Mostrando entradas con la etiqueta crucifixión. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta crucifixión. Mostrar todas las entradas

viernes, 25 de marzo de 2016

Estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




 Crucifixión y muerte de Jesús
Juan 19:17-37

(Mt. 27.32–50; Mr. 15.21–37; Lc. 23.26–49)
17Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; 18y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. 19Escribió también Pilato un título, que puso sobre la cruz, el cual decía: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS. 20Y muchos de los judíos leyeron este título; porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad, y el título estaba escrito en hebreo, en griego y en latín. 21Dijeron a Pilato los principales sacerdotes de los judíos: No escribas: Rey de los judíos; sino, que él dijo: Soy Rey de los judíos. 22Respondió Pilato: Lo que he escrito, he escrito.
23Cuando los soldados hubieron crucificado a Jesús, tomaron sus vestidos, e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Tomaron también su túnica, la cual era sin costura, de un solo tejido de arriba abajo. 24Entonces dijeron entre sí: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, a ver de quién será. Esto fue para que se cumpliese la Escritura, que dice:
Repartieron entre sí mis vestidos,
Y sobre mi ropa echaron suertes.
Y así lo hicieron los soldados. 25Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. 26Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. 27Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.
28Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed. 29Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca. 30Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.
El costado de Jesús traspasado
31Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo* (pues aquel día de reposo* era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí. 32Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él. 33Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. 34Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. 35Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis. 36Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo. 37Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

Semana Santa Bíblica: La muerte de El Hijo de Dios
Nos preparamos para enseñar al rebaño
             El Hijo de Dios muere como sustituto de su pueblo. La crucifixión                               Juan 19: 17-37

Juan 31–33. Entonces los judíos, por cuanto era la Preparación, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí. Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él. Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas.

A veces los sanedritas podían ser muy escrupulosos en la observancia de los detalles de la ley ceremonial. ¿No era cierto que la tierra se profanaría si colgaba toda la noche un cuerpo de una cruz? Véase Dt. 21:23. Esta profanación sería peor si los cuerpos permanecían en la cruz en sábado. La tarde estaba cayendo (la tarde de la Preparación, es decir, del Viernes; véase sobre 19:14, 42); se acercaba el ocaso, o sea, hacia el sábado. Además, este sábado concreto era “de gran solemnidad”, porque era el sábado de la Pascua, festividad de siete días.

Así pues los judíos (posiblemente los principales sacerdotes) le pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados, a fin de que se produjera de inmediato la muerte. Entonces se podrían quitar los cuerpos y todo habría concluido antes del sábado.

Esta rotura de los huesos (crurifragium es el nombre) por medio de golpes violentos de martillo o acero era terriblemente inhumana. Producía la muerte, que de no ser así podía tardar en llegar horas e incluso días. Dice el Dr. S. Bergsma en un artículo : “La conmoción que produce semejante herida cruel a los huesos puede ser el golpe de gracia que produzca la muerte”.

Pilato dio rápidamente el permiso. Juan vio cómo los soldados rompían los huesos de los dos malhechores. También vio que al darse cuenta de que Jesús ya había muerto, no le quebraron los huesos. Es muy probable que se abstuvieran de hacerlo por orden del centurión, en quien Jesús había producido una profunda impresión (Lc. 23:47). ¿No parecería probable también que José de Arimatea ya hubiera dado a conocer al centurión que iba a pedir permiso a Pilato para bajar el cuerpo de Jesús?

Juan 34–37. Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. Y el que lo ha visto ha dado testimonio, y su testimonio es genuino; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis. Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

Para garantizar que no existiera ni la más mínima posibilidad de que quedara algo de vida en el cuerpo de Jesús, uno de los soldados atravesó el costado de Jesús con una lanza o espada. Como la espada se sostenía en la mano derecha, probablemente, lo más verosímil es que se abriera el costado izquierdo de Jesús. Al instante salió sangre y agua.

