martes, 26 de enero de 2016

Apacienten a la Iglesia que les está encomendada, vigilando, no forzados, sino voluntariamente, según Dios; no por mezquino afán de ganancia, sino de corazón; no tiranizando a los que les ha tocado cuidar, sino siendo modelos de la grey.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Nos preparamos para enseñar en la Congregación
Consejos: A los presbíteros
1Pedro 5:1-14
5 
A los ancianos* que están entre ustedes los exhorto yo, anciano como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que está para manifestarse. 
Apacienten la grey de Dios que les está encomendada, vigilando, no forzados, sino voluntariamente, según Dios*; no por mezquino afán de ganancia, sino de corazón; no tiranizando a los que les ha tocado cuidar, sino siendo modelos de la grey. 
Y cuando aparezca el Mayoral, recibirán la corona de gloria que no se marchita.
A los fieles.
De igual manera, jóvenes*, sean sumisos a los ancianos; revístanse todos de humildad en sus mutuas relaciones, pues Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes. 
Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios para que, llegada la ocasión, los ensalce; confíenle todas sus preocupaciones, pues él cuida de ustedes*
Sean sobrios y velen. Su adversario, el diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar. 
Resístanle firmes en la fe, sabiendo que sus hermanos que están en el mundo soportan los mismos sufrimientos. 
10 El Dios de toda gracia, el que los ha llamado a su eterna gloria en Cristo, después de breves sufrimientos, los restablecerá, afianzará, robustecerá y los consolidará.

11 A él el poder por los siglos de los siglos. Amén.
Saludos finales.
12 Por medio de Silvano, a quien tengo por hermano fiel, les he escrito brevemente, exhortándoles y atestiguándoles que esta es la verdadera gracia de Dios; perseveren en ella.

13 Los saluda la que está en Babilonia*, elegida como ustedes, así como mi hijo Marcos.

14 Salúdense unos a otros con el beso de amor.
Paz a todos los que están en Cristo.
Humildad no conformismo
Gracia para los Humildes
1 Pedro 5:1–14
Pedro termina su carta con una serie de exhortaciones para todos los creyentes. El autor enfoca tres relaciones de gran importancia, especialmente para los que sufren hostilidad en el lugar donde viven. El creyente tiene que mantener una relación correcta con los otros miembros de la iglesia, con Dios y también con Satanás, su verdadero adversario.

El capítulo 5 tiene una conexión lógica y muy íntima con el capítulo 4. El apóstol ha hablado con gran seriedad a los creyentes. Les ha dicho que tienen que vivir con rectitud; en 4:17 añadió que estaban en peligro de ser disciplinados por el Señor si no enderezaban sus caminos.

En toda comunidad cristiana, los pastores son claves porque tienen que orientar a los creyentes en lo que se refiere a sus responsabilidades, además de animarlos y apoyarlos cuando desfallecen. Pero sobre todo, deben poner el ejemplo en cuanto a la actitud y conducta que todos deben seguir. Por eso, el escritor pasa directamente al tema de los líderes.

Se puede dividir este capítulo en cinco temas: los ancianos, la sumisión a Dios, Satanás, la promesa del Señor y la conclusión de la carta.
5:1–5
5:6–7
5:8–9
5:10–11
5:12–14
Los ancianos han de pastorear la grey.
El creyente ha de se someterse a Dios.
El creyente ha de resistir al diablo.
Dios perfeccionará al creyente.
La conclusión que anima.
LOS ANCIANOS - PASTORES 
1Pedro 5:1–5
Las iglesias del Nuevo Testamento imitaron la costumbre de los judíos de reunirse en las sinagogas. Los líderes judíos eran llamados “ancianos” porque tenían más madurez y experiencia que el resto de la comunidad. Las nuevas iglesias también reconocieron como dirigentes a un grupo de ancianos.

También se les llamaba “obispos”, nombre usado entre los griegos ( 1 Timoteo 3:1, Tito 1:7). El vocablo significa uno que mira, supervisa y vela por el bienestar de la comunidad.
ANCIANO = OBISPO = PASTOR
La función espiritual de este grupo de hombres se ve con más claridad en el verbo “apacentar” y en el nombre “pastor” (Hechos 20:28, 1 Pedro 5:2). Los miembros son las “ovejas” y el pastor cuida del rebaño. Esta imagen de los líderes como pastores llegó al judaísmo y al cristianismo a través de los profetas del Antiguo Testamento. Los reyes y los sacerdotes eran los pastores del pueblo judío.

El pastor de ovejas en el mundo del medio oriente tenía importantes tareas: defendía a los animalitos de sus enemigos naturales tales como lobos y leones; los guiaba a los campos más fértiles y de vuelta al redil, buscaba el alimento y agua necesarios, sanaba a los enfermos y buscaba a los perdidos. 

Es muy instructivo comparar estas funciones con las responsabilidades de los pastores espirituales.

En esta sección Pedro se dirige al equipo de hombres que tienen el liderazgo de la congregación sin importar el título que se use para designarlos. Puede incluir al que es llamado “pastor”, a los que son sus asociados y también a los laicos que a veces son llamados “ancianos”. Pueden ser personas ordenadas o no.

Lo más significativo es que según el Nuevo Testamento, todos ellos son responsables del bienestar espiritual de los miembros de su iglesia, son los que pastorean la grey y deben cumplir con los requisitos que aparecen en 1 Timoteo 3:1–7 y Tito 1:3–9. Asimismo, han de participar en la enseñanza y dirigir a los congregantes, conforme a los distintos dones espirituales que tengan.
¡PARA MEDITAR!
Medite en los versículos 1–7
¿Qué dice Pedro que le da autoridad para escribir sobre estos temas? 
¿Cuál es la conducta que los líderes han de evitar? 
¿Cómo llevan a cabo su tarea de apacentar la grey? 
¿Encuentra en los versículos 2 y 3 los móviles incorrectos que pueden motivar a un líder? 
¿Cuál es la promesa que debe animar a los ancianos pastores?
¿Cómo deben los líderes y los miembros de la iglesia, practicar la humildad? 
¿Cómo se ve esta característica en el versículo 7?
El anciano debe andar con Cristo (v. 1)
Pedro halla en su propia experiencia las bases para escribir a los creyentes en Asia Menor. El presenció los sufrimientos de Cristo y conocía de primera mano que nuestras aflicciones no son mayores que las de nuestro Señor.

