viernes, 31 de julio de 2015

Todo lugar que pise la planta de vuestro pie lo he entregado a vosotros. Nadie te podrá resistir en todos los días de tu vida. No te dejaré ni te desampararé.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




 
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CONSTRUCCIÓN DE SERMONES EXPOSITIVOS
JOSUÉ  1: 1-9

1      Después de la muerte de Moisés, siervo de YHVH, aconteció que YHVH habló a                   Josué ben Nun, ministro de Moisés, diciendo:
2      Moisés mi siervo ha muerto. Ahora pues levántate, cruza este Jordán tú y todo este             pueblo, a la tierra que doy a los hijos de Israel.
3      Como dije a Moisés: todo lugar que pise la planta de vuestro pie lo he entregado a               vosotros.
4      Desde el desierto y este Líbano hasta el gran río, el río Éufrates, toda la tierra de los             heteos hasta el mar Grande, hacia la puesta del sol, serán vuestros términos.
5      Nadie te podrá resistir en todos los días de tu vida. Como estuve con Moisés, estaré             contigo. No te dejaré ni te desampararé.
6      Esfuérzate y sé valiente, porque tú harás que este pueblo herede la tierra que juré a             sus padres que les daría.
7     Solamente esfuérzate y sé muy valiente, cuidando de hacer conforme a toda la Ley              que mi siervo Moisés te ordenó. No te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para            que tengas buen éxito dondequiera que vayas.
8     No se aparte de tu boca el Libro de esta Ley. De día y de noche meditarás en él, para          que cuides de hacer conforme a todo aquello que está en él escrito, porque entonces           harás próspero tu camino, y tendrás buen éxito.
9      ¿No te lo estoy ordenando Yo? ¡Esfuérzate pues y sé valiente! No te intimides ni                   desmayes, porque YHVH tu Dios está contigo dondequiera que vayas.


    Dios informa a Josué (1:1–9)
a. ¿Quién era Josué? 
Antes de la muerte de Moisés lo encontramos varias veces, en relación con acontecimientos importantes de la historia de Israel. Cuando el ejército israelita necesitó un fefe, Josué fue designado general (cf. Ex. 17:8–9). Cuando Dios entregó los Diez Mandamientos a Moisés en el monte Sinaí, Josué era su ayudante (cf. Ex. 24:13; 32:17). En su juventud había sido puesto a cargo del tabernáculo, cuando la idolatría del pueblo hizo que lo retirase del campamento (Ex. 33:11). Había demostrado su lealtad al jefe cuando creyó que su autoridad estaba amenazada (cf. Nm. 11:24–29). En Cades Barnea, Josué fue escogido para ser el representante de su tribu, la tribu de Benjamín (cf. Nm. 13:8, 16).

Josué mereció el título de “servidor” o “ayudante” de Moisés (cf. Ex. 24:13; Jos. 1:1), términos que se usan tanto el uno como el otro con referencia a él (cf. también Ex. 33:11 y Nm. 11:28). Bajo sus órdenes, el ejército de Israel derrotó decisivamente a los enemigos del pueblo (cf. Ex. 17:13). Durante el tiempo que sus hermanos se rebelaron contra Dios, Josué mantuvo su fe en el plan divino.

Después de muchos años de servir juntos, Josué perdió a su superior, Moisés. No obstante, se mantuvo en contacto con el Señor, quien habló a Josué hijo de Nun (1).

Traducido al griego, el nombre “Josué” se convierte en “Jesús” (cf. Hch. 7:45; He. 4:8), nombre que significa “Salvador”. En muchos sentidos este “Jesús del Antiguo Testamento” anticipa características del Jesús del Nuevo Testamento. 

No se le atribuye ningún mal; estaba libre de todo afán de engrandecimiento propio o codicia de ganancia; la sencilla nobleza de su carácter no estaba maleada por el menor tinte de egoísmo; en todas las circunstancias mostraba un supremo deseo: conocer la voluntad de Dios. 

Su ambición dominante era hacer la voluntad divina. Era un hombre de impávido valor e indomitable perseverancia. Frente a las dificultades mostraba una alegre confianza. Su acción decidida le daba la victoria. Era altamente honrado por otros debido a su abnegado menosprecio por sus intereses personales. Nunca dejó de mostrar una profunda preocupación por los intereses de aquellos que habían sido confiados a su cuidado.

Así pues, cuando, en la plenitud del tiempo, Dios necesitó un hombre bien preparado, escogió a Josué. En él encontró el Señor un hombre que habría de escuchar sus instrucciones. Un hombre que llevaría a feliz término las misiones que se le encomendaran. Estas cualidades que explicaban la preparación de Josué, siempre son aprobadas por Dios.

b. ¿Cómo le habló Dios a Josué? 
El autor del libro no hace esfuerzo alguno para explicar cómo hablaba Dios con este hombre. Sin embargo, con considerable frecuencia, declara que se comunicaba con él (cf. Jos. 1:1–9; 3:7; 4:1; 6:2—como unos pocos ejemplos).

En varias ocasiones se dice que Dios habló por medio del Urim y el Tumim (cf. Nm. 27:21; Dt. 33:8; 1 S. 28:6). Pero no hay ninguna indicación de que hablara con Josué de esta manera.

Posiblemente Dios le hablara de la misma manera que habló a Abraham (cf. Gn. 12:1; 13:14; 15:1, 18), o a Jacob (Gn. 28:13; 35:1, 10). Tal suposición, sin embargo, no responde a la pregunta de cómo lo hizo. Una cosa es evidente, a saber, que Dios habló en forma tal que en la mente de Josué no hubo duda alguna acerca de quién le hablaba y qué le decía.

c. Dios da el mandamiento de entrar en Canaán (1:2). 
Levántate y pasa este Jordán. En este mandamiento se manifiesta la continuidad del programa de Dios para Israel. El pueblo debe comenzar inmediatamente a avanzar hacia la tierra prometida. La muerte de Moisés es tratada solamente como una coma, no como un punto, en la historia de Israel. Las promesas hechas a Abraham, a Isaac y a Jacob sirven ahora como los antiguos fundamentos de los acontecimientos que se están desarrollando. Las liberaciones operadas por medio de Moisés no debían ser consideradas como fines en sí, sino que debían aceptarse como presagios de los próximos avances.

Los años de preparación de Josué lo habían capacitado para esa misión específica. Los planes y propósitos de Dios han de continuar desarrollándose. Obviamente sus programas exceden el término de la vida de cualquier hombre.

Este mandamiento de entrar en Canaán no sólo revela la continuidad del programa; también muestra la continuidad de la manifestación divina. “Lo que aconteció bajo Josué formó un capítulo importante del proceso de revelación por el cual Dios se dio a conocer a Israel … los libros históricos hebreos son … los registros de una manifestación divina.” Así había influido Dios en la historia humana en el pasado, y continuaba haciéndolo en los días de Josué.2 El reconocimiento de esta verdad es una importante ayuda para descubrir el significado del libro de Josué.

Uno de los problemas importantes en la misión de Josué era por dónde cruzar el crecido río Jordán. Este problema se advierte por el hecho de que al parecer no perturbaba a Josué. El estaba convencido de que los que con verdadera fe obedecían a Dios podrían realizar cualquier cosa que El les ordenara. Antes le había dicho a Israel: “Si Jehová se agradare de nosotros, 

El nos llevará a esta tierra, y nos la entregará … por tanto, no seáis rebeldes contra Jehová, ni temáis al pueblo de esta tierra; porque nosotros los comeremos como pan; su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros está Jehová; no los temáis” (Nm. 14:8–9). Ante tales promesas, Josué no vaciló. Sabía que el Señor abriría camino para su pueblo.

d. Instrucción acerca del programa divino-humano (1:3). 
Yo os he entregado … todo lugar que pisare la planta de vuestro pie. Esta era la misma promesa que Dios había hecho a los patriarcas (Gn. 12:1–7; 13:14–17; Ex. 23:30 s.). En Cades-barnea esta propuesta había sido rechazada por la incredulidad del pueblo (Nm. 14:1–4). Y durante los años transcurridos, Israel había sufrido las graves consecuencias de esa acción. Ahora, bajo la conducción de Josué, debía completar el circuito Dios-hombre, de modo que el poder de Dios pudiera obrar en beneficio del pueblo. La desobediencia en este punto sólo podía significar una continuada tragedia. La obediencia significaría la victoriosa posesión de la tierra prometida.

