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martes, 17 de noviembre de 2015

Cuán bienaventurado es el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni se detuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado!. Sino que en la Ley de YHVH está su delicia, Y en su Ley medita de día y de noche. todo lo que hace prosperará

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




Nos preparamos para enseñar en la Congregación
SALMO 1

    1      ¡Cuán bienaventurado es el varón que no anduvo en consejo de malos,
    Ni se detuvo en camino de pecadores,
    Ni en silla de escarnecedores se ha sentado!
    2      Sino que en la Ley de YHVH está su delicia,
    Y en su Ley medita de día y de noche.
    3      Será como árbol plantado junto a corrientes de agua,
    Que da su fruto a su tiempo, y su hoja no se marchita,
    Y todo lo que hace prosperará.
    4      No así los malos, que son como la paja que arrebata el viento.
    5      Por lo que no se erguirán los malos en el juicio,
    Ni los pecadores en la asamblea de los justos,
    6      Porque YHVH conoce el camino de los justos,
    Pero la senda de los malos conduce a la perdición.

LOS DOS CAMINOS


Dos actitudes ante la Palabra de Dios



Salmo 1: Los dos caminos
Parece que este salmo fue compuesto especialmente para ser la introducción a todo el libro de Salmos. 

Alguien ha dicho que “El Salmo 1 es a todo el Salterio lo que el texto es a un sermón”. 

En cambio, el Salmo 2 proporciona una introducción al primer libro de Salmos. Juntos, los primeros dos salmos forman el prólogo a las cinco colecciones de poemas.

El Salmo 1 nos recuerda a los proverbios por su tono sapiencial y didáctico
Como el proverbista, el salmista contrapone los dos caminos, el de los pecadores y el de los justos, y señala el resultado de cada uno: la felicidad para “el justo” (v. 1), y la perdición (“desastre”, DHH), para los malos (v. 6; véase Pr 2:12–14, 20–22). Sin embargo, la sabiduría que recomienda el salmista se arraiga en la Ley de Jehová (v. 2), y no en la sagacidad humana.

Los versículos 1–3 describen al hombre feliz que evita conformarse al mundo en tres aspectos: aceptando sus consejos, participando en sus costumbres y adoptando la peor de sus actitudes, la burla a Dios. 

La “ley de Jehová” contrapone el escarnio de los pecadores y es la respuesta a los consejos de ellos. El Salmo 1 recalca una gran verdad: en lo que piensa el hombre es lo que determina su manera de vivir. Por lo tanto, el justo, como Josué (Jos 1:8), medita y se deleita continuamente en la Ley (instrucción o enseñanza), algo que implica “adhesión gozosa y obediencia fundada en el amor.” Resulta que el justo es como el árbol que tiene sus raíces en la orilla de un arroyo y no está afectado por los períodos de sequedad ni deja de llevar fruto a su tiempo. “Todo lo que hace prosperará”. El Señor “cuida” su camino (v. 6, DHH).

Salmo 1:2 La ley de Jehová (instrucción o enseñanza). 
El vocablo “ley” (hebreo torah) está utilizado en el Antiguo Testamento con diferentes acepciones. 

Algunas son 
(1) El Pentateuco, o sea los primeros cinco libros de la Biblia, siendo los Diez Mandamientos su corazón; 
(2) Las Escrituras Sagradas del Antiguo Testamento y las normas que la tradición hebrea fue agregando a lo largo de los siglos; 
(3) Las ordenanzas y estatutos del Antiguo Testamento; 
(4) Instrucción, sabiduría, preceptos o enseñanza. El último uso se encuentra con más frecuencia en el Salterio y los libros sapienciales.


Salmo 1:1–3
Estos versículos destacan tres características de los justos: resisten al pecado, aman la Palabra de Dios, y producen los frutos de la fe.

Como los justos son guiados por la Palabra de Dios, su vida no está gobernada por los falsos valores del mundo incrédulo. En Romanos 12:2 Pablo nos amonesta diciendo: “No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”; el Salmo 1 supone la misma advertencia. Los cristianos no deben extraer sus valores y metas de las normas pecaminosas del mundo. Aquello que le dé forma a nuestra manera de pensar muy pronto también les dará forma a nuestras acciones.

