yo YHVH?
12      Ahora pues, ve, y Yo estaré con tu boca, y te instruiré acerca de lo que hablarás.
13      Pero él respondió: ¡Te ruego, Adonay! Envía, te ruego, por medio del que debas                   enviar.
14      Entonces la ira de YHVH se encendió contra Moisés, y dijo: ¿No es Aarón el levita tu          hermano? Yo sé que ciertamente él hablará, y también he aquí, él sale a tu                           encuentro. Cuando él te vea, se alegrará en su corazón.
15      Hablarás pues con él, y pondrás las palabras en su boca, y Yo estaré con tu boca y             con su boca, y os enseñaré lo que debáis hacer.
16      Él hablará por ti al pueblo, y te servirá de vocero, y tú le serás por Dios.
17      Toma en tu mano esta vara, con la cual harás las señales.
MOISÉS SE RESISTE A SU LLAMADO

Exodo 4:1–17. Una vez más (cf. Exodo 3:11–15), Moisés respondió con quejas acerca de su tarea, aduciendo que personalmente se sentía incapaz de llevarla a cabo. Las instrucciones detalladas de Exodo 3:16–22 pudieron haber aumentado la preocupación de Moisés en cuanto a su nuevo papel, así que presentó dos objeciones más: el temor de que sus compatriotas rechazaran su autoridad ( Exodo 4:1), y su falta de elocuencia (v. 10). 

Pero Dios, paciente y tiernamente, resolvió las aprensiones de Moisés. El temor a que los israelitas no creyeran que el Señor se le había aparecido era razonable, porque aparentemente Dios no se había aparecido a los israelitas en los cuatrocientos treinta años anteriores, todo el tiempo de la estancia en Egipto. 

La respuesta de Dios al dubitativo libertador fue que él lo capacitaría para llevar a cabo tres tareas sobrenaturales, dos inmediatas (vv. 3–5, 6–8) y una futura (v. 9).

La primera señal para Moisés era convertir su vara en una culebra y después volver a convertirla en vara. ¡Pero tomar una culebra por la cola era algo muy peligroso! Se necesitaba valor y fe para cumplir con la instrucción del Señor. 

Puesto que las culebras simbolizaban el poder y la vida para los egipcios, Dios estaba declarando a Moisés que él sería capaz de dominar a los poderes de Egipto. El Señor le dijo que ese milagro haría que los israelitas creyeran que Jehová, el Dios de los patriarcas (cf. Exodo 2:24; 3:6, 15–16) había hablado con Moisés.

La segunda señal fue que su mano se llenó de lepra y sanó. Esta enfermedad, aunque tal vez no sea la misma que actualmente se conoce como lepra, prevalecía en Egipto y se consideraba incurable. 

Moisés había huido por temor a la culebra ( Exodo 4:3) y seguramente quedó horrorizado al ver su mano leprosa. Sin duda, también se llenó de asombro reverente al ver que al instante se curó. Dios dijo que esa postrera señal podría ser más efectiva para el pueblo que la primera (v. 8). Finalmente, desapareció el temor de Moisés de que nadie creería que Dios lo había comisionado.

La tercera señal sería la milagrosa capacitación de Moisés para convertir las aguas del río Nilo en sangre (v. 9). Los egipcios consideraban ese río como fuente de la vida y la productividad. Así que Moisés, al demostrar a la gente que él tenía poder sobre el Nilo, probaría que Dios le había dado la capacidad de vencer a los egipcios. Más adelante, Moisés realizó estos milagros ante los israelitas (vv. 29–30), y como Dios predijo (vv. 5, 8), la gente le creyó (v. 31). Es interesante que la primera plaga fuera similar a la tercera señal: cuando Aarón golpeó el río Nilo con su vara, el agua se convirtió en sangre ( Exodo 7:17–21).

La cuarta objeción de Moisés fue su supuesta falta de elocuencia y de habilidades de oratoria (Exodo 4:10–17; cf. Exodo 6:12, 30). Tardo en el habla y torpe de lengua significa que no tenía fluidez en el hablar. 

Aparentemente, Moisés estaba subestimando sus habilidades, porque Esteban dijo que él había sido “poderoso en sus palabras” (Hch. 7:22). La respuesta inicial de Dios a la objeción de Moisés fue un recordatorio, por medio de una serie de preguntas, de que Jehová es el que determina las habilidades e incapacidades del hombre. Después, el Señor repitió su breve comisión (Ahora … vé; cf. Éx. 3:10). Aunque se sintió reconfortado por el poder capacitador de Dios (yo estaré con tu boca y te enseñaré; cf.Exodo  4:15), la magnitud y dificultad de la tarea le asustaban.

Cuando Moisés le sugirió a Dios que consiguiera a otra persona (v. 13), el Altísimo se enojó. (Cf. otras cinco referencias al enojo de Dios: Exodo 15:7; Exodo 22:24; Exodo 32:10–12.) ¿Por qué se enojó el Señor? Probablemente porque percibió que las palabras de Moisés provenían más de la desobediencia que del temor. Así que le dijo a Moisés que debía dejar que su hermano hablara por él ( Exodo 4:14–16; cf. Exodo 7:1). 

