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sábado, 21 de marzo de 2015

El enemigo de Dios no pierde tiempo: Intentar desviarnos y corrompernos porque somos parte de la Iglesia.

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
 
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¡Prepárense! Vienen los falsos maestros
2 Pedro 2:1–10a
El conocimiento pleno de quién es el verdadero enemigo, cuáles son sus artimañas, en dónde está, qué hace y, si es posible, qué pretende hacer, es de suma importancia para los soldados que defienden un fuerte. Así se preparan mejor para resistir el ataque, desplegando sus medios de manera ventajosa, reforzando aquellas áreas no tan bien fortificadas, y surtiéndose de los recursos necesarios para aguantar un sitio prolongado. El defensor que ignora esa información acerca del enemigo, ya sea por falta de comunicación o por terquedad, pone en peligro al lugar que protege y a su propia vida.
El apóstol Pedro quería preparar a sus lectores para lo que seguramente sucedería; es decir, la venida de los que enseñarían una doctrina falsa, que tratarían de hacer estragos en el mensaje apostólico para desviar por completo a la iglesia.
Por lo tanto, empleando su pluma como un pincel, pintó un cuadro de los herejes y sus herejías, que estaban próximos a azotar a la iglesia. Es de notarse que la amonestación se dirige a la iglesia del primer siglo, por decirlo así, a la iglesia naciente. El enemigo de nuestras almas no perdió mucho tiempo antes de intentar desviar y corromper a la prístina iglesia.
De acuerdo a su enfoque, Pedro comunicó que la base de la defensa contra la falsa enseñanza es el conocimiento de la verdad; y él mismo aceptó la responsabilidad de comunicarla.
Por eso, pintó el cuadro de cómo eran exactamente y qué hacían los falsos maestros. Además, incluye ilustraciones provenientes del Antiguo Testamento que indican cómo, ya en aquel entonces, Dios había juzgado a quienes se desviaron de la verdad.
Entonces, de acuerdo al bosquejo ya elaborado, llegamos a
EL CONOCIMIENTO:
Acusando a sus enemigos 2:1–22
Advertencias contra los maestros falsos 2:1–3
El capítulo anterior terminó con una referencia a la gran obra del Espíritu Santo efectuada en los santos autores humanos de las Escrituras, una obra que les guió a lo que Dios quiso que proclamaran y que, a la vez, les preservó de todo error. Sin embargo, durante esa misma época de la historia antigua, Israel había estado infestado de algunos que promulgaban un mensaje falso, mentiroso, engañoso, ajeno a la verdad revelada por el Espíritu.
A veces se notaba en esos maestros un móvil personal y egoísta. Nuestra perspectiva bíblica nos permite reconocer la obra del Maligno y darnos cuenta que su mensaje no estaba de ninguna manera de acuerdo con Jehová. Las consecuencias en todo caso fueron desastrosas para el pueblo de Israel.
¡PENSEMOS!
En el Antiguo Testamento se denominaron “falsos profetas” a quienes: a ) hablaban del “engaño de su corazón” (Jeremías 14:13–14); sin tener el puesto ni el don, presentaban su mensaje y asumían el papel de profetas (Jeremías 23:28, 31); c) tomaban para sí mismos el título de profeta para disfrutar de las ventajas materiales que el pueblo acostumbraba entregar al religioso honrado. Fue contra semejantes farsantes y su mensaje, que los profetas legítimos tuvieron que luchar. Cuando eran descubiertos los charlatanes eran castigados, a veces hasta con la muerte.
“GUARDAOS DE LOS FALSOS PROFETAS QUE
VIENEN A VOSOTROS CON VESTIDOS DE OVEJAS,
PERO POR DENTRO SON LOBOS RAPACES”
(MATEO 7:15).
El apóstol Pedro hizo ver a sus lectores que ellos también podían esperar semejante clase de estorbo, ya que vendrían falsos maestros. El uso del verbo en tiempo futuro (“habrá” 2:1) ayuda a establecer la prioridad temporal de 2 Pedro relacionada con la epístola de Judas, donde se mencionan los mismos eventos, pero en tiempo pasado.