Los tres verbos: “andar”, “estar”, y “sentarse”, son una advertencia para los cristianos contra el hecho de permitir que las influencias impías penetren gradualmente en su vida. No andes de acuerdo al consejo de los impíos, es decir, no comiences a aceptar sus valores. No estés en el camino de los pecadores, es decir, no andes con ellos y no te unas a sus acciones pecaminosas. No te sientes con los escarnecedores, es decir, no hagas causa común con ellos. No te unas a ellos en su estilo de vida impenitente ni en su atrevido desafío a Dios. No te conviertas en uno de ellos.

Cuando vemos que las actitudes impías prevalecen en el mundo que nos rodea: la avaricia y el materialismo, la inmoralidad sexual y la falta de respeto por la familia, la violencia y la guerra, comprendemos que debemos resistir estas influencias antes de que ganen terreno en nuestra vida. Si les permitimos entrar en nuestra vida, muy pronto echarán raíces en ella y quedarán firmemente plantadas allí. El siguiente paso será que pronto nos sentiremos cómodos con ideas y acciones que en otra ocasión nos hubieran horrorizado. Cuando esto ocurra, no seremos diferentes del resto del mundo.

Los cristianos no pueden esperar que sean capaces de resistir los valores del mundo incrédulo si le dedican una hora de la semana a la meditación de la Palabra de Dios y las otras 167 horas a proveer para las necesidades de su cuerpo y a gozar las distracciones del mundo. 

Si deseamos que nuestra vida sea formada por la Palabra de Dios, necesitamos más que la hora dominical de adoración; necesitamos estudios bíblicos regulares con compañeros cristianos; necesitamos reconocer la importancia de las devociones familiares regulares y del estudio bíblico personal; necesitamos cultivar el hábito de recordar y aplicar las verdades de la Palabra de Dios cuando nos enfrentemos con las tentaciones o cuando tengamos que asumir las decisiones de la vida diaria. Los hijos de Dios encontrarán gran gozo y satisfacción al estudiar su Palabra y al meditar en ella día y noche.

Con frecuencia usamos la palabra “ley” para referirnos a los mandamientos de Dios, en los que él nos dice lo que debemos hacer. Pero en este Salmo y en muchos otros pasajes de la Biblia la “ley de Jehová”, se refiere a toda la Palabra, tanto a la ley como al evangelio. “Ley” aquí, es la traducción de la palabra hebrea que significa “enseñanza” o “instrucción”. 

Los cristianos hallan su mayor gozo en el evangelio, que les habla del perdón divino de sus pecados; pero cuando son motivados por el nuevo espíritu de la fe que el Espíritu Santo ha creado en ellos, también se deleitan en la ley de Dios como está resumida en los Diez Mandamientos y en otros pasajes de las Escrituras. Los cristianos quieren obedecer los mandamientos y hacer las cosas que le agradan a Jesús, porque aman a su Salvador; se deleitan en toda la Palabra de Dios desde el comienzo hasta el fin

Cuando los creyentes son motivados por el evangelio y son guiados por la ley de Dios, producen los frutos de la fe, es decir, obras agradables a Dios. Las buenas obras que producen los cristianos en su vida, con frecuencia se llaman frutos, por las similitudes entre un cristiano y una rama de un árbol frutal. La rama de un árbol puede producir frutos sólo si permanece unida al tronco del árbol. 

El cristiano puede producir buenas obras sólo si permanece unido a Cristo por medio de la fe viva. Un árbol sólo puede producir frutos si está bien regado; el cristiano puede producir buenas obras sólo si su fe está bien “regada” con la Palabra de Dios. Un árbol es un organismo vivo que produce frutos según la naturaleza que Dios le dio. La naturaleza de un manzano saludable es producir manzanas, la naturaleza de la vid es producir uvas; la nueva naturaleza de un creyente en Cristo es producir obras como las de Cristo.

Aunque el versículo uno contiene una advertencia implícita contra los valores impíos, estrictamente hablando, este versículo es una promesa, no una advertencia. Los que guían su vida por la Palabra de Dios, de modo que eviten el camino del impío y produzcan frutos de fe, serán realmente bienaventurados. Ser bienaventurado significa gozar la vida feliz y gratificante que sólo viene de Dios. La verdadera felicidad es la paz que viene mediante el perdón de los pecados; la verdadera felicidad es recibir la libertad de vivir según la Palabra de Dios; la verdadera felicidad es gozar la gloria de vivir con Dios por toda la eternidad. Esta es la bienaventuranza que les espera a todos los que se deleitan en la Palabra de Dios.