Juan amplía este hecho, dedicando no menos de cuatro versículos al mismo. Debe haber tenido un propósito al hacerlo así. Es muy probable que tratara de decir a sus lectores que Cristo, el Hijo de Dios, de hecho murió (según su naturaleza humana). La muerte de Jesús no fue en apariencia; fue real. El apóstol mismo había estado presente y había visto brotar del costado del Señor la sangre y el agua. ¡Que los docetas tomen nota!

Pero ¿qué hizo que brotara sangre y agua de la abertura producida por la espada! Consúltense los distintos comentarios; también el artículo Blood and Water en I.S.B.E. Según este artículo la explicación fisiológica podría ser ésta, que la muerte de Jesús se produjo por la rotura del corazón como resultado de una gran agonía y dolor mentales. Una muerte así sería casi instantánea, y la sangre que desemboca en el pericardio se coagularía en grumos rojos (sangre) y suero límpido (agua). La herida de espada permitiría entonces que saliera esta sangre y agua. El artículo menciona los nombres de varios médicos distinguidos que han aceptado esta teoría.

Hace unos años el Dr. Stuart Bergsma, destacado médico de Grand Rapids, Michigan (ex-misionero-médico en Etiopía—cirujano del Hospital Tafari Makkonen, George Memorial Building, Addis Ababa—luego misionero-médico en India; autor de Rainbow Empire, Grand Rapids, Michigan, 1932; y de Sons of Sheba, Grand Rapids, Michigan, 1933) escribió un excelente artículo acerca de este tema. Apareció en Marzo de 1948 en Calvin Forum

El se abstiene prudentemente de sacar una conclusión concreta. El asunto es demasiado incierto, y los especialistas en enfermedades cardíacas (y sobre todo en rotura del corazón) no parecen estar en completo acuerdo. Sin embargo, del artículo resulta claro que el Dr. Bergsma se inclina algo hacia la teoría del corazón roto como explicación de que brotara sangre y agua del costado de Jesús. El examinó el problema con típica meticulosidad y consultó a varios especialistas en la materia. En su artículo cita las fuentes (libros y artículos publicados y correpondencia privada).

Antes de entrar en materia ya en detalle, deberían eliminarse algunas ideas erróneas:

1. La afirmación “Jesús murió de rotura del corazón” suele despertar oposición inmediata. Estamos tan acostumbrados a interpretar tales frases en forma metafórica. Por ejemplo, es probable que digamos en relación con alguien que ha sido profuntamente herido en su vida afectiva, “Eso le destrozó el corazón”. Ahora bien, es cierto que Jesús no murió por desengaño. Murió triunfador. Cuando hablamos de la posibilidad de que la sangre y agua que brotaron del costado de Jesús indiquen una rotura previa del corazón, utilizamos el término rotura de corazón en un sentido estrictamente fisiológico.

2. Otro error que hay que disipar es éste, que si Jesús murió de rotura de corazón, no dio la vida. En este caso su muerte no fue un sacrificio voluntario. ¡Semejante conclusión es totalmente errónea! Jesús entregó ciertamente su vida en sacrificio voluntario. Esta es la enseñanza clara de toda la Escritura, sobre todo 10:11. Pero imaginemos, por un momento, que Jesús, aun sabiendo que el tomar sobre sí la ira de Dios le destrozaría el corazón, decide sin embargo, hacerlo; ¿podríamos decir entonces que su muerte no fue voluntaria? El carácter voluntario de la muerte de nuestro Señor ciertamente no disminuiría un ápice.

3. Debe eliminarse otro error, a saber, que la lanzada produjo la muerte. Esto es totalmente erróneo; porque, el escritor inspirado, antes de decir nada acerca de la perforación del costado de Cristo, ya ha escrito, “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu”. Lo que Juan escribe respecto a la lanzada no fue escrito para describir qué causó la muerte de Cristo, sino para mostrar que Jesús había de hecho muerto. Además, como dice el Dr. S. Bergsma en su artículo, “Presuponer, como hacen algunos, que la lanza perforó el corazón todavía vivo, y explicar de esta manera la sangre y agua, es contrario.… a la ciencia, porque en este caso hubiera brotado pura sangre. Su muerte iba a producirse en la crucifixión misma, no en la lanzada de un soldado.