El apóstol ya era anciano y había trabajado duro para guiar y apoyar a los creyentes porque recordaba claramente que Jesucristo le había encargado: “Apacienta mis ovejas” (Juan 21:15–17). Cuando estuvo con él en el Monte de la Transfiguración, experimentó la gloria que será revelada.

Las lecciones que da aquí sobre la humildad reflejan lo que Jesús enseñó a los discípulos sobre el liderazgo en Lucas 22:24–30 y otros pasajes.

El anciano y el pastor han de estar todos los días en comunión con Cristo. Entonces, como Pedro, tendrán mucha sabiduría y experiencias para edificar a los demás. 

El anciano necesita estar creciendo constantemente en su conocimiento de la Palabra de Dios y de la doctrina. Ha de ser una persona llena del Espíritu Santo que lleva a la práctica diaria su conocimiento del Altísimo. Debe ser un ejemplo de madurez espiritual.
El anciano ha de apacentar la grey desinteresadamente (v. 2)
La prioridad del anciano y el pastor es apacentar la grey. Tiene las tareas de alimentar, proteger, guiar, apoyar a los débiles y vendar a los heridos.

Además, ejercen un liderazgo de servicio. Antes de ser seleccionados, deben demostrar el espíritu de servicio que se requiere para cuidar al rebaño. Necesitan tener un corazón de pastor que piensa primero en las necesidades de la grey y no en su comodidad personal.

1 Timoteo 5:17–18 enseña que algunos de los ancianos recibían sostén económico. Apacentar la grey requiere tiempo. Cuando la congregación crece, necesita uno o varios pastores que dediquen más tiempo al ministerio, ya sea parcial o completo. Reciben un sueldo porque las demandas del mínisterio requieren de todo su tiempo.
El anciano no busca el poder, sino ser ejemplo de la grey (v. 3)
Posiblemente la tentación más grande del líder es acostumbrarse a dirigir y a mandar. Jesús enseñaba que el liderazgo espiritual no es así.

“Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45).

El pastor de ovejas debe caminar delante de ellas para que le sigan. Los miembros de la congregación harán lo mismo porque verán en él lo que ellos quieren ser, personas moldeadas por el Espíritu de Dios.
El anciano busca agradar a Cristo, el Príncipe de los pastores (v. 4)
Aun en este último capítulo Pedro sigue desarrollando los temas del sufrimiento y la gloria. En 5:1 habló de los sufrimientos de Cristo y de la gloria de su segunda venida. 

Aquí menciona que el trabajo del anciano pastor es como un sacrificio que se ofrece por los demás. Después vendrá la corona incorruptible de gloria. El Príncipe de los pastores, Jesucristo será quien la entregue a los ancianos pastores que se entreguen fielmente a la tarea de servir como el Señor lo hacía. La meta es seguir su ejemplo y obedecer el llamamiento que recibimos de él.
El anciano enseña humildad (v. 5)
El ejemplo servicial de los líderes instruye a los jóvenes y a todos los miembros de la iglesia a ser humildes. El autor ha venido enfatizando el tema de la sumisión desde el capítulo 2. La frase revestíos con humildad parece reflejar el ejemplo de Cristo cuando se ciñó con una toalla para lavar los pies de los discípulos (Juan 13:4–17).

Los primeros lectores vivían en una sociedad muy sensible a las distinciones sociales. La posición significaba mucho: cómo tratar al superior, al inferior y dar a cada uno el lugar que merecía. En la iglesia, esto debía ser diferente.

Probablemente el sufrimiento había provocado tensiones adicionales. La reacción de los ancianos no era la misma que la de los jóvenes. La sujeción a las autoridades tal vez era más fácil para algunos que para otros y diferían en cuanto a cuál era la conducta más adecuada para los cristianos en cada circunstancia. Estas diferencias pueden crear problemas entre los creyentes.

La humildad equivale a ser sobrio, modesto y cortés. Es escuchar las opiniones de todos, evitar el orgullo y la arrogancia. La humildad evita los celos, los resentimientos y las disensiones. Es confiar en otros, dejar que trabajen y contribuyan con su esfuerzo propio. Es preocuparse genuinamente por las necesidades de otros.
¡PENSEMOS!
¿Cuál cree que es la tarea más difícil del líder? ¿Cómo pueden los miembros de la iglesia hacer más fácil las responsabilidades de los ancianos, que son pastores de las ovejas? ¿Para evitar las tentaciones financieras? ¿Para que no se enseñoreen sobre la grey? ¿Para ser un ejemplo? ¿Qué debe hacer una congregación cuyos líderes abusan del poder? ¿Qué deben hacer los líderes cuando los miembros no quieren seguirlos? ¿Qué cosa aprecia usted más en cuanto a los líderes de su iglesia? ¿Les ha mostrado agradecimiento?
SOMETIÉNDOSE A DIOS 
1Pedro 5:6–7
La misma humildad se practica con respecto a Dios. Los primeros lectores experimentaban la hostilidad de los vecinos y la incertidumbre tocante al futuro. Las pruebas y los sufrimientos provocan dudas y preguntas. “¿Por qué permite el Señor esto?” Estas actitudes pueden Ilevarnos a quejarnos, a sentir amargura y al fin, rebeldía contra el Creador.

El creyente sumiso al Señor acepta su voluntad con humildad. Nuestro Padre Celestial es sabio y sabe lo que es mejor. La poderosa mano divina es suficiente para protegernos dentro del horno de prueba o sacarnos de él; él sabe cuándo y cómo exaltarnos. Su tiempo es perfecto.