Salmo 1:4–6
Esta sección es más breve que la descripción del justo, porque no se puede decir nada positivo de la forma de vida de los impíos; ellos: no le prestan atención a la Palabra de Dios, no producen frutos, no recibirán bendición. Para Dios, sus logros son tan despreciables como el tamo que el viento se lleva fácilmente cuando el granjero trilla el grano.

El Día del Juicio, Dios reunirá a todos los creyentes en el hogar celestial, como el granjero junta el buen grano en su granero, pero los impíos serán apartados de la presencia de Dios, como el tamo que arrebata el viento. Los impíos no pasarán el juicio de Dios, no se unirán a la asamblea de sus santos en el cielo. El Día del Juicio, el Señor anunciará que aprueba el camino de todos los que son sus hijos por la fe en Cristo, pero la rebelión de los impíos contra Dios llegará a su fin, y serán apartados de su presencia para siempre.

Existen sólo dos caminos por los que la gente puede ir: el camino de la obediencia a Dios, que lleva a la vida, y el camino de la rebelión, que conduce al infierno, no hay otra alternativa. Nada en la vida es más importante que estar seguro de que uno está viajando por el camino correcto.


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sábado, 12 de septiembre de 2015

sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso, como está escrito: Para que seas justificado en tus palabras, Y venzas cuando seas juzgado


RECUÉRDALO Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6




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Información 


NOS PREPARAMOS A ESTUDIAR PARA ENSEÑAR EN LA CONGREGACIÓN
ROMANOS 3:1-8 CÓMO JUZGARÁ DIOS AL MUNDO

1     ¿Qué ventaja tiene pues el judío? ¿O de qué aprovecha la circuncisión?
2      Mucho, en todos los sentidos. Primero, ciertamente en que les fueron                             encomendados los oráculos de Dios.
3      ¿Pues qué, si algunos se negaron a creer? ¿La incredulidad de ellos anulará                 acaso la fidelidad de Dios?
4      ¡De ninguna manera! Antes bien, sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso, como            está escrito:
    Para que seas justificado en tus palabras,
    Y venzas cuando seas juzgado.
5      Y si nuestra injusticia resalta la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Será injusto Dios         que expresa su ira? (hablo como hombre).
6      ¡De ninguna manera! De otro modo, ¿cómo juzgará Dios al mundo?
7      Pero si mi mentira hizo abundar la verdad de Dios para su gloria, ¿por qué aún yo         mismo soy juzgado como pecador?
8      ¿Y por qué no decir, como somos calumniados, y como algunos (cuya                          condenación es justa) afirman que decimos: Hagamos lo malo para que venga lo           bueno?




EXÉGESIS DE ROMANOS 3:1–8

En Romanos 2, Pablo hace algunas observaciones significativas que desautoriza la idea de que Dios favorece a los judíos más que a los gentiles. Después de su aseveración acerca de la imparcialidad de Dios en Romanos 2:11, Pablo afirma que los gentiles tienen la misma oportunidad que tienen los judíos de ser declarados justos, en base a su obediencia a la ley que Dios ha escrito en sus corazones. 

La opinión tradicional era que los judíos tenían una ventaja porque a ellos se les había confiado la ley que Dios le reveló a Moisés, y por ese motivo, a no ser que los gentiles se convirtieran al judaísmo, no podían considerarse parte de la comunidad del pacto. Pero en 2:25–29, Pablo repite una vez más que Dios le da un valor igual o más alto a los gentiles obedientes que a los judíos con esa supuesta ventaja. Pablo afirma que lo que cuenta es la circuncisión del corazón, y esta es efectuada por medio del Espíritu y no por manos humanas. La comunidad judía debió haberse sentido totalmente perturbada por esta idea.

Contrario a lo que algunos podrían pensar, Pablo no está tratando de sacrificar al judaísmo, sino de establecer condiciones de igualdad para su argumento acerca del evangelio. No en este momento, sino más adelante, Pablo va poner de relieve el lugar especial que ocupa Israel en el plan de Dios (véase 9:1–5; 11:17–21). Por ahora, lo que su auditorio tiene que entender es que todos están sujetos a un juicio inminente por el pecado y tienen la misma necesidad de reconciliarse con Dios. Pero para alcanzar un mayor auditorio, Pablo desmantela las supuestas ventajas que reporta el hecho de ser judío, y para ello, utiliza incluso la lista de ventajas (no mencionadas). Lo que quiero decir es lo siguiente.