Al obedecer a Dios, Israel daba a conocer la voluntad divina a todos los pueblos con los cuales entraba en contacto. En esas oportunidades sus enemigos se tornaban impotentes. Y ellos se hacían invencibles. Cada vez que Israel rompía esa relación con Dios, resultaba víctima de su ambiente.

e. Instrucciones acerca de las fronteras (1:4). 
Dios ofreció a su pueblo la tierra que se extendía desde el desierto del sur hasta la gran cordillera del Líbano, al norte. Este ofrecimiento incluía hacia el este hasta el río Eufrates y al oeste hasta el mar Mediterráneo. (Véase mapa 3). Tendrían también toda la tierra de los heteos, que comprendía una gran parte del Asia Menor. Israel nunca llegó a ocupar toda esta extensión de tierra. David y Salomón sometieron la mayor parte de ella a tributo, pero sólo temporalmente las fronteras de Israel comprendieron esa extensión en algún período de su historia.

La extensión de esos límites sugiere la prodigalidad de las disposiciones de Dios para su pueblo. Su propósito era que toda esa tierra fuera ocupada por sus santos seguidores (cf. Dt. 11:22–25). Obedeciendo perfectamente a Dios, hubieran hecho un impacto para bien entre todas las naciones de la tierra, influencia que era desesperadamente necesaria. Dios quería que Israel cumpliera esa misión, pero aquellos que tan favorecidos habían sido por 

El quebrantaron el pacto con El (Jue. 1:21–2:15). Como resultado de su infidelidad, las naciones que hubieran podido ser iluminadas permanecieron en tinieblas. Los mismos israelitas dejaron de ser conquistadores y se convirtieron en esclavos. La historia de Israel revela que sólo la confianza en Dios y la obediencia les dieron ricas recompensas. Sin El, no podían hacer nada de valor.

f. El secreto de la invencibilidad (1:5). 
Dios no sólo le mostró a Josué una visión de lo que podría hacer, sino que también le aseguró la dinámica necesaria para que la visión se hiciera realidad. Como estuve con Moisés, estaré contigo, era toda la seguridad que Josué necesitaba. Sabía que Dios había hecho invencible a Moisés en medio de peligros y vicisitudes. No podía olvidar cómo había confrontado al faraón de Egipto y había ganado. Había observado cómo se había enfrentado con un pueblo apóstata y Dios no le había fallado.

Debido al contacto que Moisés había mantenido con Dios, el agua amarga se había endulzado, había desaparecido la lepra, había descendido pan del cielo y había surgido agua de la roca en el desierto. Josué estaba convencido de que los recursos de Dios jamás se agotarían. Sabía que ninguna crisis o acontecimiento inesperado haría necesario que Dios se alejara de él. Las palabras no te dejaré, ni te desampararé, hacían que Josué estuviera listo para cualquier misión.

La extensión de la ayuda divina al nuevo jefe sugiere que los grandes hombres de Dios pueden pasar de este mundo, pero el poder que los hizo grandes permanece. Dios quiere que su pueblo de todas las épocas recuerde que El no ha de fallarles cuando se sientan débiles ni se olvidará aun cuando ellos hayan flaqueado (cf. Dt. 31:8).

g. La importancia de una disposición positiva (1:6). 
Josué debía ser un jefe optimista. Esfuérzate y sé valiente fue el mandato que recibió. Para cumplirlo debía estar plenamente persuadido de que Dios haría todo lo que había prometido. Lo asaltarían dudas y temores, pero debía luchar la batalla de la fe y esperar el triunfo. Dios contaba con él y le había dicho tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra. El Señor no tenía en cuenta la posibilidad de un fracaso. También Josué debía tener esta actitud mental.

Una actitud mental negativa hubiera significado la derrota de Israel por más de una generación. Había amanecido un nuevo día; se ofrecían nuevas oportunidades. Sin fe, sería imposible agradar a Dios, y se perderían todas las cosas buenas de que El les había provisto. La fe les daría la victoria.

h. La clave del éxito (1:7–8). 
La efectividad de cualquier cosa que emprendiera Josué dependería de la clave siguiente: Cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó (7). Aquí y en el versículo 8, la palabra ley se emplea para identificar los escritos que Moisés había dejado relativos a la voluntad de Dios para su pueblo. La palabra hebrea tora significa más que una legislación. Sugiere la idea de instrucción y dirección. 

Ninguna obligación o responsabilidad justificaría desviación alguna de esta norma fundamental para la vida. Si Josué no empleaba diligentemente la clave, le amenazaban peligros. Un peligro era el temor; debía ser fuerte y valeroso. La claudicación era peligrosa; por consiguiente el mandamiento era: No te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra.

Existía el riesgo de olvidar; por lo tanto esa ley no debía apartarse de su boca. También corría el peligro de la superficialidad, por consiguiente debía meditar en ella de día y de noche (8). Explicando el término “meditación”, J. S. McEwen sugiere que uno debe practicar una “decidida concentración de la mente en el tema de la meditación y la deliberada expulsión de pensamientos e imágenes discordantes”.

Así, pues, toda la fuerza y el valor de Josué debían concentrarse en observar el programa de Dios. Dios había propuesto un código para el éxito que podía soportar el examen más diligente. En ese código le aseguraba: Serás prosperado en todas las cosas que emprendas. Esta era la clave del éxito; todo el que la use vivirá sabiamente y se comportará prudentemente.

i. La iniciativa es de Dios (1:9)
Mira que te mando. Josué no habría de seguir caprichos personales o ambiciones egoístas. Debía llevar a cabo las órdenes del Señor. En ningún momento debía considerar al Señor solamente como el oyente silencioso de sus conversaciones. El era el Iniciador de todo el programa de Josué. El había puesto en movimiento un modo de vida que exigía toda la atención de este hombre de Dios.

El plan de Dios para el hombre no se inició con Josué, ni terminó con él. “Nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor” (Ef. 1:4, 5). Un programa de esta índole exige una lealtad indivisa. El hombre no ha de apartarse de él ni a diestra ni a siniestra. Debe precaverse cuidadosamente contra el temor, la claudicación, el olvido y la superficialidad. Debe recordar siempre el vibrante desafío. Mira que te mando. Dios mismo ha de estar a cargo de todas las operaciones.

El Señor no solamente establece una manera de vivir, sino que también prescribe el estado mental en que ese plan ha de ser ejecutado. Que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes. 

(1) Dios desafía al hombre a entregarse a la tarea con todas sus fuerzas. También 
(2) ha de realizar la obra del Señor con grandes anticipaciones. Isaías sugiere esta actitud        en su declaración de que “los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sion con                alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas, y tendrán gozo y alegría, y huirán la          tristeza y el gemido” (Is. 35:10). Además, 
(3) ha de servir sin temor. Los “cobardes” encabezan la lista de los que “tendrán su parte en      el lago que arde con fuego y azufre” (Ap. 21:8). Los que sirven al Señor decididamente        no tienen lugar en esa multitud. Finalmente, 
(4) el siervo del Señor ha de ser intrépido. Puede ser tentado en todo, pero no ha de ceder. 

Ha de ser como el Josué del Nuevo Testamento, “el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio” (He. 12:2). Josué necesitaba el consejo: Ni desmayes.

Sin embargo, el Señor no se limita a trazar un plan y prescribir un método. También proporciona una dinámica que hace posibles el plan y el método a los que deciden obedecer. Ese poder no es otro que el hecho de que Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.