No obstante, ese vocero de Moisés algún día elaboraría un becerro de oro ( Exodo 32:1–5 ), y se convertiría en un portavoz falso ( Exodo 32:22–24 ). A continuación, Dios le aseguró que él les ayudaría a ambos a hablar ante faraón y el pueblo ( Exodo 4:15–16; cf. v. 12; 7:1–2). Además, le dijo que tomara su vara, que se había convertido en culebra ( Exodo 4:2–4), como objeto que le ayudaría a lograr las maravillas que seguirían (cf. Exodo 7:9–10). En Exodo 4:20 se le llama “la vara de Dios”.

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lunes, 11 de abril de 2016

Ahora que han sido conocidos por Dios, ¿cómo es que se vuelven de nuevo a los débiles y pobres principios elementales? ¿Quieren volver a servirlos otra vez? Me temo que yo haya trabajado en vano a su favor

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6





Nos preparamos para enseñar en la congregación
VOLVER A LA ESCLAVITUD DEL LEGALISMO
Gálatas 4:8-11
8 Sin embargo, en otro tiempo, cuando no habíais conocido a Dios, servisteis a los que por naturaleza no son dioses. 9 En cambio, ahora que habéis conocido a Dios, o mejor dicho, ya que habéis sido conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres principios elementales? ¿Queréis volver a servirlos otra vez? 10 ¡Vosotros guardáis los días, los meses, las estaciones y los años! 11 Me temo por vosotros, que yo haya trabajado en vano a vuestro favor. 
La necedad del hombre al rechazar la libertad genuina
Regreso Voluntario a la Esclavitud
“El ritualismo es el paganismo bautizado”. Estas palabras del comentarista Carlos Erdman describen perfectamente la idea de este pasaje. Es más, se puede decir que el legalismo es una versión de la religión pagana a la que se da el nombre de cristiana. Si queremos vivir conforme a la ley, estamos siguiendo los principios de otras religiones del mundo.

Ya hemos observado que el propósito de la ley fue cuidar a los israelitas que estaban bajo su protección hasta que llegaran a la madurez. Así que la ley era para niños; estar bajo ella equivalía a ser como un infante. Aun el pequeño más privilegiado no difería en nada del esclavo; sólo la madurez los libraba de esa esclavitud. Pero los que están en Cristo ya no son esclavos; ahora son hijos maduros y gozan de todos los derechos de adultos.
CONTRADICCION EN EL DESEO DE VOLVER A LA ESCLAVITUD 
Gálatas 4:8–11
En Gálatas 4:8–11, Pablo observa que después de ser librados de la esclavitud, los hermanos querían regresar a ella. Para demostrar la necedad de esa decisión, señala 5 contrastes entre su estado original y el actual de estar en Cristo. Como originalmente venían de un pueblo pagano, compara ese estado con el que tienen ahora.
El cambio de estado Gálatas 4:7–9a
El primer contraste que Pablo señala entre su estado anterior y el nuevo en Cristo es el mismo que hizo notar en el pasaje anterior. Antes eran esclavos, pero ahora son hijos, herederos y adultos libres (Gálatas 4:7, 9b). ¿Por qué querían regresar a la esclavitud?

El segundo contraste tiene que ver con el objeto de adoración, o sea, los dioses a quienes adoraban. Antes de encontrar al Señor Jesucristo, los gálatas creían en dioses que en realidad no lo eran porque no existían. Eran objetos que ellos mismos habían fabricado. Pero ahora adoraban al único Dios verdadero, el que hizo el universo (Gálatas 4:8–9). ¿Por qué deseaban regresar a aquellos dioses falsos, inventados por la mente humana?

El tercer contraste se refiere a su conocimiento de Dios. Antes, a causa de la desobediencia humana y su naturaleza pecaminosa, no podían entender al Señor. Su intelecto estaba caído, al igual que toda la imagen divina que había en ellos. Pero, al estar en Cristo, ya lo conocían (Gálatas 4:8–9). ¿Por qué insistían en regresar al estado de ignorancia, separados de Dios e incapacitados para conocerlo?

El cuarto contraste lo encontramos al estudiar el uso que hace en el idioma original de los verbos traducidos como “conocimiento” (v. 9), los cuales tienen acepciones distintas. Estos vocablos indican que anteriormente no conocían al Señor intelectualmente; ni tenían un concepto mental de quién es el Dios verdadero. Pero ahora que estaban en Cristo, lo conocían no sólo con el intelecto, sino en forma personal. Ya era alguien bien conocido, un amigo (Gálatas 4:8–9). ¿Por qué deseaban regresar a su vida antigua y vivir lejos de Dios considerándolo su adversario?

