Si un hombre no puede hallar una felicidad duradera en la actividad y la acumulación de una fortuna, ¿podrá hallarla en la utilización al máximo de la mente? El escritor dirige ahora su pensamiento a mirar para ver la sabiduría … y la necedad (12). No requiere mucho tiempo llegar a la conclusión del Predicador: La sabiduría sobrepasa a la necedad, como la luz a las tinieblas (13). El sabio (14) emplea su inteligencia para guiarlo, mas el necio anda en la oscura noche de la ignorancia. El hombre es mejor que un animal debido a que puede vivir una vida inteligente.
Pero aquí se hace visible el fundamento de arena de todo lo que es un mero humanismo. ¿Cuánto mejor es el sabio que el necio cuando la respectiva duración de sus vidas es igual? Los valores relativos de la vida terrenal parecen todos más o menos iguales si todas ellas terminan en el sepulcro. Para el hombre totalmente mundano no queda siquiera la satisfacción de sobrevivir en las memorias de los hombres: ni del sabio ni del necio habrá memoria (16).
La mente del Predicador se rebela contra esta nivelación de todos los valores que más aprecian los hombres: Aborrecí, por tanto, la vida (17). No fue él ni el primero ni el último en sentir la justicia del anhelo de inmortalidad del hombre. Addison escribió del argumento de Platón:
Debe ser así, —¡bien razonaste, Platón!
De otro modo, ¿de dónde esta agradable esperanza, este hondo anhelo,
Esta ansia de inmortalidad?
¿O de dónde este secreto temor, e interno horror
A caer en la nada? ¿Por qué el alma se encoge
En sí misma, y se asusta ante la destrucción?
Es la divinidad que se agita en nuestro interior;
Es el mismo cielo que nos señala un más allá,
E insinúa al hombre la eternidad.
Vanidad de la acumulación de riquezas ( Eclesiastés 2:18–23)
En estos seis versículos el escritor reflexiona sobre la inutilidad de los años pasados en obtener y acumular riqueza. Lo que más lo fastidia es que todo lo tendrá que dejar a otro que vendrá después de mí (18). Y ¿quién sabe si será sabio o necio? (19). Probablemente para un hombre que había reunido para sí con tanta diligencia fuera natural desconfiar de otros—aun de sus herederos.
La historia a menudo ha verificado los hechos en que se basa el pesimismo del Predicador. Pocos hijos se han mostrado tan eficientes en la conservación de fortunas como lo fueron sus padres en reunirlas— a menudo bastan “tres generaciones para volver a estar en mangas de camisa”. Pero estos hechos no tienen porqué llevar a desesperanzarse al corazón (20). Más bien debieran guiarnos en la manera de obtener, gastar y transmitir nuestro dinero.
Si uno está tan loco por el dinero que aun de noche su corazón no reposa (23), esto es vanidad. Una vida satisfactoria es más importante que una fortuna. Si no podemos pensar en un uso mejor para nuestra riqueza acumulada que dejarla para ser dilapidada por herederos irresponsables, hay motivos para el pesimismo en cuanto a nuestro trabajo.
Pero el rey podría haber usado su riqueza mientras vivía— usarla para el bien de sus semejantes y para el progreso de la obra de Dios. No es sabio que alguien pase toda su vida acumulando dinero y deje totalmente a otros las decisiones en cuanto a su uso. Durante su vida el hombre ha de invertir y dar tan sabia y generosamente como ha acumulado. Cuando así lo hace, tiene algo por todo su trabajo y … la fatiga de su corazón (22). Y si tiene algo que dejar a sus herederos, que ore sobre las decisiones y luego actúe con fe en la generación siguiente, cuyo carácter ha contribuido a formar.
Las bendiciones del trabajo (Eclesiastés 2:24–26)
El rey llega a la conclusión de que una entrega total a la riqueza es una necedad (23). El hombre debe tener suficiente para comer y beber (24), pero también debe “gozarse cuando hace su trabajo” (24, Moffatt). Este es el buen plan de Dios para el hombre.
El versículo 25 en Reina Valera traduce correctamente el hebreo, pero la traducción no concuerda con el contexto. La mayoría de las traducciones modernas siguen la Septuaginta, por ejemplo, la Nueva Biblia Española: “Pues ¿quién come y goza sin su permiso?” Esta interpretación conecta el 24 y el 26 en una secuencia significativa. Sabemos que todo don procede de Dios (Stg. 1:17). El es quien ha dado apetito, la capacidad de gustar, y la capacidad de gozar de la vida.
En el 26 el Predicador resume lo que enseña la Biblia acerca de un universo moral: Al hombre que le agrada, Dios le da sabiduría, ciencia y gozo; mas al pecador da el trabajo.
Adam Clarke comenta: “1. Dios da sabiduría; —el conocimiento de Sí mismo, luz para guiarlo en el camino de la salvación. 2. Ciencia—entendimiento para discernir la operación de su mano; relación experimentada con El, en la dispensación de su gracia y los dones de su Espíritu. 3. Gozo; cien días de alivio por uno de dolor; mil goces por una privación; y a los que creen, paz de conciencia, y gozo en el Espíritu Santo.”