viernes, 25 de marzo de 2016

Estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




 Crucifixión y muerte de Jesús
Juan 19:17-37

(Mt. 27.32–50; Mr. 15.21–37; Lc. 23.26–49)
17Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; 18y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. 19Escribió también Pilato un título, que puso sobre la cruz, el cual decía: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS. 20Y muchos de los judíos leyeron este título; porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad, y el título estaba escrito en hebreo, en griego y en latín. 21Dijeron a Pilato los principales sacerdotes de los judíos: No escribas: Rey de los judíos; sino, que él dijo: Soy Rey de los judíos. 22Respondió Pilato: Lo que he escrito, he escrito.
23Cuando los soldados hubieron crucificado a Jesús, tomaron sus vestidos, e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Tomaron también su túnica, la cual era sin costura, de un solo tejido de arriba abajo. 24Entonces dijeron entre sí: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, a ver de quién será. Esto fue para que se cumpliese la Escritura, que dice:
Repartieron entre sí mis vestidos,
Y sobre mi ropa echaron suertes.
Y así lo hicieron los soldados. 25Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. 26Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. 27Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.
28Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed. 29Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca. 30Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.
El costado de Jesús traspasado
31Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo* (pues aquel día de reposo* era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí. 32Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él. 33Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. 34Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. 35Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis. 36Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo. 37Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

Semana Santa Bíblica: La muerte de El Hijo de Dios
Nos preparamos para enseñar al rebaño
             El Hijo de Dios muere como sustituto de su pueblo. La crucifixión                               Juan 19: 17-37

Juan 31–33. Entonces los judíos, por cuanto era la Preparación, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí. Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él. Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas.

A veces los sanedritas podían ser muy escrupulosos en la observancia de los detalles de la ley ceremonial. ¿No era cierto que la tierra se profanaría si colgaba toda la noche un cuerpo de una cruz? Véase Dt. 21:23. Esta profanación sería peor si los cuerpos permanecían en la cruz en sábado. La tarde estaba cayendo (la tarde de la Preparación, es decir, del Viernes; véase sobre 19:14, 42); se acercaba el ocaso, o sea, hacia el sábado. Además, este sábado concreto era “de gran solemnidad”, porque era el sábado de la Pascua, festividad de siete días.

Así pues los judíos (posiblemente los principales sacerdotes) le pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados, a fin de que se produjera de inmediato la muerte. Entonces se podrían quitar los cuerpos y todo habría concluido antes del sábado.

Esta rotura de los huesos (crurifragium es el nombre) por medio de golpes violentos de martillo o acero era terriblemente inhumana. Producía la muerte, que de no ser así podía tardar en llegar horas e incluso días. Dice el Dr. S. Bergsma en un artículo : “La conmoción que produce semejante herida cruel a los huesos puede ser el golpe de gracia que produzca la muerte”.

Pilato dio rápidamente el permiso. Juan vio cómo los soldados rompían los huesos de los dos malhechores. También vio que al darse cuenta de que Jesús ya había muerto, no le quebraron los huesos. Es muy probable que se abstuvieran de hacerlo por orden del centurión, en quien Jesús había producido una profunda impresión (Lc. 23:47). ¿No parecería probable también que José de Arimatea ya hubiera dado a conocer al centurión que iba a pedir permiso a Pilato para bajar el cuerpo de Jesús?

Juan 34–37. Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. Y el que lo ha visto ha dado testimonio, y su testimonio es genuino; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis. Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

Para garantizar que no existiera ni la más mínima posibilidad de que quedara algo de vida en el cuerpo de Jesús, uno de los soldados atravesó el costado de Jesús con una lanza o espada. Como la espada se sostenía en la mano derecha, probablemente, lo más verosímil es que se abriera el costado izquierdo de Jesús. Al instante salió sangre y agua.

Juan amplía este hecho, dedicando no menos de cuatro versículos al mismo. Debe haber tenido un propósito al hacerlo así. Es muy probable que tratara de decir a sus lectores que Cristo, el Hijo de Dios, de hecho murió (según su naturaleza humana). La muerte de Jesús no fue en apariencia; fue real. El apóstol mismo había estado presente y había visto brotar del costado del Señor la sangre y el agua. ¡Que los docetas tomen nota!

Pero ¿qué hizo que brotara sangre y agua de la abertura producida por la espada! Consúltense los distintos comentarios; también el artículo Blood and Water en I.S.B.E. Según este artículo la explicación fisiológica podría ser ésta, que la muerte de Jesús se produjo por la rotura del corazón como resultado de una gran agonía y dolor mentales. Una muerte así sería casi instantánea, y la sangre que desemboca en el pericardio se coagularía en grumos rojos (sangre) y suero límpido (agua). La herida de espada permitiría entonces que saliera esta sangre y agua. El artículo menciona los nombres de varios médicos distinguidos que han aceptado esta teoría.

Hace unos años el Dr. Stuart Bergsma, destacado médico de Grand Rapids, Michigan (ex-misionero-médico en Etiopía—cirujano del Hospital Tafari Makkonen, George Memorial Building, Addis Ababa—luego misionero-médico en India; autor de Rainbow Empire, Grand Rapids, Michigan, 1932; y de Sons of Sheba, Grand Rapids, Michigan, 1933) escribió un excelente artículo acerca de este tema. Apareció en Marzo de 1948 en Calvin Forum

El se abstiene prudentemente de sacar una conclusión concreta. El asunto es demasiado incierto, y los especialistas en enfermedades cardíacas (y sobre todo en rotura del corazón) no parecen estar en completo acuerdo. Sin embargo, del artículo resulta claro que el Dr. Bergsma se inclina algo hacia la teoría del corazón roto como explicación de que brotara sangre y agua del costado de Jesús. El examinó el problema con típica meticulosidad y consultó a varios especialistas en la materia. En su artículo cita las fuentes (libros y artículos publicados y correpondencia privada).

