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domingo, 15 de noviembre de 2015

Esta es la ley del sacrificio por el pecado: En el lugar donde se inmola el holocausto, será degollada la víctima por el pecado, en presencia de YHVH. Es cosa santísima.

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6





Nos preparamos para enseñar en la congregación
El holocausto diario
Levítico 6:1-30
1      Habló YHVH a Moisés, diciendo:
2      Si una persona peca y comete prevaricación contra YHVH, ya sea engañando a su prójimo en cuanto a depósito o prenda confiada en su mano, o por hurto, o por extorsión a su prójimo,
3      o por hallar algo perdido y negarlo, y por cualquiera de estas cosas que puede hacer el hombre, jura falsamente pecando con ellas,
4      cuando haya así pecado y resulte ser culpable, devolverá lo que robó o defraudó, o el depósito que se le encomendó, o la cosa perdida que halló,
5      o todo aquello en lo que haya jurado falsamente. Lo devolverá pues por entero, el día de la ofrenda por su culpa, añadiendo a ello su quinto, que le dará a aquel a quien pertenece.
6      Y como ofrenda por su culpa ante YHVH, llevará del rebaño al sacerdote un carnero sin defecto, según tu estimación, como ofrenda por la culpa,
7      y el sacerdote hará expiación por él delante de YHVH, y le será perdonada cualquier cosa que haya hecho por la cual sea culpable.
8      Y habló YHVH a Moisés para decirle:
9      Ordena a Aarón y a sus hijos, y diles: Ésta es la ley del holocausto: El holocausto permanecerá ardiendo sobre el fuego, encima del Altar, toda la noche hasta la mañana, y el fuego del Altar ha de mantenerse ardiendo en él.
10      Luego el sacerdote se revestirá de su túnica de lino y vestirá sobre su carne los zaragüelles de lino. A continuación recogerá de sobre el Altar la ceniza del holocausto que el fuego habrá reducido, y la depositará al costado del Altar.
11      Después se quitará sus vestiduras, y revestido de otras vestiduras, sacará la ceniza fuera del campamento a un lugar puro.
12      En tanto, el fuego de sobre el Altar arderá en él sin extinguirse. El sacerdote quemará leños en él cada mañana, y acomodará encima el holocausto, dejando consumir en él las grosuras de las ofrendas de paz.
13      Un fuego continuo arderá sobre el Altar sin extinguirse.
14      La ley de la ofrenda vegetal será ésta: Los hijos de Aarón la deberán ofrecer ante YHVH, frente al Altar.
15      Se retirará de ella un puñado de flor de harina de la ofrenda vegetal, con su aceite y todo el incienso que está sobre la ofrenda vegetal, y lo dejará consumir sobre el Altar como su memorial en olor que apacigua a YHVH.
16      El resto lo comerán Aarón y sus hijos. Se comerá en forma de ázimos en lugar santo. En el atrio del Tabernáculo de Reunión la comerán.
17      No se horneará con levadura. Es su porción que les doy de mis sacrificios ígneos, cosa muy sagrada como ofrenda por el pecado y ofrenda por la culpa.
18      Todo varón entre los hijos de Aarón la podrá comer. Es estatuto perpetuo por vuestras generaciones respecto a los sacrificios ígneos a YHVH. Todo lo que toque en ellas quedará consagrado.
19      Y habló YHVH a Moisés, diciendo:
20      Esta será la ofrenda que Aarón y sus hijos presentarán a YHVH el día de su respectiva unción: la décima parte de un efa de flor de harina como ofrenda vegetal continua, la mitad por la mañana y la mitad por la tarde.
21      En sartén será desleída en aceite, y la llevarás bien frita, en pedazos, tal como la ofrenda vegetal cocida al horno, y la ofrecerás como olor que apacigua a YHVH.
22      Y el sacerdote que de entre sus hijos haya sido ungido para sucederlo, habrá de ofrecerla. Esto es un estatuto perpetuo de YHVH. Será quemada totalmente.
23      Así, toda ofrenda vegetal del sacerdote no se comerá sino que será enteramente quemada.
24      Y habló YHVH a Moisés, diciendo:
25      Habla a Aarón y a sus hijos, y diles: Esta es la ley del sacrificio por el pecado: En el lugar donde se inmola el holocausto, será degollada la víctima por el pecado, en presencia de YHVH. Es cosa santísima.
26      El sacerdote que haga la ofrenda por el pecado la comerá. En lugar sagrado la comerá, dentro del atrio del Tabernáculo de Reunión.
27      Todo lo que toque en su carne quedará consagrado. Si la sangre salpica sobre una vestidura, lavarás lo que fue salpicado en un lugar santo.
28      La vasija de barro en que sea cocida será quebrada, y si se cuece en vasija de cobre, ésta será fregada y enjuagada con agua.
29      Todo varón de entre los sacerdotes podrá comer de ella. Es cosa santísima.
30      Pero no se comerá ninguna ofrenda por el pecado cuya sangre haya sido llevada al Tabernáculo de Reunión para hacer expiación en el Santuario. En el fuego será quemada.