Tanto la táctica que emplearían, como el contenido de su mensaje, serían reprensibles. La impresión es que llevarían a cabo su nefario propósito con cautela. La instrucción escandalosa que impartirían esos engañosos, es descrita por Pedro como “herejías destructoras”. Se entiende lo serio de esa acusación al notar el detalle que dice: “negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina”. El centro de su negación parece haber sido tanto la persona, como la obra del Señor Jesucristo, actitud y conducta que hizo que esos maestros falsos cayeran en un gravísimo error.
Hubiera sido grave si solamente propagaran ideas o filosofías conceptualizadas pero no externalizadas, pero el hecho de que promulgaran semejante enseñanza para influenciar a otros, complicaba aún más el cuadro. Se entiende que un maestro tiene muchísima responsabilidad. “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación” (Santiago 3:1).
¡PENSEMOS!
Negar al Cristo bíblico parece ser el pasatiempo favorito de muchísimas sectas falsas que nos rodean en la actualidad.
Los musulmanes consideran a Cristo como un profeta, pero no como Dios. Inclusive niegan su muerte en la cruz diciendo que fue Judas quien murió en esa cruz. Los de la llamada Ciencia Cristiana (y las demás sectas de ese índole) enseñan que Cristo no fue más que una idea espiritual de Dios y que ni sufrió ni murió por el pecado, puesto que el pecado no existe.
Los ubicuos Testigos de Jehová promulgan que Jesús, antes de nacer aquí en la tierra, era un ángel, precisamente Miguel. A la vez dicen que era un dios, pero no Dios; que no hubo resurrección física, sino que Dios resucitó nada más su “cuerpo espiritual” y que ahora Jesús es otra vez el ángel Miguel.
El Cristo de los igualmente omnipresentes mormones es totalmente diferente al de la Biblia. El fundador de esa secta, José Smith, inventó a un cristo, el hijo espiritual de Elohim, quien llegó a esta tierra como resultado de las relaciones sexuales entre María y Elohim (quien, a propósito, tiene un cuerpo físico material igual a nosotros). Su intención al venir a la tierra fue para poder llegar a ser un dios. El Jesús de los mormones es hermanastro de Satanás.
¿Qué diríamos del Jesús de los católicorromanos? Para muchos de ellos, es el bebé perpetuo que está en brazos de la Virgen, o el cadáver en un crucifijo. Para todos, es el sacrificio inmolado cada vez que se celebra la misa. Finalmente, está el Jesús de muchísimos protestantes y hasta algunos llamados “evangélicos” que merecen el nombre de herejes por haber quitado o agregado a lo que la Biblia enseña. Me refiero a los que enseñan que Cristo era rico y que él quiere que seamos ricos tam bién; a los que predican que Cristo descendió al infierno para ser torturado por Satanás completando así la obra salvadora, a los que dicen que Cristo murió para lograr que cada individuo mejorara su autoestima, y al fin a los que dicen que se tiene que perdonar a Jesús por aquellas situaciones de tiempos pasados en donde sentimos que Jesús los ha decepcionado o herido emocionalmente. ¡Herejía todo! Estas son sólo una parte de lo que significa negar a Cristo actualmente.
“Y A CUALQUIERA QUE ME NIEGUE DELANTE DE
LOS HOMBRES, YO TAMBIÉN LE NEGARÉ DELANTE
DE MI PADRE QUE ESTÁ EN LOS CIELOS”
(MATEO 10:33).
La frase “…al Señor que los rescató” reconoce la eficacia y disponibilidad de la salvación en Cristo. “Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Juan 2:2). Sin embargo, no quiere decir que esos maestros falsos eran redimidos, es decir, que eran legítimos hijos de Dios, que perdieron la salvación por “negar” a Cristo. El resto del Nuevo Testamento está en contra de esa idea.
La salvación que se ofrece al ser humano vuelve a ser eficaz en la experiencia de cada uno, mediante la obra del Espíritu Santo de Dios (que convence al individuo del mensaje bíblico, le da la capacidad de creer, y lo coloca en Cristo). Habiendo sucedido eso, ¡es imposible perder la salvación! “Porque de tal manera amó Dios al mundo” (“mundo” incluye a todo pecador, hasta los que llegarían a ser maestros falsos), “que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree” (aquí está el pero. Obviamente, ¡esos engañadores no le creyeron!) “no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Así que la “vida eterna” es para los creyentes, pero la “destrucción repentina” es para los incrédulos en general y los falsos maestros en especial.