Antes de entrar en materia ya en detalle, deberían eliminarse algunas ideas erróneas:

1. La afirmación “Jesús murió de rotura del corazón” suele despertar oposición inmediata. Estamos tan acostumbrados a interpretar tales frases en forma metafórica. Por ejemplo, es probable que digamos en relación con alguien que ha sido profuntamente herido en su vida afectiva, “Eso le destrozó el corazón”. Ahora bien, es cierto que Jesús no murió por desengaño. Murió triunfador. Cuando hablamos de la posibilidad de que la sangre y agua que brotaron del costado de Jesús indiquen una rotura previa del corazón, utilizamos el término rotura de corazón en un sentido estrictamente fisiológico.

2. Otro error que hay que disipar es éste, que si Jesús murió de rotura de corazón, no dio la vida. En este caso su muerte no fue un sacrificio voluntario. ¡Semejante conclusión es totalmente errónea! Jesús entregó ciertamente su vida en sacrificio voluntario. Esta es la enseñanza clara de toda la Escritura, sobre todo 10:11. Pero imaginemos, por un momento, que Jesús, aun sabiendo que el tomar sobre sí la ira de Dios le destrozaría el corazón, decide sin embargo, hacerlo; ¿podríamos decir entonces que su muerte no fue voluntaria? El carácter voluntario de la muerte de nuestro Señor ciertamente no disminuiría un ápice.

3. Debe eliminarse otro error, a saber, que la lanzada produjo la muerte. Esto es totalmente erróneo; porque, el escritor inspirado, antes de decir nada acerca de la perforación del costado de Cristo, ya ha escrito, “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu”. Lo que Juan escribe respecto a la lanzada no fue escrito para describir qué causó la muerte de Cristo, sino para mostrar que Jesús había de hecho muerto. Además, como dice el Dr. S. Bergsma en su artículo, “Presuponer, como hacen algunos, que la lanza perforó el corazón todavía vivo, y explicar de esta manera la sangre y agua, es contrario.… a la ciencia, porque en este caso hubiera brotado pura sangre. Su muerte iba a producirse en la crucifixión misma, no en la lanzada de un soldado.

Una vez descartados estos errores pasaremos ahora a presentar la posición del Dr. Bergsma, citando sus palabras:

“En mi opinión, que sostengo humildemente aunque no es apoyada por las primeras cuatro autoridades que he citado, aunque sí por las dos últimas, la presencia de una cantidad considerable de suero y coágulos de sangre—que brotan de una herida de lanza, como se describió antes, pudo proceder sólo del corazón o saco pericárdico. 

Debemos aceptar desde un principio que el cuerpo de Cristo no estaba afectado por ninguna enfermedad previa. Era un perfecto cordero de Dios. Es sumamente extraño, casi imposible, dicen las autoridades, que se rompa el músculo cardíaco normal. Cristo, sin embargo, sufrió como nadie antes ni después ha sufrido. El Sal. 69:20 dice proféticamente, ‘El escarnio ha quebrantado mi corazón’. El versículo siguiente prosigue, ‘Me pusieron además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre’. 

Tomamos la segunda profecía como cumplida literalmente, pero muchos opinan que resulta fantasioso tomar el versículo 20 también en forma literal. Si el corazón de Cristo no se rompió, es difícil explicar cualquier acumulación de sangre y agua como la describe Juan. La efusión pericárdica normal de unos treinta gramos o menos sería una simple trivialidad que nadie hubiera observado”.

Juan escribe lo que ha visto. Da un testimonio autoritativo de lo que ha percibido con sus propios ojos. En cuanto al verbo testificar, véase sobre 1:7, 8. Este testimonio es genuino. “El”—probablemente refiriéndose a Cristo—sabe que Juan dice la verdad. Dice la verdad en relación con la sangre y el agua (elementos que demuestran que Cristo había tomado de hecho la naturaleza humana, y que había realmente muerto en su naturaleza humana) a fin de que los lectores no se sientan desorientados por herejías docetas, sino que sigan creyendo. Véase también sobre 20:30, 31.

No resulta completamente imposible que el Evangelio de Juan, tan simbólico, quiera vincular esta sangre y agua con los efectos de la expiación de Cristo; 1 Jn. 5:6 quizá apunta en esa dirección. Cf. Jn. 3:5; 7:37–39.

Cuando Juan vio cómo los soldados se abstuvieron de romper los huesos de Cristo, vio en ello el cumplimiento de las palabras referidas en Ex. 12:46; Nm. 9:12. No se había de quebrar ningún hueso del cordero pascual. Cristo era el verdadero cordero pascual. Véase sobre 1:29; léase también 1 Co. 5:7.

Cuando el apóstol observó la perforación del costado de Cristo, vio en ello el cumplimiento de la profecía de Zac. 2:10. En cuanto al contenido general de las profecías de Zacarías véase sobre 12:14, 15. Las palabras del profeta se citan aquí no según la LXX sino más bien según el original hebreo. La misma profecía, en forma algo modificada, se encuentra en Ap. 1:7. En este caso—aquí en 19:37—lo que se quiere decir simplemente es que la lanzada cumplió la profecía.
Síntesis de Juan 19:17–37
El Hijo de Dios muere como sustituto de su pueblo. La crucifixión.

A. Jesús lleva la cruz; clavado a la cruz entre dos criminales.
El Rey de los Judíos crucificado entre dos criminales. Por parte del gobernador esta decisión se tomó probablemente como ofensa a los judíos. Pero tiene otro aspecto: el Salvador crucificado entre dos pecadores, uno de los cuales se va a salvar. Por parte de Dios (y en cumplimiento de la profecía) esta decisión se tomó providencialmente con el fin de describir el propósito glorioso de la cruz.

B. La disputa acerca del título.
Si bien Pilato no lo supo, ¡el título fue inspirado! Dios mismo lo escribió. Fue inspirado en lo que se omitió: no se mencionó ningún pecado. También fue inspirado en lo que expresó: el Rey de los Judíos crucificado a fin de que pudiera manifestarse el Rey tanto de judíos como de gentiles—elegidos de entre todas las naciones—.