A través de la Carta a los Romanos, Pablo emplea preguntas retóricas —preguntas que él mismo responde— para darle paso a su próxima idea importante. No obstante, las preguntas retóricas nos hacen pensar en respuestas potenciales, aun cuando nunca las formulemos en voz alta.

Pablo, pues, pregunta de manera retórica cuál es la ventaja del judío o del uso de la circuncisión a la luz de la idea de que los gentiles pueden lograr ostensiblemente el mismo tipo de favor delante de Dios sin esas cosas. Y su respuesta en griego equivaldría a decir en nuestro lenguaje moderno: “¡Un montón de ventajas!”. Pablo responde: “De mucho, en todos los aspectos”, y con eso, crea la expectativa de que va a proseguir mencionando una gran cantidad de ventajas. La frase adverbial con la que comienza —“en primer lugar”— confirma que eso es lo que va a hacer, y usa una partícula griega cuyo único propósito es conseguir que los lectores esperen al menos otro elemento relacionado. Hallamos un conjunto similar de estos indicadores que anticipan lo que viene después al principio de la lista que aparece en 1 Corintios 12:28. Pero, ¿para qué usar el adverbio “primeramente” si no se pretende añadir un segundo elemento y así sucesivamente?

De manera alternativa, algunos han afirmado que Pablo sí tenía la intención de continuar la lista, pero se distrajo o se olvidó de lo que planeaba decir. Aunque ambas cosas son posibles, ninguna parece probable en base al tipo de estrategia retórica que Pablo usa. Recuerden que lo que él está haciendo aquí es recordarles a los judíos que ellos están exactamente en el mismo barco que lo gentiles, espiritualmente hablando. Aun cuando su estatus en el pacto con Dios sea significativo (como Pablo explica claramente en Romanos 9 y 11), eso no puede salvar el abismo que crea el pecado.

A la luz de la estrategia retórica de Pablo en Romanos 2, tenemos una buena razón para considerar esta lista de un solo renglón como parte de sus propósitos ulteriores. Piensen en esto: Pablo crea la expectativa de que va a proceder a hacer toda una lista de ventajas, pero si hubiera mencionado muchas ventajas, habría socavado la tarea que le ocupa.

La ventaja de los judíos: ¿Hay ventajas para el judío? La respuesta de Pablo en el versículo 2 hace que parezca que va a mencionar muchas, pero su lista se limita a una sola. No es que no haya ventajas (véase Romanos 9:4–5), sino que mencionarlas aquí no le resulta útil para su propósito. Pablo está haciendo uso de un amague retórico.

Pablo sí ofrece una lista de ventajas para los judíos, pero recién lo hace en 9:4–5. ¿Por qué allí y no aquí? Bueno, porque en el capítulo 9, él se prepara para lanzarles un desafío a los gentiles para que no tengan una opinión muy elevada de sí mismos. Al fin y al cabo, si Dios desgajó algunas ramas para injertar a los gentiles en su familia, él puede podarlos con la misma facilidad (11:17–21). Al final, Pablo ubica a los gentiles en uno o dos niveles más abajo, pero aquí se concentra en los judíos.

En el versículo 3, Pablo presenta el próximo punto de su argumento, y nuevamente emplea una pregunta retórica. Aunque a partir de la mayoría de las traducciones nos resultaría difícil percibirlo, Pablo utiliza un argumento insertado en los versículos 3–8 para apoyar sus afirmaciones en los versículos 1–2, en cuanto a que ciertamente sí hay ventajas para los judíos. ¿Por qué, pues, no están experimentando la bendición de Dios? ¿Podría ser acaso porque algunos de ellos son infieles? Eso causaría un impacto en la respuesta de Dios hacia ellos. 

La respuesta es el primero de muchos “¡de ningún modo!” o “¡de ninguna manera!” que encontramos a través del libro. Pablo intencionalmente hace preguntas imperfectas o incorrectas para derribarlos de una bofetada con una respuesta correcta. Las preguntas que hace equivalen a indagar si existe alguna letra pequeña en las promesas de Dios que le permitan retractarse y anular su pacto.

