miércoles, 23 de marzo de 2016

Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?... De los que me diste, no perdí ninguno.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6





Nos preparamos para enseñar al Rebaño
SEMANA SANTA BÍBLICA
Juan 18:1-12

1Habiendo dicho Jesús estas cosas, salió con sus discípulos al otro lado del torrente de Cedrón, donde había un huerto, en el cual entró con sus discípulos. 2Y también Judas, el que le entregaba, conocía aquel lugar, porque muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos. 

3Judas, pues, tomando una compañía de soldados, y alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con linternas y antorchas, y con armas. 

4Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis? 5Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo: Yo soy. Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba. 6Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra. 7Volvió, pues, a preguntarles: ¿A quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús nazareno. 8Respondió Jesús: Os he dicho que yo soy; pues si me buscáis a mí, dejad ir a éstos; 9para que se cumpliese aquello que había dicho: De los que me diste, no perdí ninguno. 

10Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco. 11Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?

Semana Santa Bíblica
LA CRUCIFIXIÓN
Juan 18:1—19:42
Llegamos a la última etapa de la vida y ministerio terrenal de Jesús. 

Plummer comenta que Jesús, habiendo revelado su glorificación interna en la intercesión (caps. 13—17), ahora presenta su glorificación externa en su pasión y muerte (caps. 18 y 19). 

En un sentido real, el nacimiento, la niñez, el ministerio terrenal, el llamamiento y el discipulado de los doce por Jesús, todo se dirigía a este momento. La profecía “y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mat. 1:21) estaba por cumplirse. 

El Cristo eterno vino al mundo para morir por los pecadores; faltaban pocas horas para la realización de ese evento redentor. La hora en que había de ser glorificado al fin llegaba.

Aquí se describen: 
  • la traición por Judas y el arresto de Jesús, 
  • los juicios por los líderes judíos, 
  • las negaciones de Pedro, 
  • los juicios ante las autoridades romanas y 
  • el proceso de la crucifixión. 
Esta lista de temas coincide en muchos puntos con los relatos en los Sinópticos, pero a pesar de las similitudes, Culpepper señala que “Juan desarrolla la primitiva tradición cristiana en una manera distintiva…: su uso de simbolismo, ironía y doble significados, su énfasis en Jesús como Rey, y su interpretación de la muerte y exaltación de Jesús”.
1. El arresto de Jesús, Juan 18:1–12
Juan omite algunos de los eventos registrados por los Sinópticos: 
  • la agonía en Getsemaní, 
  • el beso de Judas, 
  • la reunión del Concilio a la salida del sol, 
  • la imposición sobre Simón de Cirene para cargar la cruz, 
  • la burla de los espectadores, 
  • la oscuridad al medio día, 
  • la confesión del centurión y 
  • el rasgamiento del velo en el templo. 
En cambio, Juan relata algunos acontecimientos que faltan en los Sinópticos: 
  • sus palabras de poder ( Juan 18:4–9), 
  • el examen ante Anás, 
  • el diálogo con Pilato sobre el reino ( Juan 18:36–38), 
  • las mujeres al pie de la cruz (Juan 19:25–27) y 
  • la participación de Nicodemo en el entierro del cuerpo de Jesús                            (Juan 19:39).

Cuando Jesús terminó la intercesión, Juan dice que salió, pero no especifica de dónde. Algunos entienden que salió del aposento alto, otros del recinto del templo, pues se piensa que el verbo describe la salida de un lugar encerrado. 

Sin embargo, otros siguen con la idea de que la intercesión tuvo lugar cerca del arroyo de Quedrón, y que salió de esa zona. Cruzando el arroyo de Quedrón, a poca distancia entraban en el huerto de Getsemaní. El nombre Getsemaní significa “prensa de olivos”. 

En aquel tiempo probablemente había un huerto de olivos allí, pero actualmente existen muy pocos. 

El término arroyo traduce un vocablo gr. compuesto interesante que significa “flujo del invierno”. Evidentemente muchos de los pequeños arroyos se secaban en el verano. El valle de Quedrón se ubicaba al este y cerca del templo de Jerusalén (ver 2 Sam. 15:23; 1 Rey. 2:37; 15:13). 