C. El reparto de los vestidos.
Esto fue un cumplimiento maravilloso de la profecía y a la vez nos muestra como Cristo llevó la maldición a fin de liberarnos de ella. En cuanto a la fracción descrita en la explicación del versículo 24, no garantizo su fidelidad. Lo escribí, sin embargo, porque estoy convencido de que apunta hacia la verdadera dirección, a saber, el cumplimiento verdaderamente sorprendente de la profecía en relación con Cristo. ¿Quién puede oír una interpretación del Mesías y no sentirse impresionado con esto?

D. Las palabras a María y a Juan.
El corazón más amoroso (el de Juan) se mantuvo lo más próximo a Jesús. Se le confió sólo a él el cuidado de María. Esto también revela la “forma de ser” de Jesús.

E. La sed de Jesús.
El mismo Evangelio que proclama elocuentemente la divinidad de Cristo, también revela en forma diáfana su humanidad. En su naturaleza humana—y sólo en ella—sufrió. La naturaleza divina no podía sufrir. Entre la exclamación “Tengo sed”, y “Consumado es” pasó muy poco tiempo. Entonces entregó su espíritu. La naturaleza voluntaria de esta acción no puede enfatizarse lo suficiente. Claro está, esto no excluye en forma alguna la idea de una causa física que produjo su muerte física. Pero esa causa física también estaba completamente en su poder.

F. La perforación de su costado.
Además de lo ya dicho, adviértase lo siguiente:
1. La teoría de la ruptura del corazón (antes de la lanzada) tiene los siguientes aspectos en su favor:
a. Toma muy en serio la profecía del Sal. 69:20 (“El escarnio ha quebrantado mi corazón”), y acepta el mismo cumplimiento literal de esta profecía como se suele aceptar en relación con el versículo siguiente (“Me pusieron además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre”).
b. Se arguye que esta teoría ofrece una explicación razonable del flujo de sangre y agua, lo cual no hacen otras teorías.
c. Esta teoría subraya la grandeza de la agonía mental y espiritual de Cristo. De ordinario la muerte por crucifixión no produciría la ruptura del corazón, pero esta muerte no era ordinaria. Este Mártir sobrellevó la ira de Dios contra el pecado. Sufrió la muerte eterna, las congojas infernales.

2. Esta teoría tiene las siguientes debilidades:
a. No es más que una posibilidad. Para elevarla a la categoría de probabilidad habría que tener más información que la que se suministra en el Evangelio. Así, por ejemplo, ni siquiera podemos probar que el costado perforado fuera el izquierdo.
b. No se dispone de datos post-mortem respecto a otras personas que murieron crucificadas. Aunque los tuviéramos, no podrían mostrar lo que pudo haber sucedido en el caso de este Mártir único.
c. Pudo haberse producido un milagro, o puede haber otra forma no milagrosa de explicar el flujo de sangre y agua. Sencillamente no lo sabemos.
Como se ha señalado, el Dr. Bergsma se ha expresado con gran y encomiable cautela. Vale la pena estudiar con cuidado su artículo.

Debería ponerse de relieve, una vez más, un punto ya subrayado en la exégesis:
El relato inspirado no se interesa por mostrarnos cómo salió del costado de Jesús sangre y agua. Sólo se interesa por revelar el hecho en sí. En consecuencia, debemos fijar nuestra atención en ese punto. Del costado de Jesús brotaron de hecho sangre y agua. Por ello, era con toda seguridad humano, poseedor de un cuerpo humano. Había sin duda muerto. Su sangre y su Espíritu con toda certeza limpiarán de pecado. Se cumplió con toda, tanto en la omisión del crurifragio en su caso como en el brote de sangre y agua.
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jueves, 24 de marzo de 2016

Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6





Nos preparamos para ministrar a la congregación

SEMANA SANTA BÍBLICA
Juan 18:12 - 19:37
Jesús ante el sumo sacerdote
(Mt. 26.57–58; Mr. 14.53–54; Lc. 22.54)
12Entonces la compañía de soldados, el tribuno y los alguaciles de los judíos, prendieron a Jesús y le ataron, 13y le llevaron primeramente a Anás; porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote aquel año. 14Era Caifás el que había dado el consejo a los judíos, de que convenía que un solo hombre muriese por el pueblo.
Pedro en el patio de Anás
(Mt. 26.69–70; Mr. 14.66–68; Lc. 22.55–57)
15Y seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Y este discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró con Jesús al patio del sumo sacerdote; 16mas Pedro estaba fuera, a la puerta. Salió, pues, el discípulo que era conocido del sumo sacerdote, y habló a la portera, e hizo entrar a Pedro. 17Entonces la criada portera dijo a Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre? Dijo él: No lo soy. 18Y estaban en pie los siervos y los alguaciles que habían encendido un fuego; porque hacía frío, y se calentaban; y también con ellos estaba Pedro en pie, calentándose.
Anás interroga a Jesús
(Mt. 26.59–66; Mr. 14.55–64; Lc. 22.66–71)
19Y el sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. 20Jesús le respondió: Yo públicamente he hablado al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en oculto. 21¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han oído, qué les haya yo hablado; he aquí, ellos saben lo que yo he dicho. 22Cuando Jesús hubo dicho esto, uno de los alguaciles, que estaba allí, le dio una bofetada, diciendo: ¿Así respondes al sumo sacerdote? 23Jesús le respondió: Si he hablado mal, testifica en qué está el mal; y si bien, ¿por qué me golpeas? 24Anás entonces le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.
Pedro niega a Jesús
(Mt. 26.71–75; Mr. 14.69–72; Lc. 22.58–62)
25Estaba, pues, Pedro en pie, calentándose. Y le dijeron: ¿No eres tú de sus discípulos? El negó, y dijo: No lo soy. 26Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo: ¿No te vi yo en el huerto con él? 27Negó Pedro otra vez; y en seguida cantó el gallo.
Jesús ante Pilato
(Mt. 27.1–2, 11–31; Mr. 15.1–20; Mt. 27.1–2, 11–31, Lc. 23.1–5, 13–25)
28Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era de mañana, y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y así poder comer la pascua. 29Entonces salió Pilato a ellos, y les dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre? 30Respondieron y le dijeron: Si éste no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado. 31Entonces les dijo Pilato: Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley. Y los judíos le dijeron: A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie; 32para que se cumpliese la palabra que Jesús había dicho, dando a entender de qué muerte iba a morir.
33Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? 34Jesús le respondió: ¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí? 35Pilato le respondió: ¿Soy yo acaso judío? Tu nación, y los principales sacerdotes, te han entregado a mí. ¿Qué has hecho? 36Respondió Jesús: 
. 37Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. 38Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad?
Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los judíos, y les dijo: Yo no hallo en él ningún delito. 39Pero vosotros tenéis la costumbre de que os suelte uno en la pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos? 40Entonces todos dieron voces de nuevo, diciendo: No a éste, sino a Barrabás. Y Barrabás era ladrón.
19
1Así que, entonces tomó Pilato a Jesús, y le azotó. 2Y los soldados entretejieron una corona de espinas, y la pusieron sobre su cabeza, y le vistieron con un manto de púrpura; 3y le decían: ¡Salve, Rey de los judíos! y le daban de bofetadas. 4Entonces Pilato salió otra vez, y les dijo: Mirad, os lo traigo fuera, para que entendáis que ningún delito hallo en él. 5Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre! 6Cuando le vieron los principales sacerdotes y los alguaciles, dieron voces, diciendo: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale! Pilato les dijo: Tomadle vosotros, y crucificadle; porque yo no hallo delito en él. 7Los judíos le respondieron: Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios. 8Cuando Pilato oyó decir esto, tuvo más miedo. 9Y entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Mas Jesús no le dio respuesta. 10Entonces le dijo Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte? 11Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene.
12Desde entonces procuraba Pilato soltarle; pero los judíos daban voces, diciendo: Si a éste sueltas, no eres amigo de César; todo el que se hace rey, a César se opone. 13Entonces Pilato, oyendo esto, llevó fuera a Jesús, y se sentó en el tribunal en el lugar llamado el Enlosado, y en hebreo Gabata. 14Era la preparación de la pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey! 15Pero ellos gritaron: ¡Fuera, fuera, crucifícale! Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César. 16Así que entonces lo entregó a ellos para que fuese crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y le llevaron.
Crucifixión y muerte de Jesús
(Mt. 27.32–50; Mr. 15.21–37; Lc. 23.26–49)
17Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; 18y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. 19Escribió también Pilato un título, que puso sobre la cruz, el cual decía: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS. 20Y muchos de los judíos leyeron este título; porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad, y el título estaba escrito en hebreo, en griego y en latín. 21Dijeron a Pilato los principales sacerdotes de los judíos: No escribas: Rey de los judíos; sino, que él dijo: Soy Rey de los judíos. 22Respondió Pilato: Lo que he escrito, he escrito.
23Cuando los soldados hubieron crucificado a Jesús, tomaron sus vestidos, e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Tomaron también su túnica, la cual era sin costura, de un solo tejido de arriba abajo. 24Entonces dijeron entre sí: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, a ver de quién será. Esto fue para que se cumpliese la Escritura, que dice:
Repartieron entre sí mis vestidos,
Y sobre mi ropa echaron suertes.
Y así lo hicieron los soldados. 25Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. 26Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. 27Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.
28Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed. 29Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca. 30Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.
El costado de Jesús traspasado
31Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo* (pues aquel día de reposo* era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí. 32Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él. 33Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. 34Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. 35Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis. 36Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo. 37Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.


Juzgamiento y crucifixión del Salvador
El juicio religioso y las negaciones de Pedro 
Juan 18:12–27
Juan 18:12–14. Cuando Jesús fue arrestado, estaba oscuro y era tarde. Sin duda, había tenido un día bastante agitado. Sus discípulos estaban tan cansados por las actividades y presiones, que se habían quedado dormidos. Pero él experimentó una profunda crisis estando en oración y agonía (Mr. 14:33–41; Lc. 22:44) mientras ellos dormían. Ahora Jesús estaba atado y en poder de sus enemigos. Estaba solo, ya que sus discípulos habían sido esparcidos (Mt. 25:46, Jn. 16:32).

El juicio religioso se dio inicio  
Las palabras: le llevaron … a Anás, proveen información que no se da en los otros evangelios. Anás había sido designado sumo sacerdote por Cirenio, gobernador de Siria en el año 6 d.C. y permaneció en su cargo hasta que fue depuesto por Valerio Grato procurador de Judea en el año 15 d.C. De acuerdo con la ley judía, el oficio de sumo sacerdote era para toda la vida, pero a los romanos no les gustaba la concentración de poder en una sola persona, así que frecuentemente cambiaban sumo sacerdote. 

Anás fue sucedido por cinco de sus hijos y por su yerno Caifás (V.Familia de Anás” en el Apéndice, pág. 348). Es evidente que Anás permanecía como el poder tras el trono, ya que realizó una investigación preliminar antes del juicio formal de Jesús. Caifás … era el sumo sacerdote aquel año, es decir, ese terrible año en que ocurrió la muerte de Jesús. Juan recordó a sus lectores acerca de la profecía que hizo Caifás sin darse cuenta (Jn. 11:49–52).

Juan 18:15–16. Después de la dramática escena en el huerto en que la multitud se llevó a Jesús y los discípulos corrieron asustados, dos de ellos regresaron y siguieron al Señor y a sus enemigos cruzando el Cedrón hasta llegar a la ciudad. Ellos eran Simón Pedro y otro discípulo. No se sabe quién es éste, pero bien pudo ser Juan, el hijo de Zebedeo (cf. 20:2; 21:20, 24). Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y por tanto tenía acceso al patio del sumo sacerdote. Así que estaba en una posición única para saber lo que estaba ocurriendo y pudo permitir que Pedro entrara al patio.