¿Nulas y sin efecto?: Pablo presenta su próxima idea importante por medio de una pregunta retórica. ¿Han quedado anuladas las promesas en las que se ha confiado por tanto tiempo? ¿Existe algún tipo de letra pequeña que le permita a Dios incumplir las promesas a causa de la desobediencia de Israel? ¡De ningún modo!

De manera significativa, Pablo ha resquebrajado conceptos que tradicionalmente consideraban a los judíos separados, y quizás por encima, de los gentiles. Alega que los gentiles podrían alcanzar el mismo tipo de relación con Dios, obedeciendo la ley escrita en sus corazones, y además, deja bien en claro que la ira de Dios ha sido revelada contra toda injustica, no sólo la de los gentiles.

Pablo ahora (temporalmente) restablece la confianza de su auditorio judío en cuanto al rol exclusivo que ellos juegan como pueblo del pacto con Dios. En Romanos 11, Pablo desarrolla el concepto de que sólo un remanente de creyentes israelitas —y no toda la nación de Israel— forma parte de la comunidad del pacto y será salvo (11:5, 25–26). Esta afirmación está cimentada en su triple aserción de que no todo el Israel físico es realmente Israel (9:6–8). 

Pero las complejidades con respecto al endurecimiento nacional, la elección soberana y el hecho de ser descendientes de la fe, vendrán después. Por ahora, Pablo se limita a declarar la verdad de la fidelidad de Dios en principio, y cambia de tema. Hay más bases que sentar en cuanto a la relación entre la fe y la justificación delante de Dios.

Pablo discute primeramente la relación de la fe y la creencia, con la respuesta de Dios. Observen la manera en que formula el versículo 3. Pablo no pregunta si hay algunos que no han creído, sino qué ha dado por resultado el hecho de que algunos no hayan creído. Presupone que la incredulidad existe y que podría afectar la relación de la comunidad del pacto con Dios. 

La respuesta de Pablo incluye una cita del Salmo 51:4, que afirma la justificación que Dios posee para juzgar el pecado, y no la seguridad del pecador cuando es juzgado. Por tanto, en vez de afirmar que la nación será salva únicamente en base al pacto —sin creer—, Pablo indica lo contrario. La salvación supone más que una simple membresía observante de la ley en la comunidad del pacto. Dios siempre planeó que el juicio final estuviera cimentado en la fe en su provisión.

En los versículos 5–8, Pablo detalla las complejidades de su argumento lógico, y para ello, explora algunas de las implicaciones de la injusticia. Pablo no está defendiendo la injusticia, él echa por tierra la idea de que nuestra injusticia hace que la justicia de Dios resalte más.

Esta cuestión se deriva de la idea de que la gente existe para darle gloria a Dios. Si este concepto es cierto, entonces el pecado podría ser quizás un medio muy útil para hacer que la gente viera a Dios desde una óptica más favorable. Pablo responde en el versículo 6 con la misma frase que usa a través de todo el libro: “¡De ningún modo!”. Deja también claro al final del versículo 5 que esta es una idea totalmente hipotética que parece lógica desde una perspectiva humana.

Sin embargo, hay problemas con esta estrategia propuesta. El primero tiene que ver con la razón primaria por la que Dios nos creó —es decir, para vivir en comunión con él. El hecho de haber elegido el pecado hizo que eso fuera imposible. En Romanos, Pablo detalla el plan de Dios para redimir la relación (y al mundo) de las consecuencias destructivas del pecado y restaurar todo a su orden original. Una gran parte de esa restauración implica que el pecado sea juzgado y eliminado de la creación de Dios.

Y puesto que el juicio conlleva un castigo por el pecado, Pablo pregunta retóricamente por qué el pecador es condenado si el pecado hace que la gloria de Dios abunde. En el versículo 8, reformula este concepto y lo presenta como una exhortación a hacer mal para que venga el bien. Por supuesto, Pablo no está defendiendo esta línea de conducta, sino que al proponer el extremo opuesto de comportamiento, él sienta las bases de algunas lecciones valiosas. El pecado y el mal no producen ningún beneficio, ya sean mentiras piadosas o un libertinaje descontrolado. El pecado no hace más que acumular ira para el día del juicio.