No nos debe sorprender la popularidad que alcanzaron las aberraciones de la sana doctrina. El ser humano (después de Adán) nace rebelde, y su mente siempre está inclinada hacia el error. El enemigo de nuestras almas se aprovecha de esa propensión y provee mentiras en abundancia para que las crea el hombre. Pedro lo anticipó cuando dijo: “Y muchos seguirán sus disoluciones” (2:2).
Además, esos maestros aprovechados cumplían con su abominable tarea usando las tácticas y artimañas de un vendedor inescrupuloso: “…y por avaricia harán mercadería de vosotros” (2:3). Le conviene al creyente estar alerta y muy apegado a lo que la Biblia enseña. Su modelo debe ser el de los creyentes de Berea, quienes “recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” (Hechos 17:11).
Ejemplos de juicio y rescate 2:4–10a
A continuación, mediante ciertas ilustraciones tomadas del Antiguo Testamento, el apóstol Pedro presenta la evidencia de dos aspectos de la justicia de Dios; la retributiva y la premiadora. Naturalmente, la razón para incluir esa enseñanza aquí contempla el fin de los maestros falsos y la protección de los fieles. Es como si dijera: “Esos casos históricos no escaparon de la mano de Dios y tampoco lo hará los presentes. ¡Téngalo por seguro! ” Dicho sea de paso, otra vez se nota la importancia del Antiguo Testamento para el estudio del Nuevo.
Dios no perdonó a los ángeles que pecaron (2:4). Hay dos explicaciones que son las más usuales de este evento. La primera alude a que Satanás y sus ángeles cayeron del cielo en la época pre-Adánica. El problema principal con esa interpretación es que 2 Pedro 2:4 indica que dichos ángeles estaban encarcelados, lo que no se dice todavía de Satanás.
La segunda y tal vez la mejor explicación es que 2 Pedro 2:4 hace referencia a la intervención pecaminosa extraordinariamente atroz de parte algunos ángeles, que cometieron una rebeldía tan horrible contra el carácter de su Santo creador, que él no pudo evitar encarcelarlos. El texto indica que los tiene encerrados en un lugar de oscuridad y tristeza, pero probablemente no es el lugar de sufrimiento eterno.
Algunos dicen que el evento aludido es lo que ocurrió en Génesis 6, debido a que la frase “hijos de Dios” usada en el Antiguo Testamento podía referirse a los ángeles. Sin embargo, no hay evidencia de que un ángel (que es un espíritu) tenga la capacidad de asumir cuerpo humano por sí mismo, aunque sí podía hacerlo cuando Dios le otorgaba dicho cuerpo de acuerdo a su voluntad.
A la par de eso, está la referencia del Nuevo Testamento en el sentido de que los ángeles no se casan (Mateo 22:30). Bien es cierto que no hay otra referencia antiguotestamentaria que directamente cite la clase de falta angelical que se aplicara al contenido de la porción de 2 Pedro. Sin embargo, la fuerza de 2 Pedro 2:4 no se puede negar o disminuir; Dios castiga a los que se oponen a su voluntad.
Dios juzgó al mundo antediluviano (2:5). Este es un punto indiscutible; hubo un diluvio universal. Fue un evento que hasta la ciencia honesta reconoce sin prejuicios. Sin embargo, la ciencia con todas y sus investigaciones geológicas, meteorológicas y a saber qué más, no puede explicar la razón de tal catástrofe, a menos que los científicos lean la Biblia. El diluvio vino para castigar a un pueblo incrédulo y rebelde, a un mundo poblado de “impíos” (2 Pedro 2:5), y otra vez se tiene que admitir que Dios castiga a los que se oponen a su voluntad.