Una vez descartados estos errores pasaremos ahora a presentar la posición del Dr. Bergsma, citando sus palabras:

“En mi opinión, que sostengo humildemente aunque no es apoyada por las primeras cuatro autoridades que he citado, aunque sí por las dos últimas, la presencia de una cantidad considerable de suero y coágulos de sangre—que brotan de una herida de lanza, como se describió antes, pudo proceder sólo del corazón o saco pericárdico. 

Debemos aceptar desde un principio que el cuerpo de Cristo no estaba afectado por ninguna enfermedad previa. Era un perfecto cordero de Dios. Es sumamente extraño, casi imposible, dicen las autoridades, que se rompa el músculo cardíaco normal. Cristo, sin embargo, sufrió como nadie antes ni después ha sufrido. El Sal. 69:20 dice proféticamente, ‘El escarnio ha quebrantado mi corazón’. El versículo siguiente prosigue, ‘Me pusieron además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre’. 

Tomamos la segunda profecía como cumplida literalmente, pero muchos opinan que resulta fantasioso tomar el versículo 20 también en forma literal. Si el corazón de Cristo no se rompió, es difícil explicar cualquier acumulación de sangre y agua como la describe Juan. La efusión pericárdica normal de unos treinta gramos o menos sería una simple trivialidad que nadie hubiera observado”.

Juan escribe lo que ha visto. Da un testimonio autoritativo de lo que ha percibido con sus propios ojos. En cuanto al verbo testificar, véase sobre 1:7, 8. Este testimonio es genuino. “El”—probablemente refiriéndose a Cristo—sabe que Juan dice la verdad. Dice la verdad en relación con la sangre y el agua (elementos que demuestran que Cristo había tomado de hecho la naturaleza humana, y que había realmente muerto en su naturaleza humana) a fin de que los lectores no se sientan desorientados por herejías docetas, sino que sigan creyendo. Véase también sobre 20:30, 31.

No resulta completamente imposible que el Evangelio de Juan, tan simbólico, quiera vincular esta sangre y agua con los efectos de la expiación de Cristo; 1 Jn. 5:6 quizá apunta en esa dirección. Cf. Jn. 3:5; 7:37–39.

Cuando Juan vio cómo los soldados se abstuvieron de romper los huesos de Cristo, vio en ello el cumplimiento de las palabras referidas en Ex. 12:46; Nm. 9:12. No se había de quebrar ningún hueso del cordero pascual. Cristo era el verdadero cordero pascual. Véase sobre 1:29; léase también 1 Co. 5:7.

Cuando el apóstol observó la perforación del costado de Cristo, vio en ello el cumplimiento de la profecía de Zac. 2:10. En cuanto al contenido general de las profecías de Zacarías véase sobre 12:14, 15. Las palabras del profeta se citan aquí no según la LXX sino más bien según el original hebreo. La misma profecía, en forma algo modificada, se encuentra en Ap. 1:7. En este caso—aquí en 19:37—lo que se quiere decir simplemente es que la lanzada cumplió la profecía.
Síntesis de Juan 19:17–37
El Hijo de Dios muere como sustituto de su pueblo. La crucifixión.

A. Jesús lleva la cruz; clavado a la cruz entre dos criminales.
El Rey de los Judíos crucificado entre dos criminales. Por parte del gobernador esta decisión se tomó probablemente como ofensa a los judíos. Pero tiene otro aspecto: el Salvador crucificado entre dos pecadores, uno de los cuales se va a salvar. Por parte de Dios (y en cumplimiento de la profecía) esta decisión se tomó providencialmente con el fin de describir el propósito glorioso de la cruz.

B. La disputa acerca del título.
Si bien Pilato no lo supo, ¡el título fue inspirado! Dios mismo lo escribió. Fue inspirado en lo que se omitió: no se mencionó ningún pecado. También fue inspirado en lo que expresó: el Rey de los Judíos crucificado a fin de que pudiera manifestarse el Rey tanto de judíos como de gentiles—elegidos de entre todas las naciones—.