Quedrón significa “negro” u “oscuro”, quizás con referencia a los cedros verde oscuro o a las sombras en la cañada. Juan se refiere a un huerto, sin dar el nombre, donde Jesús acostumbraba orar; en cambio, los Sinópticos se refieren a “Getsemaní”, sin llamarlo un huerto. Seguramente se refiere al mismo lugar que comúnmente es conocido como “el huerto de Getsemaní”.

La costumbre de orar en un lugar definido con regularidad puede resultar arriesgada (ver Dan. 6:10, 11). Los líderes judíos, considerando las multitudes reunidas para la gran fiesta de Pascua y deseando evitar una revolución, querían prender a Jesús en un lugar aislado. 

Nada mejor que hacerlo de noche y en un lugar solitario como este huerto. A Judas se describe (v. 2) con un participio en el tiempo presente, lit. “el que estaba entregándolo” en ese momento. 

La expresión solía reunirse allí probablemente significa que era su costumbre cada vez que venía a Jerusalén, no solamente durante esta semana de pasión. El texto literal dice “muchas veces se reunió allí…”.

Juan había comentado que Satanás entró en Judas después de tomar en la boca el pan que Jesús le alcanzó (ver Juan 13:26 s.). 

La palabra compañía (v. 3), que traduce un vocablo gr. que significa “torcido como una cuerda de varias hilos” o “una banda”, se usaba como un término militar con referencia a una banda de 600 hombres. Se duda si tantos soldados habrían participado en el arresto. A veces se usaba el término compañía para referirse a una porción del número total. Pero, aunque fuera una fracción del total, el número, con los demás mencionados, sería impresionante. 

A toda costa querían evitar un motín. Probablemente los líderes judíos solicitaron la participación de los soldados romanos porque su intención última era la crucifixión.

Los guardias se refieren a la policía que aseguraba el orden en el templo y sus alrededores. Estos, juntamente con los fariseos, describen una delegación del Sanedrín. Culpepper comenta la ironía de la busca de Jesús con antorchas, lámparas y armas cuando él mismo era “la luz del mundo” ( Juan 8:12; ver Juan 1:5) y el “Príncipe de Paz” (Isa. 9:6). 

La descripción es de algo como un pequeño ejército con luces y armas, preparados para tratar con la resistencia de los galileos. Bultmann señala que en el arresto el “príncipe de este mundo” se presenta con todos sus recursos, pero en el fin el “Príncipe de Paz” será triunfante (ver Juan 14:30).

En el v. 4 tenemos otro ejemplo del conocimiento sobrenatural de Jesús. Sabiendo todo lo que estaba por delante, literalmente “todas las cosas que venían sobre él”, Jesús pudo enfrentarlo con absoluta calma y confianza. 

La expresión se adelantó traduce el mismo verbo del v. 1, “salió”, indicando que no siempre se refiere a la acción de salir de un lugar encerrado. Lindars comenta que Juan construye el diálogo con un típico efecto dramático. Jesús ocupa el centro del escenario bajo el foco total de las luces, toma la iniciativa y pregunta: “¿A quién buscáis?”

En vez de esconderse, o intentar escaparse, o demorar el desenvolvimiento natural de los eventos, Jesús manifiesta total prontitud para ir a la cruz. Cuando su hora aún no había llegado (ver Juan 7:30; Juan 8:20), Jesús se había apartado del peligro y la confrontación (ver Juan 8:59; Juan 11:54; Juan 12:36), pero ahora sale a su hora de gloria.

El nombre propio del Hijo encarnado de Dios es Jesús (griego), equivalente a “Josué” en hebreo, significando “Jehovah es salvación”. Era necesario agregar el adjetivo “nazareno” (v. 5) para identificar a Jesús porque este nombre se usaba comúnmente entre los judíos. Plummer comenta que la contestación, aquí literalmente: “A Jesús el nazareno” (ver Mat. 2:23), es más despectivo que Jesús de Nazaret (ver 1:46; Hech. 10:38). 