Aquí, la idea hipotética de Pablo puede parecer atroz, pero no tanto como podríamos pensar. Las actitudes hacia el pecado cambian con el paso del tiempo. Cuando yo era un joven estudiante universitario que buscaba a Dios, me sentía oprimido por mi pecado y la carga que lo acompañaba. Mi mayor motivación cuando oré para recibir a Cristo era obtener perdón y liberación de la culpa. Pero las cosas pueden cambiar. No todos los pecados nos resultan tan claramente opresivos que anhelamos deshacernos de ellos. Es posible incluso que lleguemos a considerar el pecado como parte de los que somos —un capricho personal que los demás simplemente tienen que aceptar, y algo a lo que no queremos renunciar. Bajo esas circunstancias, podríamos comenzar a buscar razones para justificar nuestro pecado. La desobediencia que Pablo describe en Romanos no se trata, probablemente, de un pecado voluntariamente admitido, pero todo pecado interrumpe nuestra comunión con Dios. No importa cuáles sean nuestras motivaciones o justificaciones, si continuamos en pecado, la consecuencia es la misma.


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viernes, 11 de septiembre de 2015

¡Señor, Señor! ¿No profetizamos en tu nombre? ¿En tu nombre no echamos demonios? ¿Y en tu nombre no hicimos muchas obras poderosas?...Nunca os he conocido. ¡Apartaos de mí, obradores de maldad!

Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6



 
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Información 

Preparemos nuestra enseñanza
Mateo 7:13-29
La puerta y el camino de la vida 
13 "Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella. 14 Pero ¡qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y son pocos los que la hallan. 

Cómo reconocer a los falsos profetas 
15 "Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero que por dentro son lobos rapaces. 16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? 17 Así también, todo árbol sano da buenos frutos, pero el árbol podrido da malos frutos. 18 El árbol sano no puede dar malos frutos, ni tampoco puede el árbol podrido dar buenos frutos. 19 Todo árbol que no lleva buen fruto es cortado y echado en el fuego. 20 Así que, por sus frutos los conoceréis. 

Parábola de los dos cimientos 
21 "No todo el que me dice ’Señor, Señor’ entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22 Muchos me dirán en aquel día: ’¡Señor, Señor! ¿No profetizamos en tu nombre? ¿En tu nombre no echamos demonios? ¿Y en tu nombre no hicimos muchas obras poderosas?’ 23 Entonces yo les declararé: ’Nunca os he conocido. ¡Apartaos de mí, obradores de maldad!’ 

24 "Cualquiera, pues, que me oye estas palabras y las hace, será semejante  a un hombre prudente que edificó su casa sobre la peña. 25 Y cayó la lluvia, vinieron torrentes, soplaron vientos y golpearon contra aquella casa. Pero ella no se derrumbó, porque se había fundado sobre la peña. 

26 "Pero todo el que me oye estas palabras y no las hace, será semejante  a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena. 27 Cayó la lluvia, vinieron torrentes, y soplaron vientos, y azotaron contra aquella casa. Y se derrumbó, y fue grande su ruina." 

28 Y aconteció que cuando Jesús terminó estas palabras, las multitudes estaban maravilladas de su enseñanza; 29 porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. 

DOS CLASES DE RELIGIÓN 
(Mateo 7:13–29)
 INTRODUCCIÓN
Muchas religiones existen en el mundo desde el punto de vista humano—católicos, protestantes, mahometanos, teósofos, budistas—, subdivididas en no menos de 300 sectas; pero para Cristo no son centenares, ni diez, ni cinco; sólo dos: el camino ancho o el estrecho, árbol bueno o malo, hombre prudente o insensato. 

¿En qué categoría estamos? 
¿Qué distingue al insensato del prudente? 

Los dos tienen el mismo propósito.

 1. Edificar un abrigo para el alma
todos procuran lo mismo. 
¿Por qué? 
¿Cuáles son los motivos?
 a) Miedo a lo desconocido.

 b) Admiración por la sabiduría en la Naturaleza.

 c) Previsión de la inmortalidad 
(anécdota: las piedras de una gran calle de Babilonia tenían todas grabada la palabra «eternidad»).

 d) La voz de la conciencia, el sentimiento de pecado, muy vivo entre los indios y los faquires. La religión es necesaria; la diferencia está en la forma o en el lugar en que se funda, roca o arena.

  2. Los pueblos eligen la más fácil, la de la mayoría:
     a) Para el indio, la budista.
     b) Para el turco o el moro, la mahometana.
     c) Para el español, la católica.
     d) Para el inglés, la protestante.