Finalmente, contrasta su estado anterior con el nuevo diciendo que mientras que antes no conocían a Dios, ahora eran conocidos por él directamente (Gálatas 4:8–9). Esta afirmación paulina nos recuerda lo que sucede cuando conocemos a personajes importantes.

El doctor Emilio Antonio Núñez, famoso teólogo evangélico, es un buen amigo mio desde hace muchos años, desde que fuimos colegas. El conoce a mi familia. Si usted lo saluda de parte mia, probablemente él le preguntará por mi esposa Elena y por mis hijos, tal vez por nombre.

Pero el caso es distinto con el doctor Carlos Henry, gran orador cristiano, o Chuck Swindoll, gran expositor bíblico famoso por sus programas de radio en todo el mundo. El doctor Henry inclusive ha almorzado en mi casa y al doctor Swindoll lo conocí hace años junto con sus padres y hermana, y tenemos muchos amigos en común. 

Aunque he conversado personalmente con ellos, no creo que me recuerden. Si usted les dice, “yo conozco a un amigo suyo”, ¿qué harán? Nada, porque tal vez no se acuerden de que nos hemos conocido. Existen muchas otras personas famosas que yo no conozco, ni ellos a mí. Pero hay personas famosas que sí, conocemos aunque ellas no nos conozcan. Lo increíble de lo que dice Pablo es que el creyente tiene una relación personal íntima, como de buenos amigos, con el verdadero Dios del universo. ¿Por qué regresar al estado anterior?

¿POR QUE REGRESAR A LA
ESCLAVITUD SI AHORA CONOCEMOS
AL UNICO DIOS VERDADERO?

La respuesta al cambio Gálatas 4:9b–11
Al terminar su disertación acerca de la transformación operada en ellos, el apóstol hace la pregunta lógica: “¿Por qué regresar?” Su actitud no tenía sentido. ¿Por qué volver atrás? ¿Por qué querían ser tratados como niños, como esclavos? En medio de su pregunta presenta cuatro características de la ley (Gálatas 4:9), todas ellas negativas. 

Primero, afirma que la ley era débil, sin poder alguno. Aunque era capaz de definir el pecado, no podía librarlos de él. Podía diagnosticar, pero no curar.

La segunda descripción indica que la ley es pobre porque no tiene los recursos necesarios para conseguir nada. Tiene tanta capacidad para proveernos beneficios espirituales como una compañía en bancarrota.

En tercer lugar, la ley se describe como “rudimentos” o principios elementales, porque contiene los principios más básicos, como el abecedario, de la vida espiritual. Representa lo que el niñito aprende en primer grado de la escuela. No hay nada de malo en lo que se aprende en ese nivel, pero la vida requiere mucho más para alcanzar las metas de la madurez.

En Gálatas 4:3 y en otros pasajes donde aparece, esta palabra se utiliza para describir los principios que el mundo sigue. Se refiere a la filosofía mundana que dice: “Yo puedo hacer todo sin ayuda de nadie”. Tal vez lo que el apóstol trataba de decir era que los gálatas anhelaban que se les dijera lo que debían hacer. Al igual que niños, querían seguir cualquier regla que les dieran. Sin embargo, los adultos maduros deben seguir normas más elevadas que las leyes, un sistema de ética basado en el amor a Dios y al prójimo.

Finalmente, Pablo describe la ley como esclavizante, que anula los privilegios del adulto y le somete a reglas infantiles porque había sido diseñada con ese propósito. Ahora ellos querían volver a su vida antigua. La ley hace esclavos, y eso es precisamente lo que ellos deseaban.

A veces encontramos un adolescente de doce o trece años, que dice: “No quiero crecer”, porque prefiere vivir protegido por la seguridad de las reglas que tener la responsabilidad de hacer decisiones. No quiere independizarse por temor. Otro caso semejante es el de algunos prisioneros que son puestos en libertad. A veces cometen otro crimen de inmediato para no tener que asumir la responsabilidad de vivir su propia vida.

ES MEJOR TOMAR DECISIONES
MADURAS RESPONSABLES
QUE DECISIONES INMADURAS
BASADAS EN LEYES
En lo que se refiere al desarrollo de un individuo, mientras vive bajo las reglas, se encuentra en estado infantil, porque éstas son para los ignorantes (1 Timoteo 1:8–10). La madurez no se alcanza por cumplir ciertas normas, sino cuando se tiene la capacidad de evaluar las circunstancias y tomar decisiones responsables.

Los gálatas habían estado sometidos por sus dioses falsos, y ahora querían volver a otra forma de esclavitud, la de las leyes. Pero esto ya no era necesario para quienes habían recibido la libertad de los hijos maduros.
¡PENSEMOS!
Considere la transformación que Dios realizó en nosotros por medio de la obra de Cristo. Haga una lista de los beneficios que hemos recibido en él conforme a Gálatas 4:8–11. ¿Cómo debe afectar nuestra actitud y vida diaria.
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