Ser humilde es no cuestionar la voluntad del Soberano del Universo ni exigirle de más. Es confesar aunque no se entienda todo, confiando sólo en él. Es reconocer que no habrá recompensa inmediata por la fidelidad.
          PRACTICANDO LA HUMILDAD
- EL LIDER SIRVE A LOS MIEMBROS DE LA IGLESIA.
- LOS JOVENES SE SUJETAN A LOS ANCIANOS.
- SE SOMETEN UNOS A OTROS.
- ACEPTAN LA VOLUNTAD DE DIOS.
- DEPENDEN DE DIOS.
- RESPETAN EL PODER DEL DIABLO.
Aparte de la rebeldía está la ansiedad. La respuesta a ella es la confianza en el Todopoderoso. Cuando confrontamos el motivo de la ansiedad la echamos sobre el Señor, porque él tiene cuidado de nosotros. Compare la exhortación y la promesa de Filipenses 4:6–7.

Pedro dice a los lectores: “No permitan que la ansiedad obstaculice su fidelidad a Dios”. La meta no es sobrevivir, sino conducirnos con santidad y rectitud dentro de una sociedad hostil. Queremos impactar a nuestro mundo con el testimonio de la fe y la buena conducta.
EL VERDADERO ADVERSARIO 
1Pedro 5:8–9
El triunfo de Jesucristo sobre los ángeles caídos mencionado en 3:19 y 22 sugiere que no todo el problema está a la vista de los creyentes. Ellos pensaban que sus adversarios eran los hombres que los rodeaban.

Pero el escritor vé más allá, recordando que Jesús le dijo, “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo”. Pedro falló y negó a Cristo tres veces. En aquella ocasión, el apóstol estaba también en medio de personas hostiles que le acusaban, pero mostró cobardía y cayó. Sin embargo, los enemigos no eran los hombres, sino que había sido una trampa del diablo.

Es muy significativo que Pedro haya terminado la carta con estas instrucciones sobre Satanás. Pablo hizo lo mismo en Efesios 6:10–20. Ambos apóstoles definen deberes muy grandes y difíciles para los creyentes pero son obligaciones que si se cumplen, frustrarán los propósitos del diablo y fortalecerán a la iglesia. 

El gran enemigo de la fe pondrá todo obstáculo para que el creyente no cumpla con ellos y todos tendremos que resistir sus ataques para poder cumplir la voluntad de Dios.

Pedro fundamenta su exhortación en su propia experiencia. Satanás busca a los que no lo consideran como adversario y no reconocen su poder. Busca a los autosuficientes, a los que no piensan con sobriedad ni velan en oración.

La resistencia que hemos de poner es la fe. “La poderosa mano de Dios” es nuestra única esperanza. Traigamos al Señor toda nuestra ansiedad y debilidad. Sólo él es más poderoso que el díablo.

Un motivo de ánimo es que el creyente no está solo. Los padecimientos y trampas que el diablo pone a los lectores de su misiva son los mismos que los creyentes que sufren en todo el mundo.
LA PROMESA DE DIOS 
1Pedro 5:10–11
El cuerpo de la carta termina con esta bendición y doxología. Pedro asevera que Dios, su gloria eterna y su obra en el creyente son los que lo Ilevan a la madurez completa.

El Altísimo es el dador de toda gracia, el que responde a la necesidad del creyente incondicionalmente. Su misericordia abunda para toda necesidad y no depende de nuestros méritos.

Por última vez en la carta se menciona el sufrimiento y la gloria. Note la duración de estas experiencias. El Creador ha Ilamado al creyente a la gloria que es eterna. Pero el sufrimiento es pasajero, por un poco de tiempo. Primero la cruz y después la corona.
SUFRIMIENTO BREVE > GLORIA ETERNA
Cuando termine la aflicción, Dios hará su obra perfecta en nosotros. La carta comenzó con una nota de esperanza y termina con la misma.

La doxología subraya el soberano y eterno reinado de Cristo en el mundo. El Padre Celestial permitía el sufrimiento de los lectores porque nada sucede sin su permiso; él controla todo y tiene su mano puesta sobre el termostato de las pruebas y vigila el reloj. 

Cuando sea el momento apropiado, quitará la prueba y volverá en gloria para poner fin a toda la hostilidad del mundo y el sufrimiento de los cristianos.
LA CONCLUSIÓN QUE ANIMA 
1Pedro 5:12–14
Las últimas palabras de la carta se escribieron para animar a los creyentes que se encontraban en un mundo enemigo y hostil

La mención que el autor hace de Silvano los animó mucho pues es muy probable que se refiera al mismo Silas de Hechos 15:40 y el que se asocia con Pablo en las cartas a los Tesalonicenses. Silvano era un hombre fiel, conocido por los lectores como un modelo de obediencia. Es posible que no solamente haya ayudado a escribir esta carta, sino que también haya sido el portador de la misma. Entonces, su visita sirvió de estímulo para aquellos hermanos.

Los saludos enviados por otros creyentes en Cristo también les sirvió de consolación. Generalmente Babilonia se toma como una clave que significa “Roma”. Además, creemos que Marcos es el mismo que acompañó a Pablo y Bernabé en el primer viaje misionero y el autor del evangelio de San Marcos (Hechos 12:12, 25; 15:36–39; Colosenses 4:10; 2 Timoteo 4:11; Filemón 24).

Finalmente, Pedro desea que el afecto entre los cristianos y la armonía y tranquilidad en la congregación sea un motivo de aliento para todos. La manera de demostrarse el amor depende de las costumbres en cada lugar.