C. El reparto de los vestidos.
Esto fue un cumplimiento maravilloso de la profecía y a la vez nos muestra como Cristo llevó la maldición a fin de liberarnos de ella. En cuanto a la fracción descrita en la explicación del versículo 24, no garantizo su fidelidad. Lo escribí, sin embargo, porque estoy convencido de que apunta hacia la verdadera dirección, a saber, el cumplimiento verdaderamente sorprendente de la profecía en relación con Cristo. ¿Quién puede oír una interpretación del Mesías y no sentirse impresionado con esto?

D. Las palabras a María y a Juan.
El corazón más amoroso (el de Juan) se mantuvo lo más próximo a Jesús. Se le confió sólo a él el cuidado de María. Esto también revela la “forma de ser” de Jesús.

E. La sed de Jesús.
El mismo Evangelio que proclama elocuentemente la divinidad de Cristo, también revela en forma diáfana su humanidad. En su naturaleza humana—y sólo en ella—sufrió. La naturaleza divina no podía sufrir. Entre la exclamación “Tengo sed”, y “Consumado es” pasó muy poco tiempo. Entonces entregó su espíritu. La naturaleza voluntaria de esta acción no puede enfatizarse lo suficiente. Claro está, esto no excluye en forma alguna la idea de una causa física que produjo su muerte física. Pero esa causa física también estaba completamente en su poder.

F. La perforación de su costado.
Además de lo ya dicho, adviértase lo siguiente:
1. La teoría de la ruptura del corazón (antes de la lanzada) tiene los siguientes aspectos en su favor:
a. Toma muy en serio la profecía del Sal. 69:20 (“El escarnio ha quebrantado mi corazón”), y acepta el mismo cumplimiento literal de esta profecía como se suele aceptar en relación con el versículo siguiente (“Me pusieron además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre”).
b. Se arguye que esta teoría ofrece una explicación razonable del flujo de sangre y agua, lo cual no hacen otras teorías.
c. Esta teoría subraya la grandeza de la agonía mental y espiritual de Cristo. De ordinario la muerte por crucifixión no produciría la ruptura del corazón, pero esta muerte no era ordinaria. Este Mártir sobrellevó la ira de Dios contra el pecado. Sufrió la muerte eterna, las congojas infernales.

2. Esta teoría tiene las siguientes debilidades:
a. No es más que una posibilidad. Para elevarla a la categoría de probabilidad habría que tener más información que la que se suministra en el Evangelio. Así, por ejemplo, ni siquiera podemos probar que el costado perforado fuera el izquierdo.
b. No se dispone de datos post-mortem respecto a otras personas que murieron crucificadas. Aunque los tuviéramos, no podrían mostrar lo que pudo haber sucedido en el caso de este Mártir único.
c. Pudo haberse producido un milagro, o puede haber otra forma no milagrosa de explicar el flujo de sangre y agua. Sencillamente no lo sabemos.
Como se ha señalado, el Dr. Bergsma se ha expresado con gran y encomiable cautela. Vale la pena estudiar con cuidado su artículo.

Debería ponerse de relieve, una vez más, un punto ya subrayado en la exégesis:
El relato inspirado no se interesa por mostrarnos cómo salió del costado de Jesús sangre y agua. Sólo se interesa por revelar el hecho en sí. En consecuencia, debemos fijar nuestra atención en ese punto. Del costado de Jesús brotaron de hecho sangre y agua. Por ello, era con toda seguridad humano, poseedor de un cuerpo humano. Había sin duda muerto. Su sangre y su Espíritu con toda certeza limpiarán de pecado. Se cumplió con toda, tanto en la omisión del crurifragio en su caso como en el brote de sangre y agua.
DESCARGAR


miércoles, 23 de marzo de 2016

Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?... De los que me diste, no perdí ninguno.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6





Nos preparamos para enseñar al Rebaño
SEMANA SANTA BÍBLICA
Juan 18:1-12

1Habiendo dicho Jesús estas cosas, salió con sus discípulos al otro lado del torrente de Cedrón, donde había un huerto, en el cual entró con sus discípulos. 2Y también Judas, el que le entregaba, conocía aquel lugar, porque muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos. 