Juan 18:17–18. La negación de Pedro ante la criada portera contradice en forma muy obvia su afirmación anterior de que daría su vida por Jesús (13:37) así como su conducta belicosa al cortar la oreja de Malco (18:10). Evidentemente, el otro discípulo también estaba en peligro (quizá mayor), pero no negó a Jesús. Pedro se paró junto al fuegocalentándose en la fría noche de primavera, ya que Jerusalén está a unos 800 mts. sobre el nivel del mar. Este pequeño detalle acerca de la baja temperatura es otra indicación de que el autor de este libro fue testigo presencial.

Juan 18:19. Los eventos que aparecen en los vv. 12–27 son como un drama presentado en dos escenarios. Se prepara el primero (vv. 12–14) mientras la acción sigue en el segundo (vv. 15–18). Después la acción vuelve al primer escenario (vv. 19–24) y posteriormente regresa al otro (vv. 25–27).

La investigación preliminar acerca de Jesús puede compararse a lo que sucede hoy en día cuando a una persona se le lleva arrestada a la jefatura de policía. Anás preguntó a Jesús acerca de las personas que compartían su punto de vista y la naturaleza de su doctrina. Si lo que se temía era una insurrección (cf. 11:48), estas eran las preguntas normales.

Juan 18:20–21. Jesús respondió que no pertenecía a ninguna secta u organización secreta. Tenía un círculo cercano de discípulos, pero el carácter de su enseñanza no era privado. Él había enseñado abierta y públicamente en la sinagoga y en el templo. La gente conocía su doctrina, así que si Anás tenía preguntas acerca de ella, habría muchos que podrían responderle. Jesús no tenía dos clases de verdades o enseñanzas. Era inocente, a menos que se probara lo contrario. Por tanto, debían buscar testigos si había alguna acusación grave contra él. Por supuesto que no tenían ninguna razón comprobada, así que buscaban la forma de engañarlo o hacerlo caer en una trampa.

Juan 18:22–24. A uno de los ayudantes de Anás no le gustó la respuesta de Jesús, por lo que le dio una bofetada. Esta audiencia preliminar tuvo múltiples irregularidades, siendo ésta una de ellas. Era ilegal tratar de inducir a una persona para que se declarara culpable y no era correcto golpearla si no había sido condenada. En su respuesta, Jesús no se estaba refiriendo a su forma de hablar (¿Así respondes …?), sino al contenido de su enseñanza si he hablado mal. Es más fácil evadir la verdad o silenciar al que la dice, que tratar de responder a ella. Por sí misma, ésta tiene poder de persuasión y para quienes se oponen, es difícil contradecirla. Jesús subrayó este punto al exponer la hipocresía de ellos. Conocían la verdad, pero amaban el error. Vieron la luz, pero amaron las tinieblas (cf. 3:19; Ro. 1:18). Después de esta entrevista preliminar, Anás … envió a Jesús a su yerno Caifás (cf. Jn. 18:13).

Juan 18:25–27. En esta sección, se narra que Pedro negó al Señor por segunda y tercera ocasiones. La traición del apóstol aparece registrada en los cuatro evangelios, lo que indica la importancia que los escritores dieron a la caída de su líder. Ya que todos los hombres fallan, y hasta los cristianos de renombre tropiezan con frecuencia, el registro de las negaciones de Pedro (y su subsecuente restauración, cf. cap. 21) es de gran consuelo pastoral. 

La última negación fue motivada por una pregunta que hizo un pariente de Malco, a quien Pedro había tratado de matar en el huerto. Justo después de que negó a Jesús por tercera ocasión, el Señor lo miró (Lc. 22:61) y Pedro se fue llorando amargamente (Lc. 22:62). Fue entonces que el gallo cantó (cf. Mt. 26:72–74), lo cual cumplió la profecía de Jesús (Jn. 13:38). (Marcos escribió que el gallo cantó dos veces; V. el comentario de Mr. 14:72.) El que cantara el gallo y el asna de Balaam hablara, revelan la soberanía de Dios y que todas las cosas se mueven de acuerdo con su plan y su tiempo.
El juicio civil 
Juan 18:28–19:16
Juan 18:28–29. Cada uno de los escritores de los evangelios pone su énfasis característico en la presentación del juicio, muerte y resurrección de Jesús. Parece que Juan complementa el material de los primeros tres evangelios. Sólo él reportó la entrevista con Anás y la que tuvo con Pilato con mucho mayor detalle y discernimiento sicológico. Juan no reportó el juicio realizado ante el sanedrín judío (Mr. 14:55–64) donde se le hizo el cargo de blasfemia. 

Ya que el concilio judío no tenía el derecho legal de condenar a muerte a Jesús, el caso debía llevarse ante el gobernador romano, Poncio Pilato (26 a 36 d.C.). Generalmente, el gobernador vivía en Cesarea, pero durante las grandes festividades era conveniente que estuviera en Jerusalén en caso de que ocurriera algún disturbio o insurrección. La pascua era particularmente peligrosa, debido a que las emociones de los judíos se alteraban al recordar la liberación de su esclavitud.

La ubicación del pretorio (palacio de gobierno romano) ha sido muy discutida. Pudo haber estado en la fortaleza Antonia, al lado norte del área del templo, o en uno de los dos palacios de Herodes localizados al oeste de la ciudad. A los judíos se les prohibía entraren una casa gentil (en este caso, el pretorio), pero sí podían entrar al patio o a sus corredores. Es irónico que los líderes judíos estuvieran preocupados por no contaminarse, ¡mientras estaban planeando un asesinato! Entonces salió Pilato a los judíos (probablemente a uno de los patios) y comenzó su interrogatorio informal.