Sacrificio por el pecado
LEVÍTICO 6
Levítico 6:1–7. La tercera situación que exigía una ofrenda por el pecado era bastante diferente de las dos primeras. Se describe nuevamente como pecado contra el Señor, pero aquí el pecado no era sólo el de robarle los bienes a otra persona, fuera por robo específico, o por extorsión, o por no devolver las propiedades que se le confiaron para que las cuidara, sino que cuando se le requirió respecto a estos asuntos juró que era completamente inocente. 
El juramento delante de Dios era un medio común de dirimir las disputas legales cuando faltaban otras evidencias, pero una persona tomaba el nombre de Jehová en vano al abusar de ese juramento.
En ese caso, la persona culpable, antes de presentar la ofrenda por la culpa, tenía que devolver lo que hubiera robado o tomado mediante extorsión, y además tenía que pagar el veinte por ciento de su valor a la persona a quien había pertenecido. Solamente después de que la propiedad había sido devuelta, el transgresor podía llevar al sacerdote su carnero sin defecto como una ofrenda por la culpa.
Como en todas las ofrendas, se le aseguraba al adorador que estaba perdonado.
El significado de la ofrenda por la culpaComo es el caso con todos los sacrificios de sangre, Cristo es el cumplimiento de la ofrenda por la culpa. Hablando sobre el Mesías que vendría, el profeta Isaías dice: “Él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados [culpa]… Jehová cargó en él [la culpa] de todos nosotros… [puso] su vida en expiación por el pecado” (Isaías 53:5, 6, 10). 
El sacrificio de Cristo fue la perfecta ofrenda por la culpa por todos los pecados de todos los tiempos. En efecto, fue solamente por causa de la muerte de Cristo en la cruz que las ofrendas por la culpa del Antiguo Testamento tuvieron valor. Todas las personas a lo largo de la historia del mundo son culpables delante de Dios, pero Cristo tomó sobre él las culpas de todos y sufrió la ira de Dios en lugar de ellos. La relación con Dios, quebrantada por el pecado del hombre, ha sido restablecida por el sacrificio de Cristo, la perfecta ofrenda por la culpa.
Así como la ofrenda por el pecado nos enseñó algo respecto al pecado y sus efectos, también lo hace la ofrenda por la culpa. Si una persona devolvía lo que había robado, más el veinte por ciento, nos podemos preguntar por qué se le exigía llevar además una ofrenda por la culpa. La razón es que todo pecado es primera y principalmente un pecado contra Dios. 
Los pecados de asesinato y adulterio que cometió David fueron cometidos contra personas, pero él le dice al Señor: “Contra ti, contra ti solo he pecado; he hecho lo que es malo delante de tus ojos” (Salmo 51:4).
La restitución a la persona ofendida, que era un aspecto de la ley ceremonial, también es con seguridad un fruto de la fe que todos los que han sido perdonados van a querer hacer. Cuando Jesús fue a la casa de Zaqueo, Zaqueo anunció: “Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguien, se lo devuelvo cuadruplicado” (Lucas 19:8).
Siempre es esencial la reconciliación con la persona ofendida. En el Sermón del Monte, Jesús les dijo a sus discípulos: “Si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y presenta tu ofrenda” (Mateo 5:23, 24).
A una persona que no le hubiera dado al Señor lo que debía, se le exigía hacer restitución y añadir el veinte por ciento. No era que Dios necesitara su ofrenda, ni tampoco que presentarle una ofrenda al Señor compensara el pecado. Más bien era para entrenar y disciplinar al pecador. Una aplicación de esto bien se puede dar cuando un cristiano, debido a su carne pecaminosa, toma lo mejor para él y deja de llevarle sus ofrendas regulares al Señor. 
La amonestación fraternal también puede ser una oportunidad para animarlo a enmendar negligencias pasadas, no para expiar pecados pasados, ni para enriquecer la tesorería de la iglesia, sino más bien para entrenar y desarrollar a la persona, para ayudarle a ver que el apoyo a la iglesia es una expresión de amor y gratitud a su Señor, y debe ser siempre algo sagrado.
Cuando miramos los sacrificios de sangre, no podemos evitar la impresión que produce la magnitud de las ofrendas que Dios exigía de su pueblo y la severidad con que los trató cuando pecaron. Además notamos la gran misericordia que mostró al disponer las cosas para cubrir los pecados de ellos. ¡Que nosotros, los que estamos en la era del cumplimiento, nos esforcemos por dar generosamente ofrendas de acción de gracias al Dios de nuestra salvación!
Instrucciones a los sacerdotes
Si usted hubiera sido un laico en los tiempos del Antiguo Testamento, hubiera estado interesado en saber cuándo debía ofrecer una ofrenda por el pecado o una ofrenda por la culpa. Usted también hubiera querido saber qué clase de animales tenía que llevar para los diferentes sacrificios y qué se requería que usted hiciera cuando el animal se llevaba al sacrificio. Estos han sido los temas que se han tratado hasta este punto en Levítico.
Si, por otro lado, usted hubiera sido un sacerdote, entonces hubiera estado interesado en cómo sacrificar el animal que el adorador llevó exactamente de la manera que Dios mandó. Usted hubiera querido saber qué partes del animal se tenían que quemar y qué partes se podían comer. También hubiera estado interesado en saber qué partes del animal le pertenecían a usted para compartir con otros sacerdotes y con los miembros de la familia. Estos son los temas que se tratan en el resto del capítulo seis y todo el capítulo siete.
Cuando se compara el orden de los sacrificios que aparece en Levítico 1–5 con el orden que aparece en Levítico 6–7, se nota inmediatamente una diferencia. En estos últimos capítulos se mencionan primero los sacrificios diarios regulares, los holocaustos y las ofrendas de grano que los acompañan. Después de estas sigue la ofrenda por el pecado, que se exigía solamente en ciertas fiestas o después de que alguien había pecado. 
Luego se menciona la ofrenda por la culpa, que no se ofrecía de manera regular, sino que era necesaria después de ciertos pecados. Finalmente se menciona el sacrificio de paz, que generalmente era un sacrificio opcional. Por lo tanto, parece que en Levítico 6 y 7, los sacrificios están organizados en el orden de la frecuencia con que se ofrecían.
El tema principal de esta sección es el de comer la carne de los sacrificios, es decir, quién la podía comer y dónde se podía comer. La sección termina con un breve resumen de los principales temas tratados.
El holocausto ( Levítico 6:8–13 )
Levítico 6:8–13. El pensamiento principal de este párrafo es que nunca se debía apagar el fuego del altar del holocausto. 
¡El punto se menciona siete veces! Se hacía un holocausto cada mañana y cada tarde. En la mayor parte de la semana había otras ofrendas durante el curso del día, pero, después del holocausto de la tarde, no se debía ofrecer nada hasta el día siguiente. Sin vigilancia cuidadosa, el fuego se podía apagar, pero el sacerdote no podía permitir que eso ocurriera.
Se han dado diferentes explicaciones sobre el significado del fuego perpetuo en el altar del holocausto. Un comentarista sugiere que, como los primeros holocaustos en el Tabernáculo fueron encendidos con fuego del cielo, el sacerdote tenía que mantener el fuego encendido para que las ofrendas siempre fueran quemadas con fuego celestial. Otro comentarista sugiere que el fuego constante era una señal visible de la adoración ininterrumpida al Señor. 
Otro dice que el fuego perpetuo representaba la consagración continua del pueblo a su Dios. Puede haber algo de cierto en cada una de estas interpretaciones, pero cuando recordamos que el holocausto expresaba la relación del pacto, podemos ver un significado especial en el fuego perpetuo. 
Por ese fuego, los creyentes del Antiguo Testamento recordaban constantemente que estaban en un estado de gracia, que Dios les había perdonado todos sus pecados por causa del Mesías prometido. El escritor a los Hebreos dice: “Por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable. Por eso puede también salvar completamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7:24, 25). Es muy consolador saber que Dios nos ve constantemente a la luz del sacrificio que hizo Cristo por nuestros pecados.
Podría parecer que la remoción de las cenizas del altar era una tarea particularmente baja, que podría haber hecho algún sirviente, pero siempre fue el sacerdote oficiante quien lo hizo. El sacerdote también tenía que estar ataviado con los vestidos apropiados, aun cuando sólo estaba quitando las cenizas. Aquí hay lecciones para nosotros. 
Los trabajos poco atractivos, tales como lavar los baños de la iglesia, barrer los pisos o llenar sobres, cuando se hacen para el Señor, nunca son triviales o degradantes. Cuando los sacerdotes realizaban una tarea como sacar las cenizas, era inaceptable la indiferencia y el comportamiento descuidado. Lo mismo es cierto hoy en día.
La ofrenda de grano ( Levítico 6:14–23 )
Levítico 6:14–18. Estas leyes complementan las que se dan en Levítico 2. Después de que se ofrecía la parte memorial de la ofrenda de grano, los sacerdotes podían comer el sobrante. Lo debían comer en el atrio del Tabernáculo de reunión, a diferencia de otras ofrendas, que podía consumir el sacerdote en su casa con la familia. Además, sólo lo podían comer los varones de la familia del sacerdote. Cualquiera que tocara esa ofrenda era “santificado”, es decir, una persona que no estuviera autorizada era, por lo tanto, objeto de castigo por la contaminación que resultaba por el contacto con cosas las consagradas completamente a Dios.
Levítico 6:19–23. El sumo sacerdote le debía presentar a Dios una ofrenda diaria de grano por él y por el sacerdocio. 
Cuando un laico llevaba una ofrenda de grano, se les permitía a los sacerdotes comer de ella, pero no se les permitía comer de los sacrificios que ofrecían a nombre de ellos. Por lo tanto, esas ofrendas se tenían que quemar completamente.Los sacerdotes no estaban por encima de la ley, ya que también se tenía que hacer sacrificios por ellos mismos. Eso nos recuerda que el servicio en la iglesia de Dios no exime a una persona de vivir de acuerdo con la voluntad de Dios.
El libro de Hebreos, se refiere a los sacrificios diarios que presentaban los sacerdotes del Antiguo Testamento. Dice que el sacerdocio de Cristo es superior porque él no tiene que repetir su sacrificio. 
“No tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo, porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo” (Hebreos 7:27). Aunque no se requiere otro sacrificio por el pecado y aunque tenemos a nuestra disposición el perdón completo para nosotros, ciertamente necesitamos pedir el perdón cada día, porque cada día pecamos.