Esta Presencia significaba mucho para Josué. 
Eso lo capacitó para hacer aquello para lo cual había sido llamado. Mantuvo comunión con Dios, porque El estaba cerca. Las dificultades de la entrada en la tierra no plantearon problemas serios, porque el Señor podía abrir fácilmente el camino. Estaba asegurada la superación de todas las dificultades; Aquel que estaba con él era más grande que todos los que estaban contra él.

El cristiano reconoce la importancia de la presencia de Dios. 
Jesucristo prometió a sus seguidores: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días” (Mt. 28:20). Y les aseguró: “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo” (Hch. 1:8). Gracias a la presencia de Dios el cristiano se enfrenta victoriosamente a las vicisitudes de la vida.

1:1 Las palabras después de la muerte de Moisés unen este libro con Deuteronomio (cf. Dt. 34:1–9). 
Antes de la muerte de Moisés, Josué fue nombrado como su sucesor (cf. Nm. 27:15–23; Dt. 3:21–22; 31:1–8). Josué había sido el joven servidor de Moisés durante algunos años (Éx. 24:13; 33:11; Nm. 11:28), era de la tribu de Efraín (Nm. 13:8), y vivió 110 años (Jos. 24:29).

Es posible que Josué se sintiera solo, por lo que esperó cerca del río Jordán para escuchar la voz de Dios y no quedó desilusionado. Cuando los siervos de Dios se proponen escucharlo, el Señor siempre se comunica con ellos. En la actualidad, él generalmente habla por medio de su palabra escrita. Pero en el A.T. lo hacía por medio de sueños, visiones, a través del sumo sacerdote, y en ocasiones, con voz audible.

1:2. Cualquiera que haya sido la forma en que Dios se comunicó con Josué, el mensaje fue claro. Moisés, el siervo de Dios había muerto. 
(Es interesante que a Moisés se le llame “siervo de Jehová” tres veces en Josué 1 [vv. 1, 13, 15; cf. Éx. 14:31], y trece veces en otras partes del libro. Al final de su vida, Josué también fue llamado “siervo de Jehová” [Jos. 24:29].) Sin embargo, a pesar de que Moisés ya había muerto, el propósito de Dios seguía vivo, y Josué era ahora la figura clave para llevar a cabo el programa divino. Sus instrucciones fueron explícitas. De inmediato, Josué debía asumir el control de todo el pueblo y llevarlo a través del Jordán …, a la tierra que Dios estaba a punto de darle. Nadie puede cuestionar el derecho que Dios tenía de dar a los hijos de Israel la tierra de Canaán, puesto que él es dueño de toda la tierra. Como afirma el salmista: “De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan” (Sal. 24:1).

1:3–4. Aunque la tierra era regalo de Dios para Israel, sólo podía adquirirla por medio de una fuerte lucha. 
Dios les entregó el título de propiedad de su territorio, pero los israelitas tenían que entrar a poseerlo y marchar sobre todo el lugar. Las fronteras establecidas por Dios y prometidas a Abraham (Gn. 15:18–21) y a Moisés (Dt. 1:6–8) se extendían desde el sur del desierto hasta el norte de los montes del Líbano, y desde el río Eufrates al oriente hasta el gran mar, el Mediterráneo que estaba al occidente, donde se pone el sol. 

La expresión toda la tierra de los heteos que se añade aquí probablemente no se refiere al extenso imperio heteo que se encontraba al norte de Canaán, sino al hecho de que en los tiempos antiguos se les llamaba “heteos” a todos los pobladores de la región de Canaán (cf. Gn. 15:20). Varios “grupos” de heteos vivían diseminados en Canaán.

Josué había explorado esa tierra buena y fructífera treinta y ocho años antes, cuando formó parte del grupo de los doce espías (Nm. 13:1–16; ahí [Nm. 13:8] es llamado “Oseas”, una variante en la manera de escribir su nombre). El recuerdo de la belleza y fertilidad de Canaán no se había borrado de su memoria. Ahora él debía conducir a los ejércitos de Israel a conquistar ese territorio.

¿Cuál era la extensión de la tierra? Realmente el territorio conquistado y controlado por Israel en tiempos de Josué fue mucho más pequeño del que se prometió en Génesis 15:18–21. Aun en tiempos de David y Salomón, cuando la tierra alcanzó su máxima extensión, los distritos que quedaban en los extremos sólo recibían una influencia parcial de Israel.

¿Cuándo poseerá la nación de Israel toda la tierra? Los profetas han declarado que será cuando Cristo regrese a la tierra. Entonces, reunirá a los judíos y reinará sobre la tierra y sobre la nación redimida y convertida de Israel. La posesión absoluta todavía está pendiente, esperando que llegue aquel día (cf. Jer. 16:14–16; Am. 9:11–15; Zac. 8:4–8).

1:5. Al enfrentar el tremendo reto de conquistar a Canaán, Josué necesitaba una palabra fresca de ánimo. 
A partir de sus observaciones personales, Josué sabía que los cananeos y los otros pueblos eran muy fuertes y que vivían en ciudades bien fortificadas (cf. Nm. 13:28–29). 

Además, las frecuentes batallas mantenían a los guerreros en excelentes condiciones para pelear. Por otro lado, la mayor parte de la tierra era montañosa, lo cual complicaría las maniobras militares. Pero cuando Dios da una orden, generalmente la acompaña de una promesa, así que él aseguró a Josué que tendría una trayectoria de victorias continuas sobre sus enemigos, debido a la presencia y ayuda infalibles de Dios. Las palabras no te dejaré (cf. Jos. 1:9) pueden entenderse como “Yo nunca te soltaré o abandonaré” y Dios nunca se retracta de sus promesas.

1:6. Esta fuerte declaración de parte del Señor de que nunca desampararía a Josué, es el origen del llamado que le hizo a ser valiente, el cual consta de tres partes. 
Josué recibió el mandato de esforzarse y ser valiente (cf. vv. 7, 9, 18) porque Dios había prometido darle la tierra. El esfuerzo y la fortaleza eran necesarios para llevar a cabo la agotadora campaña militar que estaba por delante. Pero Josué debía tener muy presente que el éxito que alcanzaría dando a Israel por heredad la tierra, sería gracias a que había sido prometida a sus padres; i.e., a Abraham (Gn. 13:14–17; 15:18–21; 17:7–8; 22:16–18), a Isaac (Gn. 26:3–5), a Jacob (Gn. 28:13; 35:12), y a la nación entera, que era la simiente de Abraham (Éx. 6:8), como su posesión eterna. Finalmente, Josué debía conducir a los hijos de Israel a poseer la tierra prometida. ¡Qué papel tan importante le tocaría desempeñar en ese tiempo tan crucial para la historia de la nación!

Aunque el cumplimiento de esa promesa tan especial y única depende de la obediencia de Israel (cualquiera que sea la generación de que se trate) a Dios, no hay duda de que la Biblia afirma que Israel tiene derecho a poseer esa tierra. El título de propiedad le pertenece por contrato divino, aunque no la poseerá en su totalidad ni la disfrutará a plenitud hasta que esté bien con Dios.

1:7–8. En segundo lugar, Josué recibió la orden de esforzarse y ser muy valiente. Debía tener cuidado de hacer conforme a toda la ley de Moisés. Ese mandamiento está basado en el poder de Dios impartido a través de su palabra. Esta es una exhortación más fuerte, indicando que se requiere mayor fuerza de carácter para obedecer fiel y cabalmente la palabra de Dios ¡que para ganar batallas militares! El énfasis de estos vv. claramente se pone en un cuerpo escrito de verdades. Muchos críticos argumentan que las Escrituras no aparecieron en forma escrita sino hasta varios siglos después. No obstante, aquí hay una referencia clara que afirma que ya existía un libro de la ley.