Las manifestaciones de cariño entre los creyentes fortalecen los lazos de la unidad. El amor recuerda a los creyentes que mientras el mundo los rechaza, en la familia de Dios son aceptados y apreciados. El afecto afirma a los miembros de la congregación que pueden contar con el apoyo y las oraciones de los demás en momentos de prueba.
¡PENSEMOS!
¿Cómo puede usted “revestirse con humildad” esta semana, en relación a una persona difícil? Si los líderes y los miembros de su iglesia mostraran humildad, ¿cómo cambiaría esto la vida y el testimonio de su congregación?
Piense en una experiencia en que haya “echado sobre Dios su ansiedad”. ¿Qué le impide hacerlo con más frecuencia? ¿Cómo piensa que Satanás está “buscando devorarlo”? ¿Cómo confronta esta amenaza?
Apunte tres enseñanzas de esta carta que le hayan ayudado en su vida personal, en su relación con otros creyentes y en su relación con la comunidad. Escriba también tres responsabilidades específicas que Dios le ha dado a través de este estudio. ¿Cuál es su plan para cumplirlas?
DESCARGAR

sábado, 23 de enero de 2016

Toda la Escritura es un mensaje enviado por Dios, y es útil para enseñar, reprender, corregir y mostrar a la gente cómo vivir de la manera que Dios manda

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Verdadero sentido de las Escrituras
Descubriendo el verdadero sentido de las Escrituras
Las lenguas, su origen y su incidencia en el sentido
La evolución de las lenguas. Las lenguas son como los seres vivos: nacen, crecen (cambian), se multiplican y mueren. Mientras existen, están en continua evolución; se transforman con los tiempos y las culturas que las utilizan para transmitir sus ideas, valores y realidades. 
Se modifican, pues, continuamente, y en algunos casos sus cambios son tan radicales que dan origen a nuevas lenguas o dialectos, y desaparecen convirtiéndose en lenguas muertas. Tal es el caso del griego y hebreo bíblicos, que hoy ya no se hablan, y del latín, que dio origen a las que llamamos lenguas romances (de Roma, a saber: francés, español, portugués, italiano, rumano), antes de desaparecer como lengua viva. 
El latín hoy se utiliza solo en los documentos y ritos de la iglesia católica romana. Estos hechos nos hacen pensar que las lenguas son, en efecto, acumulaciones de palabras y frases que un conglomerado humano o comunidad de personas utiliza para comunicar sus pensamientos y sentimientos. Las lenguas nacen del medio ambiente social y cultural, y se concretizan a través de las palabras como expresión de los pensamientos y vivencias de la gente que constituye esos grupos y culturas.
W.D. Whitney afirma que:
Las lenguas no tienen existencia fuera de las mentes y las bocas de quienes las usan. Están formadas de signos separados y articulados, cada uno de los cuales representa, por asociación mental, una idea. Estos signos se han elegido en forma espontánea y arbitraria, y su contenido o valor representativo depende de la aceptación y acuerdo entre los hablantes y oyentes de la lengua que forman.
Entonces, para entender la lengua de un hablante cualquiera, debemos primero conocer el significado que él mismo le da a las palabras que usa. Como hemos dicho, este sentido o significado puede cambiar; por eso es importante que el intérprete de una lengua conozca el significado inicial o primitivo de las palabras, y el significado que han adquirido con el tiempo y el uso.
Las palabras y su significado primario
Significado primario o etimológico
El sentido o significado primitivo de las palabras es el que llamamos «etimológico», y lo hallamos regresando a la lengua materna u originaria. Por ejemplo, en español debemos ir al latín, al griego o al árabe, que son las lenguas que dieron origen al español. 
La palabra «teléfono» sabemos que viene de dos palabras en griego: telle (distancia) y fonos (sonido), «comunicación a la distancia»; «fumigar» (del latín fumus: humo y gare: esparcir, regar), «desinfectar algo a través de humo o gases esparcidos». El nombre de mi esposa, Atha-la, me dicen que proviene de dos términos árabes: At (regalo) y Alá (Dios), «regalo de Dios». 
El sentido primitivo o primario de las palabras es, pues, el que llamamos «sentido etimológico», es decir, sentido de origen. El sentido primario nos remonta a los orígenes del idioma y es muy útil para conocer la historia de las palabras y sus significados. Nos dice además el porqué de ese significado; es importante para estudiar la filosofía y la historia de la lengua. 
Muchos de los conceptos que manejamos en nuestras doctrinas y enseñanzas se comprenden mejor cuando desmenuzamos los términos y palabras que utilizamos para representarlos. Tomemos, por ejemplo, la palabra griega ekklesía, muy frecuente en el Nuevo Testamento, que ordinariamente traducimos como «iglesia», compuesta de dos palabras: ék (fuera de) y kalein (llamar o convocar). 
Inicialmente se usó para indicar la asamblea de ciudadanos convocados para tratar negocios de interés público. La preposición ék indicaba que era un grupo selecto de ciudadanos conocedores de sus derechos e interesados en el bienestar de sus conciudadanos; no de masas de gente sin ninguna conexión o propósito o multitudes anónimas incapaces de deliberar con libertad y juicio. 
El término kaleín indica que la asamblea fue convocada legalmente para deliberar con plenos poderes legales, tal como se expresará después en relación con la iglesia cristiana en Hechos 19:39: «Si tienen alguna otra demanda, que se resuelva en legítima asamblea». Esta palabra se hizo común para designar la comunidad de creyentes venidos del judaísmo y del mundo gentil. Todo el poder significativo de ék y kaleín se conservó. 
El viejo concepto de la asamblea griega ekklesía vino a significar ahora la iglesia de Dios o del Señor, «comprada con su sangre» (Hechos 20:28); la congregación de los que han sido «llamados a ser santos» (Romanos 1:7) y «como linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios» llamados «de las tinieblas a la luz » (1 Pedro 2:9).
Cambios de significado en el uso de términos o palabras
La filología y sus ciencias auxiliares nos ayudan a descubrir interesantes desarrollos de una palabra en varias lenguas, que toman diferentes formas y usos.

Por ejemplo, a las palabras hebreas ab (padre) y ben (hijo) se les puede seguir el rastro en todas las lenguas semitas y mantienen el mismo significado en todas ellas.

 La palabra griega para «corazón», kardía, aprece también en sánscrito, hrid; en latín, cor; en italiano, cuore; en español, corazón; en portugués, coraçao; en francés, coeur; y en inglés core

Sin embargo, algunas palabras cambian de significado cuando pasan de una lengua a otra. De modo que el significado de la misma palabra, por ejemplo, en siríaco o árabe, no es el mismo que tiene en hebreo aunque las tres lenguas son semitas. 