Juan 18:30–31. La respuesta de los judíos a Pilato revela la hostilidad que había entre ellos. (Ellos lo aborrecían por su dureza y por el hecho de que un gentil los gobernaba. Pilato les correspondía y eventualmente en el año 36 d.C., ellos lograron que el gobernante fuera llamado de vuelta a Roma.) En esa ocasión, Pilato se rehusó a ejecutar a Jesús. Él sabía lo que estaba ocurriendo; había visto la entrada triunfal unos cuantos días antes; sabía que la causa de la acusación contra Jesús era la envidia (Mt. 27:18); así que decidió jugar con los judíos usando la vida del Señor como premio. Se negó a hacer cualquier cosa sin tener un cargo suficientemente grave. La acusación de los judíos de blasfemia era difícil de probar y no impresionó a Pilato como para considerarlo digno de muerte bajo la ley civil romana. Parece que los judíos habían perdido el derecho a dar muerte a alguien, aunque en ciertas ocasiones apedreaban a los reos (cf. Hch. 6:8–7:60). Jesús era popular y el sanedrín quería que muriera, si era posible, a manos de los romanos. El sanedrín podía condenar, pero sólo los romanos podían ejecutar legalmente.

Juan 18:32. Juan explicó por qué los judíos entregaron a Jesús a los romanos. Las ejecuciones judías consistían normalmente de apedrear a la persona, causando que los huesos se fracturaran. El método romano de ejecución era la crucifixión. Por tres razones, era necesario que Jesús fuera crucificado por los romanos por instigación de los judíos: (a) para cumplir las profecías (e.g., que ninguno de sus huesos sería roto; cf. 19:36–37); (b) para incluir tanto a judíos como a gentiles en la culpabilidad colectiva del hecho (cf. Hch. 2:23; 4:27); (c) por medio de la crucifixión, Jesús fue “levantado” como “la serpiente en el desierto” (cf. el comentario de Jn. 3:14). Una persona que estuviera bajo la maldición de Dios debía ser expuesta (colgada) en un madero como señal del pecado juzgado (Dt. 21:23; Gá. 3:13).

Juan 18:33–34. Pilato se entrevistó en privado con Jesús (vv. 33–38a). Sabía que normalmente los judíos no entregarían a uno de los suyos para ser juzgado por los odiados romanos; podía ver que había algo extraño en torno a este caso. De acuerdo con Lucas (23:2), ellos acusaron a Jesús de tres cosas: de pervertir a la nación, de oponerse al pago de impuestos al César y de proclamarse como “Cristo, un rey”. Pilato comenzó preguntando a Jesús si él era el Rey de los judíos. Jesús preguntó a Pilato si esa idea era de él mismo o si otros (los judíos) se lo habían dicho. Con esta pregunta, Jesús quería saber si Pilato estaba preocupado de que él constituyera alguna amenaza política para Roma, es decir, que fuera un revolucionario.

Juan 18:35–36. Pilato le respondió sarcásticamente preguntándole si él era judío. Por supuesto que él no estaba interesado en cuestiones judías, sino sólo en los asuntos concernientes al gobierno civil. Jesús debe haberse sentido profundamente herido por el hecho de que Pilato subrayó que fueron los judíos, su propia nación, y sus líderes religiosos quienes lo habían acusado. 

En su prólogo, Juan había hablado ya acerca de este triste tema: “a lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (1:11). Jesús contestó que no había necesidad de que Roma temiera una insurrección política. Él no era un zelote, ni un líder guerrillero revolucionario. Su reino no es así. No es de este mundo; es de otro lugar, es decir, del cielo. Por tanto, no viene por medio de la rebelión, sino por la sumisión a Dios. No se basaba en los actos de violencia de los hombres, sino en un nuevo nacimiento que proviene del cielo y que hace salir a una persona del reino de Satanás y la traslada al reino de Dios (cf. Col. 1:13; Jn. 3:3).

Juan 18:37. Ya que Jesús se refirió a un reino, Pilato se centró en la palabra “rey” para continuar con su interrogatorio. ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús afirmativamente, pero aclaró que su reino no era como el de Roma, sino un reino de verdad que superaba a todos los demás. Dijo: todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. En pocas palabras, Jesús afirmó su origen divino (he nacido … he venido al mundo) y su ministerio (para dar testimonio a la verdad). Más tarde, él se convertiría en el juez de Pilato.

 Juan18:38. La pregunta de Pilato: ¿Qué es la verdad? ha resonado a través de los siglos. No se sabe con exactitud cuál era la intención de Pilato. ¿Era un deseo sincero de conocer lo que nadie podía decirle? ¿Era cinismo filosófico tocante al problema de la epistemología? ¿Era indiferencia a algo tan impráctico como el pensamiento abstracto? ¿Era enojo por la respuesta de Jesús? Todas estas son interpretaciones viables de sus palabras. Pero el asunto vital aquí es que repentinamente dio la espalda a aquél que es “la verdad” (14:6) sin esperar respuesta. La declaración de Pilato acerca de la inocencia de Jesús es importante. Él moriría como el cordero pascual, que debía ser un macho de un año y sin defectos (Éx. 12:5).

Juan 18:39–40. Habiendo mostrado su falta de interés en la verdad, Pilato también reveló una ausencia de compromiso con la justicia; le faltaba el valor para respaldar sus convicciones. Si Jesús era inocente de todos los cargos, entonces Pilato debió haberlo liberado. Pero en lugar de hacerlo, optó por hacer una serie de arreglos censurables con tal de no enfrentarse con una verdad inconveniente estando en esa circunstancia difícil. Primero, cuando descubrió que Jesús era de Galilea, lo envió a Herodes (Lc. 23:6–7). Segundo, trató de apelar a la multitud (Juan 18:38) esperando zafarse de cumplir el deseo de los principales ancianos y sacerdotes. Sabiendo que Jesús era popular, pensó que la multitud preferiría a Jesús que a Barrabás. Pero los líderes demostraron ser muy insistentes y persuasivos (cf. Mt. 27:20). La oferta de soltar a Barrabás, quien era culpable de homicidio e insurrección, mostró cuán pobre era el juicio de la persona que estaba encargada de proteger los intereses de Roma.