La ofrenda por el pecado ( Levítico 6:24–30 )
Levítico 6:24–30. Aquí se hace énfasis en el carácter santísimo de la ofrenda por el pecado. La contaminación accidental de las ropas con la sangre del sacrificio, exigía lavar el vestido en un lugar santo. Todo animal sacrificado le pertenecía a Dios; ni siquiera una gota de su sangre se podía llevar fuera del santuario en las ropas del adorador. 
La misma preocupación se mostraba para con las vasijas en las que se cocía la carne del sacrificio. Si la carne se cocía en una vasija de barro, se debía quebrar la vasija, porque la sangre y los jugos de la carne podían ser absorbidos por el material no vidrioso. Si la vasija era de bronce, tenía que ser fregada y lavada cuidadosamente para que ninguna partícula del sacrificio pudiera quedar en ella.
Cuando se hacía una ofrenda por el pecado, por parte del sacerdote o por parte de toda la congregación, la sangre se llevaba al Tabernáculo de reunión para hacer expiación en el lugar santo. Eso sucedía, por ejemplo, el Día de la Expiación. Cuando se presentaba esa ofrenda, la carne del animal sacrificial no se podía comer, sino que se tenía que quemar completamente fuera de la puerta.



La palabra que está traducida falta (15) proviene de una raíz que significa “actuar infiel o traidoramente”. El contexto para esta ofensa es el pacto. Debe recordarse que estas leyes no son provistas para los hombres en general. Fueron dadas al pueblo de Israel, compuesto por personas que se habían comprometido en un pacto con Dios, asumiendo ciertas responsabilidades. 

El Señor iba a ser su Dios y ellos serían su pueblo. Sin duda esta es la razón por la cual no hay provisión para las violaciones voluntarias y deliberadas del pacto—“pecando con soberbia”. Tal pecado colocaría al violador fuera del mismo convenio que define estas leyes. Nótense los términos: Cuando alguna persona cometiere falta y pecare por yerro.

Hay dos casos citados solicitando la ofrenda por la culpa. Una era la retención involuntaria de las cosas santas de Jehová. Esto se refiere a diezmos, ofrendas, primeros frutos y cosas semejantes. Pertenecían a Dios y eran dadas al sacerdote. El que la presentaba debía traer la ofrenda, un carnero sin defecto de los rebaños, valor incomparable a la pérdida sufrida por los sacerdotes. El significado del original no es enteramente claro en lo concerniente a las palabras: conforme a tu estimación en siclos de plata. 

Parece indicar que un valor monetario debía ser colocado sobre la ofrenda para poder calcular el monto de la quinta parte (16, un quinto del valor) que debía ser pagado en restitución como una multa. El siclo del santuario (15) es identificado en Exodo 30:13 como una cantidad basada en la medida fenicia más bien que en la babilónica, que era de menor valor. Aquí es obvia la base moral de la legislación levítica. Micklem dice:

  Levítico está interesado en el ritual de la ofrenda por el pecado; pero allí no hay ninguna idea supersticiosa de que la ofrenda de por sí es útil para quitar el mal, lo que queda bien aclarado por la demanda de arrepentimiento. Nada sugiere de que aparte de éste haya expiación. Si suscitamos la objeción teológica de que Dios exige sólo el arrepentimiento para conceder el perdón, pasamos por alto el requisito de la restitución hasta donde sea posible. El verdadero penitente no sólo dice: “Lo siento mucho”, sino también: “¿Qué puedo hacer para arreglarlo?”

La segunda clase de ofrenda por la culpa implica actos prohibidos en la ley del pacto que demandan restitución, pero que son desconocidos para el ofensor (17–19). Puesto que nadie sabía cuál había sido la pérdida o si la había habido, la persona traía la ofrenda por la culpa sin añadir compensación. Nótese el deseo de evitar la más ligera ofensa. Cuando se mira a la luz del pacto y su benévola redención, tal sacrificio se considera como un anhelo natural de la conciencia tierna de expresar positivamente su gratitud y dependencia. Adviértase la actitud de Job en el libro que lleva su nombre, 1:5. El ideal es ser hallado sin culpa.