Es el caso del verbo hebreo Yatsab, «estar firme, permanecer de pie», que conserva el mismo significado en árabe y etiope de «erigir una columna o establecer algo»; en caldeo, «levantarse»; pero en siríaco esta palabra se usa para significar la acción del bautismo. 

Algunos dicen que es porque el candidato debe permanecer en pie mientras le echan el agua; otros interpretan que la razón es porque el bautismo confirma y establece a la persona en la fe. Otros verbos hebreos para expresar esta misma idea son amad (Salmo 1:1) y qum (Salmo 1:5). El hecho concreto es que una misma palabra puede tener varios significados en diversas lenguas y se debe tener mucho cuidado en el uso de las etimologías.
Los apaxlegómena
Estas son palabras que aparecen solo una vez en la Biblia y cuyo origen prácticamente se ha perdido. Para el Nuevo Testamento no es difícil trazar el rastro de estas palabras debido a la abundante literatura griega que poseemos. 
En hebreo es más difícil porque la lengua hebrea estuvo limitada a un país muy pequeño e insignificante en la geografía del Oriente, y no son muchos los documentos en hebreo que poseemos fuera de las Sagradas Escrituras. Un ejemplo de apaxlegomenon lo tenemos en el término sulam (Génesis 28:12), que no aparece en ninguna otra parte en hebreo. 
Hay que buscarle sinónimos o términos parecidos en otras lenguas, como por ejemplo, la palabra árabe sullum, que significa escalas o escalera. En efecto, se trata de la escalera que Jacob vio en su sueño, que se extendía de la tierra al cielo.

En el Nuevo Testamento podemos dar muchos ejemplos como epioúsion, que se usa en el Padre Nuestro (Mateo 6:11; Lucas 11:3). Esta palabra no se usa en ningún escrito de la literatura griega excepto solamente aquí en la Biblia. Podría venir de épi y lévai; o ser un participio del verbo epeimi: ir hacia o acercarse, lo que nos daría el significado de «danos nuestro pan venidero», el pan de mañana. 

Etimológicamente parece correcto, pero no se compadece con la expresión sémeron: «este día», que tenemos en el mismo versículo, y hasta cierto punto contradice las enseñanzas de Jesús en el versículo 34 del mismo capítulo 6 de Mateo. Por eso otros proponen un origen diferente para esta palabra: épi y oúsia, que tiene que ver con la existencia diaria o subsistencia, y significa «aquello que es necesario»: «nuestro pan esencial».

Demos un último ejemplo de palabras muy difíciles (apaxlegomena): pistikós, que se usa solo en Marcos 14:3 y Juan 12:3. Describe el perfume de nardós (nardo) con que María ungió los pies del Señor. Encontramos esta palabra en manuscritos de Platón, Gorgias y Aristóteles, escritores griegos del siglo V a.C. 

Se han ensayado innumerables teorías para explicar la palabra pistikós aplicada a «nardo», que es un licor, que significa el lugar de origen del perfume, etc. La más aceptable parece traducir pistikós como fiel, genuino, puro. Es decir, se trataba de «nardo genuino», «nardo puro», como lo traduce la NVI.
Formas diversas del sentido literal
El sentido literal: es el que se expresa directamente por las letras, palabras o expresiones concretas del lenguaje, tal como lo entiende y usa el autor. Responde a la pregunta: ¿qué es lo que el autor o escritor nos quiere decir con estos términos o palabras?

Al sentido literal se le dan diferentes nombres según sus características:
Sentido literal histórico: es el que quiso darle el autor en el momento de escribir, de acuerdo con el uso y sentido que las palabras tenían en ese entonces. Como hemos visto, el lenguaje cambia y evoluciona, y es bien posible que el mismo sentido literal de una palabra o expresión cambie. 
Por eso, para entender el sentido que un autor quiso darle a sus escritos, debemos conocer el momento y medio históricos cuando escribió y el sentido o significado que las palabras tenían en ese entonces. 
El evangelista Lucas, al igual que otros autores del Antiguo y Nuevo Testamentos, usan, por ejemplo, la expresión ándra oú gnoskó (conocer varón) en uno de los sentidos que se le daba en su tiempo, siguiendo la tradición y uso semita, de «tener relaciones sexuales». Las versiones modernas deben ajustar este sentido literal histórico al sentido actual, cuando el verbo «conocer» ya no se usa para lo que María quiso decirle al ángel en Lucas 1:34. La NVI traduce: «¿Cómo podrá suceder esto, … puesto que soy virgen?»
Sentido literal obvio. Se le llama así porque es el sentido más inmediato y obvio que se desprende de las palabras usadas por el autor. Es lo que a primera vista y en primer lugar dice el texto. Algunos piensan que el sentido literal puede expresarse no solo de modo explícito, sino también implícito. Es decir, se puede deducir de las palabras del autor. Por ejemplo, la preexistencia de Dios y de Cristo están implícitamente incluidas en la expresión: «En el principio», que aparecen en Génesis 1:1 y Juan 1:1.
Sentido literal lógico y gramatical. Se le llama así al sentido literal porque es la forma regular que se utiliza para establecerlo. Son las leyes gramaticales y lógicas las que nos ayudan a señalar este sentido, ya que el sentido literal es el que natural y primariamente tienen las palabras, según las reglas de la lógica y la gramática. 
Por ejemplo: la palabra «perro» la encontramos muchas veces en las Escrituras; la mayoría de las veces con el sentido literal del animal de cuatro patas que todos conocemos: Éxodo 11:7; 22:31; Mateo 15:26; Lucas 16:21
Pero en otros casos «perro» se usa en sentido figurado: 2 Samuel 16:9; Filipenses 3:2; Apocalipsis 22:15. Abundaremos más en el estudio del sentido literal en el capítulo especial que le dedicaremos más adelante en este libro. 
Si hemos presentado estas primeras nociones y ejemplos de dos de los sentidos básicos bíblicos es para mostrar la importancia del estudio semántico y lingüístico de los términos, que nos ayudan a descubrir el sentido exacto de las palabras. Queda así mismo evidente la importancia de la ciencia de la hermenéutica, de la cual forma parte precisamente el estudio de los diversos sentidos. Por eso es pertinente estudiar un poco las tareas y fines de la hermenéutica bíblica.
Tareas y fines de la hermenéutica bíblica
La hermenéutica posee unos fines y desempeña una tarea muy específica en el estudio de las Escrituras. Vamos a señalar tres de las más importantes:
1. La interpretación histórica. Las raíces de la fe cristiana y bíblica radican en la Biblia. Si queremos conocer el origen del pueblo hebreo, debemos acudir al Antiguo Testamento; lo mismo debemos hacer si queremos llegar a los orígenes históricos del cristianismo: debemos estudiar el Nuevo Testamento. 
La hermenéutica tiene una función histórica que nos ayuda a descifrar el origen del judaísmo y del cristianismo, sus bases y su origen. Es como descubrir la partida de nacimiento de la religión judeo-cristiana. En buena parte estas dos confesiones son una «religión del libro». 
Esto es válido para todas las ramas de la confesión cristiana, pero de manera especial para la rama evangélica reformada y protestante. En la raíz misma de la religión cristiana están los escritos de sus fundadores, que fueron los que dieron origen al Nuevo Testamento. 
Estos, después de ser aceptados por la iglesia primitiva, adquirieron un carácter canónico, es decir, un valor normativo para todos los adeptos de la religión cristiana en todo el mundo y en todos los tiempos. El Nuevo Testamento se unió al Antiguo, que había sido previamente aceptado por los judíos, incluyendo a Jesucristo y sus apóstoles, como parte de la verdad revelada.