3Judas, pues, tomando una compañía de soldados, y alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con linternas y antorchas, y con armas. 

4Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis? 5Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo: Yo soy. Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba. 6Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra. 7Volvió, pues, a preguntarles: ¿A quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús nazareno. 8Respondió Jesús: Os he dicho que yo soy; pues si me buscáis a mí, dejad ir a éstos; 9para que se cumpliese aquello que había dicho: De los que me diste, no perdí ninguno. 

10Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco. 11Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?

Semana Santa Bíblica
LA CRUCIFIXIÓN
Juan 18:1—19:42
Llegamos a la última etapa de la vida y ministerio terrenal de Jesús. 

Plummer comenta que Jesús, habiendo revelado su glorificación interna en la intercesión (caps. 13—17), ahora presenta su glorificación externa en su pasión y muerte (caps. 18 y 19). 

En un sentido real, el nacimiento, la niñez, el ministerio terrenal, el llamamiento y el discipulado de los doce por Jesús, todo se dirigía a este momento. La profecía “y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mat. 1:21) estaba por cumplirse. 

El Cristo eterno vino al mundo para morir por los pecadores; faltaban pocas horas para la realización de ese evento redentor. La hora en que había de ser glorificado al fin llegaba.

Aquí se describen: 
  • la traición por Judas y el arresto de Jesús, 
  • los juicios por los líderes judíos, 
  • las negaciones de Pedro, 
  • los juicios ante las autoridades romanas y 
  • el proceso de la crucifixión. 
Esta lista de temas coincide en muchos puntos con los relatos en los Sinópticos, pero a pesar de las similitudes, Culpepper señala que “Juan desarrolla la primitiva tradición cristiana en una manera distintiva…: su uso de simbolismo, ironía y doble significados, su énfasis en Jesús como Rey, y su interpretación de la muerte y exaltación de Jesús”.
1. El arresto de Jesús, Juan 18:1–12
Juan omite algunos de los eventos registrados por los Sinópticos: 
  • la agonía en Getsemaní, 
  • el beso de Judas, 
  • la reunión del Concilio a la salida del sol, 
  • la imposición sobre Simón de Cirene para cargar la cruz, 
  • la burla de los espectadores, 
  • la oscuridad al medio día, 
  • la confesión del centurión y 
  • el rasgamiento del velo en el templo. 
En cambio, Juan relata algunos acontecimientos que faltan en los Sinópticos: 
  • sus palabras de poder ( Juan 18:4–9), 
  • el examen ante Anás, 
  • el diálogo con Pilato sobre el reino ( Juan 18:36–38), 
  • las mujeres al pie de la cruz (Juan 19:25–27) y 
  • la participación de Nicodemo en el entierro del cuerpo de Jesús                            (Juan 19:39).

Cuando Jesús terminó la intercesión, Juan dice que salió, pero no especifica de dónde. Algunos entienden que salió del aposento alto, otros del recinto del templo, pues se piensa que el verbo describe la salida de un lugar encerrado. 

Sin embargo, otros siguen con la idea de que la intercesión tuvo lugar cerca del arroyo de Quedrón, y que salió de esa zona. Cruzando el arroyo de Quedrón, a poca distancia entraban en el huerto de Getsemaní. El nombre Getsemaní significa “prensa de olivos”. 

En aquel tiempo probablemente había un huerto de olivos allí, pero actualmente existen muy pocos. 

El término arroyo traduce un vocablo gr. compuesto interesante que significa “flujo del invierno”. Evidentemente muchos de los pequeños arroyos se secaban en el verano. El valle de Quedrón se ubicaba al este y cerca del templo de Jerusalén (ver 2 Sam. 15:23; 1 Rey. 2:37; 15:13). 

Quedrón significa “negro” u “oscuro”, quizás con referencia a los cedros verde oscuro o a las sombras en la cañada. Juan se refiere a un huerto, sin dar el nombre, donde Jesús acostumbraba orar; en cambio, los Sinópticos se refieren a “Getsemaní”, sin llamarlo un huerto. Seguramente se refiere al mismo lugar que comúnmente es conocido como “el huerto de Getsemaní”.