Todos fueron destruidos menos Noé y su familia. Es interesante notar que Noé se describe como “pregonero de justicia”. En la actualidad, algunos consideran a Noé nada más el nombre de quien lleva el papel principal de una leyenda, un constructor de barcos o administrador de un zoológico. Pero la Biblia lo reconoce como personaje histórico y además, como un predicador de justicia. La porción de Génesis 6 y 7 no especifica cuál fue su predicación al menos siguiendo el estilo de lo que hoy se considera como tal, pero su testimonio frente a un mundo de incrédulos rebeldes e indiferentes, durante todos aquellos años cuando obedecía la voluntad de Dios, resultó en una “predicación”. Además, Génesis 6:9 especifica que Noé, “varón justo, era perfecto en sus generaciones”. Podríamos decir entonces que la vida obediente a Dios, que al fin y al cabo es una vida diferente de las demás porque obedece una norma mucho más alta, es una vida que da testimonio de la justicia. Naturalmente viene la pregunta, “¿Es así mi vida?”
Dios juzgó a las ciudades de la llanura, a Sodoma y Gomorra (2:6–8). Lo concerniente a esas dos ciudades llegó a tener un enorme impacto entre los judíos y a través de su historia les sirvió como amonestación, “poniéndolas de ejemplo” (v. 6). Pedro dice que su castigo redujo a cenizas esas ciudades, término empleado solamente aquí en el Nuevo Testamento pero usado por un autor pagano para describir la ciudad de Pompeya en Italia, que fue destruida por la erupción del volcán Vesubio.
Tal y como Pedro nos iluminó en cuanto a Noé llamándolo pregonero de justicia, aquí nos informa del carácter de Lot, algo que de otra manera no hubiéramos sabido: “el justo Lot”. Para los que tengan dudas, deben recordar que Abraham pensaba lo mismo e intercedió por Lot (Génesis 18:23–33).
Obviamente, Dios estuvo de acuerdo, porque lo libró de su juicio destructor (Génesis 19). Bien es cierto que muchos rabíes lo juzgaron con base en la ley de Moisés, proclamándolo así como muy deficiente y que era un pecador notable. También tenemos que admitir que el nombre de Lot no aparece en la lista de los héroes de la fe (Hebreos 11).
Aun un lector casual de las porciones aludidas (Génesis 13 y 19) tendría que confesar que la impresión que deja Lot es muy deficiente, tal vez era de carácter débil, y su interés espiritual era mínimo. Sin embargo, la conclusión final (“el justo Lot”) la tenemos que sostener, porque eso es lo que Espíritu Santo comunicó a Pedro para que lo escribiera.
Conclusión. Dios distingue entre los justos y los impíos (2:9–10a). Este no es un pensamiento nuevo para el lector y estudiante bíblico.
“PORQUE JEHOVÁ CONOCE EL CAMINO DE LOS
JUSTOS; MAS LA SENDA DE LOS
MALOS PERECERÁ”
(SALMOS 1:6).
En las ilustraciones veterotestamentarias ya presentadas, los impíos y rebeldes sufrieron el castigo de Dios. Las mismas referencias mencionan a quienes fueron librados de esa condenación, siempre por la misericordia y gracia de Dios. La sección termina anotando que los maestros falsos pertenecen a la clase anterior y gozarán del mismo porvenir: ¡el castigo!
Pedro concluye su crítica de esos engañadores dando una descripción de su carácter y conducta: “aquellos que siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío” (2:10a). Su comentario parece indicar que los factores enumerados representan su actuación de costumbre, o sea, lo que les es habitual (“andan”, indica que es su manera de vivir continuamente).
Además, la combinación de los términos “carne”, “concupiscencia” e “inmundicia”, sugieren la contaminación moral, no como si fuera un accidente en la vida, sino su pasión, pasión que buscaba saciarse por medio de la experimentación. Existe la posibilidad (por lo que esas mismas palabras señalan en otras porciones de la Biblia y por el género del término “maestros”), de que el autor estuviera haciendo referencia al horrendo pecado de la homosexualidad.
¡LOS QUE SE SUJETAN A LA CARNE NO PUEDEN
SUJETARSE AL SEÑOR!
Así es como termina esta sección. Con la declaración de que Dios reservará para ser castigado cualquier intento de desviar a los verdaderos creyentes. Pero, gracias a Dios, él preservará a los verdaderos creyentes de la tentación.