Ahora bien, se da en las Sagradas Escrituras una circunstancia especial que guarda relación con el tiempo de su origen. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento proceden de un ambiente cultural y lingüístico que pertenece a tiempos lejanos que hoy ha llegado a ser extraño para nosotros. 

El Antiguo Testamento nació de la mentalidad y lenguaje semíticos del Antiguo Oriente; el Nuevo Testamento nació del ambiente helenístico que prevalecía en todo el Imperio Romano cuya lengua y cultura fueron en un principio y por muchos años, aún después de la conquista romana, la lengua y la cultura griegas. De hecho, el Nuevo Testamento fue escrito en griego. 

Pero las cosas se complican cuando sabemos que la mayoría de los autores del Nuevo Testamento pertenecieron, en su modo de pensar y vivir, al mundo semítico-judío. Surge aquí un problema hermenéutico que hoy en día es muy discutido: En qué medida influye la ascendencia semítica del autor en su obra escrita en griego? Piensa en una forma semítica o griega occidental?

Veámoslo en un ejemplo concreto: el Evangelio de Juan, que comienza con la frase: «En el principio ya existía el Verbo» (én arké én ó lógos). El buen exegeta se pregunta de inmediato: en qué sentido quiere el autor que se entienda la palabra logos? 

Para el pensamiento filosófico estoico griego, logos representa a la razón del universo, la que rige y domina el mundo y todos los seres. Es este el sentido que quiere darle el evangelista Juan cuando usa este término al principio de su Evangelio? 

O está identificando más bien «la Palabra» divina como fuerza creadora, tal como se define en el primer capítulo del Génesis cuando dice repetidamente: «Y dijo Dios» y apareció la luz, la vida, los animales y el hombre? 

Podría haber una tercera significación o sentido: el concepto de la antigua mitología según el cual el Logos era un ser parecido a Dios, un ser intermedio entre Dios y el mundo, una especie de «segundo dios». 

Por otra parte, si vamos a los diccionarios, encontraremos una rica variedad de acepciones de la palabra logos: palabra, revelación, sentencia, afirmación, debate, orden, noticia, narración, evaluación, motivo, movimiento, expresión oral, lenguaje, discurso, proposición, rumor, discurso, definición, máxima, proverbio y muchos sentidos más. 

Este solo ejemplo nos muestra cómo el exegeta debe hacer un esfuerzo amplio y profundo de investigación para desentrañar el auténtico significado de las palabras del texto. 

Para ello necesita del estudio de diferentes disciplinas bíblicas, desde la filología y la lingüística hasta la historia, la antropología y la filosofía de la religión. Todo esto está implicado en la clarificación del significado que Juan quiso darle a la palabra logos en su Evangelio. Gracias a Dios que los expertos en todas estas disciplinas vienen trabajando con el texto bíblico por muchos siglos desde el momento mismo en que se produjo, y nos han legado los resultados de sus estudios e investigaciones en manuales, textos y escritos que hoy podemos usar para desentrañar el verdadero sentido del texto. 

Por esa razón es indispensable valernos de estos instrumentos en nuestro estudio de investigación: utilizar sin prejuicios todos los medios que están a nuestra disposición, tales como: léxicos, concordancias, gramáticas, diccionarios y comentarios de buenos autores bíblicos.
2. La Interpretación existencial. Esta interpretación tiene que ver con la situación del lector o receptor del mensaje bíblico frente al texto o mensaje de las Escrituras, qué posición adopta frente al mismo y las verdades y misterios que transmite la Biblia. Un ejemplo nos ayudará a entender mejor el significado de esta segunda función hermenéutica: una persona va a entenderse a sí misma de manera muy diferente si acepta y cree en la «eternidad» o en «otro mundo» diferente al presente. 
La idea que un ateo materialista tiene de sí mismo es distinta de la que tiene el creyente que acepta como cierta la existencia de un Dios eterno y de otra vida y otro mundo después de la muerte. Y esta posición tiene consecuencias significativas sobre la manera de vivir el presente y sobre las decisiones más íntimas e individuales de cada persona.

Quienes aceptamos la Biblia sostenemos que esta nos ayuda a todos a comprendernos a nosotros mismos, a tener una idea más clara y segura de nuestra propia identidad y de las realidades temporales y eternas que rodean nuestra vida. Y esta es una de las tareas que debe cumplir la hermenéutica bíblica moderna. 