El final de esta sección ( Levítico 6:1–7 ), trata con el perjuicio causado al prójimo en asuntos de propiedad. Conciernen al dolo con respecto a un depósito que fue dejado por causa de seguridad por un prójimo, hurto, ganancia injusta por opresión (2) o que habiendo hallado lo perdido (3) que pertenece a otro se apropiara de ello. Los mencionados son los más cercanos a pecados conscientes y voluntarios de esta sección ( Levítico 5:14–6:7 ). 

Estos son asuntos que generalmente no se conocerían sin la revelación del ofensor. Si se hubieran descubierto, tales acciones habrían sido castigadas. Véase Exodo 22:7–13 donde se hallan los procedimientos legales al respecto. El contexto nos muestra la inseparable relación que hay aquí entre la religión y la ética en Israel. El pecar contra otro dentro del pacto era pecar también contra el Dios del pacto. De esa manera, la relación con el prójimo afectaba estrechamente la comunión con Dios. El Señor es el Garantizador de la propiedad ajena. Pecar contra el prójimo es pecar contra Dios.

La palabra encomendado (2) parece indicar un traspaso de bienes materiales por medio del cual algo ha sido puesto en manos de otro. La LXX lo traduce koinonia. Probablemente se refiera a transacciones comerciales. En cuanto a las palabras conforme a tu estimación (6) véase comentario sobre 5:15.

En casos de daño a la propiedad, la restitución no era suficiente. Como una expiación requería la ofrenda por la culpa, debía añadir al capital la quinta parte (5) del valor de la propiedad implicada y restaurarlo al propietario. Solamente entonces la ofrenda por la culpa era eficaz para expiar la transgresión.


        INSTRUCCIONES PARA LOS SACERDOTES, Levítico 6:8–7:38

       Ley del holocausto ( Levítico 6:8–13 )
La sección introductora de Levítico (1:1–6:7) está dirigida al pueblo de Israel (1:2) y es la palabra de Dios para ellos en cuanto a los sacrificios que El requería. Ahora, el Señor se dirige a los sacerdotes, Aarón y sus hijos (9), que eran quienes debían realizar estos ritos. Estas instrucciones nos ayudan a comprender mejor el sistema de sacrificios de Levítico y su significado.

Primeramente, se nos informa que el fuego debía arder continuamente sobre el altar (9–13). Exodo 29:38–39 nos revela que mañana y tarde se presentaría una ofrenda quemada. La grasa del sacrificio de la tarde era empleada para mantener el fuego en el altar durante la noche. Una llama ardiendo perpetuamente ante la deidad no es única en la religión bíblica. 

Era la expresión de la intuición humana de que la adoración y la alabanza perenne debían ascender del hombre a Dios. Si así sienten los que poco saben de la gracia divina, ¡cuánto más el corazón del creyente cristiano debería estar lleno de oración incesante y alabanza perpetua! En lo concerniente al fuego dice Micklem:

  Señala a los cristianos el sacerdocio eterno del Señor Jesucristo, el gran Sumo Sacerdote “que vive para interceder” por nosotros (He. 7:25), que “es sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec” (He. 5:6). El ofrece su eterna obediencia al Padre, un sacrificio aceptable, a favor de todos; El es el sacerdote, y su obediencia es el cordero, su obediencia y su amor perfecto hacia Dios: éstos, los ofrece a favor de todos los hombres, porque “no se avergüenza de llamarlos hermanos” (He. 2:11).

El sacerdote recibía instrucciones en cuanto a cómo vestirse para sacar las cenizas todas las mañanas (11). Las vestimentas sacerdotales regulares no se debían llevar para esa tarea. Muchos se sorprendieron al notar cuánto espacio bíblico se le dedica a la ropa. 

Esto es verdad especialmente en lo que concierne a los sacerdotes. Transmite la idea de la importancia que tiene cómo se presenta la persona delante de Dios. Esto está extensivamente desarrollado en el Nuevo Testamento y en la himnología cristiana. Jesús habló de la necesidad de “el vestido de boda” (Mt. 22:11–14). En Apocalipsis se nos aconseja comprar “vestiduras blancas” (3:18) y conservar las “ropas” (16:15). 

También se nos habla de la esposa del Cordero, vestida “de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos” (19:8). No obstante, en lo que concierne a Levítico, es la vestidura del mediador que se yergue entre Dios en su santidad y el hombre en su adoración.

   Ley de la ofrenda de alimento  (Levítico 6:14–23 )
El sacerdote debía tomar un puñado (15) de esta ofrenda, con su aceite e incienso y ofrecerlo por memorial. El sobrante (16) de ella debía ser comido sin levadura (17), en el atrio en la tienda por el sumo sacerdote y sus hijos. 

La expresión es cosa santísima (17) está empleada en las tres ofrendas de las que participaban Aarón y sus hijos: la ofrenda de comida, la ofrenda por el pecado y la de expiación. También se usaba para cualquier cosa “consagrada” que no podía ser vendida ni rescatada (27:28).
Esto está explicado con más amplitud en la conclusión: Toda cosa que tocare en ellas será santificada (18). 

No es claro el significado exacto de esta declaración. Algunos opinan que es decir simplemente que cualquiera que toca las cosas santas, se santifica a sí mismo (Is. 52:11). Otros creen que debe referirse a que todo lo que toca el altar es santo y no puede volver a la vida secular. 

La referencia de Jesús al poder del altar de santificar el don (Mt. 23:19) indica que uno y otro de estos últimos puntos de vista son verdaderos. Números 16:38 dice en lo concerniente a los incensarios de Datán y Abiram: “Por cuanto ofrecieron con ellos delante de Jehová, son santificados.” No es cosa baladí que los hombres se presenten delante de Jehová. El toma al hombre en serio y subsecuentemente reclama como suyo lo que le ha sido dado. Tal consagración está ampliamente ilustrada en el Antiguo Testamento.

La ofrenda especial de comida de Aarón y sus hijos (20, es decir “el sumo sacerdote”) está descrita en 19–23. Toda esta sección consiste en instrucciones para los sacerdotes. Esta ofrenda tenía que ser presentada por el sumo sacerdote el día que fueren ungidos como tal. 

La palabra perpetua indica que las subsecuentes ofrendas tenían que presentarse todas las mañanas, y al anochecer mediante el sumo sacerdote. La ofrenda era por él mismo y por todos los sacerdotes. Toda ella sería quemada (22). Los sacerdotes participaban de las cosas más santas ofrecidas por otros; pero no podían compartir de lo que fuera ofrendado por y para ellos mismos (23).