Para la gran mayoría, la religión es sólo formalismo, sin detenerse a investigar y creer de veras. No tienen tiempo; negocios, fútbol, cine lo acaparan todo y mueren engañados, nunca creen de veras. Ventaja en los países evangélicos: los despertamientos religiosos que apelan a las masas.

 3. Jesús llama a los tales necios o insensatos: 
¿Por qué? No saben darse cuenta del peligro. El que tiene una fortuna procura asegurarla. Todos tenemos un gran tesoro, el alma inmortal. ¿Dónde colocaremos el tesoro? No podemos guardarlo nosotros mismos. Ninguno podrá redimir su propia alma (Sal. 49:6–8); o confiamos el tesoro en manos más seguras, o lo perderemos para siempre. Satanás no quiere que los hombres se preocupen por su alma, para que no encuentren la verdad; les hace pensar:
     a) Que no vale la pena, que es un misterio imposible de descifrar.
     b) Que si hay Dios, no será un juez severo, sino un padre bonachón.
     c) Que lo que importa es lo que se ve. «Pájaro en mano …», etc.

 4. Pero los hombres deberían escudriñar las señales: el insensato de la parábola debía mirar las señales de peligro del terreno donde edificaba …
     a) La arena era señal de que por allí pasaba agua.
     b) Las vertientes de las montañas vecinas lo denunciaban.
     c) Los vientos acanalados del valle lo estaban presagiando
.
 5. Así, el hombre que pretende ser religioso debería examinar las evidencias de su religión:

 a) Fundamentos: ¿Son de origen humano, o divino? ¿Tienen su origen en Cristo y los apóstoles, o en tradiciones no seguras? ¿Es congruente con el modo de obrar de Dios, según vemos en la Naturaleza? (ej.: ¿Envía Dios el sol y la lluvia gratis, y el perdón sería pagando?)

 b) Vertientes: 
¿Cuáles han de ser las consecuencias del sistema? Las religiones impuestas se hacen aborrecibles. La religión, por costumbre, acaba en incredulidad; la religión hipócrita o exterior ha de verse abocada al fracaso. Deberían pensarlo millones de «insensatos», según la calificación de Jesús; pero los hombres aceptan solamente lo más fácil. Jesús se extrañaba de la ceguera de los falsos religiosos de su tiempo que no sabían ver las señales (Mt. 16:2). No se paraban a examinar las profecías que oían leer en la sinagoga, por esto no supieron comprender que vivían en días del Mesías. Los trágicos vientos de violencia, desenfreno, etc., de nuestros días, nos dicen que la tempestad de la ira de Dios se acerca.

 6. Pero veamos el cuadro positivo, del que oye y hace: 
es frecuente esta expresión en boca de Jesús (véase Lc. 11:26). Significa el que oye con atención, medita, piensa, busca, se interesa seriamente como los de Berea (Hch. 17:13). El investigador serio busca la roca, que es la revelación divina; no se fía de las tradiciones humanas: «El que oye «mis» palabras»… ¿Es palabra de Cristo la que oímos, o de hombres? ¿Estamos unidos a Él por la fe? Notemos (Ro. 10:11):

 7. Jesús añade «y la guarda»: 
por la fe entramos en el corazón de Cristo y Él en nosotros. Formamos una sola cosa, pero ¿y después?… Hay que edificar una casa, una torre más o menos modesta, un carácter cristiano, un edificio para la eternidad (véase 1 P. 2:1– 5). No hay que usar materiales de mala calidad. Hay cristianos que pretenden edificar sobre la roca con tales materiales (véase 1 Co. 3:10–15). Sobre buena roca, buen material; según el material aquí, sería la gloria allá. Es un privilegio vivir para la eternidad, pero también una gran responsabilidad.

 8. Las pruebas que azotan el edificio: 
Dios mismo las permite para demostrar a Satanás la firmeza de nuestra fe, sin que ellas nos puedan arrastrar. Son, como decía un predicador,
 «las corrientes que lavan».

 9. La prueba final (2 Ts. 1:6–10):
 a) Jesús conocía esta prueba final, eterna, definitiva. No es extraño que dijera: «Grande es su ruina».
 b) El creyente en Cristo, en cambio, está firme y su firmeza crece a medida que avanza el tiempo y la tempestad. Era en la cárcel de Roma, pocos días antes de ser degollado, que Pablo escribía: «Yo sé en quién he creído y estoy cierto …» (2 Ti. 1:12; 4:8).

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