Es lo que podemos llamar «interpretación existencial de las Sagradas Escrituras». La frase del Evangelio de Juan: «el Verbo se hizo carne» debe llevarnos no solo a reflexionar ante la realidad de un Dios encarnado, sino a comprender mejor nuestra propia realidad humana en la que se encarna el mismo Hijo de Dios, y a pensar seriamente en las posibilidades que este hecho crea: las de mejorar la imagen y la realidad de nuestra propia humanidad. 

La encarnación de Cristo nos abre la posibilidad, como lo dice el mismo Juan, de llegar a ser nosotros mismos «hijos de Dios» (Juan 1:12). Esta segunda tarea de la hermenéutica de «interpretación existencial» de la Palabra puede definirse sencillamente como la de «hallar la relación que la Palabra de Dios tiene con la existencia concreta del hombre y la mujer». 

Es casi lo que los viejos manuales de exégesis llaman la «aplicación del texto» y su mensaje a la realidad cotidiana. ¿Qué luz arroja sobre mi existencia este pasaje o texto? El teólogo G. Ebeling afirma: «El principio hermenéutico es el hombre como conciencia». Mediante el encuentro con la Palabra de Dios, la comprensión de sí mismo que hasta ahora tenía el hombre es confusa y desorientada. 

Esta comprensión es sometida a una aclaración crítica, y el resultado puede y debe ser una verdadera comprensión de sí mismo delante de Dios. El objetivo de la interpretación existencial de las Sagradas Escrituras es que prosiga mejor este proceso para purificar la comprensión de sí mismo. 

Ahora podemos comprender que las dificultades que hoy tenemos para comprender el texto nacen no solo de sus orígenes históricos y lingüísticos, sino de la poca o nula relación que el hombre contemporáneo tiene con el mensaje bíblico. Lo cierto es que la interpretación de las Sagradas Escrituras es un proceso recíproco: yo interpreto el texto, pero el texto me interpreta a mí. 

Y este es precisamente el objeto de la interpretación existencial: el texto me deja ver que su mensaje me atañe a mí, me interroga, me hace reflexionar sobre mi ser y mi vida, mi proceder y pensar, y sobre mi propia realidad existencial. 

Es así como me coloco bajo la Palabra de Dios, y puedo experimentar cómo esta Palabra, de una manera misteriosa, puede iluminar mi vida, enderezar mi existencia, curar mis males íntimos, juzgar mi proceder y afectar lo más íntimo de mi ser: mi corazón y mis sentimientos, mi pensamiento y mis emociones. «Uno que no cree o no entiende se sentirá reprendido y juzgado por la voz profética de la Palabra, y los secretos de su corazón quedarán al descubierto. Así que se postrará ante Dios y lo adorará, exclamando: «¡Realmente Dios está entre ustedes!» (1 Corintios 14:24–25).
3. Interpretación histórico-kerigmática. La interpretación existencial de la Biblia es una necesidad de este tiempo, pero no es la única. Si la Palabra de Dios ha de poder cumplir su función curativa y restauradora, debemos pensar en lo que los expertos llaman la «interpretación histórico-kerigmática» de la Palabra, que es la que conduce al encuentro con el misterio divino de la salvación. 
Kerigma es el resumen del mensaje de salvación que encontramos en multitud de pasajes de la Biblia. Volvamos al texto de Juan 1:14: «Y el verbo se hizo hombre»; a continuación se añade: «y habitó entre nosotros». ¿Qué significa esta afirmación? Nos anuncia la presencia del Verbo divino encarnado entre los hombres en la persona de Jesucristo. 
Aquí el hermeneuta está ante una doble tarea: ha de mostrar que se trata del cumplimiento de una promesa del Antiguo Testamento (interpretación histórica: lo que nos dice el texto de la historia de la salvación); pero al mismo tiempo debe captar y trasmitir el mensaje kerigmático del texto: el misterio de la salvación que el texto quiere comunicar al lector. La razón de ser de la encarnación es procurar la salvación del hombre. 
Dios se ha puesto en Jesús al alcance del hombre. Jesús es ahora para el hombre muchas cosas que representan y realizan su misión salvadora: es pan de vida (Juan 6); es agua viva, que apaga la sed de salvación (4:14; 7:37–38); es el tronco vital que sostiene las ramas (15:1–6) etc., etc.
Conclusiones y observaciones generales
De todo lo estudiado hasta aquí podemos colegir varias cosas: una de ellas es que extraer todo el sentido del texto es una tarea difícil que exige estudio y perseverancia y no debe tomarse a la ligera. Otras razones se explican a continuación.
El sentido literal y los sentidos supraliterales
Determinar el sentido de un escrito es tanto como determinar lo que pensaba su autor cuando lo escribió. Sin embargo, la Palabra escrita asume a veces su vida propia adquiriendo una carga significativa que el autor no intentó darle. Al llegar al lector, después de muchos años, este descubre otros significados. 