La costumbre de orar en un lugar definido con regularidad puede resultar arriesgada (ver Dan. 6:10, 11). Los líderes judíos, considerando las multitudes reunidas para la gran fiesta de Pascua y deseando evitar una revolución, querían prender a Jesús en un lugar aislado. 

Nada mejor que hacerlo de noche y en un lugar solitario como este huerto. A Judas se describe (v. 2) con un participio en el tiempo presente, lit. “el que estaba entregándolo” en ese momento. 

La expresión solía reunirse allí probablemente significa que era su costumbre cada vez que venía a Jerusalén, no solamente durante esta semana de pasión. El texto literal dice “muchas veces se reunió allí…”.

Juan había comentado que Satanás entró en Judas después de tomar en la boca el pan que Jesús le alcanzó (ver Juan 13:26 s.). 

La palabra compañía (v. 3), que traduce un vocablo gr. que significa “torcido como una cuerda de varias hilos” o “una banda”, se usaba como un término militar con referencia a una banda de 600 hombres. Se duda si tantos soldados habrían participado en el arresto. A veces se usaba el término compañía para referirse a una porción del número total. Pero, aunque fuera una fracción del total, el número, con los demás mencionados, sería impresionante. 

A toda costa querían evitar un motín. Probablemente los líderes judíos solicitaron la participación de los soldados romanos porque su intención última era la crucifixión.

Los guardias se refieren a la policía que aseguraba el orden en el templo y sus alrededores. Estos, juntamente con los fariseos, describen una delegación del Sanedrín. Culpepper comenta la ironía de la busca de Jesús con antorchas, lámparas y armas cuando él mismo era “la luz del mundo” ( Juan 8:12; ver Juan 1:5) y el “Príncipe de Paz” (Isa. 9:6). 

La descripción es de algo como un pequeño ejército con luces y armas, preparados para tratar con la resistencia de los galileos. Bultmann señala que en el arresto el “príncipe de este mundo” se presenta con todos sus recursos, pero en el fin el “Príncipe de Paz” será triunfante (ver Juan 14:30).

En el v. 4 tenemos otro ejemplo del conocimiento sobrenatural de Jesús. Sabiendo todo lo que estaba por delante, literalmente “todas las cosas que venían sobre él”, Jesús pudo enfrentarlo con absoluta calma y confianza. 

La expresión se adelantó traduce el mismo verbo del v. 1, “salió”, indicando que no siempre se refiere a la acción de salir de un lugar encerrado. Lindars comenta que Juan construye el diálogo con un típico efecto dramático. Jesús ocupa el centro del escenario bajo el foco total de las luces, toma la iniciativa y pregunta: “¿A quién buscáis?”

En vez de esconderse, o intentar escaparse, o demorar el desenvolvimiento natural de los eventos, Jesús manifiesta total prontitud para ir a la cruz. Cuando su hora aún no había llegado (ver Juan 7:30; Juan 8:20), Jesús se había apartado del peligro y la confrontación (ver Juan 8:59; Juan 11:54; Juan 12:36), pero ahora sale a su hora de gloria.

El nombre propio del Hijo encarnado de Dios es Jesús (griego), equivalente a “Josué” en hebreo, significando “Jehovah es salvación”. Era necesario agregar el adjetivo “nazareno” (v. 5) para identificar a Jesús porque este nombre se usaba comúnmente entre los judíos. Plummer comenta que la contestación, aquí literalmente: “A Jesús el nazareno” (ver Mat. 2:23), es más despectivo que Jesús de Nazaret (ver 1:46; Hech. 10:38). 

El término se encuentra en sentido despectivo en varios lugares (19:19; Mat. 26:71; Mar. 14:67), aunque a veces se usa en el sentido natural (Mar. 10:47; Luc. 18:37; 24:19). Parece que los seguidores de Jesús luego se llamaban, o eran llamados, “nazarenos” (Hech. 24:5).