Para disfrutar de la prosperidad y para que todo saliera bien en la conquista de Canaán, Josué debía hacer tres cosas respecto a las Escrituras: (a) El libro de la ley no debía apartarse de su boca; i.e., debía hablar acerca de él (cf. Dt. 6:7); (b) debía meditar en él de día y de noche; i.e., pensar acerca de él (cf. Sal. 1:2; 119:97); (c) él debía hacer conforme a todo lo que en él está escrito, y obedecer por completo los mandamientos; i.e., actuar conforme a ellos (cf. Esd. 7:10; Stg. 1:22–25).

La vida de Josué demuestra que él vivía en la práctica las enseñanzas de la ley de Moisés, la única porción de la palabra de Dios que estaba por escrito en ese entonces. Solamente así se explican los triunfos que logró en las batallas y el éxito que caracterizó a su carrera. En uno de sus discursos de despedida antes de morir, exhortó a la nación a vivir en obediencia a las Escrituras (Jos. 23:6). 

Trágicamente, el pueblo sólo hizo caso a esta exhortación por un corto período de tiempo. En sus siguientes generaciones, Israel se rehusó a ser guiado por la autoridad revelada de Dios, y cada uno hacía lo que bien le parecía (Jue. 21:25). Israel rechazó las instrucciones objetivas de justicia y prefirió las subjetivas, que se caracterizan por una espiritualidad y moralidad relativas. Esto condujo a la nación a la apostasía religiosa y a la anarquía moral que duró varios siglos.

1:9. El tercer llamado a Josué para que fuera valiente se basa en la presencia de Dios. 
Esto de ninguna manera minimiza la tarea que debía enfrentar el líder. Él tendría que confrontar a gigantes y ciudades fortificadas, pero la presencia de Dios sería la que les daría el triunfo sobre sus enemigos.

Probablemente en la vida de Josué hubo momentos en que se sintió débil, incapaz y asustado. Tal vez llegó a considerar la posibilidad de renunciar antes de comenzar la conquista. Pero Dios conocía exactamente sus sentimientos de debilidad personal y de temor y le dijo tres veces te mando que te esfuerces y seas valiente (vv. 6–7, 9; cf. v. 18). Dios también lo animó a no temer ni a desmayar (cf. Dt. 1:21; 31:8; Jos. 8:1). Esas exhortaciones, junto con sus palabras de ánimo (la promesa, el poder y la presencia de Dios), fueron suficientes para sostenerlo durante toda su vida. Los creyentes de todos los tiempos pueden animarse con las mismas promesas.

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Tuvimos confianza en nuestro Dios para proclamaros el Evangelio de Dios en medio de mucha oposición.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6





 
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CONSTRUCCIÓN DE SERMONES EXPOSITIVOS
1 Tesalonicenses 2.1–16

1      Pues vosotros mismos sabéis, hermanos, que nuestra visita a vosotros no fue en                 vano;
2      sino que habiendo sufrido y habiendo sido maltratados en Filipos, como sabéis,                     tuvimos confianza en nuestro Dios para proclamaros el Evangelio de Dios en medio de         mucha oposición.
3      Porque nuestra exhortación no procede del error, ni de la impureza, ni es con engaño,
4      sino que, según hemos sido aprobados por Dios para que se nos confiara el                        Evangelio, así hablamos; no como agradando a los hombres, sino a Dios, que examina        nuestros corazones.
5      Porque sabéis que nunca fuimos con palabra de adulación, ni encubrimos avaricia,               Dios es testigo;
6      ni buscamos gloria de hombres; ni de vosotros ni de otros,
7      pudiendo haber hecho sentir nuestro peso como apóstoles de Cristo, sino que fuimos           tiernos en medio de vosotros, como cuando la nodriza acaricia a sus propios hijos;
8      teniendo tanto afecto por vosotros, que queríamos impartiros no sólo el Evangelio de           Dios, sino también nuestras propias vidas, porque llegasteis a sernos muy amados.
9      Porque os acordáis, hermanos, de nuestra fatiga y arduo trabajo, que trabajando de             noche y de día, a fin de no ser gravosos a ninguno de vosotros, os proclamamos el               Evangelio de Dios.
10    Vosotros sois testigos, y Dios, de cuán santa, justa, e intachablemente nos                           comportamos con vosotros los que creéis;
11    así como sabéis de qué modo tratamos a cada uno de vosotros; como un padre a                 sus propios hijos
12    os exhortábamos y consolábamos, y os insistíamos que anduvierais como es digno             de Dios, que os llama a su propio reino y gloria.
13    Y por esto damos gracias sin cesar a Dios, de que habiendo recibido de nosotros la            palabra del mensaje de Dios, la aceptasteis, no como palabra de hombres, sino tal                como es en verdad, palabra de Dios, que obra también en vosotros que creéis.
14   Porque vosotros, hermanos, llegasteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en                 Cristo Jesús que están en Judea; pues también vosotros padecisteis las mismas cosas        a manos de vuestros propios compatriotas, como también ellos de los judíos;
15   los cuales no sólo dieron muerte al Señor Jesús y a los profetas, sino que a nosotros            nos expulsaron, y no agradan a Dios, y se oponen a todos los hombres,
16   prohibiéndonos hablar a los gentiles para que sean salvos, de manera que siempre              colman la medida de sus pecados, hasta que les sobrevino la ira hasta el extremo

Exégesis de este pasaje Expositivo

El capítulo 1 de 1 Tesalonicenses nos presenta a Pablo el evangelista
Este capítulo nos presenta a Pablo el pastor, pues explica cómo el gran apóstol cuidó de los nuevos creyentes en las iglesias que fundó. 

Pablo consideraba que “la preocupación por todas las iglesias” (2 Corintios 11:28) era más grande que todos los sufrimientos y dificultades que él había experimentado en su ministerio (2 Corintios 11:23–33).

Así como Dios usa a la gente para llevar el evangelio a los perdidos, usa a la gente para nutrir a los recién nacidos en Cristo para ayudarles a que maduren. La iglesia en Tesalónica comenzó a través de la predicación fiel del apóstol Pablo y de sus colaboradores, y fue nutrida a través del pastorado fiel provisto por Pablo y sus amigos.

Esto les ayudó a permanecer fuertes en medio de la persecución.
En estos versículos, Pablo les recordó la clase de ministerio que tuvo al enseñar y cuidar de la nueva iglesia. 

Cuadros que surgen acerca de su ministerio:

A. Un Administrador Fiel (1 Tesalonicenses 2:1–6)

A Pablo se le había confiado el evangelio (2:4). Este no era un mensaje que él había inventado o recibido de los hombres (Gálatas 1:11–12). 

Pablo se consideraba a sí mismo como un administrador del mensaje de Dios.

Un administrador no es el dueño, sino el encargado que tiene derecho de usar todo lo que pertenece a su amo. José fue un administrador en la casa de Potifar (Génesis 39:1–6). 

Manejaba los asuntos de su señor, utilizando los bienes de acuerdo con los intereses de su amo. Algún día todo administrador tendrá que dar cuentas de su administración (Lucas 16:1–2). Si es hallado infiel, sufrirá.

El mensaje del evangelio es un tesoro que Dios nos ha confiado. No debemos esconderlo, sino invertirlo para que se multiplique y produzca dividendos espirituales para la gloria de Dios. Algunos creyentes piensan que la única responsabilidad de la iglesia es proteger el evangelio de aquellos que desean cambiarlo (Gálatas 1:6–9). Pero, también debemos compartir el evangelio; de otra manera lo estamos protegiendo en vano.

La fidelidad es la cualidad más importante que posee un administrador (1 Corintios 4:1–2). Aunque no sea popular en la opinión de los hombres, no debe ser infiel ante los ojos de Dios. “No como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones” (2:4). 

El creyente que busca el favor de los hombres perderá la aprobación de Dios. Cuando vemos las características del ministerio de Pablo como administrador, entendemos lo que significa la fidelidad.

La manera en que llevó a cabo su ministerio (2:1–2). 