    Ley de la ofrenda por el pecado ( Levítico 6:24–30)
La ofrenda por el pecado era también cosa santísima (25). Debía ser comida por los sacerdotes en el atrio del tabernáculo de reunión (26). Nada impuro debía tocarla. Cualquier cosa que tuviera contacto con ella era santa y debía ser dedicada a Dios. Si la vestimenta era salpicada con la sangre de la ofrenda para el pecado debía ser lavada en lugar santo (27). 

Y si la vasija (28) en que era preparada la carne para los sacerdotes fuera de barro, debía ser quebrada, y si fuera de bronce, fregada y lavada con agua. Todo lo que hubiera tocado debería ser limpio y quitado del uso común. El verso 30 lo aclara de la siguiente manera: “Mas no se comerá ninguna ofrenda de cuya sangre se metiere en el tabernáculo de reunión para hacer expiación en el santuario; al fuego será quemada.” Una nota al pie explica: “Su sangre será rociada sobre el propiciatorio que está en el Lugar Santísimo; por lo tanto, aun la carne es demasiado sagrada para ser alimento humano” (Berk.).

Moisés recalca la santidad de la ofrenda por el pecado en 10:17, diciendo que les había sido dada a los sacerdotes para llevar la iniquidad de la congregación con el fin de que fueran reconciliados delante de Jehová. Todo este ritual es presentado para hacer hincapié sobre la importancia de distinguir entre lo santo y lo inmundo. Siempre trae resultados desastrosos la incapacidad o rechazo de hacer estas diferencias (cf., c. 10).

Hay muchos escritores que relacionan inmediatamente el concepto de “santo” que encontramos aquí con el mismo de los círculos religiosos paganos. La comparación que hace Micklem es provechosa.

  Los comentaristas están propensos a hablar de esta santidad como un mero tabú, pero el término ha sido mal interpretado. Un objeto tabú (el término ha sido tomado de las religiones primitivas de la Polinesia) es peligroso por su propio derecho, como la habitación misteriosa de un poder sobrenatural. Eso no es lo mismo que la idea de que un objeto es sacrosanto porque ha sido puesto en relación con el Dios viviente. Bien podemos creer que había mucha superstición en Israel; pero este concepto de santidad no lo es. 

Para tomar un ejemplo relativamente inadecuado desde la situación contemporánea, un hombre moderno no considera las lápidas sepulcrales “sagradas a la memoria” de los antepasados, como si tuvieran poderes sobrenaturales; pero las trata con reverencia, no como si fueran cualquier piedra, por el uso al cual han sido dedicadas. De la misma manera, pero, más vivido de lo que nosotros podemos suponer era el sentido de la santidad de las cosas vinculadas con los sacrificios en Israel.

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lunes, 19 de octubre de 2015

No te acerques aquí, quita las sandalias de tus pies, porque el lugar donde estás es suelo santo....Soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob...Yo estaré contigo

RECUERDA Por eso, el que tiene este cargo ha de ser irreprensible debe ser apto para enseñar;no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. 1Timoteo3:2,6








PREPAREMOS NUESTRO ESTUDIO PARA ENSEÑAR EN LA CONGREGACIÓN
Llamamiento y misión de Moisés
Éxodo 8:1-15

1      Apacentaba Moisés el rebaño de su suegro Jetro, sacerdote de Madián, y condujo el rebaño al fondo del desierto y llegó a Horeb, monte de ’Elohim.
2      Entonces el Ángel de YHVH se le apareció en una llama de fuego en medio de la zarza. Y él miró, y vio que la zarza ardía en el fuego, pero la zarza no se consumía.
3      Y dijo Moisés: Me desviaré para observar esta gran aparición de por qué no se consume la zarza.
4      Vio YHVH que se desviaba para observar, y ’Elohim lo llamó de en medio de la zarza, y le dijo: ¡Moisés! ¡Moisés! Y él respondió: ¡Heme aquí!
5      Entonces dijo: No te acerques aquí, quita las sandalias de tus pies, porque el lugar donde estás es suelo santo.
6      Y añadió: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob. Entonces Moisés ocultó su rostro, porque tuvo temor de contemplar a Ha-’Elohim.
7      Luego dijo YHVH: Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he escuchado su clamor por causa de sus opresores, porque conozco sus padecimientos.
8      Descenderé, pues, para librarlo de mano de los egipcios y para hacerlo subir de ese país a una tierra buena y ancha, a una tierra que fluye leche y miel, al lugar del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo.
9      Y ahora, he aquí el clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen.
10      Ahora, pues, ¡anda! Te envío a Faraón: ¡saca de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel!
11      Respondió Moisés a Ha-’Elohim: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?
12      Él dijo: Porque Yo estaré contigo, y ésta será la señal de que te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Ha-’Elohim sobre este monte.
13      Dijo Moisés a Ha-’Elohim: Cuando vaya a los hijos de Israel, y les diga: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros, y me digan: ¿Cuál es su nombre? ¿Qué les diré?
14      Respondió ’Elohim a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y añadió: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me ha enviado a vosotros.
15      Dijo además ’Elohim a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: YHVH, el Dios de vuestros padres, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Éste es mi Nombre para siempre jamás, y éste es mi memorial de generación en generación.

EL LLAMADO DE MOISÉS
La aparición divina, Éxodo 3:1–10. 

La tarea pastoril, Éxodo 3:1
De acuerdo con el relato de Esteban (Hech. 7:30), habían pasado 40 años, y Moisés seguía apacentando las ovejas de Jetro, su suegro, cuyo nombre significa “excelencia”; sin embargo, anteriormente se le había llamado Reuel, que quiere decir “amigo de Dios” (Exo. 2:18). 

¿Cómo se explican los dos nombres? 
Algunos han sugerido que se trata de dos documentos que usaban nombres diferentes.

Otros piensan que es la misma persona que llevaba dos nombres. 

Una tercera opinión lo explica a través de los significados de los nombres: Reuel, “amigo de Dios,” era el nombre personal, y Jetro, o “excelencia,” era un título honorífico. 

Aunque la última es muy atractiva, y puede ser la explicación correcta, hay una cuarta sugerencia que parece ser la preferida: 

Reuel era el patriarca, el jefe del clan al cual las mujeres dieron los informes de la ayuda prestada por Moisés. Mientras él vivía era considerado el “padre” de toda la familia. 