Juan 19:1–3. Tercero, Pilato … le azotó. Esta acción, de acuerdo con Lucas (23:16), fue otro intento de quedar bien con ellos, porque todavía tenía la esperanza de que la multitud quedara satisfecha con un poco de sangre. Los azotes romanos se realizaban con un látigo de cuero con pedazos de metal en los extremos. A menudo, los condenados morían después de ser azotados. La flagelación, la burlona corona de espinas, el manto de púrpura, la ridiculización al proclamarlo Rey de los judíos y las bofetadas fue todo parte de la profunda humillación que Jesús, como Siervo del Señor (cf. Is. 50:6; 52:14–53:6), sufrió al identificarse con el pecado humano. (Mateo y Marcos añaden que los soldados escupieron a Jesús [Mt. 27:30; Mr. 15:19]). Las espinas que pusieron sobre su cabeza son un recordatorio de las espinas que surgieron en la tierra como consecuencia del pecado humano (Gn. 3:18)

Juan 19:4–5. Pilato apeló a la multitud tratando de liberar a Jesús, pero falló de nuevo. La sed de ver derramada la sangre de Jesús no tenía límites. Las palabras de Pilato: ¡He aquí el hombre! (en latín: Ecce homo) se han hecho famosas. Es extraño que varias de las declaraciones de Pilato se hayan inmortalizado. A esas alturas, Jesús debe haber sido una figura patética y sangrienta, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura.

Juan 19:6–7. Los líderes judíos mostraron el odio que sentían por Jesús y dieron voces pidiendo su muerte. La crucifixión era una muerte vergonzosa, generalmente reservada para criminales, esclavos y especialmente, revolucionarios. Al principio, Pilato se negó a ser el verdugo, pero después los líderes revelaron la verdadera razón de su acusación: se hizo a sí mismo Hijo de Dios. De acuerdo con la ley, si se podía comprobar, el cargo por blasfemia (Lv. 24:16) ameritaba la muerte. Más o menos al mismo tiempo, la esposa de Pilato le envió a decir unas extrañas palabras: “No tengas nada que ver con ese justo, porque hoy he padecido mucho en sueños por causa de él” (Mt. 27:19).

Juan 19:8–11. La respuesta de Pilato refleja temor. Siendo pagano, había escuchado que dioses con apariencia humana visitaban a los hombres y los juzgaban. Quizá, la majestad solemne de Jesús y sus declaraciones de verdad comenzaron a intranquilizar su conciencia. La negativa de Jesús a responder a la pregunta de Pilato: ¿De dónde eres tú? cumplieron las palabras de la profecía que se encuentra en Isaías 53:7.

Pilato tuvo la oportunidad de aceptar la verdad, pero la desperdició. Perturbado por el silencio de Jesús, le preguntó: ¿No sabes que tengo autoridad …? Es cierto, Pilato tenía algo de poder, pero era como una pieza en un juego de ajedrez. No obstante, fue responsable de las decisiones que tomó (cf. Hch. 4:27–28; 1 Co. 2:8). En última instancia, Dios es el único que tiene el poder completo y definitivo. Jesús dijo que Pilato también estaba bajo la autoridad de Dios y por lo tanto, era responsable ante él: el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene. En esta afirmación, ¿se estaba refiriendo Jesús a Judas, Satanás, Caifás, los sacerdotes, o a los judíos? Quizá Caifás es la mejor opción, puesto que fue quien envió a Jesús a Pilato. Aunque este último fue culpable (cf. las palabras del Credo de los Apóstoles: “sufrió bajo Poncio Pilato”), Jesús puso mayor peso sobre Caifás como responsable (cf. Jn. 11:49–50; 18:13–14).

Juan 19:12–13. Pilato, probablemente sintiéndose culpable, quería soltarle … pero los judíos usaron una nueva estrategia. Dejar libre a Jesús, alegaban, significaría una deslealtad al César. El título amigo de César (latín, amicus Caesaris) era una consideración importante. Tiberio era el emperador, estaba enfermo, sospechaba de todo mundo y a menudo era violento. Pilato tenía mucho que ocultar y no quería que llegara a oídos de su jefe un reporte desfavorable. Si tenía que escoger entre demostrar su lealtad a Roma o favorecer a un judío extraño y despreciado, en su mente no cabía ninguna duda. El dilema debía resolverse, así que Pilato tomó la decisión oficial.

Juan 19:14–16. La hora sexta, de acuerdo al sistema romano de medición del tiempo, podría significar las 6:00 a.m. (algunos académicos, sin embargo, opinan que se refiere al medio día; cf. el comentario de 1:39; 4:6). 

Era la preparación de la pascua (i.e., viernes). Ese mismo día fue la pascua, el día en que Cristo murió. Pero era también la víspera de la fiesta de los panes sin levadura que duraba siete días y que seguía inmediatamente después del día de la pascua. A esa semana se le ha llamado también la semana de la pascua (cf. Lc. 2:41; 22:1, 7; Hch. 12:3–4; V. el comentario de Lc. 22:7–38).