Pablo y Silas habían sido golpeados y humillados en Filipos; a pesar de todo, fueron a Tesalónica y predicaron. La mayoría de nosotros hubiéramos tomado unas vacaciones o hallado una excusa para dejar el ministerio. 

Pablo era valiente y no se daba por vencido. Tenía un santo denuedo que nacía de su dedicación a Dios. Así como los otros apóstoles antes de él, Pablo proclamó con denuedo las buenas nuevas (Hechos 4:13, 29, 31)

Pablo predicó “en medio de gran oposición”. Este es un término de atletismo que significa una competencia, una lucha. El mundo griego conocía bien las competencias atléticas, y Pablo usaba esta idea para ilustrar verdades espirituales (1 Corintios 9:24–27; Filipenses 3:13–14; 2 Timoteo 4:7). Usó la misma palabra en Filipenses 1:30 donde describió la vida cristiana como una competencia atlética que demanda dedicación y energía. No fue fácil empezar una iglesia en Filipos, ni tampoco lo fue en Tesalónica.

El mensaje de su ministerio (2:3a). “Porque nuestra exhortación no procedió de error”. Aquí Pablo les asegura que su mensaje es verdadero. Seis veces en esta carta menciona el evangelio. Este mensaje de la muerte y resurrección de Cristo (1 Corintios 15:1–6) es un mensaje verdadero y es el único evangelio verdadero (Gálatas 1:6–12). Pablo recibió este evangelio de Dios, y no de los hombres. Son las únicas buenas nuevas que salvan al pecador perdido.

La motivación de su ministerio (2:3b)
El no era culpable de impureza, porque su motivación era pura. Es posible predicar el mensaje correcto con un motivo erróneo (Filipenses 1:14–19). Desafortunadamente, algunas personas en los días de Pablo usaban la religión como medio para ganar dinero. Pablo no usó el evangelio como manto para encubrir la avaricia (2:5). Fue abierto y honrado en todos sus asuntos, e incluso trabajó en su oficio para ganarse la vida (ve 2 Tesalonicenses 3:8–10).

Pablo fue muy cuidadoso en asuntos de dinero. No quiso dar a nadie razón de acusarlo de ser un asalariado (1 Corintios 9:1–18). Como apóstol, tenía el privilegio de recibir ayuda económica, pero renunció a tal derecho para evitar acusaciones que podrían manchar su ministerio.

El método de su ministerio (2:3c). Pablo no usó engaño para convertir a la gente. La palabra traducida “engaño” lleva en sí la idea de poner la carnada en el anzuelo. En otras palabras, Pablo no hizo trampas para que la gente fuese salva. No usó las tácticas de un agente de ventas que atrapa al incauto para que compre sus productos. La presentación del evangelio guiada por el Espíritu Santo es muy diferente de una presentación de un vendedor astuto. 

La salvación no es el resultado de un argumento inteligente o una presentación sutil. Es el resultado de la Palabra de Dios y el poder del Espíritu Santo (1:5).

A menudo se dice: “No importa cuál sea el método, con tal de que el mensaje sea correcto”. Pero hay métodos que son indignos del evangelio. Son baratos, mientras que el evangelio es un mensaje costoso, pues requirió la muerte del único Hijo de Dios. Son métodos mundanos, centrados en el hombre, mientras que el evangelio es un mensaje divino centrado en la gloria de Dios.

Los enemigos de Pablo en Tesalónica lo acusaron de ser un mercenario barato de este nuevo mensaje. Dijeron que su único motivo era el de ganar dinero. Pablo responde a tales acusaciones describiéndose como un administrador fiel; y sus lectores sabían que lo que decía era verdad. (Estudia el uso de la frase como sabéis en 1:5; 2:1, 5, 11; 3:3–4; 4:2; 5:2). Pablo apeló al testimonio de Dios (2:5) y al de ellos. El tenía “una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres” (Hechos 24:16).

Pablo detestaba la adulación (2:5)
El rey David también odiaba este pecado sutil. “Habla mentira cada uno con su prójimo; hablan con labios lisonjeras, y con doblez de corazón” (Salmo 12:2).

Se dice que el adulador es una persona cuya característica es manipular en lugar de comunicar. Puede usar tanto la verdad como la mentira para alcanzar su propósito impío, el cual consiste en controlar las decisiones de otro para su propio beneficio.

Algunas personas incluso se adulan a sí mismas. “Se lisonjea, por tanto, en sus propios ojos” (Salmo 36:2). Este fue el pecado de Amán, aquel hombre malvado en el libro de Ester. Estaba tan interesado en adularse a sí mismo que aun planeó matar a todos los judíos con tal de lograr ese propósito.

Algunos tratan de adular a Dios. “Pero le lisonjeaban con su boca, y con su lengua le mentían” (Salmo 78:36). La adulación es otra forma de mentir. Hacemos esto cuando le decimos una cosa a Dios con los labios mientras que el corazón está lejos de él (Marcos 7:6).

Algunos creyentes tratan de ganar amigos e influenciar a la gente apelando a su ego. Sin embargo, una presentación fiel del evangelio trata honesta, pero amorosamente del asunto del pecado y juicio y deja al incrédulo sin nada en lo cual gloriarse. El método de Pablo era tan puro como sus motivos: presentó la Palabra de Dios en el poder del Espíritu Santo, y dejó el resultado a Dios.

B. Una Madre Amorosa (1 Tesalonicenses 2:7–8)

Pablo se comparó con un administrador para enfatizar la fidelidad; se comparó con una madre para enfatizar la ternura. Como apóstol, Pablo fue un hombre con autoridad y siempre usó dicha autoridad en amor. Los nuevos creyentes sintieron su cuidado tierno y amante cuando los alimentaba. El fue en verdad como una madre amorosa que cuida de sus hijos.

El cuidado de los hijos requiere tiempo y energía. Pablo no encargó a los nuevos creyentes en manos de niñeras; sino que él mismo, con sacrificios, los cuidó. No les mandó a leer un libro como substituto de su ministerio personal (aunque la buena lectura cristiana puede contribuir al crecimiento de los nuevos creyentes).

Pablo tuvo paciencia con los hermanos nuevos
Nuestros cuatro hijos ya son adultos, sin embargo, les aseguro que mi esposa y yo necesitábamos tenerles mucha paciencia antes de que llegaran a ser maduros. (¡A decir verdad, nuestros padres también necesitaron tener paciencia con nosotros!) Los niños no crecen instantáneamente. Todos experimentan los dolores del crecimiento y problemas al ir madurando. Por causa de su amor hacia ellos, Pablo les tuvo paciencia, porque “el amor es sufrido, es benigno” (1 Corintios 13:4).

Pablo también los alimentó
El versículo 7 puede leerse “como una madre que amamanta y cría con ternura a sus propios hijos”. ¿Cuál es la lección? Una madre que amamanta imparte su propia vida al hijo. Esto es exactamente lo que Pablo escribió en el versículo 8. Mientras una madre está amamantando a su hijo, no se lo puede encargar a otra persona. Ese bebé debe estar en sus brazos junto a su corazón.

La madre que está amamantando come y transforma los alimentos en leche para el bebé. El creyente maduro se alimenta de la Palabra de Dios y entonces comparte las enseñanzas nutritivas con los creyentes nuevos para que crezcan (1 Pedro 2:1–3). 

Un niño que mama puede enfermarse por causa de algo que la madre haya comido. El creyente que está alimentando a otros debe tener cuidado de no alimentarse de cosas dañinas.

Además de sacrificarse, ser paciente y alimentar a su hijo, una madre también protege a su hijo. 
Reconociendo esta virtud de la mujer, el rey Salomón pudo determinar quién era la verdadera madre de cierto niño (1 Reyes 3:16–28). Pablo no sólo estaba dispuesto a dar el evangelio, sino también su propia vida. Su amor por los tesalonicenses fue tan grande que estaba dispuesto a morir por ellos si fuera necesario.