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viernes, 25 de octubre de 2013

Las Artimañas de satanás: Alerta máxima!!!

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6


 
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Si usted es un verdadero creyente, Satanás lo odia. Lo odia porque usted es la imagen de Cristo, porque usted es la singular obra de Dios creado en Cristo Jesús para buenas obras, y porque fue arrebatado de su poder.

Usted es un desertor de Satanás y huyó de su territorio. Por gracia, reconoció a Cristo como su Señor y Maestro. Usted testifica con Pedro: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16). Satanás lo odia porque Dios está con usted y porque ama a Cristo.

Satanás lo quiere de vuelta. Y como Jesús les dijo a sus discípulos: “He aquí, Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo” (Lucas 22:31), así que Satanás quiere zarandearlo como a trigo. No sobreestime ni subestime a Satanás. No es una deidad caída; no es Dios. Solamente es un ángel caído. No es omnipotente. Sin embargo, Satanás es un poderoso enemigo. John Blanchard escribió: “Se nos opone un enemigo viviente, inteligente, pleno de recursos y astuto, que puede sobrevivir a los cristianos más viejos, trabajar más que los más ocupados, pelear más que los más fuertes y burlar a los más sabios”.

Cada verdadero creyente está comprometido con lo que la Biblia describe como la guerra espiritual (Génesis 3:15; Apocalipsis 12:7). Juan Bunyan lo llamó una guerra santa. Esta guerra espiritual o guerra santa implica una batalla perpetua contra tres grandes enemigos: el diablo, el mundo y la carne.


Una batalla feroz

La batalla contra Satanás y sus demonios es feroz. La vida y la muerte están en juego, involucrando fuerzas de luz y oscuridad. Los principados y poderes de la oscuridad están bajo el dominio de Satanás y sujetos a sus órdenes. Los lugartenientes de Satanás son demonios que se deleitan en cumplir con sus órdenes. El ejército de Satanás es agresivo, maligno y cruel, y su poder se encuentra en lugares altos sobre nosotros y a nuestro alrededor. Este ejército es muy poderoso para que nosotros luchemos con nuestras propias fuerzas, sin embargo, no podemos transigir con Satanás ni rendirnos a él. En vez de ello, debemos resistir al diablo (Santiago 4:7) siguiendo conscientemente las instrucciones de la Biblia para tener la victoria sobre Satanás.

Una batalla espiritual

La batalla contra Satanás y sus demonios es espiritual. No peleamos contra este enemigo con pistolas, tanques o armas atómicas. Tampoco peleamos simplemente contra carne y sangre. Como Pablo les escribió a los Efesios: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12). Esta batalla no es por el poder mundial, por posesiones u honor, dice Pablo. El objetivo es más alto, en la realidad espiritual de la verdad, la justicia y la gloria del Dios viviente y su Hijo. Detrás de nuestros enemigos visibles de carne y hueso se encuentra un ejército de adversarios espirituales, invisibles. La guerra espiritual es una batalla contra enemigos invisibles con armamento invisible que se oponen a la causa y al reino de Jesucristo.

Luchamos contra el poderoso, innumerable, invisible ejército de Satanás. La lucha es un cercano conflicto espiritual. Es intensa y extenuante. En la lucha, los oponentes no mantienen distancia los unos de los otros; se quedan asidos uno del otro. Ya sea como el príncipe de las tinieblas o como un ángel de luz, Satanás nos compromete mano-con-mano y mano-a-mano en una guerra espiritual de vida o muerte.

Una batalla necesaria

La batalla contra Satanás y sus demonios es necesaria. Así como el mundo actual no puede escapar a la guerra contra el terrorismo, nosotros tampoco podemos escapar de la guerra contra Satanás. Nos guste o no, estamos en guerra. No podemos pedir amnistía ni consideraciones médicas, ni tampoco podemos evitar las balas y las bombas. Estar en medio de la guerra y no darse cuenta de ello es aún más peligroso. Si ignoramos al enemigo, nos colocamos como un blanco a derrotar. Pablo nos ordena: “Vestíos de toda la armadura de Dios para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo” (Efesios 6:11).

Muchos cristianos hoy en día prestan muy poca atención al mandato de Pablo. Muchas iglesias hablan más sobre el desarme que sobre el armamento. Y muchos predicadores promueven una amplia “fraternidad universal” ecuménica que incluye una variedad de religiones en lugar de exponer la antítesis entre dos reinos que se oponen en este mundo.

Por desagradable que sea el tema de Satanás, necesitamos estudiarlo. El puritano Thomas Brooks escribió: “Cristo, la Escritura, su propio corazón, y las estratagemas de Satanás, son las cuatro cosas primordiales que usted debe estudiar y buscar entender en primer lugar y con mayor determinación” (Remedios Preciosos Contra las Artimañas del Diablo, p.3). Si tenemos ideas pobres sobre los objetivos de Satanás, sus fuerzas y limitaciones, nos volvemos descuidados. Subestimamos el poder del enemigo.

En este estudio, veremos a Satanás y sus artimañas. Confío en que lo que aprenderemos nos asistirá para pelear intensamente, pelear bien y seguir en la lucha hasta obtener una victoria total sobre el enemigo (cf. Catecismo de Heidelberg, Q. 127). Que Dios nos ayude en la batalla.


sábado, 18 de febrero de 2012

satanás y su Obra en el Tercer Mundo: Ayuda espiritual

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