La contestación de Jesús, Yo Soy (ego eimi; ver 4:26; 6:20; 8:24, 28, 58), el ser eterno, es equivalente al término heb. cuya transliteración es “Jehovah” (ver Heb. 13:8). Seguramente Judas y los fariseos entendieron ese significado. Judas, que había pertenecido a los discípulos de Jesús durante tres años, se había “convertido” a otro grupo y ahora estaba también con ellos, no como un observador, sino como el guía. 

El texto dice literalmente que “Judas estaba parado con ellos”. Juan no pierde la oportunidad de describirlo como “el que le estaba entregando” (ver v. 2). Se ha acusado a Juan de odiar a Judas, pero se nota que él no aprovecha la ocasión para relatar el beso con el cual Judas identificó a Jesús para los soldados.

La reacción (v. 6) ante las palabras de Jesús es sorprendente y significativa. No se especifica quiénes cayeron a tierra, si eran sólo los soldados, o también los líderes religiosos. Las palabras de Jesús tuvieron un impacto inmediato y fulminante. Literalmente: “se fueron hacia las cosas atrás y cayeron a tierra”. Ambos verbos están en el tiempo aoristo, indicando una acción puntual e inmediata. 

Es importante notar que estaban retrocediendo cuando cayeron, es decir, “cayeron hacia atrás” en temor, no hacia adelante en adoración. Plummer bien comenta que no tenemos los elementos de juicio para determinar si esta reacción se debe al efecto natural de la culpabilidad encontrándose con la absoluta inocencia, o un efecto sobrenatural realizado por la voluntad de Jesús. 

El énfasis en este relato es la gloriosa majestad y terrible poder de la persona de Jesús, por un lado, y su disposición de entregarse a los que venían con la misión de arrestarlo, por otro. Lindars acota que la reacción de los soldados es un efecto normal de una teofanía (ver Dan. 10:9; Hech. 9:4; 22:7; 26:14; Apoc. 1:17). 

Siguiendo esta línea de pensamiento, Brown y Mein dicen que “estas palabras no implican otra cosa sino que los hombres enviados a prender a Jesús se vieron vencidos por el ascendiente moral de Jesús y se quedaron ‘aterrados’ ”. En nuestra opinión, este episodio en ninguna manera da una base bíblica para la “caídas” que multitudes experimentan en las campañas evangelísticas y de sanidad de nuestros días. Lo que Juan registra es la reacción de incrédulos, quienes tenían la intención de matar a Jesús, no la de creyentes en un acto de quebrantamiento o de adoración.

Cuando había pasado el susto, quizás ellos todavía en el piso, Juan dice que Jesús repitió la pregunta (v. 4) y Ellos la contestaron (v. 5), pero con una pequeña variación, como es frecuente en los escritos juaninos. En el v. 7 dice Ellos dijeron, pero en el versículo 5 “Le contestaron”.

Jesús repite esa majestuosa afirmación “Yo Soy” (v. 8) con la cual se identifica como la persona que ellos buscaban. Otra vez, teniendo la oportunidad de esconderse en las sombras del huerto, Jesús toma la iniciativa y prácticamente les invita a tomarlo preso. Juan quiere mostrar que Jesús estaba en control de lo que pasaba. Aun en este momento de crisis personal, el buen “pastor” no se olvida del bien de sus “ovejas”. 

La frase condicional si a mí me buscáis es de la primera clase, reconociendo la realidad de la acción bajo consideración; significa “…puesto que a mí me buscáis…”. Parece que Juan quiere corregir la impresión dejada por los Sinópticos, donde se insinúa que éstos huyeron por temor (ver Mat. 26:56; Mar. 14:50).

Juan ve en la solicitud de Jesús del v. 9, “dejad ir a éstos”, el cumplimiento de lo que había dicho poco tiempo antes (17:12; ver 18:32); allí el texto dice “ninguno de ellos se perdió” pero aquí ninguno de ellos perdí. Se emplea el mismo verbo griego y el mismo tiempo del verbo (aoristo), pero se cambia la persona del verbo. 