Pero no es fácil ser como una madre que amamanta. Incluso Moisés sintió la preocupación de cuidar del pueblo de Dios. “¿Concebí yo a todo este pueblo? ¿Lo engendré yo, para que me digas: Llévalo en tu seno, como lleva la que cría al que mama, a la tierra de la cual juraste a sus padres?” (Números 11:12). Pero si no alimentamos a los nuevos creyentes con la leche espiritual, nunca podrán participar del alimento sólido de la Palabra (Hebreos 5:10–14)

C. Un Padre Cuidadoso (1 Tesalonicenses 2:9–12)

Pablo se consideraba a sí mismo como el padre espiritual de los creyentes en Tesalónica, así como de los santos en Corinto. “Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio” (1 Corintios 4:15). El Espíritu de Dios usó la Palabra de Dios en el ministerio de Pablo, y mucha gente en Tesalónica nació en la familia de Dios.

Pero un padre no sólo engendra a los hijos, sino que también cuida de ellos. Pablo señaló tres de sus deberes como padre espiritual de los tesalonicenses:

Su trabajo (2:9). El padre trabaja para sostener a su familia. Aunque los creyentes en Filipos le enviaron ayuda financiera (Filipenses 4:15–16), Pablo aún así hizo tiendas y pagó sus propios gastos. Nadie lo pudo acusar de usar su ministerio con el fin de obtener ganancia personal. Más tarde, el apóstol hizo referencia a esto para avergonzar a los creyentes perezosos de la iglesia en Tesalónica (2 Tesalonicenses 3:6–15).

Pablo usó las palabras “trabajo y fatiga”, las cuales pueden entenderse también como trabajo agotador y dificultades. No era fácil hacer tiendas y ministrar la Palabra al mismo tiempo. Con razón Pablo no cesó de trabajar “de noche y de día” (Hechos 20:31). Luchó porque amaba a los creyentes y quería ayudarlos lo más posible. “Porque no busco lo vuestro sino a vosotros, pues no deben atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los hijos” (2 Corintios 12:14).

Su andar (2:10)
Los padres deben vivir de tal manera que sean ejemplo para sus hijos. Pablo podía usar a los creyentes de Tesalónica como testigos de que su vida había sido ejemplar en todo. Ninguno de los miembros de la congregación podía acusarlo de ser un mal ejemplo. Además, Dios había mirado la vida de Pablo, y el apóstol no titubeaba en declarar que Dios era testigo de que había vivido una vida dedicada, mientras cuidaba de la iglesia como un padre cuida de sus hijos.

Su vida fue santa. 
En el griego vivir santamente significa “cumplir cuidadosamente con los deberes que Dios le da”. Nuestra palabra piadoso tiene un significado similar. Esta misma palabra santo es aplicada al carácter de Dios en Apocalipsis 15:4 y 16:5.

Su vida también fue justa. 
Esto habla de integridad y rectitud de carácter y conducta. Esta no es la justicia de la ley, sino la justicia práctica que Dios obra en nuestras vidas cuando nos rendimos a él (Filipenses 3:4–10).

La vida de Pablo también fue irreprensible. 
Literalmente, esta palabra significa “algo en lo que no se puede hallar falta alguna”. Sus enemigos lo acusaron, pero nadie pudo comprobar dichas acusaciones. Los creyentes deben ser “irreprensibles y sencillos” en este mundo (Filipenses 2:15).

Sus palabras (2:11–12). Un padre no sólo debe sostener a su familia con su trabajo y darle un buen ejemplo, sino que también debe dedicar tiempo para conversar con los miembros de la familia. Pablo sabía la importancia de enseñar a estos nuevos creyentes las verdades que les ayudarían a crecer en el Señor.

Pablo trató a cada uno de los creyentes personalmente
Aunque estaba muy ocupado, aún se dio tiempo para aconsejar personalmente a los miembros de la congregación. Así como es bueno que los líderes de las iglesias hablen a toda la congregación, es necesario tratarlos individualmente. Nuestro Señor nunca estuvo demasiado ocupado para hablar a las personas individualmente, aunque predicaba a grandes multitudes. Tenga por seguro que este trabajo es difícil, pero tiene recompensas y glorifica a Dios.

Pablo animó a los creyentes nuevos
Esto es lo que el padre hace con sus hijos porque sabe que fácilmente se desaniman. Los nuevos creyentes necesitan a alguien que los anime en el Señor. La palabra “exhortar” en este pasaje significa: llamar al lado de uno—animar. Pablo no les regañó, sino que les animó a seguir adelante con el Señor.

Una vez recibí una carta de un radioyente quien me dio las gracias por el ánimo que había recibido a través de los mensajes. “Cuando vamos a la iglesia” escribió, “todo lo que el pastor hace es regañarnos y ya estamos cansados de esto. Es muy placentero oir palabras de ánimo”.

Pablo también los consolaba. 
Esta palabra encierra la misma idea que la palabra “ánimo”, sólo que hace hincapié en la actividad. Pablo no sólo los hizo sentirse mejor, sino que inculcó en ellos el deseo de ser mejores. Un padre no debe consentir a su hijo, sin embargo, cuando el niño fracasa en un intento, el padre debe animarlo a que vuelva a intentarlo hasta que lo haga correctamente. El ánimo cristiano nos estimula a hacer mejor lo que tenemos por delante.

Finalmente, Pablo les da un encargo. 
El vocablo encargar significa que Pablo “les testificó” usando su propia experiencia con el Señor. Esto encierra la idea de dar testimonio personal. A veces pasamos por dificultades para que compartamos con los nuevos creyentes lo que el Señor ha hecho. Dios “nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios” (2 Corintios 1:4).

Los que somos padres sabemos que a nuestros hijos (especialmente los adolescentes) no les gusta oirnos decir: “Cuando yo tenía tu edad…” Pero esto es una parte importante en la enseñanza de una familia. Es una cosa maravillosa cuando un padre espiritual puede animar y ayudar a sus hijos, relatándoles su experiencia en el Señor. “Venid, hijos, oídme; el temor de Jehová os enseñaré” (Salmo 34:11).

¿Cuál era el propósito de este ministerio paternal con los creyentes? Era que sus hijos pudieran andar “como es digno de Dios” (2:12). Así como el padre quiere estar orgulloso de sus hijos, el Señor quiere recibir la gloria a través de las vidas de sus hijos. “Mucho me regocijé porque he hallado a algunos de tus hijos andando en la verdad” (2 Juan 4). Pablo les servía en forma tan personal porque les estaba enseñando a andar.

Todo hijo debe aprender a caminar, y para esto debe tener buenos ejemplos
Pablo los amonestó a que anduvieran “como es digno del Señor” (ve Colosenses 1:10 y Filipenses 1:27). Debemos andar como es digno del llamamiento que tenemos en Cristo Jesús (Efesios 4:1). Dios nos ha llamado; somos salvos por la gracia; y somos parte de su reino y gloria. Esta seguridad ha de gobernar nuestras vidas y darnos el deseo de agradar al Señor.

El verbo “llamó” en el versículo 12 está en tiempo presente en el griego y el versículo debe leerse: “quien continuamente está llamándoles”. Dios nos llamó a salvación (2 Tesalonicenses 2:13–14), y continuamente nos está llamando a una vida de santidad y obediencia. “Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:15–16).

Este pasaje nos da un ejemplo hermoso del discipulado del Nuevo Testamento. 
Pablo nos ha mostrado cómo edificar a los nuevos creyentes. Debemos ser administradores fieles, madres amorosas, y padres cuidadosos. Si no somos fieles a Dios, podremos ser hallados como madres que aman ciegamente y padres que consienten a sus hijos. Los hijos necesitan tanto disciplina como amor. De hecho, la disciplina es una evidencia del amor.