De ahí que la moderna crítica literaria, sin abandonar la búsqueda de lo que el autor original quiso decir con su escrito, le dé importancia a lo que, de hecho, el escrito comunica al lector individual de hoy en día. Sin embargo, esto no elimina la posibilidad de que el principal cometido de la interpretación se centre en hallar el sentido que el autor original intentó transmitir.
¿Qué significa el sentido que el autor intentó transmitir?
En la Biblia, descubrir el sentido intentado originalmente por el autor resulta a veces muy complicado por varias razones. En primer lugar, como ocurre con muchos otros libros antiguos, la época del autor, sus modos de expresión y su mentalidad distan mucho de ser los nuestros. 
El mismo concepto de«autor» significa algo diferente ahora de lo que significó en la antigüedad. En lo que se refiere a los libros bíblicos, podemos contar por lo menos cinco relaciones diferentes con la persona a cuyo nombre va unido un libro o escrito. Por eso cuando hablamos del «sentido de lo que el autor intentó transmitir», debemos delimitar la extensión de este concepto. 
Esto tiene que ver con la llamada «pseudonimia», que consiste en atribuir a uno o varios autores el contenido de un escrito por diferentes razones, como vamos a explicar a continuación.
Diferentes niveles de autoría de libros de la Biblia
Podemos diferenciar por lo menos cinco niveles distintos en la atribución de un libro o escrito bíblico a un determinado autor o autores.
Primero: Se consideraba autor, como hoy también ocurre, a la persona que había escrito de su puño y letra la obra. Algunos autores bíblicos afirman esta clase de autoría cuando se identifican como los redactores inmediatos del libro. Es el caso de Lucas, quien se identifica como autor directo de su Evangelio (Lucas 1:3) y del libro de los Hechos (Hechos 1:1).
Segundo: Se consideraba autor a quien dictaba el contenido de un escrito o libro a un amanuense, quien copiaba al pie de la letra el dictado. Ciertamente no era la forma más adecuada y funcional por lo difícil y pesada que resultaba ser para quien dictaba y para quien copiaba. Sabemos, sin embargo, que algunos autores bíblicos la utilizaron. Podemos mencionar a Jeremías, quien usó a su secretario Baruc como amanuense a quien dictaba su profecía (Jeremías 36:1–6); Pablo también dictó parte de sus cartas. Estos dos niveles de autoría siguen siendo admisibles y legítimos hoy en día.
Tercero: Algunos libros revelan las ideas de una persona a quien se identifica como el autor, aunque estas ideas hubieran sido recogidas por alguien más, encargado de ponerlas por escrito. Muy posiblemente es el caso de la carta de Santiago, escrita en un perfecto griego literario difícil de entender si provenía directamente de un sencillo campesino galileo cuya lengua materna era el arameo. La moderna exégesis y hermenéutica resuelven el problema afirmando que muy probablemente un copista o amanuense, en este caso más bien redactor o editor cercano al apóstol Santiago, recogió las ideas y el mensaje de este y las presentó con su nombre.
Cuarto: Se consideraba autor de un libro a quien proporcionaba el cuerpo de enseñanza o doctrina y las ideas fundamentales del escrito, aunque fueran sus discípulos o seguidores los que compilaran esas ideas y le dieran redacción final. Era requisito indispensable que el contenido del escrito respondiera fielmente a las ideas, términos y espíritu del autor. 
Este era reconocido como tal inclusive en los casos en que su obra hubiera aparecido en público un tiempo después de su muerte. Algunas partes de Isaías y Jeremías, así como también partes del Evangelio y las cartas de Juan, podrían caer en esta categoría. Lo cierto es que alrededor de los profetas y de algunos apóstoles y maestros como Juan y Pablo, se creó una corona de seguidores y discípulos que atesoraron sus enseñanzas y cuidaron de que se transmitieran a la posteridad. 
Estas son las que llamamos «escuela paulina o juanina», grupos de seguidores y discípulos que bien pudieron ser los responsables de complementar al menos parte de las cartas de Pablo y de los escritos de Juan.
Quinto: De una manera muy amplia se consideraba autor a un personaje famoso a quien se le atribuía un cuerpo de doctrina o enseñanza, o un género específico de literatura, como es el caso de Moisés, a quien se atribuye la autoría del Pentateuco, aunque sabemos que era física y cronológicamente imposible que Moisés mismo hubiera redactado los cinco primeros libros de la Biblia, ya que estos tardaron varios siglos para componerse en su totalidad, y en ellos se habla inclusive de la muerte de Moisés. 
Pero Moisés fue el gran jefe, legislador y representante de la Ley (Toráh) y, como tal, se le atribuye esta, como si él fuera su autor. Es el mismo caso de David, reconocido como el gran cantor, poeta y salmista, autor del Salterio, aunque sabemos que muchos de los Salmos fueron escritos por varios autores. En el mismo sentido se le atribuye a Salomón toda la literatura sapiencial.
El sentido original y el largo período de redacción de los libros
Es un hecho que los diferentes libros de la Biblia se redactaron en un período largo de tiempo. Este hecho complica la tarea de determinar el sentido real que el autor intentó dar, especialmente si descubrimos que no una sino varias mentes humanas intervinieron en su composición. Las llamadas «variantes» deben también tenerse en cuenta: cambios introducidos por escribas y copistas al reproducirlos o al traducirlos. 
Es aquí donde funciona la crítica textual, como una disciplina y técnica que nos permite hoy acercarnos al texto original más depurado posible, comparando los miles de manuscritos que poseemos de las Escrituras. Un ejemplo interesante es el del libro de Isaías, cuya composición duró no menos de doscientos años, según los expertos.
 No solo se agregaron partes al Isaías original, sino que se introdujeron cambios al punto que muchos identifican no dos, sino tres Isaías. Los últimos capítulos de Amós son adiciones al Amós original. Este es un libro bastante pesimista en general, en contraste con su final, que introduce una tónica de optimismo. En estos casos se debe identificar no solo el sentido original, sino el que adquirió el escrito después de las modificaciones o cambios sufridos.
El Autor divino y el autor humano de la Biblia
Este es el factor más complicado en la interpretación de las Escrituras. Cada palabra y versículo de la Biblia es fruto de un autor humano, que presta su mente y su lenguaje para la transmisión del Autor final y definitivo del texto sagrado: Dios. 
Como afirma el Concilio Vaticano II en su declaración Providentissimus Deus, y que otros cristianos de varias denominaciones podemos suscribir: Dios movió de tal manera a los autores humanos a escribir, y los asistió mientras escribían, que expresaron fielmente las cosas que él dispuso
Nos hallamos, pues, ante un doble desafío: ¿qué intentó comunicarnos el autor divino y qué tan fiel a este pensamiento e intención divinos fue el autor humano? El estudio de los diversos sentidos de las Escrituras que vienen a continuación nos ayudará a dilucidar muchas de estas cuestiones y problemas.
DESCARGAR
https://story.ad/site/file_download/smartpublicity1467919561neTNIrOs.html