El énfasis aquí es que Jesús se hacía responsable por la perseverancia de los discípulos. Lindars observa que en los casos anteriores la referencia es a la vida eterna o a la seguridad espiritual (ver 6:39; 10:28 s.; 17:12), mientras que aquí se refiere a la seguridad física. Sin embargo, Morris opina que la referencia en este versículo también tendría en mente la posible apostasía si los discípulos hubieran sido arrestados; “el guardarlos físicamente en este momento significaba guardarlos espiritualmente”. A. T. Robertson sugiere que este sería el momento cuando Judas se adelantó para dar un beso a Jesús (ver Mat. 26:49; Mar. 14:45; Luc. 22:48).

Llama la atención el hecho de que Juan menciona el nombre de Pedro y Malco (v. 10), cuando estos nombres se omiten en los Sinópticos. Algunos opinan que es un argumento para una fecha posterior de Juan, considerando que Pedro ya habría muerto y no habría más peligro de una represalia de judíos ni de romanos. 

El instrumento que Pedro empleó sería una espada corta, o un cuchillo largo, o un puñal, pero se objeta que tales armas estaban prohibidas durante la fiesta. Probablemente era el tipo de arma que usaría un hombre en defensa ante un animal salvaje. Aparentemente el grupo poseía dos espadas (ver Luc. 22:38). La acción de Pedro, aunque realmente tonta ante una compañía de soldados armados, es fiel a su carácter impulsivo. 

También el hecho de que haya cortado la oreja derecha indicaría una acción desesperada por uno poco adiestrado en el uso de la espada. Probablemente Pedro apuntaba a la cabeza y Malco volcó la cabeza a la izquierda, exponiendo la oreja derecha. Es un milagro que no hayan matado a Pedro en el instante, pero el hecho de que fue un judío a quién hirió, siervo del sumo sacerdote, y que Jesús lo haya sanado milagrosamente, lo habría salvado. 

Los detalles del episodio son propios de un testigo ocular: el nombre de Pedro y Malco, el tipo de arma, la precisión al mencionar la oreja derecha y que Malco era el siervo del sumo sacerdote. Morris cita a Calvino, quien dijo: “Fue excesivamente tonto de parte de Pedro el intentar probar su fe por la espada, cuando no lo pudo hacer con la lengua. Cuando fue llamado a dar una confesión, lo niega; pero ahora sin ser invitado por su Señor, incita un motín”. Lucas menciona que fue la oreja derecha la que Pedro cortó y solo él relata la sanidad milagrosa realizada por Jesús (Luc. 22:50 s.).

El verbo mete (v. 11) es un aoristo en el modo imperativo, o sea, un mandato fuerte con la anticipación de una obediencia inmediata. En más de una ocasión Jesús tuvo que reprender la acción impulsiva de Pedro (ver Mat. 16:23). También Mateo registra esta reprensión de Jesús, pero sólo él presenta la razón por el mandato: “porque todos los que toman espada, a espada perecerán” (Mat. 26:52). 

Sólo Juan menciona la metáfora de beber la copa (ver Sal. 75:8; Job 21:20; Apoc. 14:10; 16:19) en esta ocasión, pero fue empleada por Jesús en la oración en Getsemaní (ver Mat. 26:39). La metáfora significa el hecho de ir voluntariamente a la muerte. Jesús aclaró a Pedro y a los demás que, si él no quisiera ir a la cruz, podría pedir doce legiones de ángeles para venir en su defensa (Mat. 26:53).

El título comandante usado en el v. 12 traduce un término compuesto que significa “el líder de mil”, aunque muchas veces guiaba menos que mil (ver v. 3), a sea, la compañía de soldados romanos. La participación de los guardias de los judíos indica que este elemento también estaba unido con los romanos en el proceso. Quizás el hecho de atar a Jesús, un hombre que no había presentado ninguna evidencia de resistencia, se debe a la acción de Pedro, o era el procedimiento normal al tomar un preso.
DESCARGAR

https://story.ad/site/file_download/smartpublicity1467919561neTNIrOs.html