Con razón la iglesia en Tesalónica prosperó a pesar de la persecución, y compartió el evangelio con la gente en su alrededor. Su nacimiento fue basado en la Palabra de Dios (capítulo 1), y crecieron alimentándose en ella (capítulo 2). Este es un ejemplo digno de seguirse en la fundación de nuevas iglesias hoy día.

Es un tanto difícil para un ministro del evangelio saber cuándo debe defenderse. 
Casi siempre hay críticas injustas, pero cuando éstas ponen en peligro su mensaje y ministerio, es menester presentar una defensa. Este es el caso en el segundo capítulo de 1 Tesalonicenses. No sabemos exactamente qué habían dicho los enemigos del apóstol, pero por lo que él dice en su defensa podemos deducir varias acusaciones.

En términos generales, acusaban a Pablo de querer enriquecerse por medio del engaño y engrandecerse en los ojos de gente ingenua. Parece que sus adversarios eran judíos, cuyo verdadero propósito era impedir la predicación del evangelio a los gentiles (2:14–16).
El pasaje se divide en tres puntos principales:

No por riquezas ni por fama 2:1–6
Un cuidado basado en amor 2:7–9
Un modelo de conducta 2:10–12

NO POR RIQUEZAS NI POR FAMA 2:1–6

Su visita no resultó vana 2:1
El “porque” del primer versículo hace referencia a algún antecedente. Probablemente se refiere a 1:5, donde Pablo pone a los hermanos tesalonicenses como testigos de la conducta que había observado mientras estuvo en medio de ellos. Dice literalmente: “como bien sabéis cuáles fuimos entre vosotros por amor de vosotros”. En el 2.1 repite la frase” …vosotros mismos sabéis, hermanos…” ¡Qué bendición cuando un siervo de Dios se ha comportado de tal forma en una iglesia que los mismos hermanos son su mejor defensa!
El vocablo en griego que se traduce aquí como visita, podría ser entrada, y así la tienen algunas versiones. La palabra vana también podría ser vacía. 

En Marcos 12:3, hablando de un siervo del hombre que plantó una viña, se dice: “Mas ellos, tomándole, le golpearon, y le enviaron con las manos vacías”. Si aceptamos estas variaciones, podríamos parafrasear el texto como sigue: “Cuando llegamos a vosotros, nuestras manos no estaban vacías”. En otras palabras, habían llegado a ellos con las manos llenas, para impartir la verdad del evangelio y para entregar su propia vida en servicio a ellos. No habían venido vacíos, con el fin de enriquecerse a costa de ellos.

Si aceptamos lo que dice la versión Reina-Valera 1960, llegamos a la conclusión de que la visita o la estancia de los misioneros en Tesalónica no fue infructuosa. En el capítulo 1 abunda la evidencia de que tuvieron un ministerio muy fructífero. Muchos se convirtieron y dieron muchas muestras de su fe verdadera, incluyendo la propagación del mensaje por todo aquel mundo.

LOS TESALONICENSES ERAN TESTIGOS
DEL MINISTERIO FRUCTÍFERO DE PABLO.

Pablo mostró denuedo en Tesalónica 2:2
Pablo recordó a los tesalonicenses como él y sus colegas habían sufrido por el evangelio en Filipos (2:2a). Los detalles se encuentran en Hechos 16:11–40. En vez de desmayar por semejante maltrato, siguieron fieles a la visión macedonia y llegaron a Tesalónica, donde predicaron con denuedo el evangelio de Dios en medio de gran oposición (2:2b). La frase “como sabéis” indica que los hermanos tesalonicenses eran testigos del denuedo de Pablo y sus compañeros. Si los misioneros hubiesen ido motivados por el amor al dinero o por el deseo de engrandecerse, habrían abandonado la obra para volver a un trabajo que no exigiera semejante sacrificio.

PABLO SABÍA QUE SU DENUEDO PROVENÍA DEL
ESPÍRITU Y NO DE SU PROPIA CARNE.

¡PENSEMOS!

 ¿A quiénes puso Pablo como testigos de la efectividad de su ministerio? Explique la frase: “nuestra visita a vosotros no resultó vana”. ¿Qué había pasado a Pablo y Silas en Filipos? ¿Cuál fue su reacción?

Pablo no predicó por engaño 2:3
El mensaje de Pablo no provenía del error (2:3a). Él predicaba el evangelio, o sea, las buenas de la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. El suyo, era un mensaje basado en muchas pruebas de su veracidad y había sido corroborado por todos los apóstoles, incluyendo a Pablo, quien vio a Cristo en el camino a Damasco (Hechos 9). No es sorprendente que los judíos dijeran que la fuente de su mensaje era el error. Ellos no creían en la resurrección de Cristo, e inventaron una fábula para decir que no resucitó de los muertos (Mateo 28:11–15).

Su exhortación tampoco procedió de la impureza (2:3b). La fornicación era una práctica común en los cultos paganos de aquel entonces, y parece que sus opositores habían acusado a Pablo de practicarla en sus cultos. Por ello, se vio obligado a defenderse de esa acusación también y aclarar que tales prácticas no formaban parte del culto evangélico.
Pablo no usó de ningún engaño para atraer a la gente ni para persuadirla a aceptar a Cristo. Él dependía del poder de Dios para llevar a cabo su obra. El uso de trucos no era correcto, ni eran necesarios para el éxito en un ministerio honrado. 

¡Qué lección para nosotros, los que predicamos el evangelio! Pablo dijo en Romanos 1:16: “No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree…” No debemos depender de trucos, elocuencia ni persuasión humana para hacer la obra. La palabra misma, predicada con sencillez en el poder del Espíritu Santo hace su obra.

Pablo fue aprobado por Dios para predicar el evangelio 2:4
La frase “fuimos aprobados por Dios” lleva la idea de ser sometidos a prueba, ser examinados y ser hallados fieles (2:4a). El verbo está en tiempo perfecto, de modo que podría traducirse de la manera siguiente: “Hemos sido aprobados por Dios”. En otras palabras, el proceso de ser examinados seguía en pie hasta el momento en que Pablo escribió estas líneas. 

Desde su conversión a Cristo, había sido sometido a prueba. Esto incluye el tiempo que pasó en Arabia, su visita a Jerusalén, sus años en Tarso, su ministerio en Antioquía, su primer viaje misionero, el recorrido por los lugares visitados en ese viaje, y la experiencia en Filipos. En cada caso, Dios estaba sometiendo a su siervo a prueba, y siempre lo había hallado digno o genuino.

Como resultado de salir aprobado de cada uno de estos exámenes, Dios le había confiado el privilegio de predicar el evangelio continuamente, incluyendo el ministerio en Tesalónica. Pablo estaba siempre consciente de haber sido puesto en el ministerio por Dios. En 1 Timoteo 1:11–12 dijo: “según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado. Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio”.

Habiendo sido puesto en el ministerio por Dios, Pablo sentía la responsabilidad de agradar al Señor, y no a los hombres (1:4b). La tentación de agradar a los hombres está siempre presente para el que predica la palabra divina. Si uno no se cuida, comienza a eliminar ciertas cosas de su prédica para no ofender a sus oyentes. El siervo de Dios no debe predicar para ofender, pero no debe cambiar su mensaje sólo porque determinado personaje llega repentinamente al culto.

NO TEMAMOS A LOS HOMBRES, RENDIREMOS
CUENTA A DIOS POR EL MINISTERIO.

¡PENSEMOS!

 ¿De qué acusaron a Pablo en 2:3? ¿Cuáles son algunos trucos usados por algunos predicadores en la actualidad? ¿Quién confió a Pablo el evangelio de Cristo? Mencione algunas pruebas a que el apóstol fue sometido antes de ser aprobado por Dios para el ministerio. ¿Cuáles son algunos peligros de procurar agradar a los hombres en la predicación de la palabra? ¿A quién ha de dar cuenta el ministro de Dios por su ministerio?