Al transcurrir 40 años, y habiendo fallecido el sacerdote anciano, su hijo Jetro, el padre biológico de las siete mujeres e hijo de Reuel, lo había reemplazado como jefe y sacerdote en ejercicio. 

Así pues, el texto simplemente trata de la vida del clan. ¡No es problema de documentos, ni de una transmisión del texto!

Gramaticalmente, el cap. 3 comienza acentuando el nombre de Moisés. 
Había algo muy importante en el futuro, aunque él continuaba su labor normal de cuidar las ovejas de su suegro. 

Las llevó más allá del desierto, o literalmente al lado occidental de Horeb (v. 1), el nombre dado a aquel sector de un monte imponente de la zona. El lado austral era llamado Sinaí (ver Exo. 19:11, 18–20; 33:6; 34:2).

Llegó hasta el monte de Dios (v. 1b). 
No se lo llamaba así por ser lugar de veneración de alguna divinidad pagana o de algún dios madianita, sino por lo que llegaría a ser para Israel (ver la prolepsis). 

En la época en que se escribió la historia, ya era el lugar donde Dios se había aparecido a Moisés (v. 5), y donde se había promulgado la Ley (Exo. 19). 

Cronológicamente en el texto, era el lugar donde Dios se aparecería. Además, era un lugar impresionante con cordilleras y cuya cumbre frecuentemente estaba oscurecida por espesas nubes. 

Cuando había tormentas, los valles retumbaban y se estremecían con los truenos (ver Exo. 19:16). Para Israel, ¡era el monte de Dios! En el llamamiento, el Señor se reveló de un modo especial y en un lugar delimitado (vv. 2, 3). 

La revelación de Dios vino con un acento histórico y no fue una experiencia mística para el gozo personal de Moisés. Aunque el Omnipotente se apareció en una llama de fuego, lo importante del evento no fue lo que Moisés vio y sintió, sino lo que escuchó. El encuentro fue de diálogo y el problema era la preocupación divina por la situación social y espiritual del pueblo.

Era un día como los muchos que Moisés había conocido. Llevaba el rebaño a un lugar conocido. Con Jetro había encontrado una vida segura y una vocación bajo la tutela de su suegro. Sin duda el sacerdote de Madián le había instruido en el camino de Dios revelado a Abram, aclarando enseñanzas recibidas de su madre: Su preparación teológica se había completado.

Los planes de Dios

Una joven, empleada en una de las oficinas de la asociación evangelística de Billy Graham, leía una noche en su casa cuando se sintió atraída inexplicablemente por una oferta de empleo en la sección de avisos clasificados. 

No necesitaba un empleo y estaba muy satisfecha con el que tenía. Sin embargo, al día siguiente, al persistir su inquietud, decidió acudir al lugar de la solicitud. Al entrevistarse con la encargada, le expresó su propia extrañeza de haber acudido, pues no deseaba cambiar de empleo. 

Cuando la joven le informó que era empleada de la asociación evangelística de Billy Graham, la encargada le confió que últimamente había sentido el deseo de ir a alguno de los cultos, pues se sentía vacía espiritualmente. 

La joven visitante le presentó a Jesucristo como su Salvador. La encargada aceptó al Señor, y prometió ir al culto con ella. Después de orar juntas, la visitante reconoció que el Señor tenía un propósito al estar dirigiéndola a que fuera a esa oficina. ¡Dios tiene sus planes!

La vocación de pastor le había enseñado la paciencia para trabajar con las ovejas, que son criaturas tontas, olvidadizas y dispuestas a extraviarse. Además, la vida solitaria de un pastor le había dado tiempo amplio para meditar y reflexionar; no se había olvidado del sufrimiento de sus hermanos en Egipto. La paciencia le vendría bien dentro de poco; Israel sería un rebaño difícil de guiar.

Además, en la preparación Moisés había llegado a conocer íntimamente el desierto de Sinaí. Sin darse cuenta, su preparación teórica se había terminado. Ahora Dios tomaba la iniciativa, y aunque Moisés no buscaba a Dios, Dios sí lo buscaba a él.

La zarza ardiente (vv. 2–6)
Entonces se le apareció el ángel de Jehovah en una llama de fuego en medio de una zarza (v. 2). El v. 4 dice que el Señor mismo lo llamó desde en medio de la zarza… La palabra ángel significa “mensajero”, y puede referirse a un ser humano o a uno celestial. 

Antes de la época de Moisés, la revelación divina venía principalmente por medio de ángeles. Después de él, con la ley y las instituciones establecidas, no eran tan necesarios. Un análisis de Génesis indica que el ángel de Jehovah a veces era un enviado de Dios y en otros contextos se aplica a Dios mismo (ver Gén. 16:7–13 [Dios]; 18 [3 hombres, uno Dios]; 22:11 [ángel], 16–18 [Dios]; 24:40 [ángel]; 48:15, 16 [ambos]; Exo. 13:21 y 14:19; 33:14 [Dios]; Jos. 5:14 y 6:2).

Cuando aparece el ángel de Jehovah como una manifestación de Dios mismo, ¿es posible que sea una señal de la presencia de Jesús como Aquel que revela a Dios (Calvino), la segunda persona de la Trinidad? Lo cierto de todo es que al aparecer el ángel de Jehovah, siempre es Dios quien habla. De alguna manera el ángel es una extensión de Dios mismo. Es una teofanía.

Apareció el ángel en una llama de fuego (v. 2), un símbolo de la presencia de Dios. Para los hebreos el fuego no era objeto de adoración, sino que simbolizaba luz y poder. Como el fuego purificaba y consumía las impurezas, así era la santidad y pureza del Señor. Con frecuencia se emplea el fuego en la Biblia como ilustración de la presencia y el poder de Dios (ver Gén. 15:17; Exo. 13:21; 14:20, 19:18; Deut. 4:24; 9:3; Hech. 2:3; Heb. 12:29; etc.).

Moisés vio que la zarza ardía en el fuego, pero la zarza no se consumía (v. 2). Dios puede tomar posesión de algo, o alguien, sin destruirlo. Como lo implica su nombre (v. 14), es el ser eterno quien tiene su propia fuente de poder y energía en sí mismo y que nunca tendrá fin. Su existencia no depende de la materia física. En este sentido, el fuego no estaba en la zarza sino en Dios mismo.

La palabra hebrea para la zarza (seneh  5572) es similar en sonido al nombre Sinaí. Sin duda la palabra fue elegida por esa razón, y aparece únicamente una vez más en Deuteronomio 33:16 donde se refiere al Señor como aquel que moraba en la zarza.  Generalmente se la identifica como la zarzamora, una zarza espinosa. Sin embargo, no se puede hacer una identificación segura. ¡Ni es necesario!