El término se encuentra en sentido despectivo en varios lugares (19:19; Mat. 26:71; Mar. 14:67), aunque a veces se usa en el sentido natural (Mar. 10:47; Luc. 18:37; 24:19). Parece que los seguidores de Jesús luego se llamaban, o eran llamados, “nazarenos” (Hech. 24:5).

La contestación de Jesús, Yo Soy (ego eimi; ver 4:26; 6:20; 8:24, 28, 58), el ser eterno, es equivalente al término heb. cuya transliteración es “Jehovah” (ver Heb. 13:8). Seguramente Judas y los fariseos entendieron ese significado. Judas, que había pertenecido a los discípulos de Jesús durante tres años, se había “convertido” a otro grupo y ahora estaba también con ellos, no como un observador, sino como el guía. 

El texto dice literalmente que “Judas estaba parado con ellos”. Juan no pierde la oportunidad de describirlo como “el que le estaba entregando” (ver v. 2). Se ha acusado a Juan de odiar a Judas, pero se nota que él no aprovecha la ocasión para relatar el beso con el cual Judas identificó a Jesús para los soldados.

La reacción (v. 6) ante las palabras de Jesús es sorprendente y significativa. No se especifica quiénes cayeron a tierra, si eran sólo los soldados, o también los líderes religiosos. Las palabras de Jesús tuvieron un impacto inmediato y fulminante. Literalmente: “se fueron hacia las cosas atrás y cayeron a tierra”. Ambos verbos están en el tiempo aoristo, indicando una acción puntual e inmediata. 

Es importante notar que estaban retrocediendo cuando cayeron, es decir, “cayeron hacia atrás” en temor, no hacia adelante en adoración. Plummer bien comenta que no tenemos los elementos de juicio para determinar si esta reacción se debe al efecto natural de la culpabilidad encontrándose con la absoluta inocencia, o un efecto sobrenatural realizado por la voluntad de Jesús. 

El énfasis en este relato es la gloriosa majestad y terrible poder de la persona de Jesús, por un lado, y su disposición de entregarse a los que venían con la misión de arrestarlo, por otro. Lindars acota que la reacción de los soldados es un efecto normal de una teofanía (ver Dan. 10:9; Hech. 9:4; 22:7; 26:14; Apoc. 1:17). 

Siguiendo esta línea de pensamiento, Brown y Mein dicen que “estas palabras no implican otra cosa sino que los hombres enviados a prender a Jesús se vieron vencidos por el ascendiente moral de Jesús y se quedaron ‘aterrados’ ”. En nuestra opinión, este episodio en ninguna manera da una base bíblica para la “caídas” que multitudes experimentan en las campañas evangelísticas y de sanidad de nuestros días. Lo que Juan registra es la reacción de incrédulos, quienes tenían la intención de matar a Jesús, no la de creyentes en un acto de quebrantamiento o de adoración.

Cuando había pasado el susto, quizás ellos todavía en el piso, Juan dice que Jesús repitió la pregunta (v. 4) y Ellos la contestaron (v. 5), pero con una pequeña variación, como es frecuente en los escritos juaninos. En el v. 7 dice Ellos dijeron, pero en el versículo 5 “Le contestaron”.

Jesús repite esa majestuosa afirmación “Yo Soy” (v. 8) con la cual se identifica como la persona que ellos buscaban. Otra vez, teniendo la oportunidad de esconderse en las sombras del huerto, Jesús toma la iniciativa y prácticamente les invita a tomarlo preso. Juan quiere mostrar que Jesús estaba en control de lo que pasaba. Aun en este momento de crisis personal, el buen “pastor” no se olvida del bien de sus “ovejas”. 

La frase condicional si a mí me buscáis es de la primera clase, reconociendo la realidad de la acción bajo consideración; significa “…puesto que a mí me buscáis…”. Parece que Juan quiere corregir la impresión dejada por los Sinópticos, donde se insinúa que éstos huyeron por temor (ver Mat. 26:56; Mar. 14:50).

Juan ve en la solicitud de Jesús del v. 9, “dejad ir a éstos”, el cumplimiento de lo que había dicho poco tiempo antes (17:12; ver 18:32); allí el texto dice “ninguno de ellos se perdió” pero aquí ninguno de ellos perdí. Se emplea el mismo verbo griego y el mismo tiempo del verbo (aoristo), pero se cambia la persona del verbo. 