Pablo no predicó por avaricia 2:5
Pablo decía que no usaba “de palabras lisonjeras” (2:5a), porque éstas sólo pueden tener un propósito. Uno de ellos es para congraciarse con otros. En este contexto la razón es evidente, porque en aquel entonces abundaban charlatanes que comerciaban con su capacidad de pronunciar discursos acerca de diferentes temas. 

Probablemente algunos habían acusado a Pablo de predicar para sacar provecho material de sus oyentes. Una vez más, él puso a los tesalonicenses como testigos de la falsedad de tal cargo (2:5b). Desmintió la acusación categóricamente con las palabras: “ni encubrimos avaricia” (2:5c) y puso a Dios como testigo (2:5d). Pocas personas pueden hacer eso, pero Pablo conocía su corazón, y sabía que era inocente.

Hay muchas cosas que tientan al ministro del evangelio. Una de ellas es el amor o mal uso del dinero. Es menester cuidarse mucho para ser guiado por el Espíritu Santo y no por ofertas monetarias. ¡Dichoso el joven ministro que conoce a un siervo de Dios de experiencia que le puede servir de mentor en tales cosas!

Pablo no predicó por alcanzar gloria personal 2:6
Existía la insinuación de que Pablo predicaba para obtener la gloria de los hombres (2:6a). Abundaban quienes sí lo hacían, pero no este siervo de Dios. ¿Qué gloria había en una cárcel de Filipos? ¿Qué gloria traía la experiencia de haber sido perseguido en Tesalónica y Berea? 

Él no buscaba la gloria ni de adversarios ni de amigos (2:6b). Su única meta era que Dios recibiera la gloria por la salvación de las almas y la edificación de cuantos creyeran. El apóstol aun se privaba de sus privilegios o derechos legítimos. 

Él podía ser una carga por ser apóstol de Cristo. En otras palabras, tenía derecho a vivir del evangelio o esperar que los tesalonicenses lo sostuvieran mientras predicaba en medio de ellos. Pero los misioneros decidieron no hacerlo, y al contrario, servían a los hermanos de Tesalónica con gran amor, como hacen constar los versículos 7–9.


UN CUIDADO BASADO EN EL AMOR 2:7–9

Pablo mostró ternura para los tesalonicenses 2:7
En vez de usar su autoridad apostólica para exigir la atención de los tesalonicenses, Pablo los trató con mucha ternura (2:7). El cuadro que presenta es el de una madre que abriga tiernamente a su bebé en el regazo mientras lo acaricia. No es común pensar de Pablo como un hombre de gran sensibilidad o ternura, pero así se presenta en este contexto. Es loable cuando un pastor puede derramar lágrimas por las almas perdidas y con los hermanos cuando pasan por diversas pruebas. Tendemos a creer que al hombre tierno de corazón le falta carácter varonil. Al contrario, las lágrimas genuinas vinculan al pastor con su pueblo.

Pablo estaba dispuesto a sacrificarse por los tesalonicenses 2:8

El amor que Pablo y sus compañeros sentían por los tesalonicenses era muy grande (2:8a). Los hermanos habían llegado a serles muy queridos (2:8d). Ese amor se manifestaba de dos maneras:
    1.      Los motivó a entregarles el evangelio, (2:8c) y
    2.      Los motivó incluso a estar dispuestos a entregarles su propia vida (2:8b).

Un amor así se compara con el amor de Cristo, y desmiente toda acusación falsa acerca de los motivos de los misioneros.

PABLO NO FUE MOTIVADO NI POR AVARICIA
NI POR GLORIA DE LOS HOMBRES, SINO POR
AMOR (2:5–8).

Los misioneros se sostenían a sí mismos 2:9
En el versículo 6, Pablo ya había dicho que él y sus colegas evitaban ser una carga para los tesalonicenses

Aquí da más detalles acerca de esa afirmación. Habían trabajado con sus propias manos para no ser gravosos a ninguno de ellos (2:9c). Hechos 18:1–3 habla de la relación que existía entre Pablo, Aquila y Priscila. Todos practicaban el mismo oficio, y Pablo se quedó con ellos; “…el oficio de ellos era hacer tiendas” (Hechos 18:3c).

Los tesalonicenses eran testigos del trabajo que Pablo y sus compañeros desplegaban de noche y de día para no ser gravosos (2:9a y b). Trabajaban con sus manos para sostenerse y poder predicar el evangelio de Dios (2:9d). No tenían la meta de enriquecerse, sino de proclamar el mensaje de la muerte y resurrección de Jesucristo. Tal trabajo era otra evidencia de su gran amor para los tesalonicenses.

Había quienes cooperaban económicamente con Pablo en su ministerio (Filipenses 4:15–16), pero parece que él tenía la costumbre de no ser carga para nadie durante la predicación inicial en cada lugar (2 Corintios 11:8–9).

Pablo enseñaba que el obrero es digno de su salario (1 Timoteo 5:17–18) y los miembros de la iglesia hacen bien en cumplir con este principio bíblico. Asimismo, es muy loable ver a un hombre de Dios trabajar con sus propias manos para obtener su sostén cuando la carencia de recursos económicos no permite a los hermanos sostenerlo completamente.

UN MODELO DE CONDUCTA 2:10–12

La conducta de Pablo fue ejemplar 2:10
El apóstol usa tres adverbios para describir su comportamiento entre los tesalonicenses. Dijo que él y sus colegas se comportaron: santa, justa e irreprensiblemente con los creyentes (2:10). Una vez más pone a los tesalonicenses como testigos con la frase: “Vosotros sois testigos” (2:10a). Santamente se refiere a la conducta pura, separada del mal y apartada para Dios, cosa que debe caracterizar a todos los creyentes.

Justamente tiene que ver con la justicia práctica. No hace referencia a la justicia perfecta de Cristo, que es nuestra por haberlo aceptado como nuestro Salvador. Procedemos justamente cuando damos a Dios y a los seres humanos lo que les pertenece. Irreprensiblemente quiere decir en forma irreprochable.

Así era la conducta de Pablo, Silas y Timoteo. Pablo enseñaba que “es necesario que el obispo sea irreprensible” (1 Timoteo 3:2) y practicaba lo que predicaba.

Pablo fue como un padre para los creyentes 2:11–12
Anteriormente habló de mostrar ternura hacia los hermanos tesalonicenses (2:7). Tal cuidado generalmente es característico de una madre. En estos dos versículos describe su papel como padre espiritual que se preocupaba por el desarrollo completo de sus hijos, así como su autoridad. Para llevarlos hacia la madurez espiritual, les exhortaba, les consolaba y les encargaba que anduvieran como es digno de Dios.

Una de las definiciones de exhortar es “amonestar con urgencia”. Ese papel le pertenece al padre. Consolar tiene un significado más obvio. Los tesalonicenses estaban pasando por muchas pruebas, y necesitaban del ministerio de consolación. “Encargar” tiene la idea de pedir a alguien que asuma una seria responsabilidad. El encargo tenía que ver con andar como es digno de Dios.

Pablo agregó que Dios les había llamado “a su reino y gloria”. El reino de Dios tiene cuando menos dos significados. Hay un aspecto actual, que es espiritual (Colosenses 1:12–13). Tiene también un aspecto futuro que se llevará a cabo cuando Cristo vuelva a esta tierra para reinar. Los cristianos somos partícipes de ambos. Cristo debe reinar ahora mismo en nuestros corazones, y reinaremos con él sobre la tierra cuando regrese (Apocalipsis 2:10 y 5:6). Debemos hacer todo para la gloria de Dios.

¡PENSEMOS!

 Pablo negó dos acusaciones en el versículo 5, ¿cuáles son? ¿Qué quiere decir la frase, “aunque podíamos seros carga como apóstoles de Cristo”? ¿Qué figura usó Pablo para describir su ternura para con los tesalonicenses? ¿Qué hicieron Pablo y sus colegas para no ser gravosos a los creyentes? Describa cuál era la conducta de los misioneros. ¿Qué diferencia hay entre el cuidado “maternal” y el paternal de Pablo?


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