Moisés no era un novicio en el drama del desierto, y la vista de algo extraordinario le llamó la atención. Se desvió para echar un vistazo de más cerca a la gran visión (v. 3b). La zarza ardía; sin embargo, no se consumía. Y son muchos los que se han desviado con Moisés en un esfuerzo por explicar el milagro. 

Algunos lo explican en una forma racional como el reflejo del sol sobre la zarza, que daba el efecto de arder; los colores brillantes del otoño le llamaron la atención a Moisés para que el Señor le hablara. Otros lo explican como una visión interior, la cual fue relatada usando los símbolos físicos para que la gente entendiera. 

Sin embargo, fue simplemente un milagro: un encuentro directo, personal y transformador con Dios. La prueba de ello se ve en los resultados en la vida de Moisés. Lo básico del milagro no estaba en la zarza. La zarza fue simplemente el medio usado por Dios para conseguir la atención del pastor. Al acercarse Moisés a la zarza, Dios puso fin a su vida pastoral y lo inició en una vida nueva como libertador.

Verdades prácticas
1. Enfrente de la zarza que ardía, Moisés tuvo dos reacciones al encontrarse con la santidad de Dios: fue atraído por lo misterioso y se asustó a la vez. Era un deseo doble de atracción hacia la santidad y a la vez de huir de ella. Dios siempre viene como demanda absoluta y socorro infinito, como ira y gracia, como terror y amor. La santidad de Dios siempre infundirá dos reacciones. Posiblemente, una de las pérdidas más grandes del mundo moderno es la falta de respeto para la santidad por haber llegado a estar familiarizado con Dios.

2. La santidad de Dios es la diferencia absoluta entre Dios y los seres humanos. La santidad pertenece a Dios exclusivamente. El designar cualquier elemento “santo” únicamente por su relación o asociación con Dios no es correcto.

3. Siempre se deben quitar las sandalias al acercarse al Santísimo. No tenemos ningún reclamo que hacer: Somos pecadores sin mérito que acudimos al trono de la gracia para recibir el perdón gratuitamente ofrecido.

4. Al librar a Israel de la esclavitud egipcia, el Señor mantuvo su propósito de salvación mundial iniciada anteriormente. Mantuvo la continuidad con el pasado, el control sobre el presente y el señorío sobre el futuro.

Dios lo llamó desde en medio de la zarza diciéndole: ¡Moisés, Moisés! (v. 4). 
Fue un llamado doble, con el nombre repetido, que era una fórmula usada a veces para una revelación especial (ver Gén. 22:11; 46:2; 1 Sam. 3:10). Con asombro, Moisés escuchó una voz desde la zarza que lo llamaba y lo conocía por nombre. En Israel el nombre representaba la persona. El conocer el nombre de alguien significaba tener un poder sobre él.


Verdades prácticas
1. La santidad de Dios compromete a su pueblo a la santidad. Cuando Dios llama a servirlo el carácter del hombre será dirigido a la santidad.

2. A muchos puede atraer la omnipotencia de Dios, pero no su santidad, porque evidencia la pecaminosidad del hombre.

3. Dios nos conoce y nos llama por nombre. Nadie puede confundir el llamado a otro con el suyo.

4. Dios nos llama a servirlo como un privilegio para nosotros, pues suyo es el poder para lograr la victoria en la encomienda.

5. Dios conoce de antemano el curso de los acontecimientos de la tarea que nos encomienda, pero nos revela sólo lo indispensable. Nos deja ir por fe, que nunca es defraudada.


Moisés respondió sencillamente: Heme aquí (v. 4b)
La traducción de los LXX interpreta: ¿Qué hay? En hebreo la respuesta es una palabra compuesta, como si el asustado Moisés emitiera un sonido entrecortado: hinni 2009, ¡aquí yo!

El Señor le respondió: No te acerques aquí. Quita las sandalias de tus pies, porque el lugar donde tú estás tierra santa es (v. 5). Estaba en la presencia de Jehovah. El lugar era santo. Uno llega a ser semejante a lo que toca. Al tocar lo sucio, uno llegará a ensuciarse. Al tocar lo santo, uno será santo. Dios dijo a Moisés que él era Santo, y en efecto le dijo: “Quita tus sandalias. Toca lo Santo para que seas santo.” Las sandalias eran una capa aislante entre la tierra santa y Moisés. Tenía que quitar todo lo que impidiera la entrada de la pureza. No hay una separación entre lo físico y lo espiritual.

Moisés e Israel se habían preocupado por lo material. Ahora era tiempo de incluir lo espiritual. Toda santidad implica pureza y separación de lo profano. Moisés tendría que vaciarse y humillarse para que el Señor lo llenara. El descalzarse era símbolo de humildad y respeto por la Majestad divina. Actualmente los musulmanes entran en las mezquitas con los pies descalzos. Los samaritanos suben al Gerizim descalzos cuando van a celebrar la Pascua, y también algunas sectas cristianas mantienen tal costumbre en algunas de sus liturgias. Simbólicamente significa reverencia y humildad de parte de los adoradores.

Dios no se identificó con Moisés como un Dios nuevo, sino como el Dios del Pacto. Dijo que era el Dios de su padre (singular en el texto hebreo) y de sus antepasados. Era el mismo Dios venerado por ellos: era el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob (v. 6). No había olvidado las promesas hechas a los patriarcas. Ahora serían cumplidas por medio del éxodo. A la vez, su identificación como el Dios del Pacto era una llamada a la responsabilidad: las promesas eran bendiciones o medios para alcanzar el propósito redentor mundial del Señor (ver Gén. 12:1–3, etc.). Israel se había olvidado del Pacto; sin embargo, Dios se lo recordaba.

Temiendo por su vida, Moisés cubrió su cara, porque tuvo miedo de mirar a Dios (v. 6b, ver Exo. 33:20; Deut. 5:24, 25). Parece que se cubría su cabeza con el manto y se postraba ante al Señor.
Dios había logrado el primer paso al humillar a Moisés. En la presencia del Santísimo, Moisés confesó su humanidad. Sin embargo, quedaban tres obstáculos más: (1) Moisés tendría que ser convencido de que fuera él el libertador del pueblo, (2) Israel tendría que ser convencido de que Moisés fuera el instrumento para librarlos, y (3) el faraón tendría que ser convencido para que dejara ir al pueblo.