El énfasis aquí es que Jesús se hacía responsable por la perseverancia de los discípulos. Lindars observa que en los casos anteriores la referencia es a la vida eterna o a la seguridad espiritual (ver 6:39; 10:28 s.; 17:12), mientras que aquí se refiere a la seguridad física. Sin embargo, Morris opina que la referencia en este versículo también tendría en mente la posible apostasía si los discípulos hubieran sido arrestados; “el guardarlos físicamente en este momento significaba guardarlos espiritualmente”. A. T. Robertson sugiere que este sería el momento cuando Judas se adelantó para dar un beso a Jesús (ver Mat. 26:49; Mar. 14:45; Luc. 22:48).

Llama la atención el hecho de que Juan menciona el nombre de Pedro y Malco (v. 10), cuando estos nombres se omiten en los Sinópticos. Algunos opinan que es un argumento para una fecha posterior de Juan, considerando que Pedro ya habría muerto y no habría más peligro de una represalia de judíos ni de romanos. 

El instrumento que Pedro empleó sería una espada corta, o un cuchillo largo, o un puñal, pero se objeta que tales armas estaban prohibidas durante la fiesta. Probablemente era el tipo de arma que usaría un hombre en defensa ante un animal salvaje. Aparentemente el grupo poseía dos espadas (ver Luc. 22:38). La acción de Pedro, aunque realmente tonta ante una compañía de soldados armados, es fiel a su carácter impulsivo. 

También el hecho de que haya cortado la oreja derecha indicaría una acción desesperada por uno poco adiestrado en el uso de la espada. Probablemente Pedro apuntaba a la cabeza y Malco volcó la cabeza a la izquierda, exponiendo la oreja derecha. Es un milagro que no hayan matado a Pedro en el instante, pero el hecho de que fue un judío a quién hirió, siervo del sumo sacerdote, y que Jesús lo haya sanado milagrosamente, lo habría salvado. 

Los detalles del episodio son propios de un testigo ocular: el nombre de Pedro y Malco, el tipo de arma, la precisión al mencionar la oreja derecha y que Malco era el siervo del sumo sacerdote. Morris cita a Calvino, quien dijo: “Fue excesivamente tonto de parte de Pedro el intentar probar su fe por la espada, cuando no lo pudo hacer con la lengua. Cuando fue llamado a dar una confesión, lo niega; pero ahora sin ser invitado por su Señor, incita un motín”. Lucas menciona que fue la oreja derecha la que Pedro cortó y solo él relata la sanidad milagrosa realizada por Jesús (Luc. 22:50 s.).

El verbo mete (v. 11) es un aoristo en el modo imperativo, o sea, un mandato fuerte con la anticipación de una obediencia inmediata. En más de una ocasión Jesús tuvo que reprender la acción impulsiva de Pedro (ver Mat. 16:23). También Mateo registra esta reprensión de Jesús, pero sólo él presenta la razón por el mandato: “porque todos los que toman espada, a espada perecerán” (Mat. 26:52). 

Sólo Juan menciona la metáfora de beber la copa (ver Sal. 75:8; Job 21:20; Apoc. 14:10; 16:19) en esta ocasión, pero fue empleada por Jesús en la oración en Getsemaní (ver Mat. 26:39). La metáfora significa el hecho de ir voluntariamente a la muerte. Jesús aclaró a Pedro y a los demás que, si él no quisiera ir a la cruz, podría pedir doce legiones de ángeles para venir en su defensa (Mat. 26:53).

El título comandante usado en el v. 12 traduce un término compuesto que significa “el líder de mil”, aunque muchas veces guiaba menos que mil (ver v. 3), a sea, la compañía de soldados romanos. La participación de los guardias de los judíos indica que este elemento también estaba unido con los romanos en el proceso. Quizás el hecho de atar a Jesús, un hombre que no había presentado ninguna evidencia de resistencia, se debe a la acción de Pedro, o era el procedimiento normal al tomar un preso.
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