Pilato dijo: ¡He aquí vuestro Rey! Esta es otra ironía. (Juan es el único escritor de los evangelios que menciona este incidente.) Pilato no creía que Jesús fuera su rey, pero para provocar a los judíos, llamó a Jesús Rey de los judíos. Juan vio la importancia de este hecho porque Jesús moriría por su pueblo como su Rey, es decir, como el Mesías. Pilato no pudo resistir la tentación de incitar a los judíos: ¿A vuestro Rey he de crucificar? ¡Como si Roma no fuera capaz de crucificar a un rey judío! La respuesta de los judíos: no tenemos más rey que César, estaba cargada de ironía. Los rebeldes judíos declararon su lealtad a Roma pero desecharon a su Mesías (cf. Sal. 2:1–3).
La crucifixión
Juan 9:17–30
Juan 19:17–18. Cargando su cruz, salió Jesús. Estas palabras cumplen dos símbolos o tipos del A.T. Isaac cargó la leña para su propio sacrificio (Gn. 22:1–6) y, por otro lado, la ofrenda por el pecado se sacaba del campamento o ciudad (cf. He. 13:11–13). De esa manera, Jesús fue hecho pecado (2 Co. 5:21). En ar., es probable que al Gólgota, lugar … de la Calavera, se le llamara así por la colina que tiene una cima árida y pedregosa en forma de calavera. Los otros dos que también fueron crucificados con Jesús se mencionan para hacer comprensible el relato que sigue en relación a que a ambos les quebraron las piernas, no así a Jesús (cf. Jn. 19:32–33). Lucas añadió que los dos eran “criminales” (Lc. 23:32–33) y Mateo les llamó “ladrones” (Mt. 27:44).

Juan 19:19–20. El juego entre Pilato y los sacerdotes continuó cuando se escribió el título (gr. titlon; latín, titulus) que generalmente se colocaba sobre la cruz de un criminal. Decía: Jesús nazareno, Rey de los judíos. Debido a que el título estaba escrito en tres idiomas, en hebreo, en griego y en latín y la crucifixión se realizaba en un lugar público, todos los que sabían leer pudieron ver la clara proclamación que había en la inscripción.

Juan 19:21–22. Naturalmente que los principales sacerdotes no querían que esto se anunciara como un hecho. Querían que la leyenda dijera que Jesús había muerto por decir que era el Rey de los judíos. Así que protestaron ante Pilato para que cambiara el letrero. Pilato se negó a hacerlo. Sin duda, sintió que ya había hecho bastante del trabajo sucio de los líderes de la nación y disfrutó la pequeña broma que les había jugado. 

Su arrogante respuesta: Lo que he escrito, he escrito, completa una serie de declaraciones sorprendentes hechas por Pilato (cf 18:38; 19:5, 14–15; Mt. 27:22). Juan también mostró ironía ya que asentó que si bien Pilato fue quien escribió esas palabras, en realidad Dios había querido que su Hijo muriera con ese título sobre la cruz. En otro sentido, las palabras son un severo juicio acerca de la vida de Pilato. Él había participado y tenido la oportunidad de escoger la verdad, pero aun siendo gentil, ¡sería juzgado con justicia por el Rey de los judíos!

Juan 19:23–24. La actividad de los soldados al desnudar a Jesús y repartirse sus vestidos formaba parte de la acostumbrada crueldad de aquellos tiempos. La ropa era hecha a mano y por tanto, costosa comparada con la ropa de hoy. Los verdugos recibían la ropa de los prisioneros como paga. 

La túnica … (ropa interior) sin costura era del tipo de las que usaba el sumo sacerdote. No obstante, Juan no elabora más sobre este particular. Juan vio la importancia del cumplimiento de Salmos 22:18, en el que el paralelismo poético de ese v. se cumple de dos maneras: 
(a) Repartieron entre sí mis vestidos,
(b) sobre mi ropa echaron suertes. El hecho de que Jesús muriera desnudo se añade a la vergüenza que sufrió por nuestros pecados. A la vez, él es el postrer Adán que provee vestiduras de justicia para los pecadores.

Juan 19:25–27. En agudo contraste con la crueldad e indiferencia de los soldados, un grupo de cuatro mujeres observaban los acontecimientos con amor y dolor. La angustia de la madre de Jesús cumplió la profecía de Simeón: “una espada traspasará tu misma alma” (Lc. 2:35). 

Al ver el dolor de ella, Jesús honró a su madre al encomendarla al cuidado de Juan, el discípulo a quien él amaba, ya que viviendo en Galilea, sus hermanos y hermanas no estaban en posición de cuidarla o consolarla. Las palabras de Jesús a María y al discípulo amado constituyen la tercera frase que Jesús dijo desde la cruz (y la primera registrada por Juan). En los otros evangelios, Jesús ya había expresado su deseo de perdón a los verdugos romanos (Lc. 23:24) así como a uno de los ladrones (Lc. 23:42–43).

Juan 19:28–29. Juan no registra el cuarto dicho de Jesús desde la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (cf. Mt. 27:46; Mr. 15:34), pero sí la quinta frase: Tengo sed. La construcción de la oración de 19:28 indica que Jesús estaba totalmente consciente y sabía que estaba cumpliendo los detalles de las profecías (Sal. 42:1–2; 63:1). Es impresionante la paradoja de que aquél que es el agua de vida (Jn. 4:14; 7:38–39) muriera sediento. Al darle vinagre, un vino amargo, cumplieron la profecía de Salmos 69:21. Parece extraño que hayan puesto una esponja en un tallo de hisopo. Quizá este detalle subraya el hecho de que Jesús murió como el verdadero cordero de la pascua, ya que se usaba hisopo en esa celebración (cf. Éx. 12:22).

Juan 19:30. El sexto dicho que Jesús habló desde la cruz fue la sola palabra gr. tetelestai que significa: Consumado es. Se han encontrado antiguos recibos en papiro por el pago de impuestos que tienen la palabra tetelestai escrita a lo ancho del documento, que da a entender “pagado por completo”. En labios de Jesús, esta palabra adquiere un significado muy importante. Cuando dijo “consumado es” (no “ya he terminado”), quiso decir que su obra redentora estaba completa. Él había sido hecho pecado por la humanidad (2 Co. 5:21) y había sufrido la pena que exige la justicia de Dios por el pecado. Aun en el momento de su muerte, Jesús fue quien entregó su vida (cf. Jn. 10:11, 14, 17–18). 

Inclinó la cabeza (diciendo la última frase: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” [Lc. 23:46]) y entregó el espíritu. Este proceso difiere del proceso normal de muerte por crucifixión, en que el espíritu de vida abandonaba el cuerpo lentamente y después la cabeza caía hacia adelante.
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