Bosquejo homilético
El líder que Dios utiliza
Éxodo
 2:1–4; 3:1–5
Introducción: 
Necesitamos entender, a la luz de la experiencia de Moisés, cómo deben ser los líderes que Dios utiliza.

  I.      Alguien llamado por Dios.
  II.      Alguien obediente a la voz de Dios.
  III.      Alguien fuerte para asumir la dirección de su pueblo.

Conclusión: 
¿Quiénes están dispuestos a ser los líderes que Dios utiliza en este tiempo?

El propósito divino, 3:7–10. Ahora llega el momento cuando el Señor le indicará a Moisés la naturaleza de su llamamiento o vocación. Se encuentran tres elementos centrales en la conversación entre Dios y Moisés. El primero es la decisión firme de Dios de librar a su pueblo oprimido (v. 8). El segundo es la elección de Moisés para ser el instrumento humano para librar al pueblo (v. 10). El tercero es la reticencia de Moisés a asumir una responsabilidad tan grande y difícil (v. 11).

Había llegado el tiempo en que Dios iba a librar al pueblo. Con la aflicción, Israel pensaba que Dios lo había abandonado. No obstante, Dios había estado todo el tiempo con su pueblo; sin embargo, haría milagros en la presencia de los egipcios antes de que Israel tuviera algunos solamente para sí mismo. Los verbos empleados en el texto indican que ya era el momento decisivo: Ciertamente he visto…, he oído…, he conocido…, he descendido…; ahora, ve, pues yo te envío… (vv. 7–10).
Por primera vez Canaán es llamada una tierra que fluye leche y miel (v. 8, ver Núm. 13:27, etc.). 

También se indica que era una tierra buena y amplia (v. 8). En realidad no es tan grande; sin embargo, al compararla con Gosén es muy amplia. Además, no es tan fértil como algunas de las tierras que la rodean; sin embargo, para una gente peregrinante que vivía en el desierto arábigo, la tierra parecería un paraíso. Siglos antes los patriarcas, como una gente extranjera, habían echado sus tiendas allí como huéspedes y transeúntes. Pronto sería tierra propia de Israel como el Señor había prometido.

La frase fluye leche y miel es proverbial y aparece frecuentemente en la Escritura. Aún hoy en día, la leche se considera un alimento necesario para un ciclo ganadero e indica un suelo bueno para el pasto. La miel simboliza una agricultura productiva, no únicamente la de las abejas, sino también la del jugo del fruto de la tierra (ver LSE, 325–326). Además de una tierra productiva, para Israel, la mejor riqueza sería la libertad de profesar su fe salvadora y, con la ubicación céntrica en el mundo de su día, compartirla con todas las familias de la tierra (ver Gén. 12:3).

En la época de Abram, se habla de 10 pueblos moradores de Canaán (Gén. 15:19–21). El Señor indica a Moisés que una nación reemplazará a seis (v. 8; ver siete indicados en Deut 7:1; Jos. 3:10; 24:11; también Exo. 13:5). Aparentemente, se toma el texto aquí en un sentido restringido, y se trata principalmente de los habitantes de la costa mediterránea y del valle del Jordán.

Los cananeos  eran una gente emparentada con Israel (ver Gén. 9:18), y ocupaban las llanuras marítimas y el valle del Jordán (Núm. 13:29). El nombre de la tierra se derivaba de la tintura púrpura que producían y que se utilizaba en la fabricación de telas costosas.

Los heteos eran una gente indoeuropea. Establecieron un imperio grande en Asia Menor con su centro en lo que ahora es Turquía. Paulatinamente conquistaron Siria e invadieron Canaán hasta llegar al sur del país (ver Gén. 23:10; 26:34; Núm. 13:29; 2 Sam. 11:3). El imperio heteo floreció hasta 1200 a. de J.C. aproximadamente, y después quedaron centros aislados del pueblo en Canaán. Nunca fueron plenamente conquistados por Israel.

Técnicamente los amorreos eran los habitantes de Siria y la parte norte de Palestina. El nombre vino de la cultura mesopotámica donde las llamaban los amurru u occidentales. Ocupaban la zona montañosa de Canaán (Núm. 13:29). También estaban emparentados con Israel y a veces se alternaban los términos cananeos y amorreos al hablar en general de los habitantes de Palestina. Al hacer una distinción, los cananeos eran los habitantes de las llanuras marítimas y el valle del Jordán, mientras los amorreos ocupaban las zonas más elevadas o montañosas.

No se ha podido identificar el carácter étnico de los ferezeos. Algunos estudiosos piensan que el nombre se refiere a una clase de paisanos que vivían en villas sin muro o barrios abiertos (ver Est. 9:19; Deut. 3:5). Por lo menos, algunos vivían en los bosques de Palestina central en la cordillera de Efraím (Jos. 17:15).

Los heveos se encontraban en Palestina central (Jos 9:7; 11:19) y alrededor de Siquem (Gén. 34:2). Se los identifica generalmente con los antiguos horeos, o hurrianos (ver Gén. 36:2 y 20: el padre del heveo Zibeón era un horeo), un grupo étnico importante en el Medio Oriente durante el segundo milenio antes de Cristo.
Los jebuseos eran los habitantes del monte Sion (lo que más tarde fue Jerusalén) antes de que David la capturase (2 Sam. 5:6–8; ver Jos. 15:8, 63; 18:28; Jue. 19:10, 11, etc.)

La culminación de la experiencia de Moisés ante la zarza ardiente se encuentra en los vv. 9 y 10. El clamor de los hijos de Israel había llegado hasta Jehovah, y él había visto la opresión de los egipcios (v. 9). Entonces, dijo el Señor a Moisés: Vé, pues yo te envío al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los hijos de Israel (v. 10). Moisés recibió su misión oficialmente, y aunque tendría sus objeciones, nunca pudo escaparse de la realidad de su experiencia con Dios aquel día especial.

Verdades prácticas
1. Los hombres que más y mejor sirven al Señor no son los que tienen muchos talentos que ofrecer, sino los que están dispuestos, en humildad, a dejar que el Señor los use.
2. Cuando el Señor llama a su servicio, su poder está disponible para cumplir nuestra tarea.
3. No hay hombre de Dios, por inútil que crea ser, que no pueda ser utilizado por el Señor, si se somete a él.
4. El que reconoce su debilidad delante de Dios es más apto que el que es autosuficiente.
5. Una declaración de inutilidad para servir a Dios puede ser una excusa para no comprometerse en la obra de Dios y sus trabajos